El Calculo Del Consenso

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36 JAMES Al. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK sobre las opciones a las que tal individuo hace frente. Nuestro enfoque se asemeja a éste en su concentración y en sus hipótesis sobre la motivación del individuo, pero aquí primordialmente estamos interesados en el compor- tamiento del individuo como participante de un proceso de votación y en los resultados de las diversas reglas de votación o de toma de decisiones. Aunque desarrollada independientemente, nuestra concepción del proceso democrático tiene mucho en común con la aceptada por la es- cuela de ciencia política que sigue a Arthur Bentley en su intento por explicar la toma de decisiones colectivas en términos de reciprocidad de los intereses del grupo ". A lo largo de nuestro análisis, la palabra «grupo» podría ser sustituida por la palabra «individuo» sin afectar a los resultados significativamente. De este modo, Se puede desarrollar el cálcu- lo del grupo. Hemos preferido, sin embargo, conservar el enfoque indivi- dualista. En el mejor de los casos, el análisis de los intereses del grupo nos sitúa en una etapa más alejada del proceso último de la toma de decisio- nes, que solamente puede tener lugar en las mentes de los individuos. La diferencia esencial entre nuestro enfoque «económico» de la elec- ción política y el enfoque representado por la escuela de Bentley estriba en nuestro intento de examinar los resultados de la actividad política en términos de modelos analíticos amplificados y, de este modo, sugerir algunas de las implicaciones de la teoría que podrían ser sometidas a pruebas empíricas. En cuanto al método, nuestros modelos se relacionan con aquellos que se han utilizado en el desarrollo de la naciente «teoría de los jue- gos» 16, aunque una vez más este desarrollo es completamente indepen- diente del nuestro. Esta teoría de los juegos, sin embargo, ha estado esencialmente interesada en la elección de las reglas de decisión interor- ganizativas cuando los objetivos de una organización pueden ser cuida- dosamente. especificados. Que nosotros sepamos, no se ha extendido la aplicación de la teoría a las reglas de decisión política. " El trabajo básico en esta tradición es el de Arthur Bentley The Process of Government (Bloomington: The Principia Press, 1935 [primero fue publicado en 1908]), El trabajo reciente más importante es del de David B. Truman, The Go- vernmental Procese (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1951). El trabajo de Pendleton Herring también se encuentra dentro de esta agrupación general. Ver su The Politice of Democracy (Nueva York: W. W. Norton and 'Co., 1940); Group Repre- sentation Before Congress (Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1929). 16 Ver especialmente a Jacob Marshak, «Efficient and Viable Organizational Forms», en Modern Organization Theory, editado por Maso Haire (Nueva York: John Wiley and Sons, 1959), págs. 307-20. CAPITULO II EL POSTULADO INDIVIDUALISTA Una teoría de la elección colectiva debe fundamentarse sobre alguna hipótesis sobre la naturaleza de la unidad colectiva. ¿Qué es el Estado? O bien para plantear la pregunta más precisamente, ¿cómo debería ser con- cebido el Estado? Si se acepta una concepción orgánica, la teoría de la toma de decisio- nes de la colectividad se simplifica en gran manera. La colectividad se transforma en un individuo, y el analista sólo necesita buscar el modelo o la escala de valores subyacente que motiva la acción independiente del Estado. Operativamente, las proposiciones significativas sobre tal acción pueden ser muy difíciles de elaborar, pero, no obstante, se puede obtener una discusión útil, sin prestar mucha atención al modo de construir el «puente» entre los valores individuales y los valores sociales. El Estado orgánico tiene una existencia, un modelo de valores, y una motivación independiente de las de los seres humanos individuales que reclaman ser miembros de este Estado. En verdad, el término «individual» tiene un pequeño lugar en la concepción genuinamente orgánica; cada ser humano se transforma en una parte integral de un organismo más amplio y más significativo. Este enfoque o teoría de la colectividad ha servido de cierta utilidad, tanto como una interpretación positiva de ciertas cualidades de las unida- des colectivas reales, como una filosofía política normativa. La concep- ción se opone, esencialmente, a la tradición filosófica occidental, en la cual el individuo humano es la entidad filosófica primaria. Además, desde el momento en que nosostros nos proponemos elaborar una teoría de la elección colectiva que tiene relevancia en la moderna democracia occi- dental, rechazaremos de antemano cualquier interpretación orgánica de la actividad de la colectividad t. ' En esto, nosotros no vamos tan lejos como Arthur Bentley, que declara que esta concepción orgánica está más allá de la ciencia social. Sin embargo, su co-

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Derecho Constitucional Economico

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  • 36 JAMES Al. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    sobre las opciones a las que tal individuo hace frente. Nuestro enfoque seasemeja a ste en su concentracin y en sus hiptesis sobre la motivacindel individuo, pero aqu primordialmente estamos interesados en el compor-tamiento del individuo como participante de un proceso de votacin y enlos resultados de las diversas reglas de votacin o de toma de decisiones.

    Aunque desarrollada independientemente, nuestra concepcin delproceso democrtico tiene mucho en comn con la aceptada por la es-cuela de ciencia poltica que sigue a Arthur Bentley en su intento porexplicar la toma de decisiones colectivas en trminos de reciprocidad delos intereses del grupo ". A lo largo de nuestro anlisis, la palabragrupo podra ser sustituida por la palabra individuo sin afectar a losresultados significativamente. De este modo, Se puede desarrollar el clcu-lo del grupo. Hemos preferido, sin embargo, conservar el enfoque indivi-dualista. En el mejor de los casos, el anlisis de los intereses del grupo nossita en una etapa ms alejada del proceso ltimo de la toma de decisio-nes, que solamente puede tener lugar en las mentes de los individuos.

    La diferencia esencial entre nuestro enfoque econmico de la elec-cin poltica y el enfoque representado por la escuela de Bentley estribaen nuestro intento de examinar los resultados de la actividad poltica entrminos de modelos analticos amplificados y, de este modo, sugeriralgunas de las implicaciones de la teora que podran ser sometidas apruebas empricas.

    En cuanto al mtodo, nuestros modelos se relacionan con aquellosque se han utilizado en el desarrollo de la naciente teora de los jue-gos 16, aunque una vez ms este desarrollo es completamente indepen-diente del nuestro. Esta teora de los juegos, sin embargo, ha estadoesencialmente interesada en la eleccin de las reglas de decisin interor-ganizativas cuando los objetivos de una organizacin pueden ser cuida-dosamente. especificados. Que nosotros sepamos, no se ha extendido laaplicacin de la teora a las reglas de decisin poltica.

    " El trabajo bsico en esta tradicin es el de Arthur Bentley The Process ofGovernment (Bloomington: The Principia Press, 1935 [primero fue publicado en1908]), El trabajo reciente ms importante es del de David B. Truman, The Go-vernmental Procese (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1951). El trabajo de PendletonHerring tambin se encuentra dentro de esta agrupacin general. Ver su ThePolitice of Democracy (Nueva York: W. W. Norton and 'Co., 1940); Group Repre-sentation Before Congress (Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1929).

    16 Ver especialmente a Jacob Marshak, Efficient and Viable OrganizationalForms, en Modern Organization Theory, editado por Maso Haire (Nueva York:John Wiley and Sons, 1959), pgs. 307-20.

    CAPITULO II

    EL POSTULADO INDIVIDUALISTA

    Una teora de la eleccin colectiva debe fundamentarse sobre algunahiptesis sobre la naturaleza de la unidad colectiva. Qu es el Estado? Obien para plantear la pregunta ms precisamente, cmo debera ser con-cebido el Estado?

    Si se acepta una concepcin orgnica, la teora de la toma de decisio-nes de la colectividad se simplifica en gran manera. La colectividad setransforma en un individuo, y el analista slo necesita buscar el modelo ola escala de valores subyacente que motiva la accin independiente delEstado. Operativamente, las proposiciones significativas sobre tal accinpueden ser muy difciles de elaborar, pero, no obstante, se puede obteneruna discusin til, sin prestar mucha atencin al modo de construir elpuente entre los valores individuales y los valores sociales. El Estadoorgnico tiene una existencia, un modelo de valores, y una motivacinindependiente de las de los seres humanos individuales que reclaman sermiembros de este Estado. En verdad, el trmino individual tiene unpequeo lugar en la concepcin genuinamente orgnica; cada ser humanose transforma en una parte integral de un organismo ms amplio y mssignificativo.

    Este enfoque o teora de la colectividad ha servido de cierta utilidad,tanto como una interpretacin positiva de ciertas cualidades de las unida-des colectivas reales, como una filosofa poltica normativa. La concep-cin se opone, esencialmente, a la tradicin filosfica occidental, en lacual el individuo humano es la entidad filosfica primaria. Adems, desdeel momento en que nosostros nos proponemos elaborar una teora de laeleccin colectiva que tiene relevancia en la moderna democracia occi-dental, rechazaremos de antemano cualquier interpretacin orgnica de laactividad de la colectividad t.

    ' En esto, nosotros no vamos tan lejos como Arthur Bentley, que declara queesta concepcin orgnica est ms all de la ciencia social. Sin embargo, su co-

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    Este rechazo implica algo ms que la mera negacin de que el Estado'existe como entidad berindividuell. Para nuestros propsitos, la contri-bucin de los filsofos polticos alemanes se sita en su extensin de laconcepcin orgnica hasta sus extremos lgicos. Un rechazo significativodel concepto debe ir ms all de una negativa a aceptar las versionesextremas de la teora. Se debe ampliar a los tants ms polmicos queimplican la idea de voluntad general. Slo alguna concepcin orgnica'de la sociedad puede postular el nacimiento de una mstica voluntad gene-ral que se deriva independientemente del proceso de la toma de decisio-nes en el cual las opciones polticas tomadas por los distintos individuosson controlables. Siendo as, muchas versiones de la democracia idealistano son, en la base, sino variantes de la concepcin orgnica. Como con elSanto Grial, la bsqueda de algn inters pblico, aparte e indepen-,diente de los distintos intereses de los individuos participantes en laeleccin social, es una actividad conocida que se encuentra tanto entrelos tericos como entre los prcticos de la democracia moderna 2.

    De un modo totalmente semejante, nosotros tambin rechazaremoscualquier teora o concepcin de la colectividad que incorpore la explota-cin del dirigido por una clase dirigente. Esto incluye la visin marxista,la cual incorpora el Estado como un medio a travs del cual el grupoeconmicamente dominante impone su voluntad sobre el oprimido. Otrasteoras de dominacin de clase son igualmente ajenas a nuestros propsi-tos. Cualquier concepcin de la actividad del Estado que divide el grupoen clase dirigente y clase oprimida, y que ve al proceso poltico simple-mente como un medio a travs del cual este dominio de clase surge ydespus se mantiene, debe rechazarle como irrelevante para el debateque sigue independientemente de la cuestin de que si tales concepcionesptiedan o no haber sido tiles para otros propsitos en otros momentosmentario merece la pena: ... podemos entrar a la fuerza en el total social, yestamos fuera del campo de la ciencia social. Usualmente encontraremos, al com-probar el total social, que sta es meramente la tendencia de grupo o demandarepresentada por el hombre que habla de l, erigido en la pretensin de unademuda unive rsal dula sociedad: y Por ello, en verdad, mintiendo a impropiasPeticiones; Porque si ello tuviera tal amplio inters global de

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    hure qs lo la st and como un todo...,

    Die ~oree o Government. rg. 221)2 Para una tlea til del enforpte ms ortodoxo., ver a David D. Truman,The Governmental Procese, pg. SO. Ver tambin a Isaiidi Betn, two Cencerro afLiberty.

    EL CLCULO DEL CONSENSO .39o en otros lugares. Se mantiene esta conclusin incluso si se supone que laclase dirigente est formada por los propietarios marxistas de los factoresde produccin, la aristocracia, o la mayora conforme.

    El enfoque de la clase dominante con respecto a la actividad polticaest vivamente relacionado al nuestro propio en un desafortunado sentidoterminolgico. Por accidente histrico, la concepcin de la dominacin 0de clase en su variante marxista, ha llegado a ser conocida como laconcepcin o interpretacin econmica de la actividad del Estado. Ladialctica marxista, con su nfasis sobre la posicin econmica como ricausa fundamental de la lucha de clases, ha originado que el perfecta-mente adecuado trmino econmico sea utilizado de una manera com-pletamente inapropiada. Este trmino ha sido tan inapropiadamente utili-zado y abusado hasta tal punto que hemos encontrado oportuno variar elsubttulo original de este fibro de .Una Teora Econmica de las Consti-tucones Polticas al utilizado actualmente.

    Parece ftil hablar seriamente de una teora de las constituciones enuna sociedad distinta de la que est compuesta por individuos libres, por olo menos libres en el sentido de que no existe una deliberada explotacinpoltica. Este punto requerir mayor elaboracin a medida que avance- omos, porque (como posteriores captulos demostrarn) nuestro anlisis de etlos procesos de decisin hace patente que ciertas reglas permitirn aciertos miembros del Irupo utilizar la estructura para obtener ventajas Odiferenciales. Sin embargo, es precisamente el reconocimiento de que elEstado puede ser utilizado para tales propsitos lo que debera apremiar t.'a los individuos racionales a establecer restricciones constitucionales so- obre el uso del proceso poltico. Si no fuera porque existe un temor razo-nadamente fundado de que los procesos polticos pueden ser utilizados Opara propsitos de explotacin, habra poca razn y menor propsitopara las restricciones constitucionales.

    Habiendo rechazado la concepcin orgnica del Estado y tambin la Oidea de dominacin de clase, nos hemos quedado con una concepcin dela..swelovido puramente individualista;:zatvpadualLa meacdote. y

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    E saccin ina qcolectivavtaa:o se ve

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    instrumento; En consecuencia, ligr y es perfeccionable. Siendo as, al

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    (11

  • EL CLCULO DEL CONSENSO 4140 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCKharn que las cosas mejoren o empeoren. En este sentido, el enfo-que dado en este libro es racionalista.

    De nuevo estamos en peligro de caer e una trampa lgica. Puesto quehemos rechazado explcitamente la idea de un inters pblico indepen-diente como significativo, cmo pueden tomarse los criterios para lamejora o el empeoramiento? Estamos sometidos ya tan pronto a unaevaluacin puramente subjetiva?

    No nos proponemos introducir tal referencia subjetiva, y no emplea-mos ninguna funcin de bienestar social para introducir una concep-cin orgnica por la puerta trasera. El anlisis debera permitirnos deter-minar bajo qu condiciones un individuo particular del grupo juzgar queun cambio constitucional es una mejora; y, cuando todos los individuosestn afectados de forma semejante, la regla de la unanimidad nos pro-porciona un criterio tico extremadamente dbil para

  • EL CLCULO DEL CONSENSO . 43 flsiempre ha significado una caricatura trazada por aquellos que han pre-tendido criticar ms que apreciar la' genuina contribucin que el anlisiseconmico puede hacer, y ha hecho, para una mejor comprensin de la (")actividad humana organizada. El hombre que entre en las relaciones de rymercado como consumidor, trabajador, vendedor de productos, o com-"prador de servicios, puede hacerlo por cualquier nmero de razones. La()teora de mercado postula slarnente que la relacin sea econmica, que,..,el inters de la otra parte en el intercambio no se tenga en consideracin. t_1El principio de Wicksteed de non-Tuism es el apropiado, y su ejemplo()de tent-making de Paul es ilustrativo. La aceptada teora de mercadopuede explicar el comportamiento y capacitar al economista a hacer cier-f)tas predicciones significativai, mientras que Paul no tiene en cuenta el0inters de aquellos para quienes l trabaja en la reparacin de tiendas.Paul puede estar actuando por razn del amor de Dios, de la parroquia,(de los amigos, o de s mismo, sin afectar a la validez operacional de la (teora de mercado t.

    Tambin es necesario resaltar que la teora econmica no trata de(explicar todo el comportamiento humano, ni siquiera todo aquel quepodra ser denominado econmico en el sentido normalmente aceptado(de este trmino. En el mejor de los casos, la teora explica slo .unal

    "relacin aislada entre los individuos. Ningn economista, a nuestro en-`tender, ha negado jams que cualquier intercambio no sea econmico.0Algunos compradores pagan deliberadamente a los vendedores precios ,.1ms altos que los que est dispuesto a pagar la generalidad de los com efipradores. La teora, para ser til, requiere slo la existencia de la rela0cin econmica hasta un grado tal que haga posible la prediccin y laexplicacin. Adems, slo si la motivacin econmica tiene suficientpeso sobre el comportamiento de todos los participantes en la actividadde mercado, la teora econmica puede reclamar tener una significacin'

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    CAPITULO In

    LA POLTICA Y EL NEXO ECONMICO

    Caballeros, no confo en ustedes.GUNNING BEDFORD OF DELAWARE,

    Federal Convention of 1787

    ... El estado libre est fundado en el recelo y no en laconfianza.

    THOMAS JEFFERSON,Kentucky Resolutions of 1798

    LA TEORA ECONMICA Y EL HOMBRE ECONMICONuestro propsito en este libro es deducir una teora preliminar de la

    eleccin colectiva que es en algunos aspectos anloga a la ortodoxa teoraeconmica de mercados. sta es til para propsitos de prediccin sloen tanto en cuanto el individuo participante en las relaciones de mercado,se gua por el inters econmico. A travs de la utilizacin de esta con-creta hiptesis sobre la motivacin humana. los expertos han sido capa-ces de basar un cierto reclamo para la teora econmica como la nicaciencia social positiva. El aspecto ms controvertido de nuestro enfoquede los procesos de eleccin colectiva es la hiptesis que nosotros estable-ceremos con aspecto a la motivacin del comportamiento del individuo.Por esta razn, parece til discutir esta hiptesis tan cuidadosamentecomo sea posible. Podemos comenzar examinando con cierto detalle laImilm hucha por el economista terico.

    El primer punto a sealar es que la teora econmica no depende parasu validez o para su aplicabilidad de la presencia del hombre puramenteeconmico. Este hombre de ficcin, que est motivado exclusivarnentepor su propio egosmo en todos los aspectos de su comportamiento,

    operativa.Incluso si las fuerzas econmicas no son suficientemente predominanT1

    tes en el comportamiento humano como para permitir que se hagan preNdicciones, la teora formal sigue teniendo algn valor al explicar un asOmeto de ese comportamiento y permite al terico desarrollar hiptesis"Que puedan estar sometidas a una cumprobacin,conceptual si no real.Reducida a sus esencias ms escuetas. socutinim

    411 Allt se4i1Philip H. Wicksteed. The Common Sense of Pollucal Economy (Londres.

    Macmillan, 1910), cap. V.

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  • 44 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK EL CLCULO DEL CONSENSO 45

    enfrente con una eleccin reaken el intercambio, elegir ms en vez demenos. La nica cuestin importante consiste en la potencia de estafuerza reconocida. Una teora igualmente lgica podra elaborarse desdela hiptesis contraria de que el individuo medio elegir menos en vez dems. Sin embargo, a nuestro entender, nadie ha propuesto que talteora sea ni tan siquiera remotamente descriptiva de la realidad.

    EL INTERCAMBIO ECONMICO Y POUTICOEste breve examen de la hiptesis de comportamiento que est impl-

    cita en la teora econmica ortodoxa sirve como una introduccin a lacuestin que es vital para nuestro anlisis: Qu hiptesis de comporta-miento es apropiada para una teora de la eleccin colectiva? Qu prin-cipio anlogo al principio de Wicksted de non-Tuisrn puede introdu-cirse para ayudarnos a desarrollar teoremas significativos concernientesal comportamiento de los seres humanos en tanto en cuanto ellos partici-pan en la actividad colectiva como contraste con la actividad privada?

    Tanto la relacin econmica como la poltica representan cooperacinpor parte de dos o ms individuos. Tanto el mercado como el Estado sonmecanismos a travs de los cuales la cooperacin se organiza y se haceposible. Los hombres cooperan a travs del intercambio de bienes yservicios en mercados organizados, y tal cooperacin implica beneficiosrecprocos. El individuo entra en una relacin de intercambio, en la cuall persigue su propio inters proporcionando algn producto o servicioque constituye un beneficio directo para el individuo que se encuentra alotro lado de la transaccin. Bsicamente, la accin poltica o colectivadesde el punto de vista individualista del Estado es bastante semejante.Dos o ms individuos encuentran mutuamente ventajoso unir sus fuerzaspara lograr ciertos objetivos comunes. En realidad, ellos intercambianinputs con la seguridad de un output comnmente compartido.

    A modo de ilustracin, se puede introducir el conocido modeloCrusoe-Viernes, aunque sus limitaciones deben ser totalmente reconoci-das. Crusoe es el mejor pescador, Viernes el mejor escalador de cocote-ros. En consecuencia, ellos encontrarn mutuamente ventajoso especiali-zarse y establecer un intercambio. De manera semejante, ambos hombresreconocern las ventajas de ponerse a salvo edificando una fortaleza. Nisiquiera una fortaleza es suficiente para la proteccin de ambos. Portanto encontrarn mutuamente ventajoso entrar en un intercambio po-ltico y dedicar algunos recursos para la construccin del bien comn.

    La hiptesis ms razonable sobre el comportamiento humano que estesencillo modelo sugiere es que los mismos valores bsicos motivan a losindividuos en los dos casos, aunque los valores hedonsticos estrecha-mente concebidos parecen claramente pesar con ms fuerza en la activi-dad econmica que en la poltica. Inicialmente, sin embargo, podramossuponer que el individuo medio o representativo acta sobre la base de lamisma escala de valores tanto cuando participa en una actividad de mer-cado como en la actividad poltica.

    Los politlogos parece que raramente han utilizado este enfoqueesencialmente econmico de la actividad colectiva 2. Sus anlisis de losprocesos de la eleccin colectiva han estado ms a menudo fundamenta-dos sobre la hiptesis implcita de que el individuo representativo trata node maximizar su propia utilidad, sino de hallar el inters pblico o elbien comn 3. Adems, un factor significativo en el respaldo popular alsocialismo a travs de los siglos ha sido la creencia subyacente de queel desplazamiento de una actividad desde el mbito de la eleccin priviadaal de la social implica el reemplazar el motivo del beneficio privado por eldel bien social 4. A lo largo de los siglos, el buscador de beneficios, elmaximizador de la utilidad, ha encontrado pocos amigos entre los filso-fos morales y polticos. En los dos ltimos siglos, la bsqueda del benefi-cio privado ha sido tolerada de forma reluctante en el sector privado, conla alegada explotacin siempre cuidadosamente mencionada de pasada.En la esfera poltica, la bsqueda del beneficio privado por parte delindividuo participante ha sido condenada casi universalmente de demo-naca por los filsofos moralistas de muchas tendencias. Nadie parecehaber investigado cuidadosamente la hiptesis implcita de que el indivi-duo debe cambiar de cualquier modo sus mecanismos filosficos y mora-les cuando se desplaza entre los aspectos privados y sociales de la vida.Nosotros estamos, en consecuencia, situados en una cierta postura pecu-

    2 Hay, desde luego, excepciones. Ver a Arthur Bentley, The Process of Go-vernment. Tambin hay que sealar especialmente a Pendleton Herring, The Poli-tics of Democracy, pg. 31.

    ' Para una discusin aclaratoria de las muchas ambigedades en la concep-cin del inters pblico, ver a C. W. Casinelli, ..The Concept of the PublicInterest, Ethics, LXIX (1959), 48-61.

    4 La siguiente crtica de esta doctrina parece especialmente interesante:Aquellos involucrados con el Estado son todava seres humanos. Todava tienenintereses privados para servir e intereses de grupos especiales, los de la familia, lacamarilla, o la clase a la que pertenecen. (John Dewey, The Public and lisProblems [Nueva York: Henry Holt, 1927], pg. 76.)

  • 46 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    liar teniendo que defender la hiptesis de que el mismo individuo parti-cipa en ambos procesos contra el casi seguro ataque de los moralistas.

    LA EXPLICACIN DE LA PARADOJA sCmo puede explicarse esta aparente paradoja? Por qu la concep-

    cin del hombre ha sido tan diferente en dos disciplinas relacionadas tanestrechamente como la teora econmica y poltica?

    La primera respuesta sugerida es que ese hombre es, en realidad,muchas cosas a la vez . En ciertos aspectos de su comportamiento es unindividuo maximizador de la utilidad en un sentido hedonstico razona-blemente estricto, y la concepcin del economista clsico sobre l estotalmente aplicable: En otros aspectos el hombre se adapta, se asocia, ose identifica fcilmente con el grupo ms ampliamente organizado delcual forma parte, incluyendo el grupo poltico. Por la naturaleza de loscondicionantes impuestos sobre el individuo en cada caso, un hombrerepresentativo o tpico puede, de hecho, a menudo alterar los mecanis-mos cuando se traslada de un mbito de la actividad a otro'. Comodemostrar el captulo siguiente, hay razones para sugerir que la hiptesisde la maximizacin de la utilidad individual no tendr xito al apuntarhacia proposiciones significativas tanto sobre la eleccin colectiva comosobre la eleccin de mercado. Sin embargo, el reconocimiento de que elhombre es, en verdad, un animal paradjico no debera sugerir que elmodelo econmico de eleccin colectiva no tiene valor. En cualquiercaso, tal modelo debera ayudar a explicar un aspecto del comporta-miento poltico; y slo despus que la teora haya sido elaborada y susproposiciones comparadas con datos del mundo real puede verificarse lavalidez bsica de la hiptesis motivacional.

    A nuestro entender, la nica discusin especfica reciente de esta paradojadebe encontrarse en el artculo de Henry Oliver, Attitudes Toward Market andPolitical Self-Interest.

    Para una elaboracin de este punto, ver a Frank H. Knight, Intelligence andDemocratic Action (Cambridge: Harvard University Press, 1960). Ver tambin a

    ove me ge: etversity

    1944).Para una discusin del contraste entre las teoras econmicas y sociosicol-

    gicas y sus hiptesis implicadas sobre la motivacin humana, ver a Herbert Simon,ModeLs of Man (Nueva York: John Wiley and Sons, 1957), esp. pgs. 165-69.

    EL CLCULO DEL CONSENSO 47La explicacin real de la paradoja debe buscarse en otra parte. La

    actividad colectiva no ha sido concebida en una dimensin econmica, yun anlisis del comportamiento de los individuos en trminos de un cl-culo econmico ha sido, comprensiblemente, descuidado I . Este nfasissobre aspectos no econmicos del comportamiento individual en la elec-cin colectiva puede ser parcialmente explicado, a su vez, por el desarro-llo histrico de las teoras modernas de la democracia. Tanto la teora dela democracia como la teora de la economa de mercado son producto dela Ilustracin, y, para los filsofos del siglo xvm, estos dos rdenes de laactividad humana no se discutan separadamente. El Estado democrticose conceba como ese conjunto de restricciones relevantes para una so-ciedad que administraba sus asuntos econmicos en gran parte a travsde un orden econmico competitivo, en el cual los intereses econmicosde los individuos se reconocan-como primord iales para dirigir a los hom-bres a la accin. La accin colectiva requerida se conceba en trminosdel establecimiento de reglas generales, aplicables a todos los individuosy grupos del orden social. En la discusin de estas reglas generales, no seesperaba que tuvieran lugar diferencias serias e importantes en los intere-ses econmicos de los distintos individuos y grupos. Estaban previstasalgunas diferencias y la necesidad de compromisos, pero stas no eraninterpretadas usualmente en trminos de diferencias en el inters econ-mico.

    A medida que los gobiernos de los pases de Occidente crecieron enimportancia, y a medida que los intereses econmicos comenzaron a

    gisj~b~teeseadeem-(como el ejemplo de la legislacin aran-celaria en los Estados Unidos), el continuo fracaso de la teora poltica enllenar esta laguna resulta ms dificil de explicar; y como cada vez msreas de la actividad humana anteriormente organizadas a travs de mer-cados privados han pasado al mbito de la eleccin colectiva en estesiglo, la laguna en la teora poltica llega a ser obvia. En el contexto de un

    Es interesante sealar que incluso cuando menciona la posibilidad de desa-rrollar una teora maximizante del'Comportamiento poltico en la democracia, Ro-ben no la Comal* en tnninos de las utilidades maximizadoras del indivi-

    , atrul que u n comopoltica) como un valor o un objelivo, y pregunta: Qu condiciones son necesa-rias' pira lograr el mximo grado de este objedvo? Ver a Robert A. Dahl, APreface ro Democrotie Theory (Chicago: University of Chicago Press, 1956), p-gina 2.

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  • EL CLCULO DEL CONSENSO 4948 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    Estado limitado y consagrado a la aprobacin de la legislacin generalaplicable, en su mayor parte, a todos los grupos, el desarrollo de unateora econmica individualista de eleccin colectiva no tiene tal vezmayor importancia. Sin embargo, cuando la maquinaria estatal usa direc-tamente casi un tercio del producto nacional, cuando grupos de interesesconcretos claramente reconocen que se pueden lograr beneficios a tra-vs de la accin poltica, y cuando una proporcin sustancial de toda lalegislacin ejerce efectos mensurablemente diferenciales sobre los distin-tos grupos de la poblacin, una teora econmica puede ser de gran ayudaen la sealizacin de algunos instrumentos a travs de los cuales estosintereses conflictivos puedan reconciliarse finalmente.

    Una teora individualista d la eleccin colectiva implica, casi automti-camente, que las reglas bsicas de la toma de decisiones sean reexaminadasa la luz de los cambios en el papel asumido por el gobierno. Habra escasarazn para esperar que las reglas constitucionales desarrolladas para apli-carse en la aprobacin de la legislacin general proporcionaran una estruc-tura apropiada para la promulgacin de la legislacin, que tiene un impactodiferencial o discriminatorio sobre los distintos grupos de ciudadanos.Quiz principalmente porque no han adoptado este enfoque conceptual dela elecciin colectiva, muchos estudiosos modernos han necesitado basarseen un principio moral como tal vez el instrumento ms importante paraprevenir la explotacin injusta de un grupo por otro a travs del procesopoltico. Para muchos expertos, el grupo de presin, que est organizadopara fomentar el inters particular a travs de la accin estatal, debe consti-tuir una aberracin; logrolling y pork-barrel deben constituir excep-ciones a la actividad normal; las exenciones impositivas especiales y lasimposiciones fiscales diferenciales son raramente tenidas en cuenta. Estasinstituciones caractersticas de las modernas democracias reclaman unaexplicacin terica, una explicacin que el cuerpo principal de la teorapoltica parece incapaz de proporcionar 9.

    Los filsofos Escolsticos consideraron al mercader, al marchante y alprestamista en gran medida del mismo modo que muchos intelectualesmodernos consideran los grupos de presin polticos. Adam Smith y losasociados con el movimiento que l representaba tuvieron un xito parcial

    9 La escuela de Bentley representa, desde luego, la mayor excepcin. Elreciente trabajo importante de David B. Truman, The Governmental Process,debe sealarse especialmente. Truman trata de elaborar una teora de la democra-cia representativa que incorpora especficamente las actividades de los grupos deinters. No examina las implicaciones econmicas de la teora.

    en persuadir al pblico en general de que, dentro de los lmites de ciertasreglas generales de actuacin, las actividades egostas del marchante y delprestamista tienden a promover los intereses generales de todos dentro de lacomunidad. Una teora aceptable de la eleccin colectiva puede quizhacer algo semejante en la sealizacin del camino hacia aquellas reglas dela toma de decisiones colectivas, la constitucin, bajo la cual las actividadesdel mercader poltico se pueden reconciliar de igual modo con los interesesde todos los miembros del grupo social.

    LA MOTIVACIN ECONMICA Y EL PODER POUTICOAlgunos politlogos actuales han discutido el proceso de eleccin colec-

    tiva sobre la base de la hiptesis de que el individuo trata de maximizar supoder sobre otros individuos. Por lo menos en un caso especfico, el indivi-duo que busca maximizar el poder en el proceso colectivo ha sido compa-rado explcitamente con el individuo que busca maximizar la utilidad en suactividad de mercado I. Sin embargo, aqu se reconoce que no hay unaevidencia real de que los hombres, de hecho, busquen el poder sobre suscompaeros, como tales 11.

    Superficialmente, el maximizador del poder en el proceso de la eleccincolectiva y el maximizador del poder en el proceso de mercado puedeparecer que son parientes, y puede parecer que una teora de la eleccincolectiva basada sobre la hiptesis de la maximizacin del poder estestrechamente relacionada con la que nosotros esperamos desarrollar eneste ensayo. Tal deduccin sera completamente errnea. Los dos enfoquesson distintos en un sentido filosfico fundamental. El enfoque econmico,que presupone que el hombre es un maximizador de la utilidad tanto en suactividad de mercado como en su actividad poltica, no requiere que unindividuo incremente su propia utilidad a expensas de otros individuos. Esteenfoque incorpora la actividad poltica como una forma particular de inter-cambio; y, como en la relacin de mercado, idealmente se espera que seobtengan beneficios recprocos para todas las partes de la relacin colec-tiva. Por tanto, en su autntico sentido, la accin poltica es vista esencial-mente como un instrumento a travs del cual el poder de todos los

    " Ver a William H. Riker, A Test of the Adequacy of the Power Index,Behavioral Science, IV (1959), 120-131, Robert A. Dahl, .The Concept of Power,,Behavioral Science, 11 (1957), 201-15.

    II Riker, A Test of the Adequacy of the Power ndex', pg. 121.

  • 50 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    participantes puede inerementarse, si definimos poderde imponer cosas que son deseadas 1 r los hombros,segn tes. zatectin

    la t

    mopimmis precisa deiti nildernatistsit

    juegos, el enfoque utilitarista o econmico sugiere que el proceso poltico,tomado en abstracto, puedeluMtpretame como un juego de suma positivz(mayor que cero).

    El enfoque de la maximizacin del poder, en contraste, debe interpretarla toma de decisiones colectiva como un juego de suma cero. El poder de unindividuo de, o para, controlar la accin o el comportamiento de otro nopuede ser incrementado simultneamente para ambos individuos en ungrupo de dos hombres. Lo que un hombre gana, el otro lo debe perder; losbeneficios mutuos del intercambio no son posibles en esta estructuraconceptual. El proceso po/tico se convierte de este modo- en -alga que esdiametralmente opuesto a la relacin econmica, y en algo que no puede,aun dando rienda suelta a la imaginacin, considerarse anlogo 12. Lascontribuciones de la teora de juegos parecen haber sido introducidas am-pliamente en la teora poltica a travs de esta hiptesis de la maximizacindel poder '3.

    LA DEMOCRACIA DE MADISON Y EL ENFOQUE ECONMICORobert A. Dahl, en su crtica incisiva y provocativa, ha convertido la

    teora de la democracia de Madison (que est incorporada sustancialmente ala estructura constitucional americana) en algo semejante al enfoque de la

    12 Bruno Leoni ha cuestionado esta discusin del enfoque del poder. Desdeel punto de vista, los individuos que entran en una relacin poltica intercambianpoder, los unos con los otros. Este enfoque del intercambio de poder parece quetiene mucho en comn con lo que hemos llamado el enfoque econmico,. delproceso poltico.

    ' 3 Esta discusin no sugiere que en el proceso poltico moderno, del modo

    que funciona, los elementos que son caractersticos del juego de suma cero estntotalmente ausentes. A on poltico o un partido poltico concreto commoineddoenuna hacha papi eleccina tomar el se le puede considera rpropia:nen me un juego e suena cero, y el

    esa Luda Is hstesis de maximizacin del poder puede momee-instarfromfferos, como Riker y otros han demostrado. El punto que se debe entadzerque nuestro modelo econmico. se concentra, no en la disputa entre losvos, sino en el gerkerainkente cooperativo proceso poltico. (que incluye el juego

    EL CLCULO DEL CONSENSO 51maximizacin del poder discutido anteriormente ' 4 . Sobre esta interpreta-cin, Dahi acierta al mostrar que la teora contiene muchas ambigedades einconsistencias. No es nuestro propsito aqu discutir la interpretacin de ladoctrina de Madison. Lo que parece apropiado es sealar que la teora deMadison, bien la que 1 ots~e~Mtlelessomenplcitamente contienen obien la que est incorporada en el sistema constitucional americano, puedeoempaterse con 14-44;94norizyktva mikagce del enfoque econmico,.Cuando se hace esta comparacin, se puede desarrollar una base lgica msconsistente para muchas de las restricciones constitucionales existentes.No nos proponemos hacer explcitamente tal comparacin en este libro. Lateora normativa de la constitucin que nace de nuestro anlisis se derivaexclusivamente de los postulados individualistas iniciales, de las hiptesisdel comportamiento, y de las predicciones del funcionamiento de las reglas.La determinacin del grado de correspondencia entre esta teora y la teoraimplcita en la constitucin americana se deja al lector, sin embargo, entanto en cuanto surge tal correspondencia, esto al menos sugiere que Madi-son y otros padres fundadores pueden haber sido algo ms conocedores dela motivacin econmica en la toma de decisiones polticas que muchos desus sucesores menos prcticos, que han desarrollado el cuerpo escrito de lateora democrtica americana.

    Hay, en efecto, una evidencia que sugiere que el mismo Madison supusoque los hombres siguen una poltica de maximizacin de la utilidad tanto enel comportamiento colectivo como en el individual y que su deseo de limitarel poder tanto dejas mayoras como de las minoras se basaba, por lo menosen algn aspecto, en un reconocimiento de esta motivacin. Sus exposicionesms conocidas se encuentran en el famoso ensayo The Federalist num. 10,en el que l desarroll el argumento de los posibles peligros de lasfacciones. Una lectura cuidadosa de este trabajo sugiere que Madison,.rectcl

    1,4lite e lo v. losos trataran do utilizar losi .1, "." Ordiltrencialesparciaks. Sus numerosos ejemplos de legislacin sobre las relaciones dedeudor-acreedor, la poltica comercial, y los impuestos sugieren que tal vezse puede lograr un mejor entendimiento de la propia concepcin de Madisondel proceso democrtico examinando cuidadosamente las implicaciones delenfoque econmico con respeCto al comportamiento humano en la eleccin

    entre los polticos como una parte' componente) a travs del cual los votantespueden incrementar la utilidad total.

    14 Robert A. Dahl, A ~rice ro Demoemtie neo: y, cap. cap. 1.

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  • 52 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    LA MOTIVACIN ECONMICA Y EL DETERMINISMOECONMICO

    Los hechos de la historia intelectual requieren una disgresin en estepunto para una breve discusin de un error fundamental que puede haberservido para anular un esfuerzo potencialmente ms productivo en la teorapoltica. Charles A. Beard sostena su interpretacin econmica de laconstitucin americana en parte por referencia a The Federalist num. 10 deMadison. El trabajo de Beard y gran parte de la discusin crtica que hasuscitado desde su aparicin inicial en 1913 parece que ha estado marcadopor el fracaso de discernir dos enfoques distintos para la actividad poltica,los cuales pueden ser denominados, en algn sentido, econmicos. Elprimer enfoque, que ha sido discutido en este captulo como la base para lateora de la eleccin colectiva que va a ser desarrollada en este libro, suponeque el individuo, en tanto en cuanto participa en las decisiones colectivas,est guiado por el deseo de maximizar su propia utilidad y que los distintosindividuos tienen distintas funciones de utilidad. El segundo enfoque su-pone que el individuo est motivado por su posicin o status social en elproceso de produccin. La clase social en la que se encuentra el individuo esprioritaria, y determina el inters del individuo en la actividad poltica. Enun sentido, el segundo enfoque es el opuesto al primero, puesto que requiereque, en muchas ocasiones, el individuo debe obrar en contra de su propiointers econmico para perseguir el inters de la clase social o grupo al quepertenece.

    B card trat de basar su interpretacin de la formacin de la ConstitucinAmericana en el segundo enfoque, esencialmente el marxista, y de explicarlas actividades de los Padres Fundadores en trminos de intereses de clase.Como Brown ha demostrado, el argumento de Beard tiene un escaso so-porte factual, a pesar de su amplia aceptacin por parte de los cientficossociales americanos 's. El punto que ha sido ampliamente descuidado esque sigue siendo perfectamente apropiado el suponer que los hombres sehallan motivados por consideraciones de utilidad a la vez que rechazan eldeterminismo econmico implcito en toda la corriente marxista de pensa-miento. Las diferencias entre las funciones de utilidad nacen de diferenciasen gustos tanto como de cualquier otra cosa. El sttus de clase del individuoen el proceso de produccin es uno de los determinantes menos importantesdel inters econmico genuino. El fenmeno de sindicatos y empresas

    " Robert E. Brown, Charles Beard and the Constitution.

    EL CLCULO DEL CONSENSO 53-

    textiles unindose para presionar polticamente sobre la prohibicin de lasimportaciones japonesas es mucho ms conocido en el actual panoramaamericano que cualquier actividad poltica mezcla de intereses de trabaja-dores, capitalistas o terratenientes.

    El camino ms efectivo para ilustrar la distincin entre el enfoqueeconmico individualista y el determinismo econmico o el enfoque declase (una distincin que es vital para nuestro propsito de anticipar elcriticismo no informado), es repetir que el primer enfoque puede ser utili-zado para desarrollar una teora de las constituciones, incluso sobre lahiptesis restrictiva de que los individuos son semejantes en todas lascaractersticas externas.

    Nosotros no estamos ,desde luego, interesados directamente en la histo-ria de la Constitucin Americana existente ni en la veracidad de los historia-dores ni en la integridad de los estudiosos de la Historia. Este breve debatede la confusin circundante a la tesis de Beard ha sido necesario paraimpedir, por adelantado, una posible grave interpretacin equivocada denuestros esfuerzos.

    EN DEFENSA DE LO POSITIVO

    Este captulo concluir con la defensa en cierto modo ms absoluta deluso de la hiptesis econmica-individualista o de maximizacin de la utili-dad sobre el comportamiento en el proceso poltico. Hay dos versionesdistintas de tal defensaversiones que son complementarias. La primerapodra llamarse una defensa tica-econmica de la hiptesis de la maximi-zacin de utilidad, mientras que la segunda es puramente emprica.

    El argumento tico-econmico requiere la aceptacin inicial de unavisin escptica o pesimista de la naturaleza humana. Se reconoce que elegosmo, ampliamente concebido, es una gran fuerza motivadora en todaactividad humana; se supone que la accin humana, si no est limitada porrestricciones ticas o morales, est dirigida ms naturalmente hacia laconsecucin del inters individual o privado. Esta visin de la naturalezahumana es, desde luego, esencialmente la adoptada por los filsofos utilita-ristas. De esto se deduce directamente que el ser humano individual debesufrir algn esfuerzo para restringir sus pasiones y que debe actuar deacuerdo con principios ticos o morales siempre que las instituciones socia-les y las costumbres dicten alguna desviacin de la bsqueda de los interesesprivados. Tal esfuerzo, como todo esfuerzo, es escaso: es decir, es econ-mico. En consecuencia, debera economizarse su empleo. Dentro de lo

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    posible, se deberan desarrollar instituciones y limitaciones legales queordenaran la bsqueda del beneficio individual de tal modo que lo baganconsistente con, en vez de contrario a, la obtencin de los objetivos delgrupo como un todo. Sobre estos fundamentos psicolgicos y ticos se basala teora de mercados o la organizacin competitiva de la actividad econ-mica. Por la misma razn, si es posible desarrollar una teora del ordenpoltico (una teora de las constituciones), la cual apuntar hacia una mini-mizacin de los escasos medios implicados en la moderacin del intersprivado, incumbe al estudioso de los procesos sociales examinar los resul-tados de los modelos que presuponen la bsqueda del inters privado.

    Como es verdad en tanto, otros aspectos, Sir Dennis Robertson haexpresado este punto tal vez mejor que ningn otro:

    Existe en el interior de cada hombre un inevitable estado detensin entre los instintos agresivos y posesivos y entre los instintosde benevolencia y de sacrificio. Es tarea del predicador, laico oclerical, inculcar el esencial deber de subordinar los primeros a lossegundos. Es la humilde y, a menudo, aborrecible tarea del econo-mista ayudar, tanto como pueda, a reducir el trabajo del predicador adimensiones manejables. Es su funcin emitir un aviso si ve que sedefienden y predican cursos de accin que incrementarn innecesa-riamente la tensin inevitable entre el egosmo y el deber pblico; yaprobar los cursos de accin que tendern a mantener la tensin a unnivel bajo '6.

    Una vez que se reconoce que las instituciones de la eleccin colectivason tambin variables que pueden ser modificadas de forma importante,hasta el punto de cambiar la tensin de la que Robertson habla, la palabraeconomista de la cita puede sustituirse por la ms amplia de cientficosocial. Si, como Robertson contina pocas pginas despus, Ese escasorecurso del Amor... es, de hechl, La cosa ms valiosa del mundo ", nopodra existir un argumento tico .nl poderoso en apoyo de un intento deminimizar la necesidad de su uso en el o -denamiento de la actividad polticahumana.

    La defensa esencial de la hiptesis &A comportamiento indi-La SIZT Vis

    lar D. H. Robertson, What Does the Economist Econornize? &mondeCommemaries (Londres: Stapies, 1956), pg. 148.

    " Ibid., pg. 154.

    EL CLCULO DEL CONSENSO 55hiptesis, somos capaces de desarrollar hiptesis sobre la eleccin colectivaque ayudarn a la explicacin y la comprensin posterior de las institucio-nes observables, no se necesita nada ms en la balanza. Sin embargo,implcita en la ampliacin de la hiptesis de comportamiento, utilizada en lateora econmica para un anlisis de la poltica, est la aceptacin de unametodologa que no se encuentra frecuentemente en la ciencia poltica. Atravs del uso de la hiptesis de la maximizacin de la utilidad, elaborare-mos modelos lgicos de los diversos procesos de la toma de decisiones.Tales modelos son ellos mismos artefactos, son inventados con el propsitoexplcito de explicar hechos del mundo real. Sin embargo, antes de unacomprobacin conceptual, no hay ninguna presuncin de que ningn mo-delo dado es superior a ningn otro que podra ser escogido entre el infini-tamente amplio conjunto de modelos dentro de la posibilidad de la imagina-cin humana. La nica comprobacin foral de un modelo reside en sucapacidad de ayudar a comprender los fenmenos reales. Los modelospueden dividirse en tres partes: hiptesis, anlisis y conclusiones. Lashiptesis pueden o no ser descriptivas o realistas, en el sentido con queestas palabras se utilizan normalmente. En muchos casos la falta de rea-lismo de las hiptesis origina que los modelos se rechacen antes de com-probar y examinar las conclusiones. Fundamentalmente, la nica pruebapara el realismo de las hiptesis reside en la aplicabilidad de las conclu-siones. Por esta razn, al lector que es crtico de la hiptesis del comporta-miento empleada aqu se le aconseja reservar su opinin sobre nuestromodelo hasta que haya comprobado alguna de las implicaciones del Inundoreal del modelo contra su propio conocimiento general de las institucionespolticas existentes.

    Es necesario distinguir entre dos posibles interpretaciones y aplicacio-nes del modelo general que incorpora la hiptesis de que el individuoparticipante en las decisiones colectivas trata de maximizar su propia utili-dad. En la primera, no necesitamos establecer restricciones sobre las carac-tersticas de las funciones de utilidad del individuo; el modelo requieresolamente que estas funciones de utilidad difieran de igual modo que lohacen los distintos individuos (es decir, las distintas personas desean cosasdistintas va proceso poltico). Esto es todo lo que se necesita para desarro-llar una teora praxiolgita de eleccin poltica internamente consistente, ya 111111, lfiv ~I 4.111~5 de cxpti AU alguirasde las caractersticas del proceso mismo de la toma de decisiones. Con estemodelo extensivo, sin embargo, no podemos desarrollar hiptesis sobre losresultados de la eleccin poltica en ninguna dimensin conceptualmenteobservable o mensurable.

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  • EL CLCULO DEL CONSENSO56 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCKPara dar este paso adicional, debemos trasladarnos a la segunda inter-

    pretacin mencionada anteriormente, que es un submodelo concebido msestrechamente. En ste, debemos establecer ciertas restricciones sobre lasfunciones de utilidad individual, restricciones que son exactamente seme-jantes a las introducidas en la teora econmica: es decir, debemos suponerque los individuos en promedio elegirn ms en vez de menos cuandose enfrenten con la oportunidad para la eleccin en un proceso poltico,siendo estos ms y menos,. definidos en trminos de una posicineconmica mensurable. A partir de este modelo, podemos desarrollar porentero hiptesis operativas que, si no son rebatidas por observaciones delmundo real, prestan apoyo no slo a las hiptesis del modelo restringido,sino tambin a las hiptesis implcitas en el modelo praxiolgico msgeneral.

    No puede valorarse excesivamente el que los argumentos morales con-tra la bsqueda del beneficio privado por parte del hombre, ya en el mer-cado, ya en el proceso de eleccin colectiva deban ser sealados especial-mente dentro del anlisis del comportamiento individual. Los tericosortodoxos sociales y polticos parece que no siempre han mantenido estadistincin clara en su mente. Las normaspara el comportamiento han sido amenudo sustituidas por hiptesis contrastables sobre el comportamiento.No nos proponemos tomar postura sobre la cuestin moral considerandoqu variantes deberan ingresar en la funcin de la utilidad del individuocuando l participa en la eleccin social, ni nos proponemos ir ms all, niexplorar el conjunto inmensamente dificil de problemas relacionados conlas implicaciones filosficas esenciales de la concepcin utilitarista de lanaturaleza humana. Concebimos nuestro trabajo fundamentalmente comoun trabajo de anlisis. Sabemos que una interpretacin de la actividadhumana sugiere que los hombres, de hecho, tratan de maximizar las utilida-des individuales cuando participan en decisiones polticas y que las funcio-nes de utilidad individual son distintas. Nos proponemos analizar los resul-tados de las diversas reglas de la toma de decisiones sobre la base de estahiptesis de comportamiento, y lo hacemos de una forma independiente dela censura moral que podra o no establecerse sobre tal actuacin individualegosta.

    El modelo que incorpora esta hiptesis de comportamiento y el conjuntode hiptesis conceptualmente contrastables que Pueden derivarse del mo-delo puede, en el mejor de los casos, solamente explicar un aspecto de laeleccin colectiva. Adems, incluso si el modelo se muestra til en laexplicacin de un importante elemento de la poltica, ello no implica quetodos los individuos acten de acuerdo con la elaborada hiptesis de com-

    portamiento o que ningn individuo acte de este modo en todas las ocasio-nes. Del mismo modo que la teora de mercados puede explicar slo algunafraccin indeterminada de la eleccin colectiva. Sin embargo, en tanto encuanto alguna parte del comportamiento total del individuo en la toma dedecisiones colectiva est, de hecho, motivada por la maximizacin de lautilidad, y en tanto en cuanto la identificacin del individuo con el grupo nose ample hasta el punto de hacer idnticas todas las funciones de utilidadindividual, un modelo econmico-individualista de la actividad polticadebera tener un valor positivo.

  • cvEL CLCULO DEL CONSENSO - 59

    dos individualistas, las decisiones de grupo son los resultados de ciertasreglas acordadas para la eleccin, despus que las distintas eleccionesindividuales estn incluidas en los procesos. Parece que no hay razn paraesperar que estos resultados finales presenten cualquier tipo de orden que,"bajo ciertas definiciones de racionalidad, se supone que refleja la accin"social racional 1 . Ni tampoco hay razn para sugerir que la racionalidad, 0incluso si pudiera lograrse a travs de la modificacin apropiada de lasreglas, fuera deseable. Parecera que la accin social racional, en este(sentido, no es ni una prediccin positiva de los resultados que pudieran ()emerger de la actividad del grupo ni un criterio normativo con el cual sepueden ordenar socialmente las reglas de la toma de decisiones.

    Se puede introducir una concepcin de algn modo distinta de la racio-nalidad social, la cual parece que evita algunas de estas dificultades. Loscientficos sociales pueden postular explcitamente ciertos objetivos para elgrupo, bien sobre la base de sus propios juicios de valor o bien sobre algnintento ms objetivo en la determinacin de metas comnmente comparti-das para todos los miembros del grupo. Ellos pueden, entonces, definir laaccin racional colectiva como la que es consistente con el logro de estasmetas 2 . Conceptualmente, es posible discutir las instituciones de la tomade decisiones colectivas de este modo; y el enfoque puede resultar de algnvalor si las metas postuladas, en verdad, representan a aqullas comparti-das ampliamente por el grupo, y si hay tambin algn medio comnmentecompartido o aceptado para reconciliar los conflictos en el logro de las,distintas metas o fines del grupo. Hay que sealar que este enfoque parte de frla presuncin de que las metas de la accin colectiva son comnmentecompartidas. Existen pocas bases para pensar que los distintos individuos ygrupos buscan cosas distintas a travs del proceso poltico. El enfoqueofrece una escasa gua para un anlisis de la accin poltica cuando las odiferencias significativas del individuo y del grupo se incorporan en el 5modelo.

    En este libro no discutiremos la racionalidad social o la accin racional hsocial como tales. Partimos de la presuncin de que solamente el individuo 5

    Arrow parece sugerir, implcitamente, que tal racionalidad social es un cri- Odecisiones. Ver su .al Choice and Individual Valses. Para una crtica ms Oextensiva de este aspecto del trabajo de Arrow a travs de las lneas desarrolladasaqu, ver afames M. %chama. Social Choice . Democracy, and Free Maticen. %I

    2 Este es d enfoque tomado por Dahl y Lindblom. Ver sus Politics, Econo- oMiel, and Welfare.

    la racionalidad.Excepto a travs de la aceptacin orgnica del grupo social y de su

    actividad, es dificil entender por qu las decisiones de grupos deberandirigirse hacia el logro de cualquier fin o meta especfica. Bajo los postula-

    Una teora til de la accin humana, sea positiva o normativa en conte-nido y en propsito, debe postular una racionalidad en lo que respecta a fasunidades de la toma de decisiones. Las opciones no deben dirigirse sola-mente hacia la consecucin de algn objetivo o meta; las unidades de latoma de decisiones deben tambin ser capaces de tomar tal accin en cuantoasegurarn el logro del objetivo. Una vez hecha la introduccin de la palabraracionalidad, nos enfrentamos a cuestiones de definicin y significado.Trataremos de aclarar algunas de stas ms adelante, pero el primer pasoprctico es especificar con precisin la unidad de la toma de decisiones a laque hay que aplicar la caracterstica del comportamiento, la racionalidad.Cuando hablamos de la accin privada, no se presenta ninguna dificultad eneste punto. La unidad de la toma de decisiones es el individuo que tomadecisiones y constituye la entidad sobre quien son tomadas las decisiones.Sin embargo, surge un problema cuando consideramos la accin colectiva.Vamos a considerar la colectividad como la unidad de la toma de decisio-nes, y, en consecuencia, vamos a graduar o disponer las elecciones colecti-vas con respecto a una meta social postulada o con respecto a un conjuntode metas? o, por el contrario, vamos a considerar al individuo participanteen la eleccin colectiva como el nico elector real, y, como resultado, adiscutir el comportamiento racional slo en trminos de la propia consecu-cin del objetivo del individuo? Es evidente, por lo que se ha dicho antes,que adoptaremos el segundo de estos enfoques. La prevalencia del primerenfoque, en gran parte de la literatura moderna, su 'ere, no obstante, que

    os concepciones

    LA RACIONALIDAD INDIVIDUAL Y COLECTIVA

    LA RACIONALIDAD DEL INDIVIDUO EN LAELECCIN SOCIAL

    CAPITULO IV

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  • 60 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    elige, y que el comportamiento racional, si de alguna forma es introducido,puede slo discutirse de forma significativa en trminos de la accin indivi-dual. Esto, en s mismo, no nos lleva muy lejos, y ser necesario definircuidadosamente lo que queremos decir por comportamiento individualracional.

    LA RACIONALIDAD INDIVIDUAL EN LA ELECCINDE MERCADO

    Ser til revisar el tratamiento paralelo de la racionalidad del individuoque se halla incorporado en la teora econmica ortodoxa. El economista noha ido muy lejos cuando dice que el consumidor representativo maximiza lautilidad. Las funciones de utilidad individual difieren, y el economista esincapaz de leer estas funciones desde alguna postura de ominisciencia.Para juzgar si el comportamiento del individuo es racional o irracional,el economista debe tratar en primer lugar de establecer algunas restriccio-nes generales mnimas sobre la forma de las funciones de utilidad. Si tienexito en este esfuerzo, puede entonces comprobar las implicaciones de sushiptesis con el comportamiento observado.

    Especificamente, el economista moderno supone como hiptesis detrabajo que el individuo medio es capaz de clasificar u ordenar todas lascombinaciones alternativas de bienes y servicios a su alcance y que esteordenamiento es transitivo . Se dice que el comportamiento del individuoes racional cuando el individuo elige ms en vez de menos y cuandoes consecuente en sus elecciones. Cuando se propone una eleccin entredos paquetes de bienes, uno de los cuales incluye mayor cantidad de un bieny menor de otro que el otro paquete con el que se compara, se introduce lahiptesis de la sustitucin marginal decreciente o de la relativa utilidadmarginal decreciente. El comportamiento observado de los individuos en elmercado no refuta estas hiptesis; los consumidores elegirn los paquetes

    Se han hecho varios intentos recientes para comprobar esta hiptesis detransitividad directamente a travs de procesos experimentales. Parece que algu-nos resultados minan la validez de la hiptesis de transitividad; otros confirman suuso. Nosostros slo sealamos aqu que se requiere tal hiptesis para cualquierteora de la organizacin humana. Si se supone que la intransitividad (en lugar dela transitividad) en los modelos de preferencia del individuo caracteriza el compor-tamiento, el grado de orden que debe observarse bien en las relaciones econmi-cas o bien en las polticas viene a ser totalmente inexplicable.

    EL CLCULO DEL CONSENSO 61de bienes que contengan ms de todo, permaneciendo invariables las restan-tes cosas; las elecciones no son obviamente inconsistentes; y se observa quelos consumidores gastan sus ingresos en una amplia gama de bienes yservicios. Con estas hiptesis bsicas sobre las formas de las funciones de lautilidad individual, que no son refutadas por la comprobacin emprica, eleconomista es capaz de desarrollar posteriores proposiciones importantes.De este modo, se deriva la primera ley de la demanda y todas sus implica-ciones.

    LA RACIONALIDAD DEL INDIVIDUO Y LA ELECCINCOLECTIVA

    Como se ha sugerido en un punto anterior, toda la accin colectiva sepuede traducir en una dimensin econmica para los propsitos de nuestromodelo. Una vez que se da ese paso, podemos ampliar la subyacenteconcepcin econmica de la racionalidad individual a la colectiva de lamisma forma que a las elecciones de mercado. Especificamente, esto im-plica las hiptesis bsicas de que el elector puede ordenar las alternativas dela eleccin colectiva del mismo modo que las de la eleccin del mercado yque esta ordenacin ser transitiva. En otras palabras, se supone que elindividuo puede elegir, entre los resultados alternativos de la accin colec-tiva, aqul que permanece ms alto en la ordenacin dictada por su propiafuncin de utilidad. Esto puede decirse en trminos ms generales y conoci-dos si decimos que se supone que el individuo es capaz de ordenar losdistintos paquetes de los bienes pblicos o colectivos del mismo modoque ordena los bienes privados. Adems, cuando son ampliamente conside-radas, todas las propuestas para la accin colectiva pueden ser traducidasen dimensiones conceptualmente cuantificables en trminos del valor y delcoste de los bienes pblicos que se espera que resulten. Podemos tambinampliar la idea de las relaciones marginales de sustitucin decrecientes alrea de la eleccin colectiva. Esta hiptesis sugiere que hay una relacinmarginal decreciente de sustitucin entre los bienes pblicos y los privados,por una parte, y entre los distintos bienes pblicos, por la otra.

    De nuevo es necesario distinguir las dos interpretaciones distintas delenfoque econmico. El comportamiento del individuo puede debatirse entrminos de dimensiones econmicas, y pueden predecirse los procesos atravs de los que las diferencias en las funciones de la utilidad individual sereconcilian, sin que se haya establecido ninguna hiptesis sobre los resulta-dos externamente observables de tal comportamiento. Sin embargo, si se

  • 62 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    van a predecir ms resultados positivos, debe introducirse algn signifi-cado especfico a trminos tales como ms actividad colectiva; signifi-cado que permitir comparar cuantitativamente los posibles resultadosalternativos.

    El economista, normalmente, atribuye un significado preciso a los tr-minos ms y menos. Adems, si un modelo semejante de comporta-miento racional se ampla al proceso de la eleccin colectiva, podemosdeducir proposiciones sobre el comportamiento del individuo que son para-lelas a las contenidas en la teora econmica. Si las hiptesis son vlidas, elindividuo representativo debera, al enfrentarse a alternativas relevantes,elegir ms bienes pblicos cuando el precio de stos baja, permane-ciendo invariables otros aspectos relevantes. En trminos ms comunes,esto establece que, como promedio, el individuo votar ms actividadcolectiva cuando se reduzcan los impuestos que debe pagar, permaneciendolas otras cosas invariables. Por el contrario, si la cuota impositiva se incre-menta y se permite elegir al individuo, ste seleccionar un nivel msreducido de la actividad colectiva. De un modo paralelo, pueden deducirselas proposiciones de la demanda-renta. Si la renta del individuo aumenta ysu presin fiscal no, l tender a optar por tener ms bienes pblicos.

    Proposiciones sencillas como stas, que sern aceptables intuitivamentepara la mayora de los economistas, pueden ser muy tiles para sugerir lasimplicaciones de las hiptesis de comportamiento sobre la participacin delindividuo en los procesos de la eleccin social. Sin embargo, tales proposi-ciones pueden ser extremadamente engaosas si se generalizan demasiadopronto y se aplican a la colectividad como una unidad en vez de a losindividuos. Hacer tal ampliacin o generalizacin sin haber abordado pri-mero el tema de atravesar el puente entre la eleccin del individuo y la delgrupo, parece conducir, y ha conducido, a serios errores. Se deben hacerdos observaciones. En primer lugar, que los bienes pblicos slo puedendefinirse en tminos de evaluaciones del individuo. Si se observa que unindividuo va a votar en favor de un gasto pblico para la polica municipal,se deduce que l (supuesto un comportamiento normal) votara a favor deque el municipio alquilase ms policas cuando se baje el salario de lospolicas. Por otra parte, otro individuo puede no considerar necesariospolicas adicionales. La segunda observacin, estrechamente relacion a,etollserb kiitstattahos ae lal

  • 64 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK EL CLCULO DEL CONSENSO 65

    LAS LIMITACIONES DE LA RACIONALIDAD DEL INDIVIDUO

    La accin racional requiere la aceptacin de algn fin y tambin lacapacidad para elegir las alternativas que conducirn hacia el logro delobjetivo. Las consecuencias de la eleccin del individuo deben compro-barse bajo condiciones de completa certeza para que el individuo se planteesu comportamiento de forma completamente racional. Analizando las elec-ciones del mercado, en las cuales hay normalmente una correspondenciaentre cada accin individual y los resultados de esa accin, la hiptesis decerteza es aquella que puede ser aceptada como til sin violentar la estruc-tura inherente al modelo terico. Esto es cierto a pesar de reconocer que laselecciones de mercado se hacen con incertidumbres de varios tipos.

    Analizando el comportamiento del individuo en el proceso poltico,existe un elemento importante de incertidumbre que no puede ser relegado.Ya no hay correspondencia unvoca entre la eleccin del individuo y laaccin final. En el caso de cualquier regla especfica de la toma de decisio-nes para el grupo, el individuo participante no tiene ningn modo de conocerel resultado final, la eleccin social en el momento en que l aporta su propiacontribucin a este resultado. Este elemento peculiar de incertidumbre en laeleccin poltica inicialmente parece restringir o limitar mucho la utilidad decualquier modelo terico que se basa sobre la hiptesis del comportamientoracional del individuo. Es dificil incluso definir el comportamiento racionaldel individuo bajo la incertidumbre aunque recientemente se est dedicandouna atencin a este problema. Adems, incluso si se pudiera hacer unadefinicin aceptable de la eleccin racional bajo la incertidumbre, la exten-sin de las hiptesis de comportamiento a la participacin en la eleccin delgrupo hara casi imposible incluso una comprobacin conceptual.

    Si nuestra tarea fuera solamente lade analizarlos resultados del compor-tamiento del individuo en elecciones colectivas aisladas y excepcionales,este factor de incertidumbre se mostrara corno una severa limitacin contracualquier teora de la eleccin colectiva. Sin embargo, esta limitacin re-sulta menos importante en cierto sentido cuando se reconoce que la eleccincolectiva es un proceso continuo, en el cual cada decisin excepcionalrepresenta slo un eslabn en una cadena a largo plazo de la accin social.La reflexin sobre este hecho, que es una de las bases ms importantes delanlisis de este libro, sugiere que la incertidumbre a la cual hace frente elindividuo participante en las decisiones polticas, puede haber sido sobrees-timada substancialmente en la concentracin tradicional sobre aconteci-mientos excepcionales.

    Cuando existe incertidumbre debido a la imposibilidad de la prediccindel comportamiento recproco entre los individuos, sta puede reducirseslo por el -acuerdo entre estos individuos. Cuando los intereses de losindividuos son mutuamente conflictivos, se puede lograr el acuerdo slo atravs de alguna forma de intercambio o comercio. Adems, si no seintroducen pagos adicionales, es imposible el intercambio dentro de loslmites del acto nico de la toma de decisiones. Sin embargo, si se reconoceque el voto del individuo en un nico acto de la eleccin colectiva est sujetoal intercambio de votos de otros individuos en elecciones posteriores, elacuerdo viene a ser posible, y en tanto en cuanto tal acuerdo tenga lugar, laincertidumbre queda eliminada. Mientras las reglas de la toma de decisionesno dicten la conveniencia de tal intercambio entre todos los participantes delgrupo esta clase fundamental de incertidumbre debe, desde luego, perma-necer. No obstante, la utilidad de los modelos del comportamiento racionalen el anlisis de la eleccin poltica se limita en cierto modo a un menormbito que el que de otra manera parecera ser el caso 4.

    Una segunda e importante razn por la que se puede esperar que losindividuos sean en cierto modo menos racionales en las elecciones colecti-vas que en las privadas, radica en la diferencia del grado de responsabilidaden las decisiones finales. La responsabilidad de cualquier decisin indivi-dual descansa ntegramente en el elector. Los beneficios y los costes sontangibles, y el individuo tiende a considerar ms cuidadosamente las alter-nativas a su alcance. En la eleccin colectiva, en cambio, no puede habernunca una relacin tan precisa entre la accin del individuo y el resultado,incluso si el resultado se predice correctamente. El elector-votante recono-cer, desde luego, la existencia tanto del beneficio como del coste decualquier accin pblica propuesta, pero ni su propia participacin en loscostes ni en los beneficios puede ser tan fcilmente estimada como en laselecciones de mercado comparables. Deben incorporarse elementos deincertidumbre de esa clase debido a la ignorancia inevitable del individuoque participa en la eleccin del grupo. Junto al factor de incertidumbre, quepuede entenderse fcilmente que limita el alcance del clculo racional, elindividuo particular pierde el sentido de la responsabilidad de la toma dedecisiones que es inherente a la eleccin privada. Confiado en el conoci-miento de que, independientemente de su propia actuacin, se tomarn lasdecisiones sociales o colectivas que le interesan, se ofrece al individuo una

    " Como enfatizaremos posteriormente en el libro, el proceso de negociacin,de alcanzar el acuerdo, sirve en s mismo para reducir significativamente el mbitode incertidumbre que puede existir antes de la negociacin.

  • 66 JAMES M. BUCHANAN Y GORDON TULLOCK

    mayor oportunidad de abstenerse totalmente de tomar una eleccin positivao de elegir sin haber considerado las alternativas cuidadosamente. Enrealidad, la accin privada obliga al individuo a ejercer su libertad mediantela obligatoria toma de decisiones. Estas elecciones no son tomadas por l. Elconsumidor que se abstiene de entrar en el mercado se morir a menos quealquile aun comprador profesional. Adems, una vez que ha sido forzado atomar decisiones, probablemente va a ser en cierto modo ms racional en laevaluacin de las alternativas ante l.

    Por estas razones, y por otras que pueden ponerse de manifiesto encuanto se desarrolle el anlisis, no deberamos esperar que los modelosbasados en la hiptesis del comportamiento racional del individuo produz-can un resultado tan fructfero al aplicarse a los procesos de la eleccincolectiva como el obtenido con modelos semejantes aplicados a eleccionesdel mercado o econmicas. Sin embargo, esta expectativa comparativa-mente ms pobre no supone en absoluto una razn para abstenerse dedesarrollar tales modelos. Como ya hemos sugerido, todos los modeloslgicos son limitados en su capacidad de ayudar en la explicacin delcomportamiento.

    PARTE II

    EL MBITO DE LA ELECCINSOCIAL

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