Documentacion Calidad
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Esta semana aterricé en esta entrada de Estevo en la que explica cómo documentar un
proceso. Se refiere Estevo a la práctica que, partiendo de un mapa general de procesos,
está orientada a recopilar la documentación (entradas, salidas,...) y los datos de cada
proceso que ejecutamos en nuestra empresa, con el fin de disponer de un catálogo de
procesos y tener así una visión global de nuestra actividad.
A mi me parece una idea interesante, seguro que a más de uno nos gustaría disponer de
una herramienta similar en nuestra empresa, pero conviene hacerse algunas preguntas
antes de lanzar un proyecto como este en nuestra empresa. A mi el soporte que propone
Estevo me gusta, creo que es muy interesante y comparto la mayoría de las ideas que
expone, pero quiero ir un poco más allá.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que documentar todos los procesos que
ejecutamos en nuestra empresa es un trabajo que requiere una gran dosis de
recursos. No sólo el personal que haga este trabajo, sino el tiempo que le tiene que
dedicar el resto a esta labor. Puede venir un equipo de consultores a prometernos el oro y
el moro, pero si no somos conscientes de la cantidad de trabajo que nos va a suponer,
nos podemos llevar una sorpresa muy desagradable.
En segundo lugar, es imprescindible determinar la profundidad del estudio que vamos a
realizar. No es lo mismo hacerlo a alto nivel (poco detalle de los procesos, sin llegar a una
descripción minuciosa), que un análisis de bajo nivel, que requiere un mayor esfuerzo, al
describir todas las tareas que se ejecutan, entradas, salidas,... con precisión.
En tercer lugar, conviene establecer prioridades y dedicar más tiempo del estudio a
aquellos procesos que aporten valor al cliente. Si nos centramos en procesos de soporte,
es decir, aquellos que no aportan valor añadido al cliente, corremos el riesgo de
perdernos por las ramas.
Una vez que hayamos valorado los puntos anteriores, conviene preguntarse sobre el
retorno que voy a obtener de este trabajo ¿Realmente me va a servir para algo? ¿O
simplemente voy a tener un manual la mar de bonito pero nada útil? ¿Lo voy a hacer yo o
se lo voy a encargar a alguien? No se hace con el mismo “cariño” y hay mucho becario sin
experiencia haciendo trabajos de este tipo, así que imaginaros la utilidad que tendrá al
final este proyecto. Recomendable meter siempre a “alguien de dentro” en el equipo de
trabajo, sin duda.
Otro punto a tener en cuenta es el de la actualización y el mantenimiento de este mapa
de procesos detallado. Me encanta una frase que he oído numerosas veces y que dice
que cuando acabas un proyecto de este tipo, tienes que volver a empezar porque los
procesos ya han cambiado y no sirve el mapa detallado. Si el proyecto es muy extenso, si
no se desarrolla con los recursos adecuados para ejecutarlo en un plazo razonable o si
los procesos son muy cambiantes, estaremos todo el día documentando nuevos procesos
o revisando los existentes.
El mapa de procesos es imprescindible mantenerlo actualizado, si no no vale de nada, y
debe teneralcance corporativo, es decir, debe ser único, el mismo para todas las áreas.
Si no se actualiza y cada departamento acaba usando el suyo, de poco habrá servido
todo este trabajo.
No debemos confundir el mapa de procesos con el organigrama, son 2 cosas
totalmente diferentes y que no tienen ninguna relación. El organigrama es una vision
(vertical) jerárquica de la empresa, mientras que el mapa de procesos es una visión
(horizontal) de los procesos que ejecutamos en nuestro negocio.
Como solución, además de las reflexiones anteriores, podemos considerar una
estrategia de partida de identificación de un mapa de procesos a alto nivel, estudiando
con poco detalle los procesos. A continuación, poco a poco, en función de las
necesidades de la empresa, se irá ampliando el foco de esta herramienta, centrando los
esfuerzos en los procesos más importantes, es decir, en los que aportan mayor valor
añadido al cliente. Si nos paramos un momento a pensar, podemos ver que tiene bastante
lógica el planteamiento de que los procesos están soportados en las aplicaciones que los
soportan (el ERP, el CRM,...), ahí es donde encontraremos el proceso con el máximo
nivel de detalle. Así que, cuando quieras saber cómo funciona, debes mirar el flujo de
tareas que sigue el usuario en la aplicación.
No sé cómo lo veis, pero a mi me parece bastante acertado. Quizá no sea lo más bonito,
ni lo que quede mejor en el documento de venta que presente una consultora, pero por lo
menos, por mi experiencia sé que funciona ¿Os atrevéis a aplicarlo en vuestras
empresas? ¿Cómo lo hacéis vosotros? ¿Os supone mucha burocracia gestionar
vuestros mapas de procesos?
Estrategias para los procedimientos documentados y sus registros
Parecen existir algunos prejuicios devastadores entre gerentes y
empresarios respecto de la necesidad o utilidad de documentar
sus procesos y procedimientos (el qué y el cómo de lo que hay
que hacer), así como de registrar sistemáticamente lo que
realmente se hace. Me gustaría referirme a dos de esos
prejuicios, que en mi opinión se han combinado para deteriorar la
imagen de estos instrumentos a los ojos de los directivos y que
provienen de una incompleta comprensión de su verdadera
importancia, función y utilización.
El primer prejuicio, en un extremo del espectro de opiniones,
condena a estos documentos al poco favorable sitial de enemigos
de la eficiencia, reductos burocráticos anquilosados que se
resisten a ser desplazados por la tecnología, o francas molestias
que obligan a postergar tareas mucho más productivas cuando no
hay otro remedio que confeccionarlos. Esta visión contempla los
procedimientos documentados como un mal que resulta necesario
—por ejemplo— cuando se desea certificar un sistema de gestión
pero que se olvida una vez logrado el objetivo, hasta que alguien
nos pregunta si se aplican. Es algo que exigen los auditores y que
suelen elaborar los consultores, a veces con insumos informativos
escasos y defectuosos, proporcionados por funcionarios más
proclives a guardarse los secretos de su actividad para sí mismos
—por las dudas— que a poner su conocimiento en negro sobre
blanco para que alguien más pueda utilizarlo.
En esta hipótesis, los documentos operativos constituyen hojas
muertas que acumularán polvo en algún cajón de escritorio hasta
la próxima revisión del sistema, en que todos correrán de un lado
para otro durante dos o tres frenéticas semanas, para actualizar
instrucciones que poco se aplicaron y formularios de registro que
raras veces fueron debidamente completados. A esto se reducen
muchos “sistemas de gestión de la calidad” que han sido
implantados por requerimientos de marketing en lugar de ser
inspirados por un verdadero afán de mejora. Y lo penoso es que,
la mayoría de las veces, esas dos o tres semanas de trabajo
bastan para mantener el privilegio, a pesar de algunos rezongos
de los auditores.
Y existe otro prejuicio, en el extremo opuesto del espectro.
Muchos empresarios, cuyos problemas operativos los han
superado, suelen contratar algún consultor que les ayuda a
escribir “lo que debe hacerse” y de ese modo intentan que cada
quien desempeñe su tarea tal como se espera. Esta transposición
conceptual percibe a las personas como máquinas programables
y desemboca en más conflictos, errores, resistencia, deserción y
fracasos, de los cuales el pobre consultor —que omitió explicarle
al empresario que esto no funcionaría— suele pagar el alto precio
profesional del error por cuenta ajena. Para el empresario, seguirá
siendo una buena idea que fue mal ejecutada.
Es tan peligroso creer que los documentos sólo son burocracia,
como atribuirles el mágico poder de cambiar una realidad que
tiene sus propias reglas. El comportamiento humano es complejo,
tanto que los propios científicos que han dedicado sus vidas a
estudiarlo están descubriendo, gracias a los sofisticados
instrumentos disponibles hoy en día, que es bien poco lo que
realmente saben acerca del funcionamiento de nuestro equipo
cerebral. Sin embargo, algunos datos muy básicos podrían
contribuir a resolver muchas de nuestras actuales dificultades
prácticas, si dejáramos de pensar que esos datos son inservibles
en el mundo real. Por tanto, vamos a repasar algunos de ellos y
su significado, en el contexto de las cosas que hacemos en las
organizaciones, para evaluar cuáles están erradas y qué cambios
sería oportuno introducir para mejorarlas.
Evitando la esquizofrenia organizacional
La exitosa ejecución de un procedimiento involucra recursos y
procesos neurológicos de diversa índole, que deben ser
comprendidos al menos de una manera básica, si pretendemos
lograr algún resultado aceptable. El despliegue de estos recursos
en la secuencia correcta permite anticipar fluidez a lo largo de la
implantación, para asegurar una conclusión acorde a lo
planificado.
El cerebro humano posee cinco regiones funcionalmente
diferenciadas, si bien todas ellas actúan en conjunto para realizar
importantes tareas que así lo requieren. El lóbulo frontal se ocupa
de la planificación y de la toma de decisiones; para hacerlo recibe
el aporte informativo especializado de las otras cuatro áreas
encefálicas: un análisis de las sensaciones contextuales (córtex
sensorial), la interpretación emocional de las experiencias
involucradas (sistema límbico), un inventario de la motricidad fina
disponible para uso inmediato (cerebelo) y una evaluación del
valor de supervivencia de lo que se pretende hacer (tronco o tallo
cerebral). Tal el pantallazo más elemental que podríamos
imaginar.
Decidido el rumbo a seguir, cada una de las cinco regiones podrá
dedicarse a su propia especialidad funcional, en íntima y continua
interacción con las demás áreas del encéfalo. En forma
intermitente, ejecutarán, consultarán, evaluarán y corregirán de
acuerdo a la retroalimentación que obtienen según van haciendo
cosas, porque cada una conoce perfectamente su misión en el
equipo y su contribución al resultado final. Es el mismo proceso
que debería seguir cualquier sistema, porque las reglas en este
nivel son idénticas. Y toda organización es un sistema.
La gran —enorme— diferencia entre los seres individuales y los
equipos es que cada uno de nosotros ha construído en su mente,
a lo largo de nuestra vida y en forma inconsciente, un “modelo” de
la realidad que utilizamos como un “mapa” de referencia para
pensar, para actuar y para relacionarnos con el entorno. Aun
cuando la experiencia actualiza continuamente ese mapa mental
—el cual, por consiguiente, nunca es igual a sí mismo en dos
momentos cualesquiera de la vida—, sentimos que tenemos una
personalidad y un esquema de valores, principios y criterios que
nos sirven de orientación, en función de los cuales hacemos lo
que hacemos.
En cambio, un equipo debe construir ese mapa o modelo de la
realidad en forma “artificial” y debe hacerlo sin olvidar a ninguno
de sus integrantes, porque es necesario que cada uno tenga la
oportunidad de realizar su aporte al modelo común para que
nazca viable, para que tenga vigencia y legitimidad. Y esto
debería hacerse desde la perspectiva sistémica, que contempla el
todo y las interacciones entre sus componentes, mediante la
diagramación de una “red neuronal” que servirá para identificar la
misión específica de cada subgrupo y de cada individuo en el
contexto de las metas globales. Cualquier otra cosa que hagamos
producirá un peligroso desajuste con la realidad, que conduce a lo
que suele llamarse “organización esquizofrénica”.
Recién aquí es pertinente y oportuno dedicarnos a especificar la
secuencia de las tareas y sus respectivos responsables en los
niveles operativos, a diseñar la manera de realizarlas con
probable éxito y a prever los controles que será conveniente
realizar para asegurarlo. En cada una de estas instancias, será
necesario respetar principios de ergonomía que permitan
anticipar, con alta probabilidad, un desempeño fluído de las
personas.
Y finalmente, llegó la hora de documentar.
La memoria de la organización, sustento de la memoria del equipo
Los documentos que representan los procesos y procedimientos
de la organización constituyen su memoria procedural, su relato
de cómo se hacen las cosas, su know-how. Son la materialización
teórica de sus valores y de su cultura, ya sea que se expliciten o
no, y por tanto deben ser coherentes con ellos. Es la única
manera que hemos encontrado hasta el momento de emular la
función mnemónica del cerebro humano cuando trasladamos el
esquema al nivel del equipo, que necesita “saber y recordar en
colectivo”. De esta manera, la comunicación entre todos sus
integrantes resultará fácil y fluída, porque todos ellos serán
capaces de hablar el mismo lenguaje operativo. Es la manera en
que la organización puede aprender y el punto a partir del cual
puede hablarse, en forma legítima, de “gestión del conocimiento”.
Los registros de las actividades, por su parte, son la memoria
episódica de la organización, un archivo biográfico que nos
permite continuar aprendiendo a partir de nuestros errores y de
nuestros aciertos. Lo que efectivamente hacemos y lo que
logramos en función de eso, nos sirve para revisar nuestras
acciones pasadas y para planificar cambios oportunos para
mejorarlas. Por lo tanto, los registros son aún más importantes
que los procedimientos, ya que reflejan la realidad, la práctica
cotidiana, salvando el siempre latente peligro de escribir lo que
quisiéramos hacer y no lo que hacemos en verdad. Es el baño de
humildad de algunos procedimientos que pecan de voluntarismo.
¿Es suficiente esto? De ninguna manera. Porque aún tenemos
que transformar esa memoria procedural de la organización —que
es sólo un “plan de trabajo”, un simple material de estudio— en la
memoria procedural humana que permite a las personas ejecutar
la misión organizacional. Es aquí que intervienen aquellos datos a
los cuales me referí al comienzo y que nos muestran de qué
manera podemos asegurar que cada uno haga lo que se espera.
El cerebro tiene sus propias reglas de funcionamiento y para
lograr ese propósito, es imprescindible respetarlas.
El lóbulo frontal, instrumento de nuestras más avanzadas
habilidades mentales, es también la región evolutivamente más
joven e inmadura del cerebro humano. Hay quienes se empeñan
en hacer funcionar a las personas desde este recurso para
realizar actividades complejas, sin tener en cuenta que la
memoria de trabajo que maneja esta zona cortical padece una
seria limitación en su capacidad de manejo de la información,
aunada a características aún más críticas como su alta volatilidad,
elevado consumo energético y efímera capacidad temporal de
almacenamiento. En muchas circunstancias, “poner más
atención” sólo produce más errores, mientras podríamos asegurar
su casi total ausencia si automatizáramos todo lo que puede ser
razonablemente automatizado. Y esto es lo que el cerebelo,
principal asiento de la memoria procedural humana, ha aprendido
a hacer a lo largo de trescientos millones de años de evolución
sobre el planeta. Porque necesitamos hacer la mayoría de las
cosas siempre igual, sin “pensarlo”. Como hacemos en la vida
diaria.
Cuanto más ergonómico sea el diseño de los procedimientos,
más corta será la curva de aprendizaje. Cuanto más rápido
automaticemos la conducta, por medio de la repetición
sistemática de actividades cuidadosamente descriptas, antes
lograremos liberar nuestra atención consciente para realizar las
tareas que verdaderamente la requieren. Y cuanto mejor
comprendamos la interacción entre los distintos procesos, más
fluída se hará la comunicación interna. Es lo que llamamos
máxima eficacia y óptima eficiencia.
Y todo gracias a que aprendimos a documentar correctamente lo
que hacemos.
http://www.liderazgolean6sigma.com/2014/06/5-ventajas-al-documentar-el-proceso.html
http://www.itson.mx/Universidad/Paginas/procedimientosocumentados.aspx