Desahuciar, Desalojar, Ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en Medicina

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Trabajo de Fin de Máster Desahuciar, desalojar, ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina. Máster de Antropología Médica y Salud Internacional. Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) Autora: Elena Ruiz Peralta. Tutor: Oriol Romaní Alfonso. Curso 2012-2013. 1

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Trabajo de Fin de Máster

Desahuciar, desalojar, ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina.

Máster de Antropología Médica y Salud Internacional.

Universidad Rovira i Virgili (Tarragona)

Autora: Elena Ruiz Peralta.

Tutor: Oriol Romaní Alfonso.

Curso 2012-2013.

1

A las personas que creemos en los cambios y dedicamos nuestro tiempo a caminar preguntándonos. A las que nos dejaron.

«NI GENTE SIN CASAS, NI CASAS SIN GENTE»

Desahuciar, Desalojar, Ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina.

Autora: Elena Ruiz Peralta. Tutor: Oriol Romaní Alfonso.

[email protected]

Tarragona.Septiembre, 2013.

En el presente trabajo, correspondiente a la asignatura «Trabajo de Fin de Máster» del Máster de Antropología Médica y Salud Internacional (2011-2013) de la Universidad Rovira i Virgili

(Tarragona), he pretendido seguir la estructura de un artículo científico, con el fin de facilitar su divulgación futura.

Todos los nombres han sido sustituídos para preservar la intimidad. A excepción del de Fran, compañero de la plataforma que se suicidó el 8 de Febrero cuando una notificación de Hacienda le

apelaba a asumir el pago impositivo por la transmisión de bienes, es decir, porque su vivienda pasara a propiedad del banco y él con su mujer y su hija fueran desahuciados.

Foto de portada: Córdoba, 16 de Febrero del 2013. Manifestación descentralizada convocada a nivel estatal por la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) bajo el lema: «Por el derecho a la

vivienda. Contra el genocidio financiero. Dación en pago, alquiler social y stop desahucios, ya!» Autor: Javier Sánchez Monedero.

Índice de contenidoIntroducción......................................................................................................1Apuesta teórico-metodológica..........................................................................4Cuerpo etnográfico...........................................................................................7

Los «afectados». Un punto de partida común.............................................7Etnografía del Sufrimiento...............................................................................8

I. Aislamiento...............................................................................................8II. Incertidumbre y Desesperación.............................................................12

Etnografía de la Resistencia ..........................................................................14I.Socializar y Resignificar el sufrimiento: «YA NO ESTÁS SOLO».......14II.Un modo colectivo de atención y cuidado: «SÍ SE PUEDE»................17

II.a. Atención política colectiva............................................................17II.b. Socialización de los cuidados........................................................19

Últimas noticias y reflexiones........................................................................21Bibliografía.....................................................................................................24

Introducción

Dosmiltrece comenzó para mí con una decisión, realizar mi primer trabajo de investigación en

Antropología Médica sobre los desahucios. La expulsión de las personas de sus propias viviendas

por impago de la hipoteca o del alquiler ha sido una de las consecuencias más dramáticas de la

crisis actual. Ello se debe a su magnitud pero también a que nos enfrentamos a la deprivación de un

derecho básico, según figura en la Declaración de los Derechos Humanos, la Constitución Española

y el Estatuto Andaluz. La visibilización de este problema en un contexto donde reina el «tabú del

impago de la deuda» ha sido posible gracias a la movilización social organizada en torno a diversas

plataformas o movimientos pro-vivienda, como las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH),

entre las que se encuentra la plataforma 15M-Stop desahucios de Córdoba, con quien realizo este

trabajo1.

Como apunta Bourdieu, tras esta decisión no había un razonamiento pleno, pero sí razones (1997).

Mi licenciatura en Medicina, que se siguió de la formación en Medicina de Familia y Comunitaria,

me había reportado al menos once años de inquietudes en aumento sobre la dimensión social de la

salud así como una completa incertidumbre sobre el modo y la conveniencia de su manejo en

consulta. La angustia con la que vivía estas cuestiones se acrecentó cuando, en los últimos años de

especialidad, la crisis económica empezó a llenar las consultas. De un lado, consideraba importante

respetar e incluso solidarizarme con las decisiones de las personas que atendía; por otro lado, me

inquietaba pensar hasta donde mi rol no generaba un muro de pasivización, contenedor del orden

vigente. ¿Estaba contribuyendo a la perpetuación de un mundo enfermo? Ello me llevó a estudiar

Antropología Médica e interesarme por la medicalización de los problemas sociales y por el control

social de la biomedicina. Paralelamente, mi implicación desde 2006 en un movimiento

altermundista de repudio de la «deuda ilegítima», ¿Quién debe a quién?, me había familiarizado

con algunos usos de la retórica de la deuda como herramienta de poder y de las consecuencias

nefastas de los planes de ajuste estructural en países empobrecidos, condicionados por deudas

externas contraídas, entre otros, con el Estado Español. En agosto de 2011 se aprueba un cambio

constitucional por el cual el pago de la deuda pasa a «gozar de prioridad absoluta». Tras cuatro

años hablando con escaso alcance de deudas externas parecería éste un buen momento para una

reflexión conjunta sobre la misma, ahora que en las movilizaciones de Los Indignados o el

Movimiento 15M habían aparecido lemas tales como: «No debemos, no pagamos», que el rescate

1 Estos tienen a su vez precedentes en otros movimientos anteriores como el de V de Vivienda, Juventudes sin Futuro o las Oficinas de Derechos Sociales, así como en experiencias de okupación a lo largo y ancho del Estado.

1

de la banca privada amenazaba con cuadruplicar la Deuda Pública y que a resultas de lo mismo se

iniciaba un escenario de recortes sociales y privatizaciones de servicios públicos. Lo que puede

señalarse en claves foucaultianas como un «golpe de Estado» que reificó la razón de Estado -o del

Capitalismo de Estado- por encima de los derechos básicos comunes y que dejó el manejo de la

deuda a merced de instituciones financieras internacionales, para mi sorpresa se aprobó con escaso

revuelo, salvo algunas riñas entre Comunidades Autónomas acerca de los márgenes de déficits y en

la calle una mescolanza de debates que traslucían una profunda confusión moral entorno al tema de

la deuda (Graeber 2012 , Gregory 2011), pero que en general podrían resumirse en diferentes

consideraciones sobre quien debía asumir la deuda o qué deuda era propia, sin entrar a debatir sobre

la prioridad absoluta de su pago. El hecho de no entrar a debatir si la deuda tenía que ser pagada, o

que ésta fuera una opción minoritaria, por lo menos desde el punto de vista de su explicitación

clara, reposa sobre una idea dominante, que viene a entender el bienestar social como secundario al

bienestar del Estado -al que se considera garante de la justicia social-; bienestar que a su vez se

considera subsidiario de la bonanza económica, entendida ésta en una concepción capitalista como

una situación de crecimiento constante que depende de la fluidez del crédito. Por lo que el pago de

la deuda se hace imprescindible para asegurar la confianza de los acreedores que han de abrir el

«grifo del crédito» para poner en marcha la noria.

Desde este punto de partida, entendía sumamente importante llevar a cabo una etnografía de la

resistencia de los movimientos de afectados por la hipoteca por varios motivos. Uno de mis

objetivos iniciales ha sido profundizar en el sufrimiento en torno a un desahucio, como respuesta al

simplismo con el que algunos sectores, incluidos sanitarios y científicos sociales estaban planteando

el mismo. Me ha interesado desentrañar desde la experiencia de las propias personas «afectadas» la

violencia estructural que compone dicho sufrimiento, primero como forma de denuncia, segundo

como modo de establecer puentes que entretejan la intersubjetividad y la solidaridad colectiva,

tercero como vía para conocer como actúa el poder construyendo, modelando y dando sentido a las

emociones individuales. Para ello, explorar desde la etnografía las distintas estrategias de

desidentificación con el discurso hegemónico y de desafección con el orden moral vigente puestas

en marcha en la plataforma 15M Stop Desahucios de Córdoba, me ha brindado una forma de acceso

a los objetivos arriba expuestos.

El segundo objetivo ha sido conocer si la plataforma podía ser entendida como un dispositivo socio-

político de atención y cuidado que generara sus propias representaciones y prácticas en torno al

sufrimiento. Así como en caso positivo conocer las modulaciones e influencias que establece con

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otros modos de atención. Concretamente, me interesaba conocer, si la enfermedad podía ser un

modo de expresión de sensaciones y sentimientos cuando la protesta social y política era peligrosa

(Lock y Scheper-Huges, 1987; Scheper-Huges, 1997), ¿significaba ello que la plataforma era un

espacio de desmedicalización por ser una vía de protesta social y política?; ¿cómo se resituarán los

otros agentes y modos de atención?; ¿qué posibilidades abre a profesionales de la salud, sensibles a

las dimensiones sociales, políticas, culturales y económicas del sufrimiento (Menéndez en Armus,

2005:27)

La situación paradigmática que resulta de la conjunción de la problemática de la vivienda y del

sobreendeudamiento hipotecario supone el aterrizaje de la fractura de la convivencia supuestamente

armoniosa del paradigma neoliberal y de los derechos humanos en los llamados Estados de

bienestar y abre un debate público sobre los límites morales de la deuda. Línea de fisura que no es

de extrañar que se origine desde la cuestión de la vivienda al ser este uno de los derechos sociales

que menos protegido y regulado ha estado desde el Estado, el cual ha convertido su política

habitacional en una herramienta de especulación sobre la que sustentar un modelo de crecimiento

irresponsable y poco sostenible (Kothari en Desc 2008).

Otra de las potencialidades de la plataforma, que no debe obviarse es su capacidad de llamar al

mencionado debate social. Ello deriva de la posición liminar de sus integrantes, en el margen de lo

social, donde han sido desplazados desde la zona de integración a consecuencia del desempleo y la

precariedad laboral. En un país donde el regimen de tenencia es un 83% el de propiedad, a la cual se

suele acceder vía hipotecaria, y donde las cifras de desempleo rondan el 30%, sin incluir las de

empleos precarios, una enorme franja social vulnerable o potencialmente vulnerable, puede sentirse

identificada con los «afectados».

Participar de este debate supone por tanto una obligación para una ciencia social comprometida,

pero además es una oportunidad para hablar sobre la liberalización de los bienes sociales básicos y

la denegación de los derechos básicos fundamentales para amplios sectores de la población

desoídos por su posición de excluidos sociales.

En resumen, me he propuesto analizar la resistencia como diagnóstico de poder, que abra caminos

de DENUNCIA, pero también de SOLIDARIDAD, de DEBATE PÚBLICO SOBRE LO SOCIAL

y de ESPERANZA.

Sí se puede.

3

Apuesta teórico-metodológica

o ¿qué,

con quién,

desde dónde

y cómo

ver y contar?

En un artículo para el diario Público, Cecilia Borrás, presidenta de la Asociación Després del

Suïcidi , opinaba que vincular el suicidio con el tema de la hipoteca y los desahucios provocaba una

lectura demasiado simplista2. En esa misma línea, han aparecido en diferentes medios de

comunicación opiniones diversas, algunas de personas procedentes del campo de la psiquiatría o de

las ciencias sociales. Éstas esgrimen una argumentación basada en la prevalencia y en la referida

como «multifactorialidad» del suicidio.

Con lo que respecta a la prevalencia, habría que decir que la importancia de que un suicidio se

vincule a una situación de desahucio o de amenaza del mismo, no reside en el número total de éstos,

ni en la relación con anteriores años, ni en su porcentaje dentro del número total de suicidios3. Su

importancia radica en comprender el sufrimiento que se despliega en el contexto de un desahucio y

que tiene al suicidio como una de sus más funestas expresiones. De modo que, el enunciado de las

pancartas que cuelgan de los balcones de Córdoba con el logo de Stop Desahucios: «No más

muertes» responde a este sentido, que es independiente del número, ya que el significado es claro:

no se tolera ni una muerte más.

Además, lo que se traduce de estas interpretaciones, que caminan en la línea de la epidemiología

positivista, es una cosmovisión en la que los desahucios, por un lado, y los suicidios y

enfermedades, por otro, aparecen como categorías estancas sólo relacionadas por una

aparentemente compleja factorialización. Al suprimir del campo de observación el sufrimiento que

las engloba no pueden penetrar en la realidad para apoyar su transformación y, por el contrario,

constituyen una herramienta de mediatización y hegemonía (Breilh, 2003:88; Menéndez, 1998).

2 Entrevista a Cecilia Borràs en Público. 22/01/2013. http://www.publico.es/449206/vincular-el-suicidio-con-el-desahucio-es-demasiado-simplista

3 Tal como explican en el Instituto Español de Estadística desde 2007 no se realizan Estadísticas específicas de suicidio, por lo que han dejado de publicarse los boletines de suicidios, pasando a obtenerse los datos en la Estadística de defunciones según la Causa Muerte, datos obtenidos en del boletín de defunción judicial. Los últimos datos publicados son del 27 de febrero de 2011, siendo señalada como la primera causa de muerte externa, con cifras de 3180 fallecidos, similar al 2010. Más info en: http://www.ine.es/prensa/np767.pdf

4

Frente a ello mi apuesta epistemológica parte de, primero, entender que en el caso de las personas

amenazadas de desahucio por impago de la hipoteca, el sobreendeudamiento hipotecario y el

desahucio no son dos temas que coexisten sino que en conjunto componen un problema socio-

político, que ha de ser analizado dentro de un proceso de deprivación de la salud en el que los

suicidios y las enfermedades son algunas de las expresiones del sufrimiento generado (Scheper-

Hughes y Lock 1987, Schepher-Hughes 1997). Segundo, que, por tanto, el sufrimiento es una

categoría más amplia que la de enfermedad, al cual defino como una experiencia íntima de aflicción

ante las diferentes adversidades humanas (Correa-Urquiza et al. 2006) la cual reposa sobre modos

colectivos de experiencia que modelan las percepciones y expresiones individuales

(Kleinman,1996). Si bien, como advertiría Kleinman las diferencias locales – de género, grupo

etario, clase, etnicidad, y por supuesto, la subjetividad- así como la penetración de procesos

globales en mundos locales convierte la influencia social en parcial y compleja (ibid.) Tercero, que

el sufrimiento se compone de emociones encarnadas, las cuales sólo pueden comprenderse en una

situación específica y dentro de una cultura afectiva y de un contexto relacional (Le Breton 2012)4,

como reacciones y comentarios sobre la acción social de otros, debido a su contenido moral y a su

potencial como instrumento político de descalificación y subordinación (Harkin 2003 en Jimeno

2007:175) . Estas dos cualidades de la emoción: situacional y relacional, permiten la concreción de

las relaciones sociales al asentarlas en una cotidianidad donde se llenan de experiencia y sentido

social (ibid) y sobre un cuerpo que es a la vez personal, social y político (Lock y Scheper-Hughes

1987). Cuarto, la enfermedad como una expresión del sufrimiento, pertenece al plano de lo

representacional y hay que ubicarla dentro de un sistema fluido -social, cultural, político y

económico- de creencias y prácticas resultante de las relaciones jerárquicas y cambiantes que el

conjunto de saberes sobre salud establecen entre ellos, con el sujeto y con los conjuntos sociales y a

través del cual se determina qué se considera o no enfermedad, cómo ésta se explica y como puede

ser atendida. Quinto, definir el proceso de deprivación de salud, arriba referido, como un proceso

de salud-sufrimiento-atención/cuidado (adaptado de Menéndez, 1996), atravesado por la violencia.

Sexto, abarcar la plataforma 15M Stop Desahucios Córdoba desde dos espacios de análisis: De un

lado, entender la misma como un conjunto social desde donde acceder a las experiencias -

individuales y colectivas - de las personas que lo componen así como dibujar su complejo

asistencial (Comelles 1997, Menéndez 2003). De otro, localizar a la propia plataforma dentro de ese

4 «No se podría comprender el complejo movimiento de la emoción sin ponerla en contacto directo con una situación específica, con la forma con la cual una cultura afectiva propia de un grupo se mezcla directamente con el tejido social (Myers, 1979; Papataxiarchis, 1994; Vale de Almeida, 1994, Herzfeld, 1980; Rosaldo, 1980). «El camino de la conceptualización…» escribe P. Dumouchel «…es parte de la emoción»(2002: 60).» Le Breton (2010:75)

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complejo asistencial como una forma de atención/cuidado desde la socialización y la politización,

que Menéndez clasificaría como centrada en la autoayuda, al ser su característica básica estar

organizada y orientada por personas que padecen o co-padecen el mismo problema (2003:189). Y

desde este segundo punto de análisis poder observar las relaciones con otros modos de atención.

Desde estos presupuestos iniciales, la propuesta se concreta en una etnografía de la experiencia de

violencia, que incluya el sufrimiento y la resistencia, de las personas amenazadas de desahucio por

impago de la hipoteca y que se organizan en la plataforma de contestación 15M StopDesahucios de

Córdoba. Propuesta que se puede enmarcar dentro de la vertiente de la antropología que «aspira a

desentrañar los significados, motivaciones, emociones, prácticas corporales y discursivas de los

sujetos en los actos de violencia (Anderson, 2004; Besterman, 2002; Das, 1998; Jimeno, 2004;

Scheper-Hughes y Bourgois, 2004; Whitehead, 2004)» (Jimeno 2007:182). La cual tiene una triple

intencionalidad: contribuir, a partir de las experiencias de resistencia, a un conocimiento crítico de

las lógicas sistémicas responsables de la violencia estructural (Abu-Ludhog 1990, Espinosa 2007);

apoyar el reconocimiento de las acciones desplegadas desde posiciones de subordinación social

como nuevos modos de respuestas interpersonales a la violencia (Das y Kleinman 2001 en Espinosa

2007) y, por último, contribuir a la transformación social creando un puente a la intersubjetividad -

a la apropiación colectiva de la experiencia-, que permita una reinclusión social (Jimeno 20075) y

una reubicación de los científicos sociales y profesionales de la salud con respecto a los problemas

sociales. Todas estas características propias de una «antropología implicada» (Romaní 2006)

Para llevar a cabo esta etnografía he realizado una «participación observante» en la plataforma

15MStop Desahucios de Córdoba a la cual me incorporo en enero de 2013 en calidad de activista y

etnógrafa. El trabajo etnográfico pretendí realizarlo en un margen de tres meses, de mediados de

enero a mediados de abril, sin embargo la persistencia en el «campo» como activista, ha convertido

esta acotación en difusa, dificultad que puede llegar a ser común en los «trabajos de casa»

(Visweswaran 1994). La observación participante se ha completado con la realización de entrevistas

abiertas a varios miembros de la plataforma, dos mujeres y dos hombres, entre los que se dan varias

circunstancias diferenciales: abandono o no de la vivienda, condición de hipotecada/-o o avalista,

carencia o presencia de apoyo familiar, situación socio-económica previa, enfermedades previas o

posteriores a la situación de impago, con el fin de buscar la mayor heterogeneidad posible. De otro

5 «Lo que aquí está en juego no es sólo el tema de la memoria individual traumática, sino más bien los procesos sociales y los mecanismos culturales por los cuales los sujetos individuales conectan su experiencia subjetiva con otros y la convierten en intersubjetiva y, por lo mismo, en apropiable de manera colectiva. Es la creación de una comunidad emocional en la que pueden recobrar su sentimiento de participación ciudadana.» (Jimeno 2007: 187)

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lado, la observación ha precisado de completarse con la de las dinámicas sociales y políticas que se

han generado en torno a esta cuestión. Al ser un tema de gran actualidad y enorme impacto social

me he enfrentado a la dificultad que supone escribir de un tema que introduce novedades contínuas

– lo cual supone nuevos actores y cambiantes marcos políticos, sociales y legislativos- , aunque ello

mismo me ha hecho más evidente la idea de proceso y su carácter claramente oscilatorio.

Por último, la situación desde la que realizo la etnografía ha de ser explicitada pues no podemos

prescindir de la subjetividad y parcialidad con la que abarcamos la realidad al estudiarla, pero sí,

regalarle un punto de vista único y necesario (Haraway 1994 en Esteban 2004). Como ya he

explicado en la introducción esta decisión se ha ido articulando a partir de inquietudes que salpican

mi biografía. Durante el trabajo etnográfico mis compañeros/-as de la plataforma han sido

conscientes del mismo. También lo eran de mi participación en la asamblea del 15M de Axerquía

Norte así como mi formación como médica. En la plataforma he participado en diversas acciones

que se han realizado en la calle, así como en las asambleas. También he colaborado con un grupo de

otras 15 personas en el impulso y seguimiento de los grupos de afinidad y apoyo mutuo, los cuales

ya habían comenzado antes de mi incorporación y en el impulso, en concreto, de uno de ellos. Y por

último, a partir del ofrecimiento de varias profesionales del campo de la salud mental, he actuado

como puente entre ellas y las demandas de la plataforma, tanto asistenciales como de formación.

Una de estas últimas demandas se materializó en un curso sobre «Acompañamiento en la ayuda»,

realizado por psicólogas de un centro de Psicología Humanista, que consistió en cuatro sesiones de

2 horas.

Cuerpo etnográfico

Los «afectados». Un punto de partida común.

« Miles de personas que cuentan tu misma historia» (Esperanza).

Personas que con anterioridad al 2008 y el estallido de la burbuja inmobiliaria, presentaban unos

ingresos más o menos estables, por lo que decidieron comprar un vivienda, a la que sólo pudieron

acceder por vía hipotecaria en la época del «ladrillo» y el «crédito fácil», cuando el derecho a la

vivienda era sistemáticamente interpretado por el Estado como el derecho al acceso al crédito6.Los

padres hicieron en muchos casos de avalistas, aunque en el caso de la población inmigrante muchas

6 Ya antes de la crisis, en el 2006, Miloon Kothari, enviado por las Naciones Unidas como Relator Especial para el derecho a una vivienda en el Estado Español, advertía que la política habitacional del país, enraizada en el régimen franquista y sin muchas modificaciones desde entonces, era la propia de un Estado social débil donde el mercado asignaba y regulaba esta necesidad básica para las personas.

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veces fueron amigos, conocidos, con los que se llegaron a hacer avales cruzados. O bien, accedieron

a hipotecar su vivienda o la de un familiar para reunificar deudas o poner en marcha un negocio.

Cuando comienza la crisis económico-financiera y estalla la burbuja inmobiliaria, las personas

empiezan a ver reducirse y desaparecer sus ingresos en un contexto de precarización, despidos

masivos, desempleo, reducción de las ayudas sociales y caída de los sectores de la restauración y la

construcción, sobre los que se había cimentado un modelo de desarrollo irresponsable y poco

sostenible (Kothari en Desc 2008). Paralelamente, la presencia en muchos de los contratos

hipotecarios de cláusulas abusivas e incluso ilegales como ha declarado el Tribunal de Justicia de la

Unión Europea van aumentando el monto de la deuda y el estrangulamiento económico, hasta llegar

a una situación de impago.

«Yo la iba pagando muy bien. La hipoteca eran 300 euros. Lo que yo no esperaba, y mira que se lo

dije delante del notario (repite), que lo que no quería es que luego me subiera la hipoteca, que si

eran 300 euros, 300 euros todos los meses. Pero ¡qué va!, cuando empecé a pagar a los tres meses

me viene otro recibo de 300 euros. Mira que puse que los días 29 es cuando me llega a mí la

pensión, con lo cual del día 1 al 5 cuando me viene a mí el recibo de la hipoteca, la pensión está

sin tocar. Pero, bueno, pensé que por algo no lo había pagado el banco y no le eché cuentas. A los

seis meses me vienen 600 euros. Ya en eso se pone mi mujer por teléfono, siempre ha sido ella la

que ha hablado, y nos dicen que hagamos el giro. Lo hicimos. Luego fueron unos 1200 euros, esa

ya nos costó. Pero, le dije a mi mujer, «¿tú no has pagado los recibos?» Y me contestó, que ahí

estaba la cartilla, que lo habíamos pagado todo. ¿Entonces como es que debemos 1200 euros? Y

luego el doble, 2000 y pico. ¡Se iba duplicando la cantidad! (…) Entonces dije ya no pago más.»

Félix.

Para la mayoría de las personas en la plataforma es este el momento en el que descubren la

magnitud de lo firmado, cuando descubren que una sobretasación de la vivienda en el momento del

acceso7 les impide ahora saldar la deuda con la dación de la misma y que esta deuda no rescinde, es

una «deuda perpetua» como la define Rafael Mayoral8, que pone en peligro la vivienda incluso de

los avalistas. Es también ese momento cuando aparece la cara amarga de los banqueros que, antes

nos ponían la alfombra roja y ahora nos tratan como a perros, los cuales hostigan y mienten para

sacar el exiguo capital de los hipotecados.

«Yo les dije a los del banco: «Mirad como está mi hijo, que está delante de ustedes, en la situación

que está». Pero ellos me contestaron: «De esos como su hijo hay un montón.».» Liberto, avalista

73 años, compañero de 15MSDC.

7 Esta sobretasación era llevada a cabo por tasadoras del propio banco.8 Abogado de la PAH de Madrid

8

Etnografía del Sufrimiento

I. Aislamiento.

«Antes de entrar en la plataforma siempre van a salir esas palabras: miedo, culpa, vergüenza.»

(Esperanza).

En contextos de hegemonía cultural el sufrimiento desencadenado por la violencia estructural

genera formas colectivas de naturalización de la misma, de las que derivará un distanciamiento

social del sufrimiento, que pasa a representarse colectivamente como un sufrimiento abstracto que

recae sobre el «que algo debe». (Espinosa 2007).Por otra parte, como adviertía Abu-Ludgoh, la

dominación social trabaja al nivel de construir, delimitar y dar sentido a las emociones personales

(1990:47). Así la culpa, vergüenza y miedo, componen el registro emocional que acompaña al

estigma del deudor dentro de un sistema hegemónico de «moralidad contractual» (Han 2012:240),

propia del liberalismo, que ubica a la sociedad en una matriz contractual compuesta por individuos

teóricamente autónomos, independientes e iguales que se relacionan a través de intercambios

voluntarios regidos por la lógica de la elección racional y en los que la deuda actuaría como base

sobre la que se articula dicha moralidad, convirtiéndose en tabú su impago. Estos supuestos,

imprescindibles para el desarrollo del Capitalismo, han ido siendo naturalizados por la propia

sociedad; la cual, en momentos de crecimiento económico y casi pleno empleo9, asumió el trabajo

como la llave para la integración y la cohesión social así como para un futuro próspero y más

igualitario, al que iba ligando el presente a través de la adquisición de bienes durables y créditos

(Castel 1995)10, entre ellos la hipoteca -que en la actualidad representa un 60% del gasto de un

hogar medio español-. De este modo, en el Estado Español durante los últimos treinta años, el

derecho a la vivienda se ha ido interpretando sistemáticamente como el derecho de acceso al

crédito, a través de políticas públicas que convirtieron la vivienda en un bien de inversión, la

construcción en una vía de crecimiento especulativo y la propiedad en una forma de control social a

la vez que un símbolo de prestigio social (de prosperidad y estabilidad – territorial, laboral, familiar,

9 Obviamente, dentro de un sistema patriarcal y familiarista, hablamos de quasi-pleno empleo masculino. La mujer siempre vinculada a los trabajos reproductivos ha ido incorporándose al trabajo remunerado, pero nunca ha alcanzado cuotas de pleno empleo.

10 «Esa proyección de las aspiraciones sobre el horizonte del futuro tranquilizaba el juego presente y daba crédito para el mañana al ideal socialdemócrata de una desaparición progresiva de las desigualdades. Esa apuesta al futuro no era sólo un acto de fe en las virtudes del progreso en general. A través de sus modos de consumo, de sus inversiones en bienes duraderos, de su empleo del crédito1, el asalariado preveía cotidianamente la continuidad del crecimiento y ligaba concretamente su destino a un progreso ilimitado. En la sociedad salarial, la previsión de un mejor futuro estaba inscrita en la estructura del presente. Tanto más cuanto que, proyectando sus aspiraciones sobre la generación siguiente, el asalariado podía esperar realizarlas en diferido: lo que yo no pude aún realizar, lo lograrán mis hijos.» (Castel 1995:313)

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etc.- ) (Palomera 2011). Ello consiguió, sin precisar de coerción, una integración de los controles

sociales formales e informales del Capitalismo, el cual precisaba de individuos productivos que no

cuestionaran su posición subordinada (Romaní 2008). Así la unión material diferida, que representa

la diada crédito-débito (Peebles 2010), queda apuntalada por el sistema moral y el sistema legal

imperantes, que responsabilizan, estigmatizan y pasivizan al sujeto-en-impago. El primero, a través

de la culpa, la vergüenza y el miedo, como emociones que miran al pasado, presente y futuro,

respectivamente. El segundo, a través de su lenguaje de ejecución, desalojo y desahucio.

Más concretamente, al analizar estas emociones como dispositivos de control (Foucault 1994) se

observa como la culpa, la vergüenza y el miedo se fundamentan en las ideas liberales del agente

libre11, de la emprendiduría y de los estilos de vida (Lupton 1993, Menéndez1998) que

responsabilizan únicamente al individuo de la decisión de hipotecarse - «Nadie te puso una pistola

en la cabeza para que firmaras» -; así como de llegar a una situación de insolvencia - «Es que has

vivido por encima de tus posibilidades», «si no encuentras trabajo es porque no quieren»12.

Esta responsabilización se extiende a las consecuencias en el entorno de tales decisiones,

haciéndose el individuo responsable de no haber sabido preveer los peligros y de colocar a la

familia en una situación riesgosa (Lupton 1993). A la vez que aumenta la vulnerabilidad del sujeto

al condicionar tanto su faceta material como relacional. «Yo llegué un momento que mi hija se puso

mala y yo la llevé al médico, tenía un catarro y le mandó un jarabe y costaba cuatro euros y yo no

tenía ni para pagarlo. Y yo a mi madre no era capaz...y más confianza que tengo con ella no tengo

con nadie (…) ¿cómo le voy a hacer a mi madre que está pagando con un sueldo de 1200 euros la

hipoteca de 780 euros y ahora con el resto tenemos que vivir 6 personas y ahora encima le pido 4

euros para comprarle un jarabe a mi hija? A mí se me cae la cara de vergüenza, es que no puedo,

te sientes culpable de decir: «¡Dios mío! ¿es que no voy a ser capaz ni de poderle dar un jarabe a

mi hija o de darle de comer».» (Esperanza).

La consecuencia de ello es un doble aislamiento que se retroalimenta, ya que tanto la experiencia

como el sujeto se aislan del contexto social. Lo primero, responde a un proceso de negación de lo

11 El hombre como agente libre de la Economía Clásica queda adecuadamente retratado en esta frase de Bentham, uno de sus fundadores teóricos: «no man of ripe years and of sound mind, acting freely, and with his eyes open, ought to be hindered, with a view to his advantage, from making such bargain, in the way of obtaining money, as he thinks fit: nor (what is a necessary consequence) anybody hindered from supplying him, upon any terms he thinks proper to accede to.» (1843: Letter 1 en Gregory 2011:390-391)

12 Estas dos expresiones son frecuentes entre los relatos de los «afectados», también son habituales en prensa, formando parte del registro de la opinión pública.

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social, tanto en lo relacional13 como en lo situacional, así las condiciones que fomentaron la compra

de la vivienda14 como en las que imposibilitan su pago; por lo que la persona sentirá que lo que está

viviendo no es un problema social, sino propio. «Yo era tal el pánico que tenía que llegaba al

punto de no querer salir de mi casa, que a mi me daba miedo salir de mi casa. Yo en el colegio eso

de que se enterasen de que tú tenías problemas, porque claro, piensas en que tú eres el único que

tienes ese problema. Sí, ves la tele que hay historias de estas , pero como que lo ves lejano, aquí en

Córdoba tú dices: «uff, yo aquí soy la única, que vergüenza». Después por ejemplo la vergüenza

también de mi vivienda, de dejar de pagar la comunidad. El miedo y la vergüenza de que en la

comunidad tus vecinos se enteren de que has dejado de pagar la comunidad y que te puedan decir

algo. Ya te digo, por otro lado el miedo de que se enteren los papás del colegio porque vayan a

decir que Fulanito...Miedo de que nadie se entere de tu familia porque siempre te han metido en la

cabeza: «claro, eso es culpa tuya que has vivido por encima de tus posibilidades» y eso un día y

otro día y otro día, se te va metiendo en la cabeza y no es miedo, es terror. Es terror, es que de

verdad no te puedo explicar el sentimiento de culpabilidad, el sentimiento de miedo, ya te digo de

no querer salir a la calle, de no querer coger el teléfono, yo sonaba el teléfono y me echaba a

temblar. Yo mi hija me acuerdo de que a lo mejor cogía el teléfono y yo le he llegado a regañar

hasta el punto de decir: «como se te ocurra coger el teléfono te enteras» Yo decía como ella lo coja

le van a decir: «dile a tu papá o mamá que se pongan». Porque si era yo quien lo oía directamente

no lo cogía. Claro que si la chiquilla lo cogía ya me tenía que poner. Y el que te digan: -¿Por qué

no pagas?. ¿Qué dices?:- Porque no puedo. Y...-¿Por qué no puedes? -Porque no tengo ingresos;

¿Y qué hago?» (Esperanza)

El segundo -el aislamiento social-, a un proceso de estigmatización, en el que la hegemonía de la

deuda como sinónimo, en nuestra cultura, de obligación moral15, convierte al «afectado» en un

sujeto desacreditado socialmente y deslegitimado en su sufrimiento.

– Elena: «¿Qué sentías tú en ese momento? (del inicio del sobreendeudamiento)

– Félix: Yo, quitarme la vida. Y lo he dicho. Era ver que toda tu vida la habías echado al

13 La dimensión relacional es abordada más en extensión en el apartado de socialización de los cuidados.14 Ello es significativo en el recurso de la cultura de la propiedad del «spanish way of life», que sirve como pantalla

para invisibilizar la responsabilidad del Estado como explicará Palomera apoyandose en Bourdieu: «La demanda, y sobre todo la propensión de los individuos a comprar o alquilar, suele depender en gran medida del estado particular de la oferta, que a su vez es resultado del marco de posibilidades generado por las políticas de vivienda. Ante esto, no debería extrañar que Bourdieu (2003:113) concluya que «hay sin duda pocos mercados que, en la misma medida que el de la vivienda, estén no solo controlados por el Estado, sino verdaderamente construidos por él». ( 2011: 4-5)

15 Autores como Graeber (2102), Han (2012) y Gregory (2011) plantean que el concepto maussiano de reciprocidad viene a reproducir la visión reduccionista de las relaciones humanas como formas de intercambio conducidas por el interés, propia de la Economía Clásica. Por otro lado, Graeber añadirá que la ampliación de este concepto, con diferentes adjetivaciones -reciprocidad negativa, generalizada, etc.-, por parte de la antropología no ha hecho más que aumentar la confusión moral en torno a la deuda, aplicandose a relaciones con diferentes grados de jerarquía y regidas por diferentes tipos de moralidades.

11

garete. Yo me veía a mí mismo que era una mierda. Ese estigma, el que dirán de la calle

cuando se enteren, la familia...La familia pasó completamente. Me dijeron que ellos

también tenían sus problemas. (…) Más o menos te echaban que no habías sabido, que

habías vivido por encima, que habías gastado de más y no has sabido ahorrar. (…) Yo a

veces le echaba la culpabilizaba a mi mujer, le echaba yo la culpa (repite). El matrimonio

está completamente destrozado».

Este proceso de culpabilización y estigmatización -que determinan el aislamiento- conduce, como

se ve en la entrevista de Félix, a una situación que es vivida como «sin salida»: «Llegó el momento

en el que yo no veía más la luz. Eso que te dicen del túnel que ves la luz al final, yo no la veía, el

túnel era completamente negro» (Esperanza). «Quien más y quien menos ha pensado en quitarse

alguna vez la vida.» (Jacinto) - Uno de los efectos de esta impotencia es la pasivización del sujeto,

a la vez que sus preocupaciones se repiten una y otra vez, sin encontrar cómo canalizarse y sin

dejarlos dormir, irritándolos, entristeciéndolos y afectando a sus relaciones.

II. Incertidumbre y Desesperación.

«Es posible que lo que ha hecho fundamentalmente «la crisis» haya sido barrer con una cierta

representación del progreso: la creencia en que el mañana sería mejor que hoy y en

que se puede confiar en el futuro para mejorar la propia condición» (Castel 1995: 325)

A menudo en la plataforma las personas refieren que su vida se ha convertido en una «noria», «en

la que tan pronto estás arriba como estás por los suelos». Esta experiencia de inestabilidad es

nueva para las personas que vienen de tiempos de estabilidad y certidumbre en el futuro. Y puede

leerse en términos de precariedad, entendida esta como «las condiciones articuladas de escasez de

recursos (bienes y servicios), los obstáculos para conseguir empleo y la relación desdoblada con el

Estado en la que se efectivizan diversidad de ausencias y presencias institucionales.» (Seveso y

Vergara 2012:11).

De este modo, los procesos de desahucio con sus plazos indeterminados, los cuales dependen de la

administración, de un panorama legislativo convulso y las estrategias particulares de cada entidad

financiera, mantienen a la persona en un contínuo estado de nervios e incertidumbre16: «(Los

16 Han en su libro Life in Debt. Times of Care and Violence in Neoliberal Chile, recoge varias expresiones con las que se refieren sus informantes a la situación de sufrimiento vinculada al neoliberalismo, entre ellas «tiempo de puros nervios» (2012:29) y «depresión neoliberal» (ibid:129).

12

desahucios) eso es que acarrea enfermedades. Eso acarrea depresión. Eso de las depresiones es

una cosa que está en el día, ¿estamos? Entonces vas al médico y te lo encuentras. Yo cuando he

estado de la manera que he estado es cuando estoy pensando en lo que estoy pensando. Yo el sueño

lo tengo totalmente perdido. Yo echo una hora, hora y media al día, de sueño y ahí acaba. Todo el

tiempo estás dando vueltas y estás pensando cuando me levante qué es lo que me va a pasar y qué

es lo que no me va a pasar.» Liberto, avalista, compañero de 15MSDC

Unos nervios que para Taussing son una «metáfora generativa que asocia las tensiones del sistema

anatómico nervioso con el caos y la irritabilidad de un sistema social inestable (1986:4). En este

orden social el papel integrador del trabajo se enfrenta a la paradoja de la dispensabilidad laboral

(Seveso y Vegara 2012) de masas cada vez mayores de «trabajadores sin trabajo» (Arendt en Castel

1995), a expensas de reformas laborales que flexibilizan el trabajo y cosifican el sujeto como, en

efecto, «algo» que se puede dispensar y del que se puede dispensar. En esta línea, han aparecido

estudios desde la Salud Pública que apuntan a un aumento de las consultas en atención primaria por

cuadros de ansiedad y depresión asociados al desempleo, el sobreendeudamiento hipotecario y los

desahucios (Gili et al, 201217). No obstante, podríamos preguntarnos aquí con Kleinman, ¿qué clase

de proceso cultural sustenta la transformación de una víctima de la violencia en alguien con una

patología?; ¿Qué significa dar a estos traumatizados por la violencia política el estatus de paciente?;

¿Y en qué sentido la imaginería de victimización como una patología de un individuo, altera la

experiencia – colectiva así como individual- de modo que su significado vivido desde una memoria

política y moral, se pierde y es reemplazado por «culpa», «paranoia» y «failure to cope»

(impotencia, frustración)? (1995:10)18

Esta impotencia, que dirá Kleinman, se reafirma cotidianamente para aquellos cuyos ingresos

inestables o esporádicos les empujan a una búsqueda de recursos, que viven como desesperada, y

los coloca en nuevos circuitos de asistecia social en los que han de aprender a manejarse, a la vez

que con su nuevo estado de empobrecimiento19:«A la vez que estamos perdiendo el estigma social y

17 En términos de salud esta situación puede completarse con los datos obtenidos en el Estado Español a través de un estudio de Salud Pública, los cuales señalan un incremento significativo de la frecuencia con la que las personas son atendidas en Atención Primaria por alteraciones del estado de ánimo (19.4% con depresión mayor), ansiedad (8.4% desordenes de ansiedad generalizada) desórdenes somatomorfos (7.3%) y relacionados con el alcohol (4.6% de dependencia alcohólica) en el periodo que abarca desde 2006 (pre-crisis) a 2010. En el mismo estudio se señala que con independencia del riesgo observado de desempleo, existe un aumento significativo del riesgo de depresión mayor asociado a las dificultades en el pago de la hipoteca y a los desahucios. Alrededor de una tercera parte del riesgo global de demanda de asistencia en la población con desordenes mentales puede ser atribuida al riesgo combinado de desempleo en los hogares y pago de la hipoteca (Gili et al, 2012).

18 Traducción propia.19 En esa línea Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, apunta: «la gente de clase media tenemos un problema porque

no sabemos vivir como excluidos. No se sabe a qué hora son los comedores, el reparto de la ropa, ni se tiene

13

no nos da vergüenza llevar esta camiseta las 24 horas puesta (la de StopDesahucios) que si

tenemos que salir a la calle, la llevamos y con la cabeza alta. Pues ese estigma social que se quite

también para el tema del alimento. Que hay muchos compañeros que van a la asamblea y les da

vergüenza a la hora de decir «mira que yo no tengo nada que comer.» (Félix).

Sara, una mujer de la plataforma, que vive ahora con su marido en casa de sus padres, mientras que

alquilan su piso para pagar la hipoteca que se contrajo al comprar el camión del marido, lo

explicaría de esta manera: «Mi hermanos no me entienden. A ellos le sigue yendo bien y piensan

que somos unos vagos, pero yo no paro de buscar trabajo. He echado hasta curriculums en el

extranjero. Estoy desesperada. Ya no sé que hacer. Estaba pensando a cuanto podría vender un

riñón, pero, por ahora no ha pensado nada malo, que a otros les da por robar.»20

La posición del Gobierno con comentarios como el Dolores de Cospedal de «los votantes del PP no

dejan de pagar la hipoteca con excusas vacías»21, así como sus políticas sociales, focalizadas y

descentralizadas en programas de pobreza y de subsidios, a la vez que deniegan la Iniciativa

Legislativa Popular presentada por la PAH y criminalizan los escraches, muestran un abismo entre

lo que entiende el Gobierno y la Plataforma como «vivir con dignidad22» (Han 2012). Un absimo

ocupado por la indignación.

Etnografía de la Resistencia

I.Socializar y Resignificar el sufrimiento: «YA NO ESTÁS SOLO».

«Si me vieras ayer, estaba fatal; eso nos pasa a todos; quien más o quien menos ha pensado en

algún momento en quitarse la vida; pero en la plataforma le levantamos los ánimos, le decimos

que a partir de ahora no va a estar solo. Yo voy a los puntos de información y si no hace falta me

quedo fuera y recibo a las familias. Cuando me cuentan algo los entiendo porque he pasado por

lo mismo y sé que luego les pasará esto o lo otro.» Jacinto, compañero de 15MSDC.

habilidades sociales para moverse en el mundo de la exclusión social. Se pasa de una estabilidad a una inestabilidad absoluta. La vivienda da estabilidad y seguridad. Es lo que te da el equilibrio interior, la gente le falta lo más básico para estar estructurado.»

20 Es interesente a partir de este comentario pensar en la disponibilidad del propio cuerpo como único recurso y su alusión metafórica a los flujos de recursos de abajo hacia arriba en el capitalismo (Scheper-Hughes 2004) – entre ellos el rescate público a la banca – que aumentan la brecha de diferenciación social a pesar de que los macrocifras hablen de mejoras económicas.21 Que inicialmente apareció en prensa como «Los votantes del PP antes dejan de comer a dejar de pagar la hipoteca»

enlace aquí22 La marcha que cinco compañeros están llevando a pie de Córdoba a Bruselas lleva precisamente el nombre de Viaje

(Marcha) por la dignidad

14

Los puntos de información son la puerta de entrada a la plataforma 15MSDC. En otras ciudades

estos puntos llevan el nombre de PIVEs: puntos de información y encuentro; lo cual viene a señalar,

ya desde el inicio, una característica transversal a la plataforma, me refiero el ser un espacio de

encuentro y asesoría colectiva, que viene a actuar sobre dos de las claves del sufrimiento de los

afectados, el aislamiento y la incertidumbre. Encuentros plurales («con el otro», «en el otro», «en

lo social», «en la violencia», «con nuevos modos colectivos de resistencia», «con la esperanza»)

donde la experiencia puede ser vista como un momento-lugar en lo que aquello que se ha sido se

detiene para fragmentarse, cuestionarse y transformarse; y es esa liminaridad la que genera la

posibilidad de que algo cambie (Correa Urquiza et al 2006:6123).

Así la socialización requiere de un primer encuentro «con el otro» para deshacerse de la idea de ser

el «único». - (Antes de llegar a la plataforma) «tú piensas que tú eres el único afectado, al menos te

hablo a nivel local, porque en la tele estás harto de ver cosas, pero aquí piensas que eres la única.»

(Esperanza)-. La primera vez que vas a un punto de información los compañeros más

experimentados te suelen decir, «lo único que tienes que hacer es escucharlos, rellenarles la ficha y

decirle que ya no están solos». En el acto de relatar a otros, la persona comienza a encontrar

caminos para apoderarse de su propia experiencia (Jimeno 200724). El valor de las narrativas para la

propia persona queda así también explícito en este comentario de Alicia sobre una de sus vecinas:

«Mi vecina no va a la plataforma por vergüenza. No quiere que se enteren las vecinas. Tus vecinas

te pueden ayudar, pero no te pueden arreglar el problema y menos si no lo cuentas porque coges

depresión, nadie te consuela, nadie te ayuda, ni hablar ni nada. Entonces si no se lo cuentas a

una plataforma o como ella me dijo «que no se enteren mis vecinas», ¿a quién se lo vas a contar?

A nadie»

Por otro lado, al margen de ese conato de desaislamiento que supone el ponerse en contacto con la

plataforma, la socialización es entendida como un acto de colectivización -de paso de «mi

problema» a «nuestro problema»- que se inicia con la colectivización de la propia escucha. Esta

escucha mutua está facilitada por la existencia de grupos de afinidad y apoyo mutuo (GAYAM),

los cuales se reúnen cada quince días, aproximadamente, y se describen como: «grupos de unas 8 a

23 A partir de los conceptos de liminaridad de Turner (1988) y de umbral de Delgado (2001)24 «Ahora, por supuesto, no se trata de sostener una visión del lenguaje como transparente para el mundo (Good, 2003)

ni de creer que las narrativas verbales agotan la expresión emocional o borran las huellas de dolor. Pero es necesario tomar distancia de la supuesta incapacidad del lenguaje para dar cuenta del dolor. Pese al sentimiento y la idea de la inadecuación del lenguaje frente la emoción, en el acto de rememorar y relatar a otros, la persona comienza a encontrar caminos para reconstruir el sentido subjetivo de la vida». (Jimeno 2007:174)

15

12 personas, muchas de ellas con amenaza de desahucio, dispuestas todas a escuchar y a hacer un

seguimiento cercano de la situación de cada familia amenazada. Son grupos pequeños donde

compartimos sentimientos y donde pasamos de «mi problema» a «nuestro problema» y del

abatimiento a la indignación. Personas que en las acciones estarán pendientes las unas de las

otras. Compañeras y compañeros solidarios que practican el apoyo mutuo.» (Díptico informativo

de 15MSDC).25 A través de la escucha mutua el problema puede transitar de un problema

individual a un problema social, que se resocializa (Correa Urquiza et al. 2006: 49), es decir, se

contextualiza al definir un marco común a través del «encuentro en el otro»: «Cuentan tu misma

historia, es que la cuentan exactamente, tus mismas palabras, tú te ves reflejado en esa persona.»

(Esperanza).

Por otra parte, la puesta en común de un mismo sufrimiento facilita un espacio único de

comprensión, donde el mismo es desabstraído, cruzando de la orilla de la representación social

donde se presenta como un dolor difuso y abstracto ((Menéndez 1998, Espinosa 2007) a ser un

dolor vivido, que se puede compartir . Un compañero, después de realizar una dinámica de escucha

por parejas, afirmaba: «Mi familia no me escucha como me ha escuchado el compañero, veo que

no me atienden igual». El compartir los sentimientos permite entretejer una intersubjetividad, desde

la que llevar a cabo una desidentificación y desafección del discurso hegemónico (Gibson-Graham

2006).

«El miedo es al desconocimiento. Porque antes de entrar en la plataforma no sabes como se actúa

y todo lo que te dicen te lo crees. Cuando tú entras en la plataforma, por ejemplo, en un grupo de

apoyo en que te vas dando cuenta que todo lo que hablamos los afectados es como si lo dijese el

mismo porque al fin y al cabo están haciendo con todos lo mismo, entonces te vas haciendo cada

vez más fuerte de decir «¡Coño! Que a tí te están haciendo lo que a mí y eso no es así». Y es que en

base a estas leyes y a lo que me está diciendo la plataforma de que podemos encauzar las cosas

por este lado, vas con argumentos a un banco por ejemplo, eso te hace sentir más fuerte, con

menos miedo. ¿Miedo a qué? A una cosa que no he hecho, a que tú me has estado haciendo sentir

culpable de algo que yo no lo soy, pues no. Es que eso no es así. Entonces, como lo voy viendo en

los grupos de apoyo....te engañan, te amedrentan de la misma manera, parece que le han dado un

diálogo a todos los banqueros y todos dicen lo mismo. Es una manera de decir «no estamos solos»

que si tú necesitas por ejemplo ir a un banco o a donde haga falta, a un médico, ahí estamos todos

25 Las dinámicas que se desarrollan en los grupos parten de la creatividad colectiva y la autoformación, la cual se ha apoyado en libros como Afirmación y Resistencia (Martín Beristain, C. y Riera F. 2003). También un grupo de 15 personas que nos comprometimos a ayudar al impulso y seguimiento de estos grupos hemos recibido formación de un grupo de psicólogas de la ONG Maizca sobre «acompañamiento en la relación de ayuda».

16

para apoyarte, contigo. Ya no tengas ese miedo porque estamos los demás arropándote. Eso te hace

descansar un poquito». (Esperanza).

Esta resignificación de la experiencia, ha de leerse como una transformación que atraviesa las

representaciones culturales y la experiencia colectiva del sufrimiento (Das y Kleinman 2001 en

Espinosa 2007, Correa Urquiza 2006) para dejar espacio a nuevas respuestas interpersonales ante el

problema y a la configuración de una identidad colectiva (DiGiacomo 2009). De ahí que los

nombres de «afectados por la hipoteca» y «amenazados de desahucios» recojan el problema que los

une, pero también hagan un reconocimiento al sufrimiento con el que lo viven y una denuncia de la

violencia que lo genera. Transformación que se hace explícita en el comentario de Esperanza de:

«Yo entiendo este problema como el antes y el después de estar en la plataforma.» y que José Coy,

describe como la conversión de un problema que se vivía de manera individual a un problema social 26. Con esta resignificación se oponen a la interpretación reduccionista de los desahucios por parte

del discurso hegemónico, que se centra en evaluar la moralidad del deudor. Frente a ello los

«afectados» sacan a la luz la cuestión de la vivienda: «Derecho a techo a un justo precio».

Cuestionan al Estado en las políticas de vivienda y en la gestión de la crisis: «Ni casas sin gente ni

gente sin casas»; «El próximo desahucio que sea en la Moncloa», «Rescatan al banquero,

desahucian al obrero»; «No es una crisis, es una estafa»; la moralidad de los acreedores: «No son

banqueros son usureros», «No a la dictadura de los bancos», «Cajasur estafa y engaña y mata»27.

Además de la moralidad de la propia deuda y del sistema que la sustenta: «No son suicidios, son

homicidios».

Por último la socialización y resignificación va a permitir poner en marcha un nuevo modo de

atención y cuidado colectivo, que consta de una atención política colectiva y una socialización de

los cuidados.

26 «Nuestra trayectoria ha ido de menos a más, teniendo en cuenta que en un principio fue una auténtica travesía en el desierto. (…) Por eso uno de los logros más importantes de la Plataforma ha sido hacer visible un problema que se vive de manera individual, un problema que rara vez conseguía traspasar la esfera de lo íntimo y privado, y convertirlo en un problema social.» José Coy, miembro de la PAH Estatal (en Colau y Alemany 2012:16).

27 Gregory apunta que el estallido de las subprimes supuso que la cuestión de la moralidad de la deuda se instalara en la agenda pero de un modo nuevo, pasandose a evaluar la moralidad del acreedor. «We now speak of ‘banksters’, a derogatory term that echoes terms used to describe the usurer of old» (Gregory 2011: 384)

17

II.Un modo colectivo de atención y cuidado: «SÍ SE PUEDE»

II.a. Atención política colectiva.

«Es que una persona sola no puede hacer nada y de hecho lo notas mucho cuando vas al banco.

Antes de la Plataforma, ibas con miedo, acobardada como echada para atrás porque como no

entiendes de lo que te están hablando. Y ellos como ven eso se sienten más fuertes. Pero, también

me he dado cuenta de todo lo contrario, cuando eres tú el que vas fuerte, como vas con

conocimiento de causa, ya vas entendiendo de qué va el tema, ya sabes lo que se puede hacer y lo

que no y además incluimos que si vas con la chapita de Stop Desahucios o te vas con la camiseta,

ahora es todo lo contrario, ahora eres tú el que va fuerte y ahora es el del banco el que se echa

para atrás, se acojona. (…) No es lo mismo (…) cuando va una marea ciudadana, que la gente

ya está cansada de decir ¡joder! ¡Que ya está bien de que hagais lo que quereis!, que además no

es justo ni legal y el pueblo se ha despertado o se está despertando y está diciendo ¡basta ya!- yo

te digo que la plataforma en sí está haciendo mucho, la gente se está despertando y todavía tiene

que despertar mucho, desde luego.» (Esperanza)

El comentario de Esperanza identifica tres espacios entrelazados de atención política: la sociedad, el

Estado y las entidades financieras, así como un rasgo distintivo de esta atención por parte de la

Plataforma, el realizarse de forma colectiva. Así, la Plataforma surge como un nuevo sujeto político

que ejerce su acción al margen de las instituciones políticas tradicionales de la democracia liberal.

Este modo de hacer política ha sido definido por Tapia, hablando de los movimientos sociales,

como la política del «desborde», que surge de la incompetencia y/o desatención de las instituciones

formales ante las demandas o conflictos que afectan a su propio orden social (2008), pero que en

este caso añade un nivel mayor de decepción, al señalar a los agentes institucionales como

responsables y beneficiarios de la situación. De ahí viene la negación por parte de algunos

participantes a considerar la lucha de la Plataforma como política en consonancia con una

decepción y distanciamiento con los modos políticos formales, manifiesta también en la frase

popularizada por el 15M de «No nos representan»: «Es que lo que no entiende el banquero ni el

gobierno es que primero es que esto no es un tema político, que no me vale ni PP ni PSOE, que

para empezar todos son iguales, todos se están llevando y todos están haciendo lo mismo y

segundo, que hay que cambiar un sistema político y un sistema financiero que a día de hoy es una

mieeeeeeeeerda. Entonces, hasta que eso no cambie vamos a seguir igual.» (Esperanza).

18

De este modo, la Plataforma pone en juego un discurso disruptivo en el espacio público, que señala

la «falla» del sistema (Laclau y Mouffe 2004) a la vez que habilita un espacio-momento de escucha

social (Correa-Urquiza et al. 2006: 49), desde donde poner en cuestión el papel social de la

vivienda, los márgenes morales de la deuda y la responsabilidad del Estado en la cohesión social.

La demanda de «parar los desahucios» excede su significado literal para convertirse en superficie de

inscripción de otros reclamos que cuestionan el nuevo ciclo de acumulación capitalista28.

«Acumulación por desposesión», que bautizara Harvey (2004) para referirse a la apropiación

territorial, pero que podemos hacer extensiva a la privatización de los diferentes ámbitos públicos.

De ahí que la capacidad de llamar al debate y la movilización pública29 radica en la centralidad de

este proceso de pauperización (Castel 1995), que afecta a una franja cada vez más engrosada de los

previamente «estabilizados», como advierte el lema «Somos el 99%» y con la cual podría

identificarse la mayoría poblacional30. De este modo, se subvierte el distanciamiento social y se

desnaturaliza el sufrimiento de las personas amenazadas de desahucio y la violencia sobre el que

reposa31.

Además se genera una presión social contrahegemónica a nivel del Estado y de las entidades

financieras que vehiculiza algunas de las posibilidades de cambio, abriendo espacios a la esperanza,

que son representados por el grito de «Sí se puede»: «A mí me encantan (las acciones de calle).

Llevo tiempo echandolas de menos. Porque me da un subidón estar delante de un banco y que

dentro haya una familia y que esa familia salga diciendo he conseguido lo que me he propuesto, se

me ponen los pelos así, como escarpia. Es un subidón de adrenalina. Yo recuerdo la primera vez

que fui a uno, yo no conocía a nadie, no recuerdo como se llamaba la pareja, fue en el Banco

Popular, pues yo recuerdo ese día porque por aquel entonces yo estaba super baja de moral y

cuando yo veo que habían conseguido lo que querían y se dijo por el micro...¿tú sabes el panzón de

llorar que me metí, los pelos como escarpias y yo lloraba de alegría y pensaba: «¡coño, que lo han

podido conseguir!»? Es que los ciudadanos conseguimos cosas. Es que yo siento como que

necesito esa cosilla.» (Esperanza).

28 En este sentido se expresa Retamozo en relación a la demanda de «trabajo» del movimiento de desocupados de Argentina: «(…) la exigencia de trabajo condensó una serie de otras demandas que excedían a la literalidad del término convirtiéndolo en una sinécdoque para referirse a una multiplicidad de reclamos de diferente índole que incluían: educación, salud, seguridad social, vivienda, certidumbre, identidad, futuro, etc.» (Retamozo, 2009: 118.)

29 El cual se puso de manifiesto en la manifestación masiva del 16 de febrero de 2013, a la que acudieron cerca de 16.000 personas en Córdoba. -una foto de la misma aparece en la portada.

30 «Por eso te digo que la gente mucha habla sin conocer las situaciones y cuando ven que el de al lado lo tiene y que además es una persona normal y corriente. Bueno, partiendo de la base de que todos somos iguales, da igual familias marginales o no. Pero antes se pensaba que los desahuciados eran marginales, gente sin recursos y ahora se ve que es cualquiera el que le puede pasar esto.» (Esperanza)

31 En este sentido podría leerse la campaña de los escraches como puesta en cuestión de la violencia, aún más con el proceso de criminalización con el que respondió el Partido Popular.

19

II.b. Socialización de los cuidados.

«Individuals are enmeshed in multiple relations that may be in play simultaneously, and this

relations themselves may be composed of differents elements, for exemple, blood and everyday

labors of caring. In this density of relations and elements, responsability, cannot be understood

solely in terms of the willful autonomous subject. Rather, it might also be understood as

responsiviness, and this responsiviness must be understood in concrete circumstances.» (Han

2012:233)

Las privatizaciones, así como las retiradas y reconfiguraciones de las políticas sociales han

conllevado una privatización de la responsabilidad por el bienestar, transfiriéndose tareas desde el

Estado a la familia (Jelin 1988). Este proceso de privatización de los cuidados trae consigo una

intensificación de los sentimientos de obligación de los diferentes miembros familiares, que además

estarán condicionados por las expectativas vinculadas al género (Lutz 1990) y al rol familiar. La

intimidad, de esta manera, no se convierte sólo en el terreno donde se despliegan las tensiones sino

además donde éstas han de ser resueltas, provocándose dinámicas de distanciamiento entre sus

miembros, cuando no de aislamiento (Han 2012, Epele 2008)32. En este contexto las personas de la

plataforma, expresan con frecuencia un empeoramiento o deterioro de las relaciones con sus hijos y

con su pareja, dándose en ocasiones crisis matrimoniales, situaciones de violencia de género, etc.

Las relaciones de cotidianeidad que se establecen dentro de la plataforma permiten el tránsito entre

dos modos relacionales (Han 2012), pasando de una relación de meros conocidos a una relación de

intimidad. Este grado de intimidad, que es favorecido por el tamaño reducido y el carácter periódico

de los grupos de apoyo, facilita conocer las situaciones cruciales, aún cuando éstas no son

abiertamente manifestadas: «Somos como una gran familia, la ayuda que no hemos tenido ni de

nuestra propia familia de sangre, la estamos teniendo con las personas de la plataforma,

ayudándonos los unos a los otros, animándonos, pero no sólo con los grupos que es lo que yo

siempre digo que si tú me llamas para decirme «vamos a tomarnos un café que estoy baja de

ánimos» ¡joder!, pues para eso estamos. (…) Con quien más me llamo por ejemplo es con MJ. Yo

con ella y con su marido he cogido una relación que creo que ni de mi propia familia. (…) Con MJ,

yo es por ej. coger el teléfono y escuchar «hola, ¿cómo estás?» y ya sé como está, con decirme hola

yo ya sé como está pero es porque tienes una continuidad, porque tienes una relación con una

32 En este sentido se dan diferentes modos de evasión: alcohol, internet, deporte, etc. los cuales no he observado, sin llegar a explorarlos en profundidad.

20

persona más allá, que tu llegas un momento que sabes si está bien o no está bien. Para eso sirven

los grupos de apoyo, para con una continuidad ir conociendo a las personas y ver hasta que punto

está bien o no, o si necesita un poco más de ayuda o no. Entonces, eso un psiquiatra o un psicólogo

no lo va a detectar porque este te va a dar un medicamento, porque de hecho Fran creo que

estaba en tratamiento.» (Esperanza).

A la vez que saca a flote otras necesidades de los «afectados» que no suelen ser expresadas por

vergüenza, como las limitaciones materiales -comida, luz, agua, medicamentos, etc.- o los

problemas relacionales: «Que hay muchos compañeros que van a la asamblea y les da vergüenza a

la hora de decir «mira que yo no tengo nada que comer» . Fran por ejemplo en ese momento,

fíjate. (…) La única forma que tienes de saber si un compañero lo está pasando mal es en el grupo

de apoyo, que te diga «mira es que yo no tengo para comer» porque cuando allí nos juntemos 80-

90 personas (en la asamblea) se va a cerrar más en sí o tiene que reventar como ese día reventó

MJ y lo dijo que llevaba dos días sin poderle dar de comer...Pues eso que tienes que reventar, que

llegue el momento de «pues me da exactamente igual y lo suelto.» (Félix)

Ello ha permitido poner en marcha un banco autogestionado de alimentos, a la vez que se plantea

ampliarlo con un banco del tiempo. Estas iniciativas se oponen de este modo a la división entre los

dominios público/privado y económico/político propia de los Estados capitalistas (Giddens 1985)33,

al generar formas de auto-organización que responden a demandas económicas comunes y

establecen lazos de solidaridad social, como es la cesión de verduras a 15MSDC por parte de la

finca de Somontes, ocupada por los jornaleros del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores). A la

vez que revierte el proceso de desafiliación, a través de la inscripción y participación del sujeto en

circuitos de ayuda mutua. De ahí el curioso comentario de Bruno, un niño de 5 años que participa

con sus padres en la Plataforma, que al preguntarle que es un desahucio contestó: «un desahucio es

ayudar a las personas». Estas prácticas (micro)políticas, que ponen en marcha relaciones sociales y

económicas opuestas al discurso hegemónico capitalista (Gibson-Graham 2006) han de ser vistas

como «espacios de esperanza» (Harvey 2003) donde se muestra la existencia de «culturas de la

resistencia» (Williams 2002, 538)34.

33 «La aparente autonomía del ámbito político constituye un aspecto fundamental de la concepción occidental y es producto de la historia antes que un hecho universal (Gledhill 2000); por ello, reproducir en el tiempo la separación entre dominios aparentemente autónomos implica la puesta en juego de procesos ideológicos y representacionales (Bourdieu 1981)»

34 Esta tres últimas referencias son obtenidas del trabajo de Moral (2013) sobre bancos del tiempo.

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Últimas noticias y reflexionesEn los últimos dos meses dos noticias han reafirmado el objeto de este estudio, que se inició en

enero del 2013, bajo la sospecha de que alrededor de la problemática de los desahucios se

extendiera un escenario de medicalización. Si bien mi etnografía ha estado centrada en la propia

Plataforma 15MSDC, teniendo un conocimiento sólo indirecto de las relaciones de los afectados

con el modelo biomédico, la misma me ha brindado algunas observaciones que creo de gran interés

para finalizar este trabajo, dejando algunos hilos abiertos para la reflexión.

Una de estas noticias, del día 5 de agosto del 2013, pertenece al Diario Córdoba35. En ella se

afirma que la salud mental de los cordobeses se resiente a causa de la situación económica,

indicando que la crisis ha disparado las consultas al médico por ansiedad y depresión. La psiquiatra

entrevistada animaba a acudir al médico ante los «primeros síntomas». El proceso de aislamiento y

pasivización, al que me refería en la primera parte de la etnografía del sufrimiento, puede

desembocar en un proceso de medicalización, como se rescata del relato de algunos participantes de

la Plataforma sobre experiencias previas o de familiares. En ellos, el diagnóstico de depresión puede

ser la representación de una «enfermedad inhabilitante» que aisla al sujeto e impide su participación

en la Plataforma. Además la medicación con psicofármacos actúa aumentando dicha pasivización y

cuando la persona trata de abandonarla reaparecen como consecuencia los síntomas depresivos, en

lo que describen los tratados médicos como una «depresión de rebote» y que serviría para ilustrar la

cronificación dentro de esta dinámica centrípeta. Pero, también, se observa cierto escepticismo

sobre la interpretación médica de la experiencia, así como, sobre su intervención. «Mi hijo es el

que...que está metido en el hoyo como yo digo y no va al médico porque ir al médico para...qué te

puede resolver, nada más que decirle toma pastillas, toma pastillas, por eso no quiere ir al médico»

(Liberto), lo cual puede aumentar la incertidumbre sobre a donde acudir y el aislamiento al no

encontrar «salida». Esta incertidumbre pareciera compartirse con los profesionales de la salud, ya

que en diversos relatos se trasluce un manejo impreciso del diagnóstico de depresión así como de

los psicofármacos:

«Le conté la historia llorando como una condenada, porque te digo, yo creo que ha sido en tantos

años que llevo con esto la única vez que yo he tocado tan fondo, yo creo que llegó el momento en el

que yo no veía más la luz (…) y yo decía: «necesito que me saque alguien de aquí porque yo sola

ya sé que no voy a poder». Entonces este psiquiatra me mandó un tratamiento, me dijo que no

estaba...vamos, que ese mismo día me dio el alta clínica porque no estaba....¿cómo dijo? No tenía

35 Publicado en el diario Córdoba, el 5/8/2013 con el titular: «La salud mental de los cordobeses se resiente a causa de la situación económicaLa crisis dispara las consultas al médico por ansiedad y depresión.»P

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una enfermedad mental. Entonces como no tenía una enfermedad mental sino que un problema

social pues que nada, que me mandaba ese tratamiento para que yo me relajara un poco y me

tranquilizara, porque claro tenía ansiedad, tenía depresión y que ya...que a raíz de ahí fuera al

médico de cabecera.» (Esperanza).

Esta apreciación no ha de estar reñida con identificar a los profesionales de salud como estratégicos

a la hora de acceder al sufrimiento vinculado a una problemática social. Su posición a caballo entre

la esfera íntima y la esfera pública, determina que con frecuencia su visita pueda ser leída como un

primer esfuerzo de desaislamiento. En este sentido ayudar al sujeto a reconstruir la dimensión social

de su problemática y animar su participación en plataformas de movilización ciudadana puede

contribuir a una desmedicalización de la experiencia.

La otra noticia, publicada el 29 de julio de 2013, lleva por título «Los Desahucios son

Perjudiciales para la Salud»36. En ella se informa de que la Junta de Andalucía ha puesto en marcha

un estudio para conocer el impacto sobre la salud de los desahucios, el cual realizarán de forma

conjunta la Escuela Andaluza de Salud y la plataforma Stop Desahucios de Granada. Ello puede

llevarnos a reflexionar sobre la apropiación de la enfermedad como objeto de denuncia, cuando esta

es experimenrada como una consecuencia y no, o no tan sólo, como una expresión encubierta de

protesta. En este sentido sería importante que en la línea de la denuncia, los estudios no se centrasen

exclusivamente en describir las enfermedades demandando una solución para los afectados por la

hipoteca, sino que fuesen capaces, atendiendo a la situacionalidad y relacionalidad, de traer un

análisis crítico de las morbilidades provocadas por el trabajo y el salario inestables, el

endeudamiento, la pérdida de la vivienda, los recortes e incompetencias del sistema de salud y los

servicios sociales y la «pharmaceuticalization» de la salud pública (Han 2012 :233). Así como que

rescatasen la labor de las movilizaciones sociales en la creación de espacios liminares donde se

generan las posibilidades de cambio.

36 Publicado en el diario.es el día 29/07/2013 con el titular: «Los desahucios son perjudiciales para la salud»

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