Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

download Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

of 18

Transcript of Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    1/18

    POLTICA, TEATRO Y SOCIEDAD:TEMAS DE LA LTIMA DRAMATURGIA ESPAOLA

    VIRTUDES SERRANOEscuela Superior de Arte Dramtico de Murcia

    Hablar de teatro lleva a hablar de sociedad en varios sentidos porque el complejofenmeno teatral completa su ciclo cuando se muestra ante el pblico y porque el tea-tro muestra, en mayor medida y con ms claridad que otros gneros, el entorno en elque se produce. Desde esta perspectiva, el teatro est tambin directamente vinculadoa los fenmenos polticos, bien porque temticamente los refleje, bien porque la orga-nizacin de un pas condiciona de manera evidente sus manifestaciones artsticas. Deotro lado, la metateatralidad, que ha salpicado las piezas dramticas desde los clsicos,se convierte en las actuales en eje de reflexin temtica y frmula de estructuracindramatrgica.

    La llegada de la democracia a Espaa despert amplias y esperanzadas expecti-vas en el mbito del teatro espaol, tanto tiempo amordazado por la censura, que ponatrabas al autor para expresarse, al productor para sufragar el espectculo, al actor para

    75

    RESUMENEn este trabajo se analiza la suerte que han corrido

    el texto dramtico y sus autores desde el final de ladictadura y el desengao sufrido por los dramaturgosque, durante el rgimen de Franco, padecieron losrigores de la censura estatal y tampoco han encontra-do despus el deseado espacio para mostrar su obra al

    pblico de su tiempo. Con estos antecedentes, sonconsideradas las obras que tienen como tema la polti-ca del pas durante los ltimos aos, aqullas que f ijansu atencin en la sociedad y sus individuos, y las quese ocupan de la situacin del teatro y de sus compo-nentes.

    RIASSUNTOIn questo articolo viene analizzato il percorso del

    testo drammatico e dei suoi autori dalla fine della dit-tatura e la disillusione sofferta dai drammaturghi che,durante il regime di Franco, patirono i rigori della cen-sura statale e che, neanche in seguito, hanno trovato lospazio desiderato per mostrare la loro opera al pubbli-co del loro tempo. Con questi precedenti, vengonoconsiderate le opere che hanno come soggetto la poli-tica del paese durante gli ultimi anni, sia quelle che

    pongono lattenzione sulla societ e sui suoi individui,sia quelle che si occupano della situazione del teatro edei suoi componenti.

    PALABRAS CLAVEPoltica. Sociedad. ltima dramaturgia espaola. Teatro. Metateatro.

    PAROLE CHIAVEPolitica. Societ. Ultima drammaturgia spagnola. Teatro. Metateatro.

    3 poca - N 2. 1997 - Pgs. 75-92

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    2/18

    manifestase en libertad y al pblico para conocer lo que sus artista queran decirledesde la escena. Pero la esperanza se torn desencanto1 y comenzaron a surgir vocesque clamaban por no obtener lo que en justicia consideraban suyo, al tiempo quedenunciaban el engao sufrido. Una de esas voces, la de Alberto Miralles, se fue modu-lando en diversos tonos, desde Es la guerra, ms madera! (1979: 12-24), pasandopor La peripecia del desencanto (1980: 7-9); hasta exclamar: El teatro espaol hamuerto. Mueran sus asesinos! (1986: 21-24)2, donde explica con indignacin su pro-fundo desengao:

    Los partidos polticos, durante la clandestinidad, haban pedido al teatro crtica, lucidez ydesmitificacin. Despus, en pugna con el poder, queran evitar la provocacin a la ultrade-recha por miedo a los tanques, y as, el teatro tuvo que perder la agresividad que tanto ayud

    a la lucha antifranquista (21).

    Miralles aduce el caso de la autocensura ejercida por Rafael Alberti sobreNochede guerra en el Museo del Prado, antes de ser estrenada en el Teatro Mara Guerrero:Con Alberti dando patente de corso qu argumentos podran esgrimir autores menosconocidos cuando se les pidiera por motivos estratgicos que mutilaran sus obras?(1986: 21)

    Las afirmaciones de Alberto Miralles, miembro de aquella generacin under-ground (Wellwarth 1978), podran parecer extremas, dictadas por la desmesura de unautor que se senta maltratado; sin embargo, los casos de censura encubierta se suce-

    den: en 1975, Domingo Miras obtuvo el Premio Lope de Vega con De San Pascual aSan Gilpero el preceptivo estreno de la obra en el Teatro Espaol de Madrid se retra-s hasta 19803. La pieza sufri las consecuencias polticas del cambio operado en elpaso de la dictadura a la democracia monrquica que consider peligrosa desmesura loque cinco aos antes fue premiado y entendido como una obra claramente progresista.La dramatizacin de una secuencia del reinado de Isabel II (la revuelta de los sargen-tos del cuartel de San Gil y su aniquilacin por las tropas reales al mando del generalODonnell) fue enjuiciada negativamente en un momento en el que la casa de Borbnvolva al trono de Espaa. Andrs Amors, al comentar los estrenos de 1979, indicaba

    que la obra fue injustamente minusvalorada, vctima de problemas de reparto y de loque algunos consideran inoportunidad poltica de presentar, en este momento, unavisin esperpntica de la milagrera Corte de Isabel II (Amors 1987: 155).

    76

    Virtudes Serrano

    1 Manuel Aznar Soler (1996: 9-16) ha resumido la situacin en un documentadsimo texto sobre la situacindel teatro en la sociedad democrtica, entre 1975 y 1995. Pueden verse tambin las opiniones de Fermn Cabal(1994).

    2 Su ltimo grito de protesta est contenido en la peripecia que soporta el personaje deEl volcn de la penaescupe llanto, reciente Premio Margarita Xirgu 1997 (indita). El protagonista de la pieza encarna simblicamen-te la manipulacin que su autor denuncia en artculos tericos con relacin a su generacin.

    3 Un ao antes (1979) se represent en el Real Coliseo de San Lorenzo del Escorial por la compaa El Bho,dirigida por Gerardo Malla.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    3/18

    La situacin para los autores se hace difcil, a pesar de que se realizaron algunosestrenos espordicos auspiciados por instancias oficiales y presentados en salas de pre-supuesto pblico4. El panorama de la autora teatral se ve unificado en el de-preciosocial y el des-conocimientopblico, hasta formar un conjunto indiferenciado de nom-bres que casi nada dicen al pblico que habra de conocerlos. Domingo Miras, en elprlogo que dedica a Luis Riaza (1983: 5-17), pone de manif iesto tal unificacin consu excelente prosa cargada de irona, lucidez y, por qu no?, desengao, cuando hablade la densa, la apretada cohorte de los mozalbetes perdurables:

    Son llamados los autores nuevos o jvenes autores y ello excusa las prisas y recomien-da parsimonia y reposo, [...] la inquieta juventud de estos nuevos jvenes efebos cual el pro-pio Riaza o el pimpollo Ruibal, o los bulliciosos garzones Rodrguez Mndez y Martn

    Recuerda.Al socaire de ellos avanzan los tiernos cuarentones y nbiles cincuentones, verdes brotezue-los del frondoso lauro de la dramaturgia patria [...]. Entre estos incansables reclutas se hallanel ilustre Sastre, [...] el esforzado Muiz, Arrabal, pastor de hombres, el poderoso Matilla, elbiforme Lpez Mozo [...]. Miralles el del airoso penacho, [...] el cauteloso Benet, [...]. Aestos se les han agregado los ltimos venidos en las cncavas naves: El animoso Cabal y elmagro Alonso [...]. Tambin bisoos, pero gallardos y aguerridos son Amestoy [...]; Ruiz[...]; Cortezn [...]. Resino, [...] Medina, [...] Lourdes, [...] y tantos otros que no me es dadonombrar porque son tan innumerables como los menudas arenas del Escamandro, aun a pesarde que los dioses han dispuesto y decretado que en Espaa no hay autores (6-7).

    En esta relacin conviven autores de muy distinto signo esttico y edad, pero igua-lados por sus intenciones de llevar a cabo un teatro vlido para el pblico de su pocaen el que no estn ausentes el compromiso social, esttico y literario. Se anan pues loscomponentes de la llamada Generacin realista o Generacin perdida (Ruiz Ramn1974: 5), herederos de la actitud tica y social que inici en los escenarios espaolesde la posguerra la dramaturgia de Antonio Buero Vallejo y que apuntaba en los mani-fiestos de los jvenes integrantes deArte Nuevo, con Sastre a la cabeza. Junto a ellos,son nombrados algunos que, como el propio Riaza, formaron parte del grupo de losNuevos autores o Nuevo teatro de finales de los sesenta, cuyas manifestaciones

    pblicas vienen a coincidir con la revolucin ideolgica de mayo del 685

    .

    77

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

    4 Unas palabras de Jernimo Lpez Mozo explican esta situacin: Para nuestra desgracia el examen de laasignatura pendiente se sald con un rotundo fracaso que sirvi para llenar de razones a nuestros detractores y paraaumentar considerablemente su nmero. Las pocas obras que se estrenaron en los primeros momentos de la tran-sicin no gozaron del apoyo de quienes las programaron. Lo hicieron atendiendo ms a un compromiso moral queal deseo real de rescatarlas del silencio que las envolva. Por eso emplearon pocos medios en los montajes y en sudifusin, arrinconaron las representaciones a los das y horarios en que la asistencia de pblico es menor, pero sobretodo, y esto es lo ms grave, demostraron que ni crean en nuestro teatro, ni lo entendan, ni estaban dispuestos ahacer el ms mnimo esfuerzo por entenderlo (Lpez Mozo 1986: 37).

    5 Francisco Ruiz Ramn (1974: 4-9) los caracteriz por el alegorismo y la abstraccin. Csar Oliva (1989: 375-376) divide a este grupo en dos secciones: aquellos cuya fecha de nacimiento coincide con la de los realistas, ylos que nacen en torno a 1940.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    4/18

    Por ltimo, los que en el momento de publicarse el texto eran las jvenes prome-sas de la dramaturgia espaola: en 1981, Jos Luis Alonso de Santos se instala slida-mente en la autora dramtica con La estanquera de Vallecas, aunque su primer granxito lo obtiene tiempo despus (1985) conBajarse al moro. De 1982 es el estreno deVade retro!, y un ao despus el de Esta noche gran velada, de Fermn Cabal. Lainfluencia de estos dos dramaturgos dar como resultado una nueva etapa (Zatlin 1988:125-131), en la que se encuentran, con sus personales diferencias, los ms jvenes delos nombrados, quienes se caracterizan por una esttica neorrealista mediante la que setrasladan al escenario los conflictos de una sociedad que, libre ya de los fantasmas dela guerra y la posguerra y de las amenazas de la censura y la represin visibles, tienea una parte de los individuos que la componen sumida en profundos conflictos perso-nales o injustas diferencias sociales.

    Lo alarmante es que el panorama planteado en 1983 por Miras no dista mucho delque se puede analizar hoy. Las dramaturgas y dramaturgos actuales tampoco tienen eldeseable contacto habitual con el pblico, por lo que casi todos los nombres parecennuevos. Recientemente, algunos autores han efectuado el balance de la situacin delteatro y analizado las causas polticas y empresariales de su decadencia (RodrguezMndez 1993 y Cabal 1994). El malestar se deja ver en la continua queja expresada porautoras y autores jvenes y menos jvenes (Prtl 1986)6.

    Todava en la dcada de los ochenta el Festival de Sitges actuaba como trampoln

    desde donde se lanzaban las ms arriesgadas dramaturgias7. A este respecto hay querecordar que un autor que ahora ocupa un lugar preeminente en las filas de la literatu-ra dramtica espaola como Jos Sanchis Sinisterra comenz su trayectoria oficialaraz de obtener en dicho festival el Premio Artur Carbonell (1980), por su obraaqueo de piojos y actores. Hoy, proliferan los premios a la autora, pero los textos no pue-den verse en un escenario, salvo en contadas ocasiones. Tal situacin hace que las lti-mas promociones de la dramaturgia espaola pueda acogerse a la definicin queAlberto Miralles haca de su generacin, a la que carcterizaba como la ms premiaday menos representada.

    Desde 1975, la sociedad espaola de la transicin y la democracia y sus indivi-duos ocupan el protagonismo de gran parte de las obras. No pretendemos llevar a caboun recorrido exhaustivo por todas ellas, sino plantear un panorama general que con-

    78

    Virtudes Serrano

    6 En las entrevistas realizada por Candyce Leonard y John P. Gabriele (1996) a los jvenes dramaturgos y dra-maturgas actuales, estos expresan su falta de sitio y su desncanto (Ernesto Caballero); algunos proponen como solu-cin formar grupos propios (Rodrigo Garca). Yolanda Palln, afirmaba enABC(1997: 23), que la renovacin delteatro parece que slo va a venir por el camino de las salas alternativas.

    7 En la actualidad, ofrece escenarios a la joven dramaturgia la Muestra de Teatro Espaol de AutoresContemporneos, que se viene celebrando en Alicante desde 1992.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    5/18

    temple cmo esta toma de postura social se muestra desde distintas perspectivas8, pararealizar despus algunas calas en autores y obras que poseen un significado especialdesde este punto de vista y son de mencin obligada9.

    No es posible iniciar la consideracin de un teatro espaol de nuestros das quetenga como objetivo revisar a la sociedad con una mirada crtica si no se toma comopunto de partida la dramaturgia de Antonio Buero Vallejo (de Paco 1997). Es eviden-te que el desarrollo de los conflictos del hombre de la calle bajo especie trgica quedesde su primera obra estrenada realiza este dramaturgo ha condicionado la visin delos que inmediatamente lo siguieron y que en repetidas ocasiones han sido agrupadosbajo el rtulo de generacin realista; y an puede percibiese en los que a partir de 1980producen lo que tambin se ha dado en llamar neorrealismo. Paloma Pedrero hacaexplcita esta afirmacin durante el homenaje que se dedic a Buero en la Universidadde Murcia con motivo de sus ochenta aos de edad y sus cincuenta de escritor de tex-tos teatrales: En mis ya quince aos como autora teatral Buero ha sido para m, y creosinceramente que para otros muchos colegas, un punto de referencia tanto artsticocomo humano (Pedrero 1997: 85). Y lo califica como un hombre que nos dio, ysigue dndonos, a los autores actuales, su luz. Su luz en esta ardiente oscuridad de ladramaturgia espaola.

    De igual manera, su profunda visin crtica trasladar la tragedia actual al pasa-do, cumpliendo as dos metas, la de recuperar un ayer por conflictivo olvidado, y la de

    reflexionar sobre acciones y comportamientos que, por ser inherentes al hombre o a lasociedad son intemporales. En este marco, surge el tema del poder y su accin sobrelos dbiles que recogen dramaturgos de los aos sesenta y setenta. Recordemos cmoCarmen Resino, cuya primera obra,El presidente (1968), se desarrolla en el marco his-trico de la Escocia medieval, plantea el tema del podery de las vctimas de un desti-no azaroso que da al traste con los proyectos realizados; la misma autora queda fina-lista del Premio Lope de Vega en 1974 con Ulises no vuelve, una recreacin del mitoclsico, en la lnea de desmitificacin y revisin de personajes de La tejedora de sue-os (Serrano 1994 y de Paco 1995). En esta obra tambin juega un importante papel el

    azar configurado como destino, elemento habitual de la dramaturgia bueriana.Otro importante elemento manejado por Buero es el de la superposicin de los

    espacios imaginarios, onricos y subconscientes a los espacios reales en los que trans-

    79

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

    8 stas varan en cada autor. Unos ubican a los personajes en un aqu y ahora del momento de la escritura, otrosretrotraen la accin al pasado, como haba hecho desde 1958 Buero Vallejo con su teatro histrico, para hablar tam-

    bin del presente; unas veces domina la esttica realista y otras se manejan frmulas de distorsin heredadas de losmovimientos de ruptura vanguardista, remodelados al uso de los tiempos actuales.

    9 Por fortuna, en la actualidad existen ya libros que recogen los nombres de nuestros dramaturgos, hasta lasms recientes apariciones (Aznar 1996 y Ragu 1996); que analizan las relaciones entre teatro, sociedad y polti-ca, mediante diversas perspectivas (Vilches - Dougherty 1996), o que ofrecen la visin del crtico sobre los textosrepresentados (Centeno 1996).

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    6/18

    curre la historia y la vida de los personajes, tcnica sta que han manejado y manejanmuchos de nuestros dramaturgos actuales. Puede recordarse al respecto, de entre losms jvenes, a Ignacio del Moral, pero sin duda no ha sido ajena la prctica buerianaa un dramaturgo como Jos Sanchis Sinisterra, joven estudiante, vido de renovacin,cuando la figura de Buero era el estandarte visible de la libertad y calidad creativas.

    Sin embargo, es Domingo Miras el autor de la transicin que mejor conecta larenovacin bueriana con la incorporacin de la nueva frmula de su teatro histrico, lasuperposicin de mundos real, imaginario y el manejo de la tragedia como estructu-ra para trasladar la lucha de los ms dbiles frente a la injusticia, la opresin y la muer-te. La obra dramtica de Miras (Serrano 1991 y 1995) genera un estilo propio que,como en el caso de otros autores actuales (Francisco Nieva o Fernando Arrabal) lo indi-vidualiza del resto de los autores del momento sin perder, en el sentido y la intencinltima de su dramaturgia, la impronta de quien siempre ha reconocido como su maes-tro (Miras 1993)10.

    Durante la dcada de los ochenta comienzan a surgir nuevos nombres en el pano-rama de la dramaturgia actual. Algunos rasgos los definen frente a los anteriores: Nohan vivido la ms dura posguerra, su fecha de nacimiento los coloca en el resurgir eco-nmico del pas y no sienten el peso de la censura estatal porque inician su produccinpara el teatro despus de 1978; s estn padeciendo en sus vidas problemas de ndoleindividual que los marcan como grupo. Los seres y las situaciones que trazan tienen

    que ver con un mundo deshumanizado, al tiempo que cmodo para algunos y suma-mente agresivo para otros, en el que los individuos, perdidos en la selva del asfalto,buscan apoyos interpersonales para sobrevivir o intentan encontrarse a s mismos den-tro de la piel con la que se revisten. En realidad es la dramaturgia del perdedor en unasociedad que aparentemente ofrece la igualdad de oportunidades11.

    Otra diferencia clara es que el autor novicio en los ochenta procede en muchoscasos de otros mbitos de la prctica teatral, sobre todo del mundo de los actores, y,cuando se plantean escribir, lo hacen con la intencin de poner en escena sus textos,cosa que a veces consiguen, o se erigen en directores de su propia obra y productores

    o coproductores de los espectculos. Todo ello conduce a un formato teatral modestoen cuanto a la propuesta espectacular, que suele contar con pocos personajes, espacionico o casi nico y un sistema expresivo funcional, vlido para tratar problemas de unaqu y ahora de individuos de este tiempo.

    80

    Virtudes Serrano

    10 La entrevista fue realizada en su mayor parte en 1990 y permaneci indita hasta 1993; durante esos tresaos ha sido citada como Con Domingo Miras en ventoso del noventa.

    11 Son los seres trazados por Fermn Cabal, Jos Luis Alonso de Santos, Paloma Pedrero o Pilar Pombo. Enun reciente programa de televisin (Autor, Autor, 8 de octubre de 1997), Alonso de Santos explicaba que su obje-

    tivo era hablar de los conflictos de derechos de la sociedad actual, como en su da lo hicieran Lope de Vega oShakespeare.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    7/18

    Por otro lado, en muchos casos, la escritura dramtica de estos aos surge despusde un proceso de formacin en talleres y cursos, algo impensable para autores anterio-res que llevan consigo el sello del escritor en solitario proyectando vivencias y conoci-mientos personalmente adquiridos. Quizs esta escritura dirigida marque la vuelta alaristotelismo que se aprecia en la construccin de las obras de los jvenes de los ochen-ta, frente a la desintegracin estructural que llev a cabo el Nuevo teatro de los seten-ta. La palabra se revaloriza tambin en estos jvenes autores, que piden que al menospuedan ser ledas sus obras12.

    Ya hemos indicado que, en general, las preferencias estticas giran hacia el rea-lismo. Las dramaturgas y dramaturgos persiguen la inmediatez del contacto con elpblico; buscan contar historias de hoy para pblico de hoy y tienen prisa (Pedrero1986: 67) para conseguirlo. Se han abandonado las profundas reflexiones sobre elpoder en sus formas abstractas, los conflictos colectivos y la intencin de influir, a tra-vs del arte (teatro), en el proceso poltico o social, para atender a lo que me pasa ole pasa al individuo concreto del momento. Un fenmeno interesante en estos aoses la aparicin de un grupo de dramaturgas que desde unas primeras tmidas voces emi-tidas en 1984 (Estreno 1984) han conseguido entrar en el mbito general del ltimoteatro espaol. Cierto es que no han faltando mujeres en nuestra escena a lo largo delos siglos (Hormign 1996 y 1997) pero desde los aos veinte (Nieva 1993) no se per-ciba socialmente un renacer colectivo de la dramaturgia femenina de tan extensa

    dimensin como el que estamos refiriendo (Serrano 1994).Entre 1984 y 1990 las autoras dejaron or su voz en coloquios entrevistas, mesas

    redondas y, sobre todo, en sus textos; en 1986 formaron una Asociacin deDramaturgas, que aunque tuvo una existencia muy breve sirvi para poner en contactoa las mujeres que escriban o queran escribir teatro en Espaa y para que cada unatomase conocimiento de que otra, en su misma situacin, pretenda lo mismo que ella.El hecho de esta presencia femenina en las filas de la dramaturgia espaola ha traidocomo consecuencia la introduccin de una nueva visin del mundo que, plasmada enel producto literario o escnico, cambia los cnones de construccin de personajes y la

    solucin de conflictos a los que el pblico estaba habituado y por tanto favorece unanueva mirada sobre el entorno social.

    81

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

    12 Pienso que una de las cosas de las que estamos ms necesitados es de que los textos se conozcan, indica-ba Concha Romero (Romero 1985: 220); y Domingo Miras af irmaba tras la publicacin, en 1992, deLas brujasde Barahona: El texto dramtico es un gnero literario tan respetable como cualquier otro, y no se entiende dema-siado bien que las grandes editoriales no publiquen colecciones de teatro con el mismo lanzamiento publicitario yla misma asiduidad con que cultivan la narrativa... (Miras 1993: 21-22). En 1997, Yolanda Palln, una dramaturgaque pertenece al grupo de los ms jvenes, tambin afirmaba: Hay que escribir de todas formas. Yo creo en la

    potencia del texto escrito, en la edicin de textos; se represente o no, hay que poder leerlo (Palln 1997: 54).

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    8/18

    En general, en la dramaturgia femenina ms joven, sea o no de ideologa femi-nista, la mujer no permanece pasiva ante el destino social o familiar que le viene dado,sino que en el ltimo momento invierte su situacin y se enfrenta a un futuro no exen-to de dificultades pero libremente elegido.

    Verdad es que en la dramaturgia de autor podemos encontrar casos memorablesde ruptura, como el de Nora (Casa de muecas) o mujeres transgresoras como las deFederico Garca Lorca. Tambin he estudiado en otro lugar a los dramaturgos espao-les contemporneos, sobre todo los que cultivan el teatro de marco histrico, que eli-gen a la mujer como individuo rebelde sobre el que recaer irremisiblemente el pesode un poder que no perdona un atentado contra sus leyes. Esta protagonizacin feme-nina da origen a una tipologa de personajes que en el teatro espaol de la segundamitad de nuestro siglo se ajusta al esquema que he denominado de rebelin y cada.Es ejemplo obligado de este teatro el de Domingo Miras, quien ha utilizado en su tea-tro histrico a la mujer individual o colectivamente sujeta al esquema antedicho.

    Aunque podemos percibir en autores el caso contrario, el de la mujer dispuesta aluchar contra un canon de abuso y sometimiento y salir victoriosa de l. Sin embargo,la presencia colectiva e ininterrumpida de dramaturgas ha hecho que lo que era inusualsea cotidiano y que el panorama temtico y constructivo de nuestro teatro se enriquez-ca, renueve y ample con otras voces y otras miradas, como suceda ya en otras dra-maturgias (OConnor 1994).

    El tema del poder se funde con el del lugar de la mujer en una sociedad domina-da con un esquema patriarcal en obras de carcter histrico: Un olor a mbar, Lasbodas de una princesa, Razn de estado o Juego de reinas, de Concha Romero; Lanueva historia de la princesa y el dragn, de Carmen Resino; Humo de beleo, deMaribel Lzaro; o en En igualdad de condiciones, de Pilar Pombo. Los individuos msdbiles o angustiados de la actual sociedad, sean o no mujeres, son sujetos protagoni-zadores de obras de Paloma Pedrero (La llamada de Lauren..., Invierno de luna alegre,Una estrella, El pasamanos); Carmen Resino (Auditorio, La bella Margarita); PilarPombo (Mientras llueve; Muere, bellaco).

    La escritura feminista muestra a la mujer como vctima de la opresin colectivaencarnada en las estructuras sociales organizadas por los hombres, o individual en lasfiguras de padres, maridos, policas, jueces, jefes, abogados, como puede apreciarse enlos textos de Lidia Falcn (Tres idiotas espaolas, Calle, pague y no moleste,seora!o Siempre busqu el amor). En autoras como Mara-Jos Ragu la rebelin del perso-naje oprimido abre una brecha a la esperanza (Lagartijas, gaviotas y mariposas).

    En torno a 1993 se perfila una nueva generacin de autoras y autores que, encierto modo, rompe algunos esquemas utilizados por la anterior. Las enseanzas detaller se siguen prodigando, aunque una esttica desintegradora del realismo y el aris-

    totelismo, que parte de la influencia ejercida por Sanchis Sinisterra y su escuela bec-

    82

    Virtudes Serrano

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    9/18

    kettiana, se va imponiendo en los ms jvenes. A esto se aade la enseanza de la escri-tura como parte de las disciplinas de dramaturgia impartidas en las Escuelas de ArteDramtico. Numerosos premios de autora joven y femenina (Marqus de Bradomn,Caldern de la Barca, Mara Teresa Len) ayudan a que los textos sean conocidos yestimulan a los nuevos creadores. Desde la instauracin en 1984 del premio Marqusde Bradomn, se ha dado en llamar a la generacin que surge al filo de los noventa lade los Bradomines (entre los autores: Ernesto Caballero, Ignacio del Moral, MargaritaSnchez, Maxi Rodrguez, Juan Antonio Mayorga, Carmen Delgado, o Yolanda Palln).Sin embargo, la juventud no priva a la escritura del compromiso; los ms jvenesobservan su entorno y construyen la imagen que ellos perciben. En clave realista o sim-blica, con estructura aristotlica o distorsin vanguardista, hablan de los efectos de laenfermedad (Suea Lucifer, de Carmen Delgado); de deseos e ilusiones inalcanzables(El color del agua, de Maxi Rodrguez); de culpa, desorientacin y soledad (Auto,Destino desierto, de Ernesto Caballero); de incomunicacin y desencuentros (La mira-da,Los restos de la noche, de Yolanda Palln); y tambin, como los anteriores, de socie-dad, de violencia, de xenofobia. De este amplsimo panorama nos detendremos enalgunos temas, sin que el pasar por encima de otros signifique valoracin negativa;antes bien, la eleccin se encuentra condicionada por los lmites del trabajo.

    La situacin poltica como tema del ltimo teatro espaol

    Eliminadas las trabas que impona la censura, los dramaturgos, fieles testigos desu tiempo, toman como elemento temtico de sus obras la situacin que el pas estviviendo en el difcil cambio de organizacin. Desde sus respectivas posiciones, losdramaturgos que haban adoptado un compromiso poltico y social en las dcadas ante-riores y que hubieron de realizar el anlisis de la dictadura bajo frmulas enmascara-doras (la historia, los smbolos alusivos, la parbola, los procedimientos de elipsis ysobreentendidos) optan por un anlisis de las nuevas estructuras polticas sin subterfu-gios ni tapujos y cuando acuden a los smbolos o a la historia lo hacen slo como fr-

    mula esttica y no como mscara.En 1979, estrena Antonio Buero VallejoJueces en la noche, una pieza en la que

    introduce en una compleja estructura espacio-temporal, digna del gran maesto que es,el anlisis de unos comienzos polticos viciados por los males del rgimen politicorecin liquidado. Juan Luis Palacios es un individuo contaminado que bajo la mscaradel demcrata esconde la faz de quien fue durante la dictadura pero unosjueces, pro-cedentes del universo dramtico de sus sueos, le arrebatarn el falso rostro ante elpblico.

    Buero haba realizado a lo largo de su obra el juicio a la guerra, a las situaciones

    favorecidas por la posguerra, a la tortura, a la represin. Baste recordar las alusiones a

    83

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    10/18

    la situacin poltico-social contenidas enHistoria de una escalera; el origen de la tra-gedia que vive Pilar, en

    Hoy es fiesta; el elemento articulador de la trama de

    La doblehistoria del doctor Valmy; la explcita situacin de la que parte El tragaluz; los moti-vos de la ceguera de Julio (Llegada de los dioses); el resorte impulsor del problema deToms enLa Fundacin; o la situacin en que viven los artistas del pasado en sus dra-mas histricos (Las Meninas,El sueo de la razn,La detonacin).

    Ahora, cuando la mordaza ha sido retirada, sus obras apuntan directamente a lascuestiones de fondo, tocando las ms dolorosas heridas del cuerpo social. Lzaro(Lzaro en el laberinto) rememora un pasado cargado de brutalidads e injusticias ins-titucionalizadas; enMsica cercana, la corrupcin, permitida por el poder, toma cuer-po en los sucios negocios del protagonista. Las trampas del azarsupone la revisinpoltica de un presente democrtico que vena contaminado desde el pasado totalitarioque configura el marco histrico de donde arranca la fbula dramtica. La industria dearmamento que posea Armando ha pasado, encubierta como un laboratorio, a su hijoGabriel, el joven revolucionario de otro tiempo convertido en especulador. Buero hablaen esta obra de injusticia social, de atentados contra la naturaleza, de trfico de arma-mento, de explotacin.

    Esta toma de postura explcita por parte del escritor concede a su teatro, desdeJueces en la noche, la dimensin poltica evidente que, sutilmente velada, para escaparal veto de la censura, haba posedo siempre su obra anterior. Sin embargo, la poca

    actual impone otras censuras: la de una crtica periodstica malintencionada y miope,la de los empresarios privados y pblicos que olvidan al dramaturgo que ha marcadoesta segunda etapa del siglo e, incluso, la de un pblico que poco a poco y por diver-sas circunstancias huye de los problemas y de todo aquello que suponga el esfuerzo depensar13.

    En 1976, Ana Diosdado estrena ...Y de Cahemira chales, una parbola del fin dela dictadura; y en 1986 realiza el anlisis de los primeros aos de la democracia enCupl, una pieza injustamente mal valorada por la crtica de su estreno (Centeno 1996:156-157). Jos Luis Alonso de Santos muestra en Trampa para pjaros (1990) trgicos

    efectos del rgimen anterior en los individuos y Fermn Cabal, que haba afrontado eltema de la dictadura en T ests loco, Briones (1982), refleja los ltimos escndalosdel poder poltico en Castillos en el aire (estrenada en 1995), a la que el autor deno-mina Comedia Picaresca. Antonio Martnez Ballesteros muestra a los que tienen queSalir en la foto (estrenada en 1994) en un tono pardico y desenfadado, pero desde unaperspectiva grave haba realizado el anlisis de los residuos del otro tiempo en

    84

    Virtudes Serrano

    13 S han tenido repercusin popular obras como las de Antonio Gala que an en clave simblica abordan eltema poltico:Petra Regalada, sobre el relevo del poder en una Espaa sojuzgada; El cementerio de los pjaros,

    sobre la difcil libertad; oEl hotelito, sobre las autonomas.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    11/18

    Volvern banderas victoriosas (1990). Fernando Martn Iniesta siempre ha manifesta-do un profundo compromiso poltico y social, y durante la segunda etapa de su pro-duccin se ha ocupado insistentemente de los nocivos restos del rgimen periclitado yde los viciados esquemas en que se mueve la actual sociedad, as se advierte en suTriloga de los aos inciertos (1989). Eduardo Galn trata en clave de intriga una delas caras de la corrupcin poltica y social enAnnima sentencia (1992).

    En 1986, Ay, Carmela!, de Jos Sanchis Sinisterra, obtiene uno de los ms un-nimes xitos de pblico y crtica de los ltimos tiempos. Su autor vuelve todava alteatro poltico (Sanchis Sinisterra 1996: 5) enLos figurantes, que dedica Al pueblosandinista de Nicaragua (Sanchis Sinisterra 1993: 5); en el espritu de Telmo (Valeriay los pjaros); y, sobre todo, conEl cerco de Leningrado.

    De 1995 sonEn igualdad de condiciones, de Pilar Pombo yLos buenos princi-pios, de Carmen Resino, ambas inditas. La primera trata el tema de la intolerancia ide-olgica a partir de la peripecia que viven dos mujeres en el marco histrico de la gue-rra civil espaola, en la segunda, se somete a juicio en una cierta clave humorstica lacorrupcin poltica de nuestros das.

    Alfonso Sastre, el autor ms explcitamente poltico del teatro espaol contem-porneo, vuelve a la escritura dramtica en 1995, tras su abrupta despedida: Ah tequedas, teatro espaol, y que te zurzan! (Sastre 1990: 123; de Paco 1996: 282-283)conuna serie de obras, desde distintos puntos de vista, atpicas en su produccin (LLuvia

    de ngeles sobre Pars,Los dioses y los cuernos y Teora de las catstrofes14). La pri-mera de ellas es una comedia llena de humor e irona en la que el tema poltico se con-figura a travs de una trama donde se recoge la aventura de unos ngeles expulsadosdel cielo, a causa de su heterodoxia. Su ltimo trabajo de escritura dramtica lo cons-tituye una triloga policiaca, de la que ya est publicada la primera entrega (Han mata-do a Prokopius!). En todas estas piezas el tema poltico est presente aunque la exal-tacin por la defensa de unas ideas que en otro tiempo consider irrebatibles ha sidosustituda por una mayor distancia expresada en formas que lo llevan a enjuiciar desdeuna perspectiva irnica la realidad que contempla. Ignacio Amestoy es uno de los dra-

    maturgos surgidos en la democracia; su produccin, iniciada en 1979, con Maanaaqu, a la misma hora, aborda con frecuencia temas relacionados con la licitud de laviolencia generada por grupos extremistas. Su origen vasco lo lleva a analizar los pro-blemas de la violencia en Euskadi en Gernika, un grito 1937 yBetizu, (El toro rojo),ambas de 1996, aunque ya se haba ocupado de ello en su obra sobre el descubridorLope de AguirreDoa Elvira, imagnate Euskadi (1985)15; abord el tema de la repre-

    85

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

    14 Teora de las catstrofes trata del poder pero su origen (una propuesta de colaboracin con el grupo cata-ln La Fura dels Baus) y esttica la alejan de lo escrito por Sastre (Serrano 1996a).

    15 El tema del nacimiento, desarrollo y mtodos del terrorismo ha ocupado a otros autores, Jos SanchisSinisterra lo encierra, como Amestoy, en la dramatizacin del sanguinario Lope de Aguirre (Lope de Aguirre, trai-

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    12/18

    sin poltica enDurango, un sueo 1439 (1989) y dedic su obraPasionaria, no pasa-

    rn(1994) a la emblemtica figura de Dolores Ibrruri.Procedente de la llamada generacin realista, Jos Mara Rodrguez Mndez,

    siempre atento a lo que sucede en su entorno, analiza en ltima batalla en el Pardo(1991) a las dos Espaas de la guerra civil personalizadas en el General vencedor y elGeneral vencido, que ser quien finalmente sobreviva. Otros ttulos suyos que contie-nen el tema poltico son La sangre de toro (1980), El sueo de una noche espaola(1982), sobre el golpe de estado o La hermosa justicia (1986), sobre los secuestros.Jos Martn Recuerda aborda temas de ndole poltica en Carteles rotos (1983) y en elconjunto de piezas protagonizadas porLa Troski y Lauro Olmo, cuya obra surge pre-cisamente de sus preocupaciones poltico-sociales, hace el tema ms explcito enPabloIglesias (1986). Entre los autores que comienzan su actividad creativa avanzada ladcada de los ochenta es preciso mencionar en este apartado dos obras de Antoniolamo, en las que el tema poltico abarca proporciones internacionales, dada la ndolede sus asuntos y personajes de las piezas.Los borrachos (1993) sita al espectador antelos descubridores de la bomba atmica que celebran su triunfo el da de la destruccinde Hiroshima; Los enfermos (1995) analiza los males de nuestro mundo a partir de ladramatizacin de tres episodios protagonizados por Hitler, Churchill y Stalin. El teatropoltico de lamo viene a enlazar, por la universalizacin de los temas con propuestasextranjeras de gran prestigio en la actualidad, como las del norteamericano Tony

    Kushner.

    La cara oculta de la sociedad

    Aquellos seres que en la sociedad del bienestar tienen difcil la subsistencia,inmersos en un mundo egosta y deshumanizado, constituyen la nueva tipologa en laque centran su atencin el teatro espaol y el extranjero del ltimo decenio. Si en otrosmomentos (aos cincuenta-sesenta) fueron obreros, proletarios y el conjunto de la clasebaja trabajadora quienes ofrecan la imagen de la vctima social, y en los aos ochen-

    ta los individuos de la calle, los perdedores sin relieve quienes configuraban ese pro-totipo; en la actualidad, tal categora la han adquirido parados, africanos, sudamerica-nos; seres indigentes que cercan el ncleo social acomodado de las ciudades.

    Jernimo Lpez Mozo ha ofrecido en los ltimos aos el testimonio de estas exis-tencias en dos magnficas piezas: Elodes (1992) yAhln (1996). El personaje prota-gonista da nombre a la primera; en ella, el lector (incomprensiblemente no ha sido

    86

    Virtudes Serrano

    dor-1996-) y su desmesurada revolucin; Lourdes Ortiz exterioriza en el monlogo de su Yudita (1991) el pro-fundo conflicto de quien se ve impelida a ejercer la violencia; Fernando Martn Iniesta se ocupa de su origen y cre-cimiento a travs de una trasposicin histrica en El secuestro de la esperanza (1997)

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    13/18

    estrenada) asiste a travs de sus veintiocho escenas al proceso de envilecimiento y ani-quilacin de su personaje, individuo extrado de las filas de la marginalidad por suautor; ese tercer mundo que crece en las entraas del primero (Sanchis Sinisterra1996:17316). EnAhln, Larbi, el joven africano, inmigrante ilegal que protagoniza lasacciones, guarda estrecha relacin con Elodes, el vagabundo espaol de la anterior.Ambos siguen un trayecto que los lleva irremisiblemente a los profundos abismos dela corrupcin, hacia los que van siendo empujados por sus semejantes. En las dos obrasse abre una intranquilizadora reflexin sobre el mundo de hoy.

    El tema de la extranjera y el calvario que ha de recorrer el extranjero pobre en loque l crea la tierra prometida est tratado en nuestros das por distintos autores. Enla dcada de los noventa consigue su mayor xito Ignacio del Moral conLa mirada delhombre oscuro (1992). Un veterano como Fernando Martn Iniesta se hace eco de estaconflictiva situacin social enLa falsa muerte de Jaro el negro (1997); Encarna de lasHeras publica en 1994 La orilla rica; y en 1995 aparece Sudaca, de Miguel Murillo.Con muy diversas estticas, estos textos y muchos otros poseen en comn la figura deun personaje central que tras haber recorrido un duro camino en pos de una vida msdigna y libre, sufre la frustracin de chocar con un entorno hostil que lo conduce a lapeor de las existencias, cuando no a la muerte17.

    Otra parcela de la indigencia corresponde al entorno chabolstico del subproleta-riado que, desde principios de siglo ha dado en constituir el cinturn de pobreza de las

    grandes ciudades a donde acudan los campesinos atrados, como ahora los inmigran-tes, por una falsa idea de las posibilidades de la gran ciudad. Estos ambientes han sidomuchas veces reflejados por nuestra mejor narrativa. De este submundo procedanLosquinquis de Madriz (1982), de Jos Mara Rodrguez Mndez, y sus seres tuvierondigna presencia en los escenarios espaoles de 1985 con el estreno de La taberna fan-tstica de Alfonso Sastre. Ambas, aunque estrenadas y editadas en el marco temporalque nos ocupa, proceden de finales de los sesenta; no ocurre as con otra de las piezasde Rodrguez Mndez,La marca de fuego, dursimo drama donde el dramaturgo ha tra-zado, a partir de la ancdota particular de unos seres envilecidos hasta extremos impen-

    sables por las drogas y la manipulacin del ms fuerte, una segunda lnea de alcance

    87

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

    16 As caracteriza el dramaturgo a un grupo de indias pertenecientes al campamento arrasado por los espao-les durante la campaa americana en la que se produjo el rescate de lvar Nez, en su obraNaufragios de lvarNez o la herida del otro. A lo largo de toda la trama de esta pieza, Sanchis conjuga la revisin de los hechos dela conquista con la referencia al tema de la otredad, generador de actitudes marginadoras y xenfobas. Las indiasde esta pieza, como todos los elementos del drama, comparten tiempo y espacio pasados, presentes y futuros paramostrar la imperecedera imagen de la vctima de los privilegiados. De esta forma, el teatro de tema histrico de losltimos aos se une a la temtica de esas otras historias del presente.

    17 De 1969 era Un solo de saxofn, de Carlos Muiz, en la que tambin se trata de intolerancia y abuso depoder en la persona de un hombre de raza negra, pero a diferencia de las actuales propuestas dramatrgicas, la de

    Muiz est localizada en el racismo norteamericano, no en la actualidad espaola.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    14/18

    colectivo en la que implica en las atrocidades individualmente cometidas a una socie-dad y un sistema poltico corruptos que permiten los abusos.

    An surge otra terrible novedad en las pginas de los libros o salta a la escena; setrata se la presencia en las calles de los jvenes violentos, de comportamientos ultra-derechistas, los cabezas rapadas que siembran el terror con sus agresiones. De ellosse ha ocupado la ltima dramaturgia espaola. Paloma Pedrero escribe, en 1995,Cachorros de negro mirar, donde presenta, en la intimidad de una tarde sin alicientesa dos de estos jvenes y analiza el proceso de reconocimiento que lleva a cabo el msjoven (Cachorro) al darse cuenta de la barbarie injustificada y enfermiza que gua lasacciones de quien hasta ese momento fue su lder.

    Lista negra, de Yolanda Palln, estrenada en la primavera de 1997, es un testimo-nio escalofriante de esta parcela de la actual sociedad. Toca el mismo tema desde otraperspectiva; la joven autora enfrenta al pblico con las escenas ms duras de violenciaen la calle protagonizadas por estos individuos, pero tambin con la ceguera del entor-no que los rodea, con la indefensin de las vctimas y con la utilizacin que el poderhace de los violentos. sta y otras muchas obras de los dramaturgos actuales dejan ver,a partir de sus miradas crticas y responsables, el lado oscuro de nuestro mundo.

    El teatro, tema y problema

    Jernimo Lpez Mozo (1997: 30), en su calidad de Secretario General de laAsociacin de Autores de Teatro, pona de manifiesto, con total razn, al analizar elcontenido de la orden ministerial (BOE, 7 de mayo de 1997) por la que se regulabanayudas a la actividad teatral y circense, que esas ayudas especiales no tendran queser necesarias, que el teatro, como imagen que es de la sociedad, tendra que ser reque-rido por esta de tal forma que la criba se realizase desde el pblico hacia la escena, eli-minada ya la tan difundida especie de que en Espaa no hay autores.

    La marginalidad padecida por los dramaturgos, frente a los cultivadores de otrosgneros se puede advertir slo con acercarse a los suplementos culturales de los dia-

    rios de mayor tirada, donde gozan de espacio fijo narrativa, poesa, ensayo y son fre-cuentes los comentarios sobre libros de memorias o guiones de cine pero en contadasocasiones se resea la literatura dramtica. Jams se dejara pasar de largo en dichassecciones la aparici de una nueva novela o la edicin de un poemario cuando los tex-tos teatrales son sepultados en el silencio de la no presencia.

    Tal situacin de apartamiento y el consiguiente desprecio de sus autores ha gene-rado en los ltimos tiempos el tema del teatro y su situacin, tratado, bien con el signotemporal del aqu y ahora, bien reflexionando sobre l desde otras pocas. As, la vozde los dramaturgos se levanta en sus textos para hablar de lo que otros callan y mostrar

    de esa forma la injusta situacin de inferioridad en la que viven ellos y sus obras.

    88

    Virtudes Serrano

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    15/18

    Desean alertar sobre la injusticia que supone hablar del teatro como lo hiciera de sus

    representantesel indigno personaje de

    La Saturnade Domingo Miras, Pedro

    Quintanar, al avistar la carreta de los cmicos:

    A la corte va tambin esa canalla. [...] Hablo de todos los de su oficio. Gente deshonesta ymaliciosa, haragana y embustera, amontonada en caminos y posadas, y sin ms ley que suspsimas costumbres. Rufianes los unos, putas las otras, y todos igualmente desvergonzadosy bellacos, por no decir herejes. [...] Mala peste para ellos! Gustar del teatro y gustar delpecado todo es uno. Slo por eso, ya habra para limpiar a Espaa de toda esta caterva decmicos, y recitantes, mandando a galeras los que no fuesen quemados18.

    En 1980 Sanchis Sinisterra recrea enaque, o de piojos y actores a los persona-jes (Ros y Solano) deEl viaje entretenido, de Agustn de Rojas, que hablan del teatro

    menor de los siglos ureos; sin embargo, la revisin del pasado no es el nico objetivode la pieza. Al cuestionarse desde la escena la condicin y vida desastrada de talesactores y de tal teatro, se est colocando ante el pblico un espejo que refleja la reali-dad presente, y no slo de los actores sino la del autor, la del conjunto de todo el hechoteatral en una sociedad que lo margina y lo olvida. Como una reflexin sobre el teatropuede leerse, en una primera instancia,Los figurantes, de Sanchis Sinisterra, dimen-sin que tambin posea Ay, Carmela! y todas las piececitas que componenPervertimento.

    La polmica sobre la funcin del autor teatral en una sociedad que le niega la

    existencia se hace ms amarga al avanzar el tiempo y al irse cubriendo los plazos de laespera. Las revistas especializadas en temas teatrales convocan a las autoras y a losautores a mesas redondas y debates sobre el lugar y la funcin que ocupan en estasociedad. Carmen Resino recibe, en 1994, el Premio Ciudad de Alcorcn porLa recep-cin, una obra que habla precisamente sobre el presente y el futuro de los autores deteatro. La autora realiza una profunda reflexin sobre los problemas que en la actuali-dad amenazan al gnero y a sus creadores. La pieza est construda a caballo entre larealidad del teatro y el simbolismo que emana del marco espacio-temporal y los obje-tos y elementos que juegan un papel en la historia y la escena. El ambiente es kafkia-

    no y los personajes, seis autores de teatro, se ven inmersos en una situacin y un espa-cio absurdos de los que nicamente se salvarn si se atreven a seguir adelante. CarmenResino, que ya se haba ocupado de seres teatrales en otras obras (La bella Margarita,Auditorio), dramatiza ahora lo que en la realidad ella misma est viviendo y da formaliteraria a los materiales extrados de sus vivencias como dramaturga.

    Tras este panorama, podemos afirmar con Jos Mara Rodrguez Mndez:

    89

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

    18 El texto pertenece al Cuadro IV de la obra; en el VII, unos guardias conducen enjaulado para ajusticiarlo aun Preso, llamado don Juan, natural de Sevilla cuyo delito es el haber robado a una monja. El simbolismo es fcilde establecer entre este preso (cuyo parentesco con el don Juan es tan evidente) y la situacin del teatro (Serrano1997). De esta obra he preparado una edicin actualmente en prensa en la editorial aque de Ciudad Real.

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    16/18

    A pesar de los que niegan que existe una dramaturgia [...] que exprese los problemas denuestro tiempo, ni que tenga un valor fundamental, el hecho es que s existe. [...] Estos pro-

    ductos nacidos en la libertad y la soledad, aunque se dirijan a la muchedumbre del pblico yno llegen a l, por imperativo del poder, lo cierto es que alcanzarn algn da la madurez yconstituirn ejemplos claros de honestidad y de libertad (1988: 122-123).

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

    Amors, Andrs (1987), El teatro, en Letras Espaolas 1976-1986, Madrid,Castalia-Ministerio de Cultura, pp. 147-167.

    Aznar Soler, Manuel (1996), Teatro espaol y sociedad democrtica (1975-1995), enVeinte aos de teatro y democracia en Espaa (1975-1995) Sam Cugat del Valls,Cop dIdees-CITEC, pp. 9-16.

    Cabal, Fermn (1994), La situacin del teatro en Espaa, Madrid, Asociacin deAutores de Teatro.

    Centeno, Enrique (1996), La escena espaola actual (Crnica de una dcada: 1984-

    1994), Madrid, SGAE.Gabriele, John P.-Leonard, Candyce (1996), Panormica del teatro espaol actual,

    Madrid, Fundamentos.

    Gabriele, John P.-Leonard, Candyce (1996a), Teatro de la Espaa demcrata: Losnoventa, Madrid, Fundamentos, 1996.

    Hormign, Juan Antonio, dir. (1996 y 1997),Autoras en la Historia del Teatro Espaol(1500-1994) I y II, Madrid, Asociacin de Directores de Escena

    Luna, A. J. (1997), Cabezas huecas, cristales rotos,ABC del Ocio, 22 de mayo, p. 23.

    Miralles, Alberto (1979), Es la guerra, ms madera!,Pipirijaina 10, pp. 12-24.Miralles, Alberto (1980), La peripecia del desencanto en el teatro espaol: la culpa es

    de todos y de ninguno,Estreno VI, 2, pp. 7-10.

    Miralles, Alberto (1986), El nuevo teatro espaol ha muerto mueran sus asesinos!,Estreno XII, 2, pp. 21-24.

    Miras, Domingo (1983), Sobre Riaza y la sustitucin, prlogo a Luis Riaza,Antgona...cerda! Mazurca. Eplogo, Madrid, La Avispa, pp. 5-17.

    Miras, Domingo (1993), Entrevista de Virtudes Serrano,Primer Acto 247, enero-febre-

    ro, pp. 13-22.

    90

    Virtudes Serrano

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    17/18

    Nieva de la Paz, Pilar (1993),Autoras Dramticas Espaolas entre 1918 y 1936 (Texto

    y Representacin),Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas.

    Oliva, Csar (1989),El teatro desde 1936, Madrid, Alhambra.

    OConnor, Patricia W. (1994), Mujeres de aqu y de all en John P. Gabriele, ed., Delo particular a lo universal. El teatro espaol del siglo XX y su contexto,Frankfurt am Main, Vervuert-Madrid, Iberoamericana, pp. 158-169.

    Paco, Mariano de (1995) El teatro histrico de Carmen Resino, Anales de laLiteratura Espaola Contempornea, 20, 3, pp. 303-314.

    Paco, Mariano de (1996), El teatro de Alfonso Sastre en la sociedad espaola, en M

    Francisca Vilches de Frutos-Dru Dougherty, eds. (1996), Teatro, Sociedad yPoltica en la Espaa del Siglo XX, Boletn de la Fundacin Federico GarcaLorca, pp. 271-283.

    Paco, Mariano de (1997), La huella de Buero Vallejo en el teatro espaol contempo-rneo, en prensa en las Actas del Simposio Entre Actos: Dilogo sobre el tea-tro espaol entre siglos, celebrado en la Universidad del Estado de Pennsylvaniaen septiembre de 1997.

    Palln, Yolanda (1997), Tiempo para la complicidad con Yolanda Palln, entrevista deMargarita Reiz,Primer Acto 267, pp. 52-54.

    Pedrero, Paloma (1986), Nuevos autores espaoles, debate recogido por J. P.Herriz,Primer Acto 212, pp. 60-72.

    Pedrero, Paloma (1996), Pienso en Buero, Montearab 23 (Homenaje a AntonioBuero Vallejo), pp. 81-86.

    Prlt, Klaus, ed. (1986), Reflexiones sobre el Nuevo Teatro Espaol, Tbingen,Niemeyer.

    Ragu-Arias, Mara-Jos (1996),El teatro de fin de milenio en Espaa (De 1975 hastahoy) Barcelona, Ariel.

    Rodrguez Mndez, Jos Mara (1988), El teatro espaol en los aos ochenta: unadcada conflictiva, en Samuel Amell y Salvador Garca Castaeda, eds.,La cul-tura espaola en el posfranquismo, Madrid, Playor, pp. 115-123.

    Rodrguez Mndez, Jos Mara (1993),Los despojos del teatro, Madrid, La Avispa.

    Romero, Concha (1985), Coloquio de la sesin quinta, en AA.VV.,Nuevas tenden-cias escnicas. La escritura teatral a debate, Madrid, Centro Nacional de NuevasTendencias Escnicas.

    Ruiz Ramn, Francisco (1974) Prolegmenos a un estudio del nuevo t[eatro] espa-

    ol,Primer Acto 173, pp. 4-9.

    91

    Poltica, teatro y sociedad: temas de la ltima dramaturgia espaola

  • 8/12/2019 Dialnet-PoliticaTeatroYSociedad-144230

    18/18

    Ruiz Ramn, Francisco (1988), Del teatro espaol de la transicin a la transicin delteatro (1975-1985) en Samuel Amell-Salvador Garca Castaeda, eds.,

    La cultu-ra espaola en el posfranquismo, Madrid, Playor, pp. 103-113.

    Sanchis Sinisterra, Jos (1993),Los figurantes, Madrid, SGAE.

    Sanchis Sinisterra, Jos (1996), Todava teatro poltico?, introduccin aEl cerco deLeningrado. Marsal Marsal, Madrid, Fundamentos, pp. 5-6.

    Sastre, Alfonso (1990), Dnde ests, Ulalume, dnde ests?, Bilbao, Hiru.

    Serrano, Virtudes (1991),El teatro de Domingo Miras, Murcia, Universidad.

    Serrano, Virtudes (1994), Las otras voces del teatro espaol: Carmen Resino,

    Espaa Contempornea VII, 2, pp. 27-48.Serrano, Virtudes (1994a), Hacia una dramaturgia femenina,Anales de la Literatura

    Espaola Contempornea 19, 3, pp. 343-364.

    Serrano, Virtudes (1995), Poder frente a libertad. El teatro de Domingo Miras, enAlfonso de Toro y Wilfried Floeck, eds., Teatro Espaol Contemporneo. Autoresy tendencias, Kassel, Reichenberger, pp. 293-316.

    Serrano, Virtudes (1996), Las nuevas mujeres del teatro de Antonio Buero Vallejo,Montearab23 (Homenaje a Antonio Buero Vallejo), pp. 95-104.

    Serrano, Virtudes (1996a), Alfonso Sastre, una nueva etapa, Cuadernos deDramaturgia Contempornea 1, pp. 63-68.

    Serrano, Virtudes (1997), El teatro como tema y estructura en la obra de DomingoMiras,Montearab24-25, pp. 181-195.

    Toro, Alfonso de-Floeck, Wilfried, eds. (1995), Teatro Espaol Contemporneo.Autores y Tendencias, Kassel, Reichenberger.

    Vilches de Frutos, M Francisca-Dougherty, Dru, eds. (1996), Teatro, Sociedad yPoltica en la Espaa del Siglo XX, Boletn de la Fundacin Federico Garca

    Lorca 19-20.Wellwarth, George E. (1978), Spanish Underground Drama. Teatro Espaol

    Underground, Madrid, Villalar.

    Zatlin, Phyllis (1988), El (meta)teatralismo de los nuevos realistas en Samuel Amell-Salvador Garca Castaeda, eds., La cultura espaola en el posfranquismo,Madrid, Playor, pp. 125-131.

    92

    Virtudes Serrano