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“Florecerá el Desierto” (cf. Isaías, 41,19)
“El don de la Creación y sus desafíos en nuestro tiempo, tarea para la Iglesia”.
CHILE
Pastoral Social
Documento de trabajo Documento de trabajo
Pastoral Social Caritas ChilePastoral Social Caritas Chile
Agradecemos las fotografías aportadas por:DAS Caritas Temuco; Das San Felipe; Área Social del Vicariato de Aysén (Comisión Agua y Vida); Fundación CRATE (Área Talca); Pastoral Indígena; Archivo CECh y Pastoral Social Caritas.
ISBN:
Contenido
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
PARTE 1 | NUESTRO MEDIO AMBIENTE: SITUACIÓN Y DESAFÍOS
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LA CRECIENTE PREOCUPACIÓN AMBIENTALLUCES Y SOMBRAS DE LA SITUACIÓN MEDIOAMBIENTAL EN NUESTRO PAÍS
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Situaciones complejas que nos afectan a todosAvances frente a los grandes desafíos ambientales en Chile
RECAPITULEMOS... | PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
PARTE 2 | LA FE CRISTIANA Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓNLA CREACIÓN, DON DE DIOS Y PROYECTO DE AMORLA NOVEDAD DEL SEÑOR JESÚS EN LA CREACIÓNUNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL EN EL MUNDOUNA ÉTICA DE LA CORRESPONSABILIDAD Y DE LA SOLIDARIDADRECAPITULEMOS... | PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
PARTE 3 | ORIENTACIONES PARA LA ACCIÓN DESDE UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA DEL CUIDADO DE LA CREACIÓN
PROPUESTAS DESDE LA IGLESIA PARA EL BUEN HABITAR LA CREACIONA nivel personal y comunitarioA nivel pastoral
CONCLUYENDO
RECAPITULEMOS... | PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA
Producción y edición general:
Pastoral Social Caritas Chilewww.caritaschile.org
Diseño e ilustración:
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abril de 2009, los Obispos de Chile, reunidos en Villarrica reflexionaron sobre los actuales de-
safíos medioambientales y el rol de la Iglesia en este campo. Este trabajo estuvo animado por
el documento “El cuidado de la Creación, una oportunidad para la ética del amor”, elaborado
por la Comisión Nacional Justicia y Paz.
En esa ocasión los Obispos dialogaron sobre la necesidad de disponer de un documento de trabajo
que ayudara a sensibilizar a las comunidades y a abrir espacios de diálogo y colaboración con
personas e instituciones comprometidas con el cuidado del medioambiente, y encargaron al Área
de Pastoral Social Caritas que asumiera ese desafío.
A partir de esa solicitud, la Pastoral Social Caritas constituyó un equipo y consultó, perso-
nalmente o a través de documentos, a diversos especialistas; realizando, simultáneamente,
encuentros para recoger las prácticas y miradas de los equipos diocesanos que están imple-
mentando iniciativas ambientales.
El resultado de ese proceso es el presente Documento de Trabajo. Este busca ser un aporte al
objetivo planteado por los Obispos: “contribuir a la sensibilización, reflexión y actuación de la
comunidad nacional frente a los actuales desafíos ambientales, desde la identidad y enseñanza
de la Iglesia”.
Este trabajo ha sido posible por el impulso inicial del Equipo de Medio Ambiente constituido en
la Comisión Nacional Justicia y Paz, que estuvo integrado por Cristóbal Barros, Juan Cavada, Filma
Canales y Emilia Mozzó; su esfuerzo y entusiasmo aportaron la base para desarrollar este camino.
• PRESENTACIÓN •
En
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Agradecemos especialmente la valiosa colaboración de los equipos del DAS Copiapó, DAS San
Felipe, Fundación CRATE de Talca y DAS Temuco, por sus aportes y compromiso activo en favo-
recer espacios de diálogo que fueron dando cuenta de las realidades y -también- de las expe-
riencias y desafíos. Una mención especial a las diócesis de Linares, Villarrica, Ancud y vicariato
apostólico de Aysén, cuyas experiencias son recogidas como propuestas de camino. En esta
parte del proceso debemos hacer un agradecido reconocimiento a Bernardo Reyes, ecólogo,
cuya lúcida mirada y pasión por el cuidado de un ambiente que garantice una vida digna para
todos permitió visualizar en su complejidad y riqueza los retos a que nos enfrentamos.
Una especial mención a Misereor y Caritas Alemana, cuya confianza ha permitido abrir es-
pacios para dialogar sobre la realidad desafiante que constituye para toda la sociedad el
cuidado de la creación.
Finalmente, nuestra gratitud por la presencia, cercanía y constancia de pastores que han sido
un signo profético en la defensa y cuidado de la Creación en nuestro país: Mons. Juan Luis
Ysern, obispo emérito de Ancud; Mons. Gaspar Quintana, obispo de Copiapó; y Mons. Luis
Infanti, obispo vicario apostólico de Aysén.
Esperamos con este Documento de Trabajo de la Pastoral Social Caritas Chile, contribuir a
una reflexión de nuestros estilos vida para avanzar hacia un Desarrollo Humano Sustentable,
Integral y Solidario, que nos permita vivir en justicia, solidaridad y armonía como comunidad
humana y con la Casa Común que habitamos.
+ Manuel Camilo Vial Risopatrón ISPSch
Obispo de Temuco
Presidente Pastoral Social Caritas Chile
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ser humano tiene, por condición y vo-
cación, la tarea de desarrollarse inte-
gralmente; es decir, estamos llamados
a crecer como comunidad humana en calidad
de vida, en dignidad como personas, en convi-
vencia armónica y solidaria de unos con otros y
haciendo uso adecuado de las cosas, cuidando
nuestro medio ambiente.
Este camino de humanización lo vivimos inte-
rrelacionados con el entorno, el que -por me-
dio de la actividad humana- podemos cambiar,
afectar o influir directa e indirectamente. Es
preciso, pues, tener conciencia de que lo que
hagamos o no, influye en miles de personas,
conocidas o desconocidas, así como en las ge-
neraciones futuras.
Esta responsabilidad de desarrollarnos y cuidar
el mundo en que vivimos, para los creyentes
se ilumina desde la acogida de nuestra vida y
de toda la creación como un don precioso de Dios
que nos invita a ser colaboradores en su obra,
aprendiendo a vivir como hijos y hermanos. Así, la
humanidad entera está llamada a tomar concien-
cia de su papel como responsable del cuidado del
planeta, “nuestra casa común” como la llamó Be-
nedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial
de la Paz de 2008 .
Para los católicos, esta responsabilidad humana es
una de las dimensiones y consecuencias de nues-
tra fe en el Señor Jesús, como señala el Compendio
de Doctrina Social de la Iglesia, “la relación del hom-bre con el mundo es un elemento constitutivo de la identidad humana. Se trata de una relación que nace como fruto de la unión, todavía más profunda, del hombre con Dios” . Así, desde hace varios años la
Iglesia ha sido una de las voces que ha llamado a
pensar y revisar los modelos de desarrollo desde la
perspectiva de la dignidad humana y el respeto y
cuidado por la creación. Somos conscientes de que
• INTRODUCCIÓN •
el ser humano no debe “disponer arbitrariamen-te de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar” .
En las últimas décadas esta conciencia de la
responsabilidad por “nuestra casa común” ha
ido creciendo en muchos ambientes de nues-
tra sociedad y cultura, lo cual ha ocurrido de
la mano de los serios problemas medioam-
bientales a nivel planetario y, por tanto, tam-
bién en nuestro país.
Se constata una tendencia a la “explotación in-considerada de la naturaleza” que va generando
diversos problemas al ser humano y su medio
ambiente, como son la deforestación, la degra-
dación del suelo, la contaminación ambiental, el
agotamiento de los recursos, el cambio de las con-
El
BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Familia humana, comunidad de paz” (2008) n° 8.PONTIFICIO CONSEJO “JUSTICIA Y PAZ”, Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2004), n° 452. En adelante CDSI.JUAN PABLO II, Encíclica Centesimus annus (1991), n° 37.PABLO VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (1971), n° 21.
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diciones naturales y el habitar en zonas de riesgos.
Se trata de situaciones o prácticas ambientales,
tecnológicas y urbanísticas que afectan directa o
indirectamente la calidad de vida de las personas.
La transformación del entorno es la actividad hu-
mana que más favorece la vulnerabilidad de los
espacios y sociedades, con inequitativas conse-
cuencias al afectar principalmente a los grupos
más pobres y desfavorecidos de la sociedad.
Referirse al tema medioambiental requiere un diag-
nóstico complejo que involucra ámbitos diversos
como lo social, económico, cultural, político, cientí-
fico y religioso; sin embargo, más allá de las acen-
tuaciones y matices de los diversos diagnósticos
y análisis, es preciso constatar que los problemas
medioambientales y sus desafíos nos golpean a dia-
rio y dramáticamente. Habrá quienes consideren este
tipo de reflexiones alarmistas y propias de intereses
que en nada aportan a las necesidades de un país
que requiere crecer económicamente. Habrá otros
que se incomoden con la palabra de la Iglesia
en temas de marcado carácter técnico, donde lo
ético, aparentemente, poco y nada tendría que
aportar. Sin embargo, como Iglesia estamos se-
guros de que habrá también quienes escuchen
atentos un mensaje que apela a la conciencia
humana y a la esperanza, y se comprometan a
ser una luz en medio de un país que sufre serias
vulneraciones sociales y ambientales.
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La Conferencia Episcopal de Chile, desde el área
de Pastoral Social Caritas, ofrece el presente docu-
mento de trabajo para contribuir a la sensibiliza-
ción, reflexión y acción de la comunidad nacional
frente a los actuales desafíos ambientales, desde
la identidad y enseñanza de la Iglesia. Así, quere-
mos dar una mirada amplia a los diversos desafíos
ambientales que vive nuestro país, presentar la
mirada de la fe cristiana sobre la creación e invi-
tar a acciones de cuidado del hábitat para bien de
toda la humanidad y de las generaciones futuras.
La Iglesia ha sido una de las voces que ha llama-
do al mundo a pensar sus modelos de desarrollo
desde la perspectiva de la dignidad humana y
el desarrollo integral, discerniendo permanente-
mente sobre la realidad desde la fe y como parte
de la reflexión sobre los procesos de la globaliza-
ción, la situación medioambiental y su impacto
en la justicia y la solidaridad.
Lo hacemos animados por la palabra del Papa
Benedicto XVI cuando señala que “la Iglesia tie-ne una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida” .
BENEDICTO XVI, Encíclica Caritas in veritate (2009), n° 51.5
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PARTE 1
NUESTRO MEDIO AMBIENTE: SITUACIÓN Y DESAFÍOS
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esta primera parte queremos mirar algunos de los problemas y
desafíos de la situación del medio ambiente que se dan en nues-
tro país y que parecen más relevantes. No pretendemos refe-
rirnos a todo, ni abundar en datos acerca de los problemas y desafíos,
sino dar una mirada de conjunto que nos ayude a tomar conciencia del
problema y acoger los principales intentos para enfrentarlo, tanto
desde la legislación como desde las acciones que para ello se realizan.
· LA CRECIENTE PREOCUPACIÓN AMBIENTAL ·
El incierto escenario mundial producido por la
escasez de combustibles fósiles, la inseguri-
dad alimentaria, la pérdida de biodiversidad, la
contaminación ambiental, el temor a la falta de
energía, el calentamiento global en paralelo con
la creciente recurrencia de desastres naturales, y
la renovada amenaza de contaminación nuclear
y sus impactos para la vida, han despertado un
profundo interés por la cuestión ambiental.
PARTE 1
• NUESTRO MEDIO AMBIENTE: SITUACIÓN Y DESAFÍOS •
En la última década, la preocupación por la llamada
“crisis ambiental” ha traspasado a los grupos de exper-
tos y se ha instalado progresivamente como un desafío
para toda la sociedad. Cada vez más, las personas y
comunidades se hacen conscientes del impacto que los
problemas ambientales tienen en su vida cotidiana, por
ejemplo, los efectos de la contaminación atmosférica o
del adelgazamiento de la capa de ozono se han instala-
do en la experiencia diaria de las personas.
Si bien se observa un creciente despertar de la
preocupación por los desafíos que suponen los
temas ambientales en nuestro país y a nivel mun-
dial, ésta aún no es suficiente para que todos
asuman una forma de vida que responda a las
necesidades que este nuevo escenario demanda.
Antes de posicionarse como tema significativo
dentro de la opinión pública nacional y en las
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preocupaciones de los sectores públicos, privados y de la sociedad civil de
nuestro país, la cuestión medioambiental emergió como un desafío global
dada la evidente transversalidad de las problemáticas y el encadenamiento
de los fenómenos en una escala planetaria. Son diversos los estudios y aná-
lisis al respecto, destacándose aquí dos ámbitos que reflejan una realidad de
carácter mundial:
Cambio climático, sostenibilidad y justicia socio-ambientalEste concepto se refiere a cambios en el clima atribuidos, directa o
indirectamente, a la actividad humana y que alteran la composición de
la atmósfera mundial, sumándose a la variabilidad natural del clima.
El problema del cambio climático es, ante todo, una cuestión de sos-
tenibilidad y de responsabilidad ante las futuras generaciones, pues a
menos que se protejan adecuadamente los recursos naturales, a me-
diano y largo plazo, no será posible vivir una vida digna en la Tierra.
La acción del ser humano requiere una cuidadosa atención a las con-
secuencias que tiene en este ámbito, pues -como señala el Papa Juan
Pablo II- “toda intervención en un área del ecosistema, debe considerar sus consecuencias en otras áreas y, en general, en el bienestar de las generaciones futuras" .
La crisis del cambio climático puede comprenderse como una gran hipoteca
medioambiental sobre las posibilidades de consumo actuales y de las futu-
ras generaciones, pues sin sostenibilidad ecológica, los triunfos en la lucha
contra la pobreza tendrán únicamente una duración limitada.
a)
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preo
nues
JUAN PABLO II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Paz con Dios creador, paz con toda la creación”(1990) nº 6
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Globalización y crisis ecológicaCon el avance de las tecnologías y los medios de comunicación social, hoy es posible ver de
manera casi instantánea los eventos y catástrofes que ocurren en distintas partes del mun-
do. Las hambrunas y guerras civiles o los efectos de los grandes desastres ambientales y
los conflictos sobre los recursos, son hoy más visibles a más personas, con solo encender el
televisor o acceder a Internet. Esto ha permitido que la opinión pública esté más informada
respecto de la intensidad, la escala y la rapidez con que se deteriora el medio ambiente. Con
un mayor conocimiento sobre la cuantía de los daños detectados en el entorno biológico y
físico, emerge progresivamente en algunos sectores técnicos, académicos y ciudadanos una
percepción cada vez más arraigada de que la situación actual corresponde a una “crisis eco-
lógica”, que a su vez es una de las muchas manifestaciones de la denominada “crisis global”
que hace percibir el mundo en que vivimos como un lugar más incierto y menos seguro.
En este contexto, el debate actual se refiere a las posibilidades que tiene el actual modelo de
desarrollo de proporcionar progreso integral y bienestar al conjunto del planeta; con sombrías
previsiones que acrecientan la sospecha de que la escasez de bienes esenciales para la vida
del ser humano será uno de los hechos que marcará la vida en extensas regiones del planeta
durante las primeras décadas del nuevo milenio. “Ante el trasfondo de la globalización y el límite cada vez más visible de los bienes del planeta, así como la grave crisis del mercado desregulado, es necesario definir nuevamente el concepto de bien común, considerando que las perspectivas nacionales sólo inciden de forma insuficiente. A nivel internacional la presión sobre los bienes naturales aumenta intensamente y en el futuro la seguridad sobre el suministro de materias primas y de alimentos determinará en forma esencial las relaciones bilaterales y multilaterales, poniendo en serio riesgo la paz” .
b)
CELAM – MISEREOR, Simposio "El bien común ante la escasez de recursos", Ciudad del Vaticano, marzo 2009, p. 11.7
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· LUCES Y SOMBRAS DE LA SITUACIÓN MEDIOAMBIENTAL EN NUESTRO PAÍS ·
Chile evidencia un desarrollo con contrastes,
donde el alto crecimiento económico no se con-
dice con las profundas desigualdades sociales en
la distribución del ingreso, los bajos índices de
participación ciudadana, la existencia de secto-
res sociales y territoriales postergados y una si-
tuación de pobreza que al 2009 afectaba al 15,1%
de la población . Los avances en términos de cre-
cimiento, economía y productividad, entre otros
indicadores, contrastan también con la fragilidad
de la situación medioambiental, donde si bien
se han realizado avances enmarcados en la cre-
ciente preocupación y relevancia que ha tomado
este tema, hay serias y diversas vulnerabilidades
generadas por el modelo económico agroexpor-
tador, el modo de producción y uso de recursos,
los altos índices de contaminación y el monopo-
lio de recursos.
Situaciones complejas que nos afectan a todos
El desarrollo desigual que se verifica en Chile cobra
aun mayor relevancia al reconocer los diversos focos
de conflicto ambiental existentes en nuestro país,
los cuales interpelan a la toma de conciencia y a la
acción. Son variados los actores técnicos y académi-
cos, centros de estudio y organizaciones ciudadanas,
entidades públicas y privadas, que han evidenciado
un diagnóstico crítico respecto de la situación; reco-
gemos aquí algunas de situaciones significativas que
tocan a nuestro país:
π
π
La explotación de minerales en la zona norte
(regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, An-
tofagasta, Atacama) produce serias consecuen-
cias a causa del extensivo uso de agua, gene-
rando contaminación y escasez de este recurso,
lo que se suma a los efectos de los desechos
tóxicos y relaves mal tratados.
Las centrales termoeléctricas ubicadas en el
norte y centro-sur del país, con una significa-
tiva contaminación atmosférica y marina, van
generando -también- en diversas ocasiones
derrames de metales pesados nocivos y con
reconocidas consecuencias graves para la
salud humana.
La desertificación, producto de la defores-
tación, las malas prácticas agrícolas y ga-
naderas, y el uso intensivo de agua por la
gran industria es otro mal que afecta trans-
versalmente al país, poniendo en serio
riesgo la sostenibilidad de la vida.
La disminución del bosque nativo por la
introducción de monocultivos comerciales,
forestales o frutícolas, que se observa prin-
cipalmente entre O’Higgins y La Araucanía,
produce cambios importantes en los eco-
sistemas de origen y provoca el despobla-
miento de poblaciones rurales.
Las plantas productoras de celulosa entre las
regiones del Maule y Los Ríos también han
evidenciado importantes contaminaciones,
causando incluso la muerte de avifauna.
La existencia -en todo el país- de diversos
problemas que afectan la disponibilidad
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Cf. Ministerio de Planificación (MIDEPLAN), Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica (CASEN) 2009. 8
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de agua: escasez para consumo y peque-
ña producción, uso intensivo por la gran
industria, contaminación de ríos, lagos y
costas, y concentración de la propiedad.
En Los Lagos y Aysén, el auge y poste-
rior caída de la empresa salmonera trajo
serias consecuencias a los recursos ma-
rinos producto de los desechos biológi-
cos y el uso masivo de antibióticos; en
su derrumbe generó serios problemas
sociales a causa de la cesantía, además
del cambio cultural que produjo su rápi-
da inserción.
Relevante es el caso de Hidroaysén, que
ha puesto en cuestión los efectos ambien-
tales y sociales de los grandes proyectos
hidroeléctricos y la precariedad de la regu-
lación ambiental chilena.
Propuestas como el proyecto minero en
Isla Riesco, en Magallanes, que impactan
en zonas de ecosistemas frágiles y que
constituyen zonas de reservas naturales.
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Estamos, pues, ante un conjunto de situaciones que
configuran un problema que afecta a todo el país -el
cual, a su vez, se inserta en un contexto planetario-
tocando el conjunto de la vida humana, la calidad
de ésta y los modos de producción, el acceso equi-
tativo a los bienes comunes, la responsabilidad con
las generaciones futuras en la sustentabilidad de la
vida humana y de la biodiversidad.
Hay algunas realidades que es preciso afrontar en la re-
flexión, en el análisis y en la acción en torno a los temas
ecológicos, pues soslayarlos conduciría a una mirada
sesgada del problema, sin considerar sus principales
causas estructurales. Aquí nos limitamos a indicarlas:
La profundización de un modelo económico ex-portador de recursos naturales: la estrategia ex-portadora ha liderado el proceso de desarrollo
y acumulación económica, mostrando grandes
avances en sectores como la minería, el forestal,
la pesca y la agricultura, rubros que explican en
gran proporción el crecimiento económico obser-
vado en estas dos últimas décadas. Si bien el mo-
delo, desde una perspectiva macroeconómica, pa-
rece gozar de buena salud, desde una perspectiva
social muestra tonos de luz y sombra. Las políticas
a)
b)
Complejas situaciones de concentración de
población urbana con altos niveles de con-
taminación ambiental, problemas de manejo
de desechos y aguas servidas, de transporte
urbano, y la presencia de industrias conta-
minantes asentadas en ambientes urbanos.
π
Esta breve descripción de algunos de los conflic-
tos medioambientales presentes en nuestro país
expresa el carácter generalizado del problema
que afecta variados ámbitos de la vida personal
y social de los habitantes de Chile. Los diversos
conflictos locales que existen han ido generando
progresivamente una conciencia de lo ecológico,
asumida de forma más o menos generalizada
por personas a quienes invade una sensación
de apremio y de corresponsabilidad en la bús-
queda de soluciones. La creciente conciencia de
la necesidad del cuidado de nuestro hábitat no
está confinada a la esfera de grupos de acción
ciudadana, sino que se ha instalado en el ám-
bito de una conciencia social y ética de nuestra
sociedad, incluyendo al Estado y sus organismos
vinculados al tema, a la comunidad científica, a
las organizaciones sociales y a la Iglesia.
sociales y el aumento del empleo han permiti-
do disminuir de manera sustantiva la pobreza
y la indigencia, sin embargo Chile presenta
una de las más altas tasas de inequidad .
Un aspecto en común del modelo de agri-
cultura de exportación, el sector forestal,
la pesca industrial y la acuicultura, es que
sus éxitos económicos no se condicen con
condiciones de vida digna de sus trabaja-
dores, ni con el desarrollo local. Junto con
la concentración de la propiedad y la ri-
queza, también se produce un deterioro
de los sistemas naturales, la contamina-
ción de las tierras y las costas, y el em-
pobrecimiento y migración de las comuni-
dades locales. La deuda social y ecológica
del modelo pareciera aumentar año a año,
haciendo difícil proyectar cambios sustan-
tivos sin una decidida política pública que
proteja los bienes comunes y genere medi-
das efectivamente redistributivas.
El modo de producción y el uso de los re-cursos: la fragilidad de los ecosistemas chi-
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Agua: disminución en cantidad y calidad
de los recursos hídricos.
Bosques: impacto del crecimiento de las
plantaciones forestales en la pequeña
agricultura y las comunidades rurales,
disminución del bosque nativo y de bio-
Aire: la preocupación por la contami-
nación atmosférica de la vida urbana y
de la actividad industrial se concentra
en Santiago, mientras muchas otras
ciudades de Chile son zonas también
saturadas de contaminantes atmosfé-
ricos (Calama, Tocopilla, Ventanas, Te-
muco, Chillán, Talca, Osorno, etc.).
Uso de pesticidas: su aplicación masiva
a grandes extensiones de terreno afec-
ta a trabajadores, al aire, a las fuentes
de agua y pozos profundos.
Ríos: se han ido transformando en ver-
tederos de aguas servidas domésticas
y vertederos de desechos industriales.
Borde costero: afectado por el derra-
me de combustibles y de diversos de-
sechos industriales.
c)
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diversidad, alta concentración de la pro-
piedad forestal, altos índices de pobreza
en las “comunas forestales”.
Energía: carencia de una política energéti-
ca, alta concentración de la propiedad de
la producción de energía (en especial, la
energía eléctrica), gran cantidad de con-
flictos socio-ambientales asociados a la
presencia y a la construcción de centrales
hidroeléctricas o termoeléctricas.
Contaminación: el manejo de los residuos de to-
das las formas de presencia y actividad humana
es un problema creciente, tanto a nivel de de-
sechos domésticos como industriales. Es una
tarea que -habitualmente- no es asumida por
las empresas, sino que su costo es transferido
al conjunto de la sociedad. Las manifestaciones
de la contaminación y el deficiente tratamiento
de desechos tiene diversas manifestaciones:
lenos, basados en la explotación intensiva y
muchas veces irracional de los recursos na-
turales, particularmente los no renovables
como el suelo y agua, junto con la estrate-
gia de desarrollo basada en el monocultivo,
entre otros factores, ha puesto de manifies-
to de manera dramática los daños al medio
ambiente que genera un determinado modo
de producción y uso de los recursos en base
al modelo económico agroexportador.
Al recorrer Chile se observa cómo la interac-
ción del hombre con su entorno genera, en
muchas ocasiones, negativas consecuen-
cias en las aguas, el aire, los suelos y la
biodiversidad de la flora y fauna. Los pro-
blemas aparecen por doquier, entre otros:
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Entre los numerosos estudios sobre el tema: según el Banco Mundial, organismo que realiza el seguimiento a la evolución del Índice de Gini, que mide desigualdad; Chile ha mejorado su distribución del ingreso, sin embargo sigue siendo el 6° país más desigual de Latinoamérica, tras Colombia, Bolivia, Panamá, Brasil y Guatemala, y se ubica entre los 20 del mundo con peor dis-tribución (http://www.capital.com.pa/?p=2412). Estudios de ONU Habitat de 2010, señalan que nuestro país tiene dos ciudades entre las más desiguales de América Latina: Santiago ocupa el 5° lugar, con un índice Gini de 0,55; y Chillán el 7°, con 0,51.- Entre las 10 ciudades latinoamericanas con mayor desigualdad es superado por: Goiania (0,65) Brasil; Bogotá (0,61) Colombia y Ciudad de México (0,56). (http://www.lanacion.cl/santiago-desigualdades-urbanas-y-proyecciones/noticias/2010-12-06/200016.html). Según The Economist, la inequidad es un fenómeno que crece en el mundo y no solo en nuestro país, que a la vez, está ubicado en el continente con peor distribución del ingreso: “Unbottled Gini: Inequality is rising. Does it matter-and if so why?” Jan 20th 2011 (http://www.economist.com/node/17957381?story_id=17957381&fsrc=scn/tw/te/rss/pe).
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Acceso y propiedad de recursos naturales: otra
dimensión que ha sido relevada por los diver-
sos actores vinculados con el sector medioam-
biental, y que muestra una de las particulari-
dades del caso chileno, son las condiciones de
acceso y propiedad de los recursos naturales,
en donde se opera bajo una lógica de mercado
que, en muchas ocasiones, genera negativas
consecuencias principalmente para las pobla-
ciones más pobres y vulnerables.
Entre los diversos ámbitos de problemas
del acceso y propiedad de recursos natu-
rales es particularmente significativo el del
agua: la legislación que rige y ordena los
derechos de uso y propiedad del agua, no
ha protegido adecuadamente este recurso
vital y en muchos lugares se manifiesta una
sobreexplotación y concentración, con acuí-
feros agotados y serios conflictos entre las
comunidades locales y los sectores produc-
tivos que concentran estos derechos.
El agua se ha transformado en una mercan-
cía transable en el mercado, prácticamente sin
restricciones. La asignación de derechos de uso
a perpetuidad constituye, en la práctica, derecho
de propiedad individual, independiente del dere-
cho de propiedad sobre la tierra. Como en ningún
otro país, los derechos de agua pueden venderse,
comprarse y transferirse libremente, vulnerán-
dose las relaciones territoriales que vinculan los
recursos hídricos con el suelo y a las aguas super-
ficiales con las subterráneas. Al mismo tiempo, las
solicitudes de asignación de nuevos derechos no
están sujetas a prioridades según el tipo de uso.
Limitación y desgaste de los recursos naturales: es
una verdad de orden físico que en un planeta li-
mitado y finito, los recursos no son ilimitados e
infinitos. Siendo que los recursos son cada vez
más limitados, su uso debe estar regulado de
manera de favorecer un desarrollo sustentable
y en solidaridad con las generaciones futuras.
El uso racional y equitativo de los recursos, así
como el cuidado de la biodiversidad es una ta-
rea que requiere de una legislación adecuada
tanto como de una coherente formación en una
cultura de responsabilidad ecológica, en todos
los niveles de la población.
Avances frente a los grandes desafíos ambientales en Chile
Si bien nos falta mucho camino por recorrer en el
desarrollo de una conciencia de responsabilidad y
equidad en la relación con el medio ambiente, en
medio de las complejas situaciones que nos afec-
tan hay indicios de un despertar de dicha concien-
cia que se manifiesta en algunas iniciativas de los
diversos actores sociales implicados.
d)
a)
e)
Cambios en materia medioambiental en el sector público
En octubre de 2010 comenzó a regir en
Chile la ley 20.417, que dio origen a una
nueva institucionalidad ambiental que
significó la creación del Consejo de Mi-
nistros para la Sustentabilidad, organis-
mo que, a través de un nuevo instru-
mento de gestión ambiental denominado
Evaluación Ambiental Estratégica, tiene
como propósito velar para que la pers-
pectiva medioambiental esté incorporada
en los planes, programas y políticas de
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las distintas carteras del Estado. Además se es-
pera que el segundo semestre del 2012 entre en
total funcionamiento la Superintendencia del Me-
dio Ambiente, con la misión de fiscalizar el cum-
plimiento de la normativa ambiental vigente y de
las condiciones sobre cuya base se aprueba el
desarrollo de proyectos o actividades, aplicando
sanciones en caso de detectar incumplimientos.
Para esto, se avanza en la generación de tribu-
nales ambientales que conocerán y resolverán
los conflictos de carácter ambiental en nuestro
país. En igual situación se encuentra el Servicio
de Biodiversidad y Áreas Protegidas, entidad para
velar por la preservación de la naturaleza y la con-
servación del patrimonio ambiental.
Con el establecimiento del marco normativo, la ges-
tión ambiental ha generado avances en los últimos
años. Chile se ha convertido en un referente para
otros países de la región en materias de desconta-
minación atmosférica urbana y gestión de los resi-
duos sólidos domiciliarios. La experiencia en la
reducción de la contaminación atmosférica de la
capital chilena, Santiago, ha sido gravitante en la
Iniciativa de Aire Limpio para ciudades de Améri-
ca Latina . Ademas, con el objetivo de recuperar
los niveles de calidad ambiental de las zonas ale-
dañas a las megafuentes mineras, se implemen-
taron también planes de descontaminación.
Para aumentar el porcentaje de cobertura en el tra-
tamiento de aguas servidas, el Gobierno exigió a
COMISIÓN NACIONAL DEL MEDIO AMBIENTE, Chile: ejemplos de desarrollo sustentable, 2010.
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las empresas sanitarias presentar planes de desa-
rrollo, con un cronograma que obliga a las empre-
sas sanitarias a construir plantas de tratamiento,
con la meta de lograr casi un 100% de cobertu-
ra para el año 2010. Como forma de remediar la
contaminación en ríos, lagos y costas producto de
descargas industriales, se definieron normas para
controlar las emisiones y la calidad de esas aguas.
La paulatina construcción de plantas de tratamien-
to de aguas servidas está permitiendo recuperar
gran parte de los recursos de agua dulce del país. A
la fecha se han tratado alrededor de un 35% de las
aguas servidas .
En el tratamiento de residuos, a principios de la
década del 90 Chile ya contaba con una cobertu-
ra de un 98% de recolección de residuos sólidos
domiciliarios en zonas urbanas; sin embargo, la
disposición final de éstos se realizaba en sitios sin
certificación ambiental, por tanto sin tratamiento
alguno para controlar los efectos que provocaba
su disposición final en el medio ambiente. En 1996
se estableció la obligación de certificar ambiental-
mente en los proyectos de Impacto Ambiental, el
tratamiento y disposición de los residuos sólidos.
Además, se han construido rellenos sanitarios que
deben cumplir exigencias técnicas y ambientales.
En 1996, sólo el 13% de la basura generada en
el país iba a rellenos sanitarios, cifra que en el
2002 llegó al 50% .
A pesar de las complejas situaciones señaladas
que nos afectan, es posible constatar que se van
implementando cuerpos legales y políticas esta-
tales orientadas a la protección del medio am-
biente; sin embargo la magnitud y cuantía de los
problemas hacen ver la necesidad de un mayor
desarrollo de dichos cuerpos legales y políticas
estatales que permitan enfrentarlos de modo
eficaz y oportuno. 11
12
Ibid.Ibid.
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Opinión pública y acciones ciudadanas en materia medioambiental
Frente a los conflictos ambientales que
se han manifestado en el país en los úl-
timos años, la ciudadanía ha tenido un
rol protagónico en la denuncia y acción
colectiva frente a megaproyectos que
afectan a comunidades locales y siste-
mas ecológicos frágiles; han sido pro-
cesos de movilización que vinculan a la
comunidad civil con organismos científi-
cos y académicos, entidades políticas y
otros actores sociales. Estas movilizacio-
nes son el reflejo de una sociedad civil
más activa ante sus derechos, con mayor
conciencia y responsabilidad en los te-
mas vinculados al desarrollo, al medio
ambiente y a la sostenibilidad de la vida.
Algunos ejemplos de la incidencia que
ha tenido la ciudadanía en la promoción
y defensa de sus derechos ambientales
han sido casos como el proyecto minero
de Isla Riesco en la región de Magalla-
nes; las protestas de habitantes de la lo-
calidad de Caimanes en rechazo a la insta-
lación de un tanque de relaves en la Región
de Coquimbo; las movilizaciones en contra
de la aprobación de la Central Termoeléctri-
ca Castilla en Copiapó, así como lo ocurrido
con la Central Termoeléctrica Barrancones,
donde la fuerza de la movilización ciuda-
dana frenó el desarrollo del proyecto pro-
poniéndose su relocalización definitiva. La
experiencia más masiva de movilización so-
cial es la que se ha generado con el proyec-
to hidroeléctrico Hidroaysén, donde miles
de personas han manifestado su rechazo
al proyecto en distintos puntos del país,
desplegando además una importante pre-
sencia en los medios de comunicación.
Estas situaciones han evidenciado que el
tema medioambiental es una preocupación
importante en la opinión pública, interpe-
lando al sector público y privado por sus
actos u omisiones. Son acciones que re-
flejan una creciente conciencia ambiental
colectiva dispuesta a defender el medio
ambiente, la calidad de vida y la susten-
tabilidad y carácter integral del desarrollo.
Responsabilidad social empresarial
En los últimos años ha empezado a to-
mar fuerza la noción de responsabilidad
medioambiental en el marco de la respon-
sabilidad social empresarial, expresada en el
compromiso de las empresas en la aplicación
de las regulaciones ambientales existentes y
el desarrollo de buenas prácticas de produc-
ción y su impacto en el medio ambiente.
Diversas empresas de un amplio rango
de sectores y áreas geográficas, han en-
contrado el valor y la ventaja competiti-
va de desarrollar iniciativas ambientales
sustentables, tanto en su relación con la
comunidad como en el impacto ambien-
tal que generan. En este sentido, tam-
bién el mercado ha sido traspasado por
la tendencia mundial hacia el cuidado de
la naturaleza; sin embargo, se trata de
una tendencia que aún poco incide en la
solución de los problemas, pues un nú-
mero significativo de ellos proviene -pre-
cisamente- de diversos tipos de proyec-
tos productivos de empresas privadas.
b) c)
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Acción de la Iglesia
La Iglesia en Chile ha tenido una preocu-
pación constante en temáticas relacionadas
con el resguardo del medio ambiente como
parte del designio de Dios para toda la hu-
manidad. El desarrollo rural, la promoción
humana de las comunidades en situacio-
nes de exclusión y la organización social
para el resguardo de derechos han estado
dentro de las líneas de acción de diversos
programas de pastoral social que, junto a
las comunidades y otras organizaciones de
la sociedad civil, han implementado inicia-
tivas de promoción, conservación y manejo
de recursos naturales. Las acciones de la
Iglesia en el campo ambiental se manifies-
tan principalmente a través de:
El testimonio en acciones concretas: muchos laicos y laicas, consagrados y
consagradas, agentes de pastoral so-
cial se han involucrado en iniciativas
de agricultura sostenible, educación
medioambiental y recuperación del
patrimonio natural.
π
π
π
π
π
La interpelación: expresada principalmente a
través de documentos y gestiones públicas
que han buscado hacerse parte de la realidad
de comunidades en conflicto.
La organización: de diferentes grupos y comu-
nidades para la defensa de temas como el cui-
dado y protección del agua, en la defensa y
derecho a un aire limpio, en el uso y propiedad
de los suelos, en el uso de la energía y en el
cuidado y protección de la biodiversidad.
Procesos de formación de la conciencia de las personas: a través del conjunto de la acción
pastoral, motivando y promoviendo jornadas
formativas, cursos y seminarios sobre el valor
del medio ambiente y la responsabilidad de to-
dos en su cuidado.
Declaraciones públicas: cuando en la agenda públi-
ca existen temas ambientales de alta relevancia, la
Conferencia Episcopal ha manifestado la doctrina
de la Iglesia acerca de la responsabilidad común en
el cuidado de la creación y en el desarrollo integral
de la persona en relación con el medio ambiente.
Si bien se reconoce un esfuerzo importante de
parte del Estado, de la sociedad civil, del sector
privado y de la Iglesia para avanzar en un cami-
no de desarrollo sostenible, en la práctica, hay
carencias y debilidades en la capacidad de aten-
der adecuadamente a los problemas medioam-
bientales que deben ser asumidos desde el rol
propio de los diferentes sectores del país.
d)
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Para vivir y desarrollarse, hombres y mujeres deben necesariamente interrela-
cionarse con su entorno y crecer en él. En dicha vinculación, pueden cambiar,
afectar o influir directa e indirectamente en su hábitat, lo que plantea la
exigencia de tener conciencia de que lo que hagamos o no, influirá en miles
de personas, tanto aquellas que comparten un tiempo y un espacio, como las
generaciones futuras.
Las condiciones críticas en el manejo ambiental y de los recursos afectan
la calidad de vida de las personas, haciendo más vulnerables a grupos
humanos, principalmente a los grupos más pobres y desfavorecidos. Así,
el problema medioambiental es también un problema social, de justicia
y solidaridad.
Chile evidencia un desarrollo con contrastes, donde los avances en términos de
crecimiento, economía y productividad, entre otros indicadores, no se condicen
con la fragilidad de su situación medioambiental. Si bien se han realizado avances
que no se deben desconocer, la balanza arroja un resultado negativo debido a las
diversas vulnerabilidades producto del modelo económico agroexportador, el modo
de producción y uso intensivo de recursos, los altos índices de contaminación, la
monopolización de recursos y la falta de un modelo sustentable de desarrollo.
Hoy existe una creciente preocupación ambiental a nivel mundial y local, producto
de la constatación de los diversos riesgos y problemáticas ecológicas, así como la
vivencia de sus efectos en la vida diaria de personas y comunidades. No obstante
aquello, ésta aún no es suficiente para que todos y todas asuman una forma de
vida cuidadoso con la Creación.
Recapitulemos…
Preguntas para la reflexión
• ¿Cuáles son los problemas ambientales que más afectan a mi ciudad o localidad? ¿A qué se deben? ¿Qué puedo hacer para enfrentarlos?
• ¿Qué tan informado estoy de la situación ambiental de nuestro país?
• ¿Cómo contribuyo yo cuidado o al deterioro del medio ambiente?
• ¿Qué cambios es posible realizar en nuestra forma de vida para ir resolviendo los problemas ambientales?
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PARTE 2
LA FE CRISTIANA Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓN
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la raíz de la fe cristiana se encuentra un
gran acto de amor. Se trata del amor de
Dios a este mundo, tal como lo mani-
fiestan las palabras de Jesús: “tanto amó Dios al mundo que envío a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). A lo largo de los siglos
las generaciones de cristianos no han dejado de
admirar el amor de Dios a nuestro mundo, de
tratar de comprender la medida infinita de ese
amor (“tanto amó…”), y de caminar por la vida
siguiendo al Señor Jesús hacia la plenitud de
todo lo que Dios ha creado.
En la vida entregada de Jesús y en su resurrec-
ción por el poder de Dios, la fe cristiana contem-
pla el amor de Dios que no abandona su obra
amada -este mundo- y su triunfo sobre todo lo
que amenaza con destruir su obra creadora: el
pecado y la muerte. Desde la fe en Dios hecho
hombre en Jesús, contemplamos el amor infinito
que el Padre Dios tiene por este mundo y todo lo
que Él ha creado.
De esta manera, la fe cristiana busca -en su ca-
mino de conversión- ir entrando cada vez más
en la mirada de amor que Dios tiene por este
mundo y por todas su creaturas, pues mirando
al Señor Jesús descubrimos que este amor sin
medida de Dios por su creación no es un amor
posesivo sino el amor irrenunciable del Padre
por su obra y por la culminación de toda esta
obra creadora: el ser humano.
La mirada de la fe cristiana sobre este mundo no
procede, entonces, de alguna consideración oca-
sional sobre este mundo, ni de un valor estético
acerca de la belleza de la naturaleza, ni de algún
tipo de naturalismo panteísta, ni de consideracio-
nes productivas o económicas; sino que procede
del amor salvador de Dios manifestado en Jesús: a
este mundo herido y distorsionado por el pecado
EN
PARTE 2
• LA FE CRISTIANA Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓN •
de los hombres Dios no lo abandona; es más,
Dios entra en el mundo y al encarnarse en Jesús
se hace parte del mundo.
Los cristianos no nos cansamos de admirar
este gran misterio de amor manifestado en
la encarnación de Jesús: Dios entra en la mis-
ma creación y tiene “experiencia humana” en
la humanidad de Jesús. Cuando Dios se hace
parte de la misma creación en la humanidad
de Jesús es para salvar la creación llevándola
hacia Él: en la resurrección del Señor Jesús
la materia de este mundo -la humanidad de
Jesús- ya entra en la plenitud de Dios para la
que fue creada. Así, con gratitud admiramos
que toda la creación viene de Dios y camina
a su plenitud en Dios: hacia “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21, 1).
Desde esta mirada del misterio de la fe en Dios
Creador y Salvador manifestado en el Señor Je-
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sús, los cristianos nos acercamos a toda la reali-
dad del universo, a la grandeza y dignidad del ser
humano, a la maravilla de una naturaleza que nos
muestra la sabiduría de su Creador, a las obras del
hombre en este mundo que, con su inteligencia y
libertad, es capacitado por Dios para colaborar en
su obra. Nos acercamos, también, a los delicados
y complejos desafíos que el cuidado de la creación
pone a la inteligencia humana, teniendo clara con-
ciencia de que en estos desafíos se está jugando
nuestra misma conversión al Dios que ama sin me-
dida a su creación y que nos ha confiado la misión
de ser testigos de ese amor en este mundo.
Pasemos, pues, a revisar algunos de los
contenidos fundamentales y sig-
nificados de esta misión de
los cristianos con respecto a
toda la creación.
· LA CREACIÓN, DON DE DIOS Y PROYECTO DE AMOR ·
El pueblo de Dios de la primera Alianza, Israel, fue
descubriendo que el Dios que los había sacado de la
esclavitud en Egipto y los había creado como pueblo
era el Señor y Creador de todo el universo (cf. Is
45,18) y que ese era su modo de actuar: dar vida,
dar el ser a lo que no existe, dar forma a una rea-
lidad que el ser humano puede admirar, trabajar y
vivir allí en relación con ese Dios siempre misterioso
y cercano a la vez.
Así fue como la fe del Pueblo de Dios fue dando for-
ma, varios siglos antes de la venida de Jesús, a los
que llamamos “relatos de la creación” (cf. Gén 1 y 2),
que son narraciones que en su lenguaje simbólico y
figurativo nos comunican las verdades fundamenta-
les acerca del universo como creación de Dios:
π
π
π
yace a todo el texto bíblico es que Dios es
totalmente Otro, es trascendente e inefa-
ble, es el origen de todo y no pertenece a
la creación, sino que ésta es su obra y le
pertenece: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes; Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos” (Sal 23, 1).
Pero, al mismo tiempo, si bien esta crea-
ción es radicalmente distinta de Dios, está
vitalmente ligada con Él y manifiesta, aun-
que de modo imperfecto, rasgos de su
Creador. Todo lo que existe es un gran acto
de comunicación de Dios, Él se comunica
a sí mismo en todas sus criaturas y así
“lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a tra-vés de sus obras” (Rom 1, 20).
Todo lo creado es bueno, pues todo procede
del Dios creador, no hay una realidad bue-
na y otra mala, sino que la bondad de Dios
está presente en todo lo que existe, preci-
samente porque existe como obra de Dios.
Este universo maravilloso no es fruto del azar
ni tiene su origen en alguna voluntad humana
o posibilidad humana. Todo lo creado es obra
de Dios, todo procede de sus manos, “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gén
1,1). Precisamente, la idea de Dios que sub-
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El relato simbólico de Génesis 1 da cuenta
de esta bondad de la creación a través de la
expresión “y vio Dios que era bueno” que
sucede a cada obra que va siendo creada
(Gén 1, 4. 10. 12. 18. 21. 25).
Esta obra creadora de Dios tiene su punto
culminante en la creación del ser humano:
“creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer lo creó” (Gén 1, 27). El ser humano
es creado como imagen de Dios, de frente
a Dios y en diálogo con Él (“y los bendijo Dios con estas palabras…” Gén
1,28), La creación del ser
humano es
dual -varón y mujer- en igual dignidad y de-
rechos, y es la pareja humana en su sexua-
lidad dual la que es presentada como “ima-gen y semejanza” de Dios. El ser humano es,
pues, la obra culminante del Creador y pues-
to en relación dialogal con Él, es el centro de
esa creación y es al ser humano a quien se
le confía para hacerla producir: “Dijo Dios, vean que les he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla;
π π
eso les servirá de alimento” (Gén 1, 29).
Luego de la creación del ser humano, el re-
lato simbólico del libro del Génesis señala
que “vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien” (Gén 1, 31).
La obra creadora de Dios que Él continúa
siempre realizando es confiada al ser hu-
mano como una obra que ha de seguir
siendo realizada con su colaboración.
Puesto que el ser humano es creado en
una relación dialogal con Dios es llamado
a ser su representante y su colaborador.
El texto bíblico ex-
presa esta
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colaboración del ser humano en la obra
creadora de Dios diciendo que el hombre
y la mujer están llamados a ser fecundos,
a llenar la tierra y someterla (cf. Gén 1,
28) y, al mismo tiempo señala que “tomó Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín del Edén, para que lo labrase y lo cuidase”
(Gén 2, 15). Así, el texto bíblico señala la
doble tarea humana en la creación a la
que el mismo hombre pertenece: some-
terla para hacerla producir de manera de
colaborar en la obra de Dios y cuidarla en
representación del mismo Creador.
De esta manera, Dios se presenta a no-
sotros como Creador y como Criador (es
Padre Providente) de todo lo que existe,
llamando a la humanidad a colaborar en
esta tarea, dignificándola con una capaci-
dad que no le viene de ella misma, sino
que la recibe de su Creador que la asocia
a su obra dándole autoridad sobre todo
lo que existe (cf. Gén 1, 26) y poniéndola
para que cuide la creación como represen-
tante de Él mismo.
Cuando los creyentes reflexionaban sobre
el origen de todo lo que existe y del lugar
y misión única del ser humano, la oración
expresaba esta maravillada conciencia de la
misión recibida:
π
π
π
“Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;la luna y las estrellas que has creado,¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,el ser humano, para darle poder?Lo hiciste poco inferior a los ángeles,lo coronaste de gloria y dignidad,le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Señor, dueño nuestro,¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8, 4 - 7. 10).
Así, la colaboración del ser humano en la obra
de Dios se manifiesta en la fecundidad de la
sexualidad humana en su carácter dual (varón
y mujer) y en el trabajo humano, en el cual
se ejerce la misión de hacer producir y cuidar
toda la creación en representación del Creador
y en diálogo con Él.
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La distorsión que introduce el pecado del hombre en la
creación no rompe la confianza que Dios tiene en el ser
humano y en su capacidad de bien. Dios sigue llamando
al hombre a colaborar en su obra creadora.
Desde las primeras páginas de la Biblia se manifiesta la
convicción de que el trabajo es una dimensión esencial de
la existencia humana, es una vocación (el hombre ha sido
llamado por Dios a colaborar con Él) y una misión (hacer
producir y cuidar en Su nombre la creación que pertenece
a Dios).
De esta manera, a través de su capacidad de trabajo, del
uso de su inteligencia y creatividad en todos los dominios
de la ciencia y de la técnica, la humanidad está llamada
a desarrollar una vida buena y digna para todos, tal como
Dios lo ha querido al crear esta tierra para todos. La dig-
nidad de todo trabajo humano se funda en su carácter
de colaboración a la obra siempre en acto que es la
creación, su productividad y su cuidado en beneficio
de toda la humanidad y de las generaciones futuras.
La autoridad que el ser humano ha recibido so-
bre toda la creación se funda, entonces, en que
el hombre en su racionalidad es capaz de captar
el sentido que tiene el designio de Dios mani-
festado en la creación, es decir, el ser humano
está de frente a Dios en diálogo con Él y, por
eso, puede actuar en su nombre en el mundo.
Es decir, es una autoridad para hacer crecer a
otros, para que el hombre puesto en el mundo
“lo labrase y lo cuidase” (Gén 2, 15).
En esta visión bíblica del mundo, del hombre y
de su actividad humana en el mundo, éste no
es simplemente una cantera a explotar en vir-
tud de intereses particulares o grupales -eco-
nómicos, militares, científicos, etc.-, sino una
realidad en la que se manifieste la grandeza de
la colaboración humana en una productividad
equitativa y cuidadosa de toda la creación, de
manera que ésta pueda realizar el sentido que
tiene como servicio a la humanidad entera.
Así, cuando contemplamos asombrados y agra-
decidos el avance de la técnica y la ciencia que
sirven para mejorar la calidad de vida de muchas
personas, no podemos dejar de contemplar con
el mismo asombro, el daño que un avance sin
dirección puede causar por haberse realizado
π Sin embargo, esta obra creadora de
Dios ha sido herida por el drama del
pecado de los hombres, que en la
desobediencia al designio de Dios (cf.
Rom 5, 19) se separa de Él y del senti-
do que ha dado a la creación. De esta
manera, “las actitudes y las posturas opuestas a la voluntad de Dios y al bien del prójimo y las estructuras que éstas generan parecen ser sobre todo dos: el afán de ganancia exclusiva, por una parte; y por otra, la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad” .
CDSI, n° 119. 13
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con una visión simplista o sesgada del manda-
to original, creyendo que puede disponer arbi-
trariamente de la tierra, sometiéndola sin re-
servas a su voluntad, olvidando que ella tiene
una fisonomía propia y un destino anterior que
el hombre está llamado a desarrollar pero que
no puede ni debe traicionar. La grandeza de la
colaboración humana en la obra de Dios está
siempre amenazada por el drama del pecado
que viene a distorsionar el sentido de la crea-
ción y de la actividad humana, así “en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la natu-raleza, más bien tiranizada que gobernada por él. Esto demuestra, sobre todo, mezquindad o estrechez de miras del hombre, animado por el deseo de poseer las cosas en vez de relacio-narlas con la verdad, y falto de aquella actitud desinteresada, gratuita, estética que nace del asombro por el ser y por la belleza que permite leer en las cosas visibles el mensaje de Dios invisible que las ha creado” .
El ser humano necesita aprender a contemplar -ad-
mirado- la maravilla de la creación y lleno de asom-
bro por las capacidades y tareas del hombre en su
colaboración en la obra de Dios y, desde allí, puede
ir acogiendo y realizando -con toda su inteligencia y
capacidades tecnológicas, con el sentido de justicia
para que todos se beneficien, con la acogida de la
belleza que debe ser cuidada y ofrecida a todos- su
vocación de colaborador en la obra de Dios como
servidor de toda la creación. Así, si el hombre in-
terviene sobre la naturaleza creada se puede decir
que “interviene no para modificar la naturaleza, sino para ayudarla a desarrollarse en su línea, la de la creación, la querida por Dios (...) En el fondo, es Dios mismo quien ofrece al hombre el honor de cooperar con todas las fuerzas de su inteligencia en la obra de la creación” .
· LA NOVEDAD DEL SEÑOR JESÚS EN LA CREACIÓN ·
En Jesús acontece algo que supera nuestras limi-
tadas comprensiones humanas, pues “lo que ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el entendimiento humano imaginó, es lo que Dios preparó para los que lo aman” (1 Cor 2, 9): en la encarnación
del Hijo de Dios, en el Señor Jesús que confesa-
mos como Dios hecho hombre, es Dios mismo
quien entra en su creación y se hace parte de
ella. Jesús es la Palabra eterna de Dios, por la
cual fueron creadas todas las cosas (cf. Col 1, 15
- 17), en Él “la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria” (Jn 1, 14).
El Señor Jesús, Dios hecho hombre, es la ma-
nifestación del amor de Dios a este mundo (cf.
Jn 3, 16) presente humanamente en el mundo.
En la encarnación en Jesús, al tomar naturaleza
humana Dios se hace “mundo”, se hace parte
de la creación, la cual queda indisolublemente
unida a Dios no sólo como obra suya sino como
una dimensión de su misma realidad personal.
JUAN PABLO II, Encíclica Centessimus Annus (1991), n° 37. CDSI, n° 460.
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La novedad que acontece en el Señor Jesús -en
su encarnación y obra redentora- es el amor total
e ilimitado de Dios por su creación: se une a ella
y se entrega por ella para llevarla su plenitud.
La encarnación del Hijo de Dios y su entrega por
este mundo nos manifiesta que el ser humano
distorsionado por el drama del pecado -en el cual
acarrea a toda la creación- no es rechazado por
Dios. La condición humana es amable -digna de
ser amada- por el amor del Creador que se da a
conocer como Padre que envía a su Hijo para que
sea el Primero entre una multitud de hermanos:
“Él es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la pleni-tud, y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz , los seres de la tierra y de los cielos” (Col 1, 18 - 20).
La Palabra hecha carne es Señor y Maestro y,
puesto que en el Señor Jesús podemos decir que
Dios mismo tiene “experiencia humana”, es Él
en su humanidad quien nos permite conocer lo
que significa ser verdaderamente hombre, ser
hombre según Dios: “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado (…)Cristo, el nuevo Adán (…) , manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la subli-midad de su vocación” .
En su ministerio, Jesús aparece como aquel que en las
parábolas nos recuerda que todas las cosas, incluso
las más humildes y cotidianas, como el trigo, un re-
baño de ovejas o un diminuto grano de mostaza; son
parte de un lenguaje que nos habla de Dios, y nos
enseña que en la contemplación de la creación hay
una invitación a comprender el amor del Padre, que
da fuerza y serenidad (Lc 12, 22-31). Jesús interpreta
los signos de la naturaleza y los enseña, pero también
ejerce su señorío y domina sobre ella, poniéndola al
servicio de la humanidad con la certeza de que no
será abandonada por el Padre providente: “miren las aves del cielo (…) miren los lirios del campo (…) el Padre de ustedes ya sabe lo que ustedes necesitan”
(Mt 6, 26-32).
El punto culminante de la novedad del Señor Jesús
es el Misterio Pascual, es decir, su muerte y resu-
rrección, donde la naturaleza misma -su humanidad-
participa del rechazo que sufre el Hijo de Dios y
de su triunfo en la resurrección. Allí, en su propia
Persona, el Señor Jesús ha realizado la reconci-
liación del ser humano y del mundo con Dios,
por tanto -como dice San Pablo- “el que está en Cristo es una nueva creación; lo viejo ha pasa-do, todo es nuevo” (2 Cor 5, 17). En la muerte y
resurrección de Jesús se manifiesta que la crea-
ción no está destinada a la destrucción, sino a su
plenitud en Dios (cf. Rom 8, 15 - 25).
De esta manera, en la acogida del don del Espí-
ritu de Dios y en una vida en su seguimiento, el
cristiano vive caminando en la esperanza de una
renovación total -esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21,1)- mientras trabaja-
mos en este mundo y colaboramos en que sea
Dios quien reine en toda la creación y no otros
intereses humanos que terminan transformán-
dose en ídolos que buscan desplazar el único
señorío del Dios en toda la creación.
CONCILIO VATICANO II, Constitución Gaudium et spes, n° 22. 16
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· UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL EN EL MUNDO ·
La novedad del Señor Jesús en la creación es su
amor salvador que nos comunica el mismo Es-
píritu que anima toda su vida: el Espíritu Santo
que lo movió a entrar en el mundo (“por obra y gracia del Espíritu Santo”), que lo llevó a ad-
mirar las obras de su Padre en toda la creación y
a estar lleno de un amor de compasión por este
mundo herido y desfigurado por el pecado; un
amor de compasión que lo llevó hasta la entrega
en la Cruz para reconciliar allí todas las cosas.
Este mismo Espíritu de Dios es entregado por Él a
sus discípulos en la Iglesia para que continúen su
obra en el mundo.
La fe cristiana desde su raíz es una experiencia
espiritual de encuentro con el Señor Jesús que
comunica su mismo Espíritu para que le demos
nuestra adhesión y vivamos movidos por Él.
Hasta tal punto se encuentra esta experiencia en
el Espíritu Santo en el dinamismo permanente
de la fe que “nadie puede decir ‘¡Jesús es Señor!’ si no es movido por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,
3). La vida cristiana es, pues, una vida según el Espíritu; es una experiencia espiritual transforma-
dora en un progresivo y permanente proceso de
conversión para ir viviendo según el Espíritu de
Dios y no según otros espíritus: el propio espíritu
que lleva a vivir centrado en sí mismo y en los pro-
pios intereses, el espíritu de este mundo marcado
por el poder y el afán de posesión, el espíritu de
las corrientes de pensamiento dominantes que no
ponen al ser humano en el centro de la creación, el
espíritu de los intereses económicos que saquean
una creación que Dios ha dispuesto para el bien
de todos sus hijos, etc… Este permanente proceso
de acogida del don gratuito del Espíritu Santo y
de conversión a Él es el camino de santidad que
el cristiano está llamado a vivir en la Iglesia y en
el mundo.
Por otro lado, todos los serios conflictos que ex-
perimenta nuestra sociedad en relación al medio
ambiente tienen su raíz fundamental en la ruptura
de esta relación vital en el Espíritu de Dios que
es el que reconcilia todas las cosas. En la raíz de
las diversas expresiones de la crisis ecológica se
encuentra el pecado de ruptura con el designio de
Dios sobre toda la creación, un designio del cual
el ser humano está llamado a ser colaborador y
no un destructor ni un depredador, un designio
de salvación que estamos todos llamados a ser-
vir caminando en la gracia, es decir, en el Espíri-
tu Santo que nos regala Jesús. De este designio
de salvación y de la vida según el Espíritu de
Dios, la Iglesia, comunidad de los creyentes en
Cristo, está llamada a ser un signo e instrumen-
to para toda la humanidad.
De esta manera, los rasgos fundamentales que
marcan la vivencia espiritual cristiana en rela-
ción al medio ambiente los encontramos en la
misma experiencia del Señor Jesús:
Toda la espiritualidad cristiana acerca del
medio ambiente nace de la acogida de
todo el universo como creación de Dios.
Este universo maravilloso no es obra del
azar ni es un producto del ingenio huma-
no, es un don del Creador a todas sus crea-
turas. Es la conciencia de sentirnos regala-
dos por Dios en el don de la vida y en el
universo que nos ofrece para nuestro ple-
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no desarrollo humano como hijos suyos,
llamándonos a ser sus colaboradores en
su permanente obra creadora. La acogida
de la vida y de todo el universo como don
de Dios coloca al ser humano en su lugar
justo: pequeño y precario, pero digno y
agradecido por el don.
La vida según el Espíritu es el don de la mi-
rada de amor de Dios sobre este mundo y,
por lo mismo, es un camino de conversión
de nuestra mirada sobre la creación. Esta
“mirada” significa ir lleno de compasión,
mirar este mundo herido y desfigurado por
el pecado de los hombres. Se trata de una
gracia, un regalo: mirar nuestro mundo con
la mirada de amor del Señor Jesús que lo
llevó a entregarse por él, y acoger esta gra-
cia significa un serio trabajo de conversión
en nuestra manera de mirar, de pensar y de
valorar al ser humano y sus obras, así como
a la naturaleza creada.
Este camino de entrar en la mirada del
amor de Dios sobre nuestro mundo sig-
nifica, también, ir entrando en la mirada de
Jesús que sabe admirar la belleza de la obra
del Padre en toda la creación. Sin una mirada
de admiración que aprende a contemplar la
sencilla belleza de las obras de Dios -particu-
larmente en todo aquello que el espíritu del
mundo no valora- es imposible amar la crea-
ción, pues solo se ama aquello que se admira.
La espiritualidad cristiana es una experiencia
de aprender a contemplar con admiración toda
la obra de Dios para entrar en un amor por el
mundo que no es posesivo, sino que busca el
crecimiento del otro y toda la creación.
La vida según el Espíritu de Dios no desprecia
nada de lo creado, precisamente porque pro-
cede de Dios. No desprecia ni el mundo, ni la
materia, ni el cuerpo humano, ni las diversas
manifestaciones de la ciencia y la tecnología
con las que la inteligencia humana busca cola-
borar en el desarrollo de nuestro mundo; todo
lo acoge como don de Dios, todo lo valora bus-
cando vivirlo según el Espíritu de Dios, es de-
cir, al servicio y desarrollo de toda la creación
en el designio de salvación. Esta acogida de
todo lo creado está hermosamente plas-
mada en el testimonio de San Francisco
de Asís y su “Cántico de las creaturas”; se
trata, pues, de una experiencia de gratitud
por la creación y de gozo en ella.
La espiritualidad cristiana, movida por el
mismo Espíritu que trajo al Señor Jesús
a este mundo, no busca evadir a este
mundo y sus conflictos, sino entrar en él
para vivirlos transformadoramente en el
Espíritu de Jesús. Por eso, es una expe-
riencia espiritual que trabaja por la paz
y la justicia en la creación; es decir, para
que la vida en el mundo sea buena para
todos -como Dios quiere-, especialmente
para aquella creatura que es el centro de
toda la creación y administrador de ella:
el ser humano. La espiritualidad cristia-
na está marcada por su impulso funda-
mental hacia Dios en la oración, y por el
trabajo en este mundo para contribuir a
su desarrollo en la justicia, como hace
siglos lo formulara San Benito -y como
sigue siendo cultivado en la vida monás-
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tica cristiana- “Ora et labora”, es decir,
“Ora y trabaja”.
La vida según el Espíritu en medio de
este mundo maravilloso creado por Dios
nos hace descubrirnos a todos los seres
humanos en una mutua relación de cola-
boración y servicio, necesitamos unos de
otros y nadie puede ser excluido de los
bienes de Dios. No es posible colaborar en
la obra de Dios de modo individualista, ni
tampoco sin pensar en la responsabilidad
que tenemos con las generaciones futu-
ras. La transformación de la persona en la
experiencia espiritual cristiana nos lleva a
aprender a vivir como hijos del Padre co-
mún, es un llamado a la conversión para
aprender a vivir como hermanos.
· UNA ÉTICA DE LA CORRESPONSABILIDAD Y DE LA SOLIDARIDAD ·
La complejidad y gravedad de los problemas que afectan
la relación del ser humano con el medio ambiente tocan
prácticamente todos los ámbitos de la vida humana, del pre-
sente y del futuro de nuestro mundo, de nuestro continente
latinoamericano y de nuestro país. Todos estos problemas
repercuten de modo especial en los más pobres y pequeños,
los cuales están siempre más expuestos a sufrir las conse-
cuencias negativas de los problemas de nuestra sociedad.
Nuestra mirada es confiada y esperanzada,
confiamos en el amor de Dios a este mun-
do y en su amor preferencial por los po-
bres y pequeños, confiamos en las capa-
cidades del ser humano para afrontar
los desafíos de justicia y los desafíos
tecnológicos que plantea la situación
del medio ambiente, confiamos en la
bondad y solidaridad de los creyentes
y de tantas personas de buena voluntad
que buscan una vida justa y buena para
todos y que abren espacios para dialogar y au-
nar esfuerzos para el bien de toda la creación.
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La complejidad de los desafíos y la injusticia de
la pobreza nos obligan a revisar nuestro cami-
no, a darnos nuevas reglas y a encontrar nue-
vas formas de relación y de acción, a apoyarnos
en las experiencias positivas y a rechazar las
negativas. De este modo, la crisis se convier-
te en ocasión de discernir y proyectar nuevos
modos de relación; una ética de la correspon-
sabilidad humana y de la solidaridad con toda
la creación, en la perspectiva de una capacidad
moral global de la sociedad, tal como lo plan-
teó el Papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas
in veritate: “Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincen-tivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muer-te natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investiga-ción, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir
a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la pra-xis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad” .
Son diversas las intervenciones del Magisterio de
la Iglesia que han intentado proponer nuestra mi-
rada de creyentes en Jesucristo ante los problemas
de la relación con el medio ambiente , sin ningu-
na pretensión de exhaustividad queremos recoger
algunos de los contenidos que allí se proponen.
se advierte sobre los peligros para la paz
producto de “la falta del debido respeto a la naturaleza, la explotación desordenada de sus recursos y el deterioro progresivo de la calidad de la vida”, y se manifies-
ta la necesidad de abordar el problema
moral que causa la crisis ambiental a tra-
vés de una “conciencia ecológica” y una “nueva solidaridad”.
El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2004), en su capítulo X titulado “Sal-vaguardar el medio ambiente”, busca ser
un instrumento para el discernimiento ético
y pastoral sobre la crisis ecológica que ca-
racteriza nuestro tiempo, inspirando, tanto
en el ámbito individual como colectivo, los
comportamientos y opciones que permitan
mirar al futuro con confianza y esperanza. A
esta capacidad moral global de la sociedad,
la enseñanza recogida en el Compendio, le
propone adoptar nuevos estilos de vida que
permitan “la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comu-nión con los demás hombres para un de-
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En el Mensaje del Papa Juan Pablo II para la
Jornada Mundial de la Paz del año 1990, “Paz con Dios Creador, Paz con toda la Creación”,
BENEDICTO XVI, Encíclica Caritas in veritate (2009), n° 51.Entre otros, las Encíclicas Populorum Progressio, n 22, 23-24, 69; Centesimus Annus, n 37-38; Laborem Exercens, n° 4; Mater et Magistra, n 196, 199; Octogesima adveniens, n° 21; Evangelium Vitae n° 42.
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sarrollo común”, estilos de vida que debe-
rán estar presididos “por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social”. Estos cambios exi-
gen “abandonar la lógica del mero con-sumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesida-des primarias de todos”. De esta forma y
a través de una “renovada conciencia de la interdependencia que une entre sí a todos los habitantes de la tierra”, se debieran
eliminar las diversas causas de los desastres
ecológicos, promoviéndose “una auténtica solidaridad de dimensión mundial”.
El Papa Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in veritate (2009) apela a la responsabilidad de
todos los actores frente a los desafíos mun-
diales: sobre consumo, energía, pobreza, des-
igualdad, en la perspectiva de construir un
mundo donde la vida sea respetada en todas
sus manifestaciones, situando los problemas
del medio ambiente en una llamada a desarro-
llar la “capacidad moral global de la sociedad”.
π
π También, en el Mensaje para la Jornada Mundial
de la Paz del año 2010, “Si quieres promover la Paz, protege la Creación”, señala que todos
problemas relativos al medio ambiente repercu-
ten profundamente en el ejercicio de derechos
humanos básicos como el derecho a la vida, a la
alimentación, a la salud y al desarrollo. Y hace
un llamamiento a mirar la “crisis ecológica” de
manera integral, no “separándola de las cues-
tiones ligadas a ella, ya que está estrechamente
vinculada al concepto mismo de desarrollo y a
la visión del hombre y su relación con sus se-
mejantes y la creación. Por tanto, resulta sensa-
to hacer una revisión profunda y con visión de futuro del modelo de desarrollo, reflexionando
además sobre el sentido de la economía y su
finalidad, para corregir sus disfunciones y dis-
torsiones. Lo exige el estado de salud ecológica
del planeta; lo requiere también, y sobre todo,
la crisis cultural y moral del hombre” .
Asimismo, en la Conferencia del Episcopado de
América Latina y del Caribe, celebrada en Aparecida
(Brasil), en 2007, los Obispos del continente seña-
laron que ante el deterioro del medio ambiente “se
está tomando conciencia de la naturaleza como una herencia gratuita que recibimos para pro-teger, como espacio precioso de la convivencia humana y como responsabilidad cuidadosa del señorío del hombre para bien de todos. Esta herencia se manifiesta muchas veces frágil e indefensa ante los poderes económicos y tec-nológicos. Por eso, como profetas de la vida, queremos insistir que en las intervenciones so-bre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjui-cio de naciones enteras y de la misma humani-dad. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable y no un planeta con aire contaminado” .
Igualmente, en Chile, las Orientaciones Pas-
torales de la Conferencia Episcopal, tituladas
“Si conocieras el don de Dios…” (2001-2005),
recogen la preocupación por la falta de cui-
dado por la creación, señalando que “la pro-blemática ambiental, además de ser un desafío económico y político, está directamente vin-culado a los fundamentos culturales y éticos
BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Si quieres promover la paz, protege la creación” (2010) n° 5.CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM), Documento de Aparecida, n° 471.
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que orientan las actitudes y comportamientos individuales y sociales. Si se sigue incentivando el consumismo, el derroche, la satisfacción del interés propio y el inmediatismo, no habrá po-lítica capaz de generar una relación más armó-nica con el medio ambiente” . En su Capítulo
III señala que “la búsqueda de riqueza, que no repara en los medios, ha puesto en eviden-cia la irracionalidad con que se explotan los recursos naturales. Valoramos una legislación y una educación que apunten al cuidado del medioambiente y postulamos una ecología hu-mana que respete escrupulosamente la vida en todas sus manifestaciones” .
A partir del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que intenta establecer una presenta-
ción integrada de su posición frente al medioam-
biente, queremos presentar en forma sintética
los principios y criterios que orientan una ética
cristiana en relación al medio ambiente :
La tierra como la casa común de todos, que
invita a mirar el medio ambiente no simple-
mente como “recurso”, sino fundamental-
mente como “hogar”. Establecer el balance
correcto significa que utilizamos y apreciamos a
la creación del modo en que utilizamos y apre-
ciamos nuestro propio hogar. Hogar no es solo
el techo que nos cubre, sino también la red de
relaciones entre las personas y las generaciones,
entre nuestras necesidades y las necesidades de
la creación en toda su integridad.
La integridad de la creación significa el respeto
a la humanidad en el universo, así como el res-
peto que hombres y mujeres deben tener res-
pecto de la integridad de éste. Es decir, se trata
de aquella perspectiva y criterios que Benedicto
XVI señala en “Caritas in veritate” como la
“capacidad moral global de la sociedad” que
nos brinda criterios y finalidades para la correc-
ta comprensión y acción acerca de lo humano y
todo el resto de la creación.
La justicia y el destino universal de los bie-nes, que nos recuerda que los bienes de la
tierra fueron creados por Dios para ser utiliza-
dos y compartidos equitativamente por todos.
El Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes lo
expresó bellamente: “Dios ha destinado la
tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En conse-cuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égi-da de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las institu-ciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino uni-versal de los bienes” (GS nº 69).
La responsabilidad con las generaciones futuras, que nos recuerda que el desarro-
llo sustentable es aquel que reconoce y
respeta las necesidades de las generacio-
nes futuras y que resguarda para ellas la
integridad de los ecosistemas y la natu-
raleza: “La responsabilidad de salvaguar-dar el medio ambiente, patrimonio común del género humano, se extiende no solo a las exigencias del presente, sino también a las del futuro” (CDSI nº 467). Una res-
ponsabilidad que involucra también a los
Estados y a la comunidad mundial.
Orientaciones pastorales CECh 2001-2005; nº 158Orientaciones pastorales CECh 2001-2005; nº 75CDSI, n°451 – 487.
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Preguntas para la reflexión
• ¿Qué significa -en concreto- para cada uno y para el grupo en que se desenvuelve “entrar en la mirada de amor de Dios a este mundo”, especialmente por la creación que está más herida y desfigurada por el pecado de los hombres?
• En la vida cotidiana: ¿de qué manera vamos cultivando una mirada de admiración por el conjunto de la obra creadora de Dios?, ¿me doy tiempo para ello?, ¿de qué manera lo hago?
• ¿Qué actitudes reconocemos en nuestra vida como personas (familia, comunidades, empresa, capilla, etc.) que encarnan la mirada y actitud cristiana ante los problemas del medio ambiente? ¿qué hacemos para compartirlo con otros?
• ¿Qué pasos de conversión me siento llamado a dar y a cultivar para ser mejor testigo de la fe en Dios creador y de la vocación humana de ser colaborador en la obra de Dios?
Recapitulemos…
Nuestra fe cristiana mira todo lo creado como un don de Dios, en el cual se comunica el mismo Dios y ofrece al ser humano como una vocación de co-laborador en la obra de Dios. Dios no abandona nunca su obra y en el Señor Jesús lleva a plenitud todo lo creado. El Dios creador y salvador cuida la vida de todo lo creado y llama al ser humano a colaborar en esta tarea.
La vida cristiana es una vida según el Espíritu de Dios en el mundo, es un camino para ir entrando en el amor de Dios por su creación y acogerla como un don y una tarea: “Dios puso al hombre en el jardín para que lo labrase y lo cuidase” (Gén 2, 15).
La experiencia espiritual del cristiano se expresa en un modo de vida, en una ética que busca estar en el mundo a la manera del Señor Jesús, Así, la fe cris-tiana busca vivir una ética que se afirma en la mirada de integralidad de la creación, en la dignidad de las personas y de la vida, en la corresponsabilidad en el desarrollo, en la solidaridad actual y con las generaciones futuras.
El Magisterio de la Iglesia ha asumido la denuncia profética de la “crisis am-biental” entendida como parte de una crisis más amplia, que amenaza la vida actual y la de las generaciones futuras, y llama a cultivar la “capacidad moral global de la sociedad”.
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PARTE 3
ORIENTACIONES PARA LA ACCIÓN DESDE UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA DEL CUIDADO DE LA CREACIÓN
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partir de la mirada global de la situación ac-
tual del medio ambiente y sus implicancias
para la humanidad entera, para Chile y cada
uno de sus habitantes, desde los fundamentos teo-
lógicos, espirituales y éticos con que nos acercamos
a la realidad ecológica nacen una serie de desafíos
y, por consiguiente, tareas irrenunciables que com-
prometen nuestra vida y acción en el mundo.
Diversas experiencias revitalizadoras y estimulan-
tes, que emergen del compromiso social y am-
biental de la Iglesia en Chile, nos interpelan por
sus signos de vida y aportan orientaciones para el
actuar convencido y solidario en la construcción
de un hábitat donde sea posible vivir con la dig-
nidad inherente a cada persona. Son iniciativas
-a veces modestas, otras no tanto- que apuestan
por un desarrollo sustentable, culturalmente per-
tinente, donde hay grupos humanos que crecen
en calidad de vida y en convivencia armónica ha-
ciendo uso adecuado de los bienes de la creación.
Estos signos esperanzadores son testimonio de una
fe enraizada en la capacidad del Señor Jesús de hacer
nuevas todas las cosas y de las experiencias que en-
señan que es posible una nueva manera de convivir
y habitar el planeta. Sería muy larga la lista de las
diversas acciones que se realizan en las diócesis de
nuestro país, pero para alentar la esperanza que nos
anima recogemos de modo sintético algunas de esas
acciones de la Iglesia en nuestro país:
PARTE 3
• ORIENTACIONES PARA LA ACCIÓN DESDE UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA DEL CUIDADO DE LA CREACIÓN •
Los organismos diocesanos de Pastoral So-
cial Caritas realizan numerosos proyectos
educativos y de capacitación, de apoyo
técnico y de organización, iniciativas de
producción alternativa y de reciclaje, así
como de interacción con variadas organi-
zaciones sociales a lo largo del país sobre
diversos y urgentes problemas locales re-
lativos al medio ambiente.
La acción de las fundaciones de Desarrollo
de las Iglesias diocesanas que realizan pro-
yectos de cuidado y protección de la biodi-
versidad en la generación de información y
conservación de las semillas y formas tradi-
cionales de mejoramiento de semillas.
La sensibilización y formación a través de
cartillas tituladas “El grito de la Tierra” por
parte de la Conferencia de Religiosos y Re-
ligiosas de Chile, CONFERRE. Asimismo, di-
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Cartas Pastorales de algunos obispos ante
complejas situaciones medioambientales que
se dan en sus diócesis.
La celebración de la Semana Social Nacional en
el año 2006 convocó a agentes pastorales y de la
sociedad civil en general, a dialogar sobre el uso
y propiedad de los bienes de la creación. Esta re-
flexión continuó en Jornadas nacionales de medio
ambiente en 2007 y 2008, donde diversos agentes
pastorales reflexionaron sobre la incorporación
de la dimensión ambiental en sus servicios.
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versas congregaciones religiosas han colabo-
rado en la capacitación de agentes pastorales
que promuevan la sensibilidad medioambien-
tal en sus respectivos apostolados.
· PROPUESTAS DESDE LA IGLESIA PARA EL BUEN HABITAR LA CREACIÓN ·
Frente a estas iniciativas y compromisos de tantos
hombres y mujeres de nuestro país, está el desafío
de apoyar las acciones emprendidas y profundizar
en la conciencia respecto del cuidado del medio
ambiente y sus exigencias para promover acciones
que acojan y valoren la creación como don de Dios
y como espacio vital para todos los habitantes, sin
distinciones ni exclusiones.
Estas orientaciones para el actuar desde el plano
personal, comunitario y ciudadano, buscan abrir
pistas que aporten al cuidado y protección del me-
dio ambiente en la perspectiva de un desarrollo hu-
mano integral, corresponsable y solidario. Es tarea
de cada uno y de cada comunidad e Iglesia local
desplegar una creatividad cada vez mayor que nos
permita estar a la altura de los desafíos y ser tes-
tigos creíbles de nuestra fe en la acción de Dios
creador y salvador.
A nivel personal y comunitario
a)
b)
A través de estas acciones la Iglesia en Chile ha
procurado ir viviendo su fe en la creación como
obra de Dios y el llamado a colaborar en ella;
sin embargo, la actual situación y sus delicados
problemas exigen una renovada conciencia acer-
ca del tema, así como líneas de acción que nos
permitan ser testigos más nítidos de la fe en Dios
creador y salvador colaborando con otras perso-
nas y organizaciones en el bien común y en el
cuidado del medio ambiente.
Evangelizar con el anuncio la comprensión de la naturaleza como creación de Dios.Como creyentes reconocemos en la natura-
leza el maravilloso resultado de la acción
creadora de Dios, que el hombre puede uti-
lizar responsablemente para satisfacer sus
legítimas necesidades -materiales e inma-
teriales- respetando el equilibrio inherente
a la creación misma. Si se desvanece esta
visión, se acaba por considerar la naturale-
za como un tabú intocable o, al contrario,
por abusar de ella. Ambas posturas no son
conformes con la visión cristiana de la na-
turaleza, fruto de la creación de Dios.
Vivir en actitud agradecida por el don de la creación.“Como discípulos misioneros de Jesús, en América Latina nos sentimos invitados a dar gracias por el don de la creación, re-flejo de la sabiduría y belleza del Creador. En el designio amoroso y maravilloso de Dios, el hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión con Él, en comunión
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entre ellos y con toda la creación. El Dios de la vida encomendó al ser humano su obra creadora para que ‘la cultivara y la guardara’ (Gén 2, 15). Jesús conocía bien la preocupación del Padre por las criaturas que Él alimenta (cf. Lc 12, 24) y embellece (cf. Lc 12, 27). Y, mientras andaba por los caminos de su tierra, no sólo se detenía a contemplar la hermosura de la naturaleza, sino que invitaba a sus discípulos a reco-nocer el mensaje escondido en las cosas (cf. Lc 12, 24-27; Jn 4, 35)” .
Comprometerse con la problemática medioambiental como un urgente desa-fío ético. La cuestión ecológica es responsabilidad de
todos: de la comunidad internacional y sus
organizaciones, de los estados y los pueblos,
y requiere que se aborde desde sus múlti-
ples dimensiones: la economía, las institu-
ciones, las normativas y la política. No obs-
tante, es necesario resaltar que, como se ha
dicho, se trata ante todo de un tema ético
que interpela a cada persona y, por tanto,
c)
d)
es necesario promover un cambio cultural que
signifique transformar sustantivamente los es-
tilos de vida actuales, marcados por el indivi-
dualismo, el consumo y la discriminación, hacia
modos de vida más solidarios y respetuosos del
medio ambiente y de las personas.
Valorar el trabajo humano como expresión de la vocación del ser humano a colaborar en la obra de Dios.Mediante el trabajo, el hombre y mujer se ha-
cen parte en el proceso de la creación, tutelan-
do su armonía y desarrollo. Su ejercicio permite
a los seres humanos proveerse de los bienes
necesarios para su vida y la de sus familias
y comunidades; y construir solidariamente el
mundo. En escenarios laborales, sociales y am-
bientales de fuerte transformación, una eco-
logía a escala humana demanda valorar
el trabajo como herramienta de
transformación y expresión
de dignidad humana, para
una vida que responda a su
condición de colaboradores
en la obra creadora de Dios.
CELAM, Documento de Aparecida, n° 470.25
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Este cambio en los estilos de vida requiere de ac-
ciones y actitudes proactivas y creativas donde cada
persona, familia o comunidad, desde el discerni-
miento de su realidad medioambiental local, se com-
prometa a la toma de medidas que contribuyan al
respeto y cuidado de la creación, al uso más eficiente
de los recursos y el mejor manejo de los residuos,
y a la toma de conciencia del rol que cada hombre
y cada mujer tiene en el habitar la tierra. Hoy, son
muchas las iniciativas mediante las cuales diversos
actores de la sociedad abren la posibilidad de inte-
grarse creativamente a esta tarea. El deber está en
informarse, movilizarse y actuar en base a una espiri-
tualidad y una ética del cuidado de la creación.
A nivel pastorale)
a)
Comprometerse con el medio ambiente a través de nuevos estilos de vida.Habitar la tierra como nuestra casa común
implica el desarrollo de la solidaridad y
comunión entre las personas y su hábitat.
“Los graves problemas ecológicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida (…) tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisci-plina, tanto a nivel personal como social. Es necesario abandonar la lógica del mero consumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesidades primarias de todos. Una actitud semejante, favorecida por la renovada conciencia de la interdependencia que une entre sí a todos los habitantes de la tierra, contribuye a eli-minar diversas causas de desastres ecoló-gicos y garantiza una capacidad de pronta respuesta cuando estos percances afectan a pueblos y territorios“ .
Asumir la preocupación por el medio ambiente como parte de la misión de la Iglesia.Como señala el Papa Benedicto XVI en
la encíclica Caritas in Veritate, la Iglesia
“tiene una responsabilidad respecto de la creación y la debe hacer valer en público”
(cf. n° 51), y frente a los desafíos actuales,
nos hacemos parte del llamado a buscar y
construir nuevos caminos para la paz en
armonía, solidaridad y corresponsabilidad
con la creación: “Es la hora de una nueva actitud de la Iglesia dentro de su propia misión, convocada a la tarea de buscar caminos para un nuevo orden global, en colaboración con otros grupos y organi-zaciones. Los pobres y excluidos han de ser también sujetos y actores de un nuevo orden político, económico, social, ecológi-co. En el ejercicio de la solidaridad y sub-sidiariedad con auténtica voz profética, se impone un cambio en los estilos de vida y modos de producción” .
CDSI, n° 486.CELAM - MISEREOR, Simposio El Bien Común ante la escasez de recursos. Ciudad del Vaticano, 2009.
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Fomentar espacios e itinerarios formativos al cuidado del medio ambiente desde una pers-pectiva cristiana de la vida y de la creación.“Evangelizar a nuestros pueblos para des-cubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del pla-neta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los re-cursos, para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educan-do para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias” .
Fortalecer la pastoral en los sectores más vul-nerables y amenazados por los atropellos y explotaciones del desarrollo actual.El Documento de Aparecida plantea la ne-
cesidad de una mayor presencia pastoral
en las poblaciones más débiles y amena-
zadas por el desarrollo, y apoyarlas en sus
esfuerzos para lograr una equitativa distri-
bución y respeto de la tierra, del agua y de
los espacios urbanos .
b)
c)
d)
e)
Promover e incentivar la reflexión sobre mo-delos de desarrollo alternativo, integral y so-lidario, basados en una ética que incluya la responsabilidad de todos por una auténtica ecología natural y humana. Los Obispos latinoamericanos nos señalan
claramente que la búsqueda de modelos al-
ternativos de desarrollo integral y solidario,
se fundamenta en el evangelio de la justicia,
la solidaridad y el destino universal de los
bienes. Superando así la lógica utilitarista e
individualista del mundo de hoy, y sometien-
do a criterios éticos, también, los poderes
económicos y tecnológicos .
Incentivar el diálogo y la participación ciuda-dana para la promulgación de políticas públi-cas que favorezcan el medio ambiente.El Documento de Aparecida propone también
para nuestros pueblos latinoamericanos el
empeñar nuestros esfuerzos en la promul-
gación de políticas públicas y participacio-
nes ciudadanas que garanticen la protección,
conservación y restauración de la naturaleza,
a través del trabajo en redes, la realización
CELAM, Documento de Aparecida, n° 474.Cf. Ibid.Cf. Ibid.
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bienes ofrece una orientación fundamental, moral y cultural, para deshacer el complejo y dramático nexo que une la crisis ambien-tal con la pobreza. La actual crisis ambien-tal afecta particularmente a los más pobres, bien porque viven en tierras sujetas a la ero-sión y a la desertización, están implicados en conflictos armados o son obligados a migra-ciones forzadas, bien porque no disponen de los medios económicos y tecnológicos para protegerse de las calamidades. Multitudes de estos pobres viven en los suburbios con-taminados de las ciudades, en alojamientos fortuitos o en conglomerados de casas degra-dadas y peligrosas” .
de prácticas conjuntas y el monitoreo y
control social de los estándares ambienta-
les internacionales .
Promover la justicia ambiental en perspec-tiva de derechos y deberes.Los problemas ambientales están asociados
a situaciones de injusticia y falta de solida-
ridad, en primer término entre personas y
pueblos actuales, y también con las futuras
generaciones. Como señala el Compendio
de la Doctrina Social de Ia Iglesia, “también en el campo de la ecología la doctrina so-cial invita a tener presente que los bienes de la tierra han sido creados por Dios para ser sabiamente usados por todos: estos bienes deben ser equitativamente compar-tidos, según la justicia y la caridad. Se trata fundamentalmente de impedir la injusticia de un acaparamiento de los recursos: la avidez, ya sea individual o colectiva, es con-traria al orden de la creación” .
El mismo Compendio nos recuerda que
“el principio del destino universal de los
f)
De aquí, entonces, es necesario abordar el trabajo
en este ámbito desde la perspectiva de la justicia
ambiental y del derecho que todos tienen a un am-
biente sano. El cuidado del medio ambiente cons-
tituye un desafío para toda la humanidad: se trata
del deber ético, común y universal, de respetar un
bien colectivo, destinado a todas las personas.
La necesidad de mayor justicia en nuestro país no se
refiere sólo a la desigual distribución del ingreso, a la
Cf. Ibid.CDSI, n° 481.CDSI, n° 482.
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falta de igualdad de oportunidades de educación
y trabajo, a las diferencias entre hombre y muje-
res o a las desiguales posibilidades de desarrollo
de las regiones. También se refiere a la necesidad
de una mayor justicia ambiental, es decir, del re-
conocimiento de que todos poseen los mismos
derechos de acceso e idénticas opciones a los
beneficios de la oferta ambiental y cultural del
planeta. La justicia ambiental, así entendida, se
expresa como protección e implementación polí-
tica, social y económica de esos derechos, local
y globalmente.
Por cierto, hay otro nivel de acción en el cual
la Iglesia está llamada a actuar: se trata de la
colaboración a nivel institucional con el Estado,
con los medios de comunicación social y otros
organismos de la sociedad, particularmente los
encargados de la educación, de manera de inte-
grar un nuevo paradigma cultural que reconoz-
ca y asuma lo finito de los recursos naturales
y busque aliados para acrecentar la conciencia
de la necesidad del cuidado del planeta. Asimis-
mo, estaremos siempre dispuestos a colaborar
-desde nuestro aporte específico- en todas las
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políticas públicas que favorezcan el cuidado de
la creación en la búsqueda de modelos de de-
sarrollo limpio, equitativo y sostenible; así como
colaborando a que estas políticas públicas no se
limiten a un enfoque compensatorio o asistencia-
lista sino que tiendan a cambios estructurales para
combatir las causas de la pobreza.
o asistencia-
ucturales para
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Preguntas para la reflexión personal y comunitaria
• ¿Cómo nos estamos haciendo cargo personal y comunitariamente del resguardo y cuidado de nuestro medio ambiente?
• En la búsqueda de nuevos estilos de vida que cuiden el medio ambiente, ¿de qué manera incorporamos los criterios de sobriedad, templanza, autodisciplina, así como el ejercicio de la solidaridad? ¿Qué experiencias concretas podemos desarrollar en este sentido?
• ¿Cómo incorporamos, en nuestro quehacer pastoral, la dimensión del compromiso ambiental al cual todos estamos llamados?
Recapitulemos…
La Iglesia católica ha desarrollado en Chile diversas experiencias de cui-dado y cultivo del medio ambiente, a través del testimonio, la interpe-lación profética, la formación y concientización y, de acciones concretas de organización e intervención.
Desde la mirada a la realidad, al Magisterio social de la Iglesia y al camino de esperanza ya recorrido, que se fundamentan desde nuestra convicción de que
el ser humano es colaborador de Dios en la creación y administrador de ella, se aportan elementos de orientación para un actuar desde la espiritualidad y ética del cuidado de la creación.
Por eso creemos que los desafíos medioambientales deben asumirse a nivel personal y comunitario, y deben considerarse en todo el quehacer pastoral de la Iglesia.
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CONCLUYENDO
Deseamos con este documento contri-
buir, modestamente, a avanzar en el cre-
cimiento de la responsabilidad que cada
persona, así como cada comunidad, orga-
nización, empresa, el Estado y el conjun-
to de la sociedad, debieran asumir en el
resguardo y cuidado del medio ambien-
te. Todos habitamos esta casa común y
dependemos unos de otros en el orden
universal establecido por el Dios creador
y salvador.
Para ello, contamos con la esperanza que
surge de nuestra certeza de que en el Se-
ñor Jesús todo se renueva y camina hacia
su plenitud en Dios.
En esta confianza que brota de nuestra fe
en el Señor Jesús, volvemos a proclamar
con las palabras de San Francisco de Asís
el “Cántico de las criaturas”, que nos her-
mana con toda la creación:
Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor.
Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y las estrellas claras, que tu poder creó, tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son, y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor! Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol, y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!
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Y por la hermana tierra, que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación:¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios! ¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón. Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor .
Cántico de las criaturas. Original de San Francisco de Asís (1182-1226); versión de León Felipe (España 1884-Mexico 1968)
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