edad media

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La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, 1 o en 1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años. Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio). 2 Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV. Las grandes migraciones de la época de las invasiones significaron paradójicamente un cierre al contacto de Occidente con el resto del mundo. Muy pocas noticias tenían los europeos del milenio medieval (tanto los de la cristiandad latina como los de la cristiandad oriental) de que, aparte de la civilización islámica, que ejerció de puente pero también de obstáculo entre Europa y el resto del Viejo Mundo, 16 se desarrollaban otras civilizaciones. Incluso un vasto reino cristiano como el de Etiopía, al quedar aislado, se convirtió en el imaginario cultural en el mítico reino del Preste Juan, apenas distinguible de las islas atlánticas de San Borondón y del resto de las maravillas dibujadas en los bestiarios y los escasos, rudimentarios e imaginativos mapas. El desarrollo marcadamente autónomo de China, la más desarrollada civilización de la época (aunque volcada hacia su propio interior y ensimismada en sus ciclos dinásticos: Sui, Tang, Song, Yuan y Ming), y la escasez de contactos con ella (el viaje de Marco Polo, o la mucho más importante expedición de Zheng He), que destacan justamente por lo inusuales y por su ausencia de continuidad, no permiten denominar a los siglos V al XV de su historia como historia medieval, aunque a veces se haga, incluso en publicaciones especializadas, más o menos impropiamente. 17 La Historia de la India o la del África negra a partir del siglo VII contaron con una mayor o menor influencia musulmana, pero se atuvieron a dinámicas propias bien diferentes (Sultanato de Delhi, Sultanato de Bahmani, Imperio Vijayanagara -en la India- Imperio de Malí, Imperio Songhay -en África negra-). Incluso llegó a producirse una destacada

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La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la

civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo

se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio Romano

de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América,1 o en

1453 con la caída del Imperio Bizantino, fecha que tiene la ventaja de

coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el

fin de la Guerra de los Cien Años.

Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura

entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII

se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de

transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del

modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo

social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la

definición de los estamentos medievales, en lo político para la

descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que

dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para

la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas

culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio).2

Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media

(siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad

Tardía); y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede

dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al

siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la

Edad Media o del siglo XIV.

Las grandes migraciones de la época de las invasiones significaron

paradójicamente un cierre al contacto de Occidente con el resto del

mundo. Muy pocas noticias tenían los europeos del milenio medieval (tanto

los de la cristiandad latina como los de la cristiandad oriental) de que,

aparte de la civilización islámica, que ejerció de puente pero también de

obstáculo entre Europa y el resto del Viejo Mundo,16 se desarrollaban

otras civilizaciones. Incluso un vasto reino cristiano como el de

Etiopía, al quedar aislado, se convirtió en el imaginario cultural en el

mítico reino del Preste Juan, apenas distinguible de las islas atlánticas

de San Borondón y del resto de las maravillas dibujadas en los bestiarios

y los escasos, rudimentarios e imaginativos mapas. El desarrollo

marcadamente autónomo de China, la más desarrollada civilización de la

época (aunque volcada hacia su propio interior y ensimismada en sus

ciclos dinásticos: Sui, Tang, Song, Yuan y Ming), y la escasez de

contactos con ella (el viaje de Marco Polo, o la mucho más importante

expedición de Zheng He), que destacan justamente por lo inusuales y por

su ausencia de continuidad, no permiten denominar a los siglos V al XV de

su historia como historia medieval, aunque a veces se haga, incluso en

publicaciones especializadas, más o menos impropiamente.17

La Historia de la India o la del África negra a partir del siglo VII

contaron con una mayor o menor influencia musulmana, pero se atuvieron a

dinámicas propias bien diferentes (Sultanato de Delhi, Sultanato de

Bahmani, Imperio Vijayanagara -en la India- Imperio de Malí, Imperio

Songhay -en África negra-). Incluso llegó a producirse una destacada

intervención sahariana en el mundo mediterráneo occidental: el Imperio

Almorávide.

De un modo todavía más claro, la Historia de América (que atravesaba sus

periodos clásico y postclásico) no tuvo ningún tipo de contacto con el

Viejo Mundo, más allá de la llegada de la denominada Colonización vikinga

en América que se limitó a una reducida y efímera presencia en

Groenlandia y la enigmática Vinland, o la posibles posteriores

expediciones de balleneros vascos en parecidas zonas del Atlántico Norte,

aunque este hecho ha de entenderse en el contexto del gran desarrollo de

la navegación de los últimos siglos de la Baja Edad media, ya encaminada

a la Era de los Descubrimientos.

La monarquía germánica era en origen una institución estrictamente

temporal, vinculada estrechamente al prestigio personal del rey, que no

pasaba de ser un primus inter pares (primero entre iguales), que la

asamblea de guerreros libres elegía (monarquía electiva), normalmente

para una expedición militar concreta o para una misión específica. Las

migraciones a que se vieron sometidos los pueblos germánicos desde el

siglo III hasta el siglo V (encajonados entre la presión de los hunos al

este y la resistencia del limes romano al sur y oeste) fue fortaleciendo

la figura del rey, al tiempo que se entraba en contacto cada vez mayor

con las instituciones políticas romanas, que acostumbraban a la idea de

un poder político mucho más centralizado y concentrado en la persona del

Emperador romano. La monarquía se vinculó a las personas de los reyes de

forma vitalicia, y la tendencia era a hacerse monarquía hereditaria, dado

que los reyes (al igual que habían hecho los emperadores romanos)

procuraban asegurarse la elección de su sucesor, la mayor parte de las

veces aún en vida y asociándolos al trono. El que el candidato fuera el

primogénito varón no era una necesidad, pero se terminó imponiendo como

una consecuencia obvia, lo que también era imitado por las demás familias

de guerreros, enriquecidos por la posesión de tierras y convertidos en

linajes nobiliarios que se emparentaban con la antigua nobleza romana, en

un proceso que puede denominarse feudalización. Con el tiempo, la

monarquía se patrimonializó, permitiendo incluso la división del reino

entre los hijos

El inicio de la Edad Media

Artículo principal: Antigüedad tardía

Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de

las cuales la más extendida es la del año 476, lo cierto es que no

podemos ubicar el inicio de una manera tan exacta ya que la Edad Media no

nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso

que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes

a todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirán

hasta nuestros días. Podemos considerar que ese proceso empieza con la

crisis del siglo III, vinculada a los problemas de reproducción

inherentes al modo de producción esclavista, que necesitaba una expansión

imperial continua que ya no se producía tras la fijación del limes

romano. Posiblemente también confluyeran factores climáticos para la

sucesión de malas cosechas y epidemias; y de un modo mucho más evidente

las primeras invasiones germánicas y sublevaciones campesinas (bagaudas),

en un periodo en que se suceden muchos breves y trágicos mandatos

imperiales. Desde Caracalla la ciudadanía romana estaba extendida a todos

los hombres libres del Imperio, muestra de que tal condición, antes tan

codiciada, había dejado de ser atractiva. El Bajo Imperio adquiere un

aspecto cada vez más medieval desde principios del siglo IV con las

reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias entre los

esclavos, cada vez más escasos, y los colonos, campesinos libres, pero

sujetos a condiciones cada vez mayores de servidumbre, que pierden la

libertad de cambiar de domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma

tierra; herencia obligatoria de cargos públicos -antes disputados en

reñidas elecciones- y oficios artesanales, sometidos a colegiación -

precedente de los gremios-, todo para evitar la evasión fiscal y la

despoblación de las ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de

comercio y de articulación de las zonas rurales cada vez es menos

importante. Al menos, las reformas consiguen mantener el edificio

institucional romano, aunque no sin intensificar la ruralización y

aristocratización (pasos claros hacia el feudalismo), sobre todo en

Occidente, que queda desvinculado de Oriente con la partición del

Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación del cristianismo como

nueva religión oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el

Grande (380) precedido por el Edicto de Milán (313) con el que

Constantino I el Grande recompensó a los hasta entonces subversivos por

su providencialista ayuda en la Batalla del Puente Mil vio (312), junto

con otras presuntas cesiones más temporales cuya fraudulenta reclamación

(Pseudo-donación de Constantino) fue una constante de los Estados

Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia de su

refutación por el humanista Lorenzo Valla (1440).

Literatura de la Edad Media Española

La literatura española comienza con las primeras poesías en lengua

romance castellano.

Recordemos que en el Imperio Romano la Unidad Lingüística la constituía

el latín y la Unidad Política estaba centrada en Roma. Después de la

caída del Imperio Romano, las regiones fueron modificando su lengua,

evolucionando y modificándose con influencias de los pueblos primitivos,

las lenguas de los invasores y las características propias de cada zona.

Así nacieron las lenguas derivadas del latín vulgar que se hablaba en las

provincias, llamadas Lenguas Romances, entre las cuales están el

castellano, el francés, el provenzal, el portugués, el sardo, el

italiano, el catalán, el rumano. Durante varios siglos de la era

cristiana los textos seguían escribiéndose en latín.

La obra más antigua en romance castellano que se conserva es el Poema o

Cantar de Mío Cid, del Siglo XII (Hacia 1140).

Se sabe que hubo en la Península Ibérica manifestaciones anteriores de

poesías primitivas, de las que ha quedado poca documentación escrita.

Generalmente eran algunas poesías amorosas cantadas por trovadores, en

lengua galaico-portuguesa o en romance castellano, también villancicos y

las cancioncillas mozárabes o muwassahas en hebreo y jarchas, de las que

quedan algunos testimonios en trozos poéticos de Yehudá Haleví y de

Todros Abulafia.

El latín fue el lenguaje universal de la civilización medieval. Usado en

la iglesia y en la escuela, permitía a los hombres letrados comunicarse

en cualquier parte de Europa. El resurgimiento intelectual de la Alta

Edad Media incluyó una explosión de literatura latina. Aunque el latín

seguía utilizándose para propósitos literarios, en el siglo XII gran

parte de la literatura creativa se estaba escribiendo en los idiomas

vernáculos (los idiomas locales, como el español, francés, inglés o

alemán).

En el transcurso de la Edad Media existió una literatura popular

vernácula, la cual se manifestó, sobre todo, en las sagas germanas,

celtas, islandesas antiguas y eslavas. Pero, en el siglo XII surgió un

nuevo mercado para la literatura vernácula cuando los laicos educados, en

las cortes y en la nueva sociedad urbana, buscaron avenidas novedosas de

entretenimiento.

Tal vez la literatura vernácula más popular del siglo XII fue la poesía

trovadoresca, principalmente producto de nobles y caballeros. Esta poesía

se centró en el amor cortesano, el amor que un caballero profesaba a una

dama, generalmente una dama noble casada, la cual lo inspiraba a

convertirse en un osado caballero y en un poeta aún mejor. Un buen

ejemplo se puede encontrar en los lamentos de un noble cruzado, Jaufré

Rudel, quien acaricia el recuerdo de una dama soñada tiempo atrás, de la

cual asegura que siempre estará enamorado, aunque teme que nunca la

conocerá:

Lo más triste, lo más gozoso, es que debo partir,