DON MOLÓN, EL DUENDE DE LA ILUSIÓN · - Pero antes algo debes prometer - dijo el duende....

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DON MOLÓN, EL DUENDE DE LA ILUSIÓN.

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DON MOLÓN, EL DUENDE

DE LA ILUSIÓN.

Erase una vez, un

duendecillo llamado

Don Molón, que se

encargaba de devolver a

todos los niños la

ilusión.

Don Molón vivía en una

pequeña aldea llamada

Duendilandia, donde

todos los habitantes eran

muy felices, incluso

después de pasar la

infancia.

A pesar de ser muy

feliz, él sabía que esto no

era siempre así, pues en

muchas naciones y en

muchos de estos rincones,

siempre había un lugar donde

algún niño no dejaba de

llorar.

Este era el caso de

Carla, una niña de 6

años, que a pesar de sus

ganas de disfrutar,

estaba aburrida de vivir

en el país de la

tranquilidad.

Ella siempre tenía ganas

de jugar, pero sus

habitantes se pasaban

todo el día relajados en

el sofá.

Una noche Don Molón

decidió colarse en su

habitación, para devolverle

la felicidad y enseñarle a

disfrutar.

-Toc toc- llamó a la puerta

del cuarto.

Pero Carla estaba tan

profundamente dormida y

relajada que no escucho

nada. Entonces Don Molón

decidió entrar pasito a

pasito, muy despacito, y sin

hacer ruido y acercarse a su

oído.

-Caaarlaa, Caarlaaa -

susurró Don Molón.

De repente Carla asustada

gritó:

-¡¡Socorro socorro!!

-Shhh shhh- dijo Don

Molón- Tranquilidad, no te

voy a dañar, solo vengo a

devolverte la felicidad.

- Quisiera yo saber cómo

eso va a suceder- curioseó

Carla.

- Sube a mi tren mágico y te

lo mostraré.

-¡¡¡Chuuuuchuuuu!!!-dijo el tren. –

Súbete a mi vagón y canta con

nosotros esta canción:

Súbete al tren de la risa, ja, ja

Súbete al barco del vapor, po, po

Súbete al tren de la fantasía

Súbete al tren del amor.

Que hace chucu,

Que hace chaca,

Que hace chucu, chucu, chucu,

chaca, chucu

Que hace chaca,

Que hace chucu,

Que hace chaca, chaca, chaca, chucu,

chaca.

Entonces Carla decidió subirse

al tren con Don Molón y

descubrir a que se refería con

aquello de devolverle la ilusión.

El pequeño duendecillo fue

mostrándole los diferentes países

del mundo, haciendo paradas en

los de sentimientos más

profundos. Quería que

descubriera que había países

peores, pero que también lo

había mejores.

Y que de todos aprendería

mucho.

La primera parada fue en el país

de la tristeza, que no se diferenciaba

mucho del de la pereza.

Pero Carla solo consiguió ponerse

peor, al ver a todos los niños

llorar y escucharlos lamentar:

“La melancolía es una tristeza, un deseo sin dolor,

La tristeza mira hacia atrás, la preocupación a su alrededor.”

Luego en el país del

aburrimiento, ese fastidioso

sentimiento, del cual

tampoco sacó mucho provecho.

O al menos eso pensó ella, al

ver también a todos sus

habitantes siempre bajo sus

techos.

Lo mismo sucedió con del

miedo, donde los toreros no se

atrevían a salir al ruedo.

Y por último, se detuvieron en el país de la alegría,

donde todos los habitantes sonreían,

cantando y bailando sin cesar ni un solo día. En este país,

los más pequeños repetían:

“El reír con energía y disfrutar de cada día,

Es escuchar de manera continua la misma melodía.”

A lo que Carla dijo:

-¡¡Ya lo tengo, ya lo tengo!!

Para poder ser feliz y acabar

con la tranquilidad, solo

necesito a la gente de sus casas

sacar, quitarles el miedo a

fracasar y así con la tristeza

acabar. Y para terminar, poner

algo de música y color para

que todos vivamos felices y

llenos de amor.

-¡¡Eres muy lista Carla!! Con solo

unos cuantos países observar, la receta

mágica acabas de descifrar.

Volvamos a casa a descansar, pues

mañana un día importante será.

-Sí, deseando estoy de regresar y a todos

mis amigos esta alegría dar.

- Pero antes algo debes prometer - dijo el

duende. Prométeme que con los

habitantes la receta mágica compartirás,

pero de Chuuchuli y Don Molón nada

dirás.

- Prometo que nada diré y el secreto

guardaré.

Al día siguiente, Carla contó a todos los habitantes del pueblo la fórmula secreta de la

felicidad, sin saber si lo ocurrido la noche anterior fue fantasía o realidad.

Lo que sí ocurría de verdad, era que su país desbordaba ilusión y felicidad y todos juntos

se pusieron a cantar:

Si eres feliz y lo sabes, ¡aplaudid!

Si eres feliz y lo sabes, ¡aplaudid!

Si eres feliz y lo sabes no te quedes con las ganas,

Ven conmigo y vamos a aplaudir.

Si eres feliz y lo sabes, ¡zapatea!

Si eres feliz y lo sabes, ¡zapatea!

Si eres feliz y lo sabes no te quedes con las ganas,

Ven conmigo y vamos a zapatear.

Si eres feliz y lo sabes, ¡a reír!

Si eres feliz y lo sabes, ¡a reír!

Si eres feliz y lo sabes no te quedes con las ganas,

Ven conmigo y vamos a reír.

Si eres feliz y lo sabes no te quedes con las ganas,

Ven conmigo y riamos otra vez.

Y así fue como Don Molón,

una vez más la ilusión devolvió.

De nuevo en su tren se montó y

entre las nubes desapareció, pues

en cualquier otro lugar, a más

niños debía ayudar.

“Y colorín colorado este cuento se ha acabado

y por la chimenea se ha escapado.”

• María Navarro Granados

• Lucía Torres Jiménez

• Esther Zenteno Ibáñez

• Irene Vela Ostos