El enamorado de la Osa Mayor - Sergiusz Piasecki.pdf
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Ttulo original:Kochanek Wielkiej NiedwiedzicySergiusz Piasecki, 1937Traduccin: Jerzy Sawomirski y Anna Rubi
Editor digital: HechadelluviaePub base r1.1
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Introduccin
Vivamos a cuerpo de rey. Bebamos comcosacos. Nos amaban mujeres de bandera
Gastbamos a espuertas. Pagbamos con orolata y dlares. Lo pagbamos todo: el vodka
a msica. El amor lo pagbamos con amor, eodio con odio.Me gustaban mis compaeros porque nunc
me haban defraudado. Era gente sencilla, si
ormacin. Pero, a ratos, me dejaba boquiabierto extraordinarios que podran llegar a ser. Y, eaquellos momentos, le daba las gracias a l
aturaleza por haberme hecho un ser humano.
Me gustaban los maravillosos amaneceres drimavera, cuando el sol retozaba como uchiquillo, derramando por el cielo colores centelleos. Me gustaban los cachazudos ocasode verano, cuando la tierra exhalaba chicharrin
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el viento acariciaba con ternura los campoolorosos para refrescarlos.
Me gustaba tambin el otoo abigarrado
embelesador, cuando el oro y la prpura caan dos rboles y tejan tapices floreados sobre laveredas, mientras unas neblinas canosas scolumpiaban, colgadas del ramaje de los abetos
Me gustaban tambin las glidas noches dnvierno, cuando el silencio converta el aire euna masa pegajosa y la luna meditabundadornaba la blancura de la nieve con diamantes
Y vivamos entre aquellos tesoros y aquellamaravillas, envueltos en colores y centelleoscomo nios extraviados que de pronto despiertaen un cuento de hadas. Vivamos y luchbamos
ero no por unos despojos de existencia, sino poa libertad de ir de un sitio a otro y trabaamistades En nuestras cabezas bramaban lovendavales, en nuestros ojos jugueteaban lo
relmpagos, bailaban las nubes y se rean la
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estrellas. Salvas de carabinas nos daban lbienvenida y nos despedan, muchas veceanunciando una muerte que bailaba impotente
nuestro alrededor sin saber a quin raptarimero.A menudo, el placer de vivir me dejaba si
aliento. De vez en cuando, los ojos se m
empaaban sin que viniera a cuento. De vez ecuando, alguien soltaba una imprecacin soez yal mismo tiempo, me obsequiaba con una sonrisnfantil y me tenda una mano callosa y fiel.
Se pronunciaban pocas palabras. Pero eraalabras de verdad, que yo poda entendecilmente a sabiendas de que no erauramentos ni palabras de honor y, por tanto
odan darse por segurasAs los das estpidos y las noches alocadasque Alguien nos haba regalado en recompensde algo, galopaban entre serpenteos de colorines
Y, por encima de todo aquello, por encima d
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nosotros, de la tierra y de las nubes, en la zonnorte del cielo, corra el extrao Carroreinaba la magnfica, la nica, la embrujada Os
ayor.De ella, de nosotros, los contrabandistas, de la frontera habla esta novela, que ha nacidentre el dolor y la aoranza de la belleza que s
esconde en la Verdad, en la Naturaleza y en eombre.1946
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PRIMERA PARTE
BAJO LAS RUEDAS DEL CARRO
La lluvia nos baa en la frontera,el astro rey nos seca y da calor;el bosque del disparo atrinchera,
el viento ensordece el rumor.
(fragmento de una cancin de contrabandistas)
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I
Fue mi primera ruta. ramos doce: yo, nuevcontrabandistas ms, el maquinista[1] Jze
Trofida, un gua viejo y fogueado que iba a lcabeza de la cuadrilla, y un judo, Lowa Cylindeque tena a su cargo la mercanca. Las portaderano pesaban mucho, treinta libras cada una, per
hacan bulto. Matutebamos mercanca caramedias, bufandas, guantes, corbatas, peineirantes
Sumidos en la oscuridad, nos acurrucamos eun desage largo, estrecho y hmedo que corrpor debajo de un alto terrapln. Por encima, ucamino una Rakw con el sureste. Detritilaban los fuegos de Pomorszczyzna. Enfrente, l
frontera. Reposamos un rato. Los muchacho
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agazapados dentro del desage, fumaban el ltimcigarrillo antes de ponerse en marchaescondiendo el ascua en la manga del chaquetn
Fumbamos sin prisas, aspirando el humo coavidez. Algunos ya haban atacadprecipitadamente el segundo cigarrillo. Estbamoen cuclillas, con la espalda apoyada contra l
pared hmeda del desage y llevbamos a cuestagrandes portaderas atadas con correas a modo dmochilas.
Yo estaba sentado en un extremo. A mi lado
cerca de la boca del canal, se vislumbraba sobrel fondo oscuro del cielo la silueta borrosa dTrofida. Volvi hacia m la mancha blanquecina du rostro y me susurr con voz ronca, como
estuviese acatarrado:No te apartes de m Entendido? Y otrcosa importante Aunque nos obliguen a correpies para qu os quiero, no sueltes la portader
por nada del mundo! Pon los pies en polvoros
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con la portadera a cuestas! Si los bolcheviquee trincan sin portadera, te endiarn espionajeentonces, se acab la fiesta! Te mandarn a
otro barrio!Asent con un gesto de la cabeza, dndole entender que lo haba comprendido.
Pocos minutos despus, retomamos el camino
En fila india, cruzamos a hurtadillas un pequeprado contiguo al cauce de un arroyo seco. A lcabeza caminaba Trofida. De vez en cuando sdetena. Entonces, nosotros nos detenamo
ambin y, aguzando el odo y la vistaexaminbamos la oscuridad que nos rodeaba.El atardecer era caluroso. Las estrella
brillaban encapotadas sobre el fondo negro de
cielo. Yo cuidaba de mantenerme muy cerca degua. Nada distraa mi atencin. Como no ercapaz de distinguir gran cosa, lo nico que mmportaba era no perder de vista la mancha gris d
a portadera que colgaba de los hombros d
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Trofida Clavaba en ella la mirada, pero, en loscuridad, ms de una vez no calcul bien ladistancias y me di con ella en el pecho.
Enfrente, a lo lejos, divis un fuego. Trofida sdetuvo; me encontr a su vera.Qu es esto? le pregunt por lo bajinis.La frontera est ah mismo susurr.
Se nos acercaron algunos de los muchachoYo no lograba distinguir el resto de la partida. Noentamos sobre la hierba hmeda. Trofid
desapareci en la oscuridad: haba ido
econocer el paso fronterizo. Al volver, dijo media voz y as me lo pareci con alegra:Venga muchachos, moved el culo! Lo
militronchos duermen como ceporros
Proseguimos la marcha. Caminbamos bastantde prisa. Yo estaba algo nervioso, pero no tena npizca de miedo, tal vez por no ser consciente dos peligros que corramos. Aun as, el silencio
aquel squito misterioso y la mera palabr
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frontera me excitaban.De repente, Trofida se detuvo. Me par a s
ado. Durante unos minutos permanecimo
nmviles. Despus, el gua hizo un ademn amplicomo si cortara el aire de norte a sur y solt evoz baja: La frontera!. Y, a continuacin, spuso en camino. Le segu sin acusar el peso de l
portadera. Me concentraba en no perder de vista eectngulo gris de la portadera que se dibujabdelante de m. Volvimos a reducir la velocidad da marcha. Ol el peligro, pero no supe adivina
cul. El gua se detuvo. Aguz las orejas un largato. Despus, retrocedi, esquivndome. Quiseguirlo, pero me dijo: Espera! Volvi
enseguida. Le acompaaba el Rata, u
contrabandista de estatura mediana, flacucho, muatrevido y avispado. Vena sin la portaderaporque uno de los compaeros se la haba cogidpor un rato. Se detuvo a mi lado.
Vas a seguir el cauce Cruzars el regat
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altando de piedra en piedra susurr TrofidaA la altura de la Cabeza de Yegua?
pregunt el Rata.
S Y, cuando ests en la otra orillaesprate!Esto est hecho! contest el Rata
desapareciendo en la oscuridad.
Pronto, nosotros tambin nos pusimos emarcha. Trofida haba mandado al Rata comreclamo. Si lo descubran, tena que pirrsela, si lo trincaban, armara un jaleo lo bastant
grande para que lo oyramos y nos diera tiempo dcoger las de Villadiego.Cruzar el ro era siempre peligroso
Precisamente entonces solan prepararno
emboscadas. Era fcil, porque haba muy pocougares aptos para salvarlo cmodamente, y lguardia fronteriza, que lo saba muy bien, menudo se apostaba justo all. Tambin hab
vados, pero no siempre nos apeteca meternos e
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el agua y tener que continuar la caminata caladohasta los huesos. Preferamos correr el riesgo datravesar el riachuelo en lugares poco seguro
pero cmodos.Poco a poco, nos fuimos abriendo paso ravs de una ancha faja de tupidos juncos. Y
hacamos bastante ruido. Desde la lejana, m
legaba el rumor del agua que se precipitaba entras piedras, y en poco tiempo alcanzamos lmargen escarpada del riachuelo. Aferrado a lavaras de una mimbrera, me mantena cerca d
Trofida a la espera de los acontecimientos. l sumb en el borde del ro para empezar un lentdescenso. Al cabo de un rato, o su voz ahogadpor el murmullo del agua:
Baja por aqu! Garbo!Me tend en el repecho de la pendiente y, acteguido, not el vaco bajo los pies. Trofida m
ayud a bajar de un salto. Despus, sin soltar m
brazo, se dirigi lentamente hacia la otra orilla. Y
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esbalaba sobre las piedras mojadas que sambaleaban y se escurran bajo mis pie
Finalmente, acabamos la travesa. Mientra
esperbamos la llegada del resto del grupescondidos en la espesura de los juncos, atisb unfigura que emerga de la oscuridad. Rpidamentdi un paso atrs y estuve en un tris de caer al agua
Trofida me agarr.Adnde vas? Es uno de los nuestros!Era el Rata.Todo va que chuta! Andando! le dijo
Trofida.Apenas el resto del grupo hubo terminado lravesa, proseguimos la marcha. Ahor
avanzbamos de prisa, sin tomar demasiada
precauciones. El cielo se haba aclarado un pocoVeamos mejor. Sin esforzarme especialmentepoda seguir con la mirada la silueta decompaero que tena delante. Notaba que, de ve
en cuando, cambiaba de rumbo, pero no saba po
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qu lo haca. Caminbamos cada vez ms de prisaYo estaba muy cansado. Me dolan los pieporque tena los zapatos rotos y llenos de agua qu
haba entrado por los agujeros durante la travesdel arroyo. Con gusto le hubiese pedido a Trofidque me dejara descansar, pero me daba vergenzaAs pues, apretaba los dientes, jadeaba y m
arrastraba alicado. Entramos en un bosque. Loscuridad era absoluta. Trepamos por colinaescarpadas, bajamos por desfiladeros. Mis piernae enredaban en los helechos frondosos, s
enzarzaban en las matas y tropezaban con laaces de los rboles. Ya no senta cansancio, sinuna especie de tumefaccin de todos lomiembros. Caminaba como un autmata.
Al final, alcanzamos el borde de un inmenscalvero. Trofida se detuvo.Alto, muchachos!Los contrabandistas se desprendan de la
portaderas y, apenas las dejaban en el suelo
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eclinaban sobre ellas la espalda y la cabeza. Mapresur a seguir su ejemplo. Tumbado bocarriba, miraba el cielo. Aspiraba el aire fresco co
avidez, a pleno pulmn. Tena una sola idea en lcabeza: Que tarden mucho en retomar lmarcha! Trofida se me acerc.
Cmo va eso, Wadek? Ests molido
verdad?No, noNo te hagas el chulo! Conozco el percal
Al principio, todos sudan la gota gorda
No llevo unas buenas botas. Me duelen lopies.Te compraremos unas. De badana! Ir
hecho un pincel!
Los contrabandistas conversaban a media vozAlgunos fumaban un cigarrillo.Muchachos, no nos vendra mal calentarno
un poco! dijo Waka el Bolchevique.
Dices bien! exclam precipitadament
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Bolek el Lord, que nunca dejaba escapar locasin de echarse un trago al coleto.
O retumbar palmadas contra el culo de la
botellas. Trofida bebi vodka a morro durante ubuen rato. Despus me pas la botella.Toma, remoja el gaznate! Te har bien.Por primera vez en mi vida beba vodka a
gallete.Aprala! me anim mi amigo.Cuando acab con el vodka, me ofreci un
buena tajada de salchicha. Pero no haba ni un
migaja de pan. La salchicha saba de maravillaMe la zamp con avidez, sin siquiera pelarlaDespus, encend un cigarrillo, que me parecims aromtico que nunca. Me puse de buen humo
El vodka se haba extendido como un fuego poodo mi cuerpo. Me haba proporcionado nuevafuerzas.
Tras casi una hora de descanso, nos pusimo
en marcha. Mis ojos se haban acomodado a l
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penumbra y, sin gran esfuerzo, poda distinguir lilueta de Trofida que se mova a unos paso
delante de m. La caminata ya no resultaba ta
ardua. El cansancio se haba esfumado. Yo nestaba asustado en absoluto. Y, adems, confiabal cien por cien en nuestro maquinista.
Jzef Trofida era bien conocido en toda l
zona fronteriza como gua experimentado prudente. Nunca corra riesgos innecesarios. Sle lanzaba a tumba abierta cuando no haba otremedio. Conoca a la perfeccin las rutas qu
atravesaban la frontera y las alternaba en cadviaje. Un camino para ir a la Unin Sovitica otro distinto para la vuelta. Era l a quien lomuchachos preferan para meterse en faena y
quien los mercaderes confiaban las mercancams valiosas. Tena fama de hombre afortunadopero su buena suerte se deba ms a la prudencique a ninguna otra cosa. Nunca se equivocaba d
camino. Incluso en las noches de otoo m
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oscuras, se mova por la brea con tanta seguridacomo si caminara de da por un sendero bieconocido. Husmeaba el rumbo.
Era mi nico conocido en el pueblo. Tiempatrs, habamos hecho juntos la mili. Habropezado con l en Vilnius, por dond
vagabundeaba sin encontrar trabajo desde hac
emanas. l haba ido all a hacer unas compraCuando me vio sin blanca, me propuso que lacompaara hasta la frontera. No dud ni uegundo. Una vez en Rakw, me instal en su casa
ahora hacamos por primera vez una faena. l nquera llevarme consigo. Me deca que todavena que descansar y recuperar fuerzas. Pero m
empe en empezar inmediatamente.
El grupo de Trofida no era estable. Algunomuchachos se separaban para trabajar por scuenta o como socios de otros contrabandistas. Eu lugar, llegaba gente nueva y la faena segu
como antes. Trofida sola conducir entre siete
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doce hombres, segn la calidad de la mercancque matuteaba.
Cuando vi a Trofida casi dos aos despus d
haber acabado el servicio militar, apenas leconoc. Haba adelgazado, tena la piel curtidaEsconda ligeramente la cabeza entre los hombrocomo si temiera un golpe por la espalda en e
momento menos pensado; siempre mantena loojos entornados. Y cuando lo mir de cerca, mlamaron la atencin las arrugas de su rostro
Trofida haba envejecido a pesar de que m
levaba slo cinco aos. Alegre como en loviejos tiempos, segua siendo amante de contachistes y hacer bromas, pero ahora lo haca dmala gana, como a regaadientes. Su
pensamientos estaban en otra parte. Con el tiempcomprendera qu escondan los ojos entornadode mi compaero.
Caminbamos a travs de campos y dehesa
uestros pies resbalaban sobre la hierba mojada
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perdan el equilibrio en las trochas angostas y shundan en los barrizales. Atravesbamos bosquenos abramos paso entre matorrale
Esquivbamos obstculos algunos que podamover, y otros que slo conoca Trofida. De vez ecuando, tena la sensacin de que bamos a lderiva, de que habamos perdido el norte, de qu
nos habamos extraviado Por ejemplo, no hacmucho hemos subido por una cuesta empinadhasta la cima de una colina, donde un abedul dronco blanquecino se destacaba en medio de la
inieblas. Ahora volvemos a encaramarnos a uncolina por un terruo fangoso y, he aqu emismo abedul. He estado a punto de decrselo zef, pero no habra sido correcto.
Bordeamos a escondidas un pueblo. Distingen la oscuridad los contornos grises de lograneros. Salvamos unas vallas. De vez en cuandoa unas decenas de pasos, emergen de la oscurida
os fuegos que arden en las ventanas de las casa
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ntento no mirarlos, porque si los miro, la vista sme empaa y me cuesta guipar la silueta dTrofida. De golpe y porrazo, muy cerca, empieza
a ladrar los perros. Nos han olido a pesar de quno hay viento. Aceleramos el paso. Atajamos poun sendero embarrado. El sendero nos engulle lopies. Cada paso me cuesta un esfuerz
considerable. Tengo ganas de agacharme parcoger con las manos las caas de mis botaporque se me caen a cada paso. Un perro nopersigue. Se ahoga con sus propios ladrido
abiosos. Pienso: suerte que no voy a la zaga. Acabo de un rato oigo un aullido del perro. Le halcanzado una pedrada.
Volvemos a adentrarnos en la oscuridad. No
abrimos paso entre la brea. Avanzamos hacia unejana misteriosa. De repente, me doy cuenta dque me he perdido, de que ya no veo lportadera de Trofida. Corro hacia delante: nada
Tuerzo a la izquierda: nada. A la derecha: nada
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De improviso, oigo detrs de m la voz enfadaddel Lord: Por qu diablos das vueltas como unpeonza? Estoy a punto de llamar a Jzef, cuand
noto que alguien me agarra por el brazo.Qu te pasa? me pregunta Trofida.La oscuridad Me he perdidoUn trecho ms y todo ser ms fcil m
contesta Jzef, y sigue adelante.Ahora se anda bien. Veo con claridad lmancha blanca y estrecha que titila delante de m
o s por qu me vienen a la cabeza paloma
voladoras. Es Trofida, que se ha metido upauelo blanco detrs del cuello del chaquetndejando colgar una punta para que yo puedeguirlo con ms facilidad A mi alrededor, n
veo ms que aquella mancha que aletea en loscuridad. Ya levanta el vuelo hacia una lejanenebrosa, ya oscila justo delante de mis narice
El alcohol ha dejado de hacerme efecto y acuso u
cansancio cada vez ms grande. Y, al mism
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iempo, tengo un sueo que no veo. Acorto lacorreas de la portadera y sigo avanzando con lcabeza gacha en pos de aquel pauelo blanco de
cuello de Trofida que huye flotando en el airhacia la noche infinita. Tropiezo, me tambaleopero camino, movido por la fuerza de la voluntams que por los msculos.
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II
Tras siete horas contadas desde el momento dcruzar la frontera, llegamos a las inmediacione
del casero de Bombina. Aqul era el punto desddonde se pasaba la mercanca con destino a MinskUno tras otro, saltamos la valla de un gran huerto nos dirigimos al granero. Con los brazos mprotega la cara de los azotes que me propinabaas ramas de los frutales. Salvamos otro cercado
Despus, nos detuvimos muy cerca de la pared dun edificio. O la voz de Trofida:
Lord, ve a echar un vistazo al granero!Muvete!
El contrabandista pas por nuestro lado desapareci detrs del edificio. Pronto omos echirrido de un cerrojo que se iba abriendo. Cuand
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el Lord volvi unos minutos ms tarde, nos lanzun breve: Vamos!
En el granero haca calor. Ola a heno. Lo
ayos de luz de las linternas de bolsillelampagueaban en la oscuridad. Se oy la voz dTrofida:
Dejad aqu las portaderas! En u
montn!Con un suspiro de alivio me libr de aquepeso tan insoportable. Me acerqu a Trofida y ldije:
Tengo sueo, Jzef.Sube a la naya y descabeza un sueecito!Me indic una escala que me sirvi par
encaramarme. Me quit los zapatos, me tap con e
chaquetn y me zambull en un sueo profundcomo en una baera de agua caliente.Me despert tarde. El granero se haba sumid
en la penumbra. Cerca de m estaban sentado
algunos de los contrabandistas. Conversaban
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media voz. Me puse a escucharlos con atencinWaka el Bolchevique contaba un chascarrillertico. Era su tema predilecto. Contaba o bie
historias de Dumienko y su sucesor, Budionny (eotro tiempo haba servido en la caballera dBudionny), o bien de mujeres. Ahora lo estescuchando Felek el Pachorrudo, un hombre alto
cargado de hombros, de edad provecta; Julek eLoco, un contrabandista joven de gran imaginacide ah lo de Loco; y el Ruiseor, un chavabajito, flaco, siempre sonriente, que tiene una vo
preciosa y canta a las mil maravillas.Waka el Bolchevique dice, lamindose loabios voluptuosos:
Por stas que son cruces, muchachos, l
moza era como de cemento! No haba dondpellizcarla. Le dabas una palmada en el culo esonaba como una campanada! Cuando apretabos muslos, saltaban chispas: e-lec-tri-ci-dad!
Julek el Loco menea la cabeza y lo mira co
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os ojos desmesuradamente abiertos.Cerca de este grupo, Bolek el Lord emerge d
una guarida excavada en el heno como si salier
de bajo tierra. Entorna los ojos con ironaMientras tanto, Waka, que no lo ve, prosigue:Unas carnes, creedme, muchachos, como d
alabastro! Chascar la lengua, acariciando el air
con la mano.El Lord no puede contenerse y mete baza:Puf! De alabastro! Un cuerno! Talone
agrietados, mierda entre los dedos! Rodilla
como papel de lija! Apesta a queso en un radio dmedia legua! Y l, lo que hay que or: a-la-basro! Puf, puf!
Y t por qu te metes?
Porque s. Has encontrado pblico y dalque te pego con tus monsergas!Empiezan a discutir y a lanzarse pullas.Me levant. Me puse los zapatos y me acerqu
al grupo.
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Dnde est Jzef? le pregunt aRuiseor.
Ha ido al casero.
A hacerle una visita a Bombina dijo eLord.A columpiarse en sus tetas! aadi Wak
el Bolchevique.
Vaya si tardan en traernos la comida! dijo de repente Felek el Pachorrudo.ste slo piensa en llenarse la tripa dic
el Lord.
Con cualquier excusa se empapuza! aade el Rata.Encendemos unos cigarrillos y damos calada
con cuidado para no prender fuego al pajar. Pront
os dems contrabandistas salen de sus guaridaSe desperezan, bostezan y se unen a nosotros. Slfaltan el judo Lowka y Jzef. El Rata se sac debolsillo una baraja y propuso una partida d
esenta y seis. El Buldog extendi sobre el heno s
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chaquetn vuelto al revs y se pusieron a jugaobre aquella mesa improvisada. El Mamut
Waka el Bolchevique tambin se sumaron al juego
En un rincn, el Lord, con una cara muy seriae explicaba a Julek el Loco cmo cazar liebrein escopeta:
Mira, te compras un paquete de rap y, d
madrugada, cuando las liebres todava duermendas una vuelta por el campo, espolvoreando lapiedras con una pizca de rap La liebre sdespierta al amanecer, se estira, se rasca con l
patita detrs de la oreja y corre a hacer sunecesidades como un chucho. Se acerca de ubrinco a la piedra y la olisquea. El rap se le meten la nariz. Estornuda y se da un cabezazo contr
a piedra; cae al suelo de costado y se quednmvil. Y vas por la maana con un saco y laecoges todas.
Me ests tomando el pelo!
Que yo te estoy tomando el pelo? N
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hablar! Te lo juro por mi madre, que en padescanse! Y los osos se cazan de otra manera: slen otoo, cuando las hojas caen de los rbole
Coges un cubo de engrudo y vas a un bosque dondhaya osos. Embadurnas las hojas de engrudo y tescondes detrs de los matorrales. Viene el osopaf, paf!, paf, paf! Las hojas se le pegan en la
patas. Cada vez ms y ms, hasta que se juntaantas que ya no puede moverse. Entonces saledel matorral, lo atas con una cuerda, lo subes acarro y a casa!
El Rata no supo contenerse y dijo sin dejar dugar a los naipes:Nos ha salido otro loco!No un loco, sino un seor loco! contest
el Lord.S, un seor que duerme en el almiar y cazpulgas con los dientes!
Iniciaron una disputa. Me di cuenta de que l
hacan sin mala fe, para pasar el rato. A
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medioda, Trofida volvi al granero. Estabalegre. Se notaba que haba bebido.
Eh, socios, venid aqu todos! Ya llega l
manduca!Bajamos al solado.Qu pasa con la mercanca? le pregunt
el Lord a Jzef.
Ahora mismo llegarn las trajinerasLowka est en eso. Bombina nos prepara lpitanza
Confiesa, le has dado un buen revolcn?
pregunt el Bolchevique.Para qu la quiero? Menuda busconaTengo otra mejor
En el exterior se oyeron pisadas y, poc
despus, con pasos sorprendentemente ligeroentr en el granero una mujer robusta y corpulentde unos treinta y cinco aos. Iba emperifolladaDespeda un olor de perfume que llen el granero
Tena las piernas enfundadas en unas medias d
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eda de color carne. Llevaba un vestido muy cortque cea sus exuberancias.
Buenos das, muchachos! dijo en vo
alta, con alegra, mostrando en la sonrisa unodientes blancos y hermosos.La saludamos. Waka el Bolchevique dio u
alto hacia delante y le sac de las manos los do
cenachos. Los dej en el solado e hizo un gestocoso de agarrarla por la cintura. La mujer larre un puetazo en el pecho con tanta fuerza qucasi lo tumba.
Le est bien! dijo Jzef.Te han dado con la badila en los nudillosle dijo el Rata al Bolchevique.
Bombina se rea sin dejar de mirarnos. M
ech una ojeada y se dirigi a Trofida:ste es el nuevo?S, un to legalMe salud con un gesto de cabeza. No tard e
abandonar el granero, cimbreando las caderas co
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exageracin y tensando los msculos de lapiernas.
Esto s que es una mujer y el resto so
pamplinas! Como un colchn! dijo Waka eBolchevique, extasiado.Una yegua y no una mujer! lo corrigi e
Rata.
Los muchachos vaciaron los cenachos. Dentrhaba una gran olla llena de huevos revueltos coocino, una marmita de col guisada con carne, un
buena cantidad de buuelos calientes, tres hogaza
una tajada de panceta.Trofida desenterr de entre la paja de uincn tres botellas de espritu de vino y lo diluy
con el agua de un gran tonel de madera de robl
que estaba junto a la puerta del granero. El Lorcortaba grandes rebanadas de pan con su navaja dmuelle. Nos pusimos a beber vodka y a come
os zampbamos la pitanza como mquinas. Quie
coma ms y con ms voracidad era Felek e
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Pachorrudo. Despachaba la carne jadeando profiriendo toda clase de ruidos. Se chupaba lodedos ora de una mano, ora de la otra.
Miradlo cmo papea! dijo el Lordecndose los labios con un corrusco de panLe silban las orejas y se le arquea la nariz! Parrabajar es el ltimo, pero para jamar, el primero!
Hace bien meti baza el Rata. Qurabaje el caballo! Tiene una cabeza grande, cuatrpatas y una cola larga Y l, qu tiene?
Los contrabandistas acabaron de comer. Sl
Felek el Pachorrudo, ajeno a todos, rebaaba loestos. Bolek el Lord empez a contar una historiaOs voy a decir algo, muchachos! Hac
iempo conoc a una mujer que cada da s
desayunaba treinta huevos revueltosSeguramente estaba como nuestra Bombinrefunfu el Buldog, mientras encenda ucigarrillo.
pues, un da, a su hombre se le ocurri
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gastarle una broma y aadi treinta huevos a loreinta que haba en la sartn. La mujer entr en l
cocina, acab de hacer los huevos revueltos y s
puso a zampar. Apenas pudo con todo aquelloDiantre, y cmo no revent? dijo eRuiseor, meneando la cabeza.
Se lo ha comido todo y se sienta. Resopl
como una locomotora. Y en esto que viene unvecina y le pregunta: Por qu ests tacolorada? Y ella le contesta as: Fjese ustedcomadre, o estoy mala o pronto lo estar. No h
podido con treinta miserables huevos revueltos!Los muchachos se ren y, con los cigarrilloencendidos, se cuentan historias sobre casos dglotonera. Mientras conversan, se abre la puert
del granero y entra Bombina llevando con graciun cesto lleno de manzanas y ciruelas.Coged, muchachos! Os traigo algo par
matar el gusanillo! Uy, cunto humo! No m
quemis el granero!
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Fumamos slo en el solado Tenemocuidado se precipit a tranquilizarla Jzef.
Bueno, bueno! Pero sed prudentes!
Levant los brazos, se cogi las manos podetrs de la cabeza y, sacando los pechos turgentecon coquetera, estuvo un buen rato anudando epauelo. Los muchachos, ya algo azumbrados, l
miraban con ojos vidos. Esto la excitabaEntornaba los prpados, se contorneaba adelante atrs, meneaba las caderas. Finalmente, cogi ecesto con las ollas vacas y abandon el granero.
Tuve la sensacin de que, antes de salir, mclavaba una mirada escudriadora y me sonreaPero tal vez me equivocara. Tal vez aquellonrisa iba destinada a toda la pandilla.
Jzef Trofida estaba seguro de que pasaramoa noche en la madriguera de Bombina y netomaramos el camino de vuelta hasta e
anochecer del da siguiente. Pero los judos n
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rajeron de Minsk la mercanca que tenamos quransportar hasta Polonia. Lowka lleg a la puest
del sol. Se frotaba las manos enjutas co
nerviosismo, lamentndose:A la mierda con este trabajo! Qu se hacredo? Que viajamos en tren o qu?!
l y Trofida se retiraron a un rincn de
granero y all hablaron a media voz durante ubuen rato. Logr captar unas cuantas frases dzef:
A m me la trae floja si hay gnero o no!
Tienes que pagarme igual! Y a los muchachoambin! A m, trabajo no me falta Sempezis a hacer chanchullos, os mando a frepuetas y sanseacab!
Al caer la noche, iniciamos los preparativopara el viaje. Lowka se quedaba en casa dBombina a fin de reunir la mercanca para lprxima vez, mientras que nosotros tenamos qu
egresar a Rakw para volver a salir al cabo d
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dos das con un alijo nuevo. Tomamos el caminde vuelta. Caminbamos ligeros, porque nlevbamos ningn peso. Apenas salimos de l
casa, Trofida forz el paso. Segu sus huellaprocurando no romper el buen ritmo de la marchaEl aire era fresco. La noche, magnfica. Enjambrede estrellas lucan en el cielo. Despus de camina
un buen trecho, me acostumbr al movimiento avanzaba como un autmata. El balanceo rtmicdel cuerpo y el silencio que me rodeaba tenan em el efecto de un somnfero. A ratos, me pona
oar despierto. Sonrea, gesticulaba. Finalmenteme di cuenta de ello y solt una carcajada. Trofidvolvi la cabeza sin detenerse y me lanz por lbajinis:
Has dicho algo?No, nadaA cinco kilmetros de la frontera hicimos u
descanso. Nos detuvimos a orillas de un arroyo
cerca de unos matorrales tupidos. No tenamo
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vodka, o sea que encendimos unos cigarrillos eposamos tumbados sobre una hierba espesa.
Trofida estaba a mi lado. Call durante u
buen rato para espetar por fin:Entiendes de estrellas?De estrellas?! le pregunt
orprendido. No No s nada de estrellas
Lstima Si hay que poner los pies epolvorosa, tienes que saber pasar al otro lado da frontera Ves aquellas estrellas?
Me seal con el dedo la constelacin de
Carro, en la franja norte del cielo, ms bien haciel oeste: siete grandes estrellas que formaban unilueta con cuatro ruedas y el timn por delante.
Trofida esboz un dibujo en el cielo parec
ocar con el dedo cada una de las estrellasprecisando de cules se trataba.S Las veo Y qu?Si algn da se nos echan encima
dispersan la cuadrilla, tienes que procurar tene
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estas estrellas siempre a tu derecha Vayas hacidonde vayas, siempre acabars dando con lfrontera. Entendido? A mano derecha!
EntendidoDurante un largo rato contempl las estrellaque me haba mostrado. Eran hermosas. Brillabamaravillosamente. Se irisaban con todos lo
colores. Observ que tenan muchos maticeextraordinarios. Me intrigaba una idea: por quaquellas estrellas se haban juntado de un modo taextrao? Tal vez se caigan bien, como la
personas, y juntas vagabundeen por el cielo. A lmejor se hablan? Se hacen guios? Cuandme fij ms, me parecieron tener la forma de ucisne.
Pronto reanudamos la marcha. Ahora Trofidcaminaba poco a poco. De vez en cuando sdetena y aguzaba los odos. Entonces, todos sdetenan tambin. Justo pasada la medianoche
legamos a la frontera. Trofida se detuvo entre do
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mojones. Me acerqu a l:Son los mojones fronterizos, y aquello e
a frontera me dijo en voz baja.
Curioso, examin las estacas rectangulareclavadas sobre unos pequeos tmulos. En la partde arriba ostentaban los escudos de los dos pase sus nmeros correspondientes. En el moj
polaco estaba pintada un guila blanca sobrcampo rojo. En el sovitico, figuraban estampadoobre una hoja de chapa la estrella de cinc
puntas, la hoz y el martillo.
En la frontera, enfilamos una angosta veredque conduca hacia Pomorszczyzna. En un ciertpunto nos detuvimos. De improviso, o a mespalda un susurro ahogado:
Muu-chaa-choosEra la voz del Ruiseor. Mir hacia lzquierda y divis algo blanco que se desplazab
de prisa en la oscuridad, por delante de nosotro
o era una silueta humana, porque era demasiad
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pequea y daba vueltas en el aire de una manerbien extraa, ora alzando el vuelo, ordescendiendo. Seguramente era un fantasma. Co
un fuerte latido del corazn contempl aquefenmeno inslito. Despus me arrim a Trofida:Qu diablos es esto, Jzef?Vete a saber me contest. Tal vez u
espectro, o tal vez pulula por aqu el diablo epersona A los pistolos esto tambin les dmiedo.
Ms tarde, Jzef me contara la siguient
historia. Un capitn ruso de origen polacabandon Rusia durante la revolucin. Cuando lobolcheviques tomaron el poder, no pudo volver apas de los soviets. Haba dejado all a su mujer
a su hija. Quera sacarlas al extranjero y, por esoe fue a vivir cerca de la frontera. Se instal en ucasero, no muy lejos de Wygonicz, en la casa dunos campesinos, y se hizo traer sus cosas, porqu
pensaba quedarse hasta que rescatara a su familia
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ntent hacerlo utilizando como intermediarios os campesinos, porque todas las otras vas haba
fracasado. El hijo del amo de la casa donde s
alojaba haba servido en el ejrcito ruso hacaos y conoca bien los accesos a Minsk. Aceptayudar al capitn. Juntos emprendieron el largviaje. Lograron llegar a Minsk desapercibidos y
ras numerosas aventuras y al cabo de muchiempo, se personaron en Nizhni Novgorod dondel capitn haba dejado a su familia. Una vez alle enteraron de que su mujer haba muerto
mientras que la hija, Irena, viva en el arrabal, ea casa de su antiguo portero. Le cost encontrarlaTomaron el camino de vuelta. Al llegar a Moscu compaero de viaje cay enfermo de tifus. D
a estacin, lo llevaron directamente al hospitadonde muri. El capitn y su hija consiguierolegar a Minsk y, desde all, se dirigieron a pi
hacia Rakw. Por la noche se extraviaron y, cerc
de Wielkie Sioo, no muy lejos de la frontera
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oparon con una patrulla sovitica. La patrulla ledio el alto. El capitn se defendi. Mat a dooldados, cogi a su hija y se ech a correr. L
cay encima una lluvia de balas. Le dieron yherido, lo persiguieron incluso en territoripolaco. Fue abatido a doscientos metros escasode la frontera, encima de un montculo. An estuv
a tiempo de gritarle a su hija: Corre! yagonizando, con el resto de fuerzas y de cartuchocubri su huida. Los bolcheviques cogieron ecadver y lo arrastraron hasta su lado de l
frontera. La hija del capitn encontr el caserdonde su padre haba vivido antes de lexpedicin a la Unin Sovitica. Se instal en lcasa de aquellos campesinos y todava hoy viv
all. La tienen por tonta, pero la quieren, porque emuy buena y muy trabajadora. Desde entonces, emontculo donde cay muerto el capitn lleva enombre de Tumba del Capitn.
Desde que ocurri aquel suceso, cerca de
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mulo y en toda la zona fronteriza comenz aparecerse un fantasma. Un soldado de la guardifronteriza quiso abatirlo a tiros. Le dispar cinc
veces con su carabina. El fantasma desapareciAl da siguiente, el soldado muri despedazadpor una granada de mano con la que jugaba en ecuartel. Ms tarde, dos bravucones le prepararo
una emboscada y lo cosieron a balazos. Al cabo ddos das, uno de ellos cay en la frontera y el otre puso gravemente enfermo y muri en el hospita
Desde entonces, nadie ms ha intentado cazar a
fantasma que pulula de noche por la zonfronteriza.Esta historia me la cont Jzef de regreso
casa. Me pareci muy interesante, porque po
mucho que se asemejara a un cuento de hadas, erverdadera. Despus, mucha gente me la confirm.Permanecimos largo rato en medio de aque
campo rayano con la frontera, contemplando cm
el fantasma se alejaba cada vez ms. Con mucha
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precauciones cruzamos el camino que conduce ravs del terrapln hacia la frontera, y muy pront
nos hallamos en el que une Pomorszczyzna co
Rakw. Despus, siguiendo el curso del Isocz, nodirigimos hacia el pueblo.Al llegar al molino, los muchachos s
dispersaron. Jzef y yo fuimos a su casa d
Sobdka. No entramos en la vivienda por ndespertar a nadie. Fuimos al granero y all nodormimos sobre el heno fresco que olmaravillosamente.
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III
Por la maana, me despert Janinka, la hermanpequea de Trofida.
Venga a desayunar me dijo.Le ped que me trajera una toalla y una pastillde jabn. Despus, atraves los jardines para ir aiachuelo. Ella me sigui abrindose paso entre l
hierba.Vete a casa. Ahora mismo vuelvoMe quedar aqu sentada, esperndole N
mirar A m estas cosas no me interesan nadazef nunca me echa Es feo ser tan brusco coos pequeos.
Est bien, sintate Qu boba ereodava!
Y muy bien. Si todos furamos sabios, no
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volveramos locos!La dej bajo un sauce y camin ro abajo. M
ba y me dirig hacia la casa. Janinka trotaba a m
ado.Hela dice que usted es pobre espet acabo de un rato.
Por qu?
Porque no tiene madre, ni ningn hermanoni ninguna hermanaPero tengo a Jzef.S Pero no tiene hermana!
Te tengo a ti.Se qued pensativa y despus dijo:Pero a m no me quiere!Porque eres pequea y bobalicona
Cuando seas mayor, te querr Y no slo yo, sinambin un montn de muchachos.De repente, dijo:A m, plin!
Seguramente, haba odo esta expresin e
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boca de las jvenes en edad de merecer.En la casa estaba esperndome Hela, la mayo
de las hermanas de Jzef, una chica bastant
guapa, rubia, de dieciocho aos. Era el polopuesto de Janinka. sta no se rea nunca, mientraque a Hela cualquier bagatela le haca tanta gracique los ojos se le anegaban de lgrimas.
Hela me trajo una tetera llena de t, panmantequilla y queso.Tmese el desayuno, por favor. He estad
esperndole, pero ahora tengo que ir al huerto.
Y dnde est Jzef?Ha bajado al centro. Seguramente est acaer. Me ha dicho que no lo despertara. Pero npuede ser, tanto tiempo sin comer nada!
A continuacin, Hela se fue al huerto y yo mqued en casa con Janinka. Mientras tomaba mi ta nia se encaram al sof y se acuclill sin deja
de mirarme fijamente con la mejilla apoyada sobr
a mano.
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Qu miras?Usted parece una liebre.Una liebre?
Una liebre pequea Una vez vi a uncomerse una col Jzef la atrap y la trajo a casaMova el hocico de la misma manera que usted
Janinka se puso a mover la mandbula y l
nariz.Y t pareces una urraca.Vaya!S. La urraca se posa sobre una valla, l
cabecilla hacia la izquierda, hacia la derecha, venga a espiar a la gente!No, no es verdad. No espa.Y qu hace, pues?
Maquina algo.Qu maquina?Muchas cosas. S muy bien lo que digo. H
odo a las urracas chacharear de la gente.
Su madre la llam desde la cocina y me qued
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olo. Me puse a pasear por la habitacin de uado para otro. A travs de la ventana de l
fachada principal vi una procesin de carro
desfilar por la calle en una larga hilera. Recordque aquel da haba feria en el pueblo. Encend ucigarrillo y me sent en una silla junto a la ventanque daba a un huerto separado de la casa por e
estrecho istmo de un patio. Vi cmo Hela, en lalto de una escalera de mano recostada contra umanzano, coga fruta y la meta dentro de un gracapazo que sostena delante de s sobre u
peldao. Dediqu un buen rato a contemplarla poentre las macetas de flores que adornaban lventana. O abrirse la puerta de la entrada. Imaginque era Jzef que volva a casa. Ech una ojead
al patio, pegando la cara al cristal. Vi a un hombrde unos treinta aos vestido de azul marino, cozapatos de charol y una gorra blanca de viseracharolada. En la mano llevaba una fusta con l
que se golpeaba las perneras de los pantalones a
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caminar. Tena un rostro de rasgos muy regulareLo adornaba un bigotillo negro y lo afeaban unoojos inquietos y esquivos. De dnde habr
alido ese lechuguino?, pens. Por aqueentonces, no barrunt que, en un futuro, aquehombre sera la causa de muchos infortunios qupesaran sobre mi vida y sobre la de mis amigo
El desconocido salud a Hela con una elegancicmica, inclinando a un tiempo la cabeza, la gorr la fusta, y le dijo algo. La muchacha volvi l
cabeza y su rostro se ilumin con una sonris
alegre Aquello me sent mal. No estabenamorado de Hela, pero me gustaba mucho ldea de que fuera hermana de mi mejor amigo y l
encontraba una chica simptica.
El desconocido entr en el huerto, se detuvunto a la escalera y le dijo algo a Hela. Ella si. Sacudi la cabeza guarnecida con una trenzarga y gruesa, y le respondi. Mira cmo s
hacen arrumacos!, pens, casi enfurecido. D
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epente, observ que el desconocido levantaba unmano y acariciaba la pantorrilla de la muchacha darriba abajo. Me dio un sofoco. Vi a Hela lanza
una mirada rpida a las ventanas de la casa y, acteguido, bajar la escalera de un salto. Ahorestaba de pie con la cara encendida y le hablabatropelladamente a su adorador. Seguramente l
eprochaba su falta de tacto o, tal vez, tambinu imprudencia? Cogi el capazo lleno dmanzanas y se dirigi hacia la casa, mientras quu galn, con los brazos en jarras, la miraba si
dejar de sonrer. Despus cort el aire con ufustazo seco y se encamin hacia la salida.Me puse a dar vueltas por el cuarto. Ms tarde
me acerqu a la ventana que daba a la calle y, en l
acera de enfrente, vi al hombre de la fustobservar el desfile de carros. En eso, divis zef, que avanzaba a grandes zancadas. E
hombre de la fusta se le acerc. Se saludaron
hablaron unos minutos. Despus se despidieron
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zef se dirigi hacia la casa. Entr.Ya te has levantado?Hace un buen rato.
Llego un poco tarde. Problemas con loudos! He cobrado la faena y he pagado a lomuchachos Maana volvemos a salir. Ahora noestn preparando la mercanca Se sac de
bolsillo dos monedas de diez rublos y me laentreg.Toma, dos botones El primer dinero qu
e has ganado Escupe! Escupir da suerte.
Cog el dinero. Quise devolverle diez rublopara que se los diera a su madre por mmanutencin, ya que me tena a pan y cuchillopero no me los acept. Me dijo que, de momento
estbamos en paz y que haramos cuentas cuandganara ms guita. Despus le pregunt por ehombre de la fusta con quien lo haba visto hablaen la calle. Jzef solt una carcajada.
ste s que es un pjaro de cuenta! D
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qu lo conoces?No lo conozco Slo os he visto hablar.Es el prometido de Hela A m no m
acaba de convencer, pero la moza estencaprichada Ya se sabe, mujeres Qu lvamos a hacer
l tambin es contrabandista?
S. Se llama Alfred Aliczuk. Son cinchermanos: Alfred, Albin, Adolf, Alfons y AmbroyTodos empiezan por a. Y su apellido tambinAliczuk. Hacen la frontera por su cuenta. Va
armados Buenos contrabandistas, pero comcompaeros, Dios nos libre! Se creen que son lhostia y tratan a los dems como trapos sucios. Sas dan de seores, pero los pies les apestan
alquitrn. Su abuelo tena una peguera y su padrcomerciaba en arreos y en brea Bah, que svayan a frer puetas! Vamos a la plaza. Hay qucomprarte zapatos.
Cog la gorra y salimos a la calle. Llegamos
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una enorme plaza atiborrada de carros. En ecentro haba un gran rectngulo de tiendas dvarios pisos. La plaza estaba rodeada po
comercios judos, salones de t, mesones estaurantes. A poca distancia de las tiendahaban montado sus chiringuitos los feriantes y lozapateros ambulantes.
Nos costaba abrirnos camino a travs degento. Encima de la plaza hubiera podido ondeauna gran bandera de Baco. All beban todoBeban en todas partes. Beban de pie, tendidos e
el suelo y sentados. Beban tanto los hombrecomo las mujeres. Las madres hacan beber a locros para que ellos tambin disfrutaran de lferia; incluso les daban de beber a los nios d
pecho para que no lloraran. Y hasta vi cmo ucampesino borracho levantaba bruscamente emorro de su caballo y le vaciaba en el gaote unbotella de vodka. Se dispona a volver a su casa
quera lucirse ante el mundo conduciendo a tod
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carrera.Trofida no tard en llevarme al tenderete de u
zapatero. Lo salud y dijo:
Necesitamos unos zapatos. Pero que seafetn! De primera clase! Un gnero de oro y uacabado de oro para este muchacho, que es orpuro y conmigo se har de oro!
Eso est hecho contest el zapatero y, siocar ni siquiera los zapatos que tena a la vistameti el brazo debajo del mostrador y desenterrun pequeo bal. Sac de l un par de botas d
badana.Ni en el mismsimo Vilnius las hacemejores! Pero falta saber si le quedarn bien.
Me prob las botas. Me iban un poco grande
pero Jzef me aconsej no comprarme otras mestrechas, porque se avecinaba el invierno pronto habra que llevar calcetines gruesos.
Cunto pides por estos zuecos? l
pregunt Trofida al zapatero.
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Quince rublos.Jzef solt una risilla:Fjate, Wadek! Igualito que si esto fuer
una mina de oro! Vayas adnde vayas, slo oro dlares. Como si estuviramos en Canadmaldita sea! Por una botella de vodka te cobran uublo de plata, una de espritu de vino cuesta u
ublo de oro, y por estas barcas el maestro quierembolsarse ni ms ni menos que quince piezas doro. Y as todo el santo da!
Regatearon y el zapatero nos dej las botas e
diez rublos y un dlar. Para redondear, le dejamomis zapatos viejos. Jzef, contento, me miraba lopies.
Da gloria verlas! Ni el mismsimo rey d
nglaterra las tiene mejores! Quieres comprartalgo ms?No.Haces bien. La prxima vez, t
compraremos un terno de apa! Irs compuest
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como un marqus! Djalo en mis manos. Y estabotas tenemos que regarlas, para que den bueesultado y te traigan suerte. Vamos a la cantina d
Ginta!Adelantamos a dos mozas que deambulabapasito a pasito por la feria. Mascaban pepitas dcalabaza, escupiendo las cscaras a diestro
iniestro. Una llevaba un vestido rojo y, en lcabeza, un pauelo verde. La otra un vestido verd un pauelo amarillo. En la mano sostenaendos bolsos de piel, grandes y adornados co
hebillas de nquel relucientes. Nos examinaron couna mirada excesivamente atrevida, casi insolenteMis ms humildes respetos a Helcia
Macia! las abord Jzef en tono alegre.
Ah van los nuestros por duplicado! contest una.Mis ms humildes esputos aadi l
otra.
Y sas dos? le pregunt a Jzef.
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Contrabandistas. Helka Pudel y ManiDziudzia.
Las mujeres tambin pasan contrabando?
Cmo no! Y algunas son mejores en estcurro que los hombres. Pero son pocas. En todo epueblo no llegan a una decena. Matutean las quienen parientes al otro lado de la frontera.
Nos acercbamos al mesn de Ginta. En lentrada se amontonaba un tropel de campesinocon botellas en la mano y en los bolsillos. Lpuerta estaba abierta de par en par. El zumbido d
as conversaciones y el gritero de los borrachoflotaba en el aire, mezclado con el tufo a aliento el humo de la picadura. Se nos acerc el Rata. Coos ojos encendidos y unos dientes amarillento
que sus labios estrechos no eran capaces desconder, nos estrech la mano con sus dedohuesudos y fros y, arrojando escupitajos sobre lozapatos de los campesinos que pasaban po
delante, pregunt:
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A la fonda de Ginta, eh?S.Me apunto.
El Rata ofreca un aspecto extrao. Iba tocadcon una gorra americana a cuadros, grande mullida, y llevaba un pauelo rojo atado al cuella lo perdonavidas. No se sacaba las manos de lo
bolsillos. Al caminar, balanceaba la espalda derecha y a izquierda. Era un ladrn de Rostwcon un pasado oscuro y lleno de aventuras. Habecibido muchos navajazos y nunca se separaba d
u navaja. No sola perder ninguna oportunidad derciar en una reyerta, aunque supiera de antemanque saldra mal parado.
Nos adentramos en un patio inundado de barr
, a travs de un zagun oscuro y maloliente commil demonios, llegamos a una sala espaciosa. Aprincipio no vi nada, porque una nube de humo dabaco inundaba el interior. Despus divis una
mesas con gente alrededor. Todos era
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contrabandistas.De improviso, en el rincn ms lejano de l
ala, se oy un acorden que verta los sonidos d
una vieja marcha rusa. Era el acordeonista Antonun hombrecillo de edad indefinida, cara verdosa pelo terriblemente enmaraado, que saludaba deste modo la aparicin de Trofida.
Salud, muchachos! grit Jzef, pasandde mesa en mesa para saludar a la concurrencia.Le arroj a Antoni una moneda de oro de cinc
ublos. El acordeonista la atrap al vuelo con u
gesto veloz de la mano.Esto es para ti, en agradecimiento por lmarcha! dijo Jzef.
Segu su ejemplo e hice una ronda por la
mesas, estrechando las manos de locontrabandistas. La mano del Mamut no caba en lma, y l no me dio un estrujn fuerte, tal vez pomiedo a hacerme dao.
Los contrabandistas haban juntado tres mesa
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lenas de botellas de cerveza y de vodka, y dbandejas con longaniza, pan y pepinos. De nuestrpandilla slo vi a Bolek el Lord, a Felek e
Pachorrudo, al Buldog y al Mamut. El lugar dhonor lo ocupaba el famoso contrabandista Boleel Cometa, un cincuentn de bigotes largos negros. Era un borrachn y un parrandero conocid
en toda la zona fronteriza. Ms tarde me enterarde que le apodaban Cometa porque, en el a912, cuando el cometa Halley apuntaba hacia l
Tierra y tena que producirse el fin del mundo
consider que haba razones ms que suficientepara vender su finca y fundir el dinero en bebidaA su lado estaba sentado el Chino, un muchachalto y delgado de tez aceitunada y unos hermoso
ojos negros ligeramente almendrados. Habambin otros muchachos, pero a ellos loconocera ms tarde.
Os digo, y que nadie me lleve la contrari
dijo el Cometa abriendo los ojos de par en par
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moviendo el bigote, que quien no empina ecodo no vive, sino que se pudre en vida!
Una verdad como un templo! aplaudi
us palabras el Lord, y descorch dos botellas a uiempo, golpendolas contra sus rodillas.Llen los vasos de vodka hasta la mitad. E
Mamut, murmurando y ladeando la cabeza, s
acerc el vaso y lo vaci con cuidado, como suviese miedo de que el vidrio se hiciera aicoentre sus manazas. Se bebi el vodka de un tragoesopl y, a continuacin, me hizo un guio
balbuceando algo. Nunca o al Mamut decir mde una frase breve. Normalmente, sola limitarse una sola palabra o, sencillamente, se comunicabmediante gestos y guios.
Muchachos! Sabis qu me acaba de decFelek el Pachorrudo? meti baza el Chino.Que se est maquinando cmo tragarse un
escoba gru el Buldog.
No Me ha dicho que la oca es el ave m
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estpida del mundo!Por qu? pregunt el Mamut, haciendo u
gesto con la mano y arqueando las cejas.
Porque con una te quedas con hambre con dos te empachas! Con las gallinas y lopatos uno siempre encuentra la medida justa: scon dos no quedas satisfecho, te comes tres! S
con tres todava no has matado el gusanillo, tcomes cuatro! Con las ocas no es tan fcil.Te habrs confundido dijo el Rata
Seguramente hablaba de terneras, y no de aves.
El Pachorrudo, sin hacer caso a estandirectas, mondaba los restos de la oca, triturandos huesos entre los dientes y chupndose lo
dedos.
Bolek el Lord haca de maestro de ceremoniaTraa del mostrador vodka y entremeses, llenabos vasos, y entretena a los muchachos com
mejor saba. Tampoco se olvidaba de la msica y
de vez en cuando, le llevaba un vaso de vodka
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una tapa a Antoni. Se le acercaba, cantando:
Suena, suena el acorden,
escondido en un rincn,Tirli-tirli-po, tirli-tirli-po!
Tirli-tirli-po! Jeya, jeya, jo!
Entonces, Antoni dejaba de tocar. Coga evaso, apuraba el vodka de una tacada y, recostadcon los codos sobre la caja del acordenmordisqueaba la racin. Recordaba una rata qu
oe una rebanada de pan.Caa la noche. Fuera, oscureca por momento
Los muchachos corrieron las cortinas de laventanas. Ginta encendi el quinqu de petrle
que colgaba de un aro de alambre clavado en eecho. No dejaban de beber. De pronto, el Chin
ech la pava. Primero sobre la mesa, y despus eel suelo.
Un guiso para el perro! dijo el Lord,
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endi al Chino junto a la ventana sobre un sofestrecho tapizado de hule negro.
Antoni, toca una marcha fnebre! grit e
Rata.A la salud del difunto, muchachos! Largvida!
Una verdad como un templo! dijo e
Lord, levantando el vaso.Nunca haba visto a nadie beber vodka eaquellas cantidades. Los que ms le daban apimple eran el Mamut y Bolek el Cometa. Felek e
Pachorrudo y el Buldog tampoco perdan combaEl que menos beba era Jzef. Bueno, y yo.De golpe y porrazo, o bramar mucha
gargantas al unsono.
Hurra!Viva!Que venga aqu!Volv la cabeza y vi al Ruiseor. Era un chava
oven. Un poco avergonzado por aquel saludo ta
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clamoroso, se acerc a la mesa con una sonrisa eos labios y, una tras otra, estrech las manoendidas. Bolek el Cometa empez a rogarle:
Ruiseor! Cielito! Canta, hijo!Y ocurri una cosa extraa. Aquellos hombrebulliciosos y ebrios callaron y se hizo un grailencio en la sala. Ginta, inquieta, entreabri l
puerta del cuarto contiguo, pero la volvi a cerraapenas se cercior que todo iba bien. El chavaprimero permaneci inmvil en medio del local ya continuacin, enton una cancin d
contrabandistas. Cantaba con una voz apagadaigeramente vibrante, que progresivamente fuaumentando en fuerza y emotividad:
Los chavales estn fuera,las mozuelas lloran:Que la muerte no los pille
junto a la frontera!
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El Ruiseor levant la vista. En su voesonaban un lamento plaidero y tristeza. Sent u
hormigueo en la espalda y en la nuca. No vea m
que los ojos extraos del Ruiseor y captaba lanotas tristes de su cancin con cada uno de minervios. Cuando el Ruiseor dej de cantapermanecimos en silencio durante un buen rato
Lanc una mirada al Mamut y vi que sus mejilladeformes, grises y como esculpidas en piedrestaban baadas en lgrimas. O la voz del Rata:
Ah es nada!
Bolek el Pachorrudo le tendi los brazodiciendo:Ruiseor, querido! Sigue cantando, cielo
No te detengas! Canta, por el amor de Dios
Canta!Dejadle descansar! dijo el LordTosiek! le grit a Antoni. Para cambiar dercio, tcanosEl Danubio azul!
Antoni toc el vals, mientras el Lord hac
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entar al Ruiseor junto a la mesa. Le verti vodkdirectamente en el gaznate. Pude ver de cerca acontrabandista. Tena los ojos de un cro. En su
abios apareca y desapareca una ligera sonrisaTuve la sensacin de que era un prncipdisfrazado y no un vulgar contrabandista. Pensque tal vez en algn lugar del mundo hubier
prncipes de mejillas angulosas, mirada obtusa abios feos.Ms tarde, el Ruiseor cant otra cancin d
frontera, algo ms alegre.
Os juro, muchachos, que si no me tomo udoble ahora mismo, se me va a partir el corazndijo el Cometa, cuando el Ruiseor acab scanto.
Una verdad como un templo! meti bazel Lord, llenando los vasos casi hasta colmarlos.De repente, vi que el Mamut se sacaba de
bolsillo de su blusn un billete de veinte dlares y
adeando, se lo meta al Ruiseor en la mano. E
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Aqu no debes nada Ya lo he pagado todoTrofida se despidi de sus compaeros
abandon nuestro saln.
El jolgorio sigui su curso. Yo ya estabcompletamente borracho. Me dieron ganas de re, al mismo tiempo, sent una oleada de calo
Beba, coma, escuchaba las canciones de
Ruiseor y la msica del acorden. No recuerdcundo ni cmo sal de la taberna de Ginta y mencontr en la calle. Enfil un callejn oscuroCaminaba despacio, hundindome a cada paso e
un barro pegajoso. De improviso, o un grito y, a luz de la ventana de una casa, vi a un grupo dgente que peleaba a pocos metros de m. Trehombres le arreaban una paliza a otro que, tendid
en el suelo, se defenda con un resto de fuerzas. Ncorto ni perezoso, me abalanc sobre ellos. Coodo el peso de mi cuerpo empuj por el flanco
uno de los agresores y lo derrib, mientras que
otro le asest un puetazo tan fuerte en la cara qu
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perdi el equilibrio y cay de espaldas en efango. El tercero se abalanz sobre m; tambiestaba borracho. Empez a darme bocado
Descargu sobre su cabeza una lluvia dpuetazos. Me solt. De repente, me puse vomitar. Despus not que alguien me llevaba debrazo. Me preguntaba algo, pero yo no entend
nada. Recuerdo que me frotaron la cara con unoalla hmeda. Unos rostros desconocidos snclinaban sobre m. Finalmente, el alcohol m
arrebat del todo la conciencia. Por la maana, m
despert en una casa que no conoca en absolutoMe sorprendi mucho estar all. Dije en voz alta:Hay alguien?Por la puerta de la cocina se asom una cabez
edonda, cmica, casi completamente calva causa de alguna afeccin cutnea.Ayer estaba usted borracho perdido N
entenda nada de lo que se le deca! dij
acercndose un judo, cuya cara no me sonaba e
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absoluto.Pero cmo he llegado hasta aqu?Yo le traje a cuestas Debe de se
forastero, porque no lo conozco Anocheaquellos rufianes queran matarme y usted malv la vida.
Vivo en Sobdka, en casa de Trofida.
Es usted amigo de Jzef?S.Un hombre legal! Ms bueno que el pan
Ay, una verdadera joya! Ay! Yo me llam
osek, y sta es mi casa.Los aspavientos y las muecas del judo mdieron ganas de rer. Una vez me hube vestidoosek me invit a acompaarle en su desayuno
Tuve que aceptar. Josek puso sobre la mesa unbotella de pesahovka[2] y sac del aparador uucio relleno. Poco despus, su mujer, una judoven y muy guapa con un cro en brazos, sali d
a cocina y se sent a la mesa. Inici un
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conversacin. La mujer de Josek tambin me dias gracias por haber prestado ayuda a su marido.
Por qu peleabais? le pregunt a Josek.
Habamos jugado a los naipes. Los dej siblanca Sin hacer trampas Tuve una buenacha me explic el judo. Y ellos queraecuperar su dinero. Sobrios, no lo hubiera
ntentado Pero en el estado en el que sencontraban, podan haberme matado!Josek me mostr los chichones que tena en l
cabeza y los moratones de las manos y del cuello
Cuando abandonaba su casa, me acompa hastel zagun.Si algn da necesita algo, no dude e
venir Por usted har lo que sea!
Y a qu se dedica? le pregunt.Sonri, me puso la mano en el hombro y dijo:Pregntele a Jzef: A qu se dedica Jose
el Ansarero? l se lo dir. Que Dios l
acompae!
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Jzef Trofida me explic que era un ladrprofesional.
Antes era un ladrn renombrado dij
zef, pero se cas por amor y est de capcada. Casi no hace ms que jugar a los naipes. Eun tahr.
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IV
A Saszka Weblin, el rey de la frontera y de locontrabandistas, lo vi por primera vez e
circunstancias extraordinarias. Lo encontr en seino: la frontera.Yo iba a matutear con el grupo de Trofida po
cuarta vez. Habamos cruzado la frontera cerca dOlszynka. La noche era oscura. La zona sur decielo estaba atiborrada de nubes. Un viento deeste nos azotaba los ojos y dificultaba la marcha.
Iba justo detrs de Jzef. Antes de salir dnuestro escondrijo de la zona fronteriza dondguardbamos las portaderas, nos habamos echadmedia botella de vodka al coleto cada uno. Sentun calorcillo y estaba alegre. Me habacostumbrado a aquel trabajo, que empezaba
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gustarme. Me seducan los caminos lejanos. Matraa el aire de misterio que envolva nuestramarchas. Me gustaba la ligera excitacin qu
produce el peligro. Me gustaban los descansos emedio del bosque y las estancias en loescondrijos. Me gustaban mis compaeros y lafiestas bulliciosas y primitivas que celebrbamo
untos.Haca unos das, me haba comprado un trajnuevo. Ahora tena en propiedad una linterna y ueloj. Y antes de emprender el camino, me met
en el bolsillo una o dos botellas de espritu dvino. Ya era un contrabandista profesionaCaminando detrs de Jzef, meditaba. Ahoraeguirle no me resultaba nada difcil. Y tambi
me haba acostumbrado a llevar a cuestas laportaderas que pesaban como un muerto. Al mismiempo, estaba pendiente del terreno, aguzaba lo
odos y miraba hacia los lados, porque l
delantera y las espaldas las tena bien protegidas.
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A unas decenas de pasos de la frontera noadentramos en unos matorrales. Enfrente, percibun murmullo de agua. Trofida caminaba mu
entamente y se detena a menudo. Nunca lo habvisto tomar tantas precauciones como entonces. Eun lugar se detuvo y permaneci inmvil durantun buen rato. Empec a coger fro Trofida sigui
adelante. El fragor del agua iba creciendo. Dmproviso, Jzef retrocedi. Se me acerc. Magarr del brazo y me oblig a ponerme ecuclillas entre los matorrales Con toda claridad
o un chapoteo delante de m y, en aquel mismnstante, un disparo de carabina y una voatemorizada, casi un bramido, rompieron eilencio de la noche:
Altoooo!Al mismo tiempo, se oyeron algunos disparode revlver. Despus, tronaron las carabinas. A mespalda, retumbaron las pisadas de gente que hua
La tierra resonaba. Los matorrales chasqueaban
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Seguamos oyendo los gritos:Alto! Alto! Alto!Todo se arremolin alrededor de m. M
costaba entender qu era lo que ocurra. Trofida sevant y, arrastrndome por el brazo, se apartprecipitadamente de la vereda. Despus se ech correr hacia adelante. Me lanc en pos de l. Not
que avanzbamos hundidos en el agua, que mlegaba ms arriba de las rodillas. Hice lmposible para no perder de vista a mi compaero
Alcanzamos la margen fangosa y poblada d
mimbreras de un arroyuelo. Salimos del agua. Eaquel momento, sucedi algo extrao. Justdelante de m, restall un disparo y sent qualguien se me caa encima. La embestida fu
nesperada y tan fuerte que me desplom en euelo, rod por el ribazo y acab en el agua. Lpesada portadera me aplast. Alguien corralpicando por el cauce del arroyuelo. Se oa po
doquier el eco de los disparos y de voce
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excitadas. Parapetado detrs de la margeescarpada del arroyuelo, me sent en medio deimo pegajoso. Al cabo de unos minutos, se hizo e
ilencio. Los gritos y los disparos se alejarohacia la izquierda. Entonces, sal poco a poco deagua, sin hacer el menor ruido tom la direccicontraria para alejarme de la frontera. Me adentr
en un bosque. A cada paso, rboles, matorrales montones de lea me obstruan el camino. Comno conoca el terreno, tena miedo de caer emanos de los sorches. En algn lugar, me sent
obre un tronco de pino que yaca en la tierra y mom un buen descanso. Despus, prosegu ciegas, haciendo todo lo posible para mantener uumbo fijo. Tena la esperanza de que, as, lograr
alir del bosque. Tras una larga caminata, mdetuve en las lindes del bosque, en una espesurde arbustos. Recordaba que, mientras cruzbamoa frontera, el viento me daba en la cara. Es deci
oplaba del este. Deduje que, si caminaba en l
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direccin del viento, volvera a cruzar la fronteraSin embargo, al pensrmelo bien, ya no estaba taeguro de mis clculos, porque el viento pod
haber cambiado de rumbo. Me sum en ldesesperacin. Me senta del todo desamparadoperdido en un ocano de tinieblas donde, a cadpaso, me amenazaban peligros desconocidos. Po
odas partes, acechaban enemigos cruelebuscando mi perdicin! Si Jzef estuvierconmigo, me sacara de all en un abrir y cerrar dojos. Pero dnde estaba? Tal vez me estuvier
buscando en vano. De repente, record lo que mhaba dicho de las estrellas la primera vez quegresbamos de la frontera. Corr hacia adelant
para alejarme lo ms posible del bosque. M
detuve en campo abierto y barr con la mirada ecielo. La mitad estaba tapada por las nubes, peren la otra mitad vi la constelacin que llamaCarro, o bien (como supe despus a travs d
Pietrek el Filsofo) Osa Mayor. Las siete grande
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estrellas lucan sobre el fondo oscuro del cielo o las contemplaba conteniendo la respiracin
con el pecho rebosante de alegra. Record la
palabras de Jzef: Si algn da se nos echaencima y dispersan la cuadrilla, tienes que cuidade tener estas estrellas siempre a tu derechaVayas hacia donde vayas, siempre acabars dand
con la frontera!Me situ para tener las estrellas a manderecha y not que el viento me soplaba en lnuca. S, aqulla era sin duda la direccin oeste
Me puse en marcha. Como no saba dnde mencontraba, caminaba poco a poco para no haceuido y no cansarme ms de la cuenta. Dej atr
campos de cultivo, prados y colinas Cruc u
arroyo, pero segua sin saber dnde me hallabaTal vez todava en la Unin Sovitica, tal vez ePolonia. Decid ir lo ms lejos posible. Prefermil veces caer en manos de los guardia
fronterizos de Polonia, donde el contrabando
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en particular si era la primera vez se trataba coms indulgencia que en la Unin Sovitica, donde imponan penas muy severas. Avanzaba
oscuras, poco a poco, paso a paso, sin hacer emenor ruido. De vez en cuando, me detena paraguzar los odos. Intentaba penetrar a fondo con lmirada las tinieblas que me rodeaban.
Llegu al pie de un montculo. Me encaram a cima. Record el relato de Jzef sobre ecapitn y el fantasma. Pero si es la Tumba deCapitn!, pens. Comprend que ya estaba e
Polonia. Ahora no me resultara difcil encontrael camino del pueblo. Me sent, apoyando lportadera contra una ladera del tmulo y ech unarga mirada hacia el noreste, all donde l
magnfica Osa Mayor, desparramada por el cielouca sus mil colores fabulosos. An no saba snombre, pero ya la amaba mucho. Sencillamenteno poda apartar los ojos de aquellas estrella
Mientras permaneca as sentado contemplndola
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o un rumor al pie del tmulo. Me levant estrech las correas de la portadera, presto a huen cualquier momento. El rumor continuaba. Baj
ilenciosamente y me tend en un hoyo quencontr al pie del tmulo. Al cabo de un ratodistingu una silueta que se arrastraba lentamenteEra un hombre.
Seguro que no es un sorche, sino ucontrabandista!, pens. Los sorches llevacapotes de color caqui que, de noche, brillan mque la cara Y, adems a santo de qu tendr
que arrastrarse por el suelo tan lejos de lfrontera? Tal vez sea uno de los nuestros?El hombre que reptaba se sent. Vi su siluet
negra y encogida. Unos instantes ms tarde
vislumbr en su espalda el rectngulo gris de unportadera. O un ligero gemido y algo como unmprecacin ahogada: Y si fuera Jzef? Ya n
vacil ms y exclam:
Jzef, eres t?
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La silueta oscura dio un brinco. Hubo unoegundos de silencio y despus me lleg un hilo d
voz:
Quin va? Acrcate! Oh, diantre!Me aproxim al hombre sentado en la hierbaMe inclin. El desconocido me pregunt:
Quin eres?
Yo? Wadek Un compaero de JzeTrofida.De dnde vienes? De los rojos?No Hacamos una ruta con la mercanca
os guiaba Trofida Los sorches nos han dado ubuen meneo en Olszynka.O su voz llena de sorpresa:Aha! As que erais vosotros!
Vmonos de aqu! le dije acontrabandista.No puedo moverme, maldita sea! Me h
descoyuntado el pie.
Yo te ayudar.
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De acuerdo. Coge mi portadera.Se zaf de las correas de la portadera y la dej
caer sobre la hierba. Se quedo callado durant
unos instantes, pero despus dijo:Coge la portadera y djala encima demontculo Entiendes? La tuya tambin Si noni soarlo! Despus, mandar a alguien a po
ellas Confa en m!Me encaram a la cima del tmulo y dej alambas portaderas. Despus, volv junto acontrabandista.
Te ves llevndome a cuestas hasta epueblo? me pregunt con voz ronca.Por qu no? Podemos hacer descansos.Me lo sub a hombros y, poco a poco, me dirig
a campo traviesa hacia Rakw. De vez en cuandoel contrabandista me indicaba el camino: A lderecha! A la izquierda! Y, de este modofui abrindome paso a travs de las tinieblas de l
noche. A ratos, el contrabandista resoplaba d
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dolor, especialmente cuando yo tropezaba o lzarandeaba para acomodarlo mejor sobre miespaldas. El viaje se me hizo eterno. Estaba mu
cansado. Finalmente, entr en un callejn y, continuacin, en el patio de una casa. Una vez allo dej en el suelo al lado de una ventana. Golpeigeramente el cristal con los nudillos de lo
dedos. Enseguida, se oy una voz femenina quezongaba:Quin llama?Abre, Fela! Muvete!
Ahora voy Qu son esas prisas!Entramos en la casa. El cuarto era espacioso pulcro, con una zona separada del resto por uargo tabique. A mano derecha, haba dos puertas
a de la cocina y la de la habitacin que hacesquina. Fela, la hermana de Saszka Weblinencendi la luz y tap las ventanas sin dejar ni uesquicio. Cuando la vi a la luz de la lmpara, m
qued de una pieza, incapaz de quitarle los ojos d
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encima. Era una mujer alta y esbelta de veintiochaos. Una mata de pelo negro le caa sobre lohombros. Iba medio desnuda: slo se haba puest
una falda y calzaba zapatillas, pero mi presencino la turbaba en absoluto. Se ajetreaba ordenanda casa. Tena un rostro cautivador: alargado, d
una palidez mate, de facciones clsicas
expresin altanera; lo adornaban unos ojos grande elocuentes, unas cejas oscuras y unos labioprimorosamente dibujados. Pero lo que ms llammi atencin fueron sus brazos desnudos y su cuell
argo y delgado. Nunca haba visto a una mujer taguapa. Tuve esta sensacin y as pensaba por aqueentonces. En efecto, Fela Weblin era la muchachms bonita del pueblo. Todos los mozos de l
comarca se volvan tarumbas por ella. Pero prontes paraba los pies con sus burlas y con unmirada escarnecedora de sus magnficos ojoverdes, donde se esconda una fuerz
extraordinaria que atraa y repela al mism
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iempo Todos se perdan en ellos como en uabismo!
Fela me ayud a acostar a Saszka en el sof
empez a cortarle la bota del pie derecho con unaijeras. Me inclin a su lado y segua lomovimientos de sus brazos rollizos y rotundos quderrochaban el encanto extraordinario de l
desnudez. De repente, interrumpi su trabajo; sdio cuenta de mi mirada voraz y casi me grit:Qu miras? Aydame! Diablos
Siempre problemas y ms problemas! A una l
vienen ganas de ahorcarse!T! Cierra el pico! le dijo Saszka con uesplandor malvolo en los ojos. Si no, te l
cerrar yo!
Fela arroj las tijeras sobre el sof y se fue a habitacin de la esquina. Al cabo de un ratovolvi abrochndose el escote de la blusa. Tenel rostro mudado. Sus ojos echaban chispa
glidas. Apretaba los labios con todas sus fuerza
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Una vez le hubimos quitado la bota del pidislocado, Saszka, que se haba hecho sangre fuerza de morderse los labios de dolor, le dijo a s
hermana:De prisa! Corre a buscar al Resina! Lquiero aqu ahora mismo! Y si no lo encuentras ecasa, vete a buscar al Mamut. Pero marchando
eh? Ya no tendras que estar aqu!Fela se puso el abrigo y se cubri la cabezcon un pauelo grande y caliente sin dejar defunfuar por lo bajo. Al salir de casa, dio u
portazo.Es una mala pcora, maldita sea! espetSaszka, y empez a examinarse el pie, que estabdescoyuntado a la altura del tobillo y se hab
hinchado mucho.Saszka Weblin era el contrabandista menombrado de toda la zona fronteriza, desd
Radoszkowice hasta Stopce. Era un gu
magnfico, porque conoca palmo a palmo tanto l
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frontera como el terreno adyacente por amboados, pero los mercaderes y la mayor parte de lo
contrabandistas le tenan miedo. Tenan miedo d
u temeridad casi suicida que lo empujaba cometer actos inslitos e incluso alocados. En epueblo y en toda la zona de la frontera, tenmuchos enemigos que, por mucho que odiaran
aquel rey de los contrabandistas, lo admiraban y lespetaban. Contaba tambin con unos cuantoamigos fieles, que le haban cogido cario por scoraje, su largueza, su prodigalidad y s
fantasa. Su adltere ms cercano era el Resinael hombre ms fuerte de aquellos andurriales. Erel extremo opuesto de Saszka, y yo a menudo mpreguntaba qu poda unir a aquellos dos hombre
de caracteres tan incompatibles. Saszka tenreinta y cinco aos. Era alto y delgado. Caminabigeramente encorvado. Tena unos ojos griseiempre entornados, que escondan en su fond
cosas tan extraas que ms vala no fijarse e
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ellos. Era amante de las bromas y se rea menudo, pero lo haca slo mediante contraccionede la cara Sus ojos siempre eran fros. Y s
onrisa pareca una mueca. De vez en cuandoSaszka ganaba mucho dinero. Pero ldespilfarraba con tanto entusiasmo que muy prontvolva a quedarse sin blanca. Nadie jugaba com
l a los naipes! Nadie derrochaba tanto dinero emujeres! Nadie gastaba tanto en bebida!Cuando nos quedamos a solas, Saszka call
durante un buen rato contemplndose el pi
hinchado, y despus me dijo:Quien se pone a jugar tan pronto puedperder como ganar!
S asent.
O sea que era Jzef a quien dieron lea eOlszynka?Exacto.Cuntos erais? Diez?
Once.
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Mene la cabeza.Vaya, vaya! A ver si vuelven todos Lo
orches disparaban a diestra y siniestra
Y alguien les dispar a ellos.Levant los ojos y me mir.Me dices que alguien descarg la pipa?S.
Bien hecho ltimamente, se habansolentado! Un tris y se hubieran olvidado dque la frontera es la frontera, y all es dondcurramos nosotros Hubieran acabad
cazndonos como a liebresYo no lo acababa de entender.Pronto regres Fela y, en pos de ella, entr u
hombre fornido de unos treinta aos. Un traj
negro esconda su corpulencia, pero dejabadivinar unos msculos de acero trenzado. Era ucontrabandista famoso, el Resina, capaz de llevaal otro lado de la frontera hasta tres portaderas
un tiempo. El Mamut tambin era muy fuerte, per
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algo torpe, mientras que el Resina, aunque dcomplexin maciza, era muy gil. Un da mcontaron de l la siguiente historia.
El Resina, completamente borracho, se apostcon Jurlin, el maquinista de los contrabandistas, uhombre bastante acaudalado, a que trajinara hombros el caballo de ste desde la calle Wilesk
hasta la casa de su madre, en la calle Miska. Sograba acarrearlo hasta all, se lo quedara, si noe pagara cincuenta rublos en oro a Jurlin. A
caballo le amarraron las patas delanteras y la
raseras. El Resina se meti debajo y lo levantLigeramente encorvado, aferrndose a las sogaque ataban al caballo, caminaba poco a poco callabajo. Haba recorrido la mitad del trayect
acordado y haba llegado a la plaza mayor, cuandde repente el caballo dio un respingo y ambos sdesplomaron en el suelo. El Resina perdi lapuesta, pero bien poda haberla ganado. Rompe
herraduras y rublos de plata era para l pa
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comido.Ahora tena delante de m precisamente a aque
hombre. Desde una cara afable me miraban co
alegra y benevolencia unos ojos menudoparecidos a los de un nio. Arqueaba unas cejaanchas y pobladas. Tena una sonrisa muy bonitaCuando esta sonrisa afloraba en su rostro, er
difcil no corresponderle. Not que le costabmucho expresar sus pensamientos y me record aMamut, que prcticamente no hablaba y se hacentender por seas.
El Resina se acerc al sof donde yaca Saszk, visiblemente preocupado, le pregunt casi coun hilo de voz:
Y pues! Qu? Eh?
Nada Me he descoyuntado el pie Me hocado la china Intentaba darme el bote EOlszynka, me cayeron encima los bofias Sarm la de Dios es Cristo! Mientras me las piraba
me ca de hocicos por culpa de un maldit
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ronco ste me ha trado a casa Si no hubierido por l, no s cmo me las habra apaado.
Saszka me seal con un gesto de cabeza. A
Resina se le encendieron los ojos de alegra, mestruj el codo hasta hacerme dao y mene lcabeza en un gesto de aprobacin.
Ole! As me gusta!
Despus Saszka le dijo al Resina:Ve a buscar las portaderas Hay dos: luya y la ma Tienes que ir hasta la Tumba de
Capitn; estn all, en el suelo, a la vista Y la
cargas hasta aqu, entendido?Hecho Voy paallEl Resina se levant de la silla de un salto y s
dirigi hacia la puerta.
Llvate la fusca dijo Saszka. Nunca sabe. All siempre puedes tropezar con alguien.El Resina se detuvo por un instante en e
umbral vacilando, pero finalmente hizo un gesto d
ndiferencia con la mano, mostr los dientes en un
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episa hay un cuenco con pepinos Lo del pipuede esperar hasta maana por la maana. Fellamar al practicante Aguantar Ya no m
duele tantoEl Resina puso los vasos y los platos sobre lmesa y, despus, arrimamos el sof. Entre los trevaciamos cuatro botellas de vodka. Ms tarde
Saszka me pregunt:Qu piensas hacer con la portadera?Devolvrsela a Jzef La mercanca no e
ma
Ahora es tuya! insisti Saszka. Y sininguna changa. Tendras que ser un imbcil pardevolvrsela! Has tenido un golpe de suerteComprendes? El judo no se quedar con el cul
a rastras por una birria como sta! Se resarciren un plispls! Basta con que amaes un poco lhistoria! De acuerdo?
Se lo preguntar a Jzef.
Bueno. Pregntaselo. Por ahora, puede
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dejar la portadera aqu. La har pasar al otro ladoGanars algunos cuartos Ya me dirs algmaana Conozco muy bien a ese proveedo
vuestro. Es un agarrado! Tiene suerte de trabajacon Trofida! Con l se ha hecho de oro! Hasthace poco dos aos Szlama Bergiemercadeaba con trapos y botellas vacas. Y ahora
miradlo, Szlama Bergier es un comerciante dapa, abre tiendas en Vilnius y se compra casas!Se call. Pensativo, fij la mirada durant
argo rato en un rincn del cuarto. Despus dijo:
Bueno, vete ya! Y maana, dame lespuesta Quiero que empieces a ganar mpasta.
Me desped de Saszka y del Resina y m
march a casa.Jzef todava no estaba durmiendo. Cuandlam a la puerta, mi compaero me abri y cas
me estrangul entre sus brazos de alegra.
Dichosos los ojos, hermano! Y
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colocar al otro lado de la frontera, porque si lpones en venta aqu no te darn gran cosa. Saszkacar cinco veces ms. Quiere ayudarte. Se h
dado cuenta de que eres un muchacho de buena leyah lo tienesMaana ir a verlo.De acuerdo.
Pensaba que tena que devolver lmercanca.Jzef sonri y me repiti lo mismo que no hac
mucho haba odo de boca de Saszka:
No te preocupes. No es una changa! Por esfriolera, Bergier no se ir al garete. Dos remesas e resarcir con creces. Y nosotros tambi
echaremos el mal pelo fuera Porque alguno
muchachos s que perdieron las portaderasTomars una copita?No. He bebido bastante en casa de Saszka
con el Resina.
Al cabo de un rato, Jzef me pregunt con un
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Ruiseor cantar, ya al Lord gastar bromas, Antoni tocar el acorden, a Saszka o al Resina. Yfinalmente, Fela los ensombreci a todo
Mostraba unos brazos desnudos, preciosos, uncara orgullosa y magnfica, unos cabellos dazabache Y me sonrea de un modo tacautivador.
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V
Al da siguiente, despus de desayunar, fui a casde Saszka. Lo encontr tumbado en el sof
Llevaba el pie vendado.Cmo te encuentras? le pregunt.Bien. Ha venido el practicante y me h
curado el pie. Dentro de unos das podr caminar.Soberbio!Entonces qu? Qu piensas hacer con l
mercanca?Haz con ella lo que te parezca. Jzef h
dicho que t la sabrs vender mejor. Pero nquiero darte trabajo.
Qu trabajo ni qu nio muerto! La harcorrer con la ma. Esperar una semana O eque necesitas cuartos ahora mismo?
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Tengo un poco de guita ahorrada Para minecesidades, de sobra.
Muy bien!
Fela entr en el cuarto. Llevaba un vestido mubonito de color azul marino y unos zapat