Dick, Philip K. - La Viejecita de Las Galletas

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    LA VIEJECITA DE LAS GALLETASPhilip K. Dick

    Adnde vas, Bubber? grit Ernie Mill desde el otro lado de la calle, mientras

    preparaba su itinerario.A ningn sitio dijo Bubber Surle.Vas a ver a tu amiga? Ernie se ech a rer. Por qu visi tas a esa vieja?

    Cuntanos algo!Bubber sigui caminando. Dobl la esquina y baj por la calle Elm. Vio la casa al final

    de la calle, algo retirada del solar. Frente a la casa crecan multitud de hierbas, viejashierbas resecas que susurraban y crujan cuando soplaba el viento. La casa era como unapequea caja gris, ruinosa y despintada, y los escalones del porche se haban hundido. Enel porche descansaba una vieja mecedora deteriorada por la intemperie, y de ella colgabaun trozo de tela roto.

    Bubber entr en el sendero. Respir profundamente cuando empez a subir los

    desvencijados escalones. Ya perciba aquel aroma clido y maravilloso, y la boca se le hizoagua. La perspectiva de lo que se aproximaba aceler su corazn. Bubber toc el timbre. Untimbrazo chirriante y oxidado se oy al otro lado de la puerta. Hubo unos instantes desilencio, roto por el sonido de alguien que se mova.

    La seora Drew abri la puerta. Era vieja, muy vieja, una menuda anciana apergaminada,como las malas hierbas que crecan frente a la casa. Sonri a Bubber y le abri la puertade par en par para que entrara.

    Llegas a tiempo dijo. Entra, Bernard. Llegas a tiempo: estn a punto.Bubber se encamin a la cocina y asom la cabeza. Las vio, dispuestas en una gran

    bandeja azul colocada sobre la encimera. Galletas, un plato de galletas calentitas, recinsalidas del horno. Galletas rellenas de nueces y pasas.

    Qu te parecen? pregunt la seora Drew. Pas rauda junto a l y entr en lacocina. Tambin querrs un poco de leche fra, supongo. Te gusta tomar leche fra con lasgalletas.

    Tom la jarra de leche que guardaba en el alfizar de la ventana que daba al porchetrasero. Despus, le sirvi un vaso de leche y deposit algunas galletas en una bandejapequea.

    Vamos a la sala de estar.Bubber asinti con la cabeza. La seora Drew se llev la leche y las galletas y las puso

    sobre el brazo del sof. Se sent en su silla y contempl como Bubber se dejaba caer allado de la bandeja y empezaba a atacar su contenido.

    Bubber, como de costumbre, comi con buen apetito, concentrado en las galletas y sin

    emitir otros sonidos que los propios de la masticacin. La seora Drew aguardpacientemente a que el muchacho terminara; su ya abultado estmago se haba hinchadoan ms. Cuando Bubber vaci la bandeja mir hacia la cocina, hacia las restantesgalletas.

    Te importa esperar un poco a terminarte el resto? pregunt la seora Drew.Bueno acept Bubber.Cmo estaban?Estupendas.

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    hechizo. El chico recogi las ltimas galletas. Cruz la sala de estar en direccin a la puerta.La seora Drew se levant. El calor la abandon al momento. Se senta cansada, muy cansada.Contuvo el aliento y respir con rapidez. Se mir las manos: descamadas, arrugadas.

    Oh! murmur.Las lgrimas nublaron sus ojos. Todo se haba esfumado en cuanto el chico se apart. Se

    tambale hasta el espejo situado sobre la repisa de la chimenea y se mir. Unos ojos viejos y

    apagados la contemplaban, unos ojos hundidos en un rostro ajado. Esfumado, todo esfumadoen cuanto el chico se apart de su lado.Hasta luego dijo Bubber.Vuelve susurr ella, vuelve, por favor. Volvers?Claro respondi Bubber con voz aptica. Abri la puerta. Adis.Baj los escalones. Al cabo de un momento se oyeron sus pisadas en la acera. Se haba

    ido.

    Bubber, ven aqu! May Surle, muy malhumorada, estaba de pie en el porche.Entra y sintate a la mesa.

    De acuerdo. Bubber subi al porche con parsimonia y entr en la casa.Qu te ha pasado? La mujer le tom por el brazo. Dnde has estado? Te

    encuentras mal?Estoy cansado. Bubber se frot la frente. Su padre sali de la sala de estar en

    camiseta, con el peridico en la mano.Qu pasa? pregunt.Fjate en l dijo May Surle. Hecho un asco. Qu has estado haciendo, Bubber?Ha visitado a esa vieja dijo Ralf Surle. No te das cuenta? Siempre viene hecho

    un cromo despus de visitarla. Para qu vas all, Bub? Qu te llevas entre manos?Le da galletas explic May. Ya sabes cmo es en lo referente a comer. Hara

    cualquier cosa por una bandeja de galletas.Escchame, Bub dijo su padre. No quiero que vuelvas a ir a casa de esa vieja loca.

    Me has odo? No me importa la cantidad de galletas que te d. Vuelves a casa demasiadocansado! Se acab. Me has odo?

    Bubber clav la vista en el suelo y se apoy en la puerta. Su corazn, agotado, lataviolentamente.

    Le promet que volvera murmur.Puedes volver una vez ms dijo May, entrando en el comedor, pero slo una. Le

    dices que no puedes volver nunca ms. Dselo con educacin. Ahora, ve arriba y lvate.Ser mejor que se acueste despus de cenar dijo Ralf, contemplando a su hijo

    mientras suba lentamente la escalera, apoyando la mano en la barandilla. Mene la cabeza.No me gusta murmur. No quiero que vuelva ms all. Esa vieja es un poco extraa.

    Bueno, ser la ltima vez dijo May.

    El mircoles amaneci clido y soleado. Bubber paseaba con las manos en los bolsillos. Sedetuvo frente a la tienda de McVane un momento, mirando fijamente los tebeos. Una mujerbeba en el mostrador un gran batido de chocolate. Al verlo, a Bubber se le hizo agua la boca.Eso bast para decidirle. Se volvi y continu su camino, apresurando un poco el paso.

    Pocos minutos despus suba al desvencijado porche gris y tocaba el timbre. Detrs de l,el viento agitaba y haca crujir las hojas. Eran cerca de las cuatro; no podra quedarsemucho rato. En cualquier caso, era la ltima vez.

    La puerta se abri. Una sonrisa ilumin el rostro arrugado de la seora Drew.

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    Entra, Bemard. Me alegro de verte. Tus visitas me rejuvenecen. Bubber entr y mir a sualrededor.

    Preparar las galletas. No saba si ibas a venir. Camin sin hacer ruido hacia la cocina.Ahora mismo me pongo manos a la obra. Ven a sentarte en el sof.

    Bubber obedeci. Observ que la mesa y la lmpara haban desaparecido; la butacaestaba junto al sof. La contempl con perplejidad y en ese momento la seora Drew entr en

    la sala.Ya estn en el horno. Tena la masa preparada. Se sent en la butaca con unsuspiro. Bien, cmo te ha ido hoy? Qu tal en la escuela?

    Bien.La mujer asinti con la cabeza. Qu gordito estaba el muchacho, sentado tan cerca de

    ella, con las mejillas sonrosadas y llenas! Tan cerca que poda tocarle. Su viejo corazn seaceler. Oh, volver a ser joven. La juventud era muy importante. Lo era todo. Qu significadotena el mundo para los viejos? Cuando todo el mundo sea viejo, muchacho...

    Quieres leerme algo, Bernard? pregunt a continuacin.No he trado libros.Oh. La mujer movi la cabeza. Bueno, yo tengo algunos se apresur a decir.

    Los traer.Se levant y se dirigi a la biblioteca.Seora Drew dijo Bubber cuando la anciana abri las puertas, mi padre dice que no

    podr volver aqu. Dice que hoy es la l tima vez. He pensado que sera mejor decrselo.Ella se qued inmvil. Todo pareci saltar a su alrededor, la sala se retorci de furia.

    Contuvo la respiracin, asustada.Bernard, no... No vas a volver?No, mi padre dice que no.Se hizo el silencio. La anciana eligi un libro al azar y regres lentamente hacia su

    butaca. Al cabo de unos momentos, le pas el libro al muchacho con manos temblorosas.Bubber lo tom sin decir nada y examin la cubierta.

    Lee, Bernard, por favor. Por favor.Muy bien. Abri el libro. Por dnde empiezo?Por donde quieras. Por donde quieras, Bernard.El chico empez a leer. Era algo de Trollope. La mujer apenas le escuchaba. Se llev la

    mano a la frente y toc la piel reseca, frgil y fina, como papel viejo. Tembl de angustia.La ltima vez?

    Bubber continu leyendo, poco a poco y con voz montona. Una mosca revoloteabasobre la ventana. El sol declinaba, la atmsfera refrescaba. Aparecieron algunas nubes, yel viento azot los rboles con furia.

    La anciana segua sentada, cerca del chico, ms cerca que nunca, le oa leer, oa elsonido de su voz, le senta muy cerca. Era posible que fuera sta la l tima vez? El terroratenaz su corazn, pero el la lo rechaz. La lt ima vez! Mir al muchacho sentado tancerca de ella. Al cabo de unos instantes, alarg su mano fina y seca. Respir muy hondo.Nunca volvera. Nunca ms. Era la ltima vez que Bernard se sentaba all.

    Le toc el brazo.Bubber levant la vista.Qu pasa? murmur.No te importa que te toque el brazo, verdad?No, creo que no.

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    Prosigui la lectura. La anciana sint i que la juventud del muchacho flua entre susdedos y penetraba en su brazo. Una juventud vibrante, y tan prxima... Nunca habaestado ms cerca, hasta el punto de poder tocarla. La sensacin de vida la aturdi.

    Y entonces empez a suceder, como en otras ocasiones. Cerr los ojos para permitirque la rodeara, que la llenara, que se introdujera en su cuerpo gracias al sonido de la voz yel tacto del brazo. El cambio, la sensacin de bienestar, aquella sensacin clida y po-

    derosa, la inundaba. Floreca de nuevo, henchida de vida, frtil y plena como antes,muchos aos atrs.Se mir los brazos. Redondeados, s, y fuertes las uas. El cabello. Negro otra vez,

    espeso y negro, resbalando sobre su cuello. Se toc la mejilla. Las arrugas habandesaparecido, la piel era suave y flexible.

    Una creciente y desbordante alegra se apoder de ella. Mir a su alrededor, contemplla sala. Sonri, sintiendo sus dientes y encas firmes, los labios rojos, los fuertes dientesblancos. Se levant de repente, con el cuerpo seguro y confiado. Describi un breve, gily veloz crculo.

    Bubber dej de leer.Ya estn las galletas?Voy a ver.Su voz posea un tono vivaz y profundo que haba perdido muchos aos antes. Y ahora

    la haba recuperado, su voz, ronca y sensual. Se dirigi con rapidez a la cocina y abri elhorno. Sac las galletas y las coloc sobre la encimera.

    En su punto grit alegremente. Ven a comerlas.Bubber pas por su lado, con los ojos fijos en las galletas. Ni siquiera repar en la mujer

    erguida junto a la puerta.La seora Drew sali de la cocina como una exhalacin. Fue al dormitorio y cerr la

    puerta a su espalda. Se volvi para contemplarse en el espejo de cuerpo entero sujeto ala puerta. Joven, volva a ser joven, vivificada con la savia de la vigorosa juventud. Inspirprofundamente y sus firmes senos se hincharon. Sus ojos destellaron, sonri. Gir sobre smisma, la falda revolote. Joven y adorable.

    Y esta vez no se haba desvanecido.Abri la puerta. Bubber tena la boca y los bolsillos llenos. Se ha llaba de pie en el

    centro de la sala de estar, con el rostro fofo y abotargado, mortalmente plido.Qu pasa? pregunt la seora Drew.Me voy.Muy bien. Bernard. Y gracias por venir a leerme. Apoy la mano sobre el hombro

    del chico. Quiz nos volvamos a ver otra vez.Mi padre...Lo s. Lanz una alegre carcajada y le abri la puerta. Adis. Bernard. Adis.Le vio bajar lentamente los escalones, uno a uno. Despus, cerr la puerta y regres

    corriendo y brincando al dormitorio. Se desabroch el vestido y lo dej caer; la gastadatela gris le resultaba desagradable. Mir durante un breve segundo su cuerpo lleno y re-dondeado, puso los brazos en jarras.

    Ri con nerviosismo y se volvi un poco; tena los ojos brillantes. Un cuerpo maravilloso,pictrico de vida. Toc los pechos turgentes. La carne era firme. Haba tantas, tantascosas que hacer! Mir a su alrededor con la respiracin alterada. Tantas cosas! Abri elgrifo de la baera y empez a sujetarse el pelo.

    El viento soplaba a su alrededor mientras Bubber caminaba trabajosamente hacia sucasa. Era tarde, el sol se haba puesto y el cielo estaba oscuro y cubierto de nubes. El

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    viento que le azotaba era fro y penetraba a travs de sus ropas, dejndole helado. Elchico se senta cansado, la cabeza le dola, y se paraba cada pocos minutos para frotarsela frente y descansar, con el corazn agotado. Se desvi de la calle Elm y subi por lacalle Pine. El viento aullaba y le empujaba de un lado a otro. Sacudi la cabeza, intentandodespejarse. Qu fatigado estaba, cmo le pesaban los brazos y las piernas. El viento legolpeaba, empujaba y tiraba de l.

    Respir profundamente y sigui su camino con la cabeza gacha. Se detuvo en laesquina y se apoy en una farola. El cielo haba oscurecido por completo, las luces de lacalle empezaban a encenderse. Por f in, emprendi nuevamente su camino, sin poderapenas caminar.

    Dnde estar ese chico? se pregunt May Surle, saliendo al porche por dcimavez. Ra lf encendi la luz y se reuni con ella. Hace un viento horrible.

    El viento silbaba y azotaba el porche. Los dos miraron a ambos lados de la calledesierta, pero slo vieron algunos peridicos y restos de basura que eran arrastrados por elviento.

    Entremos dijo Ralf. Menuda paliza va a recibir cuando llegue a casa.Se sentaron a la mesa del comedor. May no tard en bajar el tenedor.Escucha! No has odo nada?Ralf escuch.Percibieron un tenue ruido, como una palmadita, que sonaba en la puerta de la calle.

    Ralf se levant. Afuera, el viento aullaba, y se proyectaban sombras en la habitacin dearriba.

    Voy a ver qu es dijo el hombre.Se dir ig i a la puerta y la abri. Algo gris, algo gris y reseco arrastrado por el viento

    chocaba contra el porche. Lo mir, pero no pudo di st ingu ir qu era. Tal vez un montn dehierbas, hierbas y trapos que el viento empujaba.

    El bul to rebot contra sus piernas. Vio que pasaba de largo y golpeaba contra la paredde la casa. Despus, cerr la puerta lentamente.

    Qu era? pregunt May.Slo el viento respondi Ralf Surle.

    FIN

    Ttulo Original: The Cookie Lady 1953.Escaneado, Revisado y Editado por Arcnido.