EFECTOS DE LA URBANIZACIÓN EN EL BOSQUE

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EFECTOS DE LA URBANIZACIÓN EN EL BOSQUE Historia de la urbanización: El término urbanización se refiere a un crecimiento en la proporción de población urbana con respecto a la rural. Históricamente, es posible que las bases de la urbanización se hayan sementado hace mucho tiempo, entre el 7000 y el 5000 a.C., en lo que se domina la Revolución Agrícola. De manera gradual, los cazadores nómadas fueron asentándose cada vez más y fueron domesticando sus animales. El resultado de esta transición fue la creación de un excedente de alimentos que liberó a las personas del duro trabajo de labrar la tierra. Pronto se generó división y especialización de trabajo en este grupo recién surgido de población no agrícola. A partir de estos primitivos desarrollos sociales, la comunidad creó estructuras sociales complejas e interrelacionadas que hoy podemos reconocer como ciudades. Las primeras ciudades surgieron a lo largo de los ríos Tigris y Éufrates entre 4000 y 3000 a.C., en lo que hoy es Irak. Los factores ambientales desempeñaron un papel primordial en el desarrollo de estas primeras ciudades. Para el cultivo se necesitaban cerca de terrenos llanos con suelos ricos. Existía la necesidad de un fácil acceso al solar y debía haber agua disponible. Los lechos de inundación del Tigris y del Éufrates, así como los de los ríos Nilo e Indo

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EFECTOS DE LA URBANIZACIÓN EN EL BOSQUE

Historia de la urbanización:

El término urbanización se refiere a un crecimiento en la proporción de población

urbana con respecto a la rural. Históricamente, es posible que las bases de la

urbanización se hayan sementado hace mucho tiempo, entre el 7000 y el 5000

a.C., en lo que se domina la Revolución Agrícola. De manera gradual, los

cazadores nómadas fueron asentándose cada vez más y fueron domesticando sus

animales.

El resultado de esta transición fue la creación de un excedente de alimentos que

liberó a las personas del duro trabajo de labrar la tierra. Pronto se generó división

y especialización de trabajo en este grupo recién surgido de población no agrícola.

A partir de estos primitivos desarrollos sociales, la comunidad creó estructuras

sociales complejas e interrelacionadas que hoy podemos reconocer como

ciudades. Las primeras ciudades surgieron a lo largo de los ríos Tigris y Éufrates

entre 4000 y 3000 a.C., en lo que hoy es Irak. Los factores ambientales

desempeñaron un papel primordial en el desarrollo de estas primeras ciudades.

Para el cultivo se necesitaban cerca de terrenos llanos con suelos ricos. Existía la

necesidad de un fácil acceso al solar y debía haber agua disponible. Los lechos de

inundación del Tigris y del Éufrates, así como los de los ríos Nilo e Indo eran

ideales para estos propósitos. Esta primera urbanización dio origen a la

destrucción de bosques en el Medio Oriente para proveer de madera y

combustible a las ciudades; posiblemente éste fue el primer impacto ambiental, y

sin duda uno de los más desastrosos de la historia. La inestabilidad resultante del

suelo, la desertificación consiguiente, y finalmente la pérdida de tierras productivas

fueron las consecuencias trágicas que todavía sufre esta región.

Sin embargo, fue en el sigo XVIII cuando la urbanización se aceleró de verdad. La

urbanización limitada que se había tenido lugar antes de ese momento se debió

casi por completo a la migración ( de personas que ya no eran necesarias para la

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agricultura) desde las áreas rurales a los pueblos. El incentivo para el crecimiento

urbano en los últimos 200 años ha sido el desarrollo tecnológico, que ha

estimulado la industrialización y aumentado la demanda de la mano de obra en las

ciudades.

Definición de una zona urbana.

Es difícil comparar estadísticas de tendencias y tasas de urbanización en diversos

países. Con mayor frecuencia, se toma una población de 20,000 como el tamaño

mínimo para que un área se designe como urbana.

Situación Actual.

El acelerado crecimiento urbano de la segunda mitad del sigo XX ha sido un

fenómeno global. Este incremento ha sido más notorio en las regiones menos

desarrolladas del planeta y se ha producido hasta una tasa de 4% o más durante

el periodo posterior a la segunda guerra mundial. En las regiones más

desarrolladas, y durante el mismo periodo, la urbanización alcanzó un promedio

de 2%, que es más o menos la mitad de la tasa de crecimiento de la población el

as regiones subdesarrolladas. Aunque la tasa de crecimiento de la población en

las regiones desarrolladas está disminuyendo, la proporción urbana ha crecido del

55 al 70% de la población total. Gran parte de este aumento se debe a la

disminución que ha existido de la población rural que se va de las áreas rurales a

las urbanas, más que a la llegada de nuevos inmigrantes a las ciudades.

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Fig. 1.Población urbana y rural en las regiones más y menos desarrolladas; Fuente: ONU 1990-1991

El crecimiento extremadamente rápido de la población urbana en las regiones

menos desarrolladas en comparación con las más desarrolladas este

comportamiento se aprecia claramente en la siguiente figura 1. En 1950 las

regiones más desarrolladas tenían alrededor de 60& más población urbana que

las menos desarrolladas, pero para 1990 la población urbana en las regiones

menos desarrolladas era casi el doble que en las regiones más desarrolladas

(1,500 millones contra 875 millones).

Las proyecciones de la ONU sugieren que para el año 2025 las regiones menos

desarrolladas tendrán más de 4,000 millones de pobladores urbanos, en

comparación con 1,100 millones de las regiones más desarrolladas, como se

puede ver en el gráfico, las tasas de crecimiento de la población han estado

disminuyendo en las áreas rurales de las regiones más desarrolladas durante

algún tiempo, y la misma tendencia apenas inicia en las regiones menos

desarrolladas.

Las zonas urbanas dependen de los recursos naturales para obtener agua,

alimentos, materiales de construcción y energía, así como para eliminar residuos.

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A su vez, la urbanización transforma los ámbitos locales, así como los

ecosistemas, tanto locales como en las zonas circundantes.

Las mega ciudades atraen la atención debido a su magnitud y a su poder

económico. Sin embargo, las ciudades pequeñas y de tamaño intermedio donde

vive actualmente más de la mitad de la población urbana mundial y que, según se

espera, seguirán teniendo un papel predominante, tropiezan con desafíos y

presiones similares.

Hay dos cuestiones en particular que ilustran la interacción entre urbanización y

recursos naturales, y sus repercusiones en relación con los cambios mundiales del

medio ambiente. La primera cuestión concerniente a los cambios en el uso del

suelo urbano y otros usos alternativos de la tierra.

Cambios de la cobertura del suelo.

La rápida expansión de las zonas urbanas altera la cubierta del suelo y causa

pérdidas en el hábitat de las especies vegetales y animales.

Los problemas del medio ambiente ocasionados por la conversión de ecosistemas

naturales y agrícolas a usos urbanos tienen importantes repercusiones para el

funcionamiento de los ecosistemas a escala mundial. Y el grado de gravedad de

esas repercusiones para el funcionamiento de los ecosistemas a escala mundial.

Y el grado de la gravedad de esas repercusiones depende de dónde y cómo se

ampliarán asentamientos urbanos; y dependen aun más de las pautas de

consumo que adopte la población urbana.

Las “huellas urbanas” se extienden mucho mas allá del entorno inmediato de las

ciudades, particularmente en los países desarrollados. Los crecientes niveles de

ingreso y de consumo en zonas urbanas generan crecientes presiones sobre los

recursos naturales, desencadenando cambios en la cobertura y en los usos del

suelo dentro de las zonas de influencia de las ciudades, que a veces cubren

grandes superficies. Esto suele causar pérdidas mucho más grandes en el hábitat

y en los servicios prestados por los ecosistemas que la propia expansión urbana.

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Por ejemplo, los bosques tropicales de Tabasco han sufrido una tala desmesurada

para proporcionar tierras de pastoreo, en respuesta a la creciente demanda de

carne vacuna del distrito federal de México, a 400 km de distancia. La creciente

demanda de frijol, de soya y carne en las zonas urbanas de china, sumada a la

demanda de Japón, los EEUU y Europa está acelerando la deforestación de las

zonas amazónicas del Brasil.

El concepto de “Huella urbana”, que se ha utilizado para describir esta expansión

perimetral del consumo urbano, es hoy muy familiar. Pero muchos interpretan que

el problemas la propia concentración urbana, en lugar de las pautas de consumo

de un gran número de residentes urbanos en situación económica más o menos

holgada. Evidentemente, la “Huella urbana” de los centros urbanos de los países

pobres no es igual a la de las ciudades de los países desarrollados.

El concepto de transición medioambiental pone de manifiesto las diferencias entre

las ciudades de países más pobres, los problemas del medio ambiente son locales

y afectan sobre todo a la salud, entre ellos el abastecimiento inadecuado de agua

y el deficiente saneamiento, la maña calidad del aire (dentro y fuera de las

viviendas) y los limitados o inexistentes medios de eliminación de residuos. A

medida que aumenta el ingreso medio, esos ´problemas inmediatos no son tan

acuciantes, pero los cambios en las actividades productivas y en las pautas de

consumo incrementan los efectos sobre las zonas rurales circundantes. En las

ciudades más ricas, suelen amortiguarse los efectos locales y regionales gracias a

estrictas regulaciones del medio ambiente, a inversiones en la depuración de

residuos y a la lucha contra la contaminación, asi como a la transición de la base

económica, de la industria a los servicios, Pero la riqueza amplía los efectos

acumulativos sobre el medio ambiente mundial, especialmente sobre el cambio

climático.

La cuestión del agua es particularmente pertinente en este debate. La gran

dependencia de las ciudades respecto de una abastecimiento garantizado impone

grandes demandas a las existencias mundiales de agua dulce. En algunas

regiones, entre ellas la zona sudoccidental de los EEUU, el Oriente Medio, El

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África meridional, partes de Asia central y el Sahel, las ciudades ya están

compitiendo con las demandas mucho mayores de la agricultura que pesan sobre

los escasos recursos de agua. En casos extremos por ejemplo, el sistema

Cutzmala que abastece al distrito federal de México, se inundan los terrenos que

ocupan comunidades enteras, o se reubica, para instalar la infraestructura de

abastecimiento de agua. Este fenómeno tendrá una escala monumental si China

lleva a término la desviación de agua Sur-Norte.

En ultima instancia las ciudades prevalecen sobre los usuarios rurales agrícolas

cuando se compite por los suministros de agua disponibles. (Satterthwaite 2005).

Las zonas urbanas pueden afectar los recursos hídricos y el ciclo hidrológico de

otras dos maneras: en primer lugar, debido a la expansión de la red vial, las áreas

de estacionamiento y otras superficies impermeables que contaminan la

escorrentía y reducen la absorción de agua lluvia y la reposición de los acuíferos;

y, en segundo lugar, mediante instalaciones hidroeléctricas en gran escala que

contribuyen a satisfacer las necesidades energéticas de las ciudades.

La urbanización y la fragmentación del hábitat.

La urbanización, áreas de cultivo, carreteras, cercas y otras actividades humanas

se han extendido hacia las áreas rurales, ocasionando la fragmentación del

hábitat.

La pérdida y fragmentación de hábitats se reconoce en todo el mundo como un

problema clave con el que se enfrenta la conservación de la diversidad biológica

(IUCN 1980). A medida que aumenta la población mundial, va quedando cada vez

menos superficie de la tierra que no se vea afectada por interferencias humanas.

Las actividades humanas han modificado el medio ambiente hasta el punto de que

los patrones más comunes en paisajes son mosaicos de asentamientos humanos,

terrenos agrícolas y fragmentos dispersos de ecosistemas naturales. (IUCN 2004).

La mayor parte de las reservas para la conservación, incluso las grandes, se están

concentrando cada vez más rodeadas de ambientes intensamente modificados y a

largo plazo parecen destinadas a funcionar como ecosistemas naturales aislados.

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Los cambios en la situación de las poblaciones y comunidades de vida silvestre

como consecuencia de la destrucción y fragmentación de sus hábitats han sido el

estímulo primordial para que los gesteros de tierras asuman prácticas para

mantener o restaurar la conectividad de hábitats en paisajes con desarrollos de

infraestructura.

Fragmentación y cambios en los patrones del paisaje.

La fragmentación de hábitats es un proceso dinámico que genera cambios

notables en el patrón del hábitat en un paisaje dado en el curso del tiempo. El

término ‘Fragmentación’ se suele utilizar para describir cambios que se producen

cuando grandes segmentos de vegetación se eliminan por completo, con lo cual

quedan numerosos segmentos más pequeños separados unos de otros. El

proceso de fragmentación tiene tres componentes reconocibles:

La pérdida general de hábitat en el paisaje. (pérdida de hábitat)

Disminución en el tamaño de los segmentos de hábitat que subsisten

después de la subdivisión y clareo. (Reducción del hábitat)

Mayor aislamiento de hábitats a medida que nuevas utilizaciones de la

tierra ocupan el ambiente intermedio. (Aislamiento del hábitat).

Cada una de estas etapas está íntimamente relacionada entre sí como parte del

proceso de cambio de hábitat. La naturaleza dinámica de la fragmentación se

hace visible de manera impactante cuando se dispone de una serie de vistas

‘instantáneas’ de patrones de paisaje en intervalos sucesivos.

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Fig. 2. El proceso de fragmentación de hábitats tiene tres componentes: 1.Pérdida generalizada de hábitat; 2.

Disminución en el tamaño de hábitats; 3. Un mayor aislamiento de hábitats.

Los cambios en patrones de paisaje que se generan con la fragmentación se

pueden identificar y describir fácilmente midiendo atributos, como el área total del

hábitat remanente, la distribución tamaño-frecuencia de los fragmentos, las formas

de los fragmentos, la distancia media entre los fragmentos y el nivel de contraste

entre hábitats y utilizaciones de tierras adyacentes.

Estos cambios en los patrones espaciales y distribución de hábitats también van

generando más cambios en cadena a medida que los procesos ecológicos se

modifican en respuesta a la geometría cambiante del hábitat. Estos cambios

ecológicos pueden tener efectos de largo alcance en la flora y fauna, en los

recursos de suelos e hídricos y en la ecología humana (Forman y Gordon 1986;

Saunders y Cols. 1987, 1991; Forman 1995) Las consecuencias de los cambios

en el patrón del paisaje sobre los procesos ecosistémicos es un campo fértil de

investigaciones que tiene importancia directa para el manejo de la conservación

(Lovejoy y cols; Hobbs 1993).

Cantidad total de hábitat

La fragmentación del hábitat no siempre resulta obvia, en algunas situaciones, la

pérdida, disminución y aislamiento de hábitats pueden ser significativos en cuanto

a extensión pero poco visibles. En el caso de especies dependientes de bosques

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antiguos, la tala permanente de madera conduce a que vaya quedando una

cantidad cada vez menor de bosque antiguo intacto. Sin embargo, como suele

darse una regeneración forestal subsiguiente, el deterioro en áreas con

características de “Antigüedad” como grandes árboles viejos, grandes troncos y

basura húmeda densa, quizá no los perciba fácilmente el ojo no adiestrado dentro

de la extensión ininterrumpida de bosque. Asimismo, la fragmentación y

sustitución de praderas nativas con céspedes de yerbas exóticas para pasto quizá

no cambie mucho el aspecto de las llanuras herbáceas, pero tiene efectos

ecológicos importantes.

En un caso típico de fragmentación, en el paisaje predomina inicialmente la

vegetación natural con perturbaciones debidas al uso humano de tierras que crean

pequeños claros o intrusiones en los bordes. A medida que avanza la

perturbación, aumenta la cantidad y tamaño de los claros, la vegetación natural se

va subdividiendo y aislando y disminuye el área total del hábitat natural. Se llega a

un punto crítico cuando el terreno perturbado y no la vegetación natural pasa a ser

la característica predominante en el paisaje y los fragmentos están cada vez más

aislados, A medida que va disminuyendo el área total de vegetación natural, se

produce un cambio en el equilibrio de los procesos ecológicos que moldean la

estructura y función de comunidades bióticas en fragmentos. Los procesos que se

generan con las diversas utilizaciones del terreno circundante se vuelven cada vez

más importantes que los procesos internos como influencia determinante en la

situación de la flora y fauna (Saunders y cols; Haila y cols 1993).

El ciclo hidrológico es un ejemplo de un proceso ecosistémico en el que influye

mucho la cantidad total de hábitat natural en el paisaje. Los patrones de

precipitaciones, las tasas de infiltración de suelos, deslizamientos e inundaciones,

son todos sensibles a la cantidad y naturaleza de la cubierta vegetal regional. En

el suroeste de Australia, por ejemplo, un efecto importante de clarear terrenos

para la agricultura ha sido el incremento documentado en los niveles de mantos

acuíferos como resultado de una disminución en la evaporación-transpiración de

árboles y arbustos (Hobbs 1993). El manto acuífero alto deja sal en la superficie

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de los suelos y se estima que unas 62,500 hectáreas de tierra se pierden cada

año para la producción agrícola (Hobbs 1993). Las reservas naturales y los

fragmentos de áreas boscosas son también vulnerables a esta degradación.

Parches de bosque y aislamiento de hábitats.

El aislamiento de parches de bosque es también una consecuencia fundamental

de la fragmentación. Los terrenos agrícolas que se establecen aíslan los parches

de bosques; de igual manera las calles, casas y carreteras separan los bosques

urbanos; los bosques primitivos quedan rodeados de bosques de regeneración;

los remanentes de breñales desaparecen entre praderas; y las reservas naturales

se encuentran rodeadas de zonas de actividad humana intensiva.

El aislamiento se puede medir con una serie de indicacores, como la distancia

hasta el fragmento mayor de hábitat más próximo, la cantidad de hábitat

adecuando dentro de un radio definido, o la presencia de hábitats de enlace en el

espacio intermedio (Foreman y Godron 1986; Askins y cols. 1987; Foreman 1995).

Es indispensable que también se entienda el aislamiento en un sentido funcional,

relacionándolo con las especies concretas o procesos ecosistémicos que se

consideran. Un fragmento que esté realmente aislado para un pequeño roedor de

zona boscosa puede estar a fácil alcance de aves migratorias o de murciélagos de

bosque.

Los procesos ecosistémicos que son sensibles a efectos de aislamiento son los

que dependen de algún vector para la transmisión a través del paisaje. La

dispersión de semillas, la polinización de plantas, las relaciones depredador-presa

y la dispersión de parásitos y enfermedades, son ejemplos de procesos que

pueden verse muy perturbados debido al aislamiento si sus vectores animales no

pueden desplazarse fácilmente al paisaje.

Composición de hábitats

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La fragmentación y pérdida de hábitats en paisajes desarrollados no es un

proceso al azar. El clareo, el cultivo y la utilización de tierra para pastos están

sesgados hacia áreas que tienen los suelos más fértiles y son más accesibles,

como llanuras y valles ribereños fértiles. A su vez, los parques nacionales, las

reservas naturales y otras parcelas de vegetación natural que se ha conservado,

con frecuencia están ubicados en áreas empinadas o pedregosas, suelos infértiles

o pantanos y llanuras anegadizas, porque dichas áreas son más difíciles de

desarrollar y menos valiosas para la utilización productiva (Leader Williams y cols.

1990; Pressey 1995). Estas tendencias en la utilización de la tierra significan que

algunas comunidades vegetales con frecuencia están ‘ausentes’ o poco

representadas en sistemas de reservas, mientras que otras están

proporcionalmente sobre representadas. Para las comunidades agotadas,

pequeños fragmentos en paisajes con desarrollo de infraestructura son

especialmente importantes porque a menudo son los únicos ejemplos remanentes

de la vegetación, y pueden ser depósitos de plantas y animales escasos

(McDowell y cols. 1991; Prober y Thiele 1993; Shafer 1995).

Cambios en las formas de hábitats.

Los espacios naturales, como lagos y humedales, afloramientos rocosos, claros

con árboles caídos y breñales suelen tener una forma curva o irregular. En

contraste, fragmentos, parcelas regeneradas, plantaciones de árboles y reservas

naturales que tienen su origen en la utilización humana de la tierra, en general

tienen bordes rectos y de forma con frecuencia rectilínea (Forman y Godron 1986).

El aspecto de la forma de los fragmentos que tiene un impacto mayor en procesos

ecológicos y ambientales es la proporción de longitud del perímetro en relación

con el área, y por tanto la exposición al ‘efecto borde’ (Forman y Gordon 1986;

Yahner 1988; Angelstam 1992; Murcia1995). Un incremento en la proporción

perímetro-área significa que una mayor proporción del ambiente natural está cerca

del lindero y, por tanto, está expuesta a cambios ecológicos que se producen ahí.

En paisajes con desarrollo intensivo, los hábitats lineales y pequeños fragmentos

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con elevadas proporciones en los bordes con frecuencia constituyen la mayor

parte de los hábitats naturales remanentes.

Fragmentos pequeños con una elevada proporción de perímetro respecto al área son más vulnerables a procesos

de perturbación en los bordes que los fragmentos más grandes. En fragmentos pequeños, la zona perturbada

puede ocupar la mayor parte del fragmento o todo él, dejando poco hábitat libre de influencias que nacen del efecto

de borde.

“FRAGMENTACIÓN DE BOSQUES EN EL SUROESTE DE VICTORIA,

AUSTRALIA

Un estudio de la utilización de la tierra, la fragmentación de bosques y cambios

históricos en la fauna mamífera de un área de estudio de 20,000 hectáreas en el

suroeste de Victoria Australia, ofrece un ejemplo del proceso de pérdida de y

fragmentación de hábitat. Antes del establecimiento de los europeos, a comienzos

de la década de los años 40, el área era densa en bosques que el pueblo aborigen

utilizaba con poca frecuencia y de manera estacionaria. La densa vegetación

forestal y los suelos no fértiles, no se vieron favorecidos con una subsiguiente

colonización pastoril, y la eliminación de bosques fue inicialmente lenta. La mayor

parte de la pérdida de bosque se ha producido durante el sigo XX, sobre todo

después de 1940.

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El proceso de fragmentación del bosque ha tenido tres componentes: Una pérdida

general de bosque, una fragmentación progresiva de plataformas boscosas

supervivientes en fragmentos más pequeños, y un aumento del aislamiento

espacial de gragmentos con el paso del tiempo. En 1942, cerca del 51% del área

seguía siendo boscosa; para 1971 la cobertura forestal se había reducido al 12%;

y para 1980 era aproximadamente de un 9% del área estudiada. La vegetación

forestal ha sido reemplazada por terrenos agrícolas que se utilizan principalmente

para el cultivo de productos lácteos y producción de carne vacuna. En 1942 la

mayor parte de la cobertura boscosa estaba interconectada, pero para 1980 la

cobertura boscosa abarcaba muchos fragmentos pequeños y aislados, de los que

92% eran de menos de 20 hectáreas y ninguno de más de 100 hectáreas (Bennet

1990). Franjas de remanentes de bosques a lo largo de carreteras, caminos y

cursos de agua conectan muchos fragmentos y contrarrestan el efecto aislante de

terrenos agrícolas intermedios (Bennet 1988; 1990).

Los cambios asociados con la pérdida y fragmentación de hábitat no sólo tienen

relación con el patrón espacial de la vegetación. La estructura y composición de la

vegetación se ven también afectadas por utilizaciones de la tierra relacionadas con

la eliminación de bosques. Casi toda la vegetación forestal remanente es de

propiedad privada y gran parte de la misma se ha visto muy modificada por

régimenes alterados de incendios, la extensa tala de árboles para leña, el

pastoreo de ganado doméstico y la invasión de malezas. Las parcelas de bosques

que se ven sometidas al pastoreo constante de ganado doméstico van perdiendo

progresivamente sus sub-capas nativas de matorrales y maleza, dejando el estrato

de árboles como el principal elemento natural remantene. En 1983, la mayor parte

del área de estudio sufrió una grave quema debido a un incendio incontrolable que

consumió a su paso casi topda la vegetación forestal, y también produjo nueve

víctimas humanas, la muerte de 19,000 cabezas de ganado y la pérdida de 157

casas.

Por lo menos 33 especies de mamíferos nativos se sabe que viven en esta área,

de las cuales seis ya han desaparecido y varias más son raras. Varias especies

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nativas se han adaptado parcialmente al ambiente modificado de tierras agrícolas,

pero la mayoría dependen ahora del mosaico de vegetación forestal remanente

para seguir subsistiendo en el área. Seis especies de mamíferos importados han

establecido poblaciones salvajes en el área, incluyendo nuevos depredadores y

competidores por especies nativas. Ninguna de las parcelas remanentes tienen el

tamaño suficiente como para sustentar poblaciones viables de mamíferos nativos

a largo plazo. La comunidad de la fauna nativa de mamíferos en este paisaje rural

depende de hasta qué punto los fragmentos de bosque pueden funcionar como un

sistema de integrado de hábitat natural (Bennet 1990).

En particular, el mantenimiento de procesos naturales dinámicos en parcelas en

paisajes fragmentados depende en forma crítica de que haya tramos de tamaño

suficiente para sustentar un mosaico de hábitats que corresponden a estadios

diferentes. La presencia de un mosaico natural de clases de vegetación inducidas

con incendios, por ejemplo, depende de que un fragmento sea lo suficientemente

grande como para que un solo incendio reduzca toda su vegetación al mismo

estadio. El mantenimiento de régimes naturales de perturbación es

particularmente importante para la viabilidad a largo plazo de parques nacionales y

reservas de conservación (Pickett y Thomson 1978; Baker 1992)”.

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Cambio en la cobertura boscosa en Naringai, suroeste de Victoria, Australia,

que ilustra el proceso de pérdida y fragmentación de hábitat en un ambiente

rural. El área de estudio tiene un tamaño aproximado de 20,000 hectáreas.

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Distribución según frecuencia de tamaño de parcelas remanentes de vegetación natural en la Peninsula Fleurieu, sur de Australia.