EL ESTADO DE LA ILUSTRACIÓN Y SU CRISIS: UNA SÍNTESIS

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EL ESTADO DE LA ILUSTRACIÓN Y SU CRISIS: UNA SÍNTESIS Antonio Morales Moya Universidad de Salamanca España, desde una perspectiva global, se reforma considerablemente durante el siglo XVIII. Importantes cambios en la economía, la sociedad, la organización administrativa o la cultura, permiten hablar, al concluir el reinado de Carlos I1I, de un país muy distinto al encontrado por Fe- lipe V cuando accedió al Trono. Esta transformación, más que a cam- bios en las relaciones de producción, determinantes de cambios sociales y políticos, parece deberse a la acción de un Estado que acentúa su ca- rácter «público» y en el que la burocracia adquiere una importancia cre- ciente. Lo decisivo resulta ser la virtud transformadora de un poder polí- tico, encarnado en un monarca, absoluto como nunca lo había sido en España, rodeado de un equipo «ilustrado» de gobernantes, que hará su- yos los principios de los «economistas» franceses, sintetizados así por Tocqueville: «El Estado (oo.) no tiene que limitarse a mandar en la na- ción, sino que tiene que conformarla de cierta manera; a él le corres- ponde formar el espíritu de los ciudadanos según cierto modelo pro- puesto de antemano; su deber es llenarlo de ciertas ideas y proporciona a su corazón ciertos sentimientos que juzga necesarios»). La labor del reformismo borbónico fue, pues, muy importante, la re- cuperación de España en el siglo XVIII, después de «la última crisis» en el declinar castellan0 2 , indudable, mas es lo cierto que todo se sustentaba en bases sumamente reducidas: un monarca «ilustrado», titular exclusivo del I A. DE TOCQUEVILLE, El Antiguo Régimen y la Revolución, p. 212. 2 Cfr. H. KAMEN, «11Je Decline of Castilla: the las! Crisis», Economic History Review, XVII, I (1964). Historia Contemporánea 17, 1998, 59-80

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EL ESTADO DE LA ILUSTRACIÓNY SU CRISIS: UNA SÍNTESIS

Antonio Morales MoyaUniversidad de Salamanca

España, desde una perspectiva global, se reforma considerablementedurante el siglo XVIII. Importantes cambios en la economía, la sociedad,la organización administrativa o la cultura, permiten hablar, al concluirel reinado de Carlos I1I, de un país muy distinto al encontrado por Fe­lipe V cuando accedió al Trono. Esta transformación, más que a cam­bios en las relaciones de producción, determinantes de cambios socialesy políticos, parece deberse a la acción de un Estado que acentúa su ca­rácter «público» y en el que la burocracia adquiere una importancia cre­ciente. Lo decisivo resulta ser la virtud transformadora de un poder polí­tico, encarnado en un monarca, absoluto como nunca lo había sido enEspaña, rodeado de un equipo «ilustrado» de gobernantes, que hará su­yos los principios de los «economistas» franceses, sintetizados así porTocqueville: «El Estado (oo.) no tiene que limitarse a mandar en la na­ción, sino que tiene que conformarla de cierta manera; a él le corres­ponde formar el espíritu de los ciudadanos según cierto modelo pro­puesto de antemano; su deber es llenarlo de ciertas ideas y proporcionaa su corazón ciertos sentimientos que juzga necesarios»).

La labor del reformismo borbónico fue, pues, muy importante, la re­cuperación de España en el siglo XVIII, después de «la última crisis» en eldeclinar castellan02, indudable, mas es lo cierto que todo se sustentaba enbases sumamente reducidas: un monarca «ilustrado», titular exclusivo del

I A. DE TOCQUEVILLE, El Antiguo Régimen y la Revolución, p. 212.2 Cfr. H. KAMEN, «11Je Decline of Castilla: the las! Crisis», Economic History Review, XVII,

I (1964).

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poder del Estado y un grupo «ilustrado» de administradores, enfrentadosa una sociedad inmersa, por obra de la Historia, en un mundo de valoresajenos a la modernidad, y en la que la alta nobleza y la Iglesia tenían unenorme peso social y económico. Franco Venturi subraya que Carlos IIItropieza con mayores dificultares en su lucha contra la fuerza de la Igle­sia y los poderes feudales en España que en Italia3, lo que limitará siem­pre su obra renovadora. La crisis de fin de siglo patentiza entonces el ca­rácter en extremo precario del Estado de la Ilustración, carente tanto delnecesario soporte burgués como del apoyo de un pueblo fácilmente ma­nejable por los estamentos privilegiados, sin contar con la transcendencia-la importancia que la personalidad del monarca absoluto alcanzaba enel orden político tiende fácilmente a olvidarse- que habría de tener elcambio de titular de la Corona. A partir de este momento, los problemasque España tenía planteados4, difíciles, sin duda, pero que ibanresolvién­dose en la que cabe considerar como la fase «quizá más sana y equili­brada de toda la historia de España» (Marías), entran en abierta crisis,hundiéndose todo un mundo, trabajosamente construido, de logros y es­peranzas, lleno también de contradicciones. Hay, pues, que distinguir en­tre el período reformista iniciado con Felipe V -Caro Baroja ha resal­tado la importancia de su reinad05- consolidado con Fernando VI6 y quealcanza su cénit con CarlosIlI y la crisis de finales de siglo, coincidente-siquiera no se extinga entonces totalmente el brillo de las Luces- con

3 Cito por A. GIL NOVALES, «Del Antiguo al Nuevo Régimen en España. Ensayo de inter­pretacióu», en Crisis del Antiguo Régimen e Industrialización en la España del siglo XIX, Ma­drid, 1977, p. 31.

4 En el siglo de las Luces, señala R. Herr, surgen los principales conflictos que el paísarrastrará a lo largo de su historia contemporánea: enfrentamientos entre conservadores y pro­gresistas, terratenientes y reformistas agrarios, centro rural y periferia industrial, más el deri­vado de la diferenciación vida rural/vida urbana. Ensayo histórico de la España contempo­ránea, Madrid, 1977, pp. 71 Y ss., Y «La inestabilidad de la España contemporánea», Revistade Occidente, 107 (febrero, 1972), pp; 287-312.

5 «Hay épocas con prestigio y hay épocas que no lo tienen. Todavía el comienzo del si­glo XVIII es un período sin grandes valedores, aunque ya empiezan a sentir curiosidad por éllos historiadores más avisados de nuestros días. Desde el Romanticismo a fines del XIX sellevó a cabo una especie de labor de oscurecimiento y descrédito con respecto a él y ahorahay que redescubrirlo y aclararlo, pues casi todo el mundo al hablar del siglo XVIII se refiere ala segunda mitad de aquella centuria. Y, sin embargo: ¿sabemos que haya dejado más huellaque éste en la vida real de nuestros abuelos o bisabuelos? Lo que somos, poco o mucho, losomos aún en gran parte por lo que fueron nuestros antepasados en el siglo XVIII». La horanavarra del siglo XVIII, Pamplona, 1969.

6 Cfr. C. PÉREZ BUSTAMANTE, «El reinado de Fernando VI en el reformismo español delsiglo XVIII», Revista de la Universidad de Madrid, vol. III, 12 (1954). .

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el de Carlos IV. Cambio de monarca, crisis política y moraL crisis econó­mica, constituyen la secuencia de una crisis total.

El Antiguo Régimen venía siendo socavado por el pensamiento y lapolítica de la Ilustración. No se trata de una simple crítica abstracta delos estamentos privilegiados, sino que, mediante el descrédito o las limi­taciones, se revisan las instituciones que les sirven de fundamento, ga­rantizando su reproducción: señoríos, mayorazgos y vinculaciones, per­petuidad de los oficios públicos, descalificación jurídica y social de lasactividades económicas, exenciones tributarias, derechos jurisdicciona­les, etc. 7 . Ideología y acción ilustradas que van entrando en contradiccióncon los principios esenciales del Antiguo Régimen: así, por ejemplo,Sainz Guerra muestra cómo los intentos de reformar la justicia absolu­tista habrán de suponer perjuicios para los interesados, desde el momentoen que la unidad jurisdiccional era prácticamente imposible en una socie­dad fundada en la desigualdad jurídica de los súbditos8. O la incompati­bilidad entre el patriotismo de nación-Estado y el despotismo aún ilus­trado, «puesto que no existe seguridad jurídica ni participación alguna enlas tareas orientadas a la felicidad pública», que se irá lentamente resol­viendo, «imperceptiblemente pasando», a un concepto de nación fundadoen la ciudadanía9 . El reformismo ilustrado alcanzó, pues. «con indepen­dencia de su suerte final, un grado de desarrollo estimable» 10, precisandoArtola cómo las respuestas a la Consulta efectuada al país por la JuntaCentral en el segundo semestre de 1809, pondrán de relieve «la impor­tancia de la obra doctrinal de la Ilustración, definidora de un nuevo ordensocial que los hombres de 1809 no hicieron otra cosa que adoptar» 11.

7 Cfr. A. MORALES MOYA. «Política Social». en La época de la Ilustración: el Estado y laCultura, 1759-1808. Tomo XXXI, Vol. 1 de la Historia de España. fundada por R. MenéndezPidal y dirigida por 1.M.'10ver. Madrid. 1987, pp. 248-296: Poder político. economía e ideo­logía en el siglo :>{Im español: la posición de la noble~a. 2 vols .. Madrid. 1989, pp. 294 Y SS.;

«La ideología de la Ilustración española», Rerista de Estudios Políticos, 59 (enero-marzo,1988), pp. 65-105; «Los conflictos ideológicos en el siglo XVIII español>., Rn'ÍSta de EstudiosPoliticos, 80 (abril-junio. 1993), pp. 7-37 Y «Estado y nobleza en el siglo XVIII», Rel'ÍSta de laUniversidad Complutense. 1-4 ( 1983 l. pp. 46-58.

8 La Administración de Justicia en Espmla (18/O-J8701. Madrid. 1992, p. 62.9 Cfr. J. FERNÁr-oDEz SEBASTl..\\;. «España. monarquía y nación. Cuatro concepciones de la

comunidad política española entre el Antiguo Régimen y la revolución liberal», Studia Histo­rica, Universidad de Salamanca. vol. 12. p. 58.

10 B. GONZÁLEZ ALO\;SO. «Las raíces ilustradas del ideario administrativo del moderan­tismo españo¡", en De la Ilustración al liberalismo. Symposium en honor al profesor PaoloGrossi, Madrid, 1995.

11 M. ARTOLA, «La España de Fernando VIl». Tomo XXV de la Historia de España fun­dada por R. Menéndez Pida!. Introducción por C. Seco Serrano, Madrid, 1968, p. 442.

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La crisis del Antiguo Régimen en España resulta frecuentemente es­quematizada: el pacto nobleza-burguesía, vigente a lo largo del siglo XVIII,

se rompe a partir del momento en que los estamentos privilegiados, supropiedad, impiden la reproducción de un capital burgués que, colap­sado primero y perdido después el mercado americano, dificultadas lasinversiones industriales por la estrechez del mercado interior y la com­petencia exterior, necesita desvincular, desamortizar, romper las trabasfeudales. Tal interpretación, fundada en la dialéctica de la lucha de cla­ses, de su necesario enfrentamiento, estrechamente deudora del pensa­miento de Marx, arroja no pocas dudas l2 . En realidad, la crisis de fin desiglo, es, con sus peculiaridades regionales l 3, extremadamente com­pleja al conjugarse diversos factores.

La crisis es, ante todo, una crisis política. La organización estatal,como se ha señalado, se fundaba en el absolutismo real, encarnando elEstado la persona del Rey, base y vértice de toda la estructura jerár­quica: «La clave de bóveda del sistema -escribe Domínguez Ortíz­era el monarca, a quien se tributaba una lealtad acendrada y un res­peto casi religioso» 14. Lealtad y respeto ciertos durante el reinado deCarlos lII, monarca lleno de pasión por el Estado y capaz de' llevar lanación, y en esto la opinión de los contemporáneos fue unánime, a unverdadero resurgimiento económico y culturaP5. Fue durante el reinadode su sucesor cuando el prestigio mítico de la monarquía se cuartea,degradándose la aureola que la rodeaba. Alcalá Galiano lo describe así:«Verdad es que había entonces -se refiere a 1795- más respeto y su­misión a toda clase de autoridad no sólo en lo aparente y externo, sinoen lo real y verdadero y en el trato íntimo y aún en el interior de lasconciencias. Pero los excesos de la reina, sobre todo sus liviandades,había menoscabado mucho el concepto en que antes eran tenidas laspersonas reales. Esto sin contar con que, aún en los días del venerado yamado Carlos III murmurar de los ministros aún en conversaciones pri­vadas, era ocupación de no pocas personas y, en general, entreteni­miento sabroso; pero en la época que voy tratando, otras cosas teníanofuscado el lustre y debilitado el poder del trono, aún cuando se osten­tase con su robustez constante. Los sucesos de la vecina Francia habían

12 Cfe. A. MORALES MOYA, «El concepto de Revolución burguesa: una revisión historiográ­fica», en Actas del Coloquio Internacional Carlos III y su siglo, Madrid, 1990, t. l, pp. 577-600.

13 Cfe. M. MONTERO, La construcción del País Vasco contemporáneo, San Sebastián, 1993,pp. 31 Y ss.

14 Sociedad y Estado en el siglo XVIII, Barcelona, p. 497.15 Cfr. R. HERR, España y la revolución del siglo XVIII, Madrid, 1964, pp. 192~194.

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manifestado cuan fácil era tronchar los cetros en apariencia más fuertes.Lo que pasaba en España entre desórdenes de la reina, debilidad y des­cuido del rey y soberbia de un privado, demuestra que la autoridad realpuede, por culpa de quien la ejerce. desdorarse a sí misma e irse achi­cando y enflaqueciendo»16. Subraya Corona cómo las crisis internas enlas monarquías se producen «en reinados sin rey. en reinados dirigidospor privados, cuyo gobierno equivale a una dejación. a una desvaloriza­ción del supremo poder que quebranta la autDridad de los monarcas».Tal ocurre en el reinado de Carlos IV con la privanza de Godoy -el«error GOdoy»17- en el que, dirá Azara. «ya los ojos se iban acostum­brando a ver monstruosidades inauditas en la monarquía, y fortunas lasmás descabelladas. con un trastorno general de las ideas, por tanto si­glos en las cabezas españolas; y el Príncipe de la Paz, que entonces go­bernaba despóticamente, era él mismo un ejemplo de lo que la fortunaha sabido producir de más extravagante»18. León de Arroyal calificaba ala monarquía como «la más déspota y llena de confusión que han cono­cido los siglos»19. Fue, pues, notorio, en un momento de plena exalta­ción de la virtud. personal y política. el desprestigido de una realeza quese extiende al conjunto de las instituciones. relajándose los vínculos tra­dicionales, tal como muestran los Diarios de Jovellanos y las Memoriasde Alcalá Galiano y de León y Pizarro. preparándose así la invasión na­poleónica2o y el advenimiento de la monarquía limitada21 .

16 Memorias, cit. por C. COROSA BARATECH. Lns ideas políticas en el reinado de Carlos IV,Madrid, 1954. p. 22.

17 «Hay que decir que Godoy es una figura considerable. que continuó hasta donde era posi­ble la protección a los ilustrados y el desarrollo económico y cultural: que siendo de una morali­dad deficiente. no fue violento ni sanguinario. y ejerció un enorme poder con moderación. Elodio que suscitó, y que ha permanecido apegado a su memoria. má~ allá de lo que parece justifi­cado, se debe, en mi opinión. a que el pueblo sintió que había «profanado» la Monarquía. quehabía introducido el poder personal en la legitimidad social saturada de la Monarquía del si­glo XVIII». J. MARíAS, España imeligible. Ra~ón hütórica de las EspaJias. ~adrid. 1985. p. 309.

18 Véase la impresionante relación de sus títulos y honores en C. CORONA BARATECH. op. cit.,pp. 267-269.

19 L. DE ARROYAL, «Pan y Toros». en Pan Toros -" otros papeles sediciosos de fines del si­glo XVIII, recogidos y presentados por A. Elorza. Madrid. 1971, p. 21.

20 Véanse los informes del embajador Beauhamais. citados por M. FERNÁNDEZ ALMAGRO.Orígenes del régimen constitucional en España. Madrid, 1928. p. 50.

21 Goya nos dejara un impresionante documento gráfico a través del verdadero «proceso demenosprecio que reflejan los sucesivos retratos reales» que culminan con Lnfamilia de Car-

o los IV, de junio de 1800. cuadro en el que «su genio ha perdido ya ha~ta ese postrer sentimientode compasión, para trasmitir a la posteridad tal como realmente fue ese cruel testimonio de un finde época». G. GÓMEZ DE L>\ SER.'1A. Gom -" su España. Madrid. 1969. pp. 104 Yss. Y74 Y ss.

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La realeza, entonces, orientada a un absolutismo cada vez más exa­cerbado, acabó «por despertar reservas, no sólo entre los elementos libe­rales sino en los tradicionales que veían con disgusto cómo eran desco­nocidos e ignorados intereses legítimos y tradicionales respetables»22,generalizándose las críticas -último resto del respeto al monarca- al«despotismo ministerial», es decir, contra los ejecutores «arbitrarios» dela voluntad real. Así, los conservadores criticaban una monarquía abso­luta crecientemente burocratizada, en la que se consideraba que la no­bleza había sido alejada de las tareas de gobierno23 y maltratada por lasmedidas fiscales con que Godoy intentó sufragar las guerras contra In­glaterra y Francia. Los progresistas, contrariamente, entienden que el im­pulso reformista24 se había paralizado y aún retrocedido ante el impactoproducido por la Revolución francesa. Todo ello en plena crisis del per­sonal político: la «cadena de jubilaciones y depuraciones» -Godoy dis­tribuye importantes cargos públicos entre los miembros de su familia yconfigura una amplia red clientelar, dentro de una tónica general de ines­tabilidad de Secretarios de Estado y miembros de los Consejos- serápermanente a lo largo del reinado de Carlos IV25 .

La Revolución francesa y el Imperio napoleónico tendrán, en efecto,una influencia decisiva en «la inflexión que lleva desde la brillante ple­nitud carlotercista al desastre de 1808»26. Ante todo, la Gran Revoluciónpropició un giro decisivo en la política interna: «la marcha atrás de todala política española desde 1788, cuando se inicia la agitación francesa,es bien conocida; su ejemplo más notorio, Floridablanca, el hombre quetuvo más responsabilidad en la expulsión de los jesuitas, que rechaza to-

22 A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Sociedad y Estado en el siglo XVIll, p. 498; F. SUÁREZ, La crisispolítica del Antiguo Régimen en España, Madrid, 1950, pp. 18 Y ss.

23 El Conde de Teba, hijo de la Condesa de Montijo, criticará duramente en su Discursosobre la Autoridad de los Ricos Hombres, al que después nos referiremos, la que él veíacomo marginación política de la nobleza.

24 Recordemos, como dice Artola, que <<la idea dominante en el siglo es que el poder polí­tico no tiene otra misión que la de impulsar la reforma -revolución desde arriba- protegersus conquistas y garantizar su continuidad. En esta triple misión encuentra su única justifica­cióm>. M. ARTOLA, Edición y estudio preliminar a Obras publicadas e inéditas de Don Gas­par Melchor de Jovellanos, Madrid, 1956, t. III, p. LXXV.

25 P. MOLAS RIBALTA, «El personal político en la crisis del Antiguo Régimem>, en Actasdel Congreso Internacional El Dos de Mayo y sus precedentes, Madrid, 1992, pp. 203-218.

26 C. SECO SERRANO, «La Ilustración. Claroscuro de un siglo maldito». Historia 16. Extra VIII(diciembre, 1978), p. 40. Cfr. A TRATCHEVSKI, «L'Espagne a l'époque de la Révolution fran­¡;aise», Revue Historique, XXXI (1886), pp. 1-55; G. DE GRANDMAISON, L'Ambassade fran­r;aise en Espagne pendant la Révolution, Paris, 1892.

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das la reformas, todas las innovaciones, se petrifica en los usos del anti­guo régimen»27. Después, inmuniza a las masas populares frente a todocontagio revolucionario y, por extensión, las opone a las ideas ilustra­das. En este clima de «radicalización inducida», la guerra contra Franciaen 1793, fue --concluye Corona- «un verdadero alzamiento nacional,un alzamiento de la conciencia española, precursor legítimo de 1808»,inspirado por los sentimientos monárquico y católic028. En fin, en estre­cha relación tanto con la debilidad de la monarquía y la privanza de Go­doy como con la Revolución francesa y posterior apogeo napoleónico.está la actuación internacional. inestable. de falso prestigio, orientada alprincipio, con evidente apoyo popular, como se ha dicho, a salvar eltrono y la vida de Luis XVI. a cuya finalidad supedita Carlos [V el sos­tén a los ministros que provienen del reinado de Carlos IJI. Jesús Pabón,resume así la continuación de esta política exterior. «pervivencia anó­mala de la tradición de los Pactos de Familia», en frase de CarlosSec029 : «En el momento en que Europa vive el problema de una nuevaorganización. Godoy jugará en pequeño, víctima de miedos y vanidadespersonales, naufrago y no piloto en la tormenta. Cuando adopte la líneainternacional iniciación de la catástrofe invertirá el orden de las relacio-

27 J. MARIAS. «Jowllanos. concordia y discordia de España» en Los espl//loles. Madrid.1963. p. 42. En el mismo sentido, M. Herrero: «Aunque las dudas acerca de la viabilidad deldespotismo ilustrado como medio de transformación de la vida española habían comenzadocon anterioridad a esas fechas, no cabe duda. que el triunfo de las fuerzas reaccionarias. queproponen una oposición cerrada a las ideas de la Ilustración y un endurecimiento de las posi­ciones del Antiguo Régimen, son consecuencia directa de la Revolución ~ de la Guerra de1793-1795, en la que España lucha contra el gobierno revolucionario francés ... Los orí~enes

del pensamiellto reaccionario espl//iol, Madrid, 1973. p. 17. Cfr.. también. G. A:\ES. «Españay la Revolución francesa», en Revolución, contrarren)lución e independencia. ú¡ Rn'oluciónfrancesa, Espl//la y América. Colección Encuentros. Turner. Madrid. 1989. pp. 17-39. La ac­titud de Jovellanos ante la Revolución se expresa claramente en su carta al cónsul Jardine:«Usted aprueba el espíritu de rebelión. yo no L.. ) Prescindiendo de la opinión de !\1ably queautoriza la guerra civil. sea la que fuere. yo la detesto y los franceses la harán detestar a todohombre sensible. Este es 'u estado. El Vandée. Lyon. Tolon. \tar,ella. etc .. lo prueban.cuando París no fuera un teatro de ella de dos años acá. Comparo sus prescripciones desdeseptiembre del 92 al 5 de abril último (1794) con las de Roma y las hallo más feroces, másprolongadas y durables y más innobles ...

28 Cfr. Fr. DIEGO JosÉ DE CADIZ. El soldado católico en guerra de religión. Carta in.l"truc­tivo-ascética-histórica-política en que se propone a un soldado católico la necesidad de pre­pararse, el modo con que lo ha de hacer r con que dehe manejare en la actual guerra contrael impío partido de la infiel. sediciosa .,. regicida Asalllhlea de la Francia.... 1.' ed., Ecija,1794,2.', Cádiz. 1811; 3.'. Madrid. 1813.

29 Prólogo a A. M.' SCHOP SOLER. úu relaciones entre Espl//la y RUJia en la época deCarlos IV, Barcelona. 1971. p. Xl.

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nes que la geografía y la historia le señalan (... ) Como todo "recién lle­gado", Godoy piensa hallar el secreto de la política exterior en la adhe­sión al que triunfa, sin línea internacional propia, equivocándose ade­más respecto al triunfo. Fácilmente huído en la crisis y fácilmentesometido ante la victoria imperial, dará a Napoleón la idea de que elcaso de España es fácil también. Después de Tilsit, Napoleón decide po­ner manos en el asunto: «El éxito no podía ser dudoso (... ) esta mismafacilidad me extravió», confesará el Emperador»3o.

España, al compás con Europa, vive un proceso de crecimientoeconómico durante el siglo XVIII, fuertemente estimulado por la intensi­ficación del comercio interior y exterior. A partir de 1796, el tratado deSan Ildefonso, nueva versión de los Pactos de Familia, lleva a la guerracontra Inglaterra, interrumpiéndose -bloqueo inglés de los puertos es­pañoles, posterior «bloqueo continental»- el tráfico mercantil espe­cialmente con América. Las consecuencias del colapso del comerciocolonial no parecen haber afectado tanto a la economía española -entorno a una disminución del 3,9% de la Renta nacionaPI- cuanto a laHacienda pública: el Estado, afirma Ringrose, perdió al menos el 40%de sus recursos fiscales 32. También a la propia situación de las colonias,al ponerse de relieve, afirma García-Baquero, la excesiva dependenciarespecto de la metrópoli en el modelo de abastecimiento y la facilidadcon que podía ser sustituído por el comercio extranjero: «Las etapasdel comercio de neutrales resultaron un libro de texto demasiado explí­cito como para desaprovechar la oportunidad de una licenciatura en in­dependencia»33. En consecuencia, la crisis consistió, especialmente, enla bancarrota de la Hacienda, imposibilitada de hacer frente a los cre­cientes gastos bélicos, continuos desde 1793, que le obligará a recurrira la emisión de obligaciones -tal carácter tenían los «vales reales»­dado el arcaísmo y la ineficacia del sistema impositivo que, haciendorecaer la mayor parte de la carga tributaria sobre comerciantes y labra­dores, impedía forzar los impuestos al máximo, por temor a posibles

30 J. PABÓN, Las ideas y el sistema napoleónicos, Madrid, 1944, Cfr, también, C. SECOSERRANO, «Estudio preliminar» a Príncipe de la Paz, Memorias, 1. I, pp. LXVI Yss.

31 Cfr. L. PRADOS DE LA ESCOSURA, De Imperio a Nación. Crecimiento y atraso econó­mico en España (1780-1930), Madrid, 1988, pp. 80-86.

32 España 1700-1900: el mito del fracaso, p. 518; J.P. MERINO, «La Hacienda de Carlos IV»,p.898.

33 A. GARCÍA-BAQUERO, «La Revolución francesa, España e Hispanoamérica: coyunturaeconómica y crisis política», en Revolución, contrarrevolución e independencia. La Revolu­ción Francesa, España y América, p. 65.

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conflictos y que, dadas las continuas emisiones, se depreciaron absolu­tamente34 . La utilización, pues, de la deuda pública, siendo, inicial­mente, un medio de movilizar los recursos del país que tuvo éxito conCarlos 11135, cuyo gobierno supo mantener el equilibrio fiscaP6, al reali­zarse de un modo desproporcionado respecto de las rentas de la Co­rona, «dará origen a una crisis de imposible resolución dentro del sis­tema de privilegios económicos del Antiguo Régimen. La oposición delos estamentos y provincias al establecimiento de la contribución terri­torial deja al Estado, tras el breve paréntesis de confianza en la monedafiduciaria, sin recursos para hacer frente a sus gastos»37.

La situación resultaba desesperada. Arruinado el crédito público,con una inflación creciente -convertidos los vales en dinero circu­lante- se intentará resolver la crisis fiscal en 1798 con la primera de­samortización de bienes eclesiásticos no afectos a la «cura de almas»,siendo Secretario de Hacienda Miguel Cayetano Soler. El éxito, sinembargo, no acompañará a esta operación -importante al afectar acasi una sexta parte de la propiedad de la Iglesia en Castilla- quecontribuirá, por lo demás, a disolver el Antiguo Régimen, relajando elderecho a la vinculación de bienes, uno de los fundamentos de la so­ciedad estamental, pues los vales continuaron disminuyendo su valor yno se consiguió consolidar la deuda, por lo que el desastre fiscal ame­naza al país al comenzar la Guerra de la Independencia: la deuda pú-

3-l Cfr. M. ARTOL\. Allti¡:uo Ré¡:imen y Rel'Olución liberal, Barcelona, 1978, pp. 144 Yss." Propuestos los vales reales por CabaITÚs y emitidos por primera vez en 1780, España

tuvo con ellos «su primera experiencia moderna de un sistema monetario mixto, de dineroefectivo garantizado en todo el mundo por el valor de su contenido metálico y de dinero fi­duciario avalado por el crédito del Estado y que sólo se reconocía dentro del país». R. HERR,«El experimento de los vales reales (1780-1808»>. en Dinero y crédito (siglos Xl"! al XIX).

Actas del Primer Coloquio IlITemacional de Historia Económica, A. Otazu. ed .. Madrid,1978, p. 115.

36 «Esta debía ser más o menos la situación al morir Carlos 1Il: una deuda pública relati­vamente importante, cuyo servicio consumía un poco más del 10 por 100 de la, rentas del Es­tado. La solvencia de la Corona. sin embargo, había permitido mantener el principio teóricode la deuda flotante (aunque en la práctica los vales no se amortizaban) y mantenía abiertasamplias posibilidades al crédito oficia!». J.P. MERINO. «La Hacienda de Carlos IV», en Laépoca de la Ilustración: el Estado y la cultura. /759-1808.... p. 864.

37 M. ARTOLA. Los orígenes de la España contemporánea. Madrid, 1959, t. 1, pp. 96-97;J. PÉREZ NlJÑEZ, La Dipulaciónforal de Vizcaya. El régimen foral en la constitución del Es­tado liberal (/808-1868). pp. 32 Y ss.; C. RODRÍGUEZ LÓPEz-BREA, «La crisis del AntiguoRégimen en el arzobispado de Toledo. El impago de diezmos (1800-1 820}», en Antiguo Ré­gimen y Liberalismo. Homenaje a Miguel Artola. 2. Economia y Sociedad, Madrid, 1995,pp. 285-293.

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blica alcanzará, en 1801, según Canga Argüelles, más de 7.000 millo­nes de reales38, equivalentes a los ingresos estatales de diez años. Ladesamortización resume Richard Herr, «abrió un proceso que duraríaun siglo entero y alejó a la Iglesia de la Monarquía. A más corto plazo,los arbitrios y contribuciones forzadas con que el gobierno cargó a lasclases privilegiadas para sostener los vales encolerizaron a los gruposque más interés tenían en proteger a la monarquía. Estos se volvieroncontra Godoy y buscaron su salvación en el joven príncipe Fernando»39.Además, subidas de precios, epidemias, desastres naturales, hambre...cierran finalmente un horizonte dramático, en el que no cabe olvidar,contrastando con «el buen vivir progresista» del reinado de Carlos 111,la relajación moral, tan repugnante para los ideales ilustrados4o, elclima de corrupción de la Corte de Carlos IV41, en el que se soltarán«las difíciles riendas de la empresa ilustrada», iniciándose la oposi­ción a la Monarquía absoluta.

En esta situación de crisis generalizada estallan los conflictos la­tentes, liquidándose la empresa ilustrada42 e iniciándose las oposicio­nes a la Monarquía absoluta. La «oposición interna», constituida, pre­cisa Comellas, por elementos procedentes de los cuadros del Antiguo

38 Cito por C. CORONA, op. cit., p. 302. Cfr. R. HERR, «Hacia el derrumbe del Antiguo Ré­gimen: crisis fiscal y desamortización bajo Carlos IV», Moneda y crédito, 118 (septiembre, 1971);«El significado de la desamortización en España», Moneda y crédito, 131 (diciembre, 1974) y«La vente des propiétés de mainmorte en Espagne, 1798-1808», Annales E.S.e. Civilisations,XXIX (1974), pp. 215-228.

39 «El experimento de los vales reales (1780-1808»>, p. 122.40 R. HERR, «El principio de la virtud y la crítica política: los orígenes de la Monarquía

constitucional en Francia yen España», en El mundo hispánico en el Siglo de las Luces, T.I,Madrid, 1996, pp. 119-139; J. LÓPEZ CÉSPEDES, «Novela del s. XVIII y construcción de la sen­timentalidad ilustrada en España: "Voz de la naturaleza" de 1. García Malo», en El mundohispánico en el Siglo de las Luces, ¡bid., t. 11, pp. 831-841.

41 G. GÓMEZ DE LA SERNA, Goya y su España, p. 86, Jovellanos, afirma Velarde Fuertes,«se da cuenta que el clima mefítico que le rodea es un todo. Que cuando se hunde un valor,los demás desaparecen en pos de él (...) Su mensaje liberal es hijo de Adam Smith, no deMandeville y su ensayo "De cómo los vicios privados producen bienestar público". Antes alcontrario, desoye las insinuaciones de su amigo CabaITÚs, los consejos de su siempre admi­rado Campomanes, que tratan de que contemporice con las prácticas corruptas, precisamentepara acumular poder y ser capaz de destruirlas. Por el contrario, intuye que no puede transigirsi desea que mejore la patria, porque no existe veneno que postre más una economía que elque exudan estas situaciones». «Por qué interesa Jovellanos», ABC, 24-4-94.

42 «La cual se esforzarán inútilmente por prolongar los Jovellanos, Saavedra, Moratín,Urquijo y muchos de los que, como éstos últimos, se verán a poco con el sambenito de afran­cesados. Así se abre el proceso de la desilusión nacional, con la crisis política de los años 92y 93 que destierra a Jovellanos de Madrid». G. GÓMEZ DE LA SERNA, op. cit., p. 86.

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Régimen, integrando «nobles progresistas y militares de alcurnia»,pero que «muestran una actitud subversiva hacia Carlos IV - Godoy Ysu amenaza de perpetuarse indefinidamente en el poder»43, cristalizará,tras algunos intentos como la conjura de El Escorial44 , en el Motín deAranjuez45. La aristocracia -una elite representativa46_, ferozmentehostil al «despotismo ministerial» de Godoy, llevará su enfrentamientoal propio Carlos IV, por cuanto no sólo persiste su marginación res­pecto de los cargos públicos, tal como venía ocurriendo a lo largo detodo el sigl04~, sino que, como se ha señalado, las necesidades de laHacienda obligaron al Gobierno a emprender una política fiscal quegravaba la riqueza de los grupos privilegiados. Desplazada de los pues­tos del Estado por los Borbones, agrupada en el llamado -por Egida­Partido Español, después Partido Aragonés o Partido Militar y Par­tido fernandino, la alta nobleza -en realidad algunos sectores de lamisma, siempre reducidos- estará enfrente de quienes con mayor fre­cuencia ejercen el poder, los golillas, tratando de ganar la opinión pú­blica a su favor a fin de recuperarl04H . Se produce ahora el texto quesupone la expresión más rigurosa de la ideología nobiliaria, enlazandoel interés de la nobleza con el de la Comunidad. Es el Discurso sobrela autoridad de los Ricos Hombres sobre el Rey (1794), del Conde deTeba, en el que se pone de relieve cómo el poder de la antigua no­bleza, capaz de servir de contrapeso al del Monarca, era eficaz garan­tía de libertad y de justicia, evitando la opresión del pueblo. Fue, apartir de los Reyes Católicos cuando se inició el proceso que llevaría alos nobles a verse apartados del gobierno por una monarquía crecien­temente absolutista que culminará -el autor no se atrevió a ir más le-

4' J.L. COMELl.AS, "Las revueltas políticas». en Actas del Congreso Internacional El Do.\de Mayo y sus precedentes. p. 133.

44 Cfr. F. MARTí GILABERT. El Proceso de El Escorial. Pamplona. 1965.45 Cfr. F. MARTI GILABERT. El MotÍIl de Aralljue~. Pamplona. 1972.46 En rigor. no parece haber existido en España una «revuelIa nobilIaria» o "revuelta de

los privilegiados" dado el débil carácter corporativo de la nobleza. Cfr. B.R. HA~lNETT, Lopolítica espmlola ell ulla época re\'(}luciollaria. 1790-1820. México. 1985. pp. 60-62.

47 La concepción de la nobleza como elIte de poder. tal como señalan Maravall o LópezGarrido, no parece. para el siglo XVIII. suficientemente fundamentada. Cfr. J.A. MARAVALL,Poder, Hallar y Elites en el siglo XIII. Madrid. 1979: D. LÓPEZ G.o\RRlOO, "El modelo absolu­tista español», REP. 26 (Nueva Epoca) I marzo-abril. 1982). pp. 57-75.

48 T. EGIDO, «Las elites de poder. el Gobierno y la oposición". en La época de la Ilus­tracióll: el Estado \' la cultura. 1759-/808.... esp. pp. 157 Y ss .. Y Opillióll pública \' oposi­ciÓIl al poder ell la Espmla del siglo XlIII 1/713-/7591. Valladolid. 1971: C. SECO SE­RRANO, «Relación entre la Corona y el Ejército». REP. 55 (:'Iiueva Epoca) (enero-marzo,1987), pp. 27-28.

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jos- con Felipe V49 . La nobleza, en definitiva, y al margen de la po­sible actitud reformista, frente al ejercicio arbitrario del poder, delPartido fernandino, «con sus acciones para recuperar posiciones perdi­das, había contribuido a poner en entredicho la legitimidad de la Co­rona». La intervención francesa y la falta de perspectiva de las elitesespañolas -señala Carrasco- supusieron una crisis de doble dimen­sión: «por un lado, crisis de la Monarquía, tras las renuncias de Ba­yona; por otro, crisis de las estructuras estatales del Antiguo Régimeny búsqueda de soluciones basadas en nuevos principios. En medio deambos fenómenos, se evidencia la ausencia de un programa políticosustancioso por parte de la aristocracia»50.

Continúa, sin embargo, correspondiéndole a la Iglesia -«Au fondle clergé reactionnaire reste le maitre de l' ame espagnole» dirá Desde­vises du Dézert51- el papel principal en la elaboración y difusión delpensamiento reaccionario. Las dos últimas décadas del siglo coincidencon una intensificación de la actividad misional del P. Cádiz, a quien«el estallido de la Revolución francesa proporcionó (oo.) una ocasiónúnica para redoblar sus esfuerzos contra la impiedad» y que simbolizaquizás mejor que nadie el espíritu tradicionaI52, mientras que el brazodel Santo Oficio alcanza a hombres como Samaniego53 o Ramón deSalas. Esta ideología, definible, ante todo, por su carácter contrailus­trado, singularmente eficaz para evitar la difusión de las ideas refor­mistas, resulta, considera Javier Herrero, totalmente ajena a la tradi-

49 El primer Barbón llamó a los nobles a la Corte, atrayéndoles «con honores y distincio­nes aparentes y en fin, los dividió excitando su ambición por los empleos de Palacio», apar­tándose así su atención de los negocios importantes para la gobernación del país, aplicándose«a ridículas pequeñeces (oo.) a viles bajezas, cuyo objeto o fin es (oo.) despreciable. Así hechaya costumbre en ellos no tener empleo ni parte en el Gobierno creyeron, casi con razón, inútilel instruirse, se imposibilitaron de este modo de obtenerlos y se formó un círculo, el más per­judicial a ellos y a la nación». El texto fue publicado por P. DE DEMERSON, «El escrito delConde de Teba: el «Discurso sobre la autoridad de los Ricos Hombres», Hispania, 117(1971), apéndice 1, pp. 148-152.

50 A. CARRASCO MARTíNEZ, «La oposición aristocrática en el final del reinado de Carlos IV»,en Actas del Congreso Internacional El Dos de Mayo y sus precedentes, p. 156.

51 «Les institutions de l'Espagne au XVIIlO siécle», Revue Hispanique, LXX (1927), p. 752 «Hombre de cultura exclusivamente eclesiástica que nunca quiso aprender francés en

odio a los malos libros que escritos en esa lengua nos llegaban». A. DOMÍNGUEZ ORTIZ, «DonLeandro Fernández de Moratín y la sociedad española de su tiempo», Revista de la Universi­dad de Madrid, vol. IX. 35, recogido en Hechos y figuras del siglo XVIll español, Madrid,1980, p. 227.

53 Cfr. E. PALACIOS FERNÁNDEZ, Vida y obra de Samaniego, Vitoria, 1975, pp. 112 Y ss. Y388 Yss.

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ción española, encontrando su inspiración en autores como Nonnotte,Valsecchi, Mozzi, Abate Bonola y, probablemente el más influyente,el abate Agustin Barruel, cuyas Memorias, aunque traducidas en 1812,eran ampliamente conocidas de tiempo atrás entre nosotros. Estos auto­res, más que emplear argumentos intelectuales frente al racionalismode una Ilustración que había captado a la «intelligentzia» de la época,se basarán, sobre todo, en la creación y difusión de mitos que «apelana las pasiones de las clases reaccionarias frustradas por el desafío a suautoridad por los nuevos principios». El mito fundamental será el de laexistencia de una conspiración de las fuezas del Mal contra el Bien, esdecir, contra la Civilización cristiana, mediante una revolución euro­pea que comenzó en Francia en 1789, y que tiene una triple inspira­ción: la de los Filósofos, que utilizan la Razón para destruir la Fe yentregarse así a su oculto fin, el libertinaje; la de los «jansenistas»,que tratarán de llevar la satánica idea de la libertad al seno de la pro­pia Iglesia; y la masónica, que trata de poner en práctica los perversosprincipios de «razón», <<libertad» y «derechos humanos» y que, aten­tando al orden natural establecido por Dios, ha comenzado a realizaren sus logias una sociedad sin distinciones de clases. Aunque el va­lor intelectual de estos autores es escaso, aunque fueron «totalmenteeclipsados por los pensadores que han creado la civilización mo­derna», señala Herrero, «sus argumentos apoyaron la reacción contrael Antiguo Régimen y justifican la gran represión que sigue a la caídade Napoleón»5-l.

El pensamiento reaccionario español, inspirado por la Iglesia, ad­quiere, desde sus primeros textos, manifiesta dureza, pese a que, comoya señaló Coxe, doctrinalmente «era España quizá la nación que ofre­cía tal vez más recursos para luchar contra ella (la Revolución fran­cesa) sin desventaja». En efecto, «El amor de las reformas, el deseo demejoras sociales, que hemos tenido ocasión de mostrar como patrimoniode los españoles ilustrados en el siglo XVIII, siempre había ido acompa­ñado del respeto a la religión y al trono, como instituciones sagradas ytutelares íntimamente enlazadas con la felicidad y conservación de lasociedad», manteniéndose las creencias políticas y religiosas «en todasu pureza»55. Así, en «La intolerancia civil», texto que, para Marías,

54 J. HERRERO, Los orígenes del penSllmiento reaccionario español, Madrid, 1973,pp. 22-24.

55 G. COXE, Espa'-ia bajo el reinado de la Casa de Barbón desde 1700 en que subió altrono Felipe V hasta la muerte de Carlos 111. acaecida en 1789. Madrid, 1847, IV, p. 555.

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transparenta una pluma eclesiástica, de semejanza singular con la dela­ción que llevaría a Jovellanos a la prisión de Mallorca56, publicado enEl espíritu de los mejores diarios los días 6, 13 Y 20 de abril de 1789,hay, pese al reconocimiento implícito del moderadísimo carácter de laIlustración española, una afirmación tajante de «la intolerancia (como)ley fundamental de la Naturaleza», cuando se trata de combatir malesque todavía -se reconoce- no han llegado a producirse57 . En los auto­res representativos de esta ideología reaccionaria -Pérez y López,Forner, Vila y Camps, Joaquín Lorenzo Villanueva, Olavide, Diego deCádiz, Hervás y Panduro, Simón López, Vélez, Alvarado, Strauch, Ce­ballos ...- se percibe una violencia creciente: «¡Ay de aquellos -gritael P. Cádiz en El soldado católico en guerra de Religión- que perdo­nan la vida a los enemigos de Dios, en guerra mandada por Su Majes­tad! El herir entonces, el dar muerte, el pasar las gentes a cuchillo, sinque quede uno solo vivo, y el no usar con ellos de conmiseración al­guna, es obra de Dios que se vale entonces del Soldado como de unministro de su Divina Justicia». Enemigos de Dios que también exis­tían en España: «¿Por qué no he de decir también -clama el P. Vé­lez- que algunos de nuestros españoles convivieron con los filósofosde la Europa en reformar la Iglesia, conspirando contra el altar, cuandola rebelión contra el trono, no es sino una ilación del abandono de lamoral cristiana, del desprecio de sus preceptos, y el resultado inme­diato de haber querido sacudir el yugo de la religión, o atentado contrasu general disciplina»58. Al mismo tiempo, conspiraban contra la Mo­narquía, fingiéndose «decididos realistas, para armarse contra la Igle­sia. La autoridad real se ponderaba por algunos, sólo con el fin de dis­minuir la del Papa y la de los obispos. Exaltaban el poder de losReyes, para acercarse al Trono y minarlo más fácilmente a la par quedestruían a la Iglesia»59. Son éstos, realmente, los enemigos más temi­bles, con quienes habrá que pelear con mayor fuerza que contra los deafuera, porque «perjudican la religión y hacen peligrar la patria»6ü.

56 La Espa/la posible en época de Carlos [Il, Madrid, 1963, p. 153.57 [bid., pp. 157-158.58 Fr. R. DE VÉLEZ, Apología del Altar y del Trono, Madrid, 1818, p. 38.59 [bid, p. 43.60 Fr. R. DE VÉLEZ, Preservativo contra la irreligión, Madrid, 1812, p. 24. Ciertamente,

Hervás se manifestará más comedido, distinguiendo entre tolerar el error y tolerar a los quehan errado, L. HERVÁS y PANDURO, «Historia del Hombre», en A. GONZÁLEZ PALENCIA,«Dos cartas inéditas de Hervás y Panduro», en Revista de Filología Española, XXVIII(1944), pp. 455-463.

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Destaca Elorza, por otra parte, un rasgo importante en el pensamientoreaccionario posterior a 1789: su clara conciencia de los perjuicios quela expansión revolucionaria puede arrogar a la posición económica dela Iglesia61 .

El «popularismo» constituye rasgo esencial de un siglo XVIII enel que el «pueblo», sus formas de vida -«modos de vestir, de ha­blar, de bailar, de divertirse»- expresadas singularmente por DonRamón de la Cruz62 , inciden con vigor, señala Marías, sobre el con­junto de la sociedad española. dándole solidez, raices, hondura,frente a una cierta orientación imitativa. extranjerizante, de la mino­ría ilustrada"3. Empero, a finales de la centuria, la mentalidad popu­lar, las manifestaciones vitales del pueblo experimentarán «un tirónhacia abajo», concretándose en un fenómeno de amplia difusión ur­bana, como fue el «majismo», forma de plebeyismo que, como diráel Duque de Almodóvar, «se ha subido a mayores, en tanto grado.que las personas poco instruídas (lo) (... ) califican de carácter espa­ñol64 . Definido el «majo» por el Diccionario de la Academia. como«el hombre que afecta guapeza y valentía en las acciones y pala­bras», portavoz de unos rasgos caballerescos degradados65 , su influjoen las clases altas, especialmente en una nobleza que había perdido,en gran medida, sus valores tradicionales fue notorio. Constituye,

61 «Las ideas políticas. Ilustración y antiilustración». en ú¡ Ilustración. Claroscuro de 1msiglo maldito, p. 84.

62 Cfr. S.A. MOORE, Don Ramón de la Cnc ~ue\a York. 1972: M.T. DE :-'IIGlEL REBO­

LES, «Don Ramón de la Cruz, portavoz de la rebeldía de un pueblo». en El /I11mdo hispánicoen el Siglo d<' la Luas. t. n. pp. 911-931.

6) Cfr. l. :-'1.-\RL·\s. Espmll/ in/<'Iigih!<'. Ra:ón hi.HóriCll d<' las E.\]J{//las. pp. 303 y".; l. HERRE­RA NAVARRO. "Los planes de refom¡a en el teatro», en El mundo hispánico <,n '" Siglo de lasLuces, t. n, pp. 789-803.

6~ F.M.' DE SIl.\"A I seudónimo del Duque de Almodó\·ar). Década <'pi.Holar sobre el <'.1'­tado de las I<'tras <'Il Francia. París. 1780. La cita por la edición de Madnd, 1781. epístolanovena, p. 165.

65 «El fenómeno del "majo" podía ser, en su origen. produclO suburbano de una socie­dad que en alguna medida se encuentra en transformación. pero en la que no se ha de­sarrollado una mentalidad industrial: donde, por tanto. se conservan elementos de estratifi­cación social de inspiración señorial un lanto lejana y. por consiguiente. muy erosionadosy descompuestos. Así se puede producir la imitación de comportamientos nobiliarios quehan quedado vacíos, en la gesticulación del majo. atrevida. ostenlosa y desafiante, tres ad­jetivos de procedencia caballeresca que. antes de la crisis de la estratificación estamentalproducida por el auge económico y crisis social del XVIII no se hubieran podido aplicar agentes de una población arrabalera». l.A. MARAVALl, «La época de Gaya», en Estudios dehistoria del pensamiento espl//lol (siglo XI '1111. ed. M.'C. Iglesias Cano. Madrid, 1991,pp. 109-110.

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pues, parte principal del «estilo de vida» nobiliario en este momentohistóric066.

Interesa, sin embargo, resaltar la aparente ausencia en España, almenos en las ciudades, de una auténtica cultura «popular y rebelde», asemejanza, por ejemplo, de la que existe en Inglaterra, es decir, de una«cultura tradicional que no está sujeta en sus operaciones cotidianas aldominio ideológico de los poderosos»67, y cuyas formas tradicionalesconservadoras, encubren una auténtica lucha de clases que se mani­fiesta de la manera que le es posible68. La falta de una cultura popularde este carácter se debió posiblemente a la influencia de la Iglesia: enInglaterra, «la debilidad espiritual de la Iglesia hizo posible el resurgirde una cultura plebeya extraordinariamente vigorosa, fuera del alcancede controles externos»69. Así se fue moldeando -escribe Aguilar Pi­ñal- «la mente y la conducta de los españoles con el agobiante macha­queo de ideas intransigentes repetidas sin cesar», a través del púlpito70,hasta configurar una sociedad «sacralizada», es decir, «resignada conlas miserias e injusticias de este mundo, en aras de una promesa de sal­vación eterna»71. Igualmente influye el ejemplo de la nobleza, pues,como se ha dicho, el «majismo» supone una degeneración de los valo­res aristocráticos: se ha destacado la «plebeyización» aristocrática eneste período, mas, entiendo, se ha reparado menos en qué medida lasactitudes de la nobleza reforzaban el «majismo». De este modo, el cas­ticismo, aristocrático y popular a la vez, se traducirá, en último tér-

66 «Se comprende ---concluye Maravall- la inclinación, mezcla de complacencia y re­nuncia que una clase aristocrática declinante siente hacia su réplica aplebeyada, si bien segu­ramente llena de brio vitah" ibid., p. 110.

67 E.P. THOMPSON, «La sociedad inglesa del siglo XVIII: ¿lucha de clases sin clases?», enTradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindus­trial, Barcelona, 1979, p. 45.

68 «La cultura conservadora de la plebe -dice Thompson- se resiste muchas veces, ennombre de la "costumbre" a aquellas innovaciones y racionalizaciones económicas (como elcerramiento, la disciplina de trabajo, las relaciones libres en el mercado de cereales) que go­bernantes o patronos deseaban imponerle». [bid.

69 También la deficiente explotación racional del trabajo por el carácter sumamente inci­piente del capitalismo, puede ser una razón para explicar la ausencia de dicha «cultura popu­lar rebelde». Cfr. E.P. THOMPSON, «Tiempo, disciplina de trabajo y capitalismo industria!», en[bid., pp. 239-293.

70 «Del número de sermones, baste recordar el testimonio de Blanco White, quien aseguraque había orador sagrado en Sevilla que subía al púlpito todos los días y hasta tres veces diariasen cuaresma». F. AOUILAR PIÑAL, «Andalucía en el siglo XVIII. Luces y sombras», en J.A. LA­COMBA Yotros, Aproximación a la historia de Andalucía, Barcelona, 1979, p. 191.

71 [bid., p. 192.

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mino, en una actitud anti-ilustrada, de rechazo de todos los valores quelos «ilustrados», obsesionados por un problema de España»72 que abor­daban no limitándose a enunciar ideas generales o a lamentarse de ladecadencia, sino de forma positiva y concreta, trataban de imponer a lasociedad española: laboriosidad, honestidad, pureza de costumbres, pa­triotismo crítico... 73.

Lejos, pues, de existir un enfrentamiento clasista entre nobleza ypuebl074, hubo un cierto acuerdo -la nobleza tenía capacidad para mo­vilizar a la plebe urbana, tal como ocurrió en el Motín de Aranjuez75_

en orden a impedir el progreso del país, a sumir éste en un estrecho lo­calismo, cerrado al exterior, tanto en las modas ---<:uya servil copia lle­vaba muchas veces, es cierto, a extremos ridículos- como en las ideas.Así pues, para el Duque de Almodóvar, lo subraya Marías, el «ma­jismo» se presentará como «una forma extrema de localismo -piénseseen lo que será después lo castizo--. Frente a la universalidad de la cul­tura, frente a esa "unidad general de creencia" que Almodóvar prevé,frente a la comunidad de todos los países a un nivel nunca antes alcan­zado, aparece el fantasma de ese localismo, de ese particularismo an­gosto, como un rebrote de aislamiento, como una amenaza de nuevo ymás bajo enquistamiento de la sociedad española en sí misma. El "ma­jismo" se presenta inequívocamente a sus ojos como una última formade "tibetanización": frente a la España europea, unida al mundo por elpensamiento, otra vez una España sola»76.

Maravall77 y Sánchez Agesta han destacado la existencia en el si­glo XVIII de un pensamiento crítico hacia la Monarquía absoluta desde

72 Cfr. G. MARA:\IÓI'. ÚlS ideas biológicas del P. Feijoo. Madrid. 1935. pp. 40 Yss.71 Cfr. J.L. LÓPEZ ARA~Gl·RE~. Moral y Sociedad. Madrid. 1965, pp. 23-24.7.¡ Andioc. contrariamente. subraya tal enfrentamiento apoyándose en el teatro de la

época. especialmente en la Raquel. de García de la Huerta. Teatro y Sociedad en el Madriddel siglo X\'llf. Madrid. 1976. pp. 285 Yss.

75 F. MARTí GIlABERT. El Motín de Aranjue~. pp. 447 Yss.76 J. MARiAS. ú¡ España posible eTl época de Carlos /l/, p. 139.77 «Pero no dejó de haber en el siglo XVIII español quienes pensaron que para cambiar la

estructura socio-económica del país, lo primero era cambiar la organización política, en laacepción más estricta de la palabra. no precisamente en el sentido de fortalecer la herenciaabsoluta de la monarquía, sino en el de reducir los poderes de ésta. De tal manera, la críticadel estado económico llevó a la del estado social y de éste, finalmente. a la del régimen polí­tico. Con amplitud mayor o menor. pero siempre claramente estimable, el ilustrado españoldel XVIII recorrió estas fases y llegó. antes de que desapareciera de la escena Carlos IIJ, a lasúltimas consecuencias que entrañaba llevar la crítica al plano económico-social». «Las ten­dencias de reforma política en el siglo XVIII español». Revista de Occidente. 52 (julio. 1967);Cfr. A. ELORZA. ÚI ideología liberal de la Ilustración española, Madrid, 1970.

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planteamiento constitucionalistas, ejemplificándolo en figuras comoCañuelo, Amor de Soria, Ibáñez de la Rentería7S , Foronda, ArroyaF9,etc. Mas esta discrepancia teórica respecto del sistema absolutista, ten­drá escasa trascendencia política, siendo sólo en el reinado de Carlos IVcuando empieza a agrietarse el consenso amplísimamente generalizadodel pueblo español en torno a los dos pilares básicos de su Constitucióntradicional: la Monarquía absoluta y la religión católica, iniciándose asíuna oposición externa que se verá reforzada por el estallido de la Revo­lución francesasü.

Las medidas adoptadas por Floridablanca desde 1789, a fin de evi­tar el contacto con Francia, no pudieron impedir la difusión en Españade las noticias de lo que en el país vecino ocurría, así como de las pu­blicaciones revolucionarias, a partir del «proselitismo furioso» de losgobiernos revolucionarios, con los que colaboraron españoles comoMarchena, Hevia, Santibáñez, Santiago Miguel Rubín de Celis o An­drés María Guzmán. Esta propaganda influyó en sectores de las clasesaltas -«con la imprudente manía, dirá Alcalá Galiano, en las personasde esta clase, a quienes suele mover odio a la parcialidad dominante yanhelo de ostentar su superioridad en el modo de pensar de la plebe»­exhibiéndose algunos jóvenes de familias distinguidas con gorros fri­gios en los teatros de la Corte y ostentando algunas damas de la pri-

78 «Detractor de la nobleza, Rentería piensa ya la monarquía con categorías propias deuna lógica a la vez burguesa y "republicana" (interés, mérito, virtud) y, antes de que la Revo­lución provoque en él una involución ideológica, su oposición teórica a una estructura socio­política fundada en el privilegio no ofrece dudas (... ) la naciente ideología liberal conllevatambién la secularización del imaginario político, la exaltación de la propiedad, la igualdadjurídica, el principio del mérito y la legitimidad del interés privado, aspectos todos ellos quenuestro autor asume sin problemas». J. FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Estudio introductorio «Ibañezde la Rentería, el pensamiento político de la Ilustración», en La Ilustración política, las «Re­flexiones sobre las formas de gobernar» de José A. Ibáñez de la Rentería y otros discursosconexos (1767-1790), Bilbao, 1994, pp. 146-147.

79 «(... ) Arroyal es el mejor exponente de estas contradicciones internas en el siglo XVIII

que exalta el poder para limitarlo, que enaltece la tradición para mostrar su concordancia conla razón revolucionaria, que critica la Iglesia con testimonios evangélicos y con el orden de lanaturaleza que revela un creador, que destaca el valor de la experiencia y construye un sis­tema de derecho deducido de la filosofía natural y que libera la propiedad y la denuncia comoorigen de la desigualdad. Contradicción que es el eslabón entre la reforma económica de unpoder onmímodo del monarca y la reforma política de una nación en ejercicio de su sobera­nía». L. SÁNCHEZ AGESTA, «Continuidad y contradicción en la Ilustración española (las cartasde León de Arroyal), REP, 192 (Noviembre-diciembre 1973), p. 22.

so Cfr. C. CORONA, Las ideas políticas en el reinado de Carlos IV, Madrid, 1957; M. AR­TOLA, «La difusión de la ideología revolucionaria en los orígenes del liberalismo español»,Arbor, 115-116 (julio-agosto, 1955).

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mera nobleza emblemas tricolores81 . También en los círculos intelec­tuales82: en Salamanca, donde se nutrieron y formaron -como notabaMenéndez Pelayo- la mayor parte de los legisladores de 1812 y de losconspiradores de 182083, Sevillas4 , Madrids5 , Cataluña8~, Valencias7 ,

etc. La difusión llegó incluso a algunos medios rurales: Brazatortas.partido de Almodóvar del Campo. Alesanco en La Rioja.... como hademostrado Gonzalo Anes88.

Esta expansión de los principios revolucionarios -que no hay,desde luego, que sobrevalorar. pues. en conjunto, la sociedad españolafue escasamente permeable a su contagio y no hubo un desafío efectivoal absolutismo- en una España en crisis, en la que se pierde la fe en«Despotismo ilustrado>,89. desarrollará los gérmenes del pensamientoliberal españoL constituido. para Artola, «sin ningún género de dudas»,

81 Cit. por e. CORONA, Revolución y reaccilÍn en e/ reinado de Carlos /\'. p, :257.82 La palabra <<liberal», precisa Dérozier, «no adquirirá "erdadero sentido antes de las

Cortes de Cádiz en que será empleado a la menor ocasión. A finales del siglo .'\\111. el tér­mino procede de Inglaterra y carece de sentido político. indicando más bien liberalidad.generosa tolerancia e interpretación benévola de lo, pensamientos y hechos de otros».A. DÉRozIER. Quintana re/nacimiento delliheralismo el! Espa'-ia, Madrid, 1978, p. 263;M.e. SEA:\E. El prill1er lengt/llje constitucional espl/1101 (las Cortes de Cádiz), Madrid,1968.

8, Entre 1770 ~ 1790 habían pasado por sus aulas como alumnos, y muchas veces comoprofesores. Cadalso. Arroya!. Picornel!. Marchena. Crquijo, Meléndez Valdés, Juan JustoGarcía. ~lancl!. Salas. Somoza. etc. Cfr. D. MUED DEL PERAL, «Sobre Ramón de Salas y laincorporación de la "Economía ci\il" a la enseñanza universitaria», Investigaciones eCOlu)mi­cas, 6 (mayo-agosto. 1978 l, pp. 187 Yss.: M. RL'lZ LAGOS, El escritor Don José SOll1o~a. En·sayo literario sohre su 1 ida .,. SIl ohra. Á. \ila. 1966.

q Cfr. H. lL'RETSCHKE. \'ida. ohra y pensamiento de Alheno Lista. Madrid. 1951: \-1. RL'lzLAGOS. Ilustrados y reformadore.\· en la Baja Andalucía, Madrid. 1974.

85 Cfr. A. DEROZIER. 01'- cit.80 Destacan los proyectos de reforma constitucional animados por el rnercedario de Berga.

Manuel Sala. Cfr. E. \10REl'-REY. El pel!S{/lI1ent il-ilustrat. Barcelona. 1966 y 'u colaboraciónen Vn segle de ¡'ida c(/talana. Barcelona. 1960, t. L

87 «Alguien le lIe\l\ a la Academia de Diseño y Matemáticas. en donde los jóvenes sonenseñados gratis por los Amigos del País. Los mejores autores tales como Condillac, Vol­ney, etc. son leídos aquí desde hace años. y desde hace diez o doce años la juventud esmás liberal, es decir. desde que empezó el influjo de la Revolución francesa». A. GtL No­VALES, Williall1 MacOure. Socialisll1o utópico en Espmla (1808-1840), Barcelona, 1979,p.26.

88 «La Revolución francesa y España. Algunos datos y documentos», Cuadernos deHistoria de Espmla, XXXV-XXXVII196:2J. recogido en Economía e Ilustración en la Es­paña del siglo XI'lII, Barcelona. 1969, pp. 141-/98 Y «España y la Revolución Francesa»,esp. pp. 32-34.

89 Cfr. G. GÓl\IEZ DE LA SERl'A. GOYU y su España. pp. 86 ~ ss.

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en los últimos meses de 17949°. La ideología liberal no emana, importarecalcarlo, de una burguesía en ascenso y no es plenamente equiva­lente91 a mentalidad burguesa: espíritu de trabajo, afirmación radical delos valores «mundanos», utilitarismo, laicismo, obsesión por la ganan­cia... Se ha subrayado así la existencia de una mentalidad burguesa sinburguesía, o, al menos, con una clase burguesa muy débil92. Mas debeconsiderarse que si bien tenemos actualmente un conocimiento acepta­ble del nacimiento y desarrollo del liberalismo español, no ocurre lomismo respecto de la expansión de la mentalidad burguesa. BartoloméBennassar señala, a este respecto, la necesidad de estudiar «des regla­ments de manufactures, d'hospices et des ordonnaces municipales»,por cuanto nos permitirían quizás responder «a l'importante quiestiondu temps de travail entre 1650 y 1840 car elle est significative du pro­grés ou de retard de la mentalité bourgeoise»93. Así, pues, los ideólogosy políticos liberales, una reducida minoría que encontró su oportunidaden 1808, pertenecen, especialmente, como ocurre con los «ilustrados»,no a la burguesía, sino a la pequeña nobleza, «a familias distinguidas»,con mayorazgos o bienes vinculados, aunque hay muchos hidalgos sinpropiedades, por pasar éstas a manos del hermano mayor. Tal será lacondición de los Quintana, Florez Estrada, Alcalá Galiana, BlancoWhite, Martínez de la Rosa, Nicasio Gallego, Argüelles, Foronda,Canga Argüelles, Lista, Muñoz Torrero, etc., con frecuencia juristas,

90 Es el momento de la conspiración de Picomell. Cfr. M. ARTOLA, «La difusión de laideología revolucionaria en los orígenes de liberalismo español», p. 390. Pérez Galdós supodescribir penetrantemente la nueva situación ideológica del país: «En los primeros años delsiglo presente, lo mismo que en los últimos años del anterior, se habían extendido, aunquecircunscritas a muy estrecha esfera las ideas volterianas. La revolución filosófica, tarda y pe­rezosa en apoderarse de la masa general del pueblo, hizo estragos en los tres principales cen­tros de educación, Madrid, Sevilla y Salamanca, y es seguro que las escuelas literarias de es­tos dos últimos puntos, escuelas de pura imitación, no fueron ajenas a este movimiento».Incluso su personaje Martín Muriel, presenta, como observa Femández Montesinos, una sin­gular semejanza -intuición prodigiosa del novelista- con Cañuelo, el editor de El Censor,Cfr. B. PÉREZ GALDÓS, El Audaz. Historia de un radical de antaño, Madrid, 1907, pp. 11 Y ss.,y l.F. MONTESINOS, Introducción a El Censor (1781-1787), Edición, prólogo y notas de E. Gar­cía Pandavene, Barcelona, 1972.

91 Cfr. A. MORALES MOYA, «Los conflictos ideológicos en el siglo XVIII españo1»,pp. 34-35.

92 Cfr. A. DOMíNGUEZ ORTIZ, «Don Leandro Femández de Moratín y la revolución espa­ñola de su tiempo», pp. 222-223; W.J. CALLAGHAM, Honor, Commerce and Industry in Eigh­teenth Century Spain, Boston, Mass., 1972, pp. 43 Yss.

93 L'Homme espagnol: attitudes et mentalités du XVIO siécle au XIX siecle, Paris, 1978,p.198.

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funcionarios públicos, profesores, escaseando los títulos nobiliarios yabundando los clérigos, muchos de ellos de origen hidalgo.

El pensamiento liberal será, en buena medida, un producto de laIlustración94, con la que mantiene una clara continuidad, aunque conuna diferencia fundamentaL fruto de la crisis del «Despotismo ilus­trado»: la intervención del Monarca, «nervio de la reforma», sin la quelos proyecto ilustrados no se podrán llevar a cabo, deja de ser necesariapara la nueva generación liberal en la que empieza a latir el romanti­cismo: «Era la nación la que debía decidir qué cosas debían modifi­carse. Era ella la encargada de poner en marcha esas modificaciones»95.Liberalismo, en ocasiones radical: cabe simbolizarlo en el Abate Mar­chena -«destinado, dice Herr, a pintar con los trazos más agudos ytoscos la tradición liberal que surgía96- o en León de ArroyaL cuyovigoroso panfleto «Pan y Toros», réplica a Forner, culminación de la li­teratura surgida en torno a la polémica sobre España, significa, paraElorza, un «auténtico réquiem de las esperanzas ilustradas»97. Sin em­bargo, como indica Herr, «semejante jacobinismo era excepcional. Mássignificativo era el paulatino avance de la idea de que el poder del mo­narca, por benéfico que aparezca cuando apunta contra las plazas fuer­tes del privilegio, conviene que sea limitado por una Constitución porsi cae en manos de un valido irresponsable»98. La verdadera revolucióndel siglo XVIII, en España, como en Europa, la constituye, pues. <dadestrucción del estado de ánimo necesario para continuar el AntiguoRégimen», producido, especialmente, aunque sin olvidar las especialescircunstancias del país, por los conflictos ideológicos e internacionalesacarreados por la Revolución francesa99. La Constitución de 1812 con­sagrará el cambio político, limitando el poder de la Corona. Mas la de-

9~ Cfr. A. DÉROZIER. «Los orígenes del pensamiento liberal». en La época de la ilustra­ción: el Estado.'" la cultura. 1759-1808... , pp. 913-961 Y Escritos políticos españoles, 1780­1854, selección y prólogo. ~1adrid. 1975. pp. 21 Y ss.

95 C. BL.-\~co AGL·I~.-\G.-\. J. RODRiGLEZ PÜRTOLAS e I. ZAVALA, Historia social de la Li­teratura espaíiola (en lengua castellana), ~1adrid, 1978. IL p. 70. Obras teatrales como Laviuda de Padilla, de Manínez de la Rosa, estrenada en Cádiz en 1812 o. anteriormente, el Pe­layo, de Quintana, protagonizada por Maiquez, en 1805. ilustran este giro decisivo. Cfr. R. AN­moc, Teatro y Sociedad en el Madrid del XVIII, p. 288.

96 España y la Revolución del siglo XVIII, p. 288.97 Véase su proclama «A la nación española», publicada por A. ELORZA, Pan y Toros y

otros papeles del siglo XVIII, Para una visión renovada de ~1archena, cfr. J.F. FUENTES, JoséMarchena. Biografía política e intelectual, Barcelona. 1989.

98 Espmla y la rel'Olución del siglo XI'III, p. 84.99 {bid.. p. 372.

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bilidad de la burguesía implicará, de una parte, la larga persistencia enEspaña del ideario «ilustrado»JOO, y, de otra, supone «dejar el campo li­bre a grupos violentos que, aún siendo minoritarios, imprimieron carác­ter a la vida pública española durante ciertos tiempos de la Edad Con­temporánea» 101. Los innovadores, escribe Marías, «están dispuestosinicialmente a la moderación y a la transacción, pero al responderse aellos con una repulsa total y extrema, que no acepta la mínima transfor­mación -o mejor, confirmación de lo que había perdido toda forma­reaccionan a su vez con irresponsabilidad y extremismo. Y, desde en­tonces, va a predominar en la vida pública española lo negativo, lo po­lémico, el constante subrayado de la diferencia y de la desunión»102.

100 Aunque parezca haber sido arrollada en 1808, 1814-1820,1820-1823, «sin embargo,aun en esos períodos, y posteriormente, se puede rastrear la ideología ilustrada, utópica ya enesa sociedad que se forjaba», G. ANEs, «Coyuntura económica e Ilustración: las sociedadesEconómicas de Amigos del país», p. 10.

101 A. DOMÍNGUEZ ORTlZ, «Retlexiones sobre las dos España», en Hechos y figuras del si­glo XVIII español, pp. 267-268.

102 J. MARÍAS, La España posible en tiempos de Carlos I/l, p. 114.