Domingo de pentecostés

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Pentecostés «Reciban el Espíritu Santo»

Preparado por el P. Behitman A. Céspedes De los Ríos (Diócesis de Pereira), con el apoyo del P. Emilio Betancur M. (Arquidiócesis de Medellín). Cf. También Servicio Bíblico Latinoamericano.

Lecturas Hch 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar Salmo responsorial 103: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra 1Cor 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo Jn 20,19-23: Reciban el Espíritu Santo

Evangelio: «Sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo”» l anochecer del día de la resurrección, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y

les dijo:

«La paz esté con ustedes».

Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús les dijo de nuevo:

«La paz esté con ustedes».

Y añadió:

«Como el Padre me ha enviado, yo también los envío a ustedes».

Sopló sobre ellos y les dijo:

«Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengan, Dios se los retendrá»..

Palabra del Señor

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Se inaugura la misión de la Iglesia Celebramos hoy la fiesta solemne de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua. Fiesta del Espíritu Santo y de la «inauguración» de la misión de la Iglesia.

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El relato de Hechos que leemos en la primera lectura es una construcción del escritor lucano. Su finalidad es eminentemente teológica. No es un acontecimiento cronológico sino kairótico en la misma línea de la fiesta de la ascensión que celebramos y comentamos el domingo pasado. Lucas recoge la «fiesta de las semanas» del antiguo Israel. Esta fiesta se celebraba para conmemorar la llegada del pueblo al Sinaí. La entrega de las tablas de la Ley a Moisés en medio de truenos, relámpagos y viento huracanado.

El redactor de Hechos toma los elementos simbólicos de resonancia cósmica para manifestar que es una intervención de Dios. Quiere significar la irrupción del Espíritu Santo en la historia humana. Es el comienzo de la etapa definitiva en la historia de la salvación. Es el comienzo de la predicación del evangelio por parte de la Iglesia apostólica. Estos elementos también recuerdan el anuncio profético del «Día del Señor». Este pasaje entrelaza elementos históricos y escatológicos. El Espíritu empuja a la Iglesia más allá de las fronteras geográficas y culturales. Por eso todos entienden el mensaje en su propia lengua. Allí se han dado cita todos los pueblos hasta entonces conocidos indicando la universalidad del mensaje evangélico. Otro elemento importante es el aspecto comunitario: los discípulos están reunidos en comunidad y el anuncio inaugura una nueva comunidad.

En la primera de Corintios Pablo enfatiza la acción del Espíritu en la vida de los creyentes y en la construcción de la Comunidad eclesial. Consciente de las divisiones que se vivían al interior de esta comunidad insiste en que los dones, los carismas, los ministerios y los servicios proceden de un mismo Espíritu. Por lo tanto todos los carismas, dones y ministerios están en función del crecimiento de la Iglesia. La acción del Espíritu cualifica la misión de la Iglesia en el mundo y no sólo para la santificación individual. El Espíritu articula interiormente la misión de Jesús y la misión de la Iglesia.

El cuarto evangelio presenta dos escenas contrastantes. En primer lugar, los discípulos encerrados en una casa, llenos de miedo y al anochecer. En segundo lugar, la presencia de Jesús que les comunica la paz, les muestra sus heridas como signo de su presencia real, se llenan de alegría y Jesús les comunica el Espíritu que los cualifica para la misión. El miedo, la oscuridad y el encerramiento de «la casa interior» se transforman ahora con la presencia de Jesús en paz, alegría y envío misionero. Son signos tangibles de la acción misteriosa y transformante del Espíritu en el interior del creyente y de la comunidad. Resurrección, ascensión, irrupción del Espíritu y misión eclesial aparecen aquí íntimamente articuladas. No son momentos aislados, sino simultáneos, progresivos y dinamizadores en la comunidad creyente.

Jesús cumple sus promesas. Les ha prometido a sus discípulos que pronto regresará, que nos les dejará solos. Les ha dicho que el Espíritu Santo de Dios les asistirá para que entiendan todo lo que él les ha anunciado. Así lo hace. Ahora les comunica el Espíritu que todo lo crea y lo hace nuevo. Jesús sopla sobre ellos como Dios sopló

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para crear al ser humano. Ellos son las personas nuevas de la creación restaurada por la entrega amorosa de Jesús.

La violencia, la injusticia, la miseria y la corrupción en todos los ámbitos de la sociedad nos llenan de miedo, desaliento y desesperanza. No vemos salidas y preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en nuestros asuntos individuales y olvidarnos del gran asunto de Jesús. Entonces es cuando él irrumpe en nuestro interior, traspasa las puertas del corazón e ilumina el entendimiento para que comprendamos que no nos ha abandonado. El sigue presente en la vida del creyente y en el seno de la comunidad. Sigue actuando a través de muchas personas y organizaciones que se comprometen a cabalidad para seguir luchando contra todas las formas de pecado que deshumanizan y alienan al ser humano. El Espíritu de Dios sigue actuando en la historia aunque aparentemente no lo percibamos. No es necesario hacer tanta bulla para decir que el Espíritu está actuando. Muchas veces no lo sentimos porque actúa en forma muy sencilla a través de gestos que pueden pasar desapercibidos.

¿Qué signos de la presencia dinamizadora del Espíritu de Dios podemos percibir en nuestra vida personal, familiar y comunitaria? ¿Conocemos personas que actúan bajo la acción del Espíritu? ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para descubrir y potenciar los dones y ministerios que el Espíritu sigue suscitando en personas y comunidades?

Pentecostés, espiritualidad y paz El Espíritu presente en Jesús, aunque si estaba cerca a los discípulos no estaba “dentro de ellos”.

En el evangelio de Juan la entrega del Espíritu para que permaneciera en el corazón de los discípulos ocurre con la muerte de Jesús: “Todo está cumplido e inclinando la cabeza entregó su espíritu” (Jn 19,30), y en la primera aparición del Resucitado el domingo de pascua. “Cerradas las puertas por miedo a los judíos se presentó Jesús en medio de ellos les dijo: “la paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado… como el Padre me ha enviado así también los envió yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Evangelio).

Jesús resucitado aún lleva en las cicatrices toda la pasión para entregarla como su espíritu; es el don del Espíritu en estado de resurrección. Soplar sobre ellos es un signo de la entrega del Espíritu como comunicación de vida: “Entonces el Señor Dios modelo al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser vivo” (Gén 2,7). “Sopló sobre ellos (signo de comunicación de vida) y les dijo: Reciban al Espíritu Santo”. Para Pablo la resurrección de Jesús, como la nuestra, es una invasión total del Espíritu, que lo inunda y lo invade incluso

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físicamente. Es pues, evidente la íntima relación entre la resurrección de Jesús y el don del Espíritu.

El Jesús resucitado ya no vuelve a morir porque la plenitud de la vida en el Espíritu le impide la muerte. Toda esta plenitud de la vida, energía vital de Jesús, su compasión desbordante, su fidelidad permanente, su cercanía fraternal, su cuidado y delicadeza con los desfavorecidos, su claridad de palabra, la eficacia de sus obras y la belleza de su cuerpo crucificado y resucitado, pasa a nosotros por el trasplante llamado bautismo, por la reconciliación: “A los que perdonen los pecados les quedan perdonados y a los que no se los perdonen les quedan retenidos” por la celebración de la pascua cuya memoria se mantiene en la eucaristía, por los demás sacramentos y la predicación. La Palabra escuchada, meditada y estudiada como revelación, nos sensibiliza acerca del Espíritu que está en nuestro interior y nos permite ser como un árbol plantado al borde de la acequia: “El hombre espiritual por la acción del Espíritu da fruto a su tiempo, sus hojas no se marchitan y todo cuanto emprende tiene buen fin” (Sal 1).

El Espíritu que se nos da en el bautismo y es confirmado en uno de los momentos más bellos de la vida como son la adolescencia y juventud, no son solo dones particulares sino que, por ser invasivo, organiza nuestra vida social y eclesial. Para ello contamos con los dones y carismas del Espíritu al servicio de los demás.

No buscamos la paz, somos la paz Los creyentes son un don, un carisma vivo al servicio de los demás, vasos comunicantes por los que pasa el amor de Dios para hacerlo eficaz y creíble.

Dar y recibir hace parte de la acción del Espíritu en nuestro interior. Cada uno da en la medida en que es capaz de recibirlo y recibe en la medida que es capaz de dar. El Espíritu se nos da personalmente para que inundada la vida particular se convierta en don para la convivencia social. Así seríamos “como una carta de Cristo” (2Cor 3,3), y se va construyendo la espiritualidad cristiana. El hombre espiritual por la acción del espíritu es un ser de paz, sabe de paz.

La vida espiritual implica dejarnos conducir por el Espíritu sin acomodarnos fácilmente a la cultura: “No se acomoden a este mundo; al contrario, transfórmense y renueven su interior para que sepan discernir cuál es la voluntad de Dios” (Rom 12,2) “Yo les digo: Déjense conducir por el Espíritu y no se dejen arrastrar por la apetencias de la carne (egoísmo)” (Gal 5,16). Por el contrario, frutos del espíritu (solidaridad) son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, mansedumbre, prudencia… (Gal 5,19-23). “La paz les dejo, mi paz les doy”; “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté dentro de ustedes y su alegría sea completa” (Jn 14,27; 15,11).

Una oportuna y permanente exhortación de Pablo que a su vez hace parte de la acción del espíritu es: “¡No apaguen el Espíritu!” (1Tes 5,19). ¿Qué es lo que en nuestra vida

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puede apagar el espíritu? ¿Qué está en nuestra sociedad apagando el Espíritu? ¿Qué querrá el Espíritu que seamos para los demás?

La Lectio Divina de hoy

El Resucitado se aparece en medio de los discípulos, que estaban reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. El Señor les saluda diciendo: “La paz esté con ustedes”. Y este saludo lo hace dos veces. Y les deja la misión, para la cual les capacita soplando sobre ellos, de la misma manera que el Padre había soplado para dar vida a la humanidad. En la nueva creación es el Resucitado quien sopla e infunde Espíritu Santo sobre sus discípulos, para que ellos pudieran tener la fuerza, la vitalidad, el dinamismo, la mística y convicción para salir y anunciar la Buena Nueva de la salvación.

ORACIÓN INICIAL: INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Señor Jesús, que llenaste de Espíritu Santo a tus discípulos capacitándolos para la misión, de la misma manera te pedimos que soples sobre cada uno de nosotros, para que podamos recibir tu Espíritu que nos guíe en la lectura y comprensión de tu Palabra, que nos abra a la experiencia de tu presencia, que inunde de gozo nuestro corazón y disipe nuestros temores para ser tus testigos…

Que tu Espíritu nos impulse a la misión, y nos fortalezca en el anuncio de tu Palabra, dándonos sabiduría y entendimiento, para poder darte a conocer a nuestros hermanos.

Que el Espíritu nos ayude a experimentar en la Palabra y en la vida la presencia del Resucitado y nos dé fuerzas para testimoniar a los otros que Él está vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.

1. LECTURA: ¿Qué dice el texto? a) Lectura del texto: Evangelio según San Juan (20,19-23): 19Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

–«Paz a ustedes.» 20Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21Jesús repitió:

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–«Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo.» 22Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

–«Reciban el Espíritu Santo. 23A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».

b) División del texto:

vv. 19-20: La descripción de la experiencia de la resurrección

v. 21: El envío: “Como el Padre me envió, así yo los envío”

v. 22: El don del Espíritu

v. 23: El poder de perdonar los pecados

c) Entendiendo el texto

(Estos puntos son indicativos para profundizar en la lectura del texto bíblico. No tienen que ser analizados todos. Cada persona/comunidad se detendrá en el que crea conveniente).

Pentecostés era en Israel la fiesta de la cosecha de los cereales. Se celebraba 50 días después de la Pascua. También celebraba el pueblo hebreo la fiesta de la Alianza, pactada entre Dios y el pueblo en el Sinaí por mediación de Moisés. Su síntesis es el primer mandamiento: Amarás al Señor tu Dios… También se llamaba la Fiesta de las Semanas (7 por 7 días después de Pascua). Lucas relata en los Hechos la venida del Espíritu a los 50 días de la Pascua. Por su parte, Juan describe la venida del Espíritu el mismo día de la resurrección.

* Juan 20,19-20: Una descripción de la experiencia de la resurrección Jesús se hace presente en la comunidad. Ni siquiera las puertas cerradas le impiden estar en medio de los suyos.

“Con las puertas cerradas por miedo a los judíos”: Los discípulos tienen miedo; temen reacciones violentas contra ellos. Esta situación ‘refleja la actitud temerosa de la comunidad que ante un mundo hostil, vive la tentación de refugiarse en su propio círculo’.

“Paz a ustedes”: La primera palabra de Jesús es “¡La Paz esté con ustedes!”. Este saludo lo repite dos veces. Cumple Jesús la promesa de darnos su paz, cuando antes de morir dijo: ’La paz les dejo, les doy mi paz, y no se las doy como la da el mundo. No se turben ni se acobarden.

Identidad de Jesús: Él les muestra las señales de su pasión. ¡El resucitado es el crucificado!

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*Juan 20,21: Paz y misión: Él repite: “¡La paz esté con vosotros!”. La repetición recalca la importancia de la paz. Construir la paz forma parte de la misión.

“¡Como mi Padre me ha enviado, así también los envío yo!” De este Jesús crucificado y resucitado los discípulos reciben la misión, la misma que Él recibió del Padre. Jesús no quiere que los discípulos se queden encerrados en su cómodo círculo; los envía al mundo para que sean testigos suyos y del Padre’. Este envío tiene como origen y modelo la misión de Jesús por el Padre.

*Juan 20,22: “Exhaló su aliento sobre ellos… Reciban el Espíritu Santo”: A la hora de crear al ser humano Dios exhaló su aliento sobre el barro modelado, y éste adquirió vida. Ahora Jesús comunica el don del Espíritu y la comunidad recibe una nueva vida. Este texto nos habla de la efusión del Espíritu Santo, es decir, el derramamiento del amor del Padre y del Hijo en el corazón del creyente, como conclusión de toda la obra redentora de Jesús iniciada con su Encarnación. Y es con la ayuda del Espíritu Santo como se puede realizar la misión que Jesús confía. En el evangelio de Juan la resurrección (Pascua) y la efusión del Espíritu Santo (Pentecostés) suceden en el mismo momento.

*Juan 20,23: “A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados”: Jesús en su vida pública había perdonado pecados en más de una ocasión, ahora otorga este poder como don perpetuo a la Iglesia. ¡Es el sacramento de la Reconciliación! Jesús comunica el poder de perdonar los pecados. El punto central de la misión de paz se encuentra en la reconciliación, en el intento de superar las barreras que nos separan. El poder de reconciliar y perdonar se les da a los discípulos. En el Evangelio de Mateo, este mismo poder se le da también a Pedro (Mt 16,19) y a las comunidades (Mt 18,18). Una comunidad sin perdón y sin reconciliación, no es una comunidad cristiana.

Podemos hacernos algunas preguntas para reconstruir el texto:

¿Dónde están los discípulos el primer día de la semana? ¿Qué momento del día es?

¿Por qué tienen las puertas abiertas?

¿Quién entra a la casa? ¿Dónde se pone? ¿Qué les dice?

¿Cuál es la experiencia de los discípulos al ver al Señor?

¿A qué envía Jesús a sus discípulos?

¿Qué reciben los discípulos de parte de Jesús?

¿Para qué les dio el Espíritu Santo?

2. MEDITACIÓN: ¿Qué me/nos dice el Señor con este texto? Pregúntate: ¿qué me quieres decir, Señor, por medio de esta Palabra, en este momento de mi vida? ¿Qué me quieres revelar, Señor, de tu Misterio? ¿A qué me llamas? ¿De qué

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he de convertirme? ¿Cómo iluminas hoy, con tu Palabra, mis inquietudes, mis preguntas, mi vida?

Estamos frente a la vocación de la comunidad eclesial, la cual es animada por el Espíritu en orden a cumplir la misión de ser enviada a anunciar la Buena Nueva y la paz del Señor. Meditemos con la ayuda de algunas preguntas:

1. ¿Qué me llama la atención de este pasaje?

2. ¿Qué impresión me causa la manera como el Señor se hizo presente a discípulos?

3. ¿En qué casa estoy yo encerrado? ¿Por miedo a quién?

4. ¿Qué relación encuentro entre la resurrección del Señor y el envío del Espíritu Santo?

5. ¿Qué le aporta el Espíritu Santo a mi fe?, ¿Qué función tiene?, ¿Qué hace en mí?

6. ¿Sería igual creer o no en el Espíritu Santo? ¿Por qué?

7. ¿Qué quiere decir concretamente para mí, "experimentar la presencia de Jesús Resucitado"?

8. ¿Qué supone para mí el envío de Jesús? ¿Para qué me envía?

9. ¿Por qué considero importante la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y en mi vida personal?

10. ¿Qué experimento al leer este pasaje?

3. CONTEMPLACIÓN: ¿A qué me/nos compromete este texto? Ahora debo/debemos preguntarme/nos: ¿A qué me/nos comprometo/comprometemos? ¿Cómo hago/hacemos propias en mi/nuestra vida las enseñanzas del texto?

¿Qué voy a hacer para demostrar que Jesús ha disipado mis temores? ¿Cómo me comprometo a transparentar que me invade la alegría por haber visto al Señor? ¿Cómo puedo hacer efectiva la misión/envío que me ha entregado Jesús? ¿De qué manera concreta me comprometo a ser instrumento de reconciliación con mis hermanos? ¿Qué compromiso me pide el ser perdonado y poder perdonar?

4. ORACIÓN: ¿Qué le respondo/respondemos al Señor que me/nos habla en el texto? Después de haber reflexionado y compartido el sentido de este texto, con la seguridad que el Señor derrama su Espíritu sobre los que le piden, nosotros con corazón abierto, pidámosle que nos dé la gracia de su Espíritu a cada uno de nosotros, para que nos

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renueve, nos transforme, nos anime y nos impulse en nuestro ser discípulos misioneros.

Señor Jesús, así como soplaste sobre tus primeros discípulos, sopla también sobre cada uno de nosotros, para que hoy nuevamente podamos ser llenos de tu Espíritu Santo, y así experimentar su presencia transformadora y renovadora, que impulsa a la misión y al testimonio.

Así como en un principio, hoy nuevamente, envía tu Espíritu Santo y danos nuevamente la misión de anunciarte y darte a conocer.

Hoy nuevamente sopla sobre cada uno de nosotros, para que llenos de tu Espíritu Santo, vivamos tu Palabra, te sigamos y te amemos, dando testimonio de ti, anunciándote con nuestras palabras y con nuestras vidas.

Se podría concluir con estas peticiones:

- Para que vivamos el evangelio… ENVÍANOS TU ESPÍRITU SANTO

- para que tengamos gozo y alegría en el corazón…

- para que anunciemos con nuestra vida que Tú estás vivo…

- para que Tú actúes y te manifiestes por nosotros…

- para que Tú Señor, nos transformes y nos llenes de ti…

- para que Tú nos des valor y coraje de darte a conocer…

- para que Tú nos hagas tus discípulos…

- para que vivamos como Tú quieres…

- para que Tú nos colmes de bendiciones…

- para que tengamos un solo corazón y una sola alma…

- para que seas Tú nuestro Dios y Señor…

- para que vivamos con alegría nuestra fe…

- para que tengamos gusto por las cosas de Dios…

- para que actúes Tú por y en nosotros…

- para que nos identifiquemos con tu manera de ser y actuar…

- para que nuestra predicación sea nuestra vida…

- para que tu Palabra la hagamos vida…

- para que se note y se vea que te buscamos y te seguimos…

- para que Tú seas todo en nosotros, siendo nosotros todo en ti y para ti…

- para que tu obra sea realizada…

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- para que su Nombre sea anunciado…

- para que te tengamos como nuestro Dios y Señor.