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El Falansterio (textos selectos)Charles Fourier

Notas introductorias deMario Vargas Llosa

TraducciónJorge Luis Caputo

CorrecciónHernán López Winne

Diseño de tapa e interioresVíctor Malumián

Ediciones GodotColección Exhumacioneswww.edicionesgodot.323.com.aredicionesgodot@gmail.comBuenos Aires, Argentina, 2008

Fourier, Charles El Falansterio (textos selectos) - 1a ed. - Buenos Aires : Ediciones Godot Argentina, 2008.160 p. : il. ; 20x13 cm. ISBN 978-987-1489-05-3

1. Filosofía Crítica. I. Título CDD 844Fecha de catalogación: 19/06/2008

El Falansterio

Ediciones Godot | Colección Exhumaciones

notas introductorias de mario vargas llosa

mapa original del falansterio

charles fourier

(textos seleccionados)

ÍNDICE

ACLARACIÓN SOBRE ESTA EDICIÓN. . . . . . . . . . 05

Por Hernán López Winne

NOTAS INTRODUCTORIAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 09

Por Mario Vargas Llosa

EL NUEVO MUNDO INDUSTRIAL

O MÉTODO SOCIETARIO NATURAL

Primera Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

Segunda Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

Tercera Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

DISPOSICIONES DE LA FALANGE DE ENSAYO

Preparativos en material y personal.

Admisión e intalación sucesiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

Distribución de los cultivos en tres órdenes . . . . . . . . . . . . . 103

Planos del falansterio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110

Distribución unitaria de los edificios . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112

Distribución en escala compuesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118

Acuerdos intencionales sobre la repartición . . . . . . . . . . . . 121

Del acuerdo intencional por los goces materiales . . . . . . . . 121

Del acuerdo intencional por

el atractivo de mecanismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

I Doble prodigio en riqueza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

II Doble prodigio en salud. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

III Doble prodigio en economía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136

Del acuerdo intencional por las tres

unidades materiales, afectuosas y mecánicas. . . . . . . . . . . 139

El equilibrio de población. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145

Fundaciones aproximativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153

7El Falansterio - Charles Fourier

La selección de textos de Charles Fourier quedecidimos publicar surge de una lectura intensa desus ideas, expuestas en un voluminoso compendiode más de quinientas páginas, titulado original-mente El nuevo mundo industrial y societario. Elpensamiento de Fourier, quizás el socialista utópi-co que más detalles y métodos presentó para llevarel mundo a la justicia, la igualdad y la felicidadarmónicas, sería imposible de abarcar en un sololibro. Nuestra pretensión como editores es brin-dar una muestra cabal de los aspectos que, a nues-tro juicio, resultan más interesantes de su pro-puesta para cambiar lo que él denominaba “civili-zación”, que era equivalente al vicio, la injusticia,el comercio vil, por lo “societario”, la vida armó-nica, asociada a la felicidad, el amor libre y el tra-bajo comunitario.

La presente edición ofrece al lector la posi-bilidad de encontrarse con los principios enuncia-dos por Fourier para la formación de falansterioso falanges, construcciones básicas para la vidasocietaria, en las cuales las distintas clases deberí-an interactuar, trabajar, y llevar adelante comuni-dades mínimas, de 1.800 personas cada una. Como

aclaración al lector

Hernán López Winne

afirma Mario Vargas Llosa en la introducción, elsueño de Fourier de encontrar un mecenas parafinanciar su proyecto y construir un mundo defalanges en interacción no fue posible. Pero supensamiento sigue vigente, para reflexionar sobrelas formas en las cuales podríamos aspirar a unamejor vida en sociedad.

Queremos dejar nuestro agradecimiento aJorge Luis Caputo por su trabajo de traducción,que sabemos fue arduo por la gran cantidad detecnicismos utilizados por Fourier, así como tam-bién por su estilo abigarrado de escritura.

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I. El visionario tranquilo

Entre los inventores de sociedades perfectas del sigloXIX —una rama ideológica y política de la ficciónno menos fecunda que la literaria— no hay nadiecomparable a Charles Fourier en su desmesuradaambición de transformar de raíz la sociedad y elindividuo, de crear un sistema que por su flexibili-dad y sutileza fuera capaz de integrar de maneraarmoniosa la casi infinita diversidad humana y dediseñar un mundo en el que no sólo cesara la explo-tación, desapareciera la pobreza y reinara la justicia,sino, sobre todo, en el que hombres y mujeres fue-ran felices y pudieran gozar de la vida. Este solterónprovinciano pasó buena parte de sus 65 años ejerci-tando mediocres empleos de agente viajero, comisio-nista y cajero de establecimientos comerciales yescribiendo voluminosos ensayos que poca genteleyó, que todavía menos entendió y que incluso suspropios discípulos a menudo malinterpretaron y cen-suraron, espantados con las audaces reformas queproponía. Todavía hoy, 175 años después de su muer-te, es mucho lo que se ignora de su vida y de su obra,pese a la edición de Obras completas de Anthropos de

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Extemporáneos - C. Fourier (1772-1873)

Mario Vargas Llosa

1967/ 1968 (que no lo son), así como de su correspon-dencia y el testimonio de sus contemporáneos. Estaoscuridad no es casual: el pensamiento de Fourier,antiacadémico, torrencial, confuso a veces, y de uninconformismo que lindaba en ciertos momentos conla extravagancia y la locura, es difícil de sintetizar, y deasimilar a la corrección política, por lo que sigueencarnando, todavía en nuestros días, ese écart abso-lue (apartamiento o distancia total) que se jactaba derepresentar.

Fue un hombre genial, un soñador desmesura-do, en el que coexistían un intuitivo lúcido que vio,antes que ningún otro utopista de su tiempo, que elproblema de la infelicidad humana era más importan-te y más vasto que la injusticia social y la falta de liber-tad (aunque aquél no se resolvería sin que se resolvie-ran también éstos) y que su solución pasaba por laliberación del amor, el sexo y las pasiones de las cami-sas de fuerza que les habían impuesto las religiones, lamoral y la hipocresía de los gobiernos, con un enlo-quecido forjador de nomenclaturas, esquemas, divi-siones y subdivisiones, laberínticas y artificiosas telasde araña en las que creyó, con seguridad pasmosa einfantilismo patético, haber aprisionado todos lossecretos del hombre, la sociedad, las relaciones huma-nas, las instituciones, la cultura, y ser un nuevoNewton, que, como éste al descubrir la ley de grave-dad, había descubierto la ley primera y fundamental dela vida, a la que llamó la ley de la Atracción o de lasSeries Apasionadas, piedra miliar de la recreación utó-pica de la sociedad que lo ocupó todos los instantesque no estuvo obligado a dedicar en su vida a las odio-sas ocupaciones alimenticias en el campo del comercio.

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Nunca ha sido tomado muy en serio por losfilósofos, sociólogos, ideólogos y pensadores políti-cos, más bien como una vistosa y excéntrica figura,una rareza antes que un pensador serio, salvo, acaso,por André Breton, que le dedicó su más hermosopoema (“Oda a Charles Fourier”), pero, ¡ay!, el serreivindicado y adoptado por los surrealistas ha con-tribuido tal vez al malentendido que lo acompañacomo su sombra, pues refuerza la idea de que habíaen Fourier más un soñador, un poeta, un artista, quelo que él creía ser: un científico que, valiéndose de laobservación y de conocimientos matemáticos, llegóa desvelar con lujo de detalles y precisión algebraicael secreto plan elaborado por el Creador para que lafelicidad se entronizara por fin sobre la tierra yalcanzara a todos los seres humanos sin excepción.

Si le hubieran preguntado cómo se definiría,Fourier hubiera dicho: inventor. O, en sus momen-tos de modestia, que alternaban con otros de vani-dad y egolatría, descubridor. Le gustaba compararsecon “esos juiciosos navegantes, Vasco de Gama yColón, que comprendieron que, para abrir nuevasvías y nuevos continentes, era preciso aventurarsepor los mares donde nadie había osado navegar”.

Nunca fue ateo ni agnóstico —a diferencia deotros utopistas, como Owen o Marx— sino un rigu-roso creyente en la existencia de un Ser Supremo, unadivinidad que habría elaborado un cuidadoso planpara hacer posible la dicha humana, pero que, hastaFourier, los hombres habían sido tan ciegos, estúpi-dos u ociosos para no descubrir y aplicar. Él fue elpredestinado mortal a quien cupo desvelar por fin elprograma trascendente que haría de la tierra un para-

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íso. Esta creencia estaba tan enraizada en Fourier queno vaciló en afirmar cosas como ésta:

Yo sólo he confundido veinte siglos deimbecilidad política, y a mí solo debe-rán las generaciones presentes y futu-ras la iniciativa de su inmensa felici-dad. Antes de mí, la Humanidad per-dió muchos miles de años en lucharlocamente contra la Naturaleza; yofui el primero en ceder ante ella, estu-diando la Atracción, órgano de susdecretos. Ella se dignó entonces son-reír al único mortal que le habíaechado incienso. Y me libró todos sustesoros. Poseedor del libro de los des-tinos, yo vengo a disipar las tinieblaspolíticas y morales y sobre las ruinasde las ciencias inciertas elevo laTeoría de la Armonía Universal.

Frases así parecen las jactancias de un alocadomegalómano; pero ellas no deben ser aisladas del restode una vida entregada con admirable constancia, ycasi siempre en soledad y rodeada de incomprensióny fracasos, a desarrollar un sistema social, moral, eco-nómico y amoroso, que acabara con la desdichahumana en todas sus formas y pusiera al alcance detodos la particular clase de dicha que ambicionaban.No hay otro utopista, en la vasta tradición de inven-tores y visionarios de sociedades perfectas, que seesforzara tanto como Fourier en concebir un modelode convivencia que permitiera coexistir sin represio-

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nes ni exclusiones todas las innumerables variedadesde tipos y psicologías, sueños, deseos, manías y ano-malías que caracterizan la fauna humana.

La monotonía, rutina y mediocridad de la vidade ese oscuro agente viajero, comisionista de paños,cajero y pasante comercial que vivió siempre a tresdobles y un repique, ofrece un notable contraste conel lujo y la frondosa riqueza de su pensamiento, quese proyecta, animado por una curiosidad universalque recuerda la de los grandes humanistas delRenacimiento, por todos los dominios y disciplinasdel quehacer humano, a los que, según su Teoría,vinculaba en un todo unitario la secreta ley de laAtracción. Esta Teoría lo abarca todo: la arquitectu-ra, la gastronomía, la agricultura, la educación, lamúsica, la logística militar, la astronomía, la matemá-tica, la analogía, todas las pasiones humanas, el sexoy el amor, disciplinas sobre las que Fourier meditó,escribió, en las que creyó encontrar vetas secretas yafinidades que las emparentaban y sobre las quelegisló, a veces de manera disparatada y absurda, y, aveces, como en el caso del sexo, con una penetracióny lucidez que anticipan en más de medio siglo losrevolucionarios descubrimientos de Freud.

La sociedad perfecta de Fourier debía irse eri-giendo gradualmente y de manera voluntaria y pací-fica —odiaba la violencia por encima de todas lascosas, tal vez porque había visto de cerca y padecidoen carne propia los estragos jacobinos del Terror en1793— mediante la constitución progresiva deFalansterios —que llamó, también, Falanges,Remolinos o Tribus—, pequeñas unidades de tres-cientas a cuatrocientas familias (unas mil ochocientas

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personas) que reemplazarían a la familia como la ins-titución básica de la organización social. ElFalansterio no obedecía a un patrón único, que sereproduciría sin término. Todo lo contrario: seríanfuncionales y diversos, en razón de las afinidades ydenominadores comunes de las psicologías, idiosin-crasias, vocaciones y aptitudes de sus miembros —lasSeries de Grupos según su nomenclatura—, de mane-ra que cada falansteriano se sentiría en su Falansterioen un medio ambiente estimulante, grato, afín, por lacomunidad de intereses, rasgos y ambiciones con losotros miembros, lo que convertiría el trabajo en unadiversión y un placer, y dueño siempre de su libertad,pues el ingreso o retiro del Falansterio estarían siem-pre librados a su soberana libertad. ¿Hubiera sidoposible una organización social tan libérrima?Fourier no consiguió nunca, pese a sus denodadosesfuerzos, que se estableciera un Falansterio piloto—nunca consiguió el mecenas que se lo financiara—, pero los intentos que llevaron a cabo sus discípulos(rebajando mucho las ideas de Fourier para no escan-dalizar demasiado al establishment) fracasaron demanera tan dramática que no es arbitrario suponerque, llevada a la práctica, la “revolución societaria ofalansteriana” en vez de lograr el orden pacífico ydichoso que él soñó se hubiera desintegrado en laanarquía, o degenerado en un sistema represor, elúnico que hubiera evitado su disolución.

Charles Fourier nació el 7 de abril de 1772 enBesançon, en un medio católico y tradicional. Supadre era un acomodado comerciante de tejidos. Fueel último de los cuatro hijos de Charles Fourier y deMaría Muguet; sus tres hermanas, Marie, Lubine y

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Sophie (esta última se casaría con Anthelme Brillat-Savarin, el célebre autor de la Fisiología del gusto).Hizo estudios clásicos en el colegio de Besançon,como un estudiante muy brillante, que destacó enmúsica, matemáticas y latín, aunque de una persona-lidad bastante singular. Por ejemplo, a los siete años,temeroso de pecar por omisión, se confesó ante elcura de todos los pecados imaginables, incluso de laLujuria (palabra que no sabía qué quería decir). Supadre murió en 1781, cuando Charles tenía apenasnueve años. En el testamento, aquél especificó que elniño sólo recibiría la parte de la herencia que lecorrespondía si dedicaba su vida a continuar con eltrabajo familiar. Esta disposición tendría el efecto deun vaticinio trágico pues, pese a sus esfuerzos,Fourier no consiguió liberarse nunca del comercio, alque de un modo u otro estuvo esclavizado todo elresto de su vida. Según su biógrafo Lehuck, niñotodavía juró odio eterno al comercio. Y, en su Teoría,lo consideró un quehacer “parasitario”, despreciable,pues no creaba riqueza ni contribuía a aumentar laproducción, sino a encarecerla, especulando con ellaal trasladarla de los productores a los consumidores.

La muerte del padre frustró su sueño de seguirestudios superiores (quería entrar a la escuela deingenieros militares de Méziers). Por eso, fue unautodidacta, con sólo un paso fugaz por laUniversidad de París, en 1800, donde siguió un cursode matemáticas. Nunca se casó, y aunque Lehuckasegura que tuvo amantes, éstas fueron muy esporá-dicas o discretas o no existieron, pues la verdad esque en las escasas e insuficientes biografías escritassobre él no aparece una sola liaison femenina que

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parezca haber ejercido alguna influencia, o habertenido una mínima estabilidad, en la vida de Fourier.

Esta vida transcurrió, sobre todo, uncida aestablecimientos comerciales diversos, en Besançon,Burdeos, Rouan, Marsella, Lyon, y en París, comocontador, pasante de libros, agente vendedor, corre-tista o cajero, y también como representante viajero,lo que le permitió, desde joven, recorrer muchas ciu-dades de Francia y de Europa.

En 1789, cuando la Gran Revolución conmo-vió todos los cimientos de Europa, tenía diecisieteaños. En un primer momento, no parece haber afec-tado su vida, absorbida por sus ocupaciones en elmundo de los negocios, y sus lecturas copiosas sobretodas las materias —su curiosidad era oceánica— alas que dedicaba todos sus momentos libres. Desdemuy joven tuvo fama de huraño y solitario, de vidaalgo hosca y secreta, aunque en una época, frecuen-tó, en Besançon, Le Vieux Coin, una taberna dondehacía tertulia con un grupo de amigos, algunos de loscuales se convertirían luego en promotores de susideas y lo ayudarían con la publicación de sus libros.

Con el régimen del Terror, en 1793, sufrió unaexperiencia traumática, acaso la más dura de toda suexistencia, un hecho que tendría efecto sobre susteorías sociales, a las que trató de vacunar contratoda forma de violencia. Este episodio originó supacifismo, o lo reforzó, pues fue leal a él a lo largo detoda su vida. Nunca admitió la idea de que la refor-ma de la sociedad debía hacerse mediante la violen-cia, ni, tampoco, que el individuo fuera forzado porel Estado a actuar de determinada manera paralograr la felicidad. La revolución de Fourier debía

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ser gradual, pacífica, impulsada por el ejemplo o lapersuasión o el contagio y en ella el ciudadano —hombre o mujer— debía gozar de la más estrictalibertad para aceptar o rechazar las reformas en mar-cha. Este aspecto no coercitivo, no violento, es unode los rasgos más propios y simpáticos del espíritulibertario de Fourier.

¿Cuál fue el episodio de 1793? La ciudad deLyon, declarada rebelde por el Comité de SaludPública, quedó sitiada por las tropas de laConvención. Fourier, de veintiún años, fue enroladoen las fuerzas militares lionesas en rebeldía. Luego dedos meses, las tropas convencionales entraron enLyon el 9 de octubre de 1793, practicando ferocesrepresalias contra los insumisos. Fourier se libró demilagro de ser guillotinado, pero todos sus bienes—hacía poco había invertido su parte de la herenciapaterna comprando productos procedentes de lascolonias francesas— fueron confiscados y quedóarruinado. Esta experiencia —por la que pasó breve-mente por la cárcel— marcó su visión crítica de laGran Revolución y su rechazo de Robespierre, deljacobinismo y de toda acción violenta. Su adhesión alpacifismo fue tan intensa que lo llevó, en su visión dela futura sociedad, a concebir barrocos y complicadossistemas para garantizar un espacio en el que todas lasfantasías, manías y extravagancias humanas tuvierancabida y no fueran rechazadas ni perseguidas.

En el año 1797 elaboró un plan de moderniza-ción de la defensa nacional y viajó a París a presen-tarlo al Directorio; pero éste, agradeciéndole elesfuerzo, le dio con la puerta en las narices. Fue elprimero de una larga cadena de fracasos en sus

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empeños para servir a su sociedad y hacer aceptarsus innumerables planes de reforma social.

En 1799, en Marsella, fue testigo y protagonis-ta involuntario de un hecho que lo horrorizó. Pororden de los jefes de la firma en la que trabajaba,debió participar en la destrucción de un cargamentode arroz que sus patrones habían dejado pudrirse,para impedir que cayeran los precios. Que por razo-nes especulativas se procediera así, en un mundodonde millares de familias se morían de hambre, afec-tó profundamente el espíritu de este hombre sensibley atizó su búsqueda de fórmulas para crear una socie-dad diferente, no envilecida por el espíritu de lucro.

Este mismo año, 1799, fue, según el propioFourier, el del gran descubrimiento, el punto de par-tida de su teoría de “la unidad universal”, es decir dela tupida red de afinidades secretas que, en la aún nodescubierta trama del Creador, unía los seres y lascosas para forjar un mundo coherente donde fueraposible la felicidad para todos los seres humanos.

Sus primeros escritos publicados son de 1803y 1804, una serie de artículos que aparecieron en unboletín de Lyon, sobre la “Armonía universal” —elprimer esbozo de la doctrina societaria— y unoscomentarios de política internacional.

Su primer libro, la Teoría de los cuatro movi-mientos, sólo apareció cuatro años más tarde, en1808. Por razones misteriosas, fue publicado demanera anónima y con una indicación de origen falsa(Leipzig en vez de Lyon). Pese a los esfuerzos delgrupo de amigos de Le Vieux Coin para que el librofuera comentado y leído, la obra pasó totalmenteinadvertida, lo que parece haber causado una gran

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frustración a su autor. Sólo publicaría su siguientelibro catorce años más tarde. Pero eso no significaque en el intervalo no siguiera leyendo, investigandoy escribiendo sin tregua, espoleado por su curiosi-dad infinita y su voluntad reformadora de todas lasinstituciones y en todos los órdenes.

En 1812 murió su madre, que le dejó unapequeña renta vitalicia. Al parecer, durante el breví-simo retorno de Napoleón, luego de su fuga de la islade Elba en 1815 (los Cien Días que terminaron conla derrota de Waterloo) tuvo un cargo relativamenteimportante en la alcaldía de Lyon. Entre 1816 y1820, Fourier vive retirado, en el campo, en lapequeña localidad de Talissien, pueblo de Bergeydonde su familia poseía tierras. En esos añoscomienza la redacción de sus manuscritos, entreellos el Tratado de la asociación doméstico-agrícola,el segundo de sus libros, que sólo aparecerá en 1822.

Pero, acaso, lo más importante que le ocurreen esos años oscuros, en el Bergey, mientras vivíaentre Talissien y Belley, son las curiosas y misterio-sas relaciones con sus sobrinas, dos hijas de una desus hermanas, Marie, a las que por lo visto sorpren-dió entregadas a la licencia y a los excesos sexuales(por ejemplo, compartiendo las caricias de un mismogalán). Lo que conocemos de esta relación es muyvago, algo que debe ser reconstruido a base de muybreves testimonios que sobrevivieron a la censura defamiliares y discípulos de Fourier, que no vacilaronen suprimir, censurar y sin duda destruir muchosdocumentos que consideraban excesivamente osa-dos en materia amorosa.

Lo importante es que de aquellas experiencias

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con las dos audaces y libérrimas sobrinas —las que,según confesión del propio Fourier, se burlaban de élpor no participar en sus fiestas sexuales— nacióacaso el aspecto más original, audaz y vigente delpensamiento de Fourier: el relativo a la libertadsexual, su diseño de un modelo de sociedad en la queel amor pudiera ejercitarse sin ningún género de cor-tapisas para producir la felicidad general. El librodonde Fourier expuso esta teoría, Le nouveaumonde amoureux (El nuevo mundo amoroso) per-maneció oculto, pues el discípulo que heredó elmanuscrito, Victor Considérant, no se atrevió apublicarlo (sin duda, hubiera sido censurado por lamoral puritana reinante tanto bajo el reinado deLouis Philippe como en el de Louis Bonaparte) ysólo apareció más de un siglo después, ¡en 1967!

Pese a la escasa, para no decir nula, repercu-sión de sus libros, Fourier no perdió nunca la espe-ranza de que sus ideas reformadoras acabaran porimponerse. Enemigo de toda acción violenta, su ideade la “revolución societaria” era la siguiente: unhombre con recursos económicos o poder político,seducido por sus ideas, financiaría el primerFalansterio piloto. El éxito de esta pequeña sociedadperfecta, la convertiría en una semilla de la que iríangerminando, por contagio, otros Falansterios, queirían extendiendo la revolución societaria al conjun-to de la sociedad. De acuerdo a este plan, desde 1822más o menos, Fourier empezó a buscar al “candida-to”, es decir el mecenas ilustrado que, seducido porla filosofía societaria, invertiría lo necesario en la cre-ación del primer Falansterio. Esta búsqueda lo llevóa enviar cartas y propuestas a la más heterogénea

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colección de personas, empezando por el propioLouis Philippe, o el Doctor Francia, el tirano deParaguay, y siguiendo por Lady Byron o el empre-sario y reformador utópico escocés Robert Owen, aquien ofreció trabajar a sus órdenes en la colonia deNew Lanark si aceptaba sus teorías. Otros candida-tos en los que pensó fueron: Bolívar, Chateaubriand,George Sand, el presidente Boyer de SantoDomingo y el príncipe Boyardo Scheremetou.Según un testimonio de Béranger, que lo conoció ylo admiraba, once años antes de morir, es decir en1826 o 1827, Fourier publicó en la prensa de París unaviso anunciando que todos los días estaría en sucasa de Saint-Pierre, en Montmartre, al mediodía,para recibir y dar todas las explicaciones del caso alhombre ilustrado dispuesto a invertir un millón defrancos en la creación del primer Falansterio. YBéranger añade que la fe en la buena entraña del serhumano que alentaba Fourier era tan grande, que losonce últimos años de su vida nunca dejó de remon-tar la colina de Montmartre, rumbo a su modestacasita de la rue Saint-Pierre, para esperar a aquelmecenas que nunca llegó.

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