Diario de Un Secreto (1)

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DIARIO DE UN SECRETO

BERENICE MORENO

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ARGUMENTO

Sophie es una chica de 17 años que por estar en el momento equivocado, la noche equivocada, es secuestrada para ser usada en un tráfico de personas. Mantiene con ella un diario donde relata fragmentos de lo que vivía bajo aquel techo.

Conoce a Sebástian el joven que la secuestró. Cada noche la observaba detenidamente y el sentimiento de culpa lo invade al ver que comienza a enamorarse de ella. Desea ayudarla a escapar de aquel lugar pero no todo sera tan fácil para ellos.

¿Podrías acaso, enamorarte del mismo hombre que te secuestró?

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4DIARIO DE UN SECRETO

ÍNDICE

Capítulo 1..............................................................................… 7

Capítulo 2...................................................................….....…. 9

Capítulo 3………...................................................................... 12

Capítulo 4….....................................................................……. 15

Capítulo 5….....................................................................……. 17

Capítulo 6…....................................................................……. 19

Capítulo 7……...................................................................…. 21

Capítulo 8…...................................................................……. 23

Capítulo 9…...................................................................……. 25

Capítulo 10…….................................................................…. 27

Capítulo 11…….................................................................….. 30

Capítulo 12……........................................................….......... 32

Capítulo 13….................................................................……. 34

Capítulo 14…….................................................................…. 37

Capítulo 15…….................................................................…. 40

Capítulo 16…….................................................................…. 43

Capítulo 17…….................................................................…. 46

Capítulo 18…….................................................................…. 49

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5DIARIO DE UN SECRETO

Capítulo 19…….................................................................…. 51

Capítulo 20…….................................................................…. 54

Capítulo 21…….................................................................…. 56

Capítulo 22…….................................................................…. 59

Capítulo 23…….................................................................…. 62

Capítulo 24…….................................................................…. 64

Capítulo 25…….................................................................…. 67

Capítulo 26…….................................................................…. 70

Capítulo 27…….................................................................…. 73

Capítulo 28…….................................................................…. 76

Capítulo 29…….................................................................…. 79

Capítulo 30…….................................................................…. 82

Capítulo 31…….................................................................…. 85

Capítulo 32…….................................................................…. 88

Capítulo 33…….................................................................…. 91

Capítulo 34…….................................................................…. 94

Capítulo 35…….................................................................…. 97

Capítulo 36…….................................................................…. 100

Capítulo 37…….................................................................…. 103

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6DIARIO DE UN SECRETO

Capítulo 38…….................................................................…. 106

Narra Sebástian................................................................…. 107

Capítulo 39…….................................................................…. 110

Capítulo 40…….................................................................…. 112

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7DIARIO DE UN SECRETO

Jueves 6:45pm.

Era una tarde nublada, lluviosa como lo habían sido las últimas tres semanas. Ahí estaba yo, sentada en el borde de la ventana, viendo a las personas pasar corriendo para intentar llegar más pronto a sus casas. Comenzaba a oscurecer cada minuto más.

Sophie Fields era una chica de un cabello ondulado y rubio. Tenía apenas 17 años y sus ojos celestes, estaban posados en el césped mojado del patio; parecía estar quedándose dormida con la melodía que producía la lluvia al caer y el viento soplando los árboles.

Se incorporó de un salto al escuchar un gran estruendo al final de la calle. Asomó la cabeza, mojándose la melena rubia y ondulada. La lluvia comenzaba a aumentar cada vez más, haciendo que la visibilidad se volviera nula. Sin pensarlo, salió al pequeño balconcillo de su habitación, aproximándose con cuidado de no resbalarse al barandal húmedo y frío; pasó una de sus piernas por encima, quedando parada por fuera del balcón. Asomó un poco la cabeza, intentando calcular la altura y dio un pequeño salto, cayendo en cuclillas sobre el pasto resbaloso. Se asomó por la ventanilla que daba en dirección a la sala de su casa y vio la pequeña lámpara encendida y en el sillón de al lado, a su abuela dormir profundamente. Sophie sonrió feliz por haber conseguido salir de la casa sin causar ruido, y bajó los escalones del pórtico y comenzó a caminar por la calle solitaria.

No podía ver más la lluvia, no le permitía ver más allá de la lámpara que había en la calle. Se paró junto a la lámpara encogiéndose de hombros por el frío, cuando de pronto, un grito gutural se escuchó delante de ella. Sophie abrió los ojos celestes grandes como platos y su respiración comenzó a acelerarse; aquel ruido no podía significarse nada bueno. Miraba asustada a su alrededor, intentando distinguir a dónde debía correr. La lluvia comenzó a aumentar cada vez más y más. La lámpara comenzaba a prenderse y apagarse hasta que se apagó, dejando a Sophie en la oscuridad absoluta. Quería correr y gritar pidiendo ayuda, pero algo en su interior sabía que eso sería peor.

Varios pasos se escuchaban acercándose a ella cuando Sophie no lo pensó más y corrió acelerada. Dos luces la iluminaron. Había corrido en dirección a la calle y un automóvil sonó la bocina, haciendo que Sophie volviera a correr desorientada por la oscuridad. Un gruñido se volvió a escuchar esta vez más cerca de ella, una mano bastante fuerte tiró de su brazo. Sophie intentó gritar, pero inmediatamente una mano le cubrió la boca. La chica comenzó a removerse entre los brazos de aquel sujeto que la sujetaba con fuerza y lo pateó en la pierna con todas sus fuerzas. El sujeto gruñó y mientras, intentó llevarse la mano para calmar el dolor. Sophie se jaloneó y salió corriendo.

El pasto estaba húmedo y realmente resbaloso; no pudo correr demasiado ya que cayó de espaldas. Aquel sujeto se acercó a ella. Era un joven con una capucha y lo único que Sophie lograba distinguir en aquella oscuridad, fueron ese par de ojos rojos como los de un animal, que la observaban como una simple presa.

Levantó a Sophie haciéndola chillar del dolor que sentía en el brazo. La joven respiraba agitada;

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estaba asustada y la lluvia solo empeoraba más aquel encuentro.

Varios pensamientos se escurrieron por su mente; deseaba no haber salido de su habitación esa noche.

Sophie comenzaba a ver su vida pasar frente a ella, cuando el joven abrió la boca, mostrando los dientes iguales a los de un animal.

—No —chilló la joven asustada.

El joven metió la mano en uno de sus bolsillos, sacando un pequeño líquido en un frasco trasparente. Lo abrió y lo vació en la cara húmeda de Sophie. La joven dejó de respirar y quedó tumbada en el suelo.

Al despertar todo estaba oscuro. Los ojos celestes de la muchacha se acostumbraron a la oscuridad de aquel sótano, pero seguía sin poder observar nada. Enfrente de ella había una escalera con una puertecilla que dejaba filtrar un poco de luz por la parte de abajo; lo único que Sophie pudo distinguir entre aquel horrible mareo que llegaba a su estómago casi inmediato al despertar, fueron las voces de varios hombres.

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Capítulo 2

Todo estaba borroso y Sophie no lograba entender lo que aquellas voces decían. Parecían estar en medio de una discusión. Sentía la cabeza darle vueltas, estaba sumamente mareada y sentía como si la cabeza le estuviera a punto de explotar; intentó calmar un poco su respiración. Cuando pudo tranquilizar sus sentidos, intentó observar a su alrededor, pero no veía nada hasta que volteó hacia su izquierda y, sus ojos celestes se cruzaron con aquel par de ojos rojos brillando en la oscuridad. Sintió cómo el escalofrió le recorría toda la espalda. Aquella mirada penetrante le causaba miedo; sus manos comenzaron a temblar e inmediatamente apartó la mirada, clavándola directo en la puerta de madera.

Se abrió lentamente y después se detuvo.

—No te muevas —susurró aquel sujeto que la observaba.

Sophie intentó gritar, pero fue inútil, un nudo inmenso en la garganta se lo impedía. Mayor fue su temblor cuando aquel sujeto de ojos rojos le cubría la boca con la mano. Su piel era fría como un hielo, a pesar de que en aquel sótano se sentía calor. Su respiración comenzaba a acelerarse al observar el rostro pálido de aquel joven. Sophie tenía miedo, no exactamente del muchacho, pero aquellos ojos no podían tranquilizarla en lo más mínimo, jamás en toda su vida había observado ojos así.

La puerta se abrió bruscamente y el muchacho se paró y avanzó hacia las escaleras en una velocidad sobrehumana. Un señor bastante robusto y grande bajaba las viejas escaleras de madera, que rechinaban con cada pisada de aquel hombre. Paseaba su mirada por aquel sótano y encendió una pequeña luz. Al terminar de bajar aquella escalera sus ojos se quedaron fijos en la muchacha que estaba pegada a la pared y que, claramente, se mantenía muy despierta. El hombre soltó una sonrisa de oreja a oreja al ver a la delicada y asustada rubia.

—Súbela a la habitación principal —murmuró al joven.

Aquel hombre sonreía de forma escalofriante y se dio la vuelta para subir con cuidado aquellas escaleras, el muchacho se acercó con delicadeza hacia Sophie, levantándola del brazo y la desencadenó de aquella pared. Para evitar que ella quisiera escapar, colocó grilletes en sus muñecas y pies.

Entraron a la habitación principal que estaba muy bien iluminada. Había varios hombres de aspecto grotesco y sucio. En la habitación había alrededor de cinco jóvenes, mas todas parecían tener alrededor de los diecisiete y dieciocho años.

Estaban paradas en casi el centro de la habitación, todas ellas tenían un aspecto algo sucio y descuidado. Los ojos de los hombres se posaron en Sophie, quien no comprendía lo que pasaba con exactitud.

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—Quisiera a esta jovencita —señaló un hombre a Sophie, como si la muchacha fuera un objeto en venta.

—Sebástian, sube a la joven al cuarto —le ordenó aquel señor robusto.

Tomó a Sophie de nuevo y la ayudó a subir los escalones. Se detuvieron frente a la habitación y Sebástian sacó de su bolsillo un montón de llaves y colocó una diminuta —y por su apariencia muy vieja— llave y abrió el candado de la habitación.

Empujó a Sophie dentro de la habitación, cerrándola con sumo cuidado de que nadie allá abajo escuchara.

—¿Qué es esto? —dijo la joven, mientras sus ojos asustados se paseaban por la habitación.

—Esto es un tráfico de personas —susurró Sebástian.

Los ojos de Sophie se abrieron grandes como platos y, antes de que pudiera decir algo, Sebástian se acercó a ella, entregándole un par de pequeñas pastillas blancas.

—¿Qué es est…?

—Te ayudara, créeme —le interrumpió.

—No creo que sea algo que quisieras recordar —sus ojos rojos se mostraron por primera vez cálidos. Su mirada no era como la de un animal, esta vez se mostraba afligido por lo que sucedería con la muchacha.

Salió del cuarto sin hacer el menor ruido y cerró la pequeña puerta. Sophie se quedó paralizada por varios minutos, hasta que sus ojos comenzaron a derramar enormes lágrimas. No podía creerlo; negaba con la cabeza intentando que aquello no fuese cierto y, el deseo de nunca haber salido de su casa fue aún mayor. Sabía claramente de qué trataba aquello. Sería prostituida. Intentó calmarse un poco, pero simplemente no podía.

Sus ojos se abrieron grandes como platos al escuchar la voz de aquel hombre por el pasillo e inmediatamente giró, intentando buscar alguna ventana para salir de ahí, pero le fue imposible moverse con aquellos pesados grilletes en sus tobillos y muñecas.

La ventana estaba a solo un metro de ella y, en aquel momento, no le importaba tener que saltar de lo alto que fuera; aún si muriera, eso sería mejor de lo que estaba a punto de pasarle. Intentó acercarse con todas sus fuerzas, pero era demasiado tarde. La puerta se abrió, dejando ver a aquel hombre repulsivo y con una sonrisa pervertida viéndola.

—No intentabas escapar ¿o sí? —dijo, soltando una pequeña risa burlona.

Sophie tomó entre sus manos aquellas pastillas que le había entregado Sebástian. ¿Por qué él se mostraba gentil después de haberla secuestrado? Observó por largos segundos las pastillas, cuestionándose si tomárselas o no, pero aquello no tenía mucho interés.

Sintió las náuseas en el estómago cuando aquel hombre le puso una mano en el hombro. Sin pensarlo aún más Sophie tragó las pastillas. Aquel hombre le quitó los grilletes y en cuanto

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estuvo libre, Sophie corrió directamente a la ventana que estaba un poco abierta.

—¡Maldita! —gruñó el hombre.

Y antes de que Sophie pudiese saltar, la tomó, tirándola hacia atrás, arrojándola contra un pequeño librero lleno de tierra. Sophie soltó un pequeño grito ahogado; aquellas drogas parecieron comenzar a surtir efecto, pues Sophie comenzó a sentirse extremadamente mareada y somnolienta. El hombre la levantó, arrojándola sobre la cama y Sophie se limitó a llorar desconsoladamente. Su cuerpo no le reaccionaba, no podía moverse, parecía haberse quedado sin energía.

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Capítulo 3

Sentía un dolor en el pecho, su corazón estaba estremecido y, lo único que podía desear en esos momentos, es que aquello no estuviera pasándole.

Sábado 7:23pm

Llegué al punto de no reconocer cuándo era de día o cuándo anochecía. En aquél oscuro sótano, había varias jóvenes, todas estábamos encadenadas.

Han pasado aproximadamente dos días desde el secuestro. Los días son largos; aquella puerta que me privaba de mi libertad, solo se abría una vez al día, para darnos un pequeño plato de plástico con algo que parecía ser comida. Las cadenas alrededor de mi cuello son extremadamente pesadas y frías. No hay momento en el que desee no haber salido de mi casa. Cada noche es lo mismo: suben a siete de nosotras.

Yo no he salido de este sótano en días.

Sophie no había visto la luz ya en varios días. Tampoco había visto de nuevo a Sebastián; en realidad, no veía nada más que aquella vieja puerta de madera abrirse y cerrarse casi de inmediato, no sabía con quiénes o con cuántas personas estaba. Se encargaba de pasar los días pegada a la pared de piedra, que por las noches se enfriaba terriblemente, a pesar de estar junto al calentador del sótano. La suerte de Sophie cotizaba en billetes de otro país. Pasaba los días intentando recordar con todas sus fuerzas aquella noche, pero no podía, se estremecía ante el hecho de haber sido violada.

Aquello ya estaba lejos de ser un mal sueño, cada día despertaba y, su decepción no podía ser más grande al ver que se encontraba en aquel sótano.

Una noche, Sebástian bajó y miró con nostalgia a la rubia chica en el suelo. Se acercó y sus pisadas eran totalmente silenciosas en aquel piso de cemento, se inclinó con delicadeza al oído de Sophie.

—Lo siento —susurró.

Sophie se incorporó de un salto, haciendo sonar las cadenas de los grilletes que le sujetaban los tobillos.

—No hagas ruido —la regañó Sebástian.

—¿Quién eres? —chilló Sophie.

Sebástian le regaló una pequeña sonrisa y Sophie bajo la cabeza.

—Ya entiendo —dijo muy seria.

—No es lo que piensas —la interrumpió.

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Pasó la mirada por los grilletes que aprisionaban a Sophie. Sus muñecas estaban rojas y ensangrentadas. Sebástian sacó de su bolsillo un montón de llaves hasta que encontró una llave diminuta.

Los ojos celestes de Sophie se iluminaron al ver cómo se liberaba de aquellos grilletes. En cuánto los dejó caer, pudo saborear un sentimiento algo cercano a la libertad.

—No voy a dejarte ir —decía mientras observaba la cara entusiasmada de Sophie.

La expresión de su cara se borró de inmediato.

—No esta noche —continuó diciendo Sebástian.

—¿Por qué me dejarías escapar?

Sophie se mostraba con un carácter duro. ¿Por qué se disculpaba por haberla secuestrado? Podía ser una trampa; ella estaba atrapada en aquel sótano desde hace días y, la posibilidad de que a él le diera un remordimiento de conciencia realmente no existía para Sophie.

Sebástian suspiró, alejándose un poco de ella. Él comprendía que la joven estuviera molesta, cualquier persona se mostraría a la defensiva en una situación así.

Pasaron varios minutos en absoluto silencio.

—¿Cómo te llamas? —preguntó tranquilo, y buscando iniciar de nuevo tema de conversación.

Sophie se giró a verlo y observó durante varios segundos sus ojos rojos. Parecían los de un animal, pero sin embargo no sentía miedo de aquella mirada.

—Sophie —dijo después de una larga pausa.

Sebástian sonrió. Pensaba que no iba a poder tener respuesta de ella y al escuchar su voz suave, sintió alegría de que ella le dirigiera la palabra.

—La verdad es que lo siento. Una chica como tú no debió pasar por esto. Perdóname Sophie.

La voz del muchacho se mostraba con sinceridad; él realmente lamentaba haber metido a Sophie en algo tan repugnante como lo era aquello.

—¿Debo creer que tuviste un remordimiento de conciencia? —dijo, un poco burlona.

—Lo lamento de verdad, Sophie —decía mientras sus ojos llenos de tristeza se clavaban en el rostro de Sophie.

La actitud burlona desapareció del su rostro. Al ver los ojos de Sebástian comprendió entonces que lo que decía era cierto. Ninguna persona sería tan buen actor como para fingir una mirada de ese tipo.

—Solo añoro mi libertad —dijo Sophie con la voz ahogada.

—Yo te la daré en el momento oportuno —sonrió Sebástian.

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Se levantó, dejando a Sophie en aquel sótano frío. Faltaban aproximadamente dos horas para que amaneciera. Camino hacía las viejas escaleras de madera.

—No me has dicho tu nombre —susurró Sophie.

Sebástian se paró en la escalera y, con una sonrisa muy grande le contestó.

—Soy Sebástian.

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Capítulo 4

Subió las escaleras de madera sin borrar la sonrisa de su cara.

Los rayos de luz entraban por la pequeña ventana del sótano. Sophie se quitó el cabello de la cara y se quedó sentada, sonriendo por no tener los grilletes de sus muñecas.

Era extraño hablar con él. Me dio un sentimiento de seguridad. No puedo contener la felicidad de que exista la posibilidad de escapar de este lugar, pero, ¿realmente Sebástian es sincero con lo que dice?

Sophie se cuestionaba. No quería hacerse de una falsa ilusión; añoraba con toda su alma su libertad. Se mostraba contenta y a la vez desconfiada por aquella conversación con Sebástian.

—Sebástian —repetía su mente.

Aquel chico había transmitido calidez en el alma de Sophie. Algo en su interior la hacía sentir ahora segura, pero un pensamiento se escurrió por su mente al recordar aquellos ojos tan peculiares. Él la había secuestrado, pero ¿sería el mismo chico?

Sophie cerró sus ojos con fuerza, recordando aquella noche de penumbra. El semblante que había tenido Sebástian esa noche estaba lejos de parecer humano y ahora, se mostraba cálido y arrepentido con ella.

Pasaron varias horas y Sophie seguía absorta en sus pensamientos. Cuando amaneció por completo, aquella pequeña ventana del sótano dejaba entrar la suficiente luz como para poder observar a su alrededor.

—Qué extraño —susurró Sophie, mientras recorría con sus ojos celestes aquel sótano.

El sótano parecía estar casi vacío; era grande y húmedo, ya que no entraba mucha luz. Había solamente 7 chicas a su alrededor, todas estaban encadenadas.

Sophie soltó un pequeño grito en cuanto una de ellas se volteó agresivamente hacia ella.

—No escaparas —gruñó aquella castaña que la observaba con furia.

—¿Qué dices…? —murmuró Sophie, abriendo los ojos como platos.

Su corazón se empezaba a acelerar bruscamente contra su pecho y sus manos comenzaron a temblar. Era obvio que aquella castaña había escuchado la conversación que Sophie había tenido con Sebástian.

—¿Qué te hace pensar que tu propio secuestrador te dejaría en libertad? —dijo burlona.

Aquello hizo doler las esperanzas de Sophie. Aunque sabía que aquello podría ser verdad, negó con la cabeza, intentando convencerse de que podría ser libre.

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Ante la reacción de Sophie, aquella castaña soltó una carcajada.

—Eres ingenua —terminó por decir.

—Suenas resignada a pudrirte en este lugar —escupió molesta Sophie.

—Es mejor que tener falsas esperanzas —contestó tranquila la castaña.

Sophie abrió la boca, pero la cerró. No tenía caso iniciar una pelea en ese sótano, mucho menos si aún conservaba las esperanzas de poder salir de ahí. Se observaron durante varios segundos hasta que Sophie se volteó, dándole a entender a la castaña que no tenía ganas de seguir conversando.

—¡Buenos días! —bufó un hombre calvo y gordo desde la puerta del sótano.

Las muchachas se voltearon a verlo con desprecio; sabían que aquello era una burla para ellas, no podían ser buenos días si eran prostituidas cada noche.

Los ojos del hombre recorrieron de arriba abajo a cada una de ellas y su semblante burlón desapareció por completo al observar las muñecas de Sophie libres de los grilletes. Se acercó a ella bajando los escalones con furia y la levantó con una sola mano.

—Intentando escapar —volvió a bufar el hombre.

Y la arrojó contra la pared de piedra. Sophie soltó un grito que quedó ahogado al sentir una patada en los pulmones, dejándola sin aire. Abrió sus celestes ojos grandes al sentir de inmediato otra patada.

—¡Basta! —chilló Sophie, levantándose sin fuerzas del suelo.

Ante el comentario de la rubia, el hombre pareció enfurecerse aún más y tomó a Sophie por el cabello, soltándole una bofetada que le abrió el labio.

—¡Tú no tienes permitido hablar, niña estúpida! —le gritó.

Y la volvió a azotar contra la pared. Sophie era una joven orgullosa, por lo que intento no llorar por el dolor de aquellos golpes. No dejaría mostrarle su lado débil a aquel ser tan repugnante.

Clavó sus ojos celestes en aquel hombre gordo, parado frente a ella como si esperara con ansias ver llorar a la muchacha, pero ésta solo se limitó a mirarle con furia. El hombre se exasperó y volvió a tomarla, apretando la garganta de Sophie cada vez más fuerte. Se forcejó, intentando buscar llenar de aire sus pulmones, pero cada que se movía, el hombre le apretaba más y más su garganta.

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Capítulo 5

Sophie intentó gritar, pero no pudo. Sus pulmones se estaban quedando sin aire, y el hombre la soltó. Jadeante, Sophie intentaba recuperar un poco el aire. Aquel hombre la observó por varios segundos y soltó una carcajada sonora al ver a la joven respirar agitadamente, mientras varias lágrimas se le escapaban de sus celestes ojos.

Satisfecho por hacer llorar a la rubia, subió aun carcajeándose las escaleras y cerró la puerta detrás de él.

—Bastardo —escupió Sophie, molesta.

Se volteó a ver a las demás chicas y la castaña le hizo un gesto de burla. Molesta, quiso gritar y levantarse a maldecir a cada persona presente, incluso a Sebástian; seguro que liberarla de los grilletes de las muñecas fue a propósito para que la golpearan, pensaba Sophie.

Impotente de poder desquitar su furia con algo o alguien, se sentó y se cruzó de brazos, murmurando infinidad de insultos. Maldecía estar ahí, y no dejaba de maldecir aquel día que salió de su casa. Las costillas le dolían fuertemente; sentía un fuerte dolor prolongarse por todo su pecho, haciéndola querer gritar del dolor, pero sabía bien que aquello solo haría que se ganara otra golpiza.

Pasaron varias horas, donde Sophie solo estaba sentada, furiosa aun de no poder sacar aquel nudo de su garganta, hasta que al fin, una muchacha pelirroja que estaba casi al fondo habló.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupada.

—No es nada —dijo Sophie, con un tono de voz que se notaba que estaba molesta.

—Soy Daphne —sonrió la muchacha.

—Sophie —respondió aun molesta.

Daphne la observó por varios segundos y su sonrisa se borró al observar a la lejanía el semblante cortante y molesto de Sophie.

Sintió cómo el escalofrió le recorría el cuerpo, sabiendo que aquella muchacha pelirroja aun la observaba fijamente y se volteó a verla, sonriéndole levemente.

—Lo siento —murmuró.

—No te apures, cualquiera estaría igual de molesta —contestó Daphne con una sonrisa en el rostro.

Sophie la observó con la boca abierta. Daphne era una joven apenas un poco más joven que ella. Era menuda y delgada, y también estaba encadenada en aquel sótano, pero Sophie no comprendía cómo aquella muchacha, a pesar de estar secuestrada y esclavizada, podía sonreír de esa manera; sabía que la joven no fingía su sonrisa, porque Daphne transmitía calidez e inocencia.

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—Daphne, ¿qué edad tienes? —preguntó Sophie, después de observarla por varios minutos.

—Trece —contestó con la misma sonrisa en el rostro.

Sophie sonrió al ver a aquella pequeña sonreír de una forma que hacía creer que no pasaba absolutamente malo en aquel repugnante lugar.

— ¿Qué pasa? —preguntó Daphne, al ver cómo Sophie la observaba.

—Oh nada, es solo que tu sonrisa… ¿Cómo puedes sonreír sabiendo lo que ocurre casi cada noche?

Daphne río en voz baja por la pregunta de Sophie, quien la miraba confundida ¿Por qué a esa niña de trece años le parecía divertido aquello? Y de repente dejó de reír y volteó a ver con el semblante serio a Sophie.

—¿Y por qué no sonreír? Es decir, tengo la esperanza de salir de este lugar y volver a ver la luz del Sol.

Daphne se quedó pensativa durante unos segundos.

—Quiero decir ¿eso debe ser motivo para sonreír, no? —preguntó, mientras se giraba a ver a Sophie.

—Claro que sí —sonrió, intentando no matar la ilusión que incluso ella tenía.

—Es lindo tener con quien hablar, Sophie —finalizó la pelirroja.

Sophie se volvió a quedar absorta en sus pensamientos, esta vez más tranquila y pensó con tristeza, cuánto tiempo llevaría Daphne en aquel lugar. Ella era apenas una niña y era enfermo haberla secuestrado para prostituirla; a decir verdad no importaba mucho la edad, la idea seguía siendo enferma y repulsiva. Se encogió en el suelo frío, pasando sus manos por sus piernas, dejando caer su cabeza en las rodillas y de pronto, un sentimiento de soledad la invadió. Llevaba poco secuestrada, pero eso no quitaba el hecho de que los días se le hicieran eternos y en las noches, las ganas de llorar aumentaban cada día más. Cada que despertaba, deseaba que aquello no fuera más que un mal sueño, pero no era así.

Sentía nostalgia por su familia, por sus amigos, por su libertad y varios pensamientos se escurrieron por su mente. ¿Su familia la estaría buscando? Era la primera vez en todo ese tiempo que se ponía a pensar en la posibilidad de que sus padres no estuvieran haciendo el intento de encontrarla; tras este pensamiento se encogió más e intento no llorar, pero no pudo soportarlo, y comenzó a derramar lágrimas enormes.

Sus padres nunca estaban en casa, y su abuela se percataba poco de lo que sucedía. Los padres de Sophie solían estar atiborrados de trabajo y, como era costumbre, el trabajo iba siempre antes que Sophie. Siguió llorando por varios minutos, hasta que sintió una mano apoyarse tranquilamente en su hombro. Asuntada, abrió los ojos y se irguió bruscamente. Ahí estaba Sebástian, observándola tristemente.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado.

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Capítulo 6

Sophie volteó a todos lados; el sótano estaba completamente vacío, solo estaban ella y Sebástian y el sentimiento de furia se apoderó de Sophie.

—¡¿Fue acaso una trampa?! —gritó furiosa Sophie.

—¿De qué hablas? —pregunto molesto Sebástian

—¡El liberarme las muñecas solo para que me golpeara aquel hombre gordo! —continuó diciendo Sophie.

Estaba por fin descargando su furia y aquel nudo en la garganta que se tuvo que tragar. Sebástian se quedó mirándola, algo molesto de que la muchacha le estuviera gritando y antes de que pudiera seguir hablando Sophie, la tomó de los hombros, zarandeándola levemente.

—No fue ninguna trampa, Sophie. —comenzó a decir Sebástian.

Cuando Sophie lo empujó con fuerza, alejándolo de ella, Sebástian se volteó a ver a Sophie un poco sorprendido y molesto, y se acercó lentamente a ella.

—¡Aléjate! —le gritó con fuerza Sophie, mientras volvía a empujarlo.

—Oye, ya basta —Le dijo Sebástian, mientras miraba a la joven respirando agitada.

Claramente Sophie estaba molesta, pero él no había hecho eso con intenciones de lastimarla. Pasaron varios segundos y Sebástian arqueó la ceja al ver el rostro de Sophie enfurecerse de nuevo, pero al ver el rostro del muchacho se detuvo, y se limitó a girarse, cruzándose de brazos molesta. Sebástian soltó un suspiro bastante audible; estaba un poco dolido por la actitud de Sophie y volteó lentamente y le regaló una sonrisa malditamente encantadora.

—No hagas eso —le ordenó Sophie.

— ¿Hacer qué? —bufó Sebástian.

—Sonreírme de esa manera —Dijo Sophie, un poco sonrojada, posando sus ojos en la pared.

No sabía por qué su sonrisa la abrumaba, ni el por qué de su repentino sonrojo, pero el nerviosismo la comenzó a invadir junto con varias preguntas de por qué se sentía así, en su cabeza.

—¿Por qué te sonrojas? —preguntó divertido Sebástian mientras se acercaba más a ella, haciéndola sonrojar aún más.

—No es nada —dijo Sophie, intentando escapar de la mirada de aquel chico por el cual repentinamente se había puesto nerviosa.

Con una sonrisa en su rostro, Sebástian se alejó un poco de ella y se paró a buscar una vela para iluminar un poco más aquel sótano. Mientras él estaba ocupado buscando en unas cajas de

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cartón que estaban debajo de la escalera de madera, Sophie lo observó tranquilamente.

Sebástian era un joven alto y fornido y su cabello negro caía perfectamente sobre su frente; lo miraba fijamente y se dio cuenta que Sebástian no era nada feo, era un joven bastante atractivo a decir verdad y si no hubiera sido él quien la secuestrara, Sophie podía verlo como cualquier chico normal, a excepción de aquel par de ojos rojos. Nunca había visto a alguien con una mirada igual y aquello hacía resaltar bastante a Sebástian.

Cuando por fin encontró y encendió la vela, se dio vuelta hacia Sophie, quien lo miraba fijamente. Sin saber bien qué significaba aquella mirada, sonrió y Sophie sacudió la cabeza.

—¿Qué pasa? —pregunto Sebástian.

Mientras observaba a la rubia sentada en aquel suelo, noto una pequeña mancha de sangre en la camisa; Sus ojos se abrieron grandes como platos. Aquella mancha no parecía tener mucho tiempo y se acercó rápidamente a Sophie, tomándola del brazo.

—¿Qué ocurre? —se quejó Sophie cuando Sebástian la alzó.

—Estás herida —contestó el muchacho mientras observaba la mancha de sangre agrandarse.

Sophie se volteó a ver rápidamente el abdomen. Era extraño, no sentía ningún dolor. Antes de que pudiera hacer algo, Sebástian tomó la camisa sucia de la muchacha, levantándola.

—¿¡Qué haces!? —chilló Sophie, asustada.

—Debo revisarte —decía mientras examinaba el abdomen de la muchacha.

Estaba morado y ensangrentado. Tocó con sus yemas, intentando no presionar el abdomen de la muchacha; levantó un poco más la camisa y observó algunos golpes más arriba. Sin pensarlo, quitó la camisa de Sophie, quien comenzó a temblar y su cara se sonrojó casi de inmediato.

—Sebástian —se quejó la muchacha.

—No entiendes —la interrumpió.

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Capítulo 7

Sebástian examinaba con sumo cuidado el abdomen golpeado de Sophie.

—Basta —se volvió a quejar Sophie.

Los ojos celestes de Sophie se inundaron de lágrimas; aquello le resultaba no solo incómodo, si no también se sentía extraña. Su cabeza de pronto se llenó de imágenes de aquella noche, aunque le era casi imposible recordar lo que pasó después de tomarse aquellas pequeñas pastillas que le había entregado Sebástian.

—Sophie, no entiendes: tengo que curarte —se acercó Sebástian, limpiándole las lágrimas con delicadeza.

—Tú no entiendes, Sebástian —decía, mientras se volteó rápidamente hacia el muchacho, clavando los celestes ojos en el rostro de Sebástian.

—¿Entender qué? —cuestionó Sebástian, algo confundido.

La miraba fijamente; no comprendía por qué la rubia lloraba. Pasaron largos minutos mientras Sophie intentaba hablar sin que se le hiciera un nudo en la garganta.

—Aléjate —le ordenó mientras se paraba y dando a entender que no quería hablar más de aquello.

Caminó solo unos cuantos pasos cuando la cadena la hizo tropezar. Sebástian se limitó a mirarla algo dolido de que la joven se sintiera así. Su pecho parecía dolerle al verla encadenada y golpeada y aun más verla sollozando. Quería liberarla, devolverle su añorada libertad, pero aún no era tiempo: si la dejaba escapar tan pronto y sola, la volvería a encontrar, pero esta vez la matarían.

—No quiero verte muerta —susurró casi para sí mismo.

Sophie se encontraba a unos pasos delante de él, hincada en el suelo, llorando. A pesar de eso, escuchó con claridad lo que Sebástian susurró y se giró a verlo.

—¿Qué dices? —preguntó, a pesar de haberlo escuchado con claridad.

Un poco sorprendido, se giró a verla. Sus ojos rojos se mostraban tristes.

—Estoy siendo sincero contigo, Sophie. No quiero verte muerta.

—¡¿Me van a matar?! —interrumpió asustada.

Sebástian no resistió y soltó una pequeña risa encantadora.

—No, tranquila —sonrió un poco para que Sophie se calmara.

—¿Entonces…? —volvió a interrumpir Sophie.

—Sophie, si te dejo libre ahora, te atraparan y te mataran. Vamos, levántate. —dijo, mientras la

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tomaba del brazo y la liberaba de las cadenas.—Tenemos que subir.

Encaminó a la joven a las escaleras de madera; subieron con cuidado. Sophie se sentía extremadamente nerviosa y asustada ante la idea de volver a ser violada.

La puerta se abrió y sus ojos dolieron ante la luz que había en la habitación; hacía días que sus celestes ojos no observaban la plenitud de un día soleado. Tardó unos minutos en acostumbrarse a la luz, cuando por fin pudo ver con claridad. Estaba aquel señor gordo observándola de manera pervertida. Sophie no lo puedo controlar y su temblor se hizo notorio, ¿sería acaso lo que estaba temiendo? Retrocedió varios pasos hacia atrás asustada y chocó con Sebástian, quién se mostraba esta vez inexpresivo.

—Tranquila —murmuró.

El hombre gordo se paseó por la habitación hasta salir de ella, parecía divertido por el temor que la joven mostraba al verlo, pero su sonrisa se ensanchó al ver lo golpeada que estaba; parecía orgulloso de lo que había hecho y finalmente, subió unas escaleras, perdiéndose de la vista de Sophie.

La joven estaba paralizada y, por más que lo intentaba, no podía dejar de temblar. Soltó un pequeño grito asustado cuando sintió que alguien la tomaba por el brazo. Sebástian la miraba ahora un poco molesto, Sophie le había gritado justo en la oreja y, sin decir nada, la encaminó hacia la puerta principal.

—¿Adónde vamos? —Chilló Sophie.

—No hables y camina. —le ordenó muy serio Sebástian.

Al ver cómo la joven no dejaba de temblar, pasó su brazo por encima de los hombros, abrazándola suavemente.

—Tranquila, todo estará bien. —le susurró en el oído.

Volvió a tomarla por el brazo y abrió la gran puerta de madera. Al abrirse, ésta rechinaba muy alto, por lo que Sophie comprendió que cualquiera en ese lugar podía oír si alguien intentaba escapar. Salieron y enfrente había una camioneta que parecía ser para transportar mercancías, aunque ahí la mercancía eran ellas.

Había varias muchachas a las que parecían estar acomodando en las dos camionetas. El día era encantador y cálido; Sophie por primera vez en días pudo aspirar el aire fresco que producía aquel bosque a varios metros frente a ella, la suave brisa jugueteaba con sus rubios cabellos. Sintió el deseo de salir corriendo, pero cuando intentó avanzar un poco, Sebástian la sostuvo fuertemente del brazo. Aquel jalón fue como devolverla a la realidad. Los ojos celestes de Sophie perdieron de nuevo el brillo, al ver las camionetas subiendo jóvenes para ser llevadas a algún lugar desconocido.

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Capítulo 8

Bajó los escalones del pórtico, avanzando sin ganas. Realmente odiaba eso; estaba tan cercana a ser libre, pero solamente iba a ser transportada de: chica secuestrada, sin idea de dónde estaba, a: chica aún más perdida. Observó a sus alrededores, esperando alguna señal o algún letrero que pudiera darle idea de en dónde estaba, pero todo a su alrededor eran árboles. Aquello era extraño; no parecía haber un camino, ni nada que pudiese hacer que las personas llegaran ahí. ¿Cómo es que tantas personas sabían cómo llegar?

Sebástian tiró del brazo de Sophie de nuevo para que avanzara, y subió a las muchachas a la camioneta. Ahí dentro estaban la castaña, con su rostro molesto y Daphne, sonriente. Sus ojos estaban llenos de alegría. Sophie seguía viendo a Daphne, incrédula. ¿Cómo era posible que la joven sonriera tan ampliamente?

Se sentaron en el suelo de la camioneta e inmediatamente las encadenaron. Sophie soltó un suspiro bastante audible al ver aquellos pesados grilletes cerrarse de nuevo en sus muñecas. Sebástian la miró durante varios minutos, haciendo que todas las chicas en la camioneta se dieran cuenta de que algo pasaba entre esos dos chicos.

—¡Vamos! ¡Apúrate Sebástian! —gruñó un chico de mediana edad.

Sebástian bajó la cabeza y salió de la parte trasera de la camioneta, y cerró con fuerza la puerta.

Todo volvió a ser oscuridad. Fue efímero el tiempo que contemplé el Sol. Muchas veces dejamos pasar las cosas que creemos insignificantes en la vida, contemplar las estrellas o los amaneceres, pero cuando se nos priva de esto, lamentamos el tiempo que no lo disfrutamos.

Sophie estaba absorta en sus pensamientos, pero reconoció a la mirada curiosa que la observaba del otro lado de la camioneta.

—¿En qué piensas? —preguntó Daphne.

—En nada, realmente… —contestó, intentando devolverle la sonrisa a la niña.

Se quedaron en absoluto silencio sin decir nada. Era extraño. Sophie intentó ver a las demás jóvenes; todas ellas tenían la mirada perdida, siempre estaban calladas. A decir verdad, aquellas jóvenes no parecían estar vivas. Daphne siguió la mirada de Sophie y sonrió tristemente.

—Es horrible ¿no lo crees?

Sophie volteó a verla, un poco confundida por la pregunta.

—¿A qué te refieres? —preguntó.

—Estas chicas. Solo míralas; mueren lentamente. Muchas de ellas ya no son conscientes de lo que pasa. —Daphne guardó silencio; un nudo en la garganta no le permitía hablar.

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Todo volvió a ser silencio por largos minutos. Sophie solo podía pensar en aquel inmenso bosque que la rodeaba, y en lo miserable que era encerrada en la oscuridad. Muchas veces la camioneta se movía bruscamente por las piedras en el camino. Un pensamiento en particular se deslizó por la mente de Sophie.

—Daphne —dijo, rompiendo el silencio —¿Cuánto tiempo llevas secuestrada?

La sonrisa que la joven siempre mostraba desapareció por completo. Su mirada pareció perderse en los recuerdos. Pasaron varios segundos, hasta que habló nuevamente.

—Un año —Su voz sonaba nostálgica.

Por primera vez, su sonrisa desapareció. Parecía más una chica con un corazón dolido; su semblante se mostraba molesto y así era. Sophie, sin saber qué decir, se quedó callada. ¿Había ya pasado un año de su secuestro y seguía con aquella esperanza de salir? Sophie se sintió admirada por las esperanzas de la niña y, volteó a verla con una sonrisa amplia, pero Daphne seguía con la mirada hacia la nada y con el semblante enojado.

—¿Estás bien? —preguntó Sophie, dándole una palmada ligera en el hombro.

Daphne pareció reaccionar y se irguió a verla. Volvió a mostrar su característica sonrisa, tan brillante y pura, cuando de improviso la camioneta se frenó violentamente, haciendo irse de cara al suelo a las chicas.

Antes de que Sophie pudiera maldecir, la puerta se abrió violentamente. Un joven bastante alto comenzó a bajar a las chicas con cierta prisa. Al lado de él, estaba Sebástian parado, observando fijamente a Sophie.

—¡¿Qué esperas?! ¡Ayuda! —gruñó el joven castaño —Estos días has estado más distraído que de costumbre, Sebástian.

Seguían bajando a las chicas y Sebástian se acercó a Sophie, para ayudarla a bajar con delicadeza. Daphne se giró velozmente a ver a Sebástian; sus ojos parecían de nuevo furiosos.

Sophie sintió una mirada clavada directamente en ella y sintió el escalofrió invadirle el cuerpo. Se giró y ahí estaba Daphne, con la mirada furiosa. Sophie no pudo comprender el por qué la miraba de aquella forma.

—No es tan dulce como parece —se acercó la chica castaña, mirando a Daphne.

—¿De qué hablas? —preguntó confundida Sophie.

La castaña avanzó varios pasos, dándole la espalda a Sophie. Realmente no comprendía lo que ocurría y volvió a dirigir su mirada hacia la chica, que la seguía viendo como si la fuese a matar cuando, de improviso, sonrió de oreja a oreja; esta vez no era la sonrisa dulce que mantenía con ella, su sonrisa se mostraba maliciosa y, aquello no pudo confundir más a Sophie ¿Quién era en realidad aquella niña?

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Capítulo 9

Encaminaron a las chicas por un espeso sendero en el bosque. Sebástian constantemente se giraba a ver a Sophie y le sonreía picaronamente, haciendo que la chica se sonrojara notoriamente. Simplemente, él era encantador.

Sophie iba pensando en la manera tan dulce en la que se comportaba Sebastián con ella, cuando una voz la hizo dar un pequeño salto del susto.

—¿Qué es lo que ocurre entre tú y Sebástian? —preguntó Daphne, con los ojos fijos en la muchacha.

Sophie se sorprendió por aquella pregunta —¿se había percatado acaso?—, y miró con lentitud a Daphne. No se parecía en nada a la chica dulce e inocente que se había mostrado; Sophie comprendió entonces que aquella muchacha inocente no existía, era tan solo una farsa.

—No sé de lo que hablas —contestó en un tono cortante, Sophie.

—Vamos Sophie, somos amigas ¿no? —Decía Daphne, mientras hacía su farsa de niñita inocente.

Sophie se limitó a seguir caminando por aquel sendero. Sabía que aquella niña podía complicarle todas sus esperanzas de salir. Su mente abandonó esos pensamientos cuando, a lo lejos, logró divisar un pequeño pueblo.

Detuvieron a las chicas. Faltaba muy poco para llegar al pequeño pueblo y Sophie se sintió aún más confundida de por qué las llevarían a un pueblo. Todas tenían una apariencia muy sucia y llamarían de inmediato la atención de la gente, pero, ¿Qué importaba? Al menos podría investigar en dónde estaba. El joven de mediana edad se acercó con una bolsa y, les repartió a cada una de las chicas, una blusa de manga larga blanca y obligó a ponérselas. Aquello resultaba incómodo. Sophie intentó esconderse entre los árboles y se cambió la blusa. Aunque aún tenía el aspecto descuidado, se sentía un poco mejor al tener puesta una prenda limpia; era pequeña y delgada y dejaba transparentar algo de su piel. Cuando las chicas estuvieron listas, las volvieron a encaminar en dirección a lo que parecía ser un pequeño pueblo.

Sophie intentó caminar lo más lejos de Daphne; no tenía ningún deseo de seguir teniendo algún tipo de conversación con esa niña y, a pesar de que caminaba muy por delante de ella, Sophie podía sentir la mirada de Daphne clavada en su espalda. Se giró un par de veces para verificar si la observaba aún y así era. La niña avanzaba de brazos cruzados y la fulminaba con la mirada. Sophie solo hizo un gesto, confusa y realmente lo estaba. Lentamente se acercó a la chica castaña y ésta la miró de reojo.

—¿Confundida? —Rió la castaña.

—¿Qué es lo que sabes de esa niña? —susurró Sophie, ignorando el comentario de la castaña.

Caminaron por varios minutos en silencio, hasta que la castaña soltó un suspiro.

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26DIARIO DE UN SECRETO

—No soy el tipo de persona que suele hablar de las vidas de las demás —contesto muy firme.

Sophie caminó un poco cabizbaja, pensando que no iba a poder obtener ningún tipo de información de la castaña, ni de ninguna otra chica puesto que, las demás parecían absortas en sí mismas.

—Sophie —dijo la castaña, rompiendo el silencio.

La joven rubia volteó, un poco sorprendida y con un gesto confundido.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó.

—Tu nombre es muy escuchado, ¿cómo no saberlo? —rió la castaña.

Esta vez se mostraba con un gesto dulce, ya no parecía tan seria y enojada y se giró a ver un poco a Sophie, que caminaba muy seria y confundida ¿Por qué su nombre era muy mencionado? O, ¿quiénes lo mencionaban?

—Soy Emily —dijo, interrumpiendo los pensamientos de Sophie.

Sophie sonrió levemente mientras intentaba preguntarle cómo es que su nombre era muy conocido, pero la castaña volvió a hablar.

—Debes tener cuidado, eres aún muy inocente y debes saber que no en cualquiera que te hable, podrás confiar en él. —dijo, mientras miraba de reojo a Daphne.

Antes de que Sophie le cuestionara algo, volvió a hablar.

—Daphne es una niña algo peligrosa, por lo que he escuchado. —murmuraba Emily —Yo llegué hace unos meses, cuando aún el resto de las chicas no quedaban traumatizadas. Una noche, alguien intentó escapar, pero Daphne se encargó de que la chica fuera atrapada. Ninguna supo por qué Daphne se esmeró en hacer eso, pero lo hizo y desde entonces, ninguna ha intentado volver siquiera a mencionar algo sobre escapar.

Emily murmuraba y no entró en muchos detalles con la historia; sabía que corría el riesgo de que los jóvenes que las llevaban las escucharan, o que Daphne lo hiciera.

—Es por eso que no debes confiar en cualquiera, ni siquiera en mí —dijo Emily, mientras sonreía de manera maliciosa.

Sophie abrió sus celestes ojos grandes como platos por las últimas palabras, ¿es que acaso todas ahí estaba completamente locas? Aunque era algo lógico, si Sophie confiaba en aquellas desconocidas o contaba un poco más de lo que debía, sus esperanzas de salir quedarían destruidas. Reflexionó un poco en por qué Emily le contó aquella historia y supo casi de inmediato que aquello había sido una advertencia. Ante este pensamiento, sus manos comenzaron a temblar y se sintió extremadamente nerviosa. ¿Acaso sería imposible que ella escapara de ahí?

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Capítulo 10

Sebástian caminaba, viendo hacia el hermoso cielo azul que se encontraba arriba de él y, soltó un pequeño suspiro inaudible. Sus ojos parecieron brillar en el momento en que la imagen de la chica rubia apareció en su mente y sonrió levemente. Sacudió la cabeza, intentando despejarse de aquellos pensamientos. Era extraño, no sabía qué era lo que le sucedía con esa chica. Tenía el deseo de protegerla de todo. Se sentía culpable de haberla secuestrado, pero había algo más detrás de todo eso. ¿Sería que él estaba sintiendo afecto por aquella chica?

No la conocía, pero aquello poco le importaba; sabía que no podía apartar sus constantes pensamientos de Sophie. Es que aquella chica era de apariencia frágil y no merecía estar en aquel lugar. Caminó un poco más rápido, apartándose del pequeño grupo y, mientras bajaba la pequeña colina con dirección al bosque, iba recordando aquella noche, cuando por primera vez vio a Sophie.

Aquella noche lluviosa, Sebástian había ido a una pequeña ciudad junto con otro grupo de jóvenes. Esa noche estaba todo planeado, secuestrarían a una muchacha de 20 años, que su familia poseía grandes cantidades de dinero.

—Estoy harto de esto. —casi gritó.

—Oh, vamos Sebástian. No seas tan así, esto es el negocio de la familia. —Sonrió burlonamente.

—Para ti es muy fácil, tu elegiste este camino, Sam, a mí me obligaron. —Gruñó Sebástian, mientras caminaba por la acera mojada.

Sebástian nunca se sintió verdaderamente cómodo en participar en algo como los secuestros. Sam era su primo y así era, efectivamente era una especie de negocio familiar, el padre de Sebástian había sido un ex convicto que había vuelto a secuestrar personas después de que su esposa falleciera. Fue cuando Sebástian tenía alrededor de 12 años de edad, cuando su padre lo obligo a participar con él en una serie de secuestros. Era una historia que era desagradable recordar. Mientras él y Sam caminaban por la acera, la lluvia comenzó a aumentar y tuvieron que caminar un poco más aprisa.

Sam conversaba con otros dos jóvenes que parecían de un poco más de edad. Sebástian decidió caminar por delante, hasta que a lo lejos, vio a una muchacha de cabello rubio, dormida en el borde de su ventana. Se acercó un poco más para observarla mejor. Sí que era linda. Sebástian se paró afuera de su casa. Era extraño, parecía estar encantado de admirarla dormir tan tranquilamente. Mientras, la calle era un completo desastre por la lluvia, cuando de improviso, sintió el deseo de subir a su ventana para poder observarla mejor, pero justo cuando avanzó, una mano firme se posó es su hombro.

—Esta no es la chica que buscamos. —rió Sam.

Sebástian se volteó hacía él, con un gesto un poco sorprendido.

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—Es linda ¿no? —sonrió su primo, parándose en la acera, volteándose a ver fijamente a Sophie.

—Sí, lo es. —contestó Sebástian, poco consiente de lo que decía.

—Bien, ya es tarde y tenemos que completar ese trabajo. —continuó su primo, dándole una pequeña palmada en el hombro a Sebástian.

Mientras todos avanzaban, él se quedó observando un poco más a aquella chica. Cuando se resignó a que ya era hora de seguir avanzando, se sentía verdaderamente confundido. Jamás en su vida se había sentido así por una chica a la cual ni siquiera conocía.

Caminó varias cuadras más, mientras la lluvia hacía la visibilidad cada vez más borrosa, hasta que se topó con el resto de los jóvenes.

—Aquí es. —dijo Sam, rompiendo el silencio.

Era una casa grande con todas las luces apagadas. A primera vista, sí daba la impresión de que allí habitaba gente con dinero, puesto que no solo la casa era enorme, el patio estaba cubierto de flores y algunas figuras de porcelana. Se acercaron a la cochera, intentando hacer el menor ruido posible.

—Y bien, ¿cuál es el plan? —preguntó Sebástian, mientras observaba la casa silenciosa y con todas las luces apagadas.

—Al parecer tenemos que buscar colarnos… —dijo Sam, mientras comenzaba a subir por la pequeña escalera de la cochera.

El resto de los jóvenes fueron a buscar el auto. Todo estaba planeado, pero nunca se imaginaron que la casa estuviera cerrada. Peor fue cuando Sam resbaló por una de las tejas, activando las alarmas de la casa.

—¡Maldición! —Gritó Sam, mientras bajaba y se acercaba a la acera, buscando el automóvil que los recogería.

—¡Perfecto! —escupió Sebástian—Nos atraparan.

El par de jóvenes comenzaron a correr muy aprisa por la acera mojada, hasta que se divisó entre la lluvia, un par de luces.

—No, no lo harán. —Sonrió victorioso Sam.

Ambos jóvenes subieron al automóvil y comenzaron a darse a la fuga. Iban a una velocidad extremadamente rápida.

—¿Qué rayos ha pasado? —preguntó furioso uno de los jóvenes.

—Todo ha salido mal. —Contestó molesto, Sam.

El joven pisó el acelerador, pero la calle estaba tan mojada que las llantas comenzaban a resbalar.

— ¡Hey! Baja la velocidad antes de que ocasiones un accidente. —gruñó Sebástian.

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29DIARIO DE UN SECRETO

Pero el joven lo ignoró por completo y piso aún más el acelerador y una de las llantas patinó, haciendo que el auto saliera de control y se estrellara directamente contra una de las casas.

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Capítulo 11

Había humo por todos lados y Sebástian se golpeó en la cabeza, pero después de un rato recobró el conocimiento y se paró muy asustado y agitado. Había sido un accidente muy fuerte y, al estrellarse, el auto se había llevado consigo a una joven castaña. La acera estaba llena de sangre y en cuanto pudo asimilar lo que había pasado en los últimos minutos, se dio la tarea de buscar a algún sobreviviente.

—¡Sam! ¡Sam! —gritó, mientras removía los escombros del auto.

Su corazón sintió un alivio al ver a su primo tirado a varios metros de distancia en el césped e, inmediatamente, corrió hacía él.

—Sam —volvió a decir, mientras lo levantaba.

—¿Qué ocurre? —preguntó uno de los jóvenes, parándose detrás de Sebástian.

—Está inconsciente, ¿alguien más sobrevivió? —preguntó, mientras se volteaba a ver al joven.

—Ninguno de los otros está vivo.—dijo, muy firme.

Pasaron varios minutos hasta que Sam recobró el conocimiento. Se levantaron, preguntándose qué es lo que harían, pero no tuvieron mucho tiempo para pensar, cuando a lo lejos, escucharon un par de sirenas.

—Maldita sea. —gruñó Sam.

Y sin pensarlo, los tres jóvenes se dieron a la tarea de correr por entre los árboles que había. La policía tardó pocos minutos hasta llegar a dónde el auto se estampó, pero los jóvenes ya estaban unas cuadras lejos de la escena. Decidieron aguardar un poco a que la cosa se calmara y, caminaron hasta toparse con una calle un poco más oscura. Solo había una lámpara y eso hacía las cosas más fáciles para su escape.

—¡Oh vaya! Tenemos una nueva víctima. —sonrió maliciosamente Sam, girándose a Sebástian, quien lo observaba furioso.

—Olvídalo, por esta noche ya fue suficiente, Sam. —gruñó Sebástian al observar a la delicada joven, parada junto a la lámpara.

—¡Oh, vamos Sebástian! Pero si es la chica a la cual observabas como un tonto.—sonrió Sam.

Sebástian sintió un escalofrió recorrerle el cuerpo. ¿Qué es lo que hacía aquella chica en aquel lugar? Y abrió sus ojos grandes como plato, al observar a Sam caminar hacia ella.

—No la secuestraremos a ella.—gruñó Sebástian —No es a quien buscamos ¿recuerdas?

—Bien, entonces podremos divertimos con ella un rato. —sonrió pervertidamente Sam.

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31DIARIO DE UN SECRETO

Ante aquel comentario, Sebástian se endureció. Por alguna extraña razón, le molestaba pensar lo que Sam haría con ella y avanzó con paso firme hasta él.

—Déjala en paz. —gruñó Sebástian.

E inmediatamente le soltó un golpe a su primo. No sabía por qué defendía a la chica a la cual no conocía, pero sintió la necesidad de protegerla. Aquella joven no tenía la culpa de nada, de lo que su asqueroso primo pensará hacer con ella y mucho menos dejaría que la usaran como un simple objeto. Cuando Sebástian golpeó a Sam, comenzaron una pelea. Sebástian en uno de los golpes soltó un grito gutural. Él intentaba hacer que la chica saliera de ahí lo más rápido posible, pero era inútil, seguía ahí, parada, mirando hacia la nada. Ella estaba claramente confundida.

El tercer joven los separó y, en cuanto Sebástian estuvo libre de su primo, salió corriendo en dirección hacia ella. No sabía con exactitud qué era lo que estaba haciendo, pero avanzó con pasos desesperados hacia la joven, que cuando lo escuchó, salió corriendo en dirección al pequeño bosque que se encontraba ahí delante. Sebastián logró sujetarla del brazo, pero la chica se jaloneó y lo golpeó muy fuerte en una de sus piernas heridas. La joven no corrió mucho hasta que se resbaló y cayó al suelo. Sebástian aprovechó esa oportunidad para acercarse a ella antes que su primo y la levantó del brazo.

Sebástian metió la mano en uno de sus bolsillos, sacando un pequeño líquido en un frasco trasparente. Lo abrió y lo vació en la cara húmeda de la joven rubia. La joven dejó de respirar y quedó tumbada en el suelo.

—Bien y, ¿qué harás con ella? —Gruñó Sam.

Pero antes de que pudiera contestar Sebástian, se escucharon varias patrullas acercándose.

—Vendrá con nosotros. —contestó Sebástian, mientras miraba afligido el rostro de la joven.

Realmente no quería secuestrarla, pero no había manera de regresarla hacia su casa. Triste por lo que estaba haciendo, se puso de pie y, junto con los otros dos jóvenes, se dispuso a escapar de ahí. Caminaron varios metros hasta encontrar otro automóvil, entraron y pisaron acelerador a fondo, para escapar de la policía

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Capítulo 12

Sebástian sintió una mano fuerte sobre su hombro y se giró a ver qué era lo que ocurría. Estaban a solo unos metros del pueblo; tenía una entrada grande y se lograba divisar desde ahí, varias personas con sus carretas. Alrededor había pequeños puestos con frutas y diferentes alimentos. Antes de seguir caminando, el joven le indicó a Sebástian que cuidara desde atrás a las chicas para que ninguna escapase. Mientras le daba la orden, sacó de su chaqueta una pistola y se la entregó sonriendo a Sebástian.

—Ya sabes qué hacer si alguna escapa. —sonrió, divertido.

Sebástian sonrió, pero no con las mismas intenciones que aquel joven. Él tenía un plan y que le dieran un arma le podría facilitar las cosas en caso de que todo se saliera de control. Se encaminó hacia donde estaba Sophie. La joven se mostraba algo desesperada; volteaba a todos lados como si estuviera buscando a alguien y maldecía por lo bajo.

—¿Qué buscas? —preguntó Sebástian, detrás de ella.

Sophie, sin motivo alguno, se sonrojó al verlo ahí parado, con esa sonrisa burlona y malditamente encantadora.

—Yo solo busco algún letrero, algo con el nombre de este lugar. —dijo Sophie, mientras se volvía a girar buscando algo. Sebástian sonrió para sí mismo, mientras se acercaba a ella, sosteniéndola de su muñeca para que se detuviera un momento. Sophie se giró a verlo, un poco extrañada, pero de igual forma sonrojada.

—¿Segura que es eso solamente? —preguntó Sebástian, con una voz un poco ronca, que lo parecía verse muy sensual.

—Sí —respondió Sophie, mientras sentía un extraño calor recorrerle el cuerpo.

Y bajó su mirada a su muñeca. Sebástian la sostenía con delicadeza e, inmediatamente la conversación que había tenido con Daphne se le vino a la cabeza y se alejó rápidamente de Sebástian.

Él la miraba confundido por su reacción y se acercó de nuevo un poco a ella, pero Sophie dio un paso hacia atrás. Sebástian soltó un suspiro bastante audible.

—Es que yo… —comenzó a decir Sophie, mientras veía la mirada un poco molesta de Sebástian.

—No importa —la interrumpió, mientras se dio vuelta, ignorándola.

Sophie se quedó parada ahí, observándolo alejarse un poco. ¿Se había en serio molestado? Se sentía confundida y no sabía lo que le pasaba. Se estaba sintiendo nerviosa con tan solo estar cerca de él y sentía mariposas en el estómago, ¿acaso eso era posible? ¿Ella estaba comenzando a enamorarse de él? Sophie rápidamente negó con la cabeza, intentando alejar su mente de esos

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33DIARIO DE UN SECRETO

pensamientos, pero una pequeña voz sonaba en su cabeza: Te estas enamorando de tu propio secuestrado. Aún más confundida, decidió avanzar detrás de Sebástian y el pequeño grupo de chicas. Caminaba con paso firme, pero no podía dejar de pensar en él. ¿Acaso es posible? Se preguntaba a sí misma: ¿Qué ocurría si en realidad sentía algo por él? Pero Sophie se comenzó a frustrar por los contantes pensamientos, que solo lograban confundirla más. Ella sola se estaba confundiendo.

—Sebástian —lo llamó dulcemente, mientras caminaba detrás de él.

Pero él no hizo por mirarla. Su mirada se paseaba por las chicas, asegurándose de que ninguna escapara.

—Yo… —continuó diciendo Sophie, intentando hacer que él se girara a verla, pero no fue así.

Sebástian la tomó por la muñeca y la pasó por enfrente, haciéndola incorporarse al resto de las chicas. La rubia se giró a observarlo. Él caminaba realmente serio y su mirada parecía estar enojada. Sophie no pudo evitar mirar su perfecta piel clara, pero Sebástian le dedicó una mirada y no justamente una tierna; la miraba algo enojado y Sophie se puso nerviosa y se giró para seguir caminando con el resto de las jóvenes, e intentando mantener su distancia con aquella niña odiosa y falsa.

Las encaminaron por calles cada vez menos transitadas y giraron en dirección a una calle donde no parecía haber nadie. Sophie se sintió aún más nerviosa. ¿A dónde rayos las dirigían y para qué? Su nerviosismo aumentó al recordar que Sebástian estaba enfadado con ella y que, no habría quién la salvara de lo que fuera a pasar.

Entraron a un angosto callejón. Aquello cada vez le desagradaba a Sophie y frente a ella, apareció una puerta gastada de madera; era inmensa y tenía varias plantas en ella. El joven se acercó a abrir la puerta de madera y les ordenó a las muchachas que entraran. Al entrar, se aspiraba un aire tenso. Había un corredor enfrente de ellas bastante iluminado, con grandes ventanas coloniales. Todo ese lugar daba la impresión de que se caería con el más mínimo soplo de aire. Estaba gastado y lleno de plantas por todos lados. Aquel joven se volvió a parar frente a ellas y las dirigió por el pasillo. Sophie intentó ver algo, pero las ventanas estaban sucias y todo se veía borroso. Avanzó unos pasos y una de las ventanas estaba rota. Asomó su pequeña cabeza por ahí y lo que vio la dejó completamente helada. Era un patio bastante amplio y ahí había varios hombres, todos de aspecto grotesco.

—Maldición. —dijo en voz baja, mientras sentía asco y sus nervios aumentaban aún más.

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Capítulo 13

Aquello no podía significarse nada bueno. Entre los hombres destacaba el que la había golpeado, siempre con esa sonrisa de oreja a oreja. Con tan solo verlo Sophie sentía nauseas.

Sus manos comenzaron a temblar notoriamente y no pudo contenerse de soltar un pequeño grito cuando sintió que alguien le tocaba el hombro.

—Lo siento. —se apresuró a decir Sophie, mientras observaba a Sebástian detrás de ella.

Pero Sebástian se limitó a ver al resto del grupo que no los había escuchado. Iban ya varios metros delante de ellos.

—Vamos, camina. —dijo, intentando sonar dulce con la joven, y la tomó del brazo, alzándola un poco.

Sophie caminaba con pasos torpes y entrecortados. Se veía aún más pálida de lo usual y Sebástian inmediatamente se percató de que algo andaba mal.

—Sophie —susurró, tomándola de la muñeca para que se detuviera frente a él.

Sophie se volteó. Se veía terrible, parecía estar a punto de desmayarse, pero Sebástian se apresuró a tomarla de la cintura para evitar que cayera.

—Tranquila, todo estará bien. Yo estoy contigo. —le susurró al oído, mientras la abrazaba, intentado que la chica dejara de temblar en sus brazos.

Y antes de que la joven pudiera preguntarle de qué se trataba aquello, él la tomó por el brazo, haciéndola caminar junto el resto de las chicas. La cabeza de Sophie no dejaba de dar vueltas, todo parecía borroso y aquello solo la ponía nerviosa. Ella sabía que debía mantener sus sentidos alerta en una situación de peligro, o si es que era posible, que encontrara cómo escapar, pero si seguía así, no podría hacer mucho. Caminaba un poco cabizbaja, mientras se decía en voz baja a sí misma: Vamos Sophie. Cálmate. Estaba absorta en sus pensamientos hasta que alguien con una voz odiosa se paró junto a ella.

—Es nuestro momento de escapar Sophie… —decía Daphne, mientras mostraba una sonrisa maliciosa.

Sophie decidió ignorarla. Se sentía débil y no quería que esa niñita le quitara sus pocas energías con una conversación estúpida, pero Daphne volvió a halar, ahora más molesta.

—¡A mí no me ignoras! —gritó Daphne.

Pero antes de que Sophie pudiese responderle, el joven que iba delante de las chicas se acercó con la pistola en la mano, apuntando directamente a ambas chicas. Sophie no pudo disimular su terror y abrió grandes como platos sus celestes ojos, mientras intentaba buscar su voz para rogar que no le disparara, pero Daphne estaba parada con la misma actitud arrogante.

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—¿Qué? ¿Nos vas a disparar? —comenzó a retarle Daphne.

El joven se enfureció por el comentario. Estaba a punto de tirar del gatillo cuando Sebástian se acercó a él muy tranquilo.

—No comiences toda una escena Sam… —Dijo tranquilamente, mientras le apartaba el brazo que apuntaba a las jóvenes.

Sam solo gruñó molesto. Realmente quería asesinar a esa niña tan insolente, pero las necesitaban y ese era el momento más inoportuno para comenzar todo un alboroto en aquel lugar. Se acercó a Daphne y le soltó un fuerte golpe en la cara, haciendo que la niña cayera directo al suelo. Pasaron varios segundo en silencio hasta que Daphne comenzó a sollozar por el dolor del golpe. Sam solo se giró en sus talones, riendo y caminando en dirección al patio.

El corazón de Sophie se ablandó al ver a aquella niña sollozando en el suelo, con la cara cubierta de sangre.

—Levántate —dijo suavemente Sophie, mientras le tendía la mano para ayudarla.

Pero antes de que Daphne tomara la mano de la joven, Sebástian se interpuso entre ellas, jalando a Sophie para apartarla de aquella niña y la obligó a avanzar en dirección al patio, dejando a Daphne tirada en el suelo.

—¡Espera! —gritó Sophie, intentando liberarse de su agarre, pero era inútil, Sebástian era increíblemente fuerte.

—Aléjate de Daphne —se limitó a decirle, mientras la dejaba junto con el resto de las chicas en la entrada del patio.

Se quedó inmóvil, viendo a lo lejos cómo Daphne se sacudía la ropa y se ponía de pie. Era consciente de que aquella niña no era de confiar, pero su corazón se ablandó al verla sollozar de esa manera. Por más que se lo mereciera, Sophie no era la clase de chicas a las que les parecía divertido ver el dolor ajeno. De improviso se fijó que aquel malestar que tenía se había ido. Se sentía de nuevo con los sentidos alertas, pero su nerviosismo regresó casi de inmediato al ver a esos hombres reunidos ahí. Buscaba con la mirada a Sebástian, pero no lo lograba ver por ninguna parte y eso solo la puso nerviosa. ¿La había abandonado en aquel lugar?

Sonrió al verlo a lo lejos. Era extraño, pero a su lado se sentía segura, ¿se había vuelto loca? ¿Cómo era posible que se sintiera segura a lado se su propio secuestrador? Absorta de nuevo en sus pensamientos, no se fijó cuando Sebástian se paró junto a ella, observándola algo confundido, pero sin intenciones de indagar en lo que la joven pensaba.

—Tengo un plan para sacarte de aquí —susurró Sebástian, sacándola de sus pensamientos.

—Debes permanecer cerca de mi sin importar que ¿de acuerdo?

—De acuerdo —dijo Sophie, un poco nerviosa por no saber en qué clase de plan había pensado Sebástian.

Se alejó un poco de ella, buscando en los alrededores alguna otra salida. Él estaba muy tranquilo

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paseándose por aquel lugar y, no pudo evitar sonreír cuando la imagen de Sophie apareció en su cabeza.

—Te otorgaré tu anhelada libertad Sophie —susurró casi para sí mismo, con una sonrisa en los labios.

Se sentía feliz. Dejaría casi libre a la chica de la cual se estaba enamorando, pero Sebástian no se percató de que alguien más había escuchado lo que se dijo a sí mismo.

—No dejare que la ayudes a escapar…

Sebástian se giró en sus talones y, se sorprendió al ver a Daphne, parada con el ceño fruncido y los puños cerrados. Maldición se dijo a sí mismo. Aquella niña lo había escuchado y sabía que podía arruinarle con facilidad su plan de dejar casi libre a Sophie.

Casi…

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Capítulo 14

Sebástian estaba molesto y miraba a Daphne con cierto rencor. Parecía que ambos habían tenido una historia por el rencor con el que se miraban.

Ninguno de los dos se movía. Estaban parados uno frente al otro. Sebástian intentó relajarse un poco, mientras pensaba en todas las posibilidades que podría tener para ejecutar su plan en ese mismo instante, pero, ¿en dónde rayos se encontraba Sophie? Él no podía salir corriendo a buscarla porque sabía que inmediatamente aquella niña comenzaría a gritar y haría que lo descubrieran y, si aquello salía a la luz, asesinarían inmediatamente a Sophie. No poda permitirse que por un descuido de él asesinaran a la joven que se estaba convirtiendo en su vida. No podía explicárselo, simplemente sentía que debía protegerla de todo. ¿La amaba? Era posible, pero ella nunca lo amaría. Sebástian se sintió afligido. Sabía que Sophie jamás lo amaría, ¿por qué ella amaría a quien la aprisionó?

—Vamos Sebástian. No querrás que se repita la misma historia que con Ángela ¿o sí? —Bufó Daphne, con una sonrisa maliciosa.

Sebástian frunció el ceño y apretó más fuerte sus puños. El pasado era algo que aún lo perseguía y aún lo lastimaba.

—¿Quién fue Ángela? —se escuchó una voz un poco temblorosa detrás de ellos.

Ambos se giraron y Daphne comenzó a reír al ver a Sophie ahí parada. Sebástian estaba perdido entre tantos pensamientos. Hacía años que no pensaba en Ángela.

—No es nadie. —se apresuró a decir, al ver la mirada asustada de la joven.

—Sebástian, no le mientas. —continuó riendo Daphne —Veras, Ángela fue su antiguo amor… El mismo que él asesinó.

Aquellas palabras hicieron eco en su interior y la imagen de su amada Ángela apareció en su mente. Su cabeza comenzó a darle vueltas. En menos de un día estaba siendo golpeado con aquello que más le dolía de su pasado.

—¡Cállate! —le gritó a Daphne, mientras se acercaba con pasos furiosos.

Sophie se asustó al ver aquel par de ojos rojos —que le parecían hermosos—, volverse los mismos a los de un animal: Sebástian irradiaba furia. Sin pensarlo, se interpuso en el camino de Sebástian. Intentó calmarlo un poco. La expresión de Sebástian claramente anunciaba que mataría a Daphne. Él parecía estar fuera de sí mismo y, apartó a Sophie de su camino, y en el momento justo en el que iba a golpear a Daphne en la cara, la joven rubia se atravesó en su golpe y la mano de Sebástian impactó en aquel delicado rostro. Sophie cayó al suelo, soltando un grito. Estaba asustada y dolida de que él la hubiera golpeado.

Sebástian se sorprendió de lo que había hecho y pareció volver a ser consciente de sus acciones.

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Tomó a Sophie por la cintura, levantándola un poco para verla. Aquello sí que le dolió. Los celestes ojos lo miraban aterrorizada.

—Aléjate —susurró Sophie, mientras de su rostro comenzaban a caer las lágrimas.

Sebástian acercó su rostro al de ella y la besó suavemente en la coronilla.

—No puedo alejarme de ti Sophie. —decía, mientras sus ojos rojos se cristalizaban.

Pero aquella odiosa voz volvió a interponerse.

—Ustedes me dan lástima —escupió Daphne.

Sebástian dejó suavemente en el suelo a Sophie y se dirigió a Daphne, sacando su arma. La mataría. Aquella niña se lo tenía merecido y se acercó cada vez más, haciendo que su arma quedara apretada en la frente de la niña.

—Detente. —sollozó Sophie.

Él no se giró a verla, pero suspiró resignado. No quería que ella lo viera matando a una niña, pero seguía sin entender por qué Sophie defendía a quien la quería muerta. Sacó de uno de sus bolsillos un pequeño frasco con un líquido transparente, y lo vertió en la cara de la niña, que inmediatamente se desplomó al suelo. Observó durante varios minutos el cuerpo de la niña en el suelo y se giró. Sabía que no tardarían en preguntarse en dónde estaban aquellas chicas.

Sophie estaba parada, apoyando sus manos en la pared de piedra. Estaba débil; aquel golpe había sido muy fuerte para ella y le costaba trabajo mantenerse en pie. Sebástian corrió hacia ella y la sujetó de la cintura, mientras que con su otra mano apartaba el rubio cabello de su cara.

—Oh Sophie… ¿Qué he hecho?—musitó al ver su delicado rostro cubierto de sangre.

Sophie comenzó a llorar en los brazos de Sebástian. Aún seguía asustada, pero no quería alejarse de él. ¿Realmente se estaba volviendo demente? Sebástian la abrazó con más fuerza, mientras depositaba una lluvia de besos en su coronilla. Varias voces se comenzaron a escuchar, cada vez más cerca en el pasillo y sin detenerse a pensarlo, Sebástian alzó a Sophie y salió corriendo de ahí. Sus pasos hacían eco en el pasillo y al toparse con la fuerte puerta de madera se sintió frustrado. No podía pasar por arriba de aquella puerta teniendo en brazos a Sophie, pero no pensaba abandonarla. Aquello no tenía vuelta atrás, si los atrapaban la matarían.

—No dejaré que se repita lo de Ángela. —susurró, mientras buscaba a su alrededor algo con lo cual abrir la inmensa puerta.

Totalmente frustrado, soltó una fuerte patada a la puerta vieja de madera, la cual se abrió casi por la mitad, dejando un pequeño agujero, pero era lo suficientemente ancho para que pudieran escabullirse por ahí. Se adentró al agujero con sumo cuidado, no quería lastimar más a Sophie. Ya se sentía lo suficientemente idiota por haber golpeado a la mujer que quería. En cuanto salió, recorrió el callejón. ¿Qué se supone que haría ahora?

Corrió por las calles solitarias y se recargó en una pared. Estaba comenzando a agotarse. Miró a Sophie, quien yacía inconsciente en sus brazos.

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—Todo estará bien —le susurró, mientras se acercaba para besarle la frente.

Pero varios disparos se escucharon por las calles. Comenzó de nuevo a correr. Cuando dobló en una calle, un auto casi lo atropella. Sacó inmediatamente su pistola y amenazó al conductor, haciéndolo bajar del auto.

—¿Qué rayos estás haciendo Sebástian? —Cuestionó Sam, que también lo apuntaba con el arma.

—Tú sabes que ella no debió de haber sido secuestrada —gruñó Sebástian.

Sam comenzó a reír por la respuesta de Sebástian.

—Debes dejar de actuar como héroe. Ellas no se enamorarán de ti y solo consigues asesinarlas. —escupió Sam.

Sebástian se afligió al recordar de nuevo el rostro de Ángela sin vida y, antes de decir algo más, soltó a Sophie, recargándola a un lado del automóvil y en un rápido giro, le disparó a Sam justo en la pierna. Tal vez no lo mató, pero si ayudaría para que él pudiera escapar con Sophie.

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Capítulo 15

Levantó a Sophie y se apresuró a subirla al automóvil. El dueño del automóvil, al ver a los dos jóvenes armados, huyó del lugar y aquello facilitaba más las cosas. Sebástian no era la clase de persona que mataban por matar y antes de subir al automóvil, se acercó a Sam y lo miró despectivamente.

—Lo siento Sam, pero yo jamás asesiné a Ángela. Fueron ustedes, quienes la arrebataron de mis brazos y la asesinaron. —gruñó Sebástian.

Sam sonrió maliciosamente a pesar de estar inmóvil en el suelo. La herida de su pierna era enorme y no podía levantarse. Sin más que decir, Sebástian se giró en sus talones y entró al automóvil. Tenía que alejarse de ahí lo más rápido posible.

—¡No te saldrás con la tuya, Sebástian! —gritó desde el suelo Sam, que seguía sonriendo como idiota.

Sebástian se enfureció y sintió deseos de aplastarlo, pero en vez de eso, solo decidió arrancar el auto y acelerar. En menos de cinco minutos, salió de aquel pueblo y se dirigió a la carretera. No tenía idea de lo que haría de ahora en más, pero se sintió aliviado al poder haber escapado de aquel lugar con Sophie.

Pasaban los minutos y la joven seguía inconsciente. Sebástian miraba de reojo, esperando a que ella despertara, pero no lo hacía. Se estremeció ante la idea de que algo más grave le sucediera. La carretera iba sola, a pesar de ser pleno atardecer y tomó la opción de orillarse. Estaba realmente preocupado, ¿su golpe había sido tan fuerte como para causarle la muerte?

Acercó su rostro al de Sophie. La tomaba suavemente con sus manos y, se quedó inmóvil, observándola en silencio. La chica parecía estar dormida, su cara estaba relajada y aun se veía delicada, a pesar de estar cubierta de sangre. Sebástian se sorprendió al escucharla quejarse cuando le tocó la frente.

—Sophie —la llamó dulcemente.

La joven comenzó a entre abrir sus celestes ojos y ahí estaba frente a ella la imagen borrosa de Sebástian, quien la miraba con suma dulzura. No terminó de despertar, cuando sintió el abrazo fuerte de Sebástian. Él la abrazaba muy fuerte, demasiado fuerte quizás. Sophie sentía como poco a poco le costaba respirar. Intentó separarse de Sebástian, pero le fue inútil.

—Sebástian —se quejó, casi sin aire.

Al escucharla jadear, él se separó rápidamente de ella, permitiendo que llenara de nuevo sus pulmones de aire.

—Lo siento —susurró con una sonrisa en los labios.

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41DIARIO DE UN SECRETO

Era extraño, no podía dejar de sonreír aunque lo intentara, pero se sentía más que feliz al ver a aquella delicada joven.

—¿Dónde estamos? —preguntó confundida Sophie.

—En una carretera —contestó con una sonrisa burlona Sebástian.

Sophie frunció el ceño. Estaba molesta y no andaba del mejor humor para bromas, pero antes de que pudiera reclamar por la respuesta de Sebástian, este le extendió un paño húmedo. Sophie se quedó inmóvil por unos segundos. No entendía el por qué le extendía un paño, hasta que giró un poco la cabeza para observarse en el espejo retrovisor del auto. Se sorprendió al verse a sí misma cubierta de sangre, pero tomó el paño y comenzó a limpiarse con cuidado. No recordaba muy bien cómo había llegado hasta aquel lugar, el intentar recordar se le hacía muy difícil últimamente; todo su pasado solo eran algo parecido a sueños borrosos, no lograba recordar casi nada de su pasado y comenzaba a asustarse. ¿Sería solo algo de unos días y ya?

Cuando se tocó un poco, la frente estaba abierta aun y le ardía. Pasó el paño húmedo y el dolor fue tan increíblemente intenso que no pudo contener el dolor y soltó un grito. Sebástian la miró preocupado y la tomó de la muñeca, acercándola hacia él, pero al tocarla, Sophie se quejó aún más fuerte. Varias imágenes pasaban rápido por la mente de la joven, todas confusas, creándole un dolor de cabeza. Su mente estaba siendo saturada de imágenes, todas de ellas borrosas, hasta que con lentitud fue recordando perfectamente lo que había sucedido y el por qué estaba golpeada. Al recordar la imagen de Sebástian golpeándola, se soltó de su agarre bruscamente.

—¿Qué ocurre? —pregunto Sebástian, acercándose a ella.

Sophie comenzó a derramar enormes lágrimas de sus celestes ojos.

—Me lastimaste… —sollozó.

Sebástian sintió una estaca en su corazón al ver a la joven llorar de esa manera y más porque él era el culpable de su llanto.

—Sophie —dijo con la voz un poco triste, intentando que ella se girara de nuevo a verlo.

—Yo no te golpee. Mi intención jamás fue haberte lastimado, tú te interpusiste… —continuó diciendo.

Sophie se giró a verlo con sus celestes ojos aun cristalinos. Seguía molesta y antes de que pudiera reclamarle, Sebástian le plantó un beso en sus labios. Ella se sorprendió, pero al cabo de unos segundos, le correspondió el beso. Era extraño; parecía como si sus labios encajaran perfectamente en los de ella, pero una imagen se escurrió de nuevo por la mente de Sophie. Era el recuerdo de aquella noche, cuando el hombre gordo la comenzaba a violar y se separó de Sebástian asustada.

Él la observó, confundido por su reacción, pero se preocupó al verla temblar incontrolablemente.

—Sophie, ¿qué pasa? —preguntó preocupado, mientras la tomaba de las manos, intentando calmarla.

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42DIARIO DE UN SECRETO

—Yo no puedo —chilló Sophie, abrazándose al torso de Sebástian.

Realmente no podía, estaba confundida y asustada. ¿Por qué Sebástian la besaba? ¿Por qué justo recordó aquella noche?

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Capítulo 16

Sophie se abrazó con fuerza mientras dejaba caer enormes lágrimas. Estaba asustada y no entendía con claridad por qué, mientras Sebástian solo se encargaba de corresponderle el abrazo y depositaba una lluvia de besos en su cabeza.

—Tranquila… —susurró.

Pasaron varios minutos en silencio, seguían abrazados. Los pensamientos de Sebástian estaban solamente en Sophie, cuando una pregunta se le pasó por su cabeza. ¿Qué haría ahora con ella? Algo que no se permitiría es dejarla. Sebástian se sentía un poco egoísta, pero la quería para él, haría lo que fuera por hacer que aquella muchacha estuviera a su lado, pero no la obligaría. Pasaron varios minutos más. Sebástian estaba confundido y, un extraño sentimiento de culpa lo recorría de los pies a la cabeza. Comenzaba a oscurecerse y Sophie se sentía débil, había llevado ya más de 3 días sin comer algo y no lo quedaba mucha energía. Sebástian arrancó el auto y buscaron algún pueblo donde pudieran pasar la noche. No tardaron mucho, cuando a lo lejos, se divisaban varias luces provenientes de un pequeño pueblo.

Sebástian buscó un lugar en dónde esconder el auto, ya que en sí había sido robado y se volteó a ver a Sophie, quien tenía la cabeza recargada en el cristal.

—Vamos Sophie, buscaremos un lugar donde puedas descansar —sonrió Sebástian.

La joven se bajó del auto muy seria. Estaba aún muy confundida y molesta y encima de todo, no soportaba el hambre; aquello era irritante. Caminaron varios minutos en silencio. Sebástian iba absorto en sus pensamientos.

—¿En qué piensas? —preguntó Sophie, al verlo tan calmado.

Sebástian suspiró al verla ahí, tan delicada, parada frente a él.

—En qué es lo que debo hacer de ahora en más contigo, Sophie —sonrió picaronamente Sebástian.

Sophie abrió la boca para responder. Estaba ahora aún más confundida. ¿Qué ella no era libre ya? Entraron a un pequeño hotel, donde Sebástian pagó la noche e inmediatamente una señorita los guió hasta su habitación. En cuanto estuvieron dentro, los ojos celestes de Sophie se iluminaron al ver la cama; aunque no era una habitación lujosa, se sentía extremadamente feliz después de casi un mes de dormir en un frío suelo de cemento. Podría en verdad descansar.

—¡Una cama! ¡Al fin! —exclamó Sophie, dejándose caer en la amplia cama.

Sebástian rió un poco y Sophie se irguió al instante, arqueando una ceja.

—¿De qué te ríes? —preguntó un poco molesta la rubia.

—Oh nada, es tan solo muy divertido verte… —bufó Sebástian.

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44DIARIO DE UN SECRETO

Sophie tan solo negó con la cabeza y dirigió su mirada a la puerta del baño y se sintió aún más feliz. Por fin tendría un baño de forma decente… Bueno, podría al menos bañarse; siendo así, tomó una toalla y se encaminó al baño.

—¿No quieres cenar primero? —preguntó Sebástian, mientras se sentaba en la cama.

—Quiero primero bañarme, después comeré —decía, mientras cerraba la puerta detrás de ella.

Abrió el agua tibia y dejó que el agua cayera sobre ella. Se sentía verdaderamente relajada; pasaron varios minutos donde solo estuvo parada, disfrutando del agua en su espalda y, de pronto, su estómago emitió un rugido. La verdad es que también estaba hambrienta, por lo que decidió que era hora de salir de la ducha. Habían pasado un poco más de treinta minutos, pero Sebástian solo se recostó en la cama. Comprendía que Sophie se tardara. Sophie salió de la ducha, cubriéndose con una bata y miró sus ropas en el suelo del baño. Estaban completamente sucias y en algunas partes ensangrentadas, no podía ponerse aquello, las personas la mirarían raro, pero no tenía nada más que ponerse. Salió del baño, aun envuelta en la bata.

Sebástian se sentó en la cama, viendo el semblante un poco apenado y preocupado de Sophie.

—¿Qué ocurre? —preguntó Sebástian.

—Es que… yo… —comenzó a decir Sophie, mientras sentía sus mejillas ruborizarse.

—Ya entiendo —dijo Sebástian, observándola aun en bata.—Ahora vuelvo —continuó diciendo, mientras salía de la habitación.

—¿A dónde vas? —preguntó Sophie.

—Iré a conseguir algo de ropa para ti, a no ser que prefieras estar siempre en bata —sonrió Sebástian, mientras la recorría de arriba abajo con una expresión divertida en el rostro.

Sophie no disimuló ni un poco el terror que aquellas palabras le producían y Sebástian cambió su expresión divertida, y suspiró.

—No me refiero a nada de eso Sophie. Yo no te lastimaré. —dijo con la voz seria y mirándola directamente a los ojos celestes.

Y finalmente, Sebástian salió de la habitación y fue en ese momento cuando lo comprendió. A pesar de que Sophie no lo mencionara anteriormente, ella aún estaba dolida y le causaba un trauma su violación. Mientras caminaba por los pasillos del pequeño hotel, Sebástian se adentraba más y más en sus pensamientos y, recordó aquella noche, cuando le entregó las pastillas a Sophie. Soltó un suspiro que se escuchó por todo el pasillo y continuó caminando, sintiéndose a cada paso más culpable. Sabía bien que Sophie no superaría aquello de la noche a la mañana; la joven necesitaba ayuda y la culpa continuaba aumentando.

Sebástian se sentía culpable de haberle entregado aquella droga a Sophie. Si bien ella no podía recordar aquella noche o no en su totalidad, pero lo que la joven recordaba era suficiente para traumarla. Los pasillos del pequeño hotel eran confusos y sin darse cuenta, chocó de frente, haciendo caer de espaldas a una señorita del servicio.

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45DIARIO DE UN SECRETO

—Lo siento —dijo muy serio, mientras tendía su mano para ayudar a levantarla.

—Oh, no se preocupe —se apresuró a decir, al ver aquel joven tan guapo levantarla—, fue mi culpa. —sonrió la muchacha.

Sebástian aprovechó para pedirle algunas indicaciones. Él no tenía ni idea de en dónde conseguiría algo de ropa para Sophie y mucho menos a aquellas horas de la noche. La jovencita lo condujo a un pequeño armario, donde conservaban ropa que algunos huéspedes habían abandonado o perdido.

—Puede llevarse toda la caja si gusta —sonrió la joven.

—¿De verdad? —preguntó, arqueando ambas cejas.

—Sí, de todas formas esta ropa tiene años aquí y nadie la reclamará.

Sebástian examinó algunas prendas. Había varias que podían quedarle a Sophie y salió ahora en busca de algo para cenar. Bajó las escaleras en dirección al pequeño restaurant que seguía abierto y mandó pedir bastante comida para su habitación.

Una vez que solucionó aquello, subió en dirección al cuarto y al entrar, se topó con Sophie tumbada en la cama, sollozando-

—Sophie ¿estás bien? —preguntó preocupado Sebástian, dejando la caja aun lado y aproximándose a ella.

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46DIARIO DE UN SECRETO

Capítulo 17

Sophie se paró de la cama con grandes lágrimas en sus celestes ojos y se quedó inmóvil, observando a Sebástian.

Estaba confundida y le asustaba que aun libre no pudiera volver a ver a su familia y un extremo sentimiento de soledad la había invadido, haciendo que no pudiera dejar de llorar.

Sophie siguió llorando un rato. Sebástian no sabía qué hacer, se limitaba a estar de pie, observándola. Cuando no pudo más, se acercó a ella, levantándola de la cama suavemente.

—Sophie —susurró.

La joven solo volteó a verlo, su semblante esta vez se mostraba pensativo.

—Quiero ir con mi familia, Sebástian —soltó Sophie, rompiendo el silencio.

Sebástian suspiró ante aquella petición y comenzó a caminar por la habitación durante varios minutos, pensando en lo que haría. No la dejaría ir, no quería alejarse de ella, pero no le gustaba verla sufrir por su culpa.

—No puedo —suspiró Sebástian, mirándola a sus celestes ojos.

—¡¿Qué?! —exclamó Sophie, sorprendida.

—Ahora eres mía —sonrió picaronamente Sebástian.

Sophie abrió sus ojos grandes como platos tras aquellas palabras. Estaba comenzando a molestarse cada vez más, ¿desde cuándo ella le pertenecía?

—¡No soy ningún objeto! —gritó enfurecida Sophie.

Sebástian arqueo ambas cejas al escucharla y verla tan molesta. Su intención jamás había sido hacerla sentir como un objeto, pero no podía decirle por qué no la dejaría ir. Sabía que si le decía, ella sufriría. Sebástian sintió un fuerte golpe en su cara. Sophie lo había bofeteado, haciéndolo salir de sus pensamientos y se giró sobre sus talones, al verla ahí frente a él, con lágrimas en los ojos y molesta, muy molesta.

Sophie se acercó de nuevo a él con las mismas intenciones de volverlo a golpear, pero la mano fuerte de Sebástian le detuvo su mano, dejándola en el aire. Ahora él también se mostraba molesto. Sophie se jaloneó, intentando soltarse de su agarre, hasta que Sebástian la soltó con brusquedad. Él también comenzaba a molestarse por la actitud de la muchacha, pero intentaba calmarse. Él sabía muy bien que, cuando se molestaba, llegaba a hacer cosas que después se arrepentiría y no se permitiría a sí mismo lastimar a Sophie.

La joven comenzó a caminar por la habitación totalmente furiosa y se paró en seco al ver la caja de cartón llena de ropa. Sin pensarlo, comenzó a revolver, buscando algo que le quedara.

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47DIARIO DE UN SECRETO

Había bastante ropa de mujer y encontró una pequeña camisa negra de manga larga y unos jeans ajustados. Entró al baño, dando un portazo. Sebástian solo la observó, aun molesto y se giró, observando el desorden que la muchacha había creado en la habitación. Suspiró aún más molesto por tener que recoger aquello, porque sabía bien que Sophie no lo haría.

¿Quién diría que fuera tan temperamental aquella joven? Pensaba Sebástian, mientras recogía las prendas que estaban tiradas en el suelo.

Sophie se cambió y se sintió a gusto de tener ropa limpia. Se pasó los jeans y de inmediato se dio cuenta que su sostén estaba en malas condiciones y maltratado, pero prefería usar su viejo sostén a andar por ahí, con sus pechos sueltos. Una vez que estuvo vestida y con el cabello desenredado, inspeccionó el baño y justo arriba del espejo, había una pequeña ventana donde ella cabría a la perfección. De inmediato se subió al lavamanos, intentando hacer el menor ruido y pisando con cuidado para no caer. No quería crear un escándalo en el baño y que Sebástian se percatara de lo que la joven planeaba. Sí, ella planeaba escaparse de Sebástian. Se paró en el lavamanos, sosteniéndose con ambas manos de la pared y decidió usar una de sus manos para empujar la pequeña ventana que se abrió fácilmente. Pasó una de sus manos por la ventana, sosteniéndose del marco para impulsarse, pero fue inútil. Frustrada, pasó ambas manos para buscar mayor impulso y así fue. Logró pasar la mitad de su cuerpo por la ventana.

Soltó un gemido de frustración al ver la altura y que estaba a punto de irse de cara hacia el suelo. Por más que luchó por sujetarse mejor, no pudo, se estaba resbalando y se chocaría de cabeza con el suelo. Pataleó un par de veces y esto solo hizo que la joven cayera al suelo.

—¡Demonios! —exclamó.

Sentía todo su cuerpo dolerle, pero sus extremidades no reaccionaban. Por más que intentaba moverse no lo lograba, quedándose ahí, tirada en el suelo.

—¡Perfecto! —gritó, aún más molesta.

Solo a ella se le había ocurrido lanzarse a una ventana cuando ni siquiera sabía la altura. Sintió un dolor en su brazo izquierdo y, después de varios minutos de quejarse y removerse en el suelo, se levantó con ayuda de su mano que no estaba herida y con la misma, se sacudió sus ropas y se retiró mechones de su melena rubia de la cara. Se levantó la manga de su brazo y ahí estaba hinchado y ensangrentado, pero a pesar del dolor que sentía en su cuerpo volteó hacia arriba, observando la pequeña ventana de donde había caído. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Había escapado de Sebástian.

Caminó por varias calles. El pueblo estaba completamente desierto. Debían ser alrededor de las 12 de la noche y el aire comenzaba a soplar cada vez más fuerte y frío. Sophie se abrazó a sí misma, intentando no perder el calor y siguió caminando, hasta que se topó con un pequeño bar, donde había mujeres con poca ropa sonriendo y riéndose con varios hombres obviamente ebrios. Su estómago comenzó a revolverse; aquella escena le daba asco y aumentaba su miedo después de lo que había vivido. Si nunca hubiese sido violada. Sophie era la clase de chicas que los manda al diablo en cuanto alguno se le acercara, pero desde su secuestro se sentía extremadamente pequeña y frágil, se sentía incapaz de poder volver a enfrentar a alguien de ese tipo, simplemente

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48DIARIO DE UN SECRETO

se sentía débil mental, emocional y físicamente hablando.

Continuó caminando, intentando dejar atrás aquellos hombres, pero uno desde lo lejos comenzó a gritarle.

—Vamos preciosa, ¿por qué no vienes a tomar algo con nosotros?

Sophie se encogió al escucharlo y decidió apresurar el paso.

—¡Hey, mocosa! Te estoy hablando —gritó molesto el hombre.

Aterrada, decidió girarse tan solo un poco y no pudo sentirse más aterrada al ver el hombre de alrededor de 25 años, completamente ebrio, acercándose de una manera increíblemente rápida a ella, con una pistola en la mano. Intentó correr, pero un disparo la hizo quedarse inmóvil.

—No te muevas o te mato —gruñó aquel hombre.

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49DIARIO DE UN SECRETO

Capítulo 18

Estaba completamente inmóvil y aterrorizada. Aquel hombre comenzó a avanzar; estaba ebrio, pero no dejaba de apuntar a la joven con la pistola y, aunque intentara correr, aquel hombre era mucho más alto y fuerte que ella, pero él estaba ebrio. Aquello le dio una pequeña esperanza a Sophie y antes de que aquel hombre se acercara más a ella, se echó a correr con todas su fuerzas. No sabía ni en qué dirección corría, pero no pensaba en detenerse.

Varios disparos se escuchaban detrás de ella, Sophie solo rezaba porque sus piernas no le fallaran ahora. Comenzó a escuchar más movimientos detrás de ella y su mente se acordó de Sebástian. Se detuvo unos minutos, observando a todo su alrededor, pero ahora estaba más que perdida y nada le parecía conocido. Quería volver al hotel donde estaba Sebástian; ella tenía la esperanza de que él la ayudara, pero ahora ella estaba lejos y completamente perdida.

—Maldición —chilló Sophie, frustrada al escuchar a varias personas dirigirse hacia ella.

Sin saber a dónde dirigirse o si era buena idea correr y alejarse aún más, comenzó a correr en dirección a lo que ella pensaba era una calle un poco más concurrida. Su decepción fue mayor al ver aquella calle ancha completamente vacía, aunque era lógico, pasaba de media noche y ella se encontraba sola y perdida y, como si eso no bastara, un grupo de hombres ebrios la perseguían.

Intentaba hacer trabajar rápido a su mente. Podría ir corriendo, pidiendo ayuda, esperando que alguien saliera de su hogar por el alboroto, pero aquello también podía hacer que la encontraran más fácil, no solo con aquellos hombres ebrios y armados, ella corría riesgo de toparse con alguien peor. Siguió corriendo por la calle hasta llegar al final de ésta, preguntándose si seguir a donde todo parecía más tranquilo. Un automóvil le impidió el paso, saliendo de la nada.

—Vaya, ¿qué es lo que tenemos aquí? —exclamó con una sonrisa pervertida el joven del automóvil.

Recorría con los ojos de arriba abajo a Sophie; aquella mirada perversa pudo avisar a Sophie que lo que sea que el joven pensara, sería malo para ella. Aterrada, intentó huir, pero el joven era mucho más rápido que ella y Sophie, sin saber exactamente cómo, el muchacho ya la aprisionaba contra el automóvil.

—Déjame —jadeó Sophie.

Pero el muchacho apretó más su cuerpo contra el auto, mientras sonreía y pasaba sus manos por el trasero de la chica. Estaba completamente asustada y no dejaba de temblar. Se quedó completamente inmóvil al sentir un bulto en su trasero. Quería gritar, pero no encontraba su propia voz. Intentaba calmarse, pero simplemente no podía, la chica estaba muerta del miedo. El joven apretujó el trasero de Sophie, mientras lentamente introducía sus manos por los jeans de la chica.

— ¡AYUDA! —gritó Sophie, desesperada.

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El joven se exasperó al escucharla gritar y la giró bruscamente, haciéndola golpearse en la cabeza.

— ¡Cállate! —gruñó, mientras le soltaba una bofetada, abriendo el labio de Sophie.

Antes de que la joven gritara como desquiciada, la besó agresivamente. Sophie se removía, intentando buscar librarse de él, pero le era imposible. Aquel joven era alto y la sostenía con demasiada fuerza; entre empujones y jadeos de dolor de Sophie, el muchacho la introdujo dentro del automóvil, cerrando las puertas con seguro para evitar que la muchacha escapara y volvió a besarla, haciendo que callara sus gritos de auxilio. La manoseaba de arriba abajo y gruñía excitado. Sophie no pudo sentir más asco y comenzó a llorar, empezando a preguntarse si alguien la salvaría. Intentaba apartarlo de ella con sus manos, pero el joven la aprisionó contra el asiento, sosteniéndole sus muñecas.

—Suéltame —suplicó llorando Sophie.

—Tranquila, lo disfrutarás —sonrió perversamente el muchacho, mientras comenzaba a tironear de las prendas de Sophie.

La joven comenzó a quejarse y gritar, mientras él intentaba desesperadamente sacar los jeans de la muchacha. Desesperado y furioso por los gritos de Sophie, le soltó un puñetazo en el estómago plano, dejándola sin aire.

— ¡Cállate de una buena vez mocosa! —gritó exasperado.

Sophie intentó moverse, pero solo consiguió otro golpe en el estómago de parte del chico.

—Si no te mueves, no te lastimare más —gruñó.

Era inútil, por más que lo intentaba el joven la golpeaba. Sophie comenzó a sentirse cada vez más débil. El cansancio y la falta de alimento comenzaban a jugarle en contra. Después de varios golpes, Sophie iba perdiendo conciencia de sí misma, pero aquello no fue por mucho, volvió a temblar ante las caricias desesperadas del muchacho. Volvió a besarla agresivamente, mientras tiraba de los jeans y las bragas de Sophie, bajándolas hasta el muslo. Jaloneó de la blusa de la joven y de su sostén, dejándola completamente descubierta. Aquel hombre sonrió más anchamente al ver los pechos de la joven y, se abalanzó sobre ellos.

—Basta —chillaba Sophie, aterrorizada.

Pero aquello, sabía bien que era inútil. Nadie la rescataría y ella sería violada nuevamente. Intentó una vez más apartarlo, pero fue imposible. Aquel hombre la devoraba como loco, causándole dolor. No podía dejar de temblar, horrorizada. Mayor fue su horror al ver el joven retirarse los pantalones, dejando al descubierto su miembro erecto.

—Por favor, suéltame. —suplicó Sophie, mientras derramaba enormes lágrimas de sus celestes ojos.

El joven la ignoró y le abrió las piernas a Sophie, acomodándose para entrar en ella. Aquello era el fin; no podía hacer nada para evitar eso. Sophie comenzó a derramar más y más lágrimas, esperando impotente a que el joven que tenía sobre ella la violara. Él estaba a punto de entrar en ella, cuando el cristal del auto se rompió detrás de él.

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Capítulo 19

Sophie apartó la cabeza, intentando evitar los trozos de aquel cristal. Giró un poco la cabeza hacia el muchacho: estaba bañado en sangre y sin pensarlo, Sophie le soltó una patada en la entre pierna. Intentó desesperadamente abrir la puerta del auto, pero estaba cerrada. La puerta detrás del joven sangrante se abrió y lo sacó de un tirón otro hombre, golpeándolo sin compasión alguna. Sophie intento salir del auto, apresurada por su libertad, pero una mano la detuvo. Sophie reconoció de inmediato la figura de Sebástian golpeando al muchacho.

Una vez que lo dejó inconsciente, se acercó al automóvil con el gesto preocupado. Los ojos de la chica se llenaron de nuevo de lágrimas al verlo ahí, parado, fuera del automóvil. Sebástian asomó su cabeza al automóvil y antes de poder decir algo, la joven lo abrazaba con fuerza mientras lloraba.

—Tranquila Sophie —dijo Sebástian, devolviéndole el abrazo.

La separó un poco de su cuerpo y, Sophie se percató de que su blusa estaba completamente rota y dejaba al descubierto sus pechos; sus mejillas se enrojecieron e inmediatamente se cubrió con las manos. Sebástian se giró y se quitó la chaqueta que traía, pasándosela por los hombros de la joven y, depositando un suave beso en la frente. Sophie intentaba calmarse, pero no lo lograba. Consiguió ponerse la chaqueta de Sebástian y se acomodó la ropa, saliendo del automóvil. Seguía asustada y débil, pero un extraño dolor en la entrepierna le hacía muy difícil caminar. Sebástian se percató inmediatamente de eso y, la alzó en sus brazos. Su gesto seguía siendo dulce, pero en su mirada se podía ver claramente que estaba molesto.

Caminaron por las calles solitarias. Aquel silencio parecía ser eterno y comenzaba a volverse incómodo.

—Sebástian —murmuró Sophie, mientras levantaba la cabeza para observarlo.

—Aún falta un poco para llegar al hotel. —contestó, serio.

Sophie se sintió un poco mal por la manera tan cortante de ser de Sebástian y se quedó en absoluto silencio por unos minutos.

—Lo siento —chilló Sophie, mientras se abrazaba al cuello del muchacho.

Sebástian solo le acarició la mejilla y continuó caminando. Aquellas calles no eran seguras para Sophie e intentaba caminar por donde hubiera mejor iluminación, pero en algunos tramos fue imposible. Pasaron alrededor de 20 minutos más hasta que llegaron al pequeño hotel y al entrar, los pocos empleados que estaban ahí los observaban de una forma extremadamente rara. Esto podía deberse a que ya era de madrugada o del labio sangrante de la joven. Sin darle importancia, Sebástian subió las escaleras con Sophie y llegaron a la pequeña habitación. La joven se sentó en la cama, intentando no llorar del dolor que tenía a causa de los golpes y Sebástian se sentó frente a ella, entregándole un pequeño paquete de comida.

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—Estás débil, debes comer —le ordenó.

Él seguía con la misma actitud fría y molesta.

—Gracias —contestó Sophie.

Y comenzó a comer; aquello le resultaba delicioso y es que tenía días sin comer nada. A pesar de que no fuera la gran cosa, ella sintió que era todo un manjar y su estómago, por fin, después de mucho, se sintió satisfecho. Una vez que terminó, decidió disculparse con Sebástian. Posiblemente él estaba molesto con ella por escapar, pero él solo la observaba con la mirada perdida.

—Sebástian… Gracias, por salvarme —dijo, llamando la atención del joven.

—Te dije que yo te cuidaría —contestó Sebástian, esbozando una pequeña sonrisa en sus labios.

Su sonrisa era simplemente encantadora y dejaba a Sophie con una extraña calidez.

—¿Cómo me encontraste? —preguntó temerosa.

Sebástian soltó un largo suspiro .

—Te escuché desde que intentabas escapar del baño. —dijo fríamente.

Sophie solo bajo la mirada. Estaba avergonzada de su actitud, después de que él la había ayudado a escapar. Antes de que pudiera disculparse, Sebástian continuó hablando.

—Pero, no quise seguirte. No creía que fueras a llegar tan lejos o que algo te fuera a pasar —gruñó Sebástian, al recordar al joven apunto de violar a la muchacha.

Sophie bajó la cabeza, dejando caer grandes lágrimas de sus ojos y preguntándose qué hubiera pasado con ella si Sebástian no hubiera llegado en el momento justo. Sebástian se acercó a ella, limpiándole las lágrimas.

—Fue mi culpa Sophie. No debí dejarte ir muy lejos —susurró con tristeza Sebástian.

—No fue tu culpa —hipó la joven—, pero, ¿cómo me encontraste?

—Ese era el problema, Sophie. No podía encontrarte, no sabía en qué dirección habías ido y tuve que caminar por varias calles, cuando a lo lejos, escuché tus gritos de auxilio. —sus ojos se comenzaron a tornar nostálgicos.

—Si no me hubieras salvado, yo… —chilló Sophie, mientras abrazaba con fuerza a Sebástian.

—No dejaré que nada malo te pase. Lo prometo —susurró en su oído Sebástian, mientras la rodeaba con sus brazos.

Pasaron varios minutos más abrazados. Cada uno comenzaba a sentir el cansancio de los últimos días y sus párpados comenzaban a cerrarse, haciendo que terminaran durmiéndose sin separarse; simplemente quedaron tirados en la cama, durmiendo profundamente. Pasaron largas horas cuando Sebástian abrió los ojos y, no pudo evitar sonreír al ver a aquella hermosa joven dormir justo como la primera vez que la observó. Ella estaba absorta en sus sueños, dormida

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tranquilamente, pero esta vez, él la tenía entre sus brazos.

Posó una de sus manos en la mejilla de Sophie, acariciándola con cuidado de no despertarla. No podía dejar de observarla y sonreír, sentía su corazón acelerarse de manera impresionante, él mismo estaba sorprendido, él nunca en su vida se había sentido de esa manera, ¿era aquello amor?

Inmediatamente negó con la cabeza, aquello no se parecía a lo que alguna vez sintió por Ángela. Aquel sentimiento por Sophie era mucho más fuerte… la estaba comenzando a amar.

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Capítulo 20

Observaba embelesado el rostro de la joven. Comenzaban a entrar los primeros rayos de luz a la pequeña habitación, pero sus ojos no se despegaban del rostro relajado de la joven, hasta que ella se removió entre sus brazos. Sebástian se alejó un poco de ella y, con sumo cuidado, la acomodó de mejor forma en la cama para que ella pudiese descansar. Sin alguna intención, Sebástian quedó posado arriba de ella y, cualquiera que viera aquella escena, podría jurar que algo más pasaría o que Sebástian intentaría hacerle algo a la joven. Sin ser consciente de la posición en la que estaban, acomodó con cuidado la cabeza de Sophie para que ésta descansara en la almohada. Ella volvió a removerse y la blusa holgada que llevaba se corrió un poco, dejando al descubierto el inicio de sus senos.

Sebástian se enrojeció al observarla y comenzó a sentir su temperatura aumentar, al igual que iniciaba a sentir la necesidad de abalanzarse sobre ella y besar ese par de labios carnosos que Sophie poseía, pero no, él no podía hacerle eso a ella y mucho menos porque ella estaba dormida, simplemente él no podía aprovecharse de ella, pero su deseo era muy grande. Se quedó inmóvil frente a ella, observando deseoso el pecho de la joven durante unos minutos, mientras tenía un conflicto sobre lo que estaba bien y mal.

—¡Ahhh! —gruñó entre frustrado y molesto.

Le costaba trabajo calmarse. Realmente quería tomar a Sophie, pero no podía, simplemente no se permitiría hacerle eso. Su cabeza le daba vueltas, no pensaba con mucha claridad y se acercó lentamente a ella, esperando que ella no despertara y se asustara. Sentía formarse una erección.

—¡Maldición! —murmuró, mientras bajaba la mirada a la ahora notable erección en su pantalón.

Y se separó de ella rápidamente, mientras negaba con la cabeza. Caminaba por el cuarto, murmurando miles de cosas tan bajas que era casi imposible entender lo que él solo se decía. Daba vueltas por todo el cuarto, deseando sacar de su mente aquella imagen y, después de bastante rato, decidió sentarse en el pequeño sillón, sin darse cuenta de que Sophie lo miraba desde la cama, confundida.

—¿Qué ocurre? —preguntó después de rato Sophie.

Sebástian pareció no oírla y continuó absorto en sus pensamientos. Preocupada, Sophie se acercó hasta él, inclinándose hacia el rostro cabizbajo de Sebástian.

—Oye ¿qué pasa? —preguntó preocupada al verlo tan metido en sus pensamientos.

Él levantó un poco la cabeza y se sonrojó de inmediato al tener enfrente a la delicada joven con el semblante preocupado, pero su mirada se desviaba hacia su holgada blusa, que dejaba ver un poco el sostén de Sophie. Volvió a negar con la cabeza y posó sus ojos en los de ella, perdiéndose durante varios segundos en lo celeste de su mirada.

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—Todo está bien —contestó después de un rato, esbozando una sonrisa picarona hacia Sophie.

Se levantó del sillón ya más tranquilo y entró al baño a lavarse la cara y, al salir, se encontró con Sophie sentada en la cama, con los ojos fijos al suelo.

—¿Ocurre algo? —preguntó preocupado.

Sophie sintió el colchón hundirse y levantó la vista, observando a Sebástian sentado junto a ella.

—Aún tengo sueño —confesó la joven, sonriendo.

Y justamente así era, sus ojos celestes aún se notaban cansados y deseosos de volver a dormir. Al escucharla, Sebástian arqueó una ceja y la miró con detenimiento.

— ¡Vaya! Sí que eres floja —contestó, mientras intentaba ocultar una carcajada.

Sophie lo miró con los ojos completamente abiertos.

— ¡No soy floja! —exclamó, indignada.

Sebástian no pudo contenerse y rió sonoramente, mientras Sophie solo se enfurecía por el comentario. Buscó una almohada y se la aventó con todas sus fuerzas en la cara a Sebástian, para que éste dejara de reírse de ella. Él dejo de reír y se giró a ver a Sophie, quien lo miraba entre divertida y con el ceño fruncido. Al verla ahí, parada, Sebástian sonrió ampliamente.

— ¿Ahora qué? —preguntó Sophie, arqueando una ceja.

—Te ves encantadora molesta —sonrió Sebástian, aún más ampliamente.

Sophie se sonrojo al instante y se giró en sus talones, dándole la espalda, preguntándose: ¿cómo era posible que una sonrisa de parte de él la pusiera con tanto nerviosismo? Y negó con la cabeza, intentando alejar su mente de la encantadora sonrisa del muchacho. Aunque era extraño, en todo aquel tiempo no había escuchado nunca reírse a Sebástian y su risa era tan limpia y sincera; era simplemente hermoso escucharlo reír. Absorta, mientras pensaba en cuánto le parecía lindo Sebástian y sin saber por qué pensaba en él de esa forma, no se percató de que el joven a sus espaldas la observaba divertido, esperando el momento justo para arrojarle la misma almohada que había usado para golpearlo en la cara.

—No te enfades, Sophie. —dijo, mientras le arrojaba la almohada, sacándola de sus pensamientos.

La muchacha se giró inmediatamente molesta y abrió la boca para soltar algún insulto, pero no pudo evitar reírse. Aquello no era para molestarse y simplemente decidió reírse; ella se sentía tan feliz. Parecía por un momento que todo estaba normal, como si nada de lo malo hubiese pasado y sonrió para sí misma al recordar, que tenía ya tanto tiempo sin reír.

Sebástian la observaba reír con una sonrisa en los labios. Se sentía extrañamente feliz al verla sonreír y es que, él sí estaba amando a Sophie, a pesar de no conocerla mucho.

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Capítulo 21

Continuaron riendo durante varios minutos hasta que el estómago de la joven gruñó hambriento. Sophie no pudo evitar sonrojarse por el sonido proveniente de su estómago. Sebástian la observó y se paró de la cama, tomando sus cosas y extendiéndole la mano a Sophie, invitándola a salir de aquella habitación. La joven tomó su mano y pasó por delante de él en el pasillo; caminaban juntos, esta vez en absoluto silencio. En la mente de ambos se deslizaba una sola pregunta: ¿Qué pasaría ahora? Sophie se detuvo de pronto y se quedó observando la ventana que daba hacia la calle. Sebástian continuó avanzando durante unos pasos, hasta que se percató que la joven seguía ahí, parada, con la mirada fija en algo ahí afuera. Avanzó hasta ella y puso su mano en el hombro.

—¿Todo bien? —preguntó dulcemente.

La joven lo miró fijamente a los ojos rojos del muchacho, esbozando una sonrisa en sus labios.

—Sebástian, ¿qué pasara ahora? Me refiero a, ¿qué hago yo tan lejos aún de casa?

Él la miró y soltó un pequeño suspiro, pero le devolvió la sonrisa a la joven que no dejaba de mirarlo, impaciente por una respuesta.

—Quería ponerte a salvo antes de saber qué es lo que ocurriría.

—¿A qué te refieres? —preguntó confundida la joven.

—Me refiero a que teníamos que escapar para que no nos volvieran a encontrar, Sophie. Tranquila, ahora me encargaré de que llegues a casa a salvo —dijo, al ver aun la cara intranquila de la joven.

Aquello le causaba tristeza, no quería alejarse de Sophie, pero, ¿quién era él para retenerla de ser feliz? Si la obligaba a quedarse con él, no ganaría nada más que el desprecio por parte de ella. Si bien era correcto que la amaba y por eso, después de varias horas de insomnio, decidió que lo mejor para ella sería volver a casa y él desaparecería de su vida. Él haría lo que fuera para que Sophie volviera a tener su vida como antes, aún si él tuviera que desaparecer de la vida de la joven. Tomó su mano con delicadeza y depositó un suave beso en su frente y continuaron caminando por el pasillo del hotel. No tardaron casi nada en llegar a la pequeña recepción, donde pagaron la noche o bien, las pocas horas que pudieron dormir y salieron de ahí.

—Muero de hambre —se quejó Sophie, mientras tocaba su estómago.

—Lo sé —contestó serio Sebástian, indicándole con la mano que lo siguiera.

Caminaron por varias calles, era aún muy temprano y apenas varios vendedores armaban sus pequeños puestos. Poco a poco las calles comenzaron a llenarse de gente y, después de un tiempo de caminar por el pueblo, entraron a una cafetería no muy concurrida. Tenía el aspecto gastado y había poca gente ahí, todo era de madera y el suelo rechinaba al pisarlo. Caminaron a una pequeña mesa y se sentaron. Sophie se volteó a seguir observando aquel lugar, que, a pesar de ser viejo, daba calidez estar ahí.

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Tardaron alrededor de 30 minutos en recibir su orden, los cuales habían parecido eternos para Sophie, ya que Sebástian estaba de nuevo absorto en sus pensamientos. Había resultado muy aburrido estar en completo silencio media hora, observando una y otra vez aquella cafetería que no tenía mucho que ver, mas que algunos cuadros en las viejas paredes de madera, pero al fin y al cabo, aquella espera había valido la pena; la comida estaba exquisita y Sophie disfrutó cada bocado y no dejaba de sonreír para sí misma, pero, al contrario, Sebástian estaba serio, a decir verdad, más serio de lo que acostumbraba y casi no tocó su comida.

— ¿De dónde eres Sophie? —preguntó de pronto Sebástian.

—De Oxford —contestó, mientras daba un sorbo a la taza de té caliente —¿En dónde estamos?

—No estamos lejos —sonrió Sebástian, un poco melancólico —, estamos en Luton.

La joven sonrió para sí misma. Ella se creía mucho más lejos de casa, pero no era así y sintió un gran alivio al saber que dentro de poco, estaría de nuevo en casa.

Por otra parte, Sebástian se sentía triste y el pensamiento de alejarse de Sophie lo hacía sentirse vacío. Cuando terminaron de comer, pagaron la cuenta y le preguntaron al encargado a cuantos días de viaje harían para llegar a Oxford; el encargado se extrañó un poco por la pregunta, le resultaba raro que existiendo trenes o automóviles, aquel par de jóvenes quisieran viajar a pie hasta ahí, pero, después de pensarlo un poco, les respondió que harían máximo una semana. Sebástian le dio las gracias y se despidió cortésmente del señor, mientras salían de la cafetería, miró directamente al cielo que comenzaba a nublarse. Le quedaba solo una semana con Sophie a su lado.

—¿Por qué viajaremos a pie? —preguntó confundida, Sophie.

Sebástian siguió caminando por las calles, sin responder a la pregunta de la joven, ¿de qué manera le explicaba que no quería alejarse de ella? ¿Cómo le podía decir que solo quería tenerla con él, la mayor parte del tiempo que fuese posible? Él simplemente no encontraba cómo responderle y siguió caminando, pensando en cómo responder, hasta que Sophie lo frenó, tomándolo del brazo.

—Respóndeme —exigió Sophie, con la voz muy firme.

Sebástian se giró en sus talones y la observó con cara de pocos amigos y respondió desganado.

—No tenemos dinero para viajar como debería ser, Sophie.

Y efectivamente, así era. No contaban con mucho dinero para viajar, pero la idea de viajar a pie y dormir en la intemperie no le resultaba agradable a Sophie, pero antes de que Sebástian se girara para seguir caminando, la joven volvió a tomarlo del brazo.

— ¿Qué hay del automóvil con el que llegamos?

Sebástian abrió los ojos. Era cierto, él no recordaba que contaban con aquel pequeño medio de transporte y se encaminaron en busca del automóvil. A decir verdad, ninguno de los dos recordaba con exactitud dónde lo habían dejado, o si en el lapso de tiempo de la noche alguien lo habría robado, así que aquello implicaría una larga caminata por el pueblo, atiborrado de gente

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por todos lados.

Sebástian caminaba, mientras observaba a Sophie por delante de él. Continuamente había tenido discusiones consigo mismo entre lo que sentía por ella, pero no podía despegar su vista de ella.

—Estás enamorado —se dijo a sí mismo, en un susurro casi inaudible.

Al fin lo admitía: estaba enamorado de aquella delicada chica de 17 años y sonrió tristemente al recordar que solo le quedaba una semana o menos con ella. ¿Podría él decirle lo que sentía por ella, en ese poco tiempo que les quedaba juntos?

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Capítulo 22

Caminaron por varias calles del pueblo y, cada que daban vuelta en una calle, intentando alejarse de tanta gente, el resultado era el mismo. Había muchas personas en las calles y era casi imposible no ser empujado o pisado, aquello comenzaba a poner a los muchachos de mal humor, llevaban alrededor de una hora caminando bajo el sol sin encontrar el automóvil. Sophie comenzaba a frustrarse, el calor la estaba poniendo de mal humor.

—Sophie —la llamó tranquilamente Sebástian.

Sophie continuó caminando, ignorando a Sebástian. Realmente estaba frustrada, quería salir de ahí en cuento antes.

—Tranquila —dijo Sebástian, tomándola del brazo, impidiéndole caminar.

La joven se detuvo y miró directamente a Sebástian e intento sonreír, pero en serio le costaba, se sentía tan cansada.

—Llevamos más de una hora dando vueltas —dijo Sophie, con un tono de voz molesto.

—No estarías de tan mal humor si vieras con detenimiento los bellos lugares por donde hemos pasado —bromeó Sebástian, con la misma sonrisa ancha en sus labios.

Sophie solo frunció el ceño y se giró en sus talones para seguir caminando. Sebástian, al observarla, suspiró. Él conocía mejor aquel lugar, pero Sophie solo se dedicaba a ignorar lo que él decía.

De pronto, a lo lejos, vio el bosque y un pequeño auto abandonado. Sonrió para sí mismo al ver a Sophie dirigirse en dirección contraria.

—Vaya que es necia —rió Sebástian.

Continuó caminando, pero con mayor lentitud detrás de Sophie. A pesar de que iba a varios metros de distancia, aun observaba aquella melena rubia caminar muy aprisa. No borró la sonrisa de su cara, sabía que aquella chica no lo escucharía, así que decidió ver cuánto tiempo tardaría ella en encontrar el automóvil. Caminaba lento, absorto en sus pensamientos, cuando un grito de una joven lo sacó de sus pensamientos. Rápidamente giró a su alrededor, buscando a Sophie con la mirada, pero no la encontraba. Había demasiada gente en aquella calle, por lo que le era imposible observarla. Otro grito se escuchó y Sebástian lo pudo oír con claridad, definitivamente sabía que la chica que gritaba horrorizada era Sophie. Sin pensarlo más salió corriendo, abriéndose paso entre la gente que actuaba como si no escucharan nada. Intentó guiarse por el sonido, pero este se mezclaba entre las conversaciones de la gente y lo gritos de los vendedores.

—¡¡Déjame!! —se escuchó gritar a la joven cada vez más cerca.

Sebástian temía por lo que le pudiera suceder a Sophie y aun más, temía llegar cuando fuese

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demasiado tarde.

Sophie se jaloneaba en los brazos de un hombre rubio y alto, pero por más que lo intentara, le era casi imposible. El joven, molesto por los gritos de Sophie, sacó rápidamente una navaja, apretándola muy cerca del cuello de la rubia. Ella dejó de jalonearse y lo miró con la respiración agitada y lágrimas en los ojos. Lo observó detenidamente; aquel par de ojos verdes y una imagen aparecieron rápidamente en el cerebro de la joven. Era él, el mismo joven que la seguía desde el bar la noche anterior. Intentó una vez más removerse del agarre del hombre.

—Quédate quieta, maldita perra —gruñó el hombre, apretando cada vez ms la navaja al cuello de Sophie.

Cada vez le costaba más trabajo respirar a Sophie y cada que se movía, aunque fuera poco, aquel hombre alto apretaba más la navaja contra su cuello.

—No —chilló Sophie, molesta.

Estaba harta, Desde que salió de su casa, todo el mundo la había tratado como una bolsa de basura y era tratada como un objeto sin valor y sin ningún respeto hacia su cuerpo. Estaba más que furiosa y asustada. Intentó calmarse a sí misma, no podía esperar a que Sebástian siempre la salvase. Ella tenía que aprender a defenderse, no quería que ningún idiota volviera a intentar violarla.

—¿No qué? —cuestionó el hombre, pegándose más a ella.

Lamía el cuello de Sophie con su fría lengua, pero sin soltarla ni aflojar el agarre. Sophie, armada de valor, lo apartó con sus piernas de ella y lo fulminó con la mirada. Aquel hombre solo se echó a reír; jamás creyó que la joven se pusiera con esa actitud y sonrió pervertidamente, mientras se acercaba a ella.

—No te atrevas, bastardo —escupió llena de ira, Sophie.

EL hombre se irguió sobre su espalda, sorprendido por el comentario e inmediatamente la ira se apodero de su mirada. Sophie se estremeció al verlo, sabía que aquello había empeorado las cosas. Frenético, el hombre se acercó a ella, besando con desesperación los labios de Sophie, mientras apretujaba con sus manos los senos de la joven. Ella comenzó a llorar e intentar escapar, pero era imposible, la tenía apresada junto a la pare de aquel callejón. El hombre se separó de ella, luchando con quitar la blusa de la joven mientras ella se removía con fuerza y gritaba, esperanzada de que alguien la ayudara.

Pero nada, ella seguía en manos de aquel hombre y no había señal de que alguien fuera a ayudarla: ¿acaso nadie la escuchaba? Había tanta gente pasando por la calle y nadie se detenía a ayudarla.

—¡Maldición, déjame! —gruñó Sophie, molesta y asustada.

El hombre, molesto, levantó la cara y le soltó una fuerte bofetada, haciéndola caer al suelo.

—Cállate perra —gruñó el hombre.

Un golpe lo alejó de Sophie. Ella levantó la mirada y ahí estaba Sebástian, viendo con ira a aquel

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hombre y, sin darle tiempo de ponerse de pie, se acercó rápidamente a él, soltándole otro golpe en el estómago.

—Jamás llames así a una dama —gruñó lleno de furia, Sebástian.

El hombre rubio sonrió estúpidamente y quitó la sangre que escurría de su boca.

—Esa no es ninguna dama —rió sonoramente.

Sebástian lo calló de un golpe y el hombre cayó al suelo inconsciente. Se giró sobre sus talones a ver a Sophie, quien lloraba desconsoladamente mientras se abrazaba a sí misma. Sebástian la miró con dulzura, intentando tranquilizarla, pero no lo logro. La levantó del suelo y antes de que Sophie dijera algo, la abrazó con fuerza contra su pecho.

—No te alejes de mí, Sophie —suplicó Sebástian, mientras la besaba en la frente.

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Capítulo 23

Sentía sus brazos alrededor de mí, atrayéndome con fuerza hacia su pecho. Sebástian en realidad se preocupaba por mí. Varias lágrimas se escurrían por mi rostro sin poder detenerlo, mientras solo me abrazaba con fuerza al torso de Sebástian. Ya no quería volver a pasar por otra situación así, simplemente deseaba volver a mi vida justo y como era, pero, ¿y Sebástian? ¿Realmente yo deseaba mi vida lejos de él?

—Es imposible —se dijo Sophie en un susurro muy bajo.

Pero Sebástian lo escuchó con claridad. Acarició su cabello suavemente, mientras bajaba un poco la cabeza para posar sus labios en el oído de la joven, que comenzaba a estremecerse en sus brazos.

— ¿Qué es imposible? —susurró, con una voz realmente sensual.

Sophie se despegó de él y lo miró con ambas cejas arqueadas, poniéndose casi de inmediato sonrojada.

—Imposible que me hayas salvado… de nuevo —dijo Sophie, con la mirada directamente clavada contra el suelo.

Los ojos celestes de la muchacha comenzaban a llenarse de lágrimas, que Sebástian rápidamente limpió con sus manos y, con suavidad, la acercó a su pecho, abrazándola de nuevo. Sophie le correspondió el abrazo con fuerza, mientras sollozaba, aspirando profundamente el aroma de Sebástian; tenía un aroma encantador e increíblemente calmaba a Sophie, quien se dio cuenta que no podría, no, simplemente no quería estar lejos de Sebástian. ¿Lo amaba? ¿Acaso era aquella su respuesta?, pero tal vez, solo tal vez, era una completa locura. Cada que Sophie se planteaba preguntas acerca de sus sentimientos a Sebástian, algo en su pecho parecía estremecerse y su mente rápidamente le decía que aquello era totalmente descabellado.

Pasaron largos minutos abrazados, dejando atrás todo el sonido de las calles y los gritos que se habían vuelto ya insoportables de escuchar. Sebástian, después de varios minutos, se separó de Sophie solo un poco, quien inmediatamente bajó la cabeza. Él sonrió dulcemente y tomando con ambas manos el rostro sonrojado de la muchacha, la hizo mirarlo a los ojos. Sebástian no podía apartar la mirada de aquel par de labios ligeramente rojos y carnosos, deseaba besarla apasionadamente, pero por la mirada que Sophie tenía, sabía que aquello seguiría quedándose en un deseo. No quería asustarla besándola de tal manera sorpresivamente, pero realmente se moría por besar a aquella delicada chica rubia con ojos celestes grandes y, aún cristalinos.

Sophie se acercó un poco al rostro de Sebástian, posando una de sus manos en la mejilla del muchacho. Sebástian se sorprendió, ¿sería que Sophie deseaba tanto como él besarse? Sin seguir con aquellas dudas, se acercó temeroso al rostro de la joven y posó sus labios delicadamente en los de ella, esperando impaciente a que ella le correspondiera aquel beso. Fue cosa de tan solo unos segundos para que Sophie le correspondiera el beso. Sebástian no pudo evitar sonreír y

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continuo besándola suave y delicadamente, aunque todo el interior de Sebástian deseaba besarla cada vez más rápido. Intentó contenerse y posó una de las manos que sostenían de la mejilla a Sophie hacia su nuca, haciendo así profundizar el beso, haciendo que sus lenguas chocaran con timidez. Sophie emitió un leve gemido al sentir la lengua fría de Sebástian en su boca, pero de inmediato se endulzó por el sabor que tenían sus besos. Algo en su interior deseaba poder arrojarse sobre él para poderlo besar mejor e, inundarse de aquel cálido placer que le producían sus labios.

Sophie era un poco más baja de estatura, por lo que sin darse cuenta, se puso de puntillas para alcanzar mejor los labios de Sebástian. No quería que terminara, deseaba poder besarlo todo el día. Se sobresaltó un poco al sentir el beso acelerarse un poco más, pero no dejó de corresponderlo. Aquello simplemente era magnifico, jamás en su vida se había sentido tan atraída a alguien y por eso mismo tenía miedo. Sophie tenía miedo de amar a Sebástian pero, ¿por qué? Intentaba desesperadamente encontrar una respuesta al por qué de su miedo, pero pronto dejó de pensar en eso cuando la otra mano de Sebástian comenzaba a bajar suavemente hacia su cintura, atrayéndola más hacia él. Las caricias de Sebástian eran tranquilas y contenidas, pero sus besos eran todo lo contrario. Sebástian besaba a Sophie con tanta intensidad como si fuese la última vez que fuera a probar ese par de labios o aun más, como si su vida dependiera de ello.

Aquel beso era cada vez más rápido y en el cuerpo de Sophie comenzó a sentirse un calor que ella no comprendía, solo sabía que deseaba más y más. Se abrazó al cuello de Sebástian, mientras retrocedía, pegándose contra la pared. Sebástian la siguió y suavemente la fue aprisionando contra aquella pared, ambos estaban inundados de un calor extraño que recorría sus cuerpos, pidiéndoles que ese beso fuera cada vez más y más rápido. Sophie no quería despegarse ni un centímetro de él y, suavemente, acercó el cuerpo de Sebástian hacia ella, haciendo que no quedara ninguna clase de separación entre sus cuerpos.

Absorta en aquel beso, sin pensar en nada más que el deseo de seguir besando con tanta intensidad aquel par de labios, una imagen en su cabeza apareció. A decir verdad, fueron varios recuerdos o eso creía Sophie. Se veía a sí misma en una cama con un hombre, mientras ella no paraba de derramar lágrimas de aquellos celestes ojos y ella gritaba con fuerza. Abrió los ojos horrorizada y aparto de ella a Sebástian con ambas manos, dejándolo totalmente extrañado. Ella no dejaba de respirar agitadamente mientras se llevaba a la cara sus manos y negaba con la cabeza, intentando saber qué era aquello.

Sebástian no comprendía nada, apenas hace unos segundos se besaban como si sus almas se unieran y ahora solo la veía parada frente a él, asustada y a punto del llanto, ¿había sido su culpa? Pero no, no podía ser aquello. Sophie también lo besaba apasionadamente, entonces, ¿qué ocurría? Preocupado, se acercó a ella, posando su mano en el hombro de la chica, quien se irguió inmediatamente y se giró, evitando verlo a los ojos.

—Debemos irnos —susurró Sophie.

Y sin esperar a que Sebástian le respondiera algo, comenzó a caminar mientras intentaba contenerse a sí misma de tirarse a llorar. No comprendía qué habían sido esas imágenes en su cabeza, ¿aquello era el recuerdo de la noche de su violación?

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Capítulo 24

¿Podría ser que ella recordara? Aquello no era más que un misterio rondando por la cabeza de Sophie, ¿quería acaso saber todo acerca de esa noche? Claro que sí, quería quitarse aquella tormentosa duda y más aun quería saber el por qué cuando besaba a Sebástian, el mismo miedo de aquella noche regresaba a ella, ¿era acaso que debía temer de Sebástian? No, no podía ser eso, simplemente no podía ser que la misma persona que la hiciera sentir segura le causara a su vez miedo, pero, ¿y si su miedo no era Sebástian?

Caminó unos cuantos pasos bien, no quería ver en aquellos momentos a Sebástian, pero sabía que siempre que se alejase de él, su vida se veía en riesgo. Paró de caminar, deteniéndose en seco como si algo la hubiese pegado al suelo y sin pensarlo, derramaba enormes lágrimas de sus ojos, sin siquiera poder controlarse. Sus manos comenzaron a temblar notoriamente y la gente que pasaba al lado de ella se percataban de que algo le sucedía a la muchacha, pero no hacían más que observarla algo asustados, pero nadie, absolutamente nadie, se acercó a ella. Era increíble, pensó Sophie, mientras observaba a la gente de su alrededor, una persona podía estar muriéndose literalmente y ellos simplemente pasarían de largo.

Sebástian seguía de pie en aquel callejón húmedo y oscuro sin saber que hacer, ¿debía dejar a Sophie marcharse? ¿Aquello sería buena idea después de todo lo ocurrido? No, claro que no era buena idea e, inmediatamente, salió con paso apresurado en busca de la chica rubia y se asustó al verla, parada en medio de la calle con la cabeza agachada y sus manos temblando incontrolablemente. Sintió un nudo en la garganta al verla de esa forma y corrió inmediatamente hacia ella.

—Sophie —la llamó, claramente preocupado, mientras la sujetaba de los hombros haciéndola girarse hacia él.

—Tengo miedo —chilló Sophie, mientras agachaba aún más la cabeza, derramando así más y más lágrimas.

Sebástian la acercó rápidamente hacia su pecho y dejó que ella escondiera su cabeza en su cuello, mientras sollozaba. Pasaron varios minutos y la gente que pasaba los miraba con una cara verdaderamente extrañada, hasta que un oficial se acercó y alejó a Sophie de Sebástian bruscamente.

—Señorita, ¿este hombre la ha dañado? —preguntó, mientras abría los ojos grandes como platos al ver un golpe en la cara de la chica.

Y antes de que Sophie pudiera negarlo, el hombre la alejó de Sebástian rápidamente, mientras se acercaba a él furioso y a punto de sacar su pistola para apuntar al muchacho, que yacía de pie, desconcertado por la situación.

— ¡Usted! —gritó el oficial, mientras lo tomaba del brazo para esposarlo. —¡¿Cómo se atreve a agredir a una señorita?! —gritaba cada vez más alto, llamando la atención de todos.

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Sebástian inmediatamente comprendió lo que sucedía y se alejó de él, intentado explicar lo sucedido, pero fue inútil, el oficial no lo dejo siquiera hablar cuando lo golpeó fuertemente en el estómago, haciendo caer de rodillas a Sebástian. Sophie se asustó y corrió hacia el oficial para detenerlo.

— ¡Basta! —chilló Sophie, atravesándose y quedando entre Sebástian y el oficial.

—Señorita, le ruego se aparte de aquí, si no quiere salir lastimada —advirtió el hombre, tomándola fuertemente del brazo.

Sophie no puedo evitar quejarse por el fuerte agarre, le dolía el brazo y aquello solo aumentaba su dolor, pero el hombre aun no la soltaba, hasta que Sophie no pudo contenerse más y gritó, mientras derramaba más lágrimas de sus ojos celestes. El hombre se apartó rápidamente de ella cuando comprendió que él la estaba lastimando, restándole importancia a aquello. Sophie se acercó rápido a Sebástian, quien se quejaba de dolor en el suelo y se levantaba con un semblante que, claramente anunciaba que estaba lleno de ira.

—Él no me ha lastimado —gritó Sophie hacia el oficial, quien era ahora el que los miraba desconcertado.

—Él me ha salvado —continuó diciendo Sophie, mientras se abrazaba a Sebástian.

Él correspondió el abrazo de la joven e intento calmar sus ganas de arrojarse sobre aquel hombre y golpearlo, pero le era realmente difícil. De no haber sido porque Sophie lo abrazaba fuertemente, lo hubiese golpeado de inmediato. Sophie había parecido percatarse de lo que Sebástian pensaba y lo abrazo con más fuerza, intentando así que él se calmara. Sebástian acarició su melena rubia, mientras la miraba con dulzura, hasta que el oficial se dirigió de nuevo hacia los jóvenes.

—Dementes —escupió el oficial despectivamente.

Aquello sí que hizo enojar aún más a Sebástian e intentó avanzar, pero le fue completamente inútil; la joven lo seguía abrazando con todas sus fuerzas y el objetivo de Sophie funcionaba, él no se podía mover. Incapaz de hacerle algo a aquel hombre, Sebástian levantó su mirada y le lanzó una clara advertencia al oficial, quien se atemorizó por la mirada que Sebástian le había lanzado y salió casi corriendo de ahí. Parecía justo como un pequeño perro que primero mostraba los dientes y al final, solo salía corriendo asustado.

—Cobarde —sonrió Sebástian, al ver alejarse de esa forma al oficial.

Dejando a un lado lo ocurrido, se dirigió hacia la joven, que lo seguía abrazando con fuerza a él y la separó de él con dulzura. Sophie no quería verlo a los ojos, así que en cuanto se separó de Sebástian, dirigió su mirada directo al suelo. Sebástian solo suspiró y la tomó de la mano, haciéndola caminar junto a él. Tomaba su mano con dulzura y delicadeza y aquello le sorprendió a Sophie, pero correspondió el gesto.

Avanzaron por varias calles hasta toparse con una que daba directamente al bosque. Sophie no entendía por qué Sebástian la dirigía hacia aquel lugar, era una calle bastante larga a decir verdad y eran alrededor de las 8:30 de la noche, por lo que ya no se encontraba tanta gente y los vendedores recogían sus puestos después de un largo día, para así dejar las calles de nuevo

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solitarias. Mientras caminaban, se comenzó a sentir una suave brisa que indicaba que faltaba poco para llover.

¡Perfecto!, pensó Sophie, ¿pasarían toda una noche fría y lluviosa en el bosque? Pero siguieron caminado, hasta que se toparon con un bar que recién comenzaba a abrir; había varios hombres de mal aspecto afuera de él y le gritaron todo tipo de cosas indecentes a Sophie, quien solo se estremeció, mientras rezaba por que la dejaran en paz, ya no quería volver a lidiar con una situación así. Sebástian se enfureció al escuchar a esos hombres —si es que así se les podía llamar—, dirigirse de esa manera a Sophie y, la acerco más a él, mientras los fulminaba con la mirada. La joven correspondió y se acercó más a Sebástian, sintiéndose segura a su lado. Después de caminar otro rato, Sebástian le señaló a Sophie el automóvil y, sin pensarlo dos veces, ella corrió hacia él.

— ¿Cómo sabías dónde estaba? —exclamó, entusiasmada por salir de aquel lugar.

—Lo vi hace algunas horas, mientras me ignorabas, pequeña —rió Sebástian, mientras conducía.

Sophie sonreía, estaba cada vez más cerca de volver a casa.

—Sophie —la llamó Sebástian muy serio.

Ella no supo explicarse, pero al girarse a ver a Sebástian, supo que él estaba a punto de darle alguna mala noticia.

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Capítulo 25

Su rostro se mostraba inexpresivo, la miraba directamente a los ojos con una mirada entre enfado y súplica, que era verdaderamente difícil de comprender. Sophie solo se acercó unos pasos hacia él, mientras intentaba desesperadamente poder entender lo que los ojos de Sebástian parecían gritarle, pero nada, simplemente no comprendía esa expresión suya y sus ojos celestes lo demostraban, mostraban la confusión de aquella muchacha rubia. No sabía si esperar a que Sebástian le dijera o si ella tenía que preguntarle lo que sucedía. Abrió la boca para hablar, pero sintió un fuerte nudo en la garganta que no la dejaba hablar. Intentó calmarse así misma, pero no podía, ni comprendía, por qué se sentía tan extraña. En ciertas ocasiones, perecía como si su cuerpo recordara algo que su mente no podía y aquello era verdaderamente frustrante para ella. Después de varios segundos, la desesperación de Sophie por no saber qué ocurría se mostraba claramente en su rostro pálido y golpeado.

—Sebástian —dijo finalmente.

El joven se acercó a ella mientras miraba el suelo y suspiraba.

¿Cómo podría preguntarle qué era lo que le sucedía, si ella misma parecía no poder controlarse a sí misma? Él realmente seguía confundido por lo ocurrido después de aquel beso, que él creía simplemente magnifico. Se acercó a ella de nuevo, hasta que quedo a un paso de ella. No pudo evitar sonreír al ver los labios carnosos de Sophie, recordando con detalle ese beso. Deseaba profundamente volver a besarla, pero en aquellos momentos sentía que aquello sería una mala idea. Volvió a suspirar, resignado, porque sabía bien que tal vez no volvería a besarla de nuevo, no porque no lo quisiera, si no porque simplemente no quería asustar a la delicada rubia, que poco a poco se fue convirtiendo en algo de suma importancia para su vida. Posó su mano en la mejilla de la joven, que lo seguía viendo con confusión y la besó suavemente en la mejilla.

—Necesitamos hablar —susurró Sebástian.

Y antes de que ella pudiera contestar aún más confundida, la tomó de la mano, haciéndola caminar en dirección al automóvil. Una vez que ambos entraron, Sebástian arrancó el automóvil, saliendo de aquel pueblo.

Sophie suspiró feliz: estaba más cerca de volver a su hogar

No podía explicar la felicidad y tranquilidad que sentía al ver el automóvil alejarse de aquel pueblo, aquello no solo significaba estar más cerca de mi hogar, si no que tal vez mi vida ya no peligraría tanto como en aquel lugar. Era extraño, un sentimiento parecido al de vacío se apoderaba de mí cuando pensaba en mi hogar, ¿realmente deseaba yo volver a mi casa? ¡Claro que sí! Me dije a mí misma ¿Por qué rayos quisiera estar fuera, donde cualquier hombre me viera como un vil pedazo de carne, esperando para aprovecharse de mí? Pero, había un sentimiento que parecía estar atorado en mi pecho, había algo que me decía que no volvería a mi hogar y, aquellas dudas no dejaban de pasearse por mi mente. No me sentía yo, ¿por qué?

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Pasaron largos minutos que, con el silencio, solo se alargaban más. Sophie comenzó a inquietarse por lo incómodo que todo se estaba volviendo. Sebástian, por su parte, conducía el automóvil con el semblante serio, hasta que logro percatarse de la inquietud de Sophie y giró un poco su cabeza para ver de reojo a la muchacha.

— ¿Qué te inquieta? —preguntó, aún serio.

Sophie se asustó al escucharlo hablar y no pudo evitar saltar.

—Tranquilízate, ¿quieres? —volvió a hablar Sebástian, al ver a la joven asustarse.

—Tengo un mal presentimiento —chilló Sophie, mientras se llevaba las manos al pecho, intentando saber por qué aquel presentimiento le hacía doler el pecho.

Y sin poder ver a Sebástian directamente a los ojos, giró la cabeza en dirección a la ventana, observando así los campos que pasaban. Ya era tarde y estaba completamente oscuro; aquello era extraño, pero la hacía sentir aún más nerviosa, sentía claramente miedo… ¿de la oscuridad? No, claro que no. Ella se sentía desprotegida y como si fuese el blanco perfecto para un ataque en el cual, esta vez, posiblemente no saldría con vida. Estás exagerando, Sophie, se dijo mentalmente, al ver que aquello estaba siendo tonto y estaba sacando conclusiones de cosas que aún no pasaban. Ella rogaba internamente porque nada malo le pasara, ya no, ya había tenido suficientes encuentros cercanos a la muerte y no estaba dispuesta a pasar por otro.

Sebástian suspiró con pesadez, como si pudiese adivinar lo que la joven pensaba.

—Si es por lo del beso —comenzó a decir, con un tono verdaderamente molesto que ni el comprendió.

Pero se calló inmediatamente, intentando calmarse a sí mismo. No comprendía por qué se sentía molesto y, en especial, por qué su ira iba dirigida a la muchacha. Sin embargo, ella lo miraba con una ceja arqueada.

—No es eso —dijo, molesta—Es sobre mi hogar —volvió a decir, pero estaba vez su voz se mostraba nerviosa y alarmada.

Sebástian se giró un poco, pero sin despegar la vista de la carretera para verla. Estaba sorprendido y apenado por comenzar a decir cosas que no y, que claramente, aquel tema solo sacaría una discusión entre ellos.

—¿Qué es lo que te inquieta, pequeña? —dijo con voz suave, intentando calmar a Sophie, que miraba por la ventana aun nerviosa.

—No estoy segura de poder volver a mi hogar. No sé cómo explicarlo, simplemente siento que algo anda mal —terminó de decir Sophie, sin comprender exactamente cómo era que sabía que algo andaba mal.

El joven disminuyó la velocidad, para así poder hablar un poco más tranquilo con Sophie. Por su mente se deslizaban varios pensamientos a la vez, intentando relacionarlos con lo que la joven acababa de decir.

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—¿Estás nerviosa? —preguntó, mirando brevemente a sus manos, en las que ella jugueteaba con sus dedos.

Ella se giró a verlo y esbozó una pequeña sonrisa. Aquello era un claro y profundo sí.

—Obviamente —respondió ella, dirigiéndose a sus manos, que movía como si fuese una pequeña niña.

Sebástian solo la miró con tranquilidad y dulzura. Se veía realmente dulce Sophie y antes de que él pudiera seguir preguntándole indirectamente sobre lo que deseaba saber, ella se adelantó y continuó hablando.

—Es decir, ¿cómo rayos llegaré a mi casa? ¿Cómo explicaré todo lo que sucedió, sin que me crean una mentirosa o me internen en alguna clínica de ayuda mental?

— ¿Planeas no decir nada? —inquirió confuso, Sebástian.

—Claro que no, necesito ayuda Sebástian y es algo que posiblemente tú no entiendas. Necesito de mi familia, aunque ella no se preocupe por mí —decía, mientras su rostro se comenzaba a poner nostálgico y unas cuantas lágrimas se deslizaban por su mejilla.

Sebástian entre más comenzaba a escuchar, sentía que se perdía de algo. Sentía que con cada palabra se perdía de la conversación y le costaba trabajo entender a lo que la joven se refería: necesito ayuda, Sebástian y es algo que posiblemente tú no entiendas. Esas palabras resonaban por su cabeza una y otra vez, ¿qué ayuda necesitaba ella que él no podía brindarle? ¿Acaso él era culpable de aquello? Claro que sí, pensaba. En pero, verdaderamente no sabía a lo que ella se refería con eso: ¿Qué era lo que Sophie le trataba de decir?

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Capítulo 26

Pasaron varios minutos más y el silencio de la carretera se convertía en algo aún más inquietante. Hacía tanto que no se sentía nada tan tranquilo, tan estático, pero aquel silencio se volvía alarmante y desesperante. Sophie estaba casi segura de que esa noche no podría dormir, aquel sentimiento en su pecho se volvía cada vez más fuerte y no la dejaba tranquila; intentaba pensar en cualquier otra cosa más, pero simplemente no podía. Su mente volvía hacia aquellos sentimientos de miedo.

Frustrada, se giró hacia Sebástian y él solo la miró de reojo y sonrió. Aquel gesto la tranquilizó un poco, alejándola de aquellos pensamientos y sentimientos que no comprendía.

—Sebástian —lo llamó dulcemente, intentando iniciar conversación para distraerse.

Él se giró un poco a verla, pero no dijo nada, sin embargo, al ver que ella se quedaba callada, le hizo un gesto con la mano para que ella continuara hablando. Sophie sonrió.

—Me he dado cuenta en este tiempo, de que no te conozco —dijo pensativa.

Sebástian no pudo evitar reír un poco por el comentario que había hecho la joven.

—Bien, ¿qué es lo que quieres saber? —preguntó sonriente.

Sophie se sonrojó un poco. Hacía días que no veía esa sonrisa que lograba hacer que su corazón se comenzara a acelerar de manera impresionante.

—¿Qué edad tienes? —preguntó, mientras lo analizaba con la mirada.

Era joven, pero se notaba en su rostro que era mayor que Sophie. Se veía más duro, más serio y de carácter maduro.

—Tengo 21 —respondió, sin borrar aquella hermosa sonrisa de su rostro—Y ¿a qué viene tanta pregunta, Sophie?

—¿No se supone que yo era la que hacía las preguntas? —comentó, divertida.

—No recuerdo haber acordado eso —siguió diciendo Sebástian, mientras reía—. Pero pequeña, no evites mi pregunta.

Sophie se sonrojó casi de inmediato, ¿qué debía decirle? Ni siquiera ella sabía con exactitud por qué comenzaba a hacerle ese tipo de preguntas.

—Ya te dije, es que casi no te conozco —se excusó Sophie.

Pasaron varios minutos de nuevo en silencio, pero Sebástian no borraba aquella amplia sonrisa de su rostro, pero en aquellos minutos las palabras de Sophie volvieron a sonar en su cabeza. Estaba dudoso y quería saber qué era lo que le ocurría a ella, pero sobre todo quería ayudarla. No soportaba verla afligida, realmente la amaba, aunque no fuera capaz de confesarle sus

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sentimientos.

—Sophie, ¿qué clase de ayuda es la que necesitas que yo no puedo brindarte? —dijo al fin, después de una larga pausa.

La joven abrió los ojos grandes como platos, creyendo que aquel tema ya estaba olvidado.

—No lo comprenderías —dijo, tajante.

Y simplemente, ella tenía la seguridad de que aunque le dijera lo que le pasaba, él no podría ayudarla. A decir verdad, nadie podía ayudarla con eso. ¿Cómo rayos alguien le quitaría el trauma que le causaba que alguien se le acercara? ¿Quién podría borrar de su mente las imágenes de su violación? Nadie, ella lo sabía bien, aquello le costaría demasiado y, en cierta forma, daba gracias de no tener con detalle aquella noche. Estaba sola y aquello lo tendría que superar por sí misma… si es que un día lo lograba superar, pues era difícil y ahora lo entendía todo: entendía el por qué cuando besaba a Sebástian, aquella imágenes se pasaban por su mente, simplemente tenía un trauma. No podía siquiera besar a alguien y mucho menos podría dejarse tocar por alguien durante seguro muchos años en su vida. Necesitaba ayuda, pero no era capaz de pedirla. ¿La comprenderían acaso? Necesitaba con urgencia alguien que supiera tratar casos de ese tipo, pensaba Sophie, pero, ¿sería capaz de siquiera estar sola en una habitación con un hombre? Ya sea un médico, su padre o algún amigo, aquello le aterraba, pues ahora no solo sentía que el mundo quería acabar con ella, el mundo ya le había demostrado de lo que podía llegar a ser capaz y aquello que ella estaba viviendo tal vez era nada comparado con la infinidad de cosas que pudieran pasar; un día podías estar tranquilamente y al otro, tu vida era capaz de dar un giro de 360 grados… El mundo era cruel. ¿O era tan solo la mala suerte que ella se cargaba? Pues parecía que cada que las cosas parecían calmarse, algo llegaba con amenazar su vida.

—Sophie, ¿cómo es que tienes la seguridad de que no comprenderé lo que te pasa, si ni siquiera puedes decirme qué es lo que ocurre? —sus ojos estaban claramente preocupados por la joven.

Ella solo suspiró con pesadez. Le costaba mucho trabajo hablar sobre aquello, más porque había varias cosas que ella aún no podía comprender.

—¡¿Comprenderías acaso lo que es sentir el temor de que en cada descuido llegue alguien a intentar violarte?! —soltó molesta, mientras varias lágrimas se escurrían por su rostro.

—¡No, claro que no lo sabes! No tienes ni idea de lo aterrador que es intentar dormir y que aquellas espantosas imágenes aparezcan en tu cabeza, en todas las pesadillas que he tenido al respecto de eso. Realmente no sabes lo aterrador que es… —hipó con fuerza, intentando calmarse a sí misma.

Sebástian abrió los ojos como platos, sorprendido. No esperaba aquella reacción de ella, pero al verla llorar con tanta fuerza, sus ojos se comenzaron a tornar cristalinos.

—Oh Sophie —gimió con verdadero dolor.

Deseaba abrazarla, pero antes tenía que detenerse, no quería que se estamparan o que se salieran del camino. Siendo así, detuvo el automóvil y se giró a ver a Sophie, quien seguía llorando descontroladamente mientras se cubría la cara con sus manos.

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—Lo siento —comenzó a decir, mientras la atraía a su pecho.

—En verdad lo siento —susurraba, mientras le besaba la melena rubia a la joven-

Sophie solo lloro con más fuerza al sentir aquel par de brazos fuertes rodeándola, su llanto parecía no poder detenerse. Sebástian la abrazaba con más fuerza, intentando que así el llanto de la joven parara, pero no era así. Él se sentía culpable de todo aquello que Sophie había tenido que pasar.

—Todo esto es mi culpa. Si no fuera por mí, tú jamás habrías tenido que pasar por todo esto, lo siento de verdad —le susurró, mientras tomaba entre sus manos el rostro de Sophie, apartando con delicadeza las lágrimas que caían de él.

Ella solo lo miro a los ojos, pero no podía contener su llanto y sus celestes ojos comenzaron a derramar más lágrimas. Sophie tan solo escondió la cara en el pecho de Sebástian y lloró con aun más fuerza, al pensar que jamás podría estar con él. Lo amaba, pero no sabía si ella podía ser capaz de demostrarle sus sentimientos o de siquiera dejarse amar.

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Capítulo 27

Lloraba con fuerza, sin poder detenerse. Simplemente ella no podía contenerse. Cada que pensaba que su llanto había terminado, más lágrimas brotaban de su rostro. Sebástian solo la abrazó con fuerza, sin decir alguna palabra. Le dolía, no soportaba ver cómo aquella muchacha de ojos grandes lloraba de esa forma, quería poder de alguna forma hacer que ella nunca más llorara, pero, ¿de qué forma? En realidad no sabía con exactitud cómo ayudarla.

Los minutos transcurrían y el cielo se oscurecía cada vez más. Eran alrededor de las 2 de la mañana, ambos estaban cansados, pero ninguno de los dos podía dormirse. Sophie se removió un poco entre los brazos de Sebástian, girando su rostro hacia él. Ambos se miraron a los ojos, como queriendo decirse algo, pero, sin embargo, ninguno de los dos hablaba.

— ¿De eso es lo querías hablar, Sebástian? —preguntó Sophie, mientras desviaba la mirada hacia la carretera.

—Sí, quería saber qué era lo que perturbaba tu mente —contestó con una sonrisa de lado.

—Pues bien, ahora ya sabes —volvió a decir Sophie, esta vez molesta mientras se apartaba de él.

Ella era una joven muy orgullosa y no se explicaba cómo se había permitido que Sebástian la viera llorar de esa forma en más de una ocasión, simplemente no lo comprendía, no se comprendía a ella misma. En su casa ella siempre fue fría y jamás hablaba acerca de sus sentimientos, no porque no quisiera, simplemente era porque no tenía con quién hablar acerca de ellos, pero algo que no podía negarle a su corazón eran sus sentimientos hacia Sebástian. Los conocía bien, nunca antes los había experimentado, pero no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que lo amaba.

—Ya entiendo y, en verdad discúlpame Sophie —le decía, mientras tomaba con ambas manos el rostro de la joven, haciendo así que ella lo mirara a los ojos.

Sus ojos suplicaban su perdón y era algo que él anhelaba, pero una parte en su interior sabía bien que Sophie jamás podría perdonarle eso. ¿Cómo perdonar a alguien, como si el hecho de que la hubiera secuestrado no fuera nada grave? Era imposible, pensaba Sebástian.

Sophie simplemente no dijo nada y miró a los ojos rojos de Sebástian, sintiendo calidez en ellos. Ambos estaban en absoluto silencio y la atmósfera que producía el silencio fantasmagórico de la carretera cambió a uno más tranquilo; ambos parecían estar en su propia burbuja, como si el resto del mundo hubiese desaparecido; sus rostros comenzaron a acercarse, quedando a escasos centímetros. El corazón de Sophie se aceleraba y palpitaba desesperadamente, mientras una combinación de nerviosismo y miedo se cruzaban en ella. Deseaba besarlo, pero el miedo de que aquellas imágenes regresaran a su cabeza se lo impedían.

— ¿Por qué cuando te beso, logro recordar aquella noche? —murmuró Sophie, sin despegar su mirada del rostro de Sebástian.

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—No pienses en eso, simplemente déjate llevar —murmuró Sebástian, acercando sus labios a los de ella.

Se acercó con bastante lentitud, esperando alguna reacción de ella, pero no era así. Ella estaba inmóvil, como si estuviera esperando pacientemente que Sebástian la besara. Al verla tan tranquila, Sebástian posó con suma delicadeza sus labios en los de ella, moviéndose con lentitud y dulzura. Aquello simplemente era increíble. Sophie le correspondía el beso al mismo ritmo, inundándose del placer y la calidez que le brindaban sus labios. Era simplemente perfecto, sentía como si el mundo desapareciera y aquello no le molestaba en lo absoluto, podría besarlo durante toda la noche si fuese posible, pero un sonido en la carretera la hizo entreabrir los ojos y, su miedo nuevamente apareció, separándose de Sebástian con un poco de rapidez.

—No puedo —murmuró casi tan bajo que ni ella misma se escucharía.

Pero Sebástian la escuchó con claridad.

—¿Por qué no? —preguntó, acercándose nuevamente a los labios de Sophie, posando sus labios sobre los de ella.

—Esto… no está bien —dijo, separándose de él nuevamente mientras clavaba sus ojos en el suelo del automóvil.

—Sophie —la llamó dulcemente Sebástian —Por favor, déjame ser quien te ayude a superar este temor.

Sophie lo miró boquiabierta, ¿a qué se refería con eso? Simplemente aquel comentario la tomó por sorpresa, jamás se hubiera esperado que Sebástian le dijera tal cosa, aunque en su interior, había deseado que él le dijera algo como eso.

Sebástian la miraba con tranquilidad, intentando calmar su nerviosismo. Estaba a punto de confesarle sus sentimientos, a pesar de que lo más probable fuera un rechazo de parte de Sophie. Sentía que simplemente estallaría si no le confesaba su amor en ese mismo momento.

—Sophie, no sé cómo —comenzó a decir—, decirlo con las palabras exactas, pero es algo que no puedo ocultar y ya no quiero callar, pero en este tiempo que yo sé que no ha sido el mejor y que toda la culpa es mía.

¡Oh dios!, pensaba, ahí estaba la confesión que tanto había estado esperando su corazón.

—Sophie, yo quiero que sepas que me he enamorado de ti… —soltó finalmente Sebástian, sonrojándose.

Aquella era la primera vez que se sentía tan nervioso para decirle algo a Sophie y, su nerviosismo aumentó al ver la cara de sorpresa de la muchacha.

Estaba atónita y sin saber qué debía responder. Eso sí que no se lo esperaba y mucho menos en ese momento: Sophie, yo quiero que sepas que me he enamorado de ti, repetía una y otra vez su mente, haciendo que ella se sonrojara de una manera increíble, pero por más que quería decirle que también lo amaba, no podía. Pero, un momento, él había dicho que se enamoró de ella, ¿acaso

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eso era igual a un te amo? La mente de Sophie era todo un caos, no sabía si debía responderle en ese mismo momento y confesarle también su amor o si debía simplemente callarse. Abrió varias veces la boca para hablar, pero no podía. Sebástian solo la miraba impaciente y nervioso.

—Sophie —dijo, llamando la atención de la joven que había clavado su mirada directo en el suelo de nuevo—, por favor, respóndeme algo. Golpéame —rió nervioso.

Y verdaderamente quería una respuesta en ese mismo momento, no le importaba si ella le soltaba la bofetada de su vida, pero definitivamente el silencio de la joven lo haría enloquecer.

—Yo… no puedo —dijo finalmente Sophie, suspirando desilusionada por lo que ella misma había dicho.

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Capítulo 28

El rostro de Sebástian cambió totalmente tras escuchar aquellas palabras. En su mirada se leía la clara tristeza que sentía, su corazón pareció detenerse y bajó inmediatamente la mirada. Se sentía decepcionado, alguna parte de su corazón estaba esperanzado a que la joven correspondiera sus sentimientos, pero aquello no fue así.

—Sebástian —sollozó Sophie, mientras tomaba con ambas manos el rostro del joven, haciendo así que él la mirara a los ojos. Sophie tenía los ojos a punto del llanto nuevamente, y su semblante era como si a ella también le hubiesen dolido sus propias palabras.

—Lo siento —chilló, mientras se lanzaba al pecho de Sebástian.

Él solo le acariciaba con dulzura la melena rubia. Tenía deseos de llorar también, pero no podía. Abrazó con fuerza a Sophie y le comenzó a depositar varios besos en la nuca. No quería separarse de ella, pero sentía que no podía estar a su lado sin que le doliera saber que ella no le correspondía su amor.

—No tienes por qué disculparte, pequeña —dijo Sebástian, mientras la separaba un poco de él y clavaba su mirada en aquellos celestes ojos que tanto amaba.

—Comprendo que tú no sientas lo mismo —continuó diciendo, mientras esbozaba una sonrisa de lado, intentando que así la joven dejara de llorar.

—No, tú no entiendes Sebástian —lo interrumpió.

Sebástian solo la miró con dulzura, intentando que sus ojos no reflejaran la tristeza que parecía estarlo matando en su interior.

—Yo… yo también estoy enamorada de ti —soltó de pronto, Sophie.

Los ojos de Sebástian se abrieron grandes como platos tras escuchar eso. Se sentía confundido, pero aquellas palabras habían calmado todo el dolor que su corazón sentía en esos momentos. No podía explicarse cómo se sentía, parecía tener varios sentimientos encontrados, si bien Sophie había correspondido su amor, pero, ¿Por qué cuando le suplicó por una respuesta, ella solo dijo que no podía? ¿A qué se refería Sophie? Aquello simplemente lo confundía y, no dejaba de preguntarse una y otra vez por qué no se sentía tranquilo por la respuesta de Sophie.

—Pero no puedo amarte —continuó diciendo Sophie, después de haberse quedado pensando unos segundos.

— ¿Por qué no? —preguntó triste, Sebástian.

Lo sabía, pensó para sí mismo. Sabía que algo andaba mal por la forma en que Sophie lo dijo, ella parecía más bien arrepentida por sentir eso por él, como si realmente no quisiera tener sentimientos hacia Sebástian, pero sin embargo los tenía.

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—Simplemente no puedo, no sé si soy capaz de poder estar con alguien, me asusta imaginarme con alguien, pero, sin embargo, no puedo negarme que sí estoy enamorada de ti —volvió a llorar Sophie.

—Yo nunca te dañaría Sophie y lo sabes —decía, mientras con sus manos acariciaba las mejillas cubiertas de lágrimas de Sophie.

—Pero… tengo miedo Sebástian, y no quiero que por mí culpa tú sufras —admitió Sophie, sin dejar de ver aquel par de ojos rojos.

—Oh Sophie, no tengas miedo, yo no te lastimaré, pero tampoco te presionaré ni te obligaré a algo que tú no quieras. Si tú no quieres estar a mi lado, yo entenderé —su voz mostraba completa sinceridad y a su vez tristeza.

La amaba como nunca había amado a alguien en su vida, pero comprendía en su totalidad que ella tuviese miedo y, aunque la amara, nunca la obligaría a estar a su lado si ella no lo deseaba, pero a su vez quería que Sophie le diera la oportunidad de ser el quien ahuyentara sus miedos, de que juntos, superaran aquel miedo que tanto la atormentaba.

—Por favor, déjame ser quien te quite el miedo… —le susurró con dulzura, mientras la abrazaba con fuerza, como si esa fuera la última vez que él pudiera tenerla entre sus brazos.

Sophie lloraba sobre el pecho de Sebástian, sintiendo cómo la abrazaba con fuerza. Aquello que le decía era de verdad, lo sabía y aquello la hacía sentir segura, saber que Sebástian la protegería y estaría con ella sin importar nada la hacía sentir feliz. Ya no se sentía sola, era como si su vida volviera a estar en tranquilidad, se sentía como si hubiese llegado a su hogar. Sebástian era su hogar. Las lágrimas de Sophie se calmaron y se separó suavemente de él, plantándole un beso en la mejilla.

—Lo sé, sé que tú nunca me lastimarías —dijo, mientras lo volvía a abrazar, pasando sus brazos por su cuello.

Y de nuevo, unas cuantas lágrimas se escurrieron por su rostro, pero este llanto no era igual al de antes, ella lloraba de felicidad.

—Sophie —gimió Sebástian con entusiasmo, y le correspondió el abrazo con una amplia sonrisa en el rostro.

Ambos sonreían ampliamente, estaban felices y enamorados, se abrazaban con fuerza sin importar nada ni nadie, en esos momentos, solo estaban ellos dos. Sebástian la separó unos centímetros de él y posó sus labios sobre los de ella, besándola con delicadeza. Aquel beso era simplemente mejor, parecía como si hubiesen pasado años desde la última vez que había probado aquel par de labios carnosos que tanto deseaba. Sophie le correspondió aquel beso, feliz, los labios de Sebástian le sabían aún mejor, tal vez porque ahora ella conocía los sentimientos de Sebástian hacia ella. Sí, definitivamente ese beso le sabía aún mejor que los anteriores, se podía transmitir con claridad la felicidad y el amor que ambos se tenían.

Se besaron por largos minutos, que les parecieron tan solo segundos, pero se separaron al escuchar las gotas de lluvia que caían sobre el automóvil. Ambos se sonrieron y Sebástian le besó la frente.

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—Vamos, ya es tarde y hay que buscar algún sitio más seguro para dormir —comentó, sin borrar la sonrisa de su rostro.

Era de madrugada y la lluvia solo aumentaba. El sueño de ambos. Pareciese que su dulce melodía los arrullara, pero Sebástian aun tenía que conducir un largo tramo, pues no se veía ningún pueblo cercano y aquella carretera estaba tan vacía y oscura que la lluvia solo dificultaba la visión. Intentó no preocuparse demasiado y miró de reojo a Sophie, quien se había acomodado ya en el asiento, quedándose profundamente dormida. Sebástian no pudo evitar sonreír por lo tierna que se veía, encogida en el asiento.

—Te quiero —susurró al verla y continúo conduciendo.

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Capítulo 29Noviembre 20

Ha pasado alrededor de un mes desde el secuestro y vaya que mi vida ha cambiado. Todas las malas experiencias y las lecciones que me han tocado aprender por la mala. El mundo llega a ser cruel, pero he encontrado a quien esté conmigo a lo largo de este camino. Puede que las cosas se compliquen, pero ahora me siento segura, como si pudiese afirmar que todo estará bien, mientras lo tenga a él junto a mí.

Algunos rayos de luz se filtraban por la habitación. Todo estaba tan quieto, pero con un aire de calidez. Comenzaba a amanecer y todo era absoluto silencio. Sophie se removió un poco en la cama, al sentir los pequeños rayos de sol en su cara; estaba cansada y solo deseaba seguir dormida. Se asustó un poco cuando entreabrió los ojos y se percató de que no tenía ni la menor idea de dónde estaba. Aquello comenzaba a alarmarla de sobremanera.

Observó cada rincón de donde se encontraba. Era una habitación tranquila y sencilla, a decir verdad, no había mucho que observar, pues solo era una pared beige con un par de cuadros colgados. No recordaba siquiera haber entrado en aquella habitación, el último recuerdo que tenía era el de ella y Sebástian en la carretera.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al recordar que ahora ellos estaban juntos, se giró en la cama, buscándolo, pero no había nadie, pero el lado izquierdo de la cama también estaba desacomodado. Aquello quería decir que ella no había dormido sola, pero, ¿dónde estaba Sebástian? Supuso entonces que ella se había quedado profundamente dormida en la carretera y que Sebástian la había llevado a aquel hotel, pero aun así, ¿por qué no la despertó? Así al menos no se encontraría tan confundida como lo estaba en aquellos momentos.

Se giró en la cama, quitándose la sábana que la cubría y, observó la pequeña mesa junto a la cama: era una mesita de madera algo vieja y sobre ella se encontraba una lámpara un poco empolvada, a su lado, había un pequeño despertador que marcaba que eran las 8:30am. Aún un poco adormilada, Sophie se levantó y se miró en el espejo. Su cabello rubio que tanto adoraba se veía sucio y maltratado, como nunca en la vida lo había tenido, su cara estaba pálida y sucia y aun se lograban divisar alguno de los golpes de tantas malas experiencias. Resultaba raro para ella mirarse en un espejo después de un mes y se sentía completamente rara, como si la que estuviera viendo en el espejo no fuera ella. Estaba muy diferente, se veía más pálida, más delgada y sobre todo, golpeada. Sus ojos se examinaban de arriba abajo frente al espejo. Finalmente, después de observarse por largos minutos, soltó un suspiro… Era un completo caos, estaba sucia y desaliñada y no es que ella fuese vanidosa, pero tampoco le agradaba verse de tal manera, por lo que abrió la puerta del baño y giró la manija del agua caliente. Tal vez Sebástian había salido a algún sitio, pero en aquellos momentos le restó importancia. Al ver una pequeña hoja en uno de los muebles, sin pesarlo, corrió hasta ella y leyó la nota, que Sebástian le había dejado.

“Salí por unos minutos a arreglar algunos pendientes, no te preocupes, no tardaré y… Pequeña, por favor, no salgas sola.”

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Sophie no pudo reírse por lo último que decía la nota. Él la conocía tan bien, pero después de tantas cosas, algo que ya no planeaba volver a hacer es pasearse sola por ningún lado sin saber qué es con lo que se pudiese topar. Después de leer la nota, se encaminó de nuevo al baño, ya más tranquila de saber dónde estaba Sebástian y simplemente se metió a la regadera, a darse un largo baño que su cuerpo tanto extrañaba. Sentir el agua caliente sobre su espalda, relajando sus músculos y el jabón limpiando su piel. Tardó bastante en salir, pero es que realmente necesitaba un baño. Al salir, se envolvió en una toalla mullida y se dispuso a secarse. Se sentía de tan buen humor por alguna razón, ya no le interesaba tanto el tener que volver a su hogar, pues ya se sentía en casa, pero sabía bien que no podía andar por la vida sin rumbo y, que tarde o temprano, tendría que regresar a casa.

Pasaron varios minutos más y no había señales de Sebástian. ¿Tenía que preocuparse ya por su tardanza? Al final no sabía desde qué hora él había salido y comenzaba a angustiarse. Tenía deseos de salir a buscarlo, pero decidió esperar un poco más. Los minutos se hacían eternos y Sophie se desesperaba con rapidez, así que decidió examinar la habitación y, del otro lado de donde estaba el baño se encontró un teléfono en la pared. Su corazón pareció encogerse, ¿debía llamar a su casa? Es decir, se supone que su familia debería estar muy angustiada, ¿no?

Sin pensarlo más, marcó con sumo nerviosismo el teléfono de su casa, pero la espera la ponía más nerviosa. El teléfono timbraba y timbraba, pero nada, nadie le contestaba, hasta que el buzón de voz apareció. Molesta, colgó el teléfono, ¿qué no se supone que su familia debería estar al pendiente, por si ella intentaba comunicarse? Si bien sus padres eran personas que solían estar siempre con mucho trabajo, pero, ¿no les importaba ni un poco donde podría estar su hija? O mínimo, ¿tendrían la preocupación de si ella estaba con vida?

Sophie no tenía reales deseos de volver a su casa, pero eso no quitaba que extrañaba a su familia, que solo se dedicaba a ignorarla, pero, a pesar de eso, ella amaba a sus padres, aunque ellos a Sophie no. Continuó paseándose molesta por el cuarto. Le molestaba completamente el desinterés de sus padres hacia su desaparición. Estaba absorta en sus pensamientos, tanto que ni siquiera se percató cuando Sebástian entró a la habitación con su amplia sonrisa, que se borró al ver el semblante serio y molesto de Sophie.

—Pequeña, ¿estás bien? —susurró, mientras se sentaba en la cama.

Sophie clavó su mirada en el rostro de Sebástian y no pudo evitar sonreír.

—Sí, no es nada, es solo que traté de llamar a mi casa, pero… no importa —dijo finalmente, intentando restarle importancia a aquello.

— ¿Pasó algo malo con tus padres?

—No me contestaron ni la llamada —contestó, un poco molesta al recordarlo.

—Sophie, no te preocupes, en una semana a lo mucho estarás de nuevo en tu hogar —sonrió, mientras le daba un beso en la comisura de los labios.

—Realmente no importa cuánto tarde en regresar a casa, estando contigo me siento bien —

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sonrió, devolviéndole el beso.

Sebástian no creía lo mismo. Sabía que temía que Sophie debía regresar a casa, pero antes de que él pudiera contestar, ella lo había callado con otro beso que él le correspondió sonriente.

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Capítulo 30

Varias dudas se escurrían por la mente de Sebástian, todas aquellas trataban de Sophie, pero no era nada relacionado con sus sentimientos. La amaba y eso no lo dudaba en absoluto, pero algo que no podía dejar de preguntarse era, ¿qué pasaría con ellos cuando ella estuviese en casa? Él no quería ser egoísta, pero deseaba profundamente estar con ella cada uno de sus días, de tenerla siempre a su lado, de protegerla.

Esbozó una pequeña sonrisa al pensar que tal vez ahora él podría vivir de forma normal. Sebástian nunca había sido un joven que tuviera un hogar, él solía vagar por varias ciudades y todo lo que lo rodeaba era temporal. Ni las personas que conocía, ni los lugares los volvía a ver, esa era la historia de su vida, solitaria, enredado en un sucio trabajo. Bueno, claro, si es que el secuestrar gente se consideraba un trabajo.

Miró a Sophie caminando por entre los pasillos del hotel y la rodeó con sus brazos, depositándole un dulce beso en la mejilla. La joven no pudo evitar ruborizarse y Sebástian solo la observaba como si fuese lo único en su vida, aunque claro, ella era lo único que él tenía.

Volvieron a caminar por los pasillos con rumbo a la recepción para irse y él no dejaba de observarla y volvió a sonreír, mientras pensaba en cómo sería tener una vida normal con Sophie. Tendría que buscar trabajo y un lugar dónde vivir e iría a visitar a Sophie todos los días, porque claro, ella aun tenía 17 y él no podía separarla solamente así como si nada de su familia, pero claro, buscaría la manera de vivir juntos, si ella lo deseaba-

— ¿Por qué tan serio? —preguntó Sophie, mientras lo rodeaba con sus brazos.

Sebástian se giró a verla y sonrió de nuevo.

—Pensaba en cómo sería tener una vida normal, Sophie. Tú y yo, alejados de todo este relajo que se han convertido en nuestras vidas.

Sophie esbozó una sonrisa llena de ternura. Las palabras de Sebástian la habían hecho volver a querer estar en casa y, justo como él había dicho, tener una vida normal junto a él.

Estaban a 1 escaso día de viaje para que Sophie regresara a su casa. Habían pasado 2 semanas viajando, mientras Sophie solo buscaba atrasar más su llegada, pero sabía que tarde o temprano Sebástian se daría cuenta y así fue, él se dio cuenta cuando ella intentaba buscar cualquier excusa para quedarse en algún pueblo, mínimo tres días. Le asustaba volver a casa, así como lo anhelaba. Simplemente estaba confundida, pero Sebástian le hizo ver que todo sería más fácil si ella regresaba, porque no podían andar los dos por la vida vagando como si nada.

—¿Qué crees que haya ocurrido después de que escapaste conmigo de aquel lugar?—preguntó de pronto Sophie, mientras veía la vegetación de la carretera.

— ¿A qué te refieres, pequeña? —preguntó, un tanto confuso.

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—Me refiero a después de todo el alboroto en aquel pueblo, cuando escapamos de aquel tráfico de personas.

Sebástian solo la miró de reojo, confundido. ¿Por qué, después de tanto tiempo, se había puesto a pensar en aquellas cosas?

—Honestamente no lo sé, nunca me puse a pensar, solo sabía que debíamos alejarnos lo más rápido de ahí.

— ¿Crees que nos estén buscando? —preguntó temerosa, mientras se mordía el labio inferior.

—Sophie, no lo creo, en verdad. Es decir, posiblemente nos hayan estado buscando los primeros días, pero al no encontrarnos en ningún sitio, desistieron de la idea. Tranquila —le dijo, al ver el rostro temeroso de la rubia.

Sophie se tranquilizó un poco tras saber eso, pero algo que deseaba desde hace días preguntarle a Sebástian era quién fue Ángela, pero simplemente no sabía si sería correcto preguntarle aquello. Durante esas dos semanas, los dos se hablaron de casi todo su pasado y Sophie comprendió varias cosas, aunque claro, había cosas que aún no sabía y se moría por saber. Sebástian simplemente le decía que no se sentía orgulloso al hablar de su pasado y de todas las cosas malas que había hecho, pero aquello solamente incrementaba las dudas de Sophie. ¿Qué podría ser tan malo como para no decirle?

Sebástian guardaba varios secretos, secretos que Sophie se moría por saber, aunque no era capaz de preguntarle directamente cuáles eran.

—Sebástian —comenzó a decir, llenándose de valor e intentando calmar su repentino nerviosismo. —, ¿quién fue Ángela?

Sebástian abrió los ojos grandes como platos y se giró sorprendido a verla, haciendo que el automóvil casi se estrellara.

—¡CUIDADO! —gritó aterrorizada Sophie, al ver cómo casi se estrellaban con un camión que venía de frente, en el otro carril de la carretera.

El joven lo esquivó e intentó calmarse. Aquella pregunta sí que lo había tomado por sorpresa y, sobretodo, no sabía ni cómo responderle sobre eso. ¿Cómo decirle que fue él, el causante de la muerte de su anterior novia? ¿Qué pensaría Sophie de él? Simplemente sus pensamientos se desordenaron, mientras meditaba en qué debía responder o si aquel lugar era el indicado para contestarle, considerando lo que había pasado. Por su distracción, casi ocasionaba un tremendo accidente automovilístico y, mientras él pensaba en qué hacer, Sophie lo observaba, asustada por lo ocurrido y con lágrimas en sus celestes ojos a punto de salir. No sabía por qué, pero la extraña reacción de Sebástian a su pregunta la lastimaba, pero aún más le dolía que él solo viera con nerviosismo la carretera, sin decirle absolutamente nada y él ni siquiera había visto a Sophie después de semejante susto, pero fuera lo que fuera, ya se lo veía venir. La respuesta no sería algo que ella realmente desearía escuchar.

—¿Por qué quieres saber sobre eso? —preguntó completamente serio Sebástian y con voz fría.

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Aquella voz fría que Sebástian usó con ella solo la hizo sentirse más dolida aún. ¿Por qué cambiaba de actitud tan repentinamente al solo mencionarle a Ángela?

—¿Por qué no quieres contestarme? —contraatacó ella con el mismo tono de voz con el que Sebástian le había hablado.

—Porque quiero saber, ¿para qué quieres que te cuente eso, Sophie? —la miró de reojo.

De acuerdo, aquello comenzaba a ser frustrante porque ninguno de los dos se estaba contestando ninguna pregunta y se contraatacaban con más preguntas, sin responder.

—¡Carajo! —exclamó frustrada, Sophie.

Sebástian al oírla solo frunció el ceño. No le parecía agradable escucharla soltar maldiciones a los cuatro vientos.

—¿Era eso necesario? —preguntó, poniendo los ojos en blanco.

—No, pero me frustra que no contestes nada de lo que te pido y que lo hagas con otra pregunta —dijo, mientras se dejaba caer en el asiento, molesta.

Sophie se quedó en silencio y Sebástian también y, ella comprendió de pronto, que él no tenía intenciones de decirle quién había sido Ángela, pero, ¿por qué?

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Capítulo 31

Simplemente no comprendía por qué el silencio de él, le dolía de aquella forma, ¿serían celos acaso? No, claro que no podían ser celos, ¿de qué se pondría celosa? Sencillamente no tenía motivos para ponerse celosa y le parecía estúpido pensar en tener celos por una historia que no conocía y, ni siquiera conocía qué tipo de relación tenía Sebástian con ella, pero, sin embargo, el ardor que le corría por las venas no cesaba, estaba molesta y triste. ¿Qué él no confiaba en ella? Aquella pregunta para sí misma la hizo comprender que quizá Sebástian no confiaba en ella y eso sí que le dolió a su corazón orgulloso y enamorado. Ella confiaba en él, pero no comprendía por qué él no era capaz de confiar en ella. Sí, Sophie ya lo había perdonado por secuestrarla, pero, ¿en verdad lo había perdonado? Sí, escuchó varias disculpas por parte de Sebástian, pero ella jamás respondió. Pero ahora ellos estaban juntos, eran una pareja, así que eso, suponía Sophie, era un perdón por parte de ella.

—No me dirás, ¿cierto? —preguntó triste y con los celestes ojos clavados al suelo.

—Sophie, no insistas. Ahorita no es el momento ni el lugar indicado, ¿qué no viste lo que estuvo a punto de suceder por tu pregunta?

De acuerdo, no importaba en qué tono de voz Sebástian le hubiese dicho eso, porque simple y sencillamente las palabras que utilizó solo molestaron a la joven rubia. ¿Él la estaba culpando? Sophie abrió la boca para contestar, pero, sin embargo, no dijo absolutamente nada. ¿Qué caso tenía volver a ponerse a discutir con él? Si él iba a seguir sin responderle lo que ella tanto deseaba saber, pero no pudo evitar sentirse aún más dolida porque él la culpara del “casi accidente”.

Sebástian la observó serio. Había pasado ya media hora desde que discutieron y ella iba increíblemente callada, observando con el ceño fruncido la vegetación de la carretera mientras se cruzaba de brazos y suspiraba, claramente molesta. Continuó conduciendo cuando vio un letrero en la carretera, que indicaba que estaba a 1km de llegar a otro pueblo donde tenían planeado descansar, para en la mañana ir directo a casa de Sophie. El pueblo estaba extremadamente cerca de donde ella vivía, pero la joven insistió anteriormente en quedarse allí.

—Sophie, Ángela fue… una persona de mí pasado. Fue alguien con quien yo tuve una relación, aunque no de la manera usual —sonrió de lado.

La joven solo se giró a verlo, sorprendida. Ella tenía entendido que él no le diría nada, pero no podía sentirse feliz por lo que Sebástian le estaba diciendo, pero se quedó callada, esperando que él continuara su historia, antes de que se arrepintiera de contarle. Él, al observarla atenta y callada, continuó hablando.

—Yo comenzaba a “trabajar” en todo ese sucio enredo y una noche escuché bastante ruido. Alarmado, me levanté para ver qué era lo que sucedía y al bajar, pude ver a Sam, intentando abusar de una joven de pelo negro y ojos verdes. Instintivamente, me acerqué a defenderla, pues no soy la clase de personas que disfrutan ver el dolor ajeno y mucho menos en una mujer. Ella

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estaba agradecida conmigo por haberla salvado y yo… cometí el peor error, me enamoré de ella, enviándola a una muerte segura. En cuanto Sam se dio cuenta de que Ángela y yo manteníamos una relación, la asesinó frente a mí. Yo solo observé el último brillo de sus ojos verdes escaparse, sin yo siquiera poder salvarla… —terminó por decir Sebástian, sin entrar en detalle cómo había sido su relación amorosa con Ángela.

No sería correcto ponerse a hablar de cuánto él juraba amar a Ángela frente a Sophie. La rubia solo lo miró con tristeza, sin poder articular alguna palabra; no sabía por qué aquello la lastimaba de sobremanera. De alguna forma, ella quería ser la única en la vida de Sebástian y, enterarse de que amó con todo su corazón a alguien más la hacía sentir extraña, más al recordar cómo él se afligía cuando se la mencionaban.

— ¿Tú la amabas? —preguntó con un hilo de voz, Sophie.

—Sí —respondió serio, puesto que ya se había percatado de que Sophie tenía los ojos cristalinos.

— ¿Aún la amas? —volvió a preguntar en voz baja, en casi ya un susurro.

Sebástian se giró a ella, viéndola directamente a los ojos, mientras negaba lentamente con la cabeza. Sophie solo se entristeció al pensar que Sebástian aún amaba Ángela y, aquello la hizo sentir vacía, como si ella solo fuese un objeto para ayudar a olvidar a Sebástian y no pudo evitar llorar ante el silencio y la falta de respuesta de Sebástian, y ella ya había entendido lo que eso significaba. Sebástian no la ayudaba por haberse enamorado de ella, lo hacía más bien por lástima, por querer remediar el error que cometió con su amada Ángela, pensó Sophie, mientras era presa de la tristeza y los celos que ahora sí reconocía.

—Oh, Sophie —gimió Sebástian, con dolor al verla llorar.

E inmediatamente se percató de lo que ella había comprendido con su silencio.

—No digas más, ahora comprendo —chilló Sophie, mientras se llevaba las manos a su pecho, como si así fuera capaz de calmar su dolor.

—No —dijo Sebástian, posándole una mano sobre su hombro, pero sin despegar la vista de la carretera—. No entiendes, Sophie.

—¡Claro que entiendo! —chilló molesta Sophie, mientras quitaba con un manotazo la mano que estaba sobre su hombro.

—Amor —dijo triste Sebástian, de que ella no comprendiera lo que sucedía.

Escucharlo llamarla de esa forma solo hizo que la joven llorara con más fuerza.

—Entiendo bien que solo soy alguien temporal para que tú puedas olvidar tus sentimientos hacia Ángela, amor —la última palabra la dijo en un tono sarcástico, que lastimó a Sebástian.

—¡Sophie, escúchame! Yo no la amo y quizás nunca la amé, ¡no lo sé! Le tenía afecto, sí, pero nada se compara a lo que tú me haces sentir. Entiéndeme Sophie, yo te amo.

La joven levantó su cara hacia la de Sebástian, quien la miraba fijamente. No había que ser todo

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un genio para saber lo que sus ojos le decían y aquello era verdad: la amaba.

Su rostro se puso rojo y sus ojos cambiaron a una expresión de felicidad. Sebástian detuvo el automóvil y tomó su rostro entre sus manos y la vio directamente a los ojos.

—Te amo —repitió.

Ella no sabía qué debía responder y aunque quisiera, no encontraba su propia voz. Tanta fue su impresión de escuchar decir a Sebástian que la amaba, que se había quedado sin palabras. Sebástian solo la observó y acercó su rostro hacia el de ella y entonces la besó.

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Capítulo 32

Era un beso cálido y suave. Sophie lo correspondía, absorta en ese beso, ya no pensaba en nada más, sus pensamientos estaban en aquel momento, disfrutando la dulzura de sus labios y el sabor embriagante que tenía aquel beso. Sencillamente ella lo amaba con todo su corazón.

—Te amo —susurró tan bajo que ni ella misma se escuchó.

Sebástian simplemente sonrió. La había escuchado con tanta claridad como si se lo hubiese gritado y tomó de la barbilla a Sophie, depositándole un suave beso en la comisura de los labios.

—Yo también te amo —dijo, con una amplia sonrisa en el rostro y sus ojos parecían tener un brillo especial cada que se lo decía.

—Pero, no entiendo algo aún, Sebástian —dijo, después de rato de estar solamente abrazados.

—¿Qué no entiendes, amor?

—Aquella niña, Daphne… —dijo el nombre de forma despectiva al recordar a la joven.

—¿Cómo sabía sobre eso? —dijo, mientras recordaba aquellas palabras que Daphne le había dicho antes de llegar al pueblo.

Sebástian suspiró con pesadez al recordar aquello y, después de unos minutos en silencio, respondió.

—Daphne era la hermana menor de Ángela y su relación nunca fue buena. Aquella niña siempre trató mal a su hermana mayor, pero, sin embargo, Ángela siempre la quiso. Fue una de las razones por las que ella terminó en ese prostíbulo.

—Entonces, ¿Daphne contribuyó en matar a su propia hermana? —preguntó, asqueada.

—Sí, ella descubrió que ayudaría a su hermana a escapar y la delató con Sam. Aparte, esa niña siempre se insinuó conmigo, deseaba que yo estuviera con ella y no con Ángela.

—¡Pero si cuando yo la conocí solo tenía trece! —exclamó Sophie, sorprendida y un poco molesta por lo último que Sebástian le dijo.

Sebástian ahogó una pequeña risa al ver la cara de susto, asco y enojo de Sophie, todas al mismo tiempo y por último, se le notaba un poco celosa. Se limitó a solo sonreír; ella le parecía extremadamente adorable molesta.

—¡Esa niña está enferma de la cabeza! —continuó diciendo Sophie.

—Lo sé, pero ahora debemos seguir, ya nos hemos retrasado mucho y a este paso, ¡jamás llegarás a tu casa!

Sophie solo suspiró, sin decir ninguna otra palabra. La idea de regresar a su hogar no le

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entusiasmaba mucho, pero tenía que volver. No era porque no desease ver a su familia, era solo que tenía miedo, tenía miedo de cómo reaccionarían sus padres. Pasaron alrededor de hora y media conduciendo y Sophie ya se había hartado de ver los cultivos pasar a su lado, comenzaba a sentir un poco de sueño, a pesar de ser pasadas las 4 de la tarde.

—Tengo hambre —se quejó para sí misma.

—Ya casi llegamos, pequeña —respondió, tranquilo.

Ella volvió a mirar los letreros que pasaban, cuando se percató de que Sebástian se había alejado del pequeño pueblo a las afueras de la ciudad donde vivía y se giró inmediatamente a ver a Sebástian, con el ceño un poco fruncido y a su vez sorprendido.

—Sebástian, ¿no nos íbamos a quedar esta noche en el pueblo que acabamos de pasar? —preguntó, algo molesta.

—Sophie —suspiró—, el pueblo está a 25 minutos de la ciudad. No tiene ningún caso quedarnos ahí.

Ella simplemente abrió los ojos grandes como platos. Estaba molesta.

—No quiero llegar a casa hoy —suplicó.

—¿Por qué? Dime, ¿no deseabas poder volver a tu casa?

—¡Claro que quiero! —se apresuró a contestar.

—¿Entonces? —preguntó Sebástian, realmente confundido.

Sophie solo suspiró. Quería estar con Sebástian el mayor tiempo posible. No se lo podía explicar, pero sentía que no podría verlo en cuanto llegara a su casa. ¿Qué pensarían sus padres al verla llegar con un joven de 21? Sencillo, pensarían que se escapó con él y, lo más seguro, es que no le permitirían volver a verlo.

—Solo quiero estar esta noche contigo —susurró Sophie, con un pequeño rubor en las mejillas.

Sebástian solo la miró de reojo, intentando comprender el tono de voz con el que Sophie le había dicho eso. ¿Ella estaba acaso insinuándole algo? No, aquello no era posible. No le molestaba, a decir verdad, la idea de hacerle el amor, pero, ¿por qué ella tan de pronto quería hacerlo? En las 2 semanas que habían estado de pueblo en pueblo, nunca había pasado nada, él siempre mantuvo la compostura y, sobre todo, porque sabía que Sophie tenía miedo por lo de su violación, entonces, ¿por qué ese cambio tan repentino en ella?

—Está bien —susurró, un poco confundido y encaminó el automóvil en dirección al pueblo. No tardaron mucho en llegar y buscaron un lugar dónde quedarse. El pueblo era pequeño, pero acogedor e inspiraba una calidez que resultaba ser muy placentera. Después de que consiguieron en dónde quedarse, fueron a comer. Sophie estaba un poco seria y cada que Sebástian la besaba, ella se ponía automáticamente roja y ni ella misma sabía por qué reaccionaba de esa forma.

Toda esa tarde pasearon por el pueblo, hablando sobre cualquier cosa y, cuando comenzó a

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anochecer, Sebástian la encaminó de vuelta al pequeño hotel y aún de noche, había mucha gente en las pequeñas calles. Al parecer, era porque había una pequeña y sencilla feria donde el pueblo pasaba a divertirse. Sophie y Sebástian no quisieron ir y fue por eso que regresaron a su habitación y al entrar, un silencio incómodo reinó en el lugar. Sophie solo estaba sentada con la cabeza baja y algo sonrojada.

—¿Qué ocurre, Sophie? —preguntó Sebástian, mientras se ponía de rodillas frente a ella.

Ella solo subió su rostro y se encontró con aquel par de ojos rojos que tanto adoraba. Ella lo miraba con ternura y posó sus manos en sus mejillas y entonces, se acercó y lo besó, sin decirle absolutamente nada.

Era un beso más apasionado de lo que Sebástian habría esperado. Ella lo besaba con tanta intensidad como si esa fuera la última vez en toda su vida que probara aquel delicioso par de labios. Ella estaba dispuesta a disfrutar de aquel embriagante aroma que Sebástian tenía y él no tardó casi nada en corresponderle el beso con la misma intensidad, posando sus manos en la cintura de la joven, acercándola suavemente hacia él. Sophie se paró un poco de la cama y se acercó a Sebástian, quien la ayudó a quedar prácticamente sentada sobre sus piernas. El calor comenzaba a aumentar y Sebástian se separó un poco de ella para observar sus celestes ojos.

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Capítulo 33

Pero casi de inmediato volvieron a sellar sus labios con un beso largo y apasionado, mientras Sophie pasaba sus manos por el abdomen de Sebástian, quien la acariciaba con delicadeza, como si fuese una delicada muñeca de porcelana. Sus cuerpos comenzaron a sentir calor y Sebástian se separó de ella, un poco agitado por aquellos besos tan apresurados y llenos de deseo.

—¿Estás segura de esto, amor? —preguntó, mientras rozaba sus labios con los de ella, de una manera muy sensual.

Sophie bajó un poco la mirada, sonrojándose notoriamente. Sabía bien a lo que Sebástian se refería, pero ella no se puso a pensar con exactitud y no se pondría a analizar detenidamente las cosas en ese preciso momento.

—Sí —susurró bajo y con las mejillas completamente rojas.

Sebástian sonrió con dulzura, acercándose a ella, besándola, pero esta vez más despacio y sin prisas. Quería que aquello fuera especial para ella y la sujetó con fuerza de la cintura, levantándola un poco. Ella enredó sus piernas en su torso, facilitando a Sebástian alzarla y aún de pie, acercándose suavemente a la cama, entre abriendo los ojos para no caer y arruinar el momento que se volvía cada vez más romántico. No separó ni un centímetro sus labios de la boca de la joven, quien suspiraba como fascinada por el sabor del beso, hasta que se separaron y él la dejó sobre la cama con dulzura, posándose encima de ella, apoyándose de sus brazos para no aplastarla. Ella lo veía con los ojos mezclados de deseo e inocencia; se veía tan tierna, tan pequeña y delicada debajo de Sebástian, con las mejillas rojas.

Jamás había llegado a ese punto con alguien más. Sebástian despertaba en ella tantas sensaciones, que ni ella misma lograba explicarse. Su mente no pensaba en nada más, estaba absorta en los besos y caricias de Sebástian, lo amaba como nunca había amado a alguien en su vida y no le importaba en lo más mínimo nada más que estar con él. Mientras Sebástian la besaba, no pensaba en si aquello era demasiado para ella o si estaba bien o mal, simplemente se dejó llevar por el momento. Lo amaba y eso era lo único que importaba en aquellos momentos.

La besó despacio y fue bajando a su cuello, pasando su lengua con suavidad y pudo sentir con claridad cómo se estremecía ella ante las caricias de su lengua. Poco a poco, fue deslizando su mano dentro de su blusa, levantándola un poco mientras besaba y mordía su cuello. Al sentir su piel tan tersa, tan suave, no pudo evitar gruñir, un poco excitado; la piel de Sophie estaba caliente y, sin poder esperar más, jaloneó un poco la blusa de la joven, logrando quitársela después de unos segundos. Se separó para admirarla debajo de él; ella estaba aún más sonrojada que antes y respiraba un poco agitada.

—Te amo —le dijo, observándola directamente a los celestes ojos.

Sophie sonrió, enternecida.

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—Yo también te amo —dijo con una sonrisa en sus labios, mientras acariciaba su mejilla.

Sebástian le regaló otra sonrisa igual de grande y la comenzó a besar un poco más desesperadamente, aunque sus caricias eran tranquilas y suaves. Sus besos eran apasionados y llenos de deseo y no tardó en deshacerse del sostén de la joven, dejando al descubierto sus pechos y comenzó a jugar con ellos. Los acariciaba delicadamente, haciendo que Sophie soltara algunos pequeños suspiros y gemidos y, al escuchar aquel sonido femenino, su deseo se volvió más grande, devorando sus besos y comenzando a desabrochar sus pantalones. Al igual que su blusa, no tardó en bajárselos, dejándola solamente en ropa interior.

Sophie no sabía exactamente lo que debía hacer, pero abrazo a Sebástian, mientras lo acariciaba y comenzaba a desabrochar su camisa. No tardó nada en desabrocharle su camisa y sentir aquellos músculos que parecían enloquecerla, simplemente él era perfecto para ella y cuando se deshizo de su camisa, intentó desabrocharle el pantalón, pero simplemente no podía; no conseguía hacerlo y Sebástian sonrió divertido.

—Yo lo hago —susurró, mientras se desabrochaba con tranquilidad el pantalón, quedándose solamente en ropa interior.

Sophie se sonrojo aún más al verlo ahí, con su cabello negro cayendo tan perfectamente sobre su frente y su piel tan blanca. Su abdomen la tenía completamente embelesada, Sebástian continuó quitándose la ropa, mientras miraba de reojo a la chica acostada sobre la cama, que se sonrojaba al observarlo quitarse la ropa interior. Sophie inmediatamente giró su vista hacia otro lado cuando Sebástian se quitó el bóxer. La miró con aquel par de ojos rojos y se acercó suavemente a ella, volviendo a besarla, mientras bajaba sus bragas y comenzaba a acariciar su intimidad, haciendo que Sophie emitiera algunos gemidos de placer y una vez que él sintió que ella estaba lista para entrar en ella, se acomodó sobre ella, abriéndole las piernas. Sophie por un momento se horrorizó al saber qué era lo que seguiría y no es que se arrepintiera, realmente lo estaba disfrutando, pero aquella sería algo así como su primera vez. Él la miró a la cara, asegurándose de que ella estuviese de acuerdo y, al verla tan seria, se preocupó.

—Sophie, ¿quieres parar? —preguntó, mientras rogaba porque ella dijera que no. Él estaba realmente excitado y no quería por ningún motivo parar, pero jamás la obligaría a hacer algo que ella no estuviese dispuesta.

Ella no supo qué contestar. No quería parar, pero le asustaba que él la fuera a lastimar, pero después de unos segundos, respondió.

—Continúa —pidió, mientras le besaba la mejilla.

Sebástian sonrió, complacido y se volvió a acomodar sobre ella, mientras la besaba con delicadeza, haciendo que Sophie se relajara.

—Relájate amor, no te haré daño… —le susurró al oído.

Y casi de inmediato, Sophie relajó su cuerpo, correspondiendo el beso de Sebástian con tranquilidad, hasta que comenzó a sentir el miembro duro entrar a ella y no pudo evitar girar la cabeza y abrir los ojos grandes como platos, mientras gemía, pero no de placer, sino de un poco

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de dolor.

—Tranquila —le susurró Sebástian al sentirla tensarse un poco debajo de él.

Aquello era un poco incómodo y le dolía, no como si la estuviesen matando, pero sentía una pequeña incomodidad dentro de ella. Sebástian esperó pacientemente a que ella se acostumbrara a su miembro y, una vez que fue así, comenzó a moverse dentro de ella con suavidad, intentando contenerse de no embestirla salvajemente y escuchó cómo ella comenzaba a gemir de placer, y él no tardó en empezar a moverse cada vez más rápido dentro de ella, embistiéndola una y otra vez, pero siempre con delicadeza, hasta que Sophie comenzó a agitarse de una manera poco usual y abrió los ojos, aterrada, mientras recordaba con claridad la noche de su violación.

—Basta —chilló Sophie, horrorizada.

Sebástian se giró a verla, preocupado.

—¿Sophie, qué pasa? —preguntó, mientras la joven intentaba apartarlo de ella.

—No puedo —chilló Sophie, asustada.

—Tranquila, Sophie —dijo, abrazándola y secándole las lágrimas que comenzaban a caer por su rostro, pero sin salir de ella.

La joven tardó algunos minutos en tranquilizarse y al moverse un poco, se percató de que Sebástian seguía dentro de ella. Él la miró con un poco de tristeza y ella soltó un pequeño gemido, pero no de miedo, si no de placer.

—Sophie —susurró Sebástian, comenzando a salir de ella.

—¡No! —chilló Sophie—No salgas, continúa—suplicó, mientras se aferraba al torso de Sebástian.

—¿Estás segura de que quieres que continúe? —preguntó—. No quiero obligarte a nada.

—No me obligas. Por favor, continúa —pidió la joven, besando sus labios.

Y Sebástian comenzó a volver a entrar, moviéndose con lentitud al principio y después, la velocidad aumento un poco más, haciendo que los dos disfrutaran plenamente. Aquel placer que los inundaba era indescriptible, Sophie jamás en su vida se había sentido de aquella forma, ni siquiera Sebástian había disfrutado tanto y, después de unas embestidas más, sintió cómo ella llegaba al orgasmo, soltando un gran gemido lleno de placer, que lo hizo acabar a él también dentro de ella. Sus respiraciones se confundieron en la oscuridad del cuarto y Sebástian la rodeó con sus brazos.

—Te amo —susurró, agitado.

—Yo también te amo —susurró Sophie sobre su pecho, correspondiéndole el abrazo. Estaba exhausta y cerró los ojos, con una sonrisa en sus labios.

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Capítulo 34

Aquella noche fue simplemente encantadora. Sophie soñó con Sebástian. Aquel sueño parecía tan real, tan sencillo, pero a su vez tan perfecto. Estaba ella recostada sobre el pasto, acurrucada sobre el pecho de Sebástian, ambos mirando las estrellas, sin decir alguna palabra, solo ahí tirados, observando la inmensidad del cielo y cómo cambiaba de diferentes colores, todos en tonalidades azules. Aquello era tranquilizador, hasta que un sonido comenzaba a molestar el oído de la jove. Se escuchaba como un zumbido que, conforme pasaran los segundos, iba incrementando el volumen, hasta que el zumbido fue tan fuerte que la joven se tuvo que tapar con las manos las orejas. Apretaba los ojos, deseando que aquel infernal sonido cesara, pero no era así. La desesperación la comenzó a invadir y se removía en la cama, ahogando uno que otro grito de frustración.

Sebástian se incorporó de un salto en la cama e inmediatamente se giró a observar a Sophie, preocupado. Le quitó las manos de la cara a la joven, pero ella solo gritó y se volvió a tapar.

—¿Qué ocurre? —preguntó asustado al ver a la joven rubia quejarse en la cama.

Sophie solo soltó un pequeño grito más y se incorporó de un salto en la cama, quedando sentada, con sus celestes ojos llenos de lágrimas.

—¡Sophie! —exclamó Sebástian, realmente preocupado.

Ella no lo volteó a ver, solo posó una de sus manos en su pecho, mientras respiraba entrecortadamente.

—Estoy bien —dijo después de un rato, en un susurro difícil de entender por su falta de aire.

—¿Qué ocurrió? —preguntó, mientras la abrazaba protectoramente, intentando calmarla.

—Un mal sueño, supongo —respondió, confundida.

—No parecía un mal sueño, parecía como si te estuviesen torturando —inquirió Sebástian, mientras arqueaba una ceja incrédulo.

—No sé, simplemente un ruido me molestaba —respondió la joven en un tono molesto, como si aquella conversación la estuviese molestando.

—¿Segura que estás bien? —preguntó, dudoso.

Sophie no contestó, solo lo miró brevemente, intentando darle entender que todo estaba bien, a pesar de que se sentía algo incomoda.

Era una mañana nublada y fresca. El pequeño pueblo estaba completamente vacío, a pesar de ser alrededor de las once y media de la mañana. Aquello parecía estar abandonado y, un escalofrió los invadió. Todo estaba tan callado, tan estático, que el mismo silencio, aparte de volverse incómodo, se hacía tenebroso.

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—Tal vez es el clima —dijo Sophie, frotándose los brazos para sentir un poco de calor.

—No lo sé, Soph. Se siente un ambiente algo pesado y sobrio —dijo muy serio, mientras se acercaba a la rubia chica para abrazarla.

—¿Qué crees que esté sucediendo? —preguntó, mientras recibía con una corta sonrisa el abrazo de Sebástian.

—La pregunta sería más bien, ¿qué sucedió? Porque ahorita no está sucediendo absolutamente nada.

—Si hubiese pasado algo anoche, lo habríamos escuchado, ¿no crees? —aseguró, intentando no asustarse de lo sombrío que todo se veía.

—Anoche estábamos muy ocupados como para escuchar lo que sucedía afuera, querida —dijo, con una sonrisa pícara que hizo enrojecer a Sophie, recordando la noche que habían pasado juntos.

Y se volvieron a quedar callados por varios minutos, buscando con la mirada a alguien o tan siquiera algo con vida, pero nada, todo seguía tan quieto y silencioso, hasta que comenzó a llover. Aquella pequeña lluvia que caía hacía que todo pareciese justo como escena de película de terror y Sophie se estremeció al recordar alguna de las películas de terror que había visto y aquello era justamente igual; la típica pareja después de una noche de relaciones sexuales en un sombrío lugar, a punto de ser asesinados.

—Deberíamos irnos ya —soltó de pronto, algo asustada por sus comparaciones de películas a su situación actual.

Sebástian solo rió un poco al notarla tan asustada, pero no podía negarlo, lo que sea que hubiese ocurrido anoche no parecía haber sido nada bueno y lo mejor era irse pronto de aquel lugar.

—De acuerdo, sube al auto —le dijo, mientras abría la puerta del automóvil, dejándola entrar y, una vez que la joven estuvo dentro, él también subió y arrancó el auto.

No tardaron mucho en salir del pequeño pueblo, que cuando llegaron era tan vivo a esta mañana, que todo parecía tan sombrío y escalofriante. La lluvia se volvía un poco intensa y hubo momentos en que tuvieron que parar, porque había poca visibilidad en la carretera y una vez que llegaron a la ciudad donde Sophie vivía, todo era diferente. Sí, seguía igual de nublado y frío, pero mínimo había gente por las calles. Aquella lluvia y la imagen de personas corriendo, buscando refugio de la lluvia, le recordó inmediatamente a esa noche, la noche de su secuestro y, aquel recuerdo la hizo estremecerse un poco. Mientras Sebástian conducía tranquilamente por las calles de la ciudad y de improviso, un extraño nerviosismo se apoderó de la joven rubia, haciéndola sudar.

—¿Estás bien? —preguntó Sebástian al verla tensarse.

—Nerviosa —contestó, girando la vista hacia las calles mojadas.

—Tranquila —susurró Sebástian—Todo estará bien, ya verá. Te dejaré frente a tu casa y yo me quedaré cerca de ti. Lo prometo.

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Sophie se escandalizó un poco al escuchar a Sebástian decir que él no entraría con ella, pero era obvio y lógico. Él simplemente no podía acompañarla, más aparte la dejaría en el pórtico de su casa, ¿qué problema habría?

—¡Sebástian, mira! —exclamó Sophie, apuntando al pequeño puesto de periódicos.

El joven se orilló y se bajó del automóvil junto con Sophie y tomaron en sus manos el periódico con letras grandes y rojas, anunciando una gran matanza en el pueblo vecino. Sí, el pueblo donde ellos habían pasado la noche. La cara de ambos jóvenes se palideció totalmente; no sabían cómo reaccionar y no sabían demasiado, ya que el periódico no daba detalles de absolutamente nada de lo que había ocurrido.

—Es un hecho lamentable —dijo un viejito de cabello canoso y de apariencia ya bastante mayor.

—U-usted, ¿qué sabe de lo que ocurrió? —preguntó Sophie, aún más pálida que antes.

El ancianito se acomodó sus diminutos lentes para observar mejor a la joven rubia de ojos grandes y celestes.

—Llegaron unas personas en busca de una muchacha o eso dicen. Se dice que mataron a varias personas para encontrarla, pero al final no obtuvieron resultados.

—¿Una muchacha? —habló por primera vez Sebástian.

El anciano posó su mirada brevemente en Sebástian y prosiguió hablando.

—Sí, una muchacha. Se encontró evidencia de que quienes la buscaban eran unos secuestradores y que la joven se les había escapado semanas atrás, con ayuda de uno de los suyos.

A Sophie casi se le caía la mandíbula de la impresión. Esa historia se le hacía sumamente parecida. La estaban buscando. Su rostro no tardó en cargarse de pánico, al imaginarse que aquellas personas la estuviesen buscando y su pánico aumentó cuando se percató que estuvieron en el mismo pequeño pueblo y por cosa de suerte, no la habían encontrado.

—Oh no —gimió, tan asustada.

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Capítulo 35

Su rostro se cargó de horror, por su cuerpo pasaban tantas emociones, pero el terror de recordar aquel sótano frio y húmedo la hacía estremecerse completamente. Se volvía a sentir frágil e insegura. Sentía cómo todo lo que comenzaba a construir se desplomaba, como una simple montaña de hojas de papel que son voladas.

Sebástian quedó inmóvil y su cuerpo se tensó completamente, mientras cerraba sus puños y fruncía el ceño. El anciano con quien hablaban se percató de las reacciones de los jóvenes.

—¿Están bien? —preguntó confundido al ver el rostro de Sophie, que comenzaba a palidecer.

La joven no reaccionó. Parecía estar shokeada y todo comenzó a darle vueltas. El frío solo aumentaba su dolor de cabeza y no tardó mucho en tambalearse. Los reflejos de Sebástian actuaron rápidamente, sosteniendo a Sophie por la cintura, evitando que se diera de lleno contra el suelo.

— ¡Sophie! —exclamó Sebástian, una vez que la tenía entre sus brazos.

—¡Jovencita! ¿Está usted bien? —preguntó nuevamente el anciano, cada vez más preocupado por la joven rubia, que ahora tenía la cara completamente pálida.

Ella solo veía la boca del anciano moverse, pero no escuchaba ningún ruido salir de ella, ni de Sebástian. Todo era confuso y su visión era borrosa, ¿qué diablos le pasaba? Se comenzó a angustiar ella misma cuando los segundos pasaban y nada pasaba; seguía viendo borroso, sin escuchar nada y sus celestes ojos comenzaron a aguarse, dejando finalmente salir inmensas lágrimas. Sentía una desesperación inexplicable y no tenía ni fuerzas para moverse, solo sentía los brazos de Sebástian sosteniéndola fuertemente, mientras ella estaba ahí, tendida cerca del suelo, incapaz de mover un solo músculo. Solo podía llorar y sus lágrimas solo hacían que sus ojos vieran aún más borroso. Los segundos seguían pasando y ella se sentía cada vez más asustada y cerró los ojos, intentando calmarse. ¡Tranquilízate!, le gritaba su mente, pues sabía que llorando no solucionaría absolutamente nada. Le costó trabajo que su corazón palpitara a un ritmo normal.

—Sophie —escuchó cómo la llamaba a lo lejos.

La joven cerró los ojos con más fuerza, intentando reconocer aquella voz.

—¿Sebástian? —preguntó con un hilo de voz.

Y abrió lentamente los ojos, topándose con los ojos rojos de Sebástian, que la miraban con preocupación y lo que a continuación Sophie sintió, fue un fuerte abrazo de parte del joven.

—¿Estás bien? —preguntó por enésima vez.

Ella solo esbozó una sonrisa de lado y le correspondió el abrazo.

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—Estoy bien —dijo, con dificultad.

Y con ayuda de Sebástian se levantó del suelo frío y subió al automóvil, sin siquiera voltear a ver a alguien más. Sebástian solo le agradeció con una seña al anciano y subió al automóvil y lo encendió inmediatamente, saliendo de la vista del anciano e inmediatamente llegó una camioneta, con los vidrios polarizados y se detuvo en frente del anciano.

—Señor —le llamó alguien desde el interior.

El anciano se dio la vuelta con lentitud y vio al joven que lo llamaba desde la camioneta.

—¿Ha visto usted a un par de jóvenes?

El señor solo frunció el ceño y se acomodó mejor los lentes sin decir ninguna palabra.

—Es una joven rubia, de ojos celestes que seguramente va acompañada de un joven un poco mayor, de cabello espeso y negro, de ojos color rojo —explicó Sam, sin mucha paciencia.

—Oh sí, se acaban de ir justo hace unos minutos —habló el anciano, sin darle importancia al asunto.

Sam esbozó una sonrisa triunfante y volvió a encender la camioneta. Sabía justo a dónde se dirigían los jóvenes ahora.

—Esto está mal —chilló Sophie asustada, una vez que se recuperó un poco de su desmayo.

—Tranquila, nada malo te pasará —aseguró bien serio Sebástian.

Aunque a decir verdad, ni siquiera él creía que todo estaría bien, pero no quería asustar más a Sophie de lo que ya se encontraba.

—Debemos llegar lo más rápido a tu casa —dijo Sebástian, pensando que ahí ella estaría segura y él se encargaría de Sam.

Y sin decir alguna otra palabra, condujeron por entre las calles de la ciudad.

—Tengo miedo —susurró Sophie, mientras veía los árboles pasar.

—No pienso dejarte sola —aseguró Sebástian, mientras le dedicaba una dulce sonrisa que ella correspondió.

Y cuando faltaba solo una cuadra para llegar a casa de Sophie, los nervios, el pánico y el miedo volvían a invadirla. Se aferró fuertemente a la mano de Sebástian, quien caminaba con paso tranquilo; cada paso que daban la ponía más y más nerviosa y ni siquiera ella comprendía por qué tenía un mal presentimiento. Se detuvo de improviso, quedándose clavada en el suelo y al no sentirla caminar, Sebástian se volteó a verla, preocupado.

—Sophie —le susurró, acercándose a ella, tomando su mano, invitándola a caminar nuevamente,

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pero ella no se movió ni un centímetro y aferró con más fuerza la mano de Sebástian.

—Te amo —susurró, mientras lo jalaba hacia ella.

Cuando lo tuvo a unos centímetros de distancia, lo besó apasionadamente. Era extraño, pero se sentía como si hubiesen pasado años sin besarse y el sabor de sus besos simplemente la embriagaban. Él le correspondió el beso con la misma intensidad y necesidad de tenerla junto a él y la abrazó fuertemente por la cintura, dejando que ella posara sus brazos por su cuello.

—Yo también te amo —susurró, separándose unos cuantos centímetros de sus labios—Ahora, vamos a casa, estarás segura.

Y comenzaron a caminar nuevamente, sin decir alguna palabra, solo se dedicaban miradas llenas de amor. Finalmente, llegaron al pórtico de la casa de Sophie, quien abrió la puerta suavemente y le sorprendió que ésta no tuviese llave ni seguro, pues sus padres eran muy cuidadosos en esos sentidos.

—¿No vienes? —preguntó Sophie seductoramente, mientras lo tomaba de la mano para invitarlo a pasar.

Sebástian solo sonrió y se acercó rápidamente a ella, asaltando sus labios y besándola pasionalmente mientras ella correspondía el beso y mordía su labio inferíor. Sebástian no pudo evitar gruñir de placer y se separó un poco de Sophie.

—Tus padres deben estar dentro —se excusó Sebástian, aunque moría de ganas por llevarla a la cama—Pasaré a verte en una hora y media —le sonrió Sebástian.

Sophie hizo un pequeño puchero, pero finalmente aceptó y terminó de abrir la puerta para entrar a su casa y cuando la abrió, se quedó estática. No se sentía emocionada, sino más bien preocupada.

—No me iré de aquí hasta verte cerrar esa puerta —le bromeó Sebástian.

Ella solo sonrió y caminó por el pasillo de la entrada, colgando su abrigo y se giró para cerrar la puerta, mientras observaba a Sebástian a un de pie frente a ella. Se dirigió a la sala, que estaba justo a la entrada. Todo estaba tan oscuro y encendió la luz. Sus ojos se abrieron grandes como platos de la impresión e inmediatamente se llenaron de miedo, al observar a un grupo de hombres armados, sentados cómodamente en su sala. Mierda, fue lo único que pudo pensar. Los hombres la vieron de arriba hacia abajo, con una sonrisa sucia y pervertida y corrió. Sin importarle nada, corrió hacia la entrada, histérica.

—¡¡¡SEBÁSTIAN!!! —gritó horrorizada, al abrir la puerta.

El joven se giró, alarmado por sus gritos y vio cómo un hombre la jalaba hacia atrás, tomándola del cuello con un brazo y con el otro apuntándole con una pistola. No, aquello no podía ser verdad…

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Capítulo 36

El horror que sentía en esos momentos recorrerle el cuerpo era indescriptible; no podía reaccionar. Sebástian estaba de pie, a unos metros de la entrada de la casa, completamente inmóvil. Por su mente pasaban miles y miles de pensamientos, mientras su interior quería gritar de furia y del terror que le causaba pensar y ver a su amada en aquella situación, donde su vida corría peligro. ¿Cómo?, gritaba en su interior. ¿Cómo fue posible que aquellos hombres la tuvieran en sus manos por segunda vez? El terror que ambos sentían era notorio en sus miradas. Sophie lo observaba ahí, frente a ella, inmóvil. ¿Por qué rayos no la ayudaba? Sus celestes ojos comenzaron a dejar caer más y más lágrimas, pero no solo de miedo, sino también de frustración. No se permitiría a ella misma caer de nuevo en esa situación, simplemente no se quedaría ahí inmóvil a esperar a que Sebástian reaccionara, tenía que ser fuerte por ella misma, pero el pánico no dejaba siquiera mover alguno de sus músculos.

—Suéltala —gruñó Sebástian, mientras avanzaba con pasos cautelosos hacia la entrada, fulminando al hombre que sostenía a Sophie con la mirada.

El hombre solo apretó más el arma contra la sien de la joven.

—Si te acercas más, la mataré —advirtió el hombre, sin borrar la estúpida sonrisa de burla de su cara.

Y Sebástian se quedó a unos cuantos pasos del hombre, mientras lo analizaba y analizaba las posibilidades que tenía para quitarle a Sophie de entre sus manos. El hombre pareció saber lo que él pensaba y dio unos cuantos pasos hacia atrás, apretando cada vez más el cuello de la chica. Ella soltó un quejido de sus labios por la falta de aire que comenzaba a padecer y, el hombre al escucharla, la puso de espaldas contra la pared, aprisionando así su frágil cuerpo, pero en ningún momento dejó de apuntarle con el arma y al verla ahí, frente a él, tan asustada y diminuta, sonrió. Su sonrisa era maliciosa y Sophie se la vio venir cuando el hombre, con su mano libre comenzó a manosearla.

Asco era el sentimiento que tenía Sophie al sentir la mano del hombre apretujarle uno de sus senos y, sin poder tolerarlo, Sophie se removió agresivamente, mientras comenzaba a llenarse de valor para insultarlo. El hombre la golpeó fuertemente en el estómago, haciéndola caer de rodillas al suelo.

—Bastardo —gimió ella, mientras posaba sus manos sobre su abdomen e intentaba recuperar la respiración.

Y en un rápido movimiento, mientras el hombre estaba de espaldas dirigido hacia la joven, Sebástian tomó el arma del hombre y lo apuntó.

—Aléjate de ella —sentenció, sin dejar de apuntarlo con el arma en las manos.

Aquel hombre borró su sonrisa estúpida y se alejó de la joven, mientras se maldecía a sí mismo

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por haber dejado una oportunidad a Sebástian para ayudarla.

—Sophie, ¿puedes levantarte? —preguntó, apenas dirigiéndole una mirada. No quería que aquel hombre lo tomara distraído y dañara a Sophie.

Ella solo lo miró, entre molesta y agradecida.

—Sí —dijo en casi un susurro, mientras intentaba levantarse, pero el abdomen realmente le dolía y le impedía moverse rápidamente, pero al final, no pudo siquiera levantarse del piso. Cada que se movía, sentía como si algo la presionara más y más fuerte, causándole así un dolor casi insoportable.

—Sebástian —lo llamó con la voz ahogada en histeria—. No puedo —chilló.

Sebástian la vio y pasó el arma a su mano izquierda y con su brazo derecho, tomó a Sophie del brazo, intentando levantarla, pero sin lastimarla más de lo que ya estaba. Se sentía frustrado, porque cada que la tomaba con un poco de fuerza, ella se quejaba por el dolor y él no podía hacer nada para ayudarla, no en esos momentos, donde había conseguido con suerte tomar un poco el control de aquella situación. Sebástian, aunque fue un joven que la mayoría del tiempo vivió en ese tipo de situaciones y siempre se había mostrado frío y cruel ante todo y todos, pero ahora no era lo mismo antes; no tenía el nada por lo cual temer, pero ahora tenía que proteger a Sophie y esa era su mayor debilidad. Aquellos hombres lo sabían a la perfección, por eso, tenía que ser cuidadoso y metódico si quería sacar de ahí lo más pronto posible a Sophie. Pensaba en mil cosas a la vez, entre si disparar y aprovechar ese pequeño tiempo de ventaja para alzar en brazos a Sophie y sacarla de ahí, para llevarla un lugar seguro, pero, ¿a dónde la llevaría? Si ni en su propio hogar se había librado de esa situación, lo que lo ponía a pensar, ¿dónde estaban los padres de la joven? ¿Qué posibilidad tendría él de ganar tiempo hasta que sus padres llegaran? No, eso simplemente era arriesgado y sumamente estúpido. Todo eso pasaba por su mente mientras a cada segundo se ponía más y más nervioso, hasta que una risita de parte del hombre lo sacó de sus pensamientos. Sebástian lo miró sumamente confundido, ¿qué le pasaba a aquel hombre? Y cuando siguió con la mirada lo que el hombre miraba, se maldijo a sí mismo porque pensando en no ser distraído, se distrajo.

Detrás de él estaba Sam, apuntándolo con un arma.

—Vaya que te has ablandado, primo —soltó despectivamente, mirando a Sebástian y a Sophie.

—Déjala en paz —gruñó—, ella no tiene nada más que ver contigo ni tu sucio negocio.

—Ha decir verdad, te equivocas, Sebástian. Sabes que nadie debe escapar y una vez dentro, así será —bufó Sam, mientras se acomodaba un poco el cabello que caía sobre su frente.

Y antes de que Sebástian pudiera responderle algo, escuchó un grito por parte de Sophie. Se giró a verla, estaba amordazada y encadenada. ¿Cómo diablos había pasado eso? Y sin previo aviso, el hombre al que antes apuntaba con el arma, lo golpeó fuertemente en la cabeza, dejándolo inconsciente. Sus ojos, con la vista nublada, pudieron observar por última vez cómo se llevaban a Sophie en una camioneta oscura y ella gritaba histérica, pidiendo ayuda… Ayuda que nadie le brindó.

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Eran pasadas de media noche, hundida en voces nostálgicas, me abrazaba a mí misma, tenía miedo. Recordaba —o eso intentaba—, parecía ya estar muerta. Lo que viví las últimas horas era cada vez más parecido a un sueño borroso. Aún no comprendía, no quería siquiera pensar en lo que pasaría. Mi miedo tan solo crecía, estaba perdida en mi memoria. La noche parecía un recuerdo vago, no conseguía conciliar ni un poco el sueño. Al pasar los minutos de media noche, cada idea iba perdiendo sentido; no quería ver la realidad, tenía miedo, mucho. Al tiempo, cada segundo parecía más irreal. Cerré los ojos, intenté sentir mi corazón, el miedo que me acosaba se volvía realidad… De nuevo, estaba en un sótano oscuro y frío. Otra vez, estaba secuestrada.

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Capítulo 37

¿Por qué a mí? No dejaba de preguntarme en silencio una y otra vez eso, pero no encontraba respuesta. ¿Es que estaba tan llena de mala suerte como para volver a ser secuestrada? Simplemente me costaba entenderlo, pero a decir verdad, no había mucho qué comprender. Estaba enojada, bastante, pero no conmigo, sino con Sebástian. ¿Por qué rayos lo culpaba a él, de mi mala suerte? Y mi mente, cada que pensaba, solo generaba más y más preguntas que lograban sacarme totalmente de quicio. Hasta que un ruido, proveniente de la puerta de madera me sacó de mis pensamientos y me llenó de miedo. Mis músculos se tensaron totalmente y me costaba girar la cabeza para ver quién estaba en la puerta. El silencio se hacía cada vez más abrumador. Conforme pasaban los segundos, aquel hombre seguía de pie en la puerta. ¿Me estaría observando? Levanté un poco la vista y ahí estaba… Aquel hombre gordo, que varias veces me golpeo y algo me decía que hoy no sería la excepción. Él esbozó su sonrisa pervertida, que en repetidas ocasiones recordaba llena de pánico y soltó una risa, al ver mi cara llena de horror.

—No —gimió Sophie, mientras se abrazaba aterrada a sí misma.

Aquel acto hizo que ese repulsivo hombre sonriera más ampliamente. Disfrutaba de saber que ella le temía y bajó los escalones de madera con lentitud. Con cada paso que bajaba, hacía rechinar la vieja madera, mientras sonreía al ver a Sophie encogerse en aquel rincón del sótano.

Sin previo aviso, la tomó de forma brusca del brazo, obligándola a ponerse de pie. Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas rápidamente y su cara, su intimidad y el resto de su cuerpo se cargaron de horror. Sabía bien lo que estaba por pasarle, sería violada nuevamente y las imágenes que tanto tiempo le había costado superar, volvieron a su mente, como una película adelantada de lo que volvería a vivir. Se tensó por completo, jaloneándose y llorando desconsoladamente. Sabía bien que no tenía mucha oportunidad de escapar y mucho menos ahora que la tenían tan vigilada en especial a ella. Tampoco podía pedir ayuda, pues las chicas que estaban encadenadas en el sótano la miraban con rencor y odio, ¿envidia? De que ella pudiese escapar y ellas no, de que Sophie recibiera ayuda de Sebástian. Burla, se podía leer claramente en las miradas de las jóvenes que la miraban con total burla. Escapó, pero volvió a ser secuestrada, ¡que estúpida! Pero sobretodo, ya no tenía a su Sebástian para salvarla.

—¡Por favor! —gritó en un inútil intento de súplica.

Pero aquel hombre la seguía sujetando con fuerza, hasta que se exasperó y le soltó una bofetada que resonó por cada rincón de la casa donde estaba presa. Sophie no gritó y solo sintió como su mejilla le ardía; después vino el dolor. La sangre le quemaba la piel; estaba molesta y deseaba gritar y golpear a quien tuviese enfrente y así fue, en un intento de desquitarse, le soltó un débil puñetazo en la nariz a aquel hombre. Esperó alguna reacción de parte de él y lo primero que vio en sus ojos era furia y esbozó otra sonrisa llena de burla.

—¿En serio? —preguntó burlón—¿Creías que con esto serías libre? ¿Qué podrías lastimarme?

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—comenzó a gritar el hombre, mientras la volvía a tomar del brazo.

—Maldito bastardo, ¡suéltame! —chilló Sophie, llena de ira.

El hombre la observó con la misma furia de hace unos segundos y la golpeó una y otra vez, dejándola tirada en el suelo ensangrentada y no paró de golpearla, hasta casi dejarla muerta.

¿A quién puedes siquiera importarle? Cuando no eres más que una ingenua, ¿quién podría tener el más mínimo respeto hacia tu cuerpo? Cuando solo te ven como objeto de satisfacción personal a absolutamente nadie…

Solo deseaba estar muerta, cada golpe que sentía en su cuerpo le dolía más de lo que cualquiera hubiese imaginado. Sentía como si estuviese siendo golpeada con palos largos de metal macizo y pesado, uno tras otro, hasta que los mismo golpes dejó de sentirlos por lo mal que se encontraba. No podía siquiera mover un músculo, porque no les respondían y después de varios golpes, quedó tirada sobre el suelo, inconsciente.

—Sophie, ¡Sophie! —gritó con desesperación la joven morocha.

Ella apenas y pudo abrir los ojos y de inmediato todo le dolió. Intentó moverse, pero el dolor solo fue peor.

—¿Qué rayos…? —comenzó a decir con pesadez y en un tono casi igual al susurro, pues no podía ni mover la mandíbula sin que ésta le causara dolor.

— ¡Demonios, cómo eres estúpida! —exclamó Emily, sentándose junto a ella.

La rubia solo la observó sin comprender.

— ¿De qué hablas? —pregunto molesta.

Emily arqueo una ceja incrédula, ¿cómo podía preguntar eso después de lo que ella se había buscado?

—Hablo de cómo rayos se te ocurrió enfrentarte a él de esa forma, es decir, ¿qué rayos pasa por tu mente? ¿Quieres morir acaso?

Sophie se removió un poco en el suelo con un fuerte dolor de cabeza. Perfecto, ahora no solo estaba casi desecha, sino que también tenía que soportar que le doliera la cabeza y a Emily, atiborrándola de preguntas, pero el moverse solo hizo que ahogara un grito de dolor. La joven castaña se asustó un poco. Sophie se veía mal, pero, ¿estaría tan grave como para no poder moverse? Y se paró de inmediato a buscar entre las cajas de cartón algo con lo que pudiese limpiarle la sangre. Era raro, Emily usualmente no se preocupaba por nadie, pero no era tan inhumana como para dejar a Sophie tirada ensangrentada y seguramente casi inválida. No tardó ni diez minutos, cuando ya estaba sentada a lado de Sophie, ayudándola a acomodarse de forma que los músculos no le dolieran mucho y, de inmediato, se dispuso a revisar que la chica no tuviese un hueso o varios rotos, porque ese si que sería un problema. Para fortuna de la joven, solo estaba golpeada de manera brutal que, en ciertas partes, la piel se le desprendió, pero sorprendentemente no contaba con huesos rotos y después de revisarla, el silencio volvió a

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reinar en el sótano.

—¿Entonces? —preguntó Emily.

—¿Qué querías? ¿Que me quedara como idiota mientras sería violada?

—Sabes, esto no te ocurriría si tan solo cooperaras —dijo, mientras la observaba toda golpeada.

Sophie dejó caer la mandíbula, ¿qué rayos estaba diciendo? ¿Qué tenía que aceptar ser usada como prostituta? NO, simplemente jamás lo aceptaría, porque ella no era una.

—Perdón, pero jamás aceptare ser usada como prostituta —dijo, en tono orgulloso—No pienso dejar que me manipulen a abrirme de piernas. No pienso resignarme a eso.

—Lo sé, pero, piénsalo. Si tan solo no fueras tan orgullosa, te librarías de golpes y casi asesinatos y podrías escapar nuevamente.

Sophie se quedó callada, meditando lo que Emily le había dicho. ¿Valdría la pena ser usada de esa forma para poder conseguir su libertad?

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Capítulo 38

No, en definitiva no lo haría. Tal vez era cierto lo que Emily decía, pero jamás aceptaría caer de una forma tan baja.

—Debe de haber otra forma —susurró para ella misma.

—¡Vaya que te funcionó la última vez! —exclamó la castaña, soltando una sonora carcajada.

Sophie no pudo evitar molestarse. ¿Qué rayos quería esa chica? Y frunció el ceño.

—Y tú qué —comenzó a decir amenazante—, hablas de escapar cuando no has hecho ni el más mínimo intento de poner un maldito pie fuera de aquí —terminó de decir, burlona.

Sophie no era esa clase de chicas que va por el mundo gritando “púdrete”, pero no podía evitarlo. Estar de nuevo en ese sótano apestaba; su vida en verdad apestaba y al terminar de escucharla, Emily de inmediato frunció el ceño, ofendida.

—Bien, pues ese es problema mío, no tuyo —escupió.

—Me da igual —respondió la rubia, aburrida de aquello.

¿Qué más podía decirle? Discutirle quien tenía más mala suerte, ¡uff! Qué divertido. Definitivamente la ganadora sería ella y sin decir nada más, se giró sobre el suelo, hasta quedar de espaldas a la castaña.

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Narra Sebástian

Sentía que la vista se me nublaba y no podía escuchar claramente. Todo era confusión y sentía el latido de mi corazón acelerarse cada vez más. Al caer al suelo y verla a ella siendo secuestrada, siendo alejada de mí lado, quise levantarme y correr tras la camioneta, pero fue algo completamente inútil, caí inconsciente.

Al despertar, solo sentía un terrible nudo en la garganta y un dolor en la cabeza. Llevé mi mano con delicadeza hasta mi nuca y al tocar el lugar golpeado, sentí mucho más dolor e inmediatamente alejé mi mano. Estaba llena de sangre; no solo me habían golpeado para quedar inconsciente, sino que también tenía una herida bastante grande. Me costó demasiado trabajo poder ponerme de pie y, en cuanto mi vista mejoró, recuperándose de aquel golpe, puede ver al vecino de enfrente afuera de su casa. Era un adulto algo ya mayor, con el cabello algo blanco y varias arrugas. Recogía con toda la tranquilidad del mundo el correo de su buzón.

—¡Señor! —grité, intentando llamar su atención, pero él no se volteó a verme.

Mis piernas no podían permanecer de pie, por más esfuerzo que pusiera, no podía. Simplemente me sentía débil.

— ¡Señor! —volví a gritar un poco más fuerte, esperanzado de que éste se girara a verme.

Y sentí un alivio recorrerme el cuerpo al ver cómo el anciano se giraba sobre sus talones y sus ojos azules, un poco llenos de arrugas, me miraban entre sorprendido. Pero esta reacción duró muy poco, porque sus ojos cambiaron a verme despectivamente, como si yo fuese un sucio vagabundo.

—¿Qué quiere? —gruñó aquel hombre.

—Necesito su ayuda —dije, desesperadamente.

—¡No tengo, ni pienso darle dinero! —soltó de pronto el hombre, volviéndose hacia su casa, sin intenciones de seguirme escuchando.

—¡Maldito seas! No necesito tu asqueroso dinero —le grité, furioso al ver su actitud.

El hombre se giró de nuevo sobre sus talones y se le notaba furioso por mi forma de contestarle, pero no dejé siquiera que pudiera decirme algo.

—¡Necesito que me diga a dónde se llevaron a la jovencita que vive aquí! —seguí gritándole, sin bajar mi tono de voz.

El hombre con cada palabra mía fruncía más el ceño y apretaba los puños.

—¡Aléjese de aquí, si no quiere que llame a la policía! —me gritó sin mostrar interés alguno acerca de lo último que le había dicho.

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—La han secuestrado —dije en un hilo de voz y no pude evitar que mis ojos se aguaran.

—Ayúdeme —le supliqué, tirándome de rodillas al suelo, sin poder contener mis lágrimas.

El señor se giró de nuevo, sin cambiar su semblante serio y enojado hacia mí y, con pasos lentos pero decididos, se acercó hasta donde yo me encontraba de rodillas y se inclinó un poco.

—Ese no es mi problema —terminó de decir burlón y con un tono de voz frío.

Me quedé sorprendido tras escucharlo. ¿Qué rayos le pasaba a la gente ahí? No lograba comprender el grado de indignación que tenía y sobretodo la forma tan desinteresada de todos ahí alrededor. Ahora comprendía bien por qué con todo el alboroto y gritos que habían sucedido hacía unas horas nadie salió siquiera a ver qué era lo que ocurría. Mientras estaba tirado en el suelo, el cielo comenzó a nublarse más, hasta que comenzó a llover igual que aquel día que había secuestrado yo a Sophie. No me interesó pararme y buscar algún lugar donde refugiarme de la lluvia, solo quería ver aquel par de ojos celestes que tanto amaba, la quería tener a mi lado, quería sentir el calor de sus abrazos y sus besos. ¡Me dolía tanto no haberla protegido como debía! Y seguramente ahora ella debía estar sufriendo.

—Todo por mi culpa —lloré, sin poder contenerme más. Me sentía verdaderamente estúpido por dejarla en manos de aquellos hombres y de pronto un extraño miedo me invadió. ¿Y si la habían matado? Me estremecí de inmediato y comencé a negar con la cabeza. Jamás me perdonaría algo así, incluso iría a entregarme para que me mataran, porque no podía imaginarme seguir mi vida sin ella y mucho menos podría cargar con semejante culpa.

—¿Estás bien? —me dijo una señora, posando su mano sobre mi hombro, sacándome así de mis pensamientos.

Levanté la vista hacia ella. Era una señora de ojos celestes y rubia; era idéntica a Sophie y de inmediato, supe que aquella mujer era su madre, que me veía con preocupación.

—Disculpe —comencé a decir, mientras me levantaba con prisa del suelo— ¿Es usted la madre de Sophie? —dije dubitativo, a pesar de que el parecido era inconfundible.

Su semblante cambio radicalmente tras oír el nombre de Sophie. Ahora se mostraba molesta y muy seria.

—Sí —respondió, en un tono tajante.

—¡Señora, Sophie la necesita! ¡La han secuestrado de nuevo! —comencé diciendo con desesperación.

—¿Cómo que de nuevo? —preguntó un hombre, apareciendo detrás de la mujer.

Y bajé mi mirada, dolido, porque era mi culpa… De nuevo.

—Señores, fui yo quien la secuestró hace unos meses, pero la ayudé a escapar y hoy… Hoy regresamos aquí, pero la han vuelto a secuestrar. Debe estar muy asustada y quienes la secuestraron son capaces de matarla, por eso yo necesito su ayuda para encontrarla —dije con dificultad a causa del frío que comenzaba a sentirse.

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—Sebástian, ¿cierto? —dijo su padre, con una mirada extraña.

—Sí —dije, sin ocultar mi confusión— ¿Cómo sabe usted quién soy?

—Déjame decirte algo, Sebástian. El hecho de que Sophie haya sido secuestrada no es ninguna casualidad, nosotros la vendimos a esas personas. Debes dejar de interponerte en el camino —terminó de decir, fulminándome con la mirada.

Yo no podía creerlo. ¿Qué clase de personas eran sus padres para venderla a un tráfico de personas?

Sentía la ira correr por mis venas, mientras mi mente solo gritaba. ¿Cómo era posible? Quería golpear a aquel señor y exigirle una respuesta, pero estaba parado frente a él, sin poder hacer absolutamente nada.

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Capítulo 39

Sophie estaba abrazándose a sí misma, intentando guardar el calor, pero era algo casi imposible; la pequeña ventana que había en el sótano dejaba ver las ramas de varios árboles azotarse bruscamente y, no fue necesario pensar mucho. Sabía bien que una tormenta se aproximaría. ¿Y si intentaba escapar por aquella ventana?, pensó de pronto, pero fue decepcionante, pues la ventana era diminuta y estaba tan alta que era casi imposible subir hasta ahí. Con la pared de cemento completamente lisa, aburrida de observar a los árboles removerse violentamente por el aire, bajó la mirada hacia sus piernas. Estaban tan delgadas, tan pálidas por lo que podía observar con la poca luz que había en aquel lugar y ni hablar de sus brazos, se empezaban a ver casi tan delgados como si fuese puro hueso. Entonces Sophie no quiso ni imaginar qué tan demacrada estaría su cara; llevaba días sin comer, pues había encontrado la manera perfecta en no ser usada como prostituta. Si aquellos hombres la veían escuálida y delgada y sin nada atractivo, no la violarían, pero jamás pensó que hubiera hombres que aun así la desearan. Fue entonces que si no comía, su cuerpo se debilitaba, causándole varios desmayos al día a falta del hambre y sueño y, solo así había logrado que no la tocaran por días, pero ella se preguntaba, ¿cuánto tiempo podría aguantar así? Si quería escapar, tenía que tener fuerzas.

—No esperaré más —se susurró a ella misma, dándose ánimos para salir de aquel lugar.

Entonces se levantó, intentando causar el menor ruido posible con las cadenas, pero sus piernas estaban entumecidas; le costaba mucho trabajo ponerse de pie y estaba causando mucho ruido. Frustrada, dejó esa opción de ponerse de pie y poco a poco, se fue arrastrando en dirección a la pequeña ventana. Tal vez, solo tal vez, sería posible que ella pudiese pasar por ahí. Un poco más animada, apoyó las manos sobre la pared y giró la cabeza para cerciorarse de que nadie la estuviese observando y, casi suelta un gritito de felicidad al ver que las pocas chicas que estaban esa noche no la miraban siquiera. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, se puso de pie y pegó bien las palmas de las manos a la pared para impedir caerse. Con la respiración agitada, después de mantener el equilibrio durante varios minutos, se dio cuenta de lo tonta que era. ¿Cómo rayos se le había ocurrido algo tan estúpido como negarse a dos necesidades básicas primordiales? Con su estado actual, sería casi imposible que saliera por aquella ventana por el hecho de que estaba tan débil, que ni siquiera podía mantenerse a sí misma de pie. ¡¿Cómo treparía?! ¡Era algo imposible! En esos instantes, Sophie quiso gritar de la frustración, llorar y maldecir a los cuatro vientos. Todas las malas decisiones que la habían llevado a eso, aunque sabía bien que eso no le serviría de absolutamente nada. Intentó calmarse un poco, pero nada servía. Entonces, ¿por qué no utilizar ese enojo para intentar subir hasta la ventana? Y así fue. Colocó firmes sus manos sobre la pared y giró su rostro hacia la ventana, por la cual comenzaban a entrar varias gotas de lluvia.

—Perfecto —escupió molesta Sophie.

Ahora solo debía pensar cómo subiría. Subió la vista de nuevo y estiró sus brazos, intentando alcanzar la marquesina de la ventana, pero era inútil, le faltaba fácil un metro para alcanzar a

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rozarla con los dedos. Así que, sin importarle qué tan tonto pudiese ser, brincó con todas las fuerzas que sus piernas le permitían y logró tocar la ventana, pero no pudo sostenerse de ella. Bufó molesta por su situación y se giró, buscando alguna caja o algo en lo que pudiera subirse y, a su derecha, pudo ver apiladas varias cajas de cartón, llenas de varias cosas que comenzaban a humedecerse. Así que, sin pensarlo más de un minuto, se acercó decidida, arrastrando una de las cajas que se veía más seca y resistente hacia la ventana. Se trepó sobre la caja con el mismo cuidado, rezando porque ésta no se desbarajustara debajo de ella y causara un alboroto en el sótano y, una vez que estuvo parada finalmente sobre la caja, se apresuró a tomar un poco de vuelo y saltar; tenía que lograrlo esta vez, porque puede que no tuviera la opción para volverlo a intentar y sin más, saltó.

Sophie se sostenía con todas sus fuerzas de la ventana, luchaba por sostenerse mejor y no caer, pero un ruido proveniente de la pequeña puerta vieja de madera la asustó. Se escuchaba aquella voz que tanto odiaba, era aquel hombre gordo y sabía que bajaría al sótano, así que lo supo en ese momento, tenía que salir ahora o no tendría ninguna otra oportunidad y, como pudo, se sostuvo de la ventana, pasando por ella sus brazos. ¡Bien! Ahora solo tenía que impulsarse y salir en cuanto antes. Posó sus manos en la pared húmeda, mientras los brazos se comenzaban a helar por el agua fría de la tormenta y, trató de impulsarse con ellos, pero sus manos se resbalaban. Intentó no desesperarse, porque sino, no lograría nada, así que poco a poco se fue impulsando, hasta dejar pasar su torso.

—Ya casi —chilló Sophie de la emoción, mientras su cara se empapaba con el agua helada que caía.

Siguió impulsándose hasta que su trasero se le atoro en la diminuta ventana.

—Mierda —bufó, molesta.

Se estaba comenzando a desesperar por la lentitud del proceso de pasar su cuerpo por la ventana, pero su desesperación se mezcló con el terror cuando escuchó cómo la puerta de madera se iba abriendo lentamente. Sin importar nada más, apoyó de nuevo sus manos contra la pared y se impulsó con todas sus fuerzas y cayó de lleno su cabeza contra el suelo. Se levantó con el dolor de cabeza punzándole y ni siquiera se inmutó en voltear hacia atrás, simplemente como reflejo se echó a correr como desquiciada en dirección al bosque. Ella no sabía andar en bosque, siempre había sido una chica de ciudad, así que la probabilidad de perderse en el bosque era sumamente alta, pero de eso a quedarse ahí parada a que la volvieran a atrapar y seguramente matar por intentar escapar, era mucho más exquisita la posibilidad de perderse y solo se giró a ver cuándo pasó por la entrada de aquella casa y vio a un hombre alto de cabello negro y esos ojos, que tanto conocía, observarla fijamente

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Capítulo 40

Se quedó petrificada por varios segundos. Él estaba ahí… Sebástian. Varias emociones recorrían velozmente su cuerpo. Tenía ganas de ir corriendo a abrazarlo y gritarle lo idiota que era por haberla dejado sola tanto tiempo. Tenía fuertes deseos de llorar en su pecho y que él la consolara como solía hacerlo, pero ahí no era el momento, pero Sophie no estaba pensando con claridad, estaba tan feliz y a su vez molesta con él y sin pensarlo por más tiempo, avanzó un paso corto y torpe y al hacerlo, el semblante tranquilo de Sebástian desapareció por completo. A pesar de la distancia que lograba separarlos, ella pudo ver con claridad cómo Sebástian tensaba su cuerpo y fruncía el ceño. ¿Él no estaba ahí por ella? Entonces por la puerta se asomó un chico, dándole la espalda a Sophie, quien en esos momentos se sentía herida por la reacción de Sebástian. ¿Es que acaso ella no importaba para él? Y se giró en sus talones, mientras sus ojos celestes se volvían cristalinos y, sin más, se echó a correr nuevamente, sin impórtale nada, mientras de sus ojos caían grandes lágrimas. Sophie simplemente no entendía por qué se sentía tan herida, había pasado alrededor de dos meses desde que había sido secuestrada de nuevo y él jamás se había interesado en buscarla. ¿Por qué ahora?

—No —gimió Sophie, llorando desconsoladamente, mientras se sentía más frágil. Él no vino por ti pensó y aquello simplemente le dolía aún más. Ella se había entregado a él en todos los sentidos y a pesar de todo el tiempo que estuvo encerrada en ese sótano, no había noche en la que no llorara por él. A pesar de que los días transcurrían y él no la buscaba, ella jamás había perdido la esperanza de que a él le importara encontrarla hasta ese día. Su reacción al verla no había sido como ella se la había imaginado millones de veces, fue todo lo contrario, como si él en verdad no quisiera verla. En verdad le dolía y ni siquiera ella comprendía cómo es que aquello podía dolerle tanto.

Sophie estaba parada, sosteniéndose de un árbol para evitar caerse. No tenía ni la menor idea de cuánto había corrido, pero simplemente no tenía energías. Estaba débil y sentía cómo el aire le faltaba en los pulmones. Se sostuvo con más fuerza al sentir un mareo repentino y se quedó estática, esperando el momento para desmayarse, pero los minutos pasaban y ella seguía ahí parada, llorando silenciosamente. Intentó más de una vez tranquilizar su respiración y una vez que estuvo en absoluto silencio, se dedicó a observar todo lo que había a su alrededor, pues sabía que no podía quedarse eternamente en el bosque, tenía que salir de ahí cuanto antes, pues no sabía qué tanta distancia había logrado escapar y seguramente hacía ya mucho tiempo se habrían dado cuenta de que ella se escapó y, sin poder evitarlo, soltó un suspiro y se quedó ahí parada unos segundos más, hasta que escuchó un ruido entre las ramas.

Sophie abrió los ojos como platos y se tardó medio segundo en reaccionar. Las pisadas se iban acercando más y más. Corrió sin detenerse; sabía que iban por ella, porque, ¿quién más estaría en medio del bosque? Por lo que Sophie se había enterado en esos días, estaban muy lejos de algún pueblo o carretera, por lo que era casi imposible saber que ahí se encontraban aquellas chicas secuestradas. Rezó porque sus piernas no fueran a fallarle.

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—No ahora —gimió angustiada, al sentir que se iba deteniendo poco a poco.

Lo cierto era que ella no estaba en condiciones de escapar y se maldijo de nuevo. ¿Es que acaso no podía pensar solo una vez con claridad? Sus ojos se aguaron mientras sentía más débiles sus delgadas piernas y, sin poder evitarlo, comenzó a llorar de la desesperación que tenía al no poder escapar, al no poder ser libre. Por más que sabía que llorar no la ayudaría a escapar, no podía evitar hacerlo y cayó al suelo de rodillas. Sentía las plantas de los pies arderle de una manera impresionante, como si estuviese corriendo durante horas, pero de pronto, sus lágrimas de desesperación cambiaron a ser unas llenas de terror. Lo escuchaba, escuchaba aquellas pisadas fuertes acercarse lentamente a ella. Dudó en si voltearse y mirarlo, pero aunque decidiera hacerlo, estaba petrificada en el suelo. Estaba sencillamente aterrada.

Aquel hombre se acercó con sumo cuidado hacia la pequeña rubia, que no dejaba de temblar.

—Sophie —susurró con dolor, mientras posaba su mano en el hombro de la chica, intentando que ella lo mirara.

Ella no podía creerlo era, ¿Sebástian? Aquello simplemente no podía ser real, no podía ser él, ¿o si? Sintió la calidez de su mano sobre su hombro y su única reacción fue llorar sin detenerse.

Sebástian estaba inclinado a sus espaldas, tomándola de los hombros, pero ella simplemente no le decía nada, solo estaba llorando. Se sentía enojado, culpable, pero sobretodo aliviado. Al fin la tenía ahí, a unos escasos pasos de él y, en esos momentos, a pesar de que no la estaba mirando de frente, se percató de cuánto en verdad la había necesitado. Anhelaba con todo su ser que ella girara y le dedicara una de sus sonrisas. Moría literalmente por dentro, porque ella lo mirara con aquellos grandes ojos celestes que él tanto amaba.

—Sophie —le urgió angustiado. Ella temblaba incontroladamente.

La joven apenas y giró su cabeza para observarlo y no pudo evitar soltar aún más lágrimas, ¡era él! Estaba ahí, junto a ella.

—Sebástian —chilló, sonriéndole.

—Oh, pequeña —suspiró él, alzándola y rodeando su estrecha cintura con sus brazos.

Sophie no pudo decirle mucho, sentía el estómago en la garganta por la emoción y es que, tanto ella había rogado por abrazarlo solo una vez más y ahí estaba él, abrazándola con fuerza, como si su vida dependiese de estrecharla contra su pecho. Ella no tardó ni medio segundo en corresponderle el abrazo con fuerza.

Él de inmediato comenzó a repartirle un montón de besos sobre su cabeza.

—Sophie —dijo extasiado, como si decirle su nombre lo llenara de pura felicidad.

Era el momento y ella lo sabía. Tenía que expresarle a Sebástian todo lo que había sentido, no podía guardarse más todos aquellos sentimientos porque sentía que explotaría si no lo hacía. De verdad necesitaba decírselo.

—Sebástian —lo llamó ella, despegándose un poco de su pecho para mirarlo a los ojos.

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Él le dedico una de sus encantadoras sonrisas y Sophie no pudo evitar sonrojarse y es que, ¡lo amaba tanto! Pero había algo que aún le dolía fuertemente y sentía cómo aprisionaba su corazón al solo ver a aquel hombre, con el que ella tanto había soñado.

—¡¿Por qué me abandonaste?! —le echó en cara, mientras sentía la sangre hervirle dentro del cuerpo.

El rostro alegre de Sebástian cambió abruptamente.

—Yo… no te abandoné, Sophie —le dijo él, con la mirada baja.

—Lo hiciste —chilló ella, molesta —. ¡Me dejaste abandonada por un mes, si es que no fue más!

—Sophie, escúchame —le pidió él, mientras veía cómo ella se enfurecía.

—Me lastimaste —soltó de pronto, mientras las lágrimas volvían a bañar su rostro.

—Yo… —comenzó a decir él.

— ¡No! —gritó la joven, exasperada —, ¡escúchame tú a mí!

Él la soltó, mientras ella se alejaba dos pasos de él.

—¿Tienes la mínima idea de cuánto te necesitaba? ¿Sabes todo lo que he sufrido este tiempo? ¿Cuántas veces no me pregunte si tú estarías buscándome? ¿Sabes cuántas noches te lloré? —lo bombardeó de preguntas, mientras un fuerte nudo se le hacía en la garganta.

Detestaba con toda su alma verla llorar, ¡es que si ella tan solo supiera todo lo que hizo para encontrarla!

—Por supuesto que no lo sabes —continúo la joven, afligida por el silencio de Sebástian.

—Claro que lo sé —la interrumpió, con voz seria.

Ella lo miró directamente a los ojos, mientras se debatía mentalmente en si creerle o no.

—Entonces, ¿por qué no viniste antes por mí? —dijo, con la voz realmente dolida.

—Sophie, yo —suspiró pesadamente—, no sabes lo mucho que intenté localizarte pero, no todo es tan fácil y hay cosas que lo dificultaron más.

—¿Qué cosas? —preguntó, molesta.

—Tus padres —dijo fríamente.

—¿Mis padres? —preguntó incrédula, mientras arqueaba una ceja.

¿Qué rayos tenían que ver en ese preciso instante sus padres?

—No creo que sea el lugar indicado para decirte esto —dijo, mientras se despeinaba el negro cabello.

—Dime —ordenó seria e imponente.

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Sebástian suspiró. ¿Debía decirle en esos momentos que sus padres la habían vendido tal cual objeto? ¿Qué pasaría si ella simplemente se negaba a creerle? ¿La perdería?

—Sophie —suplicó Sebástian.

—Dímelo ahora —dijo firme —, o tal vez no tengas oportunidad de decírmelo después —dijo, con la voz seria.

Sebástian abrió los ojos grandes como platos, sorprendido. ¿A qué se refería ella con, tal vez no tengas oportunidad de decírmelo después?

—No, no, no —dijo angustiado al ver cómo la joven rubia le daba la espalda, dispuesta a irse y dar por terminada aquella conversación.

—¿A qué te refieres con eso? —suplicó el joven, mientras la tomaba dulcemente del brazo para detenerla.

—Me refiero —tragó grueso, pues lo que le iba a decir le dolía profundamente.

—A que yo sí te amo, pero no sé si quiera seguir viéndote. Es decir, no estoy segura de aceptar que seas más parte de mi vida —dijo, afligida pero firme.

—¡No! —gritó él, desesperado.

¿Acaso era cierto? Ella se veía tan firme al decir aquellas palabras. ¿Sería ella capaz de dejar todo ahí, después de tanto?

—No puedes —dijo Sebástian, con un nudo en la garganta—. No ahora que te tengo de nuevo a mi lado.

Ella bajó la mirada. No, claro que ella tampoco quería eso, pero es que simplemente le dolía tanto saber que a él no le importaba, que él no la amaba como ella a él.

—Claro que puedo —dijo sin titubear—, pero no estoy segura de que quiero.

Pero Sebástian la escucho con claridad

—Mírame —le dijo, mientras tomaba con ambas manos su rostro, empapado en lágrimas.

—Te amo —le susurró cerca de los labios, rozándolos.

Y, ¡Puuf! Claro que ella deseaba besarlo, quería dejar de lado su estúpido orgullo y echarle ambos brazos sobre el cuello y besarlo como hacía tanto que no lo hacía, pero no se lo permitió. Por mucho que ella deseara besarlo, se negó. Intentó separase de su rostro, pero él no se lo permitió.

—No debes dudarlo —le susurró, plantándole un corto beso en los labios.

Ella simplemente bajó la mirada y asintió levemente con la cabeza. Sebástian esbozó una ligera sonrisa y la tomó de la mano.

—Vamos, debemos salir de aquí cuanto antes —le susurró, mientras se inclinaba y pasaba su brazo por debajo de las rodillas, alzándola.

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Ninguno de los dos dijo nada más. Sophie estaba luchando en no quedarse dormida, pero aquello le resultaba casi imposible; se sentía débil, demasiado a decir verdad, que no supo cuánto tiempo estuvo Sebástian caminando por el bosque hasta llegar a una zona menos poblada de árboles y con la vista un poco borrosa, pudo contemplar aquella vieja camioneta entre los árboles. Quiso bajarse, pero aquello no fue tarea fácil. Tenía las piernas y los brazos entumecidos por el aire frío y Sebástian se percató de aquello, así que la puso delicadamente en el asiento de copiloto, mientras la cubría con una de sus chaquetas.

Sophie despertó, desorientada, en una habitación luminosa. Se encontraba dormida sobre una cama bien arropada y se levantó perezosamente, preguntándose en dónde se encontraba. Dirigió la mirada hacia aquella habitación. Era espaciosa, con una cama grande y unos muebles color caoba.

—Buenos días —le sonrió Sebástian, mientras entraba en la habitación.

—¿En dónde estamos? —preguntó, devolviéndole la sonrisa.

—En mi casa —sonrió Sebástian.

Sophie abrió los ojos sorprendida, ¿tanto había dormido? Y giró su cabeza hacia la pequeña mesita que tenía un reloj, que indicaba que eran las 3 de la tarde. Sí, había dormido demasiado. Sebástian la miró anonado. Aún no creía que aquello fuera cierto, que la tuviera nuevamente junto a él.

—Debemos hablar —dijo, tranquilo.

Ella lo miró un poco confundida, hasta que recordó su anterior plática.

—¿Qué hay con mis padres? —preguntó directamente. Odiaba que le hicieran de largo los asuntos, ella simplemente prefería que le dijeran las cosas de una buena vez.

—Ellos… —Sebástian se quedó callado por unos segundos, buscando la manera de decirle.

—Al grano —dijo algo desesperada la joven.

—Te vendieron —soltó rápidamente Sebástian.

—¡¿Qué?! —gritó, sorprendida e incrédula.

Sebástian supo de inmediato que ella no le creía, así que se apresuró a explicarle antes de que ella se levantara enfadada y decidida a irse de ahí.

—Sophie, el día que te volvieron a secuestrar, cuando desperté, pedí ayuda, pero nadie estaba dispuesto a brindármela y encontré a tus padres. Les supliqué desesperado que me ayudaran a encontrarte, ¡les confesé que yo te había secuestrado primero! Pero tu padre fue firme en lo que me dijo. Me dijo que no me metiera, que si tú estabas secuestrada, era porque ellos te habían vendido a aquellos señores —dijo, calmándose un poco al final.

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117DIARIO DE UN SECRETO

Sophie se quedó dura como una tabla. Por más extraño que aquello le sonara, sabía que Sebástian le decía toda la verdad, pero aquello simplemente le costaba aceptarlo. ¿Qué clase de padres tenía?, se preguntó a sí misma, molesta y sin decir ninguna palabra, comenzó a llorar. Sebástian de inmediato la abrazó fuertemente.

— ¿Es en serio? —preguntó, con una pequeña sonrisa que confundió a Sebástian.

—Quisiera que no, pero es así —contestó él, algo despreocupado.

—Vaya, ahora entiendo el por qué de varias cosas.

Sebástian la miró, un poco confundido. ¿De qué hablaba? Sophie pudo notar su confusión y se dispuso a explicarle.

—Jamás fueron padres ejemplares. En varias ocasiones mi madre me insinuaba que yo no serviría para nada más que una prostituta —dijo, sonriendo de medio lado —, pero jamás pensé que fueran a caer tan bajo. ¿Qué clase de persona enferma vende a su propia hija?

Sebástian estaba sorprendido. De alguna forma, Sophie no lo había tomado mal, o no como él se imaginaba que ella lo tomaría. De improviso, sonrío ampliamente.

—Hay otra cosa que debo confesarte.

Sophie lo miró atentamente, esperando a que él continuara. ¿Qué otra cosa podría decirle?

—La noche, la primera noche que estuviste en aquel asqueroso prostíbulo, aquel hombre jamás te violó —sonrió.

De acuerdo, aquello sí que la confundía,

—Explícate —sonrió ella, nerviosamente.

—Sophie, desde la vez que te vi dormida en tu ventana, me gustaste —admitió, sonrojado.

—Esa noche, cuando estabas cerca del farol, yo intenté alejarte, asustándote, pues Sam quería violarte —dijo, apretando los puños.

—Sophie, yo no iba a permitir que nadie te lastimara, mucho menos que te violaran, no me lo podía explicar, pero quería protegerte de todo. Así que, aquella noche, cuando te di las pastillas para drogarte, me sentí la persona más asquerosa del planeta al permitir que aquel hombre te tocara, así que no pude contenerme y entré a la habitación justo a tiempo y golpeé al hombre, alejándolo de ti —suspiró, mirando al techo de la habitación.

—Sebástian —lo llamó Sophie, con los ojos llenos de lágrimas.

—Nunca nadie te violó —le sonrió.

Aquellas palabras le causaban un sentimiento inexplicable, era como si todo ese peso que se recargaba sobre sus hombros desapareciera, como si todo por lo que había sufrido simplemente se esfumara.

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— ¿Por qué nunca me lo dijiste? —le preguntó Sophie, mientras lo abrazaba eufórica.

—Porque en aquel entonces jamás me hubieras creído —le sonrió, besándola.

Jamás en su vida Sophie habría creído que un par de secretos le cambiaran la vida y ahora que lo sabía todo, no se sentía ni débil ni desprotegida, ella era finalmente feliz. Sabía que el mundo podía ser un maldito, que algunas personas solo se empeñan en lastimar a otras, pero al fin y al cabo, nunca nada es tan malo, pues seguía ahí, viva, después de todo y dispuesta a vivir. Porque cada golpe, cada maltrato e insulto que recibió, todo aquel desprecio que tenían contra su persona, le había servido para abrir los ojos y darse cuenta que con cada golpe, no puedes dejarte vencer, tienes que seguir y levantarte, porque a pesar de las malas personas, hay quienes están dispuestos a ayudarte en el camino y están ahí para ser felices contigo.

Sophie estaba sentada en una habitación, leyendo varios libros con letra cursiva. Algunos ya eran lo bastante viejos. Miraba cada tanto por la ventana al hermoso jardín y el sol resplandeciente y giró su cabeza hacia la pequeña barriga que sobresalía. Tenía pocos meses de embarazo, pero por lo delgada que ella era, se le notaba a la perfección. La acariciaba con suavidad, mientras seguía leyendo aquel libro viejo de pastas verdes y hojas ya amarillas y escuchó unas pisadas entrar a la habitación, pero ella no se giró a ver quién era, pues sabía a la perfección de quién se trataba.

Sebástian se paró detrás del sillón donde ella estaba sentada, besándole la mejilla.

—¿Qué lees, cariño? —preguntó, mientras sus manos bajaban hacia la pequeña barriga.

—Mis viejos diarios —contestó, devolviéndole la sonrisa y girando un poco la cabeza para besarlo.

Sebástian hizo una pequeña mueca al ver cuál era el que leía.

—¿Por qué lo sigues leyendo? —preguntó un poco triste y molesto a su vez.

—Es mi favorito —se limitó a decir ella, encogiéndose de hombros.

— ¿Por qué? —volvió a preguntar.

—Porque cada diario que he tenido le he puesto un título y este, simplemente no tiene uno.

—Tal vez eso significa que no debe tenerlo —contestó él, un poco burlón.

Sophie bufó algo molesta y de pronto, sonrió.

—¡Ya sé! Éste se llamará: Diario de un secreto.

Sebástian hizo una ligera mueca. A él no le gustaba que Sophie recordara aquellos tiempos en los que todo había estado de cabeza. Se sentía triste al recordar todo lo que ella había sufrido.

—¿Te gusta? —preguntó, al verlo tan callado.

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—Pues, es un título que le queda a la perfección, considerando que nuestra historia comenzó gracias a ese secreto.

—Y es por eso que es mi favorito —le sonrió ella.

FIN

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