DEL HÉROE AL MÁRTIR: dimensión de la libertad de · PDF fileNinguno de...

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  • Espacio Laical 3/2012 17

    En este Focus proponemos dos figuras de gran relieve: la de Oscar Arnulfo Romero y la del juez Rosario Livatino. Muchas cosas diferencian a estas dos personas: el primero, salvadoreo, obispo, es asesinado a la edad de 62 aos; el segundo, italiano, laico, magistrado, es asesinado poco antes de cumplir 38. Pero muchas otras cosas los asemejan. Ambos son asesinados para poner fin a su accin: el obis-po, por sicarios enviados probablemente por grupos de poder poltico-econmico, mientras celebra misa; el juez, por mafiosos, mientras se dirige al trabajo. Para ambos, dos situaciones de normalidad cotidiana. Ninguno de los dos haba buscado la celebridad o haba declarado intenciones revolucionarias. Sencillamente se haban encontrado en situaciones de riesgo extremo durante el desarrollo de sus misiones ordinarias, en el ejercicio de su profesin.

    Su suerte comn subraya cmo la palabra profesin hay que en-tenderla en la plenitud de sus significados, que acomunan la idea de promesa, de declaracin oficial, de ejercicio de un oficio; es una palabra que muestra la misma raz y dignidad de dos elecciones tan distintas: tanto la prefessio de Romero cuando fue ordenado sacerdote, como la de Livatino cuando fue nombrado juez, han exigido una fidelidad ms fuerte que el apego a la vida.

    Para ambos, catlicos, est en curso la causa de beatificacin por-que la Iglesia considera que pueden existir los elementos para recono-cer la santidad. Esto implica, como el proceso cannico debe verificar, el reconocimiento, en cada uno de ellos, de virtudes heroicas. Signi-fica que se establece una relacin directa entre el herosmo y la santi-dad, madurada, en estos casos, tambin con la disposicin al martirio. Pero, podemos hablar de Romero y de Livatino como de dos hroes?

    Si miramos sus historias segn una ptica que tiene en cuenta so-lamente los resultados materiales y medibles, son historias de derrotas; despus de la muerte de Romero El Salvador se precipita en una gue-rra civil; despus de la muerte de Livatino la mafia sigue con sus activi-dades. Ninguno de los dos podra ser considerado un hroe segn una visin pica tradicional que ve en el hroe a una figura generalmente de guerrero- que es sometido a una prueba, la supera y consigue la vic-toria; y no seran hroes tampoco para una cultura contempornea muy difundida que divide al gnero humano en vencedores y perdedores. Sea Romero que Livatino as parece- han perdido todo.

    Pero el cristianismo ha elaborado, a lo largo de los siglos, una interpretacin distinta del herosmo, tan alejada de aquellas que hemos descrito, que pone la palma de la victoria precisamente en aquella de-rrota definitiva e irremediable que es la muerte. El culmen del herosmo se encuentra, segn la doctrina cristiana, en el martirio.

    El mrtir (mrtys, testigo) desde los primeros aos del movimiento cristiano es aquel que da testimonio de la propia fe. La palabra evolu-ciona continuamente y llega a estabilizarse -en el sentido que todava hoy le damos comnmente- en tiempos del martirio de Policarpo de Esmirna, en el ao 155: los mrtires son aquellos que, a imitacin de Cristo, dan la propia vida para testimoniar la verdad de la fe.

    Partiendo de esta base, el concepto de mrtir se profundiz mucho con el tiempo. Subrayara dos direcciones en esta profundizacin: La primera se refiere a las nuevas formas que asumi el martirio bajo las persecuciones de los regmenes totalitarios, formas que lo alejan todava ms de la visin superficial del hroe. Karl Rahner da una des-cripcin profunda y eficaz en un texto de 1957, en el que las referencias polticas son muy claras: Pero, el martirio del miedo y la debilidad,

    de ser asesinados antes de la muerte, de ser cancelados y alienados mediante la diablica finura inherente a la tcnica actual del asesinato de la persona antes que el asesinato del cuerpo, no son quizs parti-cipacin en la muerte de Cristo ms que cualquier otro tipo de martirio aparentemente ms heroico?.2

    Si delineamos la figura del mrtir atenindonos a Cristo prosigue Rahner-, el mrtir de hoy, no se asemeja quizs ms al Seor que uno de los tiempos pasados? El mrtir que yace en el suelo y es destrozado por la propia debilidad mortal; el mrtir que se encuentra abandonado por Dios; el mrtir que, casi indistinguible, es ahorcado entre verdade-ros delincuentes; el mrtir que es casi convencido de no serlo; el mrtir que no puede y sin embargo cumple aquello por lo que no encuentra ninguna fuerza en s mismo; el mrtir que quizs por toda una vida es ad metalla damnatus3, y as condenado, muere aparentemente de una simple muerte burguesa, cuando hoy en da tales metallano son ms necesariamente un lugar distinto, sino que la crcel puede identificarse de forma absoluta con el pas de la tirana atea.4

    Se trata de un martirio en lo cotidiano que se diferencia de los cnones tradicionales porque no se expresa en un nico acto y, a me-nudo, no da lugar a un testimonio pblico. Este se caracteriza, en par-ticular, por el compartir el abandono y la aniquilacin que Cristo mismo vivi. Estas formas de tortura que contienen aspectos de martirio, se pueden realizar tambin fuera de los regmenes totalitarios, en circuns-tancias particulares de injusticia, violencia fsica o psicolgica, miseria.

    Una segunda direccin en la profundizacin de la realidad del mar-tirio es indicada por el mismo Rahner, en una definicin que hace expl-cita la referencia a los contenidos tambin morales de la fe. El martirio es la libre aceptacin, en la paciencia y soportacin, de la muerte por la fe (incluida la doctrina moral que le est unida) en su totalidad o en relacin a alguna de las doctrinas, vistas siempre de todas formas en el conjunto de la fe. 5Por lo tanto, puede ser mrtir tambin el que da la vida en la bsqueda, en la defensa o en el testimonio de valores ticos o de derechos humanos, entendidos como especifica Rahner- en la dimensin de la fe.

    Esta perspectiva, explicitada solo en tiempos recientes, es sin em-bargo un patrimonio tradicional de la cultura cristiana. Ciertamente era ya clara en Toms de Aquino que dice lo que Agustn escribi en su Carta a Dulcitius: No es la pena lo que hace al mrtir, sino la causa. Y sigue: Y sufre por Cristo no solo quien sufre por la fe en Cristo, sino tambin quien sufre por cualquier obra de justicia por amor de Cristo. Mt 5, 1O dice: Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia.6

    Se abre as el camino para considerar como martirio tambin la professio de monseor Romero, asesinado por defender a las perso-nas y los derechos de su pueblo, y la de Rosario Livatino, precisamente por ser operador de justicia. Es la perspectiva que madura en el Con-cilio Vaticano II, como lo explica Rino Fisichella, sobre todo en referen-cia a la Lumen Gentium, n 42, donde el martirio es designado como mximo testimonio de amor: Por lo tanto es posible pensar que () el Vaticano II abra el camino para una interpretacin nueva y ms glo-balizante del testimonio del mrtir, considerando las nuevas formas de martirio a las que se asiste hoy por el cambio de los acontecimientos. Por lo tanto es lcito pensar que con el Concilio se llegue a identificar el martirio con la forma del dono de la vida por amor () martirio como signo del amor que se abre hasta llegar a ser total donacin de s.7

    DEL HROE AL MRTIR:dimensin de la libertad de morir1

    Por ANTONIO MARA BAGGIO

  • Espacio Laical 3/2012 18

    Hoy, por lo tanto, podemos mirar el martirio y sobre todo por las experiencias de martirio que se producen y se renuevan en las sociedades contemporneas- viendo la relacin que este tiene no solo con la dimensin eclesial, sino tambin con la social, econmica, pol-tica de la fe. Y es sobre todos estos aspectos que la accin del mrtir reluce sus caractersticas y sus consecuencias. Tratemos de enumerar los elementos:

    El martirio es ante todo testimonio, o sea, afirmacin de la verdad de los contenidos de la fe a travs de un acto definitivo de coherencia entre lo que se cree y las acciones que comporta, entre los principios y los comportamientos. Tales contenidos se pueden referir, sea a la fe en su conjunto (cuando se es perseguido y asesinado porque se es creyente), sea a contenidos especficos de esta, en particular lo que Toms llama: cualquier obra de la justicia.

    El martirio es libertad: o sea, aceptacin libre de la prueba y de la muerte. Tal aceptacin puede ser actual, o sea, puede consistir en la posibilidad de salvar la vida a travs de la negacin de la fe: o tambin es la libertad original, aquella que se realiz en la eleccin a la que hemos sido fieles hasta el final que, en el presente, es inevitable.

    El martirio comporta la inocencia: la muerte no se recibe por una culpa personal, sino por lo que el mrtir representa o por el bien que hace.

    El martirio es conciencia: el mrtir sabe que su decisin y su com-portamiento pueden incluir el riesgo mortal.

    El martirio es denuncia: porque pone en evidencia la violacin del principio o del valor que l testimonia.

    El martirio es profeca: el mrtir es tal porque habla con las palabras de Aquel que lo ha enviado y, a travs de la muerte, realiza el anuncio eficaz; el hombre de ley que es condenado a muerte, proclama, con esto, la verdad de la ley que est sirviendo; en general, el mrtir anun-cia y prefigura el mundo bueno, la situacin futura que se obtendr con la realizacin de la verdad que l custodia.

    El martirio es representacin: porque el mrtir sufre por razones que otros tambin comparten o por problemas que involucran tambin una comunidad amplia. En este sentido el mrtir es una figura sacrifi-cial, que se inmola por, en lugar de.

    El martirio comunica o confirma un conocimiento a travs del sa-crificio; o tambin lo hace explcito u objetivo. La accin del mrtir puede abrir un horizonte desconocido para aquellos que asisten, pone en evidencia para todos lo que antes el mrtir