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El 15-M español y la crisis del 2001 en Argentina. Una comparación
Autor: Guido M. Buldurini
Resumen
Este artículo pretende analizar las similitudes y diferencias que pueden encontrarse
entre los sucesos que rodean al 15-M en España y lo ocurrido en Argentina a partir de
la crisis del año 2001. Se argumenta que en ambos casos pueden observarse
antecedentes que se vinculan con la crisis del neoliberalismo, y con la percepción
ciudadana de una carencia de opciones reales en los partidos políticos tradicionales.
Se sostiene que el resurgimiento del conflicto político se encuentra vinculado con una
tendencia humana a procurar identificaciones colectivas, que habría entrado en crisis
a partir de la entronización de una “política del consenso”. Finalmente, siguiendo a
Stavrakakis, se postula que la constitución de esas identificaciones requiere de un
sustrato afectivo que se manifiesta en distintos tipos de jouissance.
I.- Marco teórico:
Cuando el investigador decide adentrarse en la comparación de dos casos,
generalmente lo primero que advierte de los mismos son sus similitudes. Los
parecidos suelen ser actuar como disparadores de curiosidad en el campo de las
ciencias sociales, sobre todo si se trata de fenómenos políticos que se desarrollan con
un océano de por medio.
En nuestro caso, tanto en el Movimiento 15-M en España como en los
acontecimientos del 2001 en Argentina (y luego con el kirchnerismo como veremos),
la irrupción del conflicto es uno de los primeros y más potentes rasgos comunes que
aparecen a la vista del investigador. Y esta característica común se hace evidente en
las múltiples manifestaciones que puede asumir el conflicto: la represión estatal
violenta a través del uso de la fuerza (con muertes en Argentina y decenas de heridos
en España), como a través del establecimiento de una frontera político-discursiva
entre un “nosotros” que se diferencie de un “ellos” (“Que se vayan todos” y “No nos
representan”).
Estas primeras características evidenciaron que una perspectiva investigativa anclada
en los paradigmas liberales tradicionales -que aún hegemonizan la ciencia política con
postulados racionalistas-individualistas- presentaría muchas limitaciones. En efecto, la
elección de una perspectiva tal hubiera condenado a nuestros objetos de estudio
incluso al ámbito de lo patológico (Habermas), pero, además –y por esa misma razón-
hubiera resultado de muy escaso valor analítico.
Por el contrario, aquellas particularidades de los fenómenos analizados hicieron que
resultara apropiado adoptar un marco teórico que reconozca al conflicto como
elemento constitutivo de lo político. En este sentido, si bien Carl Schmitt (1998) ya a
principios del siglo pasado, había puesto de relieve lo esencial de este tópico para lo
político, fueron Chantal Mouffe y Ernesto Laclau quienes adaptaron sus formulaciones
a los requerimientos democráticos. Serán los desarrollos teóricos de estos autores los
que seguiremos en buena parte del presente trabajo, en tanto entienden a lo político
como el locus donde se produce una confrontación entre prácticas articulatorias que
buscan establecer un cierto orden hegemónico en un contexto siempre contingente
(Laclau y Mouffe, 2004).
Por otra parte, es dable observar que a medida que se desarrollan los conflictos -y en
estrecha relación con éstos- tienen lugar procesos de constitución de identidades
colectivas que movilizan “pasiones”. Esta naturaleza afectiva de las identificaciones
políticas que había sido hasta hace poco tiempo desdeñada por gran parte de la
ciencia política -y sigue fuera de la agenda del liberalismo de vertiente individualista y
racionalista- ha recobrado en las últimas décadas cierto vigor1. En este sentido
advierte Mouffe que “el error del racionalismo liberal es ignorar la dimensión afectiva
movilizada por las identificaciones colectivas, e imaginar que aquellas “pasiones"
supuestamente arcaicas están destinadas a desaparecer con el avance del
individualismo y el progreso de la racionalidad” (Mouffe, 2007: 13).
Sin embargo, en sus desarrollos teóricos Mouffe se limita plantear la importancia de
las “pasiones” para las identidades colectivas (y por tanto para lo político) y a señalar
a la teoría psicoanalítica como el camino a seguir, sin profundizar en su análisis
(Mouffe, 2007: 33). Entre las opciones que presenta la propia autora para adentrarnos
en esta perspectiva se destacan las importantes, profundas y –sobre todo- claras
aportaciones efectuadas por Yannis Stavrakakis en torno al uso de conceptos
psicoanalíticos en el análisis político, en particular en lo relativo a lo afectivo/libidinal.
Existen otras dos ventajas en la elección de los desarrollos teóricos de Stavrakakis:
1) la primera la constituye el hecho de que al formar parte de la misma escuela de
pensamiento que Laclau y Mouffe -en quienes abreva constantemente- tiende a
utilizar el mismo plexo conceptual; 2) la segunda ventaja está estrechamente
relacionada con la primera, y consiste en que la vinculación de la teoría del discurso
con el psicoanálisis ya está presente tanto en la teoría del argentino como en la
autora belga y la tarea que asume Stavrakakis consiste en profundizar esa opción
analítica en una dirección cuyos riesgos “Laclau no parece dispuesto a correr”
(Stavrakakis, 2010: 118).
Esa dirección a la que hacemos referencia constituye el núcleo central del presente
trabajo y consiste en adentrarnos en la vinculación entre la dimensión afectiva de la
política y el discurso como dos ámbitos diferentes que, sin embargo, se penetran
mutuamente.
II.- Estructura de análisis:
1 Stavrakakis señala que “todo aquello que la Ilustración relegara a la periferia estigmatizada (irracional)
de la vida humana -la emoción, el afecto, la pasión, etc.- ha retornado paulatinamente al centro de la escena durante las últimas dos décadas” (Stavrakakis, 2010: 189).
El presente artículo desarrolla sucesivamente tres bloques teórico-analíticos
fundamentales.
En el primer bloque se efectúa una descripción y análisis de las principales
características de las denominadas posdemocracias y cómo estás se manifiestan
concretamente en los casos estudiados (Argentina y España). Se hace especial
referencia al “consenso de centro” que aún hoy es promovido por el neoliberalismo
economicista, que oblitera el conflicto y sus manifestaciones, provocando desapego y
apatía en la ciudadanía.
En el segundo bloque se presenta a grandes rasgos la teoría “agonista” de Chantal
Mouffe, mediante la cual postula la necesidad de reconocer al antagonismo como un
elemento inescindible de la sociabilidad humana al mismo tiempo que puede
“gestionarse” de modo democrático a través de identificaciones que lo canalicen. Se
muestra el modo en que ese antagonismo se hace presente en los discursos de los
adversarios que se enfrentan en la lucha política que tiene lugar en los casos
estudiados.
Por último, en el tercer bloque, y constituyendo el núcleo central del presente artículo,
se postula que las identificaciones políticas –fundamentales para una democracia de
alta intensidad (Mangabeira Unger)- a la vez que reconocen ese componente
discursivo/simbólico, son posibles a partir de la movilización política de deseos y
fantasías de la gente que encuentran parcialmente su raíz en la jouissance
(Stavrakakis, 2010).
Por otra parte, podemos agregar que los dos primeros bloques teóricos, en su
aplicación a los casos concretos analizados, se relacionan entre sí en una sucesión
tanto lógica como cronológica. Así, postulamos que las posdemocracias –primer
momento- por su propia dinámica entran en crisis, posibilitando así la aparición en
escena de la conflictividad social –segundo momento- que se manifiesta a través de
identificaciones políticas que movilizan pasiones. El tercer bloque teórico,
correspondiente a la movilización de deseos y fantasías (pasiones o afectos en la
terminología de Mouffe) se encuentra presente en los dos anteriores, si bien de
modos diferentes: mientras en el caso de las posdemocracias constituye una
ausencia patológica que vacía de contenido a la democracia, en el caso de las
democracias de alta intensidad se manifiesta como la presencia de una fuerza
dinamizante.
III.- La posdemocracia2: características generales
Jaques Ranciere abre el capítulo en el que instituye el nombre de “posdemocracia”
con el sugestivo título de “Democracia o consenso”. Ya desde tiempo antes, otros
pensadores compartían la misma inquietud del autor francés respecto de un rasgo
que se hacía cada vez más evidente en las democracias occidentales: el avance de
2 Para una aproximación general puede verse Posdemocracia de Colin Crouch (2004), Taurus, México.
un cierto tipo de “consenso” que supone el ocultamiento de los pobres –los “no
contados”-, la obturación de la lucha de quienes “no tienen parte”, en suma, un
consenso tal supone “la desaparición de lo político”3.
En el avance de esta era de la pospolítica del consenso pueden advertirse dos fases
sucesivas. La primera de ellas, consistió en el ataque al pilar democrático de la
democracia liberal, identificado con la soberanía popular, la participación política y la
igualdad, y tuvo inicio con posterioridad a las crisis del petróleo de la década de 1970
y en particular en la década de los 80 con el establecimiento del Consenso de
Washington y la práctica del neoliberalismo. La segunda fase, tendría inicio con
posterioridad a los ataques terroristas del 11 de Septiembre de 2001, y supone el
ataque al pilar liberal de la democracia, mediante el recorte de derechos y garantías
vinculados al liberalismo (Stavrakakis, 2010: 286). Si bien este segundo ataque no es
menos importante, los objetivos del presente trabajo requieren que centremos nuestra
atención en el primero.
El neoliberalismo constituye el núcleo central de la maquinaria que ha producido el
ataque contra el pilar democrático. En general, ese núcleo se caracteriza
principalmente por una visión economicista del mundo que relega a la política a un
segundo plano. En particular, los efectos de la visión neoliberal en las democracias
occidentales puede analizarse desde dos puntos de vistas diferenciables sólo a los
fines analíticos, pero íntimamente vinculados entre sí: A) Desde una perspectiva
principalmente económica, el neoliberalismo denuncia la actuación de los Estados
como perturbadora de la economía de mercado y al mismo tiempo como ineficiente en
la gestión de los servicios públicos. Este diagnóstico impulsa un doble movimiento:
por un lado, y simultáneamente con la liberalización de la economía, los estados
tienden a reducir -e incluso renunciar a- sus facultades de control e intervención en
ese ámbito, convirtiéndose en lo que se ha denominado como “estados gendarmes”,
meros vigilantes que limitan su actuación a garantizar las reglas de juego del libre
mercado; por otro lado, y generalmente de modo simultáneo con el anterior, se
produce la privatización de los servicios públicos que estaban en manos del estado.
B) Desde una perspectiva más específicamente política, el neoliberalismo tiene una
vinculación estrecha con la generación de una pospolítica del consenso. En efecto, la
crisis del estado de bienestar primero, la caída de Muro de Berlín luego y la
combinación de ambos con una constante y precisa operación de propaganda por
parte del neoliberalismo –reproducida aún hoy- instaló la percepción generalizada
sobre la inevitabilidad de la aplicación de aquéllas medidas ya que “No hay
alternativa”4 al capitalismo. Es así que se anunció la muerte –entre otras- de la
Historia como lucha de ideologías (Fucuyama) y el inicio de un mundo “más allá de la
izquierda y la derecha” (Giddens). De este modo el poder económico logró establecer
una “república del centro” en la cual los partidos políticos se diferencian cada vez
menos entre sí.
3 Laclau y Mouffe, ya lo señalaban en el año 1985 en su obra conjunta Hegemonía y estrategia
socialista, Verso, Londres. 4 En efecto, “There is no alternative” fue el slogan que popularizó Margaret Thatcher
Este último aspecto, la indiferenciación de los partidos políticos y su confluencia en un
“centro político”5 caracterizado por un economicismo que se desentiende de los
problemas de las personas, es de principal relevancia para nuestro análisis por los
efectos de desconfianza, desafección y apatía que provoca en la ciudadanía.
En este sentido muestra Inza que desde hace ya más de dos décadas puede
advertirse una continua disminución de la “distancia política entre las principales
familias políticas en cuestiones socioeconómicas”, ámbito en el cual los partidos
políticos “están de acuerdo en objetivos e incluso en métodos básicos de políticas y
sólo compiten en cuanto a la habilidad para realizar dichos objetivos…” (Inza, 2011:
105 y 107).
Como señala Mouffe, la constatación de que los partidos políticos se han vaciado de
contenido y han dejado de ofrecer alternativas reales a la ciudadanía más allá de la
izquierda y la derecha, “la política se limita a una manipulación. Por cuanto no hay
ninguna diferencia fundamental entre ellos, los partidos van a intentar vender sus
productos mediante un hábil marketing, con la ayuda de las agencias de publicidad.
Las consecuencias han sido un creciente desafecto con respecto a la política y una
drástica caída en la participación electoral.” (Mouffe, 2007: 69).
A lo dicho anteriormente debe agregarse que la potente aproximación y control del
estado por parte de la lógica económica provoca un creciente número de casos de
corrupción que involucran a funcionarios de alto nivel en todos los poderes estatales,
incluido el judicial. Este incremento de la corrupción no hace más que apuntalar la
desconfianza ciudadana en el sistema político democrático en general y en sus
actores institucionales en particular.
A continuación se analizan las particularidades de los casos argentino y español en
relación con los tópicos descriptos en este apartado y se busca identificar hasta qué
punto es posible advertir en ellos la presencia de rasgos señalados como propios de
la posdemocracia.
III.a.- Posdemocracia en Argentina: el laboratorio del neoliberalismo
La década de 1990 estuvo signada en Argentina por las dos presidencias de Carlos
Menem. Durante las mismas se aplicaron políticas económicas de corte neoliberal en
sintonía con el denominado “consenso de Washington”. Las mismas consistieron
básicamente en la convertibilidad de la moneda, un Banco Central “independiente”, la
reducción del déficit fiscal a través de “ajustes” presupuestarios, la apertura
indiscriminada a los mercados externos, la desregulación económica, y la
privatización de la mayoría de las empresas en manos del Estado.
La equiparación por ley del valor de la moneda nacional con el dólar (conocida como
“convertibilidad” o “1 a 1”, en tanto un dólar equivalía a un peso) produjo el aumento
de los costos internos lo que rápidamente se tradujo en el cierre de emprendimientos
5 Se trata más bien de una “centro derecha”, en tanto han sido los partidos tradicionalmente de
izquierdas quienes han ido renunciando sucesivamente a posiciones y derechos que habían sido conquistados en base a luchas sociales y políticas. Véase El secuestro del bienestar (Inza, 2011: )
productivos de todo tipo -principalmente industriales- con el consiguiente aumento del
desempleo que se sumaba al que ya se había producido por el despido de los
trabajadores de las empresas privatizadas, ante la indiferencia o impotencia -y en
algunos casos complicidad- de los principales sindicatos obreros. Este panorama
económico provocó una disminución considerable de los recursos estatales percibidos
a través de los tributos generando así un círculo vicioso de menor producción, mayor
desempleo y menor recaudación que obligaba al gobierno a tomar deuda a tasas
cada vez más altas para poder financiarse.
Al paisaje político antes descripto se agregaron durante el menemismo cuantiosos y
conocidos hechos de corrupción protagonizados por importantes miembros del
gobierno que incluso aparecían en revistas de espectáculos mostrando sus nuevas
fortunas . El poder judicial argentino –en ese momento con una Corte Suprema
mayoritariamente designada por Menem- se convirtió a los ojos de la sociedad en
cómplice de esos actos de corrupción y fue marcado con el mismo desprestigio que
ya había caído sobre la clase política argentina.
La llegada a la presidencia del nuevo gobierno de Fernando De la Rúa no implicó
diferencias significativas, replicando las recetas neoliberales.
Esta indiferenciación de los principales partidos políticos podía advertirse ya en la
campaña electoral previa a las elecciones. Al respecto resulta sumamente ilustrativo
el análisis y los datos aportados por Alfredo Pucciarelli en relación a aquélla campaña
electoral:
“Junto con el vaciamiento de los debates políticos, fue relativamente fácil observar
otro nuevo fenómeno: la eliminación de las históricas diferencias de estilos y de
proyectos políticos que siempre enfrentaron, en la escena electoral, a los dos
agrupamientos partidarios dominantes. Se vio claramente, además, que en esa
especie de danza de las grandes coincidencias subyacía un acuerdo tácito sobre
la necesidad de mantener vigente e inmodificados los parámetros fundamentales
del actual modelo económico e intocables los complejos mecanismos de poder
económico y social que continuaban impulsando los procesos de redistribución
regresiva del ingreso, de exclusión y de polarización social (E. Aliberti,1999).”
Incluso el aura de honestidad con que había asumido el nuevo gobierno –una de las
pocas esperanzas que conservaba la sociedad, en especial la clase media- se diluyó
como consecuencia de una serie de hechos de corrupción que llegaron a su punto
culmine con el denominado caso de “la Banelco”, que consistió en el supuesto pago
de dinero a legisladores de la oposición para que votaran a favor de una ley de
“flexibilización laboral”, exigida por el FMI, que ponía en una situación aún más
precaria a los trabajadores.
El gobierno de Fernando De la Rúa finalizó abruptamente con su renuncia luego de
que durante las jornadas del 20 y 21 de Diciembre de 2001 se produjeran violentos
enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad con un saldo de 37
muertos civiles y cientos de heridos.
III.b.- Posdemocracia a la española:
Sin dudas el caso español tiene una historia pospolítica mucho más reciente, menos
extensa y también menos intensa que en el caso argentino. En efecto, la aplicación de
políticas económicas neoliberales en España es muy reciente e incluso es posible
concentrarlas en el último lustro, y con particular y creciente intensidad sólo en los
últimos tres años. Sin embargo, a esta altura es probable que el lector informado se
haya sorprendido de la similitud que guardan muchas de las medidas adoptadas en el
país sudamericano en la década del 90 con las que empezaron a ponerse en
funcionamiento en España en el último tiempo.
Sin embargo, sí es posible advertir en España, con anterioridad a la aplicación de
medidas económicas radicalmente neoliberales, la presencia de otra de las
características propias de la posdemocracia: la indiferenciación de los partidos
políticos por su tendencia a aglutinarse en un “centro” político. En efecto, si bien es
cierto que este fenómeno se hace más evidente en los últimos años de crisis
económica –constatable en las medidas pro mercado adoptadas por los dos partidos
mayoritarios- ya se había manifestado con anterioridad en los años de bonanza
económica y de un moderadamente exitoso estado del bienestar. En este sentido
recuerda Joan Botella que “esta semejanza se ha producido, por ejemplo, en las
políticas económicas adoptadas por los gobiernos españoles entre 1993 y 2010,
dirigidos sucesivamente por el PSOE (1993-1996), el PP (1996-2004) y nuevamente
por el PSOE (2004-2010)”. Añade que de igual modo puede advertirse una semejanza
entre ambos partidos en materia de política fiscal en tanto “el trato impositivo
favorable del PP a las rentas del capital ha sido mantenido en lo esencial por los
gobiernos del PSOE, que a su vez ha aumentado el IVA y han suprimido el Impuesto
sobre Patrimonio en beneficio de las rentas más altas” (Vallès y Ballart eds., 2012:
56).
En el mismo orden de cosas, una serie de estudios sobre la vinculación de la juventud
con lo político en España ya venían mostrando que si bien podía constatarse un
creciente descreimiento de la sociedad en general y de este colectivo en particular
respecto de los partidos políticos, no podría afirmarse lo mismo respecto de “la
política”. García-Albacete observaba que si bien es cierto que los jóvenes “votan
menos y se alejan de los partidos políticos, pero por otro lado, diversos indicadores
como el interés por la política y la frecuencia con que discuten sobre asuntos políticos
desmienten la tesis de ´apatía política`” (García-Albacete, 2008). Más recientemente -
pero también con anterioridad al nacimiento del Movimiento 15-M- Galais mostraba la
misma tendencia. Señala que el hecho de que aún en el caso de los jóvenes que se
declaraban desinteresados por la política, este desinterés no podía vincularse “tan
negativamente con la aversión a las manifestaciones en España como en Dinamarca,
Reino Unido, Grecia o Suecia” y que “algo similar puede decirse de la firma de
peticiones o el boicot, donde en otro países es menos probable que se lleve a cabo
por jóvenes desinteresados que en España” (Galais, 2012).
Se trata datos y análisis que vienen a sostener algunas de las tesis afirmadas en este
artículo. Concretamente estos antecedentes evidencian -tal como ya lo mostrara
Mouffe para otros casos-6, que en la democracia española conviven a) una
desafección generalizada hacia los principales partidos políticos que ya no encarnan
una lucha política “agonista” entre izquierda y derecha, con b) un creciente deseo por
constituir identificaciones alternativas a ese “consenso asfixiante” (Mouffe, 2007: 73).
Siendo así, parece razonable suponer que las medidas neoliberales de los últimos
tres años, aplicadas tanto por el PSOE como –con mayor intensidad- por el PP,
habrán acentuado esas tendencias.
Repasemos brevemente esas medidas, sin ánimo de exhaustividad, a efectos de
compararlas con las adoptadas en Argentina durante la larga década neoliberal de los
´90. A partir de comienzos del año 2010 el gobierno del PSOE deja de lado las
políticas económicas contracíclicas (como el Plan E), y durante el segundo mandato
de José Luis Rodríguez Zapatero se comienzan a implementar medidas de
“austeridad”. El Presidente del gobierno español justificaba esas medidas afirmando
que "los sacrificios de hoy son la puerta al bienestar de mañana", para lo cual
anticipaba que serían necesarios “dos o tres años de reformas”7. Las mentadas
reformas incluyeron: el aumento del IVA, sucesivos planes de austeridad que
implicaron la disminución de la inversión pública, la rebaja de un 5 % del salario de los
empleados del sector público para 2010, la congelación de las pensiones en 2011, la
extinción del denominado “cheque bebé”, aumento de otros impuestos (tabaco), inicio
del proceso de privatización parcial de Loterías del Estado y de los aeropuertos de
Barajas y El Prat, retraso de la edad de jubilación de 65 a 67 años, disminución de las
prestaciones por desempleo, precarización de las condiciones de negociación
colectiva para los trabajadores.
Como ya se señalara, con la crisis económica los gobiernos españoles profundizaron
la aplicación de medidas neoliberales. Desde una óptica política esto puede
interpretarse como un claro desplazamiento hacia la derecha del mentado “consenso
de centro”, en la medida que se suprimen o disminuyen derechos económicos y
sociales tradicionalmente enarbolados por las izquierdas.
Otro aspecto que puede identificarse como un rasgo posdemocrático en España lo
constituyen los cada vez más recurrentes casos de corrupción, entre los que se
destacan algunos que vinculan incluso a miembros de la familia Real, pero que
también han involucrado a altos cargos de gobiernos autonómicos. Estos casos han
producido en la ciudadanía una percepción de “los políticos” como una casta
privilegiada, que se encuentra al margen de la ley.
IV.- Lo político como antagonismo: la reaparición del conflicto
6 Véase el análisis que la pensadora belga hace del triunfo del Partido de la Libertad en Austria, en El
populismo como espejo de la democracia (Panizza, Francisco, 2009: 82-96). 7 Declaraciones reproducidas por el periódico Público del 01/09/2010. Disponible en:
http://www.publico.es/espana/334487/zapatero-plantea-dos-o-tres-anos-de-reformas
Habíamos comenzado el apartado anterior citando a Ranciere, quien había señalado
que la obturación de la apariencia y el conflicto implicaban la desaparición de lo
político. Sin embargo, el propio Ranciere advertía al mismo tiempo que un artilugio de
esas características tendría como consecuencia “la reaparición brutal en lo real de
una alteridad que ya no se simboliza” (Ranciere, 1996). En otras palabras, la energía
de lo político produciría, nuevamente, el camino para manifestarse.
La constatación de esta El primer aspecto a destacar en esta perspectiva lo constituye
la consideración de lo político como un ámbito habitado inexorablemente por el
antagonismo, por el conflicto. En términos de Schmitt “la distinción política
específica… es la distinción de amigo y enemigo”.
Entre los argumentos que expone Mouffe para sostener esta tesis, y que estimamos
relevantes para nuestra postura, señalamos los siguientes:
En primer lugar, la autora advierte sobre la imposibilidad de que exista un consenso
sin exclusiones tal como lo plantea una parte importante del liberalismo racionalista
individualista (Rawls, Habermas). En este sentido señala que cuando Schmitt divide el
campo de lo político entre un “nosotros” y un “ellos” lo que busca destacar es que la
democracia implica siempre relaciones de inclusión-exclusión. En este sentido señala
que en una democracia liberal “el consenso es –y será siempre- la expresión de una
hegemonía y la cristalización de relaciones de poder”. Por tanto la separación entre lo
que está y lo que no está legitimado implica siempre una frontera política establecida
por una decisión que excluye a otras resoluciones posibles. En palabras de Mouffe
“presentar dicha frontera como dictada por la racionalidad o la moralidad, significa
naturalizar lo que debiera percibirse como una articulación hegemónica, contingente y
temporaria…”8.
En segundo lugar, al establecerse esta separación entre un “nosotros” y un “ellos”, lo
político evidencia su relación inmediata con la constitución de “formas colectivas de
identificación”. Esto se debe a que, como observara Canetti, existen en los seres
humanos dos tipos de pulsiones que los mueven, por una parte, hacia la
individualidad y lo distintivo y, por otra parte, hacia una identificación colectiva en la
“masa” (Mouffe, 2007: 30). Debido a que estas tendencias humanas se encuentran
inscriptas en la estructura psicológica de los seres humanos, resulta conveniente
recurrir al psicoanálisis para profundizar en su estudio. En este sentido señala con
Freud que existen dos tipos básicos de instintos libidinales: a) Eros, el instinto de vida,
que lleva a los seres humanos a vincularse solidaria y fraternalmente con los demás
en manifestaciones de empatía y amistad y b) el instinto de Muerte, que entraña
agresividad y destrucción, manifestándose a través de la hostilidad y el antagonismo.
De esta manera Mouffe se aleja de una visión demasiado idealizada de la sociabilidad
humana como puramente bondadosa para reconocer que en la misma “la reciprocidad
y la hostilidad no pueden disociarse, y hemos de darnos cuenta de que el orden social
siempre se hallará sujeto a la amenaza de la violencia” (Mouffe, 2000: 143).
8 Entrevista a Chantal Mouffe, Revista Tópicos.
En este punto de su desarrollo teórico Mouffe se separa expresamente del camino
seguido por Schmitt y advierte que la relación amigo/enemigo es sólo una de las
formas en que puede manifestarse la dimensión antagónica que es constitutiva de lo
político (Mouffe, 2007: 23). Sostiene, en cambio, que debe buscarse una fórmula que
combine por un lado la aceptación del conflicto como un elemento inerradicable pero
que, al mismo tiempo, evite la autodestrucción de la comunidad política. El resultado
de esa fórmula es lo que Mouffe denomina “agonismo”, es decir una lucha política que
enfrenta no ya a enemigos sino a “adversarios” (Mouffe, 1999: 19). Esta variación
tiene dos implicancias fundamentales: en primer lugar, lo político permanece como el
locus de un enfrentamiento entre proyectos hegemónicos cuya resolución última es
imposible; pero en segundo término implica que los contendientes, devenidos ahora
en adversarios, aceptan unas determinadas reglas que mantienen la lucha dentro de
parámetros pacíficos, conflictivos pero no violentos. De esta manera, si bien reconoce
como necesario un marco de consenso respecto de los “valores ´ético políticos` que
inspiran la asociación política –libertad e igualdad para todos-”, advierte sin embargo
que “siempre existirá desacuerdo en lo referente a su sentido y al modo en que
deberían ser implementados” (Mouffe: 2007: 38). Este desacuerdo constituye el motor
de la política democrática “agonista”.
Esta última conclusión hace necesario que una democracia brinde a la ciudadanía
alternativas políticas reales. En este sentido resulta esclarecedora la diferencia que
señala Mouffe entre alternativa y alternancia:
“En general, la gente piensa que la democracia implica la posibilidad de
alternance, un partido gobierna y después gobierna el otro, y otro. Para mí una
verdadera democracia implica la posibilidad de alternatif, cuando optar por un
partido puede cambiar las cosas.”9
Esa necesidad de alternativas reales devuelve plena vigencia y justificación a la
clásica división entre partidos de izquierdas y de derechas.
A partir de estas premisas vemos cómo el carácter patológico pasa a ubicarse ahora
del lado de las posdemocracias -o democracias de baja intensidad- que provocan
apatía y desmovilización en la ciudadanía, poniendo en peligro a la propia democracia
tout court.
Mouffe lo sintetiza de modo magistral:
“Dado el actual énfasis en el consenso, no resulta sorprendente que las personas
estén cada vez menos interesadas en la política y que la tasa de abstención
continúe creciendo. La movilización requiere de politización, pero la politización no
puede existir sin la producción de una representación conflictiva del mundo, que
incluya campos opuestos con los cuales la gente se pueda identificar, permitiendo
de ese modo que las pasiones se movilicen políticamente dentro del espectro del
proceso democrático” (Mouffe, 2007: 31).
9 Entrevista a Chantal Mouffe realizada por Enrique Díaz Álvarez para la revista DDOOSS, Asociación
de Amigos del Arte y la Cultura, CCCB Otoño (octubre - diciembre 2010), disponible en http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Chantal_Mouffe.htm
Coincidiendo con estas argumentaciones, en un libro de muy reciente publicación, el
profesor Josep Vallès describe la percepción de la democracia española por parte de
la ciudadanía como una combinación de rechazo y desinterés “que van desde una
desencantada insatisfacción hasta la censura más indignada”, y advierte que “un
sistema democrático infectado por actitudes de desinterés, desencanto y repulsa ni se
justifica ni se mantiene”(Vallès y Ballart, 2012: 9-19).
En este sentido, una de las tesis fundamentales del presente artículo consiste en
afirmar que el surgimiento de movimientos políticos como el kirchnerismo o el 15-M,
lejos de constituir fenómenos patológicos, atestiguan la presencia inerradicable del
conflicto y promueven en torno de sí la identificación de sectores hasta entonces
excluidos de la representación en la escena política, dinamizando así a sus
respectivas democracias a través de la movilización de aquéllas pasiones a las que
hace referencia Mouffe.
Para comprender la reaparición del antagonismo en lo político echaremos mano de
las teorizaciones que al respecto efectúa Laclau. En las mismas la división dicotómica
del campo de lo político se produce a través del establecimiento de una “frontera” que
pone de manifiesto el conflicto, lo expresa. Este proceso tiene lugar cuando una serie
de demandas o son satisfechas y se articulan en lo que Laclau denomina “cadenas de
equivalencia” (Laclau, 2005). Estas cadenas equivalenciales se constituyen como
tales, no porque cada una de las demandas particulares que la integran tengan un
objetivo en común entre sí, sino que, por el contrario, lo que las hace “equivalentes”
entre sí es que las demandas se reclaman respecto de un elemento excluido. En esta
lógica una de las demandas, sin perder su particularidad, asume la representación de
la totalidad. Esta demanda particular que hegemoniza al resto, funciona como un
“significante vacío”, tanto más vacío cuanto más elementos entren en equivalencia en
la cadena respecto del elemento excluido (Laclau, 2005).
En lo que sigue de este apartado nos centraremos en la reaparición del conflicto
político en la escena política argentina y española dejando los aspectos afectivo-
libidinales de las identificaciones políticas colectivas para el próximo apartado.
Resulta conveniente advertir brevemente que la focalización en los acontecimientos
del 2001 en Argentina –con la construcción del kirchnerismo luego como sujeto
político- y del Movimiento 15-M en España, no implica desconocer que hubo otras
manifestaciones que confrontaron al modelo neoliberal (tanto anteriores como
posteriores). Sin embargo, se postula que sólo estos dos movimientos lograron, en
primer lugar, establecer relaciones de equivalencia entre demandas diversas
mediante articulaciones que, en segundo lugar, fueron exitosas a la hora de
establecer una frontera política que dividiera el campo de lo político entre un
“nosotros” y un “ellos”.
IV.- La reaparición del conflicto en el caso argentino: 2001 y construcción del
kirchnerismo
Nuestra hipótesis respecto del caso argentino consiste en postular que, por una parte,
los acontecimientos de Diciembre de 2001 significaron una clara irrupción del
antagonismo que se manifestó a través del significante vacío “que se vayan todos”,
que aglutinó en torno de sí a una serie de demandas equivalenciales que reconocían
como su “exterior constitutivo” –el elemento excluido- a lo que se nominó como “la
clase dirigente”.
Pero, por otra parte, también postulamos que si esos hechos se configuraron como
“un antes y un después” en la historia política argentina, lo fueron no por los hechos
en sí mismos sino por cómo fueron significados posteriormente por lo que luego se
conocería como “kirchnerismo”.
En otras palabras, no hay ninguna duda sobre el carácter histórico e inolvidable que
adquiere para la sociedad de un país el acaecimiento de unos hechos marcados por
la violencia, la muerte y –como consecuencia de ello- la caída de un gobierno; sin
embargo, nada en esos hechos podía garantizar el rumbo que tomó la política
argentina con posterioridad. En ese orden de ideas, los acontecimientos del 2001 son
tales en virtud de su inextricable vinculación con el proceso de construcción identitaria
del kirchnerismo como sujeto político.
En términos de Badiou “una situación histórica no necesariamente produce
acontecimientos”. Recordemos aquí que el concepto de “acontecimiento” en Badiou
supone una “ruptura que desestabiliza una articulación discursiva determinada, un
orden preexistente” (dislocación en términos de Laclau; Laclau, 2000), al mismo
tiempo que un proceso posterior de “fidelidad” al mismo (Stavrakakis, 2010: 176).
Para ser más precisos, la crisis del 2001 constituyó lo que Badiou conceptualiza como
el “sitio del acontecimiento”, es decir, su condición de posibilidad. Para ejemplificar su
teoría Badiou se refiere a la resurrección de Cristo como “acontecimiento” y a su
anterior muerte como condición de ser del acontecimiento: “La muerte construye el
sitio de acontecimiento porque hace que la resurrección (que no se infiere de ella de
ninguna manera) habrá sido destinada a los hombres, a su situación subjetiva” (p. 75).
Siguiendo esa lógica, un “hecho histórico” no deviene “acontecimiento” en un día, sino
que se trata de un proceso que requiere de aquella “fidelidad activa al acontecimiento
de la verdad” (Badiou, 2005: XIII).
En este orden de ideas, sostenemos que la crisis de 2001 en Argentina se constituyó
como la condición de posibilidad para el surgimiento y consolidación del kirchnerismo
como identidad popular.
En efecto, puede observarse que desde los inicios de su gobierno Kirchner dividió en
dos el campo de lo político utilizando discursivamente al neoliberalismo de los 90 y a
la crisis del 2001 para establecer una frontera política que, a un mismo tiempo,
construyera un “nosotros” popular a partir de su distinción radical respecto de aquel
“ellos”.
En este sentido señala Aboy Carlés que la construcción de esa frontera fue llevada a
cabo por Kirchner mediante una doble ruptura con el pasado: “una ruptura de corto
plazo que contrapone como adversario político al menemismo y las consecuencias
sociales del proceso de reformas pro mercado de los años 90 y, otra ruptura de más
largo plazo. Esta segunda ruptura se representa respecto de un proceso cuya data
inicial se atribuye a la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 y que encadenaría
en un patrón socioeconómico regresivo al gobierno militar con las supuestas
claudicaciones de la democracia iniciada en 1983”(Aboy Carlés, 2005).
En concordancia con este análisis Biglieri señala que ya durante el primer mes de la
presidencia de Kirchner “claramente se pueden observar una serie de actos de
gobierno a partir de los cuales se entabló una división dicotómica del espacio social”.
El nuevo presidente tomó medidas concretas que le permitieron presentarse como “la
contracara de la ´hegemonía de los noventa` [lo que] propició que… pudiera ubicarse
como ajeno a la figura de la “clase dirigente corrompida” y postularse como el líder de
un cambio” (Biglieri-Perelló, 2007: 61-84).
A continuación mostraremos con algunos ejemplos el modo en que Kirchner fue
construyendo discursivamente una identidad política propia a partir de la constante
nominación de enemigos/adversarios como formando parte del “exterior constitutivo”.
Los militares y la defensa de los Derechos Humanos:
A pocos días de asumir la presidencia Kirchner anuncia que descabezaría a la cúpula
de las Fuerzas Armadas pronuncia un discurso ante las máximas autoridades
militares con motivo de celebrarse el aniversario de la creación del Ejército Argentino.
En ese contexto Kirchner manifestó ante los máximos rangos militares del país:
“…nadie puede sorprenderse o pedir explicaciones o calificar una situación como
inexplicada cuando se han puesto en ejercicio facultades constitucionales y
legalmente regladas. Analizar y caracterizar las conductas del poder político
no es función que le corresponda a un militar. Sorprende que después de lo
que ha vivido nuestra patria se le pida a la sociedad o se pretenda
agradecimiento por respetar la Constitución”,10 (el destacado me pertenece).
Días antes el Presidente había relevado a la cúpula militar argentina y anunciado el
pase a retiro de más de la mitad de la oficialidad11.
Debe tenerse presente, para dimensionar las palabras de Kirchner en ese acto, que él
mismo ya se había reivindicado -en su discurso de asunción- como parte de la
generación que en la década de los setentas había sido perseguida, asesinada y
desaparecida por la dictadura militar argentina entre los años 1976 y 1983:
10
El discurso está disponible en http://www.presidencia.gov.ar/discursos-2007/24365 11
Las crónicas periodísticas de la época, tanto de periódicos locales como de otras partes del mundo, reflejaron el hecho como una decisión política trascendente en un país que había recuperado la democracia hacía relativamente poco tiempo. Puede verse, por ejemplo, la notica publicada por El País http://www.elpais.com/articulo/internacional/Kirchner/releva/cupula/militar/argentina/elpporint/20030528elpepuint_9/Tes . Consultada el 08/02/2012.
“Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé
a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la
puerta de entrada de la Casa Rosada. No creo en el axioma de que cuando se gobierna
se cambia convicción por pragmatismo. Eso constituye en verdad un ejercicio de
hipocresía y cinismo.”12
Poco tiempo después impulsó en el Congreso nacional un proyecto de ley por el cual
se derogaba las leyes que impedían el juzgamiento de los militares que habían sido
responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última
dictadura militar.
El FMI y otros acreedores externos:
Otro de los aspectos que diferenció a Néstor Kirchner de sus predecesores lo
constituyó su relación con los organismos internacionales de crédito, en particular con
el Fondo Monetario Internacional (FMI), que personificaba en el imaginario social
décadas de endeudamiento y sujeción tanto económica como política. Ya en su
discurso de asunción Kirchner estableció en un mismo movimiento una diferenciación
con el modelo neoliberal precedente y una postura crítica respecto del endeudamiento
externo en general. Sostenía que:
“No se puede recurrir al ajuste ni incrementar el endeudamiento. No se puede volver a
pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos, generando más pobreza
y aumentando la conflictividad social. La inviabilidad de ese viejo modelo puede ser
advertida hasta por los propios acreedores, que tienen que entender que sólo podrán
cobrar si a la Argentina le va bien.”13
En Diciembre de 2005 el gobierno de Néstor Kirchner decidió que Argentina cancelara
en un solo pago la totalidad de la deuda que mantenía con el FMI. Este hecho tuvo
una enorme significación no tan sólo económica sino también política y social. Ese
hecho pasaría a constituir una de las conquistas políticas más importantes y más
reivindicadas por el movimiento kirchnerista desde entonces. A partir de ese momento
no se permitió el ingreso al país de las antes muy conocidas y frecuentes “misiones
del FMI” para controlar las cuentas internas del país. Esto fue percibido como un
gesto de dignidad por una parte importante de una sociedad que pocos años antes
había visto peligrar su propia existencia misma como país y que identificaba al FMI
como uno de los actores principales que habían conducido al país a esa situación.
El denominado “conflicto del campo”:
Uno de los momentos más importantes en la historia del kirchnerismo lo representa el
denominado “conflicto del campo”. A mediados de Marzo de 2008, Cristina Fernández
de Kirchner, quien había asumido la presidencia del país pocos meses antes, decide
incrementar -a través de una resolución conocida como “la 125”14- un impuesto a la
exportación de algunos granos, entre ellos la soja y el maíz.
12
Discurso disponible en http://www.presidencia.gov.ar/discursos-2007/11020 13
Discurso de asunción 25 de Mayo de 2003, disponible en 14
El nombre se debe al número que llevaba la resolución.
Si bien la medida afectaba en todos los casos a los deciles superiores, el hecho de
que la misma no distinguiera entre productores pequeños y grandes promovió que las
cuatro asociaciones rurales más representativas -pero históricamente enfrentadas- se
unieran en el reclamo ante el gobierno.
Los productores agropecuarios iniciaron una serie de protestas que derivaron en una
modalidad de reclamo a las autoridades que hasta entonces había sido patrimonio
exclusivo de las clases bajas –principalmente desocupados- y que consistía en
impedir el tránsito de vehículos en uno o varios sectores de una ruta (conocidos como
“cortes de ruta”). Esta modalidad de protesta tenía por objetivo impedir la
comercialización de granos y ganado, lo que por una parte ahogaba financieramente
al gobierno –por la disminución en la recaudación de impuestos derivados de las
ventas al exterior- y desabastecía parcialmente el mercado interno de productos
alimenticios de primera necesidad (cereales, leche, carne, etc.).
La sociedad –una vez más- se dicotomizó. Durante los cuatro meses que duró el
conflicto era común ver y oír discusiones sobre el tema en las cuales los
contendientes asumían una u otra de las posturas, casi sin términos medios.
En un libro que recoge impresiones sobre el kirchnerismo, las reflexiones de
Fernanda Cappa constatan ese hecho y lo vinculan con su adhesión al kirchnerismo:
“Para mí, el kirchnerismo no empezó en 2003. Ni siquiera fue durante la presidencia
de Néstor Kirchner… No fue la política de Derechos Humanos, ni la integración
latinoamericana, ni la Ley de Educación Nacional, ni la recuperación económica…
Para mí, el kirchnerismo nació durante el conflicto por la 125, en la manera en que
hizo ostensible -hasta para los tibios- que hay momentos en que estás de un lado o
estás del otro”15.
En el mismo libro, Zabo, un joven otrora descreído y luego devenido militante
kirchnerista relata haciendo referencia a los mismos hechos: “A algunos les cae
simpático cada vez que digo que soy uno de los ´hijos` de la 125, pero es como lo
siento. Ese día nació mi participación política, mi interés, mis ganas de saber qué
estaba pasando y saber si yo desde mi lugar podía hacer algo. Los felices ´padres` de
esos miles de jóvenes que se cuestionaron lo mismo que yo fueron Néstor y
Cristina”16.
Grupos mediáticos concentrados:
Otro de los enfrentamientos más importantes que protagonizó el kirchnerismo tuvo
lugar con los denominados “medios hegemónicos”, constituidos principalmente por el
periódico La Nación y el Grupo Clarín.
Una investigación realizada por Jerónimo Repoll sobre la relación entre los gobiernos
kirchneristas y Clarín, concluye que “la oposición del matutino al gobierno nacional se
15
En Kirchnerismo para armar: veintiséis miradas jóvenes sobre el movimiento político que cambió a la Argentina, Matías Castañeda, Ernesto Gallegos y Andrés Iván Gurbanov (comp.), Buenos Aires, 2011 16
En Kirchnerismo para armar…, op.cit..
plasma tanto en la agenda informativa que establece, como en su jerarquización y
tratamiento” (Repoll, 2010).
Esa misma investigación incluye un análisis de contenido de los titulares de las notas
de portada del Diario Clarín correspondientes a los últimos cuatro meses del año
2009. Ese análisis muestra que -durante el período estudiado- 80 de 124 títulos de la
nota principal de portada de Clarín “son contrarios al gobierno, generando así una
imagen marcadamente negativa de la gestión presidencial de Cristina Fernández de
Kirchner” (Ídem).
Por otra parte Vincent señala que si bien es habitual que en una democracia existan
medios de comunicación más afines al gobierno y otros más opositores, en el caso
argentino la novedad radica en que “la relación con la prensa se convierta en un eje
central de la estrategia del gobierno y que la discusión sobre el rol de los medios en la
sociedad tenga un lugar preponderante dentro de los discursos presidenciales.
Kirchner primero, y Fernández de Kirchner después, hicieron de la confrontación con
los medios uno de los pilares de sus respectivos gobiernos” (Vincent, 2011).
IV.- La reaparición del conflicto en el caso español: el Movimiento 15-M
En el caso español el conflicto político en términos de lógica dicotómica hace su
reaparición con el Movimiento 15-M que logra articular en torno de sí a un conjunto de
demandas (lógica de la equivalencia) que antes habían permanecido dispersas
(estudiantes, mileuristas, desocupados, desahuciados, etc.).
Esto implica sostener que si bien habían existido manifestaciones y protestas
anteriores que encarnaban una serie de demandas insatisfechas, es el Movimiento
15-M el que logra establecer una frontera política que separa de modo tajante un
“nosotros” integrado por aquellas demandas populares de un “ellos” (los principales
partidos políticos, bancos).
El significante vacío que vino a representar a toda la cadena equivalencial dentro del
campo discursivo del Movimiento 15-M estuvo constituido principalmente por el “no
nos representan”, que podía leerse en múltiples pancartas en las diferentes plazas
españolas y que luego se extendió a internet y fue replicado por la prensa nacional e
internacional (Laclau, 2005).
De esta manera el Movimiento 15-M provoca una ruptura en el devenir discursivo del
status quo hegemónico: “si nadie negaba que los mercados ejerciesen una influencia
considerable en los Estados, el 15M afirmaba que eso era contrario a la democracia;
si nadie negaba que se estuviesen haciendo recortes sociales, el 15M desmentía que
respondiesen a la necesidad de hacer sacrificios colectivos, y denunciaba que
vaciaba la ciudadanía de las mayorías sociales empobrecidas; si nadie negaba que la
situación, por último, era mala, el 15M desmentía que fuese un hecho “natural”, y le
atribuía responsables y víctimas” (Errejón, 2011).
V.- Identificación política y afectividad:
En el apartado anterior hemos podido comprobar que en los casos analizados se ha
producido una reaparición de lo político en su dimensión antagónica, como conflicto.
También hemos visto que esa construcción dicotómica del universo político se realiza
a través del discurso, mediante el establecimiento de fronteras políticas que,
simultáneamente, construyen la propia identidad y un “afuera constitutivo” que le es
inherente.
Sin embargo, una óptica de análisis exclusivamente discursiva se revela impotente
para mostrar por qué algunos discursos son exitosos y producen o afianzan el cambio
social y otros no logran hacerlo (Stavrakakis, 2010). Esto se debe a que, en general,
los abordajes teóricos de este tipo tienden a centrar el foco de su atención casi
exclusivamente en los aspectos racionales y cognitivos como si los actores de esos
movimientos “fueran seres como Spock, desprovistos de pasión y otras emociones
humanas”(Benford, citado en Goodwin et al., 2001: 7).
Por el contrario, Stavrakakis sostiene que si bien está claro que la identidad se apoya
en la diferencia y por ello “el foco en los aspectos simbólicos (e imaginarios) de la
identidad política es un paso necesario” no es suficiente para comprender por qué
algunas sociedades se muestran incapaces de “convertir el saber reflexivo en acción”
o “por qué ciertas identificaciones son más contundentes y seductoras que otras”
(Stavrakakis, 2010: 191 y 206). Para comprenderlo el autor griego postula que el
vínculo social se sostiene sobre algo más que el poder simbólico, y este “algo más” es
un investimiento afectivo (p. 210)17.
Antes de adentrarnos en la caracterización de este investimiento afectivo es necesario
destacar que se trata de un aspecto colectivo y por tanto de relevancia política.
Mouffe destaca esto con insistencia al señalar que por “pasiones” entiende a “todas
las fuerzas afectivas que están en juego en la creación de identidades colectivas…
[por lo que] no se trata de una pasión individual, son pasiones colectivas”18.
El fundamento central de la tesis de Stavrakakis gira en torno a un postulado
primordial del psicoanálisis en general que considera al sujeto como “sujeto de la
falta”. Simplificando mucho, podemos decir que el sujeto se introduce en el mundo de
lo simbólico para constituirse como tal, para intentar recuperar una completud
perdida/imposible19:
17
Tenemos que destacar aquí que el enfoque lacaniano adquiere legitimidad y utilidad para el análisis político, entre otras razones, porque los procesos de identificación que necesariamente persigue el sujeto para recubrir la falta, para recuperar su completud ausente, se producen en el ámbito de lo social (Stavrakakis, 2007: 66-67). Stavrakakis lo destaca expresamente al señalar que “debido a que los objetos de identificación en la vida adulta incluyen a las ideologías políticas y a otros objetos socialmente construidos, el proceso de identificación se revela como constitutivo de la vida sociopolítica” (Stavrakakis, 2007: 56). 18
Entrevista realizada a Chantal Mouffe en DDOOSS, Asociación de Amigos del Arte y la Cultura. Disponible en: http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Chantal_Mouffe.htm. 19
En verdad esa completud es imposible por cuanto nunca formó parte de nosotros: ya en el denominado estadío del espejo el niño pequeño luego de adquirir una primera sensación de unidad e identidad propia vuelve a resurgir una distancia “entre esta nueva unidad y el carácter fragmentario, no
“La falta es claramente central en la concepción lacaniana del sujeto en tanto es
el espacio donde toma lugar la entera "política" de la identificación… La idea del
sujeto como falta no se puede separar del reconocimiento del hecho de que el
sujeto siempre intenta recubrir esta falta constitutiva en el nivel de la
representación, a través de continuos actos de identificación. Por el contrario, es
esta misma falta -la marca característica de la subjetividad- lo que hace necesaria
la constitución de toda identidad a través de un proceso de identificación: ´Uno
necesita identificarse con algo porque hay una falta de identidad originaria e
irremontable` (Laclau, 1994: 3)” (Stavrakakis, 2007: 63).
Esa búsqueda, no obstante, está siempre condenada al fracaso en virtud de que el
campo de lo simbólico también está atravesado por la falta en el Otro. Señala el autor
griego que esa “falta en el Otro” “es una falta de satisfacción o goce real presimbólico
[jouissance] que… siempre se presenta como algo perdido, como la parte de nosotros
que se sacrifica cuando entramos en el sistema sociosimbólico…” (Stavrakakis, 2010:
224).
Sin embargo, lejos de constituir un aspecto enteramente negativo, la falta de ese goce
presimbólico es la que motiva su búsqueda a través del deseo que intenta recubrir
esa falta mediante continuos intentos de identificación. En efecto, Satvrakakis
remarca que el “sujeto social sólo puede desarrollar el deseo (incluido el deseo de
identificarse con proyectos políticos, ideologías y discursos particulares) a cambio de
haber sacrificado su goce presimbólico” (Idem).
Ahora bien, el acceso o recuperación –parcial- de ese goce perdido/imposible se
efectúa en el campo de lo político a través de dos tipos de procesos: la jouissance
fantasmática y la jouissance del cuerpo. La primera funciona y se manifiesta a través
de una promesa imaginaria de recobrar nuestro goce perdido/imposible (“fantasma”
en la terminología de Stavrakakis) que sostiene nuestras opciones y proyectos
políticos: en efecto, “casi todos los discursos se centran en la promesa de una ´vida
buena` o una ´sociedad justa`, ficciones de un estado futuro en el que se superarían
las limitaciones que en el presente frustran nuestro goce” (p.224).
Pero, en segundo lugar, además de esas promesas de recuperar nuestro goce
perdido/imposible, el otro factor que impulsa nuestro deseo de identificación para
recubrir la falta está constituido por nuestra “capacidad para vivir experiencias
fronterizas vinculadas a una jouissance (parcial) del cuerpo”. Stavrakakis le otorga un
lugar de fundamental importancia a este tipo de experiencias parciales, destacando
coordinado y carente de la experiencia vivida del niño de su cuerpo real. Además, la imagen de! espejo nunca puede ser idéntica al niño ya que siempre es de tamaño diferente, está invertida como lo está toda imagen especular, y, lo que es más importante aún, permanece como algo extraño, y por eso fundamentalmente alienante” (Stavrakakis, 2007: 39). Algo similar ocurre luego en el ámbito de lo simbólico: “el objeto perdido es un objeto que no está perdido en cuanto tal sino que es postulado como perdido apres coup. ¿Qué quiere decir esto efectivamente? Quiere decir que es la falta la que introduce la idea de completud y no viceversa. Quiere decir que es un acto de poder, un acto de exclusión, lo que retroactivamente produce la completud que atribuimos a lo que fue excluido, a esa imposibilidad desconocida. Sin duda, es de sentido común pensar que algo estaba allí antes de la exclusión, pues de otro modo la exclusión no tendría ningún sentido; el único problema es que no podemos saber realmente qué era eso. Pensar que era un estado de completud es una ficción producida retroactivamente” (Stavrakakis, 2007: 74).
que “si no tuviéramos estas experiencias, nuestra fe en los proyectos políticos
fantasmáticos –proyectos que nunca llegan a brindar la plenitud que prometen-
disminuiría de forma paulatina hasta esfumarse por completo” (Idem).
Esta jouissance (parcial) del cuerpo es observable a través de “las referencias al
sentimiento, la actitud y la Iealtad [que] ponen de relieve la dimensión
extremadamente visceral de la identidad”. Esto es especialmente observable en el
caso del nacionalismo que “funciona a través del corazón, los nervios y las tripas. Es
una expresión de la cultura que atraviesa el cuerpo" (Jusdanis, 2001: 31 citado por
Stavrakakis, 2010: 228).
Sin embargo, como esta promesa está condenada al fracaso (recordemos que la falta
nunca logra recubrirse totalmente) es necesario que el fantasma “responsabilice” a un
Otro por ese fracaso. Para ilustrar esta aseveración es común recurrir al ejemplo de
los nacionalismos, donde el fantasma promete un goce que consiste en recuperar un
pasado glorioso que nos fue “robado” por un enemigo de la nación entre quienes
están –según el caso concreto- los judíos, los inmigrantes, la nación vecina, etc.
(p.226). En los casos que estudiamos en el presente artículo ese Otro puede
identificarse en el caso argentino con la clase dirigente en un primer momento (crisis
del 2001) y luego con el FMI, los militares genocidas, la oligarquía rural, etc. (con el
kirchnerismo), y en el caso español con los políticos, los banqueros, el egoísmo
alemán, etc..
V.a.- Identificación política y afectividad: el caso argentino
Para mostrar el modo en estos tipos de jouissance se manifiestan y cobran
importancia para la construcción de identificaciones políticas, se ha optado por
transcribir discursos, notas periodísticas, opiniones y entrevistas sin analizarlos. El
propósito es que el lector pueda apreciar los diversos modos en que se manifiestan,
por un lado, el “fantasma” o promesa de un futuro venturoso, y una cierta jouissance
(parcial) del cuerpo a través de las manifestaciones de los protagonistas de los
procesos de identificación sin que los mismos se vean alterados por una
interpretación.
Cristina Fernández de Kirchner en un discurso a la juventud: “Quiero agradecerles...
esta tarde fría de clima pero de caliente de corazón y de militancia y de política, de
alegría, de júbilo popular, de sentirnos nuevamente parte de un proyecto común.
Ustedes no saben, ustedes no saben, lo importante que es sentirse parte de algo,
tener identidad y pertenencia de un proyecto. Esto nos da vida, nos da fuerza. Y si
ese proyecto es el proyecto de un país que crece, que incluye, que protege, que
brinda que repara. Es entonces el camino que alguna vez soñamos cuando éramos
muy jóvenes y, como ustedes, saltábamos, gritábamos y agitábamos banderas en
tiempos también más agitados también…”20.
20
Discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a la juventud en el estadio de Vélez Sársfield, pronunciado el 28/04/2012.
En una comparación entre la militancia política de la juventud de la década del setenta
y la actual juventud kirchnerista, el politólogo y periodista José Natanson destaca que
“otro aspecto interesante es el de la alegría. El autor intuye que la política tenía en los
’70 una fuerte dimensión trágica… Hoy las cosas han cambiado y la política incluye un
componente expresivo-comunicativo, una dimensión lúdica que convive con la
responsabilidad y el esfuerzo: el paradigma de la militancia es remplazado por el de la
participación”21.
En relación a la militancia política de la juventud kirchnerista el periodista y politólogo
Fernando Cibeira ha señalado que “mientras en buena parte del mundo las
juventudes desencantadas se manifiestan ocupando plazas por fuera de los espacios
políticos, acá lo hacen fervorosamente por dentro. Incluso, algo todavía más atípico,
perteneciendo a la estructura del Estado, convertido en una nueva forma de militar,
una actividad que antes se relacionaba con el ´anti-sistema`. Entonces, son jóvenes
que no están por el consenso sino apasionadamente por el antagonismo…”22.
Una reconocida joven bloggera kirchnerista escribía para un periódico argentino: “Los
jóvenes somos estos que en el presente, entre tantas otras cosas, cantamos ´si la
tocan a Cristina qué quilombo se va armar` y también somos estos que tenemos la
capacidad de ocupar puestos gubernamentales… podemos discutir todo -
absolutamente todo- pero de ella para abajo, porque en ella confiamos, porque
sentimos que ella es leal y honesta con nosotros al invitarnos a ser parte activa de la
historia, porque la escuchamos atentamente el pasado 12 de mayo cuando dijo: ´Por
eso la lealtad del pueblo, por eso la lealtad de millones de argentinos a un modelo que
les devolvió la esperanza y por eso también la incorporación de cientos de miles de
jóvenes que no creían en la política, miren qué país hemos construido, del ´que se
vayan todos` a miles y miles de jóvenes incorporándose a la política, miren si no
hemos hecho cosas"23.
Ezequiel Meler: “Néstor primero, Cristina después, nos devolvieron algo esencial:
nuestra identidad…- La reactualización del peronismo a partir de hechos concretos,
como el retorno de las paritarias, el Consejo del Salario, la apelación a una equitativa
distribución de la riqueza en el marco de un desarrollo nacional motorizado por el
vector estatal, y apoyado por el movimiento obrero organizado y las organizaciones
sociales, nos permitió descongelar nociones que habíamos creído sin retorno,
nociones colectivas de lo social. Lo que ayer daba vergüenza, hoy es motivo de
orgullo… Quisiera, sí, transmitir algo: la certeza de ser parte de algo grande, de un
21
Nota periodística “¿Qué le aporta la juventud kirchnerista al kirchnerismo?”, de José Natanson, aparecida en el diario Página/12 del 11 de Noviembre de 2011. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-181010-2011-11-11.html. 22
Nota periodística “Juventud, divino tesoro”, de Fernando Cibeira, aparecida en el diario Página/12 del 17 de Marzo de 2012. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-189827-2012-03-17.html. 23
Nota disponible en http://www.diarioregistrado.com/Politica/49427-la-juventud-k-en-el-tapete-de-la-naci-n-.html.
cacho de historia viva, en movimiento, plagada de vértigo, y por qué no, también
expuesta al peligro”24.
Zabo empieza su relato contando que generalmente no llora, que incluso eso lo lleva
a sentirse un “discapacitado emocional”, pero que sin embargo el día que tiene lugar
su relato, lloró: “Me levanté y pedí un remís para ir al estudio. Cuando me subí…
había empezado la Cadena Nacional25 y el chofer le prestaba atención tímidamente.
Le pedí si podía aumentarle. ´Pensé que no eras de los que les gustaba escuchar
estas cosas`, me contestó. Hasta no hace tanto no me gustaba que interrumpieran mi
programación habitual para dar un mensaje institucional. ¿Por qué dejó de
molestarme? ¿Por qué comenzó a atraerme? Casi adivinando mis inquietudes, sobre
el final del discurso Cristina26 se despachó con el párrafo que dejo a continuación y
que a mí me sirvió como catalizador de ese llanto que venía buscando cualquier
excusa para escaparse:
´Sepan que los quiero mucho y que siempre los recuerdo, y a los jóvenes, a mis
queridos jóvenes argentinos incorporados de a centenas de miles a la política,
adolescentes, veinteañeros, secundarios, universitarios, déjenme decirles que me
siento orgullosa de haber construido un proyecto que haya vuelto a hacer creer a los
jóvenes que no creían en nada ni en nadie, y han vuelto a creer. Cada uno de ustedes
puede ser un Belgrano, cada uno de ustedes puede ser un Moreno, está en ustedes
la decisión de juntarse en un proyecto que está reconstruyendo la Patria.`
Ahora entiendo por qué lloré ese día. Ahora entiendo que yo volví a creer”27.
Fede28 (así es presentado en el libro) es consultado por Julia Mengolini sobre sus
motivos para estar festejando la relección de Cristina Kirchner: “Tanto Néstor como
Cristina me permitieron seguir creyendo en la política. Podemos elogiar y criticar la
obra del gobierno, pero lo que a mí me hace sentir que pertenezco al proyecto, es que
le da un sentido a la política: eso de usar el poder para algo, al servicio de algunas
ideas. Después del 2001 no estaba muy claro que eso fuera posible porque si bien
estaba toda esa energía, lo único que quedaba en pie del sistema político eran
sectores conservadores del Partido Justicialista y una izquierda trasnochada. El
kirchnerismo le otorga sentido a la política, le da una carga ideológica, de
transformación, y al mismo tiempo, hace que todo eso sea posible y no solamente
ilusiones”29.
V.b.- Identificación política y afectividad: el caso español
24
Kirchnerismo para armar: veintiséis miradas jóvenes sobre el movimiento político que cambió a la Argentina, Matías Castañeda, Ernesto Gallegos y Andrés Iván Gurbanov, comp., Buenos Aires, 2011. 25
En Argentina algunos anuncios o discursos presidenciales, de acuerdo a la importancia que le otorgue el mandatario, suelen realizarse a través de “cadenas nacionales”, las cuales implican que todos los medios de comunicación del país (radios y TV) están obligados por ley a retransmitir en directo el mensaje presidencial. 26
Se refiere a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner. 27
En Kirchnerismo para armar…, op. cit.. 28
Idem. 29
Idem.
El material utilizado en este apartado corresponde a diez entrevistas publicadas en
Mayo de 2012 por el diario Público con motivo de cumplirse el primer aniversario del
15-M.
-Verónica Vicente30: “Yo estaba tan alucinada por lo que estaba pasando que contagié
a más gente. De hecho, conseguí que mi hermano viniera desde Alicante porque le
dije que no iba a ver nada igual en su vida…”
“…la primera noche que bajé se estaba creando la primera asamblea y simplemente
alucinabas. Se te ponían los pelos de punta porque no sabías muy bien qué estaba
pasando, pero sabías que estaba pasando algo.”
Cuando le piden que destaque “Un momento”, dice:
“Cuando la Junta Central Electoral prohibió las concentraciones en la jornada de
reflexión de las autonómicas. Debía de haber unas 30.000 personas en la Puerta del
Sol a las 12 de la noche y entonces alguien, después de un minuto de silencio que
hacíamos todos los días, gritó: ¡Ahora somos todos ilegales! Y toda la plaza empezó a
cantar. Era para ponerse a llorar, porque realmente todos estábamos haciendo algo
ilegal, pero éramos tantos miles allí que sentías que no podían venir a decirte que
estabas infringiendo la ley.”
-Kike España: “Estaba muy ilusionado, algo era diferente, el clima, las ganas de la
gente; me sentí muy cómodo. Recuerdo aquellos días con una alegría desbordante,
por fin nos encontramos.”
“Estábamos desencantados con lo que sucedía a nuestro alrededor pero no sabíamos
a través de qué medio canalizarlo. Nos encontrábamos esperando que surgiera algo
de lo que formar parte. Y creo que con la manifestación del 15-M y las acampadas
mucha gente se dio cuenta de que la espera se había acabado.”
“Y esta flagrante injusticia hizo que, tanto colectivos de diversa índole como personas
que no habían tenido contacto con ningún colectivo, renunciaran a lo que les
diferenciaba entre sí para luchar por lo que compartían” (lógica de la equivalencia).
“Recuerdo con especial emoción la carga policial en la plaza de Catalunya de
Barcelona, la resistencia pacífica de la gente fue una demostración de inteligencia
humana. Una demostración del sentido común frente a la desesperación de los
gobernantes. Y la consecuencia fue la unión, la solidaridad colectiva”.
“Ha cambiado la actitud que tenemos ante la política, ha conseguido que pasemos de
la resignación aislada a la creación de un tejido de mundos compartidos. Al asumir
colectivamente que para participar de la política hay que pensar de forma compartida
y que la política es algo mucho más cercano de lo que nos habían hecho creer los
grandes partidos”.
30
Entrevista disponible en: http://www.publico.es/espana/431986/soy-diferente-desde-el-15m-soy-otro-sujeto-ciudadano-y-politico.
-Josep Maria Antentas31: “¡Fueron semanas en las que las rutinas cotidianas saltaron
por los aires! Quizá los momentos que recuerdo como más intensos fueron la noche
de desafío a la prohibición de la junta electoral, el fallido desalojo de Plaza Catalunya
el 27 de mayo, y los ajetreados días comprendidos entre el 15 de junio, jornada de
bloqueo al Parlament, y la manifestación del 19 de junio. Pero durante todo los días
que duró la ocupación un momento particularmente electrizante era el de la
cacerolada de la noche, justo antes del comienzo de la asamblea general, y que
servía de termómetro de cómo estaban los ánimos y las fuerzas.”
“Ha marcado un antes y un después, un punto de inflexión. Ha puesto fin a la política
de la resignación y del desánimo y ha permitido recuperar la confianza en la
capacidad colectiva para cambiar las cosas. La pérdida del miedo (o al menos la
pérdida parcial) ante un presente insoportable y un futuro que amenaza en ser peor
es otro de los grandes cambios del último año. Creo que la sociedad se ha
repolitizado de forma acelerada…”
Carmen Toledo32: "Principalmente, la anestesia colectiva. También la rabia, la
sensación de estar cediendo y aceptando modelos de sociedad opresores,
desequilibrados. Me indignaron las mentiras. Me indignó el servilismo, la pasividad de
los partidos políticos ante las presiones del dinero. Me indignó el modo en que
quisieron hacernos pagar por la gestión ambiciosa de aquellos que nunca tienen que
plantearse como van a llegar a fin de mes. Me indignó la estupidez de nuestra clase
política, que había olvidado para quién gobiernan los gobiernos. Me indignó la política
del miedo, que nos paraliza ante situaciones, no sólo injustas, sino surrealistas".
"La noche que decidimos acampar en Albacete. Llovía muchísimo y apenas podíamos
escucharnos las unas a las otras. Se respiraba la emoción y las ganas en la plaza. La
gente no tenía miedo. Por primera vez en mi vida, sentí que el miedo no era una
barrera. Por primera vez en mi vida, sentí que la gente era consciente de la fuerza del
movimiento colectivo. El comienzo inevitable...todavía se me ponen los pelos de
punta cuando lo recuerdo"
V.- Conclusiones. Similitudes y diferencias
Siguiendo el orden de nuestra exposición señalaremos a continuación las similitudes y
diferencias que pueden advertirse entre los casos bajo estudio, conforme al marco
teórico elegido.
a).Con respecto al período posdemocrático las similitudes son bastante evidentes y
tienen que ver básicamente con dos aspectos: en primer lugar se puede constatar,
tanto en el caso argentino como en el español, una tendencia a la indiferenciación de
los principales partidos políticos entre sí, lo que a su vez ha influido en una creciente
desconfianza hacia los mismos por parte de la ciudadanía. En segundo lugar, y
vinculado con lo anterior, es verificable en ambos casos la aplicación de políticas
31
Entrevista disponible en: http://www.publico.es/espana/431602/la-protesta-social-ha-vuelto-para-quedarse. 32
Entrevista disponible en: http://www.publico.es/espana/431531/fue-hermoso-llevar-la-mirada-feminista-al-15-m.
neoliberales que, por una parte, refuerzan los efectos señalados anteriormente
(desconfianza) y, por otra parte, cuando esas políticas son intensificadas, contribuyen
a generar una crisis que disloca la estructura hegemónica posibilitando –pero no
determinando- la construcción de nuevas identificaciones políticas. E
En cuanto a las diferencias que pueden observarse entre ambos casos a este
respecto, las mismas tienen que ver con la “intensidad” de la crisis en uno y otro. En
el caso argentino puede decirse que se alcanzaron niveles de “crisis orgánica”
(Gramsci), viéndose profundamente afectadas particularmente las instituciones
políticas y económicas. Desde el punto de vista social –y esto constituye un dato
importante- la crisis económica provocó la caída a niveles de pobreza extrema a
grandes franjas de la población sin que el Estado se mostrara activo para evitarlo.
Al analizar el caso español respecto de este punto cabe observar que todo análisis e
incluso toda descripción que se haga del mismo tendrá un carácter necesariamente
mucho más provisorio, en la medida que se trata de un proceso en pleno desarrollo.
No obstante, puede afirmarse que a diferencia del caso argentino no se observan –
hasta el momento- aquellas características propias de una crisis orgánica. Sin
embargo, sí es posible observar una crisis de menor intensidad (crisis coyuntural)
que, por lo pronto, ha posibilitado la constitución de nuevos agentes sociales entre los
que se destaca el Movimiento 15-M, pero no la caída del orden hegemónico. A
diferencia del caso argentino, las consecuencias de las políticas neoliberales son
amortiguadas por la existencia de políticas estatales activas (seguro de desempleo,
servicios públicos, etc.).
b) En relación al segundo aspecto analizado, el resurgimiento del conflicto, este es
verificable en ambos casos a través del establecimiento de fronteras políticas que
dividieron el campo político de modo dicotómico constituyendo un “nosotros” en
oposición a un “ellos”.
En el caso argentino la grave crisis provocó una profunda dislocación del discurso
neoliberal hegemónico minando su legitimidad y posibilitando al mismo tiempo el
surgimiento de un discurso alternativo que primero se manifestaría con la frontera
construida por el “que se vayan todos”, y que culminaría luego en la construcción del
kirchnerismo como objeto de identificación política. Este, a su vez, fue profundizando
la lógica dicotómica a través de la sucesiva confrontación con diferentes adversarios
políticos (militares, FMI, oligarquía rural, medios de comunicación hegemónicos, etc.).
En el caso español el Movimiento 15-M también logró articular una serie de demandas
diversas y establecer una frontera política a partir de significantes que lograron
hegemonizar su discurso, entre los que se destaca el “no nos representan”. El hecho
de que, a diferencia del caso argentino, no se haya producido el derrumbe del
neoliberalismo como discurso hegemónico tiene que ver –nuevamente- con que se
trata de un proceso en desarrollo, abierto. Sin embargo, reiteramos aquí que, en virtud
del carácter contingente de lo social, nada garantiza una resolución de la crisis en un
determinado sentido (Laclau, 2000).
c) Finalmente, con respecto a la identificación política y la afectividad, la similitud
radica en la presencia de estos aspectos afectivos/pasionales –en un sentido amplio-
que pueden observarse tanto en el caso argentino como en el español como un
componente de relevancia en las identificaciones políticas.
En cuanto a las diferencias, nuevamente estas parten del éxito del kirchnerismo para
hegemonizar un nuevo discurso mientras esta característica falta en el caso del
Movimiento 15-M. Sin embargo, no deja de ser destacable esta aparente anomalía
constituida por el apoyo apasionado de una parte de la juventud argentina a un
gobierno en el poder “mientras en buena parte del mundo las juventudes
desencantadas se manifiestan ocupando plazas por fuera de los espacios políticos,
acá lo hacen fervorosamente por dentro… perteneciendo a la estructura del Estado,
convertido en una nueva forma de militar, una actividad que antes se relacionaba con
el ´anti-sistema`”33.
“Algo nuevo también puede afianzarse, en especial cuando surge en condiciones de
dislocación social y política de viejas identidades. Sin embargo, no todo lo nuevo se
afianza. Desde este punto de vista, sostendré que, ya nos ocupemos de viejas o
nuevas adhesiones, de formas pasivas o activas de identificación, el afianzamiento
requiere una forma particular de relación o lazo que, en lo que concierne al
investimiento psíquico, es del mismo tipo: requiere la movilización y la estructuración
del afecto y la jouissance (Stavrakakis, 2010: 193)
33
Fernando Cibeira, artículo periodístico antes citado.
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