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Don Gabriel Vargas Hace unos días nos enteramos del fallecimiento de Don Gabriel Vargas, cuyo mérito fue retratar, durante 61 años de fecunda labor ininterrumpida en forma de historieta la historia cotidiana de muchos mexicanos. Don Gabriel Vargas creó a base de observación e ingenio a la Familia Burrón, una serie de personajes que en realidad de ficticios no tienen mucho, y que son un excelente reflejo de la realidad que viven muchas familias mexicanas desde hace bastante tiempo, familias de clase media, desafortunadamente en vías de extinción, o quizá puedan calificarse como ‘baja alta’ ya que como sabemos en nuestro país es un ‘gusto’ hacer clasificaciones. Con PRI o PAN en el timón, con las negativas acciones del PRD y las inútiles alianzas del VERDE, la Familia Burrón, sigue y sigue recordándonos a todos una realidad lacerante.

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Don Gabriel Vargas

Hace unos días nos enteramos del fallecimiento de Don Gabriel Vargas, cuyo mérito fue retratar, durante 61 años de fecunda labor ininterrumpida en forma de historieta la historia cotidiana de muchos mexicanos.

Don Gabriel Vargas creó a base de observación e ingenio a la Familia Burrón, una serie de personajes que en realidad de ficticios no tienen mucho, y que son un excelente reflejo de la realidad que viven muchas familias mexicanas desde hace bastante tiempo, familias de clase media, desafortunadamente en vías de extinción, o quizá puedan calificarse como ‘baja alta’ ya que como sabemos en nuestro país es un ‘gusto’ hacer clasificaciones.

Con PRI o PAN en el timón, con las negativas acciones del PRD y las inútiles alianzas del VERDE, la Familia Burrón, sigue y sigue recordándonos a todos una realidad lacerante.

Se puede decir, a priori, que la Familia Burrrón es ficticia, que es tan solo producto de la imaginación de este inimitable caricaturista, y tal vez, en teoría, a priori, sea cierto.

Pero también es indiscutible e innegable que en México existen muchas Familias Burrón, tal vez no con ese nombre, pero Don Regino, Doña Borolas, Reginito, Macuca y muchos de los 60 personajes viven con otros nombres y actúan y son tal y como los

presenta Don Gabriel, incluso con el picaresco y semitrágico sentido del humor por lo que calificar de ficticia a la Familia Burrón resultaría muy inexacto.

Se apelliden Hernández, Torres, González, Pérez, Gómez, o como quieran, no tiene importancia, todos conocemos una o varias familias Burrrón.

Don Gabriel pudo, Don Gabriel supo traducir a caricatura una realidad lacerante del México en el que vivimos, del México que hemos dejado en manos de nuestra clase política quienes, además de destrozarlo. no han sabido que hacer con él.

El gobierno de Fox y ahora el de Calderón no han podido erradicar los graves desajustes sociales que dejaron 70 y tantos años de un PRIÍSMO triunfalista y demagógico (que amenaza ‘con volver’).

Ambos o no atacaron el problema o decidieron que es lucha inútil eliminar un sistema corrupto que propicia ‘alianzas políticas’ que han demostrado ser nefastas para el país, y demuestran la debilidad de todos y cada uno de los partidos políticos.

Afortunadamente Don Gabriel no cayó en el garlito de hacer política, aunque como mexicano deseoso de un México mejor, si emitió críticas acertadas por medio de sus personajes a través de sus historietas.

Criticas que desgraciadamente no tuvieron eco y se tomaron como expresiones jocosas de una realidad a la que los ciudadanos no quieren modificar.

La Familia Burrón, se levanta hacia la inmortalidad más no como una caricatura, sino como un retrato pues ha trascendido los límites que tal descripción le impuso

Hoy puede ser considerada como un espejo de nuestra realidad, impregnada de trágico humor tamizado de resignación y un crudo testimonio de la calidad de vida de muchas familias mexicanas; se puede afirmar que es un retrato, un retrato fiel del México de los 50’s y del México actual, que si lo apreciamos objetivamente, no es muy diferente.

Las historias y anécdotas de esta familia (colocadas en el siglo pasado), pueden aplicarse con fidelidad a la realidad cotidiana actual de nuestras ciudades y poblaciones, porque el tema principal es la impotencia e imposibilidad de ‘realizar los sueños’.

Dificultades que se pueden observar sin mayor esfuerzo en la mayoría de las familias mexicanas actuales, consideradas así, como núcleo familiar o consideradas en las aspiraciones individuales de quienes no aceptan resignarse con su ‘modo de vida’ pero mas importante, de quienes quieren cambiar su realidad por medios legítimos y no lo logran pues encuentran en ‘el sistema’ un obstáculo insuperable.

Don Gabriel sabía sobre lo que estaba escribiendo pues aunque oriundo de Tulancingo, Hidalgo, (5 de febrero del año 1915), desde 1919 su familia, -compuesta por su madre y 11 hermanos- se trasladaron al la ciudad de México en donde se podía convivir con los vecinos y observar lo que ocurría; a los 16 años de edad entró a trabajar a la Cooperativa del periódico Excelsior como dibujante.

Era una persona que no perdía oportunidad de leer; cuando no estaba dibujando, leía lo que seguramente debe haber extrañado mucho a sus vecinos y conocidos. En su niñez y juventud pasaba mucho de su tiempo recorriendo las colonias Santa Julia, Tacuba y Mixcalco en donde convivía con muchas personas que después, a partir de 1948, interpretaría en su ya famosa Familia Burrón, lo que actualmente muy pocos niños y jóvenes pueden y quieren hacer.

En 1937 crea la Familia Burrrón, pero no es hasta 1948 en que comienza a publicarse en tamaño media carta como una revista auspiciada por el periódico Excelsior, alcanzando tirajes de 500,00 ejemplares a la semana, los cuales se vendían como ‘pan caliente’ y eran leídos por el menos 4 personas.

Dejó de publicarse con el número 1616 el 26 de agosto de 2009. {Tengo entendido que por motivos de salud de Don Gabriel, quien fallece el 25 de mayo pasado a los 95 años de edad}.En sus últimos 40 años, sus recorridos por la Ciudad se hicieron más amplios, ya no solamente acudía a las colonias populares sino también se paseaba por Las Lomas o Tecamachalco, el Pedregal o los complejos habitacionales de Huxquilucan y otros rumbos de esta ya gigantesca ciudad recopilando información de ‘primera mano’ para sus historietas.

Lo que puede considerarse su mayor acierto es que Don Gabriel Vargas nunca se erige en juez de sus personajes, simplemente los describe y maneja con humor y picardía y puede decirse a su favor y como gran mérito, que nunca se involucra con los caprichosos vaivenes de ‘la grilla’ o ‘la polaca’ (como adecuadamente denominó los avatares políticos).

Supo mantenerse al margen de partidarismos políticos y su crítica mordaz fue contra el sistema imperante impuesto por el gobierno sin meterse en complicaciones denunciando gráficamente sus grandes fallas: corrupción e impunidad. Aparte de otras obras, que podrían considerarse como ‘serias’, Don Gabriel creó Los Superlocos, Pancho López, El gran Caperuzo, Los Chiflados, Los del Doce y Sopa de Perico, todas ellas en el formato de historietas, pero todas fueron ‘opacadas’ por La Familia Burrón.

Al respecto, en una entrevista publicada por Conaculta él mismo Don Gabriel dijo: “yo quería hacer un hombre humilde, de la clase media, una personalidad más bien opaca. No fue difícil perfilar a este personaje, en cualquier parte de la República hay un Regino Burrón, es el hombre que trabaja demasiado y no se puede elevar socialmente; es un burro, de ahí nació el nombre Familia Burrón”……..” A doña Borola, la saqué de una familia que conocí cuando era muy niño. Tenía como seis o siete años y jugaba con el pequeño hijo de ellos, a quien decían ‘el baby’. En esa casa el señor era un

abogado chaparrito, bueno y noble, manejado por su esposa, que era de muy fuerte, carácter, mucho más alta que su marido, altiva y orgullosa y presumida”.

Muy acertado también su comentario y percepción de que en todas partes de nuestra República hay ‘familias Burrón’, no tanto en cuanto a su descripción física o en cuanto a los personajes, sino en cuanto a sus aspiraciones y lucha constante, ya no por elevarse socialmente, sino por sobrevivir en su nivel de vida.

La lucha que él describe se ha vuelto más sorda y más básica.

En aquellos tiempos iniciales de la familia Burrón, el objetivo familiar era el crecimiento económico/social, hoy, lo primordial para muchas familias es sobrevivir el día, para otras continuar subsistiendo, las aspiraciones sociales ya no tienen ‘tanta’ relevancia, los aspectos económicos se han impuesto como necesidades prioritarias, lo cual no deja de ser un retroceso social desde cualquier punto que se le mire.

Incluso en el mismo lenguaje cotidiano se notan los cambios, antes las expresiones plenas de ingenio se hacían populares, ahora son las groserías y vulgaridades las que conforman las formas de expresión, orales y escritas de la mayoría de la población.

La esencia retratada por Don Gabriel no ha cambiado, solamente se expresa en una forma más baja.

¡Que lejos estamos de ‘descuajeringues’ y ‘deschongues’! Hoy predominan los ‘desmadres’,’pendejos’ y ‘cabrones’, (con perdón de ustedes amables lectores) realizados a diario por ‘gueyes’ no por personas o personajes.

Se podría decir que Don Gabriel creó frases y palabras nuevas, con gran significado y que no eran, ni son, ‘groserías’ ni malas palabras, sino exponentes fieles de un ingenio popular que supo captar y que también poco a poco se va perdiendo para ser sustituido por ‘las groserias’.

Como diría Don Regino: hay que cambiar, sí, pero los cambios deben ser para mejorar, no para empeorar’.

Ahora que ha fallecido queda la gran duda si será o no reconocido, pues es corta la memoria oficial, Don Gabriel no tuvo relevancia política y la memoria ciudadana ‘es muy corta’.

En el ámbito cultural, los caricaturistas tradicionalmente han sido considerados como ‘relleno’, o como apoyo editorialista, ilustrando algún especto de los temas elegidos por los editores, no creemos que por este lado surja algún ‘reconocimiento’.

Es por lo mismo a los ciudadanos a quienes nos corresponde reconocer al creador de La Familia Burrrón como un mexicano distinguido, como un erudito, quizá un antropólogo social, pero indiscutiblemente un destacado Cronista de nuestra realidad social.

Don Gabriel tuvo una peculiaridad más, con sus dibujos e historietas inmortalizó a los miembros de una familia común, una familia popular de clase media, como una de las expresiones más fieles del alma mexicana.

Supo retratar nuestra sociedad como ningún literato o Cronista Oficial lo ha hecho y sus obras no se circunscriben únicamente al D.F.

Sus crónicas pueden ser aplicadas con justeza a casi todas las ciudades y poblaciones denuestra República.

Como el mismo lo dijo y lo citamos anteriormente: “…en cualquier parte de la República hay….una Familia Burrrón”.

Don Gabriel Vargas merece el título, el sobre nombre, de Don en la más pura, tradicional y profunda acepción de la palabra, puede y debe ser considerado como cronista de la realidad mexicana.

La esencia de la caricatura es la sátira, que como todos sabemos, es como algunas medicinas: escuece, pero cura.

La sátira es un escrito o una expresión gráfica en donde se censura o pone en ridículo algo o a alguien y dentro de esta definición encontramos la caricatura, que no siendo propiamente un escrito si es una expresión gráfica por medio de la cual, se hacen o expresan comentarios o críticas sobre algo o alguien y en ese sentido se ha acunado la expresión ‘se caricaturiza’ que también tiene la acepción de “obra o dicho agudo, mordaz, picante”.

Dentro de este contexto, la obra, los monos (otra expresión popular para los dibujos de caricatura) el trabajo de Don Gabriel Vargas se une a una larga tradición de ‘caricaturista’ mexicanos.

Hay una anécdota curiosa en los inicios de su carrera dentro del periódico Novedades, ya que además del Excelsior, Don Gabriel también colaboró en este otro importante diario.

En el diario Novedades se le solicitó a Gabriel que hiciera una historieta acerca de la Vida Cristo, la que Gabriel realizó y entregó a la editorial y en su debida fecha fue publicada.

La crónica de los acontecimientos nos indica que un día Gabriel llegó corriendo a las oficinas de Excélsior para dejar su colaboración cuando un hombre con texana y pistola lo detiene y le pregunta si él hizo la historieta sobre Cristo. Vargas afirma y es llevado a empujones a un jeep y trasladado a la Inspección de Policía.

Como no le creyeron que a su edad pudiera dibujar así (tenía escasos 13 años) pensaron que encubría a alguien más y lo pasaron a un cuarto contiguo para interrogarlo.

El jefe (un tipo que portaba un enorme puro y con aire de suficiencia) le dijo que estaba en un grave lío por haber dibujado propaganda religiosa pues eso estaba penado por la ley.

Tras largas horas de angustia los dueños del periódico Novedades (Ignacio Herrerías y Rómulo O’Farrill) acudieron a sacarlo.

Gabriel declaró después que la única satisfacción que le quedó de aquella historieta fueron las calurosas felicitaciones de todo mundo (incluidos los dueños del periódico).

Con los aires antirreligiosos que imperaban en esos días, los dueños y editores decidieron suspender la publicación de la historieta pues amenazaban con cerrar el periódico.

Hubiera sido interesante que conocieran su obra "El día del tráfico" que realizara a los 11 años de edad, pero desafortunadamente no se ha podido conseguir esa ilustración.

Quizá podamos decir que hasta hace un cuarto de siglo parecería que a nadie importaba el estudio de la caricatura o la caricatura en sí. Sin embargo, a mediados del siglo XX se inició un movimiento restaurador con la publicación de una serie de libros (hoy convertidos en clásicos y prácticamente imposibles de conseguir) dedicados a la caricatura y a su contribución a las ciencias sociales.

Se pueden citar como ejemplos, el libro de Rafael Carrasco Puente, La caricatura en México (1953), el de Manuel González Ramírez, La caricatura política (1955), y el de Salvador Pruneda, La caricatura como arma política (1958), así como los libros de José Guadalupe Zuno (entre 1959 y 1960).

Después de ellos, sólo alguno que otro ‘literato’ retoma el tema.

En los últimos veinte años la caricatura ha comenzado a tener una mayor presencia en los estudios, tanto académicos –en centros de investigación de todo el país- como periodísticos. Las investigaciones se han plasmado en obras importantes.

Dicen los enterados y expertos que un caso que lamentablemente parece haberse truncado es la colección del círculo de arte, del CNCA, que llegó a publicar cinco títulos dedicados a grandes personajes de la caricatura como lo fueron y son considerados: José Guadalupe Posada, José María Villasana, Constantino Escalante, Manuel Manilla y otros más, pero por alguna inexplicable razón, o sin ella, no se continuó el esfuerzo editorial en esa dirección.

No obstante, se publicó hace poco más de seis años otro importante libro: Historia de un país en caricatura, realizado por Rafael Barajas, ‘El Fisgón’. Sobre este caricaturista-investigador, igualmente se acaba de publicar el libro titulado El país de los ahuizotes.

Otro trabajo sobre el tema fue la publicación en 1987, en dos tomos 70 años de caricatura en El Universal, que este diario regaló a sus suscriptores.

Y aunque en sentido estricto no sea sobre la caricatura, en 1998 comenzaron a publicarse los tres tomos de Puros cuentos, de Armando Bartra y Juan Manuel Aurrecoechea, dedicados a los cómics, (que se han definido como el género hermano de la caricatura) o a los ‘moneros’ como alguien jocosamente los bautizó.

En cuanto a la investigación, en 1997 se publicó el Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura en México, del que urge una reedición que corrija innumerables errores y algunas ausencias notables, como la de Marius de Zayas.

No obstante, la lista de publicaciones sobre el tema de las caricaturas y los caricaturistas es extensa; va desde los trabajos de Emma Helia Bonilla, en los Anales de investigaciones estéticas, o de Esther Acevedo sobre las obras sobre Manilla y Posada, y el de Mercurio López, pasando por los excelentes facsimilares de varios periódicos del siglo XIX, como Gil Blas, La Carabina de Ambrosio, Tío Nonilla o El Padre Cobos, que publicó el Senado de la República en 2000; o el de El Coyote, de la Sucesión Cortina del Valle, en 1999.

También en este rubro la lista es muy larga, con autores como Thelma Camacho, Sylvia Navarrete, Antonio Saborit, o los libros de Abel Quezada, que prologó Alfonso Morales, etcétera.

En los últimos diez años, otros moneros han publicado buen número de libros, algunos poco agraciados, como Historia del humorismo gráfico en México, publicado en España y que resultó una copia del folleto informativo, bastante elemental, y hasta podemos afirmar que una mala copia del folleto del Museo de la Caricatura.

En cuanto a estudios universitarios, en una bibliohemerografía de la caricatura en México realizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes, que creo está inédita, hemos registrado cerca de treinta tesis de diversos grados y de varias escuelas y facultades, tanto de la Universidad Nacional Autónoma de México como de la Universidad Ibero-Americana así como de otras universidades.

Los más importantes museos mexicanos han cedido (ocasional y temporalmente) sus muros a la caricatura, como el Museo Tamayo con una muestra de Abel Quezada;

Dibujante; y otros más que se sumaron al esfuerzo a favor del dibujante con exhibiciones tituladas El mejor de los mundos posibles, y Aire de familia.

También se presento parte de la Colección de Carlos Monsiváis; y exposiciones tituladas La litografía mexicana del siglo XIX , Posada y la prensa ilustrada: signos de modernización y resistencia.

El Museo Carrillo Gil organizó homenajes a Orozco y a Miguel Covarrubias, y el Museo Mural Diego Rivera ha presentado la obra de Posada y de Manilla.

Creemos recordar que en el 2005 el Museo de Historia Mexicana, de Monterrey, realizó una exposición-homenaje a David Carrillo, que a los ochenta y cinco años de su edad seguía haciendo caricaturas, y aparentemente, este año dedicará otra exposición nuevamente a Abel Quezada.

Ustedes perdonarán que la lista no sea completa pues el espacio no lo permite, y la caricatura no es mi esfera de actividad, pero lo mencionado hasta ahora muestra el nivel de reconocimiento que ha ido alcanzado la caricatura.

Recordé que en 1984 la UNAM organizó una muestra que tituló Humor y Política, y, finalmente, está la exposición permanente La caricatura en la historia; historia de la caricatura, en el Museo de la Caricatura en la ciudad de México donde se han organizado muestras importantes como la de Las moneras llegaron ya.

Esta exposición reviste una importancia singular pues es la primera que en el mundo rescató la obra de las mujeres caricaturistas.

Posteriormente se han organizado algunas otras exhibiciones y exposiciones menores como la denominada La ilustración periodística de Carlos Neve y deslucidos homenajes a caricaturistas como Ernesto Guasp, Alberto Isaac, Guerrero Edwards y, por fin, a Don Gabriel Vargas.

Cuando ya se decidieron y reconocieron la trascendencia y fidelidad de la obra de este caricaturista, al que podemos sin duda alguna calificar de genial, Don Gabriel Vargas por su extensa serie de caricaturas de La familia Burrón, ha sido objeto de diversos homenajes por parte de la Cámara de Diputados, la Asamblea Legislativa del D.F., el Seminario Mexicano de Cultura y la Feria del Libro de Guadalajara.

En esta última Feria, desde hace algunos años se lleva a cabo el Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, donde se ha privilegiado más a los autores y a la historieta, buscándose el interés comercial sin que haya una presencia académica acorde al nivel de una feria de esa envergadura, ni estudiosos que tengan una obra sólida al respecto, lo que es una verdadera lástima.

Finalmente se ha entregado el Premio de Caricatura La Catrina a cuatro grandes: Aragonés, Quino, Rius y Gabriel Vargas.

En donde ha habido un importante retroceso es en cuanto a las revistas de humor con circulación nacional, pues hoy prácticamente no existe ninguna, luego de que hace pocos años circulaban El Chahuistle, El Chamuco, Chocarreros, Rhumor, La ley de Herodes, Lapiztola y Anfitrión, así como el periódico Al Tiro y otras publicaciones que inexplicable y lamentablemente se han ido extinguiendo.

Actualmente y desde el 2009, hemos podido notar que el uso del ciberespacio comienza a ser utilizado por los caricaturistas ya que la industria editorial parece haberlo ignorado u olvidado y hoy día, para que publiquen ‘algo’ deben contribuir con el equivalente al 35 % del costo de la publicación y ‘correr’ con los gastos de presentación ante el público en eventos dizque organizados por las editoriales que el autor termina costeando.

El argumento es que ‘incluir imágenes’ es muy caro y ninguna editorial quiere ‘correr el riesgo’ de que no se vendan los ejemplares, además de haberse dejado atrapar por las garras mercantilistas de ‘los distribuidores’ quienes solamente aceptan ejemplares ‘a consignación’ y eso con muchos esfuerzos y merced a muchas ‘influencias’.

Existe un Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura mexicana que tengo entendido se publicó en 1997, pero del que no se han hecho nuevas ediciones por ‘ falta de ventas’.

Y encontré dos libritos que tratan sobre el deporte mexicano: Armando Guerrero Edwards, imagen y perseverancia; y Los medallistas olímpicos vistos por los moneros .

En el primero nos conduce por un conciso pero exhaustivo recorrido por la trayectoria vital y profesional del más longevo de los dibujantes mexicanos, creador de personajes tan importantes en la historieta de ese país como Chicharrín y el sargento Pistolas.

Descubrimos los orígenes del monero que, con apenas once años, una vez huérfano, escapó de casa de sus tíos y se marchó con un grupo de soldados a participar en los desordenes que se denominaron como revolución; igualmente nos enteramos de su participación en un primer concurso de caricaturas organizado por el periódico El Universal, y poco después como el "El Chango" Ernesto García Cabral le invitó a colaborar en la revista Fantoche.

Como inicia y se dedica por un tiempo a trabajos publicitarios entre los que destaca la creación del osito de Bimbo; la creación de la mítica revista Piocha; y su larga trayectoria en el periódico Excélsior.

Es un entretenido y quizá hasta apasionante lectura, que está acompañada de importante nota bibliográfica (lo que siempre es de agradecer en este tipo de trabajos), y una amplia muestra de viñetas, chistes e historietas de Armando Guerrero Edwards.

En el segundo, los medallistas olímpicos entre 1932 y 2004 son dibujados por el lápiz alegre y afilado de varios ‘moneros’ mexicanos.

Cada deportista -presentado con su disciplina y el lugar y año de los juegos en los que consiguió la medalla-, es retratado por uno de los caricaturistas, a los que acompañan una serie de datos biográficos y una pequeña auto caricatura.

El volumen se inicia con una presentación del presidente de la Asociación de Medallistas, y una introducción del presidente de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas y director del Museo de la Caricatura, el también dibujante Trizas.

Da paso a la galería de dibujos hechos por Alfredo Guasp, Trizas, Castre, Sam, Art, Ernesto García Cabral, Fran, Luis Xavier, Arias Bernal, Audiffred, Ras, Davica, Rocko, Freyre, Franco, Terrazas, Castre, Romero, Altamirano, Rochagarfias, Rubén, Garci, Jacobo, Castrux, Maral, Zetina, Paco Baca, Alarcón, Flores, Gabriel, Manjárrez.

Sin duda, para mi, se de libros interesantes y divertidos, que muestran el gran nivel de los dibujantes mexicanos y que a la vez, y no me pesa reconocerlo es un muy un interesante esfuerzo editorial a favor de la caricatura, el dibujo de humor y la sátira gráfica, que creo que buena falta nos hace.

Según dicen los enterados y expertos la transgresión es la esencia del arte satírico.

Tocar lo intocable es lo que han hecho los caricaturistas desde tiempo inmemorial, y Don Gabriel Vargas a través de La Familia Burrrón lo muestra y demuestra una y otra vez.

La Familia Burrón constituye, entre otras muchas cosas, uno de los ejemplares mexicanos más completos de esas transgresiones, de ese humor satírico, de ese arte que nos hace sonreír y nos impulsa a ser mejores.