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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 19
CRISTIANISMO PRIMITIVO
DIDACHÉ
«Enseñanza del Señor a las naciones
por medio de los doce apóstoles»
Comunidad Cristiana de la Esperanza
Comunidad Cristiana de la Esperanza
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DIDACHÉ: Enseñanza del Señor a las naciones por medio de
los doce apóstoles
La publicación de la Didaché (pronunciada Diadajé) por su
descubridor, Philotheos Bryennios, metropolita de Nicomedia, el
año 1883, y por Adolf Harnack en 1884, causó una gran
sensación sólo comparable a los hallazgos de Qumrán en nuestra
época.
Al fin se poseía el texto de una obra de la que sólo era conocido el
título por testimonio de la iglesia antigua, una obra cuyo
contenido obligaba a revisar la imagen tradicional del
cristianismo primitivo, especialmente la historia de su
constitución.
La Didaché es un manual de la iglesia del cristianismo primitivo,
también llamada Doctrina de los apóstoles o Doctrina del Señor a
las naciones por medio de los doce apóstoles.
Esta última designación aparece en el manuscrito de Bryennios;
pero la primera es la que han usado varios escritores antiguos
para referirse a la misma.
El manual consiste en dos partes:
1) Un tratado moral conforme al modelo más antiguo de “Los dos
caminos”, que presenta los caminos de la justicia y la injusticia,
de la vida y la muerte, respectivamente, conocidos a los judíos,
sus primeros autores quizá, y, también a los griegos, aunque
indudablemente se fue aumentando con añadidos según las ideas
de quienes adoptaban este modelo.
2) La segunda parte da instrucciones referentes a ritos y
ministerios de la iglesia. Trata del bautismo, de la oración y del
ayuno, la eucaristía y el ágape, el tratamiento de los apóstoles y
profetas itinerantes, de los obispos y diáconos, y el conjunto
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termina con una solemne advertencia a la vigilancia en vista de
la segunda venida de Cristo.
La sección de los “dos caminos”, también aparece de manera
independiente en la Carta de Bernabé, lo que hace pensar que
existía como fuente anterior a ambos. La Didaché define los dos
caminos como caminos de vida y de muerte, mientras que
Bernabé se refiere a ellos como luz y oscuridad. La obra es,
indudablemente, de fecha muy primitiva, como se ve por la
evidencia interna del lenguaje y su enseñanza.
Así por ejemplo, el orden profético itinerante no ha sido
desplazado todavía por el ministerio localizado permanente, sino
que existen el uno al lado del otro, como durante la vida de Pablo
(Ef. 4:11; 1ª Co. 12:28).
En segundo lugar, el episcopado no ha pasado a ser todavía
universal; la palabra “obispo” se usa como sinónimo de
“presbítero”, y el escritor, por tanto, une “obispos” con “diáconos”
(Did. 15) como hace Pablo (1ª Ti. 3:1- 8; Fil. 1:1) bajo
circunstancias similares. Ambos son elegidos por la comunidad
mediante la ordenación.
En tercer lugar, por la expresión en Did. 10: “después de haberos
saciado”, se ve que el ágape sigue siendo parte de la Cena del
Señor. Finalmente, la simplicidad arcaica de sus sugerencias
prácticas sólo es compatible con la más tierna infancia de la
Iglesia. Estas indicaciones señalan el primer siglo como la fecha
de la obra en su forma presente.
Su valor principal reside en que nos proporciona datos extra
bíblicos sobre las instituciones y la vida de las primeras
comunidades cristianas. Lo que pretende la Didaché es codificar
las reglas y disposiciones morales, litúrgicas, jurídicas y de otro
tipo que se acreditaron como convenientes y necesarias en el
momento en que fue escrita. Presenta una orientación
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exclusivamente «práctica» y, salvo el capítulo 16, deja de lado todo
elemento dogmático.
Son escasas las citas del Antiguo Testamento; en cambio el autor
habla del «evangelio del Señor», sin especificar a cuál de los
sinópticos se refiere y cita veintitrés dichos o sentencias de
Jesucristo, diez textualmente y los demás en forma libre. No se
encuentra ninguna cita que aluda a hechos históricos de los
evangelios. Además, el autor parece desconocer el evangelio de
Juan. Las epístolas de San Pablo tampoco se citan formalmente.
Las cuestiones que suscita la Didaché son variadas. Además de
su datación, se ha estudiado su relación con otros escritos
cristianos como el Evangelio de Mateo o la Epístola de Bernabé.
También con oraciones judías como el Kidush, la Amidá o el
manual de disciplina de la comunidad esenia de Qumrán.
El interés que despierta no es sólo literario, sino también
litúrgico, pues la Didaché contiene las primeras instrucciones
conocidas para la celebración del Bautismo y la Eucaristía, así
como una de las tres redacciones que han pervivido de la oración
del Padre Nuestro. Si se consideran las diversas traducciones de
la obra, la dispersión geográfica de los fragmentos encontrados y
la lista de obras posteriores que dependen de ella, la Didaché
debió ser muy conocida en los primeros siglos.
Al igual que otras obras de la literatura cristiana, estuvo mucho
tiempo cerca del canon bíblico, antes de ser finalmente
descartada. Actualmente se la incluye dentro del heterogéneo
grupo de los llamados Padres apostólicos, de los cuales puede ser
el escrito más antiguo y, sin lugar a dudas, el más importante.
Se respira en su contenido la vida de la primitiva cristiandad. A
través de formulaciones claras, asequibles tanto a mentes cultas
como a inteligencias menos ilustradas, se enumeran normas
morales, litúrgicas y disciplinares que han de guiar la conducta,
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la oración, la vida de los cristianos. Se trata de un documento
catequético, breve, destinado probablemente a dar la primera
instrucción a los neófitos o a los catecúmenos.
a) Autor y fecha de composición
Por lo que se refiere al lugar en que fue escrita, la opinión, en
principio, había sido fuertemente favorable a Egipto, debido a que
la Doctrina o Enseñanza de los apóstoles es citada primero por
escritores egipcios; pero por la alusión casual del cap. 9 al “trigo
esparcido por las montañas” parece que fue escrita o bien en Siria
o en Palestina.
Del autor no sabemos nada. Probablemente fue un maestro
cristiano procedente del judaísmo, y ambientado en el círculo de
Santiago, “el hermano del Señor”, como parecen demostrar las
semejanzas en la Didaché y la carta de éste. Toma sus
enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento, si bien apenas si
recurre a citas literales, sólo alude a pasajes de ellos. El autor
escribe en un tono de aseveración, sin reserva ni vacilación en lo
que afirma, enseña y manda. Nadie, ni un apóstol o profeta puede
quitar ni añadir a lo escrito. El redactor habla con autoridad,
aunque no se presenta como depositario personal de una
revelación. Quizá se trata de un apóstol fundador de una iglesia,
a la que deja este breve escrito como resumen de sus enseñanzas,
antes de partir hacia otro lugar, buscando fundar nuevas iglesias.
La fecha de composición va de alrededor del año 70 a los años 96-
98, siempre anterior al siglo II, prolijo en herejías, no
mencionadas en la Didaché y tan presente en los últimos escritos
joánicos y en las cartas de Ignacio.
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b) Transmisión y manuscritos
Como hemos apuntado, la Didaché fue descubierta por el
metropolita Bryennios en el mismo manuscrito que tiene la copia
completa de la Epístola de Clemente, y es llamado el manuscrito
Constantinopolitano o Hierosolimitano, por haberse encontrado
en la biblioteca del Hospital del Santo Sepulcro de Constantinopla
y haber sido trasladado después, en 1887, a la biblioteca del
patriarcado en Jerusalén. Además de la Enseñanza y las Cartas
genuinas y espurias de Clemente completas, este documento
contiene la Sinopsis de Crisóstomo del Antiguo y del Nuevo
Testamento (incompleta), la Carta de Bernabé, y la Gran
recensión de las Epístolas de Ignacio. El manuscrito tiene fecha
de 1056. Pero, aunque Bryennios anunció una lista del contenido
de este documento en 1875, pasaron ocho años antes de que
fuera publicada la Didaché. Entretanto, como Eusebio y otros
mencionan una obra de este nombre entre los escritos apócrifos,
cundió la esperanza entre los interesados en estos estudios de
que éste podía ser el libro aludido, y que arrojaría algo de luz
sobre la discutida cuestión del origen de las Constituciones
Apostólicas. Cuando al fin, en 1883, fue ofrecido el texto al
mundo, se demostró que su interés e importancia excedía a las
más altas expectativas. Se ha admitido en general que es la obra
mencionada por Eusebio y citada también por Clemente de
Alejandría como “Escritura”. Es la base del séptimo libro de las
Constituciones Apostólicas.
En el lenguaje y en el contenido presenta íntima afinidad con
muchos otros documentos primitivos, especialmente los Cánones
Eclesiásticos y la Carta de Bernabé. Gebhardt descubrió también
un fragmento de una traducción latina, que se contiene en el
códice de Melk, perteneciente al siglo XI. Son muy importantes
los restos de una traducción copta, conservados en el papiro
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Oxirrinco del Museo Británico, del siglo V, traducción que procede
posiblemente de la primera mitad del siglo III.
Así, aunque sólo hay un manuscrito existente de la Didaché en
su forma presente, la incorporación de una gran parte del mismo
en los escritos patrísticos y los manuales de la iglesia primitiva
hace el problema de su origen y desarrollo peculiarmente
interesante.
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DIDACHÉ
PRIMERA PARTE
El Catecismo o los «Dos caminos»
Enseñanza del Señor transmitida a las naciones por los Doce
Apóstoles.
CAPÍTULO 1
Los dos caminos
1 Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la
diferencia que hay entre estos dos caminos.
El camino de la vida
2 El camino de la vida es éste: «Ama en primer lugar a Dios que
te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo.
Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas a otro.»
La perfección evangélica
3 Esta es la enseñanza de este discurso: «Bendecid a los que os
maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os
persiguen. Porque ¿qué méritos hay en que améis a los que os
aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los
que os odian, y no tengáis enemigo.»
4 Apártate de los deseos carnales. Si alguno te da una bofetada
en la mejilla derecha, vuélvele la izquierda, y serás perfecto. Si
alguien te fuerza a ir con él durante una milla, acompáñale dos.
Si alguien te quita el manto, dale también la túnica. Si alguien te
quita lo tuyo, no se lo reclames, pues tampoco puedes.
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La limosna
5 A todo el que te pida, dale y no le reclames nada, pues el Padre
quiere que se dé a todos de sus propios dones. Bienaventurado el
que da conforme a este mandamiento; pues este es inocente. ¡Ay
del que recibe! Si recibe porque tiene necesidad, será inocente;
pero si recibe sin tener necesidad, tendrá que dar cuenta de por
qué recibió y para qué: puesto en prisión, será examinado sobre
lo que hizo, y no saldrá hasta que no devuelva el último centavo.
6 También está dicho acerca de esto: «¡Que tu limosna sude en
tus manos hasta que sepas a quién la das!»
CAPÍTULO 2
El segundo mandamiento
1 He aquí el segundo mandamiento de la doctrina:
2 No mates, no adulteres, no corrompas a los menores, no
forniques, no robes, no practiques la magia o la hechicería, no
mates al hijo por aborto, ni quites la vida al recién nacido.
3 No codicies los bienes del prójimo, no perjures, no des falso
testimonio. No calumnies ni guardes rencor.
4 No seas doble de mente o de lengua, pues el doblez es lazo de
muerte.
5 Tu palabra no será mentirosa ni vana, sino que la cumplirás
por la obra.
6 No seas avaro, ni ladrón, ni hipócrita, ni malvado, ni soberbio.
No trames planes malvados contra su prójimo.
7 No odies a nadie, sino que a unos los convencerás, por otros
rogarás, a otros los amarás más que a tu propia alma.
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CAPÍTULO 3
Apártate del mal
1 Hijo mío, huye de todo lo que es malo y de todo lo que se le
parezca.
2 No te dejes arrastrar por la ira, pues la ira lleva al asesinato; no
tengas celos, ni seas pendenciero, ni irascible; pues de todas
estas pasiones se engendran los asesinatos.
3 Hijo mío, no te dejes inducir por los deseos carnales, pues la
carne lleva a la fornicación; no seas un hablador sucio, ni de
mirar provocativo, pues de todas estas cosas nacen los adulterios.
4 Hijo mío, no consultes a los agoreros pues eso lleva a la
idolatría; ni hechiceros ni astrólogo, ni ocultista, ni quieras
contemplar tales cosas. De todas ellas se engendra la idolatría.
5 Hijo mío, no te hagas mentiroso; pues la mentira lleva al hurto;
ni codicioso de dinero ni de vanagloria; de todas estas cosas se
originan los hurtos.
6 Hijo mío, no te hagas murmurador, pues eso lleva a la
blasfemia, ni egoísta ni mal intencionado; porque de todas estas
cosas se engendran blasfemias.
Haz el bien
7 Hazte, por el contrario, manso, porque los mansos heredarán la
tierra,
8 hazte paciente, y compasivo, y sencillo, y pacífico, y bueno, y
temeroso en todo momento de las palabras que has oído.
9 No se junte tu alma con los soberbios, sino que andarás con los
justos y humildes.
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10 Los sucesos que te sobrevengan los aceptarás como bienes,
sabiendo que no sucede nada sino por disposición de Dios.
CAPÍTULO 4
Deberes para con la comunidad cristiana
1 Hijo mío, de aquel que te explica la Palabra de Dios te acordarás
de día y de noche, y lo honrarás como al Señor. Porque donde se
anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor.
2 Buscarás cada día los rostros de los santos, para hallar
descanso en sus palabras.
3 No provocarás facciones, sino que pondrás paz entre los que
pelean. Juzgarás rectamente, y no harás distinción de personas
para reprender las faltas.
4 No andarás indeciso pensando si resultará o no.
5 No seas de los que extienden la mano para recibir, pero la
retiran para dar.
6 Si adquieres algo por el trabajo de tus manos, da de ello como
rescate de tus pecados.
7 No vaciles en dar, ni murmures mientras das, pues has de saber
quién es el que recompensa tu limosna.
8 No rechazarás al indigente, de todo lo tuyo harás partícipe a tu
hermano, sin decir que nada es tuyo propio; porque si en lo eterno
son copartícipes, ¿cuánto más en lo temporal?
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Deberes para con la familia
9 No retirarás tu mano de tu hijo ni de tu hija, sino que desde su
infancia les enseñarás el temor de Dios.
10 No mandarás con aspereza a tu esclavo o a tu esclava que
esperan en el mismo Dios que tú, no sea que dejen de temer a
Dios que está sobre unos y otros; pues él no vendrá a escoger
personas por su apariencia, sino a llamar a cuantos el Espíritu
haya preparado.
11 Vosotros, los esclavos, someteos a vuestros señores como a
imagen de Dios con reverencia y temor.
Deber del cristiano
12 Aborrecerás toda hipocresía y cuanto desagrada al Señor.
13 No abandones los mandamientos de Dios, sino que cumplirás
cuanto has recibido, sin añadir ni quitar un punto.
Confesión de los pecados
14 En las reuniones confesarás tus pecados, y no te acercarás a
la oración con mala conciencia. Este es el camino de la vida.
CAPÍTULO 5
El camino de muerte
1 El camino de la muerte es éste: ante todo, es malo y lleno de
maldición: homicidios, adulterios, concupiscencias,
fornicaciones, robos, idolatrías, magias, envenenamientos,
rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, dobleces, fraudes,
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soberbia, maldad, egoísmo, codicia, deshonestidad en el hablar,
celos, descaro, altanería, jactancia.
Quiénes lo siguen
2 Perseguidores de los buenos, aborrecedores de la verdad,
amadores de la mentira, desconocedores de los castigos de la
justicia, sin afecto por lo bueno y lo justo, despiertos no para el
bien sino para el mal; alejados de toda mansedumbre y paciencia,
amantes de la vanidad, buscadores de recompensas, que no se
compadecen de los pobres, no se ocupan de los afligidos, no
reconocen a su creador, asesinos de sus hijos, corruptores de la
obra de Dios por el aborto, ellos rechazan a los indigentes, y los
oprimen más en su aflicción, patrocinadores de los ricos, jueces
injustos de los pobres errando en todas las cosas. Hijos, ¡alejaos
de tales personas!
CAPÍTULO 6
Preceptos y consejos
1 Cuida de que nadie te aparte de este camino de la doctrina,
porque te enseña en contra de Dios.
2 Si puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto. Pero si
no lo puedes llevar todo, haz lo que puedas.
3 En cuanto a la comida, lleva la que puedas; pero de lo
sacrificado a los ídolos, guárdate mucho; pues es una adoración
a dioses muertos.
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SEGUNDA PARTE
De la Liturgia y de la Disciplina
CAPÍTULO 7
El bautismo
1 En lo que se refiere al bautismo, bautizad de este modo: Dichas
con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del
Padre y del Hijo y el Espíritu Santo, en agua viva.
2 Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con
agua fría, hazlo con caliente.
3 Si no tienes ni una ni otra, derrama agua tres veces sobre la
cabeza, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
4 Antes del bautismo, el bautizado y el que bautiza deben ayunar
previamente, y todos los que puedan. Pero al bautizando le
ordenarás que ayune uno o dos días antes.
CAPÍTULO 8
El ayuno
1 No ayunéis juntamente con los hipócritas, que ayunan el
segundo y el quinto día de la semana. Ayunad el día cuarto y el
de la preparación que es el sexto.
La oración
2 Tampoco ores como los hipócritas, sino, como lo mandó el Señor
en el Evangelio, orad así:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
danos hoy nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda
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como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores, no nos
induzcas en tentación, sino líbranos del maligno, porque tuyo es
el poder y la gloria por todos los siglos.
3 Ora así tres veces al día.
CAPÍTULO 9
La acción de gracias
1 Acerca de la acción de gracias, dad gracias de esta manera:
2 Primero sobre la copa:
Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu
siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús,
tu siervo. A ti la gloria por los siglos.
3 Y después del partimiento (del pan) decid:
Te damos gracias, ¡Padre nuestro!, por la vida y el conocimiento
que nos diste a conocer por medio de Jesús tu siervo. ¡A ti la gloria
por los siglos!
4 De la misma manera que este pan, que partimos, estaba
disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida
tu iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es
la gloria y el poder, por Jesucristo, por los siglos.
5 Que nadie coma ni beba de esta acción de gracias, sino los
bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor:
No deis lo santo a los perros.
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CAPÍTULO 10
Cuando estéis saciados, dad gracias de la manera siguiente:
2 Te damos gracias, ¡Padre santo!, por tu santo nombre que
hiciste morar en nuestro corazón, y por el conocimiento, la fe y la
inmortalidad que nos has dado a conocer por medio de Jesús, tu
siervo. A ti la gloria por los siglos.
3 Tú, ¡Señor todopoderoso!, creaste todas las cosas por causa de
tu nombre, y diste a los hombres alimento y bebida para su
disfrute, para que te dieran gracias. Mas a nosotros nos hiciste el
don de un alimento y una bebida espiritual y de la vida eterna por
medio de tu siervo.
4 Ante todo te damos gracias porque eres poderoso. A ti la gloria
por los siglos.
5 Acuérdate, Señor, de tu iglesia, para librarla de todo mal y
hacerla perfecta en tu amor, y congrégala desde los cuatro
vientos, santificada, en tu reino que le has preparado. Porque
tuyo es el poder y la gloria por los siglos.
6 Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David.
El que sea santo, que se acerque. El que no lo es, que se
arrepienta. Maranatha. Amén.
7 A los profetas, dejadles dar gracias cuanto quieran.
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CAPÍTULO 11
Fidelidad a la doctrina
1 Quienquiera, pues, que venga a vosotros y os enseñe todas las
cosas que se han dicho antes, recibidlo.
2 Pero si el mismo maestro, extraviado, os enseña otra doctrina
para que os dividáis, no le prestéis oído; si, en cambio, os enseña
para que aumentéis la justicia y el conocimiento del Señor,
recibidlo como al mismo Señor.
El apóstol itinerante
3 Con los apóstoles y profetas, obrad de la siguiente manera, de
acuerdo con la enseñanza evangélica:
4 todo apóstol que venga a vosotros, recibidlo como al Señor.
5 No se detendrá sino un solo día, y, si fuere necesario, otro más.
Si se queda tres días, es un falso profeta.
6 Cuando el apóstol se vaya no tome nada consigo, si no es pan
hasta su nuevo alojamiento. Si pide dinero, es un falso profeta.
Apóstoles y profetas. No juzgar al profeta
7 No pongáis a prueba ni a examen ningún profeta que habla en
espíritu. Porque todo pecado será perdonado, pero este pecado no
será perdonado.
8 Aun así, no todo el que habla en espíritu es profeta, sino el que
tiene el modo de vida del Señor. En efecto, por el modo de vida se
distinguirá el verdadero profeta del falso.
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Otros signos de discernimiento
9 Todo profeta que ordene poner la mesa en espíritu, no come de
ella; en caso contrario, es un falso profeta.
10 Todo profeta que predica la verdad, si no cumple lo que enseña
es un falso profeta.
11 Todo profeta probado como verdadero, que trabaja en el
misterio de la iglesia en el mundo, si no enseña a hacer lo que él
hace, no lo juzguen, pues su juicio está en Dios. Así lo hicieron
también los antiguos profetas.
12 Pero al que dice en espíritu: Dame dinero, o cualquier otra
cosa, no le prestéis oído. En cambio, si dice que se dé a los
necesitados, nadie lo juzgue.
CAPÍTULO 12
Peregrinos y vagos
1 A todo el que viniere en nombre del Señor, recibidlo. Luego, con
el discernimiento que tenéis, examinadlo para conocerlo por su
derecha y por su izquierda.
2 Al que pasa de camino ayudadlo en lo que podáis: pero no se
quedará con vosotros sino dos o tres días, si fuere necesario.
3 Si quiere quedarse entre vosotros, teniendo un oficio, que
trabaje para su sustento.
4 Si no tiene oficio, proveed según la prudencia, de modo que no
viva entre ustedes cristiano alguno ocioso.
5 Si no quiere aceptar esto, se trata de un traficante de Cristo:
tened cuidado con tales personas.
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CAPÍTULO 13
Sustento de profetas y maestros
1 Todo auténtico profeta que quiera residir entre vosotros es digno
de su sustento.
2 Igualmente, todo auténtico maestro merece también, como
trabajador, su sustento.
3 Por tanto, tomaréis siempre las primicias de los frutos del lagar
y de la era, de los bueyes y de las ovejas, y las daréis como
primicias a los profetas, pues ellos son sus sumos sacerdotes.
4 Si no tenéis profeta, dádselas a los pobres.
5 Si haces pan, toma las primicias y dalas conforme al mandato.
6 Si abres una jarra de vino o de aceite, toma las primicias y dalas
a los profetas.
7 De tu dinero, de tu vestido y de todas tus posesiones, toma las
primicias, según te pareciere, y dalas conforme al mandato.
CAPÍTULO 14
La celebración del día del Señor
1 En el día del Señor reuníos y partid el pan, y dad gracias,
después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que
vuestro sacrificio sea puro.
2 Todo el que tenga disensión con su compañero, no se junte con
vosotros hasta que no se hayan reconciliado, para que no sea
profanado su sacrificio.
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3 Este es el sacrificio del que dijo el Señor: «En todo lugar y tiempo
se me ofrece un sacrificio puro: porque yo soy el gran Rey, dice el
Señor, y mi nombre es admirable entre las naciones».
CAPÍTULO 15
Elección de obispos y diáconos
1 Elegid obispos y diáconos dignos del Señor, que sean hombres
humildes, no amantes del dinero, veraces y bien probados,
porque también ellos os sirven a vosotros como profetas y
maestros.
2 No los menospreciéis, puesto que tienen entre vosotros el mismo
honor que los profetas y maestros.
Corrección fraternal
3 Amonestaos unos a otros, según los preceptos del Evangelio, en
paz y no con ira. Que nadie hable al que pecare contra su prójimo,
y no se le tenga ninguna consideración entre vosotros, hasta que
se arrepienta.
El evangelio, norma de vida
4 Las oraciones que hagáis, las limosnas que deis y todo cuanto
hagáis, hacedlo según los preceptos dados en el Evangelio de
nuestro Señor.
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CAPÍTULO 16
Fin de los tiempos
1 Velad por vuestra vida; procurando que estén ceñidos vuestros
lomos y vuestras lámparas encendidas, y estad dispuestos,
porque no sabéis la hora en que vendrá el Señor.
2 Reuníos a menudo para buscar lo que convenga a vuestras
almas, porque de nada os servirá el tiempo que habéis profesado
la fe, si no fuereis hallados perfectos el último día.
3 Porque en los últimos tiempos abundarán los falsos profetas y
los corruptores, y las ovejas se transformarán en lobos, y el amor
se cambiará en odio.
4 Habiendo aumentado la iniquidad, crecerá el odio de unos
contra otros, se perseguirán mutuamente y se entregarán unos a
otros.
5 Entonces es cuando el Seductor del mundo hará su aparición y
titulándose el Hijo de Dios, hará señales y prodigios; la tierra le
será entregada y cometerá tales maldades como no han sido
vistas desde el principio. Los humanos serán sometidos a la
prueba del fuego; muchos perecerán escandalizados; pero los que
perseverarán en la fe, serán salvos de esta maldición.
6 Entonces aparecerán las señales de la verdad. Primeramente
será desplegada la señal en el cielo, después la de la trompeta, y
en tercer lugar la resurrección de los muertos, según se ha dicho:
7 “El Señor vendrá con todos sus santos”
8 ¡Entonces el mundo verá al Señor viniendo en las nubes del
cielo!