Domingo IV de Pascua

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Hoy, domingo cuarto de Pascua, ponemos nues- tros ojos en Cristo resu- citado bajo la entrañable figura de tanta resonancia bíblica como es el pastor. En los tres ciclos litúrgicos es el evangelista san Juan quien nos hace de guía. En el ciclo A, presentándo- nos a Jesús como el legíti- mo pastor que entra por “la puerta del redil” para reco- ger y proteger a las ovejas, mientras que los ladro- nes (en alusión a los líde- res religiosos y políticos de Israel) saltan la valla a escondidas; en el ciclo B, como el pastor que conoce a las ovejas por sus nom- bres, las nutre y alimenta y está dispuesto a defender- las hasta el punto de dar la propia vida por ellas (mien- tras que las autoridades las abandonan y las dejan a su suerte en el momen- to de peligro); y hoy, en el ciclo C, san Juan sigue ahondando en la revela- ción de la identidad del Se- ñor: no sólo presenta a Je- sús como la puerta del redil o como el pastor decidido a dar la vida por sus ove- jas, sino que presenta al Mesías en íntima relación de identidad con el Padre: “yo y el Padre somos uno”. Es así como san Juan nos va presentando de manera progresiva el misterio de la persona de Jesús. En el relato de hoy, Jesús se dirige a los jefes religio- sos del pueblo con la in- tención expresa de revelar su identidad mesiánica y en contraste con ellos que no acaban de aceptarle. Es más, que lo rechazan abiertamente. Por eso los judíos le preguntan direc- tamente “si es el Mesías”. Y a esta pregunta, tan cap- ciosa y directa, Jesús les contesta de forma indirec- ta, remitiendo al testimo- nio de sus obras. Afirma, además, que su catego- ría únicamente puede ser admitida por aquellos que le pertenecen, por sus ovejas, por los que están abiertos a la fe. Sólo ellos pueden conocer su iden- tidad con el Padre. Si sus obras son las de Dios, la única alternativa que tie- nen es aceptar que Dios está en él. Lo que pasa DOMINGO IV DE PASCUA (San Juan 10,27-30) Excelentísimo Teófilo: Muchos han emEn aquel tiempo, dijo Je- sús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eter- na; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Pa- dre. Yo y el Padre somos uno». P. Antonio Maroño, SSP Jesús, el buen pastor que conoce a las ovejas «Aunque pase por caña- das oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo»

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Homilía correspondiente al IV Domingo de Pascua - Ciclo C

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Hoy, domingo cuarto de Pascua, ponemos nues-tros ojos en Cristo resu-citado bajo la entrañable figura de tanta resonancia bíblica como es el pastor.

En los tres ciclos litúrgicos es el evangelista san Juan quien nos hace de guía. En el ciclo A, presentándo-nos a Jesús como el legíti-mo pastor que entra por “la puerta del redil” para reco-ger y proteger a las ovejas, mientras que los ladro-nes (en alusión a los líde-res religiosos y políticos de Israel) saltan la valla a escondidas; en el ciclo B, como el pastor que conoce a las ovejas por sus nom-bres, las nutre y alimenta y está dispuesto a defender-las hasta el punto de dar la propia vida por ellas (mien-tras que las autoridades las abandonan y las dejan a su suerte en el momen-to de peligro); y hoy, en el ciclo C, san Juan sigue ahondando en la revela-ción de la identidad del Se-ñor: no sólo presenta a Je-sús como la puerta del redil o como el pastor decidido a dar la vida por sus ove-

jas, sino que presenta al Mesías en íntima relación de identidad con el Padre: “yo y el Padre somos uno”. Es así como san Juan nos va presentando de manera progresiva el misterio de la persona de Jesús.

En el relato de hoy, Jesús se dirige a los jefes religio-sos del pueblo con la in-tención expresa de revelar su identidad mesiánica y en contraste con ellos que no acaban de aceptarle. Es más, que lo rechazan abiertamente. Por eso los judíos le preguntan direc-tamente “si es el Mesías”. Y a esta pregunta, tan cap-ciosa y directa, Jesús les contesta de forma indirec-ta, remitiendo al testimo-nio de sus obras. Afirma, además, que su catego-ría únicamente puede ser admitida por aquellos que le pertenecen, por sus ovejas, por los que están abiertos a la fe. Sólo ellos pueden conocer su iden-tidad con el Padre. Si sus obras son las de Dios, la única alternativa que tie-nen es aceptar que Dios está en él. Lo que pasa

DOMINGO IVDE PASCUA

(San Juan 10,27-30)

Excelentísimo Teófilo: Muchos han emEn aquel tiempo, dijo Je-sús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eter-na; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Pa-dre. Yo y el Padre somos uno».

P. Antonio Maroño, SSP

Jesús, el buen pastor queconoce a las ovejas

«Aunque pase por caña-das oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo»

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es que algunos de sus oyentes (los fari-seos) no quieren creer en él y por eso no lo escuchan, no lo conocen, no lo siguen. En cambio, quienes le aman, quienes le escuchan, quienes creen en él -las ove-jas de su redil- escuchan su voz, y él los conoce por su nombre, y le siguen.

En la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, hemos contemplado a Pablo y Bernabé, en el curso del primer viaje apostólico, reco-rriendo las poblaciones de Asia Menor. Inspirados por el Buen Pastor, asumen la responsabilidad, como pastores de estas comunidades nacientes, a las que anuncian la Buena Nueva del Resuci-tado. Predican en la sinagoga a los ju-díos, pero también a los paganos, por cierto con bastante éxito entre ellos. La reacción es doble: los paganos reciben el anuncio “alegrándose mucho y ala-bando la Palabra de Dios”, mientras que los judíos se recomen de envidia y ce-los porque creen que la Palabra de Dios les pertenece en exclusiva. Por eso pro-mueven una persecución contra Pablo y Bernabé que les obliga a dejar la ciudad. Pero los misioneros no se arredran. An-tes de marcharse a otros pueblos, Pablo se dirige con estas palabras a los judíos: “Teníamos que anunciaros primero a vo-sotros la Palabra de Dios, pero como la rechazáis…, sabed que nos dedicamos a los gentiles”. Pablo y Bernabé son pas-tores totalmente comprometidos con sus comunidades; se relacionan con las per-sonas de todos los grupos y culturas; no piensan en su comodidad personal ni en su seguridad. Son un ejemplo inspirador para la Iglesia misionera que no se insta-la dentro de unas estructuras protegidas sino que sale a la periferia.

La imagen de Jesús Buen Pastor nos debe llevar a pensar en los pastores

de la Iglesia. En todos ellos. No sólo en el papa, los obispos y sacerdotes, sino también en todos los agentes de pasto-ral, entre los que están también los reli-giosos, religiosas y los laicos comprome-tidos. Todos ellos, con su manera de ser y de estar entre los fieles, están llama-dos a revisar si su método evangeliza-dor es el de Pablo y Bernabé. También de ellos, como de Cristo, se puede decir que “conocían a sus ovejas” y respeta-ban su situación cultural y religiosa. Si sus oyentes eran judíos, partían del An-tiguo testamento y les intentaban con-vencer de que en Jesús de Nazaret se cumplían las promesas de los profetas. Si eran paganos, partían del Dios crea-dor, de la hermosura de este mundo, de los valores que entendían sus oyentes, y de ahí los llevaban a Dios.

Finalmente, en este día en que dirigimos nuestros ojos a Jesús Buen Pastor, y en el que celebramos la 53 Jornada Mun-dial de Oración por las Vocaciones con-sagradas, pidamos al Señor que suscite muchas y buenas vocaciones de jóvenes -chicos y chicas- que quieran dedicar sus vidas, como pastores de sus rebaños, a la extensión del Reino de Dios, al anun-cio de la Buena Noticia del evangelio.

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