Don Quijote y su Imitación de la Penitencia de Beltenebros

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Don Quijote y su Imitación de la Penitencia de Beltenebros Sainete para un Retablo de Títeres Por Santiago Sevilla Narrador Don Quijote y Sancho llegan al pie de una alta montaña, que casi como peñón tajado, está sola entre otras muchas que la rodean. Corre por su falda un manso arroyuelo, y hace por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que da contento a los ojos que le miran. Hay por allí

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Don Quijote imita a Amadís de Gaula en la Peña Pobre donde cambió su nombre a Beltenebros.

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Don Quijote y su Imitación de la Penitencia de BeltenebrosSainete para un Retablo de TíteresPor Santiago Sevilla

NarradorDon Quijote y Sancho llegan al pie de una alta montaña, que casi como peñón tajado, está sola entre otras muchas que la rodean. Corre por su falda un manso arroyuelo, y hace por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que da contento a los ojos que le miran. Hay por allí muchos árboles silvestres y algunas plantas y flores, que hacen el lugar apacible. Este sitio escoge el Caballero de la Triste Figura para hacer su penitencia; y así, en viéndole, comienza a decir en voz alta, como si estuviera sin juicio:

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Don QuijoteÉste es el lugar que yo disputoPara lograr mi gran desventura,El humor de mis ojos en luto,De este arroyo, fluirá al agua pura.Mis profundos continuos suspiros,Montaraces hojas, en rápidos giros,De estas florestas, pronto moveránY de mis penas, testigos serán.Oh rústicos dioses de este lugar,Mis quejidos de desdichado oíd.Imaginados celos mi penarCausan y me victiman con su ardid.¡Oh ninfas! Que habitáis las espesuras,Piadosas mirad mis amarguras.¡Dulcinea amada consideraMi estado a que tu ausencia ha conducido!Mi corazón amante espera,Me salves del desdeño y del olvido.Árboles del bosque dad indicio,Que no os desagrada mi presencia,Al movimiento blando dando inicio,De vuestras ramas, con plácida cadencia.¡Oh! tú, Sancho, leal escudero, En mis prósperos sucesos, compañero,Y en adversos, no menos solidario,De estas penitencias se el notario,Para que a ella lo cuentes y recites, Cuando, en su búsqueda, de estas selvas quites.

Narrador: Y diciendo esto, se apea de Rocinante, y en un momento le quita el freno y la silla; y, dándole una palmada en las ancas, le dice:

Don QuijoteCaballo desdichado por tu suerte,Aunque, por tus obras extremado,Libre y retozante quiero verte:¡Bucéfalo veloz, Pegaso alado!

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Que yo deseo, a Amadís igual,Cuando por llamarse Beltenebros dio,Sufrir de malhadado amor fatal,Tal nunca el mundo jamás vio.Si él se deshizo por la Oriana,Por Dulcinea, sangro y muero yo;Peña Pobre aquí tiene su hermana,En la roca que mi ojo descubrió.Con cilicios, rebenques, y puñetes,Espinos, ortigas, crudos fuetes,Voy a propinarme disciplinas,Dándome nalgadas y azotinas.Y de todo este cruel, infiel dolor,¡Eres Sancho testigo sabedor!Dulcinea es Aladonza Lorenzo,Y por ella mi amor es inmenso…

SanchoEnsillemos de nuevo, mi señor,Que mi burro, el rucio, no está aquí.Así, en mi ruta, rápido y mejor, Seré vuestro buen embajadorAnte la dueña de vuestro favor.

Don QuijoteEnsilla y enjaeza si te place,Cabalga garboso hasta el Toboso,Y haz con esta carta que me enlace,Con mi dueña, y el sueño el más hermoso:Ser de ella tal vez virtual esposo.

Sancho¡Sí hermosa, mujer de pelo en pecho!¡Oh hideputa, qué rejo que tiene!¡Cuánta voz que de lejos se aviene,Y se escucha en lontano barbecho!Y querría ya verme en camino,Por el gusto de ver su corpiño,Que su rostro ha de estar bien curtido,Por el viento, y el sol, renegrido.

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Yo creía que Dulcinea fueraUna noble princesa extranjera,No una doña trillando en la era,O cavando en alguna sementera.

Narrador Esta es la carta de Don Quijote a Dulcinea del Toboso, que la da a Sancho:

“Soberana y alta Señora:El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea assaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.Tuyo hasta la muerte, El Caballero de la Triste Figura. “

Sancho¡Es la más alta cosa que he oído!Y si ella no responde como es razón,A bofetones, como es debido,Sacaréle buena contestación.

Don Quijote¡A fe que no estás más cuerdo que yo!

SanchoNo estoy tan loco, mas colérico estoy.¿Qué es lo que va a comer vuestra merced?¿Con qué agua satisfará su sed?¿Salteará caminos tal vez desde hoy?

Don QuijoteNo te de pena ese cuidado,Que mi negocio es el no comer,Y aspereza hallar por todo lado,Hasta verte Sancho, acá volver.

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Y espera, oh Sancho, unas locuras,Que obligado estás por reportar.

NarradorY desnudándose con toda prisa los calzones, queda en carnes y pañales, y luego, sin más ni más, da dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, vuelve Sancho la rienda a Rocinante, y se da por contento y satisfecho de que puede jurar que su amo está loco. Y así le dejaremos ir su camino, hasta la vuelta que será breve. Pasado un buen tiempo, regresa Sancho a dar razón a Don Quijote de su encomienda, y le encuentra desnudo, en camisa, flaco, amarillo y muerto de hambre…

Sancho¡En buena hora encuentro a su merced,A un paso que se lo cargue la Parca!

Don QuijotePor saber respuesta he sufrido sed,Y he acampado hambreado en esta marca.¿Qué noticias le traes, trashumante,A este desbaratado amante?

SanchoVuestra dueña y señora, por ahora,Dulcinea, incorporada en Aldonza,Quedose muy sorprendida y sonsa,De vuestra gran locura y demoraEn tal condición desoladora.Y os manda que, sin mínima tardanza,De su amor, en la firme esperanza,Levantéis los desnudos reales,Y dejéis estos crueles andurriales, Y al Toboso emprendáis andanza.

Don QuijoteEstá bien. ¡Emprendamos pues hazañas,Contra monstruos, gigantes y alimañas,Que primero me hagan digno de su gracia,

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Aunque llegue hasta las ínsulas del Asia,O huelle, de la España, las entrañas!

Fin