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Distribución de agua en la morfología urbana de Valladolid-Morelia siglos XVIII–XIX Eugenia María Azevedo Salomao El agua dulce ha constituido el elemento indispensa- ble para la humanidad, no se puede pensar en la ex- pansión demográfica y el avance de la civilización sin el suministro del vital liquido. Como es bien sabi- do, desde la antigüedad, importantes culturas estu- vieron estrechamente vinculadas al suministro de agua obtenido a partir de la corriente de los ríos (García 2002, 67). En el caso concreto de la ciudad de Valladolid- Morelia, Michoacán, México, el abastecimiento de agua constituyó un problema vital desde sus orígenes en 1541. Este ensayo tiene como objetivo presentar un panorama de la red de distribución de agua en la ciudad, en función de su origen, morfología urbana y los avances técnicos del periodo estudiado; se enfati- za en el acueducto y las pilas y fuentes que se ubica- ron en los espacios públicos, principalmente en las plazas. La temporalidad de estudio está directamente rela- cionada con la reconstrucción del acueducto, puesto en operación en 1789 hasta el fin de uso como abas- tecedor de agua en la ciudad en 1910; sin embargo, se presenta a vuelo de pájaro los antecedentes del asentamiento y los orígenes del sistema de surtimien- to de agua. Las mejoras materiales del acueducto po- sibilitaron la repartición del agua a fuentes públicas, las cuales además de la función utilitaria, se destaca- ron como importante mobiliario urbano en la imagen de la ciudad. Se parte de la premisa que la materiali- zación del espacio urbano-arquitectónico es resultado de procesos tecnológicos, sociales y modos de vida propios de una comunidad. De esa manera se revisan las obras materiales y los actores sociales, entre los cuales se destacan los cañeros, aguadores y fontane- ros, que formaron parte de la vida cotidiana y cos- tumbres de la época. La investigación se apoya en documentación his- tórica (édita e inédita) y la observación directa del caso de estudio. La confrontación entre los acervos documentales, las permanencias físicas del acueduc- to, las fuentes y pilas ubicadas en el centro histórico de la ciudad, permiten arribar al entendimiento de la red de distribución de agua y su relación con la mor- fología urbana. ANTECEDENTES: EL ASENTAMIENTO Y EL MEDIO FÍSICO GEOGRÁFICO Valladolid, tercera ciudad de Michoacán se fundó el 18 de mayo de 1541 como villa de españoles sobre tierras de cultivo de los indígenas, posiblemente ta- rascos o pirindas que habitaban el valle de Guayan- gareo (Paredes 1997, 315–331). Los primeros resi- dentes, españoles generalmente sin encomiendas, llegaron de Pátzcuaro a comienzos de la década de 1540. El ayuntamiento de Michoacán se trasladó de Pátzcuaro a Valladolid en 1576 y la sede del obispa- do en 1580 (Gerhard 1977, 361). La región en la cual se asentó la ciudad de Gua- yangareo-Valladolid, tuvo como eje fundamental el río Grande y la cuenca hidrológica que lo forma. Actas Vol. 1.indb 75 Actas Vol. 1.indb 75 13/11/17 9:43 13/11/17 9:43

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Distribución de agua en la morfología urbana de Valladolid-Morelia siglos XVIII–XIX

Eugenia María Azevedo Salomao

El agua dulce ha constituido el elemento indispensa-ble para la humanidad, no se puede pensar en la ex-pansión demográfica y el avance de la civilización sin el suministro del vital liquido. Como es bien sabi-do, desde la antigüedad, importantes culturas estu-vieron estrechamente vinculadas al suministro de agua obtenido a partir de la corriente de los ríos (García 2002, 67).

En el caso concreto de la ciudad de Valladolid-Morelia, Michoacán, México, el abastecimiento de agua constituyó un problema vital desde sus orígenes en 1541. Este ensayo tiene como objetivo presentar un panorama de la red de distribución de agua en la ciudad, en función de su origen, morfología urbana y los avances técnicos del periodo estudiado; se enfati-za en el acueducto y las pilas y fuentes que se ubica-ron en los espacios públicos, principalmente en las plazas.

La temporalidad de estudio está directamente rela-cionada con la reconstrucción del acueducto, puesto en operación en 1789 hasta el fin de uso como abas-tecedor de agua en la ciudad en 1910; sin embargo, se presenta a vuelo de pájaro los antecedentes del asentamiento y los orígenes del sistema de surtimien-to de agua. Las mejoras materiales del acueducto po-sibilitaron la repartición del agua a fuentes públicas, las cuales además de la función utilitaria, se destaca-ron como importante mobiliario urbano en la imagen de la ciudad. Se parte de la premisa que la materiali-zación del espacio urbano-arquitectónico es resultado de procesos tecnológicos, sociales y modos de vida

propios de una comunidad. De esa manera se revisan las obras materiales y los actores sociales, entre los cuales se destacan los cañeros, aguadores y fontane-ros, que formaron parte de la vida cotidiana y cos-tumbres de la época.

La investigación se apoya en documentación his-tórica (édita e inédita) y la observación directa del caso de estudio. La confrontación entre los acervos documentales, las permanencias físicas del acueduc-to, las fuentes y pilas ubicadas en el centro histórico de la ciudad, permiten arribar al entendimiento de la red de distribución de agua y su relación con la mor-fología urbana.

ANTECEDENTES: EL ASENTAMIENTO Y EL MEDIO FÍSICO GEOGRÁFICO

Valladolid, tercera ciudad de Michoacán se fundó el 18 de mayo de 1541 como villa de españoles sobre tierras de cultivo de los indígenas, posiblemente ta-rascos o pirindas que habitaban el valle de Guayan-gareo (Paredes 1997, 315–331). Los primeros resi-dentes, españoles generalmente sin encomiendas, llegaron de Pátzcuaro a comienzos de la década de 1540. El ayuntamiento de Michoacán se trasladó de Pátzcuaro a Valladolid en 1576 y la sede del obispa-do en 1580 (Gerhard 1977, 361).

La región en la cual se asentó la ciudad de Gua-yangareo-Valladolid, tuvo como eje fundamental el río Grande y la cuenca hidrológica que lo forma.

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Como menciona Carlos Paredes (2001) es en torno a este cauce que se desarrolla el establecimiento de la ciudad. Uno de los afluentes del río Grande, es el río de Guyangareo, conocido en la actualidad como río Chiquito, éste es históricamente clave para entender el abastecimiento de agua en la región en razón de que, desde la época mesoamericana ya había sido uti-lizado por los pueblos de Jesús del Monte y Santa María. En la temprana época virreinal fue aprovecha-do por el estanciero Gonzalo Gómez y, posterior-mente sus aguas fueron conducidas por un primitivo caño de agua o acueducto, para el abastecimiento de la ciudad (Paredes 2001, 121).

Desde los inicios de la ciudad el agua fue una de las principales preocupaciones de sus fundadores. Geo-gráficamente se encontraba rodeada de ríos, manantia-les y ojos de agua, elementos indispensables para sur-tir del vital líquido a la población. El abasto de agua a Valladolid condicionó en los albores de su fundación (1541–1548), la ubicación del incipiente núcleo pobla-cional en la falda sureste de la gran loma de Guyanga-reo. En 1549 los pobladores se trasladaron a la parte central de la loma, motivados por la construcción de un rudimentario caño de agua que venía del lado oriente y que estaba construido de barro, césped y ma-dera (Juárez 1995, 97). A pesar de contar con el río Grande y el Chiquito cercanos al asentamiento, el es-tablecimiento de un sistema de abastecimiento de agua fue difícil. La composición volcánica del subsuelo, dificultó seriamente la conducción del agua para los pobladores de Valladolid durante toda la etapa virrei-nal e incluso en el siglo XIX.

Sobre los inicios del abastecimiento de agua y con-formación urbana del asentamiento en función de su contexto físico-geográfico dice Carlos Juárez Nieto:

Rodeado de grandes arboledas, llanos pantanosos, empi-nadas colinas y un gran río, los vecinos de la naciente población dirigieron su mirada al sur-oriente de la gran loma, lugar donde localizaron a una distancia de 4 o 5 Kilómetros, arroyos y mantos acuíferos propios para el consumo humano. El ayuntamiento como representante de los intereses civiles de la población, pronto se abocó al colosal proyecto de conducir el agua desde las colinas del oriente hasta la plaza principal (Juárez, 1995, 97).

Como se puede observar, el medio físico-geográfi-co fue factor clave para el traslado del agua desde los manantiales hasta la ciudad. Los recursos hidrológi-cos y los montes que conforman el entorno físico de

la ciudad, proveyeron de recursos naturales a la po-blación; los montes llenos de bosques de coníferas fueron utilizados en la construcción y permitieron la fábrica rudimentaria de la primera etapa del acueduc-to. Los suaves descensos de la loma alargada en don-de se ubica la ciudad, permitieron que la traza fuera tendiente a lo regular, acompañando la topografía del sitio y marcada por dos ejes ortogonales –de oriente a poniente y de norte a sur– (Arreola 1978, 19).

RED DE DISTRIBUCIÓN DE AGUA EN VALLADOLID-MORELIA EN LA ÉPOCA VIRREINAL

Durante la época virreinal, el agua, la tierra y otros recursos naturales, eran otorgados por regalía o mer-ced que concedían los reyes de España a los solici-tantes. El dominio real se justificaba en función de la concesión papal de 1493, que otorgaba a la corona de Castilla el señorío sobre las tierras que adquiriesen los reyes como propias (Sánchez 2002, 178).

En toda la Nueva España, la explotación de las tie-rras y aguas cambió el paisaje rural y en los núcleos poblacionales dieron origen a todo un sistema de red de distribución de agua e infraestructura urbana, con-secuencia del abastecimiento del vital líquido. En el caso de estudio –Valladolid de Michoacán– el siste-ma de abastecimiento de agua estuvo formado por una larga estructura que partió de la presa del Rin-cón, en el sureste del asentamiento y llegaba hasta la caja de agua en el núcleo urbano de la ciudad.

Es importante comentar que en los inicios del asentamiento, los primeros habitantes debían satisfa-cer sus necesidades de agua mediante el acarreo en recipientes, tomando el recurso de manantiales ubi-cados al oriente del valle o de los ríos que la circun-daban: el Chiquito por el sur y por el norte el Grande (Bravo 1998, 16). La primera estructura que se puede considerar como un primer acueducto, fue de césped y barro, y después también se conformó con madera –largos troncos ahuecados para formar el caño o ca-nal–. Posteriormente a esta etapa primigenia, los sis-temas constructivos se combinaron con tramos de acueducto de mampostería de piedra (Juárez 1982, 23–24) (figura 1).

Los procesos de mejora material del sistema de conducción de agua en Valladolid de Michoacán, ini-ciaron desde finales del siglo XVI. Debido a la pre-cariedad del sistema, a finales del siglo XVI se deci-

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dió construir una captación y conducción de agua de mejor manufactura; precisamente en 1589 Cosme Toribio, artífice y maestro en el arte de sacar agua fue contratado por el alférez real y alcalde ordinario Tomás González de Figueroa para trabajar en la con-ducción del líquido por una cañería de «cal y cante-ra» hasta desembocar en una pila en la plaza princi-pal. La calidad del agua según el fraile Alonso Ponce a finales del siglo XVI es buena (Juárez 1991, 15).

En el siglo XVII, en 1615 se da el inicio de la construcción del segundo acueducto, que durante toda la centuria requirió de constantes y onerosas re-paraciones (Juárez 1982, 25, 34–41, 50). La fábrica del segundo acueducto consistía en un terraplén de barro y madera que soportaba el ducto de agua hecho de canoas, en ese periodo se ejecuta una pila de agua para uso público y conducciones para los terrenos y viviendas de la clase social alta, como eran los pro-pietarios de obrajes, comerciantes, religiosos, hacen-dados y miembros del cabildo (Juárez 1982).

Durante el siglo XVII se realizaron varias recons-trucciones del caño de agua. En 1657 se inició obra a cargo del arquitecto Lorenzo de Lecumberri, las cua-les fueron suspendidas por problemas suscitados entre el arquitecto, el Ayuntamiento y las autoridades virrei-nales (Bravo 1998). En 1677 el Deán y cabildo ecle-siástico exponen al Virrey la urgente necesidad de agua que tiene la ciudad. La autoridad virreinal conce-de la cantidad de mil pesos para la reconstrucción del caño de agua, cuya obra estuvo a cargo del maestro alarife Pedro Nolasco de Gudea (Juárez 1982).

En 1678 un escribano real había aseverado «que

para la plaza pública viene un buey de agua... bastan-te para sustentar esta república y otras dos iguales a ella en gente y vecindad» (Bravo 1998, 17–18).1 Esta información indica que la ciudad para este momento no tenía problemas con relación al abastecimiento del vital líquido, lo que asegura una condición propi-cia para el desarrollo de la vida urbana.

En los inicios del siglo XVIII, se dispuso la edifica-ción de una nueva conducción, que en un tramo próxi-mo a la ciudad fue conformado por una arquería de piedra, en cuya superficie superior se alojó el canal. Esta construcción fue iniciada en 1705, patrocinada por el entonces obispo de Michoacán, don Manuel Es-calante Colombres y Mendoza, y fue concluida la obra hasta la tercera década de la centuria.2

A finales del XVIII, con motivo del mal estado en que se encontraba, el obispo fray Antonio de San Mi-guel Iglesias patrocina la reconstrucción del acue-ducto, la cual duró cuatro años. Después de varias in-terrupciones la obra concluyó y el acueducto fue puesto en operación en 1789 (Bravo 1998, 17). Así, la obra final se «compone de 253 arcos, cuyo claro mide 6 varas de latitud, por 9 en su mayor altura has-ta las claves...la caja de la atarjea mide media vara también en cuadro y el agua que conduce surte a 30 fuentes públicas, agregándose a esto 150 mercedes de agua concedidas a particulares... » (De la Torre 1971 [1883], 185).

La preocupación por la conducción del vital líqui-do y la construcción de pilas y fuentes en las plazas públicas fue tarea fundamental de los gobernantes de la ciudad de Valladolid en el siglo XVIII; varios do-cumentos localizados en el Archivo Histórico Muni-cipal de Morelia son prueba del problema del reparti-miento de agua a los habitantes.

Uno de los documentos fundamentales para enten-der el sistema de abastecimiento de agua en la ciudad es el Plan del agueducto de esta ciudad de Morelia 1731–1837 (AHMM 1731–1795), cuyo contenido se-ñala por donde pasaba la red de distribución de agua, los mercedados que había en el periodo y las medidas de la cañería utilizada. El citado plan fue levantado por el comisionado de cañería y aguas del Ayunta-miento, señalando los lugares por donde se desplazaba el acueducto y la cantidad de tomas existentes con el objeto de actualizar el padrón de usuarios del agua. Este documento ha dado pauta a muchos trabajos que han recreado la trayectoria del acueducto y cómo se repartía el agua entre los vallisoletanos (Juárez 1995;

Figura 1Plano de Valladolid 1579 (Bravo 1998, 16)

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Bravo 1998, Bravo 2001) (figura 2).Al finalizar el siglo XVIII la ciudad de Valladolid

estaba consolidada en lo relacionado con su equipa-miento urbano y calidad de sus construcciones. Por su condición de sede episcopal del obispado de Mi-choacán, fue uno de los centros urbanos novohispa-nos más importantes de esta centuria. La arquitectura religiosa asume un papel preponderante con la cons-trucción de importantes edificaciones. Como parte de las mejoras materiales del urbanismo ilustrado die-ciochesco se realizaron en la ciudad mejoras materia-les en sus calles y plazas; la reconstrucción del acue-ducto fue fundamental para abastecer de agua un asentamiento con cada vez mayor número de habi-tantes (Azevedo 2016) (figura 3).

EL SIGLO XIX Y NUEVOS RETOS PARA EL ABASTO DE AGUA DE LOS MORELIANOS

El inicio del siglo XIX en México estuvo marcado por el movimiento independentista iniciado en 1810. La ciudad de Valladolid jugó un papel destacado por las conspiraciones realizadas en ella y por ser cuna de caudillos, entre ellos Don José María Morelos y Pavón. En honor al insurgente, en 1828 se estableció el cambio de nombre de la ciudad de Valladolid por el de Morelia.

Con relación al suministro de agua, una vez alcan-zada la independencia del país, en 1821, la concesión de agua fue asumida completamente por los cabildos municipales y gobiernos estatales sin que las autori-dades centrales de la ciudad de México tuvieran una impronta al respecto. De esa manera, nuevos dere-chos fueron concedidos y nuevos sistemas hidráuli-cos fueron construidos con fondos municipales o pri-vados. Por otro lado, las autoridades locales normaron y reglamentaron el acceso al agua, vigila-ron el funcionamiento en el abasto del vital líquido y se responsabilizaron por la conservación de los siste-mas hidráulicos, fundamentándose en los usos y cos-tumbres establecidos en la etapa virreinal. Como cambio importante entre la etapa virreinal y la inde-pendiente, se advierte la capacidad que tuvieron mu-chos ayuntamientos para otorgar mercedes de agua. Así, la facultad real de hacer concesiones de merce-des de agua, fue asumida completamente por las au-toridades locales sin que los gobiernos nacionales pusieran obstáculos (Sánchez 2002, 180).

En el caso de Morelia, la asignación de mercedes de agua privilegió la clase pudiente; esta situación trajo consigo una serie de conflictos. Las concesio-nes de las «mercedes de agua» las utilizaba un núme-ro privilegiado de pobladores, las personas de esca-sos recursos recurría a las pilas públicas para satisfacer sus necesidades básicas. El principal abas-tecedor de agua era el acueducto; por medio de pe-queños canales proveía del vital liquido a las hacien-das, huertas, obrajes y casas de particulares que contaban con las «mercedes de agua», asimismo abastecía las pilas y fuentes ubicadas en distintos puntos de la ciudad (Bravo 2001, 67).

A partir de la documentación existente en el Archi-vo Histórico Municipal de Morelia se ha podido constatar que durante el siglo XIX se incrementa el número de «mercedes de agua» que se da en la ciu-

Figura 2Distribución de Agua en Valladolid 1794 (Bravo 1998, 16)

Figura 3Fotografía aérea del centro histórico de Morelia (Fotogra-fía: archivo personal)

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dad como consecuencia del aumento poblacional. Para finales de la centuria, los documentos estudia-dos evidencian que la red de abastecimiento de agua es ineficaz; esta situación se debe al incremento de habitantes y la falta de tendido de cañerías suficiente para proveer del vital liquido de manera equitativa a todos los barrios conformadores de la ciudad (Bravo 2001, 76).3

Al respecto, Clara Bravo a partir de la revisión de documentos inéditos, comenta lo siguiente:

La adquisición de mercedes de agua por parte de los par-ticulares, estaba supeditada a la existencia suficiente del preciado líquido, esta situación dependía del lugar en donde se hiciera la solicitud ya que la atención al público en general era prioritaria y en algunas zonas de la ciudad el abastecimiento era escaso tal es el caso de la región poniente en donde en muchas ocasiones estas solicitudes de mercedes eran denegadas por la falta del elemento, estas circunstancias se repetían con frecuencia. (Bravo 2001, 76).

No se puede dejar a un lado, que las características constructivas utilizadas en el sistema de cañería de la ciudad fue clave para la buena distribución del líqui-do. Si los materiales y sistemas constructivos no eran óptimos, provocaban filtraciones y derrames, reper-cutiendo desfavorablemente en el abastecimiento de agua. Los materiales que la red de distribución utili-zó por muchos años fue el barro vidriado, la imple-mentación de la cañería de hierro se dio en las últi-mas décadas del siglo XIX (Bravo 2001, 98).

Con relación a los derrames, podían ser de dos ma-neras: el agua que sobraba de las fuentes y la de parti-culares que tenían el privilegio de contar con una toma para sus necesidades domésticas. Para las dos situacio-nes existía un procedimiento legal a través del cual era posible que las personas pudieran solicitar al ayunta-miento el disfrute de los derrames. El goce del derra-me implicaba una cuota anual que debía pagarse a la tesorería municipal. En algunas ocasiones los derra-mes no aprovechados por la población provocaban inundaciones y focos de infección (Bravo 2001, 86). Son innumerables las quejas presentadas por los habi-tantes de Morelia con relación al abastecimiento de agua. Todos los problemas sociales se resolvían con ayuda de las autoridades municipales encargadas de encausar y dar solución a los conflictos.

Como se puede observar, el siglo XIX implicó nuevos retos para el abastecimiento de agua en la

ciudad. Por otro lado, no se puede dejar de mencio-nar que las ideas higienistas repercutieron en la men-talidad moreliana decimonónica. Es bien sabido que la ideología higienista nace con las Reformas Borbó-nicas, pero en el caso de la ciudad de Morelia –como en otras partes de México– la aplicación del pensa-miento higienista se concreta en el siglo XIX.

Como ejemplo del pensamiento higienista, se menciona la preocupación de la sociedad moreliana por la insalubridad del agua arcillosa que llegaba a la ciudad en la época de lluvias. Carlos Juárez (1995) cita que en marzo de 1868, recién iniciado el gobierno liberal de don Justo Mendoza, se publica en el periódico El Constitucionalista un extenso ar-tículo sobre la insalubridad del clima de Morelia. En el artículo, se menciona sobre el alto grado de contaminación del agua y los autores proponen que se haga un análisis químico del líquido. También señalan los problemas sociales acarreados con el abastecimiento del agua en la ciudad (Juárez 1995, 103). La falta de higiene en el abasto de agua fue una preocupación reiterante en la centuria. Varias fueron las obras de reconstrucción del acueducto y de mejoramiento de la red de distribución de agua; en el gobierno de Prudenciano Dorantes (1881–1885) se hicieron varios estudios con el objetivo de entubar el agua potable, sin embargo no se concre-taron (Juárez 1995, 104).

EL FIN DE LA VIDA DEL ACUEDUCTO COMO PRINCIPAL CONDUCTOR DE AGUA PARA LOS MORELIANOS

En los inicios del siglo XX se continuaron realizando estudios y proyectos para mejorar el abastecimiento de agua en la ciudad. A comienzos de 1903, al go-bierno de Michoacán llegaron propuestas de cons-tructores extranjeros para proveer la ciudad de dota-ción de agua potable y de un sistema de alcantarillado. Uno de los proyectos fue el del señor John Lee Stark, para la construcción de una planta de filtración rápida cuyo proceso ya había dado buenos resultados en muchas ciudades de los Estados Unidos de América. Esta planta inició su operación en 1907 y de ella quedan hoy día los vestigios de lo que se conoce como los «Filtros viejos». La planta no logró los resultados esperados por la población, pues a par-tir de 1910 hubo una notable disminución de la cali-dad del agua y desde 1916 se interrumpió la filtra-

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ción del vital líquido y la planta fue desmantelada en 1935 (Bravo1998, 41).

La situación esbozada con anterioridad llevó a la administración del gobernador Aristeo Mercado (1891–1911), a implementar una solución al problema del abasto de agua. En 1910 el gobierno del Estado otorgó el contrato para entubar y distribuir el agua a la Compañía Bancaria de Fomento y Bienes Raíces de México, S.A. Las obras se realizaron durante el men-cionado año y permitieron que el ejecutivo diera a co-nocer en el Periódico Oficial de 4 de diciembre de 1910 la lista de las primeras cien concesiones de agua a particulares de la ciudad (Juárez 1995, 105; Bravo 1998, 42). Con esto, el monumental acueducto finali-zó su vida operativa y pasó a ser un elemento emble-mático en el paisaje urbano de la ciudad (figura 4).

EL ACUEDUCTO, FUENTES Y PILAS EN LA MORFOLOGÍA URBANA DE LA CIUDAD

La estructura morfológica urbana de la ciudad de Va-lladolid-Morelia es resultado de la dialéctica entre los elementos estructuradores del medio natural, arti-ficial, ambiental, social, cultural, económico y políti-co administrativo. La ciudad desde sus inicios está estructurada a partir de dos ejes que sirvieron de apo-yo a la traza; de oriente a poniente el camino Real de México a Guadalajara –lo que hoy es la Avenida Ma-dero– y de norte a sur, el de Cuitzeo a Tiripetío –Ca-lle Morelos–. Cómo se comentó anteriormente, la ubicación del asentamiento estuvo directamente vin-culada al abastecimiento de agua (figura 5).

La traza reúne características singulares que le dan un alto valor arquitectónico y urbano; es de retícula que acompaña la topografía del sitio, los inmuebles eclesiásticos y civiles se enlazan formando manzanas que en su totalidad conforman un conjunto armónico en consecuencia con su trazado. En ese contexto, se destaca el acueducto y todos los elementos comple-mentarios que surtieron de agua a la población du-rante un largo periodo de tiempo: las fuentes y pilas, ubicadas principalmente en las calles y plazas públi-cas (figura 6). Es importante remarcar que gran parte de las fuentes que hoy están presentes en el centro histórico de la ciudad son del siglo XIX. En la época virreinal había pocas fuentes; al respecto Ricardo Aguilera, apoyado en documentos históricos, dice: «... dos se encontra-ban en la zona de la Catedral (una en la plaza princi-pal y otra en la de San Juan de Dios), otras cuatro cercanas a los templos de Las Rosas, El Carmen, San Francisco y Las Ánimas; la última, la llamada Pila Escondida, estaba al poniente de la calle principal, hoy Avenida Madero» (Aguilera 2016, 132–133). La

Figura 4Vista aérea del acueducto (Archivo personal)

Figura 5Detalle del acueducto (Fotografía: archivo personal)

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proliferación de fuentes en la ciudad en la época in-dependiente se debe al incremento poblacional, y a la ley que delegó al Ayuntamiento de Morelia la res-ponsabilidad de la limpieza de las fuentes, repercu-tiendo en la construcción de más fuentes (figuras 7, 8, 9. 10).

La construcción de fuentes públicas respondía a una carencia real en la dotación de servicio de agua; ade-más de la función utilitaria fueron equipamientos ur-banos que dieron una impronta en la vida social de la ciudad, alrededor de ellas se establecieron muchas re-laciones sociales. Por otra parte, las fuentes eran ele-mentos que en muchas ocasiones complementaban su

Figura 6Vista aérea de la ciudad mostrando las características de la morfología urbana (Fotografía: archivo personal)

Figura 7Fuente de la Plaza de Armas (Fotografía: archivo personal)

Figura 8Fuente de la Plaza de San José (Fotografía: archivo perso-nal)

Figura 9Fuente de la Plaza de Villalongín (Fotografía: archivo per-sonal)

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función a través de derrames que eran aprovechados por la ciudadanía o corrían sin destino por las calles ocasionando problemas de toda índole e impactando en la salud pública. Un elemento que fue favorable al saneamiento público fueron los abrevaderos para los animales, construidos para mantener limpia el agua para el uso humano. Con el nombre de piletas, todavía quedan evidencias de estos depósitos en las fuentes del Santo Niño y de la Mulata (Aguilera 2016, 136).

En el Archivo Histórico Municipal de Morelia existe información que atestigua el número impor-tante de fuentes existentes en la ciudad decimonóni-ca. Se habla de la existencia de 43 fuentes en Morelia a lo largo del siglo XIX. Es importante decir que no todas las fuentes tenían la función de abastecer de agua a la población, muchas fueron elementos de adorno, manifestación ideológica representada por inscripciones y esculturas que reflejaron los gustos estéticos de la época. Además, hitos urbanos en la morfología de la ciudad. Se presenta un plano en el cual están señaladas 26 fuentes cuyo registro fue efectuado por Clara Bravo (2001) con base en docu-mentación archivística (figura 11).

LOS OFICIOS VINCULADOS AL ABASTECIMIENTO DE AGUA

Parte importante de la red de distribución de agua son los actores sociales vinculados a las actividades coti-dianas que permitieron a la ciudadanía obtener el pre-ciado líquido. Como se comentó con anterioridad, el acueducto fue la infraestructura urbana clave para el abastecimiento de agua de la ciudad de Valladolid-Morelia; en el desarrollo del ensayo se han visto todas las etapas constructivas hasta la fábrica dieciochesca

Figura 10Fuente de la Plaza de Capuchinas (Fotografía: archivo per-sonal)

Figura 11Plano de 1888 con la ubicación de las fuentes y pilas en el siglo XIX. Elaboración propia con base en el trabajo de Clara Bravo (2001)

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que permanece como hito urbano hasta nuestro días. A continuación se describe un actor social básico para el buen funcionamiento del acueducto.

La mecánica del acueducto necesitó la participa-ción de obreros experimentados que coadyuvaron en su buen funcionamiento; los «cañeros» o «canaleros» que ejercieron un papel clave. La actividad del «ca-ñero» consistía en mover las compuertas que estaban colocadas en lugares apropiados del canal, propician-do la abertura adecuada, conforme a un programa cuyo fin esencial era que nunca faltara agua en la caja terminal del acueducto y que los usuarios tuvie-ran en sus tomas, la cantidad del líquido que tenían derecho en función de las «mercedes de agua». Como comenta Carlos Bravo (1998) «Es ésta una operación delicada y cuidadosa que requiere expe-riencia y destreza. De otro modo sobrevienen fallas consistentes básicamente en que no se logra la carga requerida en las tomas, con perjuicio del servicio, o bien el nivel del agua rebasa los bordos del canal y derrama por encima de ellos» (Bravo 1998, 27). Así, ese oficio brindó el manejo humano al cumplimiento óptimo del sistema hidráulico del acueducto.

Otros oficios vinculados con el abastecimiento de agua fueron los fontaneros y aguadores, quienes se desempeñaron como piezas básicas en el reparti-miento del agua entre la población. Los fontaneros junto con los aguadores eran los responsables de sal-vaguardar la limpieza del agua, además designaban el lugar –fuente o cañería de algún particular– en atención a la solicitud de uso de los derrames de agua. También el fontanero era quien vigilaba y daba instrucciones en la construcción de alcantarillas, hi-drantes o caños, cuidando las dimensiones de éstos, asimismo indicaba como hacer el registro para la toma (Bravo 2001, 119).

El papel del aguador era surtir de agua a los habi-tantes de la ciudad y su actividad giró alrededor de pilas y fuentes. Contaban con recipientes de barro (cántaros) y después botes, los cuales eran cargados con la ayuda de un artefacto formado por una barra de madera de cuyos extremos pendían, sostenidos por cuerdas, unas bases en las cuales se asentaban los cántaros o botes (Morales 1990, 147). Los aguadores formaban un gremio con personalidad cívica. La mu-nicipalidad de Morelia se encargó de enlistar y nu-merar a cada uno de los aguadores; asimismo, éstos fueron organizados bajo las disposiciones del encar-gado general, y a su vez ellos, se apoyaron en los en-

cargados de cada pila. Para el buen funcionamiento de los servicios, el capitán asignado convocaba a los aguadores en las pilas o fuentes para limpiarlas, tam-bién cuidaban que los animales no bebieran agua di-rectamente de ellas y deberían vigilar para que no se lavara ropa o arrojara objetos a las fuentes y pilas. Lo anterior permitía al aguador conservar su patente o permiso (Pérez 2016, 86).

Como se puede ver, estos oficios complementaron el aspecto tecnológico del abastecimiento de agua y dieron vida a la cotidianeidad a la ciudad.

REFLEXIONES FINALES

Sin duda alguna el abastecimiento de agua es deter-minante para el desarrollo de un asentamiento huma-no. El caso presentado de la ciudad de Valladolid-Morelia permite ejemplificar la evolución de un sistema que en sus inicios fue muy primitivo y que alcanza con la fábrica dieciochesca del acueducto un importante avance constructivo.

También se puede concluir que las obras hidráuli-cas realizadas en la larga temporalidad relatada fue-ron un reflejo del avance tecnológico a lo largo del tiempo. De un primer acueducto de «cesped y barro» se logró una nueva conducción que en un tramo im-portante de la ciudad fue conformada por una sólida arquería de piedra, en cuya parte superior se alojó el canal. La muestra de la robusta edificación es su per-manencia en la morfología urbana de la ciudad ac-tual.

A partir del vetusto acueducto, se ramificó toda una red de distribución de agua que acompañó los avances tecnológicos de cada época y brindó una se-rie de elementos públicos y privados complementa-rios –fuentes y pilas– en la traza de la ciudad. Final-mente, el sistema se vuelve obsoleto –después de una larga temporalidad de uso– dejando de funcionar en la primera década del siglo XX, cuando es sustituido por tubería metálica que conduce el agua desde la planta de filtración.

Además de la materialidad física de los elementos que configuraron la red de abastecimiento de agua de Valladolid-Morelia, se reafirma la importancia de los actores sociales que participaron en las actividades de distribuir el agua a la población. Por otro lado, muchas de las muestras físicas del sistema hidráulico como pilas y fuentes han desaparecido o están en

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muy mal estado de conservación, ameritando urgen-tes trabajos de restauración. El acueducto está en buen estado de conservación debido a la restauración efectuada a finales del siglo XX.

NOTAS

1. Es importante mencionar que ½ buey de agua, que son 24 surcos, es decir 79.5 l/s, equivalentes a 6,869 metros cúbicos en un día (Icaza 1988, 223).

2. Se recomienda revisar el expediente localizado en el Archivo Histórico Municipal de Morelia (Sección: Go-bierno; Caja 35; Expediente: 15; Año 1737). El docu-mento fue paleografiado y está a la disposición en Eu-genia María Azevedo Salomao (2004).

3. Para ampliar sobre el tema de las mercedes de agua se recomienda consultar la investigación de Clara Elvira Bravo (2002). La autora hace reconstrucciones plani-métricas con la ubicación de las alcantarillas y merce-des de agua.

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