EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS DE JOSEPH CONRAD, UNA METAFORA DE LA PSICOLOGÍA JUNGUIANA

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EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS DE JOSEPH CONRAD: UNA METÁFORA DE LA PSICOLOGIA JUNGUIANA Colleen Burke (Traducido por Susana del Moral) Reconocimiento y dedicatoria En 1961, Richard Verreault, a quien le había sido denegado el puesto de profesor de inglés en la universidad local, entró a formar parte de la plantilla de nuestra poco interesada en la literatura – por no decir inculta – escuela secundaria, y a base de probar con distintos relatos abrió las puertas de un mundo desconocido a una estudiante inconsciente. Mi imaginación bailaba con las páginas de Joyce, Faulkner y Steinbeck, pero se estrelló con lo desconocido – y probablemente incognoscible – cuando tuvimos que enfrentarnos con El corazón de las tinieblas. Teníamos que viajar al oscuro inframundo del Congo de Conrad y regresar habiendo comprendido “¡El horror! ¡El horror!”. A pesar del omnipresente estímulo de Mr. Verrault y de que la mayoría de mis trabajos anteriores habían sido calificados con una A, sólo obtuve una B (en realidad era una B- con el signo de menos tachado) en el trabajo sobre El corazón de las tinieblas y todavía hoy, treinta y cuatro años más tarde, siento el no haber sabido responder a la cuestión planteada por Mr. Verrault, mi psicopompo literario. ¿Qué puede saber una quinceañera (al menos una de la zona rural del estado de Nueva York en 1961) acerca de las salvajes y oscuras sombras de ese profundo lugar interior? En el momento en que decidí dedicarme a los estudios mitológicos en relación con la psicología profunda junguiana, supe que iba a volver a internarme en el continente negro y, a través de mi propia visión, espero poder rendir homenaje a la memoria de Mr. Verrault. *** En El corazón de las tinieblas, abriéndose paso como una serpiente entre las salvajes sombras del continente africano, Joseph Conrad expone una psicogeografía del inconsciente colectivo mediante las intricadas realidades metafóricas del serpentino Congo. La novela de Conrad, desciende a la incognoscible oscuridad del corazón de Africa, conduciendo a su narrador, Marlow, a través de un viaje subterráneo de individuación, una odisea moderna dirigida tanto al centro del Sí-Mismo como al centro de la Tierra. El ego se disuelve en el alma, así como Marlow, en el interior de la jungla, encuentra a su doble en la poderosa imagen de Kurtz, obsesionado con el marfil y oscura sombra del imperialismo europeo. Esta oscura meditación se encuentra bendecida por la personificación del ánima en la diosa negra de Kurtz, la salvaje y majestuosa consorte del inframundo, y en una Perséfone de piel de porcelana, su inocente prometida del mundo superior. Según “Los descubrimientos del Dr. Jung que no conoció Conrad” (Hayes, 43), quien escribió esta obra maestra entre 1898 y 1

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La novela El corazón de las tinieblas como metáfora de la psicología de Carl Jung

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EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS DE JOSEPH CONRAD: UNA METÁFORA DE LA PSICOLOGIA JUNGUIANA

Colleen Burke

(Traducido por Susana del Moral)

Reconocimiento y dedicatoriaEn 1961, Richard Verreault, a quien le había sido denegado el puesto de profesor de inglés en la universidad local, entró a formar parte de la plantilla de nuestra poco interesada en la literatura – por no decir inculta – escuela secundaria, y a base de probar con distintos relatos abrió las puertas de un mundo desconocido a una estudiante inconsciente. Mi imaginación bailaba con las páginas de Joyce, Faulkner y Steinbeck, pero se estrelló con lo desconocido – y probablemente incognoscible – cuando tuvimos que enfrentarnos con El corazón de las tinieblas.Teníamos que viajar al oscuro inframundo del Congo de Conrad y regresar habiendo comprendido “¡El horror! ¡El horror!”. A pesar del omnipresente estímulo de Mr. Verrault y de que la mayoría de mis trabajos anteriores habían sido calificados con una A, sólo obtuve una B (en realidad era una B- con el signo de menos tachado) en el trabajo sobre El corazón de las tinieblas y todavía hoy, treinta y cuatro años más tarde, siento el no haber sabido responder a la cuestión planteada por Mr. Verrault, mi psicopompo literario. ¿Qué puede saber una quinceañera (al menos una de la zona rural del estado de Nueva York en 1961) acerca de las salvajes y oscuras sombras de ese profundo lugar interior?En el momento en que decidí dedicarme a los estudios mitológicos en relación con la psicología profunda junguiana, supe que iba a volver a internarme en el continente negro y, a través de mi propia visión, espero poder rendir homenaje a la memoria de Mr. Verrault.

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En El corazón de las tinieblas, abriéndose paso como una serpiente entre las salvajes sombras del continente africano, Joseph Conrad expone una psicogeografía del inconsciente colectivo mediante las intricadas realidades metafóricas del serpentino Congo. La novela de Conrad, desciende a la incognoscible oscuridad del corazón de Africa, conduciendo a su narrador, Marlow, a través de un viaje subterráneo de individuación, una odisea moderna dirigida tanto al centro del Sí-Mismo como al centro de la Tierra. El ego se disuelve en el alma, así como Marlow, en el interior de la jungla, encuentra a su doble en la poderosa imagen de Kurtz, obsesionado con el marfil y oscura sombra del imperialismo europeo. Esta oscura meditación se encuentra bendecida por la personificación del ánima en la diosa negra de Kurtz, la salvaje y majestuosa consorte del inframundo, y en una Perséfone de piel de porcelana, su inocente prometida del mundo superior. Según “Los descubrimientos del Dr. Jung que no conoció Conrad” (Hayes, 43), quien escribió esta obra maestra entre 1898 y 1989, El corazón de las tinieblas presenta una metáfora literaria de la psicología junguiana.Este texto explora el oscuro territorio de El corazón de las tinieblas de Conrad como una metáfora de los conceptos junguianos de inconsciente personal e inconsciente colectivo, como un proceso de individuación, un encuentro con el ánima, un enfrentamiento con la sombra, y un descenso al inframundo mítico. Como el Marlow de Conrad, impulsado hacia su destino africano a pesar de las numerosas advertencias y premoniciones, yo me he sentido impulsada a ir más allá del análisis clásico de El corazón de las tinieblas, internándome en un afluente desconocido, explorando los paralelismos entre la historia de Marlow y los viajes a África del propio Jung y buscando la turbia visión en lo físico y en la impresión metafórica del continente negro sobre el lenguaje y el panorama de la psicología profunda.“África” dijo Graham Green “será siempre el África del atlas victoriano, el continente inexplorado en blanco con forma de corazón humano”. El corazón africano descrito por Green “adquirió un nuevo significado con la descripción hecha por Conrad del Congo del rey Leopoldo en El corazón de la tinieblas. Un lugar donde la barbarie triunfa sobre la humanidad, la naturaleza sobre la tecnología, la biología sobre la cultura, el Ello sobre el Super-yo” (McLynn, 9).La desconocida e inexplorada topografía del continente africano, lanza una señal a Marlow, el narrador de Conrad, que le lleva a recordar su infancia: “Cuando yo era un chiquillo sentía pasión por los mapas. Era capaz de pasarme horas contemplando Sudamérica, África o Australia y perderme entre las glorias de la exploración” (Conrad, 5). Cuando Marlow creció y África ya no era un espacio en blanco en el mapa sino, más bien “un lugar tenebroso”, todavía existía allí un rio que le llamó especialmente la atención, “un enorme y poderoso rio, que según puede verse en el mapa, se asemeja a una gigantesca serpiente desenroscada, con la cabeza en el mar, el curvilíneo cuerpo reposando sobre un vasto territorio y la cola perdida en las profundidades de la tierra” (Conrad, 5-6). Este mismo

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lugar profundo que había atrapado a Kurtz, el buscador de marfil de Conrad, con los horrores de su abrazo salvaje, también atrajo en 1890 al propio Conrad hacia una aventura que lo condujo de marinero a escritor (Smith, 25), y que afectaría gravemente a su salud para el resto de su vida (Conrad, 5). A medida que el viaje por el Congo se iba desarrollando de manera fatídica para Marlow, igualmente resultaba fatal para la individuación de Conrad, según lo refleja en sus cartas: “Antes del Congo yo era un simple animal” (Jean-Aubrey, 141).Hillman nos recuerda en Notes on White Supremacy que, al igual que Conrad, Freud y Jung también fueron llamados a adentrarse en el continente de las sombras, y que los vestigios de sus viajes aún colorean nuestro lenguaje psicológico:

La información convencional sobre los descubrimientos geográficos y la expansión de la conciencia blanca sobre África continúan informando sobre la geografía psíquica. El lenguaje topológico utilizado por Freud para referirse a “lo inconsciente” como un lugar inferior, diferente, atemporal, primordial, libidinal y separado de lo consciente recapitula lo que los informadores blancos han venido diciendo durante siglos sobre el África occidental. Desde El corazón de las tinieblas de Conrad hasta Aventura en el interior de van der Post, África y el inconsciente son la alegoría de otro lugar… “No permanezca demasiado tiempo en las típicas colonias; debe usted reinar en el hogar”, escribe Freud a Jung en 1911, quien también realizó un viaje a África catorce años antes, y que al describir esos vastos territorios y a sus oscuras gentes encontró un lenguaje que también aplicaría a la inmemorial psique inconsciente… Parte del mito de la psicología consiste en que el inconsciente fue “descubierto” y sus contenidos están siendo “explorados”. (45)

Así, África se ha convertido en una topología de la mente - su ubicación, su forma, sus culturas, sus texturas, sus ritmos, su follaje, sus colores, su salvajismo – todo parece invocar a algo perdido en la psicología del europeo blanco. Es comprendiendo que nuestro destino consiste en explorar ese continente simbólico perdido en nuestro propio interior que podemos comenzar a apreciar la presciencia de la psicología de Jung en El corazón de las tinieblas de Conrad.La alegorización del continente africano con su instintivo, sombrío y primitivo inframundo, establece un revelador contexto para examinar los conceptos junguianos en El corazón de las tinieblas (tarea que emprenderemos en breve), pero siento que primero debo explorar un ignoto afluente literario y seguir la pista de las sorprendentes similitudes entre las reflexiones de Jung en sus viajes por el continente negro, (África del Norte en 1920 y en Kenia y Uganda en 1925) y la historia relatada por Marlow en El corazón de las tinieblas, publicado en 1902. El propio Jung en Recuerdos, sueños y pensamientos llega a la conclusión de que, mientras estaba en África, sus sueños “parecían querer decirme que considerara el viaje a África, no como algo real sino como algo sintomático o simbólico” (272), y es este sentido de lo simbólico en los viajes de Jung a África lo que puede yuxtaponerse a lo simbólico de El corazón de las tinieblas de Conrad. Las reflexiones de Jung sobre sus viajes africanos que aparecen en Recuerdos, sueños y pensamientos encuentran numerosos ecos en la narración de Marlow sobre temas que van desde el establecimiento de la razón primera a las expectativas de transformación interior, desde la experiencia del tiempo primordial al encuentro con lo salvaje y el reconocimiento de la personificación de la sombra. El corazón de las tinieblas cuenta la historia de un viaje marítimo nocturno de exploración y del viaje de autodescubrimiento de su narrador, Marlow, un blanco europeo capaz de verse a sí mismo y a la “civilización” con mayor claridad contra el oscuro telón de fondo del centro de la tierra. Asimismo, a través de un sueño que tuvo hacia el final de su primera visita a África del Norte, Jung vio en este primer viaje una oportunidad para descubrir un aspecto perdido de sí mismo, su parte invisible e inconsciente. En Recuerdos sueños y pensamientos analiza así dicho sueño:

Al viajar a África con el fin de encontrar un puesto de observación psíquico lejos de la esfera europea, lo que deseo de forma inconsciente es hallar aquella parte de la personalidad que se ha vuelto imperceptible bajo la influencia y la presión del modo de ser occidental. Esta parte se encuentra en oposición inconsciente conmigo porque no le concedo valor alguno. De acuerdo con su naturaleza, quiere hacerme inconsciente... para matarme; pero mi objetivo en cambio es hacerle más consciente mediante el conocimiento… (244)

El análisis que Jung hace de este sueño en el que aparece un aristócrata árabe de tez oscura, proporciona una visión más profunda sobre el impacto que sus viajes tuvieron en su obra. Abriéndose a la posibilidad de una sombra colectiva, escribe:

La piel oscura del árabe le señala como una “sombra”, pero no una sombra personal sino más bien étnica y no relacionada con mí persona consciente, sino con todo el conjunto de mi personalidad, es decir con el Sí-Mismo. (245)

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La cuestión sobre lo que les sucede a los europeos que se adentran en el continente primitivo fue algo que Jung se planteó a sí mismo, y lo que el médico de la compañía le pregunta a Marlow durante un reconocimiento en El corazón de las tinieblas. De hecho, el médico saca un compás y pregunta a Marlow si puede medirle la cabeza: “Yo siempre pido permiso, en interés de la ciencia, para medir los cráneos de los que se marchan.” Cuando Marlow pregunta si también mide las cabezas de los que regresan, el médico comenta: “Ah, nunca los veo... y, por otra parte, los cambios que tienen lugar en el interior, ya sabe…” (9)Sobre su propia curiosidad intelectual sobre el impacto del África salvaje dentro de la cabeza de los europeos, escribe Jung:

Con asombro concebí la sospecha de que con mi aventura africana había alcanzado el secreto fin de conseguir librarme de Europa y su problemática, para caer en el peligro de seguir allí al igual que muchos otros antes de mí y al mismo tiempo que yo… ¿Qué ha ido a hacer Jung, el psicólogo, en las salvajes tierras de África? Esta era la cuestión que constantemente trataba de apartar de mí, pese a mi tendencia intelectual a estudiar la reacción de los europeos ante las condiciones del mundo primitivo. (273)

Viajando hacia el norte en su camino hacia Europa “desde el corazón de África”, Jung cuenta en sus diarios como la respuesta a su pregunta había sido ya encontrada:

En medio de estos pensamientos me deslizaba sobre las aguas tranquilas del Nilo hacia el norte - hacia Europa, hacia el futuro... Así, el viaje desde el corazón de África hasta Egipto se convirtió, para mí, en una especie de drama sobre el nacimiento de luz. Ese drama estaba conectado íntimamente conmigo, con mi psicología... Yo quería saber cómo me afectaría África, y lo había descubierto. (273-4)

Tanto Jung como Conrad experimentaron África como un paisaje de ensueño, deslizándose desde lo físico a lo metafórico en un estado de trance. En Recuerdos, sueños y pensamientos Jung escribe que mientras estaba en Kamegas, “…ya no sabía si había sido transportado de la realidad a un sueño, o de un sueño a la realidad.” (257) Del mismo modo el Marlow de Conrad expresa la cualidad onírica de su narrativa: “Tengo la sensación de que estoy tratando de contarle un sueño – un vano intento, ya que ningún relato de un sueño puede transmitir la sensación del sueño…” (Conrad, 24)Además de compartir la naturaleza onírica de la experiencia africana, tanto el narrador de la novela de Conrad como Jung en sus viajes reales, habían observado el mismo fenómeno, la sensación de que el tiempo retrocedía a medida que viajaban hacia el interior de África. En Recuerdos, sueños y pensamientos cuenta Jung: “Cuanto más penetramos en el Sahara, más lento me resulta el paso del tiempo, siento incluso como si amenazase con volverse hacia atrás.” (240) Paralelamente a las impresiones de Jung, Marlow observa: “Remontar el río era como viajar a los orígenes del mundo, cuando la vegetación se apoderó de la tierra y los grandes árboles eran los reyes” (Conrad, 30).En algún momento de sus respectivos viajes africanos, tanto Jung en su diario como Marlow en su relato ficticio, sienten haber retrocedido tan lejos en el tiempo que podrían ser los primeros hombres en una tierra prehistórica. Dice Jung: “Miles de kilómetros me separaban de Europa, la madre de todos los demonios. Los demonios no podían alcanzarme aquí - no había telegramas, ni llamadas telefónicas, ni cartas, ni visitantes. Mis fuerzas psíquicas liberadas regresan felizmente a las extensiones vírgenes” (264). En un momento dado Jung vislumbra una “figura delgada, de color marrón oscuro, inmóvil sobre una roca irregular y apoyada en una larga lanza”, y observa:

Estaba encantado con ese espectáculo – una imagen que me resultaba por completo extraña y alejada de mi experiencia, pero por otro lado tenía una intensa sensación de déjà vu. Sentía que ya había experimentado ese momento y que siempre había sabido que este mundo sólo estaba separado de mí por la distancia en el tiempo. Era como si hubiese llegado el momento de regresar a la tierra de mi juventud, y como si supiera que aquel hombre de piel oscura llevaba cinco mil años esperándome. (250)

Las palabras de Jung son un eco de las de Marlow, quien se refiere a los peregrinos que abarrotan su barco como “vagabundos en una tierra prehistórica, una tierra con el aspecto de un planeta desconocido”, y observa “Podríamos imaginarnos como los primeros hombres que toman posesión de un legado maldito… No podíamos comprender porque estábamos demasiado lejos, y no podíamos recordar porque estábamos viajando a través de la noche de los tiempos, de aquellos tiempos que desaparecieron sin dejar apenas rastro – y ningún recuerdo.” (Conrad 31-32)De vuelta a Inglaterra, recordando su aventura en la jungla, les pregunta sus compañeros ingleses, “¿Pueden ustedes imaginarse qué región particular de los primeros tiempos puede atrapar a un hombre y conducirlo por el camino de la soledad…?” (44)

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Tanto Jung en la “vida real” de sus diarios como Marlow en su historia ficticia se deslizan entre lo cartográfico y lo metafórico cuando hablan sobre su entrada en el continente africano. Mientras viaja al interior de Uganda en el ferrocarril, cuenta Jung, “nos hallábamos, por así decirlo, en el borde de la ouikomene (extensión de tierra habitada), desde donde los caminos se extendían infinitamente por el continente.” (256) En un instante premonitorio, antes de partir a su viaje, Marlow comenta, “…me sentí como si, en lugar de viajar al centro de un continente, me dirigiese hacia el centro de la tierra.” (Conrad, 10)

Jung y Marlow también relatan escenas muy similares de un salvajismo desenfrenado y primitivo. Escribe Jung: “La gente daba vueltas corriendo en un estado de gran excitación, gritando y gesticulando. Se les veía salvajemente alterados.” (241) De igual modo Conrad, a través de Marlow, registra: “un estallido de gritos, un remolino de negras extremidades, una masa de manos aplaudiendo, de pies pataleando, de cuerpos cimbreantes, de ojos en blanco…” (32) Y entonces Conrad nos lleva un paso más allá, ya que permite a Marlow ser testigo de su propio reflejo en la jungla, prefigurando así el concepto junguiano de sombra:

Ellos aullaban, saltaban y ponían caras horribles, pero qué sensación te producía la simple idea de su humanidad – la misma que la tuya – al pensar en tu remoto parentesco con ese apasionado y salvaje alboroto. Sí, era muy desagradable; pero si eras lo bastante hombre tenías que admitir que dentro de ti existía un leve rastro de respuesta a la franqueza de ese estruendo, una vaga sospecha de que aquello tenía un sentido que tú – tan alejado de la noche de los tiempos – eras capaz de comprender. ¿Y por qué no? La mente humana es capaz de todo – porque todo está en ella, todo el pasado y todo el futuro. ¿Qué hay al final de todo? – quien sabe – tal vez la verdad, la verdad despojada de su manto de tiempo. Que el idiota tiemble y se sorprenda – el hombre sabio puede mirar sin pestañear. Pero tiene que ser tan hombre como los de este lado. Tiene que enfrentarse a la verdad… (32)

Jung reconoce esta misma vitalidad de la sombra al analizar sus sueños norteafricanos:

La predominante racionalidad europea encuentra gran parte de todo esto ajeno a lo humano, y se enorgullece de ello sin darse cuenta de que lo que gana en razón lo pierde en vitalidad, y que la parte primitiva de la personalidad queda condenada a una existencia más o menos subterránea… (245)

Y como si fuera un íntimo del propio Kurtz, hace hincapié en el sentido de la atemporalidad prehistórica y en la capacidad para introducirse directamente bajo la piel del salvaje:

Estos sueños demuestran que hay algo en nosotros que no se limita a someterse pasivamente a la influencia del inconsciente, sino que, por el contrario, se lanza con entusiasmo a su encuentro, se identifica con la sombra... con lo aparentemente ajeno… despierta la memoria arquetípica de un tiempo anterior sobradamente conocido, que al parecer hemos olvidado totalmente. Estamos rememorando una energía vital que fue dejada de lado por la civilización… Si tuviéramos que revivirla de manera ingenua, sería como caer de nuevo en la barbarie… (245 – 246)

Al describir la forma en que Kurtz se deslizó bajo la piel del salvaje, dice Marlow: “la jungla… lo había acariciado, pero en lugar de marchitarlo, lo había acogido, amado, abrazado, se había introducido en sus venas, consumido su carne y fusionado con su alma mediante sus propias inconcebibles ceremonias de algún tipo de iniciación diabólica.” (Conrad, 44) Los sueños de Jung evidencian una profunda resonancia con la disolución psicológica de Kurtz dentro del salvajismo de su propia sombra, de “tornarse negro bajo la piel”, como señalaba al analizar uno de sus sueños norteafricanos utilizando los conocimientos obtenidos en sus viajes por el África tropical:

Yo no concebía que en mí existieran fuerzas inconscientes que aceptaban las cosas de los demás con tal intensidad que ello originaba un agudo conflicto. La verdadera naturaleza de este trastorno se me hizo patente sólo al cabo de algunos años, cuando estuve en el África tropical: fue el primer presagio del “going black under the skin”, un peligro que amenaza a los europeos desarraigados en África en un grado insuficientemente apreciado. “Allí donde hay peligro se encuentra también la salvación”, estas palabras de Hölderlin me vienen siempre a la mente en semejantes circunstancias. La salvación consiste en nuestra habilidad para convertir en consciente lo inconsciente… (245)

Es precisamente esta salvación mediante el empuje del inconsciente a la conciencia, de lo que somos testigos en el viaje interior de Marlow - un viaje que puede ser contrastado con el de su sombra, Kurtz, quien se desliza en ¡El horror! ¡El horror! al dar un paso más hacia el interior del continente africano y hacia el borde del mundo. Así lo

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expone Marlow al compararse a sí mismo con Kurtz: “Cierto, él había dado el último paso que lo separaba del límite y lo había traspasado, mientras que yo había permitido que mi vacilante pie se diera la vuelta.” (65)Tan pronto como nos hallamos en este precario límite, nos encontramos con un nuevo paralelismo entre Conrad y Jung del que vamos a hablar antes de explicar algunos de los conceptos junguianos “iluminados” por la novela. Este último paralelismo está relacionado con el fenómeno mitológico del viaje subterráneo. El corazón de las tinieblas es claramente un recorrido cartográfico y psicogeográfico por el inframundo. En Rape and revelation, Evans Smith presenta la tesis de que “El descenso a los infiernos es el mito más importante para los autores modernistas” y sugiere que es también “el mito central de la psicoterapia [junguiana]” (1). Smith revela que, al igual que Jung, Conrad experimentó un descenso a los infiernos (en palabras de Conrad “A taste of hell”) durante la crisis nerviosa que sufrió antes de la escritura de El corazón de las tinieblas entre 1897 y 1898 (19). Frederick Karl escribe sobre este período de la vida de Conrad como un descenso “a su propia forma de oscuridad”, y observa como su imaginación creativa le lleva a “descender no sólo al fondo de su memoria sino hasta el mismo extravagante caos del inconsciente… Estancado, enfermo y deprimido había llegado a tocar fondo y, a su manera, a encontrar su propio material.” (Smith, 20; Kart, 441). Del mismo modo, entre 1912 y 1916, Jung experimentó su propia crisis psicológica, “a la cual se refería como su personal descenso a los infiernos, durante el cual los mitos por él vividos se revelaron como la base de toda su obra futura” (Smith, 1). Se podría concluir que tanto Jung como Conrad y Marlow – e incluso Kurtz – realizaron el clásico descenso del héroe al inframundo – se encontraron y fueron abrazados por “¡El horror! ¡El horror!”.“¡El horror! ¡El horror!” nos lleva al concepto junguiano de “sombra”, que en El corazón de las tinieblas se encuentra representado por Kurtz, el doble interior diabólico de Marlow, la palabra “sombra” es frecuentemente utilizada en la novela - a veces capitalizada como la personificación material, y explorada y confrontada según el concepto de sombra. Cuando los peregrinos conducen a Kurtz en camilla fuera de su camarote, Marlow dice sobre él: “Aquella sombra parecía saciada y en calma” (55). Cuando Marlow descubre más tarde que Kurtz ha desaparecido de su vapor y decide bajar a tierra a buscarlo, dice: “Estaba ansioso por enfrentarme a esa sombra de mí mismo” (59). Mientras trata de acorralar a Kurtz deslizándose entre la maleza comenta: “Estaba claro que esta no era una cuestión de puñetazos, dejando a un lado la fuerte aversión que sentía a golpear a esa sombra – esa cosa errante y atormentada” (60). Finalmente, de regreso en Londres y mientras reflexionaba sobre las motivaciones de Kurtz tiene una visión de éste como “una sombra de inagotables máscaras… una sombra más oscura que la sombra de la noche” (68). En The Journey to Hell: Satan, The Shadow, and the Self, Charlotte Spivack nos proporciona el siguiente contexto para nuestro estudio de la sombra en El corazón de las tinieblas:

Uno de los arquetipos del inconsciente colectivo es lo que Jung denomina la sombra, la propensión innata al mal que reside en las profundidades de la naturaleza humana, “el lado negativo de la personalidad”, como dice Jung, “el conjunto de todas aquellas cosas desagradables que procuramos ocultar” (429).

Spivack continúa explicando que:

La sombra es el equivalente psicológico del pecado original… todos los seres humanos – en sentido psicológico – llevan en su interior la sombra del mal… la toma de conciencia de la sombra transforma el yo en su totalidad, ya que implica el reconocimiento de los aspectos oscuros de la personalidad como algo presente y real (429).

La sombra, si no es reconocida, nos esclaviza. Bien podría estar describiendo Jung el propio personaje de Kurtz cuando, al escribir sobre las inferioridades que constituyen la sombra dice: “En este nivel inferior, con las emociones descontroladas o apenas controladas, nos comportamos prácticamente como primitivos, no somos más que víctimas de nuestros afectos… pero también singularmente incapaces de juicios morales.” Kurtz muere murmurando “¡El horror! ¡El horror!” – un horrible reconocimiento que viene reflejado en el siguiente comentario de Jung: “Aunque queda dentro de los límites de lo posible que un hombre reconozca la relativa maldad de su naturaleza, no deja de ser una experiencia extraña y demoledora contemplar el mal cara a cara” (Spivack, 432)

Richard Hughs añade que:

Las últimas palabras de Kurtz: “¡El horror! ¡El horror!” resumen la idea junguiana según la cual de la misma raíz de donde brota lo salvaje, lo indomable y el instinto ciego es de donde surgen las leyes naturales y las formas culturales que quiebran y domestican su poder prístino. Pero cuando nuestro animal interior es separado de la conciencia mediante la represión es cuando más fácilmente puede estallar con toda su fuerza, sin ningún tipo de

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control o restricción. Una explosión semejante siempre termina en catástrofe – el animal se destruye a sí mismo (21).

Conduciéndonos desde la comprensión del concepto junguiano de sombra a una exploración del concepto de individuación, Spivack saca las conclusiones siguientes:La palabra “sombra” postula en sí misma la naturaleza ilusoria de esta afirmación inconsciente del mal, una sombra es un reflejo de la realidad y no la realidad sustancial. Pero no por ello deja de ser menos peligrosa para lo arquetípico, ya que la sombra despeja las ilusiones que velan el mundo consciente, dejando a la persona sola frente a la realidad. La persona que aun no es consciente de su sombra corre el peligro de percibir el mundo como una réplica de su propio lado desconocido… Si el individuo no emprende el viaje visionario al infierno potencial que yace enterrado bajo su propia alma, el infierno psicológico de la desintegración será tan inevitable como el infierno teológico de la condenación (430).

En El corazón de las tinieblas, mientras que Kurtz cae presa de lo que Spivack denomina “el infierno psicológico de la desintegración” (430), Marlow se embarca en un viaje visionario – la travesía marítima nocturna, el viaje del héroe – un proceso de individuación.En su biografía de Conrad, Guerard dice en relación con El corazón de las tinieblas: “Marlow… y su viaje al interior de ciertas facetas y potencialidad de sí mismo” y señala como “Marlow reitera que está ‘relatando un viaje de autodescubrimiento’. Comenta casual pero crucialmente que antes de partir no se conocía a sí mismo, y que lo que le atraía del trabajo era la oportunidad que le brindaba para ‘saber sobre uno mismo… lo que ningún otro hombre puede saber’”. También observa Guerard que para Marlow “la Estación Interior era ‘el punto más lejano de la travesía y el punto culminante de mi experiencia’”. Y concluye diciendo que para Marlow fue un “viaje nocturno al interior del inconsciente, la confrontación con una entidad interior” (38).Por otro lado, Hughs ve en la novela dos viajes interiores – uno de ellos “horrible, que acaba en la destrucción de la personalidad y la muerte” y otro “reparador, portador de sabiduría, una puerta hacia la plenitud… Conrad reparó en el carácter paradójico de la inmersión en el inconsciente…” revelando así las dos facetas de Dionisos, en palabras de Jung: “Liberación y renovación, así como esclavitud y muerte existencial” (58).También se podría argumentar que la obra contiene tres viajes interiores: el de Marlow, el de Kurtz y el del propio Conrad. En su biografía, Conrad the Novelist, Guerard considera El corazón de las tinieblas como “el más largo viaje interior de Conrad” (33). El proceso de individuación de Marlow está abierto a múltiples interpretaciones. Hughs describe la estratificación metafórica del viaje: “El viaje de Marlow es a la vez físico (al interior de África), temporal (retorno a los orígenes de la humanidad), y psíquico (a las raíces de su propio inconsciente)” (62) y Spivack coincide con estos tres niveles de interpretación:

Marlow pronto se da cuenta, y por tanto informa de ello a sus lectores, de la triple naturaleza de su viaje. Paralelamente al recorrido geográfico por la jungla a través del río existe también un viaje hacia atrás en el tiempo, que deja atrás la civilización moderna y regresa al exuberante y cenagoso mundo vegetal prehumano, así como un viaje psicológico a las profundidades de su propio corazón de las tinieblas, donde yace oculto el instinto salvaje que él fue incapaz de reconocer mientras se encontraba en el engañoso entorno de una ciudad sofisticada (423).

El concepto de individuación se encuentra ampliamente expuesto en las Obras Completas de Jung. Según sus propias palabras, es el proceso mediante el cual los seres individuales se forman y se diferencian; es el desarrollo de la psicología del individuo, “…distinguirse de la psicología colectiva… La individuación es, por tanto, un proceso de diferenciación…, tiene como objetivo el desarrollo de la personalidad individual… La individuación es prácticamente lo mismo que el desarrollo de la conciencia a partir del estado identitario original… Es una extensión de la esfera de la consciencia, un enriquecimiento de la vida psíquica” (6: 448-9). No cabe duda alguna de que en Marlow se produce un “desarrollo de la conciencia” y un “enriquecimiento de la vida psicológica” mientras avanza por el sinuoso Congo en dirección a la Estación Interior y al encuentro de Kurtz. Guerard añade un punto de vista mítico-poético al indicar que el viaje de Marlow es “…el mito arquetípico dramatizado en tantas obras literarias desde el Libro de Jonás: la historia de un viaje básicamente solitario que implica una profunda transformación espiritual en el viajero. Esta forma clásica de viaje consiste en un descenso al interior de la tierra seguido de un retorno a la luz (47). En Trials of the Self: Heroic Ordeals in the Epic Tradition, Lord propone la idea de que “El viaje fluvial de Marlow lo conduce a un callejón sin salida físico y metafísico” hasta que alcanza un climax “en los centros laberínticos de la experiencia numinosa” (194). Lord también observa el doloroso desafío del proceso de individuación en una sociedad secular:

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Marlow se ve obstaculizado en su rito de paso por el hecho de que no cuenta con ningún ritual que lo sirva de guía en su encuentro con El corazón de las tinieblas; porque la experiencia última no se traduce en una iluminación sino en una oscura visión de la degradación humana; porque la luz mediante la que Kurtz le guiaba se ha extinguido… Su ordalía, por tanto, es un proceso de individuación sin ningún sustento o mito de autentificación y sin un ritual que la dote de algo más que la coherencia puramente personal. Es el ejemplo de la situación del hombre en una sociedad secular que ha descartado el encuentro con lo numinoso como un sinsentido acientífico” (207).

El heroico viaje de autodescubrimiento de Marlow, ya sea arquetípico, mítico o despojado de sentido por una sociedad secular, proporciona al concepto junguiano de individuación una metáfora literaria. “Jung nos hace ver que la oscuridad es una parte de nosotros mismos, por lo que negarla sería como auto-mutilarnos, y que la conciencia no resulta anulada sino reforzada mediante el reconocimiento de su lado oscuro: ese es el descubrimiento de Marlow” (Hugh, 66).Para Jung, la integración de la personalidad no es posible sin un descenso completo al fondo del inconsciente (Hughs, 66) y El corazón de las tinieblas muestra claramente el descenso al inconsciente, a las profundidades, al inframundo, al verdadero corazón de la oscuridad. Kurtz no sólo es la sombra personal de Marlow, sino la sombra colectiva de toda Europa y del imperialismo europeo. A todo lo largo de la novela nos encontramos con el inconsciente en la densa vegetación del Congo, como Marlow declara sucintamente: “Toda Europa contribuyó con lo que le sucedió a Kurtz” (45). En El papel del inconsciente escribe Jung: “Cuanto más nos alejamos (del inconsciente) con nuestro intelecto y nuestra superior racionalidad, más se desvanece en la distancia, pero todo aquello que cae en su interior empujado por nuestro unilateral racionalismo lo vuelve más poderoso. Este fragmento perdido de naturaleza busca venganza”. Presionado y reprimido, su deseo de venganza es terrible.El inconsciente junguiano y el inconsciente colectivo se encuentran tan omnipresentes en la obra de Conrad que un estudio en profundidad de dichos conceptos rebasaría el alcance de este ensayo. Esperamos que de momento haya quedado claro como el proceso de individuación de Marlow y su encuentro con la oscuridad de su propia sombra se desarrollan sobre el enmarañado telón de fondo compuesto por el inconsciente personal y el colectivo. Podría parecer que, en medio de tanta sombra, heroísmo e individuación, un encuentro con el concepto junguiano de ánima podría proporcionar parte del equilibrio que precisa nuestra exploración. De igual manera, en El corazón de las tinieblas ésta aparece en el momento en que más profundamente se ha penetrado en el continente/inconsciente, “a lo largo de la orilla iluminada se movía la magnífica y salvaje aparición de una mujer” (56). Es el alma femenina de la naturaleza, la consorte salvaje de Kurtz, reina del mundo subterráneo y negra madonna del Congo. Es el ánima en todo su esplendor. Antes de aproximarnos a esta mujer vamos a situarla en el contexto del viaje integrador del héroe. En Trials of the Self, Lord presenta un contexto heroico para la narración completa de Marlow, observando especialmente el papel del ánima en el viaje integrador junguiano. La historia comienza con la partida del héroe del entorno protector, aunque carente de retos, de su hogar, en una búsqueda que establecerá su propia identidad como una persona de valor y sabiduría excepcionales. El viaje requiere su entrada en otro mundo, por lo general repelente o monstruoso, y encuentros fortuitos con ciertas figuras hostiles o apocalípticas que Jung denomina guardianes del umbral. El otro mundo es típicamente transpersonal y sobrenatural, y a menudo es también la tierra de los muertos. Por lo general, cuenta con un guía o alguna otra fuente de conocimiento secreto... En su viaje adquirirá una sabiduría mística sobre el pasado y el futuro que después le servirá de guía, como un yo individualizado, en sus esfuerzos por retornar a su sociedad… La ordalía de la individuación puede implicar el encuentro del héroe con su ánima, el aspecto femenino oculto de su personalidad, y la integración de ésta en lo que Jung denomina sizigia… (5 – 6).Por tanto, también ha llegado el momento para nuestro héroe Marlow de encontrar su sombra femenina. Al llegar a la Estación Interior y tras haber llevado a la demacrada y esquelética sombra de Kurtz a bordo del vapor, la personificación del ánima aparece en la orilla:

La mujer caminaba con leves pasos, envuelta en una tela rayada, guarnecida de flecos, pisando la tierra con orgullo, con un leve tintineo y un resplandor de bárbaros ornamentos. Llevaba la cabeza erguida, el cabello en forma de yelmo, llevaba anillos de bronce hasta las rodillas, brazaletes de cobre hasta los codos, una mancha carmesí en su mejilla morena, innumerables collares de abalorios en el cuello; objetos extraños, talismanes, obsequios de brujos…(56).

¿Podría haber una mejor personificación del ánima, una descripción más elegante del lado femenino del alma del hombre? Es salvaje, fuerte, oscura, primitiva, una diosa guerrera. Cubierta de adornos y adorada. Desde la cubierta de su vapor, que ahora transportaba el frágil cuerpo de Kurtz, Marlow prosigue asombrado con su descripción:

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Era esplendorosa y salvaje, de mirada excéntrica; en su forma de andar había algo majestuoso y siniestro. Y en el silencio que se había abatido repentinamente sobre la afligida tierra, sobre la inmensidad de la jungla, el cuerpo colosal de la fecundidad y del misterio vital parecía observarla pensativo, como si estuviera contemplando la imagen de su propia alma apasionada y tenebrosa (56).

Ella es un reflejo del alma de la jungla, ella es además la propia jungla, “Nos miraba con calma, y, al igual que la propia jungla, con aire de estar cavilando sobre algún inescrutable propósito.” Ella es la última imagen que se ve, mientras da su bendición a la menguante figura de Kurtz en un sombrío abrazo, antes de que el vapor salga del corazón de las tinieblas:

De repente, abrió sus desnudos brazos y los alzó rígidos sobre su cabeza, como si sintiera un incontrolable deseo de tocar el cielo, y, al mismo tiempo, las veloces sombras surgieron de la tierra, propagándose por todo el río, envolviendo el vapor en un oscuro abrazo (56).

Esta extraordinaria ánima, esta reina negra del inframundo tiene como contrapartida a una Perséfone, otra personificación del ánima que espera a Kurtz en Londres. Es su ingenua prometida, a quien Marlow lleva las cartas de Kurtz y sus últimas palabras falsificadas. Convencida de que ella conocía y comprendía a Kurtz mejor que nadie, también forma parte del ánima en el extraño viaje de Conrad, compartiendo un gesto que la une en un abrazo simbólico con su contraparte del inframundo. Al describir a la prometida de Kurtz, todavía de luto en su residencia de Londres, Marlow observa:

Extendió los brazos como si tratara de asir una figura que retrocediera, con las pálidas manos enlazadas a través del  marchito y estrecho resplandor de la ventana…  yo veré aquel elocuente fantasma mientras viva de la misma manera en que la veré a ella, una sombra trágica y familiar, parecida en ese gesto a otra sombra, trágica también, cubierta de amuletos sin poder, que extendía sus brazos desnudos frente al reflejo de la infernal corriente, de la corriente que procedía de las tinieblas (71).

Smith en Rape and revelation reitera esta impresión:

En el nadir de su descenso, Marlow se encuentra con una poderosa reina del inframundo, una Perséfone que encarna el espíritu “pasional y tenebroso” de la jungla… Además, a su regreso se encuentra con un avatar de Perséfone en su inescrutable inocencia (25).

Hughs la llama “el gran arquetipo del inconsciente, consorte del demente Kurtz y objetivo de la búsqueda interior” (268 – 269). Es “el alma como ánima”, “el carácter interno”, “el rostro interior”. Según Jung, “La personalidad interior es la manera en que uno se comporta en relación con los propios procesos psíquicos internos; es el carácter interno, el característico rostro que se vuelve hacia el interior… la personalidad interna, el rostro interior, lo que yo denomino ánima” (XI: 496).

Tal vez sea el ánima lo que permite el paradójico título de El corazón de las tinieblas – tal vez ella, el ánima sea el palpitante corazón de las tinieblas. David Miller en Hells and Holy Ghosts, habla de la “paradójica, si no menos real, poética e inferencial luz de las tinieblas históricas”, en referencia a la “ironía del título de Joseph Conrad” dice Miller: “Esa oscuridad tiene un corazón... reconocido por místicos y filósofos, lo que los une a los poetas... A C. G. Jung, por ejemplo, su experiencia como terapeuta le llevó a afirmar lo siguiente: ‘Es un rasgo característico de la teosofía occidental el llenar la mente consciente con concepciones ideales, no así la confrontación con la sombra y el mundo de las tinieblas. Este último proceder no es agradable, por tanto, resulta impopular’” (93 – 4). El ánima, la sombra, la individuación y el viaje al corazón tanto del inconsciente personal como del colectivo resultan así iluminados por la oscura meditación de El corazón de las tinieblas. La novela de Conrad puede ser vista como una metáfora literaria de los conceptos psicológicos junguianos, expresando en su viaje a las profundidades el corazón mismo de la filosofía de Jung, “desde arriba, la luz hace de las tinieblas algo aún más oscuro, pero desde el interior las tiñe de un negro brillante” (Jung, O C, 13.335).

Obras citadas

Conrad, Joseph. Heart of Darkness, New York: Dover, 1990.

Guerard, Albert J. Conrad the Novelist. Cambridge, MA.: Harvard U. Press, 1958.8

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Hayes, Dorsha. “Heart of Darkness: An Aspect of the Shadow” Spring (1956): 43-47..

Hillman, James. "Notes on White Supremacy: Essaying an Archetypal Account of Historical Events," Spring (1986): 29-57.

Hughs, Richard E. The Lively Image: Four Myths in Literature. Cambridge, MA: Winthrop Publishers, 1975.

Jean-Aubry, George. Joseph Conrad: Life and Letters. Vol. 1. New York: Page, 1966.

Jung, C. G. Memories, Dreams, Reflections. Trans. Richard and Clara Winston. Ed. Aniela Jaffe. New York: Random House, 1989.

Jung, C.G. Two Essays on Analytical Psychology. R.F.C. Hull. Bollingen Series XX. Princeton: Princeton U. Press, 1977.

Lord, George de Forest. Trials of the Self: Heroic Ordeals in the Epic Tradition Hamden, Conn.: Archon Books, 1983.

McLynn, Frank. Hearts of Darkness: The European Exploration of Africa. New York: Carol & Gey, 1992.

Mellard, James. "Myth and Archetype in Heart of Darkness," Tennessee Studies in Literature 13 (1968): 1-15.

Miller, David. Hells and Holy Ghosts: A Theopoetics of Christian Belief. Nashville: Abingdon Press, 1989.

Smith, Evans Lansing. Rape and Revelation: The Descent to the Underworld in Modernism. Lanham, Maryland: University Press of America, 1990.

Spivack, Charlotte. "The Journey to Hell: Satan, The Shadow, and the Self." Centennial Review 9:4 (1965): 420 - 437.

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