Discurso de Antonio d'Anconia en "La Rebelión de Atlas"

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Una verdadera oda al capitalismo, una declaración de principios y una inmejorable explicación del funcionamiento de la economía de mercado y del dinero. Este Credo debiera ser la base de la educación en México en todos los niveles. Con esto bastaría para salir del eterno atolladero en que nos encontramos.

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Discurso de Antonio d'AnconiaExtracto de “La Rebelión de Atlas” de Ayn Rand

¿De modo que usted cree que el dinero es el origen de todo mal? ¿Ha reflexionado alguna vez en cuál

es el origen del dinero? El dinero es sólo un instrumento de cambio, que no podría existir si no se

produjeran géneros ni hubiera hombres capaces de crearlos. El dinero es la forma material de ese

principio, según el cual quienes deseen tratar con otros, han de hacerlo por el comercio, entregando

valor por valor. El dinero no es el instrumento de los plañideros, que solicitan productos con lágrimas,

ni de los saqueadores que los arrebatan por la fuerza. El dinero sólo es posible gracias a quienes

producen. ¿Es eso lo que usted considera culpable?

«Cuando se acepta dinero en pago del propio esfuerzo, se hace bajo la condición de que luego se podrá

cambiar por el producto del esfuerzo ajeno. No son los pusilánimes ni los merodeadores los que dan

valor al dinero. Ni un océano de lágrimas ni todos los cañones de la tierra podrán transformar los

pedazos de papel que lleva en la cartera en el pan necesario para sobrevivir mañana. Esos pedazos de

papel, que en realidad deberían ser de oro, constituyen una prenda de honor: su demanda de energía a la

gente que produce. Su cartera es la declaración de esperanza según la cual, en algún lugar del mundo,

existen hombres incapaces de quebrantar ese principio moral que es la raíz del dinero. ¿Es eso lo que

considera usted malvado?

»¿Se ha preocupado alguna vez en investigar en las raíces de la producción? Observe un generador

eléctrico y atrévase a pensar que ha sido creado por el esfuerzo muscular de brutos sin inteligencia.

Intente hacer crecer una semilla de trigo sin los conocimientos transmitidos por quienes lo descubrieron

e iniciaron su explotación. Trate de obtener alimento tan sólo con movimientos físicos y comprenderá

que la mente humana es la raíz de todos los géneros producidos y de toda la riqueza que haya existido

jamás sobre la tierra.

»Pero usted asegura que el dinero lo consiguen los fuertes a expensas de los débiles. ¿A qué fuerza se

refiere? No será la fuerza de las armas o de los músculos. La riqueza es el producto de la capacidad del

hombre para pensar. ¿Consigue el dinero quien inventa un motor a expensas de quienes no lo

inventaron? ¿Lo consigue el inteligente a expensas del tonto? ¿El capacitado a expensas del

incompetente? ¿El ambicioso a expensas del holgazán? El dinero se hace antes de que pueda ser

arrebatado por un ladrón o solicitado mediante lágrimas, por el esfuerzo de todo hombre honrado, y en

la medida de la capacidad de cada cual. El hombre honrado es aquel que comprende que no puede

consumir más de lo que ha producido.

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»Comerciar por medio de dinero es el código de los hombres de buena voluntad. El dinero descansa en

el axioma de que cada cual es propietario de su mente y de su esfuerzo. El dinero no permite a ningún

poder humano prescribir el valor de un esfuerzo, excepto por elección voluntaria de quien siente deseos

de ofrecer el suyo a cambio. El dinero permite obtener por los propios géneros y el propio trabajo,

aquello que quienes han de adquirirlo consideran apropiado; pero no más. El dinero no permite otros

tratos que aquellos que se llevan a cabo en beneficio mutuo, dentro del recto juicio de ambas partes. El

dinero exige el reconocimiento de que el hombre ha de trabajar en beneficio propio, y no en su daño;

para ganar y no para perder. Equivale a reconocer que el hombre no es una bestia de carga, nacida para

transportar el fardo de su propia miseria; que hay que ofrecer valores y no quejas; que el lazo común

entre los hombres no es un intercambio de sufrimientos, sino el de mercancías. El dinero exige que

ustedes vendan; pero no debilidad a cambio de estupidez, sino talento a cambio de razón; exige que se

compre, no lo peor que sea ofrecido, sino lo mejor que se pueda conseguir con el propio dinero. Y

cuando los nombres viven para el comercio, con la razón y no la fuerza como árbitro decisivo, el mejor

producto es el que gana; el trabajo más perfecto; el hombre de más profundo juicio y más alta maestría.

Y el grado que alcance la productividad del hombre será también el de su recompensa. Tal es el código

de la existencia, cuya herramienta y símbolo constituye el dinero. ¿Y usted considera eso reprobable?

»EI dinero es sólo una herramienta. Les llevará a donde deseen, pero no les podrá reemplazar como

conductores. Les ofrecerá los medios para satisfacción de sus deseos, pero no aportará deseos en sí. El

dinero es el azote de quienes intentan revertir la ley de la causalidad; de quienes buscan reemplazar la

mente por los productos de la misma.

»El dinero no comprará la felicidad para aquel que no tenga un concepto claro de lo que desea; el

dinero no le proporcionará un código de valores, si ha evadido el conocimiento de lo que evaluar, ni le

proveerá de un propósito si ha eludido la elección de lo que busca. El dinero no conseguirá inteligencia

para el tonto, ni admiración para el cobarde, ni respeto para el incompetente. Quien intenta comprar el

cerebro de su superior para que le sirva, reemplazando con dinero su capacidad de juicio, termina por

convertirse en víctima de sus inferiores. Los hombres inteligentes lo abandonan, pero él sigue

engañando y los fracasos acuden en masa a él, atraídos por una ley que no ha descubierto: la de que

ningún hombre puede ser menor que su dinero. ¿Es éste el motivo por el que lo considera denigrante?

»Sólo quien no la necesita, está capacitado para heredar riqueza; me refiero al hombre que labraría su

propia fortuna, no importa con qué. Si un heredero es igual a su dinero, éste le sirve; de lo contrario lo

destruye. Ustedes exclaman que el dinero lo ha corrompido. ¿Es así? ¿No habrá sido él quien ha

corrompido al dinero? No envidien a un heredero indigno; su riqueza no es la de ustedes, y ustedes no

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habrían obrado mejor, caso de adquirirla. No consideren que debió haber sido distribuida entre ustedes.

El agobiar al mundo con cincuenta parásitos en vez de uno, no habría hecho revivir esa muerta virtud

de lo que fue fortuna. El dinero es un poder viviente que muere al carecer de raíz. El dinero no servirá a

una mente que no esté capacitada para ello. ¿Es éste el motivo por el que ustedes lo llaman odioso?

»El dinero es el medio de supervivencia de ustedes. El veredicto que pronuncien acerca de la fuente de

vuestro sustento, es el mismo que pronuncian acerca de la vida en sí. Si la fuente es corrupta, ustedes

habrán condenado su existencia. ¿Adquirieron el dinero con fraude? ¿Halagando los vicios o la

estupidez humana? ¿Acercándose a seres estúpidos con la esperanza de conseguir más de lo que su

habilidad merece? ¿Bajando su nivel de vida? ¿Realizando una tarea que desprecian con destino a

compradores hacia los que sienten desdén? En tal caso, su dinero no les proporcionará ni un momento

digno de auténtica alegría. Todo cuanto compren no se convertirá en tributo, sino en reproche; no en

triunfo, sino en constante evocador de vergüenza. Entonces gritarán que el dinero es malsano.

¿Malsano porque no está a la altura de su propio respeto? ¿Malsano porque no les deja disfrutar su

depravación? ¿Es ésta la causa de su odio hacia el dinero?

»El dinero siempre seguirá siendo un efecto y rehusará reemplazarles como causa. El dinero es

producto de la virtud, pero no conferirá virtud ni les redimirá de sus vicios. El dinero no le dará lo que

no hayan merecido, ni material ni espiritualmente. ¿Es ésa la raíz de su odio hacia él?

»¿Acaso han dicho que el amor al dinero es el origen de todo mal? Amar una cosa significa conocer y

amar la naturaleza de que está formada. Amar el dinero es conocer y amar el hecho de que tal dinero

representa la creación del mejor de sus poderes internos y es su pasaporte para comerciar su esfuerzo

con el de los mejores de sus semejantes. La persona que vendería su alma por unos centavos suele ser

la que proclama en voz alta su odio hacia el dinero; y hay que reconocer que tiene motivos para odiarlo.

Los amantes del dinero se sienten deseosos de trabajar por él. Saben que están en condiciones de

merecerlo.

Permítanme una indicación acerca de una clave que conduce al estudio del carácter humano: Quien

maldice el dinero, es porque lo adquirió de manera deshonrosa. Quien lo respeta, se lo ha ganado por

medios loables.

»Huyan de quien les diga que el dinero encarna al mal. Dicha frase es la campanilla que anuncia la

proximidad de un saqueador, igual que en otros tiempos anunciaba la de un leproso. Mientras los

hombres vivan en comunidad sobre la tierra y necesiten medios para tratar unos con otros, el único

substituto, caso de abandonar el dinero, sería el cañón de un arma. Pero el dinero exige de ustedes las

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más altas virtudes, si es que deseen conseguirlo o conservarlo. Quienes carecen de valor, de orgullo o

de estimación propia, los que no poseen el sentido moral acerca de su derecho al dinero y no desean

defenderlo como si defendieran su propia vida; aquellos que parecen pedir perdón por ser ricos, no lo

serán mucho tiempo. Constituyen un cebo natural para las bandadas de merodeadores que desde hace

siglos se agazapan bajo rocas, saliendo a la luz del día en cuanto huelen a un hombre que ruega ser

perdonado por el pecado de poseer riqueza. Se apresurarán a aliviarle de su culpa, y de su vida también,

que es lo que merece.

»Entonces ustedes presenciarán la elevación de los hombres que militan bajo dos banderas; de quienes

viven basándose en la fuerza y, sin embargo, cuentan con quienes viven del comercio para crear el

valor de su dinero robado; hombres que se mueven a saltos por el camino de la virtud. En una sociedad

moral, ellos son los criminales, y ustedes deben protegerse contra sus actividades. Pero cuando una

sociedad establece la existencia de criminales por derecho y de saqueadores legales, es decir, de

hombres que utilizan la fuerza para apoderarse de la riqueza de víctimas desarmadas, el dinero se

convierte en vengador de quien lo creó. Tales maleantes creen seguro robar a seres indefensos en

cuanto han aprobado una ley que los desarme. Pero su botín se convierte en imán para otros como ellos,

que se lo arrebatarán a su vez, y así continúa la carrera, venciendo, no el más diestro en la producción,

sino quienes emplean mayor brutalidad y rudeza. Cuando la fuerza se convierte en estandarte, el

criminal vence sobre el ratero, pero entonces la sociedad desaparece entre un cúmulo de ruinas y de

crímenes.

»¿Quieren ustedes saber si este día va a llegar? Observen el dinero. El dinero es el barómetro de las

virtudes de una sociedad. Cuando noten que el comercio se efectúa, no por consentimiento de sus

partes, sino por obligación; cuando vean que, con el fin de producir, necesitan permiso de quienes no

producen nada; cuando observen que el dinero afluye hacia quienes trafican no en géneros, sino en

favores; cuando se den cuenta de que muchos se hacen ricos por el soborno, por la presión, más que por

el trabajo, y que las leyes no los protegen a ustedes contra ellos, sino que, al contrario, son ellos los

protegidos contra ustedes; cuando observen cómo la corrupción es recompensada y la honradez se

convierte en sacrificio, poden ustedes asegurar, sin temor a equivocase, que su sociedad está

condenada. El dinero es un medio tan noble que no compite con las armas, ni pacta con la brutalidad.

Nunca permitirá a un país sobrevivir como propiedad a medias o como botín compartido.

»Siempre que aparezcan elementos destructores entre los hombres, empezarán por destruir el dinero,

porque éste es la protección del hombre y la base de una existencia moral. Tales elementos se

apoderarán del oro, entregando a cambio un montón de papel falsificado. Con ello matarán todos los

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fines objetivos y situarán al hombre en las garras de un arbitrario promulgador de valores. El oro es un

valor objetivo, un equivalente a riqueza producida. El papel es una hipoteca sobre riqueza que no

existe, reforzada por un arma apuntada contra aquellos de quienes se espera que la produzcan. El papel

es un cheque cursado por saqueadores legales sobre una cuenta ajena: la virtud de las víctimas. Vigilen

ustedes la llegada del día en que dicha cuenta se agote.

»Cuando se ha convertido al mal en medio de supervivencia, no confíen en que los hombres sigan

siendo buenos. No esperen que conserven la moralidad y pierdan la vida convertidos en pasto de lo

inmoral. No esperen que produzcan, cuando la producción se ve castigada y el robo recompensado. No

pregunten entonces "¿Quién está destruyendo al mundo?" porque serán ustedes mismos.

»Se encuentran ustedes entre los mayores logros de la mayor civilización productiva, y se preguntan

por qué ésta se derrumba a su alrededor, mientras maldicen lo que le da vida: el dinero. Contemplan al

dinero como los salvajes antes que ustedes, y se preguntan por qué la selva vuelve a acercarse a los

límites de sus ciudades. En toda la historia humana, el dinero fue siempre botín de aprovechados, de un

tipo o de otro. Sus nombres cambiaron, pero sus métodos fueron siempre los mismos: aprovecharse de

la riqueza por la fuerza y mantener cautivos a los productores, rebajándolos, difamándolos y

despojándolos de su honor. Esa frase acerca de los males del dinero, que usted ha expresado con

semejante precipitación, no exenta de un deseo de rectitud, procede de un tiempo en que la riqueza era

producida por la labor de los esclavos; esclavos que repetían movimientos descubiertos con

anterioridad por la mente de alguien y que prosiguieron ejecutándose sin mejoría alguna durante siglos.

Mientras la producción fue gobernada por la fuerza y la riqueza se consiguió con la conquista, hubo

poco que aprender. Sin embargo, a través de siglos de miseria y de hambre, los hombres exaltaron a los

saqueadores como aristócratas de la espada, como aristócratas de cuna, y más tarde como aristócratas

de despacho, despreciando a los productores, primero como esclavos, y luego como comerciantes,

tenderos e industriales.

»Para gloria de la humanidad, existió por única vez en la historia, un país del dinero y no me es posible

pagar más alto y reverente tributo a América por lo que ello significa: un país donde reinan la razón, la

justicia, la libertad, la producción y el progreso. Por vez primera, la mente y el dinero de los hombres

quedaron libres y dejó de existir la fortuna como botín de conquista. Por el contrario, floreció allí como

producto del trabajo, y en vez de guerreros y de esclavos, progresó el verdadero forjador de fortunas; el

gran trabajador convertido en el más alto tipo de ser humano: el forjador de sí mismo, el industrial

americano.

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»Si me piden ustedes que dé nombre a la distinción de que los americanos pueden estar más orgullosos,

escogería, porque contiene a todas las demás, la de haber sido el pueblo que creó la frase: "hacer

dinero". Jamás en ninguna otra lengua o nación había existido semejante palabra; los hombres pensaron

siempre en la riqueza como en una cantidad estática que podía ser objeto de robo, conseguirse mediante

ruegos o súplicas, heredarse, compartirse u obtenerse como favor. Los americanos fueron los primeros

en comprender que la riqueza debía ser creada. La frase "hacer dinero" contiene la esencia de la

moralidad humana.

»Sin embargo, tales fueron las palabras por las que los americanos se vieron denunciados por las

podridas culturas de los continentes de ladrones. Ahora, el credo de los mismos los lleva a considerar

los más dignos logros de ustedes como motivo de vergüenza; la prosperidad de ustedes como un afán

culpable; a los más eminentes personajes industriales de entre ustedes como unos granujas, su

magníficas fábricas como producto de la labor muscular, trabajo de esclavos movidos por el látigo,

como los que construyeron las pirámides de Egipto. El malvado que se lamenta de no ver diferencia

entre el poder del dólar y el poder del látigo, debería aprender dicha diferencia en su propia piel…

como creo que ocurrirá a la larga.

»Hasta descubrir que el dinero es la base de todo bien, se camina hacia la propia destrucción. Cuando el

dinero deje de ser la herramienta con la que los hombres trafiquen uno con otro, éstos se convertirán en

herramientas de otros hombres. Sangre, látigos, cañones o dólares. Elijan… No existe otra opción y el

tiempo se va acabando.»