El Enigma de Alto Hospicio

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EL ENIGMA DE ALTO HOSPICIO (Por Jimmy Constenlla)Aunque la justicia condenó a Julio Pérez Silva a medio siglo de prisión, para quienes han sido y son protagonistas en este bullado caso aún existen muchas pistas difusas. Hoy, casi tres años después del apresamiento del denominado psicópata, pocos creen que el único inculpado en las muertes actuara solo. Conocí a Nancy Boero en febrero del 2003. Era la mujer y pareja incondicional de Julio Pérez Silva, el denominado sicópata de Alto Hospicio. Para entonces ya había pasado más de un año desde que el destino le preparó una de esas pruebas que ojalá nunca se rindieran. Una mañana a fines de agosto de 2001 su conviviente había sido arrestado bajo el cargo de violación e intento de homicidio contra Bárbara, una pequeña de 13 años del pueblo de la Primera Región. De ahí para adelante, el inicio de una pesadilla. Pérez Silva -estresado por los policías quienes no lo dejaban dormir en su celda de detención-, confesó que era el tristemente célebre sicópata que había dado muerte a una serie de mujeres. La mayoría de ellas menores de edad. En un poblado tan pequeño como Hospicio, los estigmas se cargan y se pagan. La casa que Nancy compartía con Pérez Silva fue quemada por los pobladores. Sin vivienda ni muebles, la mujer no podía creer cómo se destruía lo que para ella era hasta ese momento el mejor minuto de su vida. Aquel febrero de 2003 la mujer del sicópata aceptó almorzar conmigo en un céntrico restaurante de Iquique. Esperaba cualquier cosa. O más bien, esperaba a una mujer destruida, agraviada, acongojada y sin esperanzas. En lugar de eso, encontré a una señora de trato gentil, alegre como pocas, de risa fácil y buena para el chiste. Nancy Boero dibujaba una mueca en su rostro por lo que la gente decía de su pareja. No daba crédito a ninguna de las acusaciones. Su fe en la inocencia de Pérez Silva era y es ciega. Tanto, que me hablaba de las cosas que harían cuando él saliera libre. Tanto, que me decía que no hallaba las horas de que ya todo acabara de una vez. Tanto, que cada sábado -sin falta- viajaba a ver a Julio a la cárcel de Acha en Arica, para darle ánimo y soportar este " breve" impase que le había dado el destino. Quedamos en viajar juntos el sábado que venía hacia Arica, a la cárcel, a ver al entonces hombre más odiado de Alto Hospicio... y del país. AMOR SIN BARRERAS

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EL ENIGMA DE ALTO HOSPICIO (Por Jimmy Constenlla)Aunque la justicia condenó a Julio Pérez Silva a medio siglo de prisión, para quienes han sido y son protagonistas en este bullado caso aún existen muchas pistas difusas. Hoy, casi tres años después del apresamiento del denominado psicópata, pocos creen que el único inculpado en las muertes actuara solo.

Conocí a Nancy Boero en febrero del 2003. Era la mujer y pareja incondicional de Julio Pérez Silva, el denominado sicópata de Alto Hospicio. Para entonces ya había pasado más de un año desde que el destino le preparó una de esas pruebas que ojalá nunca se rindieran. Una mañana a fines de agosto de 2001 su conviviente había sido arrestado bajo el cargo de violación e intento de homicidio contra Bárbara, una pequeña de 13 años del pueblo de la Primera Región. De ahí para adelante, el inicio de una pesadilla. Pérez Silva -estresado por los policías quienes no lo dejaban dormir en su celda de detención-, confesó que era el tristemente célebre sicópata que había dado muerte a

una serie de mujeres. La mayoría de ellas menores de edad.

En un poblado tan pequeño como Hospicio, los estigmas se cargan y se pagan. La casa que Nancy compartía con Pérez Silva fue quemada por los pobladores. Sin vivienda ni muebles, la mujer no podía creer cómo se destruía lo que para ella era hasta ese momento el mejor minuto de su vida.

Aquel febrero de 2003 la mujer del sicópata aceptó almorzar conmigo en un céntrico restaurante de Iquique. Esperaba cualquier cosa. O más bien, esperaba a una mujer destruida, agraviada, acongojada y sin esperanzas. En lugar de eso, encontré a una señora de trato gentil, alegre como pocas, de risa fácil y buena para el chiste.

Nancy Boero dibujaba una mueca en su rostro por lo que la gente decía de su pareja. No daba crédito a ninguna de las acusaciones. Su fe en la inocencia de Pérez Silva era y es ciega. Tanto, que me hablaba de las cosas que harían cuando él saliera libre. Tanto, que me decía que no hallaba las horas de que ya todo acabara de una vez. Tanto, que cada sábado -sin falta- viajaba a ver a Julio a la cárcel de Acha en Arica, para darle ánimo y soportar este " breve" impase que le había dado el destino. Quedamos en viajar juntos el sábado que venía hacia Arica, a la cárcel, a ver al entonces hombre más odiado de Alto Hospicio... y del país.

AMOR SIN BARRERAS

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Julio Pérez, hombre de tez morena, casi siempre silente y cuya única afición conocida es su gusto por el fútbol, se crió en Puchuncaví (Quinta Región). Llegó hasta octavo básico, por lo que sólo consiguió trabajos esporádicos y no muy bien remunerados.

Su prontuario hasta antes de su detención es "intachable" o limpio como se dice en jerga policial. Estuvo casado legalmente y tuvo dos hijos. Si bien en algún momento se rumoreó que tenía antecedentes de conductas inmorales, no se ha probado nada.

Ya separado y probablemente atraído por el boom publicitario que logró Iquique a principio de los 90, decidió arribar a la "tierra de campeones" en 1997. Su llegada no estuvo llena de oportunidades. Y siguiendo el destino de casi todos los que alguna vez llegaron a la ciudad del norte a buscar fortuna y no encontraron más que cesantía o trabajos menores, se instaló en las tomas de Alto Hospicio (ver recuadro).

Nancy Boero era por entonces una mujer soltera, trabajaba en el municipio iquiqueño, con varios hijos a su haber y frecuentaba fiestas bailables para adultos junto a sus amigas. Fue en uno de esos malones -como ella los llama- que vio sentado solo, junto a una mesa, a Julio. Inmediatamente le gustó, confiesa. Pérez Silva, casi 10 años menor que Nancy, la miraba fijo desde su rincón. Una amiga de ella que conocí en mi visita de 2003, estuvo aquel día. Me dijo que a su juicio nunca le pareció de fiar Pérez Silva. Que el tipo miraba desde su asiento como si fuera un pervertido. Que sólo buscaba aprovecharse de Nancy y así lo hizo. Tras ese encuentro Nancy y Julio no se volvieron a separar. A los diez días se fue a vivir con él a Alto Hospicio, iniciándose una de sus mejores épocas. El romance la alejó de sus amigas. Ella dice que fue porque todas estaban enamoradas de su novio; sin embargo, una de sus amigas dice que fue Julio quien la obligó a dejarlas. El la encerró en su mundo y ella se dejó dominar. Nancy, en efecto, volcó toda su vida en ese moreno de Puchuncaví.

CAMINO A ACHA

Pasé a buscar a Nancy a las ocho de la mañana. El camino hasta la cárcel de Acha, en Arica, donde está Julio, dura casi cuatro horas. Ella vive junto a dos de sus hijos y otros familiares en una casa que se encuentra a la salida de Iquique. Paradójicamente a pasos del Cementerio Tres de la ciudad, el mismo sitio donde hoy descansan los restos de la mayoría de las jóvenes asesinadas.

La empleada municipal me esperaba puntual afuera de su casa. Junto a Nancy estaba su hija, quien nos acompañaría ese día. Con ellas, un bolso con comida que

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lleva cada sábado al confeso homicida.

Cuatro horas es un trayecto lo suficientemente largo en auto como para compartir varias historias. Y Nancy las tiene por montones. En especial las que hablan de lo que decía entonces la prensa. De las fuertes acusaciones contra su pareja. De la condena que pesaba contra Pérez Silva.

"Julio es un hombre muy bueno", me dice. Sencillo, humilde y trabajador comenta y agrega, "incapaz de hacerle daño a nadie". "Siempre estaba en la casa. Cuando llegaba me esperaba con todo ordenado. El lavaba la ropa y hacía de todo", apunta.

¿Y qué siente ahora que lo están culpando?

Pena, porque es una injusticia

Pero, ¿por qué se culpó?

Porque lo presionaron. El me dijo que lo presionaron para que se acusara y lo hizo para defender a alguien.

¿A quién?

A mí y mis hijos.

Nancy me detalla que según Julio Pérez son unos Carabineros los que están implicados en las muertes de las niñas. Tipos de mucho poder, dice. Tipos que dijeron que le harían daño a ella y sus hijos si él no se inculpaba.

Cuando recién atraparon a Julio, la mujer no podía dar crédito a lo que le estaba pasando. Llena de rabia y pena, también creyó en la culpabilidad de su pareja, en especial cuando dijo que él la llevaba a pasear en auto cerca de los piques mineros donde fueron halladas las menores asesinadas. Sin embargo, su actuar cambió lentamente, hasta que decidió ir a ver al detenido a la cárcel. Ella relata que en ese encuentro ambos lloraron. Fue como una reconciliación. El le reprochó que creyera que fuese capaz de dañar a una niñita. Que nunca lo haría. También le manifestó la teoría que Nancy ha hecho su bandera de lucha y única verdad: esa que dice que Julio en verdad era amante de Bárbara, la menor que fue clave para inculparlo, y que ese día en que lo acusó, se debió a una pelea de ambos -luego de tener sexo- donde ella le exigía dinero y él no se lo dio y la dejó tirada en el camino. Una versión difícil de creer, pero que algunos lugareños del pueblo no descartan totalmente. El 2003 intenté hablar con la niña, pero su padrastro lo impidió. Me dijo que la joven aún estaba afectada y que no estaba en condiciones de hacerlo. Esa noche Bárbara salió a juntarse con jóvenes (mayores de edad) de Hospicio y estuvo con ellos en una plaza hasta altas horas de la madrugada. Hoy tiene 16 años y está embarazada. Su padrastro, en tanto, se encuentra detenido.

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Un periodista de la zona -Iván Núñez- logró hablar con la joven hace pocos meses, pese a que sus amigos la protegen todo el tiempo. Ella le dijo: sé que tú no me crees, pero yo no mentí. El es el sicópata y punto.

En el auto, Nancy -convencida de la verdad de Julio- me dice que lo perdona por haberla engañado. Pero él ahora la necesita y pronto se va a aclarar la verdad y ella estará de nuevo con su pareja juntos y felices. No me atrevo a contradecirla. Lo hechos inequívocamente estaban en contra de su creencia.

Nancy me cuenta, además, una decena de anécdotas de cómo era vivir con el denominado sicópata. Tras escucharla, dos cosas me quedaron claras: ella realmente era feliz con el hombre hoy vigilado las 24 horas por cámaras. Y, que Julio, o era un hombre en muy ignoranteo sufría algunadeficiencia mental. Esto porque muchas de las historias de Nancy muestran a un tipo lento de mente. Que no entendía las cosas a la primera. Eso da a entender ella entre risas.

¿INTELIGENTE O TONTO?

Julio Pérez fue detenido la mañana del miércoles 26 de agosto de 2001, conduciendo su Toyota. Horas antes, Bárbara denunció en la subcomisaría local de Carabineros que un hombre de sus características la había violado y golpeado salvajemente. "Soy el sicópata de Alto Hospicio", le habría dicho antes de abandonarla en el desierto al creerla muerta. Gracias a unas figuras que colgaban en su parabrisas y a un profundo olor a tintura de pelo, la policía pudo identificarlo. En el calabozo, personal del OS-7 de Carabineros optó por la técnica de quebrar su resistencia mediante interrupciones sistemáticas de sueño cada media hora, encendiendo la luz e interrogándolo de imprevisto. El objetivo era que alcanzara su punto de estrés para que hablara. Y así fue. El jueves, Julio Pérez confesó la violación de la niña denunciante, pero mantuvo un meditado silencio sobre sus restantes crímenes durante los dos días siguientes. El domingo, conforme cundía su cansancio, reconoció su autoría en tres asesinatos y desapariciones. Enseguida, volvió a sumirse en el mutismo. Después de 120 horas sin sueño, entregó detalles de cómo acabó con cada una de las siete víctimas, junto con dar a conocer el lugar en el que estaban los cuerpos. De ahí en adelante la historia es conocida. Poco antes, Osvaldo Flores, abogado de la zona, había sido designado su defensor. El mundo se le vino literalmente encima a este joven que estudió leyes en Valparaíso. Todos los medios de comunicación de Chile lo buscaban. Tras su designación, muchos amigos dejaron de hablarle, incluso mucha gente le pidió que no fuera a reuniones sociales a las que estaba invitado. En 2003 me entrevisté con él. Entonces me pidió reserva de su testimonio hasta que terminara el sumario. Flores, aunque ya no era el abogado de Pérez (Sergio Ebner estaba ya a cargo de la defensa), aún tenía temor. En la época más

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conflictiva del caso, recibió varias amenazas por defender a Pérez Silva. En su relato me contó que hubo una serie de negligencias y presiones para no cumplir cabalmente su labor como abogado. Flores cree que su ex cliente sufre un retraso mental y que por eso era la víctima perfecta para culpar de tantos crímenes. Tras la detención pidió que le hicieran un diagnóstico psicológico acabado, pero éste -dice- fue irregular. Al sicópata le hicieron un precario test de 20 minutos y se determinó que tenía sus facultades mentales en completa normalidad. Flores cuenta que cuando habló con Pérez, le dijo que sobre él pesaba la acusación de ser el asesino en serie de las jóvenes desaparecidas y Julio, en vez de preocuparse, le daba respuestas insólitas, tanto, como decirle si le podía conseguir una barra de chocolate. También relata que sufrió persecuciones y amenazas para que dejara a su defendido. Y que, cuando se realizó la constitución de escena, fue amenazado para que no asistiera. Pidió protección policial para ir, pero no se la dieron. El abogado recuerda que en el primer encuentro con Pérez le dijo que tenía derecho a guardar silencio, pues no había pruebas en su contra. Sin embargo, a los pocos días él estaba confeso. Finalmente Flores fue sacado de la defensa sin motivo válido y su lugar lo ocupó Sergio Ebner.

LAS DUDAS DE LOS FAMILIARES

El 2004 volví a Alto Hospicio. En los sitios que recuerdan el hallazgo de las víctimas, algunos visitantes escrupulosos realizan un macabro turismo. El poblado parece haber cicatrizado las huellas del dolor provocado por las muertes pero esa visión se esfuma inmediatamente tras visitar a los familiares de las víctimas. Las mismas que escucharon de Carabineros decir durante más de un año que sus hijas se habían ido a prostituir a Perú. Patricia Jabre, madre de Macarena Sánchez, está más delgada que nunca. Toma antidepresivos y no hay día que no recuerde a su hija. La última vez que la vio aún está latente en su memoria. Su recién entregada vivienda social -de 5 por 3 metros- colinda con varias de los otros familiares de las víctimas. Todos cargan con el dolor. Y aún claman justicia. De la culpabilidad de Pérez Silva no dudan. Pero les cuesta creer que él actuara solo. Para ellos hay más gente implicada. Creen que hay dos Carabineros a investigar. Se trata del suboficial Miguel Arriagada y el capitán González, hoy ambos viven en Copiapó y fueron los que estuvieron a cargo de la investigación en un primer momento. También son los que dijeron a todo el mundo que las niñas se habían ido por su cuenta, incluso hablaron de una prostitución voluntaria. "Muchas veces pasamos en auto con Arriagada -en busca de las niñas- por el mismo lugar donde finalmente aparecieron. El me decía que estaban bien. Que se habían ido por su cuenta", recuerda Patricia Jabre.

ACHA

La cárcel de Acha es como pocas del país. Los mismos reclusos dicen que es un lujo. Ubicada a unos 10 kilómetros a la salida de Arica y en pleno desierto, es un

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lugar que está a años luz de la antigua Ex penitenciaría de Santiago. En sus instalaciones duerme Julio Pérez Silva, a quien los reclusos que están en un pabellón cercano a su celda, apenas logran divisar de vez en cuando. Es cerca del mediodía, junto a Nancy y su hija llegamos al recinto. Nancy se ve feliz...

A fines de los años ochenta, Iquique tenía poco más de 150 mil habitantes. Su única salida por carretera era a través de la pampa. Entonces ya existía Alto Hospicio; sin embargo, junto al cartel que daba su nombre no había más que un control de Carabineros. A los costados del retén existían dos pequeñas parcelas de agricultores que soñaban con sembrar en el desierto. Entonces nadie imaginaba que esas arenas eternamente calientes cobijarían a miles de familias. Menos, que en ese lugar se tejería una historia tan macabra como triste.

El boom publicitario que logró la Tierra de Campeones atrajo a muchas familias de todo Chile que esperaban mejorar sus situaciones económicas. Lo cierto es que los que tuvieron relativo éxito en la zona fueron contados con los dedos de la mano. Fue en esta inmigración que llegaron las familiares de las catorce víctimas del sicópata. Fue también junto a este grupo que llegó Julio Pérez Silva. El destino de toda esta gente pronto encontraría un desenlace fatal para todos.

Iquique está en un hoyo que limita con cerros y el mar. Su espacio físico no dio avasto para la gran cantidad de inmigrantes que no tenían los medios económicos para costear los elevados arriendos. Fue así como rápidamente las familias fueron instalándose en el amplio desierto que está a las afuera de la ciudad, en la pampa, en la zona denominada Alto Hospicio. Las tomas ilegales se fueron multiplicando y multiplicando, pero fue el cuasi vitalicio Alcalde de la ciudad, Jorge Soria, quien dio el impulso definitivo a la zona al crear, a mediados de los noventa, la llamada autoconstrucción. La idea era otorgar viviendas propias y sin deuda a familias a través de la modalidad de construir ellos mismos con apoyo técnico del municipio local. La iniciativa prendió y entusiasmó a muchos que incluso estaban viviendo precariamente en la ciudad histórica. Entre éstos estaba Juan Sánchez con su esposa Patricia Jabré. Junto a ellos sus hijos, entre los que se encontraba la pequeña Macarena. La familia se instaló en la toma "La Negra" en espera de poder aspirar a construir su casa alguna vez. Este matrimonio vive a duras penas ya que Juan sólo realiza esporádicos trabajos. La pequeña Macarena, en tanto, lleva una vida normal, estando muy consciente de la situación de su familia. Alegre de personalidad, de trato gentil, destacaba por su madurez dentro de su círculo de compañeras de la Escuela Eleuterio Ramírez. La mañana del 23 de noviembre de 1999, como todos los días, se despidió de sus padres y se dirigió a clases. Testigos dicen que la vieron subirse a un automóvil blanco, el mismo que aseguran circulaba últimamente el sector.

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Los Sánchez Jabré nunca más volvieron a ver a su pequeña de 14 años. El 2001 peritos de investigaciones llamaron a Juan y le dijeron que habían encontrado los restos de su hija en uno de los profundos piques que circundan Hospicio. También debió escuchar que ella era parte de las menores violadas y asesinadas por el detenido Julio Pérez Silva. El padre de la víctima no reconoció a su pequeña entre los huesos quebrados que le mostraron (rotos según la investigación producto de la caída de la menor al foso); sin embargo el Servicio Médico Legal corroboró que era su hija.

Hoy una de las calles de Alto Hospicio recuerda su nombre. El de la primera de las víctimas que puso en alerta al país.

ACHA, 2003

En la cárcel de Acha, en Arica, Julio Pérez Silva lleva una vida de reality. Día y noche es vigilado por cámaras para que no se suicide. Está aislado y no tiene más contacto humano que con gendarmes o las visitas que le hace su pareja Nancy Boero desde Iquique, cada sábado, sin faltar nunca desde que cayó preso.

Son cerca de las 11 de la mañana de un sábado de 2003 y estoy junto a Nancy y su hija. Ambas están apunto de ingresar a la visita semanal que tiene con el único inculpado. Nancy lleva uno de los platos preferidos de Julio. La visita dura casi tres horas. Cerca de las tres de la tarde Nancy sale junto a su hija de Acha. Se ve triste. Dice que Julio está con depresión. Que no quiso comer nada. Esto porque hace poco le pusieron las cámaras de vigilancia para que no repita el final que tuvo el Tila, quien se suicidó en su celda con el cordón de una máquina de escribir.

"Me dijo que no tiene privacidad ni para ir al baño. Que está cansado. Que no aguanta más", me relata Nancy en el auto ya de regreso. Mi intención por entonces era entrevistar a Julio, sin embargo la jueza Eliana Ayala no me lo permitió. Ante esto, mi única forma de saber más del supuesto asesino era a través de su pareja. Nancy me cuenta que Julio lo único que quiere es hablar con un periodista y contar toda la verdad. Me jura que lo están culpando por algo que no hizo. Nancy, la mujer alegre que producto del destino fue la pareja de un tipo señalado como asesino, realiza el regreso en silencio. Denota un dejo de tristeza. Me queda claro que no puede soportar el encierro de su amado. Que no puede aguantar lo que para ella es una injusticia. Mientras viajamos pienso que si Julio es en verdad culpable, probablemente nunca le dirá la verdad a Nancy, ya que no sólo destruiría todo lo que es él para ella, sino que además la única persona que cree en él lo dejaría solo tras las rejas. A comienzos de 2004 Julio intentó suicidarse en su celda. Así, como nada. Sin despedirse de su incondicional Nancy. Me pregunto, ¿quería desaparecer sin decirle la verdad o es que la verdad estaba dicha y nadie la creyó? Julio en esa ocasión dijo que intentó suicidarse para dejar en libertad a su pareja, que llevaba más de dos años yendo cada sábado, tal cómo lo sigue haciendo hasta hoy.

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Tras la recién conocida condena a Julio Pérez, a 50 años de cárcel, Nancy cayó en una profunda depresión. Pese a eso ha seguido visitándolo. Eso sí, tiene prohibido hablar con la prensa. Según trascendió, la Municipalidad de Iquique, donde ella trabaja, le exigió que no diera más declaraciones. De esta forma ya nadie le hace la guardia afuera del trabajo o en su casa.

PISTAS DIFUSAS

Tras la desaparición de Macarena Sánchez, continuaron las de otras menores. Peor la policía daba poca importancia a las denuncias. "Es porque somos pobres que no nos toman en cuenta", decían entonces los familiares. Lamentablemente Alto Hospicio no es sólo un lugar pobre, sino que es un sitio de alta concentración delictual. No es raro leer en la prensa local sobre muertes por riña de los lugareños. En efecto, para muchos éste era un lugar sin ley. Y la policía parecía aceptarlo. Así se puede entender la poca preocupación por las desapariciones de las menores.

Sin embargo, todo cambió cuando entró en escena Orlando Garay, padre de Viviana quien desapareció el 30 de junio de 2000. Este pescador de fuerte personalidad fue quien organizó a las familias, las lideró, metió bulla, hasta que finalmente el Gobierno escuchó las demandas y puso urgencia para resolver el caso, mostrando un público malestar por las negligencias de Carabineros e Investigaciones. El 16 de abril 2001 el subsecretario del Interior de la época, Jorge Burgos dijo a los medios de comunicación: "Estamos informados y bastante preocupados por este tema. Al respecto, hay un desafío pendiente y nadie puede estar conforme con la investigación. Por eso es que la obligación es no abandonar el caso hasta que se dé con el paradero de las menores". En tanto, el Presidente Lagos anunció la creación de una unidad especial de Carabineros e Investigaciones a cargo del caso.

Poco antes Maritza, una joven de 17 años, protagonizó una espeluznante escena una mañana mientras se dirigía a clases. En el puente sobre nivel que cruza la carretera de Hospicio la niña fue detenida por un tipo alto y fuerte de piel morena. Allí fue brutalmente violada. Finalizado el acto, el depravado se levantó y mientras la niña permanecía en el suelo tomó una piedra para lanzársela en la cara y darle muerte. Como en las películas, de pronto pasó un auto que encandiló al violador, este creyó haber sido descubierto y se dio a la fuga sin lograr asesinar a la pequeña. El caso fue cubierto por la prensa local, pero pocos relacionaron el caso con los de las menores desaparecidas. La menor nunca le vio la cara a su atacante, más que las descripciones ya señaladas, las que por lo demás corresponden al biotipo de mucha gente en el norte. En tiempo record la policía atrapó al violador quien fue puesto inmediatamente tras las rejas.

Nancy Boero, mujer del sicópata de Alto Hospicio.

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El 5 de octubre 2001 el Presidente Lagos fue a Iquique. En lo que ha sido calificado como uno de los peores errores comunicacionales del Gobierno, quedó expuesto a la ira de los familiares de las menores desaparecidas en Alto Hospicio durante un improvisado encuentro realizado al término de un acto en la Zofri. Lagos les aseguró que se estaba realizando el mayor operativo policial que se haya hecho en Chile, incluso con diligencias en Bolivia, Perú y Paraguay, pero que aún no había resultados concretos, por lo que pidió excusas. Les prometió que las pesquisas continuarían, lo que no dejó

conforme a los familiares que exigieron una mayor acción por parte del Gobierno. Lagos optó por concluir el encuentro con un "gracias", dándoles la espalda para salir raudo del recinto.

Al día siguiente de los dichos del mandatario, otro hombre había sido detenido por violación a una menor. Era Julio Pérez Silva, quien confesó ser el asesino y violador de las menores desaparecidas. Y no sólo eso. Un par de días después, las policías llegaron a la conclusión de que éste también había sido el violador de Maritza, por lo que el tipo preso y en principio inculpado fue dejado en libertad. Grandes coincidencias o no, el caso parecía estar cerrado. El oriundo de Puchuncaví era el asesino que todo Chile buscaba y quería conocer. Un hombre con perfil solitario, depravado y asesino. El Gobierno respiraba en paz. Sus fallas al igual que las de Carabineros e Investigaciones fueron de marca mayor para la opinión pública. Hoy, cuando el caso está prácticamente cerrado, los familiares de las víctimas han tratado de ser compensadas. Ya todas tiene viviendas sociales en Hospicio y se habla que en los próximos días recibirán mensualmente y por siempre

1. CABOS SUELTOS

En febrero de este año regresé a Iquique. Al fondo de uno de los pasajes del Cementerio Tres de la ciudad hay una especie de mausoleo donde están enterradas algunas de las menores asesinadas. En el sitio hay fotos de ellas y un cartel grande en el que se lee: "Reinas de la Pampa". Siempre hay gente que las visita. Concurro junto a Iván Núñez, un periodista de la zona que ha cubierto el caso desde el inicio y que prepara un libro al respecto. En el lugar hay varios cuadernos donde la gente le escribe a las víctimas. Iván siempre va a ver los escritos, pues cree que quizás alguien que sabe algo y no ha querido hacerlo público, aproveche esa vitrina para sincerarse. ¿Qué cosa busca? Probablemente alguna frase, algún nombre que aclare un poco este difuso caso.

Iván, trabajaba en una televisora local y un diario, e inició sus investigaciones antes que el caso tomara notoriedad nacional. Hoy es amigo de casi todos los que han sido protagonistas de esta dramática historia. Producto de sus investigaciones fue amenazado -por teléfono- en más de una oportunidad. Hasta su jefe le sugirió

Sergio Ebner, abogado de Julio Perez Silva.

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dejar el caso. Esto lo llevó a vivir casi cuatro meses con protección policial.

- Iván ¿Crees que Julio Pérez es el sicópata de Alto Hospicio?

Pienso que es cómplice o sólo uno de los culpables. No creo que haya actuado solo. Tengo muchas dudas que él haya participado en los catorce asesinatos que se le achacan.

- ¿Qué te hace pensar que actuó con cómplices?

Versiones de familiares. Además, no hay un patrón único de víctimas o de formas de matar. Algunas fueron arrojadas a un pique y otras a los basurales. Pero más extraño aún y que cuesta entender, es el caso de las víctimas mayores. Angélica Palape, por ejemplo, era una mujer de 48 años. Una mujer nortina de casa. Qué motivó su asesinato, si entendemos que la sicopatía era con niñitas. Lo mismo sucede con Gissela Melgarejo, de 36 años, o Angélica Lay de 21.

- ¿Crees que aún quedan cabos sueltos?

Claro. No entiendo que la Ministra Eliana Ayala nunca haya citado a los familiares de las víctimas que son los que siguieron la investigación prácticamente solos y desde un comienzo. Tampoco entiendo por qué Julio Pérez no entregó más detalles de sus asesinatos, horas, cómo elegía a sus víctimas, faltan muchos detalles. Por ejemplo, en el caso de Macarena Sánchez, Julio en su confesión dice que la subió a su auto pasado el camino del Pantanal (un trayecto más allá de la autopista) siendo que sus padres dicen que su hija jamás pasaba por ese camino para irse al colegio, que era ilógico.

La reconstitución de escena fue muy al lote, muy mal hecha, muy a la rápida.

- Si Julio Pérez no es el único culpable según sus palabras, ¿quién más está involucrado?

Mira, creo que hay mucha gente que sabe cosas y que no las dice por miedo. Me consta. Porque en este caso muchos fueron amenazados. Por quéamedrentar si él es elúnico culpable; en rigor un tipo sencillo, solitario y de escasa educación. Cuando la gente tiene miedo a hablar, es porque saben que hay gente de mucho poder detrás de todo.

- ¿Gente cómo quién?

Gente con autoridad. Quizás Carabineros, por ejemplo.

- ¿De qué delito tienes certeza de que es culpable Julio Pérez?

De haber violado a Maritza y a Bárbara, las dos menores que sobrevivieron y que dieron su testimonio. Así lo corroboró al menos el Instituto Médico Legal en sus exámenes. Sólo tengo esa certeza, y nada más.

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