Del Reconocimiento de La Mesianidad de Jesús

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DEL RECONOCIMIENTO DE LA MESIANIDAD DE JESÚS Alfonso Maldonado Del reconocimiento de la mesianidad de Jesús, el Evangelio de Mateo 16, 21-27 nos introduce en los anuncios de su pasión. Ante la perspectiva de un Mesías sufriente, víctima de las autoridades judías, Pedro reacciona con fuerza. No es para menos. Es el escándalo del justo que sufre a consecuencia de la maldad. No cualquier justo, sino el Justo. No cualquier autoridad sino las autoridades religiosas. De las autoridades religiosas se pensaría la confirmación y el reconocimiento de la misión de Jesús. No su condena, tal como ocurrió, que es una declaración de maldición según la Ley revelada a Moisés. Si Dios estaba con Jesús, Él debía ser entronizado como Mesías-Rey, expulsando a los romanos de la sagrada tierra de Judá. El triunfo del Mesías es el triunfo de Dios que vuelve a ser Rey soberano, pensaban en aquel tiempo. Jesús corrige a Pedro con una expresión descarnada: “¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios!” Efectivamente, Satanás es el enemigo, el tentador, el que hace tropezar, el que disfraza los caminos para confundir la voluntad de Dios. Ya lo había hecho en el desierto, ahora Pedro asume su lugar.

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DEL RECONOCIMIENTO DE LA MESIANIDAD DE JESSAlfonso Maldonado

Del reconocimiento de la mesianidad de Jess, el Evangelio de Mateo 16, 21-27 nos introduce en los anuncios de su pasin.Ante la perspectiva de un Mesas sufriente, vctima de las autoridades judas, Pedro reacciona con fuerza. No es para menos. Es el escndalo del justo que sufre a consecuencia de la maldad. No cualquier justo, sino el Justo. No cualquier autoridad sino las autoridades religiosas.De las autoridades religiosas se pensara la confirmacin y el reconocimiento de la misin de Jess. No su condena, tal como ocurri, que es una declaracin de maldicin segn la Ley revelada a Moiss. Si Dios estaba con Jess, l deba ser entronizado como Mesas-Rey, expulsando a los romanos de la sagrada tierra de Jud. El triunfo del Mesas es el triunfo de Dios que vuelve a ser Rey soberano, pensaban en aquel tiempo.Jess corrige a Pedro con una expresin descarnada: Qutate de mi vista, Satans, que me haces tropezar; t piensas como los hombres, no como Dios! Efectivamente, Satans es el enemigo, el tentador, el que hace tropezar, el que disfraza los caminos para confundir la voluntad de Dios. Ya lo haba hecho en el desierto, ahora Pedro asume su lugar.El texto latino reza Vade retro!, que no es simplemente aprtate!. Es vuelve atrs: porque efectivamente estamos llamados, junto con Pedro, a quedarnos detrs. No de manera pasiva. Es volver a nuestro lugar, de volver atrs junto con el grupo de discpulos, de seguidores, de Iglesia. Jess es quien decide donde ir: los discpulos no le imponen el rumbo, solo activamente lo siguen.Llegados a este punto aparece un cuestionamiento. Ante el giro que toman los acontecimientos, en el tiempo de Jess y en nuestro tiempo, surge este atrevimiento: solo un Dios real puede pedir el seguimiento hasta la cruz; solo considerar en verdad a Jess como el Hijo de Dios vivo puede hacer que lo sigamos hasta el extremo. Solo un Dios que ame tan radicalmente puede pedir que se le siga hasta la cruz.Tener ideas u opiniones de Dios, es algo habitual. Pero tener convicciones como para acompaarlo hasta la muerte, es otra cosa. Nos encontramos aqu con un misterio y un dilema. Un misterio porque de por medio debe haber una experiencia y familiaridad con Jess; no se trata de dar la vida por un desconocido, sino por aquel que ha dado su vida por nosotros. Y esta experiencia mediadora es la que hace que todo lo dems sea relativo: est subordinado (en relacin) con l. El testigo, que es el nico que podra ser mrtir, sabe a quin le entrega la vida. Sabe la diferencia que hay entre ese decir yo s en quien he puesto mi confianza y el gesto arrogante, enfermizo y fantico. Hay una diferencia, he ah el dilema, y no pequea que, sin embargo, aterroriza a la gente. Y, por tanto, debe ser completado.La vida no se pierde. La vida se va perdiendo y se pierde en la entrega. No es la improvisacin en el ltimo segundo de existencia. El seguidor de Jess, si es autntico, la pierde en la entrega amorosa, no solo a Dios sino al prjimo. Ser hostia viva, de Romanos 12, es un acto litrgico que se cumple en la existencia ofrecida a Dios, en el servicio fraterno. Todos los presupuestos de oracin, liturgia, meditacin, todas las gracias no son otra cosa que preparaciones para la oblacin a Dios en el prjimo, en el hermano necesitado. Lo deca santa Teresa en los captulos finales de su Castillo Interior.Y esa entrega pide tambin olvido. Olvido de la fruicin que causa el placer y las cosas hermosas de la vida. Olvido que incluye el dejar de estar centrado en mis carencias, necesidades y heridas. Olvido que es apertura al Creador y, por lo tanto, a su dinmica de salvacin amorosa.Vivimos muy centrados en nosotros mismos, sin ni siquiera enfrentar los propios demonios. Los monjes eran introducidos por el abad del monasterio en los caminos del Espritu para encontrndose consigo mismo. El propio conocimiento era lema en tempos de santa Teresa que a veces se trastocaba en muletilla. Pero es asumirse para trascenderse. Asumirse para entregarse. Asumirse para olvidarse. Los monjes mismos aspiraban acceder a una experiencia de Jess.Puede que los abades queden distantes de nuestra experiencia cotidiana. Somos conscientes de la complejidad del ser humano. Sin embargo la meta es la misma. Para quien tiene fe, el trascenderse, el salir, el olvidarse de s es llamada irrenunciable, pues tiene que ver con el realismo de la fe y la realidad de Jess. Podemos, y es conveniente, acudir a directores espirituales, confesores y hasta profesionales de la salud (mdicos y psiclogos). Ms el cristiano lo hace para trascenderse, no para ganar el mundo entero. No para nicamente sentirse bien, sino para sentirse bien poseyndose a s mismo al punto de transformarse en donacin para los dems.Hoy en da las autoridades de este mundo vuelven a pretender condenar a Jess al olvido: estn los enfermos, los sidosos, los sealados por la sociedad, los excluidos. Los hambrientos del cuerno de frica y los sedientos de oportunidades en zonas de guerra. En la sombra de la cultura de la muerte, que banaliza la vida, el nacimiento, los instantes terminales y pretende justificar la sexualidad bizarra, contracepcin, abortos y eutanasias. Los que pretenden excluir los smbolos y manifestaciones religiosas de los lugares pblicos; que maquinan por descuajar la Iglesia suscitando bandos, extraando (haciendo extraos) a los pastores del resto del pueblo de Dios. Que pretende imponer por maniobras polticas lo que primero debe ser discutido tenazmente.Jess contina subiendo hoy en da a Jerusaln lo dejaremos subir solo?