El discreto encanto de lo inútil -...

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El discreto encanto de lo inútil Juan José Cabedo Torres Octubre de 2012 Esta obra se distribuye bajo la licencia Creative Commons Attribution-NonDerivs-NonCommercial. Para ver una copia de la licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0 o envíe una carta a Creative Commons, 559 Hathan Way, Stanford, California 94350, USA

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El discreto encantode lo inútil

Juan José Cabedo Torres

Octubre de 2012

Esta obra se distribuye bajo la licencia Creative Commons Attribution-NonDerivs-NonCommercial. Para ver una copia de la licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/1.0 o envíe una carta a Creative Commons, 559 Hathan Way, Stanford, California 94350, USA

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Cada instante que fluyedesde las aguas calmadas del tiempoemerge en el claroscuro de mi almacomo el perfil de un ciervotrazado en el fondo de la caverna. Es cierto que las palabras alcanzanmás allá de los ojos.Alguien apoyó la mano en la piedray la encerró en el círculodonde las cosas sonabsolutas y plenas.La mirada tropiezaen la esquina afilada de un segundo.Fuera del hueco lóbrego y oscurola tarde se recuesta en el verde encendido de las hayas.

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El sol relampaguea en el colladoy se hunde en la mirada profunda de la tarde.Los ojos se acompasan a la lenguacon misteriosos lazos,las palabras unenen el perfil del aireel fulgor de la nievey esa invisible membrana que abarcael lugar sin fronterasque me habita en silencio.El sol brilla un instante y se sumergeen el mar donde yacenlos pecios del olvido.Las sombras se alargan y difuminanlas líneas de los árboles.Recuesto la cabezaen la raíz de un saucey dejo que los dedos de la nochese extiendan amorosossobre mi piel exhausta.El agua canta su canción monótona.

  «Recuerda,» me dice.«Habrá un día en el que también tú partashacia otros horizontes.»

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Si pudiera elegir, preferiríavivir entre animales,rodeado de plantas y de rocaso en el silencio blancode un glaciar de los Alpes.Sí, podría vivir entre estos seresque no usan el silencio de la nochepara llorar sus sueños delirantes.

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No necesito que los desdichadosme cuenten sus desdichaspara auscultar en mí sus cicatrices.Me olvido con frecuencia de mí mismoinspirando el aire azul de la tarde.Ya me pasaba cuando era muy niño.Entonces me concentro en las venasy escucho en los latidos de mi cuerpola voz de otros espíritus inquietos.Aquellos a los que la vida embriagano tienen que contarmequé les hace felices.También a mí me da el sol en la caray siento que las manos de la nocheacarician despacioel vientre de los sueños.En cuanto a los neutrales,a mí personalmenteno me importa que existanpero creo que de algún modo extrañoson los que van apestando la tierracon sus pasos neutrales.

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Cómo no agradecerque la luz descienda como un regalo,que la tierra se derrame en mis manoscomo fruta madura,que el aire se conjure con el aguapara hacer de mi rostroun surco transparenteen la espalda dormida de la noche.Cómo no caminarpor la linde del bosquesilbando una romanzao tarareando la muerte de Isolda–aunque es un gran pecadotararear a Wagner–.Cómo no ascender la cima nevadasabiendo que sus dioses me protegenfijando el día y la hora de mi muerte.

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El Gran Amante estará allí, sin duda,en la postrera vuelta del caminomirando cómo se van desprendiendolos últimos restos del equipajeque he arrastrado durante tantos años.No dudo de que haya muerto otras veces,pero la verdad es que,para serles sincero,es algo que he olvidado.Voy despidiéndome de mis juguetesy aspirando el aromade jazmines y asfódelos.Asciendo en la noche como una lunacambiante y me sumerjotras la línea pura del horizonteen el agua negra donde naufraganmis miedos más antiguos.Por fin llega el instante singular.Por fin el sueño eterno.

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Quizás sólo el amor puede acercarsea la tersa belleza de la muerte.La savia de la vida,eterna e indomable,habita los cuerpos y los anima.La muerte, por su parte,desde el otro costado,  gobierna los espírituscomo una mano cálida e invisibleque acaricia la mejilla de un niño.De la vida amo la hierba y las cumbres,amo el hielo y las nubes,adoro la implacable indiferenciacon que nos trata siempre.De la muerte amo su pureza simple,su sutil insistencia,su delgada ironíay esas heridas que deja en el almacuando se desvanecela niebla opaca de las fantasías.Sí, por más que lo piensono encuentro en el mundo nada más belloque el amor y la muerte.

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No me importa quién seas,oscuro caminante de los sueños,pero descansa un ratoaquí a mi lado y cuentacómo entrelaza la aurora los dedos,en qué momento exactose le tornan rosados,de qué forma los ríosabandonan los cauces y se elevancomo una arista de aguaen las calladas noches del invierno,quién derrama la arenaen los ojos del niño,cuándo llegará por fin el silencioy se posará en mi viejo cerebro.Luego levántate y sigue el camino,pero no olvides que un día me vistebalanceando las piernasen el pretil del puente,mirando cómo fluyen río abajolas aguas del olvido.

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No resulta difícilponerme entre paréntesisy que se desvanezcami identidad externa.No es que haya mucho que decir sobre ésta:me pusieron el nombrede mis antepasadostras nacer en un lugar de la Manchacon un nombre concreto.Era martes, febrero, carnaval.Vivo en una calle con nombre feo.Mi profesión: observar con cuidadoel envés de las cosas.Para ponerme a un lado es suficientecon concentrarme un ratoen cómo cambian de forma las nubeso analizar despacioel ritmo incesante de las mareas.Cuando me desvanezco y soy los otrosentiendo que la felicidad seaun efluvio del alma.Cómo podría ser de otra manera.También sé por qué vibranlos genios que se escondenen la madera de los violonchelos,cuál es el origen de mi querenciapor las grietas que rompen los glaciares,por qué estoy tan atentoal rumor de los bosques,por qué me gustan tantolos parajes desolados e inmensosdonde sólo se escuchael pulso de las sienesy el canto monocorde de las piedras.

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Cuando vuelva a nacer, si es que renazco,cuando vuelva a ser niñoy venga una señora y me preguntequé quiero ser cuando sea mayor,le diré que alma erranteque se va encarnando en distintos cuerpos.Aprovecharé la cara de sustopara decir que creoque para mí es un regalo del cieloperder la identidadpara vivir en la piel de cualquiera,aunque no sea más que otro deliriode mi cabeza enferma.En cuanto a los infiernos,creo que la ignorancia es uno de ellos.Le sigue de cerca la soledumbrey ese callo en el almaque te impide calzarte los zapatosdel que las pasa putasy caminar con ellosun tramo de la senda. Sí. Estoy seguro de que el avernoconsiste, entre otras cosas,en la incapacidad de palpitarcuando el sol de veranoamarillea el trigo,no poder percibir la sutil inocenciacon que se hilvanan la nube y el hielo,no saber resbalardescalzo y en directopor el filo anaranjado del tiempo.

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Quizás porque amo las contradiccionesno preciso del hachís ni del opiopara curvarme con la luz del albay hacerme minareteo cúpula celeste.Me gusta escuchar desde las alturaslas quejas cotidianas de los hombres–no tengo sexo, no tengo dinero,nadie me considera,no tengo el éxito que me merezco,–lejanas como esquilas de un ganadoque pace en otros valles.Quizás porque amo las contradicciones,cuando me canso de la inmensidadde un cielo siempre nuevo,me gusta contraermehasta alcanzar el tamaño de un átomo.Me encanta recorrercon mis pequeñas piernasla tabla periódica de elementos,donde si uno sabe buscar encuentrala paz de las moléculasy el silencio amoroso del tungsteno.Así vivo, con los pies en el fangoy la cabeza muy cerca del cielo.Desde luego, no hay espacio en mi vidapara el aburrimiento.

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12No aspiro a lo que aspiranlas personas normales–ser famoso, ganar mucho dinero,ganar la competición de mi barrio.–Debe ser que cuando me llegó el turnode recoger mis sueñoslos corrientes se habían terminadoy a mí me correspondieron los raros.Cuando era un bebé soñabacon llegar a chuparme el dedo gordodel pie derecho, y también del izquierdo,y a fe que trabajé como un enanohasta que pude hacerlo.Cuando fui niño soñé que algún díapodría cambiar con sólo desearloel curso de los ríos,y a encauzar los regatosme apliqué con denuedo.Cuando llegué a la juventud soñéque la gente me amabapor la sutileza de mi carácter,pero qué va. Era otra fantasía.«Vives en un mundo en el que sólo valespor lo que tienes, así que despierta,»me decía al oído el ángel malo.Aquí se torció del todo mi vida,ya desde el principio un tanto escorada.Caminé durante una temporadacon los ojos abiertospor el lugar sin límitesdonde habitan los sueñosy casi muero de desolación,tan lleno de escombros estaba aquello.Ahora sueño con acostarme en paz,con el silencio amable de los bosques,con ese lugar donde se suponeque arde el fuego y me llaman por mi nombre.Ya me queda menos para soñarcon despedirme airoso de la vida.Los miércoles ensayo el sayorara.Me llevaré la manoal ala del sombreroy diré estas palabras,o algunas parecidas:

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«Para mí ha sido un placer, hasta luego.Si hubiera sabido que iba a vivircon un afán tan grandeme habría mirado más el azúcar.»

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A veces, mientras ando,me miro de reojo,como si la brisa fuese un espejoinmenso que devuelvela imagen invertida de los muertos.He de reconocer que durante añoshe caminado a ciegaspor el mero placer de fatigar la tierra,he buscado aturdirme en el tumultoy he corrido detrás de los fantasmas­algunos con faldas, por qué negarlo,otros más delicados e inconcretos.­No hace mucho he dejado de correr,así que ahora, si puedome detengo y permitoque mi espíritu vague, sólo un rato,por el contorno incierto de las nubes.Es una buena formade que transcurra el tiemposi no ves la tele ni haces sudokus.Luego regresa a míy cuando se hilvana de nuevo al cuerpome cuenta que ha entrevistolo que es eterno y puro,lo que no se marchita, lo infinito,el rostro de Dios, una uña del Diablo,el manto de la Virgen,el apocalipsis, las profecíasque auguran un renacer de las artes,la Biblia políglota y complutense,pero yo, la verdad es que no le creo.

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Las ilusiones son como la niebla,que cuando se deshacedeja las fantasíastiritando en su delgadez oscura.Entre el murmullo amablede las bellas mentirasy la voz contundentede la verdad desnudaes difícil saber con qué quedarse.Leí en el epitafio de una bella,muerta de amor en la flor de la vida:«Amó y fue amada. Requiescat in pacem.»Algún muerto viviente deberíasalir a media noche del sepulcro,borrar estas palabrascon su dedo de huesoy escribir en su lugar estas otrascon la uña del meñique:«La muy zorra salió de madrugadamuy ligera de ropapara coronar a su actual amantecon otro hombre más joven y atractivo,cogió frío y murió.»Así son las cosas de los humanos:en ellas hay, al menos, dos versiones,o tres, todas ellas contradictorias.Visto lo visto, sólo es saludableembriagarse de sol,como mucho de nubes,y no entrar en discusiones estériles.En cuanto al resto de las ebriedades,hay que tener cuidadopues la mayoría pintan la vidadel color de una ilusión sin futuro.

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Que Dios cuida a los locoses un hecho probado.Lo que ya me parece más dudosoes que la fascinación del misteriose deba al hecho de que nadie sepaqué quiso pintar Rembrandten la zona sombría de sus cuadros.Tampoco me pareceque las ventanas sean más sugerentescuando no están abiertasy que las puertas de otrosatraigan sin remedio las miradas.Lo que sí es cierto es que quien se disfrazaestá condenado a verse desnudo.Eso nadie lo duda.Yo no veo más cera que la que ardey creo firmementeque de los parajes más desoladosbrotan los mejores y los más dulces frutos.Aturdirse no sirvepara alterar el tiempo.Lo he probado a conciencia y no funciona.Tampoco el maquillajees capaz de ocultar,bajo siete colchonesla sonrisa nerviosa del vampiro.Cada cual puede pensar lo que quiera,pero en mi opinión éstasson verdades eternas, verdades como puños.

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Los labios de la tierramusitan en la Auroray tallan en la luz mi cuerpo blancocomo el casco de un barcocondenado a vagarpor un mar teñido de plomo y sueño.La tierra me respira,y es música su alientoen la bóveda blancaque se comba como el dedo de un niñoque pide tres deseos.Hay caricias como aromas de Orientey miradas tan duras que golpeanen la piel tersa y fríade una noche estrellada.Es probable que amarsólo sea moriry que vivir consistaen servir de estiércol a los rosalesque Dios planta en su huerto.No sé. Por el momento,navego en las miradas de los otros,buceo en otros cuerposy de cuando en cuando atraco mi barcoen el cálido noray de los besos.

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Yo soy el hombre que esperaque llegue la nieve para ocultarladebajo de los párpados,soy el hombre que alientala invasión salvaje de las arterias,quien explora con la luz de sus dedosel pecho amarillo de los desiertos.Soy quien muerde con los dientes del almalas solapas dormidas de la noche,quien sumerge las manosen la salvaje oscuridad del aire,quien galopa en una confusiónde gacelas y de aves,quien amanece en el borde afiladode un instante, quien salede las profundidadescon los brazos tendidos hacia el sury los labios tiznados de horizonte.Soy ese que se acodaen el vientre olvidado de los ríosy aguarda la llegada inexcusablede unas manos invadidas de inviernoy un torrente de vocesque salmodia en el hueco de un segundoel canto sonámbulo de los dioses.

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Que el tiempo es un remanso donde todo se mezclaes algo que se sabe desde antiguo.Por eso algunas vecesmis pupilas se vuelven poderosascomo palabras bíblicase inyectan en las venasun torrente de luz, dos o tres nubesy un poco del polvo que deja el solrevoloteando en el aire doradocuando despega hacia otros aeropuertos.Apenas sé nada de esos océanossin orillas donde navega el tiempo.Si acaso soy experto en algún temaes en el de los labios arañadospor las zarzas crueles de los besos.Sé que camino porque el horizontese acerca a cada paso y porque cuando miropor encima del hombroveo la sombra vacía de un cuerpoque se parece al míoy la huella que ha dejado mi manoen el brocal del pozo.No soy de los que quierendejar tras de sí un rastro,ni siquiera una estela.No siento nostalgia de lo que fue,tampoco de lo que pudo haber sido.Un paso y después otro. Eso es todo.Con esta filosofía se llega,si orientas bien tus velas,a la última curva del infinito.

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La memoria es un monstruocon cabeza de hidra y alas de albatrosy unos senos de sombraque buscan inútilmente las manosen el dorso del agua.Hay en mi interior un lugar sin límitesdonde hacen su moradalos hijos de la niebla, los sueños que he vivido,la vida que he soñado,y esos lagos inversosque reflejan las nubes.Mientras tanto las hojas del otoñose quedan suspendidas en al airecomo una palabra envuelta en silencio.

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Las palabras se ondulanen el cantil del almacomo una brisa suaveque enharina las manosy dibuja el contorno de las nubesque acarician la hierba de los prados.Las palabras se trenzan y se alejancomo el eco de un perfume muy viejoque hace vibrar la música en la cimadonde los dioses cantanlas sílabas sagradas.Las palabras reordenan el caosa imagen y semejanza de un ángelque pronuncia en silencioun discurso terrible y justiciero.Las palabras vuelan sobre garajesy sepulcros, se quiebran en el aire,se agitan y desciendencomo un polvo finísimo que anidaen el cráneo orientado a la luna.Las palabras sacuden por los hombrosa los durmientes que habitan las sombrasy entreabren el sexo de los enigmasal anhelo de las huellas soñadas.

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He visto corazones que destilanel ámbar del desánimoy heridas que respiranla rotunda y sutil delicadezade las pirámides decapitadas.Yo, de cuando en cuando, inclino la frente,recuesto la cabezaen la línea de sombrasy me hago notario de lo invisible.Despierta la mañanaen el muro del airey el sol curva el espaciocomo el lomo sombrío de un cetáceo.No hay nostalgia de cielos imposiblesen los versos que escribo,ni afán por mancillarla pureza improbablede la gacela en celo.Cuando el deseo cimbrea los labiossólo queda en el almael anhelo de exprimir los segundosy el afán de dejar un día másel trazo de mi dedoen el polvo dormido de la tierra.

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Los pájaros anidan en veranoen las cornisas azules del airemientras mi alma escala las almohadasy mis manos de piedra se adormecenen las almenas del murotendido junto al lago.La madrugada tiene alas inmensasy un reguero de lágrimasque descalzan los sauces.A veces, por las tardestiemblan los recuerdos como hojas verdesque se desprenden de mi cerebro ávido.Es tiempo de que el solme enumere las vértebrasy de que el agua derrame en mis hombrosun presagio de nievey una tibia esperanza.

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La daga de la noche descoyuntalas ternillas del tiempomientras que no muy lejosla luz de la mañanaenumera la fuentes sagradas de la viday se cuenta los dedos.Yo tengo cuidado de no encajarmis huellas en las huellas de otros muertosy despierto a la Auroracomo un arcángel ciego que despliegaen sus alas azuleslas cortinas invisibles del sueño.No descansan los cuerposen las sábanas manchadas de besosni vuelven del futurolos rígidos fantasmasde lo que no seremos.Cuando se posa en la rama del sauceel pájaro amarillo del deseo,el rumor de la saviase adormece un momentoen el envés del aguay un presagio de muerteacaricia el silencio.Sé que cada segundo es un milagrode precisión celeste;sin embargo permanezco al acecho,con una sombra de hojas en el rostroy un brillo salvaje en la mirada.

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La luz talla en el airela hornacina de un sueñoy en los armarios duermenlos vestidos de fiesta,el traje de la primera comunióny algún que otro esqueleto.Yo recuesto la espaldaen el borde azulado de la tardey cuento con las uñaslos ríos puestos en pie que se anudanen la bóveda invertida del cielo.El musgo se desliza sobre el aguacomo una mano verdeque acaricia la piedray en el tronco torcido de la acaciase enreda la piel vacía del tiempo.La noche retrocede con cauteladejando tras de sí un rastro de espumay el perfil de unos labios entreabiertos.

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La ceniza que desciende del cielocomo una lluvia finacentellea un instantea la luz del verano.El sol enciende el fulgor de la sangrey se esconde en la tierracomo una esfera pura.Hay un presagio de otoño en el airey un rumor de hojas cayendo muy lejos.La tarde orienta el pechohacia el corazón dormido del cielodonde laten las hoces del misterio.Mientras tanto, yo escucho con las manosel susurro delgado de las sombras.Alguien que no soy yo entona en mis huesosla canción de la espiga.Un resplandor fugazme atraviesa el cerebro,penetra la corteza de las cosasy enciende sus secretos.Ya hay algunas estrellascuando veo los tejados del pueblo.Se escuchan en la plazalos gritos de los niños.Una mujer tiende junto a su casalas sábanas que flamean al viento.

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La madrugada ha encontrado en la nocheun manantial del sombray en los huecos de luzse despierta la Aurora.Las estrellas desciendenen una incierta armonía de espadasy las espuelas manchadas de tiempogiran el rostro por no ver el alba.Por la penumbra amarilla de lunacruza como un presagiola caricia de un ala.Tú recuestas la espaldaen el tronco del álamo,alargas los dedos del alma y tocasel vientre de la rocadonde late su corazón de piedra.Luego inspiras la luz blanca del airey esperas a que los barcos descansenen la espuma de los mares secretos.

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La tierra es sagrada. Toda la tierra.El cielo es un conjuroy un río que baja de piedra en piedrahacia un horizonte de mar y sueñodonde navega fugaz una estrella.Yo miro los viñedos;también ellos me observancon pasión de vestal sacrificadaa los dioses crueles del deseo.Las hojas me respiran lentamentemientras que un sol de otoño amarillealas aristas de hielo donde brillauna presencia sutil y una ausencia.Las manos avanzan y se estremecencomo olas que se estrellanen el cantil del aire.En las arterias latenoscuros presagios de almas en pena.La tierra es sagrada. Toda la tierra.Un día u otro descansaré en ella.

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Camino por la grama,piso el hielo negro de los glaciaresy a cada paso sube por las plantasel latido amoroso de la tierra.El sol se levanta oblicuo y enhebralos matices del verdeque respiran las hojascomo un polvo doradodesprendido de un ala.La noche se confunde con la brisa.Las montañas, por su parte, se azulanescalonadas hacia el horizonte.Me detengo un instante junto al ríoy el alma se acompasaal ritmo delicado de las cosas.Los ojos se hacen labios y acaricianel regazo del tiempo.Definitivamente esta mañanano hay excusas ni espaciopara el desasosiego.

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La noche se adelgaza en un sollozoy tiembla entre las hojas.En los hombros de la Aurora se midela distancia que va del labio al beso.El Alba cae hermosa sobre el tiempoy crece entre los huesos de los muertosel fulgor invisible de la vida.Hay miradas afiladas que midencon precisión científicael hueco que separa cada surcoy en qué se diferencia exactamentela hoja del estero.Otras miradas inocentes buscanhermanar lo dispersoy unir en el cerebrola tabla periódica de elementos.Mientras tanto la vida,ajena a los afanes de los hombres,se adormece en los dedos.Hay ojos como labios entreabiertosy besos que se cierrancuando brota el deseo.

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Todo se vuelve infanciacuando das con la llave del misterio,aunque sea un misterio limitado,de esos de andar por casa,cuando el alba rebosaen las altas barandas de la lunae inunda los pulmonescomo una espuma tibiaque fue ceniza fría,como un relámpago que abre la bruma,separa sus labios y la fecunda.En ese instante el tiempo se dilatay el espacio se remansa en un patiodonde juegas a amaestrar avispasa la sombra de un árbol.Poco después el tiempo se contraecon un leve latido,con un crujido leve,y sabes de repentepor qué amas lo que crece,por qué de cuando en cuandote atraviesa la angustiacomo una aguja que hurgaen el hueco del cráneo.Sí, le dices al niño que se aleja,probablemente todo sea infancia.

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La luz que delimitalas hojas de los olmoses la misma que te mira en silencio.La claridad que enhebralos matices azulesque vibran en la cima de los cerroses la que traza tu silueta y te hablacon palabras misteriosas y extrañas.Hay un leve tembloren la lámina de aguay un presagio de inviernoen las nubes que pasan.Tanto es el amor que late en la tierraque la hierba se animaa cantar con las ranasy en el perfil de la brisa se escuchasu música callada.

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No es fácil contemplar cómo la luzpenetra día a día en las espigas,cómo vibran las raíces del árbol,cómo asciende la savia por el tronco,cómo gira un instanteen las ramas más altasantes de hacerse nube,cómo tiembla la claridad del cieloy se deshace en las capas del aire.Siempre se me ha dado mejor soñarque estoy en otro sitio,que soy otra persona,que mi vida le pertenece a otro.Qué le vamos a hacersi soy experto en fugas.No, no es fácil mirar alrededory ver que me aletea en la osamentael impulso que hace crecer las plantas,el que mueve la luna siempre joven,el que hace que las vacas se enamorencuando mayo verdea en las acequias.

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Cuando miro cómo la brisa muevelas ramas del olivo,se me incendian de entusiasmo los huesosy me crece en los dedosuna raíz de piedra que me enseñatodo lo que el mar sabee ignoramos los hombres.Es el aire quien vive en mí sin duda,y soy yo ciertamentequien respira la tarde,quien vive en las membranas de la arena,quien descansa en el filo de las sombras.Sube húmeda la hiedrapor la pared esquivay anidan en los huecoslos obscenos pájaros de la noche.Es probable que me embriague de luzy que a veces converse con las nubescuando me siento en la roca y contemplocómo desciende desde la montañael glaciar majestuoso e inmenso.

Juan José Cabedo Torres

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