Discurso revisionista y construccion de la identidad femenina

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DISCURSO REVISIONISTA Y CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD EN LA POESÍA FEMENINA ESPAÑOLA Abderrahman Laaouina 1 [email protected] Facultad de Letras Universidad MohamedV-Rabat Resumen : Este artículo propone una aproximación al discurso feminista a través de la creación poética de tres poetisas españolas representativas del siglo XX, a saber Carmen Conde, Ángela Figuera Aymerich y Ana Rossetti. El propósito es poner de relieve las estrategias poéticas discursivas de tipo revisionista a las que se recurre para construir una nueva identidad femenina abogando por la invalidación de la percepción falogocéntrica del yo femenino 1 – Profesor titular de Lengua y Literatura españolas, director y coordinador del Departamento de Estudios Hispánicos de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Universidad MohamedV. Es vice-presidente de la Asociación Para la Acción Intercultural Universitaria Ciudadana –APAIUC-, miembro permanente del Grupo de Investigación Laboratorio de Lenguas Latinas y co- coordinador del Máster especializado: Didáctica de las Lenguas y Culturas Latinas (ENS). Ha intervenido en varios encuentros y coloquios y tiene publicados varios artículos en revistas nacionales e internacionales sobre temas de poética, lingüística y traducción. Ha traducido varios libros sobre Historia, Teatro y Poesía y está dirigiendo trabajos de investigación y doctorados sobre Lingüística y Didáctica del Español. .

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DISCURSO REVISIONISTA Y CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD

EN LA POESÍA FEMENINA ESPAÑOLA

Abderrahman Laaouina1

[email protected]

Facultad de Letras

Universidad MohamedV-Rabat

Resumen : Este artículo propone una aproximación al discurso feminista a través de la creación

poética de tres poetisas españolas representativas del siglo XX, a saber Carmen Conde, Ángela

Figuera Aymerich y Ana Rossetti. El propósito es poner de relieve las estrategias poéticas discursivas

de tipo revisionista a las que se recurre para construir una nueva identidad femenina abogando por la

invalidación de la percepción falogocéntrica del yo femenino ha venido cristalizando una realidad

repleta de predeterminismos y estereotipos en los que la mujer no consigue reconocerse a sí misma.

Palabras clave: Poesía femenina, feminismo, alteridad, mismidad, deconstrucción, construcción de la

identidad, patriarcado, falogocentrismo.

Résumé : Cet article propose une approximation au discours féministe à travers la création poétique

de trois poétesses espagnoles emblématiques du XXème siècle, à savoir Carmen Conde, Angela

Figuera Aymerich et Ana Rossetti. L'objectif est de mettre en évidence les stratégies poétiques

discursives de caractère révisionniste exploitées dans cette poésie en vue de bâtir une nouvelle

identité féminine optant par la révocation de la perception phallogocentriste caractérisée par toute une

infinité de stéréotypes qui cristallisent le pouvoir masculiniste ou patriarcal.

1 – Profesor titular de Lengua y Literatura españolas, director y coordinador del Departamento de Estudios Hispánicos de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Universidad MohamedV. Es vice-presidente de la Asociación Para la Acción Intercultural Universitaria Ciudadana –APAIUC-, miembro permanente del Grupo de Investigación Laboratorio de Lenguas Latinas y co-coordinador del Máster especializado: Didáctica de las Lenguas y Culturas Latinas (ENS). Ha intervenido en varios encuentros y coloquios y tiene publicados varios artículos en revistas nacionales e internacionales sobre temas de poética, lingüística y traducción. Ha traducido varios libros sobre Historia, Teatro y Poesía y está dirigiendo trabajos de investigación y doctorados sobre Lingüística y Didáctica del Español.

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Mots-clés: Poésie féminine, feminisme, altérité, mêmeté, déconstruction, construction de l'identité,

Patriarcat, phallogocentrisme.

لثالث: ملخص الشعري اإلبداع عبر النسوي للخطاب مقاربة المقال هذا يطرح

هن و الماضي القرن خالل اإلسباني الشعر من متباينة مراحل يمثلن كاتبات

. هذه من الرئيسي الهدف و روسيطي آنا و أيميريتش أنخيال كوندي، كارمين

دحض بغاية اإلسباني النسوي الشغر في الموظفة اإلستراتيجيات تبيان هو الدراسة

الفكر شرعها التي الصور و الجاهزة الكليشيهات من البطريركيالعديد. األبوي  أو إنطالقا األنثوية الذات إثبات إشكالية تتناول أنها كما مضت قرون منذ

الذكورية السلطة لها تروج التي الصور كل تفنيد إلى تهدف نسوية طروحات من

تراها كما النسوية للهوية الحقيقية المقومات و الخصائص مع تتناقض باعتبارها

المرأة. الدالة الخطاب: الكلمات� اآلخر، و األنا الهوية، و الذات إثبات النسوي، الشعر

أو .الذكوريالمنطق األبوي،  البطريركي

G.Greer sostiene que la muy corriente expresión utilizada para referirnos a

nuestra propia esencia es “yo soy yo”, expresión que traduce la experiencia del

auténtico ejercicio de autoconocimiento 1 . El concepto de identidad, sustentado

por teóricos, literatos, sociólogos, sicoanalistas y filósofos en el estudio de temas

relativos a la personalidad, la mismidad, la enajenación, la autodeterminación,

etc., constituye una de las tantas manifestaciones de ilusión fundamental del

pensamiento y reflexión de la mujer moderna.

El estudio de las representaciones imaginariosimbólicas de lo femenino en

la poesía española escrita por mujeres, es susceptible de mostrar que la

expresión de la problemática del “yo” y del “otro” es muy variada y con

11-Germaine Greer, La mujer completa, trad. Mireia Bofill y Heide Braun, Barcelona, Kairós, 2000, p.37

orientaciones pluridimensionales que convergen hacia la misma idea matricial, a

saber la búsqueda de la identidad propia. Harta de estar relegada a un segundo

plano y de verse obstruida en imágenes estereotipadas ante las cuales no se

reconoce, la mujer toma la decisión de buscar a sí misma, de tener el tiempo de

mirarse en el espejo y auto-afirmarse sin contar con la visión hecha de falacias

falogocéntricas. Ésta es, decididamente, una de las más elementales inquietudes

del ser femenino; preocupación que da al discurso poético, que nos ocupa, un

clarísimo sesgo feminista.

Desde su propia sumisión al inicuo sistema patriarcal y desde el fondo mismo

de su largo e histórico silencio, el yo femenino, tanto en la poesía de Carmen

conde, como en la de Ángela Figuera Aymerich y Ana Rossetti, se da cuenta

de que ya es tiempo de salir de la sombra, romper el yugo del mutismo y

configurar un discurso que sea suyo y que pueda dejar patentemente establecida

su visión del mundo y sus cosas, visión que no forzosamente corresponde a la

impuesta por el discurso masculinista. La mujer sabe que realizarse plenamente

supone todo un asunto que inevitablemente ha de pasar por un proceso de

deconstrucción de las tantas etiquetas e imágenes preestablecidas, desde hace

siglos por el logos patriarcal. Lejos de declarar una irracional guerra contra el

orden imperante y sin considerar al otro como rival o disidente, la mujer opta

por la revaloración de todo el legado histórico y cultural fundado en

multiplicidades de complejas falacias. Aboga por la instauración de nuevas y

sensatas ideas como la complementariedad de los dos géneros. Se atreve

finalmente a contemplarse en el espejo y cae en la cuenta de que ella es otra, que

el retrato que ve en los ojos del “otro” no corresponde a su real perfil y a su

verdadera efigie. Por eso, en un poema de Carmen Conde titulado “Angustia”,

se descubre a una voz poemática que declara inequívocamente que nadie, como

una mujer, puede saber lo que es el “ser mujer”. Consciente de este caer en la

cuenta y de la suspicacia y susceptibilidad de este tema para el orden patriarcal,

vigente desde la noche de los tiempos, la mujer considera a la vieja pareja

humana como dos seres que no son ni “extraños”, ni “enemigos, ni “hostiles”

ni tampoco son iguales a “dos luchadores de causas diferentes” 2 . No obstante2 . No

obstante, los versos dejan plasmar un discurso que aboga por la diferencia entre

los dos sexos como primicia y principio básicos para la identidad. Los versos

siguientes son muy expresivos en este contexto:

“ ¡Qué poco sabe un hombre de una mujer,y cuán difícil ella para enseñarle a ver!Son dos mundos ajenos que nunca se penetranNi cuando se poseen, porque cada uno de ellos Lo que está poseyendo es su cuerpo y su alma,Sin enterarse nunca de lo que siente el otro.” 3

He aquí una de las reticencias del “feminismo de diferencia”. La palabra

“cuerpo” como barómetro de diferencia genérica nos recuerda las resonancias

biológicas que de ninguna forma la mujer puede negar. Ella se sabe diferente

biológica y hormonalmente, pero no por ello ha de consentir las pretensiones de

superioridad patrocinadas por los esquemas conceptuales de rango machista. Por

ello se declara como esencia compleja e ininteligible para la aprehensión

varonil: “poco sabe un hombre de la mujer”. El hincapié hecho en la palabra

“alma” es de igual trascendencia. Nos recuerda una de las cuestiones

fundamentales que han sido desarrolladas por las teorías feminista, a saber “la

sexualización del espíritu o del alma” en tanto que criterio de diferenciación

entre mujer y hombre y, por ende, como procedimiento de re-identificación y

redefinición de la feminidad. El último verso nos muestra perspicazmente cómo

el planteamiento del tema se hace en términos de la “mismidad” y de la

“otredad”, del “yo” y del “otro”, al mismo tiempo que se recalca el valor de los

sentimientos en el proceso de aprehensión y descimiento de lo femenino y de lo 2 . No obstante2 – Carmen Conde, “Angustia”, Mujer sin Edén, Madrid, Ediciones Torremozas, 2000, p.56.33 –ibid.

masculino. Dualidad que es susceptible de interpretarse, como se sugiere

explícitamente aquí, teniendo en cuenta los sentimientos: “sin enterarse nunca

de lo que siente el otro”.

Puede decirse que decididamente “el espíritu, el alma y la mente tienen

sexo”. Mujer y hombre son, según Carmen Conde, “dos mundos ajenos” y, por

tanto distinto y diferentes, de ahí que perciban y “sientan” el mundo y sus cosas

de forma total y cabalmente distinta. Lo diferente se concibe, así, como lo no

idéntico a lo masculino, lo no parecido a la imagen que el Régimen logocéntrico

ha ideado para la mujer. Esta diferencia viene ahora a tomar cuerpo

correspondiendo, por excelencia, a lo femenino. La feminidad fue, desde

siempre, excéntrica al logocentrismo masculinista y quedó en los márgenes de la

razón patriarcal encarnando lo otro frente al orden del logos, entendido éste

como orden indiscutiblemente fálico. No en balde, afirma la feminista francesa

Luce Irigaray que: “(...) lo femenino viene a instituirse como la diferencia por

relación al orden logo-falo-céntrico que, en particular desde la razón moderna

constituyente, ha venido a diseñar el universo simbólico predominante” 41.

Un similar tratamiento de este tema nos lo ofrece Ángela Figuera Aymerich

en su poemario Los días duros y más concretamente en poemas como “Ésta

que soy”, título de por sí de gran elocuencia. En esta composición se despliega

la idea de que el primer paso hacia una auténtica identidad y, por tanto, hacia

una verdadera autodefinición es tomar distancia de todos los condicionamientos,

alejarse de los determinismos de toda índole y buscarse un espacio íntimo de

soledad donde el “yo” femenino pueda encontrarse consigo mismo y establecer

un diálogo con su intimidad. Sólo en /desde este espacio de retraimiento será

posible ahondar en la propia individualidad. La toma de distancia implica, aquí,

una forma de (re)pensar, ver y revisar las cosas objetivamente, prescindiendo de

1 4- Luce Irigaray, Espéculo de la otra mujer, Madrid, Saltés, 1994, p.149.

los prejuicios dominantes. Pero implica, igualmente, poner tabla rasa y volver a

pensarlo todo de nuevo. De hecho, se descubre en el poema una táctica de

desmitificación de los mitos sociales ya establecidos puesto que se pone en

cuestionamiento la definición misma de la esencia femenina. Se trata de un

posicionamiento subversivo que apunta a rechazar los clichés del patriarcado.

La interrogación, la duda, el recelo y la denegación o anulación de lo

gratuitamente preestablecido conforma un proceso de deconstrucción feminista.

Pues, desde el susodicho espacio de intimidad, el “yo” femenino se interroga a sí

mismo, dejando claras muestras de su perplejidad ante tantos modelos

femeninos pre-moldeados; perplejidad e incertidumbre que expresan, antes que

nada, una intensa sed de conocimiento y un deseo vehemente de redefinición.

Muy pronto el diálogo con la mismidad se hace monólogo porque no hay quien

pueda contestar a las preguntas. Todo el poema, en cuestión, es una larga

interpelación y las ocho preguntas formuladas en la estrofa siguiente es una

prueba contundente de ello:

“ ¿Quién es ésta que soy? ¿perfil tan sólo?¿Presencia de una sangre entre la niebla?¿Babel de sueños, ciega y asombrada?Me ignoro yo. ¿ Quién soy? Y ¿Cómo? ¿Cómo?¿Quién soy? Ni me conozco ni me aprendo.” 5

La crisis de identidad que se expresa en estos versos deja descubrir a un ser

conflictivo y problemático. Las interrogaciones “¿Quién es ésta que soy?” y

“¿Quién soy?”, que se reiteran varias veces en el poema, son manifestaciones

de un ego femenino en conflicto. La voz lírica, en esta composición, toma 55 - Ángela Figuera Aymerich, “ésta que soy”, Los días duros, Obras Completas, Madrid, Hiperión, 1986, p. 237. 

distancia de sí misma y, en una esquizofrenia poética, ve a un alter ego, a otro

yo que ella no es en realidad. Se trata de una alineación lírica que permite al yo,

en busca de su identidad, enajenarse en otro yo. La imagen reflejada en el espejo

del otro (eso es, la etiqueta patriarcal) no corresponde a lo que la mujer ansía

ser. Por ello es normal que no sepa quién es, ni se reconozca en los estereotipos

con que fue tapizada. La identidad femenina parece corresponder, así, a lo no

existente ya que la mujer resulta ser distinta de lo que se supone que es. El yo se

contempla en el espejo y no se reconoce como idéntico a la imagen reflejada.

Como si quisiera decir aquello que escuetamente expresó Juan Ramón Jiménez

en su famoso poema “Eternidades” : “Yo no soy yo ” 6 , la poetisa habla de un

alter ego: “esta que soy yo” y afirma: “Me ignoro yo” , “Ni me conozco ni me

aprendo”. Se reactualiza aquí, como en otros tantos textos, la problemática

expresada en la frase de Rimbaud que se ha hecho proverbial: “Je est un

autre”. El yo femenino intenta, de esta forma, buscarse a sí mismo fuera de las

limitaciones y de los determinismos. He aquí una imagen del ego que

corresponde a la concepción que Yung tiene del yo, o sea, de lo que él llama el

“self complexio oppostorum”: “El yo es un núcleo ambiguo, paradójico.

Radicado en una cultura, formula desde fuera su evasión, o induce, a partir de sí

mismo, nuevas exigencias”7.

Brota la imagen del yo femenino que, aspirando a su desenvolvimiento, pasa

por todo un proceso de metamorfosis revisionista que toma como punto de

partida la auto-contemplación. El reflejo de lo femenino conduce a la

deconstrucción de lo que no se es con miras a la construcción de un nuevo yo, o

sea, un nuevo sujeto que vive su realización como una progresiva conquista de

una identidad denegada.66 – Juan Ramón Jiménez, Segunda Antología poética (1898-1918), Madrid, Espasa Calpe, 1956, p.288. 77 – Cit.por Alfonso Rey, “Juan Ruiz, don Melón de la Huerta y el yo poético medieval”, en VV.AA., Estilo y estructura en la literatura española, Barcelona, Editorial Crítica, 1980, p. 270.

Si se quiere aclarar esta tendencia feminista, tenemos que señalar el enorme

impacto que supuso el feminismo ya desde de los años setenta del siglo pasado.

Las aportaciones conceptuales y teóricas de ese momento consolidaron de hecho

la teoría feminista como tal y siguen estando presentes hoy en su bagaje de

análisis: así ocurre, por ejemplo, con conceptos tales como el “patriarcado” o el

“género”, que las feministas por supuesto no inventaron, pero que sí

redefinieron o (en palabras de Celia Amorós) “resignificaron” para ponerlos al

servicio de la crítica feminista. Fue Kate Mollet quien consolidó el uso del

concepto del “patriarcado” para el análisis feminista. En su libro Política sexual

lo define, en tanto que “poder de los varones sobre todas las mujeres, como una

política de dominación presente en los actos más aparentemente privados y

personales”8.

Es sabido también que el concepto de “género”, dentro de la elaboración

teórica del feminismo, es de cuño contemporáneo y surge a partir de la idea de

que lo femenino y lo masculino responden a construcciones culturales, que van

más allá de la frontera entre los sexos de carácter puramente biológico. Este

discurso inicial sobre el género toma como presupuestos teóricos “los propios de

una antroplogía y de una psicología constructivistas en boga en los años 60-70

del siglo pasado”9. Es de subrayar aquí que la noción de género conlleva una

polémica y contienda internas en el pensamiento feminista actual, ya que

mientras el feminismo de la diferencia reclama esta división genérica de la

humanidad y la entiende como algo no meramente cultural, el feminismo de la

igualdad, de raíz ilustrada, aboga por la superación de los géneros en una

comprensión unitaria de lo humano y, por lo mismo, en una sociedad no-

patriarcal de individuos iguales.

88-Kate Millet, Política sexual, (trad. de Ana María Bravo García, Prólogo a la edición española de Amparo Moreno), Madrid, Ed. Cátedra, Col. Feminismos, 1995.p.30.99 -Celia Amorós, “Notas para una teoría nominalista del patriarcado”, en Asparkía, Universitat Jaume I, Castellón, 1992, p.22.

La auto- contemplación lleva a una toma de distancia y, por ende, a la

alteridad entendida ésta en su sentido sicoanalítico. Estamos ante la

fundamental cuestión del desdoblamiento que es fundamental en todo proceso

de búsqueda de la identidad. Se sabe que la noción del doble es clave en la

literatura que trata la conflictiva relación existente entre el individuo y los

demás, o más concretamente entre cómo ve a sí mismo y cómo es visto por los

demás. Esta dialéctica la explica Francisco Ynduráin afirmando que: “el

concepto del ‘doble’ surge de una primera concepción elemental, muy afín, en

varios casos, a lo definido por Borges. Es decir, de la diferencia radical y

problemática entre el yo externo y social (el histórico) según es percibido por

el ‘otro’, y el yo como conciencia y búsqueda interior; el reflexivo frente al

público. De la misma dualidad de acciones surge la diferencia y la enajenación:

ese salto entre lo que el yo siente como reflejo de la conciencia y el cotidiano yo

observable: en su vestimenta, en sus costumbres, en la apreciación de los otros” 1010.

Es este yo interior y “reflexivo” que representa la fuerza matriz en la poesía

subversiva escrita por las mujeres. La concepción del ‘doble’ o de los ‘dobles’

(para no decir desintegración identitaria en yoes) va íntimamente relacionada

con los mitos sociales del patriarcado, mitos que generaron tantos estereotipos

femeninos y, por consiguiente, multitud de ‘yoes’ femeninos “públicos”,

“externos”, “históricos” o “sociales”.

Harto es decir que la técnica del desdoblamiento múltiple es usual tanto en

la poesía universal como en la española en particular. Por citar tan sólo un

ejemplo, podemos aludir a los versos siguientes de Unamuno:

1010 - Francisco Ydurain, Clásicos modernos. Estudio de crítica literaria, Madrid, Editorial Gredos, 1969, p.34.

¡Cuantos he sido!Y habiendo sido tantos,¿acabaré por fin en ser ninguno?De este pobre Unamuno,¿Quedará tan solo el nombre? 1111 .

La propia conciencia del poeta se convierte en ojos que contemplan el

pasado en el espejo de la memoria. El yo cae en la cuenta de que tuvo tantos

egos. Viéndolos perecer y desaparecer con el tiempo se da cuenta de que su

extinción no es más que premonición de la trágica irreversibilidad de la propia

muerte. Citamos este ejemplo porque nos parece muy asombroso ver cómo la

poesía de Carmen Conde contenga resonancias directas de estos versos

unamunianos. De hecho, en uno de sus poemas titulado elocuentemente “Mis

otras yoes” se descubre la convicción de que la mujer es un ser múltiple. La

alusión a estos “yoes” supone un modo nostálgico de volver la vista atrás para

recuperar o redimir lo que se fue. Evocar a estas “otras” : “la loca”, “la niña”,

“la muchacha”, “la joven” , “la vieja”, etc. es una forma mágica de intentar

recomponer los pedazos del espejo roto con miras a poder ver en él la cara

entera y no fragmentos alejados y aislados en el tiempo. Los versos siguientes

son significativos a este respecto:

Débiles y vulnerablesfuimos todas las que he sido(...)¡ Y lo trágico es saberque de todas las que fui,a ninguna consumé,ni a ninguna vi morir!1212.

1111 - Miguel de Unamuno, Obras Completas, Barcelona, 1958, p.863.1212 – Carmen Conde, “Mis otras yoes”, Los monólogos de la hija, Madrid, Ed. de la autora, 1960, p.66.

En los ya citados versos de Unamuno se expresa el destino de los mortales en

general, eso es, el vivir consciente y plenamente el tiempo, que poco a poco se

hace pasado, aniquilando a los varios “yos” que “fuimos” acercando al ser

humano a su propia muerte. En los verso de Carmen Conde se nota algo aún

más trágico. Pues tratándose específicamente del destino de la mujer, la poetisa

insiste en el estado de vulnerabilidad y debilidad de sus alter egos perdidos en el

tiempo pasado. Lo dramático y/o “lo trágico es saber” que la mujer ni siquiera

tuvo la oportunidad de vivir, a la unamuniana, su vida pasada, ni tampoco se

percató de “las que fue”. Lo fatal para el ego femenino consiste, entonces, en

que no tuvo la congruencia de vivir conscientemente su pasado: “a ninguna

consumé / ni a ninguna vi morir”. El pasado le fue hurtado o, quizás, por

razones relacionadas evidentemente con el imperio patriarcal, no tuvo tiempo

para darse cuenta del fluir del tiempo, o sea, del transcurso de su propia

existencia. Toda su vida anterior fue un correr sin tregua: “una mujer corría, /

jadeaba y corría / tropezaba y corría.”1313. Le fue forzoso pasar

inadvertidamente de un yo a otro. Por eso ahora el yo femenino, ‘reflexivo’

desde luego, necesita una visión de conjunto susceptible de abarcar todos los

fragmentos o “yoes” que se perdieron sucesivamente en este pasado lejano. La

dimensión feminista toma, así, una clara expresión filosófica y sicológica. Pues,

planteando la tragedia del pasado y denunciando el desventurado destino de lo

que fue, propone abogar por un yo plenamente realizado en el futuro, para que el

ego no corresponda a lo que Unamuno llamaría un “ yo ex-futuro”, es decir, el

que la mujer aspira a ser y no llega a ser1414.

El uso del verbo “SER” en este tipo de planteamientos hace de la poesía

escrita por mujeres una lírica de auto-conocimiento en cuyos versos se descubre

una indagación del yo femenino con vistas a la construcción de su propia

1313 – Ángela Figuera Aymerich, “Éxodo”, Mujer de barro, obras Completas, op.cit.p. 105. 1414 - Uno de los más sugestivos ensayos de Miguel de Unamuno se titula: “Nuestros yos ex-futuros”. Según este filósofo, el yo ex-futuro corresponde al “que iba a ser y no llegó a ser”.

identidad. Debido a la mencionada conciencia de la alteridad, y en medio de la

confianza recobrada, la mujer se aventura a pasar por lo que Jacques Lacan

llama “el Estadio del espejo”1515 donde ella da su primer paso hacia la

configuración de su identidad. Es muy sugestivo notar cómo la voz poética,

inconfundiblemente femenina, trata de afirmar su “yoísmo” y plasmar su “yo

ideal” 1616, feliz y realizado en poemas carmencondianos tales como: “Quién

soy», «No soy el agua», «Soy hermosa- de Ansia de la gracia-, “Soy tierra

oscura”, “Soy tuya”, “Quisiera ser palabra desnuda” – de Mujer sin Edén-,

etc.1717 donde el uso del el uso del verbo ser traduce un claro empeño de

autodefinición.

Decepcionada por el arbitrario estatus femenino en una sociedad masculinista,

la mujer da su primer paso hacia la alteridad. Su yo inicia, así, su viaje mítico

hacia la identidad. Ante el espejo, su yo se constituye en otro(s), en alter ego(s).

La esencia femenina se duplica y el ser parece entrar en conflicto consigo

mismo. En el poema “Ésta que soy”, de Ángela Figuera Aymerich, se asiste a

un proceso de proliferación de “yoes” correspondientes cada uno a una

‘persona’ de las muchas que la mujer es. Consciente de esta escisión del yo, la

mujer opta por percibir, repensar e re-idear fragmentariamente las partes con

miras a una reconstrucción del todo. Son muy expresivos, a este respecto, los

versos siguientes donde la poetisa pregunta quiénes son estos varios dobles que

la constituyen:

“ ¿Quién soy cuando me doy y me rehúsocuando me abro y me cierro,cuando tozuda esquivo las rompientes,cuando gozosa suelto mis palomaso sonámbula voy por las veletas

1515 - Jacques Lacan, Ecrits, Paris, Edition du Seuil, 1966, pp. 93-100.1616 - Ibid.1717- Carmen Conde, Ansia de la gracia, Madrid, Editorial Hispánica, 1945 y Mujer sin Edén, op.cit.

de las torres más altas? 1818.

He aquí la imagen ya mencionada del “self complexio oppostorum”

yunguiano. Pues, estamos ante un yo femenino que, debido a la variedad de sus

actitudes y comportamientos, a veces contradictorios (darse # rehusarse ►

entrega # repudio, abertura # cerrazón, etc. ), se ve fragmentado en toda una

pluralidad de yoes. Se pasa, al decir de Martín Heidegger, de un yo figurado

como ‘solitario’ a otro figurado como ‘muchedumbre’. El yo corresponde a

varios ‘otros’ o alter egos que actúan como máscaras. Estas últimas suponen un

tema típico en los discursos cuyo fondo es la búsqueda de la identidad.

Como en el caso de la lírica de Carmen Conde y Ángela Figuera

Aymerich, la poesía de Ana Rossetti nos ofrece, igualmente, ricas posibilidades

de interpretaciones similares. De hecho, la poetisa gaditana hace hincapié en las

implicaciones positivas del desdoblamiento del yo. Lejos de considerarse como

un caso clínico de esquizofrenia, la proliferación del los “yos” ha de verse como

riqueza y fuente de potencia y energía femeninas.

A través del motivo de la máscara, la poesía escrita por mujeres pretende

evidenciar que lo femenino no es un hecho tan sencillo como hartamente lo

pretendieron los viejos dictámenes del patriarcado. Se intenta aclarar que la

mujer es un ser complejo igual que el hombre; que es “diversa” y múltiple , de

modo que escapa a todo intento de definición hecha desde fuera, es decir,

elaborada por el otro. La mujer se reconoce en la lírica rossettiana como un “yo,

que en pequeñas partículas/ dormitaba en el fondo”1919 y que sólo aflora de

cuando en cuando y, cada vez más, con caras o máscaras distintas para que el

otro lo vea sin llegar nunca a conocerlo:

1818 – Ibid. “¿Quién soy?”, Ansia de la gracia, op.cit., p.47.1919 – Ana Rossetti, « La virtuosa Julieta Recamiére divisa al poeta”, Indicios vehementes (Poesía 1979-1984), quinta edición , Madrid, Ediciones Hiperión 1994, p. 87.

Y creo que él me vio.Antes de volver a sedimentarme en lo profundo me vio.Aparecí como un círculo de danza,Como franja de vasija,Y en cada figura me mostraba diversa.Aparecí como un cortejo de mujeres distintas,Y el rostro de cada una era el genuino 2020.

Parece que entre el ver (él me vio) y el conocer media todo un abismo de

ignorancia masculinista. La mujer no deja de disfrazarse para dejarse descubrir

con máscaras y “múltiples imágenes”, que por parecer todas “verdaderas”,

infunden en el otro sentimientos confusos de perplejidad. El ‘círculo de danza’

y la ‘franja de vasija’ no son más que dos de estas máscaras con las que la mujer

se “muestra diversa”, con “cortejo de mujeres diversas”. Estamos ante lo que

Octavio Paz llama en El arco y la lira: “propagación, populación de lo

idéntico”, o sea escisión del yo donde “cada partícula se concibe como un yo

único, más cerrado y obstinado en sí mismo que el yo antiguo”2121. Ante esta

diversidad o pluralidad de ‘yoes’ femeninos, resulta imposible, para el hombre,

trazar un perfil que capte lo esencial de la condición femenina, a no ser que la

misma mujer se desprenda de sus “máscaras” revelándole así su verdadera

esencia:

Y aún así quise regresar, asomarme,contemplarlo con mis innumerables ojos,abrumarlo con las múltiples imágenes todas verdaderas, con el recitado de muchos nombresconsentirle de nuevo, sorprenderme,revelarme bajo mi única

2020 – Ibid..2121 - Octavio Paz, El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica. México , 1998, p. 260

apacible e invariable máscara2222.

Varios son pues los elementos que integran, en el poema, la concepción del

doble (o dobles) y de la máscara: “en cada figura me mostraba diversa”,

“cortejo de mujeres distintas”, “el rostro de cada una”, “mis innumerables

ojos “, “múltiples imágenes”, “muchos nombres”, “máscara”...

A la mujer se le asigna una identidad que no le corresponde y viéndose presa

de una concepción que la embotella en inflexibles y rígidos clichés patriarcales,

emprende una búsqueda de sí misma. Es entonces cuando toma la palabra;

empieza a rebelarse contra su propio destino y luchar desencadenadamente

contra todo tipo de estigmas, etiquetas, mitos sociales y predeterminismos

históricos que la mantuvieron atada, enmudecida y amordazada. Es sabido que

la filosofía de la diferencia adoptada por el feminismo llamado justamente de

diferencia, va también ligada a nombres como el de Jacques Derrida 2323,

cuyos textos siguen siendo hoy lugar de referencia para afrontar la noción de lo

diferente y distinto. En su libro Yo, tú, nosotras, Luce Irigaray, por ejemplo,

reconoce que, por su formación académica, la filosofía y el psicoanálisis

tuvieron un impacto medular en la configuración de su pensamiento acerca del

género y la diferencia sexual:“ yo poseo una formación analítica que es

importante a la horade reflexionar sobre la identidad sexual (incluso a pesar de

las teorías y prácticas existentes). Tengo, además, una cultura filosófica en la

que se asienta el psicoanálisis como una etapa en la comprensión del devenir de

la conciencia y de la Historia, en todo en sus determinaciones sexuadas” 2424.

Las resonancias de las reflexiones de Lacan son, en efecto, susceptibles de

rastrearse fácilmente en el pensamiento feminista. Pues ya desde los años

2222 Ana Rossetti, “La virtuosa Julieta Recamiére divisa al poeta”, op.cit. p. 88.2323 - Jacques Derrida, La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989.2424 - Luce Irigaray, Yo, tú, nosotras, Madrid, Cátedra, 1992; p.8

setenta, las feministas recurrieron al uso de la muy lacaniana noción de

“Estadio de espejo”2525 y su gran importancia en el proceso de ampliación y

desenvolvimiento del Yo.

No es de extrañar, entonces, que el proyecto de autoafirmación se traduzca

en la poesía femenina española en una búsqueda que implica un nuevo sistema

de relaciones poéticas, nuevas analogías y metáforas que, rompiendo con los

viejos códigos, establecen un nuevo pensamiento lírico. La pluralidad o la

diversidad de los yoes y el tema del doble o de la máscara hacen que la esencia

femenina se conciba de forma tan compleja y casi ininteligible para el hombre.

Esta ininteligibilidad de lo femenino es muestra de que todas las viejas

imágenes son – en el discurso feminista- tergiversadas y pecan por ser falaces.

La crisis de la identidad que se manifiesta, entre otras cosas, a través de la

mencionada “propagación o populación” del yo femenino, es muestra

contundente de cómo la mujer se desviste de todas las anticuadas formas para

buscarse una forma que se ajuste a sus aspiraciones y al anhelo de realizarse

plena y absolutamente como ser emancipado. Ángela Figuera Aymerich

expresa axiomáticamente esta idea en su poemario Mujer de barro. Pues, dar

forma a ese ‘yo amorfo’ o a este barro vago y aún no moldeado pero que ‘ruge’

reivindicando una forma, es poéticamente el primer paso hacia la realización

personal: “Qué hacer después de todo con este barro apunto/que tengo

fermentando, rugiendo por la forma”2626.

A diferencia del hombre, la mujer concibe e idea su identidad como una

incógnita. El discurso masculino hizo de ella “ese otro” secundario, dependiente

y avasallado. Por eso, al emprender la aventura intelectual del lenguaje, las

2525 Jacques Lacan, Escritos, 2 vols., México, Siglo XXI, 1984, p. 47.2626 - Ángela Figuera Aymerich, Mujer de barro, Obras Completas, op. cit. p. 305.

poetisas producen fisuras en el discurso falogocéntrico y “contra el silencio y el

bullicio” inventan “la Palabra, libertad que se inventa” y las “inventa” 2727.

Lejos de implicar un puro narcisismo, la imagen femenina reflejada en el espejo,

o en el agua de un río, es un caerse en la cuenta. La mirada introvertida se

convierte así en ávida contemplación e implica un deseo de reconstrucción y/o

redefinición. Ante estas “otras” que se ven en el cristal, la mujer se da cuenta de

la condición histórica, que injustamente se le impuso. Capta la ya mencionada

diferencia genérica, pero ya no desde el punto de vista de los dictámenes del

patriarcado, sino desde su propia perspectiva. Lo masculino y lo femenino

corresponden decididamente a “dos mundos ajenos que nunca se

penetran”2828.

He aquí la problematización de la esencia femenina y la insistencia en la

crisis de identidad. El ámbito privado (de la mismidad, del cuerpo, de la casa), y

el espacio público (la calle, la ciudad, el mundo exterior en general) así como la

búsqueda en este tiempo eterno que es el presente, suponen un encaminamiento

progresivo hacia la liberación individual de la mujer. Si existiera un momento a

partir del cual la mujer pueda tomar conciencia de sí misma, sería el

correspondiente a los instantes de su soledad, cuando se recluye o se desdobla

para contemplarse a salvo de imposiciones de toda índole. Antes que nada, e

incluso antes de pensar en el destino de la humanidad, urge para ella buscarse un

perfil para poder autodefinirse. La no identificación de la mujer, en un primer

lugar, con el género humano y su conciencia de ser lo “Otro” se deben, en gran

medida, a que ni legal, ni jurídica, ni socialmente se le consideró como lo

“Mismo” (lo Masculino). Hay todo un estatuto y unos derechos que, ideados y

creados por y favor del varón, no le fueron reconocidos durante larguísimos

2727- Lo entrecomillado está sacado de uno de los poemas de Libertad bajo palabra” de Octavio Paz, México, Fondo de Cultura Económica, 1970, p.10 : “Contra el silencio y el bullicio invento/la Palabra, libertad que se inventa/y me inventa cada día” 2828 – Carmen Conde, “Angustia”, op.cit. p.56.

siglos, generando así, y desde esta mismísima descalificación, la conciencia de

ser diferente. Es justamente este hecho de ser reconocida como integrante del

género humano sólo de una forma secundaria , casi accesoria, el que hace que la

mujer se muestre perpleja preguntándose continuadamente : “ ¿Quién

soy?”¿Quién es ésta que soy?, ¿Qué soy?, “Qué vale una mujer”, “Para qué

sirve una mujer?, etc.2929 .

Contestar a estas interrogaciones resulta para la mujer una forma de lanzar el

reto a tantos siglos de ignorancia e indiferencia. Por este motivo, cuando escribe,

trata siempre el tema de su identidad por ser prioritario. La escritura- la creación

poética en particular- se convierte, de este modo, en espacio íntimo de

proyección o espejo donde el yo femenino se contempla a su gusto. Pero es de

insistir que esta forma de auto-contemplación no supone, en este sentido,

ninguna ansia narcisista. Pues, corresponde un derecho natural de auto-

determinación. Es de esta forma cómo hay que interpretar palabras como las

siguientes de la feminista Rosa María Rodríguez Magda: “Cuando el hombre

se interroga sobre sí mismo, lo que le preocupa usualmente es el destino del

género humano, no hay ‘problema masculino’, al menos hasta la llegada de los

hombres antipatriarcales y la llamada ‘crisis del macho’. Sin embargo, cuando

la mujer se pregunta sobre sí misma, está claro que no es el destino de la

humanidad lo que le preocupa; inquiere sobre algo más diferenciado, más

íntimo: ¿Quién es ella?”3030.

La incesante búsqueda de la identidad, la actitud interrogante ante la

presencia de un Dios silencioso frente al dolor femenino, el papel de la madre, el

desencanto de la mujer en el seno de una sociedad degradada en sus valores,

etc., son aspectos que hallan su mejor expresión en los versos de Ángela

Figuera Aymerich. La imagen de la madre, representa en sus poemarios el eje 2929 - ibid.. 3030 - Rosa María Rodríguez Magda, Feminismo fin de siglo: La seducción de la diferencia, Barcelona, Anthropos Editorial, 1994, p. 98.

de la cosmovisión social. Se descubre, en este marco, un incuestionable e

incontestable protagonismo de la mujer cuyos instintos van dominados

medularmente por un profundo sentimiento de maternidad. Germina, así, una

nueva visión de la feminidad. A través de este protagonismo, se afirma que ya es

tiempo de que la mujer se libere de aquel vetusto y anticuado ropaje asignado

por las leyes patriarcales. Ella deja de ser un mero delicado objeto de belleza

que se tiene que apartar de la lucha. La modernidad la está reclamando para que

sea partícipe activo y dinámico en las grandes y decisivas transformaciones. La

autorrealización corresponde a una necesaria e imperiosa conversión social de

lo femenino.

Es precisamente desde este planteamiento que la poetisa, en cuestión,

expresa sus anhelos de justicia social, de paz y de libertad. El análisis de todos

estos aspectos y su interpretación, en cuanto que postura activa por parte de la

mujer, constituye, a nuestra forma de ver, una polémica en el estudio ideológico

de la lírica aymerichiana. La cuestión susceptible de plantearse es si se puede

considerar o no a esta poetisa como una incipiente feminista. Es sabido que en

los años más productivos de su trayectoria poética, el feminismo (oficial y

organizado) casi no existía en España. La afirmación de la propia autora en sus

últimos años “yo no creo en el feminismo”3131, es una afirmación que

corresponde a la visión negativa con que se recibió, al principio, la corriente

feminista.

No obstante, aunque resulta difícil hablar aquí de un claro militantismo

feminista, la clave de esta cuestión podría situarse, ante todo, dentro de la obra

de la poetisa en la constante defensa de la maternidad. Pues, desde un enfoque

ideológico puede decirse que su lírica constituye una evidente muestra de toma

3131- Cit. por Myriam Diaz-Diocaretz y Iris Zabala , Breve historia feminista de la literatura española, 1993, Barcelona, Anthropos, p.39.

de conciencia de las desigualdades y desajustes que caracterizan la función

genérica en el seno de la sociedad de los años cincuenta del siglo pasado. El

desasosiego y la angustia experimentados por sus personajes poéticos,

(independientemente de su naturaleza : amada, hija, madre... ), se convierten en

sustancia poética que no revela sólo la maternidad como parte integradora de la

identidad femenina, sino que cristaliza también ciertos impulsos feministas que

se transparentan ya desde su primer poemario Mujer de Barro.

El feminismo, siempre tan difícil de documentar, puede hallar su expresión

en la voz femenina que suelta gritos clamorosos contra el silencio destructor que

inmerecidamente se le ha impuesto. El poema “Ensánchame”, por citar un

ejemplo dilucidador, constituye una auténtica proclamación de la palabra que

tanto le fue objetada y negada a la mujer. La poetisa parece abogar por aquello

que Gaston Bachelard denomina “engrandecimiento de nuestro espacio

íntimo” 3232. El personaje femenino se siente confinado dentro de sí mismo, con

un alma “estrecha” y privada de libertad. Los sentimientos de ansiedad se

amontonan como una “marea” y el yo doliente presagia su inminente

aniquilación. Esta premonición se anuncia desde un interior donde se vive todo

un martirio:

Tanto pesar, o luz , o hiel, o nievemanando en mí, creciéndome continuamarea sin reflujo que me bateme romperán, Señor, me harán pedazos.3333

El silencio es desgarrador y las pulsiones se hacen cada vez más ardientes. La

mujer se siente en pleno cautiverio de su propio cuerpo, de su propia carne

“envoltura que me encierra”; experimenta el deseo de escapar más allá de las

3232 -G. Bachelar, La poétique de l’espace, Paris, Presses Universitaires de France, 1958, 75.3333- Ángela Figuera Americh, «Ensánchame», Los días duros, op.cit. p. 230.

limitaciones y restricciones de su cuerpo / cárcel. La imagen simbólica de la

inmensidad y la dimensión vertical traducen un anhelo de sublimación, de

pureza y de evasión liberadora:

(...) alzarme en olas, y cantar subiendodesde el oscuro fondo frecuentadopor peces sin pupila hasta el ardientecontacto de los astros suspendidos,y revolverme libre (... ) 3434

No hay imagen más expresiva que la del “oscuro fondo”, de este espacio de

ceguera: “frecuentado / por peces sin pupila” para representar imaginaria y

poéticamente la amarga condición femenina. Alzarse, subir, contactar los

astros, etc., son acciones que indican precisamente un esfuerzo por superar los

propios límites ya que, según lo sostiene Gilbert Durand, “la ascensión es el

llamamiento a la exterioridad, a un más allá de lo carnal”3535. No obstante, no

hay que ver aquí una simple actitud mística ni un puro anhelo de

espiritualización, se trata más bien de la expresión escueta de un deseo de

romper las ligaduras y “volver libre”.

El feminismo de Ángela Figuera Aymerich es, en gran parte, el resultado de

una trayectoria que ha venido desarrollándose “in crescendo”. Su primer libro

Mujer de Barro, es una obra en que predomina lo familiar e íntimo. A lo largo

de todos los poemas que lo componen se reitera la imagen de la mujer

tradicional que, confinada dentro de un “espacio rigurosamente privado”, centra

su interés en la preocupación por el ámbito y la paz familiares.

3434 - Ibid.3535- Gilbert Durand, Las estructuras antropológicas delimaginario: introducción a la arquetipología general, - trad. Victor Goldsstein - México, Fondo de Cultura Economica, 2006, p.287.

Es en el poema “Lo maravilloso” donde se plasma mejor lo trágico que es

“ser mujer”. Se descubre la imagen de la ama de casa, que prendida en medio de

la rutinaria faena casera, espera vanamente, día tras día, que se produzca algo

“maravilloso”, algo capaz de alterar la monotonía de su habitual morir poco a

poco. Esta es su vida, y está transcurriendo o perfilándose con el mismo ritmo

agobiador de siempre. La circularidad temporal, inevitable vicio incipiente, no

permite la aparición o la producción de ningún evento o peripecia susceptibles

de dar vivacidad a su destino de mujer rodeada de abstenciones y privaciones.

La ausencia de novedad y de variedad en los sucesos y en la experiencia

cotidiana hace que no se cumpla “el más lindo” de los “sueños” femeninos, a

saber el de salir de lo ordinario y vivir lo extraordinario o “maravilloso”:

Y luego – no pasa nada : yo trajino, salgo, entro...-sólo un día entre los días...El mocito a su colegio...-deberes, barullo, juegos;costura, un libro, la radio;una regañina, un beso;bromas; parloteo. Nada. 3636

Igual que Ángela Figuera Aymerich , Carmen Conde está persuadida de

que es imposible vivir con la boca tapada. Permanecer callada es, para ella, la

más vil de todas las indignidades. Pues, es “tan fácil vivir cuando sólo se vive/

mudo y simple, esquivando la pesquisa y el vértigo”3737. El silencio es en su

lírica sinónimo y equivalente de la muerte, de la inexistencia, mientras que el

manejo de la palabra es el único remedio para salvar la memoria del olvido y la

historia de la postración y de la falsificación. Verbalizar la experiencia vivida o

3636 – Ángela Figuera Aymerich, ““Lo maravilloso”, Mujer de barro, op.cit., p. 320.3737 – Carmen Conde, “Vértigo”, Ansia de la gracia, op. cit. p.98.

corporeizarla por medio del lenguaje poético es, entonces, una forma de

eternizarla recuperando así la historia femenina acallada, perdida a causa de

tantos siglos de afonía y mutismo: “Y sola, sin memoria, y me iría/ fundándome

otra nueva historia”3838.

He aquí uno de los fundamentales artificios estratégicos del feminismo

revisionista y militante. La conciencia de haber sido víctima de una reducción a

una simple máscara que aparenta el perfil requerido por la sociedad machista,

empuja al yo femenino a negarse tal como ‘parece ser’ para intentar ‘ser’ lo que

realmente es. El punto de partida de la reconstrucción de la identidad femenina

es la recuperación de lo perdido por encima del olvido y la muerte. La tarea más

imperativa de la mujer moderna es justamente buscarse una forma para domar el

lenguaje y decir lo no dicho, redimir la memoria femenina oscurecida por los

patrones falogocéntricos, eso es volver a rescribir su propia historia. Ésta fue

suplantada y suplida, en el discurso masculino, por un simulacro engañoso. Es

normal entonces que la mujer de “El pesar de la criatura” de Carmen Conde,

se considere desde el fondo de su soledad un ser “sin memoria”. La restitución

de lo perdido y/o silenciado constituye la mejor vía hacia un auténtico y verídico

auto(re)conocimiento. De hecho, para que la mujer sepa quién es le es menester

saber primero quién y cómo fue y, por tanto, se justifica el mencionado irse

“fundándose otra nueva historia”. Si bien no se trata aquí de un deseo de

rememorar minuciosa y pormenorizadamente la vida pasada, se ha de interrogar

al pasado desde el presente, juzgarlo con criterios de la vida actual con miras a

establecer metas para el futuro. De ahí que la mirada de la poetisa se dirija hacia

ámbitos de la libertad y de luz desde los cuales medita acerca de su identidad:

“Los ojos se me escapan./ Buscan cielo con luz, / Piden historia”3939.

3838- Ibid.3939 - Ibid.

La evolución del discurso femenino sigue una línea muy determinada; va

desde la concienciación hasta la defensa y aun la acometida en contra del otro.

En efecto, la mujer se pone a la defensiva; rechaza todo tipo de exclusión o

inhabilitación. Pugna contra las etiquetas estereotípicas e imágenes que la

representan en tanto que ser secundario, subsidiario y simple objeto de belleza y

adorno. La cultura patriarcal, machista por definición, sirve como socio-texto

que deja entender que la mujer no pasa de ser mero fetiche y que su belleza

ofrece al varón una garantía contra el riesgo de la muerte y de la desesperanza.

Es decir que si la existencia femenina da sentido a algo, sería no a la vida de la

mujer misma sino más bien a la del hombre. De ahí viene el grito de Carmen

Conde “no somos hembras de adornos”4040. El varón y la hembra son más que

“dos mitades” 4141 que se complementan, dos partes de una misma esencia: el

género humano.

Ser mujer corresponde en la poesía femenina a un destino hecho de

torturas, suplicios y martirios. La mujer del poema “Nostalgia de mujer” se

siente como castigada e injustamente infligida. Se siente apartada del amor

divino y a Dios no lo ve muy lejano: “¡Ah lejos de los lejos, criatura que no

veo!” 4242 . Se entiende, de ese modo, por qué el verso femenino intenta

establecer todo un diálogo con Dios; diálogo fundado esencialmente en

plegarias, letanías, y, sobre todo, en reproches. Es, sobre todo, en la poesía

carmencondiana y aymerichiana donde la reflexión sobre la condición

femenina lleva a dudas, fluctuaciones y perplejidades acerca de la idea de Dios

y su existencia. No obstante, estos titubeos no implican ningún ateísmo y hay en

ellos un panteísmo que queda siempre latente y nunca puesto en duda. No es de

extrañar, pues, que la voz femenina se dirija a Dios con un tono doliente y

crítico y con un discurso repleto de rapapolvos:

4040 –Ibid., “Angustia”, op.cit.p.57.4141 –Ibid.4242 - Ibid., “Nostalgia de mujer”, Mujer sin Edén, op.cit.p. 51.

“Soy la nada, soy de tiempo, soy un sueño...agua que te fluye, hierba ácidaque cortas sin amor...Tú no me quieres. 4343

Mujer Sin Edén, de Carmen Conde, es sin duda el poemario que ofrece una

mejor y lúcida interpretación de los datos bíblicos. En él se sostiene que la mujer

peca por amor, por querer al hombre para sí misma distrayéndole así de la

adoración de Dios. Peca, igualmente, por no ser sustancia divina: “no soy yo

sustancia de Dios pura”4444. Entre la divinidad y ella median la costilla del

hombre y los celos del mismo Dios. Al disculpar a Eva, la condena se convierte

en una injusticia cometida contra el género femenino en general. De este modo,

la culpa o el Pecado nunca tuvo lugar, porque irse hacia el hombre fue una

legítima forma de volver al origen: “Hízome él del hombre con su carne / y allí

quise volver: hincarme dentro”4545. Esta inmerecida condena se transmite de

generación a generación, Eva, la madre sufrida, pervive en las mujeres de todos

los tiempos, siempre es la misma, porque nunca fue perdonada y jamás fue

querida:

Que un día, los mortales sin remedio sepancomo tuviste sangre,y abierta pasión por todo;pero a mí nunca me quisiste 4646 .

No obstante, pese a que el “Todopoderoso” aparece en el imaginario poético

femenino como un “dios del dolor”, la mujer “pobre de luz” intenta acercarse,

casi místicamente, a Él. En ese viaje místico, ella aspira al conocimiento de

Dios: “saber que has sido verdad”, pero anhela igualmente buscarse a sí misma. 4343 – Ibid.4444 – Ibid.4545 –Ibid..4646 – ibid. “Suma Transida”, p.59.

El amor es la vía extática y la condición espiritual susceptible a llevar a la unión

sublime con la divinidad “Eres Tú, mi amor, amor mío” 4747. Dios es el “Mar”

deseado y anhelado, por ello ella se entrega devotamente a sus olas, y en esta

entrega sabe que no puede “ahogarse” ni “morir sin alegría”, está segurísima de

que la muerte (no física desde luego sino espiritual) supone una fusión con lo

divino, o sea, una “bellísima liberación”. La imagen del mar surge en la poesía

carmencondiana como máxima expresión de lo divino, un espacio imaginario de

autorrealización femenina:

El misterio de la confianzareside en nadar, en flotar, en abandonarseplenamente a Tisola y eternamente a Ti Al Mar. 4848

De ahí que la actitud revisionista tomada frente a la sociedad, a Dios, a la

Historia, al texto bíblico e incluso a la Biología sea una actitud subversiva y

crítica dirigida al Régimen patriarcal con sus ideologías y valores hechos de

infinidades de interdictos, prohibiciones y restricciones. El estudio de las

imágenes elaboradas desde una perspectiva femenina hace de la lírica de las tres

poetisas una poesía de concienciación, de búsqueda de la identidad, de

indagación de un yo comprometido en un proyecto de afirmación de principios

susceptibles de dar sentido, valor y trascendencia a la existencia femenina. El

estudio de conceptos como “la pluralización del yo”, “la heterogeneidad del ser

femenino”, la dialéctica entre “la una y lo múltiple”, etc., muestra que la realidad

femenina no es tan sencilla como lo pretenden las tesis falogocéntricas. La

técnica del desdoblamiento corresponde a una interiorización que apunta a llegar

a la coherencia del yo, o sea, a la foucaultiana “unidad interna” necesaria en

todo proceso de autoconocimiento.

4747 – Ibid. 4848 – ibid. “Flotando en la manos de Dios”, p. 68.

La poesía de C. Conde, de A. F. Aymerich y de A. Rossetti expresa una firme

actitud frente a la realidad caracterizada por su tendencia a revisar, redefinir,

reconstruir y rehabilitar la esencia femenina. Al crear nuevos modelos de

comportamiento para la mujer, las poetisas instituyen un discurso feminista

desmitificador. La búsqueda continua de la identidad toma todas las

orientaciones posibles y lleva al desarrollo de un mecanismo de defensa. La

inhabilitación, descalificación e invalidación de los tantos mitos sociales que

afectaron negativamente la sicología y la vida entera de la mujer son resultados

de la estrategia revisionista femenina.

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