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Acta Bioethica 2000; año VI, nº 2 Acta Bioethica 2000; año VI, nº 2 197 DEL SENTIDO DE LA BIOÉTICA Jean Ladrière Matemático y Filósofo Profesor Emérito de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica

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Acta Bioethica 2000; año VI, nº 2

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DEL SENTIDO DE LA BIOÉTICA

Jean LadrièreMatemático y Filósofo

Profesor Emérito de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica

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Jean Ladrière

Resumen

En el texto que sigue Jean Ladriére reflexiona so-bre el sentido y la significación de la bioética en elcontexto de lo que hoy se denomina el crecimiento delas “éticas aplicadas”. Este contexto le conduce, des-de las primeras líneas, a rehusar la idea según la cuallas “éticas regionales” se limitarían a traducir –en elámbito de situaciones concretas– principios genera-les, puesto que ello sería equivalente a desconocer lacreatividad, las posibilidades innovadoras y los ries-gos que conlleva la acción en su determinación cons-tante de la existencia.

Estableciendo la necesidad de inaugurar la re-flexión sobre el tema propuesto desde el espacio queocupa y legitima el accionar de la bioética, intentamostrar la complicidad que reúne la bioética con laética y desentrañar la manera específica como la bioé-tica responde a la exigencia de producción de normas,que se desprenden, en particular, de los desafíos de laacción humana y tecnocientífica.

La argumentación que Jean Ladrière despliega,abarca de manera resumida, temáticas abordadas a lolargo de su obra y que pueden aparecer al lector des-prevenido como demasiado herméticas. La temáticade la tecnociencia fue abordada por Jean Ladrière ensu libro Les enjeux de la rationalité (1977) y otras múl-tiples publicaciones; la problemática de la existencia ysu relación con el sentido en L’articulation du sens(1971 para el tomo 1,1985 para el tomo ll), y el temade la ética y de la dimensión ética de la existencia enL’éthique dans l’univers de la rationalité (1997).

Conviene agregar que como traductor de este textointenté utilizar las ediciones en castellano de algunosautores citados, pero frente a diferencias respecto deciertos términos –que dan cuenta de diferencias de in-terpretación–, opté por traducir directamente del textode Jean Ladrière.

Palabras clave: Ética, Dimensión ética de la existen-cia, Bioética, Norma, Normatividad, Acción, Existen-cia.

Sergio Zorrilla - Traductor

Resumo

No presente texto, Jean Ladrière faz umareflexão sobre o significado da bioética no contextodo que hoje se denomina o crescimento das “éticasaplicadas”. Já nas primeiras considerações recusasea aceitar a idéia de que as “éticas regionais” selimitariam a traduzir, no âmbito de situaçõesconcretas princípios gerais, pois isto seria o mesmoque desconhecer a criatividade, as possibilidadesinovadoras e os riscos que implicam a ação em suaconstante determinação sobre a existência.

Estabelece a necessidade de iniciar a reflexãosobre o tema proposto desde o espaço que ocupa elegitima o agir bioético. Pretende mostrar acumplicidade que aproxima a bioética à ética eaveriguar a maneira como a bioética responde àexigência de produção de normas, que se afasta,em particular, dos desafios da ação humana etecnocientífica.

A argumentação que Jean Ladrière apresenta,abarca de maneira sucinta, temáticas abordadas portoda sua obra e que podem parecer ao leitor menosavisado como demasiado herméticas. A temáticasobre a tecnociência foi abordada pelo autor em seulivro Les enjeux de la rationalité (1977) e eminúmeras outras publicações. A problemática daexistência e sua relação com o sentido emL’articulation du sens (1971 para o volume I, 1985para o volume II).O tema da ética e da dimensãoética da existência em L’éthique dans l’univers dela rationalité (1997).

Convém acrescentar que como tradutor dopresente texto tentei utilizar as edições em espanholde alguns autores, mas diante de diferentesinterpretações, optei por traduzir diretamente dotexto original de Jean Ladrière.

Palavras chaves: Ética, Dimensão ética daexistência, Bioética, Norma, Normatividade, Ação,Existência.

Sergio Zorrilla - Tradutor

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Abstract

The following text shows us the reflectionsmade by Jean Ladrière concerning the sense andmeaning of bioethics in the context of what isknown today as the growth of “applied ethics”.

From the first considerations he refusesaccepting the idea that “regional ethics” limitsitself to translate –into the sphere of concretesituations– general principles, since this wouldbe equivalent to ignore creativity, innovativepossibilities and the risks involved in the actionin its permanent determination of existence.

Establishing the need of inauguratingreflections concerning proposed themes –from thespace filled and legitimized by bioethical drive–he attempts to show the complicity betweenbioethics and ethics, as well as to puzzle out thespecific way in which bioethics respond to thedemands of producing regulations, that inparticular are consequence of the challenges ofhuman and techno-scientific actioning.

Jean Lardrière’s argumentation brieflyexplains issues addressed throughout his researchand which may seem too hermetic to theunprepared reader.

The subject of techno-science was analyzedby Jean Ladrière in his book Les enjeux de larationalite (1977) and in many other publications;the issue of existence and its relationship withthe sense in L’articulation du sens (1971,volume 1; 1985, volume 2), and the topic of ethicsand the ethical dimension of existence inL’ethique dans l’ univers de la rationalité (1997).

It is relevant pointing out that as translatorof this text, I tried to use Spanish issues of someof the authors quoted but in front of differencesrelated to certain terms –showing disparity ofinterpretation– I decided to translate them directlyfrom Jean Ladrière’s text.

Key words: Ethics, Ethical dimension ofexistence, Bioethics, Rule, Regulations, Action,Existence.

Sergio Zorrilla -Translator

Résumé

Dans le texte qui suit, Jean Ladrière fait uneréflexion sur le sens et le significat de la bioéthiquedans le contexte de ce qu’on appelle aujourd’hui lacroissance des “éthiques appliquées”. Ce contexteconduit, dès les premières lignes, à refuser l’idéeselon laquelle les “éthiques régionales” se limiteraientà traduire, dans le cadre des situations concrètes, desprincipes généraux, du fait que ca serait équivalent àne pas reconnaître la créativité, les possibilitésinnovatrices et les risques portés par l’action dans sadétermination permanente de l’existence.

En établissant la nécessité d’innaugurer laréflexion sur le sujet proposé, à partir de l’espaceque occupe et qui légitime le mode d’action de labioéthique, l’auteur essaie de montrer la complicitéqui unit la bioéthique à l’éthique et de degager lafacon spécifique dont la bioéthique répond àl’exigence decréation de normes qui, en particulier,se detachent des défits de l’action humaine ettechnoscientifique.

L’argument que Jean Ladrière deploie,comprend, de facon résumée, des sujets abordés toutau long de son oeuvre et qui peuvent paraître tropherméthiques au lecteur pris au dépourvu. Lathématique de la thechnoscience fut abordée parJean Ladrière dans son livre Les enjeux de larationalité (1977) entre autres publications; Laproblématique de l’existence et sa relation avec lesens dans L’articulation du sens (1971 pour levolume nº1, 1985 pour le volume nº2), et le sujetde l’éthique et de la dimension éthique del’existence dans L’éthique dans l’univers de larationalité (1997).

On peut ajouter que, en tant que traducteur dece texte, j’ai essayé d’utiliser les éditions enespagnol de certains auteurs cités, mais face à desdifférences concernant certains termes qui pouraientprovoquer des différences d’interprétation, j’aidécidé de traduire directement du texte de JeanLadrière.

Mots clés: Éthique, Dimension éthique de l’existence,Bioéthique, Norme, Normativité, Action, Existence.

Sergio Zorrilla - Traducteur

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Hoy en día se habla a menudo de la“ética aplicada” para designar socialmente loslugares de interacción entre la preocupaciónética y los diferentes ámbitos de la práctica.La bioética es considerada como uno de esosespacios, caracterizada por el término “bio”,que podría evocar vida en general, aunque con-cierne mayoritariamente a la vida humana. Sinembargo, esta manera de hablar parece indi-car que existe una “ética fundamental” o una“ética teórica”, que establece los principiosgenerales válidos para todas las prácticas hu-manas y que, por otro lado, existen “éticas re-gionales” que, de cierta manera, traducen es-tos principios generales en las situaciones con-cretas y particulares de las diversas “regiones”de la práctica.

Este esquema –que no compartimos– separece mucho al utilizado en las prácticas ope-ratorias, en las cuales a los datos se les aplicaun programa para resolver un problema. Paraello el programa posee lo que se denomina “pa-rámetros”, que son tipos de magnitudes que sepueden establecer arbitrariamente. En suma,se trata solamente de una forma de operación.(Así la regla de la división matemática es unprograma que establece formalmente como esposible la división de un número por otro). Laopción de los valores determinados por los pa-rámetros “llena de contenido” esta forma ypermite una operación concreta.

El esquema anterior es un caso particularde un procedimiento descendente que consis-te en transitar de un principio a sus consecuen-cias y cuyo modelo más apropiado es, sin dudaalguna, la deducción lógica. Pero es lícito pre-guntarse si la reflexión ética no se refiere, másespecíficamente, a un tipo de procedimientoascendente, que parte de los datos concretospara progresar hacia sus condiciones de exis-tencia. La naturaleza de este tipo de procedi-miento no se relaciona con la implicación; alcontrario, con la des-implicación, que trata dedesprender de lo dado concretamente lo quese encuentra de alguna manera envuelto en elmodo de ser de lo dado. En el caso de la éticaeste procedimiento regresivo permite despren-

der de las circunstancias, siempre particularesde la acción, los elementos normativos quepermiten juzgarlas u orientarse en función delo que ellas sugieren. Esta es la construcciónde normas. Pero las mismas normas remiten alo que les confiere su normatividad. De estamanera la regresión es orientada a desarrollar-se en la dirección de lo que es constitutivo delorden ético. Es lo que puede llamarse la expli-citación del fundamento de la ética. La lecturaregresiva de la acción puede volver posible unalectura retrospectiva, que permite elucidar laacción en el sentido de las normas que la orien-tan y elucidar las normas a partir de la natura-leza de su fundamento.

Una reflexión sobre el sentido de la bioé-tica debe originarse en el espacio particular queella interroga, lo que se relaciona con un pro-cedimiento regresivo y, enseguida, preguntar-se sobre lo que la constituye como “ética” ysobre la forma específica que adopta para ellala determinación de normas. Estas dos tareasse conectan con la lectura retrospectiva quehemos evocado más arriba: la investigaciónsobre lo que constituye la ética debe clarificarel procedimiento de construcción de normasdesarrollado por la bioética y el cuestionamien-to sobre la determinación de las normas debeclarificar los procedimientos concretos de labioética, entendida como forma específica deacción.

El lugar de cuestionamiento de la bioética

La bioética, tal como hoy se presenta, noes ni un saber (incluso si abarca aspectoscognitivos), ni una forma particular de exper-ticia (incluso si posee una capacidad de expe-riencia y de intervención), ni una deontología(incluso si posee aspectos normativos). Es unapráctica racional muy específica que pone enmovimiento, al mismo tiempo, un saber, unaexperiencia y una competencia normativa, enun contexto particular del accionar que esdefinido por el prefijo “bio”.

Podríamos caracterizarla de mejor mane-

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ra diciendo que es una instancia de juicio, aun-que precisando que se trata de un juicio prácti-co, que se ejerce en circunstancias concretas yal que se asigna una finalidad práctica a travésde diferentes formas de institucionalización.De esta manera, la bioética constituye una prác-tica de segundo orden, operando sobre prácti-cas de primer orden, en contacto directo conlas determinaciones concretas de la acción enel ámbito de las bases biológicas de la existen-cia humana.

La expresión “bases biológicas” de la exis-tencia humana debe ser tomada en un sentidomuy amplio. Existe un núcleo de aspectos queinteresan a la bioética que incumben directa-mente los soportes somáticos de la existenciahumana, por medio de la investigación o dediferentes prácticas clínicas, que ponen en jue-go directamente estos soportes. En este domi-nio, la bioética, se entrecruza ampliamente conla ética médica. Aunque, en la medida que lainvestigación sobre lo vivo se profundiza, elcampo de cuestionamiento de la bioética seamplía. Y si la existencia humana es en defini-tiva el desafío esencial, es la vida misma entoda su extensión que se encuentra cuestiona-da.

La instauración de esta práctica de juicioy su institucionalización, que es en los hechosun acto político, plantea dos preguntas mayo-res desde el punto de vista de la reflexión so-bre el sentido de la bioética. Por un lado, ¿cuáles el proceso histórico que ha creado este nue-vo campo de la práctica constituido por la bio-ética? y, por otro lado, ¿cuál es la perspectivaespecífica que define esta práctica?

A la primera de estas preguntas debemosresponder evocando el desarrollo científicoacerca del fenómeno de la “vida” y las reper-cusiones de este desarrollo en las prácticasmédicas (entendidas en un sentido amplio), asícomo en el campo más vasto de lo designadopor el concepto de “salud pública”.

Es sorprendente que la biología como cien-cia haya permanecido durante tanto tiempocomo una disciplina esencialmente descripti-va, en contraste con el desarrollo teórico im-

presionante de las ciencias físicas. Ciertamen-te, desde el siglo XIX, la biología se había dadoun estatuto científico, en un sentido estricto,aplicando sistemáticamente los esquemas dela causalidad. Pero los medios de observacióny experimentales no permitían descender másallá de un cierto nivel de organización. Y lamedicina, de su lado, sólo podía disponer demedios de investigación que permanecían alnivel de lo macroscópico. Sin embargo, desdela mitad del siglo XX, la ciencia de lo vivo dioun paso absolutamente decisivo para la com-prensión del fenómeno de la “vida” al desen-trañar –más allá incluso del nivel celular– elnivel de los constituyentes químicos de la viday de sus dinámicas propias. Sobre esta base hasido posible descubrir los constituyentes mo-leculares de los genes. La secuencia del geno-ma humano es la consecuencia lógica de esosdescubrimientos. A partir de la informaciónadquirida se abren posibilidades absolutamenteinéditas que resume la expresión “manipula-ciones genéticas”. Esta capacidad de descen-der al nivel molecular significa, desde un pun-to de vista práctico, una verdadera revoluciónde la medicina. Y desde ahora se anuncia ungran debate político a propósito del control dela información genética. Sin embargo, la pro-blemática genética es sólo un sector de la pro-blemática biológica en general. Las posibili-dades de intervención en el dominio de la pro-creación o las técnicas de trasplantación deórganos son otros ejemplos sorprendentes deltipo de situación creado por la transformaciónde la ciencia biológica después de la segundamitad del siglo XX.

Los progresos en el orden del saber en estecampo, se traducen, sin embargo, casi inme-diatamente en la creación de nuevas capacida-des de intervención. El sentido general de es-tas intervenciones es de reemplazar los proce-sos “naturales” por procesos artificiales. Es loque se percibe, por ejemplo, en el caso de unatécnica médica como la fecundación in vitro.Es necesario reconocer que la finalidad de taloperación permanece en el marco del procesonatural correspondiente. La sustitución es sólo

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parcial. Mas, en el caso de la clonación nosenfrentamos a la creación pura y simple de unaposibilidad inédita, que puede transformar larelación de descendencia. En un sentido bas-tante evidente, un clon es un ser artificial.

La distinción entre lo artificial y lo naturalpuede ser expresado a través de un criterio aris-totélico: el ente natural es un ente que es “pornaturaleza” o “en virtud de la naturaleza” (esdecir, que proviene –por un proceso intrínsecode engendramiento– de un ente de la mismaespecie), mientras que un ente artificial es unser que es “en virtud del arte”, es decir, de unapráctica propiamente humana. Retomando lostérminos griegos, se podría decir que el entenatural tiene su origen en la génesis, mientrasque el ente artificial tiene su origen en lapoiesis.

Sin embargo, esta evolución de las cien-cias de la vida y de las prácticas que se des-prenden son parte de un proceso global que esuna de las manifestaciones más destacadas dela “modernidad” , es decir, del nacimiento ydesarrollo de lo que se llama tecnociencia. Estaexpresión coloca el acento sobre la estrechainterdependencia que se instaura en la épocacontemporánea entre la investigación científi-ca y la innovación tecnológica. Por un lado,los logros en el orden del conocimiento cientí-fico –que son de tipo ideal– son proyectadosen las realizaciones exteriores de orden mate-rial, cuyo mejor ejemplo es el autómata “inte-ligente”. Por otro lado, la tecnología procura ala investigación científica los instrumentos quele permiten explorar los dominios de la reali-dad cósmica que son inabordables desde lapercepción, como las nebulosas cercanas o laspartículas elementales.

Desde un cierto punto de vista, la tecno-ciencia es simplemente el conjunto de prácti-cas que se desprenden de la idea de ciencia ode tecnología, asociadas al conjunto de arte-factos sobre los cuales se sostienen estas prác-ticas (aparatos científicos y máquinas de todotipo). Sin embargo, esta manera de ver las co-sas reduce la tecnociencia a una suma de mo-delos de acción y de objetos artificiales. Olvi-

damos que el carácter más esencial de la tec-nociencia es su capacidad de constituir un uni-verso que se encuentra en interacción con eluniverso natural, pero que se construye comouna totalidad sui generis, cada vez más autó-nomo en relación al mundo natural, imponien-do de manera casi obligatoria sus propias le-yes de funcionamiento a la acción humana. Enrealidad, es la acción humana que engendra latecnociencia, pero creándola, se convierte de-liberadamente dependiente de las posibilida-des que ésta le ofrece, aunque también, de lasposibilidades que se le abren y de las limita-ciones que ello implica.

Así, es impresionante constatar como enpocos años la tecnología de las computadorasha transformado –sin haberlo querido de for-ma explícita– las interrelaciones de la vida pro-fesional e incluso las modalidades más elemen-tales del intercambio en la vida cotidiana. Con-viene agregar que el universo tecnocientíficono es simplemente una extensión del universonatural. Es otra realidad, que tiene su propiosistema de significaciones y que se encuentraanimada por una dinámica en la cual la accióndeviene simple mediación de un proceso quesólo domina de forma parcial. La tecnocienciaconstituye un universo que posee unidad y au-tonomía, poniendo en juego de forma implíci-ta –a causa de su funcionamiento– una ciertavisión del mundo, que ejerce un efecto de in-ducción sobre sus creadores y los utilizadores.Esta visión del mundo se desprende de su com-ponente cognitivo, es decir, la ciencia. Los otroscomponentes de la tecnociencia sólo son laproyección de esta visión en los aparatos detodo tipo que constituyen los componentespropiamente tecnológicos.

La visión científica del mundo no es “na-tural”, como lo es la visión perceptiva. Se apoyaen un proceso de objetivación que es, al mis-mo tiempo, un proceso de instauración. Esteproceso pone en juego un doble postulado, quecorresponde a una doble restricción. La adop-ción de este doble postulado tiene el carácterde una decisión libre, estableciendo unas cier-tas limitaciones que el “pensamiento científi-

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co” asume como una obligación. Es claro, porun lado, que sólo serán considerados comopertinentes los aspectos de la realidad que pue-den ser reconocidos como independientes decualquier intervención de la subjetividad. Estepostulado de objetividad, que se encuentra enla base de la distinción entre cualidades pri-marias y cualidades secundarias, es estableci-do en la época en que se constituye la físicamoderna.

También es claro, por otro lado, que sóloserán considerados los objetos y propiedadessusceptibles de conectarse directa o indirecta-mente con datos estrictamente empíricos. Estepostulado de empirismo se encuentra en el ori-gen de uno de los principios en que se expresael empirismo lógico, que lo consideraba comoun supuesto fundamental del pensamientocientífico. Carnap ha propuesto una formula-ción en términos de exigencias válidas para ellenguaje científico:

Como empiristas exigimos que el lenguajede la ciencia se restrinja de cierta manera;exigimos que los predicados descriptivos ypor lo tanto, también las proposiciones sinté-ticas, sólo sean admitidas bajo la condiciónde que tengan alguna conexión con lasobservaciones posibles, conexión que debeser caracterizada de forma conveniente (1).

La restricción operada por estos dos pos-tulados significa negativamente el abandonodel mundo percibido y de lo que se revela enla intuición. Pero positivamente, significa laapertura a un nuevo campo de experiencia yde pensamiento. En realidad, lo que emerge esun campo de posibilidades y más exactamen-te, de posibilidades de construcción. El proce-dimiento científico construye los objetos de losque se ocupa y construye las situaciones expe-rimentales en las cuales sus hipótesis puedenser verificadas. Las significaciones que surgengracias al universo que este procedimientoengendra se sitúan en el entrecruzamiento delo que permiten ver estos modelos, de prefe-rencia de forma matemática, que sirven en sus

investigaciones y en las operaciones concre-tas a través de las cuales este procedimientoformula proposiciones que reciben una mate-rialización creciente. Pero, conviene agregar,que estas significaciones son solamente intrín-secas: su poder significante vale en el supues-to de decisiones iniciales que han instauradola práctica científica “moderna”.

El hecho que los objetos y propiedades deluniverso científico puedan ser de alguna ma-nera manifestados por dispositivos experimen-tales confiere a este universo una propiedadglobal que podríamos denominar su capaci-dad de proyección. La física, por ejemplo,construye el concepto abstracto de “campoelectromagnético”, cuyo referente es un ciertoobjeto del universo científico y propone unformalismo matemático que representa el com-portamiento de este objeto. En ciertos monta-jes experimentales se pueden verificar las pre-visiones hechas sobre la base de este formalis-mo. Se podría decir que dicho montaje es unaproyección de lo que se muestra abstractamenteen el formalismo. Y de manera general se po-dría decir que el sentido del concepto “campoelectromagnético” es procurado por el forma-lismo del electromagnetismo, además detodas sus otras proyecciones. La ciencia delelectromagnetismo utiliza algunas de estas pro-yecciones con un objetivo solamente episte-mológico, para procurar una base empírica asus representaciones teóricas. Pero nada impi-de realizar, por ejemplo, proyecciones que pue-dan servir a fines de tipo “utilitario” para tras-mitir informaciones rápidamente . La proyec-ción es en sí independiente de las finalidadesen vista de las cuales se la utiliza. Esta opera-ción de proyección concluye la transición delo que es puramente científico a lo que es cien-tífico-técnico, es decir, el paso del universocientífico al universo tecnológico.

Sin embargo, la ciencia y la técnica no sehacen solas. Los procesos de construcción yde proyección son amplificados por la acción,como lo muestra la introducción del conceptode fin: la acción es un comportamiento quepersigue explícitamente fines sobre la base de

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motivaciones previamente evaluadas. Todaacción es un proceso que se apoya sobre unasituación dada, intentando transformarla en unanueva situación, adecuada a la finalidad pro-puesta. La construcción y la proyección sonformas de acción. Proyectando en la realidadempírica ciertas representaciones que pertene-cen al universo científico, la acción permite laexistencia de situaciones objetivas, que sonsituaciones inéditas y que provocan su “per-plejidad”.

La posibilidad, por ejemplo, de la clona-ción humana –facilitada por los desarrollos dela genética, así sea en un largo período– per-mite evocar como posible, en principio, unasituación totalmente “fuera de la naturale-za”, cuya posibilidad no es segura que seadeseable. Pero, ¿cuál es el significado de lareserva emitida? Una situación realizadaefectivamente o anunciada como posiblesobre la base de la tecnociencia puede plan-tear problemas que son de naturaleza técni-ca o científica y que reenvían al proceso quela ha creado. En esta perspectiva el sentidode la situación se desprende de su inscrip-ción al universo técnico-científico. El abanicode posibilidades que la tecnociencia abre pue-de ser considerado como dado, con la mismaevidencia con que ella misma existe. Pero la“perplejidad” que embarga la acción no se re-duce solamente a una preocupación técnica.Esta es, en un primer momento, una especiede intuición que anuncia el comienzo de unjuicio. A través de ella se plantea una cuestiónque no es de orden técnico. En los hechos, laduda que remueve la acción es una puesta ensuspenso del universo tecnocientífico, de sussignificaciones, de sus evidencias y por lo tan-to, de su inserción en otra dimensión.

El estado de “perplejidad” en el cual laacción se instala es la manifestación de la re-ferencia a un juicio posible e indica la presen-cia de un punto de vista normativo. Existe, tantoen la ciencia como en la técnica, un aspectonormativo y éste es determinante. El procedi-miento científico se impone criterios estrictosde cientificismo, que son garantes de la vali-

dez de sus proposiciones. E incluso el proce-dimiento técnico se impone también criteriosestrictos de eficacia que son los garantes de lafiabilidad de sus resultados. Pero estos crite-rios, que en los dos casos son interpretablescomo directivas para la acción, permanecenestrechamente referidos a las propias estrate-gias de la tecnociencia. La normatividad im-plícita –que inspira el cuestionamiento respectode lo inédito de ciertas situaciones– se despren-de de una perspectiva que no pone en duda elvalor verdadero de una proposición o la efica-cia de una técnica, sino que la legitimidad deuna acción.

Lo que se expresa en la perplejidad es unapreocupación que proviene de la razón prácti-ca, en el sentido de Kant, es decir, de la razónque apunta hacia las finalidades más altas dela acción, lo que Kant llama “la instauraciónde un mundo moral”. La preocupación de larazón práctica no se reduce a la razón teórica,que reflexiona con el fin de adaptar sus hipó-tesis a las obligaciones que se desprenden delas observaciones disponibles, ni tampoco a larazón calculadora, que reflexiona sobre lamejor adecuación de los medios disponiblesen relación con los fines. Se trata de una pre-ocupación que moviliza la razón en torno a símisma, no sólo porque se encuentra compro-metida con tal o cual situación; a través de di-cho compromiso la razón se pone a sí mismaen juego, en el marco y la perspectiva de sucalidad esencial. En la preocupación de la ra-zón práctica se anuncia la dimensión ética dela acción. La acción que, en lo concreto de lasituación, deviene consciente de la dimensióny desafío que representa para sí misma, se con-vierte en razón reflexiva. La acción a partir desu “perplejidad” busca reposicionarse frente alas exigencias que surgen del hecho que ellaes razón práctica.

Aquí se descubre el lugar propio de la bio-ética y se anuncia el proceso regresivo que debeconducir la preocupación bioética hacia lo quefunda su normatividad inmanente. El lugarpropio de la bioética, desde donde se institu-ye, es la situación, en la medida que ésta pone

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en movimiento –directamente o través de di-versas mediaciones– los fundamentos bioló-gicos de la existencia humana y también en lamedida en que la razón reflexiva descubre laeticidad, es decir, lo que plantea problemasdesde el punto de vista de su relación con ladimensión ética de la acción. Dos condicionesintervienen por lo tanto en esta determinación:el contenido de la situación –particularizadapor medio de conceptos que se desprenden dela tecnociencia– y la perspectiva que es consi-derada por la razón reflexiva, perspectiva quees caracterizada como “ética” según un senti-do que debe ser elucidado por un análisisregresivo. Conviene por lo tanto, en la pers-pectiva anunciada, precisar lo que es la dimen-sión ética y en particular examinar como ellapuede ser fuente de normatividad. Será nece-sario enseguida establecer ciertas precisionessobre la determinación de normas. Sobre estasbases se podrá volver, en un camino retros-pectivo, sobre la acción como lugar de emer-gencia y materialización de esta normatividad.

La dimensión ética de la acción

La presencia en la dinámica de la acciónde una normatividad intrínseca que la concier-ne totalmente, y no sólo en tal o cual tipo decomportamiento, sugiere que esta normativi-dad no es local o periférica sino que pertenecea la constitución misma de la acción. Es estasugerencia que intenta explicitar el término“dimensión”, que utiliza una metáfora que pro-viene del campo de la geometría.

Podemos procurarnos una representaciónde un objeto con tres dimensiones relacionán-dolo con un sistema de tres ejes y construyen-do su imagen según cada uno de estos ejes. Seobtiene entonces una especie de representaciónsimplificada del objeto, en tres figuras, a par-tir de las cuales es siempre posible volver alobjeto como tal, reuniendo en el espacio a tresdimensiones, las tres imágenes a dos dimen-siones dadas. Las figuras a dos dimensionesson “proyecciones” del objeto según cada uno

de los ejes. Cada proyección da una vista par-cial del objeto, a pesar de que refleja bien latotalidad del objeto, según la perspectiva defi-nida.

Hablando de la ética como una “dimen-sión” intentamos indicar que es una determi-nación que afecta la cosa real, la acción en sutotalidad y, sin embargo, sólo la afecta segúnuna cierta perspectiva. La idea es que la ac-ción, considerada plenamente, constituye dealguna manera la reunión en una visión únicade todas sus dimensiones. Pero si la ética esuna dimensión, ella afecta la acción y por con-secuencia cada una de sus otras dimensiones.Una “dimensión” no existe aislada. Cada unade las dimensiones de la acción define unaperspectiva que puede ser interrogada y cues-tionada. Es necesario precisar lo que constitu-ye la dimensión calificada como “ética”.

Para comenzar es necesario relacionar laacción con su espacio propio de manifestación.La acción no es un ente por sí mismo, es unade las manifestaciones esenciales del ser hu-mano concreto, determinación particular delmodo de ser del existente humano. Este térmi-no expresa bien –sobre todo a través del prefi-jo “ex”– el estatuto ontológico de un existenteque es esencialmente dinamismo, salida fuerade sí mismo, apertura al mundo, a otro, a símismo, al corazón más secreto de la realidad.Si la acción es una determinación particularde la existencia, su estructura debe reflejar laestructura de la existencia, lo que nos permiteconectar ésta con lo que se devela en la ac-ción. Si la ética es una dimensión de la acciónes porque ella es una dimensión de la existen-cia. La ética afecta la acción en la medida queinscribe a través de ella la normatividad espe-cífica a la cual remite el término “ética”. Peroafecta la existencia de manera más radical: laética es una dimensión porque traduce en exi-gencia la estructura misma de la existencia.

La existencia es una don, no se elige, sedescubre en un cierto lugar, en un cierto tiem-po, ligada a condiciones que se imponen demanera inevitable. La existencia se encuentraentonces marcada por una contingencia radi-

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cal. En cierto sentido, su ser se encuentra com-pletamente establecido de antemano y sólopuede ser lo que efectivamente es. Pero, almismo tiempo, la existencia se encuentra comoseparada de su ser, como carencia constantede su ser. En su ser mismo se encuentra inscri-ta una distancia que se reinstaura a cada paso;entre lo que ella ha llegado a ser y lo que essiempre llamada a ser. Pero esta fractura inte-rior no es un estado, es la condición estructu-ral que vuelve posible el dinamismo que la ca-racteriza. La existencia constantemente se vivecomo el esfuerzo siempre renovado de supe-rar la escisión que la separa de sí misma, dereconciliarse, accediendo a la verdad de su ser.Si la existencia es un don no es posible enten-derla como lo que se encuentra desde siemprerealizado, sino que al contrario como aquelloque se encuentra en camino de su propia reali-zación. Su ser dado es solamente la potencia-lidad de un estado provisional, atravesado porel deseo que conduce la existencia hacia su serrealizado.

Es a partir de sí misma que la existencia esllamada a reunirse en la autenticidad de su ser.Es dada a sí misma, pero más bien como con-fiada a sí misma. De esta manera, es definidapor la tarea de procurarse a sí misma, a travésde su propia iniciativa, la determinación quele falta a su ser. El camino de su propia deter-minación y realización es la acción.

Existe en la acción una condición genera-dora de efectos: es por esencia intervenciónen el curso de las cosas –incluso de manera novisible– y gracias a esta capacidad, adquieresu concreción. Para intervenir, la acción debesometerse a los límites que se desprenden dela condición general de contingencia que seimpone a la existencia. Estos límites definenlo que se puede llamar la situación. Es asu-miendo la situación que la acción es capaz deinscribir su registro en el mundo. Lo que de uncierto punto de vista es limitación, en realidades, desde el punto de vista de lo que se realiza,lo que confiere a la acción el poder de agregarnuevas determinaciones a la realidad consti-tuida. Lo que la acción produce, en el frag-

mento del mundo que le es accesible, repercu-te necesariamente sobre la existencia: ésta,gracias a los efectos provocados por la acción,se confiere nuevas determinaciones que con-tribuyen a dibujar su trayectoria.

Como la acción es condicionada, su efec-to es necesariamente local, particular, contin-gente como la misma existencia. Si ella es ca-paz de modificar la situación, introduciendonuevas determinaciones, es porque no se en-cuentra sujeta a la particularidad en que opera:insertándose completamente en el presente,apunta hacia un horizonte que se encuentra másallá de cualquier particularismo; horizonte quese manifiesta como exigencia/condición al quela acción debe moldearse. Pero ésta no es unacondición antecedente, como aquellas que ase-guran los efectos de la acción, es una condi-ción que se inscribe en el orden de un telos (untérmino dotado de finalidad), telos que, en elser presente de la existencia, explicitado por laacción, se expresa como una solicitud provo-cadora de su ser por venir. El sentido de la ac-ción es precisamente la relación que se institu-ye con este término, situado más allá de lo quese está realizando, que sería como la figurarealizada de lo que la acción apunta incesante-mente.

Como la acción es la misma existencia,considerada como fuente de iniciativa, la es-tructura de la acción –mediación entre las si-tuaciones y el telos que induce la existenciadesde su ser por venir– es también la estructu-ra de la existencia. En esta estructura se mani-fiesta su temporalidad, que define su estatutoontológico. La existencia efectiva es lo que enella se encuentra inscrito como realizado, laexistencia como extendida hacia su ser porvenir, es el eco en ella de lo que la orienta y laorganiza. Y el momento de la acción es el pre-sente como transición, paso, donde lo ya reali-zado es asumido en la perspectiva representa-da por la realización integral de la existencia.

Esta estructura, que es de orden formal,explicita dos caracteres esenciales que ponenen juego el destino real de la existencia. Porun lado la perspectiva que sostiene la acción

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no es solamente la relación con un término quedebe aparecer. Es la expresión de una exigen-cia constitutiva, inscrita en el ser de la existen-cia y explicitada por el evidenciamiento de suestructura. Por otro lado, a través de esta exi-gencia la existencia es instituida como respon-sable de sí misma. La exigencia no es una li-mitación, es un mandato o un llamado, a tra-vés del cual el ser por venir exige al ser pre-sente asumir, en su acción, la tarea de reunír-sele y a través de ello alcanzar su realización.La existencia es llamada a devenir portadorade lo que acontece con su ser, ratificando pormedio de lo que hace la generación de todaslas condiciones que deben asegurar su realiza-ción plena.

El hecho que la existencia se constituyacomo responsable de sí misma implica queposee un poder adecuado al nivel de esta exi-gencia. En términos kantianos se podría decirque este poder es la capacidad de darse a símisma su propia ley, es decir, su autonomía.Esta expresión podría sugerir que la existen-cia organiza su acción de manera arbitraria,dándose máximas que no tienen otro funda-mente que su propia voluntad. Pero, la auto-nomía significa que la ley –que expresa la exi-gencia que vuelve la existencia responsable–es una ley interior, en la que la existenciareconoce los imperativos que condicionan larealización de su ser.

La realización de la existencia es el des-pliegue integral de su ser. Su estatuto comoser es aquel de un existente que conlleva en símismo, en su existencia, la responsabilidad desí mismo, de un existente que tiene la tarea devivir según lo que es exigido por el estatutodel ser. Lo que caracteriza a un existente res-ponsable de sí mismo es la autonomía o aun,la libertad. Vivir según la exigencia de dichoestatuto de ser es, por lo tanto, vivir según loexigido por el estatuto de un ser libre.

La ley interior que es llamada a darse laexistencia es una ley en la cual la libertad seprocura las condiciones de su existencia. Yestas condiciones son aquellas que deben ase-gurar la realización de la existencia. La liber-

tad, dándose como ley el respeto de estas con-diciones, asume las exigencias que se despren-den del estatuto del ser de un existente respon-sable de sí mismo, dicho de otra manera, deun existente caracterizado por la libertad y endefinitiva por la libertad consigo mismo. Deesta manera la libertad es equivalente a asu-mir libremente su propio estatuto de ser. Perola libertad se vive en un devenir, en el que susexigencias deben encontrar las determinacio-nes concretas que aseguren su porvenir.

La exigencia que la existencia reconoceen su propio ser como imposición es, en suma,la exigencia de su realización, es decir, la exi-gencia de devenir lo que ella es como expre-sión de un llamado de sí misma o, dicho deotra manera, como búsqueda para alcanzar suser auténtico. Pero, ¿cuál es su ser auténtico?Podemos sugerir que es el estatuto de un exis-tente caracterizado por la libertad.

Esta es, sin embargo, una determinaciónque permanece formal. La cuestión que se plan-tea se relaciona con su determinación concre-ta. La existencia se encuentra en camino haciasí misma y se procura una figura efectiva en ypor su acción, inscribiendo sus procedimien-tos efectivos en un horizonte que le permiteintuir el lugar de su ser por venir. Sin embar-go, la capacidad de la existencia de volverseefectiva es una “forma de vida”, según la ex-presión de Wittgenstein. La perspectiva quehabita la acción es, en los hechos, la búsquedade un estado de cosas que sería equivalente ala fuente inspiradora de una cierta disposiciónconcreta de la existencia, como respuesta a laidea de “existencia auténtica”. La tradiciónfilosófica ha construido, para expresar estaperspectiva, el concepto de “vida buena”. De-bemos inmediatamente precisar que la “vidabuena” debe ser una vida “con otro”. Lo queexpresa la idea de “ser auténtico” es una con-dición de naturaleza muy general, independien-temente de toda particularidad histórica, ca-racterizando al existente humano como tal yno a tal o cual grupo o a tal o cual tradición.Según el vocabulario tradicional se podría de-cir que esta condición es de tipo universal. In-

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dependiente de todo rasgo particular ella es apriori. Aunque la experiencia empírica nosenseña que existe en los hechos una plurali-dad de existentes humanos y que lo que puedeser afirmado como a priori del existentehumano vale inmediatamente para cada unode los existentes reales, que son llamados areconocerse mutuamente como “existentehumanos”.

La universalidad formal de lo a priori setraduce en la universalidad concreta de la hu-manidad efectiva. Como esta determinaciónes esencial, califica también como esencial laperspectiva de la vida buena, que expresa un apriori de la condición humana. Finalmente, esnecesario reconocer inmediatamente que existeuna pluralidad de seres humanos que constru-yen su vida en común a través de institucionesy que es por medio de la institución que la exi-gencia puede recibir sus determinaciones con-cretas. La consideración de estos tres elemen-tos –perspectiva de un telos bajo la forma dela “vida buena”, pluralidad de los existenteshumanos, mediación de las instituciones–conduce a la definición que Paul Ricoeur hadado de la ética en su libro Soi-même commeun autre: la ética es “búsqueda de la ‘vidabuena’ con y para el otro en instituciones jus-tas” (2, p.202).

La determinación de normas

El término “ética” es a veces empleadocomo concepto de primer orden, para desig-nar la conducta ética o la ética como práctica oaun la “vida ética” y, a veces, como conceptode segundo orden, para designar la reflexióndesarrollada sobre la ética, en el sentido delprimer orden. Podríamos denominar la éticaentendida en este segundo sentido como “éti-ca reflexiva”. Dos tareas son confiadas a la éticareflexiva: la determinación de lo que es cons-titutivo de la ética y, en particular, la clarifica-ción de lo que le da un carácter normativo, quele permite determinar normas que pueden elu-cidar la acción respecto de sus orientaciones.

Más arriba hemos intentado bosquejar una res-puesta posible a la interrogante sobre lo cons-titutivo de la ética, conectando la dimensiónética de la acción a la estructura de la existen-cia. Esta aproximación de la temática nos pro-cura una indicación sobre el fundamento de lanormatividad de la ética: lo que confiere a lasprescripciones éticas su carácter normativo esla presencia en la estructura de la existencia deuna exigencia que toma la forma de una orien-tación sobre la “vida buena”. Pero esta indica-ción es extremadamente resumida. La reflexióndebe intentar, a lo menos, precisar cómo lasnormas con un contenido concreto podrían serelaboradas.

Antes que nada conviene descartar posi-bles malentendidos. El término norma podríasugerir la idea de un procedimiento consisten-te en “aplicar una norma a una situación con-creta”. En tal perspectiva la norma debería sercapaz de poder reunirse directamente con lasituación implicada y prescribir de manera casiautomática lo que debe ser hecho o, al contra-rio, evitado. Sin embargo dicha concepción seinspira en un modelo que no es pertinente, demanera absoluta, cuando se trata de juzgar so-bre la acción. Es el modelo de un programaoperatorio orientado al comportamiento de unautómata: el programa indica, para cada esta-do posible del autómata, cual es la maniobraque debe ser ejecutada.

El registro de la acción, no puede ser re-ducido, de ninguna manera, al registro o nivelde una operación. Puesto que la operación esconcebida como un proceso que se ejecuta deforma mecánica, según reglas establecidas, loque la separa completamente de la significa-ción (como la operación de una máquina queejecuta una división sin saber que efectúa unadivisión); la acción es un proceso que se eje-cuta en el marco de una intención y que seguía de manera continua por lo que ésta sugie-re, lo que esta significación incluso le impone.El programa operatorio es aplicable de mane-ra indefinida y en este sentido es universaliza-ble. La acción, al contrario, es siempre singu-lar, puesto que a través de ella, en un momen-

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to de la trayectoria de la vida, se pone en juegola existencia, lo que supone la presencia delpasado y la apertura respecto de posibles quela acción permite bosquejar.

Esta singularidad de la acción instituye lasingularidad de la situación puesto que a tra-vés de esta última resuenan en la existenciatodos los condicionamientos que la afectan eimplican para la existencia una significaciónque ningún análisis puede agotar. Ello deter-mina también la singularidad de lo que se efec-túa en la acción, puesto que el efecto que estaprovoca no se reduce a las manifestacionesexteriores que se pueden observar, sino que seenuncian esencialmente a través de las signifi-caciones que se manifiestan en la vida del agen-te. De esta manera, ni la situación, ni su efec-to, pueden ser descritos como describimos lascircunstancias de una operación y un procedi-miento. Una y otra explicitan significaciones.Sólo podemos entenderlas a través de un pro-cedimiento de tipo hermenéutico.

Lo que se puede esperar de una norma noes de prescribir una regla a una acción que lebastaría a ésta con seguir paso a paso, sino deayudarla a orientarse en una situación que plan-tea problemas desde el punto de vista de unaexigencia ética. De manera más precisa, espermitir ver lo que implica esta exigencia res-pecto de la orientación de la acción, en unasituación específica. Tiene una función demediación, entre una orientación de carácterfundamental y un estado de cosas en relaciónal que debe poder determinarse. Esta media-ción no es completamente concreta, en el sen-tido que no conecta una acción determinadacon una situación también determinada, sinoque un tipo de acción con un tipo de situación.El papel de la norma es de volver presente enla acción, de alguna manera, lo que es consti-tutivo de la ética y de procurar el fundamentoy la justificación a lo que prescribe. La normano cumple esta exigencia por la capacidad desubsumir una proposición, describiendo la si-tuación en una proposición que expresa la exi-gencia ética, sino por medio de una prácticainterpretativa que permite ver la situación en

la perspectiva de esta exigencia. El problemaque se plantea a la ética reflexiva es: o bienvolver explícita la justificación de normas exis-tentes en la tradición ética o construir normaspara situaciones inéditas, como es el caso dela bioética. Pero la justificación, en el caso delas normas que existen, consistirá en rehacerel camino que ha conducido a la formulaciónde normas aceptadas por la tradición. Así, endefinitiva, el problema es, de un lado o del otro,la construcción de normas.

Se desprende del carácter mediador de lanorma su capacidad de colocar al unísono untipo de situación y un tipo de acción. Debeabarcar dos componentes descriptivos que per-miten caracterizar un tipo de situación y untipo de acción, proponiendo la síntesis, bajo laforma de una prescripción. La norma debe, porlo tanto, comprender un tercer elemento, unoperador que exprese precisamente su capaci-dad de prescribir.

Una reflexión cuyo papel es explicitar elproceso que describimos debe poder manifes-tar claramente lo que funda la prescritividadde la norma, es decir, la exigencia ética. Kantha formulado esta exigencia fundamental a tra-vés de lo que denomina la ley fundamental dela razón pura práctica:

Actúa de tal manera que la máxima de tuvoluntad pueda valer siempre al mismo tiem-po como principio de una legislación univer-sal (3, p.30).

Esta ley impone a toda máxima de acciónque se propone como principio ético, adoptarla forma de la universalidad. Ella tiene, por lotanto, un carácter puramente formal. Pero es-tablece adecuadamente que esta forma debeser una “legislación”, el concepto de “ley” apli-cándose en este contexto al orden moral. Y launiversalidad de la que se trata no es simple-mente universalidad lógica, es la universali-dad real de lo que Kant llama un “mundo mo-ral”, es decir, un orden en cual todas las prác-ticas que forman parte del contenido concretode la vida serían conformes a la ley moral o

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aun, de una forma de vida que sería la realiza-ción efectiva de la “vida buena”.

Que esta idea de una “legislación univer-sal” se oriente, en un contexto kantiano, haciauna universalidad real aparece claramente enla segunda formulación que Kant da del prin-cipio supremo de la razón práctica, en la Me-tafísica de las costumbres. Esta segunda for-mulación retoma la primera, pero colocándolaexplícitamente desde el punto de vista de laacción razonable. De manera general, la ac-ción aborda su capacidad de generar efectosfijándose fines. Lo que caracteriza la accióncomo razonable es que ella se determina, en laelección de sus fines, de acuerdo a principios.Y, según el principio de la universalidad, ellaes acción conforme a la exigencia ética, esdecir, determinándose en conformidad conmáximas universales y dándose por lo tantofines con valores universales. Pero un fin decarácter universal no puede estar subordinadocomo medio a otros fines, puesto que corres-ponderían a visiones subjetivas, que tendríanpor lo tanto sólo un valor particular, sin otrofundamento que la determinación subjetiva quelos adopta. Para ser universal debe valer paratodos los seres razonables.

El hecho de la existencia de una plurali-dad de seres razonables introduce aquí unacondición que transforma la universalidad for-mal en universalidad real. La existencia con-tiene en ella misma el deseo de reconciliarsecon su ser auténtico. Podemos expresar estodiciendo que ella se concibe como teniendo latarea de asumir realmente todo lo que condi-ciona su ser, cuyo estatuto es la autonomía. Loque este estatuto le impone, de forma resumi-da, es reconciliarse consigo misma. Este esta-tuto y la condición que se desprende se reali-zan en los existentes concretos. El sentidoconcreto de la condición que impone a la exis-tencia de reconciliarse consigo misma seprecisa como la condición impuesta a la exis-tencia de reconciliarse consigo misma en odoslos existentes o aún más, como la condiciónimpuesta a la existencia de reconocerse en todomomento.

El fin que se impone a la acción, en virtuddel estatuto de la existencia, debe por lo tantoser un fin válido para todo existente, según elvocabulario kantiano, para todo ser razonable.Debe por lo tanto ser independiente de todaslas particularidades subjetivas, dicho de otromanera, debe tener un valor absoluto, aquelde “un fin en sí”. Un fin aceptado como mediono podría por lo tanto tener valor ético másque en la medida que fuera condición necesa-ria de un fin en sí. Kant dice:

El hombre y, en general, todo ser razonableexiste como fin en sí mismo y no simplementecomo medio para cualesquier uso de ésta oaquella voluntad (4, p.148).

Esto nos conduce directamente a la céle-bre fórmula kantiana:

Actúa de tal manera que trates la humani-dad, tanto en tu persona como en la de cual-quier otro, al mismo tiempo y siempre comoun fin, nunca simplemente como un medio(4, p.150).

Esta formulación del principio de base dela normatividad ética permite ver claramentesu significación concreta. ¿Qué significa, con-cretamente, en las circunstancias de la vida real,tratar a otro como fin? Es claro que este prin-cipio por sí solo no permite la construcción denormas determinadas. Por eso es necesariocomprenderlo como abriéndose hacia la pers-pectiva que permite que la acción pueda de-terminarse éticamente en las situaciones en-frentadas. Es de esta perspectiva que las nor-mas obtienen su justificación. En este sentidoes fundadora y como tal tiene el carácter deuna condición última. No extrae su poder fun-dador de otro principio más fundamental, sinoque de su estatuto semántico, que es ser la ex-presión de un hecho. Este hecho es la presen-cia en la existencia de la exigencia constituti-va que se traduce en la normatividad de lasnormas. En el contexto kantiano es la concien-cia de la “ley fundamental de la razón pura

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práctica”. Kant nos dice que ella es “un hecho(factum) de la razón puesto que no podríanextraerse por el razonamiento, de los datosanteriores de la razón, por ejemplo, de la con-ciencia de la libertad (puesto que esta concien-cia no nos es dada primeramente) sino porqueella se nos impone por sí misma, como unaproposición sintética a priori, que no está fun-dada en ninguna intuición (Anschauung), purao empírica” (3, p.31). La afirmación que la éticaes una dimensión de la existencia es posibleporque su inscripción en la existencia se im-pone como un hecho sui generis, que no serelaciona con la percepción ni con las eviden-cias racionales, sino con una determinaciónconstituyente.

Es esta misma realidad fáctica que encon-tramos en la base de la segunda formulaciónkantiana. Ella supone el reconocimiento de lapluralidad de los seres razonables. Se podríaafirmar que se trata de un hecho empírico. Loque es empírico es el hecho de la pluralidad delos individuos pertenecientes a la especie homosapiens. Aunque se trata en particular de “se-res razonables”, es decir, capaces de actuar enfunción de principios y en una perspectiva deuniversalidad. Pero, si es posible hablar de se-res razonables, es porque se reconoce en ellosla existencia del mismo hecho que está en labase del orden ético. Este reconocimiento noes de tipo empírico. Y el dato de la pluralidad,como precisión de la dimensión ética, tiene elmismo sentido. Su virtud es de permitir la tran-sición de la universalidad formal a la univer-salidad concreta y, al mismo tiempo, asumir lapluralidad empírica –que tendría un sentidosólo biológico– como una pluralidad que sepuede calificar de trascendental, que tiene unsentido ético.

La segunda formulación que da Kant delprincipio de base de la “razón práctica” definebien una perspectiva, aunque la reflexión éti-ca debe ser capaz de dar a esta perspectiva uncontenido concreto. Para ello es necesario iden-tificar los contextos en los cuales tiene lugar laacción. Estos contextos son el resultado de di-ferentes condicionamientos que determinan de

antemano los campos de posibilidad en loscuales la acción podrá situarse y, que al mis-mo tiempo, le procuran los medios sobre loscuales puede sostenerse para alcanzar los ob-jetivos que se propone.

De manera muy general podemos distin-guir cuatro tipos de condicionamiento: exis-ten aquellos que se imponen por el entornocósmico, aquellos inducidos por el desarrollodel universo técnico, los que provienen de lasbase biológicas de la existencia y los que sedesprenden de las relaciones interhumanas.Cada una de estas categorías se encuentramediatizada por dinámicas específicas: las di-námicas del entorno cósmico son aquellas queson descritas por las ciencias de la naturaleza,las dinámicas de la técnica son engendradaspor el funcionamiento de los artefactos, lasdinámicas biológicas se encuentran en la basede la formación y de las metamorfosis de lasformas vivas y las dinámicas propias a las in-teracciones de los humanos son engendradaspor el movimiento de la historia, la evoluciónde las culturas y la vida de las instituciones.Cada tipo de dinámica es un condicionamien-to en la medida que impone límites y obliga-ciones a la acción: es parte de lo inevitable,que es, por otra parte, variable en el tiempo.

Pero también cada tipo de dinámica supo-ne niveles diversos, zonas de indeterminación,respecto de las cuales la acción puede interve-nir, alterando las finalidades intrínsecas de lasdinámicas en el sentido de sus propias finali-dades. La acción es siempre una iniciativa es-tructurada en función de objetivos y tratandode movilizar ciertos medios para concretizar-los. Puede ser calificada de racional cuando sepreocupa de ajustar, de manera óptima, losmedios disponibles con los fines, sin olvidarlos límites que se imponen. Puede ser califica-da de razonable cuando posiciona la acción,escoge sus fines y los medios necesarios, enun campo imantado por la “vida buena”. Lascondiciones de la racionalidad son objeto deuna determinación de carácter científico. Lascondiciones que permiten calificar la acióncomo “razonable” se relacionan con una her-

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menéutica de la acción. Es en el contexto deestas condiciones que se sitúa adecuadamenteel problema de la construcción de normas.

La ética, como dice Paul Ricoeur en lafórmula reproducida más arriba, es esencial-mente una intencionalidad, no un estado decosas. La “vida buena”, que es el objetivo deesta intención, se enuncia como un horizonte,pero horizonte que también se enuncia comoinstauración. Lo que se busca instaurar defineuna tarea confiada a la acción, lo que le con-fiere a ésta una responsabilidad particular. Lainstauración apuntada es equivalente a la satu-ración de la intencionalidad, es decir, la pro-yección efectiva de la vida humana, lo que laintención sólo representaba como la realiza-ción integral de la existencia. Pero la realidadde la vida humana es el resultado de condicio-namientos que la conectan con el cosmos, enel flujo de la vida, en el universo de los arte-factos, en la cultura, en la historia, en las insti-tuciones. La tarea de la acción es que estoscondicionamientos se conviertan en soportesde una coexistencia, que responda a la idea delo que Kant denominaba “un mundo moral”.

La acción posee en sí misma un poder deiniciativa que la vuelve capaz de darse tal ocual orientación. Es lo que resulta del estatutode autonomía que pertenece a la existencia.La autonomía, considerada desde el punto devista del individuo que actúa, es independen-cia respecto de las determinaciones exteriores,capacidad de decidir por sí mismo y a partir desí mismo. La autonomía, considerada desde elpunto de vista de su relación con las determi-naciones exteriores, es, como lo dice Kant enla Crítica de la razón pura:

Una facultad de originar desde sí mis-ma una serie de acontecimientos, de talmanera que en sí misma nada comien-za, pero como condición incondicio-nada de todo acto voluntario, no sufre,en términos temporales, ninguna de lascondiciones anteriores, a pesar que suefecto comienza en la serie de fenó-

menos, pero sin poder constituir jamásun comienzo absolutamente primero(5, p.405).

Es la libertad como poder que vuelve laacción capaz de asumir la tarea que le es con-fiada. Es también este poder que se encuentraen el corazón de esta tarea. El desafío de lalibertad es la libertad. Retomando una formu-la kantiana, podríamos decir que la razón prác-tica es el vigilante de sus propias leyes. A tra-vés de ello podría agregarse: vigilante de símisma. De manera más simple se podría decirque lo que se juega en la acción es lo que cons-tituye verdaderamente al ser humano, lo quelo singulariza y lo diferencia, en relación contoda la naturaleza, es, en resumen, la humani-dad del ser humano. Esta calidad es dada alser humano, pero como una exigencia que lecorresponde asumir en su comportamientoefectivo, aunque permanece relativamente in-determinado. Es en el contacto con las situa-ciones concretas, en las cuales se encuentra si-tuada la acción, que la existencia es conducidaa descifrar parcialmente, paso a paso, estaindeterminación, descubriendo en la mismasituación lo que ésta le exige y la manera comose enuncia la responsabilidad que se despren-de de la humanidad del hombre. Se podríadecir que en cada uno de estos procesos laacción debe enfrentar la exigencia de volvermás explícita y manifiesta la humanidad delser humano.

Lo que es solicitado a la acción no es siem-pre evidente y, en ciertas situaciones, franca-mente problemático. Es en ese momento quela razón práctica –gracias a su capacidad dejuicio– es llamada a intervenir. El juicio con-tiene un componente de interpretación que tratade ver la situación desde el punto de vista desu relación con la exigencia ética y un compo-nente voluntarista –que se pronuncia asumien-do los riesgos y peligros– sobre lo que le pidela conciencia ética en la situación interpreta-da. El juicio –conectando entre sí los dos com-ponentes– efectúa una síntesis; es la maneracomo la conciencia ética pura se apropia de la

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situación, tal como ella es comprendida y comose problematiza para la conciencia ética. O aun,es la manera según la cual la conciencia éticapura es reflejada en el registro de la acción, enla medida que ésta es confrontada con una si-tuación comprendida de forma específica.

En la estructura de la acción este tipo dejuicio precede a la acción. Lo podemos obser-var en dos niveles. Existe el juicio que inter-viene inmediatamente antes de la decisión ygracias al cual el agente se determina a actuarde tal manera. Existe el juicio que evalúa sola-mente sobre la base de situaciones posibles y,por lo tanto, de situaciones esquematizadas queno tienen la determinación plena de una situa-ción real. El juicio sólo puede concluir de ma-nera esquemática, recomendando no un tipode acción concreta sino que una estrategia deacción. Este tipo de juicio, a pesar de su relati-va indeterminación, puede ser muy clarifica-dor para la acción en el sentido que procuraindicaciones reflexivas al juicio de primer tipo.Es este tipo de juicio esquemático que inter-viene en la construcción de normas.

De manera general podemos afirmar queconstruir una norma es efectuar la síntesis deljuicio ético esquemático, que representa esque-máticamente la reacción de la conciencia éti-ca respecto de la situación. Como la situaciónes el modo de inserción de la acción en loscondicionamientos que la co-determinan, lanorma que debe ser construida es de ciertamanera la huella, en medio de estos condicio-namientos, de la exigencia fundamental quehabita la conciencia ética. Lo que se le pide aljuicio es leer esta huella, es decir, comprenderla situación como comprometiendo tal tipo deconducta.

La dimensión de la corporalidad, que esuna de las dimensiones constitutivas del serhumano, figura entre los condicionamientos dela acción que la afectan de manera más pro-funda. De forma más precisa, se trata de con-dicionamientos que afectan la existencia a tra-vés de sus fundamentos biológicos. Podemoscalificarlos de “somáticos”. La problemáticade la determinación de las normas en el con-

texto de situaciones analizables en término decondicionamientos somáticos puede ser con-siderada como la problemática central de labioética.

La dificultad particular de esta problemá-tica es que pone en juego, de forma esencial,las relaciones entre lo que se llama “espíritu”y lo que se llama “cuerpo”. A esta distincióncorresponden dos manera de comprender ydescribir la realidad humana. Se la puede des-cribir evocando operaciones y capacidadesnotables –como las operaciones intelectualesde la adquisición de conocimientos, de razo-namiento, de intervención de manera general,respecto de lo que se llama “el pensamiento”–o capacidades tales como el lenguaje, las peri-cias técnicas, la memoria, la anticipación o tam-bién y sobre todo, evocando las modalidadesdiversas a través de las cuales se manifiesta laapertura al otro como el diálogo, la coopera-ción, la generosidad, las formas infinitamentevariadas de la simpatía, la amistad, el amor. Esal conjunto de estas operaciones, capacidades,comportamientos y las dinámicas que le sonasociadas que apunta el término “espíritu”.Pero también se puede describir la realidadhumana, en la medida en que ella se inscribeen el movimiento general de la vida, en lostérminos que pone a nuestra disposición el len-guaje de la ciencia biológica. Se puede inten-tar “reducir” las operaciones y capacidadescaracterísticas del “espíritu” a procesos anali-zables en términos de funcionamiento somáti-co. Se puede también intentar mostrar su irre-ductibilidad a condiciones de orden somático,corriendo el riesgo de un dualismo radical.

Sin embargo, existe una unidad del serhumano, cuya comprensión adecuada debe, alo menos, tenerla presente, incluso si no pue-de explicarlo. No se puede evitar una dualidadde descripciones. Podemos incluso hablar deuna pluralidad de descripciones, por ejemplo,agregando a los dos niveles tradicionales dedescripción un nivel correspondiente al domi-nio de los fenómenos de orden psíquico. Entodo caso, existe una resonancia de cada com-ponente de la realidad humana sobre todas las

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otras. Y existe siempre una reinterpretaciónposible de un tipo de descripción en otro.

Así acontece con este aspecto de la reali-dad humana que es designado por el término“cuerpo”. La fenomenología introdujo una dis-tinción muy clarificadora entre el “cuerpo-ob-jeto” y el “cuerpo-sujeto” o “cuerpo-vivido”.El cuerpo-objeto es el cuerpo visto desde elexterior y analizable por los métodos de la cien-cia biológica e incluso de las ciencias de lanaturaleza en general. La descripción en estaperspectiva tiene el gran mérito de instruirnossobre la participación de la realidad humanaen la realidad cósmica, lo que explicita la rela-ción estrecha que conecta los condicionamien-tos biológicos a los condicionamientos cósmi-cos. El cuerpo-sujeto, por otra parte, es el cuer-po tal como es vivido, sentido, ejercido, el cuer-po como medio entre la vida subjetiva y elmundo en el cual se encuentra inmerso. Es elcuerpo que siente, sufre, goza, que resuenafrente al rumor del mundo, es también el cuer-po que actúa, que se expresa libremente comoen el baile, como juego en el deporte, que seconstruye un mundo de artefactos en los cua-les se proyecta de cierta manera. La fenome-nología ha elaborado un lenguaje que nos per-mite describir el cuerpo-sujeto como tal. Perolo que ella ha mostrado esencialmente, es queel concepto de cuerpo debe ser interpretado apartir del concepto de existencia. El cuerpo noes un instrumento al servicio de una dinámicaexistencial puramente espiritual, ni una enti-dad biológica simplemente adherida al espíri-tu; el cuerpo no existe fuera de la existencia o,de forma más radical, es la visibilidad de laexistencia. Es su presencia en el espacio y eltiempo.

Dada esta unidad del ser humano, existeun condicionamiento recíproco entre el cuer-po-objeto y el cuerpo-sujeto. De esto esposible concluir que toda modificación delcuerpo-objeto tiene consecuencias sobre elcuerpo-sujeto y por consecuencia, sobre lamisma existencia. Es posible pensar que estaconsecuencia es tanto más intensa puesto quela modificación inducida se relaciona con ca-

pas más profundas de la organización somáti-ca del cuerpo-objeto. La biología contempo-ránea ha logrado conducir su análisis al nivelde los genes y desde allí, al nivel de las deter-minaciones químicas, cuyas dinámicassostienen el funcionamiento global de lo vivo.El acceder a niveles profundos de la organiza-ción somática ha permitido intervencionesreguladas según determinados planes, desarro-llando eficazmente determinados objetivos queno son necesariamente los mismos que lasfinalidades inscritas en los procesos vitales“naturales”.

De esta manera se han creado situacionesque son inéditas y que constituyen desafíospara el juicio ético. La dificultad principal eneste nuevo contexto, en lo que se relaciona conla construcción de normas es, la adecuada com-prensión de las situaciones “artificiales”. Nose puede tener una comprensión adecuada li-mitándose a examinar las consecuencias de lasintervenciones posibles en los términos queaparecen apropiados para el estudio del cuer-po-objeto. Si estas situaciones plantean pro-blema es en relación con el cuerpo-sujeto, loque constituye un procedimiento de tipo her-menéutico y no de tipo analítico. La reflexiónsobre la construcción de normas pasa por laelaboración de una metodología hermenéuti-ca de las situaciones.

La función de la norma es ayudar a la ac-ción a asumir las posibilidades ofrecidas, enfunción de imperativos, positivos o negativoso, al menos, en función de recomendacionespositivas o negativas. Al juicio ético le perte-nece procurar a la acción las prescripcionesque podrán guiar las decisiones. Pero la situa-ción aporta su contribución a esta determina-ción, en la medida que presenta posibilidadesa partir de las cuales la acción debe elaborarlas estrategias apropiadas.

Una estrategia apropiada es aquella quepuede inscribirse en la dirección constituti-va de la ética. Para satisfacer su tarea el jui-cio ético debe poder leer en la situación cuáles la estrategia apropiada. La comprensión

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de la situación debe poder conducir el juiciohacia el reconocimiento de lo que en la si-tuación es exigido a la acción. Para dichacomprensión el juicio ético debe poder insta-lar en lo buscado por la ética, por medio delpensamiento, las posibilidades ofrecidas porla situación. Debe poder pesar y evaluar estosposibles, considerándolos desde el punto devista de su incidencia posible, sea negativa opositiva, sobre la vida ética. Se podría formu-lar esta condición introduciendo la idea de in-tegridad. La tarea del juicio ético es de com-prender la situación y los posibles que ella con-tiene desde el punto de vista de su relación conla integridad de la existencia. Y puesto que enla bioética la existencia es puesta en juego através de sus condicionamientos biológicos, ladeterminación de normas toma la forma de unadeterminación de estrategias posibles, en laperspectiva de lo que puede esperarse razona-blemente en función de los efectos somáticos.El juicio será conducido a recomendar –inclu-so a imponer– las estrategias que parezcan sus-ceptibles de contribuir a la integridad de laexistencia y desaconsejar –incluso prohibir–las estrategias que parezcan susceptibles deponer en peligro esta integridad.

Los procedimientos concretos de la bioética

Como se ha subrayado, las normas apun-tan hacia una generalidad al menos relativa, esdecir, tienen un carácter esquemático: conec-tan tipos de situaciones a tipos de acciones. Ensus procedimientos concretos, que se relacio-nan con situaciones reales y acciones efecti-vas, la bioética tendrá que elucidar la accióndesde el punto de vista de su valor ético, pro-nunciándose sobre las posibilidades que pre-senta la situación. Deberá, por lo tanto, elabo-rar juicios –como en el caso de la determina-ción de normas– pero esta vez relativamenterespecto de las circunstancias singulares. Ellapodrá sostenerse en normas disponibles que leparezcan pertinentes respecto de la situación,pero le corresponderá franquear la distancia

que separa el esquematismo de la realidadefectiva de una situación.

El juicio ético que se encuentra en la basede las normas invocadas deberá ser completa-do por un juicio ético, que deberá apreciar elgrado de pertinencia de las normas evocadas yagregar a lo que ellas prescriben lo que per-manecía indeterminado en su formulación. Enestos dos procedimientos el juicio ético debe-rá pronunciarse sobre la manera como la si-tuación, considerada concretamente, deberá serapreciada desde el punto de vista de los objeti-vos de la ética. En la consecución de este ob-jetivo deberá hacer intervenir a la intuición.Esta intuición será sostenida por el trabajo her-menéutico supuesto por la determinación denormas retenidas como pertinentes. Por otraparte, en situaciones donde los datos para lasnormas son demasiado indecisos, el juicio serállamado a aproximarse a la situación concreta,tomando posición a partir de sí mismo, demanera voluntarista, justificándose eventual-mente a través de la referencia a normas pru-denciales, que aconsejan seguir el camino másseguro, a pesar de que esta decisión no seaevidente.

Como la intervención de la intuición y dela voluntad corren el riesgo de no tener por símismas la seguridad suficiente, será general-mente oportuno someterlas a apreciacionesentrecruzadas, utilizando la contribución dedisciplinas y experiencias diferentes. Esto abreuna perspectiva en dirección de los consejosde ética y anuncia la problemática de la insti-tucionalización de la ética.

Deberíamos limitarnos aquí con evocarla.Sin embargo, independientemente de los pro-cedimientos institucionalizados, –a través delos cuales se forma el juicio ético y se prepa-ran decisiones fundadas en la razón– se ve cla-ramente que tanto en la construcción de nor-mas como en el juicio que orienta directamen-te la decisión, la interpretación representa unpapel esencial. La ética es fundamentalmenteuna exigencia, pero ésta se deja ver en situa-ciones concretas. La cuestión central plantea-da se refiere a la significación de estas situa-

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ciones en relación con esta exigencia. Es lacuestión que debe encontrar el juicio ético,como hemos intentado mostrarlo más arri-ba. Sin embargo, nos encontramos aquí conla perspectiva de la tecnociencia. Es la tec-nociencia que provoca situaciones nuevas,que vuelven perpleja la conciencia ética yque generan –por reacción– una formida-ble reactivación de la preocupación éticaen la cultura contemporánea. Pero la tec-nociencia, como se ha dicho, se sostienesobre una cierta visión del mundo, que sevuelve creíble por sus éxitos y que consti-tuye una parrilla de lectura de la realidaden su totalidad. En lo que respecta a la bio-ética, la realidad tratada se refiere a las ba-ses biológicas de la existencia. La explora-ción de esta realidad es uno de los domi-nios de intervención de la tecnociencia yprocura una descripción profunda en el con-texto de su propio lenguaje. Se podría de-cir que esta descripción permite asociar atoda situación, encontrada por la acción eneste dominio, una interpretación “objetiva”.Es la interpretación que da la comprensióndel cuerpo-objeto.

Esta descripción no procura por sí mis-ma, al menos directamente, ninguna indi-cación relativa a la dimensión ética de laexistencia, por la simple razón que las de-cisiones que se encuentran en la base de latecnociencia han puesto entre paréntesis einstituido un mundo técnico-científico, ce-rrado sobre sí mismo y de cierta maneraindiferente a la resonancia vivida de suspropias instauraciones. Una situación sólopuede ser juzgada éticamente en la medidaque contiene en sí misma un aspecto a tra-vés del cual se pone en juego la dimensiónética de la existencia. Se podría decir queeste aspecto constituye el momento éticode la situación. Es por ello que permite unjuicio ético. Lo es también por su contribu-ción al destino ético de la existencia.

Se podría llamar esta significación in-ducida por la ética en la situación, su “sig-nificación ética”. Sin embargo, no se pue-de manifestar una significación ética de una

significación objetiva, por la razón que estaúltima no contiene nada, incluso al estadoimplícito, que podría orientarse en la direc-ción de su significación ética. La significa-ción ética de una significación es la reso-nancia de esta significación sobre la exis-tencia considerada en su totalidad, con suhistoria y todas sus dimensiones. Ella es elaporte, positivo o negativo, de la situacióna la calidad ética del existente. Sólo existesignificación ética en una situación que in-troduce por sí misma una relación entre sucontenido propio y la existencia en su tota-lidad. Tal significación es el sentido quepuede tener la situación para los existentesque viven y este sentido es el sentido quepuede tener la situación para los existentesque la viven y, este sentido, es la maneracomo esta situación se inscribe en el movi-miento de la existencia. Esta inscripcióncomporta en particular la resonancia quepuede tener sobre el cuerpo-sujeto. Se pue-de llamar a esta significación, la “signifi-cación existencial” de la situación. La sig-nificación ética de una situación supone queésta posee una significación existencial ydepende del contenido de ésta.

La tarea del juicio ético es apreciar,frente a una situación dada, cuál es la es-trategia de acción que es exigida –en elcontexto de esta situación– a través del lla-mado que la dimensión ética de la existen-cia dirige al existente humano. Consiste enleer, al nivel de la situación, lo que la con-ciencia ética exige a la acción. Una lecturaconsiste en desprender la significación éti-ca de la acción, aunque la explicitación deesta significación supone la previa puestaal día de la significación esencial de la ac-ción. Es necesario agregar que la compren-sión de la situación desde el punto de vistade su significación esencial debe tomar encuenta, para ser pertinente, su significaciónobjetiva. Se podría decir que la significa-ción existencial es el sentido que toma parala existencia en totalidad la significaciónobjetiva que el lenguaje técnico-científi-co le ha atribuido.

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La estructura según la cual se articulanestos diferentes niveles de significacióndetermina la organización interna de lahermenéutica ética. La puesta en juego deesta estructura, que es el resultado de ladeliberación, clarifica la acción, pero elloes sólo el prolegómeno. La acción devie-ne acción verdadera en el momento de ladecisión. Ella se realiza en el esfuerzosostenido a través del cual permite plasmar-se en la realidad lo anticipado por la decisión.El mérito de la ética reflexiva, a la cual perte-nece la bioética, es de colocar la vida ética bajola égida de lo razonable, de lo que Kant deno-mina “la razón práctica”. Es también de recor-darnos que esta razón es a la vez comprensióny compromiso y que ella es, en definitiva, el

querer la instauración de lo humano en lahumanidad.

Referencias

1. Carnap R. Testability and Meaning. Phi-losophy of Science 1936; 1:420-71.

2. Ricoeur P. Soi-même comme un autre.Paris: Editions du Seuil; 1990.

3. Kant E. Critique de la raison pratique.Paris: Presses Universitaires de France;1960.

4. Kant E. Fondements de la métaphysiquedes moeurs. Paris: Librairie Delagrave;1960.

5. Kant E. Critique de la raison pure. Pa-ris: Universitaires de France;1944.

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