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La burguesa nacionalPorAlfredo ZaiatEntre varios de los debates estriles que navegan por las aguas superficiales argentinas, la embarcacin de anticapitalista de Nstor Kirchner es uno de los ms disparatados. Esa idea est instalada en el autista mundo de los negocios, percepcin que es alimentada por el ejrcito de economistas de la city en sus habituales rondas semanales con los hombres de empresas. El latiguillo de que se trata de un gobierno que no es pro-mercado es, en ltima instancia, funcional a la gestin de la actual administracin. Los rasgos de conservadurismo que muestra en el frente macroeconmico le permiten ciertas heterodoxias que lo exhibe como un aguerrido disciplinador del mercado. Los dos Kirchner (Nstor y Cristina) se sienten muy cmodos en ese juego, como se revel en el viaje a Estados Unidos de esta semana. Ambos dominan ese escenario pese a los reclamos de que los reconozcan como capitalistas que, casualmente, tambin manifest en estos das Lula da Silva en su campaa por la reeleccin, al sealar que con su gobierno los empresarios ganaron dinero como nunca antes. Los Kirchner expusieron esa fe en la foto que los retrat tocando la campana de largada para las operaciones en la Bolsa de Nueva York, en Wall Street, la meca del capitalismo moderno, con sus particulares caractersticas de globalizacin financiera. Como lo seal Noam Chomsky (World Orders, Old and New, 1994), el modo de produccin capitalista adquiri genuinamente, por primera vez luego de un par de siglos, rasgos histricos-universales. El socilogo Atilio Boron rescata ese concepto y en una ponencia en el Foro Social Mundial sostuvo que la consolidacin del capitalismo como sistema mundial es producto de una correlacin de fuerzas que pudo consagrar la supremaca del capital sobre el resto de la sociedad. Por ese motivo la discusin sobre el carcter no-capitalista del Gobierno resulta un dislate. No se puede ser algo que hoy no existe. Adquiere relevancia, en cambio, si ese cuestionamiento oculta, en realidad, la disputa por la hegemona poltica del actual proceso econmico.As planteada la cuestin es mucho ms importante la presencia junto al Presidente, en el mtico recinto burstil, de los empresarios Jorge Brito (Banco Macro) y Paolo Rocca (Grupo Techint) que el simblico toque de la campanita. Casi una docena de empresas argentinas cotizan en Wall Street, entre ellas las que lideran esos dos hombres de negocios. Pero slo ellos fueron los elegidos como representantes de esa elite. A partir de la puja por la hegemona poltica del presente ciclo, o sea quin es el lder, quines integran su equipo de colaboradores y cules son sus alianzas estratgicas, se puede empezar a comprender varios de los debates que, en la superficie de las batallas mediticas, se presentan absurdos. En forma esquemtica, y mencionando nombres simplemente como dato ilustrativo sin ninguna carga de valor, no es lo mismo que el ex piquetero y lder del Movimiento Libres del Sur Jorge Ceballos sea funcionario del Ministerio de Desarrollo Social a que en ese mismo lugar se encuentre Carola Pessino del ultraliberal CEMA. O que en el acompaamiento a Kirchner en Wall Street sea el nacional Brito el banquero y no uno extranjero del Citibank o que el industrial Rocca asuma el lugar destacado para el empresario y no uno de una privatizada o un dueo de una compaa de shoppings. O que el Ministerio de Economa no haya sido copado por ninguna de las fundaciones, consultoras o centros de estudios financiados por grandes empresas. Pueden parecer matices esas diferencias pero en la pelea por el poder y, por lo tanto, en la orientacin del proceso de crecimiento en el sistema capitalista de la economa argentina, no son irrelevantes.El carcter o no de capitalista, la poltica contraria al mercado, las alertas sobre la expansin del gasto pblico en un esquema de supervit fiscal record histrico, los cuestionamientos a la expansin monetaria por la compra de reservas en el marco de una poltica prudente del Banco Central o las advertencias sobre la calidad de la inversin (ms en construccin que en bienes de capital) y la consiguiente debilidad del crecimiento son observaciones que apuntan a otro blanco del que estn sealando. El debate sobre esas crticas es un tema superficial. En cambio, en su profundidad se presenta una cuestin muy interesante, que se refiere a cmo y quines aspiran a conducir un determinado proceso de desarrollo. En esa instancia, entre otros aspectos, aparece la controversia sobre el objetivo de reinventar la burguesa nacional.Una valiosa aproximacin para empezar a pensar ese desafo es un reciente documento del investigador y profesor de la UBA, Andrs Lpez, Empresas, instituciones y desarrollo econmico: un anlisis general con reflexiones para el caso argentino (publicado en el Boletn Informativo Techint 320, mayo-agosto 2006). En ese trabajo, Lpez seala que, en forma esquemtica, existen dos corrientes de pensamiento acerca del papel de los empresarios. La primera plantea que no existe una burguesa schumpeteriana debido a su carcter rentstico, lo que le impidi liderar un proceso de acumulacin basado en la innovacin y la inversin en capital fsico y humano. La otra sostiene que la existencia de una clase empresarial lobbysta no sera por las marcas intrnsecas de la burguesa local, sino consecuencia de polticas econmicas errneas resultado del rgimen mercado-internista surgido tras la crisis del 30. Tanto en uno como en otro, las soluciones postuladas han sido, generalmente, drsticas, indica Lpez, para agregar que los primeros postulan que sera necesario que surja finalmente la mtica burguesa nacional o, en su defecto, un proyecto socialista. En cambio, para los segundos, el remedio estara en la adopcin de un rgimen de poltica econmica abierto... el primer experimento en ese sentido fue el de Martnez de Hoz, con resultados no muy exitosos, explica Lpez. Sin embargo, pese a las marcadas diferencias hay algo que los unifica a ambos enfoques, segn el investigador: La profunda desconfianza hacia toda forma de interaccin entre el Estado y la clase empresarial, ya que cuando esa interaccin existe usualmente es para generar beneficios hacia un sector limitado de la sociedad (gobernantes y empresarios poderosos) a costa del resto.En ese complejo panorama, la evidencia emprica a nivel internacional muestra que el origen y desarrollo de las burguesas nacionales estn ntimamente ligadas al Estado, al proteccionismo, al favoritismo sectorial y a la corrupcin. Lpez recuerda en un pie de pgina que en general, todo proceso de industrializacin tarda y ya desde el siglo XIX Francia o Prusia, por ejemplo, implic una fuerte transferencia de recursos (pblicos) hacia la naciente burguesa. Estados Unidos fue una de las naciones ms proteccionistas del mundo durante dcadas. Alemania, en la segunda mitad del siglo XIX, transform su sector artesanal y los junkers (terratenientes feudales) en una burguesa industrial a partir de una intervencin estatal dominante. Los conglomerados japoneses (keiretsu), los coreanos (chaebols) y los flamantes grupos rusos, que mezclan mafia y negocios, se desarrollaron con un indisimulable estmulo estatal. La evidencia muestra que la corrupcin ha estado presente, en mayor o menor medida, en casi todas las experiencias de industrializacin y desarrollo econmico modernas. Asimismo, la gran empresa no se abstuvo de explotar sus vinculaciones con el poder poltico para obtener beneficios particulares, remarca Lpez.La cuestin, entonces, es qu hacer para recrear una burguesa nacional? El investigador, admitiendo las limitaciones que enfrenta la situacin argentina, comenta que es preciso entender que en los pases que han alcanzado altos niveles de desarrollo, las conductas anti-sociales de las empresas han estado contenidas por una estructura institucional que ha evitado que las estrategias anticompetitivas predominaran en el largo plazo sobre las estrategias basadas en la competencia shumpeteriana. O, al menos, indica que ha hecho que los intercambios de favores derramaran sobre la sociedad beneficios en trminos de crecimiento econmico, empleo, inversiones en infraestructura.Para Lpez, los empresarios argentinos no se diferencian genticamente o culturalmente de sus colegas de otros pases. Lo que ha fallado arriesga una conclusin es el marco institucional que contuviera sus conductas. Es decir, la necesidad de contar con un Estado que fijara reglas claras, coherente y con capacidad de disciplinar, al menos de negociar en relativa igualdad de condiciones con el sector privado. Existe en la actualidad, entonces, la posibilidad de desarrollar una burguesa nacional dinmica reduciendo el espacio para las conductas rentistas, en una economa local muy trasnacionalizada? Por lo menos, ahora, la respuesta est abierta.

Elogio del dficitPorAlfredo ZaiatLas luces de alarma se encendieron en las usinas de difusin de catstrofes inminentes: el gasto pblico ha crecido en el primer semestre a un ritmo de casi el 50 por ciento anual. Es el gatillo para que el elenco estable de economistas mediticos comenzara a disparar sobre el riesgo del dficit fiscal que, atendido con emisin monetaria, actuara como el principal motor de la inflacin. Atemorizan con que gasto pblico, dficit e inflacin son causas de la recesin, lo que exigira disminuir subsidios a las tarifas de servicios pblicos y reducir la expansin fiscal en las cuentas referidas al empleo pblico, salarios y cobertura previsional. Es el recorrido conocido del programa de ajuste ortodoxo, alentado tambin por heterodoxos conservadores.Pese al fracaso de esa receta en trminos de crecimiento y equidad, a fines de los noventa en Argentina y ahora en una Europa estancada desde hace siete aos, los hombres de negocios dedicados a la comercializacin de informacin econmica proponen la disminucin del gasto pblico como va para impulsar la economa. Slo la habilidad para agitar el mar de confusiones en la comprensin de los fenmenos econmicos, con la complicidad de variados interlocutores polticos, empresarios y mediticos, ha permitido el retorno con intensidad de ese discurso regresivo en trminos sociales.El antdoto ms eficaz para neutralizar la revancha ortodoxa es que Domingo Cavallo contine con su prdica pblica. Es el mejor representante de los economistas del establishment, siendo uno de los pocos locales con reconocimiento del poder econmico internacional. Ninguno de sus pichones de cabotaje le llega a los talones, pero stos tienen la ventaja de moverse en un espacio difuso porque no tuvieron la visibilidad y fracasos de Cavallo, y por ese motivo se presentan como portadores de soluciones con sus respectivas carpetas del ajuste. La irrupcin pblica de Cavallo acta como oportuno recordatorio de cules son las medidas y las consecuencias para la mayora vulnerable ante la obsesin de la ortodoxia por el dficit fiscal. Ms que huevos, es ms efectiva la cesin de micrfonos a Cavallo porque permite develar cul es el objetivo de los sectores conservadores para la economa argentina. El ya no ser el protagonista, pero el equipo de economistas que gira en el turno maana, tarde y noche por los medios propone y tiene el deseo de ejecutar, con ms o menos matices, lo mismo que en su momento hizo Cavallo.Con una economa estancada, como inform esta semana el Indec, la propuesta ortodoxa es frenar el ritmo de crecimiento del gasto pblico. Es lo que hoy se conoce como polticas de austeridad, las que se estn aplicando en Europa en crisis: reducir el gasto pblico e implementar reformas laborales para bajar el salario real, para de ese modo mejorar la competitividad de las empresas, con la meta de disminuir el dficit fiscal. El resultado europeo ha sido un fuerte aumento del desempleo. El ajuste fiscal en una economa en recesin termina agudizando la cada, como ensea la experiencia argentina con sus varios planes de ajuste pasados y el ms extremo de dficit cero de fines de la dcada del noventa instrumentado por Cavallo.La actual fase recesiva del ciclo econmico argentino no es ms pronunciada precisamente por la estrategia oficial de expandir el gasto pblico. El menor dinamismo de la economa brasilea que est impactando negativamente en las exportaciones a ese pas en especial, las del complejo automotor, la cada en otras ramas industriales (qumica, plsticos, metalmecnica), el retroceso en la construccin y la postergacin de decisiones de inversin por efecto de la inestabilidad cambiaria de principios de ao son factores relevantes para explicar el flojo desempeo de la economa. El aumento del gasto pblico y un mayor dficit fiscal estn actuando como una necesaria herramienta contracclica.La discusin sobre la poltica fiscal en el espacio pblico expone los lmites del saber econmico convencional. Sus dos pilares argumentales son que los dficits son malos y que una economa es ms sana cuando tiene las cuentas en equilibrio y, an mejor, cuando contabiliza saldos positivos. Adems sostiene que la acumulacin de deuda afecta el crecimiento de largo plazo. Otro elemento que colabora para la confusin general es la introduccin del componente poltico por parte de la secta de economistas que mira con prepotencia y falsa neutralidad al resto de los mortales, incluyendo a candidatos presidenciales. Dicen que los gobiernos en general son irresponsables con el gasto porque a los polticos slo les interesa ser reelegidos. Afirman que tras esa meta tienen la tendencia a impulsar una poltica expansiva para bajar el desempleo y el crecimiento alto. Si bien existen experiencias locales y del exterior de administraciones tanto conservadoras como progresistas que se de-sarrollaron con dficit fiscal, las crticas habituales se dirigen exclusivamente hacia los polticos considerados populistas. Pese a que existen antecedentes de proyectos polticos conservadores con dese-quilibrios fiscales, el elenco de economistas del establishment, acompaados de organismos financieros internacionales como el FMI, slo dirigen el reclamo obsesivo por contabilizar un supervit fiscal primario permanente hacia los excesos del populismo con el gasto pblico.Existe otra forma de analizar las cuentas pblicas, aunque los fundamentalistas fiscales, con un elevado componente autoritario, no admiten que haya otras escuelas del pensamiento econmico. Hacen un culto a la ignorancia porque no admiten la existencia de otras visiones, aunque sea para refutarlas. Matas Vernengo, profesor de Bucknell University y de la maestra en Desarrollo Econmico de la Unsam, explica que los autores de las llamadas finanzas funcionales, que son una extensin de las ideas de Keynes hacia la poltica fiscal, objetan que dficit y gastos sean siempre negativos y polticamente motivados, y sugieren que los dficit fiscales deben ser juzgados por su funcin en la economa. Gastos y dficit que sirven para aumentar el crecimiento econmico en un escenario de tasas de inters bajas no slo seran sostenibles sino que tambin seran esenciales para lograr ese objetivo.Como se sabe, la reduccin del gasto pblico tiene un impacto negativo sobre la demanda agregada y el cobro de impuestos, lo que reduce los ingresos tributarios y agudiza entonces el desequilibrio fiscal. En el marco de una desaceleracin econmica, proponer medidas de austeridad fiscal y acelerar el ritmo de devaluacin, o aplicar una brusca devaluacin para subir la paridad a 10 u 11 pesos como propuso el titular de la Unin Industrial, Hctor Mndez, slo profundizara la fase recesiva.El investigador del Cefid-Ar Fabin Amico escribi en El Economista El BCRA y la inflacin, donde precisa cul es la relacin emprica entre dficit fiscal e inflacin, secuencia que la ortodoxia plantea como indiscutible. Sin embargo, Amico explica que, en el caso argentino, entre 1961 y 2004 se registraron 35 aos con dficit fiscal primario y slo 9 aos con supervit primario (6 en la convertibilidad y 3 despus del 2002). Pero la correlacin entre dficit fiscal e inflacin, sin embargo, es prcticamente inexistente (-0.148). Luego seala que, en los 80, los intentos por reducir el dficit fiscal agravaban las cosas porque la recesin derrumbaba los ingresos y produca dficit fiscal endgenamente. Concluye que la crisis fiscal no es causa sino consecuencia de la crisis externa y de la inflacin, por ende, no es posible estabilizar la economa sin estabilizar el tipo de cambio. Al revs del monetarismo, no es la inflacin sino la devaluacin la que est al inicio de la cadena causal, la que a su vez genera inflacin y crea la emisin monetaria endgenamente, afirma Amico.Ante tantas insistentes observaciones provenientes de la ortodoxia cuestionando la dimensin del gasto pblico y alertando sobre la magnitud del desequilibrio de las cuentas, el elogio del dficit fiscal es una provocacin necesaria para evitar caer en el crculo vicioso del ajuste al que quieren conducir los profetas de las crisis.

Expectativas y profecasPorAlfredo ZaiatComo la economa es un espacio de disputa de poder, la construccin de expectativas es una de las trincheras ms importante donde participan diferentes actores econmicos y polticos. No se trata de la definicin de la ortodoxia sobre las expectativas racionales, que postula que todos los agentes poseen el mejor conocimiento del funcionamiento de la economa y toda la informacin necesaria para definir sus comportamientos. Esa teora afirma que as pueden evaluar riesgos y decidir en consecuencia su conducta y por ese motivo es muy difcil confundir a los agentes econmicos. Es una concepcin fallida que la realidad econmica ha sabido refutar en varias oportunidades, especialmente en los mercados financieros. Distinto es el montaje de la profeca autocumplida, que es una prediccin que directa o indirectamente conduce a convertirse en realidad. Si se propaga que va a escasear determinado alimento o combustible, muchos probablemente corran a comprarlo. El previsible comportamiento de acopio contribuir a que aquella sentencia se convierta en realidad. Es, en sus comienzos, una definicin falsa de una situacin que conduce a un nuevo comportamiento que convierte en verdadera la mencin inicialmente falsa. La construccin de esas profecas est muy ligada al manejo de las expectativas sociales sobre acontecimientos econmicos. Por eso en ese terreno intervienen con intensidad diferentes actores polticos y econmicos. Funcionarios del rea econmica y hasta la propia presidenta CFK disputan ese espacio con la oposicin, grandes medios y grupos econmicos. En el juego de orientar las expectativas, un grupo numeroso de economistas tiene un papel estelar.El crecimiento espectacular de variadas plataformas de difusin de informacin, con el flujo al instante en Internet, la comunicacin va mail, la expansin de las redes sociales y los medios tradicionales, ha derivado en un canal impresionante de rpida distribucin de todo tipo de anlisis y especulaciones. En ese amplio mapa de circulacin de noticias, la televisin sigue siendo uno de los principales modos de acceso a la informacin de quienes no leen diarios, apunt el Premio Nobel de Economa Joseph Stiglitz en la conferencia sobre la libertad de prensa en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, en mayo del ao pasado. Stiglitz debera sumar la radio como una de esas vas masivas de conocer qu est pasando. Por ese motivo el ex economista jefe del Banco Mundial seal que en la televisin (y tambin en la radio) la concentracin puede ser ms perniciosa que en otras reas. Esa concentracin de los medios deriva en otra que tiene como protagonista a un elenco de economistas mediticos que circulan por estudios de televisin por cable y radios, adems de ser editorialistas y fuente de gran parte de los medios escritos.Esa expansin de los medios de comunicacin en un mundo econmico dominado por la incertidumbre generada por las finanzas globales, lo que ha acelerado los ciclos de auge y crisis, exacerb esa excitacin por conocer la palabra de los denominados gures. Ese grupo de economistas del turno maana, tarde y noche de las pantallas y el micrfono son los delegados ms populares del poder econmico para la construccin de expectativas. Las controversias en materia econmica que se desarrollan en los medios son el paraso de los lobbies. Esos economistas son sus representantes ms destacados que se dedican a sealar qu es lo que se debe hacer en la economa. Sostienen un discurso que exponen como tcnico pero resulta fundamentalmente poltico e ideolgico, aspectos que no es cuestionable, pero s lo es cuando lo ocultan detrs de una falsa neutralidad.La exageracin de determinadas situaciones de tensin econmica colabora para consolidar la presencia en los medios de esos hombres de negocios dedicados a la comercializacin de informacin econmica. La incertidumbre la van acentuando con el constante mensaje de una crisis inminente. Esos economistas son parte importante de la construccin de la sociedad del miedo, que convierte a las mayoras en una masa ansiosa por saber qu va a pasar en un mundo lleno de incertidumbre. Ellos se presentan como los portadores del saber. Diseminar temores facilita su tarea de disciplinar a una sociedad para que acepte situaciones que seran rechazadas si fueran ofrecidas en un marco normal. El miedo es el vehculo para condicionar el comportamiento colectivo. En una era de incertidumbre global, la meta es imponer de ese modo polticas impopulares.Esa prdica es permanente pero adquiere ms penetracin cuando irrumpe algn acontecimiento econmico que provoca incertidumbre, y en especial miedo por lo que puede suceder. Capturan la atencin emitiendo mensajes que advierten acerca de que algo malo puede suceder. Avisan sobre un peligro potencial de consecuencias desastrosas para la economa y por lo tanto para el bienestar de la poblacin. No importa si predicen desastres donde no los hay y posteriormente no se verifican, puesto que luego no son interpelados por la catstrofe que no fue. Esa eventual desgracia vara segn el momento. Hoy es el default que no es.Esta evaluacin cualitativa sobre el rol de los economistas mediticos no tena hasta ahora un anlisis cuantitativo conocido para mostrar la capacidad de construccin de expectativas, y a la vez para comprobar el predominio en el espacio pblico del pensamiento econmico conservador en la interpretacin de diversos acontecimientos. Era evidente esa preeminencia en los medios con slo hacer zapping, pero no haba un estudio de acceso pblico con cifras y nombres. Ese ilustrativo trabajo lo realiz Ejes de Comunicacin, empresa dedicada, entre otras tareas, al monitoreo de medios, archivo de audios, videos y recortes de prensa escrita. Realiz un ranking de economistas en base a su posicionamiento meditico en los meses de julio y agosto pasados, perodo de debate econmico agitado por el bloqueo de cobro a los bonistas del canje ordenado por el juez Thomas Griesa.La cobertura fue realizada sobre canales de televisin abierta y cable y radios AM y FM registrando la cantidad de entrevistas a economistas. Las consultas ms que se duplicaron desde abril pasado cuando anotaron 193, hasta julio que alcanzaron las 408. El ranking de los primeros diez en el bimestre julio-agosto estuvo liderado por Carlos Melconian, con 40 apariciones. En orden descendente se ubicaron Agustn DAtellis (31), Jos Luis Espert (22), Daniel Artana (22), Orlando Ferreres (19), Aldo Pignanelli (17), Ricardo Delgado (16), Matas Tombolini (16), Martn Tetaz (16), Guillermo Nielsen (12) y Nicols Dujovne (12). Las apariciones en la radio estuvieron concentradas en las emisoras El Mundo y Mitre, con el 21 y 15 por ciento, respectivamente. En otras AM la presencia fue menor, reuniendo Radio 10 y Continental, 7 por ciento cada una, y La Red, el 5 por ciento del total de irrupciones mediticas de esos economistas. En televisin, los estudios de 26TV fueron los ms transitados con el 32 por ciento, seguido por Amrica 24 y TN-Grupo Clarn, con el 30 y 11 por ciento, respectivamente. Ms atrs se ubicaron Canal 7, con el 7 por ciento, y CN23 y C5N, con el 6 por ciento cada uno.El relevamiento tambin incluy un anlisis cualitativo sobre las caractersticas y rea laboral de cada uno de esos economistas, aspectos poco relevantes y que no agregan ms detalles de los conocidos. Lo que s se deriva de ese anlisis, aunque no est explicitado en el documento, es el pronunciado sesgo ideolgico hacia posiciones conservadoras de esos protagonistas. En el caso especfico del conflicto con los fondos buitre y el juicio desarrollado en el juzgado de Griesa, nueve de esos diez economistas proponen, con ms o menos matices o vehemencia, que la posicin argentina est equivocada, que hay que negociar con los buitres (sin considerar la existencia de la clusula RUFO) y que se debe pagar del modo que lo pide el juez del distrito sur de Manhattan. Tambin que Argentina est en default.Una sentencia declarada verdadera pese a que no lo sea puede influir lo suficiente sobre la conducta de los agentes econmicos, ya sea por miedo o confusin, de modo que sus reacciones convierten finalmente el hecho o sus efectos en verdaderos. Una vez que una persona se convence a s misma de que una situacin tiene un cierto significado, y al margen de que realmente lo tenga o no, adecuar su comportamiento a esa percepcin, con consecuencias en el mundo real. De ese modo se van moldeando las expectativas sociales, hoy con el default, ayer con la inflacin, maana con el empleo y siempre con el dlar.

Sustitucin de importacionesPorAlfredo ZaiatExiste consenso en la preocupacin por el dficit del intercambio comercial en el rubro energtico y en el desequilibrio de divisas en servicios tursticos. En el primer rubro, el saldo negativo comenz en 2011 y en el otro, a partir de este ao. La recuperacin para el Estado de la petrolera nacional YPF en manos de Repsol se ha convertido en la principal estrategia para cerrar la brecha comercial en energa. Inversiones millonarias en explotacin de pozos con reservas convencionales y planes de expansin para los no convencionales, a lo que se suma la exigencia oficial de programas de crecimiento a las petroleras privadas, buscan retornar al autoabastecimiento, objetivo con elevadas probabilidades de lograrse en los prximos aos. En el sector turismo, ms que el aumento de viajes al exterior de un grupo social acomodado por nivel de ingresos, la brecha cambiaria es lo que est provocando la principal filtracin de divisas debido a que los visitantes extranjeros no venden dlares o euros en el circuito legal. Es un dficit que no disminuir mientras persista una diferencia importante entre las cotizaciones oficial y paralela. Estos dos frentes son relevantes en el debate coyuntural porque la mirada apunta al stock de reservas del Banco Central. Pero existen opciones financieras y cambiarias que el Gobierno est explorando para fortalecerlo. En cambio, intervenir sobre sectores con dficit de divisas estructural es el gran desafo de la economa para eludir en forma contundente la restriccin externa como fuente de inestabilidad social y poltica. Dos de los sectores ms demandantes de dlares para importacin son el complejo automotor y el de bienes de capital, ambos claves en el debate sobre poltica de sustitucin de importaciones e industrializacin.

El recorrido del dficit comercial de esos dos rubros en el perodo 2007-2012 revela la importante cantidad de divisas que demandan. Los montos requeridos por el complejo automotor fueron, en millones de dlares:

Los del sector de bienes de capital fueron, en millones de dlares:

Estas cifras estn contenidas en un cuadro del ltimo informe del Centro de Investigacin y Formacin de la Repblica Argentina (Cifra-CTA), coordinado por Eduardo Basualdo. En los primeros ocho meses de este ao, el ritmo de compras al exterior se intensific. Se destacaron las de vehculos finales que, aun sin contabilizar las autopartes, crecieron 31,2 por ciento con respecto a iguales meses de 2012. Las importaciones de combustibles y lubricantes aumentaron 28,6 por ciento en trminos interanuales, explicado por el mayor consumo derivado de la expansin de la actividad econmica y por la persistente cada en la extraccin de gas natural de las empresas privadas y, en menor medida, de YPF, empresa estatizada que luego de aos de contraccin desde mayo de 2013 pudo revertir la tendencia negativa. Las importaciones de piezas y accesorios para bienes de capital subieron 13,1 por ciento y los bienes de capital, 9,6.En el marco de la posconvertibilidad se ha asistido a un sistemtico deterioro de los saldos comerciales en estos sectores de actividad, explica el informe de Cifra, lo que pone de manifiesto los desafos estructurales que tiene la economa argentina en materia de sustitucin de importaciones. Seala que el caso ms difundido en estos ltimos tres aos es el del sector energtico debido a que hasta el 2010 registraba saldos superavitarios. Sin embargo, resalta que los desbalances ms acentuados se encuentran en el sector de bienes de capital, cuya dinmica se asocia al aumento de las inversiones, y el automotor. Para observar que en algunos rubros de estos sectores existe masa crtica como para apuntalar el proceso de sustitucin de importaciones.Este desequilibrio requiere de la instrumentacin de polticas especficas debido a la existencia de una estructura productiva desequilibrada: agro competitivo en el mercado internacional y proveedor de divisas, con una industria menos competitiva en trminos relativos, escasa integracin local y, por lo tanto, demandante en divisas. El histrico desenlace de la restriccin externa (escasez de divisas) motivada por el dinamismo del mercado interno que impulsa el crecimiento de las importaciones a un ritmo superior a las exportaciones ha sido una fuerte devaluacin, recesiva y regresiva en la distribucin del ingreso, que reestablece el equilibrio externo por el derrumbe de las compras externas. El desafo a ese destino perturbador es un mrito que no est del todo bien explicitado por el Gobierno.Los investigadores Fabin Amico y Alejandro Fiorito apuntan que ante ese vaco explicativo se ha instalado en el debate econmico que las polticas macroeconmicas expansivas resultan per se insostenibles, particularmente en contextos de restriccin externa. Indican que la crtica apunta a que en lugar de polticas populistas se debera apelar a la poltica cambiaria (brusca devaluacin), porque de ese modo se impulsara un crecimiento ms serio y sostenible. Para contrarrestar esa posicin, explican que el crecimiento del mercado domstico estimula la inversin productiva y esto se traduce en crecientes importaciones de bienes de capital e insumos, mientras las exportaciones crecen a una tasa menor. As, la propensin a importar no es compatible con su base exportadora puesto que crece como en el pasado y como en la mayora de los pases de tamao medio o grande empujada por la demanda domstica. Este es un rasgo estructural objetivo y no una opcin de poltica econmica, afirman Amico y Fiorito.

La decisin de abordar ese problema estructural requiere entonces una mirada estratgica adems de voluntarismo poltico. Para avanzar en un esquema de sustitucin de importaciones selectivas, cuestin central porque no es posible producir todo en el pas, los economistas Silvio y Nahuel Guaita sealan que ese camino se debe articular con una serie de polticas energticas, de transporte, de ingresos, financiamiento e infraestructura a escala nacional para facilitar ese proceso. En un artculo publicado en El Economista afirman que la sustitucin de importaciones tmidamente iniciada debe ser considerada una herramienta de poltica econmica posible y altamente recomendable.Aldo Ferrer, en una charla magistral realizada en la Televisin Pblica con motivo de la reinauguracin en el hall central del canal de la muestra Economa y Poltica. 200 aos de historia, de la Casa Nacional del Bicentenario, ilustr que el dficit comercial energtico es importante, pero lo es mucho ms el industrial. Seal que pases con supervit en energa no tienen industria; y otros con dficit poseen, en cambio, una base industrial dinmica proveedora de divisas para comprar la energa necesaria para su expansin. En ese sentido, plante la necesidad de disear la sustitucin de importaciones de la produccin del futuro y no la del pasado (bienes estandarizados). Esto significa construir en la prctica una estrategia de desarrollo econmico que involucrar necesariamente al Estado en la compleja tarea de ordenar una sustitucin de importaciones selectiva.

Burguesa fallidaPorAlfredo ZaiatEl conflicto con la empresa espaola Repsol asociada con el grupo argentino Eskenazi en la conduccin de la petrolera nacional YPF expone dos frentes vulnerables de la poltica oficial. El primero, el manejo privado de reas sensibles de la cadena productiva, como la energtica, incluyendo servicios pblicos bsicos para la poblacin. El otro, la apuesta a un comportamiento dinmico autnomo de la denominada burguesa nacional.reas estratgicasEn sectores clave de la economa que requieren montos de inversin importantes, para incrementar reservas y produccin de hidrocarburos o para ampliar el acceso y mejorar la provisin de servicios pblicos, entra en colisin el inters privado con el inters social. La raz del problema con el petrleo y el gas es que esa actividad manejada por el inters privado registr inversiones escasas, y algunas de ellas fueron con extraordinarios beneficios fiscales a travs de los programas llamados Petrleo Plus, Refinacin Plus y Gas Plus. La explicacin de los privados a la morosidad de las inversiones es porque en estos aos no pudieron tener tarifas liberadas, vender a precios internacionales en el mercado local y que cuando exportaban le aplican retenciones mviles fijadas en un valor de corte de 42 dlares el barril con cotizacin internacional de 80 a 110 dlares. Aspiran a un modelo extractivo puro y precios totalmente liberados.Con legtima lgica empresarial, el objetivo de una compaa privada es maximizar ganancias y tras ese objetivo invertir de acuerdo con una pretendida tasa de retorno econmico-financiera. Para ello exigir un precio acorde con esa utilidad esperada, o reclamar un subsidio estatal para alcanzarla si no hay ajuste de tarifas, o disminuir hasta dejar de invertir. En cada una de esas opciones hay efectos no deseados: si se suben las tarifas, se afecta el poder adquisitivo de la poblacin; si se aumentan los subsidios, se pone en tensin el presupuesto nacional; y si decaen las inversiones, se producen cuellos de botella, como en combustibles, o deficiencias en el servicio a los usuarios, como en la distribucin elctrica.Esas situaciones conflictivas quedan amortiguadas cuando prevalece la concepcin bien estratgico, con el petrleo y el gas, y beneficio social, con los servicios pblicos. Operando bajo esas condiciones, el Estado es el encargado de administrar, controlar y expandir esos sectores, en algunos casos asociados con el capital privado, para reducir esas tensiones de tarifas, fiscales y productivas. En el kirchnerismo existen antecedentes en ese sentido, cuando el Estado tom el control del servicio de aguas y desages cloacales. En seis aos invirti en AySA unos 8000 millones de pesos ampliando esa prestacin. Esos fondos pblicos fueron desembolsados sin pretender un retorno financiero en determinada cantidad de aos, sino que el retorno esperado ha sido el social, con impacto positivo en la poblacin. Lo mismo sucedi con el Correo Argentino y desde hace un par de aos con la recuperacin de Aerolneas Argentinas, hoy tan vapuleada por los mismos que protegan a los espaoles de Marsans, que la vaciaron. Es lo que el Gobierno puede hacer con los trenes para mejorar la prestacin del servicio, o el petrleo y gas si aspira a recuperar el autoabastecimiento energtico. El Estado invierte con el objetivo de retorno social para beneficio de toda la poblacin. Por ejemplo, un grupo privado no hubiera invertido para realizar el gasoducto de Comodoro Rivadavia-Buenos Aires inaugurado en 1949, en ese entonces el segundo ms largo del mundo luego del Transiberiano, porque no era rentable; el Estado s lo hizo.Burguesa nacionalEl kirchnerismo apost a empresarios nacionales para que desembarquen en el capital y en el manejo de empresas privatizadas, desplazando a operadoras multinacionales, para modificar el comportamiento de esas firmas. El objetivo fue argentinizar la administracin de servicios pblicos y actividades estratgicas, en un contexto de tarifas pesificadas y congeladas para impulsar el consumo domstico y la industrializacin. Grupos locales, como Eskenazi en YPF, que aceptaron el convite, no tuvieron que efectuar desembolsos relevantes para quedarse con las compaas.La presencia de empresarios nacionales asegurara un mejor dilogo con el Gobierno, segn el esquema kirchnerista. Eso fue cierto en trminos polticos, teniendo en cuenta que un CEO de una multinacional responde a su casa matriz, lo que hace ms trabado el intercambio con los funcionarios. En cambio, en trminos productivos el resultado no fue alentador. Las inversiones no aumentaron, la filial local sigui dependiendo de la estrategia de su casa central y se mantuvo la creciente distribucin de dividendos, retrayendo recursos a planes de expansin. En el caso YPF, signific que Eskenazi no pudo o no quiso modificar la conducta empresaria de los espaoles.Qu fall de la estrategia de argentinizar? No ha sido slo un tema cultural o de idiosincrasia de las elites locales. Sobre este aspecto, Mario Rapoport explica que la debilidad de la burguesa nacional tiene su raz en componentes histricos cuando la eleccin del librecambismo se concret en el momento de la conformacin de la Argentina moderna, dejando una marca que an conserva un considerable poder ideolgico. En ese entonces los intereses y grupos de poder hegemnicos durante la denominada Organizacin Nacional impusieron al liberalismo econmico como la piedra angular del progreso argentino. Rapoport, economista e historiador, precisa que se desech la posibilidad de un desarrollo econmico integral mediante la proteccin de la industria local y, de esta manera, las clases dominantes argentinas rechazaron el camino proteccionista que, por el contrario, fue adoptado por pases como Estados Unidos y Australia, y prefirieron un pas para pocos ligado a la produccin primaria. Esto se traduce en conductas rentsticas, ya sea proveniente del campo o de recursos naturales no renovables.Esa caracterstica de la burguesa nacional slo se pudo consolidar con un Estado pasivo, subordinado a esos intereses. Cuando se pone como referencia la pujanza de las burguesas brasilea o coreana como sujetos importantes del desarrollo nacional de esos pases no se destaca que para que ello ocurriera fue necesario un Estado disciplinador. Al economista y actual embajador en Francia Aldo Ferrer le gusta ilustrar, para reclamar la necesidad de fortalecer lo que llama densidad nacional, que si ese empresario asitico o brasileo pujante, inversor e innovador es trasladado a la economa argentina sin un Estado activo disciplinador, rpidamente se adaptar y absorber los vicios de las conductas locales. Por qu actuara diferente? Lo mismo vale para el grupo Eskenazi: por qu se iba a comportar diferente que los espaoles de Repsol ante un Estado pasivo? Poltica extractiva de los recursos hidrocarburferos, inversiones moderadas y agresiva distribucin de dividendos. A Eskenazi ese reparto de utilidades le sirvi para pagar las acciones que compr de YPF; y a Repsol, para expandir sus negocios en otros pases, en un contexto de una profunda crisis econmica en Espaa.La conducta de la burguesa nacional, que adems es fugadora serial de capitales, no se modifica con voluntarismo poltico. Slo con un Estado activo, interviniendo y estableciendo lmites, se logra cambiarla. As pasa en todos los pases con una burguesa relativamente consolidada, donde la elite local ha podido ser disciplinada por el Estado. Ese disciplinamiento no tiene que ver con obediencia o subordinacin a un gobierno, como traduce el rstico anlisis conservador fascinado con las muletillas capitalismo de amigos o, ms vulgar, empresarios K o ultra K. El Estado debe recuperar su capacidad para disciplinar a las elites porque, adems de dar subsidios, los gobiernos deben poder reclamar que las empresas aumenten sus exportaciones, innoven, impulsen el cambio tecnolgico e inviertan para ampliar la produccin. Ms an en sectores sensibles para el desarrollo, como el estratgico de hidrocarburos, o en servicios pblicos esenciales para la poblacin. Si no logra ese objetivo con los privados, el Estado tiene antecedentes, pasados y recientes, para asumir esa tarea, como lo est insinuando ahora, y reparar la fragilidad de la poltica oficial en esas actividades clave.

Enfermedad holandesaPorAlfredo ZaiatLa enfermedad holandesa fue mencionada en las Jornadas Monetarias y Bancarias realizadas en el Banco Central, notable espacio de interpelacin al pensamiento convencional teniendo en cuenta que la entidad monetaria ha sido por dcadas un reducto de la ortodoxia ms fantica. Esa referencia es importante porque define el tipo de diagnstico sobre la economa y, por lo tanto, la estrategia a implementar para contrarrestarla. La presidenta del Central, Mercedes Marc del Pont, afirm en su discurso de apertura el jueves a la maana que est la necesidad de salir de la trampa que genera la enfermedad holandesa. Porque es mucho ms difcil para los pases en desarrollo avanzar en la industrializacin en momentos, en una fase de la economa mundial de fuerte alza en los trminos de intercambio. Abordar ese fenmeno econmico implica debatir sobre el nivel de la paridad cambiaria, las tensiones inflacionarias, el tipo de crecimiento y la dinmica del empleo y distribucin de la riqueza. Es relevante que se haya abierto ese debate en el mbito del Banco Central, institucin que las corrientes conservadoras le asignan el exclusivo papel de preservar el valor de la moneda, que es importante pero no nico como objetivos de la autoridad monetaria. Marc del Pont lo explicit al afirmar que su tarea en el BC es reconciliar la problemtica monetaria y financiera con lo que ocurre en la esfera de la acumulacin y la distribucin de la riqueza.El concepto econmico enfermedad holandesa surge en la dcada del 60 cuando los ingresos de los Pases Bajos aumentaron repentina y considerablemente a partir del descubrimiento de grandes yacimientos de gas natural cerca del Mar del Norte. La explotacin de esas riquezas provoc un fuerte incremento de las exportaciones de esa materia prima, con la consiguiente entrada de divisas en cantidad. Ese flujo positivo deriv en que el florn, moneda holandesa, se fortaleciera en relacin a otras divisas. Esa apreciacin del tipo de cambio puso en riesgo la competitividad externa del resto de la produccin de bienes y servicios que exportaba ese pas. Esto deriv adems en que la importacin resultaba ms conveniente para los agentes econmicos. Sin una intervencin activa para contarrestarla, los efectos hubieran sido la cada del nivel de actividad interna y prdida de empleos. Se ha denominado entonces enfermedad holandesa el impacto adverso que sufren diversos sectores de una economa como resultado de la apreciacin de la moneda.La revaluacin de la paridad cambiaria provoca el deterioro de la competitividad internacional, que puede precipitarse por el descubrimiento de recursos naturales, como el caso holands, o por un fuerte aumento de la cotizacin en el mercado mundial de las materias primas. Tambin se puede verificar por el ingreso masivo de capitales financieros de corto plazo, como el que est registrando Brasil. Aldo Ferrer explica que esa apreciacin, a su vez, aumenta la tasa de inters en divisas de los pases afectados atrayendo, en consecuencia, capitales especulativos de corto plazo y agravando la tendencia a la apreciacin. A mediano y largo plazo, la enfermedad holandesa desalienta el desarrollo de nuevas actividades, particularmente las de mayor valor agregado e intensivas en contenido tecnolgico. El economista Roberto Frenkel reafirma esa idea al afirmar en una reciente investigacin que el impacto negativo de la apreciacin cambiaria en la industria es mayormente irreversible y la prdida de competitividad resultante de varios aos de apreciacin produce destruccin de capital. Basado en estudios disponibles sobre los efectos de la enfermedad holandesa, pregunta: Podramos recomendar a un pas de mediano desarrollo industrial aceptar pasivamente los efectos de la enfermedad holandesa, desarticular el sector industrial y apostar a que un volumen importante de empleo desplazado se reubique en los servicios y las actividades extractivas o agropecuarias? Debera un gobierno acometer esa aventura, an si sus autoridades estuvieran convencidas de que las condiciones externas favorables sern perdurables?. Frenkel brinda su respuesta: El principio de prudencia lo desaconseja, no solamente por la incertidumbre de los efectos de la enfermedad holandesa, sino tambin porque el contexto global es novedoso y apenas empezamos a entenderlo.En el caso argentino, la tendencia a la apreciacin proviene de la mejora de los trminos del intercambio por el alza de los precios internacionales de los principales productos de exportacin. Esa dinmica es compensada en parte por la persistente fuga de capitales, que acta como amortiguador, aunque no suficiente pese a la magnitud de esa obsesin por el dlar, que desde 2003 acumula unos 60 mil millones.Por ese motivo durante ese perodo el Banco Central ha sido un actor relevante en la compra de dlares para mantener la paridad cambiaria. Implementando una poltica de tipo de cambio administrada aplica pequeos ajustes al alza. Sin esa intervencin oficial, el valor del dlar en relacin al peso disminuira, contradiciendo la corriente de opinin alimentada por usinas del rumor de la city sobre una eventual devaluacin fuerte luego de las elecciones.El comportamiento del tipo de cambio en trminos nominales ha transitado a contramano de lo sucedido en muchos pases de la regin, que han registrado apreciacin de sus respectivas monedas. El argumento de la ortodoxia y tambin de cierta heterodoxia refiere a que Argentina tambin ha revaluado su moneda por el alza de los precios internos. Esa supuesta prdida de competitividad estara motivada por la inflacin interna. En una evaluacin ms compleja, en especial sobre los efectos de la enfermedad holandesa en el sector industrial, se observa que la competitividad relativa sigue siendo positiva. En un informe del Banco Central se detalla que el tipo de cambio real deflactado por salarios, indicador aproximado para medir la competitividad en la industria, se mantiene en marzo de este ao 45,7 por ciento por encima del promedio de la ltima mitad de la dcada del noventa. En relacin a Brasil, uno de los principales socios comerciales, ese ndice se ubica 53,2 por ciento ms elevado en esa misma comparacin.Otro indicador para evaluar si la moneda se est apreciando con impacto en la industria es el comportamiento de las exportaciones sectoriales, que se mantienen en alza. Tambin el resultado de la balanza comercial, que sigue siendo positivo, y el saldo de la cuenta corriente, que se est erosionando por fuga de capitales y remisin de utilidades de empresas extranjeras, ms que por una tendencia a la apreciacin de la moneda. En una regin donde predomina la revaluacin de monedas y con el FMI proponiendo la apreciacin para enfrentar presiones inflacionarias motivadas por el alza de las materias primas, la irrupcin del debate en esferas oficiales sobre los riesgos de la enfermedad holandesa resulta una oportuna poltica preventiva.

Tarifas subsidiadasPorAlfredo ZaiatEl vicepresidente de Bolivia, Alvaro Garca Linera, anunci a fin de ao un aumento del 83 por ciento en las naftas. Evo Morales asumi la responsabilidad del decreto que eliminaba el subsidio a los combustibles. El Estado subvencionaba la nafta y el gasoil a un precio equivalente de 27 dlares el barril de petrleo en el mercado interno. En la plaza internacional cotiza cerca de los 90 dlares. El gobierno boliviano afirm que esos valores estimulaban el contrabando hormiga a pases vecinos y estim que por esa va sufra una prdida de unos 150 millones de dlares en las cuentas pblicas. Esa decisin de Evo Morales de reducir subsidios es la poltica que en Argentina es alentada por economistas y analistas ortodoxos y no pocos heterodoxos. El resultado fue una revuelta popular y el deterioro de la imagen positiva de Evo, quien en forma oportuna dio marcha atrs con ese fuerte ajuste de tarifas. Esta traumtica experiencia boliviana es un ilustrativo antecedente al momento de considerar propuestas sobre tarifas y subsidios en el pas.Existe un concepto bsico en ese debate que en general no se expone: cualquier nivel de tarifas es poltico. Es una definicin bsica que brinda un marco conceptual ms ntido para comprender la dinmica de los precios de servicios pblicos. Son decisiones polticas fijar tarifas altas para financiar la expansin del sistema energtico o la red de transporte, o bajas subsidiadas con el objetivo social de proteger el poder adquisitivo de la poblacin financiando las inversiones necesarias con recursos pblicos. En esta cuestin ha sido bastante absurdo, una contradiccin en los trminos, pretender que existan tarifas no polticas cuando son definidas por la accin del Estado.En muchas ocasiones representantes de la corriente conservadora, con estrechos lazos econmicos con grupos privados interesados en el sector, sostienen la necesidad de tarifas justas y razonables. Afirman que stas deberan asegurar la prestacin del servicio al mnimo costo compatible con una tasa de rentabilidad acorde con el riesgo del negocio para incentivar las inversiones. Pese a esa seductora definicin de marketing, tarifas ms altas no implican necesariamente mayores inversiones: por caso, en Santa Fe y en Crdoba las tarifas elctricas son bastante ms elevadas que las de Capital y eso no se traduce en expansin y estabilidad de la red. Tampoco se verific ese comportamiento virtuoso en la dcada del noventa, cuando tarifas caras slo sirvieron para que los grupos privados recuperaran rpido los fondos destinados a la compra de las compaas pblicas, as como tambin para acelerar el giro de utilidades a sus casas matrices.Justas y razonables es una idea bastante gaseosa que no reconoce la complejidad estructural, coyuntural y poltica involucrada en las tarifas, puesto que esa propuesta de consigna fcil slo encierra la meta de incrementar la rentabilidad privada. Adems de suponer que el voltil precio internacional de commodities, activos atrapados de movimientos financieros especulativos, debe definir el precio domstico. Es una obviedad que esta cuestin no es igual para un pas importador de petrleo, que no tiene otra opcin que aceptar el precio internacional aunque puede no trasladarlo en su totalidad a su poblacin mediante subsidios aportados de fondos pblicos, que un pas productor, que tiene ms margen para definir qu tipo de estructura de tarifas pretende segn objetivos de desarrollo econmico y social.Existen varios aspectos relacionados con el impacto de las tarifas y los subsidios en la economa. Uno de ellos merece una consideracin especial para luego avanzar en otros tambin importantes, como mejorar la transparencia de la asignacin de ese dinero, la eficacia para evitar el despilfarro y la captura por sectores sociales y grupos econmicos que no los necesitan. El punto clave de los subsidios en tarifas de servicios pblicos desde 2003 fue que ha contribuido a mejorar el poder adquisitivo de los salarios. En un informe de agosto del ao pasado de la consultora del economista Miguel Bein se presentaron elocuentes datos que muestran la relevancia de esa estrategia. Se precisa que los precios de las tarifas de energa elctrica, gas y transporte pblico de pasajeros incluidas en el Indice de Precios al Consumidor aumentaron en promedio 31 por ciento desde fines de la convertibilidad, cuando el resto de bienes y servicios lo hicieron en mucha mayor magnitud. Bein realiza un ejercicio hipottico de actualizar las tarifas a los precios relativos de 1993, previos a las privatizaciones de los 90. Esto implicara un ajuste promedio de 65 por ciento, alza que ubicara el salario real promedio de la economa 2 por ciento por debajo de los niveles de fines de 2001. Tambin efecto otro clculo de actualizacin tomando en este caso la eliminacin de los subsidios a la luz, el gas y el transporte: el aumento de tarifas debera alcanzar el 180 por ciento, por lo que el salario real resultante sera 7 por ciento ms bajo que antes del estallido del rgimen monetario 1 a 1. En una o en otra situacin, toda la recuperacin de los ingresos de los trabajadores se esfumara por esa hipottica suba de las tarifas en bsqueda de un supuesto equilibrio de la ecuacin econmica pretendida por un difuso saber tcnico.Con criterio, en ese documento se destaca que se trata de una simple cuenta matemtica que establece el precio que debera pagar el consumidor eliminando los subsidios y manteniendo todas las otras variables de la economa estables. Condicin de imposible cumplimiento puesto que provocara alzas en cadena en el resto de los precios y demandas salariales de compensacin por esos ajustes. Bein lo considera al mencionar que es evidentemente inviable polticamente ya que implica aumentos de 190 por ciento en el pasaje de colectivo, 170 por ciento en subtes y 500 por ciento en el de trenes. Para la energa elctrica y gas, sin considerar los gastos de capital realizados directamente por el Estado, ni la deuda acumulada con las generadoras, ni los menores precios que perciben los productores locales en relacin al precio de importacin, se requeriran aumentos de 160 por ciento en la tarifa elctrica y 100 por ciento en la tarifa del gas.Resulta llamativo que los analistas que ms cuestionan el esquema de tarifas subsidiadas son quienes sealan la ausencia de una poltica antiinflacionaria. Si existe una estrategia oficial exitosa en ese frente conflictivo de domar la inflacin se encuentra precisamente en el captulo de las tarifas de servicios pblicos. Bein estim que el impacto sobre el IPC de un ajuste por la eliminacin de subsidios a la energa y al transporte ascendera a 15 puntos porcentuales. Recuerda que el aumento de la carne, con una incidencia de 3,6 puntos porcentuales en la inflacin de 2010, concentrada en el primer trimestre del ao, espiraliz la evolucin del resto de los precios de la economa. Las tensiones registradas por los aumentos durante el ao que acaba de terminar se multiplicaran por cinco, con un desenlace poltico y social fcil de imaginar.La poltica de tarifas subsidiadas es una medida antiinflacionaria e implica recursos equivalentes al 3,3 por ciento del PIB. Eugenia Aruguete indica en un documento publicado en Entrelneas de la Poltica Econmica (N 23, diciembre 2009, del Ciepyc), que es una poltica que tiene un impacto directo sobre el ingreso real de la poblacin, especialmente de aquellos sectores en los que los bienes y servicios subsidiados tienen un peso relevante en sus canastas de consumo, e indirecto sobre el Producto, en la medida en que mejores ingresos posibilitan un mayor consumo, operando sobre la demanda agregada.La relevancia de tarifas subsidiadas sobre la recuperacin del poder adquisitivo del salario y como medida antiinflacionario no significa que no se requiera mayor transparencia en la distribucin, precisin en la asignacin de recursos pblicos y examinar el esquema que pueda estar privilegiando a un sector social acomodado o a grupos econmicos. Pero esa necesaria revisin, adems de revisar las evidentes limitaciones de un modelo hbrido de gestin estatal-privado, exige partir de que el cuadro de tarifas es una decisin poltica y que los subsidios son una potente herramienta de redistribucin de ingresos. En esa tarea no es sencillo eludir el bombardeo reduccionista de realidades complejas. Especialistas vinculados a conglomerados privados que manejan servicios pblicos y economistas de la ortodoxia ocultan o desprecian los efectos positivos de tarifas subsidiadas. El antecedente reciente de la crisis padecida por Evo Morales ha sido bastante convincente para alejar consejos de una tecnocracia convencida que provocar convulsin social es un costo menor.La AgonaPorAlfredo ZaiatDesignado profesor en una escuela de Baeza, Machado lleg a la ciudad hispnica y se present en el colegio en busca del rector; la escuela estaba cerrada y a su llegada apareci el portero, quien le dijo:El seor rector est en este momento en la agona.Al orlo, Machado se acongoj y pregunt:Tan grave es el mal?Nada de eso le contest el portero. El seor rector est en su tertulia, en el Crculo de Labradores. Y aqu, lo llamamos a ese crculo La Agona, porque los labradores siempre se estn quejando.Este prrafo extrado del libro De Memoria. Pantalones cortos, de Arturo Jauretche, publicado en diciembre de 1972 por la Editorial Pea Lillo, es una necesaria introduccin para el debate inaugurado por Mempo Giardinelli con el empresario del agro Gustavo Grobocopatel en las pginas de este diario. Esa polmica ya ha tenido un par de intercambios, con una intervencin ilustrada de Aldo Ferrer. El autor del clsico La economa argentina ha brindado una leccin de poltica econmica en su misiva a uno de los ms grandes productores de soja del pas. Es una carta que aporta claridad a una puja poltica meditica alimentada de confusin por los principales actores de la actividad agropecuaria acompaados en ordenada fila por representantes de fuerzas polticas de origen diverso. Ferrer le explic a Grobocopatel, con serenidad de profesor, que desvincular las retenciones del anlisis del tipo de cambio es una falta generalizada, lo que reduce equivocadamente la cuestin a su impacto en la distribucin del ingreso. Con los derechos de exportacin a la produccin primaria lo que est en juego es la estructura productiva y el desarrollo econmico, remarc Ferrer. Es muy sencillo de entender con poco esfuerzo sin necesidad de mencionar en forma parcial experiencias en Finlandia, Brasil o Chile, incluidas en la rplica de Grobocopatel.

Para avanzar en el desafo que propone Ferrer, se rescata uno de los documentos ms relevantes de Marcelo Diamand, tambin empresario y lcido pensador de la realidad econmica. Es el ensayo publicado en 1972 en la revista Desarrollo Econmico, bajo el ttulo La estructura productiva desequilibrada. Argentina y el tipo de cambio, Diamand sostena que el desequilibrio de la estructura productiva argentina se debe a la existencia de dos sectores con realidades muy diferentes: el agropecuario, que goza de ventajas naturales y una productividad particularmente alta, y un sector industrial, con una productividad mucho menor. En base a esa premisa, afirmaba la necesidad de adoptar tipos de cambios diferenciales, con un dlar ms alto para la industria, que la proteja razonablemente e incentive su desarrollo exportador. Ese tipo de cambio industrialista se obtiene hoy mediante retenciones al sector agropecuario, siendo una de las herramientas propuestas por Diamand. Tambin mencionaba la opcin del desdoblamiento cambiario o la de reintegros a la exportacin industrial. Destacaba que el hecho de que el tipo de cambio se determine en base al sector ms productivo se convierte en el determinante central de la falta de exportaciones industriales, lo que inicia la cadena de acontecimientos que culmina con las crisis y con el estancamiento argentino. Diamand seala que este factor central del cual derivan las mltiples deformaciones de la economa argentina no refleja ninguna ley de naturaleza, sino que se arrastra por tradicin desde las estructuras productivas desequilibradas. Aconsejaba que cualquiera que sea el esquema cambiario tiene que cumplir una condicin: tiene que existir un consenso a nivel de los sectores dirigentes de que se est tomando una medida en la estructura real de productividades y no de un estmulo temporario otorgado de lstima a una industria ineficiente. Unicamente en este caso se podr hacer una promocin realmente enrgica y adems darle el carcter verdaderamente estructural y permanente a la medida.Ferrer contina con ese legado reflexivo de Diamand al escribir en la carta abierta a Grobocopatel que para el nico fin para el cual las retenciones son insustituibles es para establecer tipos de cambio diferenciales, que es lo que realmente importa para la competitividad de toda la produccin interna sujeta a la competencia internacional. Esta problemtica no es exclusiva de la economa argentina. Todos los pases utilizan variadas herramientas de poltica econmica (aranceles, subsidios, tipo de cambios diferenciales) para administrar el impacto de los precios internacionales sobre las realidades internas, con el objetivo de defender los intereses nacionales, seala Ferrer. Para adelantar que el pleno desarrollo del pas ir eliminando los actuales desequilibrios y transformando la formacin de los precios relativos, lo cual permitira unificar el tipo de cambio, eliminar las retenciones y emplear otros instrumentos para administrar las seales que transmite el mercado internacional.

En la carta de respuesta, Grobocopatel afirma que es partidario de reemplazar las retenciones, no de eliminar el pago de impuestos. Se refiere a la propuesta del pago a cuenta del Impuesto a las Ganancias o de aplicar un tributo a la tierra. Uno de los productores referentes del pas e integrante como vocal de la Asociacin Empresaria Argentina (AEA) por Los Grobo Agropecuaria minimiza as el grave problema de evasin del sector. Respecto al grado de cumplimiento con el fisco, la presidenta Cristina Fernndez de Kirchner revel unos datos sorprendentes la semana pasada. En un extenso discurso de casi una hora, interrumpido por tibios aplausos en cinco oportunidades y un sexto de despedida, en el 126 aniversario de la Bolsa de Comercio de Rosario, cuya actividad principal es la compraventa de granos, la primera mandataria detall que el ao pasado el sector alimentos factur, segn declaraciones juradas presentadas a la AFIP, 147.569 millones de pesos.Con un conflicto sectorial que se arrastra desde hace poco ms de dos aos, las cifras expuestas en la casa burstil de los hombres de negocios del agro adquieren una relevancia ocultada por gran parte de la prensa. Resultan muy ilustrativos los siguientes nmeros expuestos en ese amigable auditorio:- En los 147.569 millones de pesos facturados en el rubro alimentos estn excluidos los despachos de bebidas, vino, exportacin primaria de granos.Son ventas realizadas por el complejo oleaginoso, carnes, hortalizas, frutas, lcteos, molinos harineros.- Cunto se recaud por el Impuesto a las Ganancias de esa actividad?: apenas 2120 millones de pesos.- Por derechos de exportaciones en esos rubros ingresaron al fisco 17.500 millones de pesos.Las ventas al mercado externo sumaron 77.000 millones, que tributaron 1900 millones de Ganancias y el monto mencionado por retenciones.- En cambio, las ventas por 67.000 millones de pesos al mercado interno slo derivaron en un pago de Ganancias por apenas 220 millones de pesos.Son cifras notables de la elevada evasin de la actividad agropecuaria. Una condicin indispensable para profundizar un debate necesario sobre las retenciones, la soja, el medio ambiente, los precios internos y la estructura productiva y el desarrollo nacional es cumplir con la responsabilidad fiscal bsica de pagar impuestos.

Inflacin estructuralPorAlfredo ZaiatCon la inestimable colaboracin de ndices de precios al consumidor oficiales que repiten el 0,7 o 0,8 por ciento cada mes desde hace catorce en forma consecutiva, el tema de la inflacin se ha instalado como uno de los ms relevantes en el debate econmico electoral. Ambito Financiero public esa curiosidad estadstica elaborada por el banco de inversin Goldman Sachs, que tambin sabe jugar con nmeros, habilidad que se descubri con la debacle griega cuando facilit la colocacin de bonos de deuda de ese pas hoy en desgracia. La originalidad de esas estadsticas pblicas entorpece la comprensin del actual proceso inflacionario, dejando el terreno abonado para la irrupcin de profetas de la ortodoxia, que renen antecedentes suficientes para mostrar que sus propuestas han fracasado al generar la ms dramtica crisis econmica de la historia moderna del pas. Sin mnima autocrtica, avalados por un coro disciplinado de la cadena nacional de medios privados, se presentan como portadores de saberes sobre la inflacin. Su diagnstico, con ms o menos nfasis, con ms o menos transparencia expositiva, se resume en que los aumentos de precios se deben a la exagerada emisin monetaria, al fuerte crecimiento de la demanda agregada y a los desmedidos aumentos de salarios. Ante ese cuadro de situacin, la sugerencia, disfrazada como el camino para mejorar la distribucin del ingreso, es un ajuste monetario, fiscal y salarial. El economista e historiador Mario Rapoport rescat del libro Los ministros de Economa, del periodista econmico Enrique Silberstein, la siguiente sentencia, expuesta en los aos 70: Nos pasamos la vida hablando contra la inflacin, todo gobierno y todo ministro de Economa (hoy polticos de la oposicin con sus economistas de la city) lo primero que promete es combatir la inflacin. Y, si uno se fija bien, el ataque a la inflacin va dirigido al incremento de los costos, o sea al aumento de salarios. Jams se ha combatido la inflacin diciendo que se debe al crecimiento de las ganancias... Nadie se ha preguntado si las ganancias tenan sentido y si eran econmicas.En el documento Una revisin histrica de la inflacin argentina y sus causas publicada en el libro Aportes de la Economa Poltica en el Bicentenario, Rapoport explica que si la inflacin es un problema que reconoce mltiples causas, recomendar un remedio sin un anlisis detallado es un acto de curanderismo o esconde, en realidad, intereses concretos. Admite que se trata de un fenmeno complejo y que existe en el pas una arraigada cultura inflacionaria. Menciona que economistas de la corriente monetarista expresan sus clsicas posturas para enfrentar el problema del alza de precios: reducir el gasto pblico, restringir la emisin monetaria y moderar el alza de salarios. Pese a la insistencia en el espacio pblico sobre esos determinantes ortodoxos de la inflacin, el actual proceso de aceleracin en la suba de precios que se verifica desde 2007 no identifica ninguno de los motores tradicionales de inestabilidad de precios. Reconocer esa carencia implicara develar la matriz ideolgica conservadora que apunta sobre la demanda agregada (gasto pblico, salarios) para defender las ganancias extraordinarias de conglomerados econmicos con posicin dominante en sectores claves de la economa.Aunque parezca extrao ante la hegemona en mbitos acadmicos como pblicos del pensamiento ortodoxo sobre la inflacin, existen otras explicaciones sobre ese fenmeno desarrolladas por economistas argentinos de prestigio internacional. Ya en los aos 60 surgi un nuevo concepto de inflacin planteado por el profesor Julio H. G. Olivera que refera a que en pases perifricos el alza de precios no es de origen monetario sino estructural al obedecer, sobre todo, a rigidices y asimetras de la economa, como el estrangulamiento en la balanza de pagos. Rapoport aade que una mirada estructural no identifica el problema slo con la inflacin sino con un conjunto de otros problemas, como la distribucin del ingreso, los cuellos de botella en el sector externo y en las cadenas productivas, la generacin de tecnologa propia o la acumulacin de capital. La inflacin estructural es una caracterstica particular de pases subdesarrollados con problemas en el sector externo.En esa trama compleja que se aleja de las recetas fciles de la ortodoxia, una de sus facetas es la utilizacin del tipo de cambio y las retenciones para intervenir en una estructura productiva desequilibrada (agro competitivo por ventajas naturales e industria con una productividad ms baja en trminos comparativos) y el impacto de la evolucin de los precios internacionales de las materias primas. Economistas y polticos que repiten postulados neoliberales hoy maquillados de sensibilidad social, acompaados por no pocos denominados progresistas y heterodoxos, que festejaron el voto no positivo del vicepresidente Julio Csar Cleto Cobos que implic abortar la posibilidad de aplicar derechos de exportacin mviles a cuatro cultivos claves como estrategia anticclica ante shocks externos, tienen cuota de responsabilidad sobre el actual comportamiento de los precios de los alimentos. No slo neutralizaron esa medida, sino que determinaron condiciones polticas, sectoriales y sociales que limitaron la posibilidad de subir retenciones, eficaz instrumento de poltica econmica que permite disociar los precios internacionales de los domsticos en el sensible sector de alimentos. Segn la FAO, Organizacin de las Naciones Unidas para la Alimentacin y la Agricultura, los ndices de precios internacionales de alimentos subieron casi 30 por ciento entre junio y diciembre de 2010, cerrando el ao en niveles similares a los alcanzados durante el clmax del alza de precios del primer semestre de 2008. Esa tendencia continu en la primera parte de este ao hasta marcar el mayor registro desde que la FAO empez a medir los precios de los alimentos en 1990. Sus registros sealan un aumento de 138 por ciento por tonelada en el precio de los alimentos en el mundo en nueve aos, al pasar de 97,7 dlares en 2003 a 233,5 dlares en lo que va de 2011. La FAO inform que los precios de los productos crnicos en ese perodo se incrementaron en 80 por ciento, el de los cereales 161 por ciento, mientras que los precios del aceite y el azcar aumentaron 164 y 271 por ciento, respectivamente.Ignorar esa trayectoria de los precios internacionales para examinar el comportamiento local muestra debilidad analtica, deliberada intencin de confundir el debate o voluntad de proteger intereses sectoriales. Un interesante ejercicio de simulacin sera estimar cul hubiera sido el recorrido de los precios internos en estos aos con retenciones ms bajas o ninguna, y sin la poltica de acuerdos personal de la Secretara de Comercio Interior con eslabones concentrados de la cadena productiva y de comercializacin.Ante un contexto internacional de alza de precios de materias primas y con un tipo de cambio competitivo, la aplicacin de retenciones, y mviles, es la medida de corto plazo ms eficiente para amortiguar ese impacto externo en los precios, adems de contribuir a la redistribucin de parte de la renta de la tierra hacia la industria local. Esa poltica es necesaria, no suficiente teniendo en cuenta el tipo de inflacin que irrumpe por las mencionadas condiciones estructurales de la economa, lo que implica la necesidad de profundizar la recuperacin de la industria con mayor grado de complejidad e integracin local para superar esas restricciones. El fallido intento de la resolucin 125 tiene un efecto ms duradero en la economa y en los precios que la estrella fugaz Cobos.

TrabasPorAlfredo ZaiatMedidas proteccionistas en el comercio exterior provocan situaciones de tensin entre pases y entre empresarios involucrados en ese tipo de operaciones. Existen muchos conflictos en esa rea que adquieren mayor o menor trascendencia dependiendo del momento poltico o de los intereses afectados. Varios sectores se enfrentan con dificultades para acceder a mercados externos y son innumerables los casos de trabas al intercambio internacional de bienes. China decidi frenar la compra de aceite de soja argentino con un argumento sanitario relacionado con el excesivo nivel de hexano, un solvente utilizado en la molienda de la cosecha. Estados Unidos est dilatando el ingreso de limones argentinos para beneficiar a los productores californianos con la estrategia de derivar la cuestin a la instancia de anlisis de riesgos de plagas. Chile evala la posibilidad de retomar las salvaguardias arancelarias de los ltimos aos para las importaciones de leche condensada y en polvo, quesos y harina de trigo procedentes de la Argentina. Uruguay limita la importacin de pollo brasileo y argentino al sostener que quiere preservar su status sanitario libre del virus que provoca la enfermedad de Newcastle, restriccin que acta como instrumento de defensa de su cadena avcola. Dependiendo las circunstancias de su mercado local, Brasil flexibiliza o endurece las restricciones al comercio de lcteos argentinos. Las mayores trabas se registran en Europa, un bloque no slo protegido con altos aranceles, sino tambin con subsidios agrcolas y excesivas normas legales. Las medidas de proteccin son habituales en una economa interdependiente, y las complejas relaciones que emergen de esas polticas se van administrando en trabajosas negociaciones bilaterales.En cada uno de esos pases, sectores vinculados con las ideas del libre comercio elevan sus voces de protestas por el establecimiento de limitaciones al intercambio internacional de bienes. Sostienen que esas medidas provocan una menor competencia en el mercado, una merma de la calidad de productos para el consumidor, la perturbacin del normal abastecimiento interno y una eventual alza de precios. Son los argumentos tradicionales de analistas y grupos conservadores en todas partes. En ese marco conceptual, una parte importante del establishment local acompaado de voceros bien dispuestos tiene la particularidad de exponer una militancia de liberalismo comercial que es difcil de encontrar en pares de otras naciones. El nfasis que invierten en denostar medidas de proteccin a la produccin nacional, que equivalen a defender puestos de trabajo local, los convierte en los mejores representantes de los intereses de otros pases, que a la vez cuidan sus respectivos mercados internos y por ese motivo establecen trabas a productos argentinos. No es usual encontrar semejante comportamiento en otras elites, que son igualmente conservadoras pero no destructivas del desarrollo nacional.

Esta conducta es una constante en la historia y no emerge por una disposicin coyuntural e informal del secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que entorpeci el ingreso de alimentos importados, o por una serie de medidas antidumping a productos chinos definida por el Ministerio de Produccin. Las reacciones ante iniciativas de proteccin a la industrial local tienen un potente componente de formacin cultural de esas elites. El historiador Mario Rapoport explica que la eleccin del librecambio se concret en el momento de la conformacin de la Argentina moderna dejando una marca que aun conserva un considerable poder ideolgico. Seala que entonces los intereses y grupos de poder hegemnicos durante la denominada Organizacin Nacional impusieron al liberalismo econmico como la piedra angular del progreso argentino. Rapoport precisa que se desech la posibilidad de un desarrollo econmico integral mediante la proteccin de la industria local y, de esta manera, las clases dominantes argentinas rechazaron el camino proteccionista que, por el contrario, fue adoptado por pases como Estados Unidos y Australia, y prefirieron un pas para pocos ligado a la produccin primaria.En ciertas discusiones coyunturales, en este caso las relaciones comerciales en un mundo en crisis, donde la disputa poltica-meditica irrumpe con intensidad entorpeciendo su comprensin, la perspectiva histrica permite un mejor entendimiento del conflicto. Rapoport colabora en esa tarea al ensear que todos los pases desarrollados practicaron el intervencionismo estatal en la bsqueda de convertirse en economas avanzadas. Gran Bretaa se hizo librecambista a mediados del siglo XIX (ms precisamente en 1846 con la abolicin de las leyes de granos) cuando ya era la principal potencia industrial del mundo y poda colocar ventajosamente sus manufacturas y bienes de capital. Detalla que Estados Unidos es otro ejemplo de intervencionismo y proteccionismo: los industrialistas y proteccionistas del Norte necesitaron una guerra civil para eliminar a los librecambistas sureos, cuya base de sustentacin econmica era el sistema esclavista. Ms adelante, Alemania en el siglo XIX, Japn en el XX, los pases del sudeste asitico despus de la Segunda Guerra Mundial, que forman hoy parte del mundo industrializado, practicaron el proteccionismo para defender sus industrias.Estudioso de esa ltima experiencia, el economista coreano Ja-Hoon Chang, del Development Studies de la Universidad de Cambridge, apunta que Estados Unidos hoy pretende ser defensor del libre comercio, pero entre mediados del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial, tuvo la tasa arancelaria ms alta en el mundo. Chang destaca, adems, que los britnicos queran que todo el mundo practicara el libre comercio y frenara el proteccionismo, lo que implicaba que los britnicos queran patear la escalera que ellos utilizaron para subir. Todas las potencias econmicas siguieron ese ejemplo britnico. Despus de la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirti en lder mundial, Estados Unidos empez a predicar el librecambio. Japn, que se estaba desarrollando con proteccionismo, subsidios, empresas pblicas y muchas regulaciones, no acept esa receta. Pero hoy en la Organizacin Mundial de Comercio los japoneses apoyan el libre comercio. Lo mismo sucede con Europa: cuando ya no necesitan proteger sus industrias, aparece la proteccin a sus no competitivos bienes agropecuarios a travs de la Poltica Agraria Comn.Este contexto histrico, econmico y cultural resulta imprescindible para abordar el complicado escenario que se presenta a la Argentina en el comercio internacional. La economa mundial est atravesando la crisis ms grave desde la Gran Depresin de los aos 30, y uno de sus efectos fue el rpido descenso del comercio internacional. El impacto negativo sobre la produccin y el empleo provoc la reaccin de los gobiernos que instrumentaron polticas anticclicas. Esas medidas fueron para sostener el nivel de actividad domstico que incide sobre el comercio internacional. La utilizacin de medidas de proteccin en un pas lleva a que otros adopten iniciativas similares. Es cierto que no se presentan las condiciones para un estado general de proteccionismo a nivel mundial y, en consecuencia, de una guerra comercial como la registrada durante la crisis del 30. Pero no por eso las estrategias defensivas deben ser ingenuas puesto que el proteccionismo moderno se ha refinado. Hoy existen formas de proteccin sutiles y variadas como los derechos antidumping, las normas tcnicas, sanitarias y fitosanitarias, las compras gubernamentales, entre otras.Un pas de desarrollo intermedio, con insignificante incidencia en el comercio internacional y de escasa densidad industrial y aspiracin a adquirirla, como la Argentina, que decida renunciar a no utilizar esos instrumentos de proteccin para no contradecir a ese mundo de fantasa del libre comercio mundial revelara una inocencia asombrosa. Slo una elite detenida en el tiempo, ajena al proceso de desarrollo nacional, puede cuestionar una estrategia defensiva de la produccin y empleo nacional ante una crisis internacional de incierto desenlace.

Orden religiosaPorAlfredo ZaiatLos bancos ms poderosos del mundo se renen en un club exclusivo que denominan Instituto Internacional de Finanzas (IIF). Su presencia se hace notar en las reuniones anuales del Fondo Monetario, Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Entre uno y otro evento es escasa su intervencin en su rol de consejeros de pases, con excepcin de cuando una renegociacin de la deuda est en curso. Desde la dcada del 80, con las crisis recurrente de los endeudados, detrs del velo acadmico del IIF los banqueros expresaron los ms descarnados aprietes a los gobiernos. As evitaban hacerlos en primera persona para no afectar los variados negocios que tenan en agenda en esos pases. Charles Dallara y luego William Cline fueron los voceros tradicionales de esa comunidad en esa poca de estallidos. En la actualidad, esa tarea es realizada con su probada eficiencia para esos menesteres por el todava vigente William Rhodes, del Citibank, que ejerce la vicepresidencia del Consejo de Administracin del IIF. Rhodes es un viejo conocido de los argentinos desde los interminables y turbulentos meses de tratativas por la impagable deuda externa. Es un smbolo del implacable poder, de las finanzas y de la poltica dominante.La reaparicin de Rhodes, en la cumbre del BID que se desarroll a comienzos de esta semana en Guatemala, no fue casual. Ni tampoco la eleccin que hizo de los pases para caerles con el peso de sus advertencias. Como si fuese un visionario, observ a Venezuela, Argentina y Ecuador porque se encuentran en una encrucijada, y pontific que deben reducir su vulnerabilidad ante un futuro e inevitable choque externo. El jefe de economistas del IIF, Yusuke Horiguchi, acompa el diagnstico de Rhodes, aclarando que todava no saben cundo se producir ese choque. Si no fuera porque son hombres del poder, esas declaraciones formaran parte del guin en un programa de humor. Aseguran que habr una colisin, pero no saben cundo. Da la impresin de que estn abusando de la inocencia o subestimando la capacidad de discernir de la gente. Suena grotesco la seleccin de esos nicos tres pases en riesgo, porque si fueran ciertos los peligros que estaran acechando, toda la regin debera estar en alerta. Para los banqueros personificados en Rhodes, si la bonanza externa desapareciera, slo los gobiernos del eje del mal sufriran las consecuencias, como si el Uruguay de Tabar Vzquez o el Brasil de Lula fueran inmunes. Respecto de Argentina, Rhodes indic que el Gobierno tiene un agresivo enfoque no-mercado en su poltica econmica que constituye el mayor riesgo a mediano plazo.Se descubre, de ese modo, la profunda raz ideolgica conservadora de esa orden religiosa cuya misin es el desarrollo de negocios financieros rentables para banqueros y ruinosos para pases ms o menos dbiles.En esa cofrada participan adherentes por conviccin, otros por desorientacin y varios por inters monetario. En ese ltimo lote se inscriben profesionales que trabajan en consultoras y en las infalibles despus de la difusin de los resultados agencias de calificacin de riesgo, como Standard & Poors. Haciendo el coro al IIF de Rhodes, el director de deuda soberana de S&P, Joydeep Mukherji, atemoriz en los ltimos das con que la economa argentina podra navegar a la deriva si los precios de los bienes exportables cayeran. Recomend, como no poda ser de otra manera, bajar el gasto pblico y eliminar los que denomina controles de precios para as tener posibilidades de capear el temporal. Mukherji hizo gala de la precisin de los economistas, al sealar que la Argentina est disfrutando del mejor contexto global desde fines del siglo XIX, pero en algn momento esto tendr que cambiar. Cundo? No es una pregunta pertinente para ese tipo de estudiosos.En realidad, en la inevitabilidad de un choque externo de Rhodes o en la seguridad de que lo bueno no dura para siempre de Mukherji, adems de la expresin de una ideologa reaccionaria y de la manifestacin de la avaricia por obtener ganancias an ms abultadas, se expone el lamento de no tener la hegemona poltica en un escenario econmico internacional tan favorable. La mayora de los cuestionamientos de stos y de otros banqueros, de se y de varios analistas de la city son inconsistentes y hasta, en algunos casos, absurdos. A esta altura, ante la persistencia de sus falsos diagnsticos y pronsticos equivocados, las crticas parecen de envidia ms que de preocupacin. La ortodoxia postul como pilares bsicos de su pensamiento el orden de las cuentas pblicas, el excedente fiscal y la prudencia de la poltica monetaria. Y un gobierno peronista con un equipo econmico no tradicional lidera esa poltica, con todos los condimentos culturales, de prepotencia, vulgaridad y heterodoxia populista que irrita sobremanera a la oposicin ilustrada.Despus de construir escenarios apocalpticos, el lamento de la ortodoxia deriva, finalmente, en la pobreza argumental del factor suerte. Insisten con que el crecimiento a tasas chinas de los ltimos cuatro aos y que continuar en ste slo se explica por la fortuna de contar con viento a favor desde el exterior. Es indudable la existencia de ese destino agraciado, pero quienes enfatizan haber sacado ese pleno en la ruleta no explican por qu la elogiada ortodoxia monetaria del Brasil de Lula no pudo imitar igual desempeo econmico. Lo que sucede es que, luego del fracaso de los noventa, a esa orden religiosa se les hubiera presentado la revancha de redimirse y consolidar la supremaca de sus ideas econmicas y polticas gracias al benvolo escenario internacional. Aunque, como se observa en Brasil, aqul no resulta suficiente. A la feligresa de esa parroquia se le abra la posibilidad de repetir la historia de la mtica Generacin del 80 (de 1880), grupo conformado en su mayora por polticos e intelectuales que eran liberales en lo econmico y conservadores en lo poltico. En ese perodo, hacia finales del siglo XIX, explica el historiador Mario Rapoport, se concretaba una nueva divisin internacional del trabajo que comprenda una superficie nunca antes abarcada por la produccin capitalista y que implicaba un nuevo salto en la tendencia del proceso de produccin a internacionalizarse. Agrega que los cambios en las comunicaciones y los transportes hicieron que el mundo comenzara a achicarse y apunta que dentro de ese marco una serie de pases, en particular la Argentina, iniciaron su incorporacin definitiva a la economa mundial. Como en su momento fue Gran Bretaa el catalizador de ese proceso de crecimiento sostenido por varias dcadas, hoy son China e India y la explosin de las telecomunicaciones que han producido una alteracin en la lgica del desarrollo y expansin del mundo capitalista. Proceso que encuentra a la Argentina, como en la poca de la Generacin del 80, en un lugar privilegiado. La diferente lectura del establishment respecto de ambos momentos es que en un caso fue la visin de desarrollo de un pas que tena una clase dirigente iluminada, en cambio ahora se trata simplemente de la suerte. Como en todo, hay un poco de cada cosa, sin embargo, a esta altura, con menos apasionamiento, habra que empezar a abandonar el clich del azar y comenzar a debatir con ms rigor el sendero de desarrollo oportuno para aprovechar el excepcional ciclo de expansin mundial.

El poder de los sindicatosPorAlfredo ZaiatHugo Moyano ahora, Sal Ubaldini en la poca alfonsinista, Augusto Timoteo Vandor en los 60 y Lorenzo Miguel en la turbulenta dcada del 70. Cuatro lderes sindicales que no se ganaron la simpata de la opinin media. No hicieron mucho para obtenerla y puede ser que nunca se lo hayan propuesto. Existe la falsa pretensin del mundo meditico de un sindicalismo civilizado, como si la relacin capital-trabajo fuera una vinculacin apacible ajena al conflicto. El capo sindical es emparentado con la fuerza y la violencia porque de ese modo se fueron conquistando los derechos de los trabajadores a lo largo de la historia del desarrollo industrial. La del capital es la pulcra. El crecimiento de los sindicatos y su burocratizacin en la etapa del capitalismo moderno tiene una faceta alejada de esa tensin originaria, ms vinculada a actividades turbias y a peleas por espacios de poder dentro del mundo de los negocios que a la discusin salarial y a las condiciones laborales. Ese aspecto del distorsionado rol de los sindicalistas tambin est cruzado por la violencia, pero de otro tipo de la que se ejerce para mejorar la situacin de los trabajadores. La confusin entre una y otra orienta el anlisis de muchos comunicadores a cuestionar, en ltima instancia, legtimas reivindicaciones de los trabajadores.La lamentable batalla de San Vicente hizo aflorar todos los prejuicios sobre los sindicalistas. Muchos de ellos se los han ganado con todas las de la ley. Pero detrs de esa arremetida, con la cual colabora la feroz interna intramuros, se encuentra la prxima discusin salarial. Es probable que Moyano no sea el mejor representante de los trabajadores; que tenga mtodos que ofenden la buena convivencia con los empresarios; que se haya lanzado a ganar espacios de poder y caja en la estructura estatal para sus hombres, y que se propuso capturar empleados de otros gremios para encuadrarlos en el suyo generando una batalla intersindical, siendo San Vicente una de sus manifestaciones. Puede que Moyano sea todo eso y muchas otras cosas ms que no lo hacen presentable en sociedad. Pero para ese consenso social que rechaza al camionero tampoco lo sera otro lder sindical. No es digerible Moyano ni lo sera Barrionuevo o cualquier otro de los integrantes del grupo de los gordos. No lo sera tampoco dirigentes alejados de los negocios y de trayectoria limpia como Vctor De Gennaro de la CTA ni los nuevos dirigentes de base que estn surgiendo, como los que se expresaron en conflictos de repercusin meditica en subtes, hospitales pblicos y en telefnicos.En ese sentido, uno de los principales analistas en temas sindicales, Julio Godio, escribi en su reciente libro Sociedades de trabajo y sindicalismo socio-poltico que hace mucho tiempo, relata Bertolt Brecht, un canciller de un reino se acerc al rey y le dijo: Seor, el pueblo est contra ti. Y el rey, soberbio e ignorante, contest: Entonces, hay que cambiar al pueblo. Godio pregunta y contesta: Es posible cambiar al pueblo? No. Es posible que los empresarios arrojen de sus espaldas al trabajo asalariado organizado? No. El especialista explica que el neoliberalismo en la regin trat, como el rey soberbio, de avanzar sobre los sindicatos, augurando su desaparicin y fomentando los contratos individuales de trabajo y la competencia entre los trabajadores. Para agregar que la audacia neoliberal era inconsistente porque subestimaba la capacidad de resistencia de los sindicatos. Que los gremios hayan resistido y ahora muestren signos de vitalidad no implica que e