Domíngo 2 de agosto de 2015

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HOMENAJE A LA HERMANA SOCORRO PADILLA Domingo 2 de agosto del 2015. Quisiera comentar del funeral de nuestra hermana Socorro Padilla “a manera de homenaje”. Ese domingo por la mañana telefonearon y mi esposa contestó, después de unos momentos ella se dirigió a donde yo estaba y me dijo: ¿Sabes quién murió? -La hermana Socorro–, sin darme tiempo de contestar. Quedé sorprendido, no supe cómo reaccionar (mientras reflexionaba y venían tantos recuerdos de ella como cascada). Creo que es lo que me impulsa a

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HOMENAJE A LA HERMANA

SOCORRO PADILLA

Domingo 2 de agosto del 2015.

Quisiera comentar del funeral de nuestra hermana Socorro Padilla “a manera de homenaje”.

Ese domingo por la mañana telefonearon y mi esposa contestó, después de unos momentos ella se dirigió a donde yo estaba y me dijo: ¿Sabes quién murió? -La hermana Socorro–, sin darme tiempo de contestar. Quedé sorprendido, no supe cómo reaccionar (mientras reflexionaba y venían tantos recuerdos de ella como cascada). Creo que es lo que me impulsa a escribir un poco para hacerle justicia a su memoria y persona.

Nos dirigimos a la calle, tomamos un auto y llegamos a la Iglesia donde se congregaba: “Templo de Alabanza” creo recordar que ese era su nombre. Ya terminaba el culto y “agarramos” en contraflujo por la entrada del

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local a los feligreses que iban saliendo, una vez ubicado el pastor fuimos a saludarle con la interrogante de dónde sería el sepelio de la hermana Socorro. Él nos dijo que no sería en la mencionada iglesia, sino en casa de la hermana. Me despedí y nos dirigimos a la casa, en el camino pensaba que “el servicio fúnebre” sería en la Iglesia y no en la casa, porque me parecía que las ovejas de una iglesia que forman parte del cuerpo de Cristo deben despedirse ahí junto con el cuerpo Místico del Señor y toda oveja y miembro que paga un diezmo a la iglesia es beneficiario de un servicio funerario y de la consolación de los “hermanos” hacia la familia de dicha oveja en su muerte; me parece que los funerales en la iglesias católicas dan la impresión que se cuenta con más misericordia , a menos que la familia del difunto lo haya decidido así .

Llegados al lugar encontré a su Esposo y a sus hijos, los saludé y les di mis condolencias.

Un momento después llegó el pastor, el cual, repartió unas hojitas con la letra de cuatro cantos. Las sillas llenas de gente en la sala, en otro cuarto el féretro y el pastor predicando sobre un salmo, más llegó el momento de preguntarse ¿Y las palabras de honor para la difunta y el consuelo para la familia? -¿No vinieron? –, se contestaría uno mismo.

Al salir al patio, se veía la lona que se extendía por aquella superficie. Entre las letras de los cantos: “…El Espíritu de Dios está en este lugar…”, (ciertamente estaba por la promesa de que donde están 2 o 3 reunidos en su nombre ahí está el Señor) y los aplausos y otra vez: “… ¡Te alabaré te glorificare, te alabaré mi buen Jesús!…”

La voz de los que cantaban, los aplausos, los amenes y aleluyas parecían demostrar un sentimiento de gozo en lugar de duelo. ¿Así despedía la iglesia de los hechos a sus hermanos y seres amados? ¿No era más bien el duelo lo que les mostraba el honor, respeto y el dolor de haberlos despedido a la ciudad de las puertas de perla? ¿No era el mostrar el llanto con los que lloran por amor a los deudos y al difunto? -Ya me imagino a Jesús danzando frente a la tumba de Lázaro o a Pedro cantando y aplaudiendo cuando las hermanas le mostraban los vestidos y costuras de la difunta tabita–.

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La palabra de Dios tan cacareada por los obispos y pastores, dice en Eclesiastés que hay tiempos de reír y tiempos de llorar. -¿Es tan difícil saber diferenciarlo? ¿A caso creen que con ignorar las circunstancias y decir lo contrario se está ejercitando la fe del evangelio de Cristo? ¿Dónde está el llorar con los que lloran? ¿Cuánta sensibilidad, amor y consuelo se derrama hoy en la “iglesia de Cristo”? –. “…tendrán apariencia de piedad y negaran su poder…” (II Tim. 3:5)

Al oír los aplausos yo estaba por llorar cuando me interrumpieron, y oí en mi interior unas palabras que decían: “No llores por Socorro, llora por la iglesia”. “…Iglesia, ¡vuelve al primer amor!...” (Apc. 2:4).

Alcé los ojos y al mirar la lona empecé a recordar. La conocí en una diminuta iglesita de apenas 15 asistentes contando niños y viejitos. Bueno esta era más bien de carácter débil pero persistente, dulce pero llena de tristeza, de esas personas que cuando te miran lo primero que tienen para ti es una sonrisa.

Era alguien con la que podías contar, era una mamá preocupada por sus hijos y por el cariño de su esposo. Asistente a esa iglesita con el Hermano Jorge Tapia, que venía del norte del país, de Sonora, y ella llevaba a sus hijas pequeñas todavía.Un buen día, el hermano pastor Jorge Tapia, que ya hemos mencionado, se tuvo que ir, dejando a sus ovejitas, entre ellas a nuestra hermana Socorro. Un día que nosotros estábamos iniciando una célula se presentó ahí en la casa con su familia.

Al pasar el tiempo se añadieron más miembros, tan así fue que ya no cabíamos, por lo cual tuvimos que cambiarnos de aquella casita; entonces, ella abrió las puertas de su casa, que era mucho más grande que la anterior y comenzamos a congregarnos ahí.

Yo en lo personal, estoy muy agradecido con ella. Siempre fue como dijimos: una persona en quien confiar, no obstante los sufrimientos que pasó con su esposo por tener las reuniones en su casa.

Quiero decir que antes que nos reuniéramos en su casa, mucho antes que fuera a la célula que iniciamos en aquella casita donde ya no cabíamos, desarrollamos una amistad con ella y compartíamos puntos de vista de la vida, de la reunión en la pequeña iglesia con el hermano

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Jorge, recuerdo que se llamaban ministerios “La puerta” y venía a nuestra casa y platicaba mucho con mi esposa. ¡Cuántos momentos de visitas y ministración tuvimos con ella!

Posteriormente, cuando ya estábamos ministrando en su casa, se levantó una pequeña obra llamada “LA IGLESIA DE LOS PECES Y DE LOS PANES” ahí nos reuníamos con ella y su familia así como con los demás hermanos, poníamos sillas y una manta en su patio, así como un aparatoso púlpito y una guitarra. Después de la reunión (culto) todos los hermanos traían comida y la compartíamos.

Posteriormente tuvimos que unirnos a otra iglesia, pero ella y sus familiares decidieron seguir su camino y se unieron a la iglesia donde actualmente se congregaba.

Hasta aquí tuvimos comunión en la “congre”, después, al encontrarnos, al mandarnos saludos, etc. Pero una cosa digo que fue una mujer de lucha y sufrimiento pero de fe. Creo firmemente que El Señor siempre estuvo a su lado, como dice el antiguo himno:

Un día el mundo dejaréA la dorada playa iréLlegando al cielo cantaréCristo mi camino guió.

Cristo mi camino guióPaso a paso me llevó

Al final de la jornadaA los ángeles diréCristo mi camino guió.

Hermana, hasta siempre y nos veremos en el cielo.

Jaime Arteaga.