El Cristo de Clara

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A diferencia de la espiritualidad de Francisco, más bien Teocéntrica, Trinitaria, la de Clara es Crística, Nupcial; vive y se

siente como madre, Esposa y Hermana.

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“Así pues, queridísima hermana, y, más aún, señora digna de toda veneración, pues sois esposa y madre y hermana de mi Señor Jesucristo, esplendorosamente distinguida con la insignia de la virginidad inviolable y de la santísima pobreza, afianzaos en el santo servicio, que con ardiente anhelo comenzasteis, al pobre Crucificado”(1CtaCl 12-13).

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El Cristo de Santa Clara es un esposo, un hijo, un

hermano al que ella puede abrazar concretamente.

Es Alguien al que ella dedica todo el espacio

interior de su virginidad, es un

Crucificado Pobre a quien ella sirve

fielmente porque se entregó a Él con amor

ardiente.

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El Cristo concretode Santa Clara, son aspectos personalesde una relación directa, cálida, profunda, perseverante. Ese es el resultado de su contemplación

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 • Con su madre debió haber

dado los primeros pasos para amar a ese Jesús que estaba en la Cruz, sólo porque nos amaba infinitamente.

• Desde su niñez, Clara abrió su corazón a los pobres. Y les abrió también las manos.

Jesucristo Pobre y Crucificado

Las Fuentes dicen que ella, muchas veces, mandaba llevar comida o dinero a los pobres; lo hacía así ciertamente para no llamar la atención.

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• En la madurez de su vida, demostraría que su actitud no fue solamente emocional, compasiva ante quienes sufrían. Era la consecuencia de ver a Cristo pobre, en la persona de los pobres concretos que sufrían hambre y frío por las calles, allí, cerca de su misma casa.

• Clara miró de frente la miseria de quienes no tienen todo para vivir: es la actitud de un femenino, que siente el grito de una vida que quiere renacer ante una posible muerte presente.

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Cuando, Clara, se encontró con San

Francisco, vio en él una imagen viva de ese Cristo Pobre y

Crucificado.

Clara, transmitía esa experiencia a las hermanas, recordándoles a la pobrecita Madre de Jesús, que

no tuvo con qué vestirlo en Belén, a no ser con unos pobres

pañales.

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Cristo Hermano Clara acogió al Jesús total,

inclusive cuando dijo: “Aquel que hace la voluntad de mi

Padre que está en los Cielos, ése es mi madre, mi

hermano, mi hermana...” (Marcos 3,35).

Ser hermana de Jesucristo Hermano, le exigió vivir un

programa, la obligó a seguir los pasos de Jesucristo Pobre.

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El programa consiste en buscar intencionalmente hermanos de Jesucristo;

luchar por mejorar la relación con los hermanos

encontrados; estar seguros de que un día lo único que

sobrevivirá, será nuestra condición de hermanos; darnos cuenta de que la inmensa mayoría de las personas no es tratada

como hermana y, finalmente, cómo esto es

una necesidad vital.

Para Santa Clara ese programa no quedó en meras palabras. Puso toda su energía de mujer fuerte en luchar hasta el fin para que esa vocación, inspirada por Dios, lograse ser una realidad para muchos.

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Santa Clara dejó de lado el silencio riguroso que patrocinaba Hugolino para que las hermanas se comunicasen fraternalmente; logró que todo se resolviese siempre en fraternidad; lavaba los pies y manos de sus hermanas y servía de modo especial a las más jóvenes y a las enfermas y ancianas.

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Jesucristo Esposo

Santa Clara expresa muy bellamente algunas de las consecuencias

fundamentales a Inés de Praga, por ser esposa de Jesucristo:

“Conteniendo en ti a Aquel que te contiene a ti y a todas las cosas, y poseyendo aquello que poseerás

más firmemente que todas las posesiones pasajeras de este

mundo” (Tercera Carta de Santa Clara 26). “Por decirlo con las

mismas palabras del Apóstol, te considero cooperadora del mismo

Dios y sostenedora de los miembros de su Cuerpo inefable que caen” (Tercera Carta de Santa Clara 8).

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Su figura es como la de los profetas: nos

recuerda que Dios hizo una Alianza con nosotros y que, si la rompemos, tenemos que volver a reanudarla. Porque Él, siempre fiel, nos está

esperando.