El bautismo de Juan · no da buen fruto es cortado y echado en el ... subió luego del agua; ......
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HIJOS DE JACOB 1
El bautismo de Juan
El bautismo o purificación es uno de los temas doctrinales más controversiales en el mundo mesiánico. Muchos
alegan que el bautismo (purificación) solo aplica cuando entramos en el nuevo pacto, es decir, cuando aceptamos a
Yeshúa como nuestro Mashíaj y redentor. Otras posturas apoyan la necesidad de bautizarse (purificarse)
periódicamente, para arrepentirse de todos los pecados constantemente.
El punto a debatir en la siguiente enseñanza es cuál de las dos tendencias doctrinales es correcta, unos dicen que solo
es válido cuando entramos en nuevo pacto (solo una vez), otros, que es una práctica constante con el propósito de
arrepentirnos de pecado periódicamente (repetidamente).
Nota: En este texto sustituiremos la palabra bautismo por purificación.
Comencemos conceptualizando qué es realmente la purificación por inmersión.
La primera muestra bíblica de purificación por inmersión la encontramos en Mat 3:1-6: “En aquellos días vino Juan
el purificador predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado. Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas. Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de
cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda
la provincia de alrededor del Jordán, y eran purificados por él en el Jordán, confesando sus pecados”.
Según Mateo 3:1-6, la purificación por inmersión es un acto simbólico en el cual nos arrepentimos de pecado, siendo
este su único propósito (perdón de pecados), Marcos 1:4 lo corrobora: “Purificaba Juan en el desierto, y predicaba
la purificación de arrepentimiento para perdón de pecados”.
¿Por qué es un acto simbólico?
Analizando el contexto histórico, en el cual Juan purificaba, podemos darnos cuenta de que en ese momento existía el
templo de Jerusalén, con los sacerdotes levitas, los cuales tenían la misión de ofrecer a YAHWEH los holocaustos
que traía el pueblo para poder redimir sus pecados. Lev 4:27-30: “Si alguna persona del pueblo pecare por yerro,
haciendo algo contra alguno de los mandamientos de Yahweh en cosas que no se han de hacer, y delinquiere; luego
que conociere su pecado que cometió, traerá por su ofrenda una cabra, una cabra sin defecto, por su pecado que
cometió. Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto.
Luego con su dedo el sacerdote tomará de la sangre, y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y
derramará el resto de la sangre al pie del altar”.
El pueblo redimía sus pecados cada vez que fuera necesario (en el momento en que pecaba), la expiación no estaba
enmarcada en períodos de tiempo determinados, y mucho menos era una sola vez en toda la vida.
Juan, el purificador, incorpora este nuevo método para remisión de pecado, ordenado por el mismo Elohím Padre.
Juan1:33: “Y yo no le conocía; pero el que me envió a purificar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas
descender el Rúaj y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Rúaj HaCodesh”.
El simbolismo de la purificación por inmersión consiste en que no solo por bajar a las aguas alcanzamos remisión,
sino que el verdadero arrepentimiento es de corazón, quedando la inmersión como un puro acto simbólico,
representando arrepentimiento de pecado. 1 Pe 3:21: “La purificación que corresponde a esto ahora nos salva (no
quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Elohím) por la
resurrección de Yeshúa”.
Los versículos en Mat 3:7-10 son la muestra de que Juan tenía la inmersión (bajar a las aguas) como un simple acto
simbólico, pues él sabía que de no existir un arrepentimiento genuino, era en vano sumergirse en las aguas.
Mat 3:7-10: “Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su purificación, les decía: ¡Generación
de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis
decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Elohím puede levantar hijos
a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que
no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”.
HIJOS DE JACOB 2
Lo mismo ocurría cuando se mataba el corderito en el templo, si no existía un verdadero arrepentimiento, el sacrificio
del cordero era totalmente inválido. Isa 1:11-12: “¿Para qué me sirve, dice Yahweh, la multitud de vuestros
sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni
de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí
para hollar mis atrios?”.
Lo que se quiere lograr es que el lector pueda darse cuenta de que la purificación por inmersión constituye un
método, cuya intención es arrepentimiento de pecado. No existe otro motivo, por el cual se deba realizar este acto,
solo la expiación de los pecados.
De esta forma, aprecia una total similitud entre el sacrificio de animales en el templo y la purificación por inmersión;
por supuesto, cuando hablamos de similitud, solo nos referimos al propósito del acto, la expiación de pecados en
ambos casos.
Pudiera venir a nuestras mentes, una pregunta de sumo interés:
¿Por qué no podemos utilizar de manera continua el método de purificación por inmersión para expiación de
pecados?
El sacrificio del cordero para expiación, se realizaba cada vez que transgredíamos el mandamiento. Lógicamente, si
una persona estuviera limpia de pecado, no necesitaría expiar sus culpas por medio del corderito.
De la misma manera sucedía cuando Juan, el purificador, llamaba a las masas al arrepentimiento; si no hubieran
pecado, no habría de qué arrepentirse. De manera que si una persona se purificaba por medio de la inmersión y volvía
a pecar, necesitaría nuevamente hacer este acto de arrepentimiento.
Analizando las escrituras, podemos observar que el hombre peca constantemente. Existen muchos textos que afirman
este argumento, citemos algunos de ellos:
Eclesiastés 7:20: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”.
Pro 20:9: “¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, Limpio estoy de mi pecado?”.
1 Re 8:46: “Si pecaren contra ti (porque no hay hombre que no peque), y estuvieres airado contra ellos, y los
entregares delante del enemigo, para que los cautive y lleve a tierra enemiga, sea lejos o cerca”.
No existen elementos bíblicos que afirmen que las purificaciones se realicen una sola vez en la vida, de otra manera
estaríamos diciendo que nunca pecamos, y que no tenemos necesidad de expiar nuestras culpas a lo largo de toda
nuestra existencia.
Los apóstoles también testificaron sobre el estado pecaminoso del hombre, y sobre la necesidad de expiar nuestras
faltas constantemente.
1 Jn 1:8-10: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
1 Ti 1:15: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Yeshúa HaMashíaj vino al mundo para salvar a los
pecadores, de los cuales yo soy el primero”.
Igualmente, Mashíaj, en su oración modelo, nos da instrucciones sobre la necesidad de confesar nuestros pecados a
Elohím en todo tiempo. Mat 6:9-13: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.
Amén”.
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Es importante saber que la confesión de pecado por medio de la oración, era también practicada por los profetas de la
antigüedad. Daniel 9:20: “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y
derramaba mi ruego delante de Yahweh mi Elohím por el monte santo de mí Elohím”.
Es innegable que existen diferentes formas de expiar pecados:
1. Yeshúa, en Mateo 6:9-13 nos enseña a orar pidiendo perdón al Padre.
2. Juan, el purificador, inicia un nuevo método de expiación, anunciado por Elohím Padre (Juan 1:33).
3. Los holocaustos para expiación, en el templo (Lv 4:27-30).
Teniendo a Mashíaj como nuestro único rabí, podemos constatar que él afirmó las tres formas de expiación antes
enunciadas.
- En la primera (Mateo 6:9-13), la proclamó él, de su propia boca.
- En la segunda, podemos analizar el texto Mat 3:13-17: “Entonces Yeshúa vino de Galilea a Juan al Jordán, para
ser purificado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser purificado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero
Yeshúa le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Yeshúa,
después que fue purificado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Rúaj de Elohím que
descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien
tengo complacencia”.
¿Si Yeshúa no tenía pecado, por qué fue a purificarse con Juan?
La certera aprobación, en cuanto a las purificaciones, por parte de Yeshúa, es lo único que da respuesta a esa
pregunta. Además, el versículo 15 nos confirma que estaban obedeciendo un mandato de Elohím: “...Deja ahora,
porque así conviene que cumplamos toda justicia”.
- En la tercera (sacrificios de animales), podemos citar Mat 8:1-4: “Cuando descendió Yeshúa del monte, le seguía
mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Yeshúa
extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. Entonces Yeshúa le dijo:
Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio
a ellos”.
¿Cuál era la ofrenda que ordenó Moisés?
Para responder esta pregunta, de manera eficaz, les recomendamos que lean el capítulo 14 de Levíticos.
No obstante, podemos citar dos versículos del mismo capítulo, que demuestran que los leprosos, cuando eran
sanados, tenían que ofrecer sacrificios por el pecado. Lev 14:19-20: “Ofrecerá luego el sacerdote el sacrificio por el
pecado, y hará expiación por el que se ha de purificar de su inmundicia; y después degollará el holocausto, y hará
subir el sacerdote el holocausto y la ofrenda sobre el altar. Así hará el sacerdote expiación por él, y será limpio”.
Esto nos indica que Mashíaj consentía el sacrificio de animales para expiación de pecado, como ordenanza vigente y
eficaz.
Conociendo que los sacrificios por el pecado no aplican en estos tiempos, por no existir templo ni sacerdocio levítico,
y teniendo a Mashíaj como nuestro cordero expiatorio, nos surge otra pregunta:
¿Si es totalmente bíblico expiar de manera continua nuestros pecados, cómo lo haremos en estos tiempos?
Por supuesto que se sigue poniendo en práctica los dos primeros métodos:
1. Orar pidiendo perdón al Padre (Mateo 6:9-13).
2. Purificación por inmersión (Juan 1:33).
Muchos piensan que una vez purificados en el nombre de Yeshúa, no necesitamos bajar más a las aguas. Estos
relacionan las purificaciones por inmersión solo cuando entramos en el nuevo pacto.
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Hch 22:16: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y purifícate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.
Hch 2:38: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y purifíquense cada uno de vosotros en el nombre de Yeshúa HaMashíaj
para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Rúaj HaCodesh”.
Para entrar en nuevo pacto debemos recibir perdón de pecados. Los apóstoles ponían por obra el método de
purificación por inmersión.
Esto no quiere decir que el primer método (orar pidiendo perdón al Padre) quedara excluido para poder entrar en
nuevo pacto. Podemos poner el ejemplo del ladrón en el madero. Luc 23:39-43: “Y uno de los malhechores que
estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Mashíaj, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro,
le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Elohím, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a
Yeshúa: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Yeshúa le dijo: De cierto te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso”.
En ningún momento vemos que el ladrón colgado en el madero realiza la purificación por inmersión, sin embargo,
alcanzó salvación.
Imaginemos que le prediquemos a Yeshúa, a alguna persona que por las características geográficas del lugar donde
reside, no tenga un río o mar a su disposición para poder purificarse, no podemos negarle la posibilidad de que, con
un corazón arrepentido, sea partícipe de las promesas de Elohím, alcanzando redención por medio de Yeshúa.
Pongamos otro ejemplo que demuestra que las purificaciones por inmersión no tienen una única relación con la
entrada al nuevo pacto. Juan 3:22-28: “Después de esto, vino Yeshúa con sus discípulos a la tierra de Judea, y
estuvo allí con ellos, y purificaba. Juan purificaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas;
y venían, y eran purificados. Porque Juan no había sido aún encarcelado. Entonces hubo discusión entre los
discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación. Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba
contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, purifica, y todos vienen a él. Respondió Juan y dijo: No
puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy
el Mashíaj, sino que soy enviado delante de él”.
Vemos cómo los discípulos de Yeshúa purificaban (Juan4:1-2), y aún Mashíaj no había derramado su sangre
expiatoria, que da el inicio al nuevo pacto. Mat 26:27-28: “Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio,
diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados”. Sin embargo, Mashíaj y sus discípulos realizaban este ejercicio espiritual antes de Mashíaj
desramar la sangre del nuevo pacto.
Habiendo entendido que las purificaciones por inmersión solo tienen el propósito de expiar pecados, y que no es un
acto solamente relacionado con el nuevo pacto, podemos alegar que bajar a las aguas es un procedimiento que
podemos utilizar de manera continua para redención de pecado.
Es imprescindible saber que en nuestros tiempos toda expiación debe ser en el nombre de nuestro salvador Yeshúa
HaMashíaj, ya sea cuando aplicamos a la purificación por inmersión, que cuando oramos a nuestro Padre Celestial
para perdón de pecado.
Pudiera venir a nuestras mentes el texto Hebreos 10:10: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Yeshúa HaMashíaj hecha una vez para siempre”.
Muchos se apoyan en esta porción para anunciar que no son necesarias las purificaciones por inmersión de manera
reiterada para redención de pecado.
Si no es válida la purificación por inmersión, tampoco lo sería pedir perdón al Padre por medio de la oración, pues la
única diferencia entre uno y otro método es que la purificación se realiza sumergidos en agua, y pedir perdón al Padre
no, pero ambos métodos tienen el mismo fin: remisión de pecado.
¿Qué es lo que fue una vez y para siempre? ¿Arrepentirse de pecados?
¡Claro que no!
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De otro modo, se estaría contradiciendo la oración modelo, donde Mashíaj ordena a arrepentirnos constantemente de
nuestras ofensas al Padre, Mat 6:12: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores”. También se crearía una contradicción escritural con 1 Jn 1:8-9: “Si decimos que no tenemos
pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
Mashíaj muere una vez y para siempre, no varias veces, con el fin de llevarnos a un nuevo pacto.
Mediante los dos métodos ya aprendido (purificación por inmersión y oración al Padre, ambos en el nombre de
Yeshúa) podemos acudir reiteradamente para alcanzar redención.
Es bueno aclarar, que la entrada al nuevo pacto significa arrepentirnos, y despojarnos de todos los pecados de muerte
y de no muertes. Una vez dado este paso, todos los métodos de redención que utilicemos solo están relacionados con
pecados de no muerte, 1 Jn 5:16: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y
Elohím le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual
yo no digo que se pida”.
Nota: Para una mejor comprensión, buscar en nuestra página Web: www.hijosdejacob.com el estudio: “Pecados de
muerte”.
“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y
lavados los cuerpos con agua pura”. HEBREOS 10:22
Web: www.hijosdejcob.com Hermano: LEO BEN JACOB