EL CAMBIO

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Fernando Mires EL CAMBIO - Desde la muerte de Chávez hasta el 6D - 1

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La política venezolana desde la muerte de Hugo Chávez hasta el 6D.

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Fernando Mires

EL CAMBIO

- Desde la muerte de Chávez hasta el 6D -

Ediciones POLIS

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INTRODUCCIÓNEs una recopilación de textos. Dos razones me han llevado a darlos a conocer en forma de libro. La primera es que hay entre todos los textos una unidad de sentido, una que no busqué y fue configurada por su propia dinámica. La segunda es que habiendo sido publicados en diversas fechas, vistos en conjunto dichos textos adquieren el carácter de una crónica. Quizás sea necesario decir algo más sobre esa segunda razón.La crónica es un género literario situado entre la historiografía y el ensayo. Sin la rigurosidad que supone lo primero, sin la espontaneidad que se atribuye a lo segundo, trae consigo la posibilidad de entregar al lector textos escritos en el marco de un tiempo que se extiende sobre la superficie de un presente siempre continuo. Un libro-crónica carece de pasado y de futuro. Es, en cierto modo, una articulación de distintos presentes. Entre esos diversos presentes he intentado introducir, por cierto, algunas pausas de reflexión teórica escritas en ritmo de ensayo. Esa es justamente otra posibilidad que ofrece la práctica literaria de la crónica: no es necesario renunciar a la teoría, pero la teoría emerge no de los libros sino de una realidad incierta e imprecisa, como todo lo que sucede en la vida cuando todavía no conocemos un desenlace final.Esa fue la razón por la cual después de haber releído a los textos, decidí publicarlos tal cual los había escrito, sin quitar y sin agregar ni un punto ni una coma. Si no lo hubiera hecho así habría corrido el peligro de traicionar al momento en el cual los escribí. Pero, además, había otra razón, y aunque parezca arrogancia he de confesarla: No tengo que arrepentirme de ninguna palabra, ninguna frase, ningún párrafo. Por cierto, una que otra línea podría haber sido mejor formulada, quizás hay por ahí alguna redundancia; puede que por momentos el estilo sea impreciso o

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en otros demasiado tajante. Pero en general, subscribo punto por punto todo lo que escribí. Repitiendo a Edith Piaf puedo decir: “no me arrepiento de nada”. No es poca cosa, tratándose de un libro político.1.Los textos cubren el periodo que se extiende desde la muerte de Hugo Chávez hasta las parlamentarias del 6D. Como toda periodización se trata de una construcción precaria pues nadie puede decir con seguridad cuando comienza y cuando termina un periodo histórico. No obstante, el periodo partía de una muerte y no hay nada que sea más definitivo que una muerte. El 6D, a su vez, me pareció una fecha indicada para cerrar el periodo. Después del 6D comenzará otro periodo y no estoy muy seguro si ese será el último de esta ya larga historia.Sin embargo, “el cambio” al que hago mención comenzó a gestarse ya durante Chávez. Visto así, el gobierno Maduro no solo es la continuación temporal de el de Chávez. Es también su continuación política. Esa es la razón por la cual he rechazado en este libro la tesis, hoy mantenida por algunos sectores chavistas, relativa a que Maduro –habiendo dilapidado el enorme capital electoral que le fue legado- habría “traicionado” a Chávez. Todo lo contrario. Maduro fue extremadamente leal a Chávez. Pienso incluso que Maduro es Chávez en los tiempos de Maduro. Todo el descalabro económico, toda la corrupción, toda la arbitrariedad y autoritarismo del régimen, todo, lleva el sigo de los tiempos de Chávez. Maduro no imitó mal a Chávez. Lo imitó muy bien. Ahí reside el problema. Esa es la gran tragedia de Venezuela. Si bien Chávez está muerto, su obra destructiva ha sido radicalmente continuada por su sucesor. 2.Varias veces he sido preguntado por las razones que me han llevado a ocuparme tan intensamente por Venezuela. Voy a dar la misma respuesta otra vez: se trata en verdad de dos razones. Una es política; otra es politológica. Vale la pena hacer la diferencia.Desde el punto de vista político entiendo la emergencia de gobiernos autocráticos y autoritarios en América Latina -cuyo centro nuclear es la Venezuela chavista- como una reacción frente al proceso de democratización iniciado en las dos últimas décadas del siglo XX, sobre todo a partir del fin de la

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Guerra Fría. El momento culminante de ese proceso fue, como es sabido, el declive de las dictaduras militares. Ahora bien, una de las características centrales del neo-autocratismo latinoamericano ha sido la reactivación de la lógica política de la Guerra Fría. Tanto en su lenguaje, estilo y discurso, presidentes como Morales, Correa, Ortega, los Kirchner, han intentado retornar al mundo de la Guerra Fría sobre la base de un anti-norteamericanismo retórico que, por lo demás, nunca practicaron. La recurrencia al mentado “socialismo del siglo XXl” ha sido una coartada destinada a otorgar legitimidad a gobiernos extremadamente centralistas, autoritarios, refractarios a la alternancia política y, por cierto, simpatizantes de las más sangrientas dictaduras del planeta. En esa perspectiva se trata de gobiernos radicalmente reaccionarios. Ahora, dentro de ese conjunto, los más reaccionarios, vale decir, los más antidemocráticos, han sido los gobiernos de Chávez y de los hermanos Castro, pues al autoritarismo propio a los gobiernos ya nombrados, agregaron un radical y exultante militarismo. Eso quiere decir: si arrancamos el antifaz ideológico socialista al chavismo y al castrismo, asoman sus verdaderos rostros: los de los últimos representantes de un militarismo anti-político representado ayer por Pinochet y por Videla. Por lo mismo cada derrota que los militaristas de hoy experimenten debe ser considerada como un desbloqueo al proceso de democratización iniciado en las postrimerías del siglo pasado.La razón politológica de mi interés sobre Venezuela obedece a una cierta deformación profesional. Convencido como estoy de que la razón de la política no reside en los consensos sino en las diferencias, más todavía si estas son antagónicas, el caso de Venezuela despertó en mi una innegable voracidad intelectual. En efecto, creo que no hay país en el mundo en donde los antagonismos hayan alcanzado un tan alto grado de polarización.Para quien ha ejercido la docencia, y además, escrito diversos textos sobre teoría política, el caso venezolano es un desafío. ¿Cómo seguir caminando sobre una muy estrecha vía política sin caer en el abismo de la violencia y de la guerra? Esa es la pregunta.Hubo momentos, debo confesar, en los cuales llegué a pensar que toda posibilidad política estaba definitivamente cerrada. Y sin embargo, pese a encuentros no exentos de violencia y muerte, el

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primado de la política continúa vigente. A primera vista, un verdadero milagro. Pero no lo es. El primado de la política por sobre las balas ha sido posible en gran medida gracias a la conducción de la MUD. Una conducción que no proviene de superhombres, ni de mesías, ni de héroes, ni de grandes oradores y en ningún caso de intelectuales iluminados por una estrella. La fortuna logró, sin embargo, juntar a un conjunto de personas con experiencia, con capacidad de diálogo, pero sobre todo, con sentido común. Un sentido común que no existe en el chavismo, pero tampoco en toda la oposición. 3.Como notará el lector, yo mismo, como autor, he tomado partido. En ningún momento he tratado de ser imparcial. Objetivo sí; imparcial, no.Ser objetivo no es lo mismo que ser imparcial. La objetividad es cumplida cuando la presentación de los hechos se ajusta a lo sucedido y con eso, basta. La imparcialidad en cambio es la práctica de emitir opiniones sin criticar a ninguno de los bandos en contienda. A veces tan loable intención puede ser posible. Hay otras, sin embargo, en las cuales es absolutamente imposible. En situaciones límites – y el chavismo es una de esas- donde la apuesta es entre dictadura o democracia, el ideal de imparcialidad puede llegar a convertirse en abierta complicidad.Frente al conjunto de la oposición tampoco he sido imparcial. Ahí también he tomado partido. Motivos surgidos de una lógica elemental me obligaron a hacerlo. A lo largo del libro me pronuncio constantemente en contra de quienes desde la oposición atacaban a la MUD y a sus dirigentes con tanto o más virulencia que al propio chavismo. Pues para mí siempre estuvo muy claro: La MUD llegó a ser, para bien o para mal, el único frente de asociación de los partidos políticos democráticos de Venezuela. Intentar destruirla, desde fuera o desde dentro, sin proponer una organización alternativa, era, en mi opinión, simple masoquismo político.Del mismo modo siempre me pronuncié en contra de quienes intentaron una salida no electoral, propiciando la abstención o embarcándose en aventuras destinadas a despertar el patriotismo de los militares. Buscar atajos o salidas me ha parecido siempre una locura sin nombre. La alternativa debía ser, no había otro camino, democrática, constitucional, pacífica y electoral.

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Solamente en dirección a esa alternativa la movilización en las calles podía adquirir algún sentido. Fuera de ella, no.No era, por lo demás, la primera vez que frente a un proceso he tenido que tomar un doble partido. Lo de Venezuela fue para mí, en cierto modo, un “déjà-vu”.La primera experiencia ocurrió durante los acontecimientos que llevaron a la fundación de Solidarnosc en Polonia (1981). Desde el primer momento surgieron ahí dos tendencias. Una era la del KOR, con Joseph Kuron y Adam Mischnik alrededor de Walesa. Dicha tendencia levantaba una alternativa democrática y electoral e incluso buscaba un acercamiento con fracciones comunistas organizadas alrededor del general Jaruzelski. La segunda, guiada por un catolicismo ultramontano, postulaba un enfrentamiento sin concesiones al régimen. El solo hecho de que la primera opción aseguraba las vías menos cruentas, me indujo a apoyarla sin reservas, gastando mucha tinta en su defensa (lo de la tinta no es metafórico; en ese tiempo no había internet).La segunda experiencia tuvo que ver con el caso chileno. Ocurrió durante el plebiscito que llevó a la destitución de Pinochet. Ahí se enfrentaron dos tendencias: la de una fracción mayoritaria del Partido Socialista unido a la Democracia Cristiana, por el plebiscito, y la del Partido Comunista más una fracción socialista unida a grupos de extrema izquierda, por una salida insurreccional. Como sucedió en el caso polaco, volví a gastar tinta defendiendo a la primera opción. Incluso escribí un libro sobre el tema. Por ahí debe estar amontonado, entre otros.Hoy me ha vuelto a suceder lo mismo por tercera vez. La única diferencia es que en Venezuela la última palabra no ha sido pronunciada. Por eso esta vez he escrito un libro que termina con puntos suspensivos: “el cambio” no ha terminado. Está recién comenzando.Si Dios me da alguna de sus fuerzas, podría ser incluso posible que alguna vez decida escribir otro libro sobre el tema. Nadie sabe. Ya veremos.

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1.A VENEZUELA LE FALTA DIOS (15/4/13)La historia se repite. Una vez como comedia, otra vez como telenovela. Así pensaba cuando veía en la televisión esa masa roja de chavistas sollozando por la muerte del presidente. Ocurrió lo mismo cuando murieron Stalin, Mao Tse Tung, Ho Chi Min, Kim il Sung, y otros faraones. Así pasó también con Evita, la bella Evita. O con Elvis Presley; o con Michael Jackson, y así seguirá sucediendo. Mas, cuando muera Maradona, todos los difuntos famosos habidos y por haber, palidecerán de envidia. Porque los funerales de Maradona serán grandiosos. Si usted está vivo señor, cuando muera Maradona no se pierda la función. No habrá nunca nada igual.Los sollozantes y tumultuosos funerales de Chávez serán sólo uno más en la ya larga lista de las ceremonias fúnebres paganas. Una gran parte del pueblo venezolano lo llora; y en cierto modo es legítimo. Pero una cosa es llorar a un mandatario y otra muy diferente a un ídolo. Pues, por razones que no atino a descifrar, los pueblos en su orfandad crean ídolos de cristal en los que se reflejan. En cierto modo, pienso, cuando lloran lo hacen por sí mismos. O para decirlo con Santos Discépolo, lloran "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser". Esa es también la función que juega El Otro (en este caso Chávez) en la psicología analítica. El Otro es el objeto sustitutivo de Dios que te devuelve el reflejo borroso de tu propia imagen, imagen que sin ese Otro, desaparece ante tus ojosDon't cry for me Argentina. No Evita, no lloran por ti los argentinos. Los argentinos, como buenos argentinos, cuando lloran, lloran por los argentinos. Tú sólo eras el espejo del llanto de tantos seres que lloran en la muerte del "prójimo-lejano" la propia mortalidad, el miedo innato de no ser más de lo que somos, aunque eso no sea mucho.Don't cry for me Venezuela. No, los venezolanos que lloran, lloran porque se sienten solos sin el espejo de Chávez, el padre nuestro

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que estás en la tierra, el hombre-poder, el Estado convertido en persona, el deseo que trasciende a la multitud, el reflejo del ser fundido en el magma de la muchedumbre. Lloran, en fin, por la nostalgia de Dios que cada uno trae consigo desde que venimos al mundo y que ningún mortal podrá satisfacer.¿Por qué llorar tanto a Chávez? ¿Fundó acaso una nación? No, la nación ya estaba fundada ¿Liberó a los esclavos? No, no había esclavos ¿Murió luchando como el Che Guevara, solo y abandonado? ¿O como Allende contra un comando de militares asesinos?  No, murió en una cama, rodeado de médicos, amigos y queridos familiares ¿Dio de comer a los pobres? A algunos, tal vez; pero los programas sociales de Chávez lograron menos que los realizados en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay ¿Amplió las libertades? Todo lo contrario, subordinó a todos los poderes públicos al gobierno y llevó a los militares al poder de un modo aún más radical que todos los generales golpistas del sur ¿Terminó con la corrupción? Ni por nada, Venezuela está en la cima de la corrupción mundial ¿Acabó con la delincuencia? No, la delincuencia aumentó bajo su mandato ¿Liberó a Venezuela de los EE UU? Mentira, nunca la economía de Venezuela ha sido más dependiente del "imperio" que bajo Chávez ¿Detuvo la inflación? Mejor no hablemos de eso.El pueblo chavista no llora a un buen gobierno. Llora al propio pueblo chavista convertido en el espejo del Otro en pueblo, un pueblo que se vio a sí mismo reflejado en todas sus virtudes y defectos en el rostro de Chávez. Luego, cuando tantos desfilan alrededor del presidente muerto, no pocos asisten a sus propios funerales. Esa es la razón por la cual la mortalidad de Chávez no puede ser aceptada. Para que Chávez siga viviendo en el pueblo, Chávez no debe morir del todo. Por eso será convertido en un objeto inmortal. O lo que es igual: si no puede ser Dios, será al menos un endiosado. Chávez es El Endiosado. Un subrogado venezolano: un ídolo con pies de arepa. De este modo Chávez, como muchos otros mitos, pasará a llenar el vacío de Dios que a tantos atormenta. En lugar de buscar a Dios, al verdadero, el pueblo chavista se conformará con un mito, esto es, con ese vacío que sólo sustituye al vacío.En Venezuela están construyendo un mito, dicen algunas voces críticas. En parte es cierto, pero sólo en parte. Porque el mito ya existía durante Chávez. El mismo Chávez en sus delirios de omnipotencia ya se había encargado de "inocularlo" en el pueblo. Chávez era, sin duda, un mito viviente. Lo que hoy realiza el

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Estado en Venezuela es sólo la infructuosa conversión del mito viviente en uno inmortal. Por supuesto, no lo logrará. Ni siquiera Maradona es inmortal. La inmortalidad es atributo de Dios. Tarde o temprano la historia realiza sus correcciones. A Stalin, por ejemplo, lo enterraron junto a la momia de Lenin. Después lo llevaron a una tumba chiquitica. Una fotografía genial mostró una vez a un perro meando sobre ella.Ningún endiosado resiste el paso del tiempo.El huracán del pasado avanza hacia el futuro convirtiendo a todo lo habido en ruinas como vemos en el Angelus Novus de Paul Klee: el Ángel de la Historia según Walter Benjamin. Esa es la razón por la cual allí donde no está la vida de Dios "vive" la muerte. Ese es también el Dios (la vida) que, como en tantas otras partes, falta en Venezuela:  Dios al que nadie ni nada podrá sustituir. Porque allí donde está Dios (la vida) no hay ningún lugar para endiosados. O dicho a la inversa: porque allí donde hay endiosados no hay ningún lugar para Dios.Ni siquiera Jesús, quien según la lectura cristiana es Dios, aceptó, en tanto ser mortal, ocupar el lugar de Dios sobre la tierra. Cuando uno de sus seguidores se inclinó frente a él, llamándolo "bueno", Jesús respondió: "¿Por qué me dices bueno?; ninguno hay bueno sino sólo uno, Dios" (Marcos 10:18).Quiere decir: sólo Dios es suficiente; el humano será siempre insuficiente. Luego, adorar a un insuficiente delata la ausencia de Dios. La adoración a Chávez delata, a su vez, que a Venezuela le falta Dios. Nada más.

2.CAPRILES, LA POLÍTICA Y LA VERDAD (17/5/13)Cuando una antigua colega -una de esas profesoras heroicas que se niegan a retirarse del oficio- me solicitó dictar en su seminario una conferencia sobre el tema de la Venezuela post-Chávez, y me

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di a la tarea de prepararla, observé que en idioma alemán no existe un término exacto para traducir la palabra emboscada.Emboscada según el diccionario se traduce como "Hinterhalt", palabra que literalmente significa algo así como "ser agarrado desde atrás”. En castellano, en cambio, esa es sólo parte de una emboscada. Lo fundamental de una emboscada es ser llevado a una zona sin salida (encerrona) en la cual serás atacado por el enemigo y aniquilado sin piedad. Y bien, a ese tipo de emboscada pertenece la situación a la que intentaba llevar el gobierno Maduro al conjunto de la oposición. A través de dos violaciones consecutivas a la Constitución, una con Chávez agonizando; otra, con Chávez muerto, Maduro se había hecho elegir presidente por la "oficina de asuntos judiciales del chavismo", que eso y no más es en Venezuela el poder judicial.De ese modo, protestar masivamente en contra de las violaciones constitucionales -cuando medio país estaba llorando a moco tendido frente al mediático féretro- habría parecido ante la opinión pública mundial como un sacrilegio. Así, el gobierno utilizó, como lo ha venido haciendo consecutivamente, el cadáver de Chávez como medio de chantaje político.Gracias a los funerales Nicolás Maduro creía tener la mesa servida. La oposición, blanco de las más brutales invectivas de parte del ilegal gobernante, estaba paralizada. Y cuando la MUD y Henrique Capriles denunciaron la juramentación de Maduro como espuria, los jerarcas del "entorno" se frotaron con seguridad las manos. Quizás imaginaron que el segundo paso iba a ser un llamado a la abstención como propuso  algún columnista despistado de oposición. Así, la emboscada iba a resultar perfecta. La oposición se dividiría entre "abstencionistas y  "participacionistas" para ser, después del triunfo electoral de Maduro, fácilmente "pulverizada" (Chávez dixi).Efectivamente, desde el punto de vista de una lógica formal, que es también el de las ciencias, entre ellas la politología, declarar como espurias unas elecciones y después participar en ellas, es una incongruencia. Sin embargo, y es lo que no entienden tantos politólogos, la política no es congruente. Tampoco es una ciencia y en ningún caso es polito-lógica. Eso significa: en política se actúa no sobre condiciones ideales sino sobre las que se van dando en el camino. O para decirlo con el poeta Machado, en la política no hay caminos: "se hace camino al andar". 

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En el medio de la emboscada, Capriles hizo lo que en la guerra hace un buen general: unificar las tropas dispersas. Y como es un hombre de vasta experiencia sabía que la unidad en la política no se logra con piadosos llamados, sino en abierta lucha en contra del enemigo común.Primero: El enemigo no es el difunto Chávez sino Maduro (“No es Chávez, tú eres el problema, Nicolás”). Segundo: Maduro se oculta detrás del presidente muerto y carece de identidad personal y política. Tercero: la presidencia de Maduro, y por consiguiente la elección, es el resultado de una violación constitucional. Cuarto: Capriles va a postular en nombre de la oposición unida, denunciando las violaciones cometidas por Maduro y “su combo”.Valiente, sin dudas valiente; así lo reconoció la primera página del periódico Tal Cual.Una amiga venezolana -no es caprilista- me escribió unas palabras que, creo, interpretan el sentimiento de muchos : "A ese chamo no lo vamos a dejar solo"Gracias al discurso de Capriles muchos intuyeron que ha llegado el momento de cerrar filas y dar la batalla aunque se pierda. Efectivamente, no hay peor batalla que la que no se da. Quien mejor lo entendió en el gobierno no fue Maduro (el homófobo político solo atinó a pronunciar la frase favorita de Pablo Escobar: "has cometido el peor error de tu vida") sino Diosdado Cabello, quien dijo: "Las palabras de  Capriles son una declaración de guerra".Efectivamente; de eso se trata: son una declaración de guerra. Pero lo que Diosdado seguramente no entendió es que se trata de una guerra política, es decir, de una guerra sin armas.¿Fue enviado Capriles al matadero? ¿Va a enfrentar de nuevo a todo el aparato del estado, al más hipertrofiado de toda América Latina? ¿Va a competir con quien financia su campaña con el dinero de todos los venezolanos? ¿Con el amo de todas las cadenas televisivas? Y, sobre todo, ¿va a competir contra una máquina de ganar elecciones, contra destacamentos electoreros que se mueven como soldados en los “concejos”, en las misiones y en las oficinas públicas? ¿Va a competir contra amenazas, extorsiones y listas tasconas? ¿Contra esos miles de buses rojos que transportan votantes rojos? Y, no por último, ¿va a competir con el fantasma de Hugo Chávez de quien Maduro cree ser su representación terrena?

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Si, lo va a hacer. Lo va a hacer como ese "cronopio" de Julio Cortazar quien, al no rendirse, y sin más armas que su propia verdad, derrotó a un ejército de "famas". Del mismo modo como Lech Walesa, Váklav Havel y Ricardo Lagos derrotaron a sus respectivas dictaduras. Del mismo modo como Yoani Sánchez y los suyos derrotarán a Raúl Castro.Pero Capriles –no nos equivoquemos- no es un místico. Es un total político. Sabe por ejemplo que tiene algunas cartas por jugar; y ya las está jugando. Por de pronto, tiene en sus manos la carta de la legitimidad constitucional. Así, mientras Maduro, quien sin el estado no es nadie, se hizo nombrar presidente apelando a medios ilícitos, él, Capriles, se desprendió, siguiendo estrictamente la línea constitucional, de su propia gobernación en Miranda.Capriles maneja, además, la carta de la soberanía nacional, la misma que usó Chávez en contra de Bush y que ahora Capriles usará en contra de Raúl Castro. Pues para nadie es un misterio: Maduro es el candidato venezolano de la dictadura militar cubana.No por último, Capriles -al igual que Henri Falcón, político de centro-izquierda- posee una carta que ya jugó, y muy bien, en contra de Chávez: esa es la carta social. En ese sentido Capriles puede convertirse en el acusador de un sistema que practica un "neoliberalismo de Estado". Uno que gracias a la destrucción del aparato productivo y la consiguiente subordinación a las importaciones de las potencias externas, sobre todo de los EE UU, enriquece con devaluaciones monetarias al gobierno, pero a costa del bienestar de la mayoría de los venezolanos.Seguramente Capriles explicará como cada centavo que gasta el gobierno en su faraónica campaña electoral, aumentará el monto del próximo "paquetazo" post-electoral; el mismo que pagarán en moneda dura todos los venezolanos.Pero, además de todas esas cartas, Capriles tiene en su mano otra, quizás la más decisiva.Esa es la carta de la verdad. Capriles, sabiendo que con su postulación no tiene nada que perder, ha decidido arrojar esa carta sobre la mesa.Decir la verdad, sea donde sea, duela a quien duela, y aunque se venga el mundo abajo, es tarea de santos y mártires, casi nunca de políticos. Capriles, en cambio, la asume políticamente. Quizás

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por eso se le ve más suelto; incluso más libre, en sus discursos. Ha bebido del néctar de la verdad; y lo goza. Ya no se preocupa de frases hechas; está más allá de los cálculos, de las poses pre-concebidas y de los comunicadores profesionales. Yo diría, más allá de la política ritual. Esa es la razón por la cual frente a Capriles, Maduro, un personaje altamente ideologizado y mitómano hasta los huesos, se ve, a pesar del carisma que succiona del presidente muerto, como un ser sin vida propia, o como uno de esos pobres hombres que nunca han podido superar el complejo paterno ("Yo soy hijo de Chávez") y que, por lo mismo, nunca serán definitivamente adultos. Maduro vive bajo el amparo mítico de su padre muerto, la fase más pubertaria de su vida política. Capriles, en cambio, es, o ha llegado a ser, un político adulto. Solo la verdad, es decir, la disencia frente a la no-verdad, nos convierte en seres adultos.La verdad nos hace libres; entre otras cosas, libres de la mentira. La verdad puede ser, por eso mismo, violenta (Hannah Arendt) Pues debajo de cada mentira hay una verdad, y cuando la verdad irrumpe en la superficie, destroza a una mentira. Eso a veces duele. Pero, a la vez, no hay nada más bello que vivir bajo el imperio de la verdad. Quien la ha conocido no la abandonará jamás. Quien la dice, llenará su vida con un placer incitante; me atrevería a decir: erótico.Tengo la impresión de que Capriles abandonó todo cálculo, toda estrategia y toda táctica inútil. Está diciendo, cada vez que habla, la verdad. Quizás, más allá de toda encuesta, pronóstico, resultado, o lo que sea, un político, en este caso Capriles, ha optado por decir la verdad. Y así, aunque pierda, ganará.

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3.LOS DOS ABRILES DE VENEZUELA (18/4/13)

11 de Abril de 2002; ahí pasó lo peor que puede suceder en una nación: enfrentamientos, tiroteos, heridos, muertos. Una masa incontenible avanza hacia el Palacio de Miraflores desde Parque del Este y Pdvsa Chuao. No solo los militares rebeldes, también algunos del entorno, se apoderan del gobierno. ¿Renuncia Chávez? No está claro. ¿Insurrección popular en contra de un gobierno que amenaza convertirse en dictadura siguiendo los dictados de La Habana? ¿Frío y calculado golpe de Estado de una conducción antipolítica representada por Fedecámaras y una fracción de militares sediciosos? ¿Sobrevenido vacío de poder que hay que llenar de algún modo y con quien sea?  Alguna vez los historiadores venezolanos tendrán que ponerse de acuerdo para determinar que sucedió exactamente en los días 11, 12  y 13, hasta llegar a ese 14 de Abril de 2002, cuando el ex golpista y constitucional presidente regresó al poder vitoreado por multitudes ante las cuales pronunció un entrecortado discurso. Pero la historia real sigue siendo un secreto; pocos saben que es lo que se habló en furtivas conversaciones de palacio, o de cuantas traiciones, pactos, promesas, ascensos y descensos. Sólo hay algunos puntos claros. Uno de ellos es que si hubo golpe el 2002, no fue ese golpe seco y conspirativo a que nos tienen acostumbrados los gorilas sudamericanos. Si en Abril de 2002 hubo efectivamente un golpe, éste se produjo al calor de una movilización de masas que carecía  de conducción política, asumiendo ese rol los gremios de la industria y del comercio junto con algunas fracciones de militares facciosos. Muchos pensamos que en ese Abril de 2002 en Venezuela se iba a repetir la terrible historia del Chile de Pinochet. Mas, no fue así. Lo que ocurrió fue algo distinto: quizás una combinación de insurrección y golpismo surgido frente a un ostensible vacío de poder. El concepto vacío de poder parece ser clave. Y si lo es, es por partida doble pues en esos sucesos se hicieron evidentes no uno sino dos vacíos de poder. Uno provocado por la renuncia (voluntaria o involuntaria) del gobernante. Otro, y es el que ha sido menos estudiado, un vacío de poder en la propia oposición antichavista, vacío que ocuparon personajes rocambolescos

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(militares y empresarios) sin la menor idea de política, sin proyectos, sin ninguna línea. Chávez, digámoslo así, regresó al poder atraído por dos vacíos. El primero, provocado por sus propias indecisiones; el segundo, por una oposición sin cabeza. O con una cabeza vacía.Puede ser que ese vacío sea el único punto común que mantienen los acontecimientos que culminaron el 14 de Abril de 2002 con los no menos decisivos que tendrán lugar el 14 de Abril de 2013. Un vacío que también se manifiesta en dos vacíos. Pero esta vez -y esa es la diferencia- los vacíos aparecen al interior del gobierno y no en la oposición. El primero, obvio, es un vacío personal dejado por el que ya no está. El segundo es un vacío de proyectos, de ideas, de política, un vacío que comenzó a vaciarse ya durante la presidencia del difunto. En cierto modo el gobierno chavista, o su vacío, ocupa el 2013 el lugar que ocupó el vacío de la oposición del 2002. Al igual que la oposición del 2002, la que contaba con una inmensa multitud y el apoyo de diversos militares, pero sin ningún proyecto de poder, el gobierno (de facto) de Maduro también cuenta con un nada despreciable apoyo de masas y, sobre todo, con un amedrentador soporte militar. Pero el chavismo, al igual que la errática oposición de antaño, ya no posee ningún concepto de sociedad, ni de nación ni de gobierno. Su ideal de revolución ha sido reducido a un puñado de consignas y gritos. Incluso, quienes se decían socialistas han abandonado su ideología, cambiándola por rituales necrófilos y mitos paganos. Y no por último, al igual que la oposición del 2002, hay personeros del chavismo que no ocultan el propósito de embarcarse en peligrosas aventuras (declaraciones del general Molero, por ejemplo). Al lado de Maduro, Capriles aparece como un dechado de racionalidad. La tortilla se ha dado vuelta en Venezuela.En cierto modo podría decirse que el chavismo y la oposición han recorrido el mismo camino aunque en sentido inverso.Después de los sucesos de Abril de 2002 el chavismo vivía su luna de miel. Tenía amplia mayoría, comenzaban a aparecer las misiones (el poder del estado movido "desde arriba hacia abajo"), Chávez en su apogeo retórico desafiaba al propio Bush (aunque nunca lo suficiente para poner en riesgo las relaciones económicas con los EE UU de las cuales aprovechó más que ningún otro gobierno de América Latina). Y, por si fuera poco, una oposición sin cabeza había cedido a Chávez nada menos que la

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defensa de la legitimidad constitucional. La oposición, en las palabras de Chávez, era la "derecha golpista" formada por "cúpulas podridas". Y en algún punto, Chávez tenía razón.  Pero si en un tango “20 años no es nada”, en la política 14 años son mucho. No solo en Venezuela -lo vimos en los países comunistas, lo vimos en el México del PRI, lo vemos en la Cuba de los Castro, lo estamos viendo de nuevo en Rusia- si un gobierno se mantiene sin alternancia en el poder, ese gobierno termina siendo lo mismo que el estado. O si se quiere, termina por convertirse en un gobierno-estadoDesde el estado -esa es la experiencia histórica- tiende a formarse una muy corrupta "clase de estado". Como toda clase, la "nueva clase" comenzará a reproducirse y a generar intereses y objetivos de clase. En los países comunistas esa clase era la "nomenklatura". En Venezuela fue re-bautizada como "boliburguesía" y sus estamentos más altos reciben el nombre de "los enchufados". Se trata de un amplio conglomerado que comienza en los "organismos de poder popular", continúa a lo largo de la burocracia estatal, sigue a través de los aparatos represivos, y culmina en la “vanguardia cívico-militar”: una verdadera "cosa nostra" afincada en los intersticios más profundos del “estado burgués”. Ahora bien, esa “clase en el poder” -para hablar como Gramsci- sigue siendo dominante, pero ya no es dirigente.La incoherencia de los discursos de Maduro, sus alucinaciones ornitológicas, sus insultos innombrables, su públicas obsesiones sexuales, su paranoia magnicida, su idolatría atormentada, sus complejos edípicos, y mucho más, son todas simples expresiones individuales de la crisis política que sufre el chavismo, una que ya era visible y manifiesta cuando vivía Chávez pero que con su muerte ha alcanzado una muy alta dimensión. Hoy ni siquiera existe un Bush a quien culpar de todos los males de la tierra. Por si fuera poco, la dictadura cubana ha iniciado un camino frenético hacia el capitalismo. Las mismas masas chavistas ya no miran hacia adelante, sino hacia atrás. La utopía chavista no es más que un cuerpo muerto; una momia no momificada; un culto pseudoreligioso basado en la superstición y en la mentira: “Mentira fresca” dice Willie Colón. Mentira fresca, pero también muy añeja, podría agregarse.La oposición en cambio, ha experimentado profundas modificaciones tanto cuantitativas como cualitativas y esas la

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diferencian radicalmente de las masas desconcertadas de Abril de 2002. Modificaciones que ya se hicieron visibles durante la candidatura de Manuel Rosales en el 2006 cuando nuevos partidos comenzaron a desplazar la hegemonía del binomio histórico tradicional. Nuevas personas, nuevos programas, nuevas ideas conviven con experimentados políticos del ayer. Desde 2006 –alguna vez habrá que revalorar el significado histórico de la candidatura de Rosales-  la oposición ha seguido creciendo de modo lento pero seguro. Salvo leves interrupciones, su tendencia ha sido ascendente y la del chavismo descendente. La ventaja de Chávez vino disminuyendo de 25.9 en 2006 a solo 11.11% el 7-O de 2012.La oposición de Abril de 2013 tiene una dirigencia, un programa social y democrático, y en los últimos tiempos un líder; no un mesías ni un profeta, un líder, es decir un representante legítimo de una asociación de partidos diferentes y dispares. En líneas generales, la tendencia predominante del frente democrático opositor es -para usar los términos que rigen todavía en América Latina- de centro izquierda, línea que comparte con otros gobiernos y políticos latinoamericanos. Capriles está mucho más cerca de Bachelet que de Piñera, de Humala que de los Fujimori, de Santos que de Uribe.Y bien, contra esa asociación política orgánica y con nítida hegemonía de centro-izquierda, Maduro se muestra impotente. Él y los militares que lo secundan quisieran enfrentar a una ultraderecha golpista, es decir, a una derecha que le haga el juego a su vaga idea de "revolución". Una derecha como la de Abril del 2002, la misma del “paro petrolero” y de las abstenciones suicidas. Y, por supuesto, quisieran un candidato más parecido a Carmona que a Capriles. En fin, una derecha en pie de guerra que se adapte a las caricaturas y prejuicios del chavismo. Sólo así se explica la incapacidad que muestra Maduro y quienes lo rodean para debatir políticamente con la oposición democrática del 2013.La oposición del 2013, hay quizás que recordarlo, no está ahí gracias a la generosidad del chavismo. Todo lo contrario. El lugar inamovible que ocupa ha sido conquistado voto a voto. Más aún: la sola existencia de esa oposición ha impedido que en Venezuela el chavismo haya dado el paso que separa a una autocracia semi-dictatorial de un sistema totalitario. Si por los chavistas fuera, lo dicen ellos mismos, esa oposición debería ser pulverizada. Pero si no lo lograron con Chávez no lo

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lograrán nunca con Maduro. Esa es la razón por la cual, más allá de cualquier resultado electoral, mientras esa oposición exista, Venezuela no será Cuba. Y si se tiene en cuenta que la transformación de Venezuela en una Cuba era el objetivo máximo del presidente muerto, los chavistas deberán reconocer que obtengan los votos que obtengan, y aunque ganen, ya perdieron su segundo Abril. De ahí en adelante, solo intentarán conservar el poder que les resta. Quiera Dios, por el bien de Venezuela, que eso no sea a cualquier precio.

4.VENEZUELA; LA SEGUNDA CAÍDA DEL MURO (25/4/13)

El muro de Berlín, representación simbólica del socialismo post-estalinista del siglo XX, fue derribado en 1989.El muro simbólico del por algunos desdichados ideólogos llamado “socialismo del siglo XXl”, mala copia de el del XX, también está comenzando a ser derribado en Venezuela. Derribado gracias a la altísima votación obtenida el 14. 04.2013 por la alternativa democrática representada en Henrique Capriles, nuevo líder de la nación. Igual que en la Alemania comunista, la oligarquía estatal venezolana -versión boliburguesa de las “nomenklaturas” de Europa del Este- busca subterfugios para conservar por lo menos parte de ese poder que ya comienza a caer en pedazos sobre sus cabezas. Tanto en la Alemania no democrática de ayer como en la Venezuela autocrática de hoy, el derrumbe del muro fue el resultado de números electorales escamoteados al pueblo ciudadano. De la misma manera, la caída de ambos muros antecede al fin de un sistema geopolítico internacional. En el caso venezolano pondrá término a ese micro-sistema que gira en torno

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al eje La Habana-Caracas del cual solo subsistirán algunos meteoritos de escasa significación política regional.El muro alemán fue símbolo de la división de una nación partida en dos, al igual que Venezuela. Porque mientras Alemania estaba dividida geográficamente en dos, Venezuela está dividida, no geográfica pero sí ideológicamente, también en dos. Por esa razón el muro venezolano, construido durante el periodo del presidente muerto, si bien no era de cemento, no por eso dejaba de ser un muro.No a través de las clases sociales, como nos quieren hacer creer los pregoneros del neo-stalinismo, sino entre los vecinos, en los barrios, en el trabajo, entre quienes fueron alguna vez amigos, incluso entre padres e hijos, estaba construido el muro venezolano. Un muro destinado a dar origen a una “sociedad perfecta” en la cual, como tan bien muestra “Bárbara”, el excelente filme de Christian Petzold, nadie confía nada en nadie.Al igual que el alemán, el muro venezolano tampoco comienza a ser derribado de un día a otro. Para ser exactos, el muro alemán fue primero traspasado y después derribado. El día 14. 04. 2013, día en que se celebraron elecciones cuyos más que dudosos resultados dan una minoría microscópica a Maduro, la multitud, antes de echar abajo el muro ideológico, ha comenzado también a traspasarlo. No pocos votos obtenidos por Capriles -dato importante- provienen del propio chavismo del mismo modo como en la ex RDA muchos honestos comunistas fueron a engrosar las filas disidentes, poco antes de la caída del muro.Maduro hoy, como Honecker ayer, intenta afincarse en una legalidad construida a la medida del régimen. Ambos confunden, por lo mismo, legalidad con legitimidad. Pero hay una diferencia. Mientras Honecker actuaba de acuerdo a la legalidad comunista y por lo mismo su cargo era legal aunque ilegítimo, Maduro antes de ser derrotado en las elecciones (derrotado políticamente) era ya, de acuerdo a la propia constitución de su país, un gobernante ilegal. Usurpador, le dicen en Venezuela. Ahora, si se hiciera elegir por resultados electorales tan inciertos como los que dio el CNE, será ilegal e ilegítimo a la vez. "Mientras tanto", como dice Capriles, Maduro arrastra consigo el peso de esa doble ilegitimidad, la de origen, y la adquirida a través del CNE. Más todavía: aunque si los números que dio el CNE fuesen ciertos –algo que nadie cree, quizás Maduro tampoco- haber reducido en diez puntos porcentuales el 14-A la votación

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obtenida por el difunto el 7-0, no sólo no es una hazaña, ni siquiera es una derrota; es –y eso cualquier chavista lo sabe - una catástrofe.Maduro tiene, sin embargo, una gran oportunidad política, y la historia se la está ofreciendo. La de conducir un muy riguroso y transparente proceso de revisión electoral y aceptar con dignidad el resultado final (favorable o no). La otra posibilidad es la de convertirse en la sombra de sí mismo, atrincherado junto a un grupo de cada vez menos adictos y, lo que sería una fatalidad, detrás de bayonetas sobre las cuales, como bien decía Tayllerand, "nadie puede sentarse".Maduro, como Honecker ayer, es un personaje trágico. Ambos fueron designados y no elegidos; ambos poseían una formación estrictamente burocrática; ambos crecieron ideológicamente detrás de un muro y, quizás por esa misma razón, ambos han sido sobrepasados por la historia.Pero Maduro puede elegir; todavía es tiempo. O se convierte en un presidente ilegítimo, cada vez más repudiado, o en un líder de un fuerte partido chavista de oposición, asegurando así su legítima presencia en el curso de la historia venezolana. Esa oportunidad no la tuvo Honecker. Maduro la tiene entre sus manos.En cualquier caso, pase lo que pase, ya hay algo claro: el chavismo no vino para quedarse.

5.MADURO, O EL DISCURSO DE LA MENTIRA (27/4/13)

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Al parecer no hay nadie que le diga que la razón principal por la cual pulverizó en pocos días la herencia electoral del presidente muerto, reside en que sus mentiras han sobrepasado el límite que las contenga. Porque nunca se ha visto en toda la historia de América Latina mentir tanto en tan pocos días como lo ha venido haciendo Nicolás Maduro desde que lo designaron sucesor, como si Venezuela fuera una satrapía hereditaria. 

Mentir, mentir que algo queda era la divisa de Goebbels. La de Maduro en cambio parece ser la de mentir, mentir, hasta que no quede nada.

Desde cuando viajaba a Cuba todos los días está mintiendo. Mintió cuando afirmó que el difunto estaba recuperándose de su enfermedad. Mintió con una firma tan impecable como chimba. Mintió cuando habló de una reunión de trabajo de cinco horas, no respetando siquiera el dolor de quien ya emitía sus últimos suspiros. Mintió al hacerse nombrar ilegalmente presidente de la república. Mintió cuando anunció que no iba a haber un "paquetazo" y a los pocos días hubo dos. Mintió grotescamente con la inoculación de cáncer por medio del "imperio". Mintió movilizando encuestas de manipulación pública, verdadera plaga venezolana. Mintió cuando anunció que Capriles, incapaz de competir con él, retiraría su candidatura. Mintió inventando desestabilizaciones, conspiraciones, atentados de mercenarios que provenían desde El Salvador y Colombia. Mintió siempre, sin presentar jamás prueba alguna. Mintió incluso a Capriles al aceptar el recuento voto a voto. Mintió y miente, como malo de la cabeza, como si estuviera enfermo de tanto mentir. Todos los días una mentira nueva. Por eso le dicen "mentira fresca". Willie Colon, cuanta razón.

No. No fueron fallas técnicas las que lo llevaron a la derrota política. Tampoco su mala oratoria, su falta de ideas, o sus alucinaciones avícolas; ni siquiera sus intentos desesperados por imitar a su padre político. Todos esos son errores pasables, incluso perdonables en alguien que hace sus primeras prácticas en la política pública.

No. La verdadera razón de su derrota es que a la gente no le gusta que le mientan tanto. “Miénteme” es sólo un bello bolero, pero aunque lo cantó la divina Olga Guillot, a nadie le hace "tu mentir feliz". 

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No. Aceptar mentiras como verdades es igual a ser tomado por idiotas, y eso no lo aceptan ni siquiera quienes habían sido incondicionales chavistas.

Como la mentira convertida en sistema termina destruyéndose a sí misma ha sido por lo demás corroborado de modo histórico. Recordemos solamente que si la Perestroika (Reestructuración) de Gorbachov logró imponerse, fue porque iba acompañada de Glasnost, palabra rusa que quiere decir transparencia. La verdad, nunca la mentira es transparente.

Detrás de cada mentira hay una verdad pero nunca hay una mentira detrás de una verdad. Esa es la razón lógica y no religiosa por la cual la verdad termina imponiéndose por sobre la mentira.

La verdad, por lo menos la verdad a escala humana, corresponde con la realidad gramática que nos rodea. Mentir, en cambio, es des-realizar la realidad por medio del lenguaje. Pero si la realidad es real y no irreal -hablo en sentido convencional y no lacaniano- tarde o temprano desarticulará a la gramática de la mentira, que es irreal y no real. Por lo mismo, como ocurrió con ese edificio de mentiras que era la antigua URSS, la verdad será alguna vez realizada. Por supuesto, no me refiero a las verdades ideológicas, que son simples opiniones, sino a las verdades de hecho.

Fue Hannah Arendt quien en su libro “Pasado y Presente” dilucidó el tema de la verdad y la mentira en la política de un modo casi genial. Decía Arendt, y con toda razón, que la política no es el campo de la verdad; y una de las razones por las que no lo es, es que en la política estamos obligados a emitir opiniones, las que al ser opiniones, no son siempre verdaderas (yo diría, en un tono más bajo, "ciertas"). Por eso mismo distinguía Arendt entre verdades de opinión y verdades de hecho. Las verdades de opinión pueden ser, por cierto, respetadas, pero no necesariamente aceptadas y esa es, por supuesto, la razón por la cual sin discusión no puede haber política.

Para poner un ejemplo: si alguien dice: "Cuba es un mar de la felicidad", es una opinión, y quien la emite tiene todo el derecho a hacerlo. Pero si alguien dice, "en Cuba no ha habido nunca perseguidos y presos políticos", esa es una mentira. Y bien, esa

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mentira no puede ser transformada en una opinión, porque simplemente es un hecho; una verdad de hecho.

Ahora, según Arendt, la intención criminal de las dictaduras reside en querer transformar las verdades de opinión en verdades de hecho, o lo que es igual, en la imposición de un orden según el cual las opiniones no se basan en hechos sino los hechos en opiniones.

De la misma manera, si Maduro dice "la oposición está formada por la oligarquía", es su opinión. Pero si dice, "los más de siete millones que votaron en contra mía son miembros de la oligarquía", es una mentira de hecho. O también: si él piensa que Capriles es violento, es su opinión. Pero si dice, Capriles ha llamado a la violencia, ha violado la ley y por eso debe ir preso, es una mentira de hecho. Solo así se explica por qué, igual que los dictadores, Maduro confunde sus opiniones, incluso sus deseos, con la verdad de los hechos. Por eso miente, miente sin parar.

¿No hay en su entorno alguien que le diga que con tanta mentira está cavando su propia tumba política? La historia del recuento de votos solicitada legalmente por Capriles es un caso ejemplar, uno que si no fuera tan candente podría ser utilizado como paradigmático en un seminario de politología.

La verdad, muchos creíamos que los resultados emitidos por la señora chavista Tibisay Lucena del CNE eran los correctos; quizás un par de números más o menos, pero en general correctos. Con mayor razón creímos eso, cuando en la noche del 14 de Abril, Maduro se manifestó públicamente dispuesto a que se llevara a cabo el legal recuento.

Pero cuando al día siguiente Maduro, rompiendo sus palabras, criminalizó a quienes solicitaban el recuento, olvidando que el propio presidente fenecido había tronado el año 2006 exigiendo un recuento de votos a favor de López Obrador en México (quien perdió por una diferencia de votos mayor a la que "perdió" Capriles) entonces, incluso quienes no creíamos en el fraude comenzamos a pensar que sí, que efectivamente hubo fraude y, por lo mismo, Maduro será un presidente ilegítimo. "El ilegítimo" le dicen ya en Venezuela

Mas aún; Maduro, con sus mentiras ha terminado por convencer a

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todo el mundo que ganó gracias a un fraude. ¿Qué es lo que se encuentra oculto en esas cajas repletas de votos? ¿Por qué no se atreve a revelarlo? ¿Qué es lo que se lo impide? ¿No quedarían todos contentos, sobre todo Maduro, si la verdad asomara en cifras aceptadas por todos?

Ahora, si Maduro no se atreve a permitir el recuento constitucionalmente garantizado de los votos, deberá recurrir no a la fuerza de la política sino a la política de la fuerza. No tiene otra alternativa. Solo así la legalidad gubernamental de Maduro será reconocida. Pero lo será del mismo modo como los cubanos están obligados a aceptar la legalidad de los Castro; o como los chilenos cuando fuimos obligados a reconocer la legalidad de Pinochet, para poder, de ese modo, destituirlo.

6.DOS LÍDERES DE LA POLÍTICA VENEZOLANA (1/5/13)

Continuidad y ruptura. Así transcurre la historia, pero no de modo alternado sino, reproduciendo a Trotski, de modo desigual y combinado, lo que en otras palabras significa que, aún en medio de las más profundas rupturas, el futuro mantiene un hilo de continuidad con el pasado de la misma manera que en los momentos más apacibles de continuidad suelen acumularse contradicciones que llevarán mas tarde a otros momentos de ruptura. Esa es la razón por la cual no pocas veces aquello que comienza como revolución termina convirtiéndose en contrarrevolución. Así ha sido, así es y así será.Para poner algunos ejemplos: Napoleón restauró la estructura de dominación monárquica en nombre de la revolución. Stalin restauró la estructura zarista en nombre del comunismo. Fidel Castro restauró las estructuras de las dictaduras militares latinoamericanas en nombre del socialismo. Mao restauró la dominación de los mandarines (el partido) en nombre de la

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revolución campesina, y Deng Xiaoping, comenzó a construir el capitalismo en nombre del maoísmo.Fue el mismo Marx quien señaló en su Manifiesto que la burguesía después de haber sido revolucionaria, había entrado a "su forma conservadora de vida". Los reaccionarios de hoy, quiso decir el darwinista Marx, han sido los revolucionarios del pasado; y es lógico y natural que así sea, pues todo lo nuevo será alguna vez viejo y, por lo mismo, históricamente obsoleto. Es la ley de la vida.Ahora bien, de los ejemplos nombrados podemos, entre otros, destacar tres hechos importantes:El primero es que la ideología que cubre cada periodo histórico no es coincidente con los procesos que objetivamente tienen lugar. Así por ejemplo, el jacobinismo fue la ideología de la modernización política de Francia y el socialismo la ideología de la revolución industrial en países económicamente atrasados como Rusia. En el caso latinoamericano, para no ir tan lejos, hay un episodio clásico que muestra de modo preciso la disociación que se da entre ideología y práctica en los procesos de transformación histórica. No, no me refiero todavía al chavismo. Me refiero al peronismo.La ideología de Perón, como casi todo el mundo lo sabe, era originariamente mussoliniana. Pero en lugar de ser construido un orden fascista como en Italia, tuvo lugar en Argentina la incorporación populista de los sindicatos obreros a posiciones de poder, en conjunto con la movilización de las grandes masas, en el marco de una industrialización pre-peronista, socialmente excluyente y políticamente oligarca. Ese ejemplo puede hacerse extensivo al tema del chavismo a partir de 1999.Chávez, como también es sabido, hizo uso y abuso de arcaicas ideologías socialistas, pero solo para cubrir un periodo en el cual se intentó integrar al juego del rentismo petrolero a sectores tradicionalmente excluidos. En cierto modo, mediante la restitución de ideologías obsoletas, fue llevada cabo durante Chávez la transición de la "política de grupos" a la "política de masas", transición que ya había tenido lugar en diversos países latinoamericanos, pero mucho tiempo atrás.El segundo hecho a destacar es que habiendo sido cumplida una determinada tarea histórica, tales regímenes entran en un inevitable proceso de descomposición, la que se manifiesta de modo moral (corrupción) e incluso de modo ideológico. En el caso

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venezolano por ejemplo, hoy vemos a quienes ayer fueron iracundos marxistas, referirse a Dios y a la Virgen con una devoción que cualquier franquista envidiaría. Una muestra entre tantas de como "la clase de estado" (Poulantzas) ha entrado a su forma no sólo conservadora, sino reaccionaria de vida. En ese sentido si Chávez representó el momento de la transformación social de Venezuela, Maduro, su hijo putativo, representa el momento de la descomposición reaccionaria del chavismo.El tercer hecho a destacar es que tanto el periodo que ya está terminando, como el que está comenzando, se expresan de modo personalista. El que está terminando, se expresó en la persona de Hugo Chávez Frías. El que está comenzando, se expresa y expresará en la persona de Henrique Capriles Radonski. Eso quiere decir que, si desde una perspectiva cronológica Maduro aparece como continuador de Chávez, desde una perspectiva política su continuador deberá ser CaprilesChávez y Capriles -no se necesita ser adivino para saberlo- serán considerados por los próximos historiadores como los dos más importantes líderes venezolanos de las primeras fases del siglo XXl. Razón por la cual vale la pena detenernos en el "punto de quiebre histórico" que está teniendo lugar con el descenso del chavismo y el ascenso del -así será quizás llamado- “caprilismo”.Veamos: Aceptando incluso la tesis -muy verificable- de que los avances sociales de la era Chávez fueron inferiores a los que tuvieron lugar en otros países de la región durante el mismo periodo, en Venezuela lo destacable fue la incorporación simbólica del “pueblo” al estado. Eso quiere decir que multitudes de pobres suburbanos y agrarios se vieron reflejados en el espejo del poder estatal. En Chávez, para decirlo en breve, los pobres veían a uno de ellos ejerciendo la presidencia. El chavismo fue –algún día habrá que discutir esa tesis- menos que socioeconómico, un fenómeno cultural e incluso psicológico.En Chile, Brasil, Perú, Colombia y otros países de la región en los cuales tuvieron lugar políticas sociales exitosas, los pobres lograron un mayor bienestar material que en Venezuela, de eso no cabe duda. Pero en Venezuela se sintieron simbólicamente representados en el poder, lo hubieran estado o no. Ese fue, a mi entender, el secreto del auge de Chávez.De esta manera, el primer paso que llevará a Venezuela a la modernidad, el de la incorporación del pueblo al poder simbólico, ya fue dado durante Chávez. El segundo paso, el de la conversión

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de esa masa social en ciudadanía política activa, deberá ser dado en el futuro próximo por Capriles. O dicho así: mientras Chávez fue el impulsor de la transformación social, Capriles deberá ser, más temprano que tarde, impulsor de la transformación democrática y política de la nación.Esas son las razones por la cuales afirmo que entre Chávez y Capriles, a pesar de todas las rupturas habidas y por haber, hay un hilo de continuidad histórica. Capriles al menos lo ha entendido así.Cuando en sus diferentes discursos Capriles se refirió a la conservación de las misiones, no jugaba al oportunismo electoral. Todo lo contrario; Capriles ha entendido, en contra de las capas más retrógradas del antichavismo, que la creación de un orden democrático pasa por la incorporación social y simbólica de los más pobres y no por su exclusión. Eso no quiere decir -entiéndase bien- que la continuidad histórica que se da entre Chávez y Capriles anula las diferencias entre ambos líderes. Estamos hablando aquí -por si alguien no lo ha captado- de una continuidad en la diferencia.La diferencia entre el momento histórico de Chávez y el que dirigirá Capriles explica a su vez las notables disimilitudes políticas y personales que se dan entre ambos líderes. Capriles, por ejemplo, no es un líder mesiánico ni mucho menos un caudillo militar, como lo fue Chávez. Pero sí es un líder político y democrático como no lo fue Chávez. Cada momento escoge a sus nombres y no los nombres a su momento.El precio de la transformación social chavista ha sido por cierto enorme. No me refiero sólo a la debacle económica que ya se anuncia con sus terribles secuelas inflacionarias y escasez de productos básicos. Me refiero antes que nada a la erosión de las instituciones públicas, a la degradación de la moral ciudadana, a la militarización de la política, y no por último, a la subordinación ideológica del estado venezolano a la dictadura militar cubana.Debido a esas razones, el agotamiento definitivo del chavismo ya estaba anunciado durante Chávez. De modo que nadie faltará al respeto si afirma que Chávez murió justo a tiempo para preservar su imagen redentora. Hasta en ese punto demostró habilidad. Si hubiera muerto un tiempo después, habría tenido que comandar no su muerte sino la del régimen chavista, tarea que endosó a Maduro. Maduro, desde esa perspectiva, es el administrador de un “mientras tanto”, el de la agonía del gobierno chavista.

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7.¿PUEDE UN GOBIERNO REVOLUCIONARIO ROBAR ELECCIONES? (3/5/13)¿Puede un gobierno que se dice revolucionario robar elecciones con absoluta impunidad?Aclaremos: No sólo los que se denominan revolucionarios, muchos otros gobiernos han intentado alterar el curso de elecciones, falsificar votos, cambiar cifras, desconocer resultados. Sobre ese tema hay una larga historia.El ser humano es de por sí trasgresor, aducía Lacan, y si no fuera por las leyes, la policía, las religiones y la moral establecida, muchos darían curso libre a sus pasiones anti-sociales y convertirían la vida colectiva en un infierno. En ese sentido la diferencia entre un gobierno revolucionario y uno que no lo es, es otra. Mientras un gobierno común y corriente puede robar elecciones obedeciendo al impulso de conservar el poder, un gobierno revolucionario roba elecciones de acuerdo a lo que un revolucionario imagina es (o debe ser) un orden superior al que establecen las leyes y la moral pública. Se trata en este caso de un orden que se encuentra situado en el más allá terrenal, en la tierra prometida que toda revolución ofrece, en ese lugar metafísico en donde la utopía revolucionaria se convertirá en dichosa realidad. Entonces, la diferencia es que cuando un gobierno común y corriente roba elecciones, sabe que delinque. Pero cuando un gobierno revolucionario hace lo mismo, cree no delinquir. Todo lo contrario: imagina cumplir un deber asignado por la historia: salvar a la revolución de sus enemigos mortales. El revolucionario, por supuesto, no puede robar como ciudadano común, pero si lo hace en nombre de la revolución, lo hará con la conciencia limpia. Al fin y al cabo un revolucionario sólo acepta

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comparecer frente al tribunal de la historia y "la historia me absolverá", dijo Fidel CastroSi roba las elecciones en un país, un gobierno revolucionario delinque sólo frente a una ley que es propia a un orden de vida inferior al que él aspira. ¿Por qué vamos a desviar el curso de la historia compañeros? ¿Por unas elecciones fortuitas que emanan de las leyes de una burguesía a la que despreciamos? ¿Vamos a entregar el poder a las oligarquías fascistas sólo porque las masas equivocaron provisoriamente el camino?No compañeros, nosotros no somos esclavos de la justicia burguesa y mucho menos de sus mezquinas convenciones. Si vamos a las elecciones es por razones tácticas. Nuestra estrategia en cambio, lleva al socialismo, el futuro de la humanidad. ¿Vamos acaso a poner en juego nuestra estrategia por la mala aplicación de una táctica burguesa en un momento determinado? No compañeros, el futuro es nuestro. Es por eso que, como dijo una vez Fidel Castro, en la ciudad de Concepción, Chile: "cuando la revolución toma el poder, ese poder no se entrega jamás".Lo que a un ser humano común y corriente no le está permitido, le está permitido a un revolucionario, piensa un revolucionario. Pues el revolucionario pertenece a la escala más alta del desarrollo de la humanidad, así lo dijo Che Guevara. Eso significa que a un revolucionario no sólo le está permitido robar, también le está permitido matar en nombre de la revolución. El mismo Che Guevara lo escribió así, y con toda su crudeza: "Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve; a su casa, a sus lugares de diversión, hacerla total (.....) Eso significa una guerra larga; y lo repetimos una vez más, una guerra cruel".  Y bien, si a un revolucionario -según el icono de la revolución- le está permitido asesinar a sus enemigos en sus casas y en sus lugares de diversión, robar una elección no pasaría de ser un accidente, un pecado venial en medio de la guerra total que libra cada revolucionario en contra del "enemigo de clase".  Por cierto, no me refiero a quienes hemos participado en una u otra revolución, con resultados negativos o positivos. El torbellino de la historia, según Walter Benjamin, puede arrastrarnos hacia riberas ignotas. No. Me refiero a quienes han hecho de su condición revolucionaria una profesión de fe, una suerte de segunda naturaleza, un modo- de -ser -en -el mundo. Me refiero, en fin, a aquellos que han delegado su Yo a un Sobre-Yo

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(categoría freudiana) y en este caso, a un Sobre-Yo ideológico que los controla y domina en todas las circunstancias de la vida. No hay revolucionario sin ideología revolucionaria y no hay ideología revolucionaria sin el sometimiento del Yo racional de cada uno a las determinaciones que provienen de una moral imaginariamente superior integrada en el aparato de un Sobre-Yo ideológico. Ese Sobre-Yo succiona y aprisiona a las capacidades racionales del Yo, que son, entre otras, las del pensar. Ahora bien, el problema más grave ocurre no tanto cuando el Yo es sometido a un hipertrofiado Sobre-Yo (situación que bien podría llevar y ha llevado a la santidad) sino cuando tiene lugar esa alianza maligna entre las pulsiones afectivas, agresivas y pasionales que cada uno porta consigo (el “Ello” de Freud), con el Sobre-Yo moral e ideológico. En este caso se produce la fusión entre el deseo de delinquir (agredir, transgredir) y los "ideales superiores" o, lo que es lo mismo, el deseo de delinquir adquiere -como en James Bond- licencia ideológica o moral. Producida esta situación es difícil distinguir entre un revolucionario que se convierte en criminal de un criminal que se convierte en revolucionario.Dicho a modo de ejemplo: un asesino en serie puede llegar a ser un héroe en una guerra ya que no sólo se dará el gusto de matar por matar, sino, además, matará en nombre de la patria. Así se explica por qué los criminales más grandes se sienten redimidos cuando actúan en nombre de una “razón superior”. Aún permanecen en el recuerdo, entre otras aberraciones de la historia reciente, imágenes de tropas serbias que usando el falo como arma de guerra, realizaban violaciones en masa en la región del Kosovo, llevando a cabo "limpiezas étnicas" en nombre de la revolución de Milosevic. Sin embargo, ¿no eran esos degenerados, herederos directos del sadismo de Robespierre quien hacía cubrir las calles de París con las cabezas sangrantes de sus enemigos? ¿De los millones de asesinados por “razones superiores” bajo Stalin, Mao, Pol-Pot y otros santones de la hagiografía socialista mundial? Efectivamente, si en nombre de la revolución han sido cometidos crímenes innombrables, robar elecciones, reitero, resulta casi una banalidad, algo que se entiende de por sí. Lo anormal sería entonces que un gobierno que se dice revolucionario no robara (falsificara, adulterara) las elecciones en caso de perderlas. 

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Por supuesto, el lector adivina que estoy escribiendo a propósito de la posibilidad cada vez más evidente de que en Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro ha cometido después de las elecciones presidenciales del 14 de Abril de 2013, uno de los desfalcos electorales más impresionantes de nuestro tiempo. Indicios hay más que demasiados, sólo falta "por ahora", la prueba final. La sospecha resulta más grande si se tiene en cuenta, además, las condiciones subjetivas que habrían eventualmente llevado a los jefes chavistas a robar las elecciones. Esas condiciones estaban determinadas antes que nada por la designación profética de la presidencia de Nicolás Maduro de acuerdo al testamento político del presidente muerto.¿No habría significado el reconocimiento de la debacle electoral una negación a la infabilidad de “nuestro Comandante”, el Mesías? ¿No habría sido faltar a la honra del amado caudillo, ser desalojados del poder inmediatamente después de su muerte? ¿Cómo continuar la mitología de quien según el imaginario chavista había entregado hasta la última gota de su vida por la revolución socialista, con una derrota electoral que mancillaría para siempre su memoria? No, los jefes del chavismo no podían permitirse una derrota electoral. Luego, si ella no podía ser evitada durante las elecciones, debía serlo, al menos, después de ellas. Desde el punto de vista penal robar elecciones al pueblo es un crimen horrendo. Desde el punto de vista moral es un signo de absoluta corrupción. Desde el punto de vista religioso es un hecho demoníaco. Desde el punto de vista psicoanalítico es el reflejo de una desviación patológica del más alto grado. Desde el punto de vista clínico es una locura desatada. Sólo desde el punto de vista revolucionario, y en el caso venezolano, necro-revolucionario, el robo de una elección aparecería como un acto legítimo y permisible.Contra ese tipo de perversión múltiple deberá lidiar el pueblo de Henrique Capriles Radonski. Quizás esa es la razón por la cual Henrique dijo: "nuestra lucha es espiritual".

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8.DEL “NO” CHILENO AL “NO” VENEZOLANO (3/6/13)En la ciudad donde yo vivo, con excepción de la lluvia y el frío que nunca se van, todo llega, pero todo llega tarde. En la ciudad donde yo vivo hay solo dos salas de cine y las grandes películas no permanecen más de tres o cuatro días en cartelera. En la ciudad donde yo vivo hay pocos habitantes y si uno va al cine encuentra caras conocidas, ávidas de platicar. En la ciudad donde yo vivo, no sé por qué, hay muchos cafés, de modo que cada filme suele prolongarse en una larga conversación. Bajo esas condiciones inapelables vi, en la ciudad donde yo vivo, la película chilena NO (2012).Uno de mis interlocutores esgrimió argumentos sólidos al calor del café. Dejando de lado la excelente ambientación, la brillante actuación de Gael García y la tensión narrativa que recuerda a las mejores escenas de las películas de Costa Gavras, la película NO de Pablo Larraín  -así dijo mi interlocutor- no deja de ser problemática desde el punto de vista político. Según su opinión el filme entrega la impresión de que la opción del NO se impuso gracias a una propaganda que supo incluir atributos del marketing moderno propios al modelo "neoliberal", como si el NO hubiese sido un producto destinado al consumo, una especie de Coca Cola política. Un NO fílmico que dejó de lado una larga historia de resistencia, obviando el significado de tantos actores políticos que cayeron en el camino. Yo contesté que esa no era mi opinión. Afirmé por el contrario que en una contienda política la propaganda debe reflejar no sólo el pasado, sino, además, un deseo de futuro, esto es, un SÍ El mismo personaje central, el talentoso publicista René Saavedra, un chileno que como tantos regresaba del exilio, vivió un proceso de aprendizaje durante el periodo plebiscitario. En un comienzo, es cierto, su gestión en la franja publicitaria fue meramente técnica, pero ya al final, el mensaje del NO era político cien por ciento. Eso quiere decir que el NO a la dictadura supo presentar un SÍ que surgió del NO: una afirmación surgida de una rotunda negación. En cierto modo René, invirtiendo los términos, transformó el NO a una dictadura que representaba el SÍ de la muerte, en un SÍ de la

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vida. En cambio, la propaganda  de la dictadura levantó la alternativa del SÍ como un simple NO al pasado pero sin dibujar ningún SÍ hacia el futuro.  Agregué, a modo de ejemplo, que también la lucha democrática en la RDA de 1989 había comenzado con un SÍ surgido de un rotundo NO. "Nosotros somos el pueblo", es decir la afirmación, el SÍ, significaba que los "otros", los post-estalinistas en el poder, NO eran el pueblo. El "nosotros democrático" surgió de un NO a esa siniestra pandilla guarecida detrás del oprobioso muro. El NO del Chile de 1988 significaba también un SÍ a un mundo donde no serás perseguido por tener una opinión, donde podrás salir a la calle sin temor a ser agredido, donde verás crecer a tus hijos en paz y libertad. Porque en la política, un verdadero NO debe contener un SI, de otra manera no es político. Y ese fue, según mi opinión, el mérito de la propaganda del NO chileno.Recuerdo que después de esa discusión de café, alguien me preguntó por ejemplos parecidos y yo respondí que en Uruguay también hubo, durante 1980, un plebiscito ganado en contra de una reforma constitucional promovida por la dictadura, hecho considerado como punto de partida para la democratización que tendría lugar en 1985. Ese ejemplo sirvió a los partidarios del NO chileno para demostrar que bajo determinadas condiciones una dictadura puede ser derrotada mediante elecciones. Como es sabido, el Partido Comunista chileno se opuso a esa tesis y no participó en la campaña por el NO.No obstante, después de la discusión, y ya en mi casa, al observar algunos videos de los acontecimientos que dieron lugar al formidable NO que propinó la candidatura de Capriles al continuismo autocrático representado por Maduro, me di cuenta que el caso venezolano se parece más al ya legendario NO chileno que al uruguayo. Afirmación que me obligará a realizar tres aclaraciones.La primera es que no estoy comparando aquí a la dictadura de Pinochet -en su alto grado de crueldad sólo comparable a la de Videla y a la de los Castro- con el gobierno de Maduro, el cual todavía conserva algunos jirones de democracia, a pesar de las mentiras sin límites que emite el ilegítimo presidente y de la incontenible violencia que destila su segundo de abordo, Diosdado Cabello. 

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No obstante, es necesario recordar que a la hora del plebiscito, muchos chilenos, entre ellos casi toda la clase política, ya habían, como el propio René, regresado al país. Chile vivía, hacia fines de los ochenta, un clima más de tensión que de terror. Y bien, este es el caso de la Venezuela de hoy, donde el Parlamento es violentado, donde hay presos políticos, amenazas, extorsiones, persecuciones; donde la legítima oposición es insultada día a día, y por cierto, donde el gobierno no goza de aprobación mayoritaria. La segunda observación tiene que ver con el hecho que el de Pinochet fue un plebiscito y no una elección como la venezolana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en Venezuela, desde que llegó el chavismo al poder, al ser dividido el país en dos bloques irreconciliables, todas las elecciones han tenido un carácter plebiscitario. La tercera observación deriva de que para sus partidarios, Maduro ganó las elecciones, aunque solo hubiera sido por un uno coma y tanto. Bien, supongamos por un momento que eso sea cierto (algo que el autor de estas líneas llegó a creer antes de que fuera desmentido por la señora Tibisay Lucena del CNE). Más aún, supongamos que en Venezuela no hubo intimidación a los sectores públicos, ni votación asistida, ni adulteración de cédulas, ni monopolización de los medios, ni cadenas televisivas, ni amenazas, ni acarreos, ni votos de “ciudadanos muertos”, es decir, supongamos lo que evidentemente nunca sucedió. Pues bien, aún así, la magra ventaja obtenida por Maduro fue un decisivo NO, un NO no sólo a su persona, sino a su régimen, y sobre todo a su proyecto. Porque ese resultado, aún si fuera el correcto (y no lo es) fue un NO a la revolución chavista.  Me explico: Para cualquier gobierno normal, ganar por un voto basta. Pero si ese gobierno no solo quiere gobernar sino, además, como dice Maduro, realizar una revolución, ganar por un puñado de votos es más que una derrota descomunal. En ese sentido hasta el más tonto de los chavistas debe darse cuenta que con más de la mitad de la población en contra ninguna revolución será posible. El proyecto chavista, aunque no el gobierno, ha llegado entonces a su fin. Visto así, Maduro solo tiene dos alternativas. La primera, transformar el suyo en un gobierno normal y lograr una salida a "la italiana", es decir, mediante concesiones a la oposición, conformar un gobierno tolerado. De más está imaginar

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que las fracciones duras del chavismo nunca aceptarán una salida de ese tipo. Esa sería para ellos una traición al legado del presidente muerto.La segunda alternativa es la de transformar al gobierno en una dictadura militar con fachada civil. Ciertos personajes conspirativos, entre ellos Cabello, quien se encuentra en estos momentos destruyendo al Parlamento, apuestan evidentemente a esa posibilidad.Lo más probable entonces es que Maduro intentará la segunda alternativa antes de rendirse a la primera. De este modo Maduro se expone a ser nuevamente "noneado". Ya lo está siendo. Hasta las encuestas gobierneras destacan que su popularidad va en caída franca, al mismo tiempo que el liderazgo de Capriles, junto a su NO, crece y crece. No nos engañemos: En Venezuela se vive hoy una "situación de doble poder" de acuerdo a la cual, como decía Lenin en 1905, el poder descendente ya no puede gobernar y el ascendente todavía no puede. Esa era, para el sagaz revolucionario, la prueba de la crisis final del zarismo. Esa es también, en Venezuela, la prueba de la crisis final del chavismo. Bajo tales condiciones lo más probable es que Maduro no pasará a la historia como el sucesor de Chávez sino como su simple sepulturero. Pero quizás la diferencia más ostensible entre el fin de la era de Pinochet y el comienzo de la de Maduro es que mientras el primero terminó "noneado", el segundo ha comenzado así. Creo que este es un caso inédito en la historia política mundial. Todos los gobiernos, hasta los peores, han comenzado su mandato con una luna de miel, recogiendo esperanzas, desplegando optimismo, aclamados hasta por quienes votaron en contra, en fin, envueltos en la aureola radiante de un inmenso SÍ. El de Maduro en cambio, es un gobierno sin SÍ y sin NO. No tiene proyecto, destino ni programa.Analizando las grandes concentraciones populares que acompañaron la épica candidatura de Capriles, se observa todo lo contrario. Demostraciones masivas, con mucha juventud, muchas mujeres, muchos colores, mucho pueblo, salsa, humor e incluso arte. Eso contrastando con las rituales evocaciones al pasado de las demostraciones a favor de Maduro, donde todo era uniforme rojo, música repetitiva, hosquedad e incluso odio. Capriles logró, efectivamente, aparecer como el representante de un NO y de un Sí al mismo tiempo.

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El Sí a Capriles fue un sí a la división republicana de los tres poderes públicos, no al personalismo. SÍ al futuro viviente, no al pasado mortuorio. Sí a la civilidad, no al militarismo. Sí a la paz, no a la violencia. Sí a la verdad, no a la mentira. Sí al mantenimiento de relaciones diplomáticas con todas las naciones civilizadas del mundo, no a la  "alianza estratégica" con una malvada dictadura militar. De acuerdo a la clásica dialéctica hegeliana, el SÍ (tesis) precede al NO (antítesis) lo que dará origen a la negación de la negación (síntesis). De acuerdo a la psicología freudiana, en cambio, el NO precede en cada ser humano al SÍ.En política, al contrario de lo que afirman los dos grandes sabios, el NO y el SÍ han de conformar una indisoluble unidad. Un NO sin SÍ en política es simple nihilismo. Un SÍ sin NO es servilismo. Eso quiere decir que entre el NO político del Chile de 1988 y el NO político que propinó el pueblo venezolano a Maduro en el 2013, hay más que una relación semántica. En ambas negaciones -esa es la idea- yace latente el deseo de un nuevo comienzo. O también, el deseo de leer un nuevo capítulo de esa novela cuyo final nadie conoce ni nadie debe conocer

9.EN VENEZUELA ESTÁ NACIENDO UNA REBELIÓN DEMOCRÁTICA (8/5/13)Con la sensibilidad que tienen los grandes escritores, algunas veces los analistas, y casi nunca los políticos, al escribir un artículo bajo el título "La larga muerte del chavismo", detectó Mario Vargas Llosa el momento por el cual atraviesa Venezuela. Como sucede con las bestias, aduce Vargas Llosa, la agonía de

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un régimen se caracteriza por agresiones furiosas. Son las que precisamente ha venido mostrando Nicolás Maduro desde que asumió su impugnada presidencia.En cualquier país cuando un gobierno es elegido con magra mayoría, éste busca asegurar su estabilidad abriéndose al dialogo. Pero el gobierno de Maduro no es normal. La propia autodefinición del régimen como revolucionario lleva al presidente ungido a concebir la política como una suerte de "estado de excepción en permanencia". Gobernar, en ese marco, es secundario: lo principal es la conquista o por lo menos, la conservación del poder. Pero aún así. Si como demócrata Maduro ha mostrado deficiencias, como revolucionario es simplemente una catástrofe.Todos los grandes revolucionarios antes de lanzar una ofensiva, acumulan fuerzas, conquistan a la mayoría, aseguran su legitimidad, y solo después, asaltan el poder. Así ocurrió con Lenin ("un paso atrás dos pasos adelante") Mao y el mismo Castro. Maduro en cambio, con destacamentos políticos diezmados, sin legitimación y sobre todo, sin ideas, ha lanzado una ofensiva final intentando realizar con la fuerza lo que no pudo alcanzar con votos. Razón de más para pensar que lo que está buscando no es una revolución sino algo distinto. Digámoslo abiertamente: todo parece indicar que Maduro se encamina a crear condiciones para un lento golpe de Estado cuyo objetivo es asegurar su permanencia y la de su grupo en el poder. Esa es la razón por la cual el gobierno de Maduro da muestras de prematura descomposición. Nació descompuesto y por lo mismo utiliza un lenguaje descompuesto. No me refiero a la incongruencia sintáxica, ni a la mitomanía necrológica, ni siquiera a la indecencia verbal heredada del presidente que murió. Es que el hombre no habla, simplemente vocifera. Y por si fuera poco, mintiendo y mintiendo da muestras de incontenible pánico. Todos los días alguien lo quiere asesinar, ve complots hasta debajo de su cama y por supuesto, nunca entrega  prueba de nada. ¿Paranoia? ¿O hay detrás un cálculo orientado a destruir la vida política y reemplazarla por una sociedad en estado de sitio?  Hay indicios. Diosdado,  "hermano menor" de Maduro, ya intentó al menos destruir a la Asamblea Nacional, es decir, dar un golpe de Estado dentro del Estado. 

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Muy cuartelero será Cabello, pero seguramente sabe que impedir hablar a la oposición en un parlamento es lo mismo que impedir a los fieles rezar en una iglesia. Y pese a ser un dechado de la antipolítica, Cabello también debe saber que el parlamento no es el lugar para que los salvajes den curso libre a sus instintos. Del mismo modo, muy demagogo será Maduro, pero cuando llama al "parlamento de calle" debe saber que desde los romanos, en toda nación civilizada la calle ha sido el lugar del tránsito, del mercado, de las demostraciones y del paseo, pero no del parlamento que es el lugar donde nacen las leyes. También debe saber, al arrastrar a los militares a las calles bajo pretexto de combatir la delincuencia, que sólo en los países que han sufrido golpes de Estado las calles se llenan de militares asumiendo tareas que deben ser asignadas a la policía. La verdad, si uno analiza lo que sucede en la Venezuela de Maduro, lo ocurrido en la Honduras de Zelaya y en el Paraguay de Lugo, fueron tímidos "golpecitos". La gran diferencia es que mientras en estos dos últimos casos el parlamento terminó "golpeando" al gobierno, en el caso  Maduro, el gobierno comenzó "golpeando" al parlamento. En el contexto mencionado Vargas Llosa piensa que el chavismo ha llegado a su momento terminal. Cierto o no, hay que coincidir en que el chavismo, como toda unidad orgánica, está sujeto a un proceso de desarrollo que avanza desde su nacimiento a su fin. Ahora, en el curso de ese proceso, el chavismo ha recorrido ya por lo menos tres fases. Así, podemos hablar del chavismo como movimiento social, del chavismo como ejercicio autocrático de gobierno y del chavismo como Estado. De acuerdo a la primera fase, Chávez llegó al gobierno como líder de un enorme movimiento social con fuerte presencia de sectores subalternos no representados simbólicamente es las esferas del poder. En su segunda fase, convertido el chavismo en gobierno, tuvo lugar vía misiones y concejos comunales una estatización paulatina del movimiento social originario. Preocupación  central de Chávez fue mantener vivo el vínculo entre la instancia movimientista con la estatal. El mismo Chávez actuaba como líder social y como representación del Estado al mismo tiempo. Bajo esas condiciones su figura adquirió una autonomía casi absoluta. Mas todavía. Si Chávez frente a la nación actuaba como autócrata, al interior del chavismo fue un dictador. La palabra de

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Chávez, por más disparatada que hubiera sido era, quizás todavía es, para el PSUV, la Ley. Chávez estaba según sus seguidores no en contra sino por sobre la Ley. En una tercera fase, y en el marco determinado por la anomalía política descrita, los seguidores inmediatos del líder lograron constituir una cúpula desde la cual tejieron una larga relación de poderes verticalizados, todos convergentes con la cima estatal donde actuaba el caudillo. Nació así una suerte de "nomenklatura" a la venezolana, oligarquía estatal que se prolongó hasta en los rincones más lejanos del territorio.  El poder del chavismo llegó así a ser social, económico, político y militar. Social, porque mantenía atadas al Estado las organizaciones sociales creadas por el propio régimen. Económico, porque mediante el control de la renta petrolera el gobierno se convirtió en el capitalista más poderoso de la nación. Política, porque en su forma de Estado, el chavismo secuestró  a todos los poderes públicos. Y militar, porque Chávez mediante prebendas y  presiones, logró convertir a las fuerzas armadas en una instancia pretoriana ligada a su persona y no a la Constitución. Y bien, todo ese orden, como si fuera un sistema solar, giraba en torno a un sol. El sol era Chávez.Después de la muerte de Chávez, para proseguir con el símil, los diversos planetas continuaron existiendo, pero sin eje de rotación.Esa es la razón por la cual Maduro al no ser un líder social tiene serios problemas para ejercer como autócrata político, o si se quiere, es un autócrata sin fuerza social. De ahí su descontrol, su desesperación, su aparente locura. Ya en las elecciones del 14.04 quedó demostrado que el capital político acumulado por Chávez al ser monopólico no era traspasable. Transcurridos pocos días de gobierno, Maduro no se encuentra ni se encontrará en condiciones de recuperar el poder social perdido. Como autócrata nunca será un mediador entre movimiento social y Estado como fue Chávez. Por consiguiente, no es errado suponer que el carácter represivo del chavismo crecerá en la misma proporción en que decrece su carácter movimientista. De este modo -es lo que captó la fina intuición de Vargas Llosa- el destino de Maduro está sellado. No pasará a la historia ni como revolucionario ni como líder. Todo lo contrario, a Maduro le está reservado el rol de sepulturero del chavismo. Si será, además, el

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primer dictador post-chavista, nadie lo puede saber, ni siquiera el mismo. No obstante, y a pesar de todo, una buena noticia ha llegado a Venezuela. La muerte del chavismo no arrastrará consigo a la nación, ni tampoco surgirá un estado de descomposición social y política (lo que los expertos llaman "anomia") Pues, paralelamente al descenso del chavismo, asciende en Venezuela una alternativa que trasciende a la oposición y a su propio líder, Capriles. Me refiero a la emergencia de una rebelión política, constitucionalista, pacífica, social  y nacional a la vez.La rebelión democrática de Venezuela comenzó a tomar forma durante el proceso electoral que culminó con la precaria y dudosa victoria de Maduro. Porque justo en los momentos que siguieron a los masivos funerales, cuando nadie daba un centavo por la oposición, cuando  todas las encuestas daban por ganador absoluto al "hijo de su padre", Capriles, en uno de esos momentos épicos de sintonía y conexión que milagrean a través de la historia, se convirtió no sólo en candidato sino en impulsor de un tsunami democrático y popular. Junto con el muy cuestionado triunfo del candidato chavista, ha nacido un movimiento social en su magnitud muy similar al que llevó a Chávez al poder. Ese movimiento, electoral en sus orígenes, ha pasado a transformarse después de la negativa del CNE a destapar el fraude y de las agresiones cometidas por el gobierno en contra de opositores, en una ola de indignación que recorre a la nación entera. Todos los signos lo indican: ha nacido en Venezuela una rebelión democrática.Sin embargo, a diferencia de las grandes rebeliones históricas que ponen en juego el orden institucional de una nación, la que ha nacido en Venezuela plantea la defensa de las instituciones públicas avasalladas desde el Estado. Es por eso que el que dirige Capriles es un movimiento, antes que nada, constitucionalista. La disidencia y la oposición venezolana no exige, como el chavismo, un nuevo orden mundial. Exige sí que se respete el orden político nacional. Ese es el motivo por el cual la MUD y Capriles, a despecho de unos pocos  exaltados, han exigido a los suyos el más irrestricto respeto a las vías constitucionales y legales. ¿Cuál es el sentido de que Capriles recurra al CNE y después al Tribunal Superior de Justicia si todo el mundo sabe que ambas

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son instituciones controladas por el chavismo? Esa, esa es precisamente la razón. Al exigir Capriles al CNE que realice auditorías correctas, la oposición no desconoce, por el contrario, reconoce a la institución. El CNE en cambio, al seguir orden de gobierno y negar las auditorías, se desconoce a sí mismo como instancia constitucional. Lo mismo puede ocurrir al TSJ a cuyos magistrados Capriles les tiende la mano, brindándoles incluso la oportunidad para que de una vez por todas se reivindiquen frente a la nación. Los jueces podrán aceptar esa mano o no. Pero si no lo hacen, Capriles tendrá a su lado no sólo la legitimidad, sino, además, la legalidad. Y a una rebelión mayoritaria, legítima y legal a la vez, nunca la ha parado nadie.Precisamente el carácter constitucionalista de la rebelión democrática indica por qué Capriles y la MUD han renunciado enfáticamente al ejercicio de la violencia. Ellos saben que en un clima de violencia, un gobierno como el de Maduro, apoyado en la legitimidad de las armas pero no en las armas de la legitimidad, sólo puede obtener ventajas. Quizás eso explica la incontenible violencia verbal y fáctica que caracteriza a Maduro y a Cabello. Por lo demás, todo el país lo sabe: no es la oposición la que anda golpeando en las puertas de los cuarteles, sino el mismo gobierno.La rebelión democrática venezolana, al haber elegido la vía de la no violencia, no es un caso aislado. Por el contrario, se inscribe en una tradición de rebeliones triunfantes realizadas por medios pacíficos desde fines del siglo XX hasta nuestros días. Las rebeliones que pusieron fin al comunismo soviético en la URSS y Europa del Este, con la excepción de Rumania, tuvieron todas un carácter pacífico. Las rebeliones antidictatoriales que tuvieron lugar en Argentina, en Chile y en el Uruguay, fueron, como hoy ocurre con la venezolana, pacíficas y constitucionalistas. Incluso las dos rebeliones más exitosas de la "primavera árabe", la tunecina y la egipcia, fueron gestadas en el marco de una oposición predominantemente pacífica. Gadafi en Libia convirtió, en cambio, la rebelión pacífica en guerra civil; y la perdió. Assad hizo lo mismo en Siria y también, tarde o temprano, la perderá.La violencia es el recurso de los que no tienen o han perdido el poder político. Quien tiene el poder escribió Hannah Arendt, no precisa de la violencia. El poder político a la vez, contiene otros tres poderes. El de la mayoría, el de la legitimidad y el de la

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legalidad. Esos tres poderes ya se encuentran en las manos de la oposición venezolana. Chávez, preciso es decirlo, no dejó ningún testamento.Adelaida, la hija del Che, no sé si tiene otro mérito, declaró que el venezolano es un pueblo ignorante, aún no preparado cultural y políticamente para asumir el inmenso legado de Chávez. Al leer tamaño disparate no pude sino recordar al gran Bertold Brecht. Cuando la dictadura comunista de la RDA, después de los luctuosos sucesos que dejó detrás de sí la rebelión popular del 17 de junio de 1953, distribuyó volantes en los que se decía que el gobierno había perdido la confianza en el pueblo, Brecht entonces escribió “¿no sería en ese caso más conveniente que el gobierno disolviera al pueblo y eligiera a otro?"Raúl, Nicolás y Diosdado van a tener también que buscarse otro pueblo. El venezolano les salió muy bravo, demasiado arrecho. 

10.LO NACIONAL Y LO INTERNACIONAL EN LA POLÍTICA (20/5/13)

Las imágenes son de una película italiana cuyo título no recuerdo. En un edificio los vecinos escuchaban durante las noches terribles golpizas que un marido propinaba a su esposa. Pero al día siguiente la pareja aparecía sonriendo, saludando a todo el mundo, como si no hubiera pasado nada. En la noche volvía el infierno. Golpes, gritos, muebles despedazados. Un día la mujer apareció con un ojo ennegrecido, imagen que me hizo recordar el bello rostro de la diputada venezolana María Corina Machado golpeada alevosamente frente a la sonrisa de Diosdado Cabello.

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Los vecinos, volviendo al filme italiano, movían la cabeza, pero nadie dijo nada. Hasta que una noche apareció la ambulancia para llevarse a la mujer, probablemente muerta. Los vecinos apiñados en la calle se miraban entre sí, perplejos, mientras la ambulancia desaparecía en lontananza. The End.Las imágenes las recordé cuando María Corina manifestó en una entrevista sentirse traicionada por los gobiernos democráticos de América Latina, los que a sabiendas de lo sucedido en la Asamblea Nacional durante la encerrona, deben haber movido la cabeza como los vecinos en la película italiana, pero sin decir nada. Comprendo la tristeza de María Corina. Es la misma que uno siente cuando escucha a Maduro tratar de fascista a quien se le ocurre. O la que emerge cuando el CNE niega el conteo honesto de los votos. Es el dolor de una ciudadanía desprotegida frente a un “estado mafioso” (Moisés Naím). Hay que tener coraje para resistir tanta injusticia, tanta maldad.Como en el caso de la película italiana, los gobiernos que cometen inequidades se presentan hacia el exterior exhibiendo poses democráticas. Sin embargo, no siempre lo logran. De uno u otro modo el vecindario se da cuenta de lo que ocurre en el departamento. Pero, como en la película, nadie dice nada. Son las formas, son las malditas formas.Ninguna nación quiere enredarse en problemas ajenos si es que no le atañen. Son tantos los ejemplos y tan pocas las excepciones que nadie se equivoca si afirma que los derechos humanos cuentan sólo cuando conectan con temas de interés estatal. Tal vez es así: la política internacional es siempre nacional.Para poner un ejemplo, la "nueva amistad" entre Colombia y Venezuela se debe a que Chávez retiró su ayuda a las FARC. Si lo hubiera hecho durante Uribe, Chávez y Uribe habrían sido dos “nuevos amigos”. O  un ejemplo inverso: cuando los países del ALBA lideraron una cruzada por la democracia en Honduras y Paraguay, lo hicieron sólo porque habían perdido dos fichas importantes en el tablero internacional. Desde la misma perspectiva, ¿por qué Dilma Rousseff va a criticar el incumplimiento de normas al gobierno de Venezuela si Brasil no ha perdido ninguna ficha en el tablero? Ese es el punto. No es cinismo; es realidad.Incluso una de las intervenciones internacionales más nobles de la historia, como fue la entrada de los EE UU en la Segunda Guerra

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Mundial, ocurrió después del ataque japonés a Pearl Harbor, recién en 1941. Del mismo modo, la intervención de la OTAN en contra de Serbia sucedió sólo cuando Milosevic se convirtió en amenaza para la paz continental. Las “limpiezas étnicas” ya habían tenido lugar. Lo expuesto no es ni siquiera una crítica. Imaginemos que una gran potencia decidiera jugarse por razones humanitarias en contra de las naciones donde los derechos son violados. Lo más probable es que muy pronto estaríamos al borde de una tercera guerra mundial. “Humanidad es bestialidad” –escribió Carl Schmitt-. Y en ese punto, creo, tenía razón.Cierto; uno quisiera que una intervención internacional pusiera fin a las masacres que comete el dictador sirio Al Assad. Pero, ¿no agravaría esa intervención los problemas de la región árabe? ¿No basta un solo Irak? Esas deben ser preguntas que se hace Barack Obama.Los demócratas venezolanos están desilusionados de los gobiernos de la región. Y con razón.  Pero en Europa –ojo: no es un consuelo- la situación tampoco es mejor ¿Cuáles gobiernos reclamaron  por las masacres cometidas por Putin en Chechenia, tan similares a las de Milosevic en el Kosovo? Quizás si lo hubieran hecho a tiempo Putin no habría intervenido en Ucrania. ¿Va Alemania a arriesgar la provisión de gas ruso por el incumplimiento de derechos internacionales que no le incumben? ¿Donde están las demostraciones en contra del partido semi-oficialista Jabbick de Hungría el cual proclama la expulsión de judíos y gitanos? ¿No miran todos los gobernantes para otro lado cuando el tirano de Bielorrusia, Lukashenko, se hace elegir en elecciones cada una más fraudulenta que la otra?En la filosofía rige el principio socratiano del “conócete a ti mismo”. La política internacional, a su vez, se rige de modo tácito por el principio del “ayúdate a ti mismo”. Es por eso que los demócratas venezolanos deben seguir el ejemplo dado por las disidencias de Europa del Este cuando, sin ayuda internacional, levantaron una resistencia en contra de las dictaduras, derrumbando a uno de los imperios más poderosos de la historia. Recordemos que el mismo Kissinger se pronunció en contra del Solidarnosc polaco en nombre de la conservación de un supuesto equilibrio internacional.Eso no quiere decir que una oposición acosada no deba recurrir a instancias internacionales. Cada acusación en contra de un

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gobierno ilegítimo puede ser un punto ganado en la opinión pública. Opinión a la cual los gobiernos suelen prestar más atención que a los principios internacionales. Sin embargo, tampoco hay que olvidar una premisa; y es la siguiente: En este mundo no hay nada más egoísta que un Estado nacional.

11.ENTREVISTA A FERNANDO MIRES, El Universal

MARÍA PLAZA |  ESPECIAL PARA EL UNIVERSALlunes 3 de junio de 2013  12:25 PM

París.-Invitado por la Mesa de Unidad en Francia, el destacado intelectual y profesor universitario, Fernando Mires, dictó recientemente una conferencia en la Maison de l'Amérique Latine en París. Allí, consultado sobre el tema de la injerencia castrocomunista, dijo que podrían darse sorpresas.

Poco inquieto, él piensa que la relación entre Cuba y Venezuela puede cambiar en función de las condiciones internas de la isla caribeña, dada la edad de Raúl Castro, y como consecuencia del proceso de cambios económicos que viene avanzando al interior de la sociedad cubana. 

El escándalo de la supuesta grabación de Mario Silva, rindiéndole informe al agente del G-2, Aramís Palacios, ha agudizado las tensiones en torno a este asunto. Hay quienes aseguran que el país no podrá librarse de la hegemonía que ejerce la dictadura castrista, y que Venezuela ya se ha convertido definitivamente en un apéndice de Cuba. 

-¿Son justificados esos temores ?

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 -Tarde o temprano, las reformas económicas que está haciendo Raúl Castro van a tener que transformarse en reformas políticas. Entonces, pudiera incluso ocurrir que las transformación de Cuba impulse la transformación de Venezuela, y no al revés, como todos están pensando. Hay mucha efervescencia en Cuba, se han abierto algunos espacios. Además, Raúl Castro quiere hacer méritos para que le levanten simbólicamente el embargo, porque quiere ser reconocido por Estados Unidos. Si Raúl Castro se convierte en un interlocutor de los Estados Unidos, ¿en dónde quedaría el antiimperialismo de Maduro? Eso podría posibilitar su ruina. 

-Hay una diferenciación clara de dos bandos opuestos en el oficialismo, según consientan o no la injerencia cubana. ¿Podría la oposición beneficiarse, apoyando la política de uno u otro sector en esta confrontación? 

-Sería una locura y un suicidio apoyar a una de estas dos facciones, en contra de la otra. 

-¿En lo que usted llama poschavismo, ¿podría la oposición convivir e interactuar en la escena política nacional con el PSUV y otros grupos de la misma tendencia? 

-Habría que esperar el surgimiento de una tercera facción del chavismo. Una facción que yo llamaría 'romántica' y que podría plantearse la recuperación del 'chavismo originario'. Si es que aparece, porque hasta ahora no ha aparecido. 

-Piensa que la posibilidad de una dictadura que se eternice en Venezuela, puede venir de la voluntad de Cuba ?

-Mas bien puede venir de la hipotética aparición de un militar mesiánico que asalte el poder presentándose como un continuador de la obra de Chávez. Pero lo dudo.

-¿Puede afirmarse seriamente que Venezuela es otra Cuba? 

-Las condiciones son distintas. El pueblo venezolano ha aprendido

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mucho en los últimos diez años. Ha logrado una capacidad de organización que nunca la oposición cubana ha alcanzado. Jamás la oposición cubana ha logrado ni la milésima parte de lo que se ha hecho en Venezuela. En Cuba hay una oposición altamente fraccionada, muy dividida. A veces tengo la impresión de que se odian más entre ellos que al gobierno de Raúl Castro. Ese fue uno de los grandes éxitos de Fidel Castro, haber destrozado la oposición. En Venezuela no, Chávez nunca pudo hacerlo. Aún en los peores momentos, la oposición obtenía su 40% (en las elecciones). Por otra parte, la legitimación de Castro viene de que luchó contra una dictadura, mientras que Chávez luchó contra la democracia.

-La historia cubana se ha ido quedando oculta bajo la leyenda de la revolución comunista.

-Antes de Castro los cubanos habían vivido dos revoluciones democráticas, y varios gobiernos salidos de las urnas. El mismo Batista, después de dejar el Ejército, participó en unas elecciones donde, con el apoyo del Partido Comunista Cubano y otros partidos, resultó electo democráticamente para gobernar entre 1940 y 1944.

-Chávez quería, más que nada, ser como Fidel, pero usted también lo encuentra muy parecido a otro dictador cubano. 

-Hay muchos elementos comunes entre Batista y Chávez. Los dos eran mestizos, los dos venían del Ejército, los dos tenían un enorme apoyo popular, y los dos se levantaron en contra de la corrupción. Hay dos Batistas, el Batista populista y el Batista dictador. 

-Su análisis sobre los paralelismos entre Cuba y Venezuela, confirma que la tradición democrática no es una vacuna contra dictaduras.

-Había una tradición democrática fuerte en Cuba. Y a esa misma tradición pertenecía Fidel Castro, que incluso en 1952 fue candidato a diputado por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). De allí, la genialidad satánica de Castro, que hizo que un pueblo olvidara su propia historia.

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-¿Cómo lograr el apoyo de la comunidad internacional para la causa democrática venezolana? 

-Partiendo de mi experiencia chilena, les digo que no esperen nada de la ayuda internacional. Nada. Hasta ahora ningún proceso de democratización ha surgido sobre la base de la ayuda internacional. Ni en Venezuela, ni en ninguna parte, ni antes, ni ahora tampoco. Miren como están las cosas en Europa, están peores que en América Latina. Putin ha cometido terribles genocidios en Chechenia; en Ucrania hay presos políticos por allá y por acá; Lukachenco se roba las elecciones cada seis meses; en Hungría el gobierno llama a una lucha contra los gitanos. Y nadie dice nada. Todo esto en la bella Europa. ¿Van a esperar ustedes que en América Latina se la van a jugar por la democracia en Venezuela? No. Lo que si puede lograrse es una mayor sensibilización de la opinión pública, pero no de los gobiernos. Los gobiernos le hacen más caso a la opinión pública que al derecho internacional.

12.¿POR QUÉ EN TURQUÍA Y BRASIL SÍ Y EN VENEZULA NO (30/6/13)Poco después de haber dado a conocer en mi Blog POLIS un artículo en el que intentaba analizar los estallidos sociales ocurridos en Turquía y Brasil, recibí un e-mail de una gentil lectora preguntando mi opinión acerca de por qué en Caracas no ha ocurrido algo parecido ¿No será que a los venezolanos nos faltan ganas? agregaba, incitándome a una rápida respuesta.

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Tentado estuve de responder que por lo general mantengo una línea; y es la de nunca referirme a hechos cuando no han ocurrido, limitándome a enfocar lo que aparece sobre la superficie pues ese es el lugar de la política -lo que la diferencia de la filosofía y el arte, cuyos lugares suelen ser insondables-. No obstante, la pregunta de mi lectora no deja de ser interesante. Y además, muy lógica. Es por eso que en contra de mis convenciones, hice una excepción y decidí responder.¿Por qué en Venezuela, después de catorce años de corrupción, nepotismo, despotismo, militarismo, abusos, y pare usted de contar, no surge una manifestación social parecida a las que tiene lugar en las grandes ciudades turcas y brasileñas?Un teórico chavista -suponiendo que en el chavismo exista algún teórico- podría responder aduciendo que esa es precisamente una prueba de que en la población hay conformidad con la gestión de gobierno. Alguno más fanático agregará que el gobierno es del pueblo y el pueblo no protesta en contra del pueblo. Afirmaciones que se contrarrestan con el hecho de que Venezuela es el país donde, de acuerdo a estadísticas, las luchas reivindicativas son las más numerosas del continente.No hay día en que no amanezcan carreteras trancadas, guarimbas cada noche, tomas de recintos de trabajo, ocupaciones de terrenos, cacerolazos al por mayor, huelgas, incluyendo las de hambre, agregándose algunos detalles tortuosos como esos estudiantes que se cosen los labios en inútiles actos de narcisista heroísmo.Caminando a lo largo de una sola calle tú puedes encontrar varias manifestaciones populares. También es posible observar -y por ahí va el problema- que ninguna de ellas toma noticias de la otra. Todas se ignoran entre sí. Parlando el dialecto de los sociólogos podría decirse que en Venezuela no existe articulación social ni intercomunicación discursiva. Eso no quiere decir por supuesto que alguna vez no pueda emerger una protesta descomunal, como las que  inunda las calles de Turquía y Brasil. Pero el hecho concreto es que todavía eso no sucede.Hay una razón obvia: La desintegración social que experimenta Venezuela es un fenómeno inducido. Para nadie es un misterio que la nación vive hace años bajo el imperio de un régimen radicalmente estatista. Y ahí donde crece el estado no nace la sociedad. En ese sentido podría afirmarse que bajo el chavismo -el mismo Chávez jamás lo ocultó- ha tenido lugar un proceso de

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toma del poder, pero no por una clase social externa al estado, sino por un partido identificado cien por ciento con el estado. O en otras palabras: se trata de un proceso de doble toma de poder. Por una parte, la toma del estado por el gobierno. Por otra, la toma de la sociedad por el estado. El ideal -todavía incumplido- del chavismo ha sido integrista: identificar lo social, lo político y lo estatal en una sola unidad articulada por la presencia de un líder carismático.Para alcanzar ese ideal, las organizaciones populares, incluyendo sindicatos estratégicos como los del petróleo, fueron estatizados. Fue así naciendo un orden corporativo muy similar al modelo mussoliniano. Los grotescos "batallones obreros" propuestos por Maduro serían, desde esa perspectiva, la culminación de ese ideal integrista: la militarización de una clase social ya estatizada. Afortunadamente a Maduro - a diferencias de Mussolini- nadie lo toma muy en serioLas organizaciones de representación popular nacidas bajo el chavismo fueron construidas desde arriba hacia abajo. Tanto Misiones como Concejos son prolongaciones del estado al interior del universo popular. De modo paralelo el chavismo  tomó posesión de gran parte del aparato productivo, principalmente del segmento más vinculado al consumo popular. Todo esto exigía, por supuesto, la existencia de una eficiente burocracia. Dicha burocracia, por cierto, existe; es gigantesca, pero a la vez, es absolutamente ineficiente, más aún, es corrupta y parasitaria. No obstante, las demandas populares no tienen otro interlocutor que no sea el estado, pero -este es el punto- de un estado que ha sido secuestrado por el gobierno. De este modo, cuándo los trabajadores van a huelgas, no tienen a nadie a quien reclamar sino al propio gobierno-estado. Tampoco pueden esperar solidaridad de otros sectores sociales pues estos se encuentran de igual modo conectados verticalmente al estado. Chávez y el chavismo han logrado así quebrar la columna vertebral de la sociedad venezolana. hasta el punto de que una comunicación de tipo horizontal entre diversas organizaciones sociales -como la que se ha dado recientemente en Brasil y en Turquía- resultaría, si no imposible, muy difícil. O para expresarnos en términos comparativos. Mientras en Brasil y Turquía tuvo lugar un proceso de evolución económica, siendo respetadas  las instituciones públicas y la autonomía ciudadana, en Venezuela, bajo la égida de uno de los estados más corruptos

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de los cuales se tiene noticia, tuvo lugar un proceso de "destrucción de la  producción", siendo las instituciones públicas convertidas en meros apéndices de un partido de gobierno nacido al interior del estado.De la estatización de lo social solo escapan algunas universidades (ya minoritarias frente a la creación de esos antros ideológicos que son las universidades chavistas) las iglesias, uno que otro medio comunicacional, diversas redes sociales y, sobre todo, los tan denigrados partidos políticos de la oposición democrática. Para concluir: Si hubiera tenido que responder de modo más escueto a mi estimada lectora la pregunta de por qué en Venezuela no asoma (todavía) un movimiento social como el turco o el brasileño, habría postulado la siguiente tesis: Mientras en países (imperfectamente) democráticos como Turquía y Brasil lo político es construido a partir de lo social, en países no democráticos, o deficientemente democráticos como Venezuela, lo social debe ser construido a partir de lo político. Al nivel de lo político y no de lo social pertenecen también las elecciones periódicas. Pero ¿no están controladas las elecciones, y de modo fraudulento, por el propio partido-gobierno-estado?Este es ya otro tema. En cierto modo es el tema del tema.  

13.LA VENEZUELA DE MARIO SILVA (2/6/13)

Así como en la historia venezolana ya han sido trazadas líneas que marcan el antes, el durante y el después de Chávez, en el último capítulo deberá ser trazada otra que marque el antes y el

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después de Mario Silva. No porque el siniestro personaje hubiese sido relevante para la historia de su país, sino porque a partir de la publicación de sus conversaciones con el agente cubano, las que dio a conocer la MUD el 20 de Mayo, el régimen post-chavista deberá enfrentar una crisis cuyas profundidades son difíciles de dimensionar. Tarea más difícil si se considera el hecho de que esa crisis resulta de la combinación de otras tres crisis paralelas.A la crisis económica que creó Chávez y a la crisis de legitimación producida por un mal escondido fraude electoral, se suma –de acuerdo a las revelaciones de Mario Silva- una crisis de gobernabilidad que amenaza arrastrar a todo el aparato del estado. Eso significa que, de modo independiente a cuanto tiempo dure la agonía del régimen, nos encontramos frente a un típico caso de crisis política terminal.Para captar el sentido terminal de las crisis, es conveniente situar el momento histórico por el cual atraviesa Venezuela.Como ha sido señalado en otros textos, el chavismo no solo fue un tipo de gobierno sino, también, un tipo de estado. Eso quiere decir: el chavismo, originariamente un movimiento social con profundas raíces populares, se convirtió durante Chávez en un gobierno autocrático que lentamente fue apoderándose de todos los mecanismos estatales, hasta alcanzar el punto en el cual gobierno y estado llegarían a confundirse en una sola unidad. Dicha transformación fue posible gracias al liderazgo mesiánico del caudillo, única persona que podía unir, al menos simbólicamente, la dimensión popular con la estatal.De este modo, el poder social, el poder económico (petróleo), el poder judicial, el poder electoral, el poder parlamentario y el poder militar, se articularon de modo vertical con una cúspide en la cual reinaba Chávez, rodeado por una camarilla incondicional a la que pertenecían, entre varios, Maduro y Silva. Por lo mismo, muerto Chávez, no extrañó que en Venezuela hubiera tenido lugar un rápido proceso de desarticulación política inter-estatal. Esto significa que más allá de si hay chavismo sin Chávez, o si el chavismo “era” Chávez, problema central es si el estado chavista podrá sobrevivir sin Chávez. Ahora, después de las declaraciones de Mario Silva, es posible deducir que es más fácil que un auto funcione sin motor a que el estado chavista funcione sin Chávez.Por supuesto, nada de lo dicho por Mario Silva era un secreto. Todo se sabía. Pero una cosa es saber y otra, certificar. Las

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declaraciones de Silva son, si así se quiere, la certificación formal de un conocimiento informal.Que hay una guerra caníbal entre los seguidores de Cabello y los de Maduro; que hay proyectos golpistas; que los agentes cubanos controlan la información, la represión y sectores del propio ejército; que el poder electoral es manipulado desde el gobierno; y que la corrupción carcome a todas las instituciones del estado; todo eso y mucho más se sabía en Venezuela. El "mérito" de Mario Silva reside solo en haber convertido el saber en certeza y la certeza en verdad pública. Sus palabras no son, por tanto, chismes. Por el contrario, son testimonios de alto valor historiográfico.Más aún, como si fuera un Max Weber tropical, Mario Silva ha aportado a los estudiosos del periodo con categorías politológicas irrenunciables. Una es la de “vampiros” (ladrones). La otra, por deducción, es "castrismo". Efectivamente, si después de las palabras de Silva tuviéramos que destacar la contradicción principal que sufre la “nomenklatura” post-chavista, esa sería la de vampiristas versus castristas. Eso significa a su vez que en estos momentos el botín del estado está siendo disputado entre dos "partidos" formados bajo el amparo del presidente muerto.Las grietas en la cúspide del poder son signo de crisis, las que pueden ser parciales o totales. El problema es que las grietas mostradas por Silva no son, como es usual, entre conservadores y reformistas; tampoco entre revolucionarios y reaccionarios, y mucho menos entre "buenos" y "malos". Se trata -es el drama venezolano- de grietas que separan a dos mafias: una, la vampirista, dedicada al robo de dineros que pertenecen al pueblo (la de Diosdado, según Silva) y otra, a entregar la soberanía nacional a una dictadura militar extranjera (mafia a la que pertenece el mismo Silva). La oposición democrática -ese es un problema- no tiene en este caso donde elegir, ninguna esperanza de dialogo, ninguna posibilidad de alianza táctica con alguna fracción del bloque dominante. Porque, digámoslo de una vez, elegir entre esas dos mafias sería igual a elegir entre la peste y el cólera. Acerca de cual es la peste y cual es el cólera es un tema que queda a la imaginación del lector.Lo dicho no descarta la posibilidad de que frente a la crisis total, aparezca alguna vez dentro del post-chavismo una tercera fracción a la que podríamos llamar provisoriamente, “romántica”,

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es decir, una que intente recuperar las –supuestas o reales- tradiciones originarias del movimiento. Si uno lee con atención algunos artículos de la revista Aporrea, será posible percibir que esa fracción se encuentra en condición latente, aunque hasta el momento no ha adquirido presencia orgánica. Es, por lo tanto, solo una posibilidad entre varias.La situación se vuelve más problemática si se tiene en cuenta que ambos "partidos", el vampirista y el castrista, aunque algunos de sus representantes se detesten entre sí, no pueden separarse sin el riesgo de perderlo todo. Ese "todo" es el propio estado. Razón por la cual no es probable que a muy corto plazo tenga lugar una implosión de tipo físico-política. Por el contrario, tales regímenes terminan sólo cuando son -permítaseme la expresión- "implosionados" desde fuera del poder establecido; así ocurrió al menos con las dictaduras comunistas de Europa del Este.La rebelión democrática y pacífica que comienza a cristalizar en las asambleas multitudinarias convocadas por Capriles, podría ser, entre otras, una de las fuerzas "implosionadoras" de Venezuela.Más problemática es la posibilidad de colapso inter-estatal si se tiene en cuenta que las líneas divisorias que marcan las grietas entre ambos "partidos" son a veces muy difusas. Hay, efectivamente, castristas vampiros y vampiros castristas. O para decirlo con otra de las "categorías" surgidas de la experiencia venezolana: ambas fracciones están "enchufadas" al aparato del Estado. Unas, conectadas al enchufe político-ideológico (la de Maduro). Otras, al económico (la de Cabello). No faltan tampoco -destaca Mario Silva- quienes están conectados a los dos enchufes a la vez (cita como ejemplo a José Vicente Rangel).Todos los señalados son -reiteramos- signos que muestran la existencia de una crisis de carácter terminal del estado chavista. Cuan larga será, nadie lo puede saber pues entre nigromancia y política hay ciertas diferencias. Tampoco es posible excluir, como adelanta el gran teórico Mario Silva, la posibilidad de una salida golpista. Si ella será con Maduro o sin Maduro, tampoco lo sabemos. Sin embargo, toda Venezuela sabe que las tropas que sacó Maduro a las calles para combatir a la delincuencia, asustan a todos, menos a la delincuencia.Cuando hay crisis económica, crisis de legitimación, crisis de gobernabilidad, y si a ello se suma, una corrupción que alcanza los más altos niveles, las condiciones están dadas para una

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alternativa anti-política, y esa alternativa –experiencia sufrida por muchos países latinoamericanos- es, casi siempre, militar.No obstante, el hecho de que se den condiciones para el cumplimiento de una alternativa no significa necesariamente que ésta deberá cumplirse. Menos todavía si se tiene en cuenta que en Venezuela existe una oposición mayoritaria, con alta capacidad de organización y con un liderazgo conquistado a punta de difíciles batallas políticas. O dicho en otras palabras: en Venezuela tiene lugar, como diría Gramsci, una lucha entre dominación y hegemonía. El estado-gobierno ejerce dominación, pero carece de hegemonía. La oposición, a su vez, carece de dominación, pero ya ha obtenido la hegemonía. Esta es, al fin, la conclusión principal que se desprende de las revelaciones de Mario Silva.

14.¿CÓMO CONVERTIR UNAS ELECCIONES EN PROTESTA SOCIAL SIN QUE DEJEN DE SER ELECCIONES? (20/6/13)La política es un espacio de confrontaciones múltiples en el cual se desenvuelven los antagonismos destinados a dirimir la lucha por el poder, lucha que no tiene final. Y porque la política es lucha, aparecen cada cierto tiempo en ella personas o grupos que, como en el fútbol, realizan verdaderas jugadas maestras las que se muestran "bajo la luz de lo público" (Arendt) de modo retórico y gramático.

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La política no es un arte pero contiene dos artes. Uno es el de separar; el otro es el de unir. Para poner un ejemplo, la frase coreada por el pueblo alemán de la ex RDA -"Nosotros somos el pueblo"- estaba destinada a separar el pueblo de sus dictadores. La frase de Willy Brandt, después de la caída del muro -"crece junto lo que pertenece al mismo tronco”- perseguía el propósito de unir políticamente a dos naciones que histórica y culturalmente eran una sola.En la vida políticamente bien regulada, el arte de unir y el de separar son practicados de modo preferencial en esos momentos culminantes que son las elecciones. En cada elección, sea presidencial, parlamentaria o comunal, el pueblo se parte (se separa) y se une. De ahí que mientras menos sea la cantidad de las partes mayor suele ser la intensidad de la lucha política.Si no hubiera elecciones sólo habría revoluciones. Eso quiere decir que en las democracias las elecciones sustituyen a las revoluciones. Pero para que las sustituyan deben integrar en sí muchos elementos propios a las revoluciones. En efecto, a través de las elecciones, cambiamos políticos e incluso derribamos gobiernos. Y para lograrlo, nos separamos y nos unimos entre nos-otros en contra de los otros.Las elecciones son, luego, medios destinados a canalizar la protesta pública de un modo no violento. La campaña electoral a su vez, es el medio mediante el cual los candidatos intentan canalizar a su favor las protesta pública en contra de quienes en el poder intentan desactivarla. Esa es la razón por la cual desde la oposición la política es más ofensiva que defensiva y desde el gobierno más defensiva que ofensiva.Hay por supuesto momentos en que a determinados gobiernos democráticamente elegidos no interesa demasiado desactivar, sino solo reprimir las protestas públicas, sobre todo cuando éstas no representan la voluntad mayoritaria. Tomemos dos ejemplos recientes: el aplastamiento violento de las protestas en dos países en vías de democratización como son Egipto y Turquía.Tanto el presidente egipcio como el presidente turco, saben que las movilizaciones laicas y citadinas no representan a la mayoría del país y que con ellas o sin ellas la gran votación está asegurada en los campos y en las regiones más remotas de cada nación. Y como las recientes protestas no cuestionan el poder político, ambos mandatarios, en lugar de dialogo, ofrecieron palos.

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Distinto en las recientes movilizaciones sociales brasileñas frente a las cuales la presidenta Rousseff entendió que estaba a punto de perder parte de su capital electoral. Fue esa la razón por la cual, a diferencia de sus colegas musulmanes, se mostró conciliadora y abierta, intentando incluso integrar las protestas a la política de gobierno. Si lo ha conseguido, es otro tema.Hay por cierto también ejemplos en los cuales las elecciones transcurren sim trasfondo de protesta pública. Pienso en Alemania. Allí nadie ha podido encontrar todavía la gran diferencia entre el programa del candidato socialdemócrata Steinbrück y el de la canciller Merkel. Bajo esas condiciones las elecciones no pasan de ser un trámite rutinario. Lo dicho no es -entiéndaseme- ninguna crítica. Después de todo, vivir protestando no tiene por qué ser una condición antropológica. Hay cosas más importantes en la vida que la política. Siempre lo he sostenido.Radicalmente distinto ha sido el caso de las dos elecciones presidenciales ganadas por Obama en los EEUU. Obama logró, efectivamente, integrar electoralmente tres protestas muy profundas frente a las cuales cualquier gobierno republicano habría sucumbido. Primero, la protesta en contra de  las guerras que marcaron la administración Bush, la que amenazaba revivir los días de las luchas políticas en contra de la guerra en Vietnam. Segundo, la protesta por la desintegración social en contra de un estado con débiles competencias sociales (en el campo de la salud, por ejemplo). Tercero, la protesta étnica de los emigrantes, sobre todo los "latinos", en contra de la discriminación social y racial.En cualquier país sin la solidez de la democracia estadounidense, el entrecruce de esas tres protestas habría bastado para producir una gran revolución. Por mucho menos los franceses cambiaron el curso de la historia universal. Convertir las protestas en elecciones y las elecciones en protestas es, definitivamente, un arte. Y no quepa duda: un arte –en el buen sentido del término- contra-revolucionario.Hay desde luego protestas que por lo menos durante un tiempo no son posibles de ser canalizadas electoralmente. Es el caso de la de los estudiantes chilenos.quienes, para que nadie creyera que solo los brasileños salen a las calles, volvieron a llenar las calles de Santiago. En verdad, ya llevan dos años peleando por objetivos que no son demasiado difíciles de cumplir. Es por eso que Bachelet, siguiendo el ejemplo de su colega Rousseff, intentará

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integrar a su campaña electoral y después a su eventual gobierno, algunos temas planteados por las protestas estudiantiles. Probablemente ella y su "nueva mayoría" lograrán lo que no pudo lograr Piñera. Si no integrar a las protestas -hay quienes seguirán protestando pues identifican a Bachelet como miembro de la clase política "neoliberal"- por lo menos dividirlas entre quienes votarán por Bachelet y quienes no votarán, o lo harán por algunos de esos candidatos exóticos que en Chile suelen abundar. Reforma educacional, reforma del sistema impositivo, reforma del sistema bi-nominal, cambio o reforma simbólica de la Constitución, y basta. La tarea histórica del futuro gobierno, cualquiera que sea, ya está programada gracias entre otros factores, a los estudiantes. Que algunos de ellos, o sus ideólogos, no persiguen esas pocas reformas sino un cambio en el sistema solar, es harina de otro costal.Mucho más complejas y problemáticas serán las elecciones para alcaldes que tendrán lugar en Venezuela el 8 de diciembre de 2013. En esas elecciones, al igual que las que ganó Obama, se cruzarán diversas protestas. Las principales parecen ser las siguientes: Protesta en contra del alza de precios y la escasez de productos. Protesta en contra de la corrupción administrativa. Protestas en defensa de las universidades. Protesta en contra de la violación permanente de libertades democráticas. Protesta en contra del fraude electoral cometido en las elecciones presidenciales del 14 de Abril de 2013.¿Cómo conciliar en simples elecciones locales destinadas a elegir alcaldes, protestas de tan diversa índole, incluyendo aquella que pone en duda la legitimidad de las propias elecciones? Si la oposición logra unirlas, habrá realizado una obra de arte: la de transformar las elecciones en subversión nacional, pero sin que las elecciones dejen de ser elecciones.Parece entonces que estamos frente a un hecho histórico inédito. Por primera vez en la vida latinoamericana, una simple y ordinaria elección alcaldicia, transformada en plebiscito por ambos bandos, será más decisiva para la historia continental que muchas elecciones presidenciales que han tenido y tendrán lugar en otros países de la región.Dios, si existe, escribe con letras torcidas. Al menos así parece al ser humano, ejemplar que, como decía Kant, está hecho de muy torcida madera.

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15.ELECCIONES, ÚNICO CAMINO (27/6/13)En un reciente artículo intenté expresarme acerca de las dificultades para que en Venezuela ocurran hechos de protesta masiva como los que tienen lugar en Turquía y Brasil. Entre otras razones aduje que en Venezuela bajo el chavismo, la columna vertebral de la sociedad ha sido quebrada por un gobierno que a la vez controla todo el aparato del estado. En virtud de un radical proceso estatizante, las organizaciones sociales existen, pero de un modo extremadamente atomizado. Ninguna -quizás esa es la triste verdad mostrada por el paro universitario- posee la capacidad convocatoria para nuclear, detrás de sí o en su torno, a la creciente disconformidad con el gobierno de Maduro.En estricto sentido del término, en Venezuela no hay sociedad ni democracia. En lugar de la sociedad (conjunto de asociaciones) el chavismo intentó erigir un corporativismo de tipo “mussoliniano” de acuerdo al cual las asociaciones, en vez de comunicarse entre sí, se convierten en simples dependencias populares del estado. La democracia a su vez, sólo se manifiesta de modo electoral. Pero aún así, el hecho de que los resultados electorales están, si no determinados, por lo menos influidos desde el gobierno-estado, son cada vez más evidentes.Ahora, precisamente el hecho de que Capriles y la MUD hayan cuestionado los resultados de las elecciones presidenciales, ha dado nueva vida a la peligrosa tendencia abstencionista que siempre se mantiene latente dentro de la oposición. De ahí a pedir el boicot a las elecciones de alcaldes que tendrán lugar el ya muy próximo 8 de Diciembre, hay un solo paso.Quienes defienden el abstencionismo apelan esta vez a cierta lógica formal. Si hubo un gran fraude en las elecciones presidenciales, arguyen, habrá otro igual en las de alcaldes. De acuerdo a esa lógica, la letra B debe seguir a la letra A. Lo que, sin embargo, no logran entender es que la lógica de la política no es formal y en ella la B no sigue necesariamente a la A. Después

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de la A puede en política venir la C , la D o la Z. Todo depende de como se van dando las cosas.Pero antes de argumentar a favor de la participación electoral, vale la pena dejar establecido una premisa ética: Votar es, antes que nada, un deber. No se vota para ganar. Se vota porque es un deber hacia uno y hacia los demás, nos guste o no. Se es ciudadano cuando se vota, aunque no se elija. ¿No ocurre lo mismo acaso con el pago de nuestros impuestos? ¿No voy a pagar impuestos solo porque estoy convencido de que mi dinero va a ser destinado a financiar la dispendiosa vida de algunos políticos? No, la declaración de impuesto es mi deber. Solo después de hacerla puedo reclamar sobre el destino de mi dinero. Antes, nunca.Sin embargo, "la razón moral no tendría sentido si no estuviera unida a la razón práctica" (Kant). En el caso venezolano las razones prácticas de votar también existen. Entre varias destacaré a tres que por el momento parecen ser muy decisivas.La primera es que, aún habiendo fraude, cuando la voluntad popular se hace presente con decisión y fuerza, el fraude puede ser disminuido e incluso evitado. De acuerdo a la lógica abstencionista, por ejemplo, nunca Henrique Capriles habría podido ser elegido gobernador de Miranda a pesar de que en Miranda, Capriles no derrotó a cualquiera. Derrotó a un Jaua, delfín de Chávez. En cierto modo, en Miranda, Capriles derrotó a Chávez.No olvidemos que Mario Silva en sus cruciales revelaciones dejó muy claro que él pertenece a una fracción del chavismo dispuesta a suprimir a las elecciones de acuerdo a recomendaciones directas recibidas de Fidel Castro. Eso quiere decir, evidentemente, que para algunas fracciones del chavismo las elecciones que otrora fueron un medio de legitimación, han llegado a convertirse en un medio que puede llevar a la propia caída del gobierno.La segunda razón práctica se refiere al hecho de que en las elecciones las victorias no sólo tienen un carácter cuantitativo sino también uno cualitativo. Permítaseme una simple pregunta: ¿Cuándo fue más fuerte la oposición, antes o después de las elecciones del 14. 04? La respuesta es obvia. La oposición salió de las elecciones más fortalecida que nunca, con un líder popular reconocido por todos, y con una unidad inter y extrapartidaria superior a la de cualquiera oposición latinoamericana.

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Ahora, la misma pregunta al revés ¿Cuándo fue más débil el gobierno post-chavista, antes o después de las elecciones del 14.04? Yo creo que hasta los chavistas más convencidos estarán de acuerdo en aceptar que nunca en toda su historia el chavismo ha sido más débil que después del 14.04. Con un líder que no es líder, con divisiones que afloran por todos lados, y con una legitimación cada día más cuestionada. Si a esa situación agregamos la brutal crisis económica legada por Chávez, opinar que el post-chavismo vive la fase terminal de su vida, ya no es un despropósito. Pues bien, todo eso ha sido evidenciado con una victoria electoral que para el chavismo fue una derrota y con una derrota electoral que para los demócratas fue una victoria.Las elecciones, eso es lo que no entienden nunca los abstencionistas, no son sólo un medio para alcanzar el poder. Son, además, un fin en sí. Porque solo a través de arduas campañas electorales es posible movilizar a grandes masas, desenmascarar imposturas, decir las verdades que todos quieren escuchar, en fin, formar nuevas conciencias.Abstenerse de votar, en cambio, es aceptar una derrota cuantitativa y cualitativa a la vez. De ahí que la prédica del abstencionismo, bajo las condiciones que vive Venezuela, es, se quiera o no, un acto políticamente criminal.Tanto o más criminal -esta es la tercera razón- si se tiene en cuenta que el 8 de Diciembre la oposición tiene, si las cosas se hacen medianamente bien, todas las posibilidades de obtener la mayoría nacional de los votos. De la dimensión de esa mayoría dependerá si el inevitable diálogo con los sectores menos inflexibles del chavismo será entre iguales o de vencedor a vencido; si habrá referéndum revocatorio; si surgirá una asamblea constituyente, en fin, todos temas que por el momento sólo pertenecen al futuro. Y si en la vida hay algo incierto, eso es el futuro.Pero más allá de toda incertidumbre, las elecciones para alcaldes ofrecen, por su propia naturaleza, una oportunidad histórica extraordinaria. Por una parte los candidatos deberán debatir no sobre ideologías, sino sobre los problemas cotidianos que afectan a cada zona alcaldicia. Por otra, las elecciones tendrán el carácter de un verdadero plebiscito nacional. Eso quiere decir: lo más pequeño y lo más grande de la nación será puesto en juego en cada región, comuna o pueblo. ¿Quién se quiere perder eso?

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Venezuela no es, por ahora o mientras tanto, una nación democrática. Pero aún así, las elecciones prometen ser una gran fiesta democrática. El mundo estará pendiente, muy pendiente de ellas. Benditas sean.

16.CAPRILES EN CHILE (20/7/13)

Pasó lo que tenía que pasar. Hubo un no-encuentro con Michelle Bachelet, un semi-encuentro con Piñera y un encuentro con Carolina Tohá, este último dedicado a conversar sobre un tema que ni a Capriles ni a Tohá interesaba en esos momentos,  el de la descentralización administrativa (¡!). Fotos, discursos de cortesía, entrevistas (ninguna importante), encuentro con alguna momia del viejo pasado, y las consabidas demostraciones públicas de la izquierda rabiosa, la misma turba que vociferaba siguiendo el mandato de la dictadura cubana en los países que visitó la disidente Yoani Sánchez, esta vez en contra del “espía de la CIA, el neoliberal, el asesino, el cerdo Capriles”.Quizás lo más importante de la intempestiva visita fue el no-encuentro de Capriles con Bachelet, hecho que ha despertado el mal del cólera entre quienes imaginan que la política, como suele ocurrir en la vida privada, se rige por sentimientos de amor y de odio. Afortunadamente no es así, y eso lo experimentó muy fuerte Cristina Fernández cuando su vecino Pepe Mujica se refirió a ella, en privado, como a "la vieja". Mas, quien entienda un milímetro de política sabe que todas esas cosas no cuentan. En política solo cuentan proyectos e intereses cuando están orientados hacia ese punto omega sin el cual la política no existiría: El punto del poder. En política como en la guerra -lo he dicho siempre- no hay amistades, o solo amistades políticas y esas no tienen nada que ver con las amistades entre amigos.

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Las amistades políticas son ocasionales e instrumentales y suelen aparecer cuando dos o más bandos se unen en contra de otro. Para decirlo con un ejemplo histórico, Churchill y Stalin fueron amigos políticos hasta que vencieron al monstruo alemán. Después de ese acto de salvación, ambos volvieron a ser lo que habían sido siempre: enemigos a muerte.Por supuesto, un encuentro Bachelet- Capriles habría sido fabuloso para Capriles. Pero no para Bachelet. A la vez, un encuentro oficial de alto rango entre Capriles y Piñera habría sido -si Piñera fuera el gran político que no es- excelente para Piñera y malo para Capriles. Dos afirmaciones que deberé fundamentar.El encuentro con Bachelet habría sido fabuloso para Capriles no solo porque le habría permitido sintonizar con la futura presidenta, sino porque habría roto con la imagen del candidato de ultraderecha, neoliberal y reaccionario que busca exportar el post-chavismo madurista. Es decir, para Capriles -un socialdemócrata como Bachelet- habría tenido un gran significado simbólico. No obstante, ese mismo encuentro habría sido negativo para Bachelet pues su objetivo del momento era unificar lo que solo ella y nadie más puede unificar: una estofado donde hay un sector político muy decente y moderado, socialistas que viran para allá o para acá, comunistas siempre amigos de dictaduras extranjeras, hasta llegar a un lumpenaje chavista-navarrista ya enquistado en el futuro gobierno. En fin, una reunión con Capriles habría revuelto las aguas justo en los momentos en que Bachelet, por conveniencia electoral, intentaba apaciguarlas.En cualquier caso la negativa a recibir a Capriles fue el anticipo de lo que será el próximo gobierno de Bachelet. La pobre señora pasará cuatro años de su vida haciendo piruetas para que Nueva Mayoría no se convierta en nueva minoría y así no va a tener tiempo para gobernar a nadie. Segundas partes –no sé si Bachelet leyó el Quijote- nunca fueron buenas: ni en la literatura ni en la política.Un encuentro de alto rango en la misma Moneda, habría sido, sin embargo, muy bueno para Piñera. Justo en los momentos en que la coalición de la derecha se muestra sin programa, sin ideas, sin candidatos, sin nada, Piñera habría podido perfilarse en los últimos tramos que restan a su gobierno, como un estadista que rinde culto a los derechos humanos en contra del fraude electoral venezolano, o como un amigo de la democracia y enemigo de

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toda autocracia. Afortunadamente para Capriles, Piñera tiene menos luces que las ciudades venezolanas.¿Por qué afortunadamente? Porque un encuentro de alto rango con Piñera habría permitido a la autocracia post-chavista mostrar a Capriles en estrecha alianza con uno de los los representantes más dilectos de la "derecha imperialista, neoliberal y fascista", es decir, precisamente la imagen electoral que Maduro requiere para que Capriles no siga atrayendo más chavistas hacia el campo democrático. No olvidemos que en política el símbolo es siempre más importante que el objeto simbolizado.Así miradas las cosas, el encuentro más importante de Capriles en Chile fue el que tuvo con la alcaldesa Carolina Tohá, aunque ambos se hayan aburrido hasta el infinito. Ahora bien, si dejamos de lado a quienes injurian a los políticos que han desairado a Capriles y están dispuestos a recibir con grandes honores a Maduro, tenemos que abordar un tema ineludible, y es el siguiente: Maduro, nos guste o no, es reconocido internacionalmente, incluso por los EE UU, como el presidente de hecho de Venezuela.Presidente de hecho no quiere decir presidente de derecho y probablemente todos los presidentes del mundo, incluidos Humala y Peña Nieto, saben que Maduro faltó al derecho al haberse nombrado presidente impidiendo un recuento honesto (cuadernos en mano) de la votación. Pero esa diferencia, reitero, no cuenta en política internacional. Para poner un ejemplo, cuando gobiernos del mundo occidental reciben al mandatario chino no se preocupan si éste cuenta o no con la legitimidad constitucional. O cuando Gadafi era recibido con los más grandes honores que se le puede dispensar a un mandatario, nadie pensaba que ese asesino era un gran demócrata. Pero sí era el presidente de hecho de una república petrolera de hecho. Por supuesto, sería ideal que los presidentes de hecho fueran además presidentes de derecho. Mas, hay que convenir que el mundo en el cual vivimos es desde un punto de vista político más salvaje que el que deseamos. Y por el momento no hay otro. Con ese mundo tendrá que contar Capriles. El aprendizaje, creo, ha sido duro.Mas, quien sabe si llegará el día, cuando Capriles sea presidente (y lo será, se lo firmo) una señora chilena con poco poder de hecho llamada Bachelet, le pedirá una entrevista. Entonces Henrique mirará en su agenda, y recordando el pasado, se la

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otorgará con todos los honores que él una vez, sin contar con el poder de hecho pero sí con el de derecho, también se merecía.

17.DEL POPULISMO AL GANGSTERISMO (8/8/13)

Muchos, quizás demasiados son los textos que ilustran acerca del populismo. No obstante la mayoría solo se refiere al fenómeno de ascenso y auge. No conozco estudios relativos al momento del descenso populista, omisión extraña pues desde el punto de vista político el declive de una forma de dominación, en este caso la populista, es por lo menos tan relevante como su ascenso.Lo dicho adquiere importancia si tomamos en cuenta que en América Latina estamos presenciando el ocaso de un sistema populista de dominación, me refiero al chavismo venezolano, el que sin duda será puesto al lado del peronismo como uno de los modelos populistas más paradigmáticos habidos en el continente.El chavismo como "modelo de populismo" ya es, por lo demás, objeto de estudio y análisis en diversos institutos de Ciencias Políticas. Sobre ese tema han sido escritos ensayos, ponencias, y -he podido comprobar- doctorados.Si el chavismo vino para quedarse, como dicen sus apologistas, no fue para hacerlo en el poder sino en los léxicos de politología. Ahí será analizado como un modelo más en una extensa galería en donde figuran, amén del peronismo, otros tipos de dominación como el cesarismo, el bonapartismo, el nasserismo, el fascismo, y muchos más.No será por supuesto en estas líneas donde se analizará el fenómeno de descenso del populismo. Sólo será destacada una sus características y es la siguiente: cuando el populismo entra a su fase de declive asoman con nitidez rasgos delictivos los que siendo consustanciales al fenómeno, se convierten en dominantes. O dicho en tesis: El gangsterismo político es signo de que el populismo ha entrado a su fase terminal la que, como

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ocurre con algunas enfermedades agónicas, también podría ser duradera.Nótese que hablamos de gangsterismo político y no de gangsterismo a secas. A diferencias del segundo que es una actividad delictiva y organizada destinada a apropiarse de bienes y dinero por medios coercitivos, el gangsterismo político tiene como objetivo el -valga la redundancia- "apoderamiento del poder" por parte de diferentes bandas (gangs), aunque también mediante la recurrencia a medios ilícitos. Es precisamente lo que estamos observando en la Venezuela de Nicolás Maduro, lugar en donde los desacatos a la Constitución de parte del gobierno ya no son la excepción sino la regla.Ya no es un misterio: Cuando el gobierno venezolano intenta conseguir un objetivo, viola la Constitución sin ningún reparo. Controlado a su antojo el poder judicial y el parlamentario, la ley juega un rol secundario. En ese sentido el gobierno de Maduro no se diferencia de ninguna dictadura.El allanamiento anti-constitucional de la inmunidad parlamentaria al diputado Richard Mardo es solo un pequeño eslabón en una larga cadena de violaciones a la Constitución. Como escribió Teodoro Petkoff, Venezuela vive un abierto proceso de des-constitucionalización.¿Dónde está la novedad? -dirán algunos- ¿No violan la constitución otros gobiernos? Por supuesto, muchos lo hacen. También en Europa. Los casos de enriquecimiento ilícito, malversaciones y estafas llevados a cabo por políticos en España, Grecia e Italia, llenan páginas de periódicos. Berlusconi, sólo para poner un ejemplo, podría dar clases en materia de corrupción y otras actividades ilícitas que lo han llevado a la fama. Luego, la diferencia con el gobierno de Venezuela es otra.Mientras en los casos mencionados los políticos violan a la Constitución para obtener algún provecho extra-político, el gobierno de Venezuela lo hace con el objetivo explícito de destruir a la oposición. Dicho de otro modo: el gangsterismo de los políticos europeos persigue objetivos no políticos. El del gobierno venezolano -independientemente a que también ha llevado al enriquecimiento ilícito de muchos de sus personeros- persigue objetivos predominantemente políticos.Como se puede advertir, quien escribe estas líneas está lejos de idealizar a la política. Pero eso no significa condenarla. La política es actividad humana y por lo mismo radicalmente imperfecta y en

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no pocos casos, gangsteril. No solo en Venezuela, en cualquier lugar del mundo, fracciones políticas (gangs) usan procedimientos delincuenciales, y si se trata de derribar a un adversario recurren a medios reñidos con la legalidad. Baste pensar acerca del éxito que obtuvo en toda Europa la muy política teleserie danesa titulada "Borgen". Ese formidable filme reveló, mejor que cualquier libro, como incluso en la super civilizada Dinamarca, la política suele oler a podrido.La política es lucha por el poder y, como ocurre en el fútbol, sin un árbitro situado por sobre el juego, ésta volvería a su condición originaria, que no es otra sino la guerra, cuya fase inferior es la guerra de todos contra todos. Pues bien: En Venezuela ya no hay ningún árbitro por sobre la política. Esa es la diferencia.Todos los medios de lucha están en Venezuela permitidos para el gobierno, y ninguno para la oposición. Eso quiere decir que bajo Maduro la política ha vuelto a su condición primaria: a la del imperio de la fuerza bruta. Y no lo digo solamente por la emboscada hecha a los diputados de la oposición en el parlamento, cuando fueron salvajemente golpeados por matones del oficialismo, ante la risa siniestra del jefe: Diosdado Cabello. Las fotos han dado la vuelta al mundo. Pero esa, en toda su brutalidad, no fue más que leve muestra del gangsterismo político imperante, o si se prefiere, una de sus tantas consecuencias.¿Dónde está la novedad? -volverá a preguntar algún lector. ¿No fue ese el estilo de gobierno que impuso el anterior presidente del cual Maduro no es más que un simple seguidor?Hay una diferencia; y es muy decisiva. La delictividad del occiso, aunque existía, no era método principal de gobierno. Por supuesto, también en su largo periodo fue violada la Constitución, pero -es lo que no ocurre con Maduro- todas las violaciones estaban subsumidas a un indiscutible principio, a uno del que Maduro carece. Es el principio de la legitimidad. O mejor dicho: el gobierno anterior a Maduro si no procedía de acuerdo a la legalidad, sí lo hacía de acuerdo a una legitimidad asegurada por una mayoría electoral que pocos ponían en discusión. He de explicarlo.Fue el jurista alemán Carl Schmitt quien reivindicando a Hobbes subrayó la tesis de que no es la legitimidad la que procede de la legalidad sino la legalidad de la legitimidad. De ahí que, a diferencias del derecho público, regido por el principio de la legalidad, el derecho político es, según Schmitt, regido por el de la

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legitimidad. Luego, de acuerdo a Schmitt, hay gobiernos legales sin legitimidad y hay gobiernos legítimos sin legalidad.Ahora, siguiendo la tesis de uno de los teóricos simpatizantes del chavismo, el post-peronista y también "schmittiano" Ernesto Laclau, la razón del populismo -elevada por Laclau a razón de la política- al devenir de una articulación de demandas disímiles en torno a una entidad simbólica (Mussolini, Perón, Chávez) se rige por el principio de legitimidad y no por el de legalidad. Se trata, siguiendo a Schmitt y Laclau, de una legitimidad otorgada por las grandes masas y no por los textos constitucionales.En ese sentido Chávez era fiel a su legitimidad, pues la legitimidad chavista precedía y a la vez estaba "por sobre" cualquier principio constitucional. Motivo que explica por qué Chávez era un gobernante esencialmente plebiscitario.Chávez necesitaba, en efecto, renovar cada cierto tiempo el contrato legitimatorio establecido con "su" pueblo, algo que jamás entendió Fidel Castro, según palabras de Mario Silva. Ahora bien, de acuerdo a Schmitt -enemigo a muerte del parlamentarismo- la legitimidad política al poner al líder en directo contacto con su pueblo, será siempre plebiscitaria. De ahí que las violaciones a la Constitución realizadas por Chávez eran ilegales, pero a la vez, desde el punto de vista de la razón populista, eran legítimas.Dichas violaciones estaban avaladas por una gran mayoría dispuesta a conceder todo el poder a una persona, comprobándose una vez más el díctum de que no puede haber populismo sin líder populista.El chavismo "era" Chávez, escribió Teodoro Petkoff. Con ello quería decir, el chavismo "no es" Maduro. En términos más sofisticados eso significa que sin una gran mayoría electoral o plebiscitaria no rige ningún principio de legitimidad.Maduro es un presidente que no cuenta con una mayoría electoral aplastante. Si aceptamos los resultados publicados por institutos de investigación política, ya se encuentra en abierta minoría. Si hubiera mañana elecciones entre Maduro y Capriles -concuerdan todos- ganaría Capriles con amplísima mayoría. Luego, Maduro, no puede, aunque lo quiera, ser un presidente populista. Para eso le falta mayoría; le falta popularidad; y por si fuera poco, le falta eso que no se compra en las farmacias: le falta clase.Con Maduro -es lo importante- ha terminado, y me atrevo a decir, para siempre, no el chavismo como ideología, pero sí el

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chavismo como fenómeno populista. El mismo Maduro ha enterrado al populismo. Por lo mismo Maduro no puede recabar para sí el principio de legitimidad que monopolizaba Chávez. Esa es también la razón por la cual sus reiteradas violaciones constitucionales al no estar avaladas por ningún principio legitimatorio, por ninguna mayoría aplastante, ni siquiera por masas enfervorizadas, aparecen hoy como lo que son: simples hechos ilegales, actos delictivos cometidos por las "gangs" políticas que lo secundan.El populismo venezolano ya ha entrado -como ocurrió con el peronismo en los aciagos días de Isabel Perón y su ministro López Rega, o como ocurrió en los últimos días políticos de Fujimori y su ministro Montesinos- a su fase delictiva de vida. El gangsterismo, se comprueba una vez más, es la última fase del populismo.Para ser más claro: la ilegitimidad populista de Maduro no proviene sólo del hecho de que desde su origen su administración ha estado marcada por el signo de la ilegitimidad. Por cierto, fue ilegítimo su nombramiento por sucesión, pues la sucesión no figura en ninguna Constitución que no sea monárquica. Fue ilegítimo (e ilegal) su nombramiento como presidente provisional, pues ese cargo correspondía ser asumido por el presidente de la Asamblea. Fue por último ilegítima su negativa a realizar un recuento de la votación del 14 de Abril. Triple ilegitimidad que arrastra como una pesada piedra colgada a su grueso cuello.Pero, además de una ilegitimidad tanto de origen como de forma, hay otra razón que permite hablar de gangsterismo político en Venezuela. Me refiero a los medios que usan tanto el presidente como quienes lo rodean para obtener poder fáctico, aunque sea en contra de los principios de legitimidad y legalidad a la vez. Nombremos algunos.1- El lenguaje brutal a que es sometida diariamente la oposición. Por cierto, Chávez también incurría en desproporcionadas descalificaciones en contra de sus adversarios y muy lejos se está aquí de idealizarlo. Pero Maduro lo ha superado. Su lenguaje político, a diferencia de el de Chávez, es pobrísimo, pero a la vez más insultante. Dudo de que exista un presidente en el mundo que use un lenguaje tan pobre y a la vez tan procaz como el que usa Maduro. Para Maduro, por ejemplo, todo quien se le opone es fascista. Ese es, por lo demás, un procedimiento fascista. Infamar al adversario llamándolos rata

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como hacía Hitler, malayaerba como hacía Pinochet, gusano como hacía Castro, fascista como hace Maduro, es un medio que busca su eliminación gramática. Y ya lo sabemos: entre la eliminación gramática y la física, hay un corto paso. Eso es simple gangsterismo.2.- El uso de la mentira sistemática como método de acción política. No deja de llamar la atención que todas las numerosísimas mentiras elaboradas por Maduro buscan atraer la atención pública hacia temas que el presidente no se atreve a enfrentar ante sus propias huestes. Por ejemplo, cada vez que asoma un proyecto de devaluación monetaria o de regulación financiera, o simplemente de corrección de los desastres heredados de Chávez y Giordani, Maduro inventa un magnicidio. Eso es simple gangsterismo.Confieso que hasta el autor de estas líneas creyó en un momento que Maduro había heredado el mal paranoico. Pero no. De lo que se trata, en el mejor sentido “goebbeliano” del término, es desviar la atención pública hacia un clima de supuesta guerra de acuerdo al cual fuerzas siniestras, colombianas o norteamericanas, quieren acabar con la vida del mandatario. Pero la mayoría de los venezolanos ya lo sabe: cada vez que el presidente ordene una medida impopular, se sentirá "amenazado de muerte". Eso es simple gangsterismo.3.- La coerción y el chantaje. Imagino a Maduro dialogando con sus íntimos: ¿A quién hay que eliminar políticamente antes que a Capriles? Leopoldo es todavía popular. Corina se defiende bien. Henri es muy querido en Lara. Empecemos entonces con Mardo, algo más vulnerable. Llama entonces tú a Luisa (Ortega), que ella se encargue del trámite, nosotros lo metemos preso, y después, si la oposición no es muy fuerte, seguimos con los demás. Eso es simple gangsterismo.4. El uso de la violencia programada. Cada vez que la oposición salga a las calles, lancemos a los nuestros a la calle aún a riesgo de que muchos mueran en un enfrentamiento. Para eso tenemos a los motorizados, a los desesperados de "La Piedrita", tupamaros , y no por ultimo, a nuestros "batallones obreros". Después, los caídos, se los endilgamos al "fascista" Capriles. Eso es jugar con la sangre de los otros. Eso es simple gangsterismo.5. El amedrentamiento. Cada vez que un opositor alce demasiado la voz, díganle: "Lo vamos a investigar". A sabiendas que aún el mejor entre los mejores tiene sus legítimos secretos

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ese "lo vamos a investigar" cumple una función psico-estratégica. Y bien, si no se amedrenta, lo investigamos, le incrustamos micrófonos en su residencia y le adjudicamos lo que se nos venga en gana. Para eso está Luisa. Después lo metemos preso. Eso es simple gangsterismoLo que no saben Maduro y los suyos es que tales procedimientos están generando en Venezuela una creciente ola de protesta ciudadana. No saben que la oposición democrática incluirá en las próximas elecciones municipales -además de los justos reclamos sociales- el tema de la defensa de la Constitución y de los derechos ciudadanos. Tampoco saben que en el curso de la historia ha habido regímenes que han perdido la legitimidad y han subsistido gracias a la legalidad. O que ha habido regímenes que han perdido la legalidad pero han subsistido gracias a su legitimidad. Y quizás tampoco saben que los gobiernos que han perdido la legitimidad y la legalidad a la vez, están condenados a perecer. Y si lo saben, el momento es muy peligroso para Venezuela.Baste decir que mientras para el chavismo de Chávez las elecciones eran un procedimiento necesario para la acumulación de poder, para el chavismo de Maduro las elecciones serán, ya se está viendo, un obstáculo para mantenerse en el poder.

18.POLÍTICA DE LA UNIDAD (30/8/2013)

A partir de una tipología provisoria el presente texto (ensayo o artículo) analiza el carácter y sentido de las organizaciones

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unitarias, particularmente las frentistas, desde la aparición de los frentes populares anti-fascistas de la Europa de los años treinta hasta las combinaciones que se han dado en América Latina. Especial énfasis será puesto en los casos chilenos y venezolanos. En el primero, porque Chile ofrece más experiencias frentistas que ningún otro país del continente. En el segundo, porque se trata de una experiencia aún no consumada, protagonizada por esa nueva versión de frente popular representado por la MUD. 

1. En la vida cotidiana la llamamos amistad; en la política, unidad. Puede que no sean lo mismo pero ambas se rigen por similares parámetros.Las hay por lo menos de tres tipos: Las de tipo A son unidades que tienen su origen en un pasado común. Las de tipo B son las que aparecen ante la posibilidad de acceder a un objetivo, el que en política es y será siempre un objetivo de poder. Y las de tipo C, son las que toman forma cuando se trata de enfrentar a un enemigo total.No hay amistad ni unidad más grande que las de tipo C. Mientras más amenazante es el enemigo más intensa será la unidad entre quienes intentan sobrevivir al peligro. No ocurre así en las de tipo A las que tienen alguna importancia en la vida privada, pero en la política casi ninguna.Las segundas (B) no siempre están separadas de las terceras (C). Por ejemplo, cuando dos partes se unen para alcanzar un objetivo de poder se trata de una acción que pasa por la exclusión de un tercero. Pero ese tercero no es necesariamente un enemigo, y si lo es, no es total. En la vida democrática el tercero es solo un contrario, es decir, uno que bajo determinadas condiciones puede transformarse en un amigo.El verdadero enemigo -no necesitamos recurrir a Carl Schmitt para decirlo- es el enemigo total, el no pactable, el que amenaza tu existencia política. De ahí que frente a ese enemigo la unidad (dejaremos la palabra amistad a un lado) entre quienes se encuentran en peligro, debe ser al menos tan intensa como el peligro que acosa.2. Una unidad de tipo C, la más crucial, ocurrió en Europa con la creación de los llamados Frentes Populares (FP) que detuvieron parcialmente el avance del fascismo a niveles nacionales. Así, en 1935 el FP francés ganó las elecciones llevando al gobierno al

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socialista León Blum. El mismo año el FP español obtuvo la victoria con su candidato Manuel Azaña.Los Frentes Populares europeos surgieron gracias a la iniciativa de la Komintern (Vll Congreso, 1935) cuando para Stalin estuvo claro que la estrategia de "clase contra clase" -mediante la cual definía a la socialdemocracia como "la otra cara del fascismo"- había fracasado totalmente.El avance hitleriano convenció al dictador de que debía cambiar de línea, pasando de la "ofensiva final" a una posición netamente defensiva. De acuerdo al célebre Georgi Dimitrov -redactor de la tesis de los FP- estos deberían fungir como diques frente al avance fascista. Objetivo que en su primera fase fue logrado. Hasta que Stalin obligó a los FP europeos a convertirse en agrupaciones ofensivas y armadas, táctica que dividiría a los "frentes", aislaría a los comunistas de los partidos democráticos y provocaría terribles derrotas en Grecia, Turquía y sobre todo, España.El hecho fue que en todos los países del mundo en donde existían comunistas, estos debieron aplicar a partir de 1935 la línea del Frente Popular, incluso donde no había ningún peligro fascista.

3. En América Latina hubo dos Frentes Populares importantes, el de Cuba y el de Chile.En Cuba los comunistas apoyaron en las elecciones parlamentarias de 1940 a los candidatos de Fulgencio Batista a quien Neruda desde Chile –no era la primera vez que loaba a un tunante- dedicó una poética misiva. El PSP (comunista) recibió a cambio dos ministerios a ser ejercidos por Carlos Rafael Rodríguez y Juan Marinello.La poética misiva de Neruda a Batista tenía, sin embargo, un sentido. En Chile, antes que en Cuba, fue implementado el primer Frente Popular de América Latina. De este modo, en las elecciones de 1938 los comunistas apoyaron al Partido Radical (que de radical no tenía nada) llevando al gobierno a Don Tinto (Pedro Aguirre Cerda). Ministro de Salud de ese gobierno fue el entonces muy joven Salvador Allende.La diferencia entre los FP de Europa y América Latina salta a la vista. Mientras en Europa eran unidades de tipo C (en contra de un enemigo total) en América Latina no pasaron de ser simples coaliciones electorales de tipo B.

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Chile, pionero de los FP, llegó a ser país paradigmático en materia de frentes unitarios. Después de clausurado el FP (1941) en 1956 y luego en 1964, Salvador Allende fue candidato del FRAP (Frente de Acción Popular) coalición que agrupaba a comunistas, socialistas y a otras entidades menores (el Partido Democrático, entre otros). En 1970 la UP (Unidad Popular) sucesora del FRAP, llevó al gobierno a Salvador Allende. La UP incorporó, además del eje PC-PS del anterior FRAP, a fracciones desgajadas de la Democracia Cristiana (MAPU e Izquierda Cristiana), un par de andrajos del antiguo Partido Radical y de modo indirecto, al MIR, a través de las fracciones pro-castristas del PS de Altamirano.Como consecuencia de las condiciones imperantes en la Guerra Fría, las organizaciones políticas chilenas pasaron a ser en parte agencias de representación internacional. Así, el PC seguía la línea dictada por la URSS relativa a unir al "proletariado" con las "burguesías nacionales" (léase la DC). La Cuba de Castro levantando una línea insurreccional frente al "reformismo" de la URSS, estaba representada por las direcciones del PS, del MIR y, en cierto modo, por el MAPU y la IC. Bajo esas condiciones Kissinger decidió financiar a los sectores golpistas de la derecha. Acerca de como el Chile de la UP se convirtió al igual que la España republicana en campo de experimentación de fuerzas internacionales, se ha escrito poco (¿qué harán los historiadores en Chile?). Pero el tema sigue siendo importante. Recién 16 años después de la UP, surgió en Chile, al fin, un frente político de tipo C, esto es, la unión en contra de un enemigo total: la dictadura de Pinochet. La Concertación nació en 1989 al calor de la campaña por el NO, y unió a la izquierda chilena (exceptuando al PC) con la DC y con sectores abiertos hacia el centro como el PPD.¡Qué ironía! La Concertación cumplió el objetivo perseguido por el PC durante la UP ¡pero sin el PC! El PC, sin ninguna URSS que lo respaldara pasó a ocupar el lugar dejado por su odiado enemigo de antaño, el MIR, casi desaparecido de la escena pública.La Concertación llegó a ser, en consecuencias, una alianza, la única que ha habido en Chile de tipo C. Por una parte cerró el paso a cualquiera tentación de regreso del enemigo total: el pinochetismo. Por otra, cumplió la difícil tarea de redemocratizar a la política. De ahí que más allá de cualquiera crítica, nadie podrá negar esos dos grandes méritos históricos de la Concertación. 

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No es ni será ese el caso de la Nueva Mayoría, frente que sucede a partir de 2013 a la agotada Concertación para enfrentar al bloque de derecha (Chile es un país tan frentista que hasta la derecha se organiza en frentes).Nueva Mayoría, al igual que el antiguo FP, que el FRAP allendista, y que la propia UP, no pasa de ser un simple frente de tipo B, algo parecido al Frente Amplio de José Mujica en Uruguay. Eso quiere decir: Su objetivo es ganar las próximas elecciones. Luego, menos que un frente es una simple coalición electoral, o como se dice en Chile, un "achoclonamiento" de partidos los cuales no están unidos por ningún enemigo total, ni siquiera por un programa de acción común.Para lograr mayor cohesión en su frente, Bachelet ha movido las agujas de su reloj un poco hacia la izquierda. Su objetivo es captar el clamor de los movimientos estudiantiles, rendir tributo simbólico a la tardía incorporación del PC y controlar a los restos ideológicos del castrismo que sobreviven en el PS. Si logra tan difícil empresa, no lo vaticinaré aquí. Lo único cierto es que en política no siempre la unión hace a la fuerza.La buena noticia es que Nueva Mayoría, a diferencias de la UP, nace en un espacio en donde las intervenciones externas serán mínimas. La URSS no existe. En Cuba el dictador menor está preocupado de construir un capitalismo de Estado. Al gobierno de EE UU le da igual quien gane pues los entendimientos con Chile no pasan por canales políticos sino económicos y, no por último, el gobierno "internacionalista" post- Chávez, agoniza en medio de la más intensa corrupción, de una profunda crisis económica y de la incapacidad de liderazgo de un muy poco legítimo presidente.Y bien, precisamente en Venezuela ha surgido un nuevo frente político, nos referimos a la MUD, organización que enfrenta no a un enemigo parcial sino a uno total, es decir, a uno de tipo C.

4. La MUD fue en principio una creación negativa de Chávez. Desde que el caudillo construyó un partido-Estado (PSUV), desde que se vinculó corporativamente -en el mejor estilo mussoliniano- con organizaciones verticales de origen popular; desde que llevó al gobierno a más militares que cualquiera dictadura del pasado, desde que contrajo relaciones intensas con todas las dictaduras del mundo, desde que se apoderó de los poderes públicos, poniendo al servicio de sus persecuciones a los propios tribunales de justicia, desde eso y mucho más, para nadie fue un misterio

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que si alguien quería hacer oposición en Venezuela, debería correr riesgos enormes. El objetivo final de Chávez no era otro sino destruir a la oposición, o pulverizarla, como repetía en su destructivo lenguaje. Chávez no fue un gobernante democrático, en el mejor de los casos fue un autócrata. Otros dicen, neo-dictador. No nos vamos a pelear ahora por eso. Lo cierto es que los opositores hubieron de entender que si no se unían iban de verdad a ser pulverizados.El año 2006 fue clave para la unidad de la oposición. Al ser elegido como candidato a la presidencia el socialdemócrata Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo) tuvo lugar al interior de esa oposición -en ese entonces parcialmente organizada en la Unidad Nacional- un desplazamiento hegemónico. Ni los partidos históricos (Copei y Acción Democrática) ni los sectores gremialistas entronizados en los sucesos de Abril de 2002, ejercerían a partir de 2006 la conducción opositora. Nuevo Tiempo, Primero Justicia, después Voluntad Popular y otras muchas organizaciones no son, como hubiera deseado el chavismo, típicas agrupaciones de "derecha". Si hubiera que definir a la Mesa de la Unidad Democrática, MUD (2008), de acuerdo con la terminología tradicional, cualquier politólogo con mediana formación la ubicaría en el centro- izquierda. En efecto, la MUD posee un programa social comparable al del PT de Brasil o al del Frente Amplio de Uruguay. Ahí reside precisamente el gran riesgo que entraña la MUD para el chavismo. La MUD se encuentra en condiciones de arrebatar votos populares al chavismo, razón por la cual el mandatario Maduro ha desatado el terror en contra de los partidos de la MUD, comenzando por supuesto por el partido del líder unitario, Henrique Capriles, vencedor de tres batallas (la de las primarias, la de Miranda e, inoficialmente, las presidenciales del 14.04)La MUD, como su nombre lo indica, surgió como una mesa de entendimiento para toda la oposición. Pero hoy en día, debido a la incapacidad de Maduro para dialogar con la oposición como hasta Chávez alguna vez lo hizo, la MUD se ha visto obligada a convertirse en un frente unido, uno de tipo C, es decir, no opuesto a cualquier enemigo sino a un enemigo total.Efectivamente, si alguien creyó que después de la muerte del caudillo su sucesor iba a iniciar un camino de entendimiento, se ha visto frustrado. Privado de la popularidad y legitimidad que

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gozaba Chávez, cuestionado en su propio frente interno, en medio de una atroz crisis económica, y con elecciones de tipo plebiscitaria a corto plazo, Maduro ha elegido el camino de la represión y por lo mismo ha convencido a la MUD de que no hay más alternativa que la de constituirse en un frente unitario destinado a enfrentar a un enemigo total. Desde esa perspectiva la MUD es, o ha llegado a ser -guste o no a algunas mentes descarriadas de la oposición venezolana- un frente popular como fueron los que desafiaron vía electoral al fascismo en Europa o como fue la Concertación chilena en sus días de origen, cuando derrotó, también electoralmente, a un enemigo total.No la MUD, Maduro se ha definido a sí mismo frente a la oposición como un enemigo total. Más total aún si se piensa que Maduro, si pierde las próximas elecciones municipales, puede intentar recurrir a sus reservas militares. Como escribió Vargas Llosa al referirse al gobierno Maduro, no hay nada más peligroso que una bestia herida.

19.LO PEOR QUE PUEDE PASAR EN VENEZUELA (2/10/13)

Ya lo había dicho y reiterado antes de viajar a Miami. "Lo peor que puede pasar al país es un golpe de Estado". No obstante, las mismas palabras dichas en Miami adquieren diferente connotación. Y eso con toda seguridad lo sabía Henrique Capriles.Nicolás Maduro, mandatario de Venezuela, en su siempre infamante estilo había anunciado que Capriles viajaría el 15. 09. a

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reunirse con la "gusanera" de Miami para conspirar en contra de la "revolución". No pudo haber mejor refutación a Maduro que las palabras de Capriles, dichas desde el mismo "imperio"."Lo peor que le puede pasar al país es un golpe de estado".Léase bien, Capriles dijo sin rodeos, un golpe de estado es lo peor que puede suceder a Venezuela. No dijo hay golpes buenos y malos, como seguramente piensan algunas fracciones "egipcias" de Venezuela. Eso significa que un golpe de estado, según Capriles, es una alternativa aún peor que el gobierno de Maduro. Por lo tanto Capriles dejó claramente establecido que está dispuesto a jugársela en contra de cualquier intento de golpe de estado sea éste a favor de Maduro o en contra de Maduro.Por lo demás, si hubiera intento de golpe de estado, aunque venga de militares chavistas, ¿contra quien puede ser sino en contra de Maduro? Porque Capriles dijo, golpe de estado. No habló de autogolpe. En otras palabras, un golpe de estado en contra de Maduro sería no sólo en contra de Maduro; también sería en contra de la oposición a Maduro. Su objetivo no podría ser otro sino destruir los restos de institucionalidad que permanecen en el país, cerrar el camino a las elecciones e imponer un régimen de fuerza en contra de la mayoría de la nación, de la madurista  y de la opositora a la vez.Las palabras de Capriles fueron terminantes. Ahora lo saben todos: Si hay militares que en nombre del, o en contra del chavismo intentan dar un golpe de estado, aprovechándose del descontento general y de la profunda crisis económica en la cual el chavismo ha sumido al país, contarán con la más decidida "oposición de la oposición". Con ello queda muy claro, salvo para quienes no quieran entender, que la oposición venezolana dirigida por la MUD y Capriles no es golpista, como tal vez quisiera Maduro que lo fuera. Además -aunque no guste a Maduro- es un factor de orden institucional. Quizás la oposición es el único factor de orden institucional que resta todavía en Venezuela. Si no fuera por esa oposición que encauza por vías democráticas el creciente malestar social, Venezuela no sería Egipto: Venezuela sería Siria.Naturalmente, el objetivo de la oposición, como toda oposición en cualquier lugar donde hay oposición, es derrotar al gobierno y si es posible, lograr su caída. Pero el objetivo ha de ser la derrota política, jamás la derrota militar. Eso quiere decir que cualquier intento no político en Venezuela significaría cerrar el camino a la

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oposición e indirectamente al propio PSUV. Quizás ya hay miembros de ese partido que entienden que la desaparición de los últimos restos de espacios políticos significaría también el fin del PSUV, ya sea como partido de gobierno, ya sea como principal partido de oposición, lugar este último que más temprano que tarde deberá ocupar, si es que sus dirigentes no creen en el principio de la eternidad.La mayoría de la oposición (y quizás una parte del chavismo) ya ha entendido que cuando los militares llegan al poder lo hacen para quedarse y nunca para irse.No me referiré esta vez a Chile, donde algunos políticos con pasado democrático apoyaron el golpe de 1973 como "salida transitoria". El ejemplo más reciente es el del Egipto de 2013 cuando los militares se montaron sobre los hombros del descontento popular frente al islamismo de Morsi y dieron un golpe que restituyó el régimen de Mubarak sin Mubarak, en contra de la oposición democrática y de la oposición religiosa a la vez.Probablemente hay pocas situaciones en la historia, si es que hay alguna, en la cual los militares usurpen el poder para retirarse inmediatamente. Ni siquiera en Honduras, pues allí los militares actuaron obedeciendo el mandato de una mayoritaria clase política civil. ¿Se entiende entonces por qué lo peor que puede pasar al país -Capriles se refería al país de los chavistas, al de los no chavistas y al de los anti-chavistas - es un golpe de Estado?Hay ejemplos en cambio que muestran como cuando la oposición ha actuado en defensa del espacio político en contra de intentos golpistas, ha salido fortalecida. Uno ocurrió en Septiembre de 1917 en Rusia cuando el general Lavr Kornilov, aprovechándose de las debilidades del gobierno de Alexander Kerenski, intentó dar un golpe de Estado, imaginando que contaría con el apoyo de la socialdemocracia (mencheviques y bolcheviques). Fue entonces cuando Lenin dio muestras de gran genialidad. Con su consigna "hay que defender a Kerenski", Lenin aseguró el espacio que muy poco después permitiría a los bolcheviques hacerse del poder. El segundo ejemplo también ocurrió en Rusia. Fue en el año 1991 cuando Boris Yeltsin, alcalde de Moscú y recalcitrante opositor, llamó a las masas a oponerse al golpe militar dirigido en contra de Gorbachov. Gracias a esa iniciativa Jeltsin logró ser, poco después, sucesor de Gorbachov en el poder.Pero en el Egipto de 2013 no  hubo ningún Lenin ni ningún Jeltsin. Los demócratas, con Baradei a la cabeza se sumaron al golpe,

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aceptando incluso tareas de gobierno. Pronto -historia conocida- fueron desplazados por los militares. “Sobre las bayonetas nadie puede sentarse”, dijo Tayllerand a Napoleón.Capriles también lo sabe. Sabe también que el 2013 no es el 2002, cuando generales venezolanos, utilizando el vacío de poder provocado por una enorme masa opositora sin dirección política, hicieron renunciar a Chávez. Los militares pusieron en su lugar a un monigote empresarial (Carmona) para después volver a poner a Chávez. Gracias a ese auto-frustrado golpe, Chávez emergió con más legitimación que antes."Lo peor que puede suceder al país es un golpe de Estado".No pudo Capriles haber elegido mejor lugar para pronunciar esa breve frase. Miami, refugio de demócratas, empresarios, profesionales y gente común, es también un lugar donde no pocos cubanos y venezolanos se dejan llevar por fantasías, soñando con salidas apocalípticas que los devolverán, como por arte de magia, al país de sus amores.En Miami existe una gran mayoría de venezolanos que reconoce a la MUD como directriz y a Capriles como su líder político natural. Pero también existe –no es secreto para nadie- una minoritaria fracción antidemocrática, radicalmente aventurera, es decir, una fracción hecha a la medida del chavismo. A ellos, los que conforman dicha fracción, dijo Capriles en su propia cara:"Lo peor que puede suceder al país es un golpe de Estado".Para que chavistas, no chavistas, maduristas y antimaduristas lo sepan y lo graben en el disco más duro de sus cabezas. El camino de la oposición venezolana es y será democrático, pacífico y electoral. La línea ya ha sido trazada.

20.¿QUIÉN HABILITA A LA HABILITANTE? (14/10/13)El tema de Octubre en Venezuela ha sido la petición del mandatario Nicolás Maduro a la Asamblea Nacional para que se le

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conceda una Ley Habilitante a fin -dice él- de luchar en contra de la corrupción y practicar la guerra económica declarada ya no se sabe a quien. Tanto desea la Habilitante Maduro, que no trepidaría en aceptar la compra de algún parlamentario suplente, expediente de por sí tan corrupto que en cualquier país normal inhabilitaría moralmente a cualquier habilitado.¿Para qué una Habilitante? Es la pregunta que nos hacemos desde fuera quienes estamos preocupados por el acontecer venezolano. ¿No es el de Venezuela el gobierno que cuenta con más poder fáctico en todo el continente latinoamericano?Todos los poderes públicos en Venezuela han llegado a ser habilitantes; toda la prensa televisiva es habilitante; todo el aparato represivo es habilitante. Todo el Estado venezolano está habilitado para satisfacer los deseos del gobernante, quien, por si fuera poco, ha terminado por militarizar hasta los supermercados ¿Para qué una Habilitante entonces?Creo que la respuesta más acertada ha sido dada por Simón Bocanegra en un artículo publicado en Tal Cual. La Habilitante no concede poder de facto porque de hecho el ejecutivo lo tiene todo, pero sí concedería -supuestamente- poder simbólico.¿Qué es el poder simbólico en política?A diferencia del poder de facto, que es el que se tiene, el poder simbólico es el que se representa, aunque no se tenga. Eso quiere decir que el inmenso poder fáctico de Maduro carece de consagración simbólica. Pues bien, en política el poder simbólico tiene una enorme importancia.De tal manera, lo que Maduro quiere conseguir no es tener poder por sobre la Asamblea, lo que de hecho tiene, sino que la Asamblea le conceda "legalmente" el poder que esa misma Asamblea no tiene. Así Maduro emergería bajo la luz pública ostentando el certificado de un poder situado por sobre el poder, por sobre la Asamblea, por sobre Diosdado Cabello (este parece ser un objetivo muy importante), por sobre la Constitución, por sobre la Ley, por sobre todo. En otras palabras, Maduro aparecería representando definitivamente el poder que una vez tuvo Chávez. Un presidente hecho monarca por desgracia de Dios.Si esa es la lógica del gobierno, y parece que esa es, hay que consignar una diferencia notable con las habilitaciones que recibía periódicamente Chávez de esa Asamblea sobre la cual ejercía

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absoluta dominación. La diferencia es que el poder simbólico de Chávez no venía de una Habilitante, sino de una inmensa mayoría popular que lo respaldaba. Las Habilitantes obtenidas por Chávez eran, en ese sentido, solo la certificación institucional de su habilitación popular. Y bien, Maduro –un populista sin pueblo- recorre el mismo camino, pero al revés: En lugar de conquistar el poder popular para luego habilitarlo constitucionalmente, intenta conseguir la Habilitante para desde ahí, a fuerza de golpes, obtener el poder popular. Y todo eso a menos de dos meses de las decisivas elecciones de Diciembre.De tal modo, con la petición de una Habilitante, Maduro intenta sustituir pro-forma un poder que Chávez obtenía directamente del pueblo. O dicho en estilo más fino: Mientras las Habilitantes de Chávez formalizaban un poder popular que se tenía, la Habilitante de Maduro formalizaría un poder popular que no se tiene. La Habilitante entonces, solo sería un símbolo vacío, pero un símbolo al fin. ¿O será la Habilitante que exige Maduro un instrumento destinado a aplicarse en contra de sus enemigos endógenos? Hay cosas que solo sabe el diablo.Sin embargo, hay algo en Venezuela que todos saben. La única Habilitante que tendrá vigencia será la que surja del mandato popular expresado el 8.12.La oposición organizada desde la MUD y liderada por Capriles ya ha trazado su camino. Las condiciones históricas para la habilitación política de una nueva mayoría ya están dadas. La crisis económica producida por las locuras ideológicas del régimen ha alcanzado sus más altos niveles. Lo mismo ocurre con la corrupción generalizada en los estamentos estatales, tan grande debe ser que el mismo Maduro la dio a conocer en su discurso en la Asamblea, atacando uno de los bastiones de la economía chavista, el CADIVI (para los no venezólogos, "comisión de administración de divisas").La unidad en torno a la MUD en cambio, es casi perfecta. Y si el descontrolado presidente continúa insultando a más de la mitad del país, esa mayoría que según toda encuesta clama por una reconciliación nacional, le va a pasar la cuenta. De tal modo, si es que no hay una desgraciada interrupción anticonstitucional –bajo el post-chavismo todo es posible- se cumplirán en Diciembre las palabras escritas en una pared de un barrio de Caracas: "Con Habilitante o sin Habilitante, seguiremos adelante". Pudo haberlas escrito un chavista. Da lo mismo.

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21.¿GOLPE MILITAR EN VENEZUELA? (22/10/13)

En Venezuela hay excelentes analistas políticos. Pero a ninguno sigo con tanto interés como a Teodoro Petkoff. Lo ameritan una larguísima experiencia, una probada sensibilidad política, y por cierto, un alto nivel de información. Por eso leí con suma preocupación su Editorial en Tal Cual del 17 de Octubre de 2013 titulado "Manu Militari" en el cual afirma que el ejército, mediante la fundación de CESPPA (Centro de Seguridad y Protección a la Patria) se ha situado definitivamente por sobre el gobierno mediante un "golpe frío".Gracias a CESPPA ha quedado claro que la política de Venezuela enfrenta un problema muy serio. Quizás el más serio de los últimos quince años.CESPPA es un organismo militar anticonstitucional que pone bajo su tutela los ministerios del Interior, Justicia y Paz; de Relaciones Exteriores y de Defensa. Más todavía. Una junta militar decidirá cuanto y cuando deberá ser informada la opinión pública. Y por si fuera poco, CESPPA determinará acerca de cuales informaciones deberán ser entregadas al propio Presidente de la República.En otras palabras, CESPPA es un "poder sobre el poder", una instancia supraestatal situada sobre el Ejecutivo. Su cometido no es otro sino subordinar el poder político al militar. Razón por la cual deduce Petkoff: "El Presidente está literalmente en manos del CESPPA. Y con él todos nosotros, los venezolanos".Si el consumado por el CESPPA es un golpe, se trataría entonces  de uno de los más refinados de América Latina, tierra de golpes y golpistas. Lejos están los tiempos en que los militares bombardeaban palacios gubernamentales, llenaban de prisioneros los estadios, abrían campos de concentración y establecían centros de tortura.

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Hoy en cambio ha sido creado en Venezuela un gobierno militar situado por sobre las instituciones públicas, incluyendo la propia presidencia de la república.CESPPA ha asumido el poder real reduciendo al gobierno a instancia puramente formal. En lugar de la "dictadura del proletariado" ha sido instaurada la "dictadura del militariado". Como en Irán, en donde el gobierno civil se encuentra bajo las instituciones religiosas, el de Venezuela -caso peor- ya se encuentra bajo las instituciones militares. CESPPA ha convertido el Estado político en un Estado militar. Eso quiere decir simplemente que la verdadera ley habilitante reside en manos de CESPPA. O lo que es igual, frente a CESPPA Maduro es un simple inhabilitado.Por supuesto, el de Chávez también era un gobierno militar. La mayoría de los puestos decisivos estaba en manos militares. La ideología de gobierno era militarista y no política. El lenguaje de Chávez, aunque no tanto como el de Maduro, era un lenguaje militar. Chávez mismo era militar. Pero no sólo era eso.El gobierno de Chávez era, además, un gobierno popular.La legitimidad de Chávez no provenía de las armas sino de las masas que lo apoyaban. No es el caso del gobierno de Maduro.Con Maduro cambió definitivamente el carácter del gobierno chavista. En lugar de ser el del primero un gobierno populista militar paso a ser simplemente un gobierno militar; así, a secas. Del antiguo populismo solo quedan frases sueltas, paganas ceremonias mortuorias, ritos patrioteros, falsos remedos, y muy poco más.Maduro tenía con la exigua y dudosa mayoría que alcanzó el 14A dos posibilidades. La primera, concertar un dialogo, si no con toda la oposición, por lo menos con parte de ella. La segunda, seguir los llamados del sector más radical del chavismo. Evidentemente intentó sin éxito la primera al establecer contacto con Lorenzo Mendoza, este último en representación informal de fracciones del empresariado venezolano. Con el nombramiento del pragmático Merentes en contra del fundamentalista Giordani, Maduro pareció, además, inclinarse por soluciones destinadas a controlar la crisis económica desatada por Chávez. Pero de modo paralelo Maduro trataba de contentar al núcleo duro del chavismo, embruteciendo al máximo su ya, de por sí, brutal lenguaje. De esta manera Maduro cerró las posibilidades de dialogo. Víctima de sus vacilaciones no fue capaz de iniciar un "gran viraje". ¿Le faltaron

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fuerzas, personalidad o simplemente agallas? A estas alturas, el tema ya no tiene importancia.De nada servirá a Maduro después de la toma del poder de CESPPA, con una habilitante corruptamente adquirida, controlar a un parlamento que de hecho controlaba. De nada le servirá tampoco "meter preso" a Capriles, o a López o a quien sea, con el objetivo de provocar una rebelión popular y dar paso definitivo a una intervención militar, posponiendo las elecciones del 8D que tanto lo amenazan. Suceda lo uno o lo otro, Maduro solo será un simple mayordomo del palacio militar. Si es que ya no lo es. Eso bastará sin duda para que Insulza y otros invertebrados de la OEA apoyen al nuevo gobierno militar venezolano.Afortunadamente la mayoría de la oposición democrática venezolana ya ha advertido el peligro. Henrique Capriles ha reiterado continuamente su oposición a todo golpe de estado, venga de donde venga. ¿Será esa la razón por la cual Cabello quiere "meterlo preso"? Todo así lo indica. Transformar las elecciones del 8D en rebelión democrática y popular sin que dejen de ser elecciones, es el difícil camino emprendido por la MUD y Capriles. ¿Lo lograrán? Algunos candidatos ya están llamando, en buena hora, a detener al golpismo a través de la campaña electoral. Es sin duda la tarea más importante del momento. Mucho más, por supuesto, que discutir sobre la nacionalidad de Maduro.Queda todavía la esperanza de que chavistas opuestos a una salida militar –si es que los hay- hagan oír alguna vez su voz y establezcan en ese punto –solo en ese punto- una convergencia mínima con sectores de la oposición democrática, una destinada a cerrar el paso al golpismo, sea antes o después del 8D. Después de todo, quienes estuvieron en el 2002 en contra del "carmonazo" no tienen ninguna razón, ni moral, ni lógica, y mucho menos política, para estar en el 2013 a favor del "cabellazo", del “madurazo”, o simplemente de un mero "cuartelazo".

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22.LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DEL 8 D (2/12/13)

La radio transmitía las noticias sobre Ucrania y yo cortaba una zanahoria en trozos para aderezar al salmón, hecho que me incitó a pensar en Derrida y su concepto de la deconstrucción lo que es algo parecido a cortar en trozos una tesis para aderezar una idea.La tesis excepcionalmente inteligente que transmitía la radio era que los miles de manifestantes de Kiev al luchar por el ingreso de Ucrania en la EU, luchan a la vez por la independencia nacional en contra de dos autocracias, la  de Putin y la de Yanukóvich. Es decir, se trataría, la que tiene lugar en Ucrania, de una lucha nacional, democrática y popular, con repercusiones locales e internacionales.La idea contiene tres trozos: a) el ingreso a la EU de Ucrania b) su independencia nacional y c) su lucha democrática en contra de la autocracia. Pero el análisis del comentarista llegó, lamentablemente, solo hasta ese punto. Si hubiera continuado podría haber concluido en que la misma lucha de los ucranianos está teniendo lugar, bajo otras formas y condiciones, en diversos lugares del mundo. Expliquemos:Hasta las postrimerías del siglo XX las luchas democráticas se dirigían en contra de dos enemigos fundamentales. En Europa del Este en contra de las Nomenklaturas comunistas. En Sudamérica en contra de las dictaduras militares. Hoy en cambio las luchas democráticas se dirigen en primera línea en contra de autocracias dictatoriales o tendencialmente dictatoriales. Dichas autocracias (también llamadas neo-dictaduras) poseen asombrosos rasgos comunes.  A riesgo de esquematizar, nombremos los principales.1. La gran mayoría proviene de movimientos populares y populistas, carácter que pierden dentro del Estado, pasando a conformar una nueva oligarquía o clase políticamente dominante.2. Por lo general se encuentran articuladas en torno a la figura de un caudillo carismático3. Desde el poder son destruidas las organizaciones sociales horizontales en función de la creación de un orden corporativo (vertical)

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4. La división de poderes, rasgo más distintivo de la democracia occidental, tiende a desaparecer. En todos los casos el poder judicial se transforma en un aparato al servicio del autocratismo.5. El partido del gobernante será convertido en un Partido-Estado.6. Los opositores son transformados en enemigos irreconciliables. No hay lugar para el dialogo político.7. El caudillo impone de modo anticonstitucional la reelección indefinida.8. La prensa opositora es acallada y entregada al monopolio estatal9. El ejército es transformado en brazo militar del Partido-Estado.10. Las elecciones son usadas como medio plebiscitario de legitimación del poder autocrático. No obstante -y esto es lo más importante- son el talón de Aquiles de las autocracias. Pues si los fraudes electorales son totales, desaparece la diferencia entre autocratismo y dictadura militar clásica. Y si son parciales, la autocracia arriesga el peligro de ser derrotada.Son tantas y tan parecidas las nuevas autocracias, que resulta imposible hablar de casualidad. Ellas, además, están repartidas a lo largo del mundo. Ucrania no es el único satélite autocrático girando alrededor de la autocracia mayor: la Rusia de Putin. Hay que sumar a casi todas las naciones que ayer formaron parte del imperio soviético, exceptuando a las bálticas. Estamos, para decirlo de una vez por todas, frente a la reconstrucción geopolítica de una nueva URSS, camuflada esta vez en la forma de Unión Euroasiática. El problema es que hay naciones post-soviéticas cuya ciudadanía quiere ser más europea que asiática. Entre ellas Ucrania.Putin hará lo imposible para que la europeización política de Eurasia no tenga lugar y lo más probable es que recurrirá, siguiendo la antigua línea de la URSS, a invasiones armadas.Pero no se trata solo de un fenómeno post-soviético. Diferentes gobiernos africanos acusan las mismas características autocráticas. Quizás el caso más representativo es el Zimbabwe del dictador Mugabe, quien fuera, como tantos grandes asesinos del pasado reciente, amigo íntimo del presidente Chávez.América Latina ha sido campo fértil para las nuevas autocracias. Durante el primer decenio del siglo XXl, la impresión generalizada era que ellas constituirían el modo de dominación hegemónico en

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el continente. Bajo la capitanía ejercida por los Castro y Chávez, naciones como Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras, Paraguay e incluso, en parte, Argentina, adoptaban las principales formas del nuevo modelo de dominación. Así, mientras la anti-democracia del siglo XX estuvo representada por militares como Pinochet y Videla, las autocracias del Siglo XXl tenía sus principales adalides en Chávez, Morales, Ortega y en menor medida, Correa.Sin embargo, el avance del autocratismo latinoamericano ha experimentado serios reveses a partir del inicio del segundo decenio del siglo XXl. En Perú la presión democrática logró la "conversión" de Ollanta Humala de acérrimo chavista a gobernante republicano. En Paraguay, después del desalojo del prolífico Fernando Lugo, volvieron a través de la vía electoral los conservadores al poder. Las elecciones legislativas del 2013 en Argentina han bloqueado las posiciones autocráticas que anidaban en el peronismo cristinista. En Noviembre del 2013 la versión chavista hondureña del latifundista Manuel Zelaya fue electoralmente derrotada. Y si esa tendencia se mantiene, podría suceder que en las elecciones municipales de Venezuela, convertidas por fuerza de las circunstancias en un plebiscito, tenga lugar el frenazo decisivo. Ahí radica la dimensión internacional del 8D venezolano.La posibilidad existe, pero no es todavía realidad. Dos son los grandes obstáculos que la oposición venezolana deberá  vencer en los pocos días que faltan para la elección.El primer obstáculo es el fraude. Un fraude que existe en los centros de votación pero no en el conteo automático, hecho en el cual han insistido los dirigentes de la MUD, verdadero Frente Popular que ya sirve de modelo a la oposición nicaragüense y boliviana.El segundo obstáculo es el abstencionismo alentado por dudosos personajes enquistados en la oposición; algunos unltraderechistas y golpistas; otros, al servicio objetivo del madurismo; no faltando irresponsables y resentidos, ni tampoco mariscales sin ejército y estrategas sin pueblo. El daño que ellos podrían causar a la posibilidad democrática es inconmensurable.Si la MUD y el conjunto de la oposición logran superar esos dos obstáculos, una nueva era habrá comenzado en América Latina. Una nueva era que agradecerá, antes que nadie, la disidencia democrática de Cuba.

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¿Y si no es así? Pues, habrá que comenzar de nuevo. La democracia suele ser obra de quienes poseen el temple de un Sísifo. O, por lo menos, el de los ucranianos.

23.DE LA LUCHA POLÍTICA A LA LUCHA SOCIAL (15/12/13)Puede ser una coma y un cero, la diferencia será siempre ínfima.Como si la política fuera una actividad geométrica la población electoral venezolana -ya antes del 8D- ha sido dividida en dos mitades casi exactas. Si a ello agregamos un cuarenta por ciento de esa ciudadanía a la que importa un rábano la política, cualquier gobierno que se diga revolucionario -cualquiera menos el de Maduro- debería sentirse humillado y ofendido. Porque ese es el resultado plebiscitario de las elecciones del 8D: En Venezuela es imposible una revolución. Así habló el pueblo.A nadie que no resida en un manicomio, ni siquiera a un chavista cuando está a solas, se le podría ocurrir que con una mitad electoral gobiernera, con otra mitad electoral en activa oposición y con un por lo menos 40% de absoluta indiferencia, es posible imponer a troche y moche un sistema que ha fracasado en todo el mundo. O una revolución es totalmente mayoritaria o nunca será una revolución; cuando más un golpe de estado, civil o militar. O ambos a la vez.Toda elección nacional es un plebiscito, se quiera o no. Mucho más plebiscitaria es cuando solo hay dos opciones. De modo que, y en contra de la opinión de tantos mariscales post-electorales, hay que decir que Capriles no inventó la idea del plebiscito. Si alguien la inventó fue Chávez.No hubo ninguna elección durante el largo mandato de Chávez a la que él no hubiera conferido carácter plebiscitario. Capriles solo continuó la tradición. Debía incluso hacerlo. Si ya había cuestionado -y con toda razón- la legitimidad de las elecciones del

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14A, cualquiera elección después de esa fecha habría tenido objetivamente un carácter plebiscitario. Y bien, ese es el punto: El plebiscito del 8D lo perdió el gobierno. Lo perdió en términos cuantitativos al no obtener mayoría absoluta, y lo perdió en términos cualitativos al ser derrotado en las ciudades más importantes del país.Ahora, en cualquier país normal, cuando se produce una situación de empate, las dos partes tienden a establecer un pacto destinado a despolarizar el ambiente y crear mínimas condiciones de gobernabilidad. Pero Venezuela no es un país normal. Todo lo contrario. El discurso de Maduro del 8D fue el de un hombre que tiene detrás de sí, delirando de pasión por su persona, a más del 80 por ciento de la ciudadanía. Razón de más para pensar que definitivamente no va haber dialogo. Por el contrario, va a continuar la represión a los medios; los adversarios serán declarados delincuentes, agredidos, insultados; muchos irán presos, y las instituciones seguirán secuestradas por una secta fanática incrustada en el Estado. Así lo dio a entender Maduro.El problema es que si analizamos el tema desde un punto de vista militar y no político, Maduro tiene cierta razón. Pues todo diálogo es una negociación sobre la base de relaciones de poder. Sin negociación, obvio, no hay diálogo. Y bien: ¿Qué puede negociar la oposición con Maduro? La oposición no controla ningún poder fáctico, ningún poder estatal, ningún gran medio de comunicación, ninguna central sindical, ninguna parte del ejército, y pese a que representa a la mayoría ciudadana en la Asamblea Nacional, su nominalidad es minoritaria. Solo tiene detrás de sí a una inmensa cantidad de electores, a las mentes más esclarecidas del país, a los principales intelectuales, a los mejores profesionales. Pero eso no se puede negociar. Para negociar se requieren dos partes políticas y el gobierno de Maduro es profundamente antipolítico. Ahí está la raíz. No habiendo diálogo solo puede haber confrontación.Estamos hablando de una confrontación anunciada. Lo han dicho moros y cristianos. Pero -es la novedad- no será una nueva confrontación política pues ésta solo se da en Venezuela durante periodos electorales. Será una confrontación en el espacio social. Más evidente aún si tomamos en cuenta que la realidad económica le pasará la cuenta a las aberraciones de Maduro, sobre todo a aquellas destinadas a controlar los precios a punta de bayonetas. Escasez, pérdida de  fuentes de trabajo, inflación, mercado negro, informalización cambiaria, son solo algunas  de

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las expresiones que asumirá en 2014 la crisis económica inducida por el chavismo y el madurismo.La pregunta es entonces ¿posee la MUD, o  la oposición en general, dispositivos que le permitan conectarse con las movilizaciones sociales que ya tienen lugar en Venezuela?Venezuela debe ser el país latinoamericano en donde hay más protestas sociales. Las huelgas, los paros, las tomas de calle y carreteras, las guarimbas, todo eso es pan de cada día. Gran paradoja es que Venezuela debe ser también el país latinoamericano en el cual las movilizaciones sociales tienen el más bajo nivel político. No solo no se conectan entre sí. Hay, además, una carencia casi total de organismos populares en condiciones de coordinar regional y nacionalmente las luchas sociales.Si en algo tuvo éxito la administración Chávez fue haber destruido las organizaciones independientes de trabajadores convirtiendo a la mayoría de ellas en simples dependencias del Estado. Con ello rompió la espina dorsal de la sociedad venezolana. En la Venezuela de hoy no hay nada que sea parecido a lo que fue la CGT argentina, a los sindicatos automotrices de Sao Paulo, a la CUT de Chile, a la COB boliviana.No se trata por cierto de suscribir la afirmación de Lenin relativa  a que en cada huelga se esconde la hidra de la revolución. Pero en cada huelga sí se esconde un mínimo de potencial político. Mas no en Venezuela. Allí puede haber cientos de protestas sociales al día sin que ninguna raspe la piel del más grande empresario capitalista del país: el Estado chavista.El problema es mayor si se considera que el malestar social solo ha podido, hasta ahora, articularse a través de lo político sin que lo político sea articulado a través de lo social.La misma MUD creó sus fuerzas en grandes eventos electorales. Gracias a las elecciones la MUD llegó a ser la organización opositora más poderosa de todos los países del ALBA. Gracias también a las elecciones aparecieron excelentes líderes políticos pero muy pocos líderes sociales. ¿Tendrán los actuales líderes políticos capacidad para entender las demandas sociales y dar a ellas alguna orientación política? Es la pregunta decisiva.Tanto más decisiva si consideramos que ante la ausencia de convocatorias políticas las movilizaciones sociales no pasan de ser simples estallidos anómicos. El Caracazo (1989) como el

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Bogotazo en Colombia (1948), ocurrieron como cualquier "azo", no gracias a  la existencia de conducción política, sino a su ausencia. Estallidos que solo conducen a la militarización de las calles, o a masivas represiones cuya sangre pavimenta el camino que lleva a los gorilas al poder.El desafío que enfrentará la oposición durante 2014 será entonces todavía más grande que ganar una elección.La luchas del 2014 no estarán centradas en plazas citadinas sino al interior de cada fábrica, recinto comercial, dependencias públicas y asambleas populares. Será también la oportunidad para que las numerosísimas luchas sociales venezolanas adquieran ese contenido político del que hoy carecen. Y a la vez, para que la oposición desarrolle una vocación social que todavía no ha podido demostrar. Si esa oportunidad es bien aprovechada, el mismo Maduro se verá obligado a hacer lo que más detesta: dialogar.En política un dialogo no se solicita: se impone.

24.LOS DILEMAS DE LA OPOSICIÓN (11/2/14)

Hay que aceptarlo, es normal, es lógico y puede que hasta sea necesario: La oposición venezolana se encuentra dividida. Más aún, soy de los que sostienen que la unidad tiene que surgir de la no-unidad (¿de dónde si no puede surgir?) Luego, el momento de la no-unidad es imprescindible para alcanzar el momento de la unidad.Casi no hay nada peor en la política que tratar de mantener una unidad a todo precio. Cuando en nombre de la unidad son ocultados antagonismos y debates, estamos hablando de una unidad anti-política y por lo mismo, de una unidad que nunca despertará entusiasmos. La unidad política no puede ni debe

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ocultar las diferencias. Se puede, por el contrario, marchar juntos sin necesidad de ser idénticos.La unidad política surge de las diferencias. Si no es así, la unidad pierde su carácter político y se convierte en un conglomerado de grupos ligados por simples intereses inmediatos. Por lo tanto este artículo no debe ser interpretado, como tantos que se han escrito dentro y fuera de Venezuela, como un piadoso llamado a la unidad. Pero sí debe ser entendido como una constatación, a saber, que las fracciones contendientes no han dejado muy claro el verdadero carácter de sus desacuerdos, de modo que estos aparecen, sobre todo en los medios internacionales, como un producto de luchas caudillescas entre dirigentes personalistas que buscan ejercer liderazgo sobre toda la oposición.Para decirlo de modo terminante: Ni Capriles es un colaborador de Maduro, ni López/Machado son golpistas. Mucho menos Ledezma. Si no aceptamos esas premisas, cualquiera discusión será imposible.Hay que precisar, además, que la unidad electoral de la oposición venezolana no está por el momento en juego. El indiscutido líder electoral fue Capriles. Cuando llegue de nuevo la hora de enfrentar al régimen en el plano electoral, tendrán lugar primarias y tal como ocurrió en el pasado reciente, el pueblo opositor sabrá elegir sus candidatos. Ahí no está puesto el problema. El problema ocurre debido al hecho de que la no-unidad que hoy presenciamos tiene lugar en un escenario no-electoral. Precisamente, ese es el tema. ¿Cómo enfrentar al post-chavismo en un escenario no-electoral?La respuesta más fácil parece ser la de Leopoldo López y María Corina Machado: llevar la lucha política a la calle. La calle, si atendemos a los discursos de López –quien pronuncia la palabra calle en cada frase que emite- se ha transformado no solo en una táctica o estrategia sino en el punto central que aparentemente diferenciaría a López/Machado de Capriles. Así lo han querido entender muchos. Pero si vemos el tema con cierta detención, no es así.Henrique Capriles jamás ha estado en contra de la calle. Más aún, de todos los dirigentes políticos de la oposición, Capriles es el que tiene más experiencia de calle, no solo por kilómetros recorridos, sino porque durante tres campañas electorales consecutivas fue capaz de quitarle la calle al chavismo. En materia de calle ni López ni Machado pueden darle lecciones a Capriles. Luego,

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tenemos que deducir que el problema no está en la calle. El problema es otro, y es el siguiente: ¿Cuál es el objetivo de la lucha en las calles?López/Machado lo han planteado en términos inequívocos: Se trata de “la salida”. En otras palabras, ambos dirigentes (repito, dirigentes, no líderes) están planteando una salida insurreccional, todo lo pacífica, democrática e institucional que se quiera, pero insurreccional al fin. No otra cosa puede ser una “salida”.La situación inmediata parecería dar la razón a la opción López/Machado. ¿Hasta cuando Venezuela va a seguir siendo el juguete de un grupo ideológico cuyos dirigentes no paran de insultar de modo horrible a todo quien se les opone? ¿A ese grupo que ha llevado a la nación a una crisis económica sin parangón en la historia del país? ¿A la mentira sistemática, a la calumnia, a la persecución ideológica? ¿A la entrega de la dirección política de “la revolución” a la dictadura militar cubana? ¿A la monopolización de la prensa y de la Televisión? ¿A la violencia desatada en las calles?Aún no estando de acuerdo con la voz de María Corina Machado, no se puede sino sentir comprensión cuando ella exclama: “¿Hasta cuando, hasta cuando vamos a esperar?” El detalle, y quizás María Corina lo sabe es que, como escribió Max Weber, “la política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo”.Digámoslo muy claro: López/Machado están levantando en estos instantes la misma alternativa que propuso Capriles antes del 8-D si se daba el caso –en esos momentos muy probable- de que la oposición hubiese ganado con amplitud las elecciones municipales a las cuales Capriles y López/Machado otorgaron –no podían hacer algo distinto después de la pírrica victoria de Maduro en las presidenciales- un carácter plebiscitario. La diferencia es que Capriles planteaba la insurrección constitucional en el caso de una victoria y no en el caso de una derrota plebiscitaria, como hoy intentan hacerlo López /Machado.El resultado de las elecciones del 8-D gracias entre otras cosas al despliegue casi sobrehumano de Capriles, fue excelente para la oposición. Excelente, pero no suficiente para levantar desde ahí una salida insurreccional. La oposición en efecto, conquistó las regiones más pobladas e importantes del país, pero no ganó, al menos no formalmente, el plebiscito. La insurrección constitucional, eso fue lo que captó entre otros Capriles, debía ser

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necesariamente postergada para una mejor oportunidad. Había llegado en cambio el momento de reunir las fuerzas acumuladas para enfrentar en un periodo no-electoral a un gobierno sumido en la más catastrófica crisis económica y social que es posible imaginar. Ese era el momento de pasar de la lucha política-electoral a la lucha política-social. Las condiciones estaban dadas.En Venezuela lo que más abunda son manifestaciones sociales. Pero ponerse al lado de ellas exige bajar el perfil publicitario de las acciones políticas, analizar cada huelga, cada paro, cada síntoma de descontento, y convertirse en abogado político de los manifestantes. En otras palabras, y eso es lo que captó Capriles, había llegado el momento de crecer desde abajo hacia arriba, ganar con paciencia y trabajo gris a trabajadores aún adictos a Maduro, buscar modos de comunicación con la masa indecisa y cerrar filas alrededor de los bastiones regionales arrebatados al gobierno. En fin, todo indicaba que la dirigencia de la oposición iba aprovechar el lapso no-electoral para configurar una mayoría social, democrática y popular en contra de la oligarquía militar-civil enquistada en el poder.Las luchas en la calle, en efecto, no tienen sentido si antes no ha sido librada una ardua lucha al interior de los sindicatos, de las organizaciones populares y civiles, en las universidades y en las escuelas, en los pueblos y en las aldeas. El poder de la calle –ese es el punto- surge del poder social y no al revés. Eso forma parte del ABC de la política: Un poder de la calle sin sustento en un sólido poder social es algo así como intentar construir el techo de una casa sin haber puesto sus cimientos.Nadie pone en duda de que López/Machado pueden lograr grandes manifestaciones callejeras. En las calles gritarán en contra del gobierno e incluso enfrentarán heroicamente a sus esbirros armados. Pero ahí estarán los mismos, los que de tanto manifestar juntos ya se conocen entre sí. ¿Cuántos trabajadores dejarán a un lado las banderas del chavismo para sumarse a las de López/Machado? ¿Cuántos hasta ahora indecisos irán a engrosar las fuerzas manifestantes y arriesgar el pellejo en las calles para seguir a una oposición que no solo no tiene a una mayoría nominal detrás de sí, sino que, además, se presenta dividida en las calles? Creo que no serán muchos más que los de siempre.No hay que ser ingenuos. El 8-D Maduro aumentó su grado de legitimidad y su gobierno mantiene todavía una mayoría nominal,

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sobre todo en las provincias agrarias. Maduro controla la prensa, el parlamento, la justicia. El gobierno no solo cuenta con el apoyo de los militares, es además, un gobierno militar. Y sus militantes organizaciones de masas están mucho mejor organizadas que las de la oposición.Quizás será necesario agregar que en toda la larguísima historia de las insurrecciones sociales no ha habido jamás un solo caso de levantamiento social exitoso inducido por los partidos o siguiendo el llamado de determinados dirigentes políticos, por muy carismáticos que estos sean.Los grandes levantamientos sociales han ocurrido cuando el pueblo organizado ha decidido salir a las calles y los partidos políticos no tienen otra alternativa sino acompañarlos. Nunca ha ocurrido al revés. Incluso los más grandes líderes políticos como fueron Gandhi, Walesa y Mandela entre otros, pasaron más tiempo frenando a los radicales que llamando a ocupar las calles.Capriles no es ni Gandhi ni Walesa ni Mandela, pero ha sabido reconocer al menos cuando un momento puede ser insurreccional y cuando no lo es. Tal vez también sabe que un periodo no-electoral es el más adecuado para esclarecer las diversas posiciones políticas, pues nadie discute sobre eso en medio de una campaña electoral. El problema es que él todavía no lo ha hecho, por lo menos no de modo explícito. Al parecer le falta todavía aprender que las amistades políticas no son amistades personales. En ese sentido, ni López/Machado han traicionado a Capriles, ni Capriles traicionará a López/Machado. Son las reglas del juego determinadas por la disputa de un poder que no solo es de ellos. 

Pienso que la oposición venezolana se beneficiaría enormemente si sus promisorios dirigentes discutieran abiertamente sus estrategias y no con frases indirectas y mucho menos por twitter. Aunque solo sea para marcar la diferencia con un régimen para el cual toda divergencia es un delito.

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25.UN PUEBLO OPOSITOR BUSCA SU CAMINO (20/2/14)

Fue impactante escuchar ese día 18 de Febrero las palabras de Leopoldo López al entregarse a las guardias pretorianas del régimen post-chavista. Fue también impactante el despliegue de la multitud, todos unidos frente a la protesta legítima en contra de un gobierno cuyo ideal dictatorial es rechazado por la mayoría de los venezolanos, incluyendo a no pocos chavistas.Las calles venezolanas no solo han dejado claras las diferencias que separan a la oposición, sino también los  objetivos que la unen: un deseo de mayor libertad, un rechazo a la violencia y al militarismo, una negativa a dejarse manejar por la dictadura cubana, una protesta en contra del monopolio que ejerce el estado sobre prensa y televisión, una ira no contenida en contra de las odiosas calumnias que hacen uso Cabello y su subordinado Maduro, un llamado abierto en contra de la destrucción de la sociedad por medio de maleantes oficiales e inoficiales, en fin, un grito democrático a favor de una Venezuela libre y soberana.Vendrán nuevos días de acuerdos y desacuerdos entre López y Capriles y tal vez entre otros que también esperan su oportunidad “histórica”. Los políticos, todos sin excepción, son animales de poder y es bueno que así sea. Pero también es cierto que en medio de las diferencias habidas y por haber, la calle está señalando algunas sendas que todavía falta caminar. No son tan cortas ni tan pocas.Impactante fue, además, el discurso de Leopoldo López antes de ser trasladado a las prisiones secretas del gobierno. En momentos tan difíciles supo corregir algunas eventuales (y comprensibles) intemperancias y sin mea culpas, como hay que hacer en la lucha política, mostró algunas vías. Por de pronto no habló de una “salida” como alternativa inmediata. Acentuó, para que no haya dudas, que la lucha ha de ser pacífica y no violenta, rechazando de modo implícito cualquier atajo golpista.

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La verdad es que Leopoldo contradijo de raíz a quienes interpretaron su llamado a las calles como una incitación a la violencia frontal y a una negación radical de las vías electoralesNo hay, seamos sinceros, una sola palabra escrita o hablada por Leopoldo, tampoco por María Corina, llamando a la violencia. Ninguno de ellos ha siquiera sugerido la posibilidad de un golpe militar. Y, no por último, ninguno de los dos se ha pronunciado alguna vez en contra de las elecciones, como quisieron interpretar algunas fracciones anti-políticas de la oposición: me refiero a esa invertebrada ultraderecha que más que sumar siempre termina por restar.Quiero decir: quienes desde la oposición planteaban la alternativa calle o elecciones, en nombre de Leopoldo López, lo hacían, objetivamente, en contra de Leopoldo López. Mucho más lo contradicen quienes llaman al enfrentamiento suicida en contra de los destacamentos armados del gobierno. Para comprobar lo dicho, léase y óigase el discurso de Leopoldo antes de entregar su cuerpo a las rabiosas tropas del régimen.Los limitados de siempre, los que imaginan que basta la aplicación del artículo 350/CBV para deshacerse de cualquier gobierno, más allá de toda correlación social, militar y política, no tienen nada que ver con López y mucho menos con Capriles. En cierto modo casi no tienen nada que ver con la oposición de Venezuela De la misma manera, eso hay que reiterarlo, jamás se ha escuchado un solo llamado de Henrique Capriles a no protestar ni mucho menos a no hacer uso de las calles. Capriles sólo se ha pronunciado en contra del inmediatismo, del voluntarismo y del vanguardismo, tres enfermedades que en el pasado fueron propias a la izquierda latinoamericana y que hoy vuelven a aparecer con toda crudeza en el seno de la oposición venezolana.En cierto modo hay una complementaridad necesaria entre López y Capriles. Mientras el primero apela al corazón de sus seguidores, otorgando a las luchas políticas un sentido heroico del cual estas no pueden prescindir, Capriles dirige su mirada a la señora -chavista o no- que hace cola para comprar papel higiénico, pan, aceite; o al hombre que cuenta sus monedas para mantener a la familia, o a la simple gente pobre de los campos y de los cerros.Leopoldo anima a la fuerza constante y bulliciosa de la oposición. Henrique se dirige a los indecisos, a la mayoría silenciosa, a los

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desilusionados de un régimen en el cual una vez con buena fe creyeron. Leopoldo enciende y cohesiona. Henrique escucha e intenta sumar. Los dos son muy diferentes. Pero ninguno puede prescindir del otro. Más aún, de la suerte del uno depende la del otro.En cualquier caso los dos han demostrado aprender de sus errores y, sobre todo, a corregir a tiempo. Llegará el día en el cual a los estudiantes y capas medias libertarias se unirá la gente de los cerros. La impaciencia que requiere el deseo de libertad y la paciencia que necesita la vida política encontrarán un punto común de llegada. Venezuela será entonces no un país utópico ni mucho menos la cuna de otra revolución imaginaria. Venezuela solo será lo que la mayoría de los venezolanos desean: un país democrático normal.La oposición venezolana en las calles ya ha señalado a sus dirigentes cuales son las tareas más inmediatas. La primera, la más urgente, es la liberación de Leopoldo López y de todos los presos políticos. La segunda, el desarme de los siniestros grupos fascistas de choque, los llamados colectivos. La tercera, la devolución de medios de expresión arrebatados a esa mitad creciente que constituye la oposición al régimen. Para cumplir esas tareas, lopistas y caprilistas deberán marchar juntos. Cada día tiene sus plagas.

26.VENEZUELA Y UCRANIA (28/2/14)

Las comparaciones, aunque uno no las quiera hacer, resultan inevitables. Las imágenes televisivas surgían unas detrás de las otras y hasta el día de la caída de Yanukóvich (22 de Febrero)  las demostraciones callejeras parecían confundirse entre sí. Como dijo Daniel Cohn- Bendit: “Venezuela marcha a la sombra de Ucrania” .

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Mucho estudiantado, mucha cara joven, muchas mujeres, mucha violencia militar y para-militar, mucha cadena presidencial, muchas mentiras e insultos gubernamentales, muchos muertos, heridos, prisioneros, y por si fuera poco, figuras emblemáticas de la oposición, la ucraniana Julia Timochenko y el venezolano Leopoldo López, los dos sujetos a la arbitrariedad de una justicia no independiente, pagando en prisión culpas de hechos imputados pero nunca cometidos. Similitudes que no son casuales. No hay nada más parecido entre sí que las revueltas populares y democráticas.También es inevitable comparar al tipo de gobierno que regía en Ucrania con el que hoy domina los destinos de Venezuela: Dos gobiernos personalistas, demagógicos, autoritarios, violentos, militaristas.Del mismo modo, los nombres de Yanukóvich y Maduro no pueden ser inscritos en la larga lista de dictadores de tipo “clásico”, toda vez que ambos alcanzaron el gobierno por medio de elecciones. La diferencia reside en que las que dieron como triunfador a Yanukóvich en Febrero de 2010 fueron más limpias y por lo mismo más legítimas que las que llevaron al gobierno a Maduro en Abril de 2013.Lo importante en todo caso es que ambos gobernantes pueden ser situados dentro del marco tipológico de las llamadas dictaduras y/o autocracias electoralistas que hoy infectan al planeta desde Zimbawe en África, pasando por Rusia y Bielorusia en Eurasia, Hungría en Europa Central, hasta llegar a Venezuela en América del Sur.Pero dejemos las ostensibles semejanzas a un lado. Más importantes en este caso parecen ser las diferencias.La primera de ellas, aparte de que la sublevación ucraniana está llegando a su fin y la venezolana recién comenzando, reside en el hecho de que las multitudes de jóvenes que  atestaron las calles de Kiev y otras ciudades de Ucrania en noviembre de 2013, no salieron a pedir de inmediato la cabeza del mandatario, tampoco exigieron su renuncia y en ningún caso su salida, como intentaron hacerlo algunas fracciones radicales de la oposición venezolana el 12-F.No son pocos los publicistas que interpretaron el precipitado llamado de Leopoldo López y Corina Machado (“la salida”) como un intento dirigido a arrebatar a Capriles el liderazgo ganado en el plano electoral. Quizás esa es la razón por la cual López y

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Machado quisieron imponer al movimiento, justo en su fase inicial, un carácter maximalista, error fatal que Leopoldo López paga de modo muy duro. Ese hecho contrasta con el realismo de las grandes demostraciones ucranianas, sobre todo las del 21 y 24 de Noviembre en Kiev, las que solo exigían que Yanukóvich no retirara su petición de ingreso a la EU lo que en buen ucraniano significaba, no aceptar la subordinación a Rusia. El derribamiento de la estatua de Lenin en Kiev, 8 de Diciembre de 2013, fue en ese sentido un acto tremendamente simbólico.Ocurrió solo después del 17 de Diciembre -es decir, después que Yanukóvich acató las ordenes anti-europeas de Putin a cambio de empréstitos y mayores provisiones de gas a Ucrania- cuando desde las multitudes comenzaron a escucharse las primeras consignas a favor de la salida del mandatario.  Poco después, la gran demostración ya no solo estudiantil, sino popular del 12 de Enero de 2014, cambió el orden de la agenda política. A partir de ese día los partidos y la población ucraniana entendieron que la solución de la cuestión nacional pasaba por el llamado a nuevas elecciones. La destitución del alcalde de Kiev el 24 de Enero y la decisión de Putin/Yanukóvich de reprimir las manifestaciones a sangre y fuego, aceleraron los acontecimientos.Desde fines de Enero de 2014 la multitud comenzó a exigir insistentemente la dimisión de Yanukóvich y el regreso al parlamentarismo consagrado en la Constitución del 2004. El resto lo puso el mismo Yanukóvich. Su torpe maldad destinada a movilizar al ejército en contra de su pueblo no fue aceptada por algunos generales quienes en un comunicado emitido el 31 de Enero exigieron a Yanukóvich construir una solución política y no militar frente al conflicto. La suerte de Yanukóvich ya estaba sellada.Pero aún así, el 6 de Febrero, los principales líderes del movimiento, Vitali Klischko y Arsen Avakov, exigieron a Yanukóvich, como última alternativa para garantizar su sobrevivencia política, la restauración del sistema  parlamentario consagrado en la Constitución de 2004, la liberación de todos los presos políticos y un llamado a nuevas elecciones en el plazo más breve posible. Contaban, además, con el apoyo diplomático de la EU a través de Alemania, Francia y Polonia.Yanukóvich, no se sabe aún si por estupidez o simplemente debido a su extrema subordinación a Putin, realizó en cambio un último esfuerzo para detener las demostraciones por medio de la

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violencia. Resultado: Más de cincuenta muertos, cientos de heridos en las calles. Al fin, cercado y derrotado, Yanukóvich no tuvo más alternativa que ceder frente a las demandas de la oposición.El 22 de Febrero, Yanukóvich, sabiendo que los crímenes en contra de su pueblo no serán jamás perdonados, emprendió la fuga. No tenía otra alternativa. La protesta ya se había transformado en rebelión y la rebelión, paso a paso, se había convertido en una revolución política y social.Para decirlo en clave de síntesis, la revolución ucraniana tuvo un carácter escalonado y un ritmo gradual. Los políticos de la oposición, a su vez, tuvieron la capacidad de ir corrigiendo la agenda en la medida en que se precipitaban los acontecimientos y captar el justo momento en el cual el minimalismo político de los primeros días debería ceder el paso al maximalismo revolucionario.En Venezuela en cambio, ha sucedido lo mismo, pero de algún modo, en sentido inverso. La precipitación de López/ Machado destinada a comenzar el proceso por su final solo correspondía con el deseo de fracciones radicales muy minoritarias de la oposición, las mismas que desde 2002 continúan confundiendo la realidad virtual que anida en sus aisladas cabezas con la disposición política de todo un pueblo.Maduro, sin embargo, respondió a la iniciativa del 12-2 con la misma torpeza y brutalidad de su colega Yanukóvich. Los muertos, víctimas de la represión de un gobierno que ya no es populista ni popular, sino -en el peor sentido sudamericano- militar, contrastaron con el carácter pacífico de las movilizaciones estudiantiles. Maduro, no se sabe si debido a sus reconocidas limitaciones, o cediendo simplemente a las presiones del “gorilismo” representado en la figura cruel y astuta de Diosdado Cabello, decidió actuar frente a los jóvenes como si estos fuesen miembros de un ejército regular. Ese error, al igual que a Janukóvich, le va a costar muy caro a Maduro. A la protesta generalizada en contra de la inflación, la escasez, la corrupción gubernamental, se sumará la lucha generalizada por el desarme de los criminales inoficiales y oficiales del régimen. En ese contexto Maduro solo podrá calcular con un descenso creciente de su ya diezmada popularidad.La demostración de masas de la oposición, la del 22-2, una de las más grandes de la historia política de Venezuela, ha puesto de

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manifiesto que las calles, a partir de ese momento, ya no pertenecen más al gobierno. En esas calles, la oposición, siguiendo la presión popular se ha visto obligada a corregir su agenda, por lo menos en dos sentidos: Dejar atrás el extemporáneo maximalismo en el que tal vez por inexperiencia incurrieron López/Machado, pero a la vez, no renunciar bajo ningún motivo a la lucha de calles. En efecto, si López/Machado cometieron un error de cálculo, solo pudieron hacerlo porque las calles estaban vacías, o mejor dicho, vaciadas por la MUD. El llamado de Capriles a los estudiantes a seguir ocupando las calles debe ser entendido en el marco de esa impostergable corrección.La demostración del 22-2 puso además de manifiesto que en Venezuela es posible, así como ocurrió en Ucrania, transformar la protesta anárquica en un gran movimiento social. Pero para que ello ocurra, esa protesta deberá ser extendida a los barrios, a los cerros y a los campos. O como manifestó de modo plástico Capriles, no solo deberá tener lugar en Chacao sino también en Catia. Las condiciones están dadas.Por cierto, las jornadas del Febrero venezolano no podrán ser mantenida en todos los momentos con la misma intensidad. Como en todos los procesos sociales los venezolanos también estarán marcados por altos y bajos e incluso por inevitables conversaciones entre las fuerzas enemigas. Capriles en ese sentido demostró gran valentía al explicar al pueblo opositor que él está dispuesto, bajo determinadas condiciones, a conversar con Maduro o con quien sea. Disposición que por lo demás concuerda con el carácter pacífico, constitucional e institucional impuesto a la lucha por la gran mayoría de la ciudadanía opositoraSin embargo, Capriles y los suyos deberán lidiar todavía con una fracción minoritaria de la oposición la que, en sus limitaciones políticas, entiende todo dialogo como una muestra de debilidad o peor, como una capitulación frente al adversario. Sus cabezas calenturientas no pueden entender que hasta en las guerras más cruentas los enemigos mortales decretan cada cierto tiempo armisticios para dialogar entre sí. Porque lo contrario de la guerra sin armisticio (es decir, sin dialogo) es la guerra total, tal como la formulara Joseph Goebels en las postrimerías del nazismo. Y bien, si hasta la misma lógica de la guerra admite el dialogo, con mayor razón ese dialogo entre enemigos puede y deberá hacerse

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presente en la lógica de la lucha política, por muy aguda y antagónica que esta sea.Puede que en este momento sea necesario recordar que el líder más popular y más querido de la oposición ucraniana, Vitali Klischko, conversó entre Enero y Febrero del 2014 ¡no menos de cinco veces! con Yanukóvich. Aún después de las matanzas de Febrero, Klischko no solo conversó sino, además, estrechó las manos del presidente-dictador. Nunca  nadie pensó que ese civilizado gesto de Klischko tenía como objetivo “lavar la cara” a Janukóvich.

El pueblo ucraniano tiene detrás de sí largas y dolorosas experiencias de lucha y sabe que en los conflictos políticos, cuando cesan las palabras, solo triunfa la muerte. 

27.LAS JORNADAS DE FEBRERO; UN BALANCE (5/3/14)Los tiempos de la polémica opositora que se dio en Venezuela a partir del 12-F entre sus dos fracciones principales, las de López y las de Capriles, ya han quedado atrás. Y parece, además, haber consenso en que ambos líderes compartieron méritos y errores.Mérito de López (y Machado y Ledezma) fue haber convocado a las calles cuando el letargo, la resignación y el conformismo parecían estar apoderándose de la oposición. Error de López y los suyos fue haber planteado la salida del régimen como alternativa inmediata sin haber medido todavía fuerzas con un gobierno que todavía tiene apoyo social, todo el aparato militar y represivo a su lado, más los mercenarios armados (paramilitares) que lo secundan.Falta de Capriles (y de la MUD) fue no haber planteado él mismo la salida a la calle en términos más políticos (electorales) que los de sus competidores internos. Mérito de Capriles fue haber reconocido justo a tiempo –estuvo a punto de ser sobrepasado-

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“el hambre de calle” que sentía el movimiento estudiantil y otros sectores sociales y políticos.Mérito de las dos  principales fracciones del movimiento democrático venezolano fue también haber corregido sobre la marcha sus errores tácticos, haber acompañado a las manifestaciones estudiantiles y populares sin imponer pretensiones de liderazgo, y haber dado formato político a las principales demandas que el movimiento construye en el curso de su recorrido.Así hemos llegado al momento en el cual la mayoría de los integrantes del movimiento democrático están de acuerdo en por lo menos tres puntos principales. Son esos, además, las condiciones elementales para acceder al diálogo convocado por el gobierno.

1. Desarme inmediato de los grupos para-militares2. Liberación de Leopoldo López y de todos los presos políticos

(“En una democracia no puede haber presos políticos”: Oscar Arias)

3. Libertad de prensa y fin del monopolio ejercido por el partido de gobierno sobre canales televisivos financiados por todos los venezolanos

A esas tres demandas se han ido sumando otras, como por ejemplo, la des-cubanización de los aparatos de represión y seguridad, el fin a la campaña de mentiras y calumnias orquestadas desde el gobierno, la no parcialización ideológica de la justicia y muchas otras. De la misma manera, entre las principales corrientes de la oposición hay consenso en todos los puntos relativos al carácter que deberán asumir las demostraciones populares en el futuro inmediato. Los más destacables son:

1. No abandonar jamás el marco pacífico originariamente trazado por el movimiento nacional de protesta democrática

2. Negativa radical a la creciente militarización del Estado3. Rechazo terminante a cualquiera salida golpista, venga de

donde vengaComo es posible observar, todas las demandas surgidas del movimiento estudiantil y popular apuntan hacia un objetivo central. Este no es otro sino la democratización del Estado, de la política y de las instituciones públicas.

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Distintos, muy distintos son en cambio los objetivos que ha perseguido la política del gobierno que representa Maduro.

Maduro glorifica a los grupos para-militares llamados colectivos. Maduro hace prisioneros políticos (López entre otros) sin causas jurídicas para utilizarlos después como rehenes en las supuestas mesas de diálogo en las cuales él piensa embaucar a la oposición. Maduro hace uso abusivo de las cadenas televisivas no dejando ningún espacio abierto a las voces de una oposición cada vez más grande.Más todavía, Maduro enfrenta a la oposición en las calles con métodos militares, no vacilando en sesgar vidas humanas. Maduro continúa incorporando a militares en la administración pública, hasta el punto que no son pocos quienes afirman que el golpe de Estado denunciado por Maduro ya ha tenido lugar pero impulsado por y desde el propio gobierno.En breve, el principal soporte de la institucionalidad democrática no está en el gobierno sino en la oposición. No hay ninguna demanda de la oposición que no sea democrática. No hay ninguna exigencia que no sea institucional y constitucional. Ningún dirigente de la oposición ha llamado alguna vez al uso de la violencia. Las grandes demostraciones de masa convocadas por la oposición no solo han demostrado una abrumadora mayoría con respecto a las convocadas por el gobierno; han terminado, además, por ejercer su hegemonía en las calles de las grandes ciudades.La democratización del país pasa por el reconocimiento político de la oposición. Político, no militar. La oposición está desarmada.Existe, por último, un consenso cada vez más creciente en que la lucha democrática de la oposición es insuficiente si ésta no pone sobre el centro los problemas sociales creados por el gobierno anterior (el de Chávez) y profundizados por el gobierno actual (el de Maduro). Sin los cerros, sin los barrios, sin los pueblos, la oposición sólo será la mitad de sí misma.El desabastecimiento, la escasez, la inflación, no son fenómenos naturales. Todos ellos fueron creados, causados e inducidos por fanáticos que sacrificaron las necesidades de un pueblo en función de ideologías absolutamente irrealizables. Esa locura la están pagando todos, no chavistas y chavistas por igual.

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Febrero, con sus inmensas demostraciones de masa, puede que no solo haya sido el mes del renacimiento de la protesta civil. Puede que haya sido también el momento de inicio y desarrollo de un poderoso movimiento social y político como ha habido pocos en América Latina. Los venezolanos al hacer su historia determinaran si Febrero fue el inicio de Marzo, Abril Mayo o Junio, o si todo fue Febrero y nada más.Nicolás Maduro tiene frente a sí, pese a todo y todavía, una gran oportunidad histórica Quizás su última oportunidad. Si accede a las principales demandas surgidas de la calle, si deja atrás sus ideologías enloquecidas y si se libera de la presión que sobre él ejercen los dos bandos militaristas que se disputan el poder (cabellistas  y castristas), podría asegurar  la continuidad institucional de la nación a través de un  verdadero diálogo político con la oposición unida. Un diálogo que llevaría a transitar desde el desmesurado autoritarismo que Maduro heredó de su para él, todavía divino predecesor, hacia la que podría ser una de las más modernas y prósperas democracias del continente.Lo más probable es que Maduro no dará jamás ese salto que lo separa de sí mismo. Pero si no lo da, deberá atenerse a las consecuencias. Otras serán las figuras que desde dentro del chavismo -posiblemente más temprano que tarde- deberán asumir, en conjunto con la oposición, las tareas que llevarán a la transición entre una dictadura de hecho hacia una democracia de derecho. Cuales son esas figuras nadie lo sabe todavía. Lo único que sí se sabe es que cada momento histórico inventa a sus principales actores.

28.LOS HÉROES DE LA RETIRADA (19/3/14)

Ya son casi veinte años desde que Hans Magnus Enzensberger, uno de los más brillantes publicistas alemanes, escribiera su breve

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ensayo “Los héroes de la retirada” (Die Helden des Rückzugs). Y todavía es un punto de referencia en las discusiones políticas y académicas.El tema es siempre actual. Trata de esos difíciles momentos que llevan desde el fin de una dictadura hacia el comienzo de una democracia.El título dice mucho: Enzensberger designa efectivamente como héroes a personajes que han hecho posible el ingreso de sus naciones a vías democráticas sin pasar por cruentos traumas históricos. En la mayoría de los casos han sido políticos conocedores del arte del dialogo. Sus armas han sido la inteligencia y la cautela. Nunca pronunciaron frases gloriosas, más bien se distinguieron por su tacto y su prudencia.“Cada cretino puede lanzar una bomba” –escribe Enzensberger- “Mil veces más difícil es desactivarla”. Efectivamente, el trabajo de desmontar una dictadura implica conocer técnicas que pocos dominan. Claro está que a los “héroes de la retirada” nunca le levantarán estatuas. No llenarán páginas en libros, ni serán objeto de homenajes públicos. Casi todos han sido enterrados en tumbas modestas. Algunos ya fueron olvidados. Pero la deuda que dejan, es enorme.Enzensberger comienza su lista con Nikita Kruschev, aquel gris funcionario de Stalin que tuvo en ese memorable 20. Congreso de la URSS el coraje de revelar los espantosos crímenes de su predecesor. Desde ese momento la sospecha se convirtió en verdad: El comunismo soviético había sido edificado sobre la base de uno de los genocidios más grandes cometidos en la historia de la humanidad. Kruschev no democratizó a la URSS, pero sin el “deshielo” (así fue calificada su política), nunca habría podido aparecer la Perestroika.  En cierto modo la Perestroika fue iniciada por Kruschev y tras el interregno burocrático de Breschnev, retomada por Michael Gorbaschov, el segundo héroe de la retirada.Los héroes de la retirada provienen de las mismas entrañas de las dictaduras. Para los puristas solo son cómplices del oprobioso pasado. Para los fans de las ex –dictaduras –todavía hay muchos- grandes traidores. Ese fue, según Enzensberger, el caso de Janos Kadar en Hungría.Co-autor de las masacres de 1954, Kadar desmontó al comunismo pieza por pieza. A la hora de las grandes revoluciones

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de 1989-1990 la economía húngara era capitalista y la política -en comparación con la de los otros países de la órbita- liberal. En cierto modo la evolución “desde arriba” conducida por Kadar facilito la revolución “desde abajo” que tuvo lugar en Polonia. Pero Kadar no sólo fue un héroe de la retirada. Fue también un héroe de la ambivalencia. Una ambivalencia sin la cual nunca habría sido posible la retirada.¿Y quién más ambivalente que el general Wojciech Jaruzelski cuando en 1980 dio un golpe de estado en Polonia? Si no hubiera sido por el golpista Jaruzelski –el general que nunca sonrió- la URSS habría invadido Polonia y cometido una masacre al lado de la cual la de Hungría habría sido un juego de niños. En gran medida el golpe de Jaruzelski protegió a Polonia y con ello a Solidarnosc. Así lo reconoció el historiador Adam Mischnik quien, durante Jaruzelski, pasó largo tiempo en prisión.Para Enzensberger un gran héroe de la retirada fue el español Adolfo Suárez al haber planificado el tránsito hacia la democracia. Suárez, en verdad, hizo un verdadero trabajo de joyería desde el franquismo, pasando por la monarquía, hasta llegar a los sindicatos obreros, los socialistas y los comunistas. Pocos en España, entre otros Felipe Gonzáles, saben lo que deben a Adolfo Suárez.La llamada RDA también tuvo héroes de la retirada. El más decisivo fue Egon Krenz, estrecho colaborador de Honecker. Krenz, en contra de las presiones ejercidas por la fracción estalinista conducida por Erich Mielke y Margot -fanática esposa del dictador- dio la orden de abrir el muro.En América Latina –aunque no mencionados por Enzensberger- hay también algunos héroes de la retirada. Quizás el caso más extraordinario fue el de Joaquín Balaguer. Mano derecha de Trujillo fue él quien condujo la transición de la República Dominicana si no hacia la democracia, por lo menos hacia una república civil. Como presidente osciló en sus diferentes gobiernos entre el neo-trujillismo y el neopopulismo. Nunca tuvo un principio, jamás siguió una ideología y quizás por eso, aunque la palabra héroe le queda muy grande, fue el actor que necesitaba su país para dejar atrás el siniestro pasado dejado por “El Chivo”.El Chile que siguió a la dictadura de Pinochet tuvo, en parte, sus héroes de la retirada. Por ejemplo, el general Matthei, quien reconoció el triunfo del NO en el plebiscito justo cuando el dictador se preparaba para realizar un segundo (y aún más sangriento)

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golpe. A su vez, el primer presidente de la Concertación, Patricio Aylwin, si no fue un héroe de la retirada, lo fue al menos de la transición. Beato más que religioso, temeroso más que prudente, reprimido más que conservador, convirtió sus defectos en virtudes, justo las que requería el difícil momento por el que atravesaba Chile.¿Quién será el héroe de la retirada en Cuba? Durante un tiempo no pocos creyeron que ese rol le correspondería al hermano de su hermano. Mas, Raúl solo se ha limitado a ejecutar reformas económicas. Pero en Cuba al menos ya no hay socialismo. Lo que existe es un rígido capitalismo militarista de Estado. Las libertades políticas -de reunión, de asociación y de prensa libre- continúan pendientes. La retirada en Cuba menos que política, será biológica.Y la pregunta del millón: ¿Quién será el héroe de la retirada en Venezuela? Nadie puede todavía saberlo. Lo único que sí se sabe es que un sistema que ha causado la más grande crisis económica que ha conocido la nación, con una dudosa legitimidad de origen y de ejercicio y que, a través de un mandatario brutal e incompetente ignora los derechos de más de la mitad del país, tendrá que emprender más temprano que tarde una retirada (retirada no significa necesariamente caída). Quien o quienes serán los héroes de esa retirada no es la pregunta decisiva. Lo importante es que sí habrá retirada. Sus héroes ya aparecerán. Al final, siempre aparecen.

Referencia: Hans Magnus Enzensberger Die Helden des Rückzugs (Los héroes de la retirada) aparecido en la colección de ensayos del mismo autor publicada bajo el título ZickSak, Editorial Surkamp, Frankfort 1997,  pp.55-63

29.NO ES EL GOBIERNO, ES EL SISTEMA (24/3/14)

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Puede que no sea solo interés por más petróleo. Puede que tampoco Maduro les inspire simpatía. Puede que si algunos gobiernos no lo condenan e incluso lo defiendan en OEA, CELAC, UNASUR, no solo es para evitar problemas con las respectivas “izquierdas” en sus países.Puede, quiero decir, que efectivamente se trate de una posición formal. O como expresó Michelle Bachelet, “no nos parece adecuado que pueda haber acciones violentas buscando desestabilizar a un gobierno democráticamente elegido”. Parece que ese último es el argumento más fuerte pues explica por qué el gobierno de Venezuela puede cometer atrocidades sin merecer objeción de los organismos internacionales. Se trata de un régimen democráticamente elegido. Y en las relaciones internacionales lo que cuenta no es la legitimidad de ejercicio sino la de origen.En cierto modo los gobiernos latinoamericanos, al apoyar a Maduro, lo hacen en defensa propia. Cualquier día podría ocurrir lo mismo en sus países. Condenar a Maduro significaría sentar un caso precedente el que, en cualquier momento, como un boomerang, podría volverse en contra de ellos.En sentido notarial hasta Insulza tiene cierta razón: La OEA no puede proceder en contra de un gobierno elegido. Luego, desde un punto de vista formal –y en las relaciones internacionales no hay otro- los gobiernos latinoamericanos actuarían correctamente.Lo que no han podido o querido advertir dichos gobiernos es, sin embargo, algo muy distinto; a saber: las principales reivindicaciones del movimiento encabezado por los estudiantes venezolanos no exigen la salida inmediata del gobierno sino el fin de un sistema de dominación política que precede y determina a ese gobierno.La diferencia entre gobierno y sistema no es ejercicio académico. Por el contrario, eso significa que el fin de un gobierno no lleva al fin del sistema del mismo modo como la salida biológica de Chávez solo llevó a la prolongación del sistema chavista de dominación. La salida de Maduro podría incluso contribuir, bajo determinadas condiciones, al fortalecimiento (militar) de un sistema de dominación del cual Maduro es solo una parte; y no la más importante.Afortunadamente el movimiento estudiantil venezolano corrigió sobre la marcha los objetivos inmediatistas de su convocatoria inicial. Así, las principales exigencias apuntan hoy no a “la salida”

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del gobierno, sino a la liberación de los presos políticos, a la eliminación de las bandas para-militares, a la independencia de los poderes públicos, a una mayor libertad de opinión, reunión  y prensa. Todas, exigencias dirigidas, más que a un gobierno en sí, en contra de la lógica del sistema chavista. Conviene precisar más este punto.Del sistema de dominación imperante en Venezuela las elecciones son por cierto un pilar. Pero no el único. Conjuntamente al electoral, el régimen se sustenta sobre otros, a saber: la identificación absoluta entre gobierno y estado, la formación de un partido estatal (PSUV), la eliminación de los derechos civiles de la oposición, la inhabilitación del parlamento, la estatización de los sindicatos, la creación de organismos estatales de control (Concejos Comunales), la conversión del aparato judicial en un brazo del partido estatal, la monopolización de la prensa escrita y televisiva, y no por último, la militarización de la política a través de una Junta Cívica Militar, organismo anti-constitucional desde donde emanan resoluciones de gobierno.Sí: tiene razón Bachelet cuando afirma que no es adecuado pedir la salida de gobiernos elegidos. Pero ¿no es adecuado pedir la separación del gobierno de un sistema de dominación anticonstitucional? Ese es precisamente el punto que no pueden ni quieren entender Bachelet, Rousseff o Mujica.Los estudiantes venezolanos están pidiendo la democratización del gobierno y eso pasa por su separación con respecto a ese sistema de dominación que lo precede y lo determina. O para decirlo en clave de ejemplo: quienes votaron por Maduro no lo hicieron a favor de las bandas para-militares. Y la supresión de esas bandas, no la caída del gobierno, es la primera exigencia del movimiento estudiantil y popular.No ha habido ningún líder venezolano, ni estudiantil ni político, que se haya pronunciado en contra de las elecciones. Tampoco nadie lo ha hecho a favor de una salida violenta. Y la única persona que constantemente ha hablado de golpe militar en Venezuela, ha sido Nicolás Maduro.Vamos a suponer incluso que todas las elecciones venezolanas han sido democráticas. Que nunca hubo control de la propaganda, ni intimidación en los puestos públicos; ni acarreos de votantes en autobuses estatales; que las bandas para-militares no asomaban en los centros electorales; que no fueron creados circuitos electorales artificiales para que la oposición, aún con el 52% de

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los votos, apareciera como perdedora en la Asamblea Nacional. Vamos a suponer eso, y mucho más. Bachelet: ¿son esas, razones para hacer vista gorda frente a la represión a los estudiantes venezolanos cuando ellos reclaman por derechos tanto o más legítimos que los de los estudiantes chilenos durante Piñera?Los estudiantes y el pueblo que los sigue no tienen en Venezuela derecho a justicia imparcial, son presas de grupos armados, el parlamento ha sido inhabilitado, no cuentan con un solo canal de televisión, sus líderes son encarcelados sin proceso ¿Qué otra alternativa les queda sino protestar en las calles?La democratización del gobierno pasa en Venezuela por la desmilitarización de la política. Militarización que no solo opera en el discurso violento de Cabello/Maduro. Además, el venezolano es un ejército segmentado. La GNB, que teóricamente debería pertenecer a las FAN, está directamente vinculada al Partido- Estado. El tercer segmento, el más anticonstitucional y peligroso, son las bandas para- militares (“portadoras del amor” según el lenguaje orwelliano de Maduro). Con la supresión de esas bandas debería comenzar un verdadero diálogo político. Un diálogo sin pistola al pecho que conducirá a la separación del gobierno respecto a un sistema de dominación más militar que político.Si esa separación tendrá lugar con Maduro o sin Maduro es problema interno del chavismo; pero no es el de los estudiantes. Ese, reiteramos, es el punto que no han podido ni querido entender Bachelet, Rousseff, Mujica y otros demócratas del continente.

30.LA SUBVERSIÓN ANTIDEMOCRÁTICA DEL SIGLO XXl (14/4/14)

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No, no se trata de una analogía. No en todo caso de una que tome elementos sueltos y construya similitudes ignorando diferencias entre dos o más fenómenos paralelos. Es algo distinto. Se trata de constatar como en lugares diferentes del planeta está teniendo lugar una subversión en contra del difícil avance de la democracia.No estamos hablando de un hecho nuevo. En cierto modo siempre ha sido así desde que en los EEUU primero, en Francia después, estallaron las “revoluciones madres” que dieron origen al occidente político de nuestro tiempo. A partir de ese momento las contrarevoluciones antidemocráticas no han cesado, una tras otra, de suceder. Pero hasta ahora, pese a terribles derrotas parciales, los principios políticos declarados en los EEUU (1776) y renacidos en las calles de París (1789), han terminado por sentar su hegemonía en el mundo.Desde una perspectiva macro-histórica la Santa Alianza contraída por Austria, Rusia y Prusia (1815) pretendió erigirse como el primer dique de contención en contra del proyecto democrático nacido en dos continentes. Pero fueron las dos grandes contrarevoluciones antidemocráticas del siglo XX, la nazi y la estalinista, las que estuvieron a punto de cerrar definitivamente el ciclo democrático en Europa. Mas, pese a millones y millones de muertos, no lo lograron.El nazismo fue aplastado por una alianza militar inter-continental. El estalinismo comenzó a desmoronarse en la década de los sesenta gracias al “deshielo” de Nikita Kruchev. Las rebeliones democráticas habidas en Polonia, Hungría y la RDA durante la década de los cincuenta, y en Checoeslovaquia en 1968, antecedieron a la segunda ola revolucionaria que culminó con la caída del Muro de Berlín (1990). Gorbachov hubo de extender el acta de defunción del comunismo mundial. China se transformó en la segunda potencia capitalista. Las reformas del húngaro Kadar, las sublevaciones de Solidarnosc y Valesa en Polonia, Carta 77 y Havel en Checoeslovaquia, y otras similares, parecieron consagrar a la democracia en Europa Central y del Este.En América Latina a su vez, coincidiendo (de modo no casual) con el derribamiento de las tiranías comunistas europeas, tuvo lugar el declive de las dictaduras militares de Seguridad Nacional (primero en Brasil, después en Uruguay, Chile y Argentina). Hacia fines del siglo XX con excepción de Cuba –al igual que Corea del Norte, una reliquia de la Guerra Fría– ya no había más dictaduras latinoamericanas. El continente de los militares golpistas parecía

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seguir -y no por primera vez- el ejemplo europeo. No pocos pensaron que estábamos llegando al “fin de la historia”. Evidentemente, no fue así. Aún falta largo trecho por recorrer.Los primeros decenios del siglo XXl amanecieron marcados con el signo de la contrarrevolución antidemocrática. En algunos países de Europa del Este, particularmente en Hungría y Rumania, fuerzas retrógradas se han hecho del poder. La mayoría de las repúblicas que constituían la antigua URSS han caído bajo la férula de feroces autocracias, y Putin no oculta su proyecto de restaurar el antiguo imperio sobre la base de la Federación Euroasiática formada inicialmente por Rusia, Bielorrusia y Kasajastán. Georgia ya fue anexada a sangre y fuego (2008) y Crimea es solo el comienzo de un proyecto de apropiación territorial de Ucrania por parte de la Rusia de Putin.La Rusia pro-europea de Gorbachov y Jelzin ha llegado a su fin. La Rusia de Putin es una nación que práctica –lo dijo muy bien Ángela Merkel- una política imperial del siglo XlX. Le faltó agregar: “pero con las armas del siglo XXl”.No es casualidad que los aliados extra-continentales más fieles a Putin sean dos gobiernos profundamente antidemocráticos: el del carnicero Asad de Siria y el del binomio pro-dictatorial Cabello/ Maduro en Venezuela.El sistema político venezolano fundado por Chávez se parece como una gota de agua a otra, al fundado por Putin. En ambos el Estado ha sido secuestrado por el gobierno; los poderes públicos han sido sometidos al ejecutivo; los poderes fácticos, particularmente los militares, dominan por sobre los constitucionales; los grupos para-militares hacen el trabajo sucio de la policía oficial; los sistemas de represión, delación y espionaje han sido perfeccionados: en Rusia, gracias al andamiaje totalitario en el cual se formó el mismo Putin y en Venezuela, gracias a los servicios de “inteligencia” que proporciona Cuba. Y no por último, en las elecciones, los opositores han debido enfrentar no a candidatos opuestos, sino a todo el aparato electoral del Estado.Del mismo modo, la similitud en la política exterior que practican ambos gobiernos es notable. No hay tirano en la tierra que no sea amigo de ambos. A la vez, mientras Rusia es el centro de un conjunto de satélites subsidiados desde Moscú, Venezuela es el centro de una alianza conformada por los países del ALBA. Mientras Putin usa el gas como arma estratégica para neutralizar

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a las naciones de Europa, Cabello/Maduro usa el petróleo en América Latina.Por cierto, hay algunas diferencias. La principal radica en que mientras Putin enfrenta a un conglomerado de naciones en las cuales la democracia ha echado raíces profundas, el binomio Cabello/Maduro recibe el apoyo de naciones en las cuales el ideal democrático es todavía muy superficial. Pero a la inversa, mientras Putin ha logrado por el momento aplastar a la oposición democrática interna, el binomio Cabello/Maduro, sin el encanto populista del comandante finito, solo tiene dos alternativas: O dialoga de igual a igual con una oposición cada vez más creciente, o elige la vía ultrarepresiva de las antiguas dictaduras militares.En cierto modo, Diosdado Cabello, co-gobernante fáctico de Venezuela, ya eligió la segunda alternativa.

31.LOS CINCO PARTIDOS DE LA REALIDAD VENEZOLANA (8/4/14)

Cuando hablamos de partidos políticos hay dos posibilidades. O nos referimos a las organizaciones nominales, por muy insignificantes que sean, o a las “partes” en las cuales se encuentra dividido el espectro político. No siempre, ni siquiera en las democracias avanzadas, lo uno coincide con lo otro.En los EE UU por ejemplo, hay demócratas más conservadores que los republicanos; y viceversa. En Alemania hay socialcristianos más sociales que los socialistas; y así sucesivamente. Hay países en que las partes son más que los partidos y otros en los cuales los partidos son más que las partes. En el caso de Venezuela las partes son evidentemente menos que los partidos inscritos. ¿Cuántos partidos-partes hay en Venezuela? Ese es el tema que tratará de dilucidar este texto.

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En Venezuela hay aparentemente solo dos partidos-partes: El chavismo y el antichavismo. Partiendo de esa premisa casi todos los comentaristas nos hablan de una sociedad altamente polarizada. Pero, como suele suceder, las apariencias engañan. La verdad es otra: en Venezuela no hay ninguna organización o persona que durante un periodo no electoral esté en condiciones de representar a esas dos supuestas partes. La razón es obvia pero no visible: en ese país hay dos frentes, pero hay más de dos partes políticas.Alguna vez habrá que llegar a la conclusión de que la política de Venezuela no sólo está dividida, lo que es normal, sino, además, fragmentada, lo que es aún más normalLos dos partidos “chavistas”Las partes chavistas aparecen bajo la luz pública más unidas que las no chavistas, lo que no debe extrañar: Están ligadas por un destino común, a saber, el gobierno que comparten. No obstante, las diferencias entre esas partes son cada vez más visibles pues tienen  que ver con la propia composición orgánica del chavismo.El chavismo, hay que comenzar diciendo, nunca fue un todo unitario. Por el contrario, siempre ha sido una hidra de por lo menos dos cabezas representadas en dos partidos-partes a las que llamaremos de modo provisorio la parte militarista tradicional y la parte ideológica- castrista. Sobra decir que cada una de esas partes supone ser depositaria de “el verdadero chavismo”.Ambos partidos-partes son, por cierto, militaristas. Pero se trata de dos militarismos diferentes: el primero corresponde con ese militarismo latinoamericano formado en el siglo XX (cuartelero, golpista). El segundo es el militarismo de tipo castrista de acuerdo al cual el Ejército se encuentra controlado por una clase (nomenklatura) burocrática e ideológica representada por un partido-Estado, tal como sucede en Cuba y Corea del Norte. O dicho así: una parte supone que el Estado debe estar sometido al Ejército y la otra, que el Ejército debe estar sometido al Estado, siempre y cuando, por supuesto, ese sea el Estado chavista. Y bien, por decisión de Chávez tomada “casualmente” en la Habana poco antes de irse de este mundo, la parte-castrista se hizo del poder representativo a través de Maduro.Desde el punto de vista constitucional a quien correspondía ejercer transitoriamente las funciones de mandatario era al

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presidente de la Asamblea Nacional, el militarista-tradicional (y ex-golpista) Diosdado Cabello. Pero, como suele suceder, los chavistas se pasaron la constitución por el “paltó” (Chávez dixit). La decisión de Chávez era para ellos sagrada y por lo mismo situada por sobre la Constitución y las Leyes.Ahora bien, Chávez, en tanto militar tradicional y en tanto militar castrista, fungía como eje de integración entre esos dos partidos de su movimiento. Y esa integración, como ocurre en política, solo podía realizarse de modo simbólico, es decir, Chávez, si quería mantener unido a esos dos partidos, debería hacerlo a través de una representación de tipo populista. Y bien, ese tipo de integración se fue con Chávez y no regresó con Maduro. Con Maduro no se acabó el chavismo pero sí el populismo chavista.Maduro es un genuino representante de la fracción castrista del movimiento chavista pero no lo es de todo el movimiento. Por supuesto, intenta serlo. Por ejemplo, imita el lenguaje de Chávez hasta el absurdo, o usa camisas con botones y jinetas que simulan las charreteras del militar que nunca fue. Pero lo que a ningún buen observador escapa, es que la parte nacional-militarista no se contenta bajo Maduro con el rol subalterno que ocupó durante Chávez e intenta obtener cada vez una mayor cuota de representación. En gran medida ya la ha obtenido a través de la llamada Junta Cívica Militar.La Junta Cívica Militar es una instancia colegiada –anti-constitucional, por supuesto- destinada a coordinar a los dos partidos chavistas en el poder. O dicho de modo taxativo: En Venezuela existe una “dualidad de poderes”, pero al interior del Estado.A un lado el poder castrista, cuya cabeza visible es Maduro. Al otro, el poder militar tradicional, cuya cabeza visible es por el momento Diosdado Cabello. Este último, además, ha terminado por militarizar a la propia Asamblea Nacional, donde abusando de una mayoría nominal pero no real, hace y deshace como si él fuera un general y sus diputados un batallón de guerra. Pero ese es solo un signo. El hecho objetivo es que el poder militar-tradicional ha copado a una parte no pequeña del aparato estatal.Bajo la luz de estos enunciados es posible entender entonces por qué Maduro se refiere siempre al peligro de un golpe de Estado. Si hay un golpe, éste nunca podrá provenir de la oposición porque la oposición es civil. Si hay un golpe, éste solo puede provenir del

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partido militar tradicional del chavismo. Esa es la razón por la cual Henrique Capriles ha reiterado: “Lo peor que puede suceder en Venezuela es un golpe de Estado”.¿Cómo ha intentado Maduro conjurar la amenaza de un golpe interno? Hasta el momento del diálogo del 10 de Abril su estrategia fue la de ponerse el mismo a la cabeza de lo que algunos venezolanos llaman “golpe con cuentagotas”, eso es, respondiendo a las protestas estudiantiles con una feroz represión (ya van 41 muertos), enviando a prisión a líderes adversos, insultando sin descanso, destituyendo alcaldes elegidos por mayoría popular y -subordinándose al capitán Cabello- acatando la destitución ilegal de la diputada más votada del país, María Corina Machado.En el marco de esa errática y –de acuerdo a sus propios intereses- errónea estrategia de Maduro, los grandes ganadores han sido los seguidores del partido militar. Por de pronto militares y para-militares se han adueñado de las calles. Hay estados como el de Táchira que parecen zonas ocupadas por un ejército invasor. De una u otra manera, el capitán Cabello se ha apoderado de espacios considerables del gobierno. Todo ello ha contribuido a la descapitalización política del partido (castrista) de Maduro. El apoyo internacional, a su vez, ya no luce tan sólido como antes. Incluso los aliados de UNASUR han impulsado a Maduro a buscar salidas políticas y no militares.La disposición de Maduro para aceptar un debate público con una parte de la oposición obedece -en parte y sin duda- a la presión incansable de las demostraciones estudiantiles. Pero también –hay que decirlo- obedece a la presión internacional y probablemente a la de personeros del propio PSUV. Solamente así nos podemos explicar por qué cada vez que Maduro y los suyos han enviado señales a la oposición, ha aparecido de inmediato Cabello con acciones y palabras destinadas a destruir cualquiera posibilidad de diálogo.Desde el punto de vista de su partido interno, Cabello actúa con suma eficacia. La re-politización del conflicto amenazaría la posibilidad de que la dualidad de poder al interior del Estado se resuelva a favor del partido militar-tradicional. O dicho de otra manera: Cabello solamente puede fortalecer sus posiciones internas en el marco de la más extrema polarización. Como adujo Ismael García: “Diosdado Cabello es nocivo para la paz en

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Venezuela porque representa lo peor y más violento del gobierno de Maduro”.Y bien; este es el contexto en el cual deberemos entender la aparentemente insólita ¡y pública! recomendación del ex- presidente brasileño Lula, a Maduro: la de que trabaje para formar una coalición de gobierno con el sector más “moderado” de la oposición. Y como Lula no es un recién llegado a la política, sino uno de los más experimentados políticos de la región y además, buen conocedor de la política venezolana, debemos leer lo que él dijo con atención.Primero, Lula dijo “trabajar”. Con ello ha señalado que un gobierno de coalición entre Maduro y la oposición no lo ve como alternativa inmediata, sino como salida “centrista” a mediano o largo plazo, esto es, como el resultado objetivo de dos fuerzas que han terminado por agotar sus medios de lucha sin que ninguna pueda declararse vencedora sobre la otra.Segundo, “trabajar” significa para Lula –al fin, un buen maquiavélico- dividir a la oposición en dos fracciones irreconciliables.Tercero, y este es el punto más decisivo, “trabajar” significa para el zorro paulista distanciar al gobierno de sus fracciones más extremas, violentas y militaristas, las que en ningún caso aceptarían una coalición con ningún representante de la oposición. En otras palabras, significaría separar a la figura del capitán Cabello de cualquier lugar decisivo de gobierno, algo que por lo demás ya intentó, pero sin éxito, Hugo Chávez. A estas alturas, Lula debe ser para Cabello un enemigo muy peligroso.Así nos explicamos por qué durante el debate público del 10-4, cuando Capriles hablaba, Cabello se dedicó, como si fuera estudiante travieso, a enviar twitters a los suyos bajo el epíteto “el asesino Capriles”. Evidentemente, Cabello intenta dinamitar, no a Capriles, sino a la posibilidad de la apertura de Maduro hacia un sector de la oposición. Fácil es entender entonces por qué la oposición en su conjunto, comprendiendo el juego que se trae consigo el capitán, ha decidido señalar a Cabello como el principal enemigo de la democracia venezolana. Razones sobran. Un verdadero entendimiento político deberá pasar por la marginación política de Cabello.Eso probablemente lo sabe Cabello. Y se las va a jugar para que la propuesta de Lula no ocurra jamás. Sus cartas no son tan malas: tiene aliados directos dentro del chavismo castrista e

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indirectos -minoritarios por cierto, pero los tiene- en la propia oposición. Afirmación que lleva inevitablemente a analizar el campo de la oposición donde, al igual que en el chavista nos encontramos con dos partidos-partes.Los dos “partidos” de la oposiciónComo en el caso del campo chavista, los dos partidos-partes de la oposición serán designados con denominaciones provisorias. A uno lo llamaré, en alusión a la consigna central que dio origen a las movilizaciones de 2014, como “el partido de la salida”. Al otro, de acuerdo al tronco que lo une (MUD) como “el partido de la unidad”.El “partido de la salida” existía en estado latente al interior de la oposición. Pero desde Febrero de 2014, a partir del llamado convocado por el trío López /Machado/ Ledezma, comenzó a existir de modo manifiesto, como rama desprendida del conjunto de la oposición.Al no ser explicada en su real sentido (la verdad es que todavía nadie la ha explicado) dicha “salida” fue entendida por el gobierno como un llamado directo a la insurrección y, para los sectores “cabellistas”, como oportunidad para sustituir la demarcatoria política por una militar. Además, ese llamado fue realizado sin consultar a la que había sido la conducción de la oposición. Por si fuera poco fue hecho en un momento en que el conjunto de la oposición estaba reponiéndose de una contienda electoral alcaldicia en la cual habiendo alcanzado una alta votación, no había logrado su objetivo estratégico, a saber, una mayoría absoluta de tipo plebiscitaria.El mismo Capriles se vio sorprendido por el repentino llamado a la “salida” al que al comienzo calificó como una maniobra hecha a sus espaldas. Si así fue, resulta evidente que los “salidistas” no solo intentaban un cambio de orientación, sino también un relevo en el liderazgo de la oposición pasando, por supuesto, por una ruptura con la MUD a la que muchos de ellos consideran un organismo burocrático puramente electoral.Afortunadamente los estudiantes, más cerca de la realidad que el trío convocatorio originario, entendieron a “la salida” como un “salir” a las calles a protestar por diferentes motivos, los que en Venezuela sobran.Con el tiempo el sentido de la consigna originaria se fue diluyendo hasta el punto de que hoy casi nadie, ni siquiera “el salidismo”,

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habla de “la salida”. Las tareas que plantean las protestas en la calle han pasado a ser más reales y concretas: entre otras, disolución de los grupos de choque para-militares, liberación de los presos políticos, independencia de los poderes públicos.La movilización callejera, a pesar de la virulencia con que ha sido combatida desde el gobierno, ha ido tomando un sentido que -para emplear una terminología clásica- es más reformista que revolucionario. O para decirlo en los términos de Luis Vicente León, para la gran mayoría de los opositores no se trata de un cambio de gobierno sino de un cambio en el gobierno. Eso quiere decir, limar las uñas más agresivas de los dos militarismos que conforman el régimen.Como es posible observar, el movimiento de protesta venezolano se encuentra bifurcado en las dos líneas que han marcado a todos los grandes movimientos políticos desde que en Francia los jacobinos se impusieron a los girondinos, en Rusia los bolcheviques a los mencheviques y en Europa occidental los socialdemócratas a los comunistas. El antagonismo entre moderados y radicales, si no es una ley, pareciera ser una constante de la historia. A veces se imponen unos; a veces se imponen otros

Suele suceder, el radicalismo de “la salida” sigue una línea más épica que política. Sus dos líderes, Leopoldo López y Corina Machado han asumido la lucha con una pasión que linda con el heroísmo. En honor a ambos hay que consignar que ninguno ha hecho jamás una apología de la violencia. Por el contrario, los dos han acentuado el carácter pacífico y constitucional del levantamiento al que han convocado.De la misma manera, ni López ni Machado se han pronunciado en contra de las elecciones. No podrían hacerlo puesto que, aún si hablamos de la “salida” -sea un referendo revocatorio, una asamblea constituyente, o un adelantamiento de comicios- esta tendría que ser electoral. Esa es la razón por la cual, si hemos de creer en las últimas encuestas, aunque la mayoría de las personas consultadas ven en el “reformista” Henrique Capriles el líder indiscutido, también la mayoría considera la prisión de Leopoldo López y la destitución de Corina Machado como injusticias de enormes dimensiones.A la represión desatada por Cabello/ Maduro le han salido casi todos los tiros por la culata. De ahí que Maduro, en contra de

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Cabello, ha optado por pensar la recomendación de Lula y de sus amigos continentales. En ese sentido el debate-diálogo no es una táctica de Maduro, en ningún caso una concesión ni mucho menos un obsequio. Maduro –hay que decirlo de una vez- ha sido obligado a dialogar. Obligado incluso –sutil paradoja de la historia- por aquellos sectores de la oposición que más se oponen al dialogo.En peligrosa consonancia con el partido del capitán Cabello, algunos “salidistas” han levantado una política anti-diálogo. Su argumento principal es que se trata de un circo destinado a lavar la cara del gobierno. Pero, aunque fuera así, un lavado de cara significaría un cambio civilizatorio en la política de gobierno, un cambio que solo puede favorecer al conjunto de la oposición.Henrique Capriles y Henri Falcón, siempre cautelosos, han señalado no ver contradicción entre protesta y diálogo. Tal vez les faltó decir que un verdadero diálogo solo puede resultar de las protestas. Un diálogo sin protestas sería caer en el colaboracionismo. Protestas sin diálogo llevan en cambio a un callejón sin salida. La dialéctica protesta-diálogo es la que mejor se adecua a las circunstancias políticas por las cuales atraviesa Venezuela. Renunciar al diálogo (o debate) significaría renunciar a buscar salidas (sí; escribo salidas) políticas a las protestas.Capriles y la gente de la MUD, es decir, los miembros del partido unitario, saben con toda seguridad que no dialogan con interlocutores muy democráticos. A pesar de que no obedece a la línea militarista “clásica” de Cabello, el partido de Maduro es castrista, es decir, antidemocrático por definición. Tanto Maduro como la gente que lo rodea imaginan que no están ahí para realizar un buen gobierno, sino para cumplir una misión sagrada asignada por la historia. Están convencidos, además, de que toda la oposición está formada por agentes del imperio. Pero aún así, ha habido ocasiones en la historia en las cuales el instinto de supervivencia ha predominado por sobre cualquiera ideología. Acerca de ese punto vale la pena intentar una breve digresión.Ha habido dictaduras mucho más sólidas que la del gobierno de Maduro quien se ha visto en la necesidad, no por él buscada, de abrirse y contemporizar con sus enemigos. Vale la pena recordar que aún la dictadura franquista de sus últimos tiempos experimentó grietas que llevarían a la transición.

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Adolfo Suárez no nació al día siguiente de la muerte de Franco. Mientras Franco agonizaba, Suárez llevaba a cabo conversaciones (diálogos) con sectores de la oposición. Incluso, fracciones del Opus Dei, partidarias del ingreso de España a la Europa moderna, habían logrado ya neutralizar a la eminencia gris de Franco, el terrible Carrero Blanco, antes de que éste fuera ejecutado por la ETA.Del mismo modo, una de las dictaduras más terribles que ha asolado Latinoamérica, me refiero a la de Pinochet en Chile, se vio obligada a bajar sus niveles de represión cuando aparecieron síntomas de desgaste. A la hora del plebiscito la gran mayoría de la clase política exiliada había regresado al país. Una parte de la prensa abría sus páginas a la oposición. Todavía se recuerda al “dedo” televisivo, acusatorio y valiente de Ricardo Lagos. Tenían lugar demostraciones públicas y reuniones cerradas de partidos. El laureado filme NO, lo evidenció muy bien.En ninguno de ambos casos, ni en el franquista ni en el pinochetista, la apertura fue un regalo de las dictaduras. Todo lo contrario, las dictaduras fueron obligadas a abrirse, de modo que ya no son pocos quienes opinan que en ambos casos, la transición –aunque parezca paradoja – comenzó antes de la transición.Un caso contrario es el de Cuba, donde las aperturas económicas no han sido acompañadas con aperturas políticas significantes. Pero también hay que decir que mientras la política del “mazo dando” llevó en Cuba al aniquilamiento de la oposición, la oposición de Venezuela, con más tradición, capacidad de lucha y sentido unitario, ha sabido resistir, hasta el punto de obligar al régimen a que la reconozca, no solo en elecciones, sino al nivel del debate público. ¿Imagina alguien un debate público en el cual Yoani Sánchez pudiera decir “cuatro verdades” a Raúl Castro? ¿No sería esa una gran conquista de la oposición cubana?La MUD, con todas sus deficiencias -entre otras no haber sabido reconocer a tiempo el momento de las protestas callejeras- es una obra de arte en materia de política unitaria. Además, está mejor posicionada socialmente que el partido “salidista”, el cual entusiasma mucho a los suyos pero suma poco entre los no suyos. No por casualidad el propio Leopoldo López, poco antes de ser encarcelado, intentó asumir una postura socialdemócrata; y esa es la de la MUD.

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Capriles, a diferencia de los líderes del “salidismo”, tiene mejores posibilidades que Machado o López para acceder a sectores no privilegiados y clientes del “chavismo social”. Además, por su carácter esencialmente dialógico, es tal vez el único político que tiene posibilidades de penetrar el campo hasta ahora inexpugnable de los “ni-ni”. Puede incluso que alguna vez aparezca una salida. Pero esta aparecerá como producto de la suma y no de la resta de fuerzas; de la unidad y nunca de la división.El partido número 5Si estamos utilizando el concepto de partido para nombrar a las partes políticas que dividen a la realidad venezolana, hemos de referirnos al movimiento estudiantil. Porque son los estudiantes quienes están cargando el peso de las protestas sobre sus espaldas. Sin los estudiantes no habría habido protestas. Sin los estudiantes no habría habido debate ni diálogo. Sin los estudiantes no habrá democracia.A diferencia de los partidos tradicionales, el partido-estudiantil no aspira a hacerse del gobierno ni lucha por obtener posiciones de poder en el Estado. Por cierto, algunos de los jóvenes que hoy actúan serán mañana políticos de profesión, pero lo serán como representantes de otros partidos y no de los estudiantes.La lucha de los estudiantes está desprovista de estrategias pre-concebidas y por lo mismo no está sometida a cálculos precisos. Por eso mismo no puede ser una lucha muy ordenada. Los estudiantes no son militantes ni militares que obedecen a un comando único. Eso no significa que la estudiantil es una lucha no racional. Significa solamente que esa racionalidad no es la misma que la de las organizaciones políticas, tradicionales o no.Los partidos y sus ideologías están presentes entre los estudiantes y atraviesan a todo el movimiento, pues ningún estudiante vive en una isla. Pero a la vez, el conjunto del movimiento sigue líneas autónomas que no coinciden con las de los otros “partidos”. La razón es la siguiente: las luchas estudiantiles representan el principio de la rebelión, y toda rebelión es antes que nada negación de un determinado orden establecido.No obstante, la lucha estudiantil no es absolutamente desinteresada. Los estudiantes luchan antes que nada por su universidad. Y como la universidad es un centro del saber y no un centro del poder, los estudiantes luchan por el derecho a saber,

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es decir, por el derecho a conocer, a pensar, a discutir, en breve: por el derecho a ser.No quieren los estudiantes ser pensados por ninguna ideología, ni sometidos a ningún otro poder que no sea el que ellos mismos se dan. En ese sentido la lucha de los estudiantes es predominantemente ética y por lo mismo coincidente con todas las que surgen en defensa de la autonomía ciudadana. En breve, las estudiantiles son luchas a favor de la sociedad civil. A través de los estudiantes, la sociedad civil se defiende a sí misma. 

Lo dicho no significa que los estudiantes deban ser considerados como vanguardias políticas. Sería un error catastrofal intentar amoldar el ritmo y el curso de las movilizaciones sociales, donde participan personas de alta edad, amas de casa, habitantes de los barrios y ciudadanos comunes, al imperio de las demandas estudiantiles. Tampoco debemos olvidar que de las movilizaciones estudiantiles han surgido sectas ideológicas, algunas lindantes en el terrorismo. Muchos líderes estudiantiles del pasado reciente se convirtieron después en fanáticos funcionarios chavistas. Lo que sí es cierto es que las rebeliones venezolanas pueden llegar a ser un eslabón más en la ya larga cadena conformada por la defensa estudiantil de la democracia. Ya sea contra Gómez, contra Pérez Jiménez, contra Chávez o contra Cabello/Maduro, han sido los estudiantes, si no los actores principales, los actores iniciales. Son ellos los que aún en los momentos de mayor derrota volverán a comenzar. Las luchas de los estudiantes no tienen final, siempre regresan.La de los estudiantes venezolanos no es una lucha aislada ni dentro ni fuera del país. Mucho menos en este siglo XXl en el cual los estudiantes elevan sus protestas en diversos lugares del mundo, siempre allí donde la Universidad, y con ello, la sociedad civil, se encuentra amenazada.En el Irán de 2009 fueron los estudiantes quienes se levantaron en contra de una teocracia que quería convertir a las universidades en templos de la ignorancia. En Túnez, en Egipto y en Siria de 2011, fueron los estudiantes quienes se levantaron en contra de las dictaduras de la región. También en el Chile de 2011 los estudiantes se levantaron en contra de proyectos destinados a convertir a las universidades en apéndices de las empresas.

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En la Venezuela de 2014, continuando las jornadas del 2007, los estudiantes se levantan en contra del proyecto castro-chavista destinado a someter a la sociedad civil al dictado de los cuarteles. En todos estos países han sido los estudiantes quienes han representado el principio de la libertad. La misma libertad por la cual no pocos ya han perdido el don mas valioso que nos ha sido dado: la vida.

32.NO HABRÁ SALIDA SIN LA MUD (2/5/14)La MUD (Mesa de la Unidad Democrática) es un frente político que agrupa y coordina a la mayoría de los partidos y asociaciones no chavistas de Venezuela. Esa es la razón por la cual la MUD se ha convertido en modelo para oposiciones que en otros países de la región enfrentan a gobiernos de tendencias autocráticas y personalistas.A diferencia de organizaciones y movimientos populistas, la MUD no disuelve sus diferencias alrededor de un significante difuso como es un líder mágico. Por el contrario, se trata de una asociación que no solo mantiene sus inequivalencias (Laclau) sino, además, las hace públicas. A diferencias del chavismo, que se rige por la lógica de una supuesta unidad sin diferencias, la MUD se rige por la lógica de la unidad en las diferencias. La disimilitud es notable: si el chavismo hiciera pública sus diferencias, se termina el chavismo. Si la MUD no hace públicas sus diferencias, se termina la MUD.Si para entender a la MUD tuviéramos que hacer una tipología de coaliciones unitarias, podríamos distinguir tres grupos

1. La coalición populista propiamente tal cuyas magnas expresiones en la historia latinoamericana han sido el peronismo y el chavismo.

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2. Las coaliciones electorales que agrupan a diversos partidos y grupos (Nueva Mayoría en Chile, Frente Amplio en Uruguay)

3. Los frentes de agrupación democrática no solo electorales de los cuales el más notorio es la MUD

¿Qué diferencia hay entre un frente democrático y una coalición electoral?La coalición electoral persigue dos objetivos: ganar elecciones y formar gobierno. Un frente democrático también intenta ganar elecciones y formar gobierno, pero su objetivo principal es unir a la oposición frente a un sistema político que intenta suprimirla.En otras palabras, un frente democrático intenta construir una oposición cuyo objetivo es evitar que una dictadura parcial se convierta en dictadura total. Ese es el rol –defensivo y no ofensivo- que juega la MUD. Eso no quiere decir que la MUD deba renunciar a la ofensiva si las condiciones lo determinan. Pero esas condiciones, después de que la MUD fuera derrotada en las elecciones municipales de 2013 -aun pese a la profunda crisis económica desatada por el régimen- no se han dado todavía.Un frente democrático como la MUD es el reflejo institucional de tendencias que predominan al exterior del sistema de dominación chavista. Así como en los Frentes Populares europeos de fines de los años treinta coexistían todos los sectores opuestos al fascismo, desde monárquicos a comunistas, en la MUD también coexisten diferentes tendencias. Sin embargo, predominan las de centro-izquierda.Cuatro partidos de la MUD son miembros de la Internacional Socialista. De centro-izquierda es también el programa de la MUD. De centro-izquierda ha sido el discurso electoral de Henrique Capriles. Leopoldo López, antes de ser llevado a prisión, declaró ser socialdemócrata. Incluso M. C. Machado levantó durante las primarias la consigna (socialdemócrata) del “capitalismo popular”. Cabe agregar que ni López ni M. C. Machado han cuestionado al programa de la MUD. Si hay diferencias, estas no son programáticas ni tampoco ideológicas. ¿Son estratégicas?, ¿son tácticas?, ¿son personales? Tal vez hay un poco de todo eso.En todo caso, cuando López/ Machado plantearon “la salida”, no fue una salida de la MUD. Eso está claro.De tal modo, estar en contra de la MUD es estar en contra del espectro político no chavista de Venezuela. Como escribió un

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analista, si la MUD es destruida y después surge una nueva organización unitaria, esta tendría que ser igual a la MUD. Esa es la razón por la cual en Venezuela no habrá ninguna salida política sin, fuera, o más allá de la MUD. La MUD es el espejo de la oposición política venezolana, con todos sus defectos y con todas sus virtudes.Por supuesto, la MUD no controla toda la realidad política. Los estudiantes, como en otros países, realizan movilizaciones de acuerdo a lógicas muy propias. Pero la MUD está obligada a interpretar la realidad política de acuerdo a diversas constelaciones; y no todas siguen el ritmo del movimiento estudiantil. Por lo tanto debe llevar a cabo tareas no espectaculares aunque muy importantes, incluyendo la interlocución con el enemigo político. Sin diálogo no hay política. Si los estudiantes adaptaran sus movilizaciones a la lógica de la MUD, sería un error. Pero si la MUD adaptara su política a la lógica de los estudiantes, sería una locura.Más allá de eventuales errores, la MUD ha sido fiel a lo que es la oposición en su conjunto. Frente a un régimen antipolítico trata de salvaguardar la política como medio de comunicación. Frente a un gobierno militarista que dispara en contra de manifestantes desarmados y usa a presos políticos como rehenes, exige la disolución del para-militarismo y la amnistía general. Si se trata de neutralizar a los sectores más violentos (cabellistas) o golpistas del chavismo, acepta formar parte de comisiones junto con el gobierno. Y si hay que impulsar movilizaciones sociales, también lo ha hecho.Los caminos de la MUD no son épicos y en periodos no electorales no entusiasman demasiado. Eso explica por qué la MUD ha estado sometida a una crítica implacable de parte de grupos anti-políticos. Hay, en efecto, un sector opositor cuyo acceso a la prensa es inversamente proporcional a su peso político real. Son personas que han convertido a la MUD (y a Capriles) y no al chavismo en enemigo principal. La mayoría sufre de alucinaciones apocalípticas. Imaginan que la salida a la crisis ocurrirá como consecuencia de un levantamiento heroico de lo que ellos llaman “sociedad civil”. El ejército iluminado por la verdad se pasará en masa al campo antichavista. Maduro buscará refugio en La Habana. Cabello será llevado a La Haya. Y los “colaboracionistas” (Aveledo, Borges, Capriles, Falcón, entre otros) sobrepasados por la historia, pedirán perdón a los gloriosos

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héroes que después de la sangre derramada gobernarán para siempre a la nación.Siento defraudarlos, pero esas visiones ocurren solo en películas de muy mala calidad. Y si de todas maneras llega el momento de celebrar un triunfo, este será el resultado del trabajo arduo, a veces gris de la MUD. Pues, como decía Max Weber, hacer política significa “perforar a duras maderas con pasión y con paciencia”.

33.RESPUESTA DE FERNANDO MIRES A LEOPOLDO LÓPEZ (12/7/14)(a la carta de Leopoldo López del 7/5/14) http://prodavinci.com/2014/07/10/actualidad/carta-de-leopoldo-lopez-a-fernando-mires/

Muy estimado Leopoldo López

Que usted, eludiendo la censura de la cárcel de Ramo Verde me escriba una carta, es para mí un honor. ¿Quién soy yo al fin? Un profesor jubilado de una universidad del norte de Alemania. Otro chileno, uno de los tantos que una vez buscaron refugio en las lejanías para rehacer vidas alteradas por una vil dictadura y que desde entonces, como otros, decidió pronunciarse en contra de toda dictadura, venga de donde venga. Por eso, recibir esa carta escrita con la mano de un luchador por la democracia, padeciendo

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injustamente en las cárceles de un régimen arbitrario, me ha hecho pensar en que tal vez yo no he escrito en vano. Permítame entonces, Leopoldo, darle, antes que nada, las gracias.

He seguido y sigo con mucha atención lo que sucede en Venezuela. Como usted dice, un rompecabezas muy difícil de armar. Ya era difícil de armar durante Chávez cuyo gobierno poseía una naturaleza doble. Por un lado era popular -popularidad legitimada en continuas elecciones- y por otro, autocrático y militar. Hoy, bajo el gobierno Maduro, ha cambiado el carácter político del chavismo. Maduro es mucho menos popular y su gobierno es mucho más militar y militarista que el de Chávez.

Esa fue la razón -pese a que no compartía los argumentos que cristalizaron en la, para mí, poco feliz fórmula de “La Salida” (Maduro vete ya)- por la cual saludé su llamado a protestar en las calles del Febrero venezolano. Ese llamado apareció en el momento justo, cuando en el amplio campo de la oposición parecía reinar cierta resignación o apatía.

Como es sabido, en las elecciones municipales de 2013, pese a que la oposición había obtenido una extraordinaria votación, ganando además en los centros más poblados del país, no alcanzó el objetivo que ella misma se había propuesto, a saber, la de convertir las elecciones en un plebiscito que crearía condiciones para una salida política constitucional.

No habiendo sido alcanzado ese objetivo, la tarea del momento debía ser, a mi juicio, otra. La podemos resumir así: sobre la base de la crisis económica provocada por el gobierno, se hacía necesario pasar a la fase de acumulación de fuerzas, lo que no excluye, pero sí incluye, la movilización en las calles. Y bien, esa tarea era y es, si tomamos en cuenta la profundidad de la crisis, perfectamente posible.

En efecto, yo mantengo la opinión de que un salto cualitativo en las luchas democráticas solo es realizable sobre la base de un crecimiento cuantitativo. Eso pasa en Venezuela por atraer a amplios sectores que una vez fueron seguidores del chavismo, como también a quienes no se sienten identificados ni con el gobierno ni con la oposición. Como apuntaba Hannah Arendt, mientras la violencia solo requiere de instrumentos, el poder será siempre el poder de las mayorías. Y ella, que conste, no se refería solo a los países democráticos.

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Cuando yo escribí entonces que la lucha encabezada por los estudiantes venezolanos era en contra de un sistema de dominación, jamás sostuve que ese sistema podía ser cambiado en su totalidad. El artículo que usted menciona fue publicado originariamente en Chile (El Mostrador) y estaba destinado a contrarrestar una opinión de la señora Bachelet quien había afirmado, en relación a los acontecimientos venezolanos, que “no se trata de derribar gobiernos legítimamente elegidos”. Yo sostuve que los manifestantes, en su mayoría, no salían a derribar al gobierno, sino a luchar en contra de un sistema de dominación. Debo en ese punto quizás ser un poco más explícito. Cuando los comunistas, es un ejemplo, dicen, nuestra lucha es para derribar el capitalismo, no piensan que el capitalismo va a terminar en un plazo corto. O a la inversa: cuando los demócratas cubanos dicen: nuestro objetivo es liquidar al sistema castrista, saben que ese derribamiento ha estado y estará precedido por un larguísimo proceso. Derribar un sistema, a diferencias de derribar un gobierno, no es cosa de días sino de años. Usted lo puede ver en el mundo árabe. Caen y caen gobiernos, pero los sistemas de dominación se mantienen incólumes.

Más aún, hay elementos del sistema anterior que pueden y deben ser continuados por otros gobiernos. Por ejemplo, durante su campaña presidencial, Capriles planteó, y con razón, que las “misiones” –uno de los pilares del sistema chavista– no serían suprimidas en caso de ser él elegido presidente. En Chile, es otro ejemplo, el gobierno de Bachelet todavía gobierna con la Constitución de Pinochet.

En cualquier caso, un cambio de sistema presupone generalmente un cambio de gobierno o, por lo menos, un cambio en el gobierno. Y para eso, en Febrero de 2014 no había ninguna condición objetiva. Mucho menos si tomamos en cuenta que la oposición es política y socialmente hablando, muy heterogénea. Por eso escribí durante Febrero: “Si los estudiantes se adecuaran al ritmo de la MUD, sería un error. Pero si la MUD se adecuara al ritmo de los estudiantes, sería una locura”. También podríamos decir: “Sin voluntad de cambio nunca va a suceder nada, pero reducir la acción política a los actos de la pura voluntad, se paga muy caro”. Créame, lo último se lo digo por experiencia propia.Mi escepticismo con respecto a “la salida” es el mismo que hoy mantengo frente a la alternativa que usted en estos momentos defiende, la de una Asamblea Constituyente.

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¿Qué es una Asamblea Constituyente? Las palabras lo dicen. Es un acto convocatorio destinado a constituir políticamente a una nación, es decir, se trata de ratificar electoralmente una nueva Constitución. Por eso mismo una Asamblea Constituyente es un acto fundacional, o por lo menos re-fundacional. Eso es y ha sido así desde la Asamblea Constituyente de 1789 en Francia, la que certificó el fin del régimen monárquico.

La Asamblea Constituyente no certifica un cambio de gobierno sino un cambio de régimen. Eso presupone que, previamente a la Asamblea, el régimen anterior ha sido derrotado o derrocado. Quizás me equivoco, pero creo que en la historia moderna no hay ningún caso en el que un régimen haya sido cambiado por una Asamblea Constituyente, pero sí, algunos en los cuales la Asamblea ha surgido para dotar constitucionalmente a un régimen que de hecho había sido cambiado de modo previo a la votación constitucional. De más está decir que en Venezuela el régimen (o sistema) no ha cambiado, nadie ha sido derrocado y nadie desde la oposición ha tomado el poder.

Distinto fue el caso de la Asamblea Constituyente de 1999. El propósito de Chávez en ese momento era trazar una marca histórica que señalara claramente un “antes” y un “después” de Chávez, es decir, el fin de la “cuarta república”. Y evidentemente, ese propósito, por lo menos a nivel simbólico, fue logrado. La Constitución de Venezuela fue una Constitución, en sus orígenes, chavista.

Pero, atención, escribí “en sus orígenes”. Tantas veces ha sido violada esa Constitución por Maduro y su antecesor, que a la oposición en su conjunto no le quedó más alternativa que acogerse bajo su protección. Una de las últimas violaciones constitucionales fue la que llevó a Leopoldo López a la prisión por el delito de haber hecho uso legítimo del derecho a protesta, consagrado por esa misma Constitución.

Todos sabemos, por lo demás, que a Chávez, “su” Constitución (“La Bicha”) le molestaba, hasta el punto que intentó cambiarla por otra más “socialista”. El 2.12-2007 sin embargo, el pueblo venezolano, en magnífico acto de soberanía, negó a Chávez esa posibilidad, infligiendo la primera derrota electoral al chavismo. A partir de ese día la Constitución de origen chavista dejó de ser chavista y pasó a ser de todo el pueblo. Esa fue la razón por la cual la oposición la convirtió en símbolo y escudo. En otras palabras, la oposición adoptó e hizo suya a la Constitución.

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Más todavía, en nombre de la defensa de la Constitución han sido obtenidas muchas victorias municipales y parlamentarias. ¿Cuántos candidatos opositores han levantado en alto el pequeño libro azul? No, Leopoldo. El problema principal de Venezuela no es constitucional ni constituyente; es mucho más profundo; es social y es político a la vez.

Una Asamblea Constituyente es, además, un acto electoral. Y ahí ocurre otro problema. El llamado a la Asamblea aparece en un horizonte en el cual ya se dibujan las elecciones parlamentarias que tendrán lugar en el 2015. ¿Está el pueblo venezolano en condiciones de soportar dos elecciones tan existenciales en un breve lapso? ¿O el llamado a las elecciones constituyentes excluye a las parlamentarias? La respuesta está en el aire, y al no aparecer, hay desconcierto, confusión, y sobre todo, división.

De hecho la oposición venezolana está dividida frente al llamado a la Constituyente. Según me informan, no hay más de tres partidos, de los muchos que la conforman, que están de acuerdo con ese llamado. Pero aunque fueran muchos más, el hecho es que ese llamado no suma, solo resta; no multiplica, solo divide. Y con una oposición dividida, la Constituyente, si es que llegara a tener lugar, solo significará una derrota inapelable para toda la oposición. No ocurrirá así con las elecciones parlamentarias.

La unidad que ha alcanzado la oposición es antes que nada una unidad electoral, y elecciones tras elecciones la votación opositora ha ido ascendiendo. Ese es un hecho objetivo. Las elecciones periódicas, han sido, además, la oportunidad que ha tenido el conjunto de la oposición para desplegar su política en calles, barrios y cerros.

A diferencia de una elección constituyente, donde los electores votan por una fría palabra, “si” o “no”, en las parlamentarias votan por personas de carne y hueso. Más allá de los resultados, la oportunidad que tienen los candidatos de entrar en contacto directo con los problemas de la gente, es única. En las campañas electorales, la política entra a la calle. Usando una imagen, podríamos decir que en esas campañas tiene lugar una lucha “cuerpo a cuerpo”.

¿Para qué desperdiciar una oportunidad, quizás la única que se tiene para integrar las luchas sociales con las luchas políticas? Comparando la efervescencia social que produce una elección parlamentaria con un llamado a cambiar la Constitución, yo diría

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que la primera es más radical y la segunda más conservadora, aunque sea defendida por sectores considerados radicales.

Hace un tiempo escribí un artículo cuyo título es una tesis: “Cómo transformar las elecciones en protesta social sin que dejen de ser elecciones” Justamente de eso se trata. Así lo demostraron las elecciones en San Diego y San Cristóbal.Como ya he manifestado en otras ocasiones, elecciones sin protesta social están destinadas a perderse; protestas sociales sin elecciones en cambio, están destinadas a estrellarse en contra del aparato militar y para-militar del régimen.Leopoldo, yo estoy seguro de que si la oposición se une, y las cosas se hacen bien, Venezuela se puede llenar de muchos sandiegos y de muchos sancristóbales. Eso es, para mi al menos, más importante y decisivo que una Asamblea Constituyente, que un Congreso Ciudadano, o que cualquiera otra propuesta u ocurrencia unilateral, por más brillante que esta sea.

La unidad, la unidad es el primer requisito. En aras de la unidad, en momentos como los que vive Venezuela, hay que sacrificarlo todo, incluyendo proyectos personales. Naturalmente la unidad solo puede surgir frente a objetivos comunes. Pero en ese mismo sentido estoy seguro de que lo que une a la oposición es mucho más de lo que la desune.

Hay muchas razones para protestar unidos en Venezuela. La situación económica, sobre todo la de los más pobres, es desesperante. Inflación, escasez, trabajo precario, delincuencia, y sobre todo, violaciones a los derechos humanos, son lacras que nadie puede desconocer. Ese es el saldo del llamado socialismo del Siglo XXl.

Un régimen que ha unido el destino del país con el de la dictadura militar cubana, un régimen militarizado que miente día a día, un régimen que dispara a mansalva a estudiantes desarmados, un régimen que persigue y encarcela a políticos para usarlos como rehenes, mientras un ex ministro declara que el dinero de todos los venezolanos es usado para financiar campañas oficialistas, eso y mucho más, define de por sí a un régimen perverso. Solo la más absoluta unidad podrá derrotarlo.

Leopoldo, no quisiera terminar estas líneas, más allá de cualquiera divergencia, sin manifestar toda mi solidaridad frente a los duros momentos que usted está viviendo. Solidaridad que

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hago extensiva a su valiente esposa y a toda su familia. Vendrán días mejores; de eso estoy seguro. Que Dios los proteja.

34.ENTREVISTA DE “DEUTSCHEWELLE” A FERNANDO MIRES (12/7/14)Este sábado (12.7.2014) hará cinco meses que el dirigente político venezolano Leopoldo López, jefe del partido Voluntad Popular, se deslindó parcialmente de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática y llamó a protestar en las calles para “salir” del presidente Nicolás Maduro. María Corina Machado, de Vente Venezuela, y Antonio Ledezma, de Alianza Bravo Pueblo, lo acompañaron; pero fue López quien terminó entregándose a las autoridades el 18 de febrero, cuando éstas lo acusaron de poner en peligro la paz social con sus mensajes en Twitter y sus discursos presuntamente incendiarios. El caraqueño de 43 años sigue estando preso.

En la cárcel de Ramo Verde, reservada para militares y civiles de alto quilate político, López escribió un ensayo para el diario estadounidense The New York Times, tituladoEl Estado fallido de Venezuela, y una carta –de su puño y letra– dirigida al catedrático chileno-alemán Fernando Mires, profesor emérito de la Universidad de Oldenburg especializado en política internacional y teoría política. “Mires es uno de los analistas que con mayor lucidez lee e interpreta la realidad venezolana, colocando lo que acontece en ese país en un contexto histórico y geográfico más amplio”, comenta Manuel Silva Ferrer, de la Universidad Libre de Berlín.Eso explica por qué la opinión de Mires es tan respetada en los foros virtuales donde concurre buena parte de la oposición venezolana. El acceso a pluma y tinta no debe darse por sentado en las cárceles de esa nación caribeña; de ahí la cuidadosa elección que López ha hecho de sus interlocutores. Su objetivo es

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claro: defender al movimiento La Salida –que atizó protestas y barricadas a la ucraniana a partir del 12 de febrero–, sobre todo frente a quienes lo describen como una constelación de opositores extremistas o artífice de un plan delirante y destinado al fracaso. DW habló con Fernando Mires, uno de los críticos más severos de López y La Salida.

Deutsche Welle: Dr. Mires, Leopoldo López le escribió una carta este 5 de julio, fecha en que se celebró el 203º aniversario de la declaración de independencia de Venezuela. ¿Le extrañó recibir esa misiva?Fernando Mires: Me tomó por sorpresa. La última vez que hice contacto con Leopoldo López fue una semana antes de los acontecimientos que condujeron a su arresto. Yo ya le había dicho que me parecía bien la lucha de calle, pero siempre y cuando ésta no propiciara la división de la oposición.

López refuta las críticas que usted le hizo en su blog Polis (www.polisfmires.blogspot.de). ¿Cómo resumiría usted el contenido de la carta que le escribió López?López me escribió en un tono muy respetuoso. Pero creo que él no entendió lo que yo quería señalar cuando planteaba que el problema de base venezolano no es el Gobierno, sino el sistema político. Yo nunca propuse salir a cambiar el sistema porque eso no se puede hacer a corto plazo. Como muestra, un botón: Michelle Bachelet gobierna en Chile con la Constitución dictada por el general Augusto Pinochet.

¿Podría adelantarnos qué mensaje quiere usted transmitirle a Leopoldo López en su carta de respuesta?Por un lado le explico que estoy en desacuerdo con ‘La Salida’ porque esta dividió a la oposición venezolana, le puso tareas al movimiento estudiantil que este no podía cumplir y pretendía que la sociedad venezolana marchara al ritmo de los estudiantes sin estar en condiciones –ni políticas ni económicas– de hacerlo. Sería un error que los estudiantes venezolanos marcharan al ritmo de la Mesa de la Unidad Democrática, pero sería una locura que la Mesa de la Unidad Democrática marchara al ritmo de los estudiantes. Por otra parte le expreso mi discrepancia con el llamado a una Asamblea Constituyente para promulgar una nueva Carta Magna.

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La Constitución venezolana vigente fue promulgada durante el mandato de Hugo Chávez, pero, con el tiempo, se ha convertido en un símbolo positivo de la oposición: mientras esta gana elecciones municipales y parlamentarias defendiéndola, Maduro no para de violarla. Cambiarla por una nueva Carta Magna sería un error y ese proceso crearía mucha confusión, considerando la inminencia de los próximos comicios legislativos. Yo le manifiesto toda mi solidaridad a Leopoldo López, pero yo creo que él ha cometido un gran error al convocar a una Asamblea Constituyente; ese llamado divide en lugar de sumar.

¿Dr. Mires, a qué se debe que Venezuela sea uno de sus focos de interés?Yo creo que en Venezuela se decidirá el destino de otros países latinoamericanos. Si hay un nudo gordiano por desatar, ese nudo está en Venezuela. Si en ese país se inicia un amplio proceso de democratización, las demás naciones que forman parte de la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) quedarán desvinculadas entre sí porque Venezuela es el proveedor económico de muchas de ellas..Ya ni los mandatarios de la ALBA se expresan con entusiasmo sobre lo que ocurre en Venezuela. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha comenzado a ser más autónomo. Lo que ocurre en Bolivia es un fenómeno estrictamente local y solamente se puede entender desde la perspectiva indigenista boliviana. Ya se está produciendo una suerte de desarticulación.La ALBA ya no tiene liderazgo porque el presidente venezolano, Nicolás Maduro, no manda ni siquiera en su propio país. Pero, por ahora, Venezuela sigue jugando un rol importante para la supervivencia de la dictadura militar cubana y para el apuntalamiento de otros Gobiernos autocráticos en la región. La desaparición del chavismo, en su acepción madurista, catalizará el proceso de democratización en Latinoamérica y el Caribe.

Considerando la amplitud de su base de lectores en Venezuela, ¿sería exagerado decir que usted ha pasado de ser un mero observador del drama venezolano a ser un co-protagonista, a la distancia?Yo opino desde una ciudad en el norte de Alemania, escribiendo lo que me parece correcto e incorrecto. A mí me ha sorprendido la repercusión que tienen mis artículos en Venezuela. Sin embargo, estoy convencido de que eso se debe precisamente a que soy extranjero. Yo no estoy comprometido ni con nada ni con nadie en

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Venezuela, y eso me da una libertad de opinión que muchos amigos venezolanos no pueden tener, debido a sus amistades o relaciones políticas con personalidades de la oposición organizada.

35.LA POLÍTICA DE LA DIVISIÓN (17/8/14)

Las jornadas de protesta iniciadas en Venezuela el 12 de Febrero de 2014 tuvieron (por lo menos) un doble carácter. Desde un lado fueron entendidas como un llamado de un sector de la oposición, destinado a  mostrar en las calles el descontento frente a un gobierno incapaz de manejar la profunda crisis económica en la que ha sumido al país. Desde otro, una fracción opositora, la de La Salida (“Maduro vete ya”) intentó imprimir a la legítima protesta callejera una impronta frontal y maximalista sin consultar ni informar a la MUD, organización que hasta ese momento agrupaba a todos los partidos de la oposición. La Salida, en consecuencias, no solo partió dividida; además, nació dividiendo. La política del “salidismo” ha sido, hasta ahora, la política de la división.Si agregamos que La Salida fue convocada poco tiempo después de la derrota de la oposición en las elecciones municipales, no hay que extrañarse de que hubiera sido entendida -y no solo por el chavismo- como un desconocimiento de la legitimidad electoral, es decir como un intento destinado a cambiar el curso adoptado, hasta ese momento, y de modo unánime, por la unidad opositora (incluyendo a los salidistas). En palabras directas, no pocos vieron en La Salida, y con razón, un golpe a la MUD, o como dijo en un momento de ira Capriles, “una cuchillada en mis espaldas”Hoy conocemos los resultados. Jóvenes heridos y asesinados por el régimen. Dirigentes políticos en prisión, entre ellos, uno de los

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más valiosos, Leopoldo López. Desconcierto total en las filas opositoras. Rencores mal disimulados. La posibilidad de que a partir de un sostenido trabajo opositor entre los más pobres pudiese ser reestructurada la oposición en su conjunto, ha sido lamentablemente postergada.El régimen, gracias al pretexto que otorgó La Salida, ha terminado por militarizarse por completo, creciendo en su interior las posiciones más “duras”. El gran triunfador de La Salida fue, sin duda, Diosdado Cabello.Existen por cierto grupos que culpan a la MUD de haber traicionado a La Salida a través del fracasado diálogo con el gobierno (¿cómo se puede traicionar algo de lo cual no se forma parte?). Dicha explicación invierte los hechos. Si no hubiera aparecido La Salida, la oposición no habría tenido necesidad alguna de dialogar con Maduro. Por lo demás, el diálogo fue impuesto, tanto al gobierno como a la oposición, por una fuerte presión internacional, incluyendo la del propio Vaticano; un Papa no es poca cosa.Si la oposición no hubiese asistido a dialogar, Maduro habría creado frente al mundo la imagen de un dialogante presidente enfrentando a una oposición que solo acepta la confrontación armada. Que el principal enemigo del diálogo dentro del gobierno hubiera sido Diosdado Cabello, es un hecho que habla por sí solo. De tal modo, si Maduro fue “desenmascarado” frente a la opinión internacional, no lo fue por la Salida –que en el momento del diálogo vivía su fase terminal, o guarimbera- sino por las palabras acusatorias que tuvo que escuchar en el llamado diálogo. Dichas palabras recorrieron el mundo.Error sobre error. Después de la derrota de La Salida, una fracción de quienes la propiciaron hizo un llamado a formar una Asamblea Constituyente, como si ya hubiera derrotado al régimen y tuviera detrás de sí a la absoluta mayoría del pueblo y más aún, a todo el ejército. Pero además, llamaron  a derogar a la Constitución vigente, a esa misma por la cual la oposición unida se había batido en un triunfante plebiscito, hasta ahora, la derrota más grande propinada por la oposición al chavismo.La práctica consecuente de la política de la división no tardaría en apoderarse de los propios convocadores. Llegó un momento en el cual, en un ejemplo de absoluto desorden e incapaces de diseñar algo parecido a un objetivo común, cada uno ofrecía al “pueblo” un objetivo diferente. Así, mientras unos llamaban a una asamblea

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constituyente, otra llamaba a un exótico congreso ciudadano (algo así como una junta de notables del siglo XlX) y el otro llamaba a una encerrona de la MUD consigo misma.Ahora bien, todo esto tendría una explicación coherente si entre los tres convocadores y la MUD, y entre los tres entre sí, hubiese grandes diferencias programáticas. Pero, evidentemente, no las hay. Y si nos las hay, no queda otra alternativa sino pensar que lo que los une, y al mismo tiempo separa, son solo mezquinas luchas por el liderazgo. Si eso es así, alguna vez tendrán que convencerse de que el liderazgo no lo puede ejercer ninguno por sí solo, por muchas que sean las cualidades personales. Eso quiere decir, o hay liderazgo compartido en el marco de una oposición unida en sus diferencias, o no habrá liderazgo.Henrique Capriles, quien ha sido atacado por los plumarios del divisionismo de una forma aún más brutal que por el chavismo, ha optado por retirarse al terreno donde mejor se mueve: entre los sectores más pobres, lejos de las disputas de dirigentes sin dirigidos y de fracciones conspirando en los grandes hoteles de Caracas. La prensa diaria, sobre todo la digital, lo muestra preocupado por la escasez que azota a cada hogar, distribuyendo títulos de viviendas, materiales de construcción, rodeado de amas de casa mirandinas a las que les interesa un carajo una asamblea constituyente o un congreso de ciudadanos y mucho menos las frases huecas de oradores rimbombantes que solo hablan para que los escuche la historia.Hace bien Capriles. Quizás a través de su intensa práctica social ya ha aprendido que la siembra comienza no con la cosecha sino con el arado. La suya es una lucha que si bien requiere de la MUD, trasciende a la MUD. Por lo menos ya sabe que si alguien no es capaz de conquistar el apoyo de los que ayer creyeron en las promesas del chavismo, esto es, si no se ensucia en los caminos, pueblos y cerros, nunca va a haber un cambio importante en su país.El tiempo trabaja a su favor. Cada día las elecciones parlamentarias estarán más cerca. Llegará el momento en el que no pocos tendrán que decidir si continúan realizando actos políticos de gala, escuchándose y aplaudiéndose entre sí, o se suman al trabajo gris de una campaña electoral donde cada candidato será un líder local en contra de un régimen política, social y económicamente destructivo.

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Capriles, por lo visto, ya comenzó la campaña por las elecciones parlamentarias por su cuenta. De  algún modo parece haber intuido que no vale la pena sacrificar nada por una unidad sin objetivos. Y si es necesario romper con algunos de los que ayer lo acompañaron, deberá hacerlo.Al fin, en la política, a diferencias de lo que ocurre en la vida íntima, no existen los matrimonios por amor.         

36.FRAGMENTO DE UNA CARTA ENVIADA A UNA AMIGA VENEZOLANA (30/9/14) .........No, no lo conozco personalmente. Pero pienso que la MUD, a través de Jesús “Chúo” Torrealba, ha dado justo en el clavo.Parece ser una persona con experiencia social, abierta al mundo, con buen humor (textual: “sé que no me eligieron por mi desordenada cabellera”) con capacidad de intermediación, con objetivos claros y definidos y sobre todo con esa vocación popular sin la cual no se puede hacer política en ninguna parte. Casi un pequeño milagro. Porque te lo digo, yo no esperaba qué después de la “decapitación” del excelente Ramón Guillermo Aveledo, pudiera ser elegido alguien que asegurara la continuidad política de la MUD. ¡Pero la MUD lo hizo! Ahí reside el milagro.Un milagro en el sentido de Hannah Arendt no es algo que contradice a las leyes de la naturaleza sino un acontecimiento inesperado, es decir, “algo que irrumpe” sin que conozcamos sus causas. Claro, después me di cuenta de que el milagro no era tan milagroso. El milagro -según el mismo “Chúo” Torrealba– fue inducido por Ledezma y Capriles (entre otros). Pero eso también es un milagro.Si dos personas que hasta entonces habían aparecido como representantes de polos antagónicos, presionan por el mismo nombre para el cargo de Secretario General de la MUD, es porque

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hay un ansia de unidad muy grande. Esa unidad debe haber dolido en lo más hondo a Cabello/Maduro. Ellos apostaban seguramente por el divisionismo, alentados por uno que otro columnista “anticaprilista” de El Nacional. ¿Fue milagro? Si no lo fue, fue al menos una corroboración de una tesis de Darwin: “La necesidad crea al órgano”. La necesidad es y será la unidad política. El órgano es, por el momento, “Chúo”.Creo que Torrealba ha entendido que sin movilización social las elecciones están destinadas a perderse, pero también que una movilización social sin elecciones está condenada a estrellarse contra el aparato represivo del sistema.Al menos ya definió posiciones. Y las definió –no hay ninguna duda- a favor de las elecciones parlamentarias de 2015. Parodiando a Churchill, la peor de las alternativas, con excepción de todas las demásGanar las legislativas a través de una intensa y profunda movilización social, esa es y debe ser la fórmula. La calle y el voto, esa debería ser una consigna.Tampoco se trata de decir, y Torrealba no lo dijo, que las elecciones son solo una forma de lucha entre otras. ¿Cuáles son “las otras”? ¿La lucha armada? ¿Un golpe de estado? ¿La Asamblea Constituyente (aún más electoralista que las legislativas)?  ¿Un revocatorio? ¿La abstención?¿El Congreso Ciudadano de Corina Machado? Eso no será ningún problema para la campaña electoral que se avecina. Incluso, si es que cristaliza, podría ser un buen complemento. No ocurre lo mismo con el proyecto destinado a llamar a una Asamblea Constituyente.Intento entender a los de VP. Creo incluso entenderlos. Varios fueron acribillados en Febrero y su líder está preso. Pero más allá del dolor que comparto, están las razones políticas. Alguna vez VP deberá entender que insistir con la Asamblea Constituyente -una “salida” que no solo parte dividida sino, además, es divisora- no tiene mucho sentido. Es, además, un enorme disparate. Justo en el momento cuando el pueblo debe ser convocado para defender a la Constitución, salen ellos a la calle a exigir su abolición. Y por si fuera poco, es una salida muy peligrosa. Como formuló Torrealba: “Una propuesta como la Constituyente podría significar la puerta falsa del oficialismo para huir hacia adelante”

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En este momento no está en juego quien es o será el líder de toda la oposición. Eso no lo han entendido muchos (la encuestadora Keller, entre otros) De lo que se trata es de elegir a los representantes más adecuados en el lugar donde actuarán como candidatos.En cualquier caso, Torrealba no ha sido elegido como líder. Sus tareas son muy precisas: las de la mediación y las de la representación. Son, hay que decirlo, las más difíciles del periodo.Los líderes de la Venezuela inmediata serán los próximos candidatos a la Asamblea (cada momento tiene sus líderes y cada líder su momento) El líder presidencial será elegido después, en primarias. Y cuando llegue ese momento -y estoy seguro de que si la oposición unida conquista la Asamblea, ese momento llegará mucho más temprano que tarde- la oposición tendrá un líder general. Antes, no. Cada momento tiene su momento; valga la redundancia.En la política -tu sabes como yo pienso- todo es momentáneo. Y está bien que así sea. La eternidad no se hizo para nosotros.Pasando a otro tema ...........................................................................

37.VENEZUELA ANÓMICA (14/10/14)

La horrible muerte del joven diputado del PSUV, Robert Serra, ha causado impacto. Pero todos saben en Venezuela de que no se trata de un caso de excepción sino, aunque parezca pavoroso, de perfecta normalidad. Cientos, miles de personas son asesinadas en calles y casas venezolanas. De vez en cuando el cuchillo artero o la bala mercenaria alcanza a algunos personajes públicos. Puede ser una Miss como Mónica Spear o un político popular como Robert

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Serra. Entonces el país se conmueve y llora. Dura poco. La cosa sigue igual, nadie hace nada en contra, el gobierno menos, y los cadáveres continúan atestando los patios de la morgue. Al comenzar cada día, los medios dan a conocer la cantidad de asesinados como si fueran los números de la quiniela.Todos saben que el crimen se ha apoderado de las calles y de que hay territorios controlados por maleantes, dirigidos no pocas veces desde las mismas cárceles. Y todos saben también que Venezuela es un país socialmente desarticulado y políticamente polarizado, es decir, uno que padece dos alteraciones colectivas –disociación y polarización- que si fueran individuales, bastaría para encerrar a alguien en una clínica.Naturalmente, el concepto “sociedad” no pasa de ser en Venezuela un significante vacío; o un simple recurso retórico. Como la palabra “hampa” que de tanto ser usada ya no dice nada. “A mi sobrino lo mató el hampa” ya es casi lo mismo que decir “el pobre se murió de una pulmonía”.  Una sociedad en estado de no-sociedad es una alteración diagnosticada por la sociología clásica con el término “anomia”. El termino fue acuñado por Emile Durkheim y ha hecho exitosa carrera en los institutos de sociología. Anomia, en su acepción más general, define un estadio de desintegración entre normas y leyes con respecto a las conductas de los habitantes de una nación.Importante es destacar que anomia no es igual a pobreza. Por cierto, la anomia encuentra condiciones óptimas para desarrollarse allí donde impera la pobreza extrema, o miseria. Sin embargo, hay naciones pobres que no son anómicas. Bolivia, por ejemplo, es un país pobre, pero el complejo tejido de unidades étnicas, y el enorme peso del sindicalismo obrero, hacen imposible hablar de una nación anómica. Venezuela, caso opuesto, está lejos de ser, aún bajo el imperio del "socialismo del siglo XXl", una de las naciones más pobres de la región. No obstante, es la más anómica de todas.En sentido estricto tampoco la anomia es sinónimo de alta criminalidad. La criminalidad puede llegar a ser una de las consecuencias más visibles de la anomia, pero no es su condición necesaria. Criminales hay en todos los países del mundo y como tales son designados aquellos que viven al margen de la ley. La diferencia es que en los países anómicos los criminales no viven al margen pues en ellos cumplir la ley es la excepción y su no

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acatamiento es la regla. El caso de Venezuela es aún más grave. Allí las leyes son órdenes que emanan desde el gobierno, es decir, la anomia ya alcanzó al, y viene desde el, gobierno. Es un caso único en América Latina.En la Venezuela de hoy alguien puede ir preso sin haber cometido ningún delito (caso López, entre tantos). Más todavía, Venezuela debe ser uno de los pocos países del mundo en el cual sus autoridades dictaminan sentencias sin que existan investigaciones y juicios previos.“Te voy a meter preso” era una de las frases preferidas del presidente muerto, quien, además, las cumplía. Sus herederos continúan el ejemplo. El caso del capitán Cabello es prototípico. Cuando se refiere a Capriles lo llama “el asesino Capriles” y todos sus seguidores piensan que referirse así a un gobernador elegido por alta mayoría es lo más natural del mundo. En un país no anómico, en cambio, Cabello habría sido destituido por calumnia, difamación y uso indebido de poderes.Si hubiera que comparar la anomia con un fenómeno biológico podría decirse (aunque con cuidado) que la anomia es lo más parecido a un cáncer con complejas ramificaciones. En ese sentido Venezuela representa un caso de anomia radical. Por una parte su condición rentista determina que gran cantidad de personas profiten bajo el alero del “Estado Mágico” (Coronil) sin crear entre sí relaciones sociales. Así, Venezuela ya no es, como son la mayoría de los países del mundo, un “estado-nación”, sino exactamente lo contrario: una “nación-estado".Por otra parte, la anomia venezolana -hasta la llegada de Chávez, una característica social- se ha transformado bajo el chavismo en anomia política, fenómeno nunca imaginado por Durkheim. Esa es la razón por la cual el Parlamento, la Justicia, así como los organismos estatales, incluyendo al Ejército, no adecuan su funcionamiento a la Constitución sino a decisiones de la cúpula estatal. El gobierno, bajo estas condiciones, no gobierna; solo manda. El gobierno es una simple jefatura.Podría pensarse que la radical anomia política que vive Venezuela es resultado del avance populista producido por el chavismo. Sin embargo, si analizamos al fenómeno populista venezolano, tendríamos que concluir en que eso no es así. La razón es que el populismo es una forma de integración (Laclau) y no de desintegración política.

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El populismo es una forma de la política. Una entre otras. Luego, lo que hoy comprobamos al observar el modo de funcionamiento del gobierno Maduro, no es un avance del populismo, sino su misma desintegración. Maduro es un gobernante anómico que no sigue el llamado de masas organizadas sino a una camarilla (oligarquía estatal) que actúa de acuerdo a su propia lógica. En ese sentido el Estado termina por convertirse en una mafia entre otras. El concepto “Estado mafioso” sugerido por Moisés Naím, calza perfectamente con las características del Estado venezolano a partir de la era Cabello/Maduro.El concepto de anomia tampoco se refiere a una ausencia de democracia. Hay países no democráticos que no son anómicos. La integración social destinada a conformar una sociedad políticamente constituida es solo una posibilidad. Dictaduras militares, teocracias, e incluso sistemas tribales, pueden fungir también como formas de organización anti-anómicas. No es el caso del régimen de Maduro.Cierto es que la ausencia de integración social y política ha sido intentada superar por Maduro con la instauración de un culto idolátrico a Chávez, pero ese objetivo interpela, cuando más,  a los sectores más duros del chavismo, no a toda la nación.Por último debe ser dicho que la anomia se refiere a un fenómeno de desintegración nacional, pero no a la de grupos particulares. Los colectivos armados, los para-militares y los grupos clientelísticos que rodean al gobierno de Maduro, se encuentran muy bien organizados en sus interiores. Cada uno posee sus normas, sus códigos y sus relaciones de lealtad. Para decirlo de modo simple, en el mundo de la anomia cada organización trabaja por su lado, sin atender a la totalidad. Que entre estos diferentes grupos hay rivalidades e incluso ajustes de cuentas, es una verdad inapelable.Así como ocurre con los trastornos individuales en los cuales la desintegración del alma se expresa de modo sintáctico (pérdida de la relación entre significantes y significados vigentes), en el caso de la anomia también tiene lugar una pérdida de la relación entre las palabras y las cosas. Las frases, medios de la política, pierden coherencia; cualquiera afirmación puede ser verdadera o falsa; nadie puede confiar en lo que se dice. El ejemplo viene de arriba.Sin seguir el lema “gobernar es educar”, lo cierto es que los personajes públicos, sobre todo los políticos, son un ejemplo para

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sus seguidores. De este modo, si un presidente miente e insulta sin continencia, su ejemplo tendrá imitadores. Como suele suceder, al ser insultados, algunos opositores responderán con la misma moneda. Llegará así el momento en que el clima estará tan enrarecido que la práctica política se convertirá en algo imposible. Eso es lo que busca, y con insistencia, el régimen de Maduro.La política es antes que nada su discurso. Sin discurso político no hay política. El chavismo, pero sobre todo el post-chavismo, ha terminado por destruir a la gramática de la política.Sin política, la sociedad no puede constituirse políticamente. Allí donde no hay política solo impera la violencia; allí donde hay violencia solo triunfa la muerte. Quién sabe si la muerte del joven Serra es el triunfo de la anti-política, es decir, de la anomia política impulsada por el propio gobierno militar. Solo si partimos desde esa premisa podemos entender la brutal agresión llevada a cabo por Maduro en contra de la persona de Jesús Chuo Torrealba.

38.LOS FALSOS DILEMAS DE LA OPOSICIÓN VENEZOLANA (17/11/14)Nadie ni nada lo oculta, la oposición venezolana está dividida. Aunque más difícil será saber los términos exactos de la división.¿Está dividida en dos programas diferentes? Imposible, porque hasta ahora el único es el de la MUD, programa que hasta ahora nadie ha cuestionado, quizás porque casi nadie lo ha leído.¿Está dividida en torno a dos o tres o más líderes?  Si es así, sería ridículo puesto que los líderes se definen en primarias pre-presidenciales; y de eso estamos todavía muy lejos.¿Está dividida gracias a “La Salida”? Quizás, pero “La Salida” terminó y hay que dar vuelta la página. Los temas de hoy son diferentes. El pasado pertenece a la historia, no a la política.

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¿Está dividida entre constitucionalistas y parlamentaristas? El mismo López ha declarado que su llamado a reunir firmas para la –por ahora- irrealizable Asamblea Constituyente, no está planteado en contra de las elecciones parlamentarias. El Congreso Ciudadano de M. C. Machado tampoco ha pronunciado un sí o un no claro con respecto al ofrecimiento constitucionalista de López.¿Está dividida entre electoralistas y abstencionistas? Es probable. Pero hasta ahora no se conoce una sola declaración de ningún opositor de relieve –dejemos a columnistas irresponsables a un lado- en contra de las elecciones parlamentarias. Ni M. C. Machado ni L. López se han pronunciado de modo explícito (repito, hasta ahora) en contra de la vía electoral y a favor de una vía insurreccional que no pase por elecciones.Una versión intermedia a la que supuestamente se da entre electoralistas y abstencionistas surge entre quienes dicen aceptar las elecciones, pero solo como una entre diversas formas de lucha. Sin embargo, nunca nadie ha escuchado a Capriles o a Chúo Torrealba pronunciarse en contra de huelgas, bloqueos de caminos, demostraciones estudiantiles, rayados de paredes y “otras formas de lucha”. Todo lo contrario.¿O esa división tiene lugar entre quienes se muestran abiertos al diálogo con el gobierno y quienes se cierran a todo tipo de diálogo? Por momentos pareciera que así es. No obstante, si tenemos en cuenta que los principales enemigos del diálogo están en el gobierno, el problema aparece resuelto por sí solo. Y aunque así no fuera, negarse al diálogo por principios, es negarse a hacer política. De ahí que la disyuntiva no debería ser diálogo sí o diálogo no, sino las condiciones, contenidos y objetivos de un eventual diálogo. Para poner un ejemplo, realizar un diálogo sin exigir la liberación de los presos políticos, solo llevaría a profundizar las divisiones internas en la oposición. Mas vale no intentarlo. Pero negar por principio todo diálogo si el gobierno da muestras de ceder en torno a ese o en otros puntos, sería una aberración.No obstante, plantear un diálogo cuando se avecina un momento electoral, no parece ser algo muy inteligente. Ni en las democracias más perfectas las fuerzas contendientes dialogan durante un periodo pre-electoral. El verdadero diálogo político es siempre post-electoral. En un momento

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habrá que hacerlo. Pero ese momento al parecer no ha llegado.En fin, sabemos que la oposición está dividida, pero nadie conoce muy bien los exactos términos de la división. De pronto se tiene la impresión de que lo que tiene lugar no es una división, sino una lucha cerrada por la hegemonía. A veces esa lucha se dirige en contra de la MUD. Pero como quienes la encabezan están dentro de la MUD, es posible concluir que, quienes están en contra de la MUD dentro de la MUD aspiran a controlar la MUD y, si eso no es posible, formar otra MUD, sea desde la MUD, sea desde fuera de la MUD. En fin, casi una locuraLo que sí parece ser evidente es que ante la ausencia de perspectivas y ante la imposibilidad de encontrar una alternativa inmediata, algunos han optado por sustituir al enemigo principal por el enemigo secundario.La conocida tesis de René Girard con respecto a esa arcaica tentación humana que lleva a la creación de chivos expiatorios –o sustitutivos- sobre los cuales depositamos agresiones contenidas, tendría en Venezuela un punto de comprobación. Pero la tesis de Girard es antropológica y ahora estamos hablando de política.En términos políticos cabe esperar que la cercanía con respecto a las elecciones parlamentarias logrará distender algunos antagonismos internos. No olvidemos que hay una línea constante en (no solo) la política venezolana. Es la siguiente: Mientras más lejos se ven los eventos electorales, las diferencias internas tienden a proliferar. Al revés: mientras más cerca, la tendencia es a cerrar filas. En cierto modo las elecciones tienen un efecto político disciplinario. Muestran en toda su plenitud donde está el enemigo de verdad.Naturalmente, frente a un régimen que controla todos los poderes, la televisión, casi toda la prensa, el aparato represivo, los para-militares, los tribunales electorales y que, por si fuera poco, comete fraudes en los centros de votación, hay grupos que opinan que la batalla está perdida de antemano y que solo una movilización general en las calles puede cuestionar al gobierno en su “esencia dictatorial”. Desde el punto de vista de una lógica puramente formal no faltan argumentos a favor de ese postulado. ¿Para qué gastar esfuerzos en una lucha electoral destinada al fracaso? No insistiremos esta vez en decir verdades elementales. No diremos que una batalla no se pierde o gana hasta que se da. No

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diremos que uno vota no porque va a ganar sino porque es un deber ciudadano. No diremos que uno no vota a favor o en contra de alguien sino a favor o en contra de sí mismo. No diremos lo evidente, que mientras más gente vota, más difícil será hacer un gran fraude. No diremos eso ni muchas otras cosas más. Vamos a suponer, por el contrario  y por un momento, que los derrotistas, abstencionistas y salidistas, tienen toda la razón del mundo (evidentemente, no creo eso) ¿Es ese un motivo para rechazar la alternativa electoral? De ninguna manera. Las elecciones no son solo un medio para alcanzar el poder. Son también un fin en sí.¿Las elecciones son un fin en sí? ¿No es acaso el objetivo de cada elección derrotar al enemigo? Por supuesto, nadie va a una elección para perder. Pero al mismo tiempo, en cada elección, aún perdiendo, pueden ser obtenidas ganancias. Entre otras, la tan ansiada movilización en las calles. Basta solo hacerse una sencilla pregunta: ¿Cuándo las movilizaciones callejeras son más masivas, más entusiastas, más combativas? ¿En periodos electorales o en periodos no electorales? La respuesta es obvia. Cada elección, sobre todo cuando se da entre dos fuerzas antagónicas, es una posibilidad para que la gente –no solo los muchachos- salga de sus casas, discuta entre sí y entre en abierta comunicación política con el entorno.¿Y si esa oposición está dividida como cree estar la venezolana? Con mayor razón todavía. Los momentos previos a la elección son una oportunidad fabulosa para que las diversas fracciones que conforman un bloque discutan públicamente sus diferencias. No olvidemos en ese punto que el nombramiento de algunos candidatos deberá ser resultado de elecciones primarias. Por lo mismo, a través de la contienda de esos candidatos primarios la oposición se verá obligada a discutir consigo misma. Cuando los candidatos sean nombrados no desaparecerán por cierto las diferencias, pero sí, podrán ser mantenidas a un nivel político.La MUD, no hay que olvidarlo, no es un partido ni mucho menos una asociación de amigos personales. La MUD es un frente constituido por la alianza de diferentes partidos algunos de los cuales, en una democracia de verdad, serían adversarios. Solo porque hoy todos tienen al frente a una adversidad superior están obligados a permanecer unidos.Luego, las elecciones primarias –hay que subrayarlo- no son secundarias. Mucho menos lo son dentro de una oposición plural como es la venezolana. Pues a través de las primarias la

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oposición puede conocer lo que antes de ellas era un misterio: su correlación interna de fuerzas, es decir, su verdadero carácter. Es por eso que aquí se afirma que las primarias no son solo un medio, son también un fin en sí.Las primarias también son elecciones. En consecuencia, si lo vemos desde ese punto de vista, las primarias -en momentos de no unidad- pueden llegar a ser más decisivas que las propias parlamentarias. Aunque, obvio, sin parlamentarias no puede haber primarias.La celebración de primarias permite a la oposición pensarse a sí misma. De este modo las diferencias pueden ser dirimidas mucho mejor que en oscuros contertulios. A través de la lucha en primarias, la oposición se abre hacia el  “espacio luminoso de lo público” (Arendt). O dicho casi igual: es el momento en el cual las conspiraciones se transforman en discusiones.Con las primarias a su favor los candidatos entran a la palestra pública fortalecidos con esa legitimidad que solo los votos internos otorgan, a combatir en contra del enemigo exterior, el principal. Por lo mismo, no hay mejor chance para conquistar la mayoría externa si ya se cuenta con la mayoría interna. Y esa es precisamente una segunda razón que hace de cada proceso electoral no solo un medio sino también un fin en sí: Cada elección es una escuela para la formación de líderes políticos.Los líderes políticos no se prueban en gestos apoteósicos sino en la capacidad de comunicar mensajes públicos. Ellos, a través de sus campañas, serán los encargados de dar forma política al malestar generalizado y desmitificar el discurso oficialista en cada pueblo y ciudad donde se presenten. Ellos deberán demostrar que ni la carestía ni la escasez son maldiciones del imperio, sino productos netos de un gobierno que tiene como lugar de residencia un pasado mágico que nunca existió y como objetivo un futuro luminoso que nunca llegará. Ellos deberán exigir la liberación de todos los presos políticos, la supresión de los grupos para-militares, el cumplimiento de los derechos humanos. Ellos en fin, serán quienes deberán convertir a las elecciones en una fuerza social subversiva, pero sin que dejen de ser elecciones.El dilema entre calle o voto es, desde el hueso hasta la médula, falso. La calle precisa del voto y el voto de la calle. ¿Habrá entonces que repetir la frase?: “Sin elecciones, la protesta popular está destinada a estrellarse con el aparato represivo del régimen. Pero sin un gran movimiento de

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protesta popular, las elecciones están destinadas a perderse”.

39.LILIAN TINTORI Y “PODEMOS” (18/11/14)La noticia recorrió el mundo. Lilian Tintori pidió al nuevo partido español  “Podemos”,  así como a su flamante secretario general Pablo Iglesias, que intercediera a favor de la puesta en libertad de su esposo, el conocido dirigente político social-demócrata venezolano Leopoldo López.La petición de Lilian Tintori no solo sorprendió a “Podemos”. Pues para nadie es un misterio que dirigentes de ese partido mantienen larga amistad con personeros del régimen venezolano. No obstante, la petición se encuadra perfectamente en una tradición del mundo democrático, a saber, que más allá de diferencias políticas o credos ideológicos, a todos los demócratas une la misma adhesión a los principios articulados en la Carta Internacional de los Derechos Humanos, principios que al haber sido aceptados por todas las naciones firmantes, poseen un carácter universal. Como dijo el ex presidente de Costa Rica, Óscar Arias, premio Nóbel de la Paz: “En democracia no hay presos políticos”.Gracias al seguimiento de esa tradición, quienes somos o venimos del Cono Sur latinoamericano sabemos que cientos, quizás miles de mujeres de presos políticos argentinos, chilenos y uruguayos, recorrieron el mundo, igual como hoy lo hace Lilian Tintori, pidiendo por la libertad de sus esposos recluidos injustamente en prisión. Ese clamor colectivo encontró oídos receptivos en diversos gobiernos y partidos del mundo, tanto de izquierda, de centro y hasta de derecha. Gracias a esa solidaridad internacional, muchos presos políticos pudieron recobrar su libertad y así lograr unirse con sus esposas e hijos.

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Con mayor razón se explica la petición de la valiente Lilian Tintori si tomamos en cuenta que “Podemos” intenta mostrarse en la plataforma política como un partido portador de la esperanza de una renovación ética en contra de los excesos y faltas cometidas por algunos políticos de la clase política española.¿Qué mejor oportunidad requiere Pablo Iglesias y los suyos para demostrar ante la opinión pública internacional, e incluso ante sus propios seguidores que los principios éticos que proclaman se encuentran por sobre amistades personales y cuestionables ideologías? (valga la redundancia: todas las ideologías son cuestionables).Pablo Iglesias, sin embargo, pidió a Lilian Tintori que enviara todos los detalles del caso para que “Podemos” “evaluase su procedimiento”. Respuesta más bien digna de un tinterillo de tercera clase que de un alto dirigente político. ¿Qué hay que evaluar en el caso de Leopoldo López? Amnistía Internacional pidió por su libertad inmediata. El alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Husein no solo la pidió, la exigió. Lo mismo han hecho representantes políticos de diversas latitudes.La actitud dilatoria de Pablo Iglesias solo se explica si para tomar una decisión él necesita discutir con los dirigentes más “duros” de su partido. La verdad, hay que convenir en que si es así, Lilian Tintori les ha puesto un hierro caliente en las manos.“Podemos”, gracias a la petición de Lilian Tintori, enfrenta un dilema existencial: O exige a Maduro de modo perentorio, es decir, sin dilaciones ni medias tintas, la puesta en libertad de Leopoldo López, o muestra al mundo que los de “Podemos” también “podemos” ser unos perfectos hijos de puta.Jueves 20 de Noviembre de 2014

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CARTA- RESPUESTA A LILIAN TINTORI (20/11/14)

Estimada Lilian Tintori (20/11/14)

Con alegría, y me atrevo a decir, orgullo, he recibido la carta que usted me dirige con motivo del artículo al cual usted ha hecho mención. Sé de su arduo trabajo por la libertad de Leopoldo, símbolo de la mejor tradición democrática que existe en Venezuela. Sé de la enorme injusticia cometida a él y a los demás presos políticos de su país. Sé también que la lucha de ustedes se enmarca en la ya larga historia de las luchas latinoamericanas por la democracia y por la libertad. Y mi convencimiento es que ustedes, así como ya sucedió en otros lugares, mucho más temprano que tarde, vencerán. Leopoldo volverá a ser un hombre libre y ocupará el lugar que le tiene reservado la historia de su país, al lado de su familia y de la mujer que ama. 

Seguramente, como usted escribe, mantengo diferencias con Leopoldo en la evaluación de algunos momentos que llevan a la acción política. Bienvenidas sean esas diferencias Lilian. Porque las diferencias son la condición, más aún, son la sal de la política. Solo se puede unir lo diferente. Solo se puede unir lo que está desunido. Y lo que une en este caso a la oposición venezolana es mucho más grande de lo que la desune. 

La vida, no los libros, me ha enseñado que la sociedad perfecta no existe para nosotros, los humanos, por definición imperfectos. Pero sí, estoy convencido, puede existir un orden político en el cual podamos dirimir nuestras opiniones sin temor a ser llevados a una cárcel, o ser insultados u ofendidos desde un poder guarecido detrás de las armas. Por ese orden lucha Leopoldo así como la inmensa mayoría de la oposición de su país. En ese punto desaparecen todas las diferencias.

Por favor, reciba usted mis saludos, unidos a un profundo respeto y a una gran admiración.

Fernando Mires

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41.LA DISYUNTIVA - de la sociedad de clases a la sociedad de masas (10/1/15)

El ensayo parte de una tesis de Hannah Arendt relativa a que la llamada sociedad de clases no supone una formula negativa si se entiende que las clases son las unidades que dan consistencia interna a todo orden social. La disolución de la sociedad de clases, por el contrario, lleva a la masificación de las clases, y esta, a su vez, es la antesala de todo sistema totalitario. Para explicar ese proceso de disolución clasista, he optado por comenzar afinando los instrumentos conceptuales, adoptando para el efecto el término “anti-sociedad de masas”, dado que el concepto generalmente usado, sociedad de masas, porta una contradicción insalvable: Las masas por ser masas nunca pueden asociarse entre sí.Trataré de mostrar que la caída en la “anti-sociedad de masas” no corresponde a un momento determinado de ningún desarrollo histórico. Más bien es un acompañante permanente-y latente- de la sociedad de clases. De acuerdo a esa afirmación intentaré analizar las nuevas propuestas populistas que aparecen en el ámbito europeo, las que, en sus versiones de izquierda o derecha aparecen como representantes de “la anti-sociedad de masas”.Sin embargo, el fenómeno populista no es irreversible. La historia reciente de América Latina, después de que apareció  la alternativa denominada “Socialismo del Siglo XXl”, lo está demostrando. Quizás por primera vez Europa deberá aprender de América Latina, y no al revés, como generalmente ha ocurrido.

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Los apartados finales del texto los he dedicado a analizar dos casos contrarios: el de la continuidad histórica de la sociedad de clases, representado mejor que en otros países por Chile, y el de la discontinuidad histórica representada por la desarticulación de la sociedad venezolana durante el largo periodo del chavismo.Con el objetivo de hacer más asequible la lectura, he renunciado a introducir pies de páginas reduciendo, además, las referencias bibliográficas al mínimo necesario.

1. Precisiones conceptualesSin entrar en el terreno de las grandes definiciones, deberíamos al menos ponernos de acuerdo en un punto; y es el siguiente: El concepto de sociedad no alude a un objeto del deseo de la sociología, ni tampoco es un sinónimo de nación, ni mucho menos se refiere al conjunto de la población de un país. El concepto de sociedad tiene que ver con la existencia de asociaciones.Donde no hay asociaciones no puede haber sociedad. Y si consideramos que la mayoría de las asociaciones son económicas, culturales y políticas, podemos deducir que la sociedad no puede solo ser objeto de estudio de la sociología. Por ejemplo, cuando nos referimos a las asociaciones políticas aludimos a la organización política de una nación. De ahí la importancia de precisar a cual franja de la sociedad nos estamos refiriendo, a menos que optemos por convertir a la palabra sociedad “en una dama para todo servicio”.La sociedad es el espacio en donde las asociaciones establecen relaciones entre sí, las que pueden ser incluso, antagónicas. Es el caso de las llamadas luchas de clases. Las luchas de clases suponen una relación entre clases. Una relación negativa si se quiere, pero relación al fin.No puede haber lucha de clases sin clases y no puede haber clases sin organizaciones de clase. Las clases existen a través de sus organizaciones (representaciones). No existiendo organizaciones de clases, no hay clases.Ahora, si la población de un país no está organizada en clases, la población vive en estado de masa no orgánica. Luego, la masa es la población en estado social no orgánico (pre-, anti- o a-social) Las clases, en cambio, reitero, son sus propias organizaciones. No hay clase en sí ni clase para sí, como imaginaba el Marx

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hegeliano (“Miseria de la Filosofía”). Una clase es para sí o no es clase.Por más aguda que sea en un momento la lucha de clases, las clases, al estar representadas por organizaciones configuran la estructura de una sociedad. Luego, cuando no hay organizaciones de clase, no solo no hay clases, tampoco hay, en sentido estricto, sociedad. Y bien, allí donde no hay sociedad están dadas las condiciones para que el Estado ocupe todos los espacios de la vida social y política. Es por eso que la masificación de “lo social” es la condición primaria de los llamados estados totalitarios (tesis de Hannah Arendt).En una nación cuya población no está organizada en clases, la relación que establece el Estado con la población es la de Estado-masas. De ahí que Hannah Arendt al analizar al fenómeno totalitario (“The Origins of Totalitarianism”) destacó que este siempre es precedido por una alianza entre determinadas elites y la “chusma” (Mob). Así Arendt amplió conceptualmente la relación entre los movimientos sociales inorgánicos y el establecimiento de una dictadura, hecho ya destacado por Karl Marx cuando analizó el rol del “proletariado andrajoso” (Lumpenproletariat) durante la revolución frustrada de París, en 1848.No sería quizás errado afirmar que una dictadura, totalitaria o no, suele ser precedida por movimientos de masas a los cuales hoy día denominamos populistas, aunque también debemos agregar que no todo populismo termina en una dictadura. El populismo es una forma de integración política de masas alrededor de un caudillo mesiánico (no existe movimiento populista sin caudillo populista). Por lo mismo, todo régimen populista porta consigo una ambivalencia. Por una parte integra las masas al Estado, pero por otra, destruye o bloquea a las organizaciones horizontales que conforman una sociedad.Bajo un Estado populista, la sociedad organizada en clases tiende a desaparecer. Pero el derrumbe de la sociedad clasista no lleva a la igualdad sino a la desintegración social. Cuando la desintegración no conduce a un nuevo tipo de integración para-estatal (estalinista o fascista) y se mantiene en el tiempo, podemos utilizar el concepto acuñado por Durkheim: anomia, equivalente a una sociedad en proceso de desintegración. La llamada sociedad de masas es, por lo tanto, una forma de anti-sociedad.

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Es importante destacar que la relación entre sociedad de clases y anti-sociedad de masas no sigue un curso histórico progresivo. Una sociedad de clases puede ser precedida por una anti-sociedad de masas. Pero a la inversa, una sociedad de clases puede ser destruida y llevada a convertirse en una anti-sociedad de masas.Cabe destacar que los totalitarismos del siglo XX, sobre todo el nazi y el soviético, se erigieron sobre la base pero también sobre la negación de una sociedad clasista. La diferencia es que el nazi surgió desde un comienzo como un movimiento no clasista. En cambio, el soviético surgió como un movimiento clasista (alianza de obreros y campesinos). El punto común –sobre eso insistió Hannah Arendt- fue que ambos totalitarismos destruyeron a las organizaciones independientes de campesinos, empresarios y obreros, verticalizando al orden social e integrándolo al Estado. El totalitarismo –este es el punto clave- aparece cuando la anti-sociedad de masas es ocupada por el Estado. Esa es la razón por la cual no toda dictadura es totalitaria.Hay pues una relación indirecta entre un orden político y un orden social. Algunos ordenes políticos favorecen el desarrollo de una sociedad estructurada en clases; otros lo inhiben. El curso de las revoluciones madres de la modernidad, la norteamericana y la francesa, así lo demuestra. Mientras la de los EE UU surgió como una revolución republicana no democrática, vale decir, con exclusión del pueblo (masas), la francesa surgió de una revolución de masas (en cierto modo fue la primera revolución populista de la historia). El camino que ambas recorrieron fue, por lo mismo, inverso.La revolución norteamericana continuó ampliándose en la medida en que incorporaba a la masa no organizada (sobre todo a los esclavos) bajo el formato de clases (trabajadores asalariados). La francesa, en cambio, construyó una nación de clases aplastando a las masas que habían dado origen a la propia revolución. Ahí reside la notable diferencia que observó Alexis de Tocqueville (“La Democracia en América”) entre el autoritarismo republicano de los franceses y la orientación republicana– democrática de los norteamericanos. Ambas revoluciones fueron republicanas (anti-monárquicas). Pero mientras la república de los norteamericanos excluía a la masa, la francesa la incorporó desde un comienzo para excluirla después (periodo napoleónico). Ambas llegaron a ser, por distintas vías, repúblicas democráticas.

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Importante será destacar entonces la diferencia entre república y democracia, pues si bien toda democracia surge de una república, no toda república posee de por sí un carácter democrático. Baste solo observar como en la ONU las repúblicas no democráticas constituyen una gran mayoría.El concepto de república tiene una connotación más jurídica que social. Señala en primera línea la constitución de un orden civil regido por un Estado sustentado en el derecho público. La democracia en cambio es un fenómeno social: señala la incorporación del pueblo, ya sea en la forma de masa, ya sea en la forma de clases, al orden republicano. Hay, por lo mismo, repúblicas democráticas y otras que no lo son.La incorporación del pueblo a la cosa pública fue considerada por la filosofía política clásica –desde Aristóteles hasta Kant- como una alternativa muy indeseable. Por cierto, para esa filosofía el pueblo no eran las clases populares sino la plebe, es decir, las masas. Recién la filosofía política de los filósofos contractualistas (Hobbes, Locke y Rousseu) incorporó a la noción de pueblo como un determinante político, abstracto sí, pero político.Al comenzar el siglo XXl ya es posible constatar que pese a la oposición de los grandes filósofos de la política, “la rebelión de las masas” ha tenido lugar en casi todo el mundo occidental y en diferentes países esas masas han terminado por ser transformadas en clases al interior de diversos ordenes republicanos. Esa es la razón por la cual la teoría de la lucha de clases del marxismo clásico solo podía tener lugar bajo un orden republicano post-clasista. El proletariado del marxismo es antes que nada una clase situada por sobre y no al lado de la masa no orgánica, sea esta llamada plebe, lumpen o chusma.Al llegar a este punto recuerdo un día de mi juventud cuando leyendo los discursos de Luis Emilio Recabarren, fundador del PC chileno, me encontré con esta frase: “Nosotros, los trabajadores, los mejores representantes de la clase media chilena”. Recabarren tenía razón.En muchos países “el proletariado” no está situado en el último peldaño de la escala social. Al contrario de lo que pensaba Marx, se trata de una clase que sí tendría mucho que perder –y de hecho ha perdido mucho- con una revolución de masas, entre otras cosas, sus propias organizaciones de clase. De este modo los marxistas que han sustituido el concepto de clase por el de pueblo (Fidel Castro) o por el de plebe (García Linera) o por el de

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“multitud” (Hardt y Negri) o por el de “casta” (Pablo Iglesias) no son, en sentido riguroso, marxistas. Mas bien son populistas vestidos con ropaje marxista. El de ellos es solo un “marxismo-andrajoso”.

2. El renacimiento de la anti-sociedad de masas en EuropaLas clases social y políticamente organizadas han llegado a ser en la mayoría de los países europeos los ejes en torno a los cuales gira la llamada sociedad. Los trabajadores industriales –el proletariado de Marx- han pasado a ser en Europa miembros, si no privilegiados, por lo menos insustituibles del orden político. La obtención de ese rango no ha sido por cierto un regalo del cielo. Ha sido más bien el resultado de una larga trayectoria signada por luchas de clases, a veces muy violentas.La economía social de mercado y el “estado social” no son modelos sociológicos. Son conquistas sociales alcanzadas por los trabajadores políticamente organizados de Europa. Sin embargo, el orden clasista democrático no es irreversible. La desintegración de la sociedad de clases y su sustitución por una anti-sociedad de masas es y ha sido una posibilidad latente. Quizás la prueba más notoria de esa posibilidad fue la caída de Alemania en la anti-sociedad de masas construida por los nazis.Antes de la llegada del nazismo la sociedad alemana era considerada un modelo de integración social. Las corporaciones y gremios estaban muy bien estructurados. El poder de los sindicatos obreros era muy grande. Los socialdemócratas y los comunistas eran partidos de clase muy organizados y las competencias del Estado en materias económicas y sociales funcionaban de modo óptimo hasta el punto de que los servicios de seguro social eran considerados los mejores del continente. Incluso el correo alemán era visto por Lenin como un modelo de socialismo.¿Cómo y por qué una nación socialmente organizada pudo convertirse de la noche a la mañana en una nación de masas? La respuesta no solo la vamos a encontrar en el terreno puramente económico –por muy aguda que haya sido la crisis de 1929-. Esa respuesta hay que buscarla más bien en el espacio político.Si bien es cierto que una crisis económica puede provocar una crisis política, no es menos cierto que una crisis política puede llevar a una crisis social. En cierto modo la existencia de un orden

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social es dependiente del orden político pues es este el que da formato al orden social. Esa es la razón por la cual los historiadores que se han ocupado de analizar el ascenso del nazismo coinciden en un punto: ese ascenso fue posible gracias a la profunda crisis política que hundió a la República de Weimar nacida en 1922. Esa fue, a la vez, la crisis del orden republicano. O dicho de otro modo: la crisis que precedió a la llegada del nazismo no solo fue una crisis política sino una crisis de la política.La crisis del orden republicano llevó en Alemania al desmoronamiento de la sociedad de clases, a la desconexión de las asociaciones sociales entre sí y con el Estado, a la desintegración de la cultura política e incluso a la corrupción espiritual de los más grandes pensadores de Europa. Gracias a esa crisis, el nazismo pudo emerger con un discurso dirigido no en contra de un determinado partido sino en contra de toda la clase política. Destruida esa clase política, los espacios políticos quedaron desocupados para que sobre la ruina de la sociedad de clases los nazis edificaran una anti-sociedad de masas.Volvamos ahora al siglo XXl: El hecho objetivo es que, como ocurrió durante la era fascista, en la mayoría de los países europeos se observan hoy signos, no de crisis política sino de crisis de la política. Porque al igual que los fascismos de ayer, los populismos del siglo XXl apuntan en contra del conjunto de la clase política. Dicho en la demagógica expresión de el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ellos están en contra de “la casta”.Eso es lo realmente preocupante: Los nuevos populismos europeos son también, como el populismo fascista de ayer, portadores de un abierta agresividad en contra del conjunto del orden político. Son, en el sentido exacto del término, revolucionarios. No están en contra de un partido o de una clase: están en contra de todo el sistema político. No nos equivocaríamos entonces si afirmamos que estamos viviendo una nueva arremetida de los representantes de la anti-sociedad de masas dirigida en contra de los soportes políticos de la sociedad de clases.Los nuevos populismos han aparecido en el periodo de transición que se extiende entre la “sociedad post-industrial” (Touraine) y la todavía no bien constituida “sociedad digital”. Esta última, como es sabido, es extremadamente ahorrativa de fuerza de trabajo y no todos los contingentes que expulsa la producción industrial han pasado a formar parte del nuevo “proletariado digital”. El paro, en

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su forma oculta, es muy superior al que muestran las estadísticas. Si a ello agregamos el crecimiento del trabajo informal, las ocupaciones precarias y sobre todo, ese ejército proletario de reserva formado por trabajadores extranjeros (en su gran mayoría provenientes de países islámicos) puede entenderse perfectamente por qué, tal como ocurrió en los años treinta, la inseguridad y el miedo sean las tónicas de la cultura política europea de nuestro tiempo. Y bien, gracias a ese miedo social flotante, crecen los nuevos populismos. Ha sonado la hora de los demagogos, de los predicadores del odio, de los profetas sociales redentores y de los partidos mesiánicos.Lo más probable es que los nuevos populismos han llegado para quedarse. El punto de no retorno aparece cuando los populistas no ocupan solo espacios vacíos de la política, sino cuando reciben el apoyo de sectores hasta hace poco clientes tradicionales de los partidos de la sociedad de clases. Es sabido, por ejemplo, que una parte importante del electorado que ayer votaba por los comunistas, vota hoy por el Frente Nacional en Francia. En Grecia, Syriza creció sobre la ruina del PASOK. Podemos recibe emigrantes de la Izquierda Unida y del PSOE. Incluso en Alemania una encuesta reveló que en la clientela socialdemócrata existía más simpatía hacia los xenófobos de PEGIDA que entre los conservadores socialcristianos.Que Podemos en España o Syriza en Grecia, e incluso el fascismo re-civilizado del Frente Nacional de Marine Le Pen, ocupen el espacio político que ya no pueden ocupar partidos tradicionales (conservadores y socialdemócratas), podría ser considerado como una posibilidad de renovación del espectro político, argumentan algunos especialistas. Al fin y al cabo ningún conjunto de partidos tradicionales puede reclamar para sí el monopolio de toda la política. Puede incluso que ocurra lo mismo que con los movimientos estudiantiles sesentistas cuando algunos de sus militantes pasaron a integrarse cómodamente en partidos políticos post-modernos e incluso en otros más tradicionales. Puede ser, nada está excluido. Pero eso no impide observar con preocupación los rasgos comunes que unen a los nuevos populismos, sean estos “de izquierda” o “de derecha”: Todos son anti-europeistas, todos miran con simpatía hacia la Rusia de Putin, todos despotrican en contra del conjunto de la clase política, todos en fin, son portadores de la promesa de una anti-sociedad de masas.

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La Europa del siglo XXl deberá mostrar si las reservas democráticas acumuladas desde los comienzos de la post-guerra conforman un dique suficientemente sólido para contrarrestar los embates de la nueva ola populista. Más no se puede decir por el momento. Estamos situados en el justo medio de una antigua disyuntiva. Y esa se extiende entre la sociedad de clases y la anti-sociedad de masas.

3. El lento descenso del populismo latinoamericanoEl avance de los nuevos populismos tampoco puede ser considerado un hecho irreversible como temen, no sin cierta razón, algunos analistas europeos. Basta una mirada al espectro político latinoamericano para comprobar como bajo determinadas condiciones el avance del populismo anti-sistema puede ser detenido o por lo menos contrarrestado. Así lo demuestra al menos el retroceso que comienza a observarse en la expansión del llamado “socialismo del siglo XXl” (SS21), proyecto que hace algunos años parecía ser parte de una avanzada continental imposible de ser detenida.Hoy, comienzos del 2015, es posible afirmar que la expansión del SS21 no solo ha llegado a su límite sino, además, ha comenzado un lento periodo de descenso.Surgido a partir del eje Caracas /La Habana, ampliado en el ALBA a través de la incorporación de Nicaragua, Bolivia y Ecuador, el SS21 pretendía ser el foco que ordenaría a toda América Latina en un proyecto macrohistórico destinado a implantar una anti-sociedad de masas en torno de caudillos mesiánicos, portadores de un mensaje nacionalista y socialista en contra del “imperio” y sus satélites. La porfiada realidad está mostrando, sin embargo, una cara distinta.No deja de ser paradoja el hecho de que los países más integrados al mercado capitalista mundial sean precisamente los representantes de proyecto SS21. Nunca Nicaragua estuvo más vinculada al espacio capitalista (con rostro chino o americano) que bajo el gobierno de la familia Ortega. Nunca hubo un país más dolarizado que Ecuador. Nunca Venezuela fue más dependiente de sus exportaciones petroleras al “imperio” que bajo Chávez y Maduro. Nunca el destino económico de Cuba ha dependido tanto de la voluntad de los gobiernos de EEUU, como ocurre hoy con la dictadura del Raúl Castro.

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Incluso en Bolivia, la enorme popularidad que goza Evo Morales se afianza, entre otras razones, por haber logrado incorporar al empresariado nacional a un proyecto, no de socialismo, sino de desarrollo capitalista con hegemonía estatal. El SS21 ha sido solo la ideología de un proceso que conduce desde un capitalismo precario a un capitalismo integral. Solo Venezuela, el ex motor del proyecto SS21, no ha podido dar el salto que lleva a una fase superior en el desarrollo del capitalismo. Ya me referiré a ese problema.Desde una perspectiva puramente política, tampoco el “modelo” ofrecido por SS21 -vale decir, el de un Estado gestor en la emergencia de una anti-sociedad de masas- ha logrado prender en el ámbito latinoamericano. Todo lo contrario. Observado las elecciones que tuvieron lugar en Uruguay y Brasil durante el 2014, ambas definidas en segunda vuelta, más el avance de un peronismo relativamente centrista en Argentina, es posible afirmar que la línea política ha sido corrida varios metros desde la izquierda hacia el centro-centro. No deja en ese sentido de ser interesante agregar que lo primero que intenta cada candidato de izquierda, en cualquier país latinoamericano, es distanciarse del chavismo.Todo permite afirmar que en plazos relativamente cortos se establecerá en el continente una arquitectura política centrista, con leves inclinaciones hacia el lado izquierdo. Dicha orientación, opuesta al ideal de la anti-sociedad de masas, aparece mucho más nítida después del restablecimiento de relaciones políticas entre los EE UU y Cuba. El elan ideológico antimperialista (anti norte-americano, más bien) que dio origen al SS21, ha sido en gran parte desactivado por la gestión Obama. La izquierda radical latinoamericana se está quedando sin símbolos. Y si Santos logra en Colombia la definitiva rendición de las FARC, desaparecerá la última reliquia de “un viejo pasado que no volverá”. Enhorabuena.Hay por cierto países latinoamericanos en los cuales la disyuntiva entre la sociedad de clases y la anti-sociedad no ha aparecido en su agenda histórica. Son los casos de Uruguay y Chile. Ambos continúan siendo impermeables al avance del populismo continental. Desde una perspectiva inversa, hay también dos países a los que ha sido y será muy difícil salir del foso populista en el que una vez cayeron. Son los casos de Argentina y Venezuela.

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A continuación intentaré pensar en los dos casos más opuestos, los de Chile y Venezuela. El primero lo he elegido porque en ese país, pese a diferentes intentos, la larga tradición correspondiente a la estructura de una sociedad de clases no ha podido ser sustituida. Al segundo, porque pocos regímenes como el chavista han llevado cabo de modo tan radical la destrucción de los soportes básicos que constituyen una sociedad políticamente organizada.

4. El caso chileno: Del fundacionalismo pinochetista al retorno de la sociedad de clasesProbablemente Chile ha sido si no el más, uno de los países más resistentes a las oleadas populistas. Los leves momentos populistas -pienso en Arturo Alessandri en 1924 y en Carlos Ibáñez en 1952- no alteraron el orden político de la nación ni mucho menos su estructura social.La larga interrupción dictatorial vivida en Chile durante Pinochet parecería desmentir la tesis de la continuidad. Pero si se tiene en cuenta que después del retiro del dictador reingresó a la escena la misma formación política que había sido intentada destruir por la dictadura, la tesis de la continuidad no aparece demasiado temeraria.Para decirlo con cierta ironía, todavía Chile es gobernado por la Unidad Popular más la Democracia Cristiana. La diferencia –aparte de las condiciones de tiempo- reside en el eje, el cual ya no está formado por el PC y el PS, sino por combinaciones más bien ambiguas y transitorias.Por supuesto, nadie va a negar que bajo la dictadura de Pinochet existieron proyectos fundacionales destinados a transformar radicalmente la estructura política del país. No haberlo logrado, pese a la “política de la antipolítica” levantada por el dictador, cuya verborrea estaba siempre dirigida en contra de “los señores políticos” y no solo en contra de la UP, debe ser apuntado dentro del inventario del fracaso político de la dictadura. Importante decirlo hoy, en un tiempo en el cual los defensores ideológicos del pinochetismo intentan convertir el fracaso político del régimen en una virtud y así vendernos la tesis de una dictadura de tipo “comisarial”.De acuerdo a la “tesis de la dictadura comisarial” levantada por el post-pinochetismo, la dictadura de Pinochet habría sido

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comisionada para resguardar las instituciones, y después devolver la nación, política y económicamente saneada, a la democracia. Tesis falsa que intenta borrar toda una larga historia de oposición y resistencia a la dictadura. El objetivo de Pinochet –hay que subrayarlo- fue el de quedarse, y quedarse para siempre. Que no haya podido hacerlo, es otra cosa.El proyecto comisarial quizás existió, pero nunca fue de la dictadura. Y si existió, no duró más de dos años. Para ser exactos, terminó en Marzo de 1975 con la extraña muerte (o asesinato) del general Óscar Bonilla, de quien se decía, era el hombre de la Democracia Cristiana dentro del Ejército (fue Edecán de Eduardo Frei Montalva). Después de la muerte de Bonilla, los grupos de la derecha tradicional y de algunos democristianos que pensaban en la posibilidad de una devolución pronta de la dictadura a la democracia, fue abandonado definitivamente.Durante la dictadura existieron al menos dos proyectos fundacionales destinados a reemplazar la sociedad política por una anti-sociedad. Uno fue el representado por el dirigente del grupo Patria y Libertad, Pablo Rodríguez.Hay, en efecto, escritos que señalan a Rodríguez como patrocinante de un proyecto fascista (es decir, de masas) destinado a convertir a la sociedad chilena en un sistema corporativo erigido sobre la base de las grandes corporaciones nacionales (como la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad de Fomento Fabril, y la Confederación Nacional de Comercio) más los frentes de masas fundados por la dictadura. Así nacería, según Rodríguez, un partido-Estado alrededor de la figura de su líder máximo, en este caso Pinochet. Quizás Rodríguez se pensaba a sí mismo como el Goebbels chileno.Pinochet, pese a que tomó de Pablo Rodríguez la idea de fundar diferentes frentes de masas (centros de madres, juntas de vecinos, entre otros) rechazó el proyecto por razones obvias. ¿Para que fundar un Partido si ya tenía al Ejército? Además, las corporaciones de agricultores y empresarios estaban interesadas en hacer grandes negocios, pero no en gobernar.El segundo proyecto fundacional fue el representado por el constitucionalista Jaime Guzmán. De acuerdo a Guzmán, era necesario volver al periodo portaliano e instaurar una república de notables, es decir un régimen gremialista no político apegado al derecho y a la religión, pero renuente a toda apertura democrática. En breve, una república patricia con exclusión de la plebe. De ese

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romanticismo constitucionalista, Pinochet solo tomó la idea de llevar a algunos miembros de la derecha clásica a posiciones formales de poder, pero no mucho más.¿Cuál era la diferencia entonces entre el proyecto de Pablo Rodríguez y el de Jaime Gúzman? Muy simple: Rodríguez era (¿es?) hitleriano. Guzmán era franquista.El proyecto que al final se impuso fue el del propio Pinochet. A ese podemos denominarlo de modo simple: proyecto del Estado Militar. A fin de que se cumpliera, era preciso entregar la economía a los empresarios para que estos hicieran lo que quisieran con ella (es lo que en Chile llaman “modelo neoliberal”) y situar en puestos claves del Estado a militares de confianza. Fue esa la razón por la cual Pinochet declaró la guerra al “marxismo”.En pocas palabras, tal vez sin haber leído a Carl Schmitt, Pinochet tomó del jurista alemán no su compleja filosofía política, pero sí cuatro proposiciones, quizás las más conocidas:Primera: Declarar una lucha en contra de un enemigo principal, llevando así a la política al límite con la guerra.Segunda: Eliminación radical de cualquier atisbo parlamentarista.Tercera: Declaración de un “estado de excepción en permanencia” (Schmitt: “el poder lo detenta quien decreta el estado de excepción”)Cuarta: La legitimación política deberá provenir de la voluntad popular expresada directamente, es decir, sin mediaciones partidarias, a través de plebiscitos (república plebiscitaria)Como es sabido, haber tomado demasiado en serio la última proposición llevó a Pinochet a su auto-derrocamiento hecho que solo fue posible gracias a que algunos generales no quisieron pasar a la historia como autores de una masacre pavorosa (antes de darse a conocer el resultado del plebiscito, la información acerca del triunfo del NO se había filtrado y la multitud celebraba en las calles)Así vista las cosas, los gobiernos de la Concertación tuvieron que cumplir una función restauradora en contra del proyecto subversivo (anti-sistema) representado por la dictadura. Antes que nada, despolitizar al Ejército y devolver la cosa política a los políticos. Después, reactivar las estructuras sindicales y asociativas suspendidas por el régimen anterior. Finalmente,

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reconstruir las asociaciones correspondientes a toda sociedad de clases.En cierto modo, el papel jugado por la Concertación fue el de restaurar la sociedad de clases en contra de la anti-sociedad de masas propuesta por diversas fracciones del pinochetismo. En este punto habrá que reiterar, la sociedad de clases no es aquella en donde hay clases sino aquella en donde hay relaciones (positivas y negativas) de clase, a través de representaciones de clase.Preciso será agregar que la restauración de la sociedad de clases fue llevada a cabo en Chile por los gobiernos de la Concertación sobre la base del congelamiento de la lucha de clases. La lucha de clases, en el sentido real del término, aparecería recién -acompañada de explosivas manifestaciones de masas, sobre todo estudiantiles- durante el gobierno de Sebastián Piñera.Tarea evidente de Nueva Mayoría será permitir el desarrollo de la lucha de clases dentro de los marcos dictados por la Constitución, es decir, evitar que la sociedad de clases se transforme en una anti-sociedad de masas. Tarea no muy difícil en Chile. El peso de los partidos políticos y de las asociaciones de clase es, en ese país, muy fuerte y muy grande a la vez.

5. El caso venezolano: o la destrucción de la columna vertebral de una sociedadMuy distinto al caso de Chile es el de Venezuela. Allí la desarticulación de la sociedad de clases estaba teniendo lugar antes del ascenso de Chávez, sobre todo durante el des-gobierno de Carlos Andrés Pérez. La profunda animosidad en contra de la clase política –hay que decirlo- no la inventó Hugo Chávez. Él solo la utilizó. Esa fue la razón por la cual el fracasado golpe de Estado dirigido por Chávez en Febrero de 1992 fue visto por no pocos sectores como una rebelión legítima en contra del desorden establecido.Chávez, aunque hoy parezca irrisorio afirmarlo, apareció en escena como un personaje destinado a recuperar el orden perdido y no como un revolucionario. Si se quiere, un militar justiciero en el sentido más conservador del término. Y como tal recibió desde un comienzo el apoyo de destacados políticos de la, por el llamada, Cuarta República.

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Fue solo después de haber recobrado su libertad cuando Chávez y los suyos organizados en el Partido Movimiento Cuarta República no ocultaron su propósito de fundar un nuevo orden institucional. Ese proyecto sería posteriormente ratificado por la Constitución de 1999. No obstante, el objetivo del carismático presidente iba mucho más allá de modificar a las instituciones o apadrinar una nueva Constitución. Chávez quería, y no lo ocultaba, pasar a la historia como el fundador de una nueva sociedad y eso implicaba destruir los soportes del antiguo orden social, esto es, a las estructuras que mal que mal habían dado sentido y lógica a la sociedad venezolana.Las principales organizaciones clasistas como Fedecámeras, que agrupaba a los empresarios y la CTV que agrupaba a los trabajadores y no por último, los poderosos sindicatos petroleros (Gente del Petróleo) fueron puestos en la mira del Presidente. La gran oportunidad para deshacerse de ellos la brindó la propia oposición con el paro petrolero de diciembre de 2002, cuyo objetivo inicial no era insurreccional. Pero como es sabido, después de infructuosos 62 días, el paro nacional fue derrotado. Esa derrota fue seguida por despidos en masa y luego por el descabezamiento de los principales sindicatos obreros. Fedecámeras fue reducida a su mínima expresión. La CTV dejó prácticamente de existir.Chávez tenía así el camino allanado para liquidar a la “sociedad de clases” e iniciar su proyecto destinado a verticalizar a la sociedad desde arriba hacia abajo. Poco antes de ganar el referéndum revocatorio de Diciembre de 2004, nacerían las Misiones, posteriormente los Concejos Comunales, concebidos como órganos de poder popular dirigidos desde el Estado. Y no por último, después de la abstención electoral llamada por los partidos de oposición (2005) el Parlamento fue ocupado en su totalidad por el chavismo. Como era de esperarse, los tribunales de justicia y la defensoría del pueblo pasaron de inmediato a manos del ejecutivo. Había nacido una nueva maquinaria de poder. Nunca, en toda la historia latinoamericana, un presidente constitucional había logrado concentrar tanto poder en sus manos.Después de su tercera elección, Enero de 2007, Chávez declaró abiertamente su propósito de dar forma orgánica al SS21, formando para el efecto un partido-Estado (PSUV). La apropiación estatal de los medios de producción, de la CANTV y de la Electricidad de Caracas, terminarían por originar un régimen sustentado en un poder social controlado por el Partido Único al

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mando de un líder supremo cuyas opiniones eran órdenes y cuyas órdenes eran leyes.En breves términos, Chávez fue el creador de una estructura corporativa de tipo fascista –el término no está utilizado aquí como insulto- la que daría origen no a un nuevo tipo de gobierno, sino a un nuevo sistema de dominación política de características muy particulares. De este modo Chávez logró por medios políticos lo que había intentado realizar Pinochet por medios militares: la transformación de un gobierno en un Estado y la desarticulación de las asociaciones que daban forma a la sociedad de clases, sometidas todas a un aparato de represión militar que iba más allá de las Fuerzas Armadas.En suma –y de acuerdo a la terminología que aquí estamos empleando- Chávez estatizó a la sociedad y la transformó en una anti-sociedad de masas. Bajo su gobierno, la columna vertebral que sustentaba el orden social y político fue hecha añicos. Esa fue su gran obra histórica.Sin embargo, todo ese edificio de dominación, cuya fachada parecía mostrar una inexpugnabilidad absoluta, reposaba sobre débiles cimientos. Por de pronto, para que el nuevo orden funcionara, se requería de un personal técnico y burocrático altamente eficiente, algo así como una clase gerencial al estilo chino o vietnamita. Y bien, esa clase brilla por su ausencia en Venezuela. De este modo el chavismo terminaría por destruir definitivamente el incipiente aparato productivo de la nación. Venezuela debe ser, a estas alturas, el país más des-industrializado del continente. Por esa misma razón es también uno de los más dependientes de las importaciones, sobre todo de las alimenticias.En lugar de crear las bases para un eficiente capitalismo de Estado, algo que al menos han logrado sus socios bolivianos y ecuatorianos, el chavismo radicalizó la vocación rentista del Estado el que, en lugar de jugar un rol gestor, se convirtió en refugio de múltiples sectores improductivos, y no por último de mafias y pandillas dependientes del erario. Bajo Maduro la maraña burocrática ha llegado a cubrir a todo el país. Pese a eso, Maduro -quizás para mostrar su poder simbólico- continúa creando más y más instancias burocráticas. El gobierno de Venezuela es el que tiene más ministerios del mundo (32) y al parecer, seguirán aumentando, aunque nadie sabe todavía para que sirven.

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Los llamados órganos de poder popular nunca han funcionado. Nadie entiende cual es el rol de los Concejos Comunales. Más bien son centros de diversión, y cuando no, fungen para el reclutamiento de grupos de choque en periodos electorales. Las Misiones, pensadas como núcleos de formación técnica y profesional, han sido copadas por adherentes que viven de la caridad estatal. Y si a todo ese espectáculo agregamos una inflación del 60% anual más la baja considerable del precio del petróleo, se entiende perfectamente por qué el gobierno de Maduro ha llegado a ser tan impopular, incluso entre los chavistas. Como pocas veces, un cargo recibido por herencia ha terminado por convertirse en un feroz castigo. Ya nadie lo duda: bajo Maduro, el populismo chavista ha entrado a su fase de declive.Subrayamos: lo que está entrando en declive es el populismo chavista, no el gobierno de Maduro. Son dos cosas distintas. El desmantelamiento de las relaciones sociales horizontales (sindicatos, asociaciones en general) y la ineficacia de los organismos verticales de masa, ha terminado por desarticular al conjunto de la sociedad de tal modo que el Estado ya no tiene donde apoyarse. Nada que no sea la represión y el uso abusivo de la fuerza bruta. Si el concepto sociológico de “anomia” (desintegración social) tiene aplicación en algún lugar, ese lugar es Venezuela. Esa es la diferencia del madurismo con otros gobiernos populistas del continente.No olvidemos que el padre de todos los populismos habidos y por haber, Perón, no desmanteló a las organizaciones sociales argentinas como hizo Chávez. Todo lo contrario. Al interior del movimiento peronista los sindicatos lograron constituirse en un poderoso núcleo. Tenían razón Laclau/ Mouffe (“Hegemonía y Estrategia Socialista”) cuando señalaban que el populismo peronista era la estrategia que habían encontrado los trabajadores argentinos para hacer valer sus intereses de clase. El populismo argentino, así como hoy el populismo de Evo en Bolivia -también apoyado en estructuras sindicales y empresariales – son, si se quiere, “populismos de clase”. En cambio, el populismo venezolano, ya durante Chávez, fue un populismo invertebrado, un populismo fofo o amorfo, absolutamente dependiente de las cúpulas y de la voz mágica del líder divo.En otras palabras, bajo Maduro –quien no es líder ni divo- el Estado chavista ha cambiado su carácter político. De Estado populista ha pasado a ser un simple Estado pretoriano. A pesar de ser Maduro un gobernante civil, el número de

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militares que ocupan posiciones de gobierno ya es muy superior al del periodo Chávez. Ni siquiera las dictaduras del Cono Sur incorporaron tantos militares a sus gobiernos. El de Venezuela es, por donde se lo mire, un Estado militar y, por si fuera poco, para-militar.La desarticulación radical de la sociedad venezolana inducida por el chavismo ha terminado por extenderse al seno de la propia oposición. La MUD, aparte de cuatro o cinco partidos que merecen ese nombre, aglutina a una enorme cantidad de micro-organizaciones que de partido no tienen nada. Y, del mismo modo a lo que ocurre con el chavismo, la oposición carece de vértebras sociales. Eso explica por qué las grandes movilizaciones son simples estampidas. Corresponden a una sociedad, mejor dicho, a una anti-sociedad de masas desintegrada. Solo los estudiantes han llegado a conformar un núcleo social, pero a la vez, también están divididos entre sí. Privadas de un sustrato interno, las luchas de la oposición venezolana carecen de continuidad en el tiempo. Así se entiende por qué, al igual que en el chavismo, la oposición no se articula en torno a asociaciones, partidos o programas, sino alrededor de personas que ejercen un cierto liderazgo.El masivo movimiento organizado alrededor de Leopoldo López recuerda en algunos puntos a los momentos de gestación del chavismo. No solo porque el líder es mantenido en prisión. También en su mística e incluso en su agresividad es similar al chavismo originario. Igualmente, dentro de ellos hay quienes señalan como enemigo a toda "la clase política", incluyendo a los partidos de la MUD. Eso no debe extrañar: El chavismo y parte considerable del anti-chavismo, pese a ser contrarios, son partes de la misma cultura política nacional. Por lo demás, así son los movimientos de las anti-sociedades de masa. Conceden valor a la retórica iluminada en desmedro del análisis, privilegian la épica por sobre la política, rinden culto a símbolos, próceres y mártires y, sobre todo, son discontinuos e imprevisibles en su acción.Frente a esa realidad, hay al menos otros sectores de la oposición que han entendido que la tarea más importante del momento es la de organizar a los sectores populares abandonados por el chavismo. Ellos no actúan en las grandes ciudades y buscan la comunicación con la gente más pobre. Henrique Capriles entre varios, va de lugar en lugar, escucha a los vecinos de cada localidad, busca crear organizaciones ahí donde no las hay, les habla a los chavistas no como a enemigos a muerte sino como a miembros de la misma ciudadanía. Para muchos el suyo es un

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camino muy largo y sobre todo, sin atajos. Pero nadie sabe. A veces los caminos que parecen ser los más largos son, en política, los más cortos.El 2015 la oposición venezolana enfrentará al debilitado gobierno de Maduro en nuevas elecciones parlamentarias. Esa es la disyuntiva. Si la oposición logra un mínimo de unidad en la designación de los candidatos, vencerá. Si no es así, nunca el futuro será más incierto.

42.MADURO NO ES ALLENDE (31/1/15)

Con insistencia el gobernante Nicolás Maduro ha venido comparando su declive político con la situación vivida por el presidente Salvador Allende durante los últimos días de la Unidad Popular. Analogía que, como toda analogía, es falsa. Maduro, evidentemente, intenta acaparar para sí por lo menos una parte de la mitología que aún rodea a la tragedia que culminó en Chile en 1973. Sin embargo, los procesos experimentados en ambos países no pueden ser más diferentes.¿Cómo comparar un gobierno legítimo que duró solo tres años con la existencia de un sistema de dominación política que ya lleva más de 15 años en el poder?¿Cómo comparar a la UP, una amplísima coalición de partidos políticos -donde tenían cabida  marxistas, socialdemócratas, cristianos e independientes- con el PSUV, partido-Estado, vertical y autocrático, donde solo caben quienes juran lealtades indeclinables a un mito histórico?

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La UP pudo haber cometido errores, pero nunca dejó de ser un frente político amplio y democrático. El presidente Allende nunca tuvo la totalitaria idea de fundar un Partido Único. Basta solo ver las fotografías del periodo. Las banderas de la UP eran multicolores y plurales. El PSUV es uniforme, aburrido, rojo. Rojo hasta el hastío.¿Cómo comparar la situación internacional que acosaba al Presidente Allende con los largos años de bonanza petrolera vividos por la economía venezolana bajo Chávez y Maduro?Allende, no se puede olvidar, fue una víctima de la Guerra Fría y de la política de bloques. Hoy no hay Guerra Fría ni hay política de bloques. Todo lo contrario. Incluso el gobierno de EE UU ha extendido la mano a Cuba. Ya  hubiera querido tener Allende un espectro político internacional tan favorable como el que hoy goza Maduro.¿Cómo comparar el descrédito que según todas las encuestas ha llevado a la popularidad de Maduro a los suelos con un gobierno como el de Allende que siempre mantuvo una alta cuota de popularidad? ¿Con un gobierno que siempre estuvo dispuesto a dialogar con sus contradictores bajo la presencia de la Iglesia Católica, la misma que hoy es agredida por el gobierno de Maduro?¿Cómo comparar un periodo como el de Allende en el cual los tres poderes del Estado no solo mantuvieron su autonomía sino además se prestaron, como el Poder Judicial, al juego de la oposición? ¿No sabe acaso Maduro que la justicia en Venezuela es chavista y nada más?El gobierno de Allende era formal y objetivamente hablando, democrático. Podemos discutir en ese sentido si el de Maduro es una dictadura o no. Pero democrático no es. Incluso el estilo político de ambos gobernantes es opuesto. Por ejemplo, no recuerdo  haber escuchado de Allende un solo insulto en contra de la oposición ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?Además, Allende no mentía, jamás inventó magnicidios o cosas parecidas. Seguro, se equivocaba, y algunas de sus equivocaciones fueron fatales, pero no mentía ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?Y lo más importante de todo: El gobierno de Allende fue derrocado por un golpe militar que instauró un gobierno

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militar. El gobierno de Maduro, en cambio, es un gobierno militar.Si hubiera militares golpistas en Venezuela estos serían auto-golpistas, pues los golpistas y los militares ya están en el gobierno. Más todavía, de los gobiernos latinoamericanos el de Maduro no solo es el más militar sino, además, el más militarizado. Con esto no se quiere decir que el de Maduro sea igual al gobierno de Pinochet. Nada es igual a nada. Pero si hablamos en términos aproximados, por su composición orgánica, por el alto grado de represión que ejerce y, no por último, por el estilo incivilizado que practican los militares (¡Con el mazo dando!)  el gobierno de Maduro se aproxima más al de Pinochet que al de Allende.En breve, el gobierno de Maduro tiene que ver con el gobierno de Allende tanto como un pez con una bicicleta. Es decir, nada. Absolutamente nadaProbablemente Maduro intenta referirse a las protestas de la población, la que cansada de las largas colas sale a la calle a demostrar con cacerolas vacías. Semejanzas que solo son visuales. El desabastecimiento en Chile fue, al igual que en Venezuela, provocado por una mala política económica. Pero también fue inducido por un sector empresarial abiertamente contrario al gobierno. En Venezuela, en cambio, todos los productos que escasean provienen del área económica controlada por el Estado. Y en cuanto a las cacerolas, todo el mundo sabe que no solo fueron usadas en contra de Allende sino también en contra de Pinochet. Llegaron a ser, igual que hoy en Venezuela, un símbolo de la resistencia popular.Maduro se refiere a la oposición de su país como a la “derecha fascista”. Pero cualquiera persona medianamente informada sabe que la línea de los principales partidos de la MUD puede definirse como de centro y de centro-izquierda. Cinco partidos de la oposición son miembros activos de la Internacional Socialista. Los principales líderes de la oposición, Capriles y López, así como el secretario ejecutivo de la MUD, Chúo Torrealba, mantienen un discurso abiertamente socialdemócrata. Y bien, esa oposición predominantemente de izquierda no tiene nada que ver con lo que fue la oposición de la derecha chilena, organizada alrededor de poderosos gremios comerciales, industriales, profesionales e incluso sindicales (todo eso brilla en Venezuela por su ausencia). Si Maduro anda buscando una “derecha fascista”, haría bien en

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mirar a su alrededor. Pero hoy no vamos a hablar de Diosdado Cabello.En fin, si la MUD se parece a algún producto político “made in Chile”, es a la ex Concertación, surgida poco antes del fin de la dictadura. Pues en la MUD, como ayer en la Concertación, no está representada ninguna tendencia golpista ni militarista. Ojalá se pudiera decir lo mismo del gobierno venezolano.No, ni Maduro es Allende (le falta todo para serlo), ni el PSUV es la UP, ni Venezuela es Chile. Maduro, como ha llegado a ser su costumbre, falsifica a la verdad.

43.DE LA SALIDA AL CAMBIO (10/2/15)

Para quienes intentamos entender la historia de la oposición venezolana parece obvio que entre el momento que surgió del llamado hacia La Salida, en febrero de 2014, y el que aparece después del llamado conjunto de los líderes de oposición hacia El Cambio, hay un período. O dicho de modo más preciso: hay un período dentro de un período (el del gobierno Maduro). Y parodiando al teórico de las teorías sistémicas, Niklas Luhmann, quien afirma “todo sistema es un subsistema”, podríamos decir todo período es un subperíodo.

Período o subperíodo, lo importante es que entre La Salida (febrero 2014) y El Cambio (enero 2015) tuvo lugar un proceso político de enorme importancia para la historia reciente de Venezuela.

1. La Salida: origen y fracaso.  Como es sabido, La Salida (“Maduro vete ya”) proclamada por la troika Ledezma, López y Machado, fue precedida por protestas estudiantiles en universidades andinas que fueron respondidas con suma violencia por el régimen.

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Los objetivos de La Salida nunca fueron precisados con exactitud. De modo que una parte, sobre todo estudiantil, la entendió como un llamado insurreccional, y otra como una movilización destinada a elevar el nivel de la protesta pública, la que llegó durante algunos momentos a ser masiva.

La Salida demostró que en la oposición venezolana existía ansia de protesta frente a un gobierno arbitrario e ineficiente. Incluso la MUD, ausente en la convocatoria, acompañó durante un tiempo a los manifestantes, pero distanciándose de propuestas maximalistas e intentando encauzarlas en contra de objetivos concretos como la eliminación de los grupos paramilitares.

Sin embargo, no pocos voceros y columnistas de la oposición más radical entendieron a La Salida como una alternativa insurreccional en un sentido doble: en contra del gobierno y en contra del “electoralismo” de la MUD. No fue esa, hay que reconocer, la actitud pública de López, Ledezma y Machado. Ninguno se pronunció abiertamente en contra de la MUD. Tampoco ninguno llamó a ejercer violencia ni mucho menos a un golpe de Estado.

Hecho objetivo fue, sin embargo, que La Salida surgió al margen de la MUD, razón por la cual muchos pensaron que había surgido en contra de la MUD y más aún, en contra de Henrique Capriles. No haber planteado de modo explícito que eso no era así, fue uno de los más grandes errores cometidos por la troika. Ese silencio abriría las puertas a tentaciones divisionistas la que en las condiciones prevalecientes solo podían ser fatales para el conjunto de la oposición.

Una protesta maximalista como La Salida no debió haber sido excluyente, menos en las condiciones determinadas por la existencia de un gobierno militar. Pues La Salida no nació sumando ni multiplicando sino —hay que decirlo de una vez— restando y dividiendo. Más todavía, no interpelaba ni al campo chavista potencialmente disidente, ni al campo de los indecisos políticos. Su mensaje solo estaba dirigido a la oposición más dura: A los ya convencidos.

En ese error había, sin embargo, cierta lógica. La Salida fue una acción heroica y épica, personalista y voluntarista. Pero a su vez equivalente con el tenor predominante en muchos movimientos sociales latinoamericanos, sobre todo estudiantiles. Fue, si se quiere, una acción si no “foquista”, por lo menos vanguardista. Partía de la premisa de que si se desataba una movilización en

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torno a líderes como Machado y López, el pueblo y probablemente los soldados, iban a sumarse a la insurgencia desatándose así una marea que debería llevar a la caída del régimen.

Ahora bien, para que una alternativa del tipo propuesto por La Salida hubiera sido posible, se requería de ciertas mínimas condiciones de tiempo y lugar.

Las condiciones de tiempo no estaban dadas. No me refiero a que la crisis económica y el nivel de descontento estaban lejos de alcanzar las profundidades que muestran al comenzar el año 2015. Me refiero, sobre todo, al hecho de que la oposición venía recién saliendo de una derrota electoral, la de las municipales del 8D.

Es cierto que la votación alcanzada por la oposición el 8D fue excelente, sobre todo en los centros más poblados del país. Pero también es cierto que el objetivo de convertir las municipales en plebiscito no fue alcanzado.

Bajo esas condiciones, la MUD y Capriles hicieron lo que hay que hacer después de una derrota: pasar a un repliegue táctico, agrupar fuerzas, redoblar el trabajo social y, ayudados por la crisis económica desatada por el gobierno, preparar condiciones para una próxima batalla. Pero en ningún caso intentar una huída hacia adelante.

Las condiciones de lugar tampoco estaban dadas, sobre todo si se tiene en cuenta que una alternativa como La Salida supone la existencia de organismos en condiciones de sustentar movilizaciones durante un tiempo prolongado y discontinuo. Léase sindicatos obreros y campesinos, asociaciones profesionales y agrupaciones civiles. Pero en Venezuela hay muy poco de eso.

Al llegar a ese punto hay que tomar en cuenta que Chávez no logró crear un nuevo orden social, pero sí logró destruir el orden social prevaleciente y con ello a la columna vertebral de la sociedad venezolana. Una de las pocas fuerzas orgánicas civiles que logró sobrevivir fue la estudiantil. Pero todos sabemos que el ritmo acelerado de las movilizaciones estudiantiles no es compatible con el resto del organismo social. Así, el movimiento que desataría La Salida no tenía donde, como, ni en qué apoyarse. Nada que no fuera la retórica y la capacidad de escenificación de sus líderes. La Salida fue un llamado a la multitud, mas no a las organizaciones sociales porque, entre otras cosas, estas casi no existen.

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Por si fuera poco, la troika tampoco estaba muy unida. Mientras López desde la prisión llamaba a una Asamblea Constituyente, Machado concentraba sus energías en un Congreso Ciudadano y Ledezma intentaba cambiar el curso de la MUD “desde dentro”. En fin, La Salida no solo fue unilateral, además fue tri-lateral. Cada caudillo andaba por su lado.

La Salida evidenció que la movilización no puede ser un objetivo en sí. Eso indujo a que muchos la hubieran entendido como una ruptura con la MUD y –pese a que ninguno de los convocadores así lo manifestó— como una negativa radical a la lucha electoral. Sin embargo, hubo un hecho que sí demostró que no hay ninguna contradicción –mas bien un complemento— entre movilización social y objetivos electorales. Me refiero a las elecciones municipales que tuvieron lugar el 25 de Marzo en San Diego y San Cristóbal.

San Diego y San Cristóbal son un ejemplo en dimensión micro de lo que podría suceder en dimensión macro en las elecciones parlamentarias de 2015. En ambos lugares las esposas de los alcaldes convertidos en presos políticos, Rosa Brandonisio de Scarano y Patricia Gutiérrez,mostraron como las movilizaciones podían ser canalizadas en perspectiva unitaria y electoral. El triunfo de ambas mujeres fue aplastante (87,69% y 73,69%, respectivamente)Para decirlo en una fórmula ya sugerida en otros escritos, San Diego y San Cristóbal demostraron que una elección acompañada de una fuerte movilización social puede ser exitosamente ganada. Pero a la inversa, que una movilización social sin una perspectiva electoral está destinada a estrellarse frente al aparato represivo del régimen. Eso último fue lo que sucedió en el resto de Venezuela. El saldo fue terrible: decenas de jóvenes asesinados a quemarropa, cientos de heridos, enormes cantidades de prisioneros, entre ellos, el líder de Voluntad Popular, Leopoldo López.Obviamente, quienes llamaron a La Salida no contaban con una reacción tan violenta del régimen. Tal vez pensaron que todavía bajo Maduro se vivían los tiempos de Chávez. No supieron, por lo tanto, evaluar el momento. Tampoco supieron darse cuenta de que bajo Maduro había tenido lugar un cambio radical en el carácter político del régimen. En términos más exactos: no captaron que el populismo chavista había terminado, quizás para siempre. En su lugar había aparecido un gobierno militar,

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militarizado y militarista que prescinde de la lógica populista propia a Chávez y al chavismo.

2. Un régimen cambia su carácter político. Ocioso sería discutir si el cambio de carácter político del gobierno habría tenido lugar o no durante Chávez. Lo importante es que mientras el chavismo de Chávez se caracterizó por la apelación a la fuerza militar como una segunda instancia, para el chavismo de Maduro la acción militar precede a la acción política. Maduro, en efecto, parece regirse por la máxima “primero disparo y después hablamos”.El cambio de carácter político del régimen tiene su origen en la pérdida de apoyo popular evidenciada por Maduro desde cuando, en dudosas elecciones, derrotó a Capriles por muy estrechas cifras. Maduro dilapidó así el enorme capital electoral legado por Chávez. Hecho decisivo: para que un gobierno sea populista debe ser popular y Maduro no lo es ni lo será. Bajo esas condiciones, Maduro, en lugar de apoyarse en movilizaciones populares, no encontró más alternativa que hacerlo en militares y para-militares. Hecho que no conduce al fin del gobierno de Maduro pero sí al fin de su condición populista. Eso significa que el de Maduro no es la continuación del gobierno de Chávez. Es “otro tipo” de gobierno.

La transición que se da entre un gobierno populista militar y un gobierno puramente militar ya ha sido consumada. Diversos capítulos del gobierno Maduro así lo demuestran.

El primer capítulo fue la convocatoria a un diálogo nacional destinado a encontrar soluciones para la pacificación del país (26 de Febrero). El diálogo, convocado a instancias del propio Vaticano, no podía ser eludido ni por el gobierno ni por la MUD. Capriles insistió con razón en llamarlo debate. Tampoco lo fue. El dialogo no pasó de ser un conjunto de monólogos.

Los principales enemigos del diálogo estaban en el gobierno, pero también en la oposición. Diosdado Cabello y su fracción se encargaron de dinamitarlo desde el primer momento. Así Maduro perdió una oportunidad para elevarse a la condición de interlocutor político. Quizás la razón fue que si continuaba el diálogo, el chavismo se habría dividido más aún de lo que ya estaba. Lo mismo –eso no lo entendió Maduro— habría podido pasar dentro de la oposición.

Un segundo capítulo fue la ruptura del chavismo militar con el chavismo social. Símbolo de esa ruptura fue la dimisión forzada del ministro Jorge Giordani (17 de Junio) seguida de una carta de protesta publicada por el mismo en contra de Maduro (18 de

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Junio) a quien acusó de falta de liderazgo y de proteger a la corrupción del gobierno.

La de Giordani no fue una dimisión cualquiera. El ministro había sido la eminencia gris de Chávez en materias económicas. En cierto modo la ruptura con la economía de Chávez –inducida por la caída del precio del petróleo— fue hecha en nombre de Chávez pero en contra de un ministro de Chávez. Esa ruptura no ha sido traducida sin embargo en un cambio de modelo económico.

Maduro rompió con el modelo distributivo de Chávez pero sin sustituirlo por otro. Su modelo es, si se quiere, la ausencia de modelo. Esa es la razón por la cual en lugar de un plan económico ha impuesto una economía de guerra (no otra cosa es la guerra económica). De este modo, así como Maduro durante las protestas militarizó a la lucha política, ha terminado, además, por militarizar a la economía. Las consecuencias no pueden ser más catastróficas. La producción del país se encuentra prácticamente paralizada, la inflación es la más alta del mundo, las manifestaciones multitudinarias de Chávez han sido sustituidas por las colas más multitudinarias de Maduro.

La carta de Giordani evidenció que el madurismo padece de profundas divisiones internas. Aunque esas divisiones no siempre trascienden, todos saben que el campo chavista se encuentra trizado. El PSUV, de partido monolítico y unitario ha pasado a convertirse en un nido de alacranes donde los “recuperacionistas” de Marea Socialista son solo un ejemplo entre varios. Si la oposición llegara a obtener una victoria en las elecciones parlamentarias del 2015, la desbandada será general. Siempre ha sido así; todos los ejemplos históricos lo demuestran.

Un tercer episodio ocurrió después del asesinato del joven diputado chavista Robert Serra. Pese a que Cabello intentó culpar sin pruebas a la oposición, los acontecimientos que siguieron al homicidio permitieron que apareciera en la superficie el papel de los colectivos armados –hampa y lumpen militarmente organizados- los cuales, como en películas de gángsteres, dirimían sus rivalidades en la vía pública a punta de balas.

La ejecución de cinco personas pertenecientes a los llamados colectivos ordenada por el general Miguel Rodríguez Torres fue evidentemente un intento frustrado del ejército por subordinar y dominar a los estamentos para-militares. Pero el hecho de que los para-militares lograran la renuncia del general chavista, mostró una vez más que Maduro no tiene el control sobre sus fuerzas. El

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régimen no solo está militarizado. Además está para-militarizado. Bajo esas condiciones Maduro no puede ser un interlocutor político de confianza.

El propio encarcelamiento de Leopoldo López señaliza hasta que punto ha sido degradada la contextura política del régimen post-chavista. Porque en verdad, López, menos que un preso político es un rehén de guerra. Por eso mismo Maduro lo mantendrá en prisión hasta que llegue el momento de canjearlo. O lo liberará si para él resulta necesario bajar la presión política en su contra, en caso de sentirse muy amenazado.

López es un rehén de guerra en una guerra que solo existe para Maduro. En ese contexto, a quien más interesa la polarización política existente, es al mandatario. Mientras más aguda sea esa polarización, mayores serán sus posibilidades de mantener la política bajo hegemonía militar. Por la misma razón, si es que hay un peligro de golpe de Estado, este solo puede provenir de las huestes oficialistas y de ninguna otra parte.

3. Desde la crisis de la oposición hacia El Cambio. La MUD, la oposición en general, vivieron después del fracaso de La Salida uno de las peores crisis de su historia. Los grupos más radicales, por razones que también podrían ser explicadas de modo psíquico (autoagresión), enfilaron su artillería en contra de Henrique Capriles y de Ramón Guillermo Aveledo, secretario ejecutivo de la MUD. Desde diversas columnas ambos han sido insultados y ofendidos más que cualquier representante del gobierno.Aveledo, el máximo forjador de la unidad, no pudiendo soportar la presión en su contra, hubo de renunciar. En ese momento pareció que un trabajo sistemático forjado en años iba a venirse al suelo. El régimen estaba, según la opinión pública, en sus niveles más bajos pero la MUD, atacada desde dos fuegos, no estaba en condiciones de capitalizar políticamente el descontento general.

Sin embargo, cuando gobierno y ultra radicales se regocijaban, dando a la MUD por muerta, surgió casi de la nada un verdadero milagro. A fines de Septiembre fue nombrado secretario ejecutivo de la MUD, Jesús (Chúo) Torrealba.

La designación de Torrealba fue el resultado de un consenso y de un compromiso. Al igual que Aveledo, Chúo es partidario de la unidad. Pero no tiene ningún problema en manifestar su solidaridad con Leopoldo López. Eso no le impide favorecer una

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estrategia encaminada a lograr un triunfo en las próximas elecciones parlamentarias. Además es hombre de diálogo. En todos los puntos coincide con la línea de Aveledo. Pero adicionalmente ha logrado imprimir a la MUD ese mínimo de mística que le faltaba para enclavar más hondo entre los sectores populares.Chúo no rehuye a la calle; incluso le gusta. Ha llamado a dos movilizaciones las que seguro no han sido las más grandes de la historia del país, pero ha devuelto a la unidad esa confianza que las acciones desafortunadas del pasado reciente le habían quitado. En fin, Chúo ha sabido entender que la movilización popular debe ser encaminada hacia un objetivo común el que por el momento no puede ser sino electoral. Los resultados no se han hecho esperar. A fines de año las encuestas mostraron por primera vez que la MUD tenía más partidarios que el chavismo.

Henrique Capriles, casi exiliado en Miranda, entendió el nuevo momento. A fines de Enero del 2015, sorprendiendo a sus enemigos endógenos, llamó a la movilización general por El Cambio. Con grandeza, Machado y Ledezma secundaron su propuesta. Lo mismo Freddy Guevara. Esa foto en donde todos los líderes aparecen juntos era la que más quería ver la oposición venezolana. No importa que ellos no estén de acuerdo en algunos puntos; tampoco es deseable que así sea. Lo importante es que si no una unidad, pueda ser concertada una alianza: La gran alianza para El Cambio.

La diferencia entre unidad y alianza es importante. Mientras la unidad suprime diferencias, una alianza las conserva, siempre y cuando ninguno de los aliados pierda de vista el objetivo común. Ese objetivo común es El Cambio.¿El Cambio es una nueva La Salida? En ningún caso. Mientras La Salida desunía más que unir, El Cambio une más que desunir. Es política de todos, no de algunos.

Ni Capriles ni Torrealba han cambiado. Lo que ha cambiado es la situación objetiva. La economía de Venezuela se encuentra en su punto más bajo. La desesperación de las multitudes en su punto más alto. Si los dirigentes políticos no hubieran llamado a la movilización, habrían aparecido espacios vacíos para que aventureros de ambos lados pudiesen desatar una locura colectiva. El fantasma del Caracazo sigue penando y debía ser aventado cuanto antes.

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El Cambio es defensivo y ofensivo a la vez. Cubre espacios sociales pero al mismo tiempo moviliza hacia un nuevo espacio político. Ese nuevo espacio tendrá que ser –así lo han formulado los principales dirigentes políticos de la oposición—: democrático, constitucional, pacífico y electoral.

Democrático, porque supone amplia participación, más allá de cualquiera diferencia ideológica. Supone, además, que las decisiones serán tomadas a través de acuerdos en conjunto y no al margen, como ocurrió con La Salida.

Constitucional, porque la propia Constitución —chavista en sus orígenes pero aprobada por mayoría popular— ha llegado a ser, frente a las continuas violaciones a que ha sido sometida, un patrimonio de la oposición democrática. Es mapa político y guía de acción a la vez. En sus páginas están indicados uno a uno los pasos que llevarán a El Cambio. No hay ningún motivo para apartarse de ella.

Pacífico, porque la oposición no tiene armas ni ejércitos. Pacífico quiere decir, también, asumir una radical actitud antigolpista, venga el peligro de donde venga.

Electoral, no solo porque las posibilidades electorales están más cerca que nunca, no solo porque no hay otra alternativa posible, sino también, y quizás sobre todo, porque un futuro gobierno que no surja de un procedimiento electoral nunca podrá obtener para sí el principio de la legitimidad.

Torrealba, Capriles, López, Machado, Borges, Ledezma y tantos otros, saben que recorren un camino minado. Un gobierno militar y militarizado, para-militares enloquecidos, personajes siniestros dispuestos a cometer cualquiera “dioscabellada”, tribunales mercenarios de justicia, tribunales electorales parcializados, prensa y televisión en manos del gobierno. Todo eso no da, ni mucho menos, una garantía definitiva para el triunfo.

Pero si las alianzas son seguras y confiables, si son seleccionados los candidatos más idóneos, si el potencial de descontento es vaciado masivamente en las urnas, si las elecciones y las movilizaciones sociales coinciden, nadie ni nada podrá detener a ese Cambio que ya viene.

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44.LAS PALABRAS DEL PRESIDENTE MUJICA (27/2/15)Quizás no hay palabras más sinceras que las dichas por un presidente poco tiempo antes de abandonar su gobierno. Libre de los imperativos que imponen tácticas y compromisos puede al fin decir lo que piensa. En ese sentido las declaraciones emitidas por el presidente de Uruguay José Mujica en una entrevista concedida a El País (Montevideo) acerca de la situación que hoy vive Venezuela, son de enorme interés.Según el presidente Mujica hay sectores de la política venezolana que apuntan a la salida de Maduro por vías no prescritas por la Constitución. Tal alternativa, opina el presidente uruguayo, se ve facilitada por la propia política que lleva a cabo el mandatario venezolano. Lo dice casi directamente: “Es mucho más fácil hacer incurrir a un gobierno en estupideces y hacerlo entrar”. En otras palabras, Maduro se estaría metiendo en una trampa. No dice Mujica quienes son lo que lo están haciendo “entrar” (a la trampa). Pero no hay que ser demasiado astutos para percibir.La “entrada” a la que se refiere indirectamente Mujica no puede haber sido tendida solo por la oposición. Luego, no hay otro modo de entender: hay un entorno que está empujando a Maduro para que “entre” (a la trampa), un entorno que se apoya, según Mujica en las “estupideces” del mismo Maduro por una parte y en las condiciones objetivas de la realidad venezolana, por otra: “tienen crisis de desabastecimiento y disconformidad de la gente, de eso no tengo dudas”.Más interesantes todavía son las palabras que el presidente Mujica dedica a la oposición venezolana. Distingue, aunque muy a grosso modo, dos sectores: “los que se alinean detrás de Henrique Capriles y los que quieren un golpe de Estado”. Capriles me parece que tiene una posición mucho más cuidadosa para no generar violencia”. El otro sector estaría formado, dice el presidente, por “gente que quiere dar un golpe de Estado y que Maduro se vaya ahora”.Naturalmente José Mujica simplifica al extremo a la oposición al distinguir solamente dos polos. Hay, evidentemente, otros

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matices. No todos los que quieren “que se vaya ahora” son golpistas. Mas, por otra parte, nadie puede negar que esos polos existen. Ahora, esa fracción opositora que según Mujica anhela y busca una salida golpista, puede generar exactamente lo contrario de lo que se propone, a saber: un golpe de estado chavista. Citemos:“El problema que puede tener Venezuela es que nos podemos ver frente a un golpe de Estado de militares de izquierda, y con eso, la defensa democrática se va al carajo. Sería un grave error que se salieran de la Constitución”.¿Un golpe de estado de izquierda (chavista) con Maduro o sin Maduro? Eso no lo especificó Mujica. Si es con Maduro, ese golpe ya estaría en marcha. Lo prueba no solo el secuestro del alcalde Ledezma, sino también la fuerte represión desatada en contra de toda la oposición. Si es sin Maduro, lo más probable es que el golpe tendrá lugar no en contra del chavismo sino en nombre del chavismo. Esa sería la verdadera transición.La impresión general es que José Mujica se está dirigiendo directamente a la oposición venezolana. Le está diciendo, con otras palabras, ni se sueñen con un general constitucionalista que los va a liberar del chavismo. A quienes instan a marginarse de la Constitución les va a salir el tiro por la culata. En cambio, si no buscan atajos, la Constitución les señalará el camino. “Sería un grave error que se salieran de la Constitución” (....) Más aún: “Tienen una Constitución libertaria que hizo Chávez donde se prevé un plebiscito revocatorio en el medio del proceso”.Como dicen los venezolanos: “más claro no canta un gallo”José Mujica, político muy experimentado y, además, muy informado, no habla para hacer ejercicios de lógica formal. Lo que él dice lo sabe y lo que él sabe lo ha dicho. Ha captado sin duda la esencia del problema. Hay que tomar muy en serio sus palabras. Estemos o no de acuerdo con ellas.

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45.EL PAPEL DE TAL CUAL (18/10/2014)Colaborador habitual del diario Tal Cual, escribo estas líneas con cierta tristeza. Mi espacio -“Escribo y Comento”- seguirá apareciendo, pero el diario ya no será diario. Al diario le robaron su día de papel. Razón por la que esta vez no solo escribo “para”, sino también “sobre” Tal Cual, el diario opositor más peligroso para el chavismo. Peligrosidad reconocida. Si no, el régimen no actuaría con tanta saña en su contra.Desde que nació, Tal Cual ha sido sometido a presiones, ha debido pagar por cualquiera nimiedad multas siderales, y su director, Teodoro Petkoff, debe comparecer una vez por semana ante los aparatos judiciales, acusado del delito de difamación por el difamador más grande que ha conocido la historia de Venezuela.A primera vista parece incomprensible. El lenguaje de Tal Cual no es ofensivo. Más bien es irónico y se caracteriza por el buen sentido del humor. Pero ironía y humor no son virtudes cultivadas por los revolucionarios del siglo XXl, tan dados a practicar ritos necrófilos dirigidos a la ultratumba (Guevara, Chávez, Serra).El problema para ellos es otro: Tal Cual es un periódico de izquierda. Si Tal Cual fuera un periódico de ultraderecha y si, además, sus páginas dieran cabida a redactores golpistas, guarimberos, anti-MUD y divisionistas, probablemente no habría ningún problema. Esa es justamente la prensa “enemiga” que necesitan Cabello/Maduro para endurecer su política, llevar más militares al poder, desatar sus “guerras” (ideológicas, económicas, microbíoticas). Pero Tal Cual rompe sus esquemas, se les mete en sus filas –no pocos chavistas lo leen- y los cuestiona en su propia identidad. Y por si fuera poco, Tal Cual conoce a fondo a los “hombres nuevos” del régimen. Sabe quienes son y cuando mienten. El veredicto chavista no deja entonces de ser racional. Tal Cual no debería existir. Hay que eliminarlo. Más allá del chavismo, no habrá otras izquierdas.Hay que convenir sí, en que las coordenadas izquierda y derecha ya han perdido validez universal. En Europa los gobiernos de derecha llevan a cabo los programas de la izquierda y viceversa. En los EE UU dicha coordenada no ha existido nunca. En el

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mundo musulmán luchan chiítas contra sunitas, pero no izquierda contra derecha. El comunismo chino impulsa a la economía más capitalista del planeta. Solo en América Latina la izquierda y la derecha han conservado cierta validez, lo que no impide que los gobernantes autodenominados de izquierda dolaricen la economía (Ecuador) o se conviertan -vía importaciones- en los mejores clientes de USA (Nicaragua) o vendan hasta la última gota de petróleo al “imperio” (Venezuela). No obstante, Cabello/ Maduro insisten en presentarse como vanguardias de todas las izquierdas, supuestas o reales. En ese proyecto, Tal Cual es para ellos una piedra en el zapato.Peor todavía, Tal Cual defiende los ideales más auténticos de lo que fue en sus orígenes la izquierda histórica. En cierto sentido continúa las tradiciones de la izquierda socialista originaria, es decir, de esa izquierda  pre-soviética (o pre-asiática) que desde la antigua Europa nació uniendo la lucha social con la ampliación de las libertades políticas. Las mismas libertades que hoy son conculcadas por regímenes que se dicen de izquierda.Afirmar que Tal Cual y sus colaboradores representan a la izquierda histórica puede ser un despropósito para quienes confunden la identidad de ser de izquierda con un simple anti-americanismo retórico, versión vulgar de lo que una vez fue una compleja teoría del imperialismo (Rosa Luxemburg, Hilferding, Bujarin, Lenin).Mas, para no cansar a nadie con teorías explicaré el tema con un ejemplo de la vida cotidiana.Hace algunos días, discutían en la televisión alemana un representante de “Die Linke” -partido donde sobreviven algunos estalinistas- y un periodista conocido por sus ideas libertarias. En un momento, cuando este último deslizó una crítica a los llamados “socialismos del siglo XXl”, el otro lo interrumpió con la consabida frase: “Lo que pasa es que usted defiende posiciones contrarrevolucionarias”El periodista, lo miró muy fijo y luego respondió: “¿Contrarrevolucionario yo? Escuche bien: No hay revolución en el mundo que yo no haya apoyado. Yo apoyé a la revolución ciudadana de Praga de 1968. Yo apoyé a la revolución obrera de Solidarnosc en Polonia. Yo apoyé a la revolución democrática que culminó con la caída del muro en 1990. Yo apoyé a los revolucionarios de Rumania en contra de la tiranía de Ceausescu .Yo apoyé a la revolución naranja de Ucrania de 2004

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y a la de los estudiantes iraníes de 2009. Yo apoyé, aún sabiendo que iban a perder, a los revolucionarios de Túnez, Egipto, Libia y Siria. Y hoy apoyo, a la revolución de los paraguas de Hong Kong. ¿A cuántas de esas revoluciones ha apoyado usted? ¿A ninguna? ¿Y se atreve usted a decirme a mí, pedazo de (...... ) que yo soy el contrarrevolucionario?Debo confesar que ese periodista habló a nombre de muchos. Los que escribimos en Tal Cual habríamos respondido, cada uno en su estilo, de un modo parecido. En ese momento pensé también en aquellos que diciéndose revolucionarios han unido sus destinos con las dictaduras más tenebrosas del planeta. Esos y no otros son los contrarrevolucionarios de nuestro tiempo. Los traidores del socialismo. Los renegados de la historia. Los perseguidores de ideas. Los que niegan la libertad de opinión y de prensa. Los que han cubierto a la izquierda con el barro de la vergüenza para después emputecerla, quizás para siempre.Son también los mismos que intentan decapitar a Tal Cual de la vida política venezolana. ¿Lo lograrán? Creo que no. Con papel o sin papel, Tal Cual cumplirá su papel.

46.¿MADURO CONTRA OBAMA? (15/3/15)Debe quedar claro: las desde hace algún tiempo anunciadas sanciones a siete funcionarios del gobierno venezolano, recién firmadas por Obama el 9 de marzo, no están dirigidas en contra de una nación, ni siquiera en contra de un gobierno. Solo afectan financieramente a siete individuos comprometidos en actos de corrupción –en contra de ideales “socialistas” de su propio gobierno- y de violación de acuerdos internacionales en materia de derechos humanos.La ostensible dilación de la firma de Obama puede ser vista como una oportunidad ofrecida al gobierno venezolano para que este

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enmiende el rumbo de represión dictatorial tomado en los últimos tiempos. Hecho que no ocurrió. Por el contrario, la represión ya alcanza niveles similares a las de las dictaduras militares sudamericanas durante los años setenta del pasado siglo.Resulta evidente que las medidas tomadas en contra de los funcionarios chavistas son respuestas simbólicas a un programa de provocaciones sostenido por el gobierno de Venezuela en contra de los EE UU. Ningún gobernante del mundo, menos el de una potencia mundial, puede dejarse insultar permanentemente por gobernantes de otras naciones con las cuales no se encuentra en litigio ni económico, ni territorial ni militar, sin correr el riesgo de ver disminuida su imagen justo en los momentos cuando enfrenta agudos problemas internacionales.Más aún: las sanciones norteamericanas solo fueron respuestas a sanciones dictadas por el gobierno de Maduro al de EE UU (disminución del personal diplomático, entre otras). Es evidente entonces que Maduro precipitó las sanciones en contra de sus corruptos funcionarios. Sin duda espera sacar de ahí dividendos políticos. La pregunta correcta es entonces: ¿Cuáles son los objetivos que persigue el gobierno Maduro al provocar sanciones de EE UU en su contra?Es necesario tomar en cuenta que el de Maduro, según todas las encuestas, es un gobierno muy impopular. En medio de la por el mismo inducida crisis económica, el régimen afrontará en un futuro cercano elecciones parlamentarias. Si estas tuvieran lugar hoy -aun contando con el monopolio estatal sobre el aparato informativo y la sujeción gubernamental del aparato electoral- ellas llevarían a la derrota más grande experimentada por el chavismo en el curso de toda su historia. Pero si las elecciones tienen lugar en el medio de una “guerra en contra del imperio”, Maduro intentará otorgarles el carácter de lucha por la independencia nacional, en contra de una oposición “apátrida”.Naturalmente, elecciones realizadas en el marco de una (artificial) guerra, en defensa de la “patria amenazada” y bajo el imperio de leyes de excepción (habilitantes), no pueden ser en ningún caso normales. Ahí reside precisamente una parte del juego: Maduro, en condiciones normales, no podría ganar una elección. Requiere por lo tanto “a-normalizarlas”, y si eso no fuera posible, postergarlas hacia un futuro indeterminado.

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¿Ha pisado entonces Obama una trampa tendida por su oponente Maduro, la misma que no pisó Bush cuando era insultado todos los días por Chávez?Quizás en esa pregunta reside la respuesta. Maduro no es Chávez ni Obama es Bush (aunque Maduro quisiera que lo fuera). Todo lo contrario. Maduro, a estas alturas, debe ser uno de los gobernantes menos populares del mundo. En cambio, Obama, es uno de los más populares; aún en Venezuela. Es decir, justo la relación inversa que se daba entre Chávez y Bush. Por lo mismo, si Maduro espera que la ciudadanía venezolana va a agruparse en su torno, puede equivocarse. En medio de la feroz crisis que azota al país, lo menos que puede importar a la mayoría de los habitantes de pueblos y cerros y a los sectores medios de bajos ingresos castigados por la escasez y la inflación, son las dificultades internacionales de Nicolás Maduro.Probablemente Maduro piensa que su enfrentamiento al “imperio” va a contar con el apoyo de los gobiernos latinoamericanos, ratificado en la reciente presencia de UNASUR. Si es así, se engaña. Una cosa es que los gobiernos latinoamericanos miren hacia otro lado cuando son violados derechos humanos y otra es que secunden a un gobierno en la arena internacional. Quizás Evo dirá una palabra hueca en contra del “imperio”. Correa desde el país del dólar, emitirá como siempre una retórica protesta. Y lo que diga la dinastía Ortega a nadie importa pues viene de un régimen que en la mejor tradición de Somoza ha practicado un total entreguismo al capital extranjero. ¿Y Cuba? Cuba es otra historia. Cuba es parte del problema. Efectivamente, si miramos bien el conflicto internacional desatado por Maduro, tiene que ver bastante con las decisiones de Obama con respecto a Cuba.Para nadie es un misterio que la política de apertura de los EE UU hacia Cuba cuenta con poderosos enemigos en EE UU. Las fracciones más recalcitrantes de los republicanos acusan, como ya es costumbre, de debilidad a Obama. Dichas críticas aumentarán mientras más se acerque la fecha definitiva del levantamiento formal del embargo (formal, porque informalmente ya fue levantado)Ahora bien, Obama, al distanciarse aún más de Venezuela, podría matar dos pájaros de un tiro. A los republicanos ofrecería un trueque: aumento de la enemistad con Maduro a cambio de un apoyo al levantamiento del embargo a Cuba. A la vez, a los gobernantes latinoamericanos ofrecerá el mismo trueque pero al

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revés: levantamiento del embargo a Cuba a cambio de un mayor aislamiento internacional del régimen venezolano. Al fin y al cabo, eso deben pensar con seguridad los expertos, ese régimen, el de Maduro, ya se encuentra, con sanciones o sin ellas, en caída libre.Hay, además, un punto adicional que aparentemente no tiene que ver con Venezuela; pero si lo analizamos con cierto cuidado veremos que sí lo tiene. Es el siguiente:Los EE UU se encuentran en medio de dos guerras: una muy caliente, contra los ejércitos del ISIS en el Oriente Medio, y una guerra fría (o tibia) contra la Rusia de Putin. En el marco determinado por esas dos confrontaciones de carácter mundial, el gobierno norteamericano no cuenta por cierto con el apoyo activo de ningún gobierno latinoamericano. Pero tampoco –obvio- desea contar con la colaboración de alguno de esos gobiernos –en este caso, el de Venezuela- con sus enemigos fundamentales.Sabidas son las tendencias del régimen “bolivariano” a vincularse con todas las dictaduras y autocracias del mundo. Sabido es también que las relaciones entre Venezuela y Rusia van bastante más allá de simples acuerdos comerciales. En ese contexto, Venezuela es para los EE UU, dicho literalmente, “una amenaza para la seguridad”. Puede entonces que no haya sido casualidad que el mismo día cuando Obama firmó las sanciones en contra de los corruptos funcionarios de Maduro, partieran desde los EE UU tres mil soldados a realizar ejercicios de combate en las naciones bálticas, después de Ucrania las más amenazadas por el expansionismo ruso. Al fin y al cabo, en un mundo global hay que pensar y actuar de modo global.Afortunadamente para la heterogénea oposición venezolana, los acuerdos electorales básicos tendientes a enfrentar las próximas elecciones legislativas ya han sido alcanzados. Esa alianza deberá -en las condiciones determinadas por el desencadenamiento del más obsceno patrioterismo que haya vivido el país- ser mantenida más allá del plano puramente electoral. 

Se trata en el fondo de un problema de supervivencia.La tentación del régimen venezolano por dar la patada final a la mesa parece ser cada día más grande. Eso significa que para la oposición no solo se trata de ganar las elecciones sino de ganar la posibilidad de las elecciones. Como nunca los protagonismos individuales, las escapadas hacia delante y las soluciones

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mágicas, podrían ser fatales. Si la posibilidad electoral se hunde perderán todos y nadie los salvará. Obama tampoco. EE UU, como toda nación del mundo, solo atiende a sus intereses. Ni Obama, ni ningún otro presidente de la tierra, actúa por idealismo. Ya es hora de que esa verdad tan elemental se sepa.

47.¿DEL DAKAZO AL OBAMAZO? (31/3/15)

Hay que reiterarlo: Barack Obama es el Presidente de EE UU y no el jefe de la oposición de Venezuela. De ahí que las medidas tomadas por su gobierno en contra de siete corruptos funcionarios chavistas no están guiadas por una eventual correlación política de fuerzas en el espectro venezolano. El gesto de enemistad, al declarar a Venezuela una amenaza para los EE UU, tampoco.Obama, evidentemente, escogió el momento para hacer pública su posición frente al gobierno Maduro. Que lo haya hecho en medio de negociaciones mantenidas con el régimen cubano y pocos días antes de la Cumbre de las Américas que tendrá lugar el 10 y 11 de Abril en Panamá, muestra que ha considerado determinadas razones de alcance estratégico, razones que trascienden lejos, muy lejos, a la simple particularidad venezolana.Hay que tener en cuenta que Obama no vive en los tiempos de Bush, enredado en mentiras increíbles para justificar su ominosa invasión a Irak. Tiempos en los cuales hasta dictadores de baja estofa se permitían el placer de lanzar diatribas en contra del gobierno norteamericano.Obama, a diferencias de Bush, es probablemente uno de los presidentes norteamericanos que ha ganado más legitimidad en la

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arena internacional. La restitución de la alianza atlántica en Europa, las alianzas establecidas con gobiernos islámicos en la lucha en contra del ISIS, su distanciamiento con respecto a fracciones de la derecha israelí, sus tensas pero diplomáticas conversaciones con el gobierno de Irán en torno a temas nucleares y militares (los tiempos de las locuras de un Ahmadineyah quedaron atrás), su apertura política hacia Cuba, más la eminente suspensión del embargo y su voluntad de acercamiento amistoso a los países latinoamericanos –incluyendo a los del ALBA- son hechos que demuestran un cambio profundo en la política internacional de los EE UU.La nueva estrategia apunta -lo ha reiterado Obama en diversos discursos- a la sustitución de las relaciones de dominación militar por relaciones de hegemonía política. Eso quiere decir que Obama, sin renunciar al uso de la fuerza, intenta restaurar el valor de la política en el espacio internacional.El nuevo rol de EE UU precisa, sin embargo, de un estatuto simbólico. Por eso mismo Obama debe defender la nueva imagen que busca dar a su nación. Visto así, Obama no puede permitir que un mandatario, cualquiera que sea, insulte a su gobierno todos los días, menos aún si preside un país del que EE UU es su más seguro socio comercial; un país, además, con el que no tiene ningún problema económico, político o militar. ¿Ha llegado el momento de mostrar a Maduro que incluso la paciencia diplomática tiene límites? Así parece.Si vemos el tema desde una perspectiva global, la designación de Venezuela como amenaza para los EE UU tampoco debe sorprender demasiado. El régimen venezolano es en la región el que más se acerca al formato clásico de una dictadura. Y los regímenes dictatoriales o simplemente autoritarios han sido siempre, en todas las latitudes, amenazas para la paz externa. Más todavía si un régimen no oculta su atracción por casi todas las dictaduras enemigas (reales o potenciales) de los EE UU.Habría que ser muy ingenuo, por ejemplo, para no darse cuenta de que la política de Obama frente a Caracas tiene que ver con Moscú mucho más de lo que a primera vista parece. Frente a Rusia hay ya una Guerra Fría no declarada por la OTAN. Pese a eso, Obama no busca aliados en América Latina. Lo que sí quiere, y desde su óptica tiene toda la razón, es no tener más enemigos.Probablemente el gobierno de Obama anhela que las relaciones entre Venezuela y los EE UU sean las más normales posibles.

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Con mayor razón en tiempos marcados por conflictos al lado de los cuales el que existe (si es que existe) con Venezuela es solo una migaja. Que esa normalidad también conviene en la práctica al gobierno Maduro, pero no a su falso discurso “antiimperialista”, es un factor con el cual seguramente contaba la administración norteamericana.No es errado pensar entonces que la declaración de enemistad al gobierno de Maduro es un punto encuadrado en un marco estratégico destinado a configurar la futura política de los EE UU con respecto a toda América Latina.La apertura hacia Cuba, por un lado, y la muestra de enemistad hacia el gobierno de Venezuela, por otro, son indicadores que muestran diseños de esa nueva política. A través de ella Obama intenta dejar claro que los EE UU están dispuesto a colaborar con todos los gobiernos de la región, cualquiera sea su orientación ideológica, siempre y cuando estos no lleven a cabo acciones de hostilidad en su contra.Ahora, si un gobernante como Maduro busca extraer capitales políticos nacionales a través de una sostenida campaña de hostilidad hacia EE UU, deberá naturalmente contar con las consecuencias. Ese parece ser desde ya el mensaje que Obama llevará a la Cumbre. Un mensaje que naturalmente no solo será dirigido a Venezuela sino, además, a todos los gobiernos de la región.Para determinadas fracciones de la oposición venezolana, las que en su narcisismo político imaginan que el mundo comienza y termina en Venezuela, la posición de Obama respecto al gobierno de Maduro o les ha parecido un grave error o la han saludado como un gran gesto de solidaridad. Ni lo uno ni lo otro. Al tomar posiciones frente a Maduro, Obama no consideró demasiado la correlación de fuerzas al interior de Venezuela. Pero no tenía por qué hacerlo. Su actitud no deriva de un asunto táctico inmediato. Forma parte, reiteramos, de una estrategia global destinada a ser medida en plazos largos.Probablemente la administración estadounidense tenía previsto que Maduro iba a reaccionar como reaccionó. En medio de la crisis económica más profunda vivida en el país, del más grande descrédito internacional y de la corrupción más desenfrenada, era obvio, casi natural, que Maduro llevaría a cabo una campaña patriotera como no se recuerda en América Latina desde los tiempos cuando el general Galtieri desató la guerra de las

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Malvinas (1982) solo para reconquistar la popularidad perdida por la dictadura militar de su país. Sin embargo, puesta esa reacción al lado de la importancia que para EE UU reviste marcar las líneas de una estrategia política continental, no hay como perderse: Obama no puede ni debe subordinar su política continental a los intereses ni de la oposición venezolana ni de ninguna otra. Si así lo hubiera hecho, habría cometido de verdad un acto de injerencia.En otras palabras: nos encontramos frente a un problema dividido en dos dimensiones: una internacional, donde los EE UU no pueden sino hacer lo que están haciendo, y otra muy local, en donde un gobierno antidemocrático enfrenta a una masiva oposición que intenta movilizar fuerzas y obtener un triunfo electoral decisivo. Ambas dimensiones, la internacional y la local al ser distintas no son necesariamente compatibles. Y con esa incompatibilidad deben contar tanto el gobierno como la oposición de Venezuela.Desde la dimensión local, la política internacional de Obama parece favorecer, por lo menos durante un breve lapso, a Maduro y sus huestes. A fin de reconquistar la popularidad perdida, el gobierno Maduro, siguiendo la lógica Galtieri, ha trazado una línea demarcatoria que intenta sustituir a la contradicción entre “burguesía y pueblo” por otra formada por “patriotas” y “antipatriotas”. O dicho de este modo: así como en vísperas de las elecciones municipales del 2013 Maduro declaró una artificial guerra económica, antes de las elecciones parlamentarias del 2015 ya ha declarado una no menos artificial guerra patria frente al peligro de una invasión que, naturalmente, nunca tendrá lugar.En la primera “guerra” Maduro llamó a saquear tiendas comerciales, acción conocida como el Dakazo. Durante la segunda “guerra” llama a la movilización nacional, recogiendo “millones” de firmas en contra de Obama. ¿Estamos entonces frente a un “Obamazo”? Todo indica que Maduro camina en esa dirección.El eventual “Obamazo” persigue, además, otro objetivo, a saber, dividir más a la oposición de lo que de hecho ya lo está. En efecto, el patrioterismo desatado por Maduro ha cavado nuevos surcos en el amplio campo opositor. Por de pronto ya es posible detectar dos polos antagónicos. A un lado los “nacionalistas” dispuestos a posponer diferencias con el gobierno en aras de la nación amenazada. Al otro lado los “pro-intervencionistas”, dispuestos a

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entender el discurso global de Obama como una mera táctica destinada a derribar al gobierno venezolano.Probablemente hay dentro del nacionalismo opositor quienes piensan que la “cuestión nacional” no debe ser regalada al gobierno. En principio, dicho planteamiento podría ser correcto. Lo que evidentemente no es correcto es plegarse al discurso del gobierno aduciendo que Venezuela es un país que no amenaza a nadie, asumiendo así, objetivamente, la retórica del “antiimperialismo” oficial.Lo mismo ocurre con el sector “pro-intervencionista”: al imaginar que Obama busca el derribamiento del gobierno, asume positivamente el mismo discurso de Maduro. No deja de llamar la atención en ese punto, como columnistas que en el pasado reciente habían dedicado largas parrafadas en contra de Obama, acusándolo de débil, de populista, de izquierdista y hasta de islamista, se han convertido, de la noche a la mañana, en fanáticos “obamistas”.Entre los dos polos extremos (el nacionalista y el pro-intervencionista) existe, sin embargo, una amplia franja opositora que ve en la línea demarcatoria trazada por Maduro una simple maniobra destinada a desviar la atención con respecto a las calamidades sociales provocadas por el gobierno, un intento más para tapar los escándalos financieros, las fortunas depositadas en bancos norteamericanos, las fabulosas cuentas de personeros chavistas en los bancos de Madrid y Andorra, más lavados de dinero, tráfico de drogas, contrabando y otras exquisiteces similares.Del mismo modo, y en ese punto parece haber consenso mayoritario en la oposición, la lucha por la liberación de los presos políticos ha sido continuada, más allá de que existan desacuerdos políticos con algunos dirigentes en prisión. La lucha por una nación sin presos políticos –eso es muy importante decirlo- también pertenece a “la cuestión nacional”. Tiene que ver con la imagen de Venezuela en el mundo. Y en estos momentos esa imagen es francamente desastrosa.Fue el ex presidente de Costa Rica, Óscar Arias, quien formuló la tesis de que en una democracia no puede haber presos políticos. Dicho en sentido inverso, cuando en una nación ya no hay presos políticos, recién podemos hablar de democracia. Ahora, si tomamos en cuenta que una nación democrática no es una amenaza para nadie y a la vez se quiere que Venezuela no sea

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catalogada como amenaza externa, es necesario luchar por la democratización del país. La cuestión nacional pasa por la cuestión democrática y esta última pasa a su vez por la liberación de todos los presos políticos. A diferencia de la lógica matemática según la cual el orden de los factores no altera el producto, en la lógica política sí lo altera. Con la liberación de los presos políticos comienza la invulnerabilidad internacional de Venezuela. Ese es el punto.

48.A PROPÓSITO DE UN ARTÍCULO DE OLGA K. (2/5/15)Para que no se me enreden los dedos voy a escribir Olga K en vez de Olga Krnjasky.Y voy a escribir un artículo sobre un artículo suyo: El de Olga, un artículo-estampida. Uno de esos que salen disparados desde el alma y se reproducen como conejos al interior de las redes. ¿Por qué lo haré? Porque creo que el suyo es un artículo que lleva a pensar más allá del artículo. Si no fuera así solo me limitaría a recomendarlo. Por eso, más que escribir sobre, voy a escribir a propósito del artículo de Olga K titulado “A los chavistas que están aquí y a los opositores que se fueron”.El primer punto al cual me voy a referir tiene que ver con el aquí y el allá de lo político. Un aquí y un allá que hace referencia a la localización de lo político y que me hizo recordar automáticamente una tesis de Hannah Arendt. La política, decía ella, ha de tener lugar siempre en el aquí y en el ahora.Aquí y ahora significa practicar la política en un espacio y en un tiempo determinado. Arendt pensaba evidentemente en la polis griega. El debate político que tenía lugar en el ágora no se refería a temas abstractos, sino al aquí y al ahora de la vida ciudadana. ¿Hemos de declarar la guerra a los espartanos después que se unieron a los persas? ¿Hemos de permitir que Sócrates vague por las calles sembrando dudas entre los más jóvenes? ¿Hemos de

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permitir que la populista Aspasia (esposa de Pericles) quiera controlar a todos los asuntos de la ciudad?La política es existencial; es “cosa viva”; no puede ser jamás separada de sus coordenadas de tiempo y lugar. La política, en síntesis, “se hace”.Pero una cosa es hacer a la política y otro –este fue el punto que faltó precisar a mi estimada Olga K- es opinar sobre política, ya sea de modo oral o escrito, sobre cualquier país del mundo. Lo digo, pues a través de una primera lectura, pareciera que Olga K niega a los venezolanos que se han ido la posibilidad de emitir opiniones sobre la política de su nación.Por supuesto, nadie puede –en sentido estricto- hacer política desde fuera de su país, pero desde fuera sí se puede opinar sobre política tan bien o a veces mejor que desde dentro.Yo mismo he escrito muchos artículos sobre Bolivia, Chile, Cuba, España, Venezuela e incluso sobre Rusia, a pesar de que desde hace más de veinte años nadie me ha visto cerca del Kremlin.Estimo incluso que para un analista político, analizar la política interna de diversos países no solo es un derecho; es, además, un deber. Mas, al opinar, estoy conciente de que cuando escribo sobre los países nombrados, no estoy haciendo política. Por lo tanto, si Olga hubiera hecho la obvia distinción entre el hacer y el opinar –tal vez por obvia no la hizo- habría evitado algunos injustos ataques a su persona.Opinar sobre política desde el exilio o destierro o simplemente desde otro país, es un derecho, y en mi caso, un deber profesional. Hacer, o creer que se hace política desde fuera, es una estupidez. Lo sé por experiencia.¿Deberé recordar el tiempo del exilio chileno cuando algunos que ni siquiera habían rozado la superficie política te querían dar lecciones sobre lucha armada? Muchos, evidentemente, hablaban desde la voz de su propia e injustificada culpa. Por el contrario, quienes de verdad nos habíamos metido hasta el cuello en esa terrible historia, sabíamos que hacer política desde fuera es casi siempre una imposibilidad. Por eso solo nos limitábamos a opinar. Amigos cubanos me han contado historias parecidas sobre la tragedia de su propio exilio. En el caso venezolano he sabido de algunos que desde fuera del país llaman a no votar y a morir en las calles. Una segunda lectura más detenida del texto de Olga muestra que a esos y no a otros

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van dirigidos los dardos de Olga K. Y con razón. Más todavía si se tiene en cuenta que la gran mayoría de los venezolanos que se han ido de su país no son, en el exacto sentido del término, refugiados políticos.La segunda parte del artículo de Olka K donde se dirige directamente a los chavistas descontentos es, según mi opinión, la más interesante. En lugar de saludar algunos llamados que estos chavistas  arrepentidos han hecho a no votar en las próximas elecciones, Olga los desafía a tomar posiciones definidas, exigiéndoles que asuman su responsabilidad con el desastre que vive la nación. En ese punto Olga se distancia de dos posiciones predominantes en el seno de la oposición. Una es la de insultar a los ex -chavistas desde el altar moral de una pureza absolutamente injustificada. La otra es la de tratarlos con cuidado para que no se vayan a asustar y vuelvan al redil. Ni lo uno ni lo otro. Olga los toma en serio como entes políticos y los llama a debatir públicamente sus posiciones.En cierto modo, pese a la emocionalidad con la cual escribe, el espíritu que mueve el artículo de Olga K es, objetivamente visto, más unitario que divisionista. Pero en contraste con la unidad por la unidad proclamada por algunos candorosos de la política, Olga llama a practicar una unidad entre distintos, manteniendo las diferencias, pero en función de una convergencia que ponga fin, electoralmente, al gobierno de Maduro. Por lo mismo, Olga no les habla a los ex chavistas desde una oposición indiferenciada sino desde una oposición dividida, reconociéndose ella, a sí misma, como un miembro de solo una parte y exponiendo si tapujos, y de modo muy radical, sus diferencias con la otra parte de la oposición. En cierto modo, en su mensaje a los chavistas arrepentidos, ella llama, menos que a una unidad, a una alianza en contra de un enemigo común.La diferencia entre unidad y alianza es fundamental. En la unidad desaparecen las diferencias, en una alianza son mantenidas. Más aún, ellas son una condición de la alianza. ¿Cómo podría haber una alianza sin posiciones diferentes?Sin sistematizar el contexto político venezolano, queda claro, a través de su llamado a los chavistas arrepentidos, que Olga ha dicho una verdad del tamaño de una catedral, pero a la vez, una verdad que nadie quiere aceptar:En la Venezuela de hoy no hay una lucha entre dos posiciones, como quieren creer la mayoría de los observadores

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internacionales. Hay un chavismo duro, hay un chavismo potencialmente disidente, hay una posición democrática y electoral representada por la MUD y hay un radicalismo opositor anti-MUD –el que según Olga K comparte afinidades culturales con el chavismo- que se hace presente con virulencia dentro de la propia MUD.Cuando Maduro ya no esté más en el gobierno, esas cuatro posiciones se separarán entre sí e iniciarán una lucha cuyos alcances son por el momento impredecibles. Es decir, después de mucho tiempo, volverá a aparecer la política con todas las pendencias y antagonismos que siempre la acompañan. En buena hora.El llamado de Olga K va destinado a que se reconozcan, no después, sino aquí y ahora, y de una vez por todas, esas diferencias, tanto las internas como las externas. En ese punto creo que ella tiene razón: Sin diferencias no hay política y sin política no hay democracia. Las diferencias son la sal de la política.Ver artículo de Olga K enhttp://polisfmires.blogspot.de/2015/04/olga-krnjajsky-los-chavistas-que-estan.html

49.POLÍTICA DE LA RESPONSABILIDAD (11/5/15)Con la sensatez que siempre lo caracteriza, el escritor nicaragüense Sergio Ramirez decidió romper una lanza a favor del presidente Manuel Santos en su artículo titulado: “Si quieres paz, prepárate para la paz” (El País, 5.05.2015). Lo ha hecho en momentos en los cuales arrecia el huracán de críticas contra Santos por seguir manteniendo conversaciones con las FARC. Después de la masacre del Cauca con un saldo de diez soldados

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muertos, los maleantes de las FARC han dejado, en verdad, mal parado a Santos.Pero el razonamiento de Ramirez es claro: Citemos: “¿Qué hay al otro lado de la paz sino la guerra? ¿Cuál es la propuesta de quienes quieren que el proceso de La Habana fracase? Porque si las conversaciones se suspenden, lo único que habrá será más combates, más muertos, más desplazados de sus hogares, más penurias y sufrimientos de la población campesina”.Concuerdo plenamente con Ramírez. La política, él lo sabe, no es un lugar habitado por ángeles del Señor. Es por eso que cuando tomamos partido a favor de una opción, no lo hacemos casi nunca por la que más quisiéramos sino por la menos peor. Saber detectar donde está el mal menor es responsabilidad de la inteligencia de cada cual.“La política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo”, dictaminó Max Weber. Dictamen válido para los profesionales políticos pero con mayor razón para quienes comentamos los avatares de la política.Quizás ya ha llegado la hora de decirlo: Los que opinamos por escrito seremos leídos por otras personas, entre ellas, algunos jóvenes. Jugamos un papel, por mínimo que sea, en el proceso de formación de opiniones. Eso obliga a pesar cada palabra, a ser responsable con cada frase que escribimos. Y una de esas primeras responsabilidades parte de la premisa sustentada por Ramírez: “¿Cuál es la otra propuesta?” No hacer esa pregunta y escribir solo para dar rienda suelta a nuestras emociones, sería una gran irresponsabilidad.¿Cuál es la otra propuesta? Es la misma pregunta que me he hecho al leer a diversos columnistas de la oposición venezolana cuando atacan a la única organización política unitaria que tienen: la MUD.  Naturalmente, cada uno está en el derecho de estar a favor o en contra de algo. Si esos columnistas piensan que la vía electoral conduce al fracaso, o si creen que hay que aplicar “diversas vías de lucha”, es su deber formularlo. Pero también deben decir dónde están las multitudes esperando ser convocadas a las calles. Dónde está el sindicato A B o C.  Dónde están los organismos de masas, los comandos populares, las comunidades campesinas, la gente dispuesta a morir por la patria, los generales demócratas. Si no lo dicen, cualquiera tiene el derecho a pensar

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que esos columnistas no son más que una tropa de exaltados mentales.En los momentos límites de la política los caminos no se “eligen”. Ahí se hace lo que se puede de acuerdo a lo que se tiene. Llamar a las calles sin saber a quienes se llama y sin siquiera nombrar a las próximas elecciones parlamentarias es, por decir lo menos, un acto de enorme irresponsabilidad. Una tan grande como la de los críticos de Santos cuando llaman a continuar la guerra.Recuerdo, al escribir estas líneas, cuando en una de las últimas reuniones de la fracción disidente del MIR chileno en Concepción, pocos días antes del golpe de 1973, nos llegó una comunicación del Partido Socialista de la región conteniendo un llamado a la insurrección armada. “Esa gente está loca”, fue mi comentario. “Quizás no”, dijo otro. “Quienes así escriben deben tener por lo menos a tres batallones al lado suyo”.No tenían a ninguno.

50.LA DICTADURA (20/5/15)Para ponernos de acuerdo: El concepto dictadura tiene una connotación precisa. Es un concepto en primer lugar jurídico y en segundo lugar político.Desde el punto de vista jurídico, dictaduras son todos los gobiernos que de modo no excepcional sino permanente desconocen la división de poderes de modo que el legislativo y el judicial son integrados al ejecutivo. La dictadura es antes que nada una forma jurídica de gobierno.Desde el punto de vista político, la dictadura implica la puesta en forma de su condición jurídica, vale decir, es la dictadura en ejercicio. Dicho ejercicio al no ser puesto en forma de modo político, solo puede serlo de modo policial y militar, a través de una represión no ocasional sino sistemática y permanente. La oposición, al no encontrar canales institucionales será obligada

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a convertirse en disidencia y en casos más agudos (supresión definitiva de las elecciones) en resistencia.El concepto dictadura no puede ser usado como metáfora ni como analogía. Para poner un ejemplo, la ideología marxista-leninista definía como dictaduras a todas las democracias. La democracia solo era una cobertura para ocultar una dominación de clase. Suponiendo que eso hubiera sido cierto, los marxistas-leninistas confundían dos conceptos: el de dominación social y el de dictadura. Pero el concepto de dictadura no es social.Tampoco una dictadura puede ser definida por su grado de violencia o maldad. No es necesario que existan campos de concentración, ni torturas, ni asesinatos para hablar de dictadura. El concepto de dictadura no es moral.Una de las confusiones más grandes reside en la creencia de que toda dictadura, para serlo, debe ser total. Por eso debe ser dicho de modo muy preciso: si bien todo régimen totalitario es una dictadura, no toda dictadura es totalitaria.Entendemos por dictadura total o totalitarismo la apropiación definitiva de la sociedad (incluyendo espacios privados y culturales) por el Estado. Dictaduras totalitarias fueron la nazi, la comunista durante Mao y Stalin, las sudasiáticas del siglo XX , Corea del Norte hoy, la teocrática iraní durante Khomeini, la de Cuba durante Fidel Castro, y otras.Ahora, lo que sí es evidente es que en cada dictadura se esconde un proyecto totalitario. La de Franco en Europa y la de Pinochet en Chile por ejemplo, intentaron convertirse en totalitarias, pero fracasaron. El Estado integral franquista y el Estado gremial portaliano no pudieron ser impuestos debido a la incapacidad o renuncia de esas dictaduras para apropiarse de todos los espacios económicos, sociales y culturales. Ambas, en sus tramos finales, al no poder ser totalitarias, solo fueron parciales. Aunque reiteramos: la condición de dictadura parcial no tiene nada que ver con el grado de crueldad puesto en práctica.La dictadura totalitaria, digámoslo así, es una dictadura perfecta. En ese sentido la gran mayoría de las dictaduras de nuestro tiempo han sido imperfectas lo que no impide calificarlas como dictaduras. Para seguir con ejemplos, la dictadura cubana, gracias a sus contactos con “el imperio”, ha evolucionado desde la perfección totalitaria a la imperfección dictatorial.  Por supuesto, mientras más imperfecta sea una dictadura, más cerca estará de su fin.

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¿Cuándo termina una dictadura? Desde el punto de vista jurídico, con la instauración de la división de los tres poderes del Estado. Desde el político, con la subordinación al Estado de Derecho de los poderes de hecho. Me refiero principalmente a los policiales y a los militares.

51.MADURO Y LAS ELECCIONES DE ESPAÑA (25/5/15)

No es la primera vez que acontecimientos ocurridos en un país latinoamericano juegan un rol activo en la política de un país europeo. La revolución cubana fue en los sesenta un símbolo de los movimientos estudiantiles. El golpe de Estado en Chile levantó olas de solidaridad en los setenta. Los sandinistas encandilaron el tercermundismo europeo en los ochenta.No debe extrañar entonces que la “revolución bolivariana” también tenga repercusiones en Europa. Pero esta vez en sentido negativo. Pocas veces un gobierno latinoamericano ha sido mirado con tantas desconfianza en Europa como el de Maduro. Sin el propósito de comparar a Maduro con Pinochet –son fenómenos muy distintos– lo cierto es que desde la época del dictador chileno ningún gobierno latinoamericano ha provocado tanta aversión en la política europea como el de Maduro.A diferencias del joven Fidel Castro quien supo llegar al corazón de las socialdemocracias, a Maduro lo rehuyen como gato con tiña. Cierto, Pinochet tenía a su Thatcher así como Maduro a su Putin. Pero las “amistades peligrosas” en lugar de abrir puertas suelen provocar portazos.

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Lo dicho es importante: Pocas veces un gobierno latinoamericano ha tenido tanta incidencia en un país europeo como Maduro en las elecciones comunales del 24. 05. 2015 en España.Por de pronto, Maduro se convirtió en el mejor colaborador del PP y de Rajoy.Cuando el tema de la corrupción arreciaba y el desprestigio del PP era enorme, Maduro insultó al gobierno hispano acusándolo de conspiración y terrorismo. La reacción de la opinión pública española no se hizo esperar. Una cosa es que la oposición ataque a su gobierno y otra es que ese gobierno sea atacado por otro gobierno. Rajoy, sin mover un dedo, logró que incluso sus contrarios lo apoyaran frente a las agresiones de Maduro.Aún más agradecidos con Maduro deben estar los del PSOE. El desastre electoral que se les avecinaba parecía imparable. Pero a última hora, gracias a Maduro, el PSOE logró frenar la crisis. Más allá de que Felipe Gonzáles ha sido siempre un político comprometido por los derechos humanos, Maduro le brindó la posibilidad de matar a tres pájaros de un tiro.Primero: al asumir la defensa de Leopoldo López y Antonio Ledezma, González devolvió al PSOE una parte de su identidad democrática perdida gracias a la complacencia de la fracción Zapatero-Moratinos.Segundo: logró desplazar al PP y sobre todo a Aznar como actores principales en la lucha por la democracia internacional.Tercero: logró descolocar a Podemos desatando una controversia interna entre “duros”, cuyas filiaciones con el gobierno de Venezuela son evidentes, y “centristas” que buscan una expansión de tipo socialdemócrata.Naturalmente, el rol de Maduro no fue determinante –elecciones comunales no pueden ser ganadas con temas internacionales- pero sí, influyente. La crisis del PSOE es estructural y el espacio que ha encontrado Podemos para transitar es muy grande. Podemos obtuvo una alta votación, pero no fue apoteósica como podría haber sido si el “factor Maduro” no hubiera intervenido en su contra.No se sabe bien si son solo los cubanos quienes aconsejan a Maduro. Lo que sí se sabe es que su gobierno pasará a la historia como uno de los que más esfuerzos ha hecho para trabajar en contra de sí mismo.

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52.LA UNIDAD POLÍTICA (27/5/15)

Para partir desde lo más elemental: Si hablamos de unidad política tenemos que hacerlo en la perspectiva de una unidad de las diferencias. Entre no-diferentes no puede haber unidad porque por definición están unidos. La unidad surge precisamente de las diferencias. Por eso mismo las diferencias no desaparecen con la unidad sino que se mantienen, aunque subordinadas, a los puntos que llevan a contraerla. La unidad, por lo tanto, solo rige con relación a los puntos unitarios y nada más.

En el sentido expuesto toda unidad política implica una alianza. A la vez, toda alianza tiene lugar bajo un pacto. Un pacto es contraído por dos o más partidos en función del cumplimiento de un objetivo común. Sin embargo, no todo pacto implica una alianza. En política como en la guerra puede haber pactos entre fuerzas enemigas. Los pactos al interior de una alianza, en cambio, están determinados por un objetivo común. En política un objetivo común supone la existencia de un enemigo común. Con la derrota de un enemigo común termina el pacto y las alianzas deben ser renovadas en función de otros objetivos, o simplemente finiquitadas. En política no hay matrimonios por amor, todos son por conveniencia.

Las alianzas unitarias pueden ser de carácter defensivo u ofensivo. En el vocabulario político las alianzas defensivas reciben el nombre de frentes (ejemplo, los Frentes Populares antifascistas aparecidos en la Europa de los años treinta). No hay frentes ofensivos. Cuando las alianzas políticas son realizadas en términos electorales, son defensivas y ofensivas a la vez. Defensivas son cuando se

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trata de agrupar a fuerzas dispersas. Ofensivas, cuando llega el momento de la batalla electoral.

Una alianza de partidos no puede ser regida con los mismos criterios que un partido político. Eso supone una dirección colegiada de carácter permanente en donde deben ser debatidas diversas acciones comunes. Luego, las divergencias dentro de una alianza no solo son posibles sino, además, necesarias. Sin embargo, hay dos tipos de divergencias: las que se refieren a temas que no están contemplados en el pacto común y las que dicen relación con el pacto. El no acatamiento de las condiciones que hacen al pacto pone en peligro a la unidad en su conjunto.

Si un partido de una alianza, el que estando de acuerdo en luchar en contra del enemigo común, diverge radicalmente de las formas, métodos y estrategias de lucha con respecto a los otros partidos de la alianza, tiene dos posibilidades. Una es poner término al contrato que lo llevó a la alianza y convertirse en una fuerza política independiente. La segunda es actuar solo en determinados puntos de modo unilateral y en otros de modo multilateral, posibilidad que precisa del consentimiento de los demás miembros de la alianza. Si ese caso se da, una acción unilateral nunca deberá ser realizada en nombre de la alianza común, sino solo en nombre del partido unilateral. Para poner un ejemplo: si un partido convoca a una acción con la cual no están de acuerdo o no han sido consultados los demás partidos, su convocatoria solo podrá ser dirigida a los seguidores de ese partido. Hacerla extensiva a otros partidos significa usurpar las funciones de la dirección política común.

En general las alianzas unitarias no siguen solo las rutas dictadas por directivas colegiadas. Si así fuera, las alianzas políticas serian simples organizaciones burocráticas. Es por eso que las funciones de la dirección colectiva suelen asumirlas, en determinadas circunstancias, los llamados líderes, es decir personas que por su historial, prestigio o carisma, les son concedidas atribuciones para convocar al conjunto unitario sin previa consulta ni deliberación. Pero hay, como es sabido, dos tipos de líderes. Los líderes generales y los líderes sectoriales. Los primeros son reconocidos por el conjunto de sectores que forman una alianza (por ejemplo, Perón o Chávez). Los segundos son solo líderes de un partido o de un movimiento. Por lo tanto,

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como ocurre en el caso de los partidos unilaterales, dichos líderes no tienen ningún derecho a imponer liderazgo sobre otros partidos o movimientos que no los reconocen como líderes.

Los auténticos líderes son líderes unitarios, es decir, los que han sido capaces de aunar diversos desacuerdos en función de denominadores comunes, sean programáticos o simplemente simbólicos. Por esa misma razón, los auténticos líderes han llegado a serlo porque fueron los primeros en respetar la unidad de las fuerzas que dirigían o representaban. Gandhi o Mandela por ejemplo, ejercieron indiscutido liderazgo gracias a la capacidad que poseían ambos para producir acuerdos entre las diferentes discordias de sus respectivos movimientos. Ellos entendieron que hacer política significa dominar, antes que nada, el arte de sumar. Los que quieren ser líderes y solo conocen el arte de restar, nunca serán líderes.

Y para terminar, un twitter de la profesora María Isabel Puerta: “De nada sirve hablar de Unidad sin practicarla. La Oposición es un compromiso, no una fachada”.

53.ÉPICA Y POLÍTICA (2/6/15)Si nos tomamos el trabajo de analizar algunos de los cientos de libros y artículos escritos sobre populismo (podría ser fascismo, comunismo o cualquier ismo) encontraremos múltiples tipologías y, por supuesto, modelos. Rara vez el fenómeno es analizado a partir de la persona populista. Pero si partimos de una premisa elemental, la de que no ha habido nunca un movimiento populista sin caudillo populista, dicha omisión no puede ser más absurda. Sin caudillo populista no hay, efectivamente, populismo. El populismo es en primera y última instancia, caudillismo.

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Para precisar: Cuando escribo caudillo no estoy hablando de un simple dirigente. El caudillo es un personaje épico, es decir, un ser rodeado de una leyenda con profundas raíces hundidas en la imaginación popular.No se trata de alguien carismático en sentido weberiano, esto es, de alguien dotado de poderes que provienen de una remota tradición. Basta solo que su épica sea reconocida por la historia oficial de una nación. ¿Ejemplos?: Lenin, 1917, regresando a Rusia desde Alemania en un tren blindado; Mao, 1935, encabezando una “larga marcha” de campesinos; Fidel Castro, 1956, desembarcando del Granma con sus apóstoles mal armados; Lula, 1975, el sindicalista organizando al proletariado automotriz de Sao Paulo; Walesa, 1980, el electricista saltando las alambradas de los astilleros de Gdansk. Esos son personajes épicos. La épica ha sido en no pocas ocasiones la base de la política caudillista.La política, sobre todo la fundacional, no puede prescindir de momentos populistas y el populismo no puede prescindir del caudillismo épico. Así nos explicamos por qué el populismo matriz de la historia latinoamericana, el peronismo, surgió de la épica de un matrimonio feliz. A un lado Juan Domingo, el oficial encarcelado en la isla Martín García por militares oligarcas (1945) y después liberado gracias al pueblo redentor reunido en la Plaza de Mayo. Al otro, Evita, la linda copitenera que desde el gobierno se transformó en la “virgen de los pobres”.El ejemplo peronista ha sido emulado por los populistas del siglo XXl. Evo, si se hubiera presentado como lo que era, un simple dirigente cocalero, no habría ganado jamás una elección. Pero al hacerlo en representación de la indianidad boliviana se transformó en un político invencible. Daniel Ortega, uno de los gobernantes más corruptos del continente, vive todavía de la renta de su pasado guerrillero. Hugo Chávez también construyó con talento su épica. El sangriento intento de golpe de 1992 con el cual inició su vertiginosa carrera es celebrado por sus huestes como el inicio de la gesta que pondría punto final a la Cuarta República. A la inversa, el mismo ejemplo venezolano muestra con claridad el destino de la épica cuando esta es montada sobre la base de un personaje carente de épica. Me refiero al caso del gobernante Nicolás Maduro, a diferencias de Chávez, un anti-épico radical.Maduro no ha logrado construir una épica. En términos de Maquiavelo, su presidencia es hija de la fortuna y no de la virtud.

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Nunca ha librado una batalla, jamás ha realizado un gesto heroico. Incluso su intento de aparecer como el “primer presidente obrero” fracasó, entre otras cosas porque jamás dirigió -quizás nunca participó- en una huelga. Fue un subalterno, un hombre de partido, un segundón. Un caudillo no lo fue ni lo será. Problema grave para el chavismo. Pues si el populismo solo puede funcionar gracias a la existencia de un caudillo épico, el destino del chavismo bajo Maduro será fatal.En un leve lapso, el de Maduro, el chavismo ha sufrido una profunda mutación. Ya no es un movimiento social y el gobierno populista ha pasado a ser un gobierno militar pretoriano, uno más de los tantos que han arruinado la democracia en América Latina.La épica, por el contrario, la están gestando los actuales líderes de la oposición. Leopoldo López, Lilian Tintori, María Corina Machado. Henrique Capriles a su vez, quien ha realizado campañas electorales épicas, no haciendo marchas grandiosas, se solidariza día a día con los pobres en una actividad febril hecha desde la “Venezuela profunda”, una que desde la Plaza Altamira no se puede ver. Esa épica es otra épica: no es espectacular, pero a la larga será muy efectiva . Por supuesto, la épica no basta para la gestación de un gran movimiento social. Perón o Chávez tuvieron éxito porque conectaron su épica personal con las demandas de los más pobres dándoles a ellos un sentido simbólico de poder. Eso quiere decir: la épica de los líderes de la oposición venezolana solo tendrá éxito si logran el apoyo de gran parte de ese pueblo que ayer siguió a Chávez y luego enfilan todos unidos hacia la próxima batalla: la conquista de la Asamblea Nacional. Si eso no ocurre, esos líderes serán personas heroicas, pero no históricas.La diferencia no es leve: la historia oficial de todos los países está plagada de héroes derrotados. En la historia política, en cambio, la heroicidad por si sola no cuenta. No todos los héroes hacen historia.

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54.LO SECRETO Y LO PÚBLICO EN LO POLÍTICO (19/6/15)Hablar de política no pública es un contrasentido. La política es cosa pública por definición. Hablar de política secreta es parecido a decir en una sola palabra “bueno-malo”. Algo definitivamente imposible.Eso no significa, sin embargo, que todo lo que se dice en política debe ser conocido en detalle por el público. Pues la política no solo es pública. Es, además, representativa, y al ser representativa, es delegativa. Con nuestros impuestos pagamos a determinados ciudadanos para que nos representen en diferentes espacios a los cuales no tenemos acceso, incluyendo las dimensiones secretas de la política que son, predominantemente, las de la diplomacia.Entonces podemos afirmar: la política como cosa pública contiene dos dimensiones: la pública propiamente tal y la secreta. Eso significa que para que la dimensión secreta tenga un valor político, debe encontrarse al servicio de la cosa pública y, en consecuencias, subordinada a ella.Los diálogos, las conversaciones y sobre todo las negociaciones, no pueden ser conocidas por todo el público (ciudadanía). Eso es evidente. Pero el público sí debe y puede conocer el objetivo y el sentido que poseen los intercambios no públicos en la política. Si eso no es así, quiere decir que la política está siendo llevada a cabo sin el conocimiento del público. Y bien: eso es lisa y llanamente abuso de poder. Es también una práctica anti-política y, por ende, anti-democrática.Vale la pena diferenciar entre objetivo y sentido de la política. Es muy sencillo: El objetivo responde a la pregunta del “para qué”. El sentido a la pregunta del “por qué”. Expliquémonos con ejemplos:Cuando Ángela Merkel conversa con Vladimir Putin, además de hablar acerca del clima, lo hacen sobre temas existenciales de la política europea.¿Para qué? Para asegurar las condiciones de la paz. ¿Por qué? Porque esa paz, desde que Putin invadió Crimea, se encuentra, por lo menos en una parte de Europa, en peligro. Y bien, ese “para qué” y ese “por qué” (objetivo y sentido) son conocidos por casi todos los habitantes de Europa. Lo que, y cómo, se conversa, es, por supuesto, secreto. Lo importante es que el “por qué” y el “para qué” sean de conocimiento público. Lo

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secreto se encuentra, en este caso, al servicio, y por lo tanto, subordinado a lo público.Podríamos dar otros ejemplos: Todos sabemos “para qué” y “por qué” el gobierno colombiano dialoga con las FARC. De la misma manera, todos sabíamos que las múltiples conversaciones que tenían lugar entre delegados cubanos y estadounidenses tenían como objetivo levantar el embargo y, como sentido, un mejoramiento de las relaciones entre los EE UU y América Latina.Ahora bien, si nos hemos extendido en este preámbulo se debe a lo siguiente: el 16 de Junio de 2015, dos representantes de gobierno, Diosdado Cabello, Presidente de la Asamblea Nacional venezolana (investigado en los EE UU por tráfico de drogas) y el consejero de Estado norteamericano, Thomas Shannon, se reunieron en Haití para conversar no solo sobre temas que nadie conoce, sino, además, cuyos objetivos y sentidos son, hasta el momento, secretos.Si el gobierno venezolano eleva el secretismo a política de estado no puede sorprender a nadie que conozca la deriva anti-democrática que dicho gobierno ha venido experimentando. Pero que el gobierno norteamericano oculte no solo a la ciudadanía venezolana, sino también a la norteamericana, el “para qué” y el “por qué” (el objetivo y el sentido) de las conversaciones entre Cabello y Shannon, el encuentro entre esas dos personas aparece como un hecho políticamente inadmisible.Puede ser incluso que un diálogo entre ambos hombres de estado traiga consigo efectos positivos en las relaciones de los dos países. Ese no es el problema. El problema es que ni en su objetivo ni en su sentido ese encuentro se ajusta a las normas más elementales de la política internacional.Peor todavía: si las ciudadanías estadounidenses y venezolanas no reciben ninguna información acerca del objetivo y el sentido de lo que ambos representantes conversaron o negociaron, esas ciudadanías tienen todo el derecho a sentirse tratadas como idiotas por sus respectivos gobiernos.Empleo el término idiota en sentido griego. Los idiotas en la antigua Grecia eran todos los que no tenían ningún derecho y por lo mismo ningún deber político.

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55.SOCIALDICTADURA (22/6/15)Mi estimado colega Demetrio Boersner al enviarme uno de sus interesantes artículos de opinión titulado Socialdemocracia vs. Socialdictadura nos propuso –no sé si ese fue su propósito- un concepto nuevo. Dio en el clavo: Socialdictadura no solo es un término ingenioso; desde el punto de vista politológico podría ser, además, muy productivo.Por de pronto, es posible afirmar que no todas las dictaduras son sociales. Bajo socialdictadura tampoco debemos entender a dictaduras que han hecho unas u otras reformas sociales. Socialdictadura debe ser entendida como una dictadura que se hace del poder no en nombre de un gran cambio social sino en nombre de un cambio de la sociedad.Lenin y Stalin fueron socialdictadores de la primera hora (Mussolini y Hitler no fueron socialdictadores: no postulaban “otra sociedad” sino “otra nación”) Después vinieron los del “socialismo real”. Fidel Castro, cuando invalidó el programa democrático del 26 de Julio sustituyéndolo por otro destinado a cambiar de raíz a la sociedad cubana, se convirtió en el primer socialdictador de América Latina.Franco, Pinochet, Videla y otros del mismo calibre, no se propusieron cambiar a la sociedad. El objetivo solo era cambiar el orden político.La diferencia entre un socialdictador y un “dictador en estado puro” no reside entonces en el mayor o menor grado de maldad. Reside, antes que nada, en una creencia, a saber, la de que para los socialdictadores las revoluciones no acontecen; deben ser hechas. Los socialdictadores imaginan ser ejecutores de una misión histórica de una historia que para ellos es una “ciencia”. Es por eso que, aún sin haber leído a Marx, la gran mayoría de ellos se declara marxista.Las revoluciones, lo dijo Marx, son las parteras de la historia. Pero como los dictadores no son ginecólogos, recurren a los servicios de sus equivalentes políticos: renombrados “científicos” (sobre

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todo economistas) quienes, con el correr de los años revelan ser lo que siempre han sido: simples charlatanes.En la mente del social-dictador el mundo está dividido en dos: los que cambian la sociedad y los que deberán ser cambiados. Esa fue la razón por la cual Hannah Arendt escribió en su libro Sobre la Revolución que todo proyecto destinado a cambiar a la sociedad ha conducido y conduce, por su propia lógica, a una dictadura. Ahí, en ese proyecto, residen los orígenes del totalitarismo moderno. Demetrio Boersner opina con mucha razón que la gran división de la izquierda mundial ha sido entre socialdemocracia y socialdictadura. Según la primera opción, los cambios sociales deben ser realizados sin renunciar a la lucha por la democracia. De acuerdo a la segunda, el cambio de la sociedad solo puede ser realizado mediante la supresión de la democracia.Quizás debe ser agregado que bajo el concepto de socialdemocracia no solo debemos entender a militantes de partidos socialdemócratas. Si aplicamos la traducción de Sozialdemokratie al castellano, el término exacto debería ser “demócracia social”.Demócratas sociales somos quienes aceptando la necesidad de profundas reformas sociales no estamos dispuestos a hacer concesiones sobre el tema de la democracia. La razón es la siguiente: El concepto democracia ya no designa solo a una simple forma de gobierno.Democracia es hoy la palabra que designa al conjunto de nuestras libertades políticamente organizadas. Ese es el punto.

56.LA DIGNIDAD Y LAS ELECCIONES DEL 6D (4/8/15)

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La leí no me acuerdo donde. Puede que haya sido en un Twitter. La frase decía así: “El día 6 de Diciembre, si todos los venezolanos votamos, recuperaremos nuestra dignidad”. Una frase más de las tantas que uno lee a diario. Sin embargo, pensé, esta dio en el hueso del problema. Cabía entonces preguntarme el porqué, pregunta que no podía responder sin hacerme otra: ¿qué es la dignidad?La dignidad –digámoslo como punto de partida- no es un atributo: la dignidad reside en la propia condición humana. En ese punto están de acuerdo juristas y filósofos: La dignidad es la dignidad de ser. Eso quiere decir, por el solo hecho de existir somos dignos. La dignidad, por lo tanto, no se pierde, o tal vez, solo se pierde con la muerte pues no hay muertos dignos ni indignos. Luego, la dignidad no es ni siquiera un derecho. Es, antes que nada, una propiedad del ser.El derecho solo cumple la función de asegurar la dignidad. Eso quiere decir: la  instituye pero no la crea. La dignidad precede a todo derecho. Más aún: si no hubiera dignidad, no habría derecho.“Recuperaremos nuestra dignidad” dice la frase citada. ¿Cómo se puede recuperar algo que se tiene? ¿Una contradicción? No, no lo es. Me explico: si bien la dignidad es inherente al ser, ese ser existe en relación con los demás. El otro –lo han dicho casi todos los filósofos- es la condición del yo.Solo somos en la medida en que nos reflejamos en los ojos de los demás. La dignidad, para que aparezca, pasa por el “reconocimiento del otro”. Por eso la dignidad de ser requiere del reconocimiento del mismo modo que la vista requiere de la claridad. Lo mismo sucede con la dignidad: no basta que exista. Es necesario que se vea. No sin razón Hegel afirmó que la historia es la historia de “la lucha por el reconocimiento”. Podría haber dicho, es la lucha por la dignidad, y habría sido lo mismo.¿Se entiende el sentido de la frase? Recuperar la dignidad a través de un triunfo electoral será notificar al gobierno que la oposición venezolana existe, pero no como multitud, sino como poder. En otras palabras, el poder que el gobierno mantiene será dividido en dos. A partir de ese momento el gobierno no podrá seguir actuando como si la oposición no existiera. El gobierno deberá compartir el poder con una oposición que existe pero finge ignorar.En cierto sentido el triunfo de la oposición restituirá la dignidad política al propio gobierno pues este, en el marco de un espacio

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político dividido, será obligado a actuar si no de modo democrático, por lo menos no dictatorial.La dignidad es la dignidad de ser, pero el ser debe ser reconocido para ser. Las elecciones del Diciembre venezolano se sitúan, por esa razón, como un eslabón en la larga cadena de las luchas por el reconocimiento. Ese reconocimiento, hoy negado a la oposición, será un reconocimiento político. Pero para que sea político requiere ser existencial, no para la oposición  –la oposición sabe que existe- sino para un gobierno que niega la existencia de esa oposición.La dignidad, repitamos, es la dignidad de ser. Pero el ser no es un espíritu, es un cuerpo. Gracias a la dignidad, el cuerpo será transformado en un cuerpo ciudadano del cual el régimen no podrá más disponer como lo hace con los políticos que mantiene en sus prisiones. O como los cuerpos obligados a hacer largas colas para encontrar un alimento que escasea solo por razones ideológicas.Si la oposición toma en cuenta el sentido histórico de las próximas elecciones tendrá lugar en Venezuela una épica que sobrepasará al acto heroico, a la inmolación inútil y a la frase marmórea.Naturalmente, el régimen hará lo imposible para no recobrar su dignidad en aras de un poder al que intentará aferrarse por todos los medios posibles, e incluso por los imposibles.  La propia experiencia venezolana muestra, sin embargo, que cada vez que la posición ha ido unida, movilizando todas sus fuerzas y vigilando los votos en cada centro de votación, ha logrado resultados positivos e incluso triunfos resonantes, como los conseguidos por Capriles en Miranda.El único medio digno de acceder al poder es el voto. Todos los otros medios, aunque sean posibles –y en Venezuela no hay otro posible- si ponen en juego una sola vida humana, son indignos.La frase decía así: “El día 6 de Diciembre, si todos los venezolanos votamos, recuperaremos nuestra dignidad”. Pero, evidentemente, no solo basta votar. La tarea que tiene por delante la oposición unida será la de crear un movimiento nacional que trascienda a lo electoral pero sin que nunca pierda su carácter electoral. El voto, a fin de cuentas, es la dignidad del ciudadano.

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57.EL 11 DE SEPTIEMBRE DE NICOLÁS MADURO (13/9/15)Día aciago. El 11 de Septiembre de 1973 un general asesino mandó bombardear la Casa de la Moneda de Chile donde falleció el presidente Salvador Allende. El 11 de Septiembre de 2001 los ángeles de la muerte enviados por Bin Laden perpetraron desde el aire uno de los atentados terroristas más pavorosos de la historia moderna. El 11 de Septiembre de 2015, Venezuela amaneció aterrada: Sin mediar prueba alguna, en uno de los juicios más viciados de los cuales se tenga noticia, un poder judicial manejado desde el partido de gobierno por el más ineficaz presidente que conoce la historia venezolana, dictaminó una condena de más de 13 años en contra de uno de los más destacados líderes de la oposición: Leopoldo López.Juicio y condena a Leopoldo pasarán a figurar junto con los casos de Dreyfus en Francia (1894-1906), el de los anarquistas Sacco y Vanzetti en EE UU (1920) y el de Nelson Mandela en Sudáfrica (1962), como una de las manchas mas sucias caídas sobre el poder judicial en un país occidental. El repudio internacional no se hizo esperar. No hay comisión de derechos humanos –partiendo desde Amnistía Internacional-  organismo judiciales de las Naciones Unidas, intelectuales y políticos de todas las tendencias -incluyendo hasta el super- izquierdista español Pablo Iglesias- que no haya mostrado reprobación ante la infamia judicial cometida en Caracas.Maduro no solo ha liquidado al movimiento de masas montado por su predecesor. Ha echado además por la borda el enorme capital de apoyo internacional que le legó el talentoso finado.Maduro ha terminado mostrándose al mundo como lo que es: un dictador de mala clase.Las palabras de Felipe González no pudieron ser más terminantes: Con el oprobioso juicio y condena a Leopoldo,

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Maduro se ha convertido en un dictador “de facto”. La verdad es que desde hace tiempo ya lo era. Habría que agregar, para ser más precisos, que Maduro, después de la condena ordenada por él en contra de Leopoldo, ha revelado al mundo que él es un dictador “de jure”.Pero no se trata, la de Maduro, de cualquiera dictadura. A diferencias de la norcoreana y de la cubana, Maduro representa, como la de al-Asad en Siria, la de Ortega en Nicaragua, la de Putin en Rusia y algunas más de nuestro tiempo, una dictadura electoral. Ese fue el lastre que heredó Maduro de Chávez. La diferencia es que –usando términos homéricos- mientras para Chávez las elecciones eran su “caballo de Troya”, para Maduro han llegado a ser su “talón de Aquiles”Chávez se comportó muchas veces como un dictador. Pero la suya, si era dictadura, estaba legitimada por las altas votaciones que obtenía cada vez que era echada a andar la máquina electoral del PSUV.Probablemente, como todo dictador o gobernante autoritario, Chávez incurrió en fraudes, si no en la contabilidad, por lo menos en los lugares de votación. Pero para que los fraudes resulten – y eso lo sabía Chávez- se requiere un país dividido en dos mitades, es decir, cuando las diferencias de dos bandos es de solo algunos miles de votos. Pero cuando las diferencias son de millones y millones de votos, punto en el que coinciden todas las encuestas venezolanas y extranjeras, ningún fraude puede ser posible. Así se explica entonces por qué el 6-D tiene vueltos locos a Cabello y a Maduro. ¿Qué hacer? ¿Suprimir las elecciones parlamentarias? ¿Así no más? ¿O inventar una guerra con el país vecino cerrando fronteras y deportando colombianos esperando que Santos pise la trampa patriotera? El plan no resultó. ¿Qué otra alternativa les queda? ¿Provocar una movilización multitudinaria a favor de López, con mucha bala, heridos, muertos, y así decretar el estado de sitio y suspender las elecciones en nombre de la paz nacional? Si así lo pensaron, el tiro les está saliendo por la culata.La enorme cantidad de votos que ha perdido y seguirá perdiendo Maduro no eran todos a favor de la MUD. Como toda agrupación de partidos discordantes, la MUD debe dedicar muchos esfuerzos a la negociación y al dialogo para encontrar consensos adecuados, actividades que no despiertan sentimientos heroicos ni actitudes épicas, sobre todo entre los electores jóvenes. Pues

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bien: la brutal condena a Leopoldo López ha dado a la oposición, y por ende a la MUD, la mística electoral que aún faltaba. El descontento social ya existente será convertido, además, en un movimiento por la justicia, por la libertad, y no por último, por la dignidad ciudadana.En Venezuela ha despertado una mística opositora y hasta el 6-D por lo menos esa mística será electoral. No hay otra alternativa.A quienes defienden una “tercera vía” debemos recordar que Leopoldo López jamás se ha pronunciado en contra de las elecciones. No las consideró como vitales en un momento cuando aparecían distantes en el tiempo y por eso llamó a movilizaciones que desde un punto de vista estratégico han sido por muchos –y con razón- vistas como equivocadas.Pero, errores más o menos, Leopoldo es el dirigente de un partido de la MUD. VP, su partido, lleva candidatos y muchos de ellos serán elegidos con alta votación. Más aún: Leopoldo llegó a comprometer su propia vida exigiendo al régimen la fijación de una fecha electoral. Como Mandela, López ha cometido errores infantiles. Como Mandela, podrá rectificarlos. En cierto modo ya lo ha hecho.De acuerdo a lo dicho, cualquier llamado a entorpecer el camino electoral ya trazado por la mayoría de la ciudadanía venezolana usando el nombre de Leopoldo López no solo significará colaborar con los siniestros planes de Cabello y Maduro. Significará, además, traicionar a Leopoldo López cuyos ideales políticos coinciden en este momento con los de la MUD de la cual él es un militante activo.Si la oposición venezolana da muestras de madurez y civilidad y logra impedir así la estrategia anti-electoral de Cabello-Maduro, bloqueando incluso la posibilidad de un golpe de Estado, a la cual el desalmado binomio de gobierno intentará casi con seguridad jugar, el 11-S de 2015 podrá ser recordado como el día en el cual Nicolás Maduro comenzó a festejar su automagnicidio político.  

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58.¿RÉGIMEN O GOBIERNO? (5/10/15)En  Venezuela ha surgido un mini-debate acerca de si el gobierno de Maduro es un régimen o un simple gobierno.Curiosamente a los que más molesta la denominación de régimen sostienen que el gobierno de Maduro no es un simple gobierno, sino un hito en la llamada revolución bolivariana, chavista, bonita, socialista, sigloveintunista o como la llamen. ¿No es acaso todo gobierno revolucionario un régimen o por lo menos parte de un régimen? Todo régimen nace de una revolución o del intento de implantarla. Luego, los primeros que deberían hablar de régimen son los que son o imaginan ser revolucionarios. Pues, un gobierno revolucionario que no intente cambiar el régimen anterior es un gobierno como cualquier otro y, por lo mismo, no puede ser revolucionario.Probablemente quienes se sienten irritados con la palabra régimen imaginan –no sin razones- que quienes utilizamos esa palabra y no la de gobierno para designar a la era Maduro la empleamos como sinónimo de dictadura. Sobre ese tema hay que hacer un par de aclaraciones.Es cierto, toda dictadura es un régimen. Así podemos hablar de régimen comunista, castrista, pinochetista, fascista. Pero por otra parte –este es el punto- no todo régimen es una dictadura.La democracia también es un régimen de gobierno y dentro de la democracia hay distintas formas de gobierno a las que llamamos regímenes (régimen parlamentario, presidencialista, autoritario).El concepto de régimen, por lo tanto, no solo puede ser usado como sinónimo de dictadura, sino también como sinónimo de sistema de gobierno. En ese sentido el gobierno de Maduro no es un gobierno cualquiera, es parte de un régimen el que, guste o no, será conocido en la historia como “régimen chavista”. Por lo demás, el primero que lo reconoció fue Chávez. Su gobierno, decía el líder muerto, ha puesto fin a la Cuarta República. ¿Y qué era la Cuarta República sino un régimen? ¿Y cómo poner fin a un régimen si no es con otro régimen?Un régimen solo puede ser sustituido por otro régimen. Luego, reitero, el de Maduro no solo es un gobierno, es parte de un régimen que lo precede. El mismo gobernante lo dice. Cuando

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habla de democracia participativa, de concejos comunales, de democracia de calle, y otras metáforas, se está refiriendo a elementos constitutivos no de un gobierno, sino de un régimen. A ese régimen podemos agregar otras características menos positivas: personalismo extremo, recurrencia a una imagen mítica (la de Chávez) situada más allá del bien y del mal, militarización del Estado, Partido único de Estado, desaparición de límites entre el poder ejecutivo y el  judicial, control del aparato electoral y otras lindezas dictatoriales tan conocidas en y fuera de Venezuela.Entonces, hablemos claro: Una eventual derrota política de Maduro será parte no de un cambio de gobierno sino de un cambio de régimen. Un cambio que seguramente no ocurrirá de un día a otro, como sucede en las películas, sino como resultado de un proceso cuyas formas nadie está en condiciones de anticipar. Visto desde esa perspectiva, un triunfo opositor en las elecciones del 6D solo sería un hito en ese proceso que deberá culminar con la instauración de un nuevo régimen: más democrático, menos violento y sobre todo más constitucionalista que el actualLa conclusión es simple: para cambiar al régimen será necesario cambiar de gobierno. La gran mayoría opina por cierto que ese cambio deberá ser realizado de acuerdo a los medios que entrega la propia Constitución. Si un próximo gobierno será democrático su tránsito también deberá ser, evidentemente, democrático.La gran mayoría –en el caso de que logre imponer el reconocimiento de su victoria electoral- se verá probablemente enfrentada a dos obstáculos. El de fracciones de gobierno que intentarán por todos los medios la continuación del régimen y el de una delgadísima capa de la oposición que, como ya ha sido su costumbre inveterada, llamará a cortar por algún atajo. Esa gran mayoría deberá, en consecuencia, estar preparada para llevar a cabo ese doble enfrentamiento.Los tiempos que vienen después del 6D serán, dicho casi con seguridad, los más difíciles que ha vivido Venezuela durante toda la historia del régimen chavista.

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59.ACERCA DEL USO CORRECTO DE LAS PALABRAS EN LA POLÍTICA (cuatro ejemplos) (21/10/15)Mucho se ha insistido acerca de la relación entre política y guerra. No faltan motivos: la política como la guerra requiere del enfrentamiento entre adversarios y por lo mismo de armas. Pero las armas de la política son las palabras. Cuando la política agota las palabras, estamos cerca de la guerra.Si las palabras son las armas de la política, tenemos que escoger las armas para enfrentar al adversario. En cierto sentido el adversario determina el tipo de armas a usar. Así como en la guerra no podemos enfrentar a un tanque con una bayoneta, en la política no podemos enfrentar a un dictador con un lenguaje sublime.En política la hegemonía solo puede ser lograda mediante el acertado uso de las palabras. Derrotar al adversario es lograr que nuestras palabras y no las del adversario sean las que dominen en el espacio ciudadano. Al llegar a ese punto no debemos olvidar la primera regla de la semiótica. Dice así: la realidad es una construcción gramatical.De lo que se trata en política es de derrotar al adversario imponiendo la hegemonía de un discurso gramatizado en cadenas de significantes. Por cierto, ningún significante da cuenta total del significado que pretendemos revelar. Hay que usar por consiguiente los significantes más adecuados. Tal vez deba explicar este punto con ejemplos.Siguiendo las discusiones en la lucha electoral que tuvo lugar en Cataluña me fue posible observar como diversos grupos políticos se referían al nacionalismo catalán empleando diversos significantes. Los partidos catalanistas se autodenominaban “independentistas”. Sus adversarios en cambio los llamaban “separatistas” e incluso “escisionistas”. Y bien, si las diferencias semánticas entre esos tres significantes no parecen ser muy grandes, en el marco de la discusión política sí son gravitantes.Independencia significa liberarse de un Estado opresor. Separatismo significa restar una parte de la nación a otra nación. Escisionismo alude a una ruptura sin reconciliación. ¿Cuál de estos términos impondrá su hegemonía? Gran incógnita. Lo único

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que sabemos es que de esa hegemonía depende el destino de la nación española.Hay en Europa otro país en donde la lucha política se ha transformado en una discusión (aparentemente) nominalista. Me refiero a Alemania. Pero a diferencia de España, el objetivo allí es imponer un significante sobre un fenómeno que irrumpe desde fuera del espacio político común, a saber, los enormes contingentes de árabes, predominantemente sirios, que entran al país. Sin embargo, al igual que en España, la denominación hegemónica del fenómeno tendrá gran importancia para el curso de la política en los próximos años.Según sectores conservadores los recién llegados son simplemente “emigrantes”. Para los grupos de la ultra derecha en cambio, se trata de una “invasión”. Los socialdemócratas se debaten entre la terminología conservadora y el uso de términos neutros, como “asilados”. Para  Angela Merkel y quienes apoyan su política de puertas abiertas, los recién llegados son lo que son: “refugiados de guerra”.Las intenciones que subyacen en cada término son evidentes. Si hablamos de emigrantes nos encontramos frente a un problema que no es político sino demográfico. Si hablamos de invasiones, hay que pensar en bárbaros que vienen a imponer sus costumbres y religiones. Si hablamos de asilados, la tarea es hacer un corte discriminatorio entre los que vienen por razones políticas y los que huyen de bombardeos. Si hablamos de refugiados de guerra, hay que recibirlos a todos.Todo esa variedad semántica nos demuestra como la significación de un hecho condiciona a la política que hay que asumir frente a ese hecho. Así se prueba una vez más que las palabras que usamos (no sólo en política) a la vez que emergen de una realidad son portadoras (y constructoras) de realidad.Sin embargo, que la denominación de Angela Merkel: “refugiados de guerra” sea la más exacta, no garantiza de por sí su hegemonía. Términos como invasiones (incluso inundaciones) apuntan a remover miedos ocultos. De la misma manera, términos como emigrantes o asilados son usados para desviar la atención con respecto a la palabra “guerra”, la menos popular en Alemania. En política, ya deberíamos saberlo, no siempre se impone la verdad.Para que el discurso más verdadero logre su hegemonía se requiere no solo de su verosimilitud sino del más intenso debate

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público. La terminología que al final se impondrá nos dirá de modo preciso cuales son los sectores o grupos políticos que ejercen hegemonía en la política de un determinado país.En España y en Alemania el debate público está garantizado al menos por instituciones democráticas, por una prensa libre y por la pluralidad política. Pero ¿qué ocurre cuando la competitividad entre los significantes se encuentra bloqueada o entorpecida desde el poder como suele suceder en regímenes no democráticos?En América Latina tenemos dos casos extremos. Me refiero a Cuba y a Venezuela.En esos dos países cuyos gobiernos son controlados por partidos-estados, los detentores del poder han logrado imponer durante mucho tiempo un discurso oficial. Pero también, en los dos casos, dicho discurso ha terminado por perder credibilidad (hegemonía), aún entre sus propios divulgadores. Esa ausencia de credibilidad origina a su vez el desarrollo de contra-discursos los que si bien no llegan a hacerse públicos en los medios de difusión, no por eso dejan de existir.Fidel Castro y Hugo Chávez lograron -y quizás hay que remarcar: no solo por la fuerza- imponer la creencia de que ellos eran portadores de una revolución. Hoy día, sin embargo, son muy pocos los que creen que Raúl Castro o Nicolás Maduro sean representantes de alguna revolución. ¿Qué nos dice este síntoma? Algo muy sencillo: Si el discurso de regímenes no democráticos pierde su credibilidad (hegemonía) nos encontramos frente a una profunda crisis de legitimidad de esos regímenes.El caso de Raúl Castro es patético. Cuando pronuncia la palabra revolución todo el mundo se pregunta: ¿Puede hablarse en tiempo presente de una revolución después de más de medio siglo de haber sido iniciada? Y si de todas maneras eso fuera posible: ¿Contra quienes la están haciendo? ¿Contra el capitalismo, precisamente en el país que ha sido convertido en el paraíso de los turistas? ¿el que más ha abierto las puertas al capital extranjero en toda América Latina? Raúl Castro no puede ni siquiera engañarse a sí mismo. La palabra revolución solo tiene sentido para designar a la oposición como contrarevolución y así continuar manteniéndose en el poder con la fuerza de las armas y no con las de la política. Dicho lo mismo en términos casi gramscianos: el castrismo es todavía una fuerza instrumental

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dominante pero ya ha dejado de ser una fuerza política hegemónica.Frente a esa realidad la oposición cubana tiene dos opciones que no se contradicen entre sí: designar al régimen de Castro como lo que es, una dictadura militar y designarse a sí misma como “democrática”. Ese segundo camino ofrece la ventaja de que, sin ser nombrado, el régimen es entendido como una dictadura y a la vez la oposición conforma su propia identidad política ante sí y frente al enemigo.Para Maduro a su vez, toda la oposición está formada por la “derecha fascista”, absurdo significante dedicado a designar a un conjunto político pluralista en el cual los partidos social-democráticos tienen preeminencia. No obstante, a diferencias de Castro, Maduro debe contar con la existencia de contra-discursos muy consolidados en la arena política.Por un lado, para sectores de la oposición el gobierno de Maduro es fascista, para otros, comunista, e incluso para algunos, las dos cosas a la vez. Pero por otro lado ha aparecido un contra-discurso popular cuyos significantes tienen que ver muy poco con las terminologías en rigor. Lo vamos a decir del modo más sencillo:A la señora que hace colas para conseguir alimentos, al marido cuyo sueldo ha sido devorado por la inflación, en fin, a la gran mayoría, les importa muy poco si el gobierno es autoritario, fascista, estalinista, bonapartista o cesarista. Para ellos ese gobierno es antes que nada “un gobierno incapaz” (otros dicen “gobierno de mierda”: pero es lo mismo).“Gobierno incapaz” es un significante surgido de la experiencia cotidiana. Por lo mismo debe ser entendido en su connotación política. Ese significante nos dice que la mayoría de los ciudadanos votará el 6-D en contra de los oficialistas no porque de pronto haya descubierto que representan a una dictadura. Lo va a hacer por la sencilla razón de que la experiencia ha mostrado que ese gobierno ha provocado una feroz crisis económica, política y moral, crisis frente a la cual no es capaz de ofrecer ninguna alternativa. Eso quiere decir que el principal enemigo de ese régimen ha sido su propia incapacidad. Publicitar y politizar esa incapacidad ha sido, a su vez, un mérito de los partidos políticos organizados en la MUD.Por cierto, “gobierno incapaz” no es una categoría sociológica ni politológica. No obstante, según las informaciones de que dispongo, ese significante ya ha establecido su hegemonía

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gramatical en el discurso político popular. Harían bien los candidatos si atendieran a ese detalle.Denunciar al régimen como a una dictadura en el marco de una lucha electoral, más allá de que efectivamente lo sea, solo interpela a los sectores más politizados del país: a los que sufren directamente las arremetidas dictatoriales. En cambio, denunciarlo como “gobierno incapaz” interpela y moviliza a la mayoría, incluyendo a muchos que en el pasado votaron por el chavismo. Y sin mayoría –es bueno recordarlo- no puede haber hegemonía.La exactitud semántica y la exactitud política de una palabra no siempre coinciden entre sí. La política en tiempos electorales no se rige por normas académicas.

60.NI VENGANZA NI PERDÓN (22/10/15)Si las cosas se dan como hasta ahora se están dando, la oposición venezolana alcanzará un inapelable triunfo en las parlamentarias del 6-D. Si así ocurre, ese será el resultado de un proceso comenzado con la candidatura presidencial de Manuel Rosales el año 2006. Un largo proceso, no electorero ni electoralista como dicen los extremistas, sino –y eso es muy distinto- constitucional.Tolo lo que es la oposición se lo debe a la Constitución. Todo lo que es la Constitución se lo debe a la oposición. Esa Constitución originariamente chavista fue defendida y hecha suya por toda la oposición en contra del mismo Chávez, obteniendo su, hasta ahora, más grande triunfo electoral (2007). Desde ese momento la oposición la hizo suya.Con el libro azul de la Constitución en sus manos los candidatos de la oposición democrática han mantenido una línea electoral ascendente. Por esa misma razón, la alternativa que deberá ser abierta a partir del 6-D solo puede ser una: El inicio de la re-

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constitucionalización del país. La democratización vendrá después.En ningún caso deberá ser la hora de la venganza.La venganza no es un derecho y por lo mismo no está estipulada en ninguna Constitución. Tampoco, eso es cierto, está estipulado el derecho al perdón.No será por tanto, un triunfo electoral –si es que tiene lugar- la hora de ejercer venganza ni de conceder perdón. Pero sí será la hora de comenzar a someter a toda la nación bajo el imperio de la Ley. Si la oposición lo logra, en Venezuela habrá sido realizada una verdadera obra de arte política.

61.LA DIFAMACIÓN DE LA POLÍTICA (5/11/15)Que la política suele ser sucia, sobre todo en contiendas electorales, no lo vamos a descubrir ahora. Incluso en países políticamente bien constituidos, cuando llega la hora de la máxima disputa, los contrincantes se dan con todo.¿Cuantas cosas no le han dicho a Obama cuando ha sido candidato? Las alusiones al color de su piel han sido levedades, comparadas con las difamaciones que lo acusan de islamista y hasta de comunista.Como en el juego del fútbol, cuando se juega una final, la política tiende a desbordarse de sus cauces hasta el punto de que en algunos momentos puede llegar a parecerse a su madre: la guerra.Comparar a la política con un juego no es recurso metafórico. La política es un juego por la sencilla razón de que debe ser sometida a reglas y al igual que los juegos deportivos, arbitrada. Sin arbitraje no hay regla que valga. Imagine usted una final

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entre  Barça y Real sin un árbitro. Si alguien sobrevive será simple casualidad. Con una final electoral entre dos partes políticas podría ocurrir lo mismo. Por eso toda contienda electoral requiere de árbitros. En ese sentido al Poder Judicial y a los tribunales electorales les ha sido concedida la función de arbitrar en las elecciones.En política, sin embargo, a diferencias del fútbol, hay otros elementos que intervienen en la regulación del juego. Ellos derivan de la propia naturaleza de la política, actividad constituida por líneas antagónicas pero también transversales. En la política, en efecto, no solo hay enfrentamientos sino, también, alianzas. Por lo mismo, a diferencias de la guerra, los antagonismos políticos no son siempre irreconciliables.En la política, para que sea política, no puede haber enemigos mortales. En la política el enemigo de hoy puede ser, si no un amigo, por lo menos un aliado de mañana. Así se explica por qué en la mayoría de las campañas electorales la autocontención de las partes puede ser tan efectiva como la contención que proviene de las leyes.Pongamos como ejemplo las elecciones que tendrán lugar en España el 20-D. Allí nos encontraremos con una contienda entre tres partidos grandes (PP, PSOE y CDs) separados por poquísimos puntos, y un partido mediano: Podemos. Ahora, cualquiera sea el vencedor, este deberá necesitar de una alianza con un segundo o con un tercero para gobernar. Esa es la razón por la cual la contienda electoral española transcurrirá en estilo moderado, sin ofensas, infundios ni amenazas.Cualquier exceso verbal de hoy podría arruinar en España una alianza de mañana. Más todavía si se tiene en cuenta que por lo menos los tres grandes de la política deberán enfrentar a un enemigo común: el amenazante secesionismo de una fracción sediciosa de la política catalana.Pongamos ahora un ejemplo contrario: la elección final o ballotagge que tendrá lugar en Argentina el 22-N.  En ese ballotagge, el kirchnerismo ha reconocido a su enemigo existencial. Esa es la razón que explica por qué desde el poder, Cristina y los suyos han desatado una verdadera campaña del terror en contra de Mauricio Macri.Si bien es cierto que los argentinos no son angelicales cuando se trata de dirimir disputas, esta vez las gotas de la agresión han colmado todos los vasos. Incluso el propio  candidato de gobierno,

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Daniel Scioli  -cultural y políticamente más cerca de Macri que de Cristina y por supuesto de gente como Aníbal Fernández y Carlos Zannini- se ha visto sobrepasado por la agresividad proveniente del Estado. Si no fuera por las contenciones judiciales que todavía funcionan con precaria latinoamericanidad, la contienda podría ser transformada en batahola descomunal. O en una “pueblada” como amenazan los extremistas del kirchnerismo.Durante el ballotagge el kirchnerismo está mostrando lo peor de sí mismo. Hecho que tal vez convenga a Macri pues justamente ese estilo ha sido una de las razones por las cuales no pocos votaron y votarán por él. Cristina no ha entendido al parecer que la oposición a su gobierno no ha crecido tanto por cuestiones programáticas –la verdad, los programas sociales de Scioli y Macri no se diferencian demasiado– sino por el piquitero estilo impuesto a su investidura, tan opuesto a la reconocida elegancia de su vestidura.Si en situaciones como la argentina, las elecciones, a pesar de su virulencia, se encuentran protegidas por un andamiaje institucional, hay un caso en donde no hay elementos de autocontención. Tampoco existe allí la mínima protección institucional a la que puedan apelar los electores de la oposición. En Venezuela, digámoslo con muy pocas palabras, no hay justicia.Las revelaciones del fiscal Franklin Nieves quien fuera forzado desde el ejecutivo para presentar pruebas falsas en contra de Leopoldo López y así hacer posible un veredicto ya dictado antes del juicio, es un testimonio de los tantos que vendrán. Testimonio que muestra, en todas sus formas la degradación a que ha sido sometida la justicia por el regimen venezolano.En contra de Leopoldo López ha sido, efectivamente, cometido un crimen judicial sin atenuantes. Un crimen que es el resultado de otro crimen mayor: el realizado en contra de la propia justicia venezolana.Nadie sabe si Cabello-Maduro son concientes de la monstruosidad que han cometido. ¿Saben que al no haber justicia solo puede haber impunidad? ¿Saben que allí donde rige la impunidad todos los crímenes son posibles? No me refiero en este caso solo a los crímenes políticos. La altísima criminalidad que asola las calles venezolanas tiene mucho que ver con la inducida destrucción del aparato judicial del país.Solo en un país sin ley ni justicia un mandatario puede cometer el delito de declarar en público y a viva voz que ganará las

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elecciones “como sea”. O  el  delito de declarar que “no entregará a la revolución” (léase, el gobierno y sus instituciones) en caso de perder las elecciones. O el delito aún mayor de amenazar a la ciudadanía con un golpe de estado: no otra cosa es la alianza del “pueblo” (es decir, Maduro, Cabello y su gente) con la Junta Cívico-Militar (el generalato chavista).Maduro sabe que lo que se le viene encima –lo testifican todas las encuestas– es una rebelión democrática, nacional y popular organizada a través de la ruta electoral. Un aluvión de votos que amenaza debilitar más su ya muy débil jefatura. Solo después de las elecciones -después, Henri Falcón, solo después- podrán ser abiertos los espacios para el diálogo político.Pero un diálogo político precisa de un lenguaje político. Rehabilitar el lenguaje político, es decir, a la política (pues la política es lenguaje) deberá ser una tarea ineludible para la oposición, aunque eso signifique deslindar a quienes, aún desde la propia oposición, han hecho suyo el lenguaje de la dictadura. Más adelante vendrán los momentos de la re-institucionalización.Todos esos momentos deberán culminar en el objetivo principal: la democratización del país. Pero siempre paso tras paso, de modo civil, con la frente en alto y con la constitución en la mano. No hay ningún otro camino.

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LA MALA RACHA, Novela de Fernando Martínez Móttola (13/11/15)La vida está cruzada por rachas. Momentos de buena y de mala, cuando todo sale bien, o cuando no resulta nada. Las rachas las atribuimos a la suerte o al destino. Como los rayos de sol o los nubarrones, vienen y se van. A favor o en contra no podemos hacer mucho. Hasta a personas como a Matías Romero les llega de pronto una mala racha.Matías Romero es el personaje central de la novela de Fernando Martínez Móttola titulada precisamente La Mala Racha.Matías había sido siempre un hombre de éxito. Hasta “la revolución bolivariana” su vida era una larga buena racha. Inteligente y trabajador había llegado a ser gracias a méritos y calificaciones un eficiente gerente petrolero. Hijo respetuoso, amigo de sus amigos, amante esposo y excelente padre de familia, llevaba una vida holgada, sin grandes alteraciones.Matías era un hombre, podríamos decir, feliz. La política jugaba para él un papel secundario. Su participación en el paro petrolero de 2002, hecho que le costaría la pérdida de su puesto de trabajo, no había sido motivada tanto por razones ideológicas -aunque ya veía en la desatada demagogia a una enemiga de la razón civil- sino por solidaridad con sus compañeros en la empresa.La mala racha comienza con su despido y consecuente descenso social. Antiguos conocidos, potentados cooptados por el régimen, se niegan a apoyarlo. Los bancos le cierran las posibilidades de obtener algún crédito. Cuando su mejor amigo, el Gordo, es asaltado en plena calle, su esposa Helena advierte que por sus hijas y por su propio futuro ya no puede seguir viviendo más en Venezuela. No así Matías. Él no concibe vivir en otro lugar que no sea en esa Caracas en la que fue niño, joven y adulto. Pero el destino tiene sus rachas y nadie logra dominarlas. Helena lo dijo muy bien: “No siempre uno es dueño de su propio destino, Matías. A veces las circunstancias nos obligan a hacer cosas que no queremos”Helena y Matías son una pareja, pero también un destino venezolano. ¿Cuántas familias no han sido divididas como consecuencia de circunstancias impuestas por un gobierno dictatorial cuyo único objetivo es medrar en el poder en nombre de una revolución nunca realizada? Esa es una de las partes, y no la menor, de la tragedia venezolana. Lo dice en la novela una pasajera anónima, en el aeropuerto: “Esto que nos pasa es una

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tragedia. ¿Acaso criamos a nuestra familia para vivir unos por aquí y uno para allá? Cómo si no tuviéramos nuestro propio país”.¿Es entonces la de Martínez Móttola una novela política? Si hablamos de la política en un sentido directo, no lo es. La Mala Racha es la historia de un hombre en un momento histórico dentro del cual muchos seres han perdido la posibilidad de decidir sobre su suerte o, lo que es lo mismo, de modificar su mala racha.  Eso no quiere decir que la política es invisible en la novela. Pero ella no se hace presente en declaraciones, en tomas de posiciones o en diatribas. Aparece a través de los hechos y el régimen no es algo externo sino una sombra oscura filtrada en la vida de cada personaje.La política, para emplear una expresión freudiana, "sobredetermina" al conjunto narrativo, pero no aparece de modo manifiesto sino en breves momentos: en los aparatos policiales secretos, en el miedo que corroe a los ambientes, en destinos que se quiebran y no por último, en los oportunismos y deslealtades en el que caen personas obligadas a actuar según la lógica de un sistema que fomenta la disociación ciudadana.Llegará el día en el que será necesario construir la historia del sistema chavista de dominación. Los historiadores como siempre, deberán analizar procesos y periodos. Sin embargo, no sería mala idea que tomaran en cuenta que la llamada historia está formada por muchas historias. Solo a través de las historias personales –es mi pleno convencimiento- podemos entender verdaderamente a las historias sociales y políticas.Pero no se piense que el valor de La Mala Racha es solo documental. La Mala Racha es antes que nada una novela. Lo es en el mejor sentido del término. Martínez Móttola domina el arte de la narración, la secuencia de los tiempos, la precisa caracterización de los personajes, los diálogos oportunos (casi cinematográficos) y por cierto, sabe dar a sus capítulos un suspenso digno de los mejores thrillers. Incluso, cuando es necesario, introduce pinceladas de humor y hasta un bien dosificado erotismo. ¿La bella esposa Helena o la imprevista Dulce María? ¿U otra vez la mala racha?A pesar de tanta mala racha, cuando uno ha terminado de leer la novela, la siente como un mensaje de esperanza. Ni la maldad, ni los chantajes, ni las amenazas, han logrado romper la integridad moral (moral, no moralista) de Matías. De algún modo él ha resultado vencedor. Incluso la mala racha vivida como crisis

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personal ha liberado a Matías del peso de un ideal de perfeccionismo excesivo al que nadie puede alcanzar sin negar una parte de sí mismo. La mala racha que él y su país han vivido, pasará. Y tengo la impresión de que será más temprano que tarde.Las palabras que una vez dijera el difunto padre de Matías suenan, casi al final del libro, como un testimonio:“A todos nos toca la hora hijo mío. A unos más temprano, cono a tu madre, y a otros más tarde, como a mí. Todos experimentamos cambios, alegrías y pesares. Es inevitable hijo, es la ley de la vida. Todos, sin excepción, pasamos por tiempos de vivir y tiempos de morir. Pero también disponemos de la capacidad de sobreponernos y superar aquellos momentos que pensamos no podemos soportar. Quedarte pegado en una emoción no te dejará ejercer el derecho que tienes, por dolorosa que sea la pérdida, a vivir con plenitud”.¿Llegará entonces el momento en el cual Martínez Móttola deberá escribir una novela titulada La Buena Racha? Matías al menos, la merece.

63.EL FISCAL NIEVES, LA CARTA DE ALMAGRO Y LOS SOBRINOS DE CILIA

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La tarea del comentarista político no se reduce a analizar a cada hecho por separado. Se trata más bien de descubrir las relaciones que existen entre ellos. En ese sentido la tarea analítica no es diferente de la del historiador. En ambas prácticas, la historiográfica y la analítica, lo fundamental es deducir, ante la presencia de los hechos, la existencia o inexistencia de procesos. La diferencia reside solo en el uso de los tiempos.Mientras el historiador debe operar sobre la base de hechos ya ocurridos, el analista debe hacerlo sobre hechos que están ocurriendo. El tiempo de la política, a diferencias del tiempo de la historia que es el pasado, es el gerundio.Ahora bien, en la Venezuela de Maduro han ocurrido en menos de treinta días tres hechos de fuerte impacto. ¿Son tres hechos aislados o son expresiones de todo un proceso? La pregunta, desde un punto de vista político, parece ser importante.El primer hecho surge de las declaraciones (23.10) emitidas en los EE UU por el fiscal acusador de Leopoldo López, Franklin Nieves. Declaraciones en las cuales fue claramente estatuido como las pruebas que llevaron a condenar a más de trece años de prisión al dirigente político, no solo son falsas sino, además, fueron elaboradas por el propio gobierno.El segundo hecho fue la carta dirigida por el secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, a Tibisay Lucena (09.11). En esa carta Almagro deja muy claro que el régimen venezolano ha incurrido en gravísimas faltas que llevarían a adulterar el evento electoral a ser realizado el 6-D, razón por la cual Almagro exige la presencia de observadores internacionales en los comicios.El tercer hecho fue la detención –mediante un operativo de la DEA en Puerto Príncipe (10.11) - de dos sobrinos de la primera dama Cilia Flores, involucrados en una de las actividades más criminales de nuestro tiempo, el tráfico de drogas. Ambos sobrinos presidenciales viajaban portando pasaportes diplomáticos.El primer hecho, las revelaciones de Nieves, ha puesto de manifiesto lo que todo el mundo sabía: que en Venezuela la justicia está subordinada al poder ejecutivo. Pero en este caso no se trata de la constatación obvia de que el régimen de Maduro viola a los derechos humanos sino de algo aún más grave: El gobierno viola sistemáticamente a la propia legalidad sobre la cual se encuentra erigido.

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Sin legalidad no hay democracia y sin democracia hay dictadura. Los ciudadanos de Venezuela –ahora se sabe en todas partes- se encuentran absolutamente desprotegidos frente a las decisiones de un gobierno que entiende por legalidad solo a las ordenes impartidas por sus máximos personeros.En Venezuela, Cabello y Maduro han destruido en todas sus formas al estado de derecho. Ha culminado así la gran obra destructiva iniciada por Hugo Chávez.El segundo hecho, la carta de Almagro, muestra a todos los gobiernos de América Latina y del mundo, como el gobierno de Maduro incurre en graves irregularidades electorales. Irregularidades que probablemente no se hacen presentes en la contabilidad formal de los votos, sino en la utilización del aparato del Estado como medio de propaganda y coerción, en la construcción artificial y forzada de tramposos circuitos electorales, en arbitrarias inhabilitaciones, en el uso de naipes marcados, como la boleta electoral confeccionada para confundir a los electores con partidos inexistentes y candidatos anónimos.No obstante, a través de su carta, Almagro ha puesto también de manifiesto que esta vez Maduro no gozará del beneplácito internacional. La constelación política latinoamericana ha cambiado y seguirá cambiando frente a los desmanes ocurridos y por ocurrir en Venezuela. Las elecciones del 22 de Noviembre en Argentina, cualquiera sea su resultado, determinarán el inicio de un cambio político de gravitante importancia continental.El gobierno de Maduro, es la diferencia con el de Chávez, se encuentra cada vez más solo en el mundo. La infame amenaza de gobernar con una junta militar en caso de perder las elecciones, no podrá fructificar. Los generales venezolanos podrán ser muy oportunistas. Pero dementes no son.La detención de los sobrinos de Cilia Flores ha sido la gota de agua que ha colmado el vaso. Ha mostrado no solo las prácticas nepotistas a las que nos tiene acostumbrado la “revolución” bolivariana, sino algo mucho peor: la descomposición del propio Estado.Al gobierno de Maduro le es debido el aniquilamiento del aparato productivo, la disociación de las relaciones ciudadanas y la evidente desarticulación (anomia) de los lazos sociales que conforman a una nación bien constituida. Lo nuevo es que la desintegración social de Venezuela -uno de cuyos síntomas es la altísima criminalidad que asola sus calles- ha infectado al propio

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aparato del Estado. Y no podía ser de otra manera: una administración formada por gente que no persigue otro objetivo sino la conservación de su poder, y que para mantenerlo salta por sobre todas las vallas morales y legales, no puede ser dirigida con eficiencia. Ningún Estado puede ser mejor que sus ocupantes.Las tareas que aguardan a la oposición no son para envidiar. Si el triunfo en las elecciones del 6-D se convierte en realidad, aparecerá en Venezuela una constelación marcada por una dualidad de poderes. Maduro, Cabello y sus secuaces, continuaran adueñados del poder instrumental: las armas, la policía, los jueces vendidos y los para-militares. La oposición en cambio será depositaria del poder social, político y constitucional. Pero para que el segundo poder se imponga sobre el primero, deberá ser necesario que la oposición logre mantenerse unida en el marco de una disciplina que lleve a posponer intereses de liderazgo personal.Cualquier intento para aislarse del conjunto, cualquiera declaración espectacular no debatida al interior de la MUD, cualquier proyecto de jugar al martirologio o de usar la plataforma alcanzada a favor de desmadres exhibicionistas, puede echar un largo trabajo político por la borda. Y eso lo pagaría muy caro la mayoría de los ciudadanos.Diosdado Cabello ha declarado que el gobierno de Maduro está siendo atacado por todos lados. Definitivamente no ha leído bien el momento político que vive su país. Lo que sucede es que el gobierno de Maduro está haciendo agua por todos lados; y eso es muy distinto. No estamos frente a una conspiración internacional. Solo estamos presenciando el naufragio de un gobierno. Ese naufragio es también un proceso.Esas son las razones que llevan a entender a las declaraciones del juez Nieves, a la carta del secretario general Almagro y a la detención de los sobrinos de Cilia, no como hechos aislados sino como eslabones en la cadena de un proceso. De ese proceso que lleva al naufragio de un régimen. De la oposición dependerá en gran parte que el naufragio gubernamental no se convierta en un naufragio nacional. La Constitución indicará, a su debido momento, los objetivos y los rumbos. Ojalá sea así.

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64.¿VENCERÁN LOS VOTOS A LAS BALAS? (27/11/15)La noticia recorre el mundo. El vil y cobarde asesinato político cometido en la persona del secretario general de Acción Democrática Luis Manuel Díaz en un acto electoral en Altagracia de Orituco, hará más impresentable al ya poco presentable gobierno que ejerce el poder en Venezuela.Más allá de los motivos con los que cada uno quiera especular, lo cierto, lo evidente, es que el asesinato tiene que ver directa o indirectamente con el clima que ha sido impuesto bajo el nombre de Nicolás Maduro. Por el momento, como ya es normal en Venezuela, nada se sabe, nada está aclarado y probablemente, todo –después de que sean detenidos y liberados muchos sospechosos- se convertirá en aire.¿Obedeció el crimen a un comando centralizado del PSUV? ¿Intentaron amedrentar a Lilian Tintori, quien se encontraba al lado del político asesinado, con el clásico mensaje gangsteril: ¿“la próxima serás tú”? ¿Fue un adelanto para el caso de que el gobierno sea derrotado el 6-D y Maduro “salga a las calle” como ya lo anunció? ¿O se trata de milicias incontroladas? ¿O de bandas y mafias chavistas autonomizadas? ¿O de un acto destinado a provocar a la oposición para que salga a las calles y así crear una situación de caos e impedir las elecciones del 6-D? Las preguntas vienen y van. La “justicia” no será por cierto la última en conocer la verdad. Pero sí será la última en decirla. Con la intuición que solo poseen los grandes novelistas, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez se ha adelantado a los acontecimientos. Ramírez escribió recientemente un artículo titulado “Cuando los votos pueden más que las balas”. Al referirse a las palabras de Maduro relativas a que “en caso de perder las elecciones “no entregaríamos la revolución  y la revolución pasaría a una nueva etapa y que gobernaría “con el pueblo … y “en unión cívica militar”, opinó Ramírez:“¿Qué significa no entregar la revolución si la mayoría legítima de los votantes pone a la Asamblea Nacional en manos de las

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fuerzas opositoras? ¿Una nueva etapa de la revolución significa más radicalización y pérdida de más libertades ciudadanas? ¿más autoritarismo. ¿Qué significa gobernar en unión cívico- militar? ¿Qué pito tocan los generales y los coroneles a la hora que los votos dilucidan el asunto del poder?”Acerca del “pito” que eventualmente deberán tocar los generales y coroneles,  escribió, a su vez, en su habitual columna de los Jueves, Trino Márquez:“El mayor peligro (….) no reside en que los cuadros castrenses se alíen con el régimen para desconocer o boicotear la victoria de la oposición. Sería un golpe de Estado. El mayor riesgo reside en que las Fuerzas Armadas se inhiban de actuar frente al terror que podrían desatar los grupos paramilitares conformados por los colectivos y los militarizados por el régimen”.Tiene razón Trino Márquez. Los grupos paramilitares, a los que se refiere en su artículo, ya mostraron sus intenciones al asesinar a Luis Manuel Díaz. ¿Tiene que ver el gobierno con eso?La respuesta es obvia: Más allá de la responsabilidad directa o indirecta que corresponda a los más altos funcionarios, nadie puede desconocer que la persona que más ha trabajado en Venezuela para crear un clima de violencia generalizada ha sido el propio Nicolás Maduro.Maduro debe ser el presidente que sin haber estado nunca en guerra con nadie, es el que más ha pronunciado la palabra guerra en toda la historia moderna. No se conoce otro caso similar. Ni el teniente coronel Hugo Chávez, ni el capitán Diosdado Cabello, ni el general Raúl Castro lo superan. Razón de más para pensar que el propósito de Maduro no ha sido solo amenazar a la “ultraderecha fascista” como llama tan cariñosamente a toda la oposición. El propósito real parece ser, crear a través de las palabras, y después a través de los hechos que nazcan de esas palabras, una situación artificial de guerra civil.Quizás Maduro, desde el punto de vista de su propia lógica, tiene razón. En un espacio político civilizado ya no tiene mucho que hacer ni decir. Lo que al parecer lo desespera no es que la oposición pueda responder con violencia a sus provocaciones sino el hecho de que no lo haga.¿A quién más que al gobierno venezolano podría convenir el espectáculo de bandas disparándose en cada esquina? ¿No sería esa una razón suficiente para declarar el estado de sitio a nivel

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nacional, copar de militares a las calles y ahorrarse una derrota política espantosa cómo la que lo amenaza el 6-D? Fue seguramente al evaluar esas posibilidades, la razón por la cual la MUD en una declaración emitida el 26-N, se refiere específicamente a las responsabilidades que le caben al gobierno venezolano:“Desde el Comando Venezuela Unida queremos destacar que el Estado Venezolano es responsable, por acción y omisión, de cualquier acto de violencia en Venezuela. La prédica violenta desde los mas altos niveles del Estado es responsable de la siembra de odio. Instamos a la OEA, a la ONU, a la Unión Europea, a UNASUR, a todos los gobiernos del hemisferio y a la Santa Sede a que exijan al Gobierno Nacional y al PSUV a rechazar públicamente al uso de la violencia como arma política, que garantice a los venezolanos el derecho a votar en paz y que se comprometan a aceptar pacíficamente la voluntad del pueblo que se expresará en las urnas electorales el próximo 6 de diciembre.”El clima de violencia provocado por el gobierno y algunos de sus seguidores no logrará detener el avance democrático, pacífico y electoral de la oposición organizada en torno a la MUD. Todo lo contrario. No serán pocos quienes al votar lo harán por la paz, es decir por una alternativa política y no militar a la crisis que vive Venezuela.Luís Manuel Díaz cayó luchando en la forma más digna que corresponde a un ciudadano: Haciendo uso de su palabra pacífica en medio de una elección decisiva para el futuro de su país.

65.SI LA OPOSICIÓN GANA EL 6D (30/11/15)Hay que pensar a veces en condicional, tiempo prohibido para historiadores, impropio para la práctica política, necesario sí, cuando se trata de reflexionar acerca de las posibilidades que

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pueden surgir en el futuro si este aparece como una realidad demasiado próxima.Cuando digo condicional no digo especulativo. Hay indicios que apuntan hacia la posibilidad de que un triunfo de la oposición venezolana sea realidad el 6-D. Las encuestas coinciden. Pero en tanto no leamos las cifras finales, son solo indicios, probabilidades; nada más.Lo cierto es que si la oposición logra un triunfo electoral estaremos frente a un gran acontecimiento histórico; uno que marcará a fuego un antes y un después; un nuevo comienzo; la apertura de otro espacio en ese largo camino que lleva hacia la conquista de la democracia.Si la oposición gana el 6-D, esa oposición pasará de hecho a ser parte constitutiva del Estado; perderá su carácter marginal y asumirá responsabilidades públicas. Independientemente  a si el gobierno de Maduro reconozca o no a la oposición, el hecho objetivo es que la tendrá ahí, a su lado. De una u otra manera esa oposición buscará usar el poder legislativo como un contrapeso frente al ejecutivo.Si la oposición gana el 6-D no solo será legítima; será, además, legal. Doblemente legal: lo será porque accederá legalmente a ocupar el sitial que le corresponde y porque a sus manos será entregada la potestad legal, esto es, la facultad de dictar y revocar leyes.El acceso de la oposición al Estado abrirá un dilema al gobierno de Maduro: o la convivencia institucional con un poder hasta ahora considerado como enemigo, o la aceptación de un Estado dividido en dos partes antagónicas e irreconciliables.¿Aceptará Maduro compartir el Estado con el enemigo? Hablando de un gobierno normal esa sería la más óptima de todas las alternativas. Si uno revisa la historia reciente de Europa nos encontramos con diversos tipos de gobiernos convivientes y nadie se muere por eso. Pero ¿es el de Maduro un gobierno normal? En esa pregunta yace el principal problema que vivirá Venezuela en pocos días más.El gobierno de Maduro no es normal en el sentido de su autodefinición: es un gobierno que se dice y cree ser revolucionario.Para un gobierno que se dice y cree ser revolucionario, el poder cuando se tiene no se entrega. Esa era en el pasado una de las

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afirmaciones favoritas del mentor ideológico del chavismo, Fidel Castro.Efectivamente, un gobierno, para un revolucionario, no es un fin. Es solo un medio en el camino que lleva a la conquista del poder, de todo el poder. La razón de la revolución para los revolucionarios -aún para los de tercera clase como son los que rodean a Maduro- está situada por sobre todo, incluyendo en ese todo a la Constitución y a las Leyes.Efectivamente, cuando Maduro viola las leyes (enviando a prisión a sus adversarios, por ejemplo) lo hace, aunque parezca irrisorio, siguiendo el designio de una religión política. Así como para los cristianos el amor se encuentra por encima de la ley temporal, para los revolucionarios, la revolución está por sobre todas las leyes y constituciones.Incluso cuando son minorías, la revolución es la ley de los revolucionarios. Mayorías o minorías son para ellos factores accidentales y fortuitos. Si el pueblo no los sigue es simplemente porque el pueblo se ha equivocado. Como dijo un alto funcionario de la ex RDA, pocos días antes de la caída del muro: “hay momentos en que el pueblo debe ser obligado a encontrar su felicidad”.Lo más probable entonces es que si la oposición gana el 6-D, el gobierno Maduro, siguiendo la anormalidad ideológica congénita que lo determina, intentará desconocer al nuevo poder legislativo.Si es que a alguien del gobierno no se le ilumina de pronto el cerebro, habrá que contar entonces con la posibilidad de dos poderes antagónicos al interior y al exterior del Estado. A un lado, el poder instrumental: el de los decretos, el del aparato represivo, el de los grupos para-militares. Al otro lado, el poder de la mayoría nacional, el del pueblo soberano, el de la legitimidad y el de la legalidad. Como decían los bolcheviques pocos días antes de la revolución de Octubre en Rusia, en Venezuela surgirá una situación de doble poder.Maduro seguirá creyendo que él y sus secuaces son el pueblo y la revolución a la vez. Será difícil que el poder de la mayoría nacional representado en la Asamblea Nacional logre convencerlo de lo contrario. Como ha demostrado magistralmente Alberto Barrera Tyszca en su formidable novela “Patria o Muerte”, la que vive Venezuela no es una situación sociológica; es más bien una situación patológica.

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En el marco de los acontecimientos que se avecinan, hay un actor que, se quiera o no, pasará a ocupar un lugar decisivo. Me refiero al ejército: a las FAN. Con ellas al parecer cuenta Maduro en caso de que la oposición gane las elecciones del 6-D. En ese sentido la amenaza de Maduro relativa a que si la oposición gana el 6-D apelaría a una alianza entre el pueblo (Maduro y su grupo) y los militares, debe ser tomada muy en serio.Eso significa que el anuncio de la tan mentada Unión Cívica Militar no es una simple fanfarronada. Se trata, para que nadie se equivoque, de una amenaza de golpe militar hecho desde el mismo gobierno en contra del parlamento. Léase: desconocimiento de las facultades legislativas, gobernancia por decreto y militarización absoluta del Estado. Todo en nombre de la revolución y del legado histórico del “Comandante Eterno”.Por supuesto, Maduro nunca dirá: “Haré un golpe de estado”. Reconocerá el resultado electoral y poco a poco, en la mejor escuela del chavismo, intentará ignorarlo. Su objetivo será convertir a la Asamblea Nacional en un simple ornamento del Estado. Intentará, ahí yace la astucia de la Unión Cívico Militar, someter al legislativo bajo el peso de las armas.La pregunta frente a esa posibilidad es obvia: ¿se prestarán las FAN para actuar como comparsas de una farsa antidemocrática y dictatorial en contra de la mayoría nacional?La respuesta depende, a su vez, de dos preguntas. La primera: ¿Cuán mayoritaria será la nueva mayoría? La segunda: ¿Cuán unitaria será la nueva mayoría?Ninguna de esas dos preguntas pueden ser respondidas con absoluta seguridad en estos momentos. Pero las dos son muy decisivas.Si la oposición gana el 6-D, escribiré de nuevo sobre este tema el 7-D.

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EL CHAVISMO ES MUY DISTINTO AL PERONISMO (3/12/15)Un peligro que amenaza al análisis político es el pensamiento esencialista.Traduzco: Por esencialismo entiendo la sumisión de diversos fenómenos bajo un solo concepto de modo que todas sus diferencias son anuladas. Uno de esos conceptos es el de populismo.Nombrando al populismo cada uno entiende lo que quiere: demagogia, culto a la personalidad, participación de las masas y muchas otras cosas. Lo único que tienen en común todas estas denominaciones es la apelación al pueblo. Pero si es así, toda la política moderna seria populista pues ningún partido puede ganar una elección sin invocar al pueblo.Lo vimos recientemente en Argentina.Una de las razones que explica por qué Macri logró derrotar al cristinismo fue por haber apelado de modo amplio al pueblo. Mientras el pueblo de Scioli era un pueblo excluyente cuyo imaginario estaba formado por trabajadores y oprimidos, el de Macri era un pueblo incluyente: un pueblo- nación, sin distinción de ideologías ni de clases. En ese punto Macri habría sido mejor populista que Scioli.La esencialización de conceptos puede llevar a grandes equívocos. Hay quienes, creyendo que el populismo es “cosa en sí”, han profetizado que con Macri comienza el fin del populismo en América latina. Desde esa óptica, el chavismo sería lo mismo que el peronismo. Nada más absurdo.Si el chavismo es derrotado el 6-D no lo será por su política populista sino porque simplemente ya no tiene la capacidad de ser populista. Maduro, el anti-líder, en comparación con Chávez, ha perdido mucho pueblo. Y, evidente, no puede haber populismo sin pueblo. Pero aunque así fuera: quien asimila al chavismo con el peronismo significa que no tiene la menor idea de la historia del peronismo. Pues si nos atenemos a las diferencias podríamos incluso comprobar que no solo no son semejantes, sino en muchos puntos, antagónicos. Veamos:

1. El Partido Justicialista, formado por trabajadores sindicalmente organizados, surgió al margen del Estado antes de que apareciera Perón. El PSUV en cambio nació como un partido-estado.

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2. A diferencias de Chávez, Perón no destruyó a los sindicatos obreros. Todo lo contrario: Los integró en una alianza pluriclasista dentro de la cual ellos constituirían uno de sus ejes centrales.

3. El primer Perón no destruyó la capacidad productiva del país como hicieron Chávez y Maduro. En cierto modo continuó la industrialización ya iniciada por la oligarquía agroganadera.

4. Perón, a pesar de ser militar, nunca fue militarista como Chávez y Maduro. Más todavía: el peronismo llegó a ser el partido anti-militar frente a un ejército convertido en el partido uniformado de la derecha. Jamás Perón podría haber sugerido la formación de una Junta “cívico-militar” como lo hace con tanta desvergüenza Maduro.

5. Perón jamás delegó la soberanía ideológica y política a otra nación como hizo Chávez con respecto a Cuba.

No se trata por de apologizar al peronismo. La enorme corrupción gubernamental del kirchnerismo es parte de su legado. Cristina solo perfeccionó los métodos mafiosos establecidos por el padre fundador. Pero las razones aquí nombradas, a las que pueden ser agregadas otras, explican por qué el mito Perón continúa vivo en el alma política argentina.Si el peronismo regresa después de Macri, no será parecido al cristinismo: será otro peronismo. Y si se impone el matiz ciudadano que rodea a Massa y al mismo Scioli, puede que Macri pase a la historia no como quien puso fin al peronismo sino como el presidente que lo civilizó, obligándolo a convertirse en un partido ciudadano y moderno. Massa y Scioli ya lo saben: el primero rompió con el cristinismo en nombre del peronismo. Scioli se muere por hacer lo mismo y en un momento determinado, lo hará.Como el tango, el peronismo es típicamente argentino. Más allá de todos sus males y taras es un invento altamente ingenioso –e incopiable- que permite a diversos partidos y tendencias participar en política haciendo referencia a un antepasado común, a mantener una relación con la historia nacional, a tejer un lazo de ficticia hermandad, a darse de repente la mano en medio de tantos odios.Hay peronismo para rato. Lo que ha sido derrotado en la Argentina, y solo por ahora, es una de sus formas: la menos peronista, la menos argentina  y, a la vez, la más chavista.

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¿Y habrá macrismo para rato?  Eso nadie lo sabe todavía.  Estamos frente a una historia que recién comienza. En gran medida la respuesta dependerá del mismo Macri.

67.LA PATRIA Y LA MUERTE SEGÚN ALBERTO BARRERA TIZSKA (4/12/15)Escribir una novela sobre un país dominado por la política, una novela sobre la política del país, una novela política, sin que la novela rinda tributo a la política y por culpa de la política deje de ser novela, todo eso es más que una mérito: es una hazaña. Esa hazaña ha sido cometida por Alberto Barrera Tyzska en su Patria o Muerte, merecido y unánime premio Tusquets 2015. Alberto Barrera Tyzska (desde ahora ABT) no tenía escapatoria. ¿Puede ser hoy escrita una novela en Venezuela sin que ella sucumba ante el influjo ejercido por Chávez y el chavismo? La pregunta es pertinente pues hay momentos en los que la política no es un espacio más de un orden social. Momentos en los que la política se desborda de sí misma y se convierte en un tsunami y lo cubre y lo ahoga todo. El momento histórico del chavismo ha sido uno de ellos.¿Ha estado usted en Venezuela en los tiempos del chavismo? ¿Ha intentado, ya hastiado de oír el mismo nombre, conversar con alguien más de un minuto sin que en una frase deje de aparecer Chávez o el chavismo? Yo lo he intentado y puedo testimoniar: es absolutamente imposible.Sobredeterminación llamaba Freud a un significante cuando se hace presente en diversos sueños. En lenguaje cotidiano podemos decir también, omnipresencia. Chávez era y es el omnipresente. Como si fuera dios o demonio, aún después de muerto, sigue estando en todas partes.

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“Tú eres Chávez” dice un slogan. Lo terrible es que eso es cierto. Chávez, en sentido negativo, como objeto del deseo del amor o del odio, se apoderó del alma de los venezolanos. Pero Chávez - y he ahí en donde actúa la prosa acuchillante de ABT- es un dios o un demonio mortal, un hombre de carne y hueso, alguien que padece un cáncer y por lo mismo suplica y llora de miedo. Alguien, al fin, que sangra por el culo, como dijera Miguel Sanabria, el viejo oncólogo quien por cosas del azar guardaba en una caja las fotos que testimoniaban la mortalidad del inmortal. Mortalidad convertida por el régimen post-chavista y por los cubanos (otros omnipresentes) en un secreto de estado. En todas partes estaba el carisma de Chávez. Solo en esa caja no estaba. Como tampoco estaba en esa otra caja vacía, su ataúd, transportado a lo largo de una multitud histérica y llorosa.Carisma: ABT se la jugó con la palabra carisma. Para explicarla acudió a lo que nunca se debe hacer en una novela: a una tesis sociológica. Y, lo increíble, ABT salió ileso al ponerla en boca de una ingenua observadora internacional. La tesis es conocida entre los sociólogos. Pertenece a Charles Lindholm quien rompió con la noción clásica de Max Weber al entender al carisma no como propiedad particular sino como una relación interpersonal. Según Lindholm, para que haya carisma deben existir también los que creen en el carisma, los carismatizados. En idioma venezolano: los chavizadosChavizados en sentido positivo o negativo estaban casi todos los personajes de la novela. Y lo estaban hasta el punto que uno se pregunta si el verdadero Chávez existió alguna vez o solo fue una creación del alma popular destinada a llenar ese vacío de ser que cada persona arrastra consigo por el solo hecho de ser mortal.Chávez, en la novela, no está de cuerpo presente. Solo aparece entre y dentro de la gente. Mas todavía: Chávez nunca es igual a Chávez. Chávez es lo que cada uno quiere que sea Chávez: la representación de sí mismo en el espacio de “la patria”. A la inversa, Chávez tampoco es igual a sí mismo frente a los demás. Tenía una extraña capacidad de transformarse de acuerdo a la demanda ejercida por el interlocutor. Encantador frente a las damas, energúmeno frente a sus adversarios, analista objetivo frente a un periodista, pastor protestante en televisión y hasta payaso hilarante, si la ocasión así lo determinaba.La presencia de Chávez no era vertical como ha sido la de la mayoría de los gobernantes autoritarios de América Latina. La

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suya era más bien una figura transversal. Atravesaba al conjunto de la nación de lado a lado. Y de punta a punta.Ningún destino dentro de la novela dejó de ser atravesado por Chávez. Lo fue la esposa del oncólogo, portadora de un odio visceral, irreconocible aún para su propio marido. Lo fue su hermano, ideologizado por ese marxismo de telenovela que penetró en América Latina desde los años sesenta. Lo fue su sobrino, fiel trepador del régimen. Lo fue su vecino, un periodista mediocre que termina vendiéndose a los cubanos. Lo fue la esposa del vecino, víctima de una tragedia inmensa provocada por las fantasías mobiliarias del presidente. Lo fue la madre de la niña Mariposa asesinada por delincuentes emergidos desde la destrucción sistemática de todo lo que es parecido a un orden social. Lo fue la propietaria del departamento víctima y hechora de maldades producidas por las leyes dictadas por Chávez. Lo fueron las mujeres cerrudas mezclando su amor a Chávez con la delincuencia “revolucionaria”.Incluso los objetos son en la novela de ABT imágenes metafóricas de lo que fue el chavismo ¿No es ese departamento lleno de basura, botellas vacías, orina, mierda y restos de comida, la imagen metaforizada de “la patria” después de que ha sido desatada sobre ella el vendaval de la “revolución”? ¿No son esos dos niños desprotegidos, pasando “por debajo de la historia” huyendo sin saber hacia donde, la imagen de un futuro nacional que nadie sabe como terminará?No hay duda, los personajes de ABT son dobles. Son por una parte símbolos. Por otra, son radicalmente carnales. Cada uno representa el destino de un país pero ninguno pierde jamás su singularidad. Alcanzar esa dualidad, ese equilibrio entre lo existente y lo simbólico, solo puede ser logro de grandes escritores. Y ya no hay duda, ABT es uno de ellos. Ya había demostrado su sensibilidad frente a la vida y la muerte en su novela “La Enfermedad”. “Patria o Muerte” fue su prueba de fuego.Sin posar de brujo me siento con la competencia suficiente para afirmar que Patria o Muerte figurará junto a El Señor Presidente de Asturias, El Otoño del Patriarca de García Márquez y La Fiesta del Chivo de Vargas Llosa, como una de las grandes novelas escritas sobre mandatarios supremos erigidos a lo largo de la historia del continente. Lo firmo.

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Sin embargo, ABT, aunque más de alguien lo leerá así, no escribió un libro antichavista. Su propósito no ha sido condenar a la figura de Chávez. Su interés, antes que nada, es entender su significado partiendo de las condiciones vividas por personajes ficticios (“la realidad también es ficción”) quienes no son ni buenos ni malos. Nadie en la novela es mejor que otro por el solo hecho de no ser chavista. En la vida real tampoco. Lo he comprobado personalmente.El amor hacia Chávez, sobre todo el de los más pobres, puede no tener ningún basamento socioeconómico. Al final de la era chavista ninguno de los grandes problemas de Venezuela ha sido solucionado. Los pobres siguen siendo pobres, más aún que en países en donde fueron implementados programas sociales sin ninguna alharaca revolucionaria. No obstante, el amor a Chávez sigue existiendo.¿Qué les dio Chávez a los pobres? Más que comida o dinero, les dio un sentimiento. Así lo da a entender una personaje de la novela: Chávez les hizo saber que ellos existían como ciudadanos, que las casas de familia no solo pertenecían a los ricos; que cada casa era una casa y cada familia una familia. Chávez, dicho en breve, les dio reconocimiento. Uno que no se come ni se toca, pero se siente.Para las muchedumbres que lo seguían Chávez era uno más de ellos. Lo era no solo en sus facciones, también en su humor grosero, en sus procacidades y en su desprecio por todo lo que se pareciera a la democracia y sus instituciones. Que detrás de Chávez había bandas de facinerosos, politiqueros de la peor estofa, seres corruptos, oportunistas y venales, y hasta narcotraficantes, lo sabían y lo saben. Pero no les importaba.“Chávez me cambió la vida” repiten en las barriadas venezolanas. Quizás no es tan cierto. Lo que sí es cierto es que Chávez les dio más valor a sus vidas. Un valor más simbólico que real. Seguramente el psicoanálisis podría decir algunas palabras sobre ese tema.Pero nada lo podrá decir mejor que una novela bien escrita, sobre todo cuando quien la escribe domina los secretos de las frases cortas y precisas, las pinceladas que revelan en una sola imagen una realidad muy profunda, y no por último, esos finales suspensivos de capítulo que obligan a leer al libro en el menor tiempo posible. Grandes cualidades literarias, sin lugar a dudas. 

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Pero todas esas cualidades no tendrían ninguna importancia si no hubieran sido puestas al servicio de una honestidad intelectual muy grande: esa que mantiene ABT en cada una de las páginas de su magistral novela.Patria o Muerte: ¿La Muerte de la Patria? ¿O la Patria de la Muerte? ¿O quizás la vida que siempre comienza? Lo sabremos después. El tiempo convierte a todo en pasado.

68.EN VENEZUELA HA VENCIDO LA UNIDAD (7/12/15)Abajo, a la izquierda, el de la manito” comenzó siendo una instrucción electoral y se fue convirtiendo en un slogan de la oposición. Frase surgida para contrarrestar un fraude pre-electoral avalado por el CNE al introducir en el tarjetón una sigla con candidatos maduristas, casi copia de el de la MUD y puesta a su lado con el objetivo de confundir al elector.El de “abajo, a la izquierda, el de la manito” ganó inapelablemente unas elecciones a las que el gobierno, sin que nadie lo hubiera pedido, otorgó un carácter plebiscitario. Las elecciones fueron efectivamente un plebiscito informal. Por lo tanto sus resultados solo pueden ser interpretados como un NO rotundo al régimen. Maduro lo quiso así.Unos dirán con cierta razón que el 6D fue una rebelión popular institucionalmente organizada. Otros, con la cabeza más caliente, gritarán revolución, revolución. El gobierno, o lo que de él quedará, argüirá que ha perdido una batalla pero no la guerra. Lo que nadie podrá negar es que el 6D marcará un hito decisivo en el largo proceso que lleva a la derrota final del chavismo.El de “abajo, a la izquierda, el de la manito” es el símbolo de la unidad representada por la MUD. En Venezuela ha vencido la Unidad. Esa debería ser la premisa de todo análisis. Cualquier

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intento por desconocer el papel histórico que corresponde a la MUD deberá ser rechazado de inmediato.No faltarán quienes intentando minimizar el rol de la Unidad sostendrán la tesis de que el vencedor en Venezuela no fue la MUD sino el “voto castigo”. Pero el tan mentado “voto castigo” no puede ser aplicado a las elecciones que tuvieron lugar el 6D.Todo voto comporta un castigo y un premio. Se castiga a quien no se vota y se premia a quien se vota. El “voto castigo” es el voto en blanco o el voto nulo, o simplemente el no-voto: la abstención. Nada de eso se dio en Venezuela el 6D. La mayoría indiscutida y aplastante la obtuvo la MUD. Fue un reconocimiento popular a la unidad políticamente organizada.Tampoco faltarán quienes sostendrán que el triunfo obtenido no es de la MUD sino de las movilizaciones populares que confluyeron electoralmente a votar por la MUD. Es decir, la MUD habría vencido porque simplemente “estaba ahí”.Vamos  a suponer que esa tesis es correcta. Si la gente votó por la MUD a falta de otra alternativa hay que convenir entonces en que fue obra de la MUD el haber catalizado a toda la unidad política sin dar lugar a otra alternativa. “Estar ahí” fue su mérito. Hay otros gobiernos autocráticos, menos represivos que el venezolano, que han logrado mantenerse en el tiempo porque en sus países no ha surgido nada parecido a la MUD.Más todavía: la Unidad no debe su triunfo a nadie más sino a sus electores. A diferencias de Argentina, donde el triunfo de Macri fue posible como consecuencia de una fractura al interior del peronismo, es decir, gracias al aparecimiento del peronismo disidente de Massa, el PSUV se presentó a las elecciones del 6D sin divisiones internas.La MUD, a diferencia del Cambiemos de Macri, no ganó las elecciones con votos prestados. Esa es la razón por la cual se puede afirmar que la Unidad, a pesar de sus errores, a pesar de sus líneas divisorias, a pesar de deficiencias, y otras taras más, es una de las fuerzas de oposición más grandes que existe en América Latina.La MUD es antes que nada una coalición electoral. Por lo mismo encierra diferencias. Más allá de un amplio predominio democrático y social, conviven en su interior posiciones de la izquierda clásica, centristas, liberales, hasta llegar a una delgada capa de derecha contagiada con la lógica polarizada del

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chavismo. Existen, además, diferencias entre las toldas que siguen sus respectivas clientelas. Por si fuera poco, la MUD está atravesada por fuertes liderazgos que atraviesan partidos y programas: El de Leopoldo López, predominantemente juvenil y urbano. El democrático-popular que encabeza Henrique Capriles. A ellos se sumarán probablemente los ímpetus regionalistas del zuliano Manuel Rosales. En síntesis, la MUD corresponde con la naturaleza política de Venezuela: pluralista, variopinta, multicultural y social. Todo lo contrario al chavismo, organizado de acuerdo a una estructura militar donde no se discute, donde apenas se piensa, donde se obedece y se acata. La Venezuela uniformada fue la utopía del presidente muerto y de sus sucesores. Esa utopía ha sido enterrada por la pluralidad de la MUD.La MUD surgió como resultado de un largo proceso. Nacida de grandes derrotas, de "carmonazos", de fracasados paros petroleros, en un ambiente  pesimista signado por confusiones, realizó sus primeras gestas electorales el año 2006 alrededor de la figura de Manuel Rosales, siguiendo la inspiración política de Teodoro Petkoff. El 2007 logró su primer éxito electoral al oponerse a la nueva constitución propiciada por Chávez. Ese triunfo demostró  que “Sí: se puede; sí: se puede”En cierto sentido la candidatura de Rosales, pese a su derrota, legó al país un organismo electoral competitivo que, aunque con continuos reveses, supo mantener una línea ascendente.En gran medida, el triunfo que estuvo a punto de alcanzar Capriles en su inolvidable gesta electoral del 2013  fue la continuación  del “nuevo comienzo” del 2006, pero a la vez su confirmación.El hecho de que Capriles no hubiera llamado a la inmolación colectiva para defender su victoria (aún no comprobada) debe ser evaluado desde una perspectiva histórica. Si Capriles  hubiera actuado siguiendo los impulsos de los más radicales, con toda probabilidad este 6D que con tanta alegría celebran hoy los venezolanos, nunca habría existido. Los liderazgos se ponen a prueba solo cuando los líderes están dispuestos a sacrificar su propia popularidad en aras del camino que consideran correcto.Imposible no recordar a los artífices de la MUD. Ya mencionamos a Teodoro. Injusto sería no nombrar a Ramón Guillermo Aveledo, verdadero ingeniero de la MUD. El hombre que supo sobreponerse a los arteros ataques (no solo del oficialismo). El político que entendió la máxima de Max Weber: “Hacer política

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significa trabajar sobre duras maderas”. Su ejemplo ha sido seguido por Borges, Ramos Allup, el joven Guevara y tantos otros que entienden la política como una profesión donde lo que importa es el día a día y cuyo ejercicio suele ser a veces gris e ingrato.No por último hay que mencionar a Jesús “Chúo” Torrealba, el líder unitario, el que supo mediar entre posiciones antagónicas, el que nunca renunció al dialogo y al compromiso, pero también el que imprimió a la Unidad ese sesgo populista-democrático sin el cual no es posible ganar ninguna elección.No es el momento para enrostrar faltas a nadie. Quien se mete en política debe estar preparado para equivocarse. Por ejemplo, para muchos, las acciones que llevaron a La Salida del 2013 eran inconducentes. Aún quienes estaban de acuerdo con el propósito de López para imprimir una mayor dinámica a una oposición, resignada después de la derrota en las municipales, lo criticaron por el hecho de haber actuado de modo unilateral desconociendo la perspectiva que ofrecían las elecciones parlamentarias. Lo mismo ocurrió con su extemporáneo llamado a una Constituyente y, por cierto, por haberse sumado a una “transición” que no mencionaba a las elecciones que se avecinaban. No obstante, la calidad de un político no se mide por la cantidad de errores que comete, sino por su capacidad para corregirlos. La huelga de hambre que llevó a cabo López desde su prisión, destinada a apurar una fecha electoral que el gobierno no quería entregar, lo integró de pleno a la lucha unitaria. Así es la política; los errores se corrigen no con golpes en el pecho sino actuando sobre la marcha.Del mismo modo hay que señalar que el dialogo llevado a cabo por parte de la oposición con Maduro, siguiendo las indicaciones del Papa, si no fue errado (una política sin dialogo no es política) debió haber estado condicionado a la liberación de los presos políticos. El mismo Maduro, sin embargo, resolvió el problema. Presionado tal vez por corrientes internas encabezadas por Diosdado Cabello, no dio lugar a la continuación del diálogo. Eso no significa que en algún momento no deberá hacerlo. Si hasta las FARC se rindieron a través de un diálogo, nada indica que en Venezuela hay que excluirlo para siempre. Solo las bestias no dialogan.Hay hechos que con el pasar del tiempo tienden a olvidarse. Tarea historiográfica será recordarlos. Uno de esos fue el de las elecciones que tuvieron lugar en San Diego y San Cristobal en el

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2014. En esos comicios, dos mujeres, representantes de sus maridos en prisión, Rosa Brandomicio de Scarano y Patricia Gutierrez de Ceballos, lograron sendos triunfos. (87% y 69%) Ellas demostraron que la movilización popular y las elecciones democráticas no son situaciones contrapuestas. Todo lo contrario: Una movilización popular sin perspectiva electoral está destinada a estrellarse en contra de la represión. Elecciones sin movilización popular van al fracaso. Hubo algunos que en ese momento pensamos que todo un país podría llegar a convertirse en un gigantesco San Diego y San Cristóbal; y así lo escribimos. Y así sucedió.Un especial reconocimiento requiere el rol jugado por tres mujeres: Lilian Tintori de López, otra vez Patricia Gutiérrez de Ceballo y Mitzy Capriles de Ledezma. Recorriendo el mundo lograron que diversos gobiernos fijaran su atención en Venezuela. En gran parte la solidaridad que provino de Europa, principalmente de España, hay que debérselo al activismo incansable que ellas demostraron. Con ellas en las portadas de los principales diarios del mundo, terminó el aislamiento internacional de los demócratas venezolanos.El triunfo del 6D tiene un gran significado político. Sólo por acceder como mayoría al Parlamento, la Unidad ha cambiado la composición orgánica del Estado. Desde ese momento, Maduro comparte su poder instrumental, basado en el dinero y en las armas, con el poder del pueblo expresado en la Asamblea Nacional. Por esa misma razón la AN deberá convertirse en el centro de gravitación política de la nación. Desde el Parlamento puede llegar a ser construida una nueva hegemonía nacional. ¿Logrará la Unidad ponerse a la altura de tareas tan inmensas? No conocemos la respuesta.De ahora en adelante la unidad no será solo electoral. Ya llegará el tiempo en que los distintos partidos de la MUD harán uso de su legítimo derecho a dividirse. Por el momento será muy importante actuar lo más unitariamente posible. Eso no significa por cierto eludir las discusiones. Pero después que estas hayan tenido lugar, será imperioso que todos sus partidos sigan los caminos tomados por la dirigencia colegiada. No hay otra alternativa. La democracia no se puede permitir más el lujo de tolerar actividades por cuenta propia y liderazgos destemplados. Probablemente Chúo tendrá que hacer un rayado en la cancha. El tema es existencial: se está o no se está.

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En todo caso, no hay mejor vía para forjar la unidad que emprender tareas comunes. En ese sentido, más allá de cual va a ser la alternativa que deberá ser tomada frente a Maduro y Cabello, tres de esas tareas son impostergables.La primera es la liberación inmediata de todos los presos políticos. En democracia no debe haber presos políticos, fue el dictamen del ex presidente costarricense Oscar Arias. Efectivamente, nadie puede ser enviado a prisión por el delito de disentir y actuar en disidencia.La segunda deberá ser la liberación de la Justicia con respecto al Ejecutivo. El proceder de los tribunales judiciales en Venezuela ya es un escándalo internacional. No hay crimen más grande en contra de la ciudadanía de un país que negar a una parte de la población el elemental derecho a ser defendida y juzgada por tribunales competentes.La tercera es la re-profesionalización de las fuerzas armadas. Por un lado las FAN deberán ser devueltas al lugar al que pertenecen: el de la defensa de la soberanía nacional. Por otro, será necesario entregar a ellas el monopolio sobre las armas como ocurre en todos los países civilizados. Ese función no puede ser más compartida con organismos paralelos como las “milicias revolucionarias” o los grupos de choque para-militares creados por la fantasía infantil de Chávez. Tarea profesional de las FAN será desarmarlos y disolverlos. De la misma manera, los servicios de seguridad nacional, en muchos casos ocupados por cubanos, tendrán que ser reestructurados. Y los cubanos enviados a sus casas. Sus familias los esperan con ansiedad.¿Y las tareas económicas? Son las más importantes y a la vez las más difíciles. Después del desastre creado por Maduro y su guerra económica (en el hecho, una guerra declarada a la economía) no habrá soluciones a corto plazo. Un nuevo “modelo” no se adquiere como en una zapatería. El país está definitivamente desmantelado. No obstante, a diferencia de lo que piensan marxistas y neo-liberales, la política no está siempre determinada por la economía. En determinadas situaciones sucede exactamente al revés.La creación de un ambiente político estable puede hacer posible que muchos inversionistas internos y externos intenten invertir en Venezuela. En ese sentido los inversionistas no se diferencian de otros miembros del género humano. Para realizar nuestros trabajos con cierta eficiencia, requerimos de un mínimo de orden

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institucional y reglas transparentes. Sin esas condiciones nada funciona en esta vida.El tiempo de la locura irá quedando atrás. Los jóvenes venezolanos de mañana solo lo recordarán como una pesadilla que les contaron sus padres y abuelos.PS. Felicitaciones a las encuestadoras. Al lado de las argentinas que no apuntan a una ni por casualidad, las venezolanas quedaron como reinas.

69.CUANDO LAS PALABRAS PIERDEN SU SIGNIFICADOAl igual como ocurrió después de la elección de Macri en Argentina, cuando fueron dados a conocer los resultados de las elecciones del 6D en Venezuela, diversos medios de comunicación europeos volvieron a repetir la misma letanía: “la derecha conservadora ha vencido a la izquierda socialista”. De acuerdo a esa información el público imagina que los habitantes de la parroquia 23 de Enero (Municipio de Caracas), al votar mayoritariamente en contra de Maduro, son magnates capitalistas, derechistas y conservadores.Evidentemente, con la proyección de conceptos que en algún momento tuvieron vigencia en sus países, los medios de comunicación europeos no solo informan de modo falso. Se trata de algo peor: ellos mismos demuestran no entender el mundo en el que habitan. Hecho grave: en la desconexión de las palabras con sus significados actuales yace el principio de toda patología.Al aplicar la clásica dicotomía izquierda- derecha para informar sobre América Latina, los medios europeos desconocen su propia realidad. Esa es la razón por la cual no logran entender las dimensiones de las amenazas reales que se ciernen sobre Europa.

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Esas amenazas son principalmente cuatro: la guerra declarada por ISIS a Occidente, las migraciones que provienen de la región islámica, el aparecimiento de fuertes movimientos neo-fascistas y las pretensiones expansivas que provienen de la Rusia de Putin.¿Son las milicias del ISIS de izquierda o de derecha? ¿Son los refugiados de guerra de izquierda o de derecha? ¿Son los neofacistas de izquierda o de derecha? ¿Es Putin de izquierda o de derecha?Evidentemente, habría que estar loco para entender a todas estas amenazas de acuerdo a los esquemas ideológicos binarios heredados de la Guerra Fría. ¿Por qué insisten entonces los medios en dar a conocer todo lo que sucede en América Latina de acuerdo a una contradicción izquierda-derecha que solo cubre una porción mínima de la realidad de sus países?La respuesta parece ser simple: América Latina se ha convertido en el último refugio ideológico de las antiguas izquierdas y derechas europeas: un simple espacio de proyección de ideologías desconectadas de toda realidad inmediata.Resulta ya cansador explicar que lo que ha sido derrotado en Argentina no fue la izquierda sino un gobierno autoritario que utiliza los métodos mafiosos de un peronismo que nunca fue de izquierda. Que el de Macri no es un clásico movimiento de derecha sino un intento para ampliar las relaciones democráticas y civiles en su país. Que la millonaria Cristina no es la versión femenina del Che Guevara. Que la retórica antimperialista de Maduro esconde un proyecto militarista dictatorial. Que gran parte de la oposición venezolana adhiere a un programa democrático social. Que el capitalismo hotelero de Raúl Castro no es un proyecto de la izquierda cubana sino un medio para la conservación en el poder de la última dictadura militar latinoamericana.Definitivamente el ser humano parece estar condenado a utilizar palabras de ayer para entender la realidad de hoy. Y si tomamos en cuenta que la realidad solo puede ser configurada con palabras, la conclusión no puede ser más pesimista: nuestra realidad es fantasmal. En ese punto los computadores nos superan. Si Windows 8 ya no nos es útil, adquirimos un Windows 10. Pero si el programa ideológico bidimensional heredado de la Guerra Fría ha sido superado, no encontraremos en el mercado ningún programa multidimensional para sustituirlo.

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Por cierto, Dios nos regaló un programa de autoprogramación (el pensamiento). Lamentablemente, la mayoría de los informadores políticos –y no solo europeos- lo mantienen desactivado.

70.EL NACIONAL – ENTREVISTA A FERNANDO MIRES (13/12/15)

        ¿Cómo evalúa lo que ocurrió en Venezuela el 6 de diciembre?

A partir de ese día la oposición pasa, a través del Parlamento, a ocupar una parte del Estado con una cantidad adicional de atribuciones ejecutivas derivadas de la mayoría calificada obtenida en los últimos recuentos. Se constituye así un Estado dual. Dicho de modo irónico, la oposición ha salvado a Maduro de convertirse en un dictador total. En Venezuela en estos momentos hay dos poderes: uno más instrumental que político (armas, dinero, represión) representado en el ejecutivo y otro más político (y social) que instrumental, representado en el legislativo

        ¿Estamos frente el fin del chavismo? ¿Después de esta derrota cuál es su principal desafío?

Por el momento parece que estamos llegando al fin de la fase madurista del chavismo. Es también el fin de la forma populista de representación política (no hay populismo sin pueblo y sin líder populista). Si el chavismo puede llegar a constituirse bajo otras formas como lo logró el peronismo, es imposible saberlo. La historia del futuro no ha sido escrita todavía.

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        ¿Cree que las elecciones se ganaron por el voto castigo o por el trabajo hecho por la oposición?

Parece que ahí nos topamos con una discusión inútil. Todo voto válido implica un castigo y un premio. Solo el voto en blanco o el nulo, cuando es militante, es castigo. Ahora, pensemos matemáticamente: La oposición en el pasado no bajó del 40%. Ese es su capital constante. Y un 40% de voto no-castigo, no es poco. El 20% de capital variable –que no es necesariamente castigo- es el que debe ser mantenido e incluso aumentado.

        ¿Cuál es el reto que tiene la oposición para atraer a los chavistas descontentos?

Reconocerlos como lo que son y no como quisiéramos que sean. Lo peor que se puede hacer es repetir lo que hizo el chavismo con la oposición. Macri, en Argentina, lo aclaró muy bien: le dijo a los peronistas: “Yo no te vengo a pedir el voto. Te respeto a vos como sos. Pero te ofrezco trabajar juntos para resolver problemas comunes”

        Todo apunta a que la crisis económica se profundizará en 2016. ¿Quién terminará asumiendo el costo de esa crisis el gobierno o la oposición?

La crisis no es una cosa en sí. A Maduro se le arrancó la economía por razones políticas. Nadie quiere invertir en un país donde las instituciones y las leyes no funcionan. Solo reestableciendo un mínimo de estabilidad y orden político será posible solucionar la economía. Al revés no resulta. La economía no se rige por “modelos” sino por “procesos”. Son dos cosas muy diferentes.

        ¿De qué manera inciden los resultados del domingo en la región?

Después de Argentina, Venezuela se inscribe en el proceso de democratización que se inició en la última década del siglo XX, proceso interrumpido por la aparición de autocracias hegemonizadas por el castro-

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chavismo. Precisamente hoy he leído que en Bolivia las encuestas ya no son favorables a la reelección de Morales. La locura del “socialismo del siglo XXl” ha terminado. Quizás para siempre.Pero por otra parte el general Raúl Castro es el último dictador militar del continente. El clamor por elecciones libres en la isla debería ser continental. La oposición venezolana puede y debe ayudar a la oposición cubana a encontrar su camino. Al fin y al cabo la oposición de Venezuela sabe lo que es necesitar de ayuda y no recibirla.

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