Dieta de La Muerte

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Denisse Fuentes

•• •

•• •• •• • ••

oressidad

DENISSE FUENTES

La dieta de la muerte«Soy anoréxica y esta es mi historia»

rl!LJ .-- ~

RiL editores

Page 3: Dieta de La Muerte

Id 1.11 ~ 1 UI 1111 1 11 Id I 111111\"

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Fo(ogl'a t"í~lS:Arch iv o d c 1.1 n ur o ra

Rrvi s r a C",mol'"littlll (torógr:lfo: Alv"rn .Ie- [n I'uelll"),P;l r a LI inl;l~l'll Lit' sola pil }' p:ígi 1101 H,Fllriqu'c' Cahrolicr, I';i~i":ls 21 'í Y 217,

I.A I>II:.TA IH, LA MUERTE."~OY ANOlr(.,XILA y I,STA ES MI 1115TOI\IA"

Primer" c d ic ió n: septiembre de 2007

© Dcni s se Fuentes Es r r a d a , l007Rc g is t ro de Propiedad Intelectual

N" ,65.147

<D RII,® editores. 2007

Alférez Real' 1464CP 75°'0960. Providencia

Sa nr ia g o (le- Chile

Tel. (56·2)L1.38100 • Fax 22542(,[email protected] • w w w.r ile d i r o r c sxo rn

Co rn p o s ic i ó n e impresión: RII.® e dj ro r c sDisciio de p o r t a d a : ~1,ha·Grollp

DiagraLll"ci.)n: -'tI;)n Carl"s Lo p r c r e

1S 1\ N '17 N . <) \ (, L ~ 4 . \ (, L

A mi hermano Benjamín

los edil ores 'h¡1I:(>1ICOlIst,II' que este libro, escrito llar 511autora ell pleno eiercicio desus !ilcuJt¡Hles y COIl el oonocimienio de SIIS Iamiliares IIl{ÍS cercanos. conli(~IIr. solO'UII;)

uarie de 1;)hiSloria (le vid" tiC' ()CIIISSC I"lIenlps Lstrada. Por tratarse de un testimonio '

cuyo tellla central es la lucha (le IIn;1 joven contra las enfermedades anorexia y buhmia,la editorial hil descartado incluir en esta edición otros temas que, aunque !lurliCr;1!l ser

iguillmente illljlilc1antes en 1" vida de una adolescente, pertenecen a una ínrtole diler en-

te de problemas. [N. de los E.]I

Page 4: Dieta de La Muerte

Agradecimientos

~AY MUClIAS PERSONAS a las que quiero agradecer por su

apoyo y cornparua.

Antes que nada, gracias a mi familia; también a mi psi-

cóloga, por su cariño y comprensión, ya toda la gente queha pedido por mí incansablemente, con una fe que nunca

terminaré de agradecer.A mi amiga Dani, que nunca, ni siquiera en las peores

circunstancias; me ha abandonado.A todo el cuerpo médico y docente del Hospital de la

Universidad de Chile, que se la.ha jugado por mí y me ha

entregado cariño yamor.,A Sebasrián Arriagada, una 'persona que se ha ,vuelto

, , ,

rru consejero y amIgo.A RIL editores, por confiar en mi capacidad y ayudar-

me a publicar este libro.A Pablo, n~i pololo, por acornpañarrne en esta etapa

del camino.Gracias a todas aquellas personas que hicieron posi-

ble esras.palabras, que'no me dejaron renunciar y me die-, ,

ron ánimopara terminar lo iniciado.

Finalmente, 1.0 t,)ús importante de todo: gracias a Dios,. l' .

po.rque sin (~Inada de esto hubiera sido posible.

I

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l.

Introduccíón '

De la infancia al infierno/

MI NOMBRE ES DENISSE FUENTES ESTRAUA, tengo vein-

tiún años y hoy me decidí a ,coiltar una historia; No cual-

quiera, sino mi propia hisroria, esa que escondí tanto tiem-

po por miedo y por vergüenza.

Todo lo que aquí revelaré es absolutamente cierto y ha

sido parte de mi realidad durante todos los años que llevo

vividos. Mi memoria está aquí: el sufrimiento, la ceguer~,

la negación, la en'fermedad ... Desde hace mucho tiempo

padezco bulimia y anorexia."-

Decidí compartir estas vivencias tan dolorosas y per-

sonales por varias razones. Una de ellas es que quiero que

se sepa el horror que hay detrás de esta enfermedad, cómo

. transforma tu vida y la de tus seres queridos, la soledad yel

abandono que se siente. Quiero decir (:Oll claridad queesto

no es un juego; cuando curras, <"S tan difícil salir COIllOde la\" '1

peor dc las drogas.

La ~lIíorcx'i,1 ¿'S UI)<~enfermedad psicológica que rr.ic

gr;1vísillla~ tOllse<:ue~t<i'as físicl-S ... ~o '" cubren los planes

de s¡llud y much.i gcnrc mucre a di.uio por IlO rccihir nyu-

J " I

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Mi vida sin anorexia ni vómitosd.\ oj!O\11I11.1 o pOI 1.11"1 d - rccursos. Me j!,IISI¡¡fla nport.u ;l

la roma de conciencia y que ;11i tcst imouio sirva de ;llgo a

las pcrsoi ras que estén pa dccicndo en este morncn to lo 111 is-

1110 que yo.

Pero la razón Il1;)S íntima y quizá la m<ls importante, la

que más me impulsa a contar mi verdad,;) pesar de lo difí-

cil que me resulta narrar estos i1echos, es que 110 se sigan

cometiendo los mismos errores y abusos quealguna vez se

cometieron conmigo. Estoy convencida de que; para esto,

mi mayor fortaleza es la voz sincera que podrá ser oída en

este relaro: la mía, la de una persona que sabe que su enfer-

medad no es cosa del pasado. En es-te mismo momento,

mientras escribo estas líneas siento una batalla dentro de

mí y quiero dar un .testirnonio real y vívido de cómo es el '

día a día luchando contra este enemigo poderoso. Quiero

también entender. .. Necesito entender. .. Sa ber por qué,

dónde empieza todo, cuáles ron los hechos, las responsabi-

lidades, las circunstancias que me empujaron sin piedad

desde la infancia al infierno e hicieron que mi vida pendie-

ra de un hilo, que la muerte fuera algo.cotidiano, cercano y

posible, a veces, hasta deseable. .. ¡Cómo pude pensar si-

quiera en hacer sufrir tanto a los que más amo! ¿Soy acaso

culpable>, ¿existen culpas]', ¿soy una vícrirna? , ¿pude evi-tar tanto dolor?, ¿alguien pudo hacerlo?, ¿cóJ'no?, ¿cll<ln-

do empezó todo?, ¿por qué a rníi', ¿dónde está el origen del'

mnl que enfermó mí mente y mí cuerpo? Necesito cncon-

rrnr estas respuestas. Quiero contar la verdad, sin mentir,

sin mcnrinllc:. Quiero que lo sepan pero, m.is que nada,

quiero entender, quiero S;1n;1['...

-------,._----,

II

TENÍA DOCE AÑOS, MI VIDA NO era perfecta ... pero ¿qué

quiere decir «perfecta»? Yo no lo sabía ... Trataba de-vivir

de la mejor manera lo que me tocaba afrontar: tristezas,

alegrías, inseguridades y miedos. Del miedo .me acuerdo

bien: esa sensación de frío en la boca del estómago, ese cos-

quilleo que me avisaba que algo podía no estar bien. Pero

tenía doce años y me faltaba mucho por aprender.

Era un~ niña gordita, de esas de cacheriros bien ro~a-

dos que dan ganas de agarrar y no soltar, de tez blanca ypelo castaño claro, con la típica melena con chasquilla que

hoy, siendo honesta, no me causaba ninguna gracia llevar.

Era una hija obediente y dulce, siempre dispuesta a hacer

lo correcto y muy cariñosa con mi entorno. La relación

con mis compañeros era muy buena aunque siempre me

sentí un poco apartada por ser «distinta)'. Es que nací con

hcmiparesia en el lado derecho de mi cuerpo (esta es una

enfermedad que aíe¡.:ra la parte motriz). Nunca se supol' ,

claramente su origen; ~I dingnósrico más común era que se

ha~ía producido UI1 infarto durante el parto. Bueno, sólo'

I

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1)10., ,•.••d)(· quv p." 1) H',tlIIWllll' l'JI l ~()s 11I()IIlt'l1t()~, IWI () l.,

cosa t's que pasó, Al pI iucipio los pronosiicos no eran mlly

alentadores y los médicos, COl1mis papás, fueron muy cla-ros y directos: ~ino me sometía a una rehabilitación cons-tante y severa, quedaría inválida, mi rostro sufriría secue-las y habría consecuencias que ni siquiera se podían prever.Fue duro, se venía algo gigantesco encima, algo que no es-peraban ni sabían cómo enfrentar. Tenían dos opciones:

vivir su pena y hacer algo al respecto o sumirse en el dolory entregarme a lo que fuera. Ellos decidieron tomar el ca-mino más largo, cansador y difícil. Soy hija de padres muy

valientes. Desde entonces creo que mi fuerza y valentía, ala que me aferro en los momentos en que preferiría rendir-me, vienen de ellos.

Los tratamientos eran extenuantes, intensos, dolorososfísicamente para mí, había que realizados como mínimo tresveces al día los primeros años. No sólo era difícil para lafamilia por la gran carga emocional, sino también porqueeran tratamientos muy costosos. De todas formas, mis pa-pás no dudaron un segundo y gastaron hasta lo que no te-nían en mí. Si aparecía alguna nueva terapia que me dabauna esperanza de recuperación, no escatimaban en gastos,lo que fuera necesario lo conseguían a como diera lugar.

Aparte de los tratamientos con nurricionisras, terapeu-tas y kinesiólogos -todo ese montón de médicos que con-formaban el staff que me atendia-e-, estaban los remedios,férulas, plantillas ... Bueno, hoy en día todo ese esfuerzo es

lo que me tiene en pie, caminando y con mi rostro intacto.Solo en mi mano derecha, que fue la 111.1S afectada, queda-

'4

Ion pequeños rastros de la enfermedad: tiene menos fuer-

za, menos sensibilidad y es ultra flexible. En todo caso, lle-ga a ser divertido cómo se flexiona, pero bueno ... aceptoeso como algo más gracioso que traumárico, la verdad.

El cuento es que así crecí toda mi niñez entre rnédicos..

terapias especiales y cuidados extremos para no tener le-sienes. Recuerdo que siempre, sin fallar un día, después delcolegio 'iba dónde mis famosos tíos Roberto y Cristina:kinesiólogos y terapeutas ya eran parte de mi familia, ha-

- - '

bía crecido con ellos.

Desde siempre en mi colegio supieron mi problema,

pero mis compañeros nunca me discriminaron, era más bienyola que me discriminaba. Creo que tenía tanto miedo de

que lo hicieran los demás que decidía apartarrne antes desufrir cualquier situación que- me lastimar'a. Era y soy una

persona muy sensible.Tenía una amiga, la .Nati, que siempre-fue incondicio-

nal. Er~ de las pocas compañeras que entendía lo duro queera para mí sobrellevar la vida. La verdad es que con mispapás no lo conversaba, creía que no era justopara ellossumarles más preocupaciones. Ya tenían suficienteconafrontar los problemas que les acarreaba y no quería que

se sintieran culpables ni nada parecido. Prefería callar '! tra-tar de ser una buena ni'ñ~,;ser dócil y aceptar. Ahora que lopienso, quizás era yo h.l que se sentía culpable viendo su

, ,angustia y sus 'esfuerzos económicos que, naturalmente,

traían consecuencia~va~a_ toda la familia.,La Nati siempre estaba allí, apoyándorne en todo,

inspirándorne a luchar, a no ponerme limites. Ella era muy,I

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dul ' ., 1\11, I ,11(' 1,111111 11111 IIn, dI'! 11111 qul' l'I.IIIl\l~ (01110

pan y m.uuc 11Iill~I, NIIII :1 1101>S .p.uuh.uuo« y yo rccihiasu constante apoyo. Fue un pilar importante en mi nitio.

y muchas veces, aún sm sa bcrlo, ·dla evitó que me de-

rrumbara.

. Come> yo era un poco rellenira y me encanra ba comer

papasfritas y dulccs.consranrcmente me tenían que poner

a dieta. Una y otra ..vez. Dietas que yo no acataba nlLich~.

Es qué las tentaciones son muy grandes para los niños y si

a eso le sumamos.queera particularmente golosa ...

. Todo el tiempo tenía que visitar nutricionistas,Y pesar-

me para mí era 'un martirio. Sabía que no podía subir de

peso a causa de mi enfermedad yeso me angustiaba. Este

sentimiento actuaba en mi contra, pues me llevaba a sentir. "

más tentación por aquello que no debía comer.

Hay médiéos que saben comunicarse, ser ernpáticos y

bondadosos con sus pacientes y otros que 1'10, que están. . -muy lejos de ejercer su profesión con amor y comprensión

por el prójimo. A mí, lamentablemente, me tocaron de la

segunda especie: torpes y Crueles. ¿Sabrán el daño que pue-

den llegar a causar sus palabras? Todas las semanas recibía

un reto «cariñoso» del doctor de turno que, cuando verifi-

'aba ¡lIC mi. peso continuaba igual; me trataba como a una

gll:\tona tonta y porfiada que no era capaz de cumplir con

11Iid ·hl'f Yque d .fraudaba a todo el mundo. ¡Pero yo tenía.

do\." Hllosl Sc,'lllía mucha vergüenza e impotencia y llegaban 1:\ .onclusión el . que 110 merecía el cuidado y la atención

que todos ponínn en mí.

Bueno ... así conocí los .umplcuños (011 producroslighr

16 /

;

/

y sin poder COI11\.:r lo que quisiera corno Ios otros niños,

tampoco podía jugar a los mismos juegos que ellos y me

sentía un poco rara. Sin embargo. la Nari siempre se encar-

gaba de inventar algo entretenido para nosotras, donde yo

no tuviera presente mis limitaciones. y era tan divertido

que al final terminaban todos jugando junto a nosotras .

Además, mi amiga siempre se las ingeniaba para darme algo

rico de contrabando. Me gustaban mucho los dulces de

plátano, así que siempre trataba de agarrar todos los que

pudiera y me los pasaba por debajo de la mesa. Bueno,

tampoco eran tantos, ella también me cuidaba, pero para

mí lo que me diera era suficiente, un tesoro, pues de ese

modo no solo comía mis dulces sino que no me sentía tan

diferente de los demás.

Siempre que conversábamos del tema con la Nari se,mostraba comprensiva y me alegraba el corazón. Yo le de-

cía que me sentía bien tal como era, que no entendía por-

qué tanta dieta y tanto enojo. Ella, después de subirme el

ánimo, siempre terminaba diciéndome que, fuera corno

fuera, gordita o rellenira, mis cachetitos eran únicos y creía

que los médicos deseaban unos iguales y se enojaban por

. la envidia que sentían. Al final, reíamos a carcajadas. mien- )

tras ella.seguía elogiando mis rosaditas y relleniras mejillas.

Es verdad que ha~ía razones médicas claras que indi-

caban que debía adelgazar, ya que la hemiparesia combi-

nada con el sobrepeso podía rraerme consecuencias gra-

ves, C0l110 cojera u (~!.ros desbalanccs severos. Pero ha y mu-

chas formas en que .los médicos -si quieren ayuda rre dc

verdad-e- pueden ganarsc la simpatía yel compromiso deJ

/.

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Unas extrañas vacacioneslos pa 'k'nl '1\, liohll' lodo l'1I.1I1 lo (' 1/,,\1,1 d ' niiios. EII 'UI1I-

bio, hay otras que son SCII(,;illoIllCIII'm lv das,

El maltrato y la descalificación a los que me sometíanpor mi sobrepeso eran constantes. Quizá creían que siendoduros () más drásticos iba a seguir mejor sus dietas, pero yo

era pequeña y me angustiaba, me gustaban las golosinas ylos dulces, solo que para mí estaban prohibidos. Recuer-do, de manera muy vívida, una frase que un nutriólogo medecía, con voz golpeada, como si fuera una sentencia: «[Tú,

no puedes ni oler los dulces, no puedes ni olerlos!», recal-.

caba. Hasta el día de hoy siento el tono de su~ palabras. Yono decía nada, soloacataba, asentía con la cabeza y perci-

bía el sufrimiento de mis papás y también el miedo de que

alguno de los diagnósticos amenazantes se hiciera realidad.Ahora entiendo que quizá por eso, muchas veces apo-

yaron esa dureza con la que me trataban. Creían que erauna forma de cuidarme. Pero no los culpo, nadie les ense-

ñó cómo ser papás y, en su afán de que no ocurriera lopeor, hubo veces en que también ellos fueron muy crueles.

,.

HABÍA SIDO UN FIN DE AÑO MUYAJETREAUO, con la Narinos habíamos preocupado de las presentaciones finales delcurso. Yo era la presidenta y me sentía muy orgullosa de

mi cargo, quería hacerlo bien, así que nos juntábamos du-rante tardes enteras ideando una y mil formas de sorpren-der a nuestros compañeros. Como casi rodos los afios.smehabía ganado el premio al esfuerzo. Me enorgullecía obre-nerlo, casi siempre era por el área deportiva. La Natí solía'

decirrne que los iba a dejar a todos éhicos e iba a ser lafutura atleta de Chile: yo me reía mucho de sus gracias. Medaba especial satisfacción ver la alegría en el rostro de mispapás; era lo mejor que me podía pasar. De alguna formasabía que era.mi deber rerribuirles todo lo que hacían pormí, aunque también sentía que nunca lo encontraban sufi-

ciente.Esas vacaciones casi no vi a la Nari: ella se fue con su

familia a principiog del veranoy yo en.febrero con la mía.~ .Recuerdo que ese enero no rcrrnina lia nunca sin la Nari,con un calor insoportable, estaba aburrida y además an-,

I

di

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íos.\, •• 1',01110 l' 111111,11110,.1 1111 mi Lllllili a :1 1I!l.I. V.Il.I lO

ncs lIH1y '1\Ir '1l'llidilS: pl tlll,l'l (,,, ;lIatcmal" y dl'!<!pllt-s ¡t

Costa Rica.

Mi papá viajaba a menudo a Costa Rica por asuntos

de trabajo, pero yo era la primera vez que iba. Tenia ansias

de conocer ese país, en mi casa ~e hablaba mucho de él, de

sus verdes, de sus playas .. , Esa era la parte que más me. '

gustaba, porque yo era como pez, veía una piscina o el mar,

y enseguida estaba lista, con mi traje de baño, blanca como

la leche, encrernada de pies a cabeza, y a unasi, terminaba

roja como jaiba.

Por fin ese enero interminable llegaba a su fin yempe-

zaban todos los preparativos para el viaje. La Nari llegó la

noche anterior a mi partida, así que.entre maletas abiertas

e idas y ve~idas por toda la casa, me contó todo lo que

pudo de su viaje y me deseó mucha suerte con el mío. Ami

regreso, lo primero que haríamos sería juntamos para inrer-:

cambiar fotos, contar anécdotas y reencontrarnos. Final-

mente, llegó la fecha prevista. Recuerdo que la noche ante-

rior no pegué un ojo, lo único que quería era que avanzara

el reloj, es que estaba tan contenta e ilusionada con estas

vacacIOnes ...

Llegamos a Guatemala. Tuvimos que esperar unos mi-

nuros para hacer conexióncon el avión que nos llevarja a

Antigua, la ciudad que pretendíamos visitar. Ya había os-

curecido cuando arribamos, pero igual se podía adivinar

la belleza del lugar y mis ojitos se esforzaban por vedo todo.

Nos alojamos en un lugar precioso que había sido un

monasterio y esta ha rcfaccionado como hotel; deja rnos las

20

Illal('t.I~, IIOS iI\SI:d;IIll()~ y pnrt u nox n come-r, I~n:()rrilll()s v.i-

ríos rcxtn u r.í ntcx 11;ISI;1qllL' 1I1l0, COIl 1I110Sc.rudcluhros IlluyI • - .

bonitos, n(')s en;111l0rÚ <1 todos: tan sotü con una nurada nos-,

'dimos cuenta de que no hnbia que buscar 11l;1S.Entramos.

Recién cuando lIe~ú el mcscro, con un acento muy par-

ricular y divertido, prcgunr.indonos qué sellos ofrecía, yo.,recordé que-coll1o siel~lpre-esraba a dicta. Nome hice

muchas ilusiones con los platos que incluía el menú ... Mi

papá, adivinándorne el pensamiento, sugirió que ese día

por lomenos suspendiera la dieta, pero 111a 111;1se opuso, El

doctor había sido enfático en la consulta: de ninguna ma-

nera podía suspen?er mi régimen. No había excepciones.

Como yo no quería causar una discusión entre ellos; acaté

la decisión sin chistar, obligada a comer solo lo que me per-

mitieran.

Igual logré pasarla bien; mi mamá, mi hermana Carola

y yo no parábamos de reímos ... Mi papá era una persona

muy divertida y esa noche, parricularrnenre.mo dejaba de

contar gracias .. , Se notaba que disfrutaba al vemos tan ale-

gres. Así pasó el, tiempo y no nos dimos cuenta, cuando nos

acordamos ya era tardísimo y empezábamos el mostrar losprimeros signos de cansancio. El viaje había sido agot<ldor

y como solamente esrariamos un par de días en Antigua,

había que aprovechar al m.i ximo el tiempo. E.I día siguiente

iba a ser ajetreado y ncccsiraríamos lcvanrurnos temprano,

así que decidimos volver al hotel.

Antes de que J.llis pap.ls \lOS [ucran .1 dar las buenasl'

noches, y;l h;lhía caído dormida, pensando en cu.iutas COS;lS

rcndrín rara conrarlc ;1 Ll Nat i a mi .rcurcso. Todo e'ra [.111

.!.I

Page 11: Dieta de La Muerte

1I1 NI I 111t1 I 11

dirmc! l.os ~ClllillliCIlI()S cr.m encontrados: cxcit.uión .uirc

la posibilidad de ICIl~r este premio pero ta';lbién nlil:Jo y

t s lJerv'iosisl11o,porque si'nh crn posible, si.mis padres no accc-:

dian, no estaba segura de poder contener las lágrimas, y eso

les arruinaría Ía noche ... N()~ no quería ser injusta; no que-

ría ser mala, egoísta, desconsiderada; .. Empecé ~ transpirar .

finalmente, luego de algunas miradas cruzadas e in-comodidad y gestos que pretendían disimular la rensión,

cosas que por mi corta edad podía intuir pero no compren-der como ahora, mis papás, por fin, decidieron permirirmeese «recreo» en mi estricta ,dieta: «Solo por este almuerzo»,me dijeron muy serios. Casi me levanto de la silla y me pon-. .

go a bailar. Me sentía como una condenada a muerte a laque hubieran indultado a último momento. No podía másde la felicidad y con el corazón todavía acelerado, inrne-

drararnente empecé a estudiar el menú con todo detalle .... .

Vi de reojo cómo mi familia sonreía al verrne tan con-centrada. ¡Todo parecía exquisito! ¿Cuál de los platos esco-gería? Cuando creía que serían los tallarines, recapacitaba y

me inclinaba .porlos sorrcnrinos; cuando merenraban losgnoccí, volvía a lo~ tallarines dilatando lo más posible el mo-

mento de la decisión y gozando de anrernuno. .. ¡T~l1íaque

aprovecharesra oportunidad de scntirrne libre y normal! Fi-

nalmentc.vlegi una Jasai'ia. Mientras espera ha que la sirvic-

ran, los minutos se me hacían eternos. ¿Cuánto hacía queno comía algo rico?' ¿Meses, años ... ? [Ya 110 soportaba ni

siquiera ver dhr¡~c()1i. el pavo, ni nada 'lile se le pareciera!

Solo de ver la cOI1)ilb cuando Ikgú a ln mesa, la alcgrí'1

me desbordó. Empezamos a comer ... T()(.Io marchaba bien

-,

, I (\'111' ,'(\ ni, 1(\ /l;ItI, H 1 l'

h 'r!llOso; ~ ·lla le gustubuu 0\11 '110 las 111.11I ,'.lld.1 I .~ y -1)

Antigua se caracterizaban por tener una artcsnuía hermosa.Recorrimos cuanto lugar encontramos, los pies ya casi

. no nesrespondían de tanto caminar, pero no nos impor-ta.b~~i{.':-~~~N<',! que creíamos que II~Odábamos más, apá.~

t .',' l". \

r~d~aela;f1.á~()úo m~l}l!Im~n(()',o(ilgún .objet(.,.que.cal!~ ,. tiv:ah;t'nuest~as miradas yde inmediato olvidábamos el'~

. '. .i.:, .4':' '.. r;

cansancio,

Así pasaron los días previstos y partimos a Ciudad deGuatemal~, allí íbamos a descansar una noche y, a la ma-ñana s'ig,uie:nte;tomaríamos el avión aCosta Rica.

I . ", El.hotel era precioso, aunque toiahnente diferente al

de-Antigua. Er~ tan moderno que a veces llegaba a ~oles-

rar: solo con :¡pretar un botón parecía que y~ estaba todo

hecho.Después de instalamos fuimos a urio de los mil restau-

rantes del propio hotel. Hacía días que mi papá estaba con

ganas de comer pastas, pero ni mamá ni mi hermana acce-dían mucho a su petición. Yo,daro, habría estado encan-rada, micomida.favorira eran laspastas, pero sabía que en .

n~¡dieta no cabían esas cosas, a~í que me absruve de opi-n; r. Igual-debo confesar- no perdía la esperanza de que:-;, hi .j .ra la xcepción y pudiera compartir un rico platol'OI\ IIl¡ f unilin,

Elltl' III )11 ,1 r .stauranre, la carta rebosaba de distin-tos tipos d 't ,lIal'irws rnviolis.Jasañas, todos con diferen-

tes salsas y prc¡ uru .lon -s 10' me hacían agua la boca. Me,puse un poco ansiosa, si , - - , IíIH\ a mi deseo podría comeralguna de esas delicias. ¡Dios mío, Il( sabía por cual deci-

22

Page 12: Dieta de La Muerte

hasta que de pronto 1\1111p"pah dij :1'011: «gasta, D .nisse, 'st;,

, bueno, no conviene que te excedas». Aún me quedaba lamitad del plaro.,; ¡de mi plato! En ese momento sentí algo

extraño. Con las ganas de llorar, se mezclaba una. sensa-ción de rabia y de violencia que no podía controlar, el cora-zón me latía muy rápido ... Empecé a temblar. Siempre fuiuna niña introvertida, mi única confidente era la Nari, pero

ella no estaba ahí, estaba a miles de kilómetros de distan-

cia ... Nunca, jamás, me había sentido así,No ehtendía loque me pasaba.solointuía que era algo

malo, una sensación que me llegaba a causar dolor en élpecho y unatensión horrible. Algo estaba claro: si seguía

allí, frente a mis .padres y mi hermana,iba a ponerme 'enevidencia, así que, como pude, sin hacer escándalo y tra~tandode·disimular mi malestar, dije que estaba exhausta..que el viaje me había agotado y que quería ir a dormir un

rato a la habitación.Mis papás notaron algo extraño y me preguntaron

pero yo insistí --controlándome como pude- en que erasolo cansancio acumulado: Subí a la habitación contenien-

do la respiración, sentía que iba a estallar; el corazón mesalía por la garganta y lo escuchaba latir en mi cabeza ...

Cuando esruve sola rompí en llanto. Nosabía por qué perorne miraba al espejo y lloraba. Si ahora tuviera que descri- .

bir este sentimiento lo haría como una mezcla exacta entrepena, rabia e impotencia y sobre todas estas, emociones,

miedo. No me explicaba por qué pero estaba muy asusta-. '

, da. Np sabía qué me pasaba y por lo mismo' no me imagi:

naba cómo entrenrarlo.

24

1), '1'111"111', '\'11 Illnlio de ':-.1;1 d(':-,()LI~'iÚI' Y;lllgllsti;l,

1 1111111' q\l '1.1 It;I,p., ti . \;, P"l'rt';, d\.' L, ha hit ación sc 1110-

11 ,),dl' C()fIlO 1111r -sorrc y en un solo movimiento me

1111'11 '1\ la "lllla y me hice la dormida.

Fld 1" Célrola, que venía a buscar su bikini. Mi hcrrna-

11 1 11(\ l'l u 'OIllO yo, tenía un cuerpo Illuy bonito, sano y

",'lg,1 lo. Si 'mprc la molestaban por todos los admiradores'1'/1'1.1 I ondaban. La Carola se hacía la eJ'lOjada aunque, en

II 1011 'lo, le gustaba que los chicos and~vieran detrás de111.. 1;1 'Ill~ontraran linda, simpática, inteligente: ¿,CÓll10

1111lb In gustarlc?

S(, n ·CITÓ ~ la cama y me movió un poco. Al no obte-111 I 1I'IIrción de mi parte, asumió que estaba dormida. Es-

11 ht' '011' claridad cuando les dijo a mis papás, que yaIl,dll,lIl subido a su habitación, que nose preocuparan por- .;qllt' 1I .gaba a «echar humito». Ellos quedaron aparente-11Il'1l( , tranquilos y me dejaron «dormir». Despué~ de que

" 11I1' la Caro, traté de calmarme, pasó un buen.raro hasta

1'11' logré rranquilizarrne, Y sin darrne cuenta ya~era de .11111 Iw ...

{JII par de horas más tarde, cuando me sentí algo me-

IClI, me lavé, me vestí y como pude bajé al lobby, porque no

'111I" ¡'I preocupados más de la cuenta. Mis papás me reci-

hll" 011 '011 tina sonrisa y me preguntaron si ya esrabame-

1"1• O s 'guÍa como si tuviera un nudo en la garganta, no

podía rrausmitirles lo que me estaba pasando, ¿cómo ha-n'!'Io, con qué: palab,~~l's?Ni yo misma lo e,itt',~día ... Les

dij' lile estaba bien, que solo habí,l sido UIl pequeño dolordt· eSI »nngo; mis pap.is me dijeron que a lo mejorera que

L'¡

Page 13: Dieta de La Muerte

l 1-

"11 cuerpo se había acostumbrado a comer sano y que lapasta con su salsa me podría haber caído mal. Asentí: «Se-guramente es eso». Ellos se pusieron felices de que les dierala razón: «Denisse, eso significa que vas a adelgazar, ¿no tepones contenta?», De inmediato contesté que 'sí, que' por

supuesto. «¿Es lo que todos queremos, cierto?». Pero esapregunta, y tantas otras relacionadas con mi vida, me que-daron dando vueltas: ¿realmente me ponía feliz adelgazar r,"¿era eso lo quequería P, ¿dejaba así de serel «patito feo»

que sentía 'que era?, ¿no adelgazar era lo que me angustia-

ba y me llevaba a un esta~o que no podía controlar? Todasesas interrogantes me persiguieron durante semanas no. . ,podía sacadas de mi cabeza ., .

Pasó esa noche y tomamos el vuelo a SanJosé, la capi-tal de Costa Rica, desde allí haríamos conexión a Condovac

. 'uno de los balnearios más lindos del país. Me sentía .mu-

, cho mejor, así que durante el vuelo decidí que lo que -me

había ocurrido no tenía importancia, ¿por qué seguir preo- .. cupada del asunto? Era mejor olvidado y listo. Estaba se- '

gura de que ya en la playa no me ac~rdaría de lo sucedido,

quería disfrutar de mis vacaciones y, si seguía pensando enc?sas feas, no lo iba a lograr. Recu¡:;í a toda mi fortaleza ,traté de convencerrne, al igual que mis padres, de que ese~pisodio ha bía sido solo por' cansancio o indigestión, y me .dije: «Denisse, demos vuelta l~ página y hagamos como si

. nada hubiera pasado».Llegamos a Condovac, era un resorr hermoso, donde

te llevaban en carrito a todas partes. Me instalé y ensegui-da me puse el traje de baño, mi papá 1'11eacompañó y jun-

~-;-'·""'l~I\"Tlllm~llIl'l;"

tos nos dirigimos hacia una de las piscinas principales. Era

gigante, tenía flores y una cascada a su alrededor, agua cris-talina, parecía esas pinturasdel paraíso ... No podía creerlo que mis ojos estaban viendo. Inmediatamente quise lan-zarrne y mi papá, comosabíaque era pececito con pie,s, no

me hizo esperar y se lanzó conmigo. Jugamos largo rato enel agua: élme lanzaba, se hacía el tiburón y yoescapaba

muerta de risa, nadando por toda la piscina'. Estás juegos,

que ya eran clásicos entre nosotros, eran muy buenos parami rehabilitación y él lo sabía. Por mi parte, si bien los dis-frutaba mucho y sentía un enorme cariño p0r mi padre,

hubiera preferido que jugáramos por jugar, sin la eterna

nube de mi enfermedad sobre nuestras cabezas.Mientras estábamos en la piscina llegaron mi marnáy

Carola. Ellas nunca fueron muy asiduas a bañarse y deci-dieron tomar sol. A mi mamá no le ,gusta ba el agua y a laCarola le interesaba más un bronceado perfecto que jugar

en la piscina ., Así pasó el tiempo y, si bien es cierto que de vez en

cuando pensaba en lo ocurrido días atrás, rápidamente tra-

taba de bloqueado de alguna manera. No' me permitía pen-sar en eso, enseguida me ponía a hacer otra cosa y trataba

de divertirme.Ahora me doy cuenta de que había una tensión en esta

conducta, creía que de solo pensar en ese .. ·.¿malestar? (aúnno sabía cómo llamado),de nuevo seapoderaría de mí sinsaber de qué manera controlado. De hecho, las noches eran. .extrañas ... Antes de dormir me entraban unas ganas dellorar que no podía contener. Para no llamar 'la atención

27

Page 14: Dieta de La Muerte

me metía debajo de la almohada y así nadie me veía ni meescuchaba. No podía conciliar el sueño sin preguntarme

" " " ,. ¡por, qué debía estar ta{l,p<-tn~i~,nte,d~,bajar de p.es9o/ tan. ,-

conrenta si lo lograba.Los días avanzabany nuestro viate pronto culmina-

ría.Mi hermana había estado de cumpleaños, ~sí que le, organizamos una celebración en el hotel. Unos músicos le

cantaron las mañanitas y fue todo muy alegre y divertido.

Cuando trajeron la torta, me impresionó su decoración,

era hermosa, tenía unos dibujos preciosos y ¡era de choco-late!: mi debilidad. Amaba las tortas-de chocolate. Al mi-rada debo haber hecho alguna gesticulación de alegría por-

que de inmediato mis papás me miraron y con pesar me

dijeron: «Denisse, tú sabes que no puedes». Asentí con un,gesto que aparentó resignación, mientras mi papá le decía

al mesero si me podía traer una manzana picada.Rabia, enojo, angustia ... Creí que ante la sola visión de

la «manzana picada» sería capaz de echar toda la mesa aba-

jo, torta incluida. Todos esos sentimiento~ estaban tratandode 'salir y yo ~oles dejaba ni un poro abierto para exteriori-

zarse. ¿Qué sería de mí si dejaba de ser la buena de D~nisse~

lá sumisa, la agradecida, la que aceptaba su condición? Te-mía que esa Denisse se desvaneciera en el aire. ¿Qué, quiénquedaría entonces? Ya sé, ya sé: debo comprender el esfuer-

zo de 'mis padres, me repetía ... P~ro en mi cabez.asonaban

, otras preguntas: ¿por quér; ¿quién me comprende a mí?Bullí~ por dentro pero hacía esfuerzos sobrehunianos paraque nadie lo notara,.Ahora me pregunto: ¿era realmente tan

I ueua para con.tcnerme o es que estaban ciegos?

Pienso que mis padres, en su afán porque yo superara

mi impedimento físico, 110 querían ni podían ver las otrascosas que empezaban a operar en mí, producto de la rigi-

, dez y la exigencia de los tratamientos a los que estaba so-

metida.De más está decir que esa noche volví a sufrir lo de

aquella tarde en Guatemala, pero esta vez los síntomas fue-

ron más agudos. Quería correr lejos donde nadie me pu-diera alcanzar y sin embargo me encontraba paralizada.En cambio, mi corazón esta ba desbocado como si, en efec-

to, hubiera andado escapando durante horas, pero ... ¿dequé? Por primera vez me sentí realmente frustrada al no

saber qué era aquello que se apoderaba de mi cuerpo y demi mente, lo único que seguía dando vueltas en mi cabezaeran las preguntas sin respuesta: ¿para qué adelgazar?, ¿por

qué deseado tanto?, ¿ acaso la felicidad de mis papás de-

pendía de que yo adelgazara?Durante estas crisis, no podía dejar de recordar sus ros-

tros de satisfacción cuando mentí sobre mi dolor de estó-mago. Lógicamente ellos no estaban felices porque me do-

liera, sino porque era un indicio de que a mi cuerpo le po-. dían estar cayendo mal las cosas pesadas yeso significabaque, al fin, tantas dietas y remedios me estaban haciendo

efecto.Una vez más, haciendo un esfuerzo límite, decidí blo-

quear tantas preguntas y no darles importancia a estas emo-ciones. Después de-todo, eran mis vacaciones y no quería

pensar en tonterías. Deben ser cosas que le pasan a todo elmundo, me decía, seguro que no soy la única que, a veces,

" .t

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1 A 1)11>'1/\ 1)1, LA ~IIJI'IU','

se siente así. Lo que más quería en la vida era ser una ni,i ••

norma 1.Cuando regresara él Santiago le iba a comentar a grall~

des rasgos la situación a la Nari, y estaba segura de que a ellaalguna vez le habría pasado algo similar. También pensaba

.que podía estar por lIegarme la menstruación. A mi herma-na le había llegado más o menos a esa edad y siempre en micasa conversábamos de los cambios animicos y hormonalesque se producían. ¡Tenía que ser eso!, ¿qué más podía estarpasando? Vamos, Denisse, me decía, tú aquí preocupándote

de tonterías mientras podrías ahora mismo estar jugando o

paseando por una de las lindas playas del resort.y así, las vacaciones fueron llegando a su fin.El último día, en el aeropuerto de San José y esperan-

do partir hacia Chile,mi mamá no se sintió muy bien. Esta-

ba sofocada y sedienta, incluso recuerdo que compró unjugo y se lo tomó de un trago, como si viniera de cruzar el

desierto. Era raro. En realidad, hada varios días que se sen-tía muy acalorada y ella fue siempre más bien friolenta. Encasa solíamos reímos porque mi papá dormía encima de lacama, ya que no soportaba el calor de tanta ropa con que se

abrigaba mi mamá. En este viaje, habíamos reído por lo con-

rrario. Fuera de toda tradición mi mamá se lanzó varias ve-ces a la piscina con cabeza y todo, cuando lo máximo que

hacía siempre era mojarse hasta las rodillas.Nos extraña ha y alarmaba un poco, ¿estaría enferma?

Por eso, mientras esperábamos en el aeropuerto y ella setomó ese jugo de frutas a toda velocidad, mí po pá puso

cara de preocupación. Ya pasaba de la broma familiar, ¿ A

~o

qué se debía ranro calor y malestar? Mamá lo tranquilizó yle dijo que seguramente era el ca;llhio de c1Í1~a.Papá acep-tó la explicación un poco a regañadienres y le pidió que

igual, llegando a Santiago, fuera a ver al médico. Era mejorestar tranquilos. En eso, empezamos a ~scllchar que ya sepodía embarcar .

Felices y llenos de energía, aunque un poco tristes porla culminación del viaje, nos dirigimos a la puerta del avión.

Habían sido unas vacaciones inolvidables para todos, es-pecialmente para mí ...

Hasta ese momento no sabíamos, ni siquiera imaginába-mos, cuánto iba a transformarse nuestra historia en el futu-ro inmediato.

Durante todo el viaje, sin sospechar que pudiera serrealidad, habíamos bromeado con la idea de tener un her-

manito, especialmente mi papá. Si fuera por él hubiera te-nido diez hijos, es que le encantan los niños. A mi mamátambién le gustan pero siempre prefirió las familias más pe-queñas, con la Carola y conmigo, para ella, ya estaba bien ...

Yo ya tenía doce años y también pesaba todo el esfuerzoadicional que representaba para ellos mi enfermedad ...

Además, mi mamá había cumplido treinta y ocho añosy creía que un embarazo a esa edad podía ser más compli-

cado. Por eso, no tenía en el horizonte otro hijo y, para serhonesta, yo tampoco, pero mi papá se empeñaba en bro-mear sobre el asu,nto y todos lo acornpafiáharnos con risas

-?

y alegría. r

Llegados a Santiago, llli mamá fue a I médico y se con-

firmó la noticia. Las bromas resultaron ciertas: esta ha ern-

) I

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I II',~ I 1. ,n", i 111 11 VI'tI 11 11 iuo, SI' 11 () imal III : 11-

de cambios ... UU(), m ravilloso, [uc anunci br I 11gau~de una vida nueva y otros, no tan felices, que afectarían dcurso de la mía para siempre.

I\qll 1I toto qu nunca pude olvidar

11 I'NZARON LAS CLASES Yentre tanto, ajetreo no había

IIll1do oportunidad de ver a la Nati. Solo habíamos ha-1IIIIel IIn par deveces por teléfono y sin mucho detalle le

I 11 1, ontar algo de las novedades que tenía. Estábamos11 le 1, ,l. por vernos, queríamos intercambiar recuerdos y

111111 ti' nuestras vacaciones. Había tantas anécdotas paraI ellll,\!' y lo más importante: iba a tener un hermanito. No

lo quise decir por teléfono porque era un tema derna-1 ulo importante para mí y quería contárselo personal-

11I¡'lIte.

El primer día de clases llegué al colegio con algo de

Il't I aSO. De inmediato empecé a visualizar, una a una, las11as de todos mis compañeros. Nos saludábamos arnisto-1111 'IHe y compartíamos la emoción del reencuentro. Nos

111í. mos grandes, habíamos pasado de curso y este añopo lIamos estar en el patio de los mayores y nos cambia-h 111 de edificio. También había profesores nuevos ... A míIIU' -ntusiasmaba tanto el cambio que, a diferencia de misdi III:l5 compañeros, no estaba para nada asustada. Todo

33

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111 '\ H' 'íu i111' '1\:\111', IIlWV(J y lit IHl ti '\IOIIH'S,I i 111(' p,us-

taba mucho estudiar.Seguía saludando a todos muy afectuosamente pero

la Nari no aparecía. Tenía tantas·ganas de verla que me

empecé a poner ansiosa.v. Era extraño porque ella no solía

llegar tarde, ¿estaría resfriada, habría tenido algún proble-m~? Empecé a mirar para todos lados, el patio del colegioera inmenso y había muchos alumnos, era muy dificil dis-

tinguir a alguien entre esa multitud. Igual seguí mi búsq~e-da cuando entre tantas caras sonrientes y gritos y empujo-

nes, de repente, veo a Nicolás, el hermano menor de la Nati,Después de saludamos, al minuto le pregunté por ella, y él

me respondió con toda naturalidad, lo que disipó de mítoda preocupación: «yo creía que estaban juntas. Ah, a

propósito, felicitaciones ... No fue más que bajamos del autoy enterarnos de la noticia». «¿La noricia?», respondí yo

extrañada. «Sí, y vieras la aglomeración junto a tus papás»,dijo riendo, «ya todos saben que vas a tener un hermanito.La Nati fue la más sorprendida y creo que también anda

buscándore» .Después de recibir sus felicitaciones e indicanne el sitio

donde estaban todos los papás reunidos, nos despedimos

y me dirigí hacia allá. Quedaba solo a unos cuantos metrosde donde me encontraba, pero ese corto trayecto me bastó

para hacerme muchas preguntas. No entendía nada, en micasa habíamos quedado en mantener la noticia el; reserva

.por un tiempo. La verdad) es.que l"ara mi mamá fue muyirnpacta nte enterarse y aún no lo asimilaba bien. Hueno,

o tampoco. Aunque nunca dije nada me sentía cxtraiia

34

LA 1)11'.1'11 m, I ti. MlJl'l 1'1'

con la noticia. En cambio, mi papá estaba excitadísimo, ya

no podía más de la alegría y desde el instante que lo supoempezó a hacer mil planes: buscaba nombres, se pregunta-

ba si sería niño o niña, hasta pensaba en un futuro cambiode casa. Por lo mismo, habiendo en la familia tan diferen-tes maneras de recibir esta novedad, habíamos quedado enguardar silencio aunque fuera por un tiempo. Íbamos a con-tarlo solo a los familiares y a la gente más cercana. La ideaera que cuando todo el mundo 10 supiera, de alguna formala noticia estuviera más asimilada. Era razonable y en eso

habíamos quedado.No entendía nada, una nube de dudas inundaba mi

ea beza, mientras' me acerca ba al lugar donde se encontra-ba esa multitud alborotada. Recuerdo claramente que enel centro estaba mi mamá. Su rostro, por más que tratara

de disimular, era de incomodidad, de tensión. Mi papá encambio no paraba de reír y de expresar lo contento que

estaba. Bueno, era como suponía ... Mi papá es una muybuena persona, pero cuando está muy emocionado por algole cuesta un poquito de trabajo guardar el secreto, es supe-rior a él. Ahí me enteré de los detalles de lo sucedido. Des-pués de dejamos a mí ya la Carola en el colegio, se habíanquedado conversando con algunos otros apoderados,como era costumbre el primer día de clases, y en un «mo-

mento de emoción»--como nos contó él más tarde, un pocoavergonzado- se le había escapado la noticia. Bueno, en

apenas un par de fuinutos medio colegio estaba enterado.Entre toda esa multitud vi a los papás de la Nati con-

versando amistosamente con mi mamá y, de pronto, con la

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misma cara de blhqucda que yo, la divisé cntn..:rncdio detoda esa gente. Nuestra alegría al vernos fue muy grande,.corrimos a abrazarnos Y a llenamos de preguntas, dla tam-bién llevaba mucho rato buscándome. Al fin nos había-

mos reencontrado. Por supuesto, estaba enterada de lasbuenas nuevas. Después de felicitarme me preguntó conun poco de' tristeza por qué no se lo había contado, si es

,que ya no le tenía confianza. No supe qué decide, una nubesilenciosa invadió mi voz y mis pensamientos. Ella, que siem-pre fue una persona muy sensible, se dio cuenta de la situa-

ción; rápidamente cambió d~ tema y me dijo que luego ten-dríamos tiempo para hablar. En eso' estábamos cuando

sonó la campana y todos salieron corriendo de un lado aotro buscando sus respectívas salas. Con la Nati nos' reí-mos, luego nos miramos con expresión de complicidad. Por

supuesto, éramos, como siempre, las más organizadas yprevisoras: cada una por su lado nos habíamos preocupa-do antes de averiguar cuál era el salón que nos correspon-

día. Nos despedimos tranquilamente de nuestros papás ynos dirigimos, entre risas y carcajadas, al que ese año sería

nuestro nuevo salón de clases.En esos momentos de alegría no imaginaba cuántas

cosas inesperadas Y dolorosas iba a vivir entre esas cuatro

paredes.Al término del día, mi mamá llegó a buscamos; yo ha-

bía invitado a la Nati a almorzar a mi casa. Cuando llega-rnos, nos recibió' la nana que vive' con ynosotros práctica-

mente desde que nací. Poco él poco y por su cuenta fuequedando a cargo de mí. .. Siempre va en contra de la dieta

y Illl' d,\ cosas que IlOdebería comer yeso que dice que me

quiere mucho, Más de una vez la han rerado.,'. Cuando la

pillan, pero no siempre la pillan ... Las veces que le digo queme gustaría ser flaca COIllOla Carola , me dice que soy pre-

CIOsa,que tengo un cuerpo muy bonito y que él ella le gusta

así tal cual es.La mesa ya estaba servida. Mamá, Carola, la Nari y

yo nos dispusimos a sentamos, Había puré con carne ... Laúltima 'instrucción del nurriólogo fue tajante y sonaba to-

davía en mi cabeza: tenía estrictamente prohibidos losckrbohidratos yeso, por supuesto, incluía las papas. Peroel puré se veía delicioso y no podía contener las ganas decome,do, así que me decidí, y como olvidando la presenciade mi mamá en la mesa me serví un poco. «Se ve exquisi-

to», dije. Mi mamá me miró con cara de asombro y, unpoco molesta me recordó que yo sabía perfectamente queno podía comer eso: «Por favor, Denissita, coopera, sabesque es por tu bien». Traté de dominarme, sobre todo por-que estaba la Nati, y accedí a comer solo aquel plato «es-pecial» destinado para mí: pescado con ensalada.

¡No entendía a los doctores, menos a los n~tr!ólogos!Yo era muy pequeña y ellos no habían sabido ganarse mibuena voluntad, siempre tan antipáticos y hasta hirientesconmigo. Mi mamá, que se veía un poco extraña hacía días. . ." ''- 'IIlS1Stlocannosamente: «Ya sabes que lo hago por tu bien,

son las órdenes del doctor y si queremos que estés bien te-nemos que cumplirlas, ¿verdad?». Asentí con la cabeza no

J '

qucria incornodarla y menos en su estado, Con el ya cono-ido nudo en la garganta, empecé a masticar y tragar de

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Page 19: Dieta de La Muerte

111' 11' , IIIt'l. 111 .i, (lit. I h J h (lItl 'Ini .1it'lI 11'

como si fuero algodón. ;OIllO un oruhru ~i 1,\1\11.: 1111' ,(..{O

a presentir que se apoderaba de mí ese mismo malestar d 'las vacaciones. Me concentré: «No, por favor, no ... », ro-

gaba, suplicaba, intentaba pensar en otras cosas, pero elcorazón ya me latía anormalmente y las manos empeza-ban a sudar. ¿Lograría controlarme? Quería escapar, estarlejos de allí. .. Miraba las caras y escuchaba la conversa-

ción y veía la escena como si ya estuviera a kilómetros de

distancia. Trataba de sonreír. ..En tanto, mi hermana contaba que su uniforme le que-

daba un poco grande, decía que debía haber adelgazado

en las vacaciones ... De pronto, esas palabras sonaron comouna campana en mis oídos, al esc,!charlas fijé la vista en mi

abdomen: era redondo y sobresaliente. Por primera vez leponía tanta atención a mi cuerpo. Recuerdo que lo obser-

. vé con mucha fijeza y empezó a crecer y a crecer. ¿Estaría

volviéndome loca? Cada vez lo encontraba más feo y gran-

de, lo toqué disimuladamente y pude ver cómo mis dedosse hundían. No me gustó, parecía hecho de·gelatina y sentí

repugnancIa.Esto sí que nunca me había pasado. Nunca. Mi cuerpo

era algo que estaba allí para jugar y correr y divertirse .Para ponerse de vez en cuando un bonito vestido pero .

¿Por qué de pronto se hacía tan enorme y pesado? ¡Diosmío! ¿Qué era todo esto? No entendía nada, ahora, ademásde esa horrible e incontrolable sensación-se agregaba esto.

¿Quién podría ayudarme si ni yo misma podía entender?. Aparté el plato y pedí permiso para levantar~e de la

I l., Nuri 1I,lh,,\ l -rruinndo y \lOS fuimos .i cstudiar, Por

""1 t J, ¡'St' dÍll no pude hacer otra cosa que tratar deI 111111111 Ytodo mi esfuerzo se concentró en parecer «nor-

• ti !In()¿qu o; era «normal»? No me atrevía a compartir

1111 plt'O lIpt ción con nadie, sentía que en ese momento1.11 1111 asando cosas mucho más importantes en la casa

l' I 111 I gustaba mi abdomen o no. ¡Qué ridículo! «Son

1IIII'II,'SII, pensé una vez más.I'.,'\, , disrraerrne me puse a comentar con la Natí acer-

11' 1111 .stro primer día de clases, de nuestros profesores y

II'II.IS. La profesora jefe de este año era una señora de('.1.1 1,no me había caído muy bien, incluso le comenté

l. N.lI i que su mirada no me producía confianza. «EsI 1,,1», me dijo, «no se ve tan dulce como las anteriores,I , Ilob ° ser la apariencia, nomás. Además tú eres de las

I 11('S alumnas del curso y los profesores siempre le tie-11 hu -na a los mareos», me reí con su comentario y de-

" I • rle caso y no darle importancia a mi primera im-

1011.

l' tuvimos toda la tarde en rru pieza conversando,Il 11ti hi ndo recuerdos, mostrándonos las fotografías

.\ aciones. En fin, nos contamos cada anécdota vi-

I 11 I'SOS meses ... Las horas se pasaron volando. En unI \(1110, la Nati me comentó que me encontraba disrin-l.ln I () °0 triste», me dijo. Guardé silencio unos segun-110 sabía qué responderlc, no tenía ni idea de cómo

\1 lo que me estaba pasando y cuando empecé;cur una respuesta, ella se adelantó: «¿ No será por-

\ tener un hermanito yeso te tiene medio cornpli-

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a h? C01l\O du I ni ' Iml I 1 vi 1, 1.1 idoll 1111.'110'••• ". Alinstante Y sin pensarlo contesté que sí, a~r~H.lcdcll lo que

ella misma hubiera salido a mi rescate.Sabía perfectamente que no era eso lo que me estaba

pasando, pero no podía,' ni quería, explicárselo. ¡Ni yomisma me entendía! Encontraba absurda y remota la posi-bilidad de que ella, aún con todo lo que me quería, lograraayudarme o aconsejarme. Mi opción siguió siendo el silen-cio, aunque me hiciera sentir rara esconderle algo a mi

amiga. Éramos como un libro abierto la una con la otra yno quería pensar que le estaba mintiendo, ¿acaso traicio-

naba su confianzn? Mientras estas tristes ideas rondabanmi cabeza, la Nati, como si quisiera ahuyentarlas, contó algo

chistoso y me hizo reir a carcajadas. Mi querida amiga tenía

la facultad de hacerme olvidar el dolor. Después me abrazóy me dijo: «Denisse no te preocupes, t~ner un hermano me-nor no es tan terrible. A veces molestan pero, en el fondo,cuantos más hermanos, más entretenido se pone, y por últi-

mo, si molestan mucho, aquí estoy yo, sabes que tienes unacama de repuesto en mi casa»; de nuevo brotaron las risas .. ,

Profundamente le agradecí por sus palabras y su apoyo.Pasaron los días y las clases ya estaban lanzadas con

todos sus profesores y exigencias de un huevo año escolar.Era muy responsa\->le con los estudios ya menudo nos reu-níamos con la Nati a estudiar, pero el tiempo se nos hacía

corto. Claro que no me podía ir directamente a su casa,estaba obligada a cumplir con mis terapias kiriesiológicas

diarias y, además, una vez por seomana me tocaba ir al

nutriólogo.

EII (·.'t:lS (1 .u iOlH's mi .iuiuro qu« 1111):\ muy bajo, 1 IH'S

I:lS dieras parccinn no dar ningún resultado: Si no me Cfl-

.ontraba igual, me decía cuántos gramos () kilos había su-

bido, ¡qué horror, ya conocía de memoria el pa~o siguien-te! Empezaba con s~s típicos reproches quellevaban a pa-labras muy crueles (según él era la única manera de queentendiera y que tomara conciencia). Ponía mucho énfasisen remarcar las consecuencias trágicas que podría traermeun aumento de peso. Mientras trataba de contener laslá-grimas, miraba la cara de angustia de mi mamá y me daba¡tanta pena! En ese momento creo que lo odiaba. H~bieraquerido decir muchas cosas pero elegía no replicar y aguan-

tarsus palabras.-Recuerdo especialmente uno de e~'Qs días en su con-

sulta. El doctor, una vez más sin tener en cuenta mis senti-mientos y con toda crueldad, dejó caer sobre el escritorio

una fotografía que quería que yo viera más allá de las con-secuencias: era de una niña de mi misma edad yestatura ...Ella era muy linda, tenía el pelo rubio, los ojos claros, su

tez se parecía a la mía. Esa niña era muy delgada y en la

foto estaba con un jumper que destacaba principalmentesu talle. Su abdomen era plano, sinrolliros, ni poncheras ...

Aparté los ojos de la foto y miré mi cuerpo. Lo toqué conasco. De nu~vo crecía y crecía hasta hacerse enorme. Por

primera vez sentí verdadera repulsión de mí misma ...¿Cómo explicado? Era más que asco, era como si de

pronto yo, Denissc, estuviera atrapada dentro de un enor-me tonel de ja lea, .la sensación era viscosa y asfixiante. Lamúsica de fondo que llegaba al centro de aquel horrible

41

Page 21: Dieta de La Muerte

IJI'NI I 1'111 N' I

lugar donde estaba aprisionr ,dél en h vo'/. 1·1111 ·di '0 querepetía: «Así tienes que ser, así tienes que ser, así tienes que

. .ser, solo así puedes ser ... » •

, Nunca antes había tenido tanta conciencia de la «feal-

dad» de mi cuerpo; era un monstruo, el enemigo al quehabía que eliminar a 'como diera lugar. Entonces, <<laver-

dadera Denisse» sería igual a la niñita de la foro.delgada y

feliz y todos estarían tan content?s conmigo. Algo me ar-día en el pecho como si me quemara, no sabía lo que era yme confundía, ahora creo,que estaba experimentando unode los sentimientos más tristes de un ser humano: el odiohacia uno mismo.

Cuando salimos de la consulta vi a mi mamá acongo-

jada, trataba de disimularlo y desviar la atención hacia co~sas triviales, pero fue tanta mi preocupación que me atreví

a preguntarle: «Marni, ¿tienes pena?», Al principio lo negó,trató de sonreír, me hizo cariños y me dijo que todo estaba

bien. Pero su esfuerzo se derrumbó a los pocos segundos.Me abrazó y rompió en llanto.

Nunca la había visto así, ella era una persona de mu-cha fortaleza y ahora estaba frente a mí desbordada, llo-

rando como una niña. Eso me, asustó. Entre sollozos me

pidió que fuera obediente, que por favor me cuidara, queella me amaba, que no quería que nada malo me pasara ...Traté de rranquilizarla y le dije que no se preocupara, quele prometía ser muy obediente, que no llorara más por-que le podía hacer mal al bebé; Conesroúltimo, su llanto

fue más intenso y gimió COI) tanto dolor que llegué a sen-tir su miedo.

Hacía muchos días que mi mamá tenía una acritud ex-

tralla. No era la de siempre, la notaba pensativa, de miradatriste. No me atrevía a preguntar si pasaba algo. Lo único

que entendía era que debía ayudar y no causar problemas.Estaba claro que mi obligación era obedecer al nutriólogo.Una de las grandes preocupaciones de ella siempre fue mihemiparesia, estaba permanentemente alerta a cualquiercosa que pudiera ocurrir. Los doctores le habían dejadoclaro que tenía que bajar de peso, fuera como fuera, por-que, si no, mi cojera iba a ser inevitable y la «amenazaban»

con otro montón de cosas que podían pasarme. Entonces,ya no era solo por mí que tenía que hacer un esfuerzo, tarn-bién se trataba, de la preocupación de mis papás: [tenía queadelgazar!

Una vez que mi mamá se calmó y ya estábamos en di-rección a la casa de la Nari, que me esperaba para estudiar,durante el trayecto mi mamá volvió sobre el tema que [a

afligía. Con voz tranquila y reconfortante me dijo que ha-bía encontrado bonita a la niña de la foto, pero que nocambiaría mi carita por nada del mundo. Al decir esto, apre-tó mi mano con mucho cariño y yo sonreí. También estabamás tranquila, pero sentí que al hablar de la niña de la foto-grafía sus ojos se llenaban de ilusión y que, de alguna for-ma, esos ojos pensativos y tristes se podían alegrar si es queyo lograba parecerrne a ella aunque fuera un poquito.

Tenía que adelgazar, ¡debía hacerlo! Eso borraría lapena y la preocupación de mis seres queridos. [Qué equi-vocada estaba! Si en ese momento hubiera visto el futurohabría sabido que esa determinación que se apoderó de míi

4.~

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I)H H l' t'1I1'N 11'

me \levaría por un can ¡1I0 de dolor, '1\( 'nJlcdad ' IIHpO-

tencla. . .Llegamos a la casa de la Nati y ella hada rato que me

esta ha esperando. Entre comentarios y conversaciones, senos pasó el tiempo volando y cuando vimos el reloj, ya era

tardísimo. Decidimos rápidamente ponernos a estudiar, te-níamos prueba de historia en los próximos días y ese ramo

estaba a cargo de nuestra profesora jefe. Yo no estaba rin-diendo como de costumbre en esa asignatura .•no entendíapor qué, ¡me mataba estudiando! Eso me hacía sentir como

un insecto fácil de aplastar con tan solo un pisotón, muyfrustrada ... No estaba acostumbrada a estudiar sin obte-

ner buenos resultados.La N~ti me decía que no me preocupara porque ya le

iba aagarrár el ritmo a la nueva profesora, pero algo nopermitía que me tranquilizara ante su presencia. Cada vezque sus ojos se posaban en mí, sentía escalofríos. Cuando

me entregaba la prueba, me bloqueaba de tal manera queolvidaba todo lo que había estudiado. Mi reacción era inex-

plicable. Cada vez que teníamos examen de historia estu-diaba el triple que para las otras asignaturas. Aun así; el

bloqueo y el terror a la hora de rendir la prueba eran cada. . .' ,

vez mayores. ¿Qué estaba pasando con rm auroesnrna.

44

La anorexia se declara en mi vida

HABÍAAVANZADOUNPOCO EL AÑO,comenzaba mayo y lanoticia del embarazo de mi mamá estaba confirmada desde

los primeros días de marzo. Ella es una persona de contex-tura delgada, por toque aún pasaba desapercibido y muy

pocas personas se percataban de su estado.Hasta el momento todo iba relativamente bien. Mi

mamá sufría de embarazos complicados y ahora tenía trein-

ta y ocho años, lo que significaba un poco más de riesgo. Sibien no había un mal pronóstico, apenas los típicos cuida-

dos en estos casos, en el aspecto psicológico las cosas no senotaban nada bien, No era solo una percepción mía, puesya no lograba disimular su mirada pensativa y triste. Mu-chas veces lloraba tardes enteras en su pieza. Yo no enten-día nada y cuando me atrevía a preguntarle la respuesta

era siempre la misma: que la dejara sola un rato ..' . Mi tata Ismael, el papá de mi mamá, por un tiempo se

hizo cargo de \Iev'~rme a mis médicos y terapias. Era unmomento irreemplazable para nosotros. Mi abuelito erauna persona muy alegre y noble. Reíamos en el camino, se

45

Page 23: Dieta de La Muerte

ponís orgulloso .on 1l1i.'loJ,\IO, y ¡'I¡ IIH',tl.1 01111111'0(01110

si él mismo fuera un niño,En esas ocasiones me sentía feliz, amparada y amada

tal cual era ... La ternura- y paciencia de mi abuelito conver-

tían esas idas al médico en un rato de paz en mi vida.Pero luego de varias semanas me dijo que, por un tiem-

po, no iba a poder acompañarme. Cuando me dio la noti-

cia, sus ojitos no aguantaron las lágrimas. No quise pre-guntar por qué, solo lo abracé sintiendo su mismo dolor,asentí con la cabeza y traté de darle animo. Le dije que lo

. iba a esperar «en este mismo lugar», lo que lo hizo sonreír

un poco. De todos modos, quedé con mucha pena y pr~-

ocupación, ¿estaría enfermo?Mi papá llegaba en las noches con cara de cansancio.

S~ notaba el esfuerzo que hacía por conservar su habitual

sonrisa y debajo de sus ojos semarcaban sombras que an-tes no le conocía. Aun así, siempre llegaba con algo parami mamá: si no eran flores, unos chocolates o cualquier

detalle que se le ocurriera. Más de una vez vi esas ~ismasflores y regalos en el mueble del pasillo, se notaba que ni

siquiera habían sido tomados en cuenta.Mi papá estaba cada día más triste. Me daba mucho

pesar ver cómo había pasado de su alegría y entusiasmoiniciales por la llegada del nuevo hijo a esa expresión de

desconcierto y pena. Sin embargo, cada mañana, cuando

nos iba a dejar al colegio, ponía una máscara en su rostrotratando de mostrar,se fuerte y optimista. Hablaba en vozalta y bromeaba como siempre ... Pero era evidente que elu-

día el tema y no daba pie para hacer ninguna clase de pre-

gunras con respecto a la situación complicada que estabapasando mi mamá , que era más evidente en la casa a medi-

da que avanzaban las semanas. «Quizá si los ignoramos,si.actuamos como siempre, como si fuéramos una familia fe-

liz, los problemas desaparecerán», es probable que se repi-tiera inconscientemente. No era difícil de entender esta ac-titud, pues nunca este tipo de dificultades habían sido tannotables y pienso que no sabía cómo enfrentadas, preferíapensar-que no existían o apenas decirse: «Ya pasarán». Pero

nunca pasaron ...En esa época, me sentía desorientada. Aparte de perci-

bir a mis papás distanciados, el nutriólogo se ponía cadavez más exigente y esa era una permanente preocupaciónpara ellos, además del motivo cotidiano que yo encontra-ba para seguir odiándome. Muchas veces, en su desespera-ción ante las amenazas del médico, me retaron en forma

muy dura. Creían que si mi peso se estancaba o subía erapor falta de conciencia de mi parte y reprender me con ener-gía sería la mejor manera de lograr que entendiera la gra-

vedad del asunto.En más de una de esas discusiones, mi nana se metió a

opinar. Los ánimos, como era de esperar, estaban muy alre-.rados por lo que el disgusto fue mayor. Mi mamá, con pala-bras muy tajantes, la puso en su lugar y prohibió que meacercara mucho a ella: «Lo justo y necesario», me dijo. La

verdad es que nunca había ganado totalmente su confianza.A pesar de su aparjencia dulce y amable, decía que era una

mala influencia y que por muchos años que llevara con no-son-os, no era de la familia y que no tenía por qué meterse.

I 47

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M ' fui qU(' I.Uldo . (11.1, ""1)' ok N ) 111('di lI('lIt.1

cuándo, pero de un mom .nto a otro y:l no ( 'lila a J1¡tdit':Iquién recurrir.

Por las noches, mi papá llegaba tarde y sin ganas decompartir en familia. Mi mamá, cuyo estado se profundi-zaba, un día de mayo decidió vivir su embarazo lo másaislada posible. Aquella vez, cerró su puerta y no pude en-trar más a su habitación.

Ella no quería verme. No sabía qué le había hecho, mepreguntaba y me preguntaba, pero no encontraba la res-puesta ... En mi mente infantil empezaron a crecer muchas

dudas acerca de mi persona: ¿es que yo era tan mala y fas-tidiosa que mi mamá sentía mucho disgusto al verme?, ¿aca-so mi imposibilidad de adelgazar la hacía sentir tan decep-

cionada que mi sola presencia le causaba angustia? Mu-.cho después supe que, en su estado de depresión y miedo,sentía horribles temores de que la guagua que esperabanaciera con la misma grave enfermedad que yo padecía. El

fantasma de la hemiparesia rondaba su conciencia, le afec-.taba el ánimo y le restaba fuerzas' para enfrentar lo que

viniera. Ella había asumido la carga de mi enfermedad conmucha decisión para sacarme adelante ... Es posible que enese momento sintiera que su fortaleza estaba mermada .y

que no sería capaz de empezar de nuevo.

Siempre había escuchado que en todas las familias lallegada de un nuevo integrante traía alegría, pero en lamía estaba pasandotodo lo contrario. Era como si Ía casa

estuviera apagada, como si una nube negra nos hubieracubierto.

1,/\ 11I1 1'/\ 111 1,/\ MIIIIUI'

Uno d 'esos días, entonces, sin muchas explicaciones,

l1\as bi .n con palabras escogidas y con frases breves, tra-tando de disimular que contenía las lágrimas, mamá meinformó que mi hermana iba a cuidarrne por unos meses y

que yo tenía que hacerle caso y colaborar: «Quedas a car-go de la Carola, por favor sé obediente».

La Carola en ese entonces tenía dieciséis años, esta ban pleno período de adolescencia y además nunca había-

mos cornpatibilizado mucho. Éramos tan diferentes las dos:a mí no me gustaba su forma de actuar y no existía con-

fianza entre nosotras. Sentí terror y no pude controlarme:me puse a llorar. Mi mamá insistió: «Denisse, por favor res-peta mi decisión, no quiero que entres a mi pieza; quizás

ahora no lo entiendas pero cuando grande lo vas a com-, prender». Sus ojos explotaron en llanto, los míos también,

yo le suplicaba: «No, mamita, por favor ... Yo te voy a ha-cer caso en todo, te lo prometo, pero no me dejes solita.Voy a hacer todo lo que diga el nutriólogo, mami, te lojuro. Mamita te lo ruego, por favor no te vayas». En midesesperación caí de rodillas y le abracé las piernas, no la

quería soltar.La Carola se notaba molesta con la situación y me dijo

con energía, tratando de ensayar esta nueva «autoridad»sobre mí: «Denisse, suelta a mamá y obedece, no seas ca-bra chica». Quizá ella también estaba preocupada por laresponsabilidad que debería asumir conmigo, nunca lohabía hecho y probablemente tampoco se sentía capaz.

Por supuesto, no le hice 91S0. Nada me importaba, soloquería seguir teniendo a mi mamá cerca. Ella no podía más

4Y

Page 25: Dieta de La Muerte

qucll()rurysllslll~rilll'/lI.'("Tíllllt'onIO (l. Y{" msohrc mi,

que la abrazaba con todas mis fuerzas, En un 1l101llCIl(Oy ensLÍangustia por terminar con esta situación que la estabadesgarrando, soltó con firmeza mis manos aferradas a suropa, las besó y se encerró rápidamente en su habitación.

Lloré largo rato detrás de esa puerta ... Puerta que nose abriría hasta mucho tiempo después y, aun entonces,no supe comprender lo que ahora veo con más claridad.

Mi mamá, aquella persona cariñosa y luchadora que siem-pre estuvo a mi lado apoyándorne y alentando mi recupe-ración con, valentía y con fuerza, se quebró y no pudo

más. Estaba enferma. La depresión que se declaró en aquelperíodo la mantuvo postrada durante todo el embarazo.

Esta es una dolencia tanto o más terrible que la ano-rexia e igualmente de origen psicológico. ¿Cómo no corn-

prendeda?, ¿acaso iba a culpada, nada menos que yo, quetan bien sé lo que significa el sufrimiento psíquico? No,nunca. Ambas fuimos víctimas de muchas terribles circuns-

tancias y ninguna de nosotras fue responsable por toda lasoledad y dolor que padecimos después.

Lo cierto es que en ese momento fue tanto lo que lloréy tan inmóvil me quedé en su puerta por horas que mis

piernas se acalambraron.Ese día, frente al espacio que mimadre cerraba para mí, por aquellas razones que yo noalcanzaba a entender, sentí por primera vez que nada teníasentido. Estaba vacía,no encontraba el rumbo y ya no es-

taba mi mamá para guiarrne; ¿qué camino debía seguir?

PCllsab¡.lesto mientras trataba de bajar las escaleras conlas piernas entumecidas, cuando de pronto escuché detrás

111111\1)1 I MIIIIIII

de Illí:\ la (::\rola que con vcv/. dura me dijo: "Y;l eSI;\ servida

111 comida , nh, y recuerda que mañana ricncshora con elnutriólogo y no puedes faltar". Yo solo la escllché en silell-

cio, seguí bajando las escaleras y la Carola bajó detrás. -Llegando a la cocina, dije en un tono que ni siquiera

yo me conocía: ,;Voy a comer en mi pieza». Mi voz sonaba

extraña, sin su habitual matiz de dulzura. Con una deter-minación helada, tomé la bandeja con mi cena y me enca-miné hacia la habitación. Por supuesto la Carola me lo pro-hibió y dijo que debía comer en la mesa y muchas cosasmás acerca de egoísmo, caprichos y falta de colaboración ...

Pero no la escuchaba, la veía gesticular y enojarse, perojuro que no la escuchaba. Cuando me cansé, por primeravez en mi vida me atreví a parada en seco: «Quieras o no,

voy a su bir igual».Esa voz retumbó de nuevo en la casa, esa voz fuerte y

sin emoción, tan diferente a la mía. Mi hermana quedó des-concertada, sin duda acusó el cambio y supo que iba en

serio ... Dudó por un segundo pero, ante lo que sintió comouna derrota segura, levantó sus hombros de manera unpoco forzada y dijo: «Haz como quieras. Tú siempre serásla misma inrnadura y desconsiderada ». Si bien estas cosasme las había dicho siempre, esta vez sus palabras sonaronmuy poco convincentes. Algo había cambiado entre noso-

tras, quizás para siempre.Cuando lIegllé a mi dorutirorio me sentí ;lgotada, como

si hubiera corrido Kil(1Il1ctros: [as piernas seguían sin res-

ponderllll', estaban rígidas y adoloridas. Dejé la bandeja,me .icosrc CIl l.i c.rma y ahr;ld: un peluche. Era la primera

'í I

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vez desde que tcuía III '11101 i,\ (Jlll' 110 (.'1>1.111,\ .HlSIO:-.¡1 IOf

comer, Miraba mi cena con indiferencia, la recorría lenrn-

mente y observaba cada alimen,to con extrañeza, como sifuera de piedra o cartón: la ensalada, el pescado, la manza-na, el vaso de bebida lighr. .. Luego, volvía a empezar: la

, ensalada, el pescado de nuevo ... No había respuesta, esta

contemplación me producía cero estímulo.Debo aclarar que, aunque no me gustara la dieta, cuan-

do llega ban Jas horas de las comidas siempre sentía mucha '

hambre. No m~ demoraba nada en vaciar el plato. En carn-, bio ahora era tan raro ... Por más que mirara la bandeja

varias veces, nada me daba ni el más mínimo apetito. Depronto, la extrañeza se convirtió en rechazo. Sentí odio,

asco por ese plato de comida y unas ganas indescriptiblesde eliminado, de hacerlo desaparecer. Quería desahogar-

me de alguna manera por todas las cosas que me estabanpasando yque en ese momento no entendía ni podía corn-' ,

partir con nadie.Como una autómata, me levanté, tomé el plato y, sin

pensar, fui a tirarlo al baño. Vacié la bebida, luego la comi-da, hasta me las arreglé para cortar la fruta y hacerla des-aparecer por el water. Cuando estuvo listo mi «trabajo»,

iimpié todo minuciosamente para ocultar cualquier huellade lo que había hecho. ¿Estaba Jaca? Era como si estuviera

poseída y todo lo que hacía, de algún modo, me lo dictabaesa otra persona que ahora vivía en mí.

Al terminar, mis ojos se fijaron de nuevo en la bandejaahora vacía, y en el baño que estaba como si nada hubiera

ocurrido. Me sentí satisfecha, un tipo de satisfacción dife-

1.1\ 1)111.'1'1\ 1)1'. LA M \/1\1\'1'11,

rente. Estaba más liviana, como si pudiera caminar en elaire y C~)J1 menos pena, con menos rabia. De hecho, esassensaciones desaparecieron ... Esa. noche pude conciliar el

sueño.Pasaron los días y losmeses. Empecé a volverrne una

persona muy solitaria, sin la risa fácil que me caracteriza-bao De mi única amiga, la Nati, también me había alejadomucho. Ya casi no le contaba mis cosas, ¿cómo ser sinceracon ellar, ¿cómo tratar de explicar lo que me estaba pasan-do si ni yo misma lo entendía? Ella notabaalgo raro y tra-

taba de conversar conmigo, de acercarse, pero no había

caso, estaba súper cerrada ..Así fue como de a poco me fui quedando sin amigos.

Debo reconocer que la Natifue la única que luchó hasta elfinal por recuperar y sostener nuestra amistad, pero nopudo frente a un enemigo desconocido ... «¿Qué pasa conla Denisse?», estoy segura de que se preguntaba una y otra·vez con tristeza. Seguramente pensaba que ya no le teníaconfianza y, al final, pese a sus esfuerzos, la relación termi-

nó por debilitarse.De esta etapa también recuerdo lo frustrada que me

sentía por mi bajo rendimiento académico. Nunca meha-bía pasado y tenía pocas armas con qué enfrentado. Amenudo, la Nati trataba de motivarme con palabras dealien~o cuando estudiábamos juntas, pero sus intentos eran

en vano.Una vez, mientras estáhamos sentadas en su cama con-

versando, no aguantó más y me dijo: «Denisse, ¿no te dascuenta lo triste que estoy? Las cosas entre nosotras ya no

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son COIllO eran, E~t¡\lll()s muy distunciudns y '"da día que

pa~a nuestra amistad se deteriora más. ¿He hecho algoque te molestó? ¿H,lS perdido la confianza en mí?". Mepidió que por favor ledijera si ITIC estaba pasando algograve pues cornparriéndola con elln, que me quería tanto,la caiga no sería tan pesada y así prometía ayudarrne enlo que fuere.

Hoy,cuando recuerdo su carita angustiada y su preo-cupación, me cuesta entender cómo en ese momento pudeser tan dura, cómo no me derrumbé arire su calidez y su

sinceridad. Me había convertido en una pared impenetra-ble, no confiaba .ni en mí misma, ni siquiera fui capaz deresponderle una palabra. Tampoco algo que l~ hiciera verlo mucho que 'la quería y lo difícil que era para mí verla ~an

apenada. Así fue, ella no pudo disimular su tristeza y yono

tuve ninguna reacción visible, ni siquiera intenté confortar-la como hubiera hecho en otro tiempo. ¿Es que me había,convertido en un monstruo insensible ante mi mejor ami-ga?, ¿ tan grave era mi secreto, tan inexpresable que estabadispuesta a sacrificar esta hermosa amistad? Por supuesto

, I

que me dolía en el alma ver a la Nati así, pero ese dolorllegaba lejano, como de otra vida y, en ese momcnto.ino

era capaz deexpresarlo. Sentía que, extrañamente, no meestaba permitido revelar mi secreto.

Es importante recordar que, en cierta forma, me sen-

tía, aliviada: había encontradouna 1l1<U1~'ra¡:iellcil!;ly efcc- "riva para canalizar mi rabia, mi tristeza y esas horriblessensaciones que había expcrirnenrado porprimcrn vez enL1S vacaciones.

(t.

1\1 principio pasaba (k tanto en, tanto, cuando no po-

día más, y antes de que llegaran las ganas de escapar y losescalofríos ... Después,'cmpezóahacerse cotidiano: bajabalas escaleras, subía con la bandeja a mi cuarto e iba directa-mente al baño. Si'no lo hacía.no podía conciliar el sueño;

Esa «ceremonia» era mi única forma de desahogo. Ya no

hablaba casi con nadie y me v~lví una persona muy silen-ciosa, pero eso no me molestaba: era indescriptible la sen-

sación' de tranquilidad y raro bienestar que embargabadespués de cumplir mi rito. Tanto fue así que necesité ha-cerlo con más y más frecuencia: primero, una vez al día,

luego, siempre que podía, una y otra vez, hasta perder elcontrol...

La; pocas ocasiones en que debía cenar con mi papá y

la Carola eran una tortura: simplemente sentía que no ibaa logrario. Esos días'eran terribles, ni bien me enteraba de

que habría una cena famili~r no paraba de llorar. Recuer-do que ponía la música a todo volumen y lloraba, lloraba,

lloraba hasta quedar agotada. Quería ami mamá, un besode ella, solo pedía un beso, una caricia, saber que.estabapresente, que volvería a estar conmigo y que había sanado,En el fondo, también deseaba que mi papá notara que algo

no estaba bien, era una actitud contradictoria, porque porotro lado me esforzaba en pasar desapercibida. Todo eraconfuso: tenía conciencia de la situación en la que ellos es-

taban, con la enfermedad de mi mamá y su embarazo, peroyo era una niña y-quería a mi familia de antes y eso~ día adía, se veía más imposible. Entonces, el sentimiento de des-

amparo :y rabia crecía y crecía hasta desbordarrne.

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l~sto ilia d '111:11 '11 P 'O/', Yn uo 11\ ' qucd d)l\1I ex ·wwspara cuando debía comer con mi familia y la sensación deangustia que llegaba después era intolerable. Era preciso

encontrar una solución.Un día de aquellos en que nopude evitar la cena en el

comedor y luego de esforzarrne mucho porque mi actitudpareciera «normal», pedí permiso para retirarme, justo unmomento antes de que ~eme hiciera imposible seguir disi-mulando. Subí rá pidarnentea mi habitaciÓn~ No tenía nin-

.guna idea clara de lo que iba a hacer pero igual, como unaautómata, me dirigí al baño. Me miré en el espejo, estabapálida y demacrada. Pensé que mojándorne la cara se me

quitaría ese malestar, pero fue peor. Sentía como si tuviera

una gran roca en el estómago que se hacía más y más pesa-

da: Estaba transpirando y mis manos temblaban. Tratan-do de contenerme, cerré los puños con fuerza. Entonces,de pronto, fijé la atención ~n mis manos, especialmente enlos nudillos: estaban blancos por la tensión. Seguí mirán-

dolos por míos minutos como si en ellos estuviera escondi-da una clave ... ¿Cuál podía ser? ¿Cuál? Lentamente.cornosiguiendo un dictado, alcé mi mano derecha hasta mi cara

y traté de introducida en mi boca, sentí cómo la piel se esti-raba y la tensión insoportable en las comisura s de los la-bios ... No me dolía, estaba corno anestesiada. Insistí una y

otra vez sin tener conciencia precisa de qué era lo que bus-caba. De pronto, entendí: comenzaron unas fuertes arca-das-que en un dos por tres vaciaron mi estómago. Me sentíaliviada, la piedra ya no estaba allí.

Aquel día descubrí este nuevo recurso para conseguir'

la paz que' necesitaba. Cuando no encontraba la oportuni-dad de deshacerrne de la comida arrojándola en el .báfio,podía echar mano a esta nueva «técnica». No fue tan fácil

aprender sus secretos, al principio tenía que intentado trein-ta veces o más hasta lograr devolver lo comido. Después

fue haciéndose más sencillo. Seguía sin entender por qué lohacía, era consciente de que no era normal, pero no de quefuera una enfermedad. Por.otra parte la sensación de des-ahogo era superior a cualquier temor ... ¿Cómo podía ser', ,

algo malo? Encontré además una motivación extra, el

nutriólogo obtenía los resultados esperados con sus famo-sos tratamientos: por fin adelgazaba. Estábamos teniendoéxito y sus palabras ahora ya no eran duras, solo-expresa-

ban su «satisfacción profesional». Ya no había riesgos decojera ni de otras-enfermedades. El kinesiólogo, por s'u par-te, me felicitaba, decía que estaba más ágil, que los ejerci-cios los hacía con mayor velocidad yeso nos permitiríaavan-

• l,' , •

, zar más rápido: ¿Cuál era el lado negativo de algo que solo.. ,'! -Ós-Ó: .

despertaba comentarios positivos en los dem~s.y'a mí me ''" .' I

hacía sentir mejor? .Lo Cierto es que ese año terminé con calificaciones muy

bajas en relación con lo que era mi nivel de siempre. Con laN~~i yaéstábamos definitivamente distanciadas: ella tehía

otro gru~o de amigos y rara vez intentaba de nuevo sacarmede mi aislainÍento. Ha bía terminado por aceptarlo. En el co-

legio casi no compartía con nadie, no tenía grupo para hacerlos trabajos y me sentaba sola. Mis compañeros ni siquiera

se acercaban a hacerme U;1<l pre!7unta porque ya no e~~con-siderada la buena alumna de siempre. Pasaba sola los re-

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creos eseu 'han do musi '11 '1II1li p<,r iouul, '1\ l. snln, lIO t míavoluntad para salir al patio. Había creado mi propio univer-so y, si bien no era feliz, al menos parecía un lugar seguro.

A fin de ese año, mi 'mamá dio a luz un hornbreciroprecioso. Mi papá no podía más de la felicidad y, si bien miella seguía viéndose pensativa y triste, todos confiábamos

en que las cosas mejorarían para todos. A mi hermanito lepusieron Benjamín. Era hermoso, tan chiquitito, tan inde-fenso ... El miedo más grande de mi mamá -' y aunque nunca

lo confesé, el mío también- era que heredara mi enferme-dad, pero gracias a Dios nació saniro. Podíamos respirar tran-

quilos, Benjamín no tendría que pasar por lo mismo que yo.Ese verano se dedicó al Benja, quien se convirtió rápi-

damente en el centro de atención, Es que era una guagüita

tan hermosa, inteligente y despierta que nos llenaba de ale-gría a todos. De a poco mi mamá se iba restableciendo,cada día que pasaba se la veía mejor. Sin embargo, aquellaque había cerrado la 'puerta no había vuelto a salir paramí. Pero estaba el Benja que había llenado nuevamente de

luz mi casa. Por ese lado, la angustia había disminuido bas-

tante, pero era habitual para mí inrroducirrne los nudillosen la garganta y botar la comida en el baño. Formaba par-te de mi vida cotidiana.

Otra novedad en mi comportamiento era que me ha-

bía habituado a mirarme al espejo. Antes, mi cuerpo no mellamaba la atención y rara vez lo consideraba, ahora se ha-bía convertido, poco a poco, en un foco de interés, Mi ab-domen cada vez se parecía más al' de aquella niña de la

fotografía. Claro que aún me faltaba mucho para ser como

el la ... Por lo mt:JlOS,TSOcreía yo. 'Iodn v ía Ill"l' ~CIltÜgorda.Si bien era cóns¡jt:nte d~' ljüc"hahía rncjórado'[ aún meeri-

contraba lejos de estar conforme con la imagen que me de-

volvía el espejo.Ese verano fue el primero en que no usé traje de baño.

A todos les llamó la atención pero inventé rápidamente unaexcusa: dije que me había entrado la pretensión y que elagua ya no me gustaba tanto como antes. Ninguno quedó

muy c~nvencido de semejante cambio y me insistieron al-gunas veces para que disfrutara del agua y del sol, peroesos meses pasaron volando y terminaron por nodarle altema demasiada importancia.

Mi mamá ya estaba mejor y había retornado de a pocosu vida normal. .. Seguía en tratamiento y se notaba queprogresaba día a día. Ella intentaba volver a ser la mismade antes pero la relación entre nosotras solo era un lindo

recuerdo. Las dos habíamos cambiado.Un día, mientras lavábamos la loza juntas, de pronto

se detuvo y fijó su mirada en mis manos. Sin duda habíanotado mis nudillos muy rojizos e irritados. «¿Qué le pasa

a tus manos, Denisse?», me preguntó preocupada. «¿Seráuna reacción alérgica? Déjame ver ... », Primero evadí la pre-

gunta, retiré mis manos rápidamente y luego traté de con-testar con la mayor naturalidad que pude: «No es nada,mamá, me raspé con unas piedras». Ella me miró con ojosde desconfianza. «fue hoy, en la clase de gimnasia », dije

intentando sin é~ito insinuarlc que no k daba importan-cia , Pero na da de lo que hice o dije p¡Ha ocultar la verdad

logró convencer a mi mamá.: '

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"A partir ti' .ruonc 's nnp ''1.<> a ohse vnuue Jll:'S d . lo

normal, estaba atenta a todas mis reacciones. Evidcrucmcn-

te, todavía no se explicaba qué era lo que pasaba, perome daba él entender que sabía que.algo estaba fuera de lanormalidad, que por más que hiciera esfuerzos por de-

mostrar lo contrario.' yo ya no era la misma de antes. «Hija,casi no hablas, no escucho tu risa por la casa, ¿po~ quéesa carita?», me decía mirándorne a los ojos. Otras veces

comentaba con mí papá frente a mí que yo estaba en mimundo, que me veía muy aislada ... «Denisse, no te juntas

con nadie, ¿no vas más a la casa de la Nati?», Yo respon-día con evasivas, repitiendo una y otra vez que solo eran

ideas de ella.Llegó marzo. Mi mamá no esta ba dispuesta a seguir

aceptando mis respuestas. Me llevó a una doctora nuevaque nunca había visto en mi vida. Era muy diferente a to-dos los médicos a los que estaba acostumbrada. Cuandoentré en su consulta, me sentó en un sillón, me pidió queme sintiera cómoda y me empezó a hacer preguntas. Tenía

mucho miedo de que descubriera I1J.isecreto y debo deci;que no le' facilité mucho la tarea. Empecé a ir todas las se-

manas, yo nunca sabía bien adónde apuntaban sus inda-

gaciones y me limitaba a estar sentada, mirar para otro ladoy contestar «sí'» o «no». Así transcurrieron seis meses sin

hacer demasiados avances en ningún sentido.Un día, después de una de nuestras habituales «con-

versaciones» me dijo que la próxima vez viniera con mis

padres, que quería hablar con ellos.Esa semana estuve particularmente nerviosa e irrita-

da, 11\(.' preguntaha qué esta ría pasando, que tcndr ia esadoctora que decides a mis padres, ¿sc descubriría todo?

(;1.\;111(.10 IlJcgamos a la consulta, hizo pasar a mis pa-

pás y quedé sola en la sala de espera. Transpiraba y tenía elcorazón agitado, no podía qucdarme quieta. Tomaba unarevista, luego otra y trataba de distraerrne pero no lo logra-ba, en mi cabeza solo había un interrogante que me ator-mentaba: ¿qué estaría pasando detrás de esa puerta?

Después de ese rato, que me pareció un siglo, escuchésonar el intercomunicador y me sobresalté. La secretariacontestó y mientras clavaba los ojos en mí, dijo: «Sí, docto-

ra, ~erfecto, la hago pasar». Colgó, terminó de escribir algoy se dirigió a mí con indiferencia: «La doctora dice quepuede pasar».

Lo que vi al entrar en la consulta me golpeó en el cora-zón. Las caras de mis papás estaban demacradas y sin co-lor. Mi mamá bajaba los ojos y mi papá se concentraba enmirar la ventana. Su expresión era de profunda preocupa-ción. Me sentí asustada. Nada búe~o estaba pasando.

La doctora, la única que aparentaba dominar la situa-ción, me pidió que me sentara en el sofá. Después empezóa decir millones de cosas que no entendía. Sonaba un tor-bellino de palabras en mi cabeza. Mi cara debía expresarmucha pena y desconcierto. Sabía que algo ra,ro me estabasucediendo, pero ¿podía ser tan grave? Finalmente, sin ha-cer ninguna pregunta porque tenía apretada la garganta,

pude entender que su fría una depr~sión y, como consecuen-cia, una enfermedad llamada anorexia y bulin';ia, en un

grado ya 111U Y avanzado.

(,\ ·*VIP*·Wuaton Fest

Page 31: Dieta de La Muerte

L do I( ,'1 iJ ¡ rió u 1\1' • n 1111,\ l'lI ~'llIl .<1Id \1111.1"

mente complicada y riesgosa. Yo JlO entendía J11U .ho, ¿quéera la anorexia?, ¿qué es lo q~e era tan riesgosoj , ¿teníaque ver con que estaba triste y sin-ganas de hablar con na-

dier, ¿con los vómitos?Trataba de 'encontrar la mirada de mis papás buscan-

do explicaciones más sencillas, que me,hicieran sentido ...

Era la primera vez en mi vida que escuchaba las palabras

anorexia y bulimia. En ese momento no podía imaginarme

cuánto tiempo más me acompañarían.

El comienzo de un largo camino

Los SIGUIENTES MESES SE FUERON volando y no puedorecordar detalles, lo único que tengo claro es que todo eramonótono y extenuante. De tanto ir a sentarme a ese sillón

finalmente supe que la doctora era una psiquiatra y supetambién que le encantaban las farmacias, porque cada vez

que iba a la consulta me agregaba un remedio nuevo.Allí estaba yo, dos veces por semana, en sesiones que

se alargaban hasta dos horas. Las preguntas no eran muyvariadas: ¿cómo has estado?, ¿cómo has dormido?, ¿cómote sentiste con esta medicación?, ¿has andado muy sornno-lienta? Esa última pregunta era la única en que me expla-yaba un poco. Los remedios me andaban trayendo atonta-da, casi lo único que hacía era dormir y se lo decía, pero

ella se limitaba a hacer algunas anotaciones más y a empe-zar de nuevo con un monólogo al que yo no encontraba

ningún sentido.H,~hía dejado mis antiguas terapias y visitas al kinc-

si'ólogo. Me pesaban dos veces por semana pero y;l no eraunnurriólogo el que me veía sino miles, que me hacían cx.i-

Page 32: Dieta de La Muerte

IlICIll'S ti ' sau!!,r ' por lo menos tina v ''1. .\1 111(,':-.. 1':1 11111 '0

consuelo era (jlle ya 110 tenía que soporrarlc la C,U,l al otro

doctor. Me cambiaron el sraff médico por l') que trabajaba

con mi psiquiatra, pero para el caso daba lo mismo ... Las

advertencias iban y venían igual, solo que ahora era al re-

vés, ahora querían que comiera, que me alimentara con

todo eso que me habían prohibido dura'nfe años. No lo-

graba entender nada, esta nueva situación me generaba mu-

cha confusión: toda mi niñez crecí con un discurso y ahora

daba un giro de ciento ochenta grados.

Nadie 'se había acercado a explicarme bien lo que me

estabapasando, solo se limitaban a la palabra «anorexia»

y repetían eso dé «trastornos alimenticios» y otras cosas

que para mí tenían un sentido muy vago. ¿Qué era lo que

estaba viviendo en realidad? Mis papás se veían muy asus-

tados.

En ese entonces pesaba 48 kilos. No era un peso tan

bajo ni tan anoréxico, como decían ellos, pero igual, por

mi avanzada bulimia, mi potasio sufría altas y bajas yeso

les preocupaba muchísimo. Me controlaban las veinticua-

tro horas del día, sobre todo en el baño. La amenaza era

inrernarrne y obviamente yo no quería eso ... En realidad,

no sabía ni lo que quería.

Las relaciones con mi familia esta ban más y n1<1Sdete-

rioradas, las peleas con mis papás eran frecuentes. Ellos uo

encontraban la forma de encauzar-sus emociones cOllllligú

y vivíamos en una incomprensión mutua que nos an¡..',us-

tia ha a todos. Quería n vcrme bien y sa na pero yo svn tía

lJUC ellos, de ,llgún modo, creían que esto era a propósito.

Con L1 (:<11'01:1, ni hablar ... nuestra COJl1LlIliUKiún no podía

ser peor. Yo pensaba que todo lo utilizaba para perjudicar-

me, así que casi no cruzábamos palabra y cuando lo hacía-

mos era pan} discutir.

Llegó diciembre y mi hcrmanaegrcsaba de cuarto me-

dio. En mi casa estaban todos muy emocionados Con los

preparativos. Por supuesto, yo debería asistir pm un vesti-

do adecuado ... Me obligaron a comprar uno que a mí no.

me gustaba nada. Era muy ceñido al cuerpo y rehusé po-

nérrnelo. Siempre usaba ropa más bien holgada y ese vesti-

do era un calvario. Me miraba al espejo y veía cómo se me

salían los rollos por todas partes, las piernas gord~s, la gua-

ta ... Todos' me decían que estaba viendo visiones o inven-

tando ... Lloraba de impotencia ante esa imagen y trataba

de encontrar una nueva forma de adelgazar sin qL!C se die-

ran cuenta.

Alcontrario de lo que pasaba antes, ahora les preocu-

paba mucho que comiera, pero las cosas habían cambiado

demasiado: comer ya no era un placer sino un martirio, no

solo porque pensaba que engordaba al hacerlo, sino por-

que la comida me removía una serie de sentimientos que

quería eliminar de mí. Me sentía débil, frágil, con una tris-

teza que no era capaz de controlar; volvían a mí las mismas

sensaciones de rabia y pena que sentía en un comienzo y

, que después se hacían cada vez más constantes. Solo que

a hora no tenía cómo dcsa hoga rrne, esta ba rora lmen te con-

trolada y si lloraba mucho lo atribuían a mi fuerte depre-

sión y, por indicaciones de la psiquiatra, eso.se resolvía con

un calmante extra. Lo único que hacía era dormir y dor-

Page 33: Dieta de La Muerte

luir, p oro cuando I 'SI ' iubu v« Iv a 1111:\ /, '11/'.\ ir 11 k va 'ío

igualo más grande que antes. Entonces, llegaba otro cal- .mante y así sucesivamente. Mis papás obedecían a la psi-quiatra, se suponía que «controlaban mi angustia», peroera un círculo vicioso horrible: llorar, dormir, 1I0r;)[,dormir

y, al despertar, sentir la soledad que me miraba de frente.En el colegio ya no conversaba con nadie, el aislamiento

se ha bía ido acentuando. La Nati era como Una desconocí-

da;,mucho tiempo atrás dejó de insistir conmigo y fue for-mando otro grupo de amistades. Yo aparentaba indiferen-

. cia y actuaba siempre como si no me importase, quería ver-

me fuerte frente al mundo, pero lo cierto es ql;leextrañabamucho a la Nari, contarle mis cosas, escuchar sus conse-.

. jos ... Ahora entendía que todo hubiera sido más fácil con

ella cerca, pero ya era demasiado tarde.Ese verano logré recuperarme bastante físicamente y

en marzo ingresé a otro colegio ..SiI1dudas mis papás pen-saron que era una forma de comenzar de nuevo. Por mi.·

parte, no tenía ningún interés, prefería quedarme en mi pie-za escribiendo o no hacer nada. No sentía ninguna moti-vación. Al comienzo de clases pesaba 54 kilos, era alta para

mis casi trece años, medía 1,65 metros, mi peso aparente-mente estaba estabilizado, mis exámenes arrojaban bue-nos resultados. Todo parecía mejorary mi familia confiabaen que ya estábamos en buen camino. Yo en cambio me, ,miraba al espejo y lloraba, me desesperaba ver mi cuerpo,aún más después de una discusión con mis papás. En esos

momentos me sentía gorda, pesada, y la vieja sensación de

angustia regresaba cada vez con más fuerza.

66

l ) .nrro de mí había 11 ucha rabia, una rabia que IlO me

explicaba; en consecuencia me volví muy agresiva y ahora

las peleas ~ra.n consranrc«. M~ sentía como si no formara. ,parte dé mi familia.

Por ~tro lado, la relación de mis papás con mi herma-na era cada día mejor, ella había comenzado a estudiar pe-

riodismo en la universidad y todo iba de maravilla, ¿Cómopodría resistir esa comparación? Qué decir dcl Beuja, él erala luz de la casa, incluso lamía, aunque no lo confesaba.Era tan hermoso y tan dulce ... En cambio yo, el patito feo,

la señorita problema, la única nota discordante en la ar-monía del hogar. ¿Quién estaba dé más en ese perfecto cua-

dro de familia feliz? La respuesta sonaba en mi cabeza como

·una campanada.

Page 34: Dieta de La Muerte

Volviendo a vivir

EL PRIMER. MES DE CLASES en el nuevo colegio fue un de-sastre, no conocía a nadie y las cosas me resultaban muyajenas. Estaba segura de caer le mal a todo el rnundo por-que casi nadie me hablaba. Me sentía retraída, escondida

dentro de mí misma. Los recreos los pasaba sentada en el

asiento escribiendo una que otra cosa.Lo único que disfrutaba era la clase de lenguaje. A mi

profesora le gustaba mucho cómo escribía ya menudo mehizo leer.mis redacciones frente a todos. Así, despacito, al-

gunas compañeras empezaron a interesarse en mí, a acer-carse y conversar. Como era una persona naturalmente

dulce y de buen carácter, de a poco comencé a ablandar micaparazón y, después de un tiempo, las cosas empezaron a

cambiar, me fui adaptando y, casi sin darme cuenta, de nuevome encontraba rodeada de amigos.

A menudo mis compañeros venían a visitarrne, hacía-

mos reuniones y fiestas en las que nos divertíamos muchísi-mo: También salía bastante. Hacía tanto que no lo pasababien que empecé a experimentar una nueva vitalidad y ga-nas de salir adelante.

... '

Page 35: Dieta de La Muerte

.asi todos los lío llegab 11 mi ';\ '¡\ In 1 nni y lu javi,ellas eran mis dos mejores amigas, sabían mi historia ... En

realidad, no con muchos detall~s porque nunca quise con-tarles todo, quizá para no tener que remover sentimientos

demasiado profundos, pero lo importante era que la pala-bra «confianza» estaba de nuevo presente enrnivocabula-

do. Las risas y carcajadas regresaron, volvía a ser la niñaalegre, dulce, tierna y con iniciativa que había sido. Me es-

. .taba sintiendo viva otra vez.

Además, con mis amigas nos juntábamos casi todas

las tardes y comíamos papas fritas y c~ocolates como ado-lescentes normales, La anorexia parecía ser solo un rna

recuerdo. Ya no vomitaba e iba poco a la psiquiatra, mha bían suspendido los remedios casi por completo, por loque retorné rápidamente el nivel académico al que estaba

acostumbrada. Las cosas no podían estar mejor, experimen-taba la felicidad de respirar todos Íos días, la felicidad de

tener de regreso a la Denisse que yo conocía, a la que que:'

ría ser. .. Estaba de nuevo aquí y guiaba mis propios pasos.Fue como a mediados de mayo cuando mi papá citó a

toda la familia a un restaurante. No era extraño, ya que a. menudo salíamos a comer afuera, lo único que salía de lo.común era que se trataba de un día de semana: un miérco-

les. ¿Tendría algo que decimos?Si bien era cierto que la comunicación con mis padres

estaba mejor, aún no se podía comparar con nuestra anti-gua relación. La confianza se había-perdido, no sentía sufi-

ciente cercanía con mi papá como para preguntarle direc-tamente por la extraña cita a cenar, así que me di por ente-

\\

r:\dn y procuré estar lista a la hora convenida. Ya me ente-

raría de qué se rraraba.En el resrauranrerambién opté por quedarrne callada"

en realidad ya no hablaba mucho con ellos. No es que fue-ra desagradable, la etapa de los retos y las recriminaciones

aparentemente estaba ,superada, sin embargo había perdi-do el tema de conversación con ellos. Me dediqué a escu-char. Carota hablaba de la universidad, mi mamá compar-tía alguna última gracia del Benja y así transcurrió toda la

comida. Cuando llegó el momento del postre, mi papá, lue-go de un silencio tenso, puso una carpeta azul sobre la mesa.No sabía qué pasaba pero presentía algo extraño. Despuésde hacer muchos intentos, buscando las pala bras adecua-

das, finalmente sucumbió ante la forma más simple y lodijo tal como le nació: "Dentro' de dos meses nos vamos a

vivir a Costa Rica».Mi mamá ya estaba enterada, esta comida era más bien

para informarnos la noticia a nosotras. Quedé como atur-

dida, tratando de ordenar mis emociones. Hubo un silen-cio interminable, los segundos se hicieron eternos, hasta

que la Caro rompió en llanto y replicó fuertemente que ellano se quería ir, Mis papás estuvieron un buen rato tratan-

do de tranquilizada hasta que lo lograron.Mientras tanto, yo 1.10 conseguía digerir la idea, estaba

" tan sumergida en mis pensamientos ... Empecé a escuchar .'

desde la nada un sonido que, después de varios intentos,, '

logré identificar corno la voz de mi pa pá que me decía,mientras me mir~ha cxpcctanre: «¿Qué piensas Denisse, quéopinas?». Yo no sabía lo que sentía, menos iba a saber lo

71

Page 36: Dieta de La Muerte

q re opiunl l. M, h ,h VII ,11) 1\ ¡lit )V 'Itld \ Y ier nd \ 'un

ellos y con todo lo relacionado on mis sentimientos más 'pro-

fundos, que solo atiné a balbucear: «Lo que ustedes digan».Sabía que mi papá viajaba para allá constantemente y

que ese ir y venirera muy agotador para él. Entonces, parano darle más vueltas al asunto ni ponerme a.pensar dema-

siado en lo que perdía, me aferré a ese argumento y les dijeque contaran conmigo. Además era un gran logro laboral

y teníamos que apoyado. Mi hermana, si bien fue la másreacia, tuvo que terminar acostumbrándose a la idea. Fi-

nalmente, todos hicimos un brindis por nuestra futura nue-

va vida. . . . .. Esos dos meses pasaron volando, apenas tuve tiempo

para hacer las cosas justas y necesarias. Mis nuevas amigasquedaron muy tristes al saber la noticia, así que se propu-sieron hacermeinolvidable el tiempo que faltaba para mipartida ... Yo, si bien parecía feliz, en el fondo también es-

taba muy triste y asustada pues la soledad se acercaba cadavez más.

La Dani y la Javi siempre me sorprendían con algonuevo. Por ejemplo, una semana antes de irme, me organi-zaron una fiesta de despedida sorpresa. Fue muy emocio-

nante: sin que me diera cuenta grabaron un video dondetodos me enviaron un mensaje. El último día en que yoasistía a clases me lo entregaron con unas palabras hermo-sas y sinceras, y me recomendaron que lo viera cuando yaestuviera instalada en mi nuevo hogar. Sabía que nunca las

ih;l :1 olvidar y que las extrañaría mucho. lodo culminóentre abrazos y lágrimas, lo poco que quedaba del día nos

72 '

1,/\ 111101'/\ 1)1' 1,/\ MIlI'U 1'1'

de Iicaruos a divertimos sacando forografias, molestando

a los profcs y aprovechando la excusa de rni viaje para per-

I '.1 1 'I,L v ,eer'ca si todas as cases.

Como a la mariana siguiente partiríamos muy rempra-

no, debía aprovechar para despedirrne de cada una de ellas

pues no volvería a verlas hasta, quizá, un incierto regreso a

Chile en el fururo. Pero mis amigas me tenían reservada

otra sorpresa: al llegar al aeropuerto, estaban todas ahí con

pancartas y ea rrcles. ¡No lo podía creer, era n las seis de la

mañana y estaban esperándome! Entre risas y emoción, me

contaron que se habían puesto de acuerdo para pasar lanoche allí mismo. No tenía palabras para agradecerles el

· gesto, me sentía una persona querida, importante, ¡cuán-

tas molestias se habían tomado por mí! Dios mío, me que-

rían por lo que era, no por cómo me veía .. : Me valoraban

de verdad. Cuando llegó el momento del abrazo fina I 11<:

pude contener las lágrimas. Me sentí muy conmovida y

agradecida por todo. Creo que ellas nunca dimensionaron

· cuánto Ilegarou a ayudarrne.

Recién cuando pasé por Policía Internacional me di

cuenta de lo que realmente estaba sucediendo, ¿Qué signi-

ficaría este cambio en la reconstrucción de mi vida que ha-

bía comenzado con tanto esfuerzo en el nuevo colegio? No

·sentía que fuera muy prornisorio y me llené de incertidum-

bre y temor. De golpe salí de aquel estado de irrealidad en

que estuve inmcrsa desde I~ noche en que supe 1<1 noticia

de nuestra partida. La soledad regresaba COI1)O atraída por

UIl imán y el tanrnsm.¡ de la anorexia volvía a dibujarse en

mi horizonte.,

Page 37: Dieta de La Muerte

Laanorexia toca mi puerta,ahora en tierras lejanas

LLEGAMOS A COSTA RICA UN VIERNES por la tarde, no ha-

bía tiempo ese día para iniciar los trámites legales corres-

pondientes. Además, como oscurece muy temprano, todas

las actividades comienzan y terminan antes. No nos pre-

ocupamos mayormente, tendríamos que esperar hasta el

lunes y aprovechar el fin de semana para aclimararnos. '

Nos insta lamas en un hotel precioso, lleno de lujos y

comodidades. Mis papás tenían su habitación, y yo, como

no tenía buena relación con la Carola, opté por no dormir

con ella y compartir la pieza con el Benja.

Las primeras semanas se pasaron entre diligencias y

papeleos. Mi mamá fue la encargada de afinar cada míni-

mo detalle de la casa adonde íbamos a vivir. Mi padre pasó

bastante tiempo conociendo sus nuevas oficinas e inrerio-

rizándose de sus responsabilidadeslaborales.

De nuevo se hizo parenrc.la diferencia entre la Carola

y yo. Ella, que era yse scntín una joven a tracriva , saca ha

su ITlCjOf hik ini y pasaba tardes enteras bronceándose en

7)

Page 38: Dieta de La Muerte

la piscina d ,1hutv], mi utrn quv yo o 111 ib 1 II'¡ tic,r.lpO

libre escuchando músi a, leyendo o escribiendo 'n mi ha-bitación.

Pasaron los días y todo se fue organizando, prontoterminaría esta etapa de tránsito e instalación y retorna-

. ríamos nuestro ritmo de vida habitual. Ya me tenían hasta

colegio elegido; mi único pedido al respecto fue que, ojalá,se tratara de un colegio sencillo, pequeñito, en lo posible

acogedor. Nunca me gustaron las cosas grandes, conmu-cha parafernalia, porque terminaban por intimidarme yhacerme sentir incómoda. La Carola, en cambio, por. su-puesto que quería ir a la mejor universidad. Bueno, ellasiempre fue de gustos muy finos y exigentes, y mis papás

la consentían en todo. En' fin, pensaba yo, cada una en lo

suyo.Sin embargo, cuando llegó el primer día de clases, me

encontré con algo totalmente inesperado: un colegio mo-derno, inmenso, muy al estilo americano, en el que, por lo

menos a simple vista, había más de mil personas.Me sentí perdida, no simpaticé con nadie, las horas se

me hacían eternas, me desorientaba en los pasillos ... El des-concierto dio paso al enojo: [estaba enfurecida!A mí, queno había puesto ningún problema para irme, lo único que

había pedido nome lo habían concedido.Ellos no tenían ni idea de lo que significó para mí

dejar Chile en esos momentos. De hecho, aunque creo queno les hubiera contado, nunca me preguntaron directa-

. mente lo que sentía con el cambio ... Quizá fue porque

vieron que aceptaba sin oponer resistencia y pensaron que

lile d:d);1 lo IIlislIlO. 1,;, ~:OS;les que el rema de mis cmocio-

11 ·s, respecto del gran cambio de vida, no se tocó m.i s has-

ra aquel día (;0 que llegué al hord después de conocer minuevo colegio.

Subí inmediatamente a la habitación de mi mamá, dis-cutimos muy fuerte, le reclamé que no hubiera respetadomi decisión. Ella trató de cerrar el rema diciendo con ener-

gía: «M,ira, Denisse, basta ya, nosotros somos tus papás y

punto; nosotros decidimos lo que es mejor para ti, ademásrienes que saber que pertenecemos a una clase imporranre

de personas en este país: no puedes estar en cualquier cole-gio». No daba crédito a lo que mis oídos escuchaban. ¡Quéme importaba adónde pertenecíamos! Para mí la gente novalía por eso. Le contesté groseramente que ni amarradavolvía a ese colegio. Ella dijo que era claro que estaba vol-

viendo a necesitar rnedicamenros, que desde hacía tiempome notaba deprimida y agresiva: «Mañana mismo vamosa ir al mejor psiquiatra que me recornienden ».

Me enfurecí, sentía que un simple pedido de comodi-dad y adaptación, una cosa sencilla como estar en un am-

biente pequeño y agradable, estaba derivando en a 10-0 te-~, rrible. La impotencia, la -angusria me cerraron la garganta

y respondí con violencia: « ¡No voy a ir a ninguna parte![Tú no tienes idea delo que me pasa y tampoco re inrere-sa!». Salí enfurecida y di UJl portazo.

Luego, en mi habiración, me tiré en la cama y soloquería llorar, ncccsira h.i dcsahog;urne, sentía una mezcla

de sentimientos encontrados, pero lo que más lúe' arormcn-.ra ha era el dolor. Un dolor que me consumía por d'~nrro:

I77

Page 39: Dieta de La Muerte

01,<.11<1 Y"tt b I volví 'lIdo \ s '1111. , i mitristeza de los años arueriores,

En realidad, una parte delo que decía mi mamá eracierto: hacía varios días que venía sintiéndome extraña, solo

que no quería darle importancia. Trataba de contenerrneporque, a diferencia de antes, ahora sí sabía en lo que po-

día volver a caer. Tenía que cuidarme, trataba de conrro-larme al máximo pero ese día, con el asunto del colegio,

exploté. Sencillamente no pude rnás y, después de meses de

no hacerlo, volví a vomitar. Me inundó la mi~ma sensaciónde alivio que antes, pero ahora era diferente ... Ahora era

consciente de que lo que venía no era nada bueno.Me senté frente al espejo del baño y, al verme,.de nuevo

rompí en llanto. Lloré mucho, mucho, hacía tiempo que no. , .me permitía llorar tanto. Millones de pensamientos giraban

en mi cabeza, pero solo lograba hacerme una pregunta ...De pronto, me paré y como una autómata lavé mi cara y

dejé la toalla junto al lavatorio. Luego levanté la vista y denuevo apareció mi imagen: ¿quién era esa desconocida queme miraba con los ojos hinchados y alicaídos? Tenía el ros-

tro característico de quien ha vomitado recién, ese que yoconocía tanto: congestionado, demacrado ... Me forcé amirado fijamente, las lágrimas seguían corriendo pero ya

no estaba llorando, entonces me pregunté en voz alta: «¿Porqué hago esto?, ¿por qué?, no es normal... ¿Dios mío, qué

me pasa? ¿Por qué me hago estas cosas?».Seguí así un buen rato-hasta que empecé a llorar. Llo-

raba cada vez más fuerte, seguía frente al espejo y veía cómomi rostro se convulsionaba. El llanto se transformó en gri·

W. Fswh,l I idicnclo a yud a. por prirncrn v ''1.qll~rí<\ qll~ ~ll-

guicn CSCllCh.:U<.l, quc ;llguien Ilcgar;'~;l (.'S:l habitación y me

viera, me viera profurula me ntc, que me ;lyod<lra. Quería

un abrazo, quería que me dijeran que todo iba a estar bien.

Aunque fuese mentira, era lo que neccsiraba escuchar en

esos 11l011l<.:1l ros.Pero pasaron y pasaron los minutos y nadie, nunca,

abrió esa puerta. Me arrastré por L.l pared del bañ'o con

resignación, cubrí mi rostro con una toalla y continué llo-

rando, ahora en silencio, enroscada en el piso como unanimalito, así me sentía: corno un pobre animalito acorra-

lado. Pasé un largo raro en esa posición y, de pronto, comosi hubiera recibido uri golpe eléctrico, me paré y me dirigíal frigobar. Lo vacié en cosa de minutos: chocolates, papas

fritas. bebidas, golosinas y galletas. Comía como si se fuera

a acabar el mundo y no podía parar.Súbitamente llegó un insranre de lucidez en que me di

. .

cuenta de lo que estaba haciendo. Me miré de nuevo, esta

vez en el espejo de cuerpo entero que había en la habita-ción. Lo que vi me aterrorizó: estaba hecha una vaca, miabdomen era enorme, mi cara parecía una luna ... Dios mío,

no podía creer ~Jueme hubiera metido toda esa comida enel cuerpo. Corrí al baño, las náuseas vinieron solas, ya ni

siquiera tenía que provocadas: devolví todo el atraque de

comida sin el menor esfuerzo.Luego me paré, de nuevo me lavé la cara y los dientes,

y me volví a mirar a l espejo; no me gusraba nada lo queveía y me pregunté en VOl. alta: «¿Dcnisse, en qué te csr;ls, "convirricndo?». No obtuve respuesta.

7')

-

Page 40: Dieta de La Muerte

Sil lcl buño lit' '111('1.1('1,. Y UlII(, '11 IIprilll,ll-. '11

los ojos, 111(: tire '111u (;. I11Q para trnrnr de do mil', M 's 'Iltí"

pésimo, mi estómago había quedado delicado y me costóun largo rato poder conciliar el sueño. Finalmenre el es-

fuerzo y el llanto hicieron lo suyo y los ojos empezaron acerrarse.

Durante ese sueño desapacible, mantuve todo el tiem-po la conciencia de que había perdido el control, tenía pe-

sadillas y me revolvía angustiada en la cama. Sabía que

ahora era demasiado tarde, acavava de arrojar por la bor-da todos los esfuerzos realizados, todo lo adelantado en el

camino de mi recuperación estaba perdido y me enconrra-bade nuevo en el punto de partida. Por si eso fuera poco,

ahora no estaban ni la Dani ni la Javi, nadie a quién acudirni en quién refugiarrne: estaba sola yeso me asust~bá mu-cho. Pedía ayuda a gritos, pero nadie escuchaba.

Al otro día, a pesar de las peleas y discusiones con mispadres, tuve que ir a la famosa psiquiatra que les habíanrecomendado.

A pesar de todo, cuando estábamos en' la sala de espe-ra, se apoderó de mí una sensación de esperanza. Me dije:«Quizás ella me pueda ayudar, quizás ella sea la respuestaa'mi soledad». Cuando me llamaron, entré con toda la dis-

posición de ser lo más abierta posible, es decir, no trataríade disimular mis problemas e intentaría conseguir la ayuda

que sabía que necesitaba. Tanta era mi desesperación, queen el mismo momento enque traspasé el umbral de la con-sulta, sin poder pronunciar palabra y obviando las presen-taciones, me puse a llora r. Las lágrimas que se ha bían acu-

80

'lllll:Hlo CI) 11 ' , III garg¡lIl1a y en nu pl'l:)() ahora s;llíall COII

toda libertad. Hada f¡lIHO que no llora ha con nadie ... Sen-tía que esta era la oporrunidaJ de cxprcsarm.-, que llorar

era una forma .mis sana, menos dcsrrucriva de Jcsahogar-me, que me haría bien y, tal vez, me ayudaría a superar laenfermedad y que lo de la noche a nrer ior pasaría a ser unepisodio aislado y, entonces, podría rcrorna r mi proceso derecuperación.

La psiquiarra me miró, acercó unos pafiueloshaci., mí,escribió un par de lineas en un cuaderno y, después de unosminutos, dijo: «Si sigues llorando te voy a internar».

Al escuchar sus palabras me estremecí, mis ojos se seca-ron como si alguien hubiera cerrado un grifo, pero mis labiosaún no podían pronunciar palabra, sentía la boca agria y unfuego en la garganta. Claramente ella no era el tipo de perso-

na que yo esperaba. Me hizo un par de preguntas y yo res-pondí sin emirir sonido, solo haciendo «sí» o «no>, con la

cabeza. Enronces, cuando entendió que ya tenía suficientehizo pasar a mi mamá. Después de decirle un montón de co~sas que no entendí, concluyó: «Denisse tiene una crisis nervio-

sa, le voy a dar estos sedantes, que se los tome cada ochohoras. No te preocupes, es típico a esta edad tratar de llamarla atención de los padres. Pero nosotras ya conversamos, ¿ver-dad, Denisse?», dijo de pronto dirigiéndose a mí. Sentí que me

, (' \

esrrernecía, « .rco que ella entendió lo que le podía pasar si

no cobboraba para salir ~Ieeste proceso». Sin variar el tonocontinuó dirigiéndose a mi rnnrná: «Quédate tranquila, en unos

cuantos días va a estar bien, rráernela IJ otra semana, CITO quetengo una hora libre».

I

Page 41: Dieta de La Muerte

MI m III \ nl(( IIIH '(JIl liS palubras, se despidió cordialmente y n t -ti" mo: de la '011-

sulra. Yo seguía sin poder decir palabra. En el auto, de re-greso a casa, me preguntó un par de cosas casuales que nofui capaz de contestar, Cuando llegué al hotel fui directo aacostarme. Por supuesto, dormí profundamente por efecto

de los sedantes, pero a la mañana sigu~ente sentí la mismasensación de soledad y tristeza de la noche anterior.

Tuve que empezar a ir todas las semanas a su consul-ta. Me sentía amenazada y me asustaba mucho lo quepo-día hacer si no decía que sí a todas sus sugerencias; acepta-

ba sin chistar las condiciones que pusiera. Nunca más vol-ví a llorar delante de ella y cualquier cosa que me pregun-tara, mi respuesta siempre era: «bien», «si», «lo haré» , o

algo por el estilo.El resto del año no fui a clases, todos decidieron que

no me convenía y, además, vivía sedada, ¿qué se podía es-

perar de mi rendimiento académico?Lo bueno fue que mis papás accedieron a buscar otro

colegio para el año siguiente. Al final, no optaron por unoque se adaptara perfectamente a mis peticiones pero bue-no ... la gente se veía más cálida cuando fui a la primera

entrevista. Me inscribieron y me informaron que entraba aclases en febrero. Eso me alivió porque todavía faltaban

varios meses y no me sentía capaz de comenzar antes. Apesar del «súper nuevo tratamiento», la anorexia, losatracones y los vómitos otra vez eran cosa de todos los días.

Mis papás me habían ofrecido ir a Chile después de lasfiestas de fin de año. Esa idea me entusiasm~ bn nu ;ch isimo,

"sí qUt' hice lo posible por disimular IlHly bien mi problema,

fui en extremo ..:uidadosa. Almorzaba en mi pieza y, como

era suire, rápidamenre iba al baño y aventaba la comida.

Cuando no (11equedaba I11:1s remedio que scnrarmc a la mesa,

comía y. después de unos minutos, pedía permiso para reri-

rarrne y parcia al baño, allí devolvía todo lo ingerido.

Aunque mi mamá no sabia que esto había recornen-

zado. igual revisaba mis nudillos)' mis ojos cada cierto tiem-

po para ~er si había rastros de bulimia. No encontraba nada

y se quedaba tranquila. Yo había inventado nuevos méto-

dos para vomitar, inimaginables, donde no dejaba rastro

alguno. Ha bía perfeccionado tanto las técnicas que, mu-

chas veces, con solo pensar en aplicadas, comenzaban las

náuseas.

Extrañaba mucho Chile, Aunque económicamente

nada me faltaba: nos habíamos mudado a una casa precio-

sa, llena de lujos y cornodrdades, mi papá tenía un muy

buen trabajo y gozábamos de una posición .social sólida,

las relaciones con mi fa mi lia eran cada vez peores. A mi

padre no lo veía casi nunca .. Mi mamá y la Carola solían

salir mucho juntas y, a pesar de que me invitaban, a mí nome interesaba ir a los lugares que ellas frecuentaban, a me-

nudo iban a las peluquerías, a los spa y disfrutaban de las

compras ... Nada de eso me llamaba la atención. Mamá

, solía decirme que me sacara esa rop3: era un típico rema de

discusión. Yo no usaba ropa apretada, no me gustaba, re-

nia un rechazo tremendo por mi, cuerpo y scnría que siem-

pre me ponían el estereotipo de mi hermana corno ejem-

plo. ~lla tenía un cuerpo muy bonito. se ponía ropa a la

Page 42: Dieta de La Muerte

111 NI l' 1'111 N 11I

moda y todo 1, 111 -Juba bien, ( \H'd I '1Iro qu . impon ',.-me la imagen de la Caro no era un bUCl1 método para acer-carrne a ella, entonces decidía alejarrne lo más posible deese «modelo» y quedarrne en casa escuchando música oviendo televisión en mi pieza.

En realidad yo quería estar cerca de mi mamá, pero

cuanto más lo intenta ba más lejos la sentía Eso me pro-ducía mucha pena y también mucha ra bia Y, si bien eracierto que 10 único que deseaba era 'abrazada terminaba

. 'haciendo todo lo contrario. Aunque nuestras discusioneseran cada vez más frecuentes, mi mamá siempre ha sido la. 'persona que más amo en el mundo. Bueno, quizás justa-mente por eso es que me afectaban tanto nuestras peleas.

Esto es algo que aún no puedo superar; hasta el día de hoy;cuando tengo algún altercado con ella sufro mucho, más de

lo que debería, como si todo se me desorganizara y mi mun-do quedara patas arriba. Soy muy consciente de que es algoque deberé afrontar y solucionar algún día. .

Llegó diciembre, se acercaban las fiestas de fin de año

y con ellas mi viaje a Chile. Esperaba con ansias que pasa-ran por fin los días que faltaban pararegresar, Quería vol-ver a sentir la calidez, la valoración y el afecto de mis viejos

amigos. Mantenía comunicación frecuente con ellos y, tam-bién, me había acercado mucho a Felipe, un ex compañerodel otro curso con el que nunca había conversado dema-siado estando en Chile pero con el ql.le, extrañamente, nos

habíamos conocido más a la distancia.·Nos hicimos grandes amigos, nos contábam()s nues-

tras cosas.icornparriamos maneras de pensar y se había ge-

ucrado mucha confialli".<l.BIICtlO, al 1l1l'IlOS en esos morncn-

tos, nos creíamos los mejores amigos. Tiempo después, nos

dimos cuenta de que esa supuesta cercanía era solo un es-

Pt'J ISIl10.

Antes de ir a Chile había otro viaje programado queyo no tenía nada de ganas ~ie hacer. Corno regalo de Navi-

dad para la familia, a.mispapás se les habí,=~ocurrido ir de.cornpras a Miami y pasar unos días en Orlando para visi-

tar los parques. Es verdad que era un viaje de suerios.iperoa mí no me interesaba. Las relaciones con mi familia esta-

ban muy deterioradas y, por el menor motivo, se armabandiscusiones terribles, sobre todo con la Carola. En esas oca-siones, yo siempre-salía perdiendo, mis papás no dudabanen darle siempre la razón a ella. ¿Acaso Carola no era la

hija perfecta?Me complicaba, además, el terna «comidas», ¿cómo

lo iba a resolver? Al estar todos juntos, iba a ser más difíéil

fingir que me alimentaba normalmente. No me había que-rido pesar pero sabía por la ropa que estaba bastante másdelgada desde gue partí de Chile y no estaba dispuesta,por nada del mundo, a subir kilos en esas forzadas vaca-

ciones. Debía pensar en algo,encontrar una bue~a manerade engaiiarlos porque, hiciera lo que hiciera, ya estaba cla-ro que del viaje no me podría zafar,

Llego el día de partir y mis papás se molestaron Con-

migo por el poco entusiasmo que demostraba, decían queera una malagradccida y.quizá tenían razón, pero yo tam-

bién tenía motivos para no querer compartir C01:1 ellos.

Desde que llegamos a Miarni, no pararon de hacer com-í

\

Page 43: Dieta de La Muerte

pras, Trr t b de h cer 1m, ximo . It ·rl'. ) J or di imul: rmi estado, pero mi cuerpo de tanto caminar no me > [tibarespondiendo. Como pasaba todo el tiempo con ellos, nopodía saltarme ni una c~mida y estaba vomitando más decinco veces al día. Eso me tenía muy débil así que, sin que

nadie se percatara, le sacaba algunas pinturas a la Carola yme ponía en los cachetes para no verme tan pálida y trata-ba de cubrir al máximo mis ojeras. Pero los mareos erancada vez más grandes. Fue tanto así que, para disimular unpoco la debilidad, me hice la resfriada. Por lo menos asípodía justificar el cansancio y la palidez. De esta forma trans-

currieron esos días de pesadilla en aquel ambiente de fan-tasía. Miami, con todo su encanto y color, no hizo más queacentuar por contraste mi aspecto fantasmal y mi tétrico

estado de ánimo.Por fin volvimos a San José, un día antes de Navidad.

El solo hecho de estar de regreso me tenía más tranquila,no por volver a esa casa, que no consideraba mi hogar,sino porque iba a tener de nuevo mi privacidad y, además,.en pocos días partiría a Chile sola. No podía mostrarme

débil con mi familia pues, ante la menor duda, no me deja-rían viajar. Por lo menos, estando en mi casa los vómitosiban a disminuir porque podía «almorzar» en mi pieza yarrojar la comida por el baño. El esfuerzo al vomitar medebilitaba mucho. Ya rara vez me los provocaba con los

nudillos y las técnicas más mentales habían dejado, pro-gresivamente, de surtir un-efecto tan 'inmediato. Entonceshabía ideado otros métodos que eran muy extenuantes y,sobre todo, dolorosos. Por ejemplo, me introducía una

86

1,(\ 1111' 1'/\ 1)1', 1./\ MI/I,I( 1'1,

pnlct a dcmcml en la garganta. -ESto me producía hcrid;ls

que aumentaban el ardor que ya de por sí se'.Hía al forzar-,,

tn'(: los' vóufiros, Entonc~~ solo bastaban unas cuantas go-"

ras de agua para que sangrara mi garganfa.

Las fiestas de fin de año fueron muy tristes, a pesarde

que el árbol navideño desbordaba de paquetes. Estábamos

muy solos y, lo peor, nos sentíamos vacíos. Fue entonces cuan-

do terminé de comprobar qlH: el amor y la unión lo son todo

en la vija v el dinero no sirve de nada si falta 1<1 parte afecriva.,,Pero ya dejaba atrás tanto viaje y celebración forzada,

y ¡por fin! partí a Chile. Estaba feliz porque vería d~ nuevo

a mis amigos. Asociaba el último tiempo en mi país con

una etapa en que creía haber superado mi enfermedad para

siempre. Quizás por eso, idealicé un poco las relaciones con

mis compañeros. Confiaba en que es~a vez también po-

drían funcionar como salvavidas y que ni bien me encon-

trara con ellos la sombra terrible de los últimos meses en

Costa Rica desaparecería como por encanto. Entonces, sin

ningún problema, reromaría el camino de recuperación

abandonado al partir.

Me sentía tan alegre, tenía planeado quedarrne todo

un mes allá. Por primera vez iba a estar lejos de mi familia y

eso era todo un desafio. No quería ni me pcrrniriria fallar,

pues había tenido que dar una y mil batallas P;H<1 que mis

padres me dejaranhacer este viaje. Si bien en cinta forma

eso me asusraba, tan solo tenía quince arios. también me

entusiasmaba experimentar mi independencia. Estaba segu-

ra de poder a tronra rlo , adcm.is iba .;, estar en 1;, casa de mi'

«v.icj;l Daniela », donde siempre flli muy bien acogida.

. I

Page 44: Dieta de La Muerte

T 11I1 i~Il 1lI' livi h, no" 'lit'. qu . di huul nI \1'\ miestado frente a toda la familia, puc 1 a JU n die sr ría vrgt-

Ündome. En 'mi casa, donde siempre había gente alrede-dor, tenía que estar inventando una y mi) formas para nocomer o devolver lo ingerido. Estando en Chile, eso me ibaa costar mucho menos trabajo. Era algo confuso: por unlado me me sentía aliviada de no tener que fingir y por elotro tenía miedo de hasta dónde podría llegar bajo las nue-

vas circunstancias.El episodio del baño del hotel se repetía cada cierto

tiempo pero, al igual que la primera vez, nadie acudía enmi ayuda. Por mi parte nunca había querido contar nada

de lo que me pasaba, ni siquiera a mis amigas más cerca-nas, la Dani y la javi, pues desde Costa Rica se hacía muyincómodo'e' impersonal hablar el tema. No, no quería que

ell~s lo supieran; además, no estaba acostumbrada a pedir

ayuda y no sabía cómo hacerlo.Otra vez había iniciado el descenso: cada día me vol-

vía más solitaria e introvertida. De todos modos, debo con-fesar que en el fondo de mi corazón pensaba que estando

en Chile iba a poder conversarlo y desahogarme de algunamanera; además, estaba Felipe, se había generado un vín-culo muy especial entre nosotros, yo creía en él, confiabaen que sabría guardar mi secreto y no solo eso, sino que

sus palabras lograrían darme otra visión de mi problema ytenía la ilusión de que me ayudaría a enfrentarlo.'

Pero los días pasaron y aunque-me distraje y me diver- .tí contando mis experiencias ~n el nuevo país y escuchan-do todas las novedades ocurridas en esos meses, las cosas

88

hn hian ca mbi.i do, Y mucho ... Selltí" una notoria disra n-

cia, todo era tan cxrraiio y diferente dc mis recuerdos idea-

'. lizados que nixiquicra inrenré hablar con la Dani, sencilla-

mente no encontré la ocasión. 1.0 que más II1C Jolí;; era

estar rodeada de gcnre y senrirme más solitaria que nunca.

Ya no teníamos muchos temas en COIllL111, no cnrenclia sus

conversaciones y ellas no dejaban de decirrne que me nota-

ban rara. 'Yo contestaba con evasivas, a esas alturas era

una ve~Jadera experta en eludir la verdad.y decía que nada

pasaba, cambiaba de tema o respondía con otra pregunta.

La cosa es q~le nada era igual, mi ausencia inevitable-

mente nos había alejado. Eso me causó más tristeza aún que

la que traía de Costa Rica. Me sentí desamparada, había ve-

nido con la esperanza de que ya no me iba a sentir sola, quería

retomar mi vida y pensaba que, como por arte de magia, esos

sentimientos de angustia desaparecerían y dejaría de hacerrne

daño. Sí, porque una parte de mí tenía muy-claro que lo que

hacía no estaba correcto, pero en los momentos en que entra-

ba en crisis, que eran cada vez más y.más frecuentes, solo que-

ría correr y llorar, Mi único alivio era aventar la comida por el

bailo o deglutir todo lo que encontrase como si se fuera a

extinguir y luego, ya sabía lo que venía: de nuevo el asco de

mí. Yo era una cosa indigna y sucia, ¿cómo había sido capaz

derragarrne todo eso? Al momento siguiente iba él mirarme al

espejo, ¿qué habia allí?: una vaca, una cerda gorda ... Enton-

ces, había quecorrer al bario y elegir una de las tantas formas

que ya conocía pa ra devol vcrlo todo. Calmados los CSp;lS-

mos de mi estómago, de nuevo el llamo, mi lucha trcnre a"1

espejo, otra vez a pedir L-t ayuda que no llegaba.

Page 45: Dieta de La Muerte

As icnuinubn sieuipre lu hOlrihl'llllilll '1\1' yll ouoda de memoria. Después de cada uno de .stos .pisodiossentía la necesidad deun abrazo, quería que alguien me

acogiera, estar protegida, tan protegida como cuando es-

t.abaeo el vientre de mamá, pero lo único que conseguía

era cerrar la puerta con llave y poner la música a todo vo-

lumen, para que creyeran que estaba baila~·cÍo. De ese modo

ganaba tiempo para recostarme hasta sentirrne de nuevo

con fuerza para recomenzar a fingir.

Mi viaje terminó sin que al menos intentara hablar con

alguien para conseguir la ayuda y la comprensión que ne-

cesitaba. Ni siquiera con Felipe hubo comunicación, y en

él había depositado toda mi ilusión. Mis expectativas se

. derrumbaron. Nuestra amistad era muy buena a la distan-

cia, pero en persona no logramos conectar.

Cuando llegué a Costa Rica simulé que todo estaba

bien, que me había ido perfecto y que me sentía mejor que

nunca. Mi actuación fue tal que mis papás decidieron salir

esa noche a celebrar mi regreso, estaban contentos de ver-

me y se sentían aliviados de enconrrarme con tanto ánimo.

Ellos ni sospechaban hasta dónde podía llegar mi capaci-

dad paraengañarlos.

Me dijeron que estuviera lista a las siete y' que Ibamos

a ir a comer algo rico por ahí. «Comer algo rico», en mi. .

cabeza quedó paseando esa frase, la palabra «comer» ya

había dejado de ser agradable para mí hacía ,mucho riern-po.Thamos a celebrar comiendo. .. .Era muy irónico y ¿«algo

. rico»? Si yo ni siquiera me acordaba muy bien del sabor de

las (osas, ni menos de lo que me gustaba comer. .. ¿Había

1.1\111111\1'1 I 1111111111,

;lIgo nl l.i, en un p;lsado 'TIllOIO, ;\ lo que yo lln mnrn "1111

xnn id;1 fa vorira 00 ? Son reí ;1ma rg:l I1lCJl re. Cu.indc: me peg;l-

ha los .\ rr.iconcs. 110.alea n 1'.•1 ha ;) dcgusra r el sa hor de algo

cuando Y;I meriaot ra (OS;I en mi boca, después, 1<1vieja

historia ... A veces, no pasaban ni siquiera unos cuantos se-

gundos y Y¡l estaba con la cabeza e,') el wat<;r.«Estaré lisr.i

para el fesf:jO», dije. «¿Dónde quieres que vayarnosr , ¿qul'te gusta r~a corncr?», insistió mi 11;1 pá con entusiasmo. «¿ Pax-

ras?», respondí tratando de que no se notara el sarcasmo,

Pasaron los días y ya estábamos en marzo. Me había

reintegrado a clases y el colegio, si bien no era pequeño,

tenía algo que 'me gustaba: mucho verde, muchos árboles y

preciosos jardines por donde pascar en los recreos. Ade-más, me había hecho de una amiga, la Vero. Ella era vene-

zolana y nos entendíamos muy bien. También estaba re-

cién llegando y viviendo el mismo proceso de adaptación

que yo, teníamos muchas cosas en común, Con ella ernpc-

cé a salir más: íbam<:s al cine, a caminar, y siempre invenr.i-

, bamos algo para no deprimimos o aburrimos. Ambas ex-

trañábamos nuestros paises, nuestras costumbres, nuestra

forma de vida, Juntas formamos una buena alianza P"I'<l

mantener la mente ocupada y no caer en la pena. Por lo

menos en ese aspecto las cosas csraban mejorando. Mis pro-

hlcm~ls con la comida conrinuaban, pero sentía que y¡1es-

taba empezando <1, formar una vida en COSf;l Rica y que

pronto podrja scntirmc a gusto. El sol,de alguna (01'111;1,

estaba aSOll1alldo en el horizonte. .

Un dia , mis pap;Ís sa licrou.n comer solos, no era ti ·1todo extraño pues Off<IS veces se habían cucontrado ('11 ,ti

<)1

Page 46: Dieta de La Muerte

gún restaurante ti .ouv 'rsn r, I • () ',1 V"" 11 \ -ritu I ' :1

demasiado seria y parecían preocupados, S( spcch ba'quealgo extraño pasaba, nadie había dicho nada, pero duran-te el día hubo demasiado silencio y ese silencio era la mejorvoz que a gritos nos avisaba que algo no estaba bien. Tenía

unmal presentimiento, ,Regresaron como a las diez, La Carola y yo, aún acos-

tumbradas al horario chileno, estábamos despiertas. Nosllamaron a su ha bitación y sin rodeos, nos comunicaronque nos volvíamos a Chile y que iba a ser muy pronto ..«¿Muy pronto, cuándo?», preguntó la Carola que siem-

pre reaccionaba antes. «Ustedes dos, la próxima semana.Estamos en marzo y allá están comenzando las clases, si nos

queremos reincorporar al sistema normal, debemos apurar-nos», contestó mi mamá. A mi papá se lo veía un poco triste'

y decepcionado. ¿Qué había pasado?, preferí no pr<;guntarporque era evidente que no pensaban damos explicaciones.

Terminada la reunión y habiendo mis papás dicho

todo lo que tenían que comunicar, me levanté, me fui a mipieza y me acosté. Traté de ordenar mis pensamientos pero

no lo podía lograr.No tuve tiempo de procesar mucho. Los pocos días que

nos separaban de nuestro regreso pasaron volando y, sin dar-me cuenta, ya estaba en Chile sentada en la misma sala declases, con los mismos compañeros que había dejado tiempo

atrás.pero que ya no eran los mismos ... Las sensaciones eran" otras, nada era igual, erademasiado grande él ca'''ühít), .: 1; -,-" '"

Costa Rica había quedado en el pasado, Chile ahoraera el presente, pero no tenía idea de dónde estaba parada,

1,/\ 1111'1 1)1',1. MIJI',HI'I

ni dc qué estaba haciendo, otra Ve/o me scntí;l como una

•.\lI rómara. Ex Ira ii•.in rente echa ha de menos a 1;1 Vero, nues-

tras salidas, caminar •.1S y conversaciones eran de ras pocas'

cosas que encourr •.iha <lgradahles durante el último tiem-

po. Pero había tenido que partir de nuevo y lo inesperado

que Se veía el futuro me asustaba mucho, mucho ...

/

Page 47: Dieta de La Muerte

Otra recaída

EN L{)S PRIMEROS MESES DE REGRESO a Chile vivimos en

un departamento arnoblado que mi papá arrendó. Nues-

tra casa estaba aún ocupada, pero no hubo problemas en

,/ ese aspecto porque los arrendatarios eran los mejores ami-

gos de mis papás .. [untos encontraron una fecha de entrega

de la casa que a ambas familias les acomodara.

Una vez de vuelta en nuestro antiguo hogar, hubo que'

reorganizar todo de nuevo pero los ánimos no eran los mis-

mos que al partir. Las condicioneseran muy diferentes. Mis

papás discuriandcrnasiado y la Carola y yo poníamos nues-

tra parte; el único que se salvaba, entre comillas, era el

Benja ... Digo entre comillas porque, aunque era chiquiriro,

igual le tocaba presenciar esas peleas y vivir en ese amhien-

.te cargado de agresividad y frustración.

Todo el mundo se preguntaba el porqué de nuestro

precipitado regreso. La respuesta siemp~T era igual: decían

que el país cru muy inseguro y no se podí¡l vivir así, rrura-

han de dcmosrr.ir q\lc las cosas csrnb.m bien y que nada

habia cambiado ... L, idea era ellgaílarse y creer que se-

'J'i

Page 48: Dieta de La Muerte

I

guíamos igllal o 111 'jO!' 1.1\1.• \IIh'~. MI P'I ' b.d 1,' 01l1pl:1-

do dos autos, no habían scatirnado en g sios, '1) arreglos

para la casa, y volvían a invitar a comer a cuanto familiar oamigo se le pusiera enfrente. No querían demostrar, ni si-

quiera con nosotras, que había problemas. Pero 10 ciertoera que sí los había, mi papá se encontraba cesante y los

ingresos económicos obviamente ya no eran los de siem-pre. Ellos tenían una venda en los ojos, les costaba aceptarla nueva situación e insistíamos en mantener el mismo ni-

vel de vida.Yo no entendía mucho, se suponía que en estos casos

había que ahorrar, al menos tratar de disminuir los gastos,pero eso no pasaba en mi casa, actuábamos como si nada

y los meses avanzaban.Mi enfe~medad empezó a ser cada vez más evidente ...

Ya no era la misma, la Dani y la Javi no frecuentaban micasa, no salía a reuniones o fiestas, no hablaba por teléfono.Había retornado mi antiguo cuaderno de escritos y escucha-

ha música durante tardes enteras. Tenía la misma actitud deaños atrás,cuando me detectaron la anorexia. Otra vez soli-taria, silenciosa, introver-tida: ... Reaccionaba ante la menorprovocación con mucha agresividad. Las relaciones con mis

papás estaban cada vez más deterioradas, ya casi no nos co-municábamos, y si lo hacíamos no era precisamente con las

mejores palabras.La situación se volvió intolerable. Algo no estaba bien

y decidieron lIevarme nuevamente a la misma psiquiatra

que me había tratado años atrás.Después de unas cuantas sesiones, exámenes físicos y

psicolúgicos, ella les comunicó ¡l mis papás que de nuevo

rcnía depresión, y por eso ~<.'me había producido un cua-

dro rcacrivo de anorexia y bulimia. I.es dijo <-tlleno se preo-cuparan, que esto solía' suceder, sobre todo cuando se vi-

ven cambios muy bruscos, pero que el diagnóstico habíasido a tiempo y que estaba, según ella, recién rciniciándose

el cuadro. No sería difícil volver a esra hilizarrnc, solo teníaque tomar los medicamentos y sedantes de siempre, volvercon el st'affmédico que me había tratado antes y tener los

mismos cuidados anteriores. Les recomendó con muchoénfasis que me vigilaran en las comidas y en el baño, perotrató de tranquilizarlos e insistió en que este cuadro reactivoiba a ir desapareciendo rápidamente.

Durante todo este informe, yo estaba dentro de la con-sulta y no daba crédito a lo que escuchaba: nada de lo quedecía tenía senrido. ¿Cómo podía afirmar con tanta con-

vicción que se había descubierto a tiempo? ¡Yo llevaba casiun año aventando la comida, alternando vómitos y arra-cones! Debo confesar que una parte demí sentía una mal-sana satisfacción al ver cómo lograba engañar a todo el

mundo, pero la otra parte deseaba con todas las fuerzasque por fin alguien notara cuán sumergida estaba en mienfermedad.

Estos sentimientos contradictorios no eran nuevos,

todo el tiempo me sentía como si me estuvieran ti roncandoen dos direcciones. Habitaba en mí una niña que solo se

pcrmirfa aparecer en las noches, curioxamcnrc cuando na-die podía oir!a , Tenia miedo, r.mro miedo, se sentía sola,

quería gritarle.¡l sus papas que la abrazaran, suplicaba por

Page 49: Dieta de La Muerte

(

un abrazo, Qu -da dccirl 'S que todo (" t • I [u '~'()') M'Ie ho-bía salido por completo de control, que la salvaran, qu . sesentía muy fatigada y tenía que hacer grandes esfuerzospara disimular ante ellos. Muchas noches, cuando esa nlfíase presentaba con más fuerza yel deseo de demostrar eldesamparo que sentía era casi intolerable, pensé en cami-nar hasta la puerta de mis papás y decirles todo lo que esta-ba sintiendo, el dolor que me consumía. Tenía pendientesmuchas preguntas que hacía rato necesitaban respuestas ...Pero especialmente una, esa que nunca me atreví a forrríu-

lar: ¿por qué me dejaron sola? Necesitaba saber si había sidopor el embarazo de mamá o si yo misma fui la razón. Quizáalgo malo que había hecho, algo que les hubiera colmado

los límites, que no habían podido perdonarme ... ¿Era eso?Si lo era, tenía que saberlo. Quería pedirles perdón. Habríahecho cualquier cosa por reparado, fuese lo que fuese.

Lo cierto es que nunca me armé de valor para ir hasta

su pieza ... Optaba por secarme las lágrimas y pensar: «Dé··jate de tonterías, Denisse, ¡No seas patética y para de llo-rar!». Entonces empezaba a darme fuerza diciéndorne qu ~

yo podía sola, que no necesitaba a nadie y que no estabahaciendo nada malo, ¿acaso no estaba adelgazandor, ¿nO"

era eso lo que siempre habían querido, que fuera flaca ycon un cuerpo esbelto, parecido al de la Carola? Me repe-

tía, esto con tanta firmeza y seguridad, que terminaba'auroconvenciéndome. La pena se transformaba en rabia y

aquella niña se batía en retirada.. Tenía que ser fuerte, no podía mostrarme débil frente

a los demás, seguiría fingiendo que las cosas duras que me

decían no 1111.' afectaban, aunque por dentro 1111.' estuviera

haciendo pedacitos.." Tarribiéñ estaba c<>I'i~cnCidade que debía demostrar

seguridad, sobre todo segu ridad en mis pa labras, me repe-ría. Era preciso evitar a toda costa que notaran que cuan-do los agredía me llegaba a doler más a mí que a ellos. En-tonces, cuando en el medio de las frecuentes peleas y re-

proches, les decía que los odiaba, que no los necesitaba yque ojalá desaparecieran, )0 expresaba con tal firmeza y

frialdad qUe hasta a mí me llegaba a asustar el tono de mis

palabras.Ahora sé queven el fondo, esa era otra manera de lla-

marles la atención. Lo único que quería en esos horribles

momentos era que no escucharan lo que decían mis labios,sino que solo corrieran a abrazarrne y no me soltaran, mehicieran cariño hasta que me durmiera, como cuando erachiquirira y volvía tan agotada de mis sesiones terapéuticas

que los dos se acostaban al lado mío y esperaban hasta queme durmiera. Extrañaba tanto esos días, los juegos en la

piscina con mi papá, las conversaciones con mi mamá, lasrisas y locuras con la Nati ... A menudo 'me preguntabaqué sería de ella, muchas veces quise llamada pero no meatreví.

¿En qué se había convenido rni vida? ¿En qué me ha-. bía convenido yo? ¿Dónde había quedado esa personitad 1I1ce;risueña, esforzado y de risa fáci I?, ¿cuándo se ha bía

ido?, ¿adónde?, ¿volvería alguna vez? En esos momentosde soledad me prcgunraba por qué me había perdido ;lsí

de vista, A veces me iluminaba y sentía que podía recn-

Page 50: Dieta de La Muerte

1 I'I'H I 1111 N 1I

conrrarrne, que quizás bus .ando d '1u 1'0 J . mí logr. 1':0 ha-llar en alguna parte a esa niña extraviada y volvería-a ser

yo misma. Pero a los pocos segundos, de nuevo mifensa-mient~s se endurecían y me recriminaba: «Denisse, ¿quéclase de tonterías estás pensando? Esta eres túy;hora, estaque tienes frente al espejo. No pierdas el tiempo».

Nada tenía sentido, los días pasahan y lo único queme interesaba era no subir de peso. Ocupaba mi mente ytodo mi tiempo en inventa'r nuevas formas para no comer,

o para devolver la comida.Tampoco podía permitir que me descubrieran, después

de todo era ~aúnica manera que tenía para sentirme tran-quila y no estaba dispuesta a perderla.

Únicamente luego de aventar la comida o vomitar, mesentía relajada, como sí nada malo estuviera pasando, cla-ro que ese bienestar solo duraba algunos minutos, despuéssiempre se repetía- la misma rutina del baño en el hotel de

Costa Rica: llorar y pedir ayuda, por un lado evitando ypor el otro queriendo que alguien me escuchara.

Después de un rato, siguiendo el mismo patrón, mispensamientos se volvían a nublar, endurecía la mirada yme autoconvencÍa de que esa sensación de tranquilidad queme daba vomitar no la podría cambiar por nada en el mun-do. Esa «paz interna», como la llama ba yo, era mi refugio;mi único bienestar, ¿por qué tendría que privarrne de ella?Aunque durara poco, era todo lo quc tenía y no estabadispuesta a perdcrlo. A esta altura, era claro que no teníaarnigosy con mi familia no podía contar .... Eso era lo úni-co que me quedaba, todo, todos los dcrnásie alejaron, mi

100\

vida se había evaporado en el aire, ya no quedaba nada ni

nadie a mi a Irededor. Pero acaso no solo c11os'Jl)t, abandona-

. ron ... Yo también me había ido, cada Ve? n~ás y más lejos,

hasta perderlos de vista.

f,

..

\0\

Page 51: Dieta de La Muerte

Un viaje frustrado y nuevas terapias

EN EL COLEGrO TENÍA HORARIO COMPLETO, es decir, debíaalmorzar allá. A esas alturas ya rodos estaban enterados de

mi problema; las inspectoras me vigilaban sin dejarme nirespirar. Asumí que debía inventar una y mil formas paradisimular que lo que comía realmente no lo comía. Bueno,nunca me había faltado imaginación, así que si no encon-traba oportunidad de correr al bailo a devolver, no me C()S-

taba mucho trabajo engañar a mis «guardianes».Ya casi ninguna compañera me pescaba. Se aburrían

de mis problemas y decían que lo hacía simplemente parallamar la atención, así que yo tampoco me preocupabademasiado. Tenía mis asuntos de qué ocuparrne , Estabadedicada cien por ciento a defender mis insranres de «pazinterior» yeso significaba ocultar mis hábitos con métodos

cada vez más ingeniosos.En ese tiempo, estaban probando conmigo una tera-

pia alternativa. Pesaba 57 kilos, supuestamente estaba bienpara mi estatura: medía 1,67 metros. Pero eran mis niveles

de elecrroliros y de porasio los que preocupaban a todos.

lO.,

Page 52: Dieta de La Muerte

Ni médicos ni I 'rl1pt~IIIIlS '11 1cndin 11 por (/11 ' 'S:lS vnrrn .ro

nes en mi porasio. "Iodos estaban seguros de que no estaba

vomitando y yo me encargaba de confirmársclos. Como

me vigilaban muchísimo, era casi imposible que se imagi-

naran que igual me las arreglaba pata hacerlo,

Llegaba a asustarrne de mí misma: primero, por lo bien

que podía mentir y después por las asombrosas)' múltiples

maneras que encontraba para vomitar)' ocultar las eviden-

cias. Era como si tuviera una enciclopedia en la cabeza que

cada día me enseñaba una nueva fórmula.

Mi único punto débil eran los exámenes, ahí no podía

ocultar los resultados, pero por el momento, si bien no se

explicaban el porqué, tampoco tenían cómo comprobar-me nada.

La terapeuta alternativa (porque no sé cómo llamada)

era partidaria de no obligarme a comer. Bien, al principio

creí que me estaba tomando el pelo o tendiendo una espe-

cie de trampa para que yo le dijera algo, pero al poco tiem-

po comprobé que no: este era su método de trabajo y, aun-

que mis papás no estaban para nada de acuerdo, habían

decidido poner todas sus esperanzas en el nuevo rrararnien-

to. A esa altura ya estaban bastante desorientados.

Se acercaba fin de año y con eso la gira de estudios, el

viaje iba a ser él algunas ciudades del sury luego él Bariloche.

Quería ir, no por compartir con mis cornpaiieros, sino. por-

que sentía qUt' era la oportunidad dcalcjarme aunque fue-ra unos días de mi casa.

Después de muchas conversaciones y opiniom-, cncon-

rradas, mis papás y el colegio dCl'idieron dcjannc ;lsistir. (,;1

•...-===;=~=~==~""T 'T ""''''I\.~''''''(I,rcrnp '111;1, por su lado, hahía dicho que 111<': ih;1 ;l servir para

pensar. .. Nunca supe muy bienque quiso decir,

Mis papás eran los menos convencidos, pero dccidic-1 f .ron acepta r, se ha bia n propuesto con la r cicgarncn te ell este

rraramienro. Todos los demás no habían funcionado, así

que tenían expccrarivas puestas en esta terapia y se aferra-

ban a ella como si estuvieran naufragando.

Llegó el día y partí de viaje de estudios. Teníamos que

llegar muy temprano al aeropuerto así que me acosté en

cuanto dejé todo listo, No sentía entusiasmo, solo ganas de

alejarrne pero ¿qué más lejos podía estar?

Lo único que me motivaba un poco, en ese entonces,

era mi amistad con Felipe. Nos habíamos reencontrado a

mi regreso a Chile y esta vez sí pudimos recrear la misma

conexión que sentíamos a la distancia. Las cosas parecían

funcionar entre nosotros. Nos denominábamos «mejo:es

amigos», a pesar de que en muchos aspectos no lo éramos.".

Yo lo quería mucho, demasiado quizás, y nunca había

aceptado que no solamente lo veía como amigo.

Nuestro primer punto en el itinerario era Puerro Va-

ras, y allí alojamos durante los primeros días. Un bus nos

movilizaba por los distintos lugares de interés. Hacía un

frío tremendo y, como casi no estaba comiendo, lo sentía

aún con más intensidad que mis compañeros. Solo consu-

mía unos gajiros de naranja y con eso pasaba desde la 111;l-

ñanaa la noche, ni siquiera tomaba agua.

De alguna manera siempre me L1S arrcal.iba p:lr;~ za-

farrne las horas de hlS comidas. No era f:kil, los profesores

estaban muy pendientes de mí pero yo tenía demasiada ex-I

IO~

Page 53: Dieta de La Muerte

pcricn .ia en el asunto. (:01\ <:Sll' r "~illH'll, ('11 po '()~dl:'~lile

. empecé <1 deteriorar. Ya ninguno de mis trucos alcanzaba:

la palidez y las ojeras rápidamente se adueñaron de mi ros-

tro y no logra ba cubrirlas con nada.

Llegamos a Bariloche y casi ni pude salir del hotel. Ledije a mi profesor que era porque tenía sueño. Fue solo

fijarse un momento en mi apariencia y lógicamente no me

creyó, aunque igual optó por seguirme el juego. Me di cuen-

ta de que no había sonado muy convincente, ¿acaso avisa-

ría a mis padres?

Con su permiso, subí a recostarrne pero no pude dormir,

quedé muy preocupada. De pronto, escuché sonar el teléfo-

.no de la ha bitación. Era extraño, muy extraño, mis papás me

llamaban siempre al celular. Contesté llena de malos presenti-

mientos. Sin embargo, lo que estaban por comunicarme no

. tenía nada que ver con lo que temía ... Era mucho peor.

Escuché la voz triste de mi papá: mi abuelito Ismael

había fallecido horas atrás de una pulmonía. Él sufría de

alzheimer, pero .yo nunca dimensioné lo grave que era su

enfermedad. La noticia me dejó helada de dolor ... Sentí

que parte de mí se moría junto a él. Para mi tara seguía

siendo su niñira regalona, sus ojitos, siempre se desvivía

por mí. Para él nunca dejé de ser aquella Denisse dulce,

tierna y a legre que alguna vez ha bía sido. Por eso me gus-

r~ha tanto verme a través de sus ojos ... Incluso a pesar de .

su enfermedad nunca se portóagresivo.conmigo, ni me des-

conoció'. Lo quería muchísimo, 'hasta hoy siento que 110 le

entregue todo lo que merecía y todavía me duele que ni

siquiera pude llegar a su tuucrul.

l-altahan dos días para regresar, según est;lb~l progra-

d io había vuelos directos de Ibriloche a Santiago.ma o, y 1 e < '.

Además, no podía viajar sola; mi estado era muy delicado.

Tan deteriorada estaba mi salud que, la noche anterior al

viaje de retorno, me llevaron a una clínica para hidrararn~e.

Los profesores tenían mucho miedo de las consecuencias

que podría rraerrne el. vuelo o cualquier trajín en el viaje

estando tan débi]. \Con todo, soporté el regreso a Santiago lo mejor que

pude. Me costaba respirar, el oxígeno no me llegaba bien

al cerebro y tenía momentos de inconsciencia. Sin embar-

go nunca admid que me sentía tan mal, aunque ahora me1 f

doy cuenta de que era más queevidente. Mi eterna por ra

de disimular mi mal estado de salud me hizo, incluso, que-

rer bajar del avión caminando y rechazar la silla ~e ruedas

que me ofrecía con insistencia el auxiliar de vuelo: «No, no

·esnecesario», dije con determinación. Tampoco quería asus-:

tar a mi familia.

A la salida del aeropuerto estaban esperando mis pa-

pás y la Carola. Al verrne, mi papá agachó la cabeza ~ mi

mamá y mi hermana no aguantaron las lágrimas. MI as-

pecro debía ser terrible para haberlos irnpacrado de ese

modo. En ese momento a ún no sospecha ba hacia dónde

nos íbamos a dirigir.

Desperté al día siguiente. Duranrc l,In raro me sentí con-

fundida y desorientada, no sabía si estaba en el hotel, en mi

casa, o en el avión ... Lo cierro es que en mi cabeza viaja-

ban a roda velocidad un monrón de imágenes entremezcla-

das de los últimos acontecimientos. Recordé de pronto 1<,

1°7

Page 54: Dieta de La Muerte

mu .rtc d . Illi "bu .lito, s~'1H1UII 'Sln'lIle 1I"¡"'llo y lo/'> ojo/'>

se me llenaron de lágrimas. Reaccioné UI1 poco. EJlIpet:é

pormirar a mi alrededor, sin dudas era una habitación queno reconocía. Después me fijé en mis brazos: estaban todos

pinchados, tenía cables por todas partes y una sonda. quehabían introducido por la nariz para alimentarrne. Eviden-temente estaba en la pieza de una clínica. Me sentía muy

atontada escuchaba un ruido monótono y molesto y creí, .

por un momento que era en mi cabeza. ¿Me habría vueltoloca? Al rato me di cuenta de que era una de las tantas

máquinas a las que estaba conectada. Eso no me tranquili-

zó. Cerré los ojos.Pasó un buen rato hasta que volví a abrirlos y, enton-

ces, había una señora sentada a mi lado que se puso <:lepieni bien vio que despertaba. Reuní todas mis fuerzas parapreguntarle quién era. Ella me respondió que era la enfer-

mera y que me cuidaría mientras yo estuviera acá. Inme-diatamente quise saber de mis papás: «Están afuera», dijo,

«pero tienes las visitas restringidas, es difícil que puedasverlos». Me invadió la desesperación. Imploré, le pedí por

favor que los llamara, que tenía mucha necesidad de ver-los, que estaba muy triste y tenía miedo. Solo quería decir-les cuánto los amaba.

Un rato después, salió del cuarto y, si bien no me ha-

bía dirigido de nuevo la palabra, estaba casi segura dehaberla conmovido. ¿Habría accedido a mis ruegos? Pasa-ron unos minutos y, cuand'o creí que venía llegar a mis pa-

pás, de repente, entró una doctora cuyo rostro me era muyfamiliar ... Era mi anriguapsiquiarra. Conversó conmigo y

11111111 111,1 M\!IHII'

me hizo saber que había bajado 6 kilos en una semana,que por lo mismo.había.llegado muy deteriorada-a la clíni-

ca. También me dijo que mi peso ya no era tan riesgoso(estaba en los 51 kilos) y que, desde ahora, ella me iba a

tratar y en cuanto me recuperara fisicarnenre, iba a poder

volver a mi casa. «Claro que con una diera muy estricta,muchos medicamentos y un control muy riguroso», agre-gó. Escuché con paciencia todo su «discurso» y volví a pre-

. ,guntar por mIS papas ...

Pasaron los días y las semanas hasta llegar nuevamen-

te a casa. No tenía que volver al colegio porque el año yacasi ha bía aca bado y mi semestre quedó cerrado con unas

cuantas notas menos.Ese verano lo pasé encerrada, sin querer salir, sin ver él

nadie. Cada vez me vestía con ropa más ancha y la rela-

ción con mi cuerpo era muy mala: me sentía enorme y pe-sada. Respecto de la alimentación, estuve controladísima,

no encontraba espacio para realizar mis «trucos» y, ade-más el susto había sido muy grande, así que por un tiempo,dejé los vómitos y avenrones de comida.

La relación con mis padres había mejorado un poco,

todo esta ha aparentemente bien ... Al menos, más tranquilo.Pronto llegó marzo y de nuevo el comienzo de clases.

Este año era más difícil, entraba a tercero medio y sabía que

la exigencia sería mayor. La idea de volver a estudiar no meentusiasmaba para nada. Además, y;l no había comunica-ción con mis compañeros, hasta de Felipe estaba distancia-

da. ¿Acaso era eso lo que más me dolía, o es que estaba se-gura de que ya no habría un lugar para mí entre ellos?

Page 55: Dieta de La Muerte

Cuesta abajo

LAS U.ASES EMPEZARON y TODO RESU LTÓ tal como yo lohabía previsto. Con Felipe apeua s cruzábamos palabra. LaDani y la Javi ya no me daban ni el «hola» y, si bien el resto

del curso trataba de ser lo más amable posible, no había

conexión con nadie. Estaba segura de que quienes se meacercaban lo hacían por lástima. Yo había cambiado mu-

cho; por lo mismo, ellos también, era como si no nos cono-ciéramos ... Además, algunos esta han enojados cOIlI{1igo

por' mi enfermedad. No entendían cómo me ahogaba enuna cosa «tan simple» y pensaban que eso sucedía por mi ;

culpa, por mi bita de voluntad para salir adelante.Después supe que este tipo de reacción frenre a 1;:1 ano-

rexia es basranrc frccucnrc. Muchos tienden ,1 creer, porpura ignorancia, que la persona enferma podría, solo conproponérsclo, superar su estado. J)C.JllJS está decir lo lejps

de la verdad que se encuenrra esa suposición y el dano que

llega a causar en. la perSOll;l enferma.l\lS;HO\1 los meses y me sentía cada vez más incómo-

da. Mis nor,lS 110eran las mismas de otros tiempos, me coso

III

Page 56: Dieta de La Muerte

rabn 1Il11'1I 'iUIO~'()II ' 'lItlllrlll ., ('lItt'lId\.', lo qll •{'SI tI'1II 'x.plicando, Igual rraiubu de 's orznrmc. Solía ha .cr d '111:'1-

siadas preguntas a los profesores, cosa que causaba In bur-la y molestia de todos mis compañeros. Veía muchas veceslas miradas irónicas y el desprecio. ¿Cómo podían ser tan

crueles? Ellos pensaban que no me daba cuenta, pero esta-ba enferma, no estaba idiota. Me daba cuenta de todo loque pasaba a mi alrededor. Nunca dije nada pero me dolía

mucho esa actitud, sobre todo en algunos de ellos-los que

habían sido mis amigos, aquellos con los que compartí co-sas importantes. Encontraba malvado su comportamiento.Pero, bueno, debía aceptar que las cosas habían cambiado y

nada podía hacer al respecto. Los recreos los pasaba soladentro de la sala, contando cada minuto para que llegaseluego la hora de salida y mi mamá viniera a recogerrne.

El tiempo transcurría y mi año escolar se hacía más ymás insoportable ... Definitivamente, las cosas no teridían

a mejorar. A fin de cada domingo, sentía una pena y an-gustia indescriptibles. Se acercaba el día lunes, que era para

mí como un monstruo amenazante. Me levantaba tratan-do de reunir unas fuerzas que me costaba encontrar y medirigía al colegio como un condenado a muerte. Cuandollegaba, miraba a mi alrededor ylo único que se me ocurríaera correr al baño, lloraba durante algunos minutos y, des-

pués, derecho al water para vomitar el desayuno. Así se-guía sucesivamente con el almuerzo y todas las comidas.I,·tlb~avuelto a caer de lIe¡J~)en los vómitos y avcnrones de

comida y, muy pronto, en las peleas' ... La comunicacióncon mis pap.is se deterioró <lcelcradalllente hasta el punto

112

, cu que ot ru ver. se volvió agresiv:l e insoportable. Pc:-.aha4Y kilos. Era UIlpeso bajo pero no, crítico, aunque lo graveera que -de nuevo-' mis niveles de porusio se empezaban

a dcsbalancear,A mediados de año tuve que dejar el colegio. En prin-

cipio era «por un tiempo» y por recomendación médica.

Nadie sospechó en ese momento cuánto terminar ia por

alargarse ese proceso;Pasaban los meses y la vida en la casa era cada vez más

rutinaria: despertaba por despertar y me levantaba cuan-

do, por alguna razón, me obligaban a hacerlo. No encon-traba ninguna motivación, ¿para qué buscar fuerzas que

no tenía? El tiempo era como algodón a mi alrededor: blan-do, asfixiante, monótono y, como yo, pasaba por pasar. ..Cada día era más improbable mi regreso a clases, no solo

me resistía a hacerlo sino que tampoco estaba en condicio-nes físicas de afrontar algo así. Comía muy poco y, lo PQco

que comía, lo vornltab'a.Estaba sin psiquiatra. De pronto, experimentaba una

rebelión y casi una fobia frente a todo tipo de médicos.Sentía que ninguno me había ayudado y que no me ayuda-rían jamás. Incluso, estaba convencida de que varios de ellos

eran culpables de lo que me estaba pasando. No quería niyertos y, ante la sola posibilidad de que me arrastraran a

una consulta, no solo me negaba sino que me enfurecía detal modo que mis padres no hallaban qué hacer y opta ),111

por no seguir insistiendo.Las rclac'iollesfamili;Hcs 'Ya ni siquiera c ra n m.il..».

simplemente no existían. Yo era un elite dca mhulauclo pOI

..

113

Page 57: Dieta de La Muerte

1I1 "", I l: 1111111

nu casa, un f:lflt:lSlll:l que ¡:así IlO ~·f'lI",.dl,l P lI"hrn COII

nadie.Mis papás estaban descsperados. A pesar de la blra

de entcndimieJlto y cornuuicació n con ellos, en el fondo demi corazón sabía algo que no podía dejar de reconocer: suIncondicionalidad conmigo. Fuera como fuera, a través de

preocupación, desvelos e intentos de acercamiento mediantegritos, peleas y ofensas -. como fuera-v-, ellos siempre ha-

bían buscado, hastapor debajo de la tierra, alguna mane-ra, algún nuevo tratamiento que me sanara. Acruaban conla misma fuerza y determinación que cuando me diagnos-ticaron hernipa resia a los pocos meses de nacer. Se desvi-vían por mí sin importar los gastos familiares y los proble-

mas económicos ... Solo que ahora, con esta complicadaenfermedad, la sola fuerza no bastaba. Se encontraban muydesorientados y asustados porque esta vez la amenaza era

más grave: la muerte.Los tratamientos para la anorexia son carisimos, casi

imposibles de costear, incluso para una familia con ciertos

recursos como la mía. Las lsapres y losplanes de salud nocubren en Chile el aspecto psiquiátrico, y cada consulta

tiene precios inimaginables; tampoco hay cobertura parala parte ;1l1tricional. Esta es una enfermedad psicológicacon graves consecuencias físicas y ningún seguro cubre losgastos. Huello, no obstante, sin que irnporrura costo ¡ligu-

no,mis papás me llevaron él cuánto médico encontraron o

les recomendaron. .. , cayendo incluso en terapias de dudo-sa seriedad. Cualquier (OS,l era v,ílid,l c(H1 tal dcreuovnr

sus esperanzas dcvolverrne.a la vida, a la 1Iorinalid;úL ..

1./\ PII'I/\ "1' 1/\ MIII'IUI

La situación económica en mí casa estaba complica-. da. Ya no era un secreto púa nadie. Papá no había logra':'

do reinstalarse en un trabajo estable. Como ingeniero to-maba asesorías y trabajos independientes ylograba «sacar

el mes» con cierta dificultad, Tenía deudas que cubrir, perosiempre priorizaba mis tratamientos: Era una especie de -

mago, no sé cómo lo hacía, la cosa es que, a la hora depagar, siempre se las arreglaba para tener el dinero.

Así fue pasando el tiempo y se acercaba mi cumplea-ños: pronto tendría diecisiete. Finalmente, había retornado,

a fuerza de insistencia y llantos y tensiones insoportables,un nuevo tratamiento. Les habían recomendado a mis pa-pás-un médico que trabajaba con hipnosis. La terapia con-

sistía en do~ semanas consecutivas en que se aplicaba estatécnica yel paciente mejoraba milagrosamente. Por supues-

to, era carísirno, y yo no creía nada de sus «maravillosos»

resultados. Mi papá también se había mostrado reticente,al principio pero, sin embargo, ante la mínima luz de espe-ranza, decidió intenrarlo y no quedarse con la duda. Ade-más, eran tantas y tan buenas las recomendaciones que ter-minó por darle un poco más de crédito. Según le decían,este hombre había sanado a muchas niñasque ahora esta-ban llevando una vida normal, iban a la universidad, sealimentaban :C0I110 el común de la gente ... Todo eso que

mis padres soñaban para mi,Yo, por mi parte, no tenía ninguna gana ni expectari-

.va por intentado. Poco creía en ese tal «hombre milagro-SO», pero ya no tenía fuerzas ni siquiera para discutir; Ha-,

da mucho que no me pesaba aunque, por la rop¡l, me daba

I 15

Page 58: Dieta de La Muerte

cuenta de que hahía bajado varios kilos. M . costaba mu-cho caminar y ni siquiera inrenraba disimular mí palidez y

mis ojeras.

Fui a la consulta durante las dos semanas previstas.Me recostaba en un 50(;.1 y -según éJ- caía en estado de"

hipnosis. Yo no tenía ni idea de cómo debía sentirse una

persona cuando estaba hipnotizada, pero la verdad es que,nunca, ni siquiera. me do~mí. Sencillamente, me ponía apensar en otras cosas. Para mí era un viejo mentiroso y meindignaba sentir que le estaba sacando plata a mi familia.

Al fin culminaron las esperadas dos semanas y se su-ponía que la terapia iba a empezar a mostrar resultados,pero lo cierto es que no fue así. Mi cumpleaños ya no tar-

daría en llegar, como tampoco el riesgo de la hospitaliza-

ción que aún pendía sobre mi cabeza. Todo lo que comíaseguía vomitándolo. El estado general de mi salud se agra-vaba y la debilidad era cada vez mayor.

Cuando ya no pude más, me acerqué a conversar conmis papás. Había perdido la costumbre de entablar una

conversación con ellos y nos costó mucho entendemos. Fi-nalmente, llegamos a la conclusión de que tenía que volver

al nutriólogo. Sentía la vaga sensación de que esta vez po-

día lograrlo ... Lo único que les pedía era festejar mis dieci-siete años. En realidad no había mucho de q~,éalegrarse_

pero, en ese momento, yo no estaba rea lrnenre bien y creíaque eso meayudaría. Además quería saber de mis ex COI11~

pañeros (aquellos que había llamado amigos). Solo f31t<1-ban tres días y, después de eso, yo me cómpromeria for-

malmente a ir al nurriólogo y empezar él alirncnrarme.

I 1()

1.1\1111'11\111 11\ Mili 1111

_ Mis papás estaban en contra de la idea, JlO queríall nccp-

tar. .. Por un lado, no creían en mi palabra =-claro. tenían

razones para haccrlo+- y, por otro, no consideraban quefuera bueno para mí en estos momentos. Ni yo misma esta-

ba segura de poder enfrentar una fiesta y luego cumplir mipromesa. Cada día que;:pasabami deterioro era más eviden- "

te y ellos no querían seguir esperando. Sin embargo, fue tantami insistencia en el argumento de que faltaba poco, que ter-minaron por aceptar con mucha desconfianza (y miedo), pero

aceptaron. Claro que ellos también tenían su condición: si

no cumplía mi palabra, mi destino era la hospitalización.Llegó el gran día y la casa se llenó d~gente. Había per-

sonas que no veía desde hacía mucho tiempo: familiares, ami-gos y casi todos mis ex compañeros ... Pero Felipe no asistió,

ni siquiera llamó. Para ser honesta, era al que más quería ver.Cada vez que sonaba el timbre me ponía ansiosa pensandoque era él. Alargué todo lo que pude elmomento de soplar

lasvelitas, con la esperanza ,de que aún, en cualquier mo-

mento, podría aparecer. No fue así y me sentí bastante decep-"cionada. Lo esperé, incluso, hasta después de que los invita-

dos se habían ido. Me quedé sola en un rincón. Cuando lasluces se apagaron y todos se durmieron miré el reloj y eranmás delas dos de la madrugada ... Ya era demasiado tarde.

Tal como habíamos acordado con mis papás, habia

ido a~nurriólogo ese diavanrcs de la fiesta. Estaba pesando42 kilos 800 gramos y medía 1,67 metros. Nunca, durante

-toda mi enfermedad; había logrado pesar tan poco., , [Quéironía, a pesar de mi pésimo estado de salud, lo sentía corno

un logro!

117

Page 59: Dieta de La Muerte

1/1111 '1 '''"111

1-:1doctol 11I('dIO 111101' su¡ 1\'1)\ 'II«)S .rlim 'lIti 'io~ y 11\ .

dijo que me cuidara 1I1l1<.:ho.Ese p 'W ya 'IlIJx'Z:lha;l ser

bastallte preocupante. Salí de la con sulrn sa'fisfc<.:ha; triste-

mente me alegra ha demasia'do pesar ran poco. La verdad

es que al mirarmc al espejo no lo notaba, todavía me veía

pasadira de peso ... Al salir de la consulta boté la receta del

nutrió-Iogo. No me quería tornar esos suplementos, encon-

tré que esta ban de más, ¿acaso no había prometido comen-zar a alrmentarrne?

Me compré una falda y una polera negras para la fies-

ta. Eran mucho más ceñidas al cuerpo de lo que estaba

acostumbrada él usar. Todos dijeron que me hacía ver muy

delgada: Sentía gran satisfacción al escuchar esas palabras

de cada uno que llegaba: «Denisse, estás muy delgada ... ».

Me hacía tan, pero tan bien escuchar a todos decírmelo

me sentía segura de mí misma, llena de energía a pesar de

mi notoria debilidad. Era un sentimiento confuso pero que

me agradaba experimentar. Para mí estaba claro: la genteme valoraba-más estando así.

, Luego de soplar las velas, llegó el momenro de cumplir

con mi parte del trato. Pedí un minuto de silencio, dije unas

palabras de agradecimiento y anunci¿ que desde ese día

iba a comer. Muchos de los presentes, que conocían mi cal-vario y el de mis padres se "Il1() " . I ' ' I., ",," ciona ron rnuc 11SItno y osabrazos y felicitaciones fueron interminables.

Decidí comenzar en ese mismo momento y me comíuna hamburglles;l, luego torta, luego lo que pillará. EIl el

fondo, ahora lo Veo cla ro, estab"'l sufriendo 'l11l0 de mis

arruconcs. Me sentí pésimo, mi estómago me dolía horri-

11/111'111111\1\11111111

hlcmcutc. Era lúgil'o, hn .ía un uno que no comia casi na du ,menos ese tipo de cOS;)S. Esta ha desacostumbrada ylos efec-

tos no se dejaron esperar. Necesitaba devolver toda esa co-mida que me martirizaha.Busqué el momcnro para esca-

parme pero por primera vez no me fue posible. Entre tanta

gente no pude estar un minuto sola y cuando iba al baño,

siempre había alguien esperando para pasar después de mi.

Me sentía como una fiera acorralada. ¡Dios mío, tuve un

atracón y no puedo vomitar!, comencé a deses-perar. Me

veíaasquerosa, mi abdomen estaba gigante. Me torturaba

la idea de que me había quedado con toda esa mugre aden-

tro de mí. Hice lo imposible por tranquilizarme y me dije:

«Mañana pensaré en algo». Entonces, recordé que tenía

un par de laxantes guardados y logré calmarme. Era mi

salvación: «Mañana me los tomo y boto esta porquería de

nu cuerpo».

Cuando terminó de irse el último invitado, estaba ex-

'ha usta. Había sido un día agotador y volvía a sentir me tan

débil como en realidad estaba. Había terminado mi noche

de Cenicienta y mi príncipe ni siquiera había llegado. Vol-

vía la realidad él golpearme en plena cara.

Al momento de ir a dormir, un presentimiento terrible

invadió todo mi ser, un miedo espantoso'y helado como un

témpano empezó a recorrer mi cuerpo. Fue tanto así, que

no pude resistir ni un segundo sola y me fui a acostar con

mis papás. 1~II()sme recibieron felices, estaban esperanza-

"dosy hatía raurci.ranro ricmpo'quc no Ill¡' acercaba ,1ellos,.al menos dc esa numera, pidiendo c.uiño, ccrcanin física ycalidez. que los abracé fuerte y tr.irc de dormirmc. Lo in-

I 1<)

Page 60: Dieta de La Muerte

lenl . JUI4)II(I.' I¡I/go ,'alo I"'Il'I'() fue ;lIlIlíl ,·s "1 '11'11,.1, ',' ', ' , • J. ,liS I 1-

ración ¡-lC()llll asada de mix padr 'S pero no lograbu t r a n-

quilizarme. ,. Ese prcsellcimic,nto oscuro 110lile ab¡lIldona-

bao Al contrario, se hacía cada vez más fuerte y no tenía

idea de 10 que estaba pa '" J S' I 1 ' , ., s"noo., o () sa ua, IlllsterlOSamente

sabía con certeza que algo muy malo Seacercaba y que' noiba a poder evirarlo. .

120

Una terrible pesadilla

PASARON LOS DíAS Y LLEGÓ El.. 18 DE SEPTIEMBRE, tenía-

mos planeado ir de paseo al Parque Intercornunal de La

Reina. Habría una fiesta típica chilena y todos estaban muy

entusiasmados. Por supuesto, yo también era parte del gru-

po. Si bien mi estado de ánimo seguía muy inestable, hacía

grandes esfuerzos por estar integrada a mi familia como si

fuera la última oportunidad de aferrarrnc a una vida nor-

mal. Quizás tenía razón.

Durante la semana posterior a mi cumpleaños habíacomido todolo que se me ponía delante de los ojos, él pesar

de las recomendaciones de mis papás que, si bien estaban

contentos de que me estuviera alimentando, advcrrian algo

raro en ese cambio tan drástico de conducta e insistían en

que retornara mi r¿'gimell con el nurriólogo.

Bueno, 110 quería nada con los doctores, menos aún

con los nurriólogos, y ellos losabiau; a esta altura eran cons-

cientes de que por Ilegligencia () simple idiorczcsros «súper

médicos» no hnhian hecho otra COS;l 11l:1squcindicarmc el

camino de la enfermedad.

I L I

Page 61: Dieta de La Muerte

FI\IOJl4.,:·S '()Juía y comía, era como si tuviera airaconcs

consmores. "l()oo el dí,), de la mañana a la noche me en-

contraba meriendo alimentos en mi boca; <1U lH.lll<; despuéslos vomitara. Experimentaba una sensación extraña de

ansiedad que se convertía en un hambre indescriptible. Era

irracional, terminaba de almorzar y a la media hora estabaasaltando el refrigerador. No había orden ni relación a Igu-

na con los alimentos que ingería y las mezclas eran in\~oli-taso Solo se trataba de comer. ¿Sería el hambre que se me

había acumulado entanto tiempo? Pero ¿podía realmentellamar «hambre» a esta forma de voracidad? Todo el tiem-

po me preguntaba qué estaba ocurriendo y me preocupa-ba mucho no tener el control de la situación, pero comocomía y vomitaba, al final, no le di mayor importancia.

El paseo de Fiestas Patrias estuvo entretenido y hubomuchas risas y buena onda entre la familia y los amigoscon los que nos encontramos. A pesar de que yo trataba deestar feliz, la verdad es que no me encontraba muy bienfísicamente: un poco mareada, con el estómago más revuelto

que de costumbre, transpiraba frío y sentía que el corazón, me latía de manera extraña: de pronto muy rápido.como

si estuviera corriendo, y Ui1 momento después ran lento que

llegaba a asustarmepensando en que en cualquier momentodejaría de funcionar, Me sentía pesada y me faltaba el aire.

Mi mamá me vio tan pálida que se preocupó un poco y medijo que descansara. ¿Sería el sol, el exceso de comida, lafalta de sueño? Seguramente era eso, los últimos días no

hnbia dormidomuy bien ... En realidad, ya ni sahia lo queera ddr~mir.

"]22

ClI¡lndo Ikg¡'I)I()S CI'~, casi JI! 1I()(,:hc,subf a pouerme el

pi'j<1I1l<l'~scnrf mis ri~~JlUs eXr(~',1,~~s,l~,~,f~omtS¡~();lIPcl a~J-eho pantalón queesta ha tls~'ndo, las pierna~ J1.arc~ía~lha-berse t~ánsformado enlas (k(otra~er~o'1t~:,cst;J~,al1 asque-rosarnenre hinchadas.v, kecot.~íct'n'la "vistaí~~ispíes, mismanos, mi estómago:¡D'¡'os ~í~'!f:racQ~~'sí me'hu.bieran

echado aire con un bombín. Me asusté muchí~imo, ¿sería'" . ..1 ¡,' :'.

una pesadillar, ¿e~taba sucediendo realmente? No ~nten-día nada, esa mañana al despertarrne me miré en el espejo

y esta ba COl~10 siempre., ,. Entré en pánico yempecé a llamar-a mi mamá con

'. alaridos. Ella subió corriendo y, al verrne, no pudo disimu-

lar su cara de impresión. Trató de mantenerse calmada para, , I . '

no asustarme más de lo que estaba, pero mientras me ayu-daba a vesrirrne, sus manos temblaban producto de la gran

tensión.Un momento despuésestábamos las dos en el auro.ca-

mino a la clínica. Tal fue su desesperación que no quiso

esperar a que mi papá saliera de la ducha. «Luego lo Ha-m~rédesde la clínica», pensó. Gracias a su decisión de no

esperar ni un segundo es que ahora e~toy con vida. "Llegamos a la urgencia yme internaron inmcdiatafllen-

te. «Lo primero ,que hay que hacer es esrabilizarla », dijo elmédico sólo conecharrne un vistazo, ){ccuerd() estar arri-ba de la~arnilla mirando el 'teclw pasar ante mis ojos C<)IllO'

un rio, y a las enfermeras y al müÚco corriendo a mí costa-do. Lo siguiente ~l~"crcCl;erd() es e'star toda «enchufada» yrespirando con mucha dificl)h;Hi cnla l icr, mienrras una delas cnferl1lc~as me tomaba nlllest;~¡lS de sangre. Me asusté

I •

Page 62: Dieta de La Muerte

de verdad, ¿esta ría muriendo? 'I()<.!H In hisrorin que -mpc-

zó como algo sin tanta importancia ¿terminaría así?: hin-chada COI~10un globo, tiesa de miedo y dejando mi vida eneste lugar blanco y frío, Empecé a llórar , .. Entonces, vi amis papás, también llorando pero tratando de sonreírrne,

parados cerca de la cabecera de la cama. Fue como si meacariciaran todo el cuerpo y me sentí algo mejor. Pero el

miedo seguía a1Ii.Al otro día me visitaron un par de médicos y nos dije-

ron, con palabras que apenas pude traducir, que según losexámenes sufría un tremendo desequil ibrio meta bólico, queesta crisis me había generado una súbita y extremadescornpensación química del organismo. Tenía la percep-

ción de que, en el fondo, lo que querían decir era que nun-ca habían visto un caso igual. Mis papás hacían muchas

preguntas, seguramente la vaguedad del diagnóstico no

hacía más que aumentar su preocupación.Lo cierto es que nadie se explicaba por qué había pa-

sado esto, solo me decían que estaba un poco hinchada

(¡qué novedad!) y que muy pronto volvería a la normali-dad. No les creía nada y lloraba de miedo y angustia alverrne: era una verdadera bola de grasa. Algo me decía que

estaban mintiendo y pedía por favor que me dijesen la ver-dad. ¿Era mucho pedir? Necesitaba saber qué le pasaba ami cuerpo. Muy alterada les reclamaba a los doctores que,

, si er~ cieno lo que decían, solo se trataba de darrne unanriinflamarorio () cualquier cosa, lo que fuera que me vol-viera a mi estado normal. Gritaha todo el dí:l rogándoles

que hicieran algo. Fue tanta mi alteración que empezaron

124

1.1\ 1111'.'1'" (¡(I, lo" 1'.1111',\('1'11

él inyectarrne sedantes. ,Cuando volvía en mí, 111<: percatabade que todavía estaba igual y volvía a empezar. Gritaba ylloraba pidiéndoles que hicieran algo. «¿ ¡Qué rn'ierda me

pasa!? [Por la cresta, hagan algo! ¡Qué venga el doctor!».A los pocos minutos entraba el famoso doctor, me exa-

minaba de compromiso y de nuevo decía: «No te preocu-

pes, en un par de días te vas a deshinchar». Yo sabía que

era mejor no creer en sus pala bras.Así' pasaron cinco días, hasta que el cuerpo médico

consideró que debía darme el alta: ya no tenía riesgo vital ymi organismo se encontraba estable ... ¿Estable? Pero si mi'

aspecto seguía siendo el mismo que cuando me interna-

ron ... ¿Estaban ciegos?, ¿me creiantarada P, ¿es que nadie

podía ayudarme?De regreso en mi casa no quería ni levantarme, no so-

portaba que nadie me mirara ni me tocara. Al pasar unoscuantos días me di cuenta de que, efectivamente, tenía todala razón en no creer en ese doctor: no me deshinché, diríaque más bien lo contrario, la cosa empezó a empeorar. Seapoderó de mí una 'angustia indescriptible. Mirarrne al es-pejo era un calvario, ya no solo eran mis ojos los que veíanmal, ni era por la distorsión de la imagen corporal propiade mi enfermedad. No, ahora esta era mi realidad. Me mi-raba al espejo casi todo el día, sentía una atracción morbo-sa por lo que veía. ¿Acaso esa era yo? ¿Esa cosa enorme yredonda? Apoya ha sobre mí la polera y la fa Ida negra quehabía comprado para mi cumpleaños y no daba crédito él

lo que veía: !T1Í cuerpo era al menos cuatro veces más gran-de. Esa ropa, ahora, no me enrraría siquiera en un brazo.

Page 63: Dieta de La Muerte

EIIIOI1 .es , la ílngllsti: 111('d 'si ordabn. Np CI1I '11Iln II:HI.I, ynadie parecía 'llle.;nd '1" mucho UH)IPO 'o, ¿AC:ISO no .xist í»

alguien que pudiera, ver que esto me estaba matando?

¿Quedaría así para siempre?

Cuando no daba más, corría él la cocina y arrasaba con

todo lo que encontrara, da ba lo mismo. A los segundos me

daba vergüenza, me aborrecía, sentía asco de mí y corría albaño a vomitar todo lo ingerido. Este era un rrámire conoci-

J

do pero, a diferencia de antes, ahora no adelgazaba. No te-nía explicaciones ni 'porqués, solo seguía hinchándorne ehinchándome como una pelota.

Estaba metida hasta el cuello en un proceso de ansie-dad increíble ..Me odiaba, me odiaba con todas las fuerzas

que me quedaban. Era un monstruo, mi cuerpo estaba lle-no de estrías, ya ni siquiera la ropa de mi papá me quedabasuelta. Me -sentía furiosa conmigo misma y me castigaba

comiendo más y más. Después, vomitaba ... Vomitaba solopor asco porque, a esas alturas, ya tenía claro que él pesar

de vaciar mi estómago, seguiría engordando como unavaca. Ya no encontraba qué hacer, estaba tan desesperadaque deseaba morir. Por primera vez pedí y supliqué ayuda,la situación se me había escapado de las manos ...

Mi cara se llenó primero de granitos. después de gra-nos y después de un acné que ningún médico se atrevía atratar. Varios dermatólogos a los que consultamos dijeronque nunca habían visto un caso igual. Pasaron los meses y

mi situación empeoraba: No salía siquiera al patio de micasa, tenía terror de que la gente me viera así ... Sobre todo

la gcnte que me conocía de antes, la que me había visto

126

delgada, tan delgada ... Muchos de aqu .llos que bubfanvenido a mi fiesta de cumpleajios.

Desde aquel septiembre, cuando estaba feliz con mis

42 kilos 800 gramos, hasta marzo del siguiente año, había

llegado a pesar esos 112 kilos.,

127

Page 64: Dieta de La Muerte

Mi vida en el infierno

*VIP*.Wuaton Fest

YA SE ACERCABA EL otoño y permanecía enclaustrada en

mi casa. No había vuelto al colegio y mis ex compañeros

insistían constantemente en venir a verme. Me negaba, in-ventaba una y mil excusas para no recibidos. Ninguno de

ellos sabía lo que me había pasado y yo tampoco tenía nin-gún interés en que lo supieran. Mi ánimo andaba por elsuelo, además estaba muy irritable y no quería que nadie

me hablara ni se me acercara. Si no estaba pegándome unatracón de comida, estaba vomitando, y si no era eso, me

encontraba llorando en la pieza.Claramente las cosas se descontrolaron y nadie sabía

cómo manejarlas. ¿Qué le había pasado a mi cuerpo?, era

como si se hubiera vuelto loco., Mis padres habían pedido hora con una psiquiatra que,

según decían, era experta en estos temas « psicosomáticos».Por el momento parecía ser esa la explicación, aunque na-

die se mostraba demasiado seguro del asunto. Cuando lallamaron estaba de vacaciones así que tuvimos que esperarvarias semanas ... Pero no importaba, ¿quién decía que no

12<)

Page 65: Dieta de La Muerte

II

. fuera ella 1;1solución ;l mis pro blcuuis? Mis I .ipris, '(lIllO

siempre, rcnian mucha expectativa y agu<lr<bron esperan-

zados. Apenas estuvo de regrcs<>, reservamos 1..1 primerahora que tuviera disponible.

El día que me llevaron a su consulta, ni bien la vi y nos

miramos a los ojos supe que era una persona muyfr ia y

que hacía todo lo posible por mantenerse así. ¿Sel~ta una

estrategia profesional? Su voz era muy poco amable, dura ..y agria. Todo lo que decía era en tono inapelable.

La acompañaba una niña bastante joven, después supeque era una alumna en práctica, que parecía muy inrimidada

por la presencia dela doctora, aunque dispuesta a absor-ber cada una de sus palabras como si fueran verdades sa-crosantas. Se desvivía por agradada y ella parecía que ni

siquiera se percataba de su presencia. Ensayé una sonrisacon la joven como queriéndole comunicar que yorarnbién

esta ha nerviosa pero me contestó con una mueca ama rga,supongo que tratando de parecer una discípula fiel.

La doctora ordenó que me sentara, luego no me hizomás de tres pregll1~ras y llamó a mi mamá. Con esa vozinsensible, como si estuviera haciendo cualquier comenta-rio intrascendente, le dijo sin preámbulos: «Hay que hos-pirulizarln », Mi mamá acusó el impacto Pensé que se refe-ría a una hospitalización como las otras, en una cama conen [crmcrus y pincha/',os y le hice sa bcr que ya ha bía estado

hospitalizada y no hahiadado resultado. Fila sonrió iróni-camcnrc y me 'H..laró que estaba equivocada: «Cuando digo

hospitalizar, no lile refiero a una clínica COIllO las anterio-res sino él una clínica psiquiárrica ». Yo no sabía si eso era

'}O

1. Im:I'A 111'I,A MIII'.HT1·.

mejor o peor ... Solo me quedó claro que era distinto y me

sentí confundida.Antes de que pudiera reaccionar, la psiquiatra le dio a

mi mamá el nombre de la clínica y le dijoque, de ser posi-

ble mañana mismo me internaran. Agregó que me iba a ir, . . .

a ver constantemente y que estaría en contacto con ellos.. .

Mi mamá estaba desolada y la tranquilizó diciendo: «Note preocupes, esa clínica es muy buena, tienen un trato muyamable y por lo general quieren mucho a los pacientes. Noes nada terrible, así que no hay que dramatizar. Es muyimportante que ella se trate un tiempo internada allá, puesnecesitamos tenerla controlada todo el tiempo. El caso de

Denisse es muy crítico, ningún tratamiento ha resultado ysi seguimos así le puede costar la vida».

Estas últimas palabras, tan duras, si bien la estremecie-ron, lograron convencer a mi mamá de que tenía que ha-cerlo por mi bien. A partir de ese momento se mostró dis-

puesta a cumplir eficientemente todos los consejos de mi

nueva doctora.Sin embargo, ni bien salimos de la consulta rompió en

llanto. Fue un llanto breve pero intenso, un llanto que semanifestaba, a pesar de ella, con un rastro de rabia en elfondo. Mientras lloraba repetía: «Este no es momento de

llorar, Denisse, no es momento de ,llorar, es momento deactuar». Yo no pronunciaba palabra, no podía creer lo queestaba pasando. ¿Adónde me iban a llevar? Estaba parali-zada del susto, no podía hablar ni pensar. En mi ignoran-cia, «clínica psiquiátrica» quería decir «un lugar para 10-cos». Sabía que estaba enferma pero tenia.claro que no

13 J

Page 66: Dieta de La Muerte

cst a ba loca. "CJlí,'1 ,)/ '11'1' . . / .e . LO/lCICll '1;1 <. • 1111 persona y 1)11."

cinco sentidos en bucnas condiciones.

~~satarde estuve n:cosrJda en mi cama sin cruzar p::lb-

bra Con nadie. Nolograkl hacerrne:i la idea, llegué a creerin,e/uso q~le era' una broma o algo para asustarrne. Mis pa-pas estuvIeron dedicados a hacer todos los trámites nece-

sanos para internarll1e lo antes posible y regresaron a la

casa por la noche. Yo seguía en la cama, con los ojos fijosen el techo y sume gid I ' . ' .. r a en os mas OScuros pensamIentos.Entoflces, escuché que tocaban a la puerta y la abrían des-

""": Eran mis papás que, con ojos de tristeza, venían amformarme que mañana temprano me esperaban en laclínica.

Por más esfuerzos gue hacía, no podía asimilar sus pa-. labras. Solo recuerdo que se me caían las lágrimas y asentíacon la cabeza todo lo que ellos decían MI'entras n . /. . " 11111an1ase puso a prepararme el bolso. Aduaba como una autó-mata, evidentemente estaba haciendo grandes esfuerzos porno quebrarse y cumplía sin vacilaciones lo que creía queera su deber. Cuando estuvo listo, Como yo ya estaba acos-

t~da, los dos me dieron un beso, me dijeron que me que-nan mucho y apag, I 1 E

' e aron a. uzo in ese momento no supeque esa luz qu~ se apagaba era el símbolo de la oscuridadque venía ...

¿Qué puedo COlltar de esa noche? N() fue 11'1 " c..• e <. d nléls

q.ue ~,n prcámbulo del infierno. No solo no pude pegór un

OJO SIllO que desfilában ante mí illlrigenes de pesadilla. ¿ Es-tah~ld()nnida o despiern? Debí-l esrar el ' .

. • < . e csplerra porquerecuerdo que no me par¡,ban de correr las l'ígr,'1l1')S "1" '

e , • , e- l.) so

se puede llorar mientras se duerme? Enl()f1 . 'S, ¿qll '. erantodas esas imágenestétricas y amcnazanrcs? Abrí •.) los ojos

lo más que podía en la oscuridad y trataba de adivinar mipieza, el lugar donde estaban mis libros, mi escritorio, mis

peluches ... Las cosas familiares y cálidas que ahora eransombras siniestras. Me moría de miedo pensando que, en

un rato más, me encontraría en un lugar totalmente extra-ño. Estaba aterrorizada, no me quería ir pero no tenía cómo

evitado: Tampoco habría tenido cabeza para pensar cómo'hacerio,me en contra batan atontada con la noticia que nopodía ordenar las ideas en mi interior. As] transcurrió la

noche hasta que llegó el otro día y escuché a mi mamá de-cir: «Denisse, despierta, es la hora».

Un rato más tarde ya me encontraba 'entrando a laclínica. La despedida en mi casa había sido muy triste, so-bre todo con el Benja, a él era al que más me dolía dejar.

Cuando lo abracé y-tuve que soltarlo, sentí que me desg,a-rraban el alma. Con mi hermana nos despedimos peleadas,

fue tanto que me opuse rotundamente a que ella me fueraa dejar a la clínica.

Llegamos. Tuvimos que pasar por un camino largo quedaba hacia una puerta. No se podía ver nada, ni hacia afuerani hacia adentro. De todas formas, el lugar parecíaelegarr-te y pulcro, aunque un poco sombrío. Nos recibió una en-

fermera que me hizo millones de preguntas, me pesó y memidió. Entonces supe que seguía pesando lo mismo, la mis-

ma asquerosacantidad de kilos.que la última vez:J 12., Me deprimí. La enfermera -sin ninguna delicadeza-s-

les preguntó a mis papás si sufría de obesidad mórbido o

I,n

Page 67: Dieta de La Muerte

algo parecido. Al escuchar cs.is paLlbras 110 I odÍ;1 '1' ','1" (.'11

qué me había cOllvcrrido. ,< ¿ Obesidad mórbidn?». Yo, que

llevaba años luchando y obsesionándome por mi dclga-

dez, ahora era rccoriocida corno una niíl<1 obesa. L1 an-

gusti:l, la rabia y la pena me consumían por dentro. Mi

papá me apretó la mano y trató de sonreír.

Luego de este «trámite», nos hicieron pasar a un jar-

dín. Era lindo, muy lindo, parecía un hotel. Había unas

mesas, muchas plantas, árboles y una fuente, que fue lo

que más me gustó. El sonido del agua cayendo era como

una música suave. Nos sentamos, ninguno de los tres dijo

palabra. Contrastaba la tensión de nuestros rostros con ese

ambiente que parecía de cuento de hadas.

Después de unos minutos, volvió la misma enfermera.

Les dijo a mis padres que se había comunicado con la doc-

tora, que ya estaba todo arreglado y que ella vendría a ver-

me en un par de horas más; además, les dijo que en ese

momento era conveniente que se retiraran. Mis papás es-

cucharon sus palabras y asintieron con la cabeza, nunca

los vi más tristes. Yo no aguanté más y después de entre-

gules' una cana con una fotografía que había hecho la

tarde anterior pensando en este momento, rompí en llan-

to. Mi papá tampoco puclocourener se y lloraba como un

nino. Mi rnarmi, que scguia tratando de parecer fuerte,

me decía con voz cnrrccorrada: «Cuídate, mi niñita. cuí-

date". Ellos rnmbicn me entregaron una carta y se aleja-

ron ahruzn dos, tratando de darse ánimo el lino ;11 otro.

Me quedé P;H;Hb .rhi y, por primer" ver. en Ini vida,

me scnt] roralmcnrc perdida. No 's¡lhía cuándo los ih;1 ;1

vol v '1' ti V '1", 'W\lllO ti 'Ill! () ibn 11 (',1111' allí, uo quertu que foil'

fueran. Sí, es verdad que pdcábamos muchov.pcro eran las

personas que más amaba en el mundo. Sentí que se Í11C aflo-

jaban las piernas.Minutos más tarde llegó una auxiliar. Sin presentarse

pero con una 'voz que tratab~ de ser amable, me dijo: «Yo

te voy a cuidar todos los días, tienes prohibido estar sola».

Pensé: «¿Qué es esto, una cárcel?», Preferí no hacer nin-

gún comentario y contesté preguntando adónde estaba mi

habitación. Me ind~có que la siguiera. En el camino, traté

de fijarme en los detalles del que sería mi «nuevo hogar».

No me tranquilizó en absoluto: vi algunas niñas llorando,

otras sentadas con los ojos fijos y con camisas de fuerza ...

Pude escuchar a otra que gritaba yvi de reojo que la esta-

ban inyectando contra su voluntad. No podía creer lo que

estaba viviendo, tenía que ser un mal sueño, tenía que

serio ... Suplicaba que alguien viniera a despertarme. ,

Llegué a mi habitación, tenía dos camas, unos pocos

muebles y un televisor en el centro. Sentada en una de las

cainas 'había una abuelita preciosa, de ojos celestes, que

parecía salida de un antiguo cuento de hadas. Mi auxiliar,

que se llamaba Silvia y era una persona bastante amable y

cariñosa, me la presentó: «Esta es la señora Hortensia Yserá tu compañera de cuarto». Luego se retiró para que

pudiera instalarrne.Ni bien quedé sola con la abuelita me puse a llorar.

Ella, que era roda-dulzura, al vcrrne tan triste, no dudó en

acercarse y abrazanne. No dijo ni una palabra, solo se li-

mitó a besar mi frente y acariciarmc. Era muy reconfortan-

135

Page 68: Dieta de La Muerte

te para mí sentir ese ca lor humano. csu rcruurn y 'OIlIt'1l 'l'

a relaja rrnc un poco,

.De pronto, idesdeJa.,puerta abierta, escuché una V (),/,

dura y agresiva que decía: « Ya, sel~ora Hortensia, deje a laniña, no se ponga porfiada, pues señora, camine, no sea

cargosa ». Ella no dejaba de consolarrne ... Entonces, laauxiliar levantó la voz: «Le digo .que camine señora, ya

sabe .10 que pasó la última vez que no me hizo caso». Me

asusté con sus palabras, más que palabras habían sidoamenazas. La pobrecira se puso a temblar y salió de la ha-bitación inmediatamente.

Al poco raro, regresó mi auxiliar preguntándome siquería dormir, Mis ojos empezaron a cerrarse solos. Des-pués entendí que [a pastilla que me había hecho tomar laenfermera antes de subir era un sedante muy fuerte. Meacosté en [a cama y ab'racé a mi jirafa. Sé que era una acti-

tud un poco infantil para mi edad, pero era mi peluche re-galón, el que siempre me escuchaba y lo había llevado con-

migo para que de alguna forma me hiciera compañía. «¡Si. esta jirafita hablara! », me dije tratando de sacar fuerzas dedonde casi no había.

No tuve ni tiempo de darme cuenta y ya estaba dur-miendo profundamente.

Calculo que era ~vanzada la madrugada, aún me en-contraba bajo el efecto del scdanrc del día anterior, cuando

escuché unos gritos espantosos. Abrí los ojos y quedé pa-

ralizada. De repente sentí que un cuerpo se abalanzabasobre mí. De un S;:J lro se subió a mi cama y me ;lg:lrró la

cara. En la sernipcnumbrn vi unos ojos enormes que se fija-

h,H1 en los míos y escuché una V07, cascada que me gritaba:«¿La ves, la ves? ¡Dime que la ves!, ¡dime que la ves!». Salta-

ba de un lado a otro y luego se acurrucaba casi encima mío:{(¡Sácala, sácala!», me pedía llorando él los gritos: «Sácalas,

por favor, sácalas». De pronro.jne abrazó tan fuerte que casime asfixió y continuó gritando: {(Ayúdame, por favor, ayúda-

me, aquí no las quieren sacar y les tengo mucho miedo».Yo, que recién empezaba él entender dónde y en qué

situación me encontraba, traté de hablarle con voz tran-quila y le dije: «Oye, qué cosa, qué cosa quieres que saque.Te voy a ayudar pero cálmate». Quizá por el tono de mivoz, que intentó ser apacible, pareció tranquilizarse y dejó

de gritar. Ahora, susurraba como si quisiera compartir unsecreto conmigo: «Las arañas, hay arañas por todas par-

tes, nos invaden, nos invaden. ¿ La ves, las ves?».Encendí la luz y recién entonces vi la escena con nitidez.

Era una señora de mediana edad, tenía el pelo revuelto y .

una camisa de dormir blanca. Su rostro estaba demacradopor el terror, un terror tan real que casi pude tocado. Eraclaro que sus ojos estaban viendo realmente lo que decía ver.

Había tomado mis manos con mucha fuerza y me las retor-cía. Yo trataba de tranquilizada y le insistía en que no habíanada, qué no veía las arañas, pero eso parecía descontrolarlatodavía más y repetía: «Sácalas por favor, por favor. .. »,

Luego, cambiaba de estrategia y con una voz que pre-

tendía ser seductora, me decía: «Si las sacas, te doy. un re-

galo, un lindo regalo. Loque quieras ... ».

De pronto, la puerta se abrió con violencia, aparecie-

r~n tres auxiliares que yo noconocía. «Aquí está », dijo

137

Page 69: Dieta de La Muerte

una con vo'/. enérgica. Ella 1,1S escuchó y se sohr 'salrú 11111-

cho. Inmediararuenre empezó a ba lbuccar sus cxplicacio-

nes: « Ella es mi amiga, ella me cree? ella sí las ve. ¿cierto quelas ves, amiga? », repetía dirigiéndose el mí. « iDilcs que lasves, d ilcs! ».

Las auxiliares, sin hacerle el mínimo caso y con nin-glll1 cuidado, más bien a los tirones, trataron dc bajada demi cama. Ella no soltaba mis manos, las seguía oprimiendo

h f dconrnuc a uerza. Entonces, una auxiliar que parecía querecién notaba mi presencia, dijo: «Te aconsejo que no laayudes, ,sin~) ta mbién te va a tocar a ti».

¿Tocar?, ¿a qué se refería? Esto sencillamente me so-brep~saba y estaba asusradísima. En mi interior repetíacomo si fuera una plegaria: «Mamá, marni, por favor, ayú-

darne». Lo único que quería era a mi mamá. Me sentía com-

pletamente descolocada en una situación tan violenta. Estoque estaba pasando frente a mis ojos no era parte de mimundo y nunca siquiera había imaginado que me tocaríavivir algo así. .. Pero si una cosa me quedaba clara es quetodo era real. No esta ha soñando.

A pesar de que seguían tironeándola, no lograban ba-jarla de mi cama ni que me soltara las manos. Tenía una

fuerza increíble, así que con mucha dificultad y sin ningunadelicadeza leinyecraron un sedante en el cuello. Luego rra-raron de ponerlo una camisa de fuerza. pero les resultó im-posible. Siguieroll los forcejeosy los gritos hasta que una delas an xilinrcs llegó corriendo con un aparato muy cxrr.uio.:llgo que yo nUBe1 hahía visto y que no rcnía UIl aspecto

muy agradable. Me asusré m.is y más ... Traté de pararrne en

la cama pero la mujer estrujaba mis manos C()ITI<'> si las suyasfueran tenazas y no permitía que me incorporara.

De pronto, solo a centímetros míos y a los golpes, 10-graron acostarla. Mis manos todavía estaban aprisionadas.

En un momento de lucidez supe con claridad cuál era el

plan y lo que estaba por pasar. Ese aparato que traían erapara aplicar elecrroshock. Empecé a descontrolarme, el te-rror se apoderó de mí. «No hagan eso, no se lo hagan ...

¡Eso yo sé que hace mal, que mata las neuronas!», Grité usan-do argumentos que ahora encuentro absurdos, ya que enese lugar sabían a la perfección lo que estaban haciendo.

Más tarde entendí que esa mujer sufría de alcoholis-

mo y por eso tenía alucinaciones. Se veía realmente aterro-

rizada, estaba muy angustiada ... No era este, a todas lu-ces, el tratamiento indicado para su cura. Ella seguía supli-

cando mi ayuda: «Por favor, amiga, ayúdame, acuérdateque te voy a dar un regalo». Me puse a llorar: «[No le ha-,gan eso, por favor, por favor sáquelo, mata las neuronas,

no lo hagan, ¡no lo hagan!, ¡es ilegal! ».Fue nada más que escuchar la palabra «ilegal» y las

tres se ~ieron vuelta y me miraron enfurecidas. Una de ellasse dirigió a mí con voz helada: «Mejor que te quedes

tranquilita, linda, y calladita, que así te ves más bonita ...

Porque si no la próxima vas a ser tú».Cuando vi que ya no había nada que hacer, que esta-

ban decididas a llevar a cabo el macabro procedimiento yque la pobremujer aúnno soltaba mis manos, le pedía la

auxiliar que por favor al menos hiciera algo para que nome llegara la corriente a través de ella. Respondió con voz

139

Page 70: Dieta de La Muerte

fria y sarcásuca: "No 1l'IICI1l )$ li 'mi () I ara C!-.(h ti ·ullcl>... ,

además, quién te dice que no re venga bien un poco de

ilegalidad» ..En ese momento comprendí que estaba en el mismisirno

infierno. Del pur O susto y sacando una fuerza que I.lime

conocía, logré zafar las manos casi en el mismo instante enque ella se crispaba por efecto del electroshock. Alcancé arecibir unos segundos de corriente. Mis músculos estabancontraídos en un espasmo doloroso y Ole esfrerneci de la

cabeza a los pies. Rodé hacia el piso mientras las auxiliaressiguieron aplicando el «tratamiento» a la paciente que no

dejaba de contorsionarse sobre mi cama.Todo esto sucedió frente a mí. No hubo ninguna

privacidad, recato o consideración, mucho menos piedadhacia aquella mujer que a esas alturas más parecía un ani-

mal que un ser humano.Después de unos minutos, la paciente quedo lógica-

mente sin fuerza, atontada, serniinconscienre. Entre las tres,

auxiliares le pusieron, ya sin ninguna dificultad, la camisade fuerza y se la llevaron a su habitación que quedaba casial frente de la mía. Allí la amarraron a la cama y se fueron.

No podía creer lo que estaba viviendo, me encontraba

paralizada por el miedo. Quería a mi familia, quería esca-

par en ese mismo instante porque, de lo contrario, pensabaque no saldría viva de ese lugar. Los sollozos me ahogaban,había quedadodemasiado impactada y a pesar de muchos

intentos nolograba calrnarme ni pensar con claridad.

A los pocos minutos regresó una de las auxiliares que

había participado en el horrible episodio; como al parecer

1, IIII"I'A 111' lA M 111'1<11

yo estaba llorando demasiado fuerte, en un momento dedistracción en que giré mi cuello me inyectósin ningún cui-

dado un sedante y me ordenó: «Te acuestas y te duermes".Ni siquiera pensé en resistir, no atiné a decir nada, solo

caminé hacia la cama. Por el solo impacto de haber sidoinyectada de esa m-anera, mis lágrimas cesaron y a los po-

cos minutos los efectos del sedante se dejaron sentir y que-dé dormida, como muerta.

Pasaron los días y todo siguió sin grandes novedades.El ~mbiente era muy opresivo y podía sentirse la tensión deuna disciplina impuesta de manera brutal. Eso flotaba enel aire, como una presencia más entre las personas allí in-ternadas, y hacía que todo el mundo fuera muy callado,

temeroso de generar cualquier tipo de acercamient? _Me dejaron bien claro que yo estaba recluida por «obe-

sa» y no por «depresión». «¿Recluida?», esa era la palabraque usaban ... Yo me preguntaba: «¿Acaso soy una crimi-nal, habré cometido algún delito? ¿Por qué me condenan?».

Debía limirarrne a comer 10 que me dieran y que ni seme ocur.riera, ni intentara conseguir nada extra, y mucho

menos .vomirar, Después de advertirme bien esto, amena-zaron a las otras pacientes delante de mí con duras sancio-nes si me daban algo para comer.

Sobreviviendo como pude, llegó el lunes. Los sedantesya no me hacían el efecto que las auxiliares esperaban y

mis llantosy reclamos no paraban. Harta de aguantarme,una de ellas finalmente dijo: «Que vengan, nornás, los pa-dres de esta cabra chica para que se deje de fregar de unabuena vez».

Page 71: Dieta de La Muerte

Mis pupás Villl('l'()lllIP('Il:l:- k!'- ;\VI~aI'OIl, Yo t'S!..h:1 s '11

rada como muerta <.:1\vida en el 1l1isIlJO lugar donde nos

habíamosdespedido. Cuando los vi, no pudc conrcncrmr-,

corrí a abrazarlos y rompí en llanto. La auxiliar. como quiencumple su deber, me quería separar de ellos pero mi papá

se opuso enérgicamente y la heló con la mirada: «Sefiorira ',por favor, no necesito que me aparte de mí hija, ya estabueno». La auxiliar bajó los ojos y se retiró. Me senrí un

poquito mejor, allí estaba mi papá y él daba las órdenesahora. Yo era su niñita y me protegería.

Entramos a la consulta todos juntos; la doctora nosesperaba. Si bien me sentía un poco más aliviada pensandoque ya no estaba .sola, seguía llorando porque no encon-

traba las palabras para ~omunicarles lo que estaba pasan-do aJlí dentro. Lo único que decía era: « Por favor, saquen-

me de aquí, se los ruego sáquenrne de aquí». No podía ar-ticular nada más. Las auxiliares «cariiiosamente» me ha-

bían advertido qué era lo que pasaba si uno hablaba más de

la cuenta con sus papás. Ya sabía, porque lo había visto y lohabía vivido, que no se quedaban en las puras amenazas.

,Mientras trataba de recomponenne, escuché a la psi-quiatra decir con tono autosuficienre: «Bueno. bueno ...•

una escenira típica de manipulación, ¿cierto, Dcnisse? ¿Aqué viene tanta desesperación?", «¿A qué viene?», pensé

yo, esra vieja es una cínica. Luego, continuó dirigiéndose a

mis padres: "Si caen ahora en su juego, los va a ma n ipuln rpara siempre. Es el típico show que montan las pacientes

para poder irse de alra y volver al antiguo comportan'liemo 'a lItodestructivo».

'1

Mis padres miraban inde .isos, ••., 'vid .nte <'1\1 • SI.: S in-

tían confundidos. Mi papá se cubría el rostro con las manos.

Estaba al borde de su resistencia emocional y ya no aguanta-ba verme llorar' así. En un momento, mi mamá se secó las

, lágrimas y en la misma actitud que le había visto al salir de laconsulta con la noticia de mi internación, dijo: «Sí queremos

que Denissese mejore de verdad y para siempre, tenemos

que hacer algo definitivo, algo que la ayude en serio».Era como sí la psiquiatra la hubiera hipnotizado des-

de aquella vez enque la miró a los ojos y le dijo que mi vidacorría peligro, que si seguíamos así podía morir y que soloquedaba obedecer sus instrucciones si queríamos que sa-liera adelante. Era evidente que estaba dispuesta a creerleciegamente para ~alvar mi vida. Pero ¿qué clase de trata-

miento era ese al que me estaban sometiendo?, ¿sedantes?,

¿a!llenazas?, ¿electroshocks?¿Qué se pretendía lograr coneso?, ¿mi recuperación? Esta era, se suponía, una de lasmejores clínicas psiquiátricas del país, al menos, una de las

más caras ... No tardé mucho en entender la diferencia.Ni bien escuché las palabras y el tono de mi mamá

(pobrecita, tratando de salvar mi vida a costa de un enor-me sacrificio emocional) empecé a llorar con desesperación,cada vez más y más fuerte. Les rogué que me sacaran deahí, les dije que iba a hacer todo )0 que ellos me pidieran,que iba a ser obediente y buena. Cada cosa que decía pare-cía reforzar la opinión de la doctora acerca de mi estrategia

para escapar a mi tratamiento. Fue.tanta la impotencia queen .un momento empecé a gritar a mis padres: «[Se van a

arrepentir! ¡Si me dejan acá, se van a arrepentir!»,

143

Page 72: Dieta de La Muerte

I

I,

La doctora imerviuo diri/!.i "l1dos '11 dio!'>; ,,¿~t' d:11) 'ucn-ta?, ahora los está amenazando, Típico, típico ti 'UIl¡lllI'.lIli-pulacióri, .'; EIJ todo caso, es normal en estos cuadros». Lue-go, me dijo con voz severa; ,< Por favor, 111"hijira, Y<\ hasta. 1\.

mí no me va a engañar, lo suyo es de manual». Acto segui-do, marcó un teléfono y pidió que vinieran por mí.

Mientras llegaban a buscarrne, seguía llorando peroella no se dirigió más a mí y actuó como si no estuviera

presente. Entre mis sollozos escuchaba que -,-como reci-tando un discurso bien aprendido--les decía a mis padres:

«Denisse va a quedar sin visitas y sin teléfono. Necesita es-

tar por un tiempo en régimen de aislamiento completo».Mi papá ya no podía más con su angustia, daba vuel-

tas y vueltas por la consulta y parecía una fiera enjaulada;

mi mamá solo lloraba y apretaba los dientes, decidida a

hacer lo que hubiera que .hacer para salvarrne.Al notar la tensión, la psiquiatra cambió su tono y ern-

pezó a confortarlos, dentro de lo que admitía su duro ca-rácter: « Por favor, no se preocupen por su hija, ella está en

las mejores manos, aquí son todos profesionales de prime-ra línea y el personal técnico esmuy cariñoso. Les aseguroque estará bien cuidada».

No había terminado de hablar cuando de pronto lle-

garon las dos auxiliares que venían por mí. Me aterré. Cuan-do me invitaron a acompañarlas, empecé a gritar. Me resis-tía con todas mis fuerzas. Ellas, extrañarnenrc, me tratabancon cariño y paciencia. Esa conducta no tenía nada quever con la que yo les conocía. Claro, pronto comprendí

que era por la presencia de mis papás, así que no tuve me-,

144

1,1\ 11110.111 111' 111 MIII'!!'II'

[or idea que scnrirmc fuerte y empecé a putcarlns y él pegar-les con tal de que no se me acercaran, Pero eran dos y final-

mente lograron sacarrne de la consulta a la rastra.Segundos después de cerrarse la puerta, su actitud dio

un giro de ciento ochenta grados. Me apretaron los bra-zos, me agarraron del pelo y 'comenzaron a sacudirme.Entonces, grité con todas mis fuerzas: «[Papá, papá!». Mien-'

tras las auxiliares trataban de alejarrne a los tirones, sentíclaramente cómo mi papá llegaba junto a la puerta cerraday le daba un golpe, también alcancé a oír cómo mi mamá

se le acercaba y susurraba entre sollozos algo así como:«Está bien, está bien ... », Luego, casi imperceptible por ladistancia, escuché el llanto apagado de los dos. Me los ima-giné abrazados.sosteniéndose el uno al otro, dándose fuerzapara «hacer lo correcto», decididos a salvar a su hija y, sinembargo, tan desvalidos frente a toda esta maldad organi-

zada.Ni bien llegamos a la habitación me aplicaron un se-

dante otra vez, directamente en el cuello. Al ver que nohacía efecto volvieron a ponerme otro, Como no lograba

calmarme, y seguía pateando y retorciéndome, llegaron tresauxiliares más con una camisa de fuerza. Traían consigo eltemible aparato de electroshock. Estaban decididas a usar-lo. En ese momento, no sé si por efecto de los sedantes odel pánico paralizante que me produjola visión de )0 que

estaba por ocurrir, empecé a atontarrne y me relajé. Des-pués solo recuerdo que' me' pusieron la' camisa de fuerza y

me amarraron a la cama, eracorno una muñeca desarticu-

lada.Me dormí y IlO desperté hasta el día siguiente.

e.

Page 73: Dieta de La Muerte

Cuando abrí los ojos, Silvia esrab u fr .ntc :i mí, FlI;, l', ••

la única auxiliar que parecía un ser humano, s(' habí» que-

dado cuid{indome yhi bien vio qué ¿Ié\.;pehab", me dio UIl

beso y me sonrió. Poco duró)a amable bienvenida pues

enseguida llegó la enfermer3 jefe, junto a dos de las auxilia-

res que habían protagonizado el episodio del día anterior.

Con tono auroritario me dijo que aquí no se permitían los

escándalos, que rarnpoco se podía llorar, que esperaban que

me hubiera quedado bien claritoporque, para otra vez, no)

iba a salvarrne del electroshock.

Solo atiné a asentir con la cabeza antes de que conri-

nuara ... Tenia la impresión de que era el rnisrnistrno diablo.

Entonces volvió a recalcarrne lo de mi obesidad y que no

iba a permitir que me acercara a la comida de las otras pa-

cientes. Jamás ha bía hecho eso y creo que simplemente lo

dijo para humillarrne. Luego me quitó la jira fa, porquese-

gún ella «ya estaba demasiado grande para eso y podía

afectar mi conducta». En ese momento me sentí morir, ese

peluche me había acompañado siempre, le supliqué: «No.

no por favor, no se la lleve y le prometo que me voy a por-

tar bien». Como si fuera sorda, hizo un gesto a las otras

dos que habían perm::trleeiJo en silencio, dieron media vuel-

ta y se fueron,Luego de esta «amable» visita, quedé par alizadn. Esto

no tenía nada que ver con mi salud ni con ningún proceso

de S~11l<1CiÓ1\.Estas personas me tenían, sencillamente, bajo

amenaza. Una cosa me queda ha da ra: no era a rra vés de la

rebeldía ni de los reChlll)()S d<:'justici~l que iba :1 logr;lf salir

de este infierno. Entonces me puse a recordar las palabras

.1\IlWU\ 111' 11\MIIIIIII

que días atrás me había dicho la s '¡lOra l lortcusra, 1.1 HbllC

lita que dormía conmigo: «Mi niña, la única forma de salir

de acá es siendo obediente y haciéndoles caso en todo».

Asentí suavemente con la cabeza. Estaba decidida a termi-

nar con este suplicio fuera como fuera.

Un momento después de que se retirara la jefa de enfer-

meras y sus acompañantes, Sílvia, que había estado presen-

ciando la escena desde un rincón, muy callada y con la cabe-

za baja, se acercó y me abrazó. Era evidente que se.tratabade una persona con una calidad humana muy diferente a la

de sus «colegas».

Me quedé un buen rato callada hasta que tomé valor

y le pregunté, aunque ya sabía la respuesta, si mis papás

estaban al tanto de todo lo que pasaba aquí adentro. Élla,

asustada, miró hacia la puerta como si temiera ser vigilada

y con voz bajita contestó que no, que dudaba mucho de

que mis papás estuvieran enterados.

Luego me aconsejó lo mismo que mí compañera' de

cuarto: «Denisse, pórtate bien, sé obediente y trata de pa-

sar desapercibida. Esa es la única manera si quieres salir

pronto de aquí». Volví a dormirme con su voz sonando en

mis sueños: «Salir pronto de aquí. .. ».

Esa fue la última vez que la vi, cuando desperté había

una auxiliar distinta, robusta, agresiva y brusca. Pregunté

por Silvia y con voz severa me contestó: «Ya no hay ningu-

na Silvia, yo te voy a cuidar ahora».

Días después 'me-enteré- de que la' habían despedido,

probablemente por ser demasiado indiscreta y no rnant

ner 1<1 distancia con los pacientes. Donde sea qu •

'47

\

Page 74: Dieta de La Muerte

alguna vez k 's 'sIC [ihro, VélY¡1 mi a~r,l(I' ¡llIi -nro 11" 'in ti, porque eras la única persona sensible y piadosa COIl el su-

frímienro ajeno en medio de ese horror.

Pasaron las scma nas y esta ha decid iua a scgu ir sus con-

sejos y los de la señora Hortensia. No iba a dejar que si-

guieran rorturándorne y de nada valía llorar. Me impuse la. ,

firme determinación de hacer ojos y oídos sordos a la in-

justicia y al maltrato. Aunque me remor-diera, mi único

objetivo era volver a casa y debía logrado en el menor tiem-

po posible.

Durante ese periodo de «adaptación», conocí roda cla-

se de gente y muchos tipos de dolor: personas drogadictas,

alcohólicas, maníaco depresivas. Las mil y una formas del

sufrimiento físico y psicológico. Viví y vi cosas que nunca

voy a olvidar. Sin embargo, no había allí espacio para la

amistad, ni para la cercanía humana. Las personas eran

muy solitarias y se miraban con desconfianza y temor unas

a otras. Vivíamos bajo amenaza.

Casi dos meses después, por mi buena conducta y mi«notable mejoría» me dieron de alta. No veía a mi familia

desde aquel fatídico día en que me sacaron a la rastra de la

consulta y me dejaron incomunicada.

Cuando llegaron mis papás me abalancé sobre ellos,

los abracé y lloré. No mucho, tenía miedo de que me vie-

ran «desconrrolada ». Este infierno se estaba acabando yeso era lo único que importaba.

La enfermera jefe, que siempre me traraba con amena-

zas e insultos, ~ll ver L1 escena, se acercó a despedirse muy

amahlclilellre, me abrazó y me dio un beso. Pensar que su

sola mirada me paralizaba de susto. Le s 'lJ,ui ·1[ucgo, solo

me quedaba el consuelo de que nunca, nunca, pero nunca

más la volvería a ver. Una cosa sí sabía- de seguro: su rostro

no lo iba a olvidar jamás.

]49 .

Page 75: Dieta de La Muerte

~Diagnósticos y nuevos lratamientos

*VIP*Wuaton Fest

TRANSCURRIÓELTIEMPOY ÉSEAÑOTAMPOCOvolví al CQ-

legio. Seguía tratándome con la misma psiquiatra. Ella siem-pre les decía a mis papás que estaba mejor, mucho mejor. ..

«¿Verdad, Denisse?». Yo me dedicaba ;1 repetir cualquier

cosa que afirmara. Era tanto el miedo que me daba volvera la clínica que había decidido no conrradecirla en nada.Tampoco quería contarles a mis papás lo que había vivi-,

do ... ¿ y si acaso no me creían?, ¿si pensaban que estaba

manipuLíndolos, tratando de hacerlos sentir culpables? No,

no ... Era mejor dejar las cosas como esta ban .. ~El único problema era que, habiendo decidido callar,

la sensación de amenaza y miedo no se había terminadosolo con volver a mi casa. Ese sentimiento seguía más vivoque nunca. Dicho de otro modo, la clínica estaba ahoradentro de mí y el-poder que tenía esa doctora de decidir

sobre mi situación, hacía que mi « libertad» fuera precaria

y condiCionada a cualquier cosa que ella opinara y aconse-

jara «por mi bien».Después de un tiempo, decidió indicar a mis padres

151

Page 76: Dieta de La Muerte

qut.: me mandaran donde orra doctora para qu . nicndi '1'"

mi parte metabólica y nutricional. Aún no lograba bajarde peso yeso me desesperaba cada-día más. De hecho era

" 'lo único que me importaba (aparte de no tener que volvera la clínica). bajar de peso; Volver a ser como había sido

. . 'no importaba a costa de qué.

La nueva doctora me sometió a muchos exámenes yencontró problemas en el hígado, en el páncreas y, ade-más, una resistencia insulinica severa que -' s~gún ella-

había sido la razón de mi súbita alza de peso. Me recetó

unos medicamentos que ayudarían a mejorar el funciona-

miento de mis órganos afectados y a regular el merabolis-rno. Pero me dijo claramente: «La reducción de peso va a

ser lenta, puede demorar varios meses, incluso años. No tehagas ilusiones esperando cambios milagrosos». Agregó

también, y fue muy enfática en esto, que no podía hacerdieta. Debía llevar una alimentación normal yequilibrada

porque los medicamentos que me daba eran muy fuertes.Bueno, escuché sus palabras pero me costó mucho asi-

milarlas. Sentí que un huracán estaba listo para arrasarconmigo Lo único' • .' l. que me unporraba era sacarrne estecuerpo de encima, un cuerpo que yo sentía extraño y que'

me daba un asco indescriptible. El solo pensar en la pala-bra «años» lile volvía loca. Esa era mi principal fuente de

sufrimiento pues, si bien físicamente estaba obesa y esaera la realichd n11"cabe: , ia funci I<, a neza segula uncronanc o como an-tes: l~l.an()rexia y la bulimia estaban presentes, listas param<1.n.fcsrarsc. Encaré esta llueva etapa llena de dudas ycon gran impaciencia. .

Pasaron los meses pr 'visto .... Cumplí mi mayoría de

edad y, si bien no bajé demasiado de peso, al menos en eseperíodo pude curar mi acné. El tratamiento demoró casiun año. Debía tomar diariamente un remedio muy fuerte

que aunque no entraba en conflicto con los medicamentospara el metabolismo, me traía muchos efectos secundarios, .

como mareos y escalofríos. Bueno, pero era tal el grado deinfecciones y pústulas de mi piel que decidieron seguir ade-

lante y .esperar a que diera buenos resultados. Mi mayormiedo era quedar desfigurada,llena de marcas y hoyos enla cara, pero, gracias a Dios, nada de eso pasó. Había vali-do la pena el sacrificio: no quedaron secuelas en mi rostro.

, t '.' ... t ~ r 1~ :~.

153

Page 77: Dieta de La Muerte

t a gradu ción

DURANTE ESOS AÑOS NO QUISE VER a nadie, seguía toman-do mis pastillas para el metabolismo y trataba de portarme

lo mejor posible, pero no lograba bajar de peso. La verdades que no aguantaba más esa situación. Ninguno de quie-

nes habían sido mis amigos estaba al tanto de lo que meestaba pasando. Ni siquiera los más cercanos. Por un tiem-po, insistieron en venir a verme pero mi respuesta fue siern-

pre negativa. Inventaba mil y una excusas, ni siquiera salíade mi casa por temor a encontrarme con alguno de ellos.

Ese año mis ex compañeros se graduaban decuart~o

medio y seguramente me invitarían a la ceremonia. Mehubiera gustado tantó poder acompañados, pero ¿en miestado? ¡No, 'no quería que me vieran así! Ese tema me te-

nía bastante complicada.Un par de~eses atrás había retornado contacto con Fe-

lipe. Hablábamos constantemente por Messenger o por telé-fono, y nos habíamos acercado mücl\ísilÚ6. Por supuesto, élno sabía que ahora su amiga era una ohesa: Felipe seguía

pensando en la Denisse delgada que había conocido y yo,

f " c;

Page 78: Dieta de La Muerte

n.uurt !tll '11(<.\uo I n ;:1 nada I Oro cut .rarlo d '1.1 r 'alid.H.I. I '

algúlI modo, mientras él siguiera creyendo que re .ordnba a

la .Denisse verdadera, ella scgu iría viva a 'pesar de rodo.

Pronto se iban a cumplir tres años de no vcrnos y élinsistía siempre en enconrrarnos. Entonces, llegó el momento

que yo tanto temía: me invitó a la fiesta de graduación. Nohabía una forma de decir que no, que al mismo tiempo no

generase un distanciamiento entre nosotros. Al principio,comencé simplemente por negarrne diciendo que él sabíaque yo odiaba la vida social; luego le dije que me daba mu-cha pena no graduarine con ellos; luego que quizás me fue-

ra de viaje y muchas otras cosas que sonaban muy pococonvincentes ... Una y otra vez me negué; una y otra· vez élrenovó su insistencia. Creo que 'se sentía seguro de poder

lograr que, al menos en un día tan especial, yo 10 aC0111pa-fiara. Cada nueva negativa de mi parte, veía con dolor cómose alejaba de mí.

Claro que 10 único que hubiera querido era estar Conél. Pero me sentía tan avergonzaba de mí misma ... Mis ojosse llenaban de lágrimasde solo pensar en la cara que pon-

dría al verrne. Imaginaba su mirada evitando la mía, sustorpes intentos por disimular el impacto al descubrir cómo

era yo ahora. Lo imaginaba mirándome de reojo, pensan-do que no me daría cuenta. Era como si viera su ~ra dedecepción, de asombro, de no poder creerlo ... No, no hu-biera sido capaz de soportado.

Al final dejó de insistir y poco a poco, tal como temía ,se fue dist;mciando. «Mejor»; me consolé. «Cualquier cosaes mejor antes de que me vea así». Prefería perder/o.

l.A I>JII'I',A. 1'11 I ~ IJlIIII

Debo ser sincera, aunque no tuve salida, perder a mis"amigos", especialmente a Felipe, me dejó bastante deprimi-

da ... Más de lo que ya estaba.Ese verano pasó sin que lo notara quizás porque no

salí de la casa ni una sola vez. Mi familia había decidido notomar vacaciones ese año. La situación económica no esta-

ba muy buena. Los dos meses que pasé internada en esa"«clínica de elite» habían dejado nuestras finanzas bastante

deterioradas.Tenía una idea que rondaba en mi cabeza desde que

había «sufrido» la graduación demis ex compañeros. Metenía preocupada el tema de terminar mi tercero y cuarto

año de colegio. Sabía que cualquier cosa que quisiera ha-cer en el futuro dependía de completar mi enseñanza me-dia. Dentro de todo, era un pensamiento esperanzador, pues

quería proyectarrne hacia una vida normal. Además, en elfondo, aún esperaba que el tratamiento paranormalizarmi metabolismo, que había.estado cumpliendo con disci-plina y con mucho esfuerzo esos últimos años, en algún

momento diera resultado. La doctora me decía que tuvierapaciencia ... Yo quería retomar mi vida y sabía que las co-sas no podían continuar así, ¿Cuándo volvería a ser unajoven normal? ¿Cómo retornar mis estudios? ¿Sería capaz?

No solo sentía vergüenza de que la gente me viera gor-

da sino que tenía mucho miedo de enfrentarrne nuevamen-te con las exigencias académicas. Hada tiempo ya que ha-bía dejado de ser la niña inteligente que acostumbraba sercuando pequeña y mis últimas experiencias con el estudio

habían sido muy frustrantes. No quería otra frustración.

157

Page 79: Dieta de La Muerte

Cualldo OJlI 'lile 'sta in III ¡ '(ud 011 mili P,1<.I,' '1'., I o,'

supuesto ellos sinpcnsarlo dos veces volvi .ron '1 al oyur-, me y se mostraron muy conrcnros de que sillti .ra la necesi-dad de hacer algo. Este era un tema que siempre me recla-

rnaban aunque no querían presionarrne dado lo precariode mi estado de salud.

Finalmente, entre conversación y conversación, deci-dimos que entraría a terminar' mi enseñanza media en un

«dos por uno», en horario vespertino. Además de no tener

demasiada exigencia y resolver el tema en la mitad de tiem-po, podía evitar compartir con gente de mi edad y que meconocieran con ese cuerpo, que era lo que más me acorn-plejaba.

Tengo buenos recuerdos de ese año, mis' compañeroseran puros adultos, de hecho yo era la «guagua» del curso.Eran muy simpáticos y protectores conmigo, todos me tra-taban con mucho cariño.

Logré terminar con buenas calificaciones y sentí que,al menos, había conseguido algo que me importaba. Ahora,faltaba lo más difícil: tener el cuerpo que quería. El que me

pertenecía. Recién entonces podría volver a ser yo misma.

fui a moriry volvf a vivir

DE A POCO EMPECÉ A ADELGAZAR. Ahora notaba por fin

que el tratamiento daba algún resultado. Sin embargo, envez de sentir confianza para seguir adelante, la impaciencia

y la ansiedad se dispararon y comencé a descontrolarme.Quería estar delgada; no resistía la idea de pasar otro añoen esas condiciones.

Para marzo ya no aguanté más y, sin importarrne loque la doctora decía acerca de los cuidados que debía te-ner, empecé a comer solo dos tomates al día. Además toma-ba laxantes y -encima de los medicamentos indicados-

tragaba cuanta pastilla que prometiera bajar de peso se mepusiera al alcance de la mano. Llegué a tomar más de veinte,al día (siempre rne las arreglaba para conseguir los recursos).

Ya a principios de mayo, había bajado cuarenta kilos.Me sentía feliz, al fin estaba volviendo a ser la de antes y

recuperé las ganas de vivir.Aún me faltaba rl1tkho,'era cierro, pero ahora no me

veía como el rnonsrruito de antes y aunque no puedo decirque me sintiera bonita, de todas maneras el hecho de que

Page 80: Dieta de La Muerte

la IX's:.!1l1:1r 'ar:t .uurcutu kilos 111'nos, 111' in' .ut ivnbn para

seguir adelgazando a puut a de dos tomnrcs diarios vómi-,tos y la xa n teso

Los problemas no se hicieron esperar, Comencé a -es-

rar cada vez fI1;;1S débil y ahora ya no era solo esa sensación

de agotamiento físico o fatiga por la fa Ira de alimento, sino

que tenía unas náuseas muy extrañas. Vomitaba constan-

rernenre una secreción de color verdoso. La verdad es que

me asustaba mucho poryue casi no estaba comieudo.v Qué

era lo que mi cuerpo esta ha botando ... ?

Pero no, la balanza era más fuerte y al ver que seguía

adelgazando, a pesar de lo pésimo que me sentía, continué

haciendo lo mismo, y más ... Me tranquilizaba diciéndome

que sería «por un tiempo», solo hasta alcanzar mi meta.

A fines de mayo, nlÍ estado físico estaba muy dererio-

rado y era muy notorio que algo andaba muy mal. Si bien

traté de ocultado, hada varios días que mi estómago ya no

soportaba ni el agua.

Mis papás estaban muy pendientes de mi evolución y

confiaban en que estos trastornos fueran parte de los que

la doctora les había anunciado, pero úlrimamenre estaban

muy preocupados.

Una noche en que no pude siquiera renerrne en pie,

mis padres no aguantaron más y hablaron con la doctora

(la que atendía mi parte física ymerabólica ). Ella se alarmó

. y les dijo que a primera hora del día siguiente me llevaranal hospital de la Universidad de Chile, donde trabajaba.

Fila estaba conscienrc de que la situación económica en mi

casa hacía rato que 110 estaba para clínicas y que, dada la

160

descripción que le hicicrou mi« papJ:--., yo iha a ncccsitnr de

una hospitalización urgente:

Al otro día desperté muy mal, no, podía ni siquiera mo-

vcrrnc. Solo con intentar incorporarrne tenía esas espanto-

sas náuseas. Me tuvieron que levantar, vestir, ayudar a ba-

jar la escalera ... Sentí que me moría, no podía manrenerme

en pie sola, veía nublado ... Seguramente perdía la concien-

cia y por eso tengo muy pocos recuerdos de ese mornenro.

Llegamos al hospital y la doctora, con tan solo verrne,

dio la orden de hospitalización inmediata'. A partir de ese

momento todo se precipitó. Tengo en mi memoria una se-

rie de imágenes borrosas de las horas siguientes. Recuerdo

que mi mamá se despidió de mí llorando mientras me pre-

sentaba a una mujer vestida de blanco: «Es Carrnencita »,

decía mientras le apretaba la mano con desesperación y se

dirigía a mí y a ella a la vez:« Es la enfermera que te va a

cuidar, hijita, todos los días ... ¿Cierto que la va a cuidar? 'fpor la noche va a llegar otra que se llama Viviana. Ellas son

muy buenas y te van a querer. ¿Cierto? Tú tienes que estar

tranquilira, mi niñita, porque nunca vas a estar sola, ¿ya?'> ..

En ese momento, en medio de"mi semiinconsciencia,

me di cuenta de lo que estaba pasando. Vertiginosamente

empezaron a aparecer en mi cabeza las im •.igcncs del infier-

no que había vivido en la clínica 'psiqui •.irr ica , Me arcrrori-

cé. Con el resto de voz que salía de mi garganta, le p~dí que

no se fuera, que se quedara conmigo ... Por favor, que no

me dejara sola ahí. Pero no podía quedarse, los doctores le

pedían que se rcr irara ... Llorando allgustiad;l, soltó mi

mano y salió.

I (, 1

Page 81: Dieta de La Muerte

I1I NI ,1'1/1 NI!'

Inmcduu.uncutc Iodos empezaron a trabajar sobre mí.M<.: pusieron suero, sondas ... No recuerdo más, lo sigllien-

re son sueños o pesadillas, imágenes, gente que veía pero

que no estaba allí, voces ...

Lo supe después: estuve al borde de la muerte. Tenía

un nivel de intoxicación muy grande y mi organismo esta-

ba al límite en todas sus funciones. Los doctores que me

atendieron no estaban seguros de que pudiera salir adelan-

te. Mis papás se despidieron pensando que quizás no vol-

verían a verme con vida.

Fueron pasando los días y poco a poco empecé a mejo-

rar. Primero recobré la conciencia y después fui sintiéndome

algo mejor, aunque todavía estaba muy frágil y no podía ha-

cer casi nada por mí misma. Lo bueno es que me había hecho

muy regalona de todos: enfermeras, médicos, estudiantes, era'

la más chiquitita del piso; «la guagua», como decían ellos.

Uno de los médicos,Sebastián, fue un gran apoyo du-

ranre mi internación y lo es hasta el día de hoy en que se ha

convertido en uno de mis mejores amigos. Su sonr:isa

esperanzadora me llenó de ilusión. me llenó de vida.

Carrnencita y Viviana, que estaban a cargo mío desde

la primera noche. me querían mucho y teníamos muy bu~-

na comunicación.

Creo que me veían como una especie de milagro he-

cho realidad. La mayoría había tenido serias dudas de mirecuperación y scscnrían agradecidos y sinceramente ale-

gres al ver mis progresos, podía lcerlo en sus ojos.·

Por indicaciou de mi «dulce» psiquiatra, .uin no tenia

visitns. ¡-:lb SOS(CIII;l que b cercanía de mis padres retrasa-

,..

1111 'i\ ,,1' lA MIII'IIII'

ba mi recuperación. Que la única JJ),\J'H:rade ljllC yo enten-

diera y no echara ruano a mis «esceniras de manipulación),

era casrigándorne donde más me dolía: la soledad, el aisla-

rmcnro.Al' principio eso me hizo sentir muy mal, pero mis com-

pañeras de habitación me adoptaron como una hija. Les

habían hablado tanto de mí a sus familias que los 'que ve-

nían a verlas tennina,bao visirándorne más a mí que a ellas.

Eso era motivo de bromas y risas. .. Me llevaban regalos y

revistas. Eran personas muy humildes, con un ~orazón enor-

me: las quiero y las voy a querer muchísimo toda mi vida.

Por siempre serán como parte de mi familia.

Poco a poco, a cada una de mis compañeras les fueron

dando el alta. Si bien me alegraba porque ya estaban bien,

no podía contener las lágrimas, era como si se fuera' un

pedacito de mí, Sin embargo, aun desde sus casas, siempre

estuvieron pendientes de mi salud, llamaban a diario a, la

enfermería preguntando cómo me encontraba y mandan-

dome saludos. Hasta el día de hoy tengo comunicación con

ellas y siempre nos acordamos de una que otra anécdota

vivida en el hospital.

Es verdad que todos los médicos y enfermeras me tra-

taban con mucho amor, pero igual me sentía un poco sola

y extrañaba .. Yo no podía irme tan pronto, mi estado se-guía siendo delicado: renía que recuperar mis niveles de

potasio y sodio, y nonnalizar mis elccrroliros. Además me .habían detectado complícacionesorg¡lnicas que hacían que

la situación aún fuera de cuidado. Fstah;l resignada a que-

darme allí por un buen riempo más.

, .

Page 82: Dieta de La Muerte

COlltn/ldo 1:1nun , sunu hnn 'u:lI1'O (.':III1:1S '111l\lt~SII'íI

habitación y cada vcv. que había un alta, aparecía U11;.! IIUC-

va ,paciente a las pocas horas. Una vez, en' esos recambios,Ikgó juanira.

Era una mujer joven, con expresión dulce, su cuerpo

era frágil y delgado y tenía el pelo y los ojos de color castaño.

Irradiaba calidez. Me miró, sonrió y levantó las cejas como

diciendo de manera simpática que debíamos pasarlobien, a

pesar de estar donde estábamos. Conecté con ella inmedia-

tamente: a mi vez, le respondí con una sonrisa y levanté los

hombros dándole la razón. Rió un poco; ese sonido fue tan

agradable que quedó un buen rato sonado en mis oídos.

Su diagnóstico era que sufría un grave problema pul-

monar. Iba a ser oxígeno-dependiente toda su vida ..

Los primeros días no hablamos mucho, apenas lo jus-

to y necesario. Sin embargo, no se necesitó demasiado tiern-

popara que nos fuéramos haciendo muy amigas. Juanita

tenía un' hijo chiquiriro y siempre que la visitaba inventá-

bamos juegos para que él lo pasara bien. Toda su familia

era muy especial, gente alegre y sencilla, pronto me sentícomo una más de ellos.

El hijo de .Juanita me recordaba mucho a mi Benja,

por entonces debía tener más o menos suedad ... Hacía ya

casi dos meses que estaba internada y lo extrañaba dema-

siado, en realidad, él todos los echaba de menos ... Pero al

Bcnja muchísimo más. Calculaba que por esos días ya ha-

hría entrado ;1 primero básico y sentía que me csraba per-dicndo de tantas CtlS:1S. Cada noche me dormía con L1 es-

per¡lIlZ¡l de poder rccnconrrnrno-, pronto.

¡

1.1\ 111/1.1'1\ 11'" 1.1\ MIII',H'I'I'

Hu~no, pero no quería quejarrnc, allí estaban todos los

médicos, enfermeras y estudiantes apoyándomc, entregan-

dome su amor, y ahora rarnbién estaba Juanita.

Ella fue un poco mamá y un poco amiga para mí; le

confié cosas que hacía muchos años debía haber hablado

con mi familia pero nunca me atreví. Quizá porque con los

papás siempre se tiene ese sentimiento de culpa, ese temor

a lasrirnarlos más de la cuenta cuando somos de verdadsinceros.. Por eso con ellos, muchas veces; preferí callar. Con

juanira no era así. Ella me ~consejó mucho y bien. Ade-

más, era cariñosa, me acariciaba, me acurrucaba y me daba

las buenas noches. A la mañana siguiente, me despertaba

con un cálido be~o en la frente. Su carita era lo último que

yo veía al dormirme y lo primero al abrir los ojos.

Fue un verdadero ángel, una bendición. Me JIenó de

fuerzas y de ánimo. Gracias a ella decidí que al salir del

hospital empezaría una nueva vida. Todo lo malo qued~~

ría atrás, iba a luchar contra la anorexia. Costara lo que

costara, tenía que ganar. Sabía que iba a ser difícil pero

ahora tenía la certeza de no estar sola. juanita conocía

mis miedos y mis dolores casi mejor que yo. Sería un gran

apoyo.

El tiempo continuó pasando y por fin me dieron el alta.

juanita se iría al día siguiente, así que quedamos en

llarnarnos a nuestras casas. Estaba en medio de los prepa-

rativos cuando vi a mis papás entrar de sorpresa él la hahi-ración. Corrí a abrazarlos y no pude contener [as Illgl'i1l1L ,

Fue ranrn la alegría del recncuenrro que nos {jll(' 1111 el I I

durante LHgOS minutos. Luego les I n"'I'111 ' I 111 t

Page 83: Dieta de La Muerte

conté lo unidas (11IC éramos y mis papás le agr:l<,¡ccicroll

mucho por cuidarmc y acornpañarrnc en este período tandifícil en que ellos no pudieron tenerrne cerca. Estábamos

todos muy emocionados y felices. Nos reíamos yhablába-mos a la vez.

Después de arreglar todas mis cosas, estuve lista parapartir e impaciente. Me acerqué a juanita para despedir-me. Recuerdo que me miró a los ojos y dijo: «Sé feliz, miniña, y aprende a valorarte». Sus palabras me llegaron muyhondo y por un momento nuestros ojos se cruzaron. Fueun segundo en que nos entendimos con la mirada y sentícuánto la quería. Me dolió tener que dejada pero me con-solé diciéndome que al día siguiente la llamarfa, [Ahora te-nía tantas cosas en qué pensar! Quería verlos a todos, re-comenzar mi vida ... Me sentía con fuerzas y llena de espe-ranzas. [No quería mirar atrás!

Todas las enfermeras, médicos y estudiantes también

se acercaron a despedirse con muchísimo cariño. Me llena-ron de recomendaciones y uno a uno me hicieron prome-ter que los visitaría de vez en cuando. Yo no paraba deagradecer lo que habían hecho por mí. Me sentía una perosona nueva. Pensé que era un buen momento, ya que está- .

barrios todos reunidos, para expresarles mi afecto y pedir-les que no cambiaran nunca. Les dije que ellos eran profe-sionales de verdad, que ayudaban a las personas no sola-mente con sus·conocimientos sino también con humani-

dad y amor. Fue Illuy cmorivo. Ellos sabían que venía deuna experiencia muy mala y que cuando l1~ehospitaliva ..ron pensaba que todo aquel infierno de la c1ínic;l psiqui.i-

1,,, ,,11', 1" 111' 1/\ Mili, 111',

trica se repetiría. l-n e••mbio, lo único que encontré en cadauna de esas personas del hospital deja Universidad de Chile

fue comprensión, cariño y sensibilidad. Toda la vida losvoy a llevar en mi corazón.

Mis papás estaban entre asombrados y felices de esapequeña e improvisada ceremonia de despedida. Entoncesmi papá bromeó: «[Denisse, pareces una estrella de cine!" ..

Todos rieron y entre abrazos y sonrisas cerré esa etapa:había sobrevivido y.aquello no era poco. La vida se abríadelante de mí y ahora iba a mirarla de frente.

Cuando llegué a mi casa, el Benja casi me ahoga de lofuerte queme abrazó ..Estaba hermoso, más alto, más gran-

de, decía más palabras ... Sí, me había perdido algunas co-sas, pero no quería sentir tristeza por nada. Estaba feliz, de

manera que ahuyenté cualquier mal pensamiento.Cuando vi a la Caro, hubo un momento de vacila-

ción ... Pensé que iba a saludarme con frialdad y me puseun poco rígida. Sin embargo, para mi sorpresa, se acercópara darrne la bienvenida y me abrazó con afecto. Apretó

mis manos como diciendo: «Ya, podemos tener nuestras

diferencias, pero somos hermanas y no quiero que nadamalo te suceda ",..

Ese día pasó volando. Me dormí temprano; acostum-brada como estaba al horario del hospital, caí rendida enla cama antes de las llueve.

Un momento antes de cerrar los ojos pensé lo exrraño

, que era estar de nuevo en casa ... ¿Sería capaz de comenzarotra vez como me había propuesto? Estaba con energia yquería luchar contra la anorexia. Por primera vez tenía plena

Page 84: Dieta de La Muerte

1>1 NI I bH HII'

conciencia de que era una enfermedad que podía cosrarmcla vida. ¿Era posible sentir miedo y a la vez fuerza; esperan-za de vencer y terror al fracaso? Quería lograrlo. Además, .

esta vez estaba Juanita ... Había encontrado en ella una ami-ga y una confidente. Alguien en quien podía confiar, alguiena quien no me daba susto contarle mis penas y temores.

Al día siguiente esperé con impaciencia que fueran lasdoce y llamé al hospital. Quería alcanzar a hablar con

Juanita antes de que se fuera a su casa para contarle lospormenores del reencuentro con mi familia, saber cómo

I ..

estaba ella, en fin, todas esas cosas ... ¡Cómo quería veda!En el hospital me contestó alguien que no conocía. Me

extrañó no encontrar a las mismas enfermeras de siemprey escuchar alguna voz familiar ... Sonreí para mis adentrosy pensé: «Pero claro, Denisse, no seas volada. ¿Qué espera-

bas? Si esta es la primera vez que llamas al hospital ... ». Enese instante fue como si recién tomara conciencia de que ya

no estaba allí, de que ese ya no era mi hogar. ¿Por qué me

inundaba esa tristeza tan extraña?Me limité a preguntar por Juanita Valencia y recibí una

respuesta balbuceante: «Es que, señorita, yo justamente es-toy acá de reemplazo, todas las enfermeras se encuentranocupadas. ¿Quién me dijo que hablaba?», Contesté seca-mente: «Denisse Fuentes. ¿Me podría .comunicar conjuanita Valencia, por favor?». La enfermera vaciló nueva-

mente: « ••• y ¿usted es pariente de ella?». Yo ya había em-pezado a impacientarme: «No, no ... Soy ... Era su cornpa-ñcra de habitación hasta ayer. .. ¿Me puede comunicar, por

favor?»,

1.;1 voz en el teléfono se rensionó y fue como si buscara

las palabras: «Perdona, querida, yo 110 estaba allí. .. Sé queno nos conocemos y no querría ser yo quien te de esta no-

ricia, pero juanira murió anoche de un paro cardio-respi-

ratorio. Lo siento ... ¿Eran muy amigas .. ? Pobrecita ... Aló~

aló, ¿estás ahí, m'hijira? Aló ... ".Empecé a escuchar cómo seguía hablando a lo lejos y

comencé a llorar. Sentía un dolor que t<;mahél todo mi pe-cho, el.teléfono se fue desprendiendo solo de mis manos y lovi rebotar contra el suelo. «[uanita murió, murió anoche ...

]uanita se fue ... », me repetía entre sollozos como tratandode entender el alcance de esas palabras ... ¿Acaso aquelloestaba pasando de verdad? No, no podía estar pasando ...

Al raro mi mamá entró a la pieza y fue como si su pre-

sencia le diera realidad a la situación. Al verme se acercópreocupada. La abracé llorando y sin soltarla le dije al oído:

«juanita murió».Ella no daba crédiro y volvió a preguntarme: «¿Qué

dices, Denisse?», Yo seguía susurrando: «[uanita murió,

mamá, ]uanita murió ayer. .. ». Comenzó a llorar junto amí y me abrazó más fuerte: «No puede ser, no puede ser ... ».

Pude sentir su pena, su profunda impotencia por no poder

evitarme este nuevo dolor,Traté de rccornponerme, recordé cuando juanita me

decía que en los momentos más rrisreshabia que buscaresa reserva de fuerza que todos gu(]r<.iahamos dentro. Me

paré, sequé mi~ I~grimas y le pedí a mi mamá si podía 11c-varrne al velorio. Por supuesto, inmcdiararncnrc me respon-

dió que sí y salió a ponerse un abrigo.

.,

Page 85: Dieta de La Muerte

CU;)/HJO quedé sola fui al h;)110 y deje· .orrcr ·1agua

por mi cara largo rato. Me miré al espejo. La fuerza se ha-

bía convertido en rabia. ¡Era tan injusto, Dios mío, tan in-

justo! Sentí que nada valía la pena' ... Estaba decepcionada

de la vida: ¿qué sentido tenía tanto sufrimiento? Pensé en

el hijo pequeño de juanira, en su familia, en sus sueños y se

multiplicó la rabia ... Me la imaginé en el medio de la no-

che, sin poder respirar, asustada y sin ninguna persona

querida a su lado ... Quizás, consciente de lo que estaba

pasando, ¿me habrá llamado? «Seguro que me llamó», me

respondía como para torturarme ... Y continuaba ese os-

curo pensamiento como una letanía: «juanita murió y yo

ni siquiera estuv.e ahí para acompañada».

Al día siguiente fue su funeral. Llovía mucho; sin em-

bargo, estaba repleto de gente que había ido a despedida.

Es que Juanita era una persona muy especial, siempre dis-

puesta a tender una mano como había hecho conmigo.

Ni bien me vieron, sus familiares me pidieron que me

acomodara junto a ellos. Su madre me dijo mirándorne con

cariño: «Tu lugar es aquí, junto a nosotros. Tú fuiste su

familia y su hogar este último tiempo».

Juanita murió el 2~ de junio del año 2004. Fue ente-

rrada dos días después en el cementerio Parque del Recuer-

do. Ha pasado más de un año ya que no nos acompaña

, físicamente. Sigo teniendo contacto con su familia y, aun-

que ella no esté, la siento muy cerca de mí. Todavía me

cuesta creer que nunca más la volveré a ver.

El chat

SEMANAS DESPUÉS YO SEGUÍA notoriamente afectada. Con-

tinuaba en terapia psiquiátrica y nada menos que con la

misma doctora de siempre, aquella que me había interna-

do en la clínica. Según rodos, ella era la mejor.

Iba porque no tenía ánimo de discutir, lo que pasara

me daba lo mismo. Me sentaba en el sofá, contestaba todo

con un «sí» o un «no» y cuando me preguntaba cómo, es-

taba, respondía sin pensar: «Bien».

De algún modo era U/la «alianza» entre nosotras: yo

seguía actuando como una autómata y ella no me molesta-

ba ni me-amenazaba, entonces cobraba los cincuenta mil

pesos que le pagaba mi papá por cada consulta. Suena duro

pero era 'así, lo demás no le importaba nada. Era notable la

relación que tenía esa mujer con el dinero y 1<1verdad es

que no se veía que hiciera ningún esfuerzo por disimularlo.

Algunas veces, mi, papá se urrusó.un p.H de días en

pagarlc. Para él era muy difícil; ya dije con cuánto esfuerzo

costea ha mis médicos y la lsaprc no le reemholsaba nada ...

A pesar de todo siempre se las ingcniú y de donde fuera

171

Page 86: Dieta de La Muerte

1)lIlI 1 hlIIJlI~ 1/\ "'1 1/\ I11 1 A Mili 1111

conseguía el dinero ... lo más importante para él era mi bicncsrar, Si tenía que trabajar las veinticuatro horas, lo hacía.,Bueno, pues en estas ocasiones la psiquiatra era más as-fixiante que nunca: lo perseguía y lo hacía llamar constan-

temente por su secretaria para cobrarle. ¡Cuánta rabia,cuánta impotencia me daba eso!

Yo estaba muy consciente de la situación y me angus-tiaba: primero la hemiparesia y luego esta larga y costosaenfermedad habían resentido bastante nuestra situacióneconómica. Ya no teníamos holgura y en la casa se cuida-

ba cada peso.Por supuesto, esto también debían asumido mis herma-

nos, lo que me agregaba un gran sentimiento de culpa. Medaban unas ganas de mandar al carajo a esa doctora, dedesenmascarada, de que mis padres vieran con mis ojos laclase de persona que era ... No podía tolerar que presionarade esa forma a mi papá, pero no me sentía con fuerzas comopara discutir o hacer valer mi punto de vista. Además, aun-,que se lo viera preocupado, mi papá jamás me hizo ningúncomentario al respecto y no daba lugar a que yo opinara.De alguna forma era como si mi condición me inhabilitarapara tener la razón en cualquier cosa que dijera. ¿Acaso noera la LJueestaba enferma, la que sufría un trastorno tan gra-ve que afectaba la capacidad de juicio?

Por otra parte, el aspecto físico estaba norrnaliz.indo-se. Debía a¡'iment~lrll1econ papillas y seguía bajando de peso

Illuy lentamente. Estaba pesando 67 kilos y media 1,69me! ros. La docrora decía q uc esta ha cxcclcn re pero yo me

cncourr.iha gordísima.

172.

El fantasma del espejo había reaparecido en mi vida ycada día lo podía controlar menos.

Desde la monte de .Juanita, de nuevo estaba muy si-

lenciosa, no tenía ganas de nada. Sentía que yo era el pro-

blema. Yo, la que traía la desgracia y el sufrimiento a todoslos que me rodeaban; yo, la de la mala suerte, el bicho raro.

A veces me daban crisis de pena y no podía dejar de llorar.Mis papás escuchaban desde su habitación, se acercaban a

verme y al no poder calmarrne ni saber qué me pasaba,entraban en un estado de impotencia y desesperación. Me

retaban, a veces gritaban y decían cosas muy duras: quepara mí todo era un juego, que con nada aprendía, quedefinitivamente no quería salir adelante, etcétera, etcétera ...

Respondía con más rabia. Estaban tan alejados de la reali-

dad ... ¿Cómo podían pensar que para mí esto era un jue-go? ¿Acaso no veían lo que sucedía, acaso estaban ciegos?Les contestaba en forma insolente y agresiva, usando pala-

,bras hirientes. Esas discusiones se empezaron a generar conmás frecuencia y fueron cada vez más violentas.

Los días pasaron y la relación con mi familia conti-nuaba insostenible. Estar en mi casa otra vez era un infier-no. No salía, no tenía con quién ni adónde ir. .. Me seguía

comiendo las papillas delante de mis padres para que nodudaran, pero no demoré muchos días en empezar a vomi-tar nuevamente. Recurrí a mis viejos métodos y -cuando

aún así no podía- tornaba laxantes o, lo que era peor,hacía ambas cosas. Había descubierto una nueva formapara conseguir recetas médicas.

La anorexia es un verdadero tráfico en Internet. Hacía

Page 87: Dieta de La Muerte

I 1 IH' ',1 1'1/1 N 11'1/\ 1'11"11\ II1 1/\ ~11I1'1t II

un par de .uios, hU:-'C\lH.!O entender un poco 111:1:-':1 TI" .:\ dc

mi enfermedad, hahía llegado a una página donde antes deingresar te hacían miles de preguntas. Estos verdaderos test

eran imposibles de contestar si tú no sufrías anorexia ybulimia. Cuando lograbas hacerlo, estabas «a dcnrro », es

decir, ya eras miembro del sitio.Básicamente era un chat con puras personas que pa-

decían este tipo de trastorno. Había gente de todo el mun-

do. Al principio, la mayoría era femenina pero con el pasardel tiempo el porcentaje de hombres fue aumentando cada

vez mas.Lo extraño es que se trataba de una comunidad de

«ayuda» l?ara continuar enfermo. Es decir no había nin-guna conciencia del daño y, por el contrario, los integran-tes se sentían superiores y especiales por el hecho de no

comer. Había competencias entre los que eran capaces deingerir menor cantidad de alimentos yagua. Se hablaba dela muerte como algo sublime y se confundía delgadez conbelleza y espíritu. Creo que varios sufrían delirios místicosy depresiones profundas. Me tocó participar en conversa-ciones que ahora, desde otra perspectiva, me resultan ate-

rradoras. Evidentemente la anorexia es también, como mu-

chasadiccioncs, una forma de suicidio.El sitió tenía una directiva y estaba muy bien organi-

zn do. Cuando te admitían se debía garanti:l.ar bajo jura-mento manrcuer en secreto la idcnt idad de la p.iginu. Secncarg.rban de que n..'vcLu'as todos tus duros, dirccciún, re-k'follo, nombres de los intcaraurcs de tu familia, inclusoque..'COIlLHas cosas compromctcclorns que pudicr.m usur

174

en tu contra. Se t rataba de rcncrte en sus manos, solo así seaccedía a los «beneficios- que ponían a tu disposición. Es

que allí se podía conseguir de todo, un eficiente soportepara hundirse lo más posible: enfermeras, médicos, perio-

distas, modelos, psiquiatras, todo tipo de profesionales yaliados que te facilitaban información, recetas médicas rtodo lo necesario para engañar a tu entorno y seguir ade-lante. Recursos que no voy a describir aquí, pues no deseo

que mi testimonio sirva para alentar estas prácticas en otrasjóvenes, sino todo lo contrario. Una verdadera mafia en

'Jue se «protegían» los unos a los otros. La exigencia fun-darnental era guardar silencio. De no ser así, quedaba muydato que los traidores o sus familias podrían sufrir alguna

consecuencia.

, I . :

175

Page 88: Dieta de La Muerte

Un nuevo renacer

CON SEMEJANTES «AMIGQS», mi estado ,fue empeorandode manera notable. Si bien la relación con mis papás había

tocado fondo y seguíamos muy desencontrados, no fue po-

sible para ellos mantenerse indiferentes' ante la evidenciade mi deterioro. Un día, se acercaron a conversar tratando

de arreglar las cosas. Fue la primera vez luego de meses en

que pudimos hablar sin gritamos.Después de un rato en que al parecer nos estábamos

comunicando, les rogué que por favor no me llevaran mása esa psiquiatra. Respondieron que era muy difícil lo que

les estaba pidiendo. Me explicaron que cambiar de médicoa esas alturas era muy riesgoso, significaba que el nuevodoctor tenía que empezar a conocer toda mi historia clíni-

ca y que eso reque~ía tiempo, tiempo que ellos \lO estabandispuestos asacrificar en el camino de mi recuperación.

Era evidente que mis papás estaban desorientados y

e." asustados. No querían 'dar un paso en falso que pudiera'

costar caro en mi evolución. Si bien era cierto que no seveían demasiados avances últimamente, rnmbién era real

177

Page 89: Dieta de La Muerte

que esta enfermedad se manifestaba con períodos de mcjo-

rías y recaídas ...¿;' si ahora estuviéramos en el buen camino' y por un

capricho desandábamos todo lo andado? Noquerían co-meter errores, ya me ha bían visto al borde de la muerte ysabían lo traicionera que era esta enfermedad. No había

margen para correr nesgos.Sin alterarrne les pedí que lo pensaran, que desde mi

punto de vista de nada .servía acudir a un médico al que supaciente no le tenía confianza. Llenos de dudas, aceptaron

por lo menos conversado y pensado. Ese día, después demucho tiempo, habíamos logrado acercamos. Era un buen

presagio.El 3 de agosto de 2004 me encontraba nuevamente en

la sala de espera de una consulta. Mis papás habían acce-dido, luego de meditado mucho, a mi petición de ~ambiar

de médico.Vagamente me llamó la atención que esta vez se trata-

ba de una psicóloga y no de una psiquiatra. No creí en esemomento que hubiera mucha diferencia así que no le dimayor importancia al detalle. Por supuesto, iba muy a la

defensiva, no sabía con qué me iba aenfrentar,Cuando me hicieron pasar, sentada en un sillón en una

especie de salita" vi a una mujer de mediana edad que memiró por encima de sus anteojos y al instante me sonriócon naturalidad para darme la bienvenida. «Bueno», pen-sé con ironía, «veamos con qué nos encontramos ahora».

Mi experiencia con tanto doctor y terapeuta me habi-litaba para tener opiniones bastante amargas del gremio.

'A fl11 t i\ 'M1J1HfTfr

No pensaba que nada de lo que hiciera o dijera esta buenaseñora podría ayudanne. En el fondo, estaba contenta yme parecía suficiente solo haberrne librado de la «Cruelade Vil», apodo con el que llamaba a la psiquiatra ... ¿Quépodía ser peor que la pesadilla de la clínica? Me disrendí

un poco.La conversación comenzó muy relajada y me trataba

como a una persona normal. Me sentí extraña y enseguida

me di cuenta de cuánto había pasado desde que alguien meprestara tanta atención. Fruncí el ceño, ¿sería correcto ese

trato hacia mí?, ¿acaso yo era una persona normal?, ¿eraalguien que padecía anorexia o simplemente una anoréxica?

No puedo decir que salí feliz de este primer encuentro,

más bien me sentí confundida ... Algo nuevo estaba pasan-do y me llenaba de interrogante s que todavía no podía res-

ponder. 'Pasaron los meses y mi relación con Blanca, Blanqui-

ta, como había comenzado a llamarla, era cada vez me,j-6r.

Me fui dando cuenta de la importancia de aquel «detalle»

que apenas advertí en aquella primera visita. Había gran-des diferencias entre un psicólogo y un psiquiatra. Al finhabíamos dado en el clavo. Esta terapia era completamen-

tediferente a todas las anteriores y, si bien seguía medicada,el tratamiento ya no era solo: esperar que los remedios hi-

cieran Io suyo. No, ahora podía conversar, llorar sin culpa,

expresar mi parecer, mis miedos, mis deseos ... Cosas queni yo-misma sabía quchabirabandcnrrode mí.

Aparte de la relación psicóloga-paciente, sentía que se

había formado un vinculo muy cercano. Teníamos mucha

179

Page 90: Dieta de La Muerte

ernpatia, más de una vez compartimos opinión y reímos de

los mismos chistes. Empecé a esperar con impaciencia la.hora de ir a la consulta.

A medida que pasó el tiempo el lazo se fue reforzando,

estaba claro que para ella era más que una simple paciente.Si bien durantela terapia actuaba muy seria y profesional,siempre nos hacíamos un ratito, antes o después, para con-versar como verdaderas amigas.

No sé hasta qué punto era parte de su estrategia tera-péutica pero lo cierto es que me hacía sentir que confiabaen mí. Poco a poco esa confianza se me fue transmitiendo ycomencé a creer que «el proyecto Denisse Fuentes» (como.solía llamarme en broma) valía la pena.

Con Blanquita aprendí que la enfermedad era una ex-periencia en mi vida de la que yo debía aprender, y que deninguna manera debía identificada con mi propia perso-na. Yo era más, mucho más. Ella me ayudaba a defender

mi punto de vista ante mis papás y les recomendaba (a ve-ces les exigía) que me respetaran si querían que yo fuera«persona» en todo el sentido de la palabra. Les hacía en-

tender que la anorexia no me inhabilitaba para pensar, sen-tir, desear. .. Que yo sufría tanto como ellos, incluso más

porque tenía que cargar con las críticas y prejuicios de lagente. Les hizo ver que a mí me dolía mucho hacerlos su-

frir, que si constantemente discutía con ellos era porque meimportaba muchísimo lo que pensaran y que si no fuera asíme daría lo mismo y ni siquiera me molestaría en contestar-les, pero elloseran las personas más importantes en mi vida,eran mi soporte y mi modelo.

180

111111\11111\1\-11111111 11

11.':-'1:1 el dru de hoy, Blnnquit a sigue siendo IIli tcra-pcura. Me ha ayudado a sobrellevar mi enfermedad y a irrecnconrrándornc conmigo misma. Sé que todavía [alra

mucho por recorrer: .. Pero ahora que hago un <tito para

recordar, puedo ver claramente lo que significó y aún signi-fica haberla encontrado. Ella es una pro fesional muy capaz

pero, sobre todo, es un ser humano increíble. Nunca termi-naré de agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Gracias a

·su empuje, a enseñarme a caminar con la frente en alto, me

he atrevido a contar mi historia y a emprender sin miedoeste difícil pero esperanzado camino ha~ia la sanación.

Page 91: Dieta de La Muerte

El comienzo de un largo proceso

LLEGÓ MARZO DE 2005, YA TENíAMÁS de diecinueve años(en septiembre cumplía veinte), pesaba 47 kilosymedía1,70 metros. No estaba tan mal...

Habíamos decidido que sería bueno inscribirme en:al-

guna actividad. Opté por un preuniversitarió: mis clases

empezaban en abril.Me sentía bastante entusiasmada y con

ganas de comenzar una nueva etapa.Blanquita logró lo que parecía imposible: habíamos

quemadó toda esa ropa ancha que era mi único vestuarioy había empezado a vest~rme con ropa de mi talla y como

para mi edad. Además, me arreglaba ... La verdad es queno me gustaba mucho pintarme pero, por lo menos, logróque me pusiera un poco de rimel en las pestañas y brillitoen los labios. Arreglé mi pelo con un lindo corte y estabaprohibido salir de la casa sin aritos. Empecé a sentirrne bien

aunque, por momentos, un poco rara ... Como si estuvierajugando a ser otra, pero ... ¿acaso no estaba creciendo, nome estaba'conociendof Después de todo esta era la autén-

tica Denisse y, sin dudas, mucho más segura, confiada y

alegre que la anterior.

Page 92: Dieta de La Muerte

La relación con mis papás y mi familia III ojo Ú sustun-cialmenre: salíamos al cinc, conversábamos, compartíamosmucho más.que antes ... Yo estaba feliz, volvía a tener un

lugar entre ellos y lo más importante, lo que más me entu-siasmaba eraempezar el preuniversitario y conocer perso-nas de mi edad. Me -incomodaba estar encerrada en mi casa

y quería tener motivos para salir. De nuevo veía la vida con

optimismo, tenía planes, quería hacer cosas ...Justo en esos días había muerto Terri Schiavo: su his-

toria tenía mucha similitud con la mía. Ella había bajadode 100 a 55 kilos lo que le provocó un ataque cardíaco

originado por una bulimia grave y una falta de proteína enla dieta. Esta había sido la razón fundamental que la llevó.

primero a un estado vegetal y luego a la muerte.Yo había bajado de 112 a 47 kilos y solo por milagro

estaba viva y sana, Su caso me impresionó mucho y porprimera vez sentí un fuerte sentimiento de responsabilidad.Tenía que hacer algo. Ahora estaba mejor, había comenza-

do a recuperarme pero ¿cuántas personas estaban pade-ciendo hoy?, ¿cuántas jóvenes como yo estaban indefen-

sas sin idea de cómo enfrentar este infierno o a punto de,caer en él? Comenté mis inquietudes con mis papás y con.

. Blanquita y decidimos que daría una entrevista en televi-

sión para contar mi experiencia.No fue difícil contactar einreresar a un canal ya que el

tema estaba muy illstalado y se discutía acerca de TerriSchiavo y otros casos similares. Esa entrevista fue un paso

muy importante para mí, me sentía valiente y orgullosa. Siem-pre había escondido mi historia, sobre todo mi alza de peso,

me daba vergüenza y nunca había podido superar el senti-miento de culpa .. , Pero ahora estaba enfrentando pública-mente mi condición: se lo estaba contando a todo Chile.

Blanquita se sentía contentísima; según ella esta era una

forma de convertir algo majo como mi enfermedad en algo.bueno que era ayudar a otros con mi ejemplo. Y no soloeso, también me hacía ver que esta decisión era un pasoenorme pues me permitía recomponer mi personalidad

y asumir todo lo que había pasado como parte de mihistoria.

Mis papás también se mostraban muy orgullosos conlas decisiones que estaba tomando y con los avances queverificaban en mí y, por supuesto, me alentaban. Sin em-bargo, seguíapreocupándolos mi bajo peso. No es que tu-viera mal semblante, que me vieran sin energías o deprimi-da ... En realidad hacía tiempo que no estaba tan controla-.

da, pero igual el tema de mis 47 kilos los inquietaba.Allí estaba el único conflicto en elhorizonte. Yo tenía

p,ánico a engordar, solo recordar lo que había vivido medaba terror. Si bien trataba de alimentarme y no vomitar,mi esquema corporal no estaba del todo recompuesto: se-

guía viéndome gorda y no queda aumentar de peso pornada del mundo. De hecho, la sola idea de subir un gramo

me desestabilizaba.Blanquita tomó cartas en el asunto y lo conversó con

mis padres. Para ella era vital que, equivocada o no, enten-dieran mi posición, Noesrabadispuesra a dar un paso atrás

forzándome a dieras para aumentar de peso que, sin de-mora --ella lo tenía más que claro-e-, me empujarían de

Page 93: Dieta de La Muerte

111 HI I l'lIl1~ 11

nuevo a los vómitos, los laxantes o quién sabe a qué. 'Nohabía que apurar el proceso.

Finalmente, entre todos, llegamos a un acuerdo queparecía razonable: iría a un doctor solo para ir chequeando

si le faltaba algo a mi ingesta diaria de alimentos, así todosquedaríamos tranquilos con la parte orgánica. Mi cuerpo

debía funcionar bien y con todo lo necesario pero con elcompromiso de que no me harían subir de peso. Eso me

dejó más tranquila.Insistí en ir a un nutriólogo que yo conocía y que pen-

saba que iba a respetar mi posición. Al principio mis papásse opusieron, algo en él no les terminaba de gustar, peroestaban aprendiendo a considerar mis opiniones y para que

-- ~._ _ estuviera tranquila, a pesar de sus temores, terminaron poracceder.

¡Cuánta razón tenían! No quiero dedicarle muchas lí-neas a este médico porque no merecería ser parte de mihistoria y porque todavía siento el impulso irracional dedarle un buen combo. A estas alturas, ya está claro que mi

experienc~a con los médicos, en general, no había sido muybuena, pero este nutriólogo con su negligencia y falta detino superó la marca.

Por un supuesto «error» volvió a convertir mi vida enun desastre. Gracias a Dios pude recuperarme más rápidoque las veces anteriores porque en ese momentoestaba psi-cológicamente bastante fuerte y apoyada por mi entorno.

En pocas palabras, decidió quitarme de golpe un me-dicamenro que yo tomaba tres veces al día; según él eraanorcxígeno. Le pregunté si no caus-aba efectos secunda-

,I

dos quitar un fármac o así, de golpe, sobre IOdo CIl:lIU.lO

hacía tanto que lo tomaba y era para estar tranquila. Dijoque no me pasaría nada: «No te pr:eocupes, déjalo en mismanos».

Como ya anticipé, su pronóstico fue cien por cientoerrado. Solo en dos semanas, por la ausencia del medica-mento, se me produjo una verdadera hecatombe metabó-

lica, subí 10 kilos, mi ánimo estaba incontrolable, no para-

ba de vomitar y mi potasio se disparó nuevamente.Una noche, el cuadro se complicó con un problema

respirat~rio y me tuvieron que llevar de urgencia al hospi-

tal de la Universidad de Chile. Una vez más lograronestabilizarme. Los doctores no daban crédito a lo que mispapás les contaron sobre el nuevo tratamiento y la suspen-sión de los fármacos. Es evidente que existen buenos médi-

cos y otros que son apenas imbéciles con título.Al menos no fue necesario quedar internada y pude

volver a mi casa, pero anírnicarnente quedé pésimo, el h~- .

cho de haber subido tantos kilos en tan poco tiempo metenía muy nerviosa ...

Los días siguientes, que tuve que quedarme en cama:los pasé a terrorizada y mirando el techo: lo que esta ba pa-

. sando me hacía recordar lo ocurrido al10Satrás ... Veía que

empezaba todo de nuevo, me imaginaba con las ropas demi papá, llena de acné ... Esto no estaba contemplado ni enla peor de mis pesadillas. «Si estoy soñando que alguienme despierte, por favor», le suplicaba angustiada a Dios.Pero no, no era un sueño, nuevamente era mi realidad ydebía afrontarla. ¿Cómo lo haría? Me sentía ran cansada

Page 94: Dieta de La Muerte

como un soldado que huhicra dado mil bamllas ... Sí', 111 '

las había visto en peores, era verdad, pero mis fuerzas em-pezaban a decaer. .. Me preguntaba si cada nuevo comien-zo traería un nuevo fracaso que me debilitaría más que elanterior ¿Acaso estaba atrapada en un círculo que volve-

ría a comenzar una y otra vez hasta el fin?

•.

Volviendo a valor r la vida

SI NO FUERA PORBLANQUITAno sé qué habría pasado. Ella,

como siempre, supo respetar mi pena y sobre todo acompa-ñar el proceso que estaba sufriendo. Me visitaba en mi casa

porque durante meses no quise salir, ni siquiera.me levanta-ba ni me vestía. Estuve acostada y apenas dejaba la cama

para ir al baño. Tomaba solamente leche descremada. De

nuevo estaba obsesionada con bajar de peso.Mis papás cayeron en la desesperación, habían con-

fiado en el milagro de mi mejoría y ahora el sentimiento dedesamparo e impotencia se había apoderado de ellos. Blan-

quita supo contenerlos, hizo un trabajo de gran delicadezay muy difícil pero, con su firmeza y amor, logró que mis

papás entendieran esta etapa y no me forzaran.Había una gran verdad hacia la que todos teníamos

que confluir: la comida no era el problema sino el síntoma.

Teníamos que llegar al porqué de la anorexia y la bulimia

y, para eso, necesitaba mi propio tiempo .Todavía me falta mucho por comprender, pero duran-

te ese período pude ver cosas de h-1S que antes ni me per- -

Page 95: Dieta de La Muerte

taba, gané un profundo conocimiento de mí y entendí cier-tas dinámicas en las relaciones con mi familia. Creo, inclu-so, que alcancé a vislumbrarrne, aislada en el fondo de mi

propia con iencia: yo era una niñ <t, Ul a joven que pugnaba

por nacer. Ella no estaba enferma y me llamaba: debía ayu-dada. Era preciso nacer y este era el mejor momento. Con-

taba con el apoyo. de Blanquita y con la confianza de mispadres. Entonces, un día de esos, me di cuenta de que ya no

necesitaba más tiempo: estaba lista para ponerme de pie.Era un 6 de agosto y mis papás renovaban sus votos.

Cumplían sus bodas de plata yeso era un acontecimientomuy importante para la familia y para los amigos. Ellosesperaban que yo bajara a la ceremonia, aunque fuera enpijama ... Me dejaron claro que les daba lo mismo cómome presentara, lo único importante para ellos era que losacompañara en ese momento de emoción y amor renovado,

Me levanté y me ve.stí elegantemente, corno ameritabala ocasión, bajé por mis propios medios y aunque me sen-tía débil, también me sentía fuerte ... Sabía que estaba ha-ciendo lo correcto.

Al verme, mis papás no pudieron contener las lágri-mas y corrieron hacia mí. Nos abrazamos los tres, muy fuer-

te, estábamos en medio de todos los invitados pero era comosi hubiera desaparecido el mundo ... Permanecimos así un

buen rato, no dijimos ni una palabra. Estaba todo dicho.

Epílogo

Hoy CUMPLO VEINTE AÑOS Y ACABO DE DARME cuenta deque nunca podré ponerle punto final a estas líneas, unaparte de mí siempre va a seguir escribiendo este libro. Es-

toyen una etapa de recuperación muy lema y distinta delas anteriores, pero tengo la certeza de estar transitando el

buen camino.Soy una joven de POCo.spero buenos amigos. Sigo sien-

. .do solitaria, introvertida y silenciosa. Me gusta escribir, es

la mejor manera que tengo de entender lo que me pasa y lo.

que pasa en mi entorno.Mi familia, de a poco, aprendió a escuchar y respetar

mi silencio, a darse cuenta de que mi tiempo no. es su tiem-po ... También comprendieron que un proceso tan comple-jo como la sanación psíquica no podrá responder, por más

que nos empeñemos, a otros ritmos más que a los propios.A pesar de que mi carácter cambió con toda esta expe-

riencia, soy más fuente y-reflexiva queantes. volví a ser laniña tierna y dulce que era. Aprendí él perdonar ya darrnecuenta de lo difícil quees lograr ese gesto. Trato de no guar-

Iyl

Page 96: Dieta de La Muerte

dar rencores, aunque de a ratos me cueste ll1uchísim() ...

Bueno, sé que es legítimo sentidos pero también que de.nada sirve alimentados. Trato de no darles tanta impor-tancia y así evito que el daño se vuelva en mi contra.

Soy consciente de que mi adolescencia ha sido muydiferente a la del común de los jóvenes de mi edad. Antes,

eso me frustraba, hoy lo acepto y lo asumo. Sí, es verdad,no asistí a mi fiesta de graduación y terminé mi enseñanza

media en un régimen distinto de estudios ... También es cier-to que aún no ingreso a la universidad, pero ya no mirotodo esto como un fracaso sino como una experiencia devida diferente que me tocó afrontar.

Esta experiencia es también rica y, aunque por mo-mentos habría preferido evitármela, ¿quién puede verda-deramente elegir su destino? He aprendido muchas cosas

acerca del sufrimiento, la incomunicación la solidaridad, ,la avaricia, el sacrificio, el abuso, la insensibilidad de algu-nos y la capacidad infinita de dar amor de otros, tambiénacerca de la fuerza y la debilidad ... Cosas que muy proba-blemente la mayoría de ia gente de'mi edad no conozca ...

Claro, no soy una adolescente «normal»: no carreteo, nosalgo, no fumo, no piteo, ni tomo. Nunca en toda mi vida hepololeado ... M~ asusta un poco la idea, sobre todo la partefísica, pues he sufrido demasiados traumas en mi cuerpo,

pero espero algún día superar mis temores. Uno demis sue-ños es enamorarrne, formar una familia, ser madre ... Ahoraque lo pienso, soy bastante «normal» después de todo ...

Hoy en día, físicamente no me encuentro saludable:

mido 1,70 metros y peso 37 kilos, me cuesta caminar, me

canso de 11< (.1. Ymi estómago esta hecho una capsulita quecasi no tolera la comida y se repleta con muy poquito. Sé

que tengo un problema y que viene por delante un largoproceso. ESclaro que con 37 kilos no puedo vivir pero meaterra la idea de subir de peso.

Los espejos siguen siendo un fantasma en mi vida me. . ,dan la pauta de mi enfermedad: cuando me miro, no logrover mi delgadez. Mis ojos son el peor parárnetro a seguir en

estos momentos: todos los días me peso y todos los días me

miro al espejo y, aunque me cueste, sé que no debo creer enlo que veo.

Hace cinco meses que no vomito. Me tomo mis vita-minas sin esconde.rlas ni tratar de engañar a los demás; el

poco alimento que recibo me lo como, con gran esfuerzo,pero me lo como. Mi estómago tiene que ir formándose de

a poco ... Qué podría decir, no es nada fácil seguir este tra-tamiento, manejar mis impulsos y controlar la angust,ia,

pero las ganas de vivir la vida como todos son tan grandesque me ayudan a superar los miedos.

Con mi familia existe cada vez más confianza esta-. ,mos sonriendo nuevamente. Claro, yo he cambiado y elloshan cambiado. Tratamos de comprendemos más unos aotros. Incluso con la Carola mi relación mejoró. Ella estápor recibirse de periodista y estamos todos muy contentos

con sus logros. Seguimos siendo muy diferentes una de la

otra yeso no se puede cambiar, pero estamos aprendiendoa aceptamos y queremos con nuestros defectos y nuestrasvirtudes. El Benja va a cumplir ocho años y está cada díamás hermoso. Es un niño exquisito, alegre, honesto, espon-

[93

Page 97: Dieta de La Muerte

trinco ... I la crecido y madurado mucho en este ti .rnpo ysigue siendo la alegría y la luz de la casa.

En esta nueva unión que sentimos los cinco como fa-milia, creo que tuvo mucho quever la ceremonia en. que

mis papás renovaron sus votos y se volvieron a jurar amor" " .

ante Dios y ante los hombres, después de vivir momentos"tan difíciles y angustiantes. Siento que este simple acto tuvo

un peso enorme entre nosotros y fue como si nos empezá-ramos a ver con nuevos ojos.

Ahora, a pesar de mi precario estado de salud, sientoque tengo metas y planes, quiero estudiar, ser una profesio-nal.,; No sé qué me tenga preparado el destino, pero estoydispuesta a luchar por hacer mi pequeño aporte al mundo.

No me impongo grandes metas', voy dando de a poco pe-queiios pasitos. Quiero medirmis fuerzas y tener la certezade que voy a ser capaz de enfrentar lo que venga. No dejoque la enfermedad se adueñe por completo de mi vida, nome aurodiscrirnino y trato de no sentir pena por mí. Aprendíque la aurocórnpasión es algo paralizante. No, no quiero

volver a caer en eso. Me propongo cosas y trato de cumplir-

las, Dios sabrá si me resulta o no ... Cada mañana le pidoque me ayude a enfrentar los obstáculos con sabiduría y con"serenidad. Claro, tengo días buenos y también días malos ...Pero lo más importante es que y; no me escondo ni levantobarreras para aislarrne del mundo. Puedo expresar mis pe-

nas y mis alegrías y compartidas con mis seres queridos y,sobre todas las cosas, me siento agradecida de estar viva.

I () de scpt irmhr« {f(' 200(i

Mensaje final

Es DOLOROSO MIRAR ATRÁS Y DARME cuenta por cuántascosas he tenido que pasar para poder ofrecer mi testimo-nio en este libro. Quiero acl~rar que no es mi idea dar unalección o ponerme como modelo, ni siquiera decir las cosas "

que se deben o no hacer cuando uno sufre o está a pU1}tode sufrir de anorexia y bulimia.

¿Qué podría agregar? Acaso lo mismo que seguramen-te repiten sus padres o médicos hasta el cansancio: que co-man, que no se aurodesrruyan, que no se cierren al mundo,

y tantas cosas ... Cuando uno sabe lo que es esta enferme-dad, sabe también que ciertas palabras, por más verdade-ras que sean, pueden sonar vacías. Yo no tengo ni la auto-

ridad moral ni el derecho para poncrrnc a dar consejos.Perolo más importante es que no quiero hacerlo.

Lo que sí quieroes transl~litir quela anorexia se puedeenfrentar. No re impide amar, ni realizar tus sueños, ni pro-

yectarrc COIllO ser humano y pensar en ayudar a otros.

Page 98: Dieta de La Muerte

Quiero ingresar a la universidad para estudiar perio-dismo y estoy muy entusiasmada con aprender muchascosas nuevas, informarrne y converrirrnc en una gran pro-fesional.

Uno de mis sueños más importantes, y que compartocon mis padres, es la idea de crear una fundación que ayu-de a las personas con bulimia y anorexia y a sus familias,promover la existencia en el país de programas de apoyoeconómico para 'enfrentar lós gastos de estas enfermeda-des y, sobre todo, que exista un centro de tratamiento y

profesionales especializados para tratar este tipo de dolen-cia que hastael día de hoy no hay en nuestro país.

De todas las experiencias que he vivido últimamente,

sin dudas, la más importante es que estoy pololeando. Pa-blo es un ser excepcional y con él estoy conociendo el amor.

Quisiera decides que se puede continuar viviendo ypensando en un futuro.

Hasta hoy día, soy una más de ,ustedes. Sigo sintiendolos mismos miedos y tentaciones, hago un esfuerzo enormepor alimentarrne, me cuesta un triunfo no mirar el caminoal baño después de cada comida y ---cuando tengo un maldía, porque los tengo, [vaya si los tengol-e- debo resistircon todas mis fuerzas para no recurrir a los antiguos méto-

dos que aliviaban mi angustia. Vivo en alerta permanentey muchas veces me siento agotada y con ganas de abando-nar la lucha. Aun así, tengo en mi haber un gran triunfo, diel paso más importante en este proceso: acepté que tengouna enfermedad y que necesito contención y tratamiento.La opción que se me presenta es clara: vivir o morir. Cueste

lo qLH: cueste, duda lo que duda, y con lodo lo que impli 'n

. asumiría, me quedo con la vida.Tengo lcdar.o que las cosas .,o'van'3' ser perfectas, ql;~

/ .todavía me voya ver enfrentada a más de alguna situación

doloro~a o problemática y no voy a poder escudarme enmi enfermedad, También sé que.inos guste o ~o, la ano-

rexia es para toda la vida, corno el alcoholismo o la droga-

dicción. Siempre está latente la posibilidad de recaer. Perotenemos que ser más fuertes que esta amenaza porque nues-

tra experiencia 'dolorosa nos enseñó muchas cosas, y lo que

sabemos es posible usado a nuestro favor. No debemos ser,cobardes:

Uria vez escuché una frase que me !?I}stómucho y queme repito en los momentos en que creo flaquear:'« El mie-do es una reacción yel coraje una decisión», Somos capa-

ces de ser va.lientes. Esto síme siento con autoridad de afir- r

.'marlo: sé del mundo escalofriante y doloroso que se escon-. .de detrás de la anorexia y la bulimia, porque lo vivo. a dia- .

rio, 'Es precisoaprender a manejado con d<:cisión y con-

fianza.Por último, una cosa más que es fundamental: tener

fe. Este sentimiento es incomparable. Para mí es la gran. . .

ayuda: llena mi cuerpo y mialnia de una fuerza vital capaz~ - ,de hacerme sentir que puedo ganar todas las batallas, y'

que -aú~ en los peores momentos- vale la pena luchar

para seguir viva.

197

Page 99: Dieta de La Muerte

(/)ro,--rol....O)o~o->...(/)rotrou

Page 100: Dieta de La Muerte

PALABRAS A MI MAMÁ

/'

I

11

¡Cómo tener la sabiduría y la fortaleza para poder expresaren estas líneas lb que siento! Me cuesta mucho escribir y laspalabras parecen no tener el significado justo que quisiera,dar/es. Múltiples sentimientos se hacen presentes en mialrecordar cada minuto que hemos compartido a lo largo deestos veinte años juntas.

,Desde que supiste de mi existencia la cosa no fue fácil., .

Tu médico y amigo de toda la vida, el doctor Arturo Soldati ..te mandó a hacer reposo durante el embarazo completo.Antes hablas sufrido una pérdida ... , tu susto de quedarembarazada era muy grande, todavía no te reponías de esapena. Creo que hasta el día de hoy no lo has hecho deltodo. Cuando te ueo.pensatiua, se nota en tus ojos. cómo te .imaginas que hubiera sido aquel niño hoy en día.

Tu embarazo co:zmigo fue de alto riesgo, siempre tu-'viste que cuidarte mucho y hpy quiero agradecerte por

- haber/o hecho. Gracias a tu [uerza estoy acá. tengo veinteaños y te escribo lo mucho que tequiero, Quisiera que. amedida que puedas, te fueras desprendiendo de ese senti-

/'

201

Page 101: Dieta de La Muerte

miento de rultrahilulad. que has CJrgdt!o tlurant« lodo mivida. No me lo has dicho nunca para no traspusármclo Y

no haccrme seritir-m al, /J(!1'()ldéSd~ chiquitita supimos leer-nos los ojos y en ellos vi siempre cómo llevas esa-carga.

Te culpab-as constantemente de mi hemip aresia, sen-LÍasque era tu responsabilidad, que en algo habías [aliado,que quizás no te habias cuidado lo suticiente,

Mamá: hoy, que tengo veinte años, recién entiendo y

le agradezco a Dios p or llevar esta enfermedad. ,.1

Quiero que sepas que tú notienes absolutamente cul-pa de nada, nadie es responsable, solo Dios sabe por quépasa lo que pasa. De lo único que.,tienes que sentirte res-ponsable es de haberme querido y amado desde el primersegundo de mi vida tal cual era. De luchar incondicional- .

mente por mí}' [untoa mí.Nunca te entregaste, sin importado difícil que (uefa o'

los diagnósticos horrorosos que te dieran los médicos. In-cluso te esforzaste por hacer de mi infancia algo precioso.Me entregaste ;'1ás amor de 16 que el mundo pueda imagi-

nar. tu ualentia ha sido un ejemplo que hoy 111etiene de pie

contando mi historia.Has sido totalmente incondicional y entrcg.tda conmi-

go, sin que interesen costos ni consecuencias. Hemos [rasa-

do 11~()l1icnt()s duros, algul1oS.dc cf~()s los hemos l:iuido 11111-

tas y =r». por separado. pcrc: ambas liemos conocido elsigni(ic(ulo de la.palahradolur.

lleiar una cn'[ermr dad C01110 III anorexia ;10 es [áal:/1¡,is di{lcilll1íl/ debe ser .l'crA tu bija.nadcccrt.: y 1!O floder

~ " ·.e ;-:J~' - . ,..

sacurla de l'Sll Ira1111"1 en la que se encuentra. Verlilllwl(lrse

1.01.

día a día, sintiendo q'Uc'1'/,Opuedes hacer nada /l11r.1 cuitur-Lopor más que lo intentes y darte CUe11tade que la únicaque puede tomar la'decision de salir de esa trampa es ellamisma., Quiero contarte qué por primera vez Loestoy hacien-

, .... -. ··t~ ...., -do.de verdad, con Dios y de corazon, Me caig9p~rotengo

el valor de leuantarme, vt¡lfprque heredé de ti: Sujje que ér~legitimo/sentir el miedo, pero no iba a permftír que.me.si-guiera dominando. No es que no le tema a nada, Letemoamuchas cosas ... Pero cada día le pido a Dios,qu;~me'dé elvalor de tomar la decisión de enfrentar esos mi~dos concoraje: a lo mejor no lo logre hoy pero estoy segura de quelu lograré mañana.

Han sido ocho largos años de mucho dolor, suirimien-,tos, alejamientos, discusiones. Nos hemos herido y amadom(.ltuamen.te. Muchas de las cosas que cuento en esta historiatú no Lassabes, sé que te van a causar dolor y te pido perdón

, .por eso pero quería ser honesta: se lo debía a Dios, que meest(Í dando la oportunidad para renacer, ya mí misma ..

Sobre todas las cosas quiero que no te sientas cultJab~epor nada de lo que relato en este libro. Sé que nunca imagi-naste que yo pudiese vivir esas experiencias, pero fue lavoluntad de Dios. Estaba escrito que la vida no sería fácil'para nosotras ... Hoy nos dice claramente que gracias a eso,hemos aprendido a valorar las cosas de verdad importan-teso f-ddasegundo de felicidad lo apreciamos mucho másqueantes y tenemos un corazón honesto, porque cuandosonreimos, al haber conocido tan de cerca el dolor, lo hace-mOS desde el [ondo del alma.

",

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PALABRAS A MI PAPÁ'

Tu eterna Denisse

Papá: decir la palabra papá suele ser algo tan cotidianoque no le tomamos el peso a su significado, no sabemos lo .afortunados que somos al podermencionarla.,

~.Desde que nací he sido tu niñita, has sufrido en silen-ciotu dolor, primero por mi hemiparesiay después c01~laanorexia. Pocas ueceste he uisto llorar, pero cuando lo hashecho he conocido el verdadero dolor de una persona; Tuslágrimas de niño inocente son tan puras y buen~s corno elnoble corazón con el que cargas. Eres un hombre que mu-chas veces parece frío, seco, impenetrable, pero tus ojos alar-gados, preciosos para mí, no pueden disimular la ternuraque escondes.

Eres la persona de aLma más limpia y frágil ;ue C():110Z~

co, tu buena voluntad te ha ayudado a ser fuerte y ualiente

(rente a las adversidades. Dios te ha puesto pruehas muyduras, parecían imposibles de vencer; pero Él (y yo tam-biéu] sabia que lo ibas a lograr. -

Desde el día en que abrí mis ojitos y te ui contemplán-dome, supe enseguida que Dios me halria entregado al cui- :

-1

II

Mamá, quiero decirse que eres una g1'LlII madre. 'N{)

solo conmigo sino también con mis hermanos: siempre hassido madre ante todas las.cosas. No me gusta escuchar/edecir que lo has hecho todo mal, nadie es quién para juz-gar al otro. Además quién dice qué es Lobueno y Lomalo; site has equivocado, errar es de humanos, no importa cuán-tas veces hayas errado, yo no soy quién para [uzgarte y

nunca tendré intención de hacerla. Nadie te enseñó a sermamá, puede que no hayas sido perfecta, pero, rnarnt, na-die es perfecto, solo intentamos hacer las cosas Lo mejor

posible.Quisiera que sepas que te amo por sobre todo en este

mundo, cada noche le doy gracias a Dios por tener Laben-dición de tenerte junto a mí.

Gracias mamá por darme la vida, amarme tanto hastaen los momentos más difíciles. Eres una gran mujer, unamujer maravillosa que admiro más cada día. Solo me que-da decirte gracias por ser mi mamá y haber caminado y

seguir haciéndolo durante estos veinte años junto a mí.Te amo mami y que Dios te bendiga.

1.°4 2°5

Page 103: Dieta de La Muerte

dado de UIl htunlrrc uolrl«, oalient» y [/1( luulor. SI( uruorpor mí iba a superar cualquier o/Jstáculo, no le ilran u im-

portar los esfuerzos o sacrificios que tuuicra que hacer siera por mi felicidad.

Pap á, siempre te hascaracterizado por Se1'un hombregracioso y de risa fácil, traviesa y contagiosa. Nunca te lohe dicho, pero una de las cosas que más me causa alegríaen la vida es uerte reír. Crecí con tus juegos alocados, contus regaloneos siempre me hiciste sentir la niña más bende-cida del mundo por todo el amor que me entregabas.

Cuando la anorexia se manifestó, esa estrecha relación'de complicidad se fue perdiendo. Ahora veo que solo seestaba escondi~ndo y era una prueba de Dios volver a en-contraria. No fue fácil, nos demoramos años, parecía queya no íbamos a conseguir/o, tuuimos que pasar por muchodolor, herimos mutuamente ... A pesar de tus enojos y ra-bia, ahora entiendo que era tu manera de reaccionar por lagran impotencia que sentías al ver que me estaba matandocada día y que 110 podías, ni con tu mayor esfuerzo ni contodo el oro del mundo, saluarme.

Estuviste y has estado ahí incondicionalmente, lu-chando contra lo que sea necesario, nunca te has rendido'ni en los peores momentos. Me has amado, cuidado y tras-mitido esa fuerza que tanto anhelabas que tuviera, paraque [uera capaz de leuantarrne y seguir adelante. Ahoraliemos que era algo que tenía que hacer sola. A ló mejorme cuesta avanzar, pero lo estoy haciendo )' mucho deeso te lo de/lO a ti.

Supisu: respetar mis procesos y mis tiempos, entender

1.0(,

que tu tiempo ru¡ e mi tiempo, que algunas veces demoromás de lo esperado pero aun así termino porlograrlo,

Papito, hemos pasado momentos muy difíciles, no solo -por mi enfermedad sino. también a nivel familiar y econó-mico. Quisiera que sepas que no. cambiaría nada de Loquetengo. hoy por tener un poco más de dinero. Sobre todo, larelación que estos últimos meses hemos logrado construir:has hecho. un gran esfuerzo. para no enojarte conmigo, tu-viste un gran cambio. y lo he notado muchísimo. Mil gra- ,cias por eso, que es una de las razones fundamentales que

. hoy me tiene de pie. También por tus conuersaciones, porese amor que siempre me has tenido. y has hecho notar másy más en estos últimos meses.

Cada día, Dios me entrega nuevas bendiciones: unade ellas es tenerte junto. a mí, que todas las mañanas metapes y me acurruques, antes de salir a trabajar. Aunquetengas que arañar la tierra, siempre consigues lo necesariopara que a mí, a mis hermanos y a toda la familia nuncanos falte nada. Gracias a tu esfuerzo. siempre puede haberun plato de comida en la mesa, podemos vivir en una casa

comoda y calentita, que te cuesta mucho mantener.Papá, papito, papi, gracias por la vida que me has dado,

a pesar de todo el dolor que nos ha causado mi enferme-dad, que más de una uez me ha tenido. al borde de la muer-te: siempre has dado todo lo que está a tu alcance por mifelicidad. Sé lo.difícil y doloroso que ha sido para ti que yo.sufra anorexia, Laimpotencia y rabia que te hacen sentirque no puedes manejarlo, que tienes las manos atadas. Perohoy quisiera que sepas que lo has hecho. excelente, te has

Page 104: Dieta de La Muerte

equivocado por qu« todos erramos, pero SiC111jJtC has ('-5/11-

doincondicionalmente junto a mí. Eres un gran hcintlrre,

para mi el mejor del mundo, que tiene sus defectos y virtu-des pero que posee un corazón que muy pocos puedenmostrar.

Papá, no me importa no tener los mismos lujos de an-tes, nada de eso valdría la pena si no te tuviera junto a mí,si no te hubiera vuelto a ver sonreír. Estoy orgullosisirna deti, Dios te guarde y te bendiga por todos los días de tu vida,Te amo, papá, por sobre todas las adversidades, proble-mas o situaciones que podamos estar pasando. Hoy quetengo veinte años, te digo gracias por baberme hecho lamujer que soy, por entregarme tus valores y principios. Tedigo gracias por ser mi papá.

Tu niñita por siempre ...

J\ LGUN¡\SIMÁ(.ENFS

20':)

::: Mi primer baño. _

Denisse

::: Posando [rara la 'cámara ('11 1/11 parque.

Page 105: Dieta de La Muerte

1, 1111011\ 111, 1.1\ Mili 1<1'1',

• I

:::.Paseando en pony.

:::En Costa Rica, como pez en el aguajugando con mi papá.

A dieta. .., Mi tata.21"0

211

Page 106: Dieta de La Muerte

::: Con algunoscompañeros de colegio. De derechaizquierda, yo y la Nati.

o::: En .plcna adolescencia:sigue el sohrcpcsi),

212

::: Mi familia completa: mamá, Carolina, Benjamín,o yo y mi papá.

::: Una rcunicn¡

[amiliur: lIOSo

lICOm¡ILI/Ta Ncal, elalrc II'LÍ nutrida de

mi hermana.

Page 107: Dieta de La Muerte

)

::: Ahricl/(/o regalos en la cama, el día .de micumpleaños número diecisiete. .

I \ 1111 11\ ,,, 1/\ 1\11111111

/

Mi nu mtcut o de menor p csu.

2.1 'i

Page 108: Dieta de La Muerte

21(,

2.17

Page 109: Dieta de La Muerte

1)1 NI

Pablu V~dal Al/el/de

\i

I -

,.'

Mi amor, mi ntna, mi rnuter )', mi 'amIga. Eres un sersumamente especial: de eso me di cuenta desde el momentoen que nos conocimos, cuando te vi con tu cintillo rosa,[ugueteando con tu pelo, dulce )' tímida, Aquella ue: meacerqué a ti y te saludé. '¡':mpezamos a conversar y los minutosy las horas corrieron como si fueran segundos; mientrasveíamos todo pasar.ante nuestros ojos. Estábamos abrazadosy nos dimos cuenta de que es; no se;ir¡ ~l último abrazo quenos dariamos.

Los días siguientes no pude sacar de mi cabeza ni de micorazon tu rostro angelical irradiando 'esa ternura que yojamés había conoci40. Un rostro que también estaba lleno desuenos y esperanzas, " _.)

Luego. empezamos a llamarnos por ieléfono:'/jablamosv-hablamos de todas laT cosas, el tiempo seguia -uolando paranosotros, entre risas y lJalabrds de qm()r. '. ' ." "

De esta forma fuimos uniendo nuestros corazones cada j

uez=más, en nuestros ojos se empezaron a dibujar sueños ynos veíamos realizándolos juntos.

Aunque mucha gente trató de sep ararnos, tuvimossiempre [a convicción de seguir construyendo este amor y 110

abandonar las metas que nos [criamos. Así, en corto tiempo, 'la relación fue creciendo, madurando y [ortaleciéndose frentea 'las adversidades. r

Nos afianzamos como una pareja muy bien constituida )'unida, llenándonos de amor el uno al otro. Esto sigue así hastael día de hoy. Estamos felices caminando por la vida tomados'de la mano y sonriéndole al mundo y al mañana, refiejandoen nuestros ojos esperanzas, y sueños, parándonos con piesfuertes sobre la tierra ante los buenos y los malos momentos,pero por sobre todo siempre amándonos y dándonos mucho 'apoyo. , .

Mi amonte amo a cada momento, a cada suspiro, soloespero siempre cumplir nuestros ,cmh'(;los y, scgu.ú\ 'adelinit«,sin [laqucar l1U11Cll, 'Siempre [uertcs y unid os.ten este¡ que

, . \

'C011striÚ111oS[untos paso a paso.TI: AMO ...

.--~.-'

~----_•..,-- ~.•\,

/ ..

21H21<)

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Indice

De 'la infancia al infierno ; 11

Mi vida sin anorexia ni vómitos , .. 13

Unas extrañas vacaciones 19

Aquella foto que nunca pude olvidar ...............................• 33

La anorexia se declara en mi vida , 45

El comienzo de un largo camino 63

Volviendo a vivir 69

La anorexia {Oca mi puerta, ahora en tierras lejanas 75

Otra recaída 95

Un viaje frustrado y nuevas terapias 103

Cuesta abajo 111

Una terrible pesadilla 121

Mi vida en el infierno 129

Diagnósticos y nucvos rrarnmienros 15'1

L:1 grndu.icion 1S5

El lugar donde fui a morir y volví a VIVir' •••••••••••••••••••••••• 159

Page 111: Dieta de La Muerte

Un IIUl:VO rcJl;HTr .

El comienzo de un l.ugo proceso .

Volviendo a valorar la vida : .

Epílog() .

Mensaje final .

CARTAS y FOTOGRAFÍAS

Palabras a rm mamá 201

Palabras a mi papá 205

Algunas imágenes 209

Carta de Pablo 218

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177

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