El Arte Rupestre e Argentina Indigena NOA

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Paunero, Podestá, Rolandi El arte rupestre de Argentina Indígena Arte de los comienzos Los mas antiguos testimonios de arte rupestre del noroeste argentino se conservan en la puna, meseta de gran elevación que ocupa la parte occidental de las provincias de Jujuy, Salta y extremo noroccidental de Catamarca. Los primeros cazadores comenzaron a colonizar la puna hace unos 11.000 años, época que se corresponde con la transición Pleistoceno-Holoceno. Las más antiguas expresiones de arte rupestre coinciden con estas primeras ocupaciones, pero los vestigios que llegaron hasta nuestros días son muy escasos y de todos los sitios hallados solo tres tienen pintura rupestre. El sitio con arte rupestre de mayor antigüedad se encuentra en la quebrada de Inca Cueva, en el borde oriental del altiplano jujeño. A partir de Inca Cueva 4 se estableció una secuencia estilística: esta abarca con algunas interrupciones, los 10.000 años que median entre las primeras pinturas asignadas a los cazadores tempranos y aquellas ejecutadas en momentos previos a la llegada del conquistador español. El arte allí plasmado es de carácter abstracto y casi puramente geométrico, predominan las formas rectilíneas como simples trazos, zigzag, figuras peiniformes, líneas simples y reticulados.

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Paunero, Podestá, Rolandi

El arte rupestre de Argentina Indígena

Arte de los comienzos

Los mas antiguos testimonios de arte rupestre del noroeste argentino se conservan en la puna, meseta de gran elevación que ocupa la parte occidental de las provincias de Jujuy, Salta y extremo noroccidental de Catamarca.Los primeros cazadores comenzaron a colonizar la puna hace unos 11.000 años, época que se corresponde con la transición Pleistoceno-Holoceno. Las más antiguas expresiones de arte rupestre coinciden con estas primeras ocupaciones, pero los vestigios que llegaron hasta nuestros días son muy escasos y de todos los sitios hallados solo tres tienen pintura rupestre.El sitio con arte rupestre de mayor antigüedad se encuentra en la quebrada de Inca Cueva, en el borde oriental del altiplano jujeño. A partir de Inca Cueva 4 se estableció una secuencia estilística: esta abarca con algunas interrupciones, los 10.000 años que median entre las primeras pinturas asignadas a los cazadores tempranos y aquellas ejecutadas en momentos previos a la llegada del conquistador español.El arte allí plasmado es de carácter abstracto y casi puramente geométrico, predominan las formas rectilíneas como simples trazos, zigzag, figuras peiniformes, líneas simples y reticulados.

Solo dos figuras de camélidos esquemáticos rompen la repetición monótona de esta geometricidad. La ejecución del arte rupestre era probablemente una de las tantas actividades cotidianas de estos cazadores. Restos de pigmentos y los morteros usados para molerlos y preparar las mezclas pigmentarias, fueron encontrados junto con residuos de pieles de camélidos, ciervos, chinchillas, artefactos de piedra, vestigios de fogones, además de objetos suntuarios labrados en conchas de caracol y plumas, que evidenciaban la interacción de estas bandas con las selvas de montaña.En Quebrada Seca, a 4mil metros de altura sobre el nivel del mar, hay dos pequeñas cuevas contiguas (qs 1 y qs2), en cuyos alrededores hay pastizales que alimentan a rebaños de herbívoros. Estuvo ocupada por cazadores de vicuñas y guanacos entre 8000 y 2400 años a.C. Utilizaban los sitios dejando rastros de sus largos derroteros por los diferentes lugares. Allí vuelven a aparecer los motivos geométricos simples de Inca

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Cueva, pero se agregan a este repertorio circunferencias simples y concéntricas en tonos rojos y ocres. Complementando estas formas geométricas se encuentran una figura humana próxima a otra de un camélido, además de un gran felino de formas geométricas y una pareja de suris (ñandúes). Evidentemente no se trata de una escena de caza del todo clara, pero lo que interesa es que aparece el felino como depredador o como alusión al buen cazador, en asociación con los camélidos, relación que veremos repetidamente a lo largo de la secuencia del arte rupestre del noroeste. Se muestra por primera vez la huella del camélido que en momentos posteriores se convertirá en lei motiv de los grupos pastores y agricultores. Este motivo además, es una de las más antiguas expresiones de la técnica de grabado en el NOA. Las pinturas de quebrada Seca posiblemente se sitúen entre 3.400 a 1000 años aC y si bien son más recientes si se las compara con Inca Cueva 4, reflejan la duradera continuidad del conjunto estilístico y el geometrismo en la puna.El arte rupestre podría haber funcionado como signos visuales identificatorios de las distintas bandas de cazadores recolectores que marcaban los lugares donde retornaban periódicamente; estas marcas podrían expresar cierta competitividad entre grupos por los escasos espacios puneños con alta disponibilidad de recursos para la subsistencia.Así lo expone el sitio Potrerito 2 en la Puna meridional, que muestra pinturas geométricas en rojo que apenas se dejan ver, pues se les ha superpuesto un imponente panel con grabados de un grupo que ocupó el lugar posteriormente. Completamos con Potrerito el escaso repertorio de sitios con pintura rupestre en el NOA para los primeros cazadores recolectores, para pasar a la increíble eclosión de expresión rupestre de momentos de pastoreo de camélidos y luego primeros cultivadores.

Pastores y Agricultores Tempranos

Cientos de años después, una vez que se consolida una economía basada en el pastoreo de la llama y el cultivo de alimentos, se produce un cambio radical en el arte rupestre: adquiere una muy extendida dispersión geográfica, y ocupa nuevos escenarios naturales.Estas innovaciones que son reflejo de importantes cambios que experimentaron los grupos humanos, se iniciaron poco antes de los 500 años aC. Estos tiempos están cronológicamente enmarcados en el Formativo, o agroalfarero temprano, y se caracterizan por una economía asentada en la producción de alimentos, un paulatino crecimiento de la población y la incorporación de nuevas tecnologías, como la alfarería. Esta nueva vida en asentamientos organizados en aldeas permanentes, dejaron su fuerte impronta en el arte.Los sitios mas tempranos del formativo se localizan (al igual que en el período anterior) en la quebrada de Inca cueva, Jujuy. En el sitio de ICC 1, donde habíamos visto el desarrollo del grupo estilístico A, comienzan a aparecer grandes figuras humanas que se superponen a las pinturas geométricas dejadas por los antiguos cazadores. Esta nueva modalidad del arte rupestre es el grupo estilístico B.Además de las figuras humanas, el rasgo distintivo de este periodo es la figura del camélido, que es representado con 4 patas. Pueden aparecer solas o en grupos, siendo común en el ultimo caso, que se dibuje una figura humana conduciendo la hilera de llamas, jalando con una atadura al primero de los animales, lo que expresa el control que el pastor ejercía sobre el rebaño.En algunos casos la llama adquiere aspecto fantástico, ya sea por tener cuatro cabezas, o también por el motivo de la llama “felinizada”, en que el camélido luce garras y larga cola enroscada, rasgos propios de la iconografía del formativo.

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Las figuras de felinos pueden representar carnívoros autóctonos como el puma, el gato montés, o tal vez el jaguar, especie selvática ajena a la región, siendo comunes escenas donde se los asocia a rebaños, connotando su carácter de depredador. Otros motivos muy recurrentes son las representaciones de pisadas y rastros que hombres y animales imprimen a su paso (y que tiene un antecedente en Quebrada Seca).¿Podríamos comparar las huellas con las pinturas de las Manos en la Patagonia, pensando en “la parte por el todo”? El sitio Campo de las Tobas, ubicado en Antofagasta de la Sierra, Catamarca, es una variante exclusiva en cuanto a representación de rastros: son largas hileras de pies humanos, con la impronta de sandalias u ojotas de cuero, que fueron ejecutados sobre el suelo rocoso desnudo. Ello permite sugerir a este lugar como un posible lugar periódico de pastoreo de llamas que se movilizaban sin cesar a lo largo de la cuenca en pos de sus campos de pastoreo. Por otra parte, la figura humana adquiere tan profunda diversidad de tratamiento que nos sugiere las transformaciones sociales jerárquicas que ocurrieron en el formativo. Esto lo vemos en: los adornos pectorales y tocados que usan algunos hombres en los dibujos, con emplumadura y de diversa complejidad. También es frecuente encontrar figuras humanas empuñando arco y flecha y posiblemente propulsores, habiendo francas escenas de lucha entre bandas.Una representación destacable es una escena del sitio Real Grande 3 (allí hay 24 figuras humanas enfrentadas en dos hileras, como en lucha, y cada hilera es guiada por un personaje que tiene un tamaño superior, y por ende mayor jerarquía). Otro ejemplo de una figura humana amplificada es el sitio Peña Colorada 3: se trata de un hombre solar que domina a camélidos, y seres humanos de alrededor.

La zona valliserrana también es rica en representaciones humanas, en San Antonio del Cajón, Catamarca, hay grandes figuras en bloque próximos a los cursos de agua, que están emplumados y llevan objetos en las manos que recuerdan a Real Grande 3 y Campo de las Tobas.

La similitud que adquieren los motivos del arte rupestre formativo en relación con la iconografía del arte mueble, como la plasmada en la cerámica, metalurgia, hueso y

piedra, así como la escultura en bulto, ofrece amplias alternativas para poder asignar culturalmente la ejecución de muchas de las expresiones del arte parietal.

(nota: se está asimilando arte rupestre con arte parietal)

Esta comparación estilística permite reconocer la presencia o influencia de entidades culturales como Ciénaga, Condorhuasi, Alamito y Tafi, en diversos contextos (uno de

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los más notables son los rostros con pintura facial o mascaras del potrerito 2, que tienen un paralelismo con los menhires del valle de tafí, tucumán) Esto permitiría pensar en la existencia de una ideología compartida entre sociedades que habitaron ámbitos separados por grandes distancias. (el recorrido lineal entre el bolsón de Laguna Blanca y Tafi del valle son cien kilómetros, pero la barrera ortográfica de la sierra de Quilmes multiplicaban las dificultades de tránsito: esto contadas veces fue un impedimento para que estas sociedades se comunicaran, mucho menos, si se trataba de circulación de ideas). La reiteración de temas también da cuenta de esa extendida red de interacción social, que se fundamenta en la necesidad del hombre de la puna en obtener recursos vinculándose con áreas muy alejadas a la propia. Esos temas son: cruces de contorno curvilíneo, motivos geométricos simples, grabados de rastros de animales y ocasionalmente figuras de humanos o algún animal. Finalmente, de esta época data el sitio Palancho o Paluque, en La rioja, donde en la punta de un afloramiento de areniscas hay un soporte horizontal rocoso, con una serie de surcos (grabados en la piedra) de líneas sinuosas, un dibujo de pirámide escalonada y cruz curvilínea e hileras y rastros de puma.

(falta La Aguada)

Arte de agricultores y pastores tardíosEl arte como expresión de pujanza, interacción y conflictos.

Los últimos quinientos años de la historia indígena en el noroeste, entre los siglos X y XV, se conocen como Período de Desarrollos Regionales. Se caracteriza por un fuerte crecimiento demográfico y por la aparición de sociedades pujantes que poseían extensos territorios bien controlados y defendidos. Entre ellas se destacaron las organizaciones de Clachaquí, Tastil, Yocavil y Belén, y hacia el norte (más en relación con el altiplano), se desarrollaron otros sistemas como Tilcara, Humahuaca, Yavi y Casabindo.Además de la transferencia de recursos y bienes, del establecimiento de alianzas sociales (matrimonio), se fortalecía el intercambio de ideas y valores, todo lo cual explica la estandarización del arte rupestre en estos momentos. Estos vínculos estaban dinamizados por las rutas caravaneras, que recorrían todos los niveles ecológicos, y si se interpreta el arte rupestre como plasmación de un signo, que por tanto transmite contenido, será sencillo comprender su relativa homogeneidad. Las llamas son representadas en caravana, muchas veces, atada la primera y llevada por un pastor, para designar su domesticación y dominio. El caravanero fue representado por el uncu o camisa, vestimenta andina por excelencia. Este motivo así como el escudo pasan a ser una peculiaridad del arte plasmado sobre soportes cerámicos, metálicos y rocosos durante el período de Desarrollos Regionales. Una multiplicidad de adornos completaba la indumentaria y marcaba la personalidad de quienes los portaban, entre los que había aretes, collares, placas, diademas, tobilleras, sombreros. Personajes así ataviados con distintas variedades, aparecen en diversos sitios con arte rupestre del noroeste.

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En el sitio del alero de Ambrosetti, del cerro Cuevas Pintadas, hay una infinita diversidad en los aditamentos hechos con plumas, en cuanto a sus forma, dimensiones, color y combinación de elementos, todo lo cual respondía a la posición que el individuo ocupaba en su entorno social. Documentos de tiempos posteriores a la llegada de los españoles, notifican que los grupos étnicos aun conservaban la necesidad de diferenciarse a partir de la vestimenta, los tocados y la deformación craneana. Otro tipo de representación muy recurrente son los denominados escudos, escutiformes u hombres-escudo. Estos últimos son figuras humanas que portan, a manera de vestimenta, un gran escudo con una rica variedad de diseños en el interior, en una sinfonía de tonalidades contrastantes. Presentan en muchos casos las extremidades inferiores adornadas con tobilleras, indicación del rostro y adornos cefálicos, que están conformados por lo general con cuatro plumas.

Uno de los más populares está en Antofagasta de la Sierra, conocido como “el superman”. Es una gran figura de escudo, con la silueta de una anfisbena o serpiente de doble cabeza en su interior. Escudos de este tipo, sin los rasgos del cuerpo humano que caracterizan a los motivos descritos anteriormente, fueron probablemente de alto valor alegórico, y pudieron operar como emblemas o marcas étnicas de pasaje, utilizadas al igual que los motivos ancoriformes (como anclas), como “estrategias simbólicas para resignificar objetos de prestigio o para transferir, en la imagen visual, el poder del objeto al individuo”.

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Emparentados con escudos, existen unos motivos que combinaron formas elementales como triángulos y espirales, que a juzgar por su recurrencia, es posible que hayan tenido un significado especial. Estos elementos simples se integran de tal manera al dibujo que acaban en composiciones muy estructuradas, que aparecerán también plasmadas en la cerámica santamariana de este período.

Finalmente, vuelven a aparecer las composiciones geométricas excepcionales por su composición, simetría y policromía, pudiendo ser considerados un posible patrón textil plasmado en roca.