El Godínez

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El Godínez El mexicano se rige por la ley del menor esfuerzo. ¿Trabajar? PfffQue trabajen los jodidos. Madre míaSi no fuera porque de verdad me dan vergüenza este tipo de personas, les pegaría con la parte trasera de mi mano tremendo cachetadón que se acordarán de mi al menos una semana. Sólo para que aprendan que trabajar te trae la felicidad y el autorreconocimiento que tanto necesitamos ¡Caramba! Es que no respetan a la gente que se parte el lomo todos los días para sacar adelante a su persona, o, si la cigüeña y Cupido ya cumplieron su trabajo, a su esposa y a su prole. Ese héroe nacional trajeado que lucha por un país mejor, que siempre está al tanto de lo que pasa en su país, y ante tantas noticias en el periódico dice: Pinche gobierno, por eso está que nos lleva la fregada. Esta gente tiene tan grandes ganas de superarse, que siempre rezaga la hora de levantarse. Aprieta en el despertador el snooze varias veces en un intento por superar su record de llegar media hora tarde a su trabajo, y además, con plena advertencia y amenaza de su jefe: Mejía, si vuelve a llegar tarde, será mejor que se vaya enfriando, porque se va a ir de patitas a la calle. Y es que es un gran esfuerzo levantarse a las 6:30 de la mañana con sábanas que parecen piedras sobre el Pípila. Además, para darse una mojada en la regadera con agua fría, pues le acaban de cortar el agua por exceso de pago, o al menos eso dice él a sus compinches en el trabajo. Sale de bañarse, se seca, se pone guapo con su traje que se compró en el Suburbia más cercano, y baja a desayunar. Agarra su cartera, sus llaves, su tarjeta del metro y su taza de café, porque ya se le hace tarde, y ni tiempo de lavarse los dientes le va a dar. Quiere llegar antes de las 8 al metro, porque de verdad es una vil chinga tratar de entrar a un vagón cuando 40 personas quieren entrar y otras 50 quieren salir al mismo tiempo desde una misma puerta. Maldita hora pico. ¿Por qué no puede entrar más tarde o más temprano? ¿A huevo tienen que ser a las 9? Quetzales Mejía Rosales Juan Daniel 28/04/2015 Crónica de personaje mexicano del S.XXI

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Una resemblanza de un carácter típico de la Cd. De México.

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El Godínez

El mexicano se rige por la ley del menor esfuerzo. “¿Trabajar? Pfff… Que trabajen

los jodidos”. Madre mía… Si no fuera porque de verdad me dan vergüenza este

tipo de personas, les pegaría con la parte trasera de mi mano tremendo

cachetadón que se acordarán de mi al menos una semana. Sólo para que

aprendan que trabajar te trae la felicidad y el autorreconocimiento que tanto

necesitamos

¡Caramba! Es que no respetan a la gente que se parte el lomo todos los días para

sacar adelante a su persona, o, si la cigüeña y Cupido ya cumplieron su trabajo, a

su esposa y a su prole. Ese héroe nacional trajeado que lucha por un país mejor,

que siempre está al tanto de lo que pasa en su país, y ante tantas noticias en el

periódico dice: “Pinche gobierno, por eso está que nos lleva la fregada”.

Esta gente tiene tan grandes ganas de superarse, que siempre rezaga la hora de

levantarse. Aprieta en el despertador el snooze varias veces en un intento por

superar su record de llegar media hora tarde a su trabajo, y además, con plena

advertencia y amenaza de su jefe: “Mejía, si vuelve a llegar tarde, será mejor que

se vaya enfriando, porque se va a ir de patitas a la calle”.

Y es que es un gran esfuerzo levantarse a las 6:30 de la mañana con sábanas que

parecen piedras sobre el Pípila. Además, para darse una mojada en la regadera

con agua fría, pues le acaban de cortar el agua por “exceso de pago”, o al menos

eso dice él a sus compinches en el trabajo. Sale de bañarse, se seca, se pone

guapo con su traje que se compró en el Suburbia más cercano, y baja a

desayunar.

Agarra su cartera, sus llaves, su tarjeta del metro y su taza de café, porque ya se

le hace tarde, y ni tiempo de lavarse los dientes le va a dar. Quiere llegar antes de

las 8 al metro, porque de verdad es una vil chinga tratar de entrar a un vagón

cuando 40 personas quieren entrar y otras 50 quieren salir al mismo tiempo desde

una misma puerta. Maldita hora pico. ¿Por qué no puede entrar más tarde o más

temprano? ¿A huevo tienen que ser a las 9?

Quetzales Mejía Rosales Juan Daniel

28/04/2015 Crónica de personaje

mexicano del S.XXI

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En fin, después de la larga travesía en pesero hasta su metro más cercano (que

le queda a media hora de su casa), y de pelearse con un señor al son de: -Cabrón,

no me empujes. -Pues tú wey, me estás arrimando el camarón.- ‘Tas pendejo.

Haste’ pa’llá. -Ni madres…

Entra al vagón, quedando con el cachete embarrado en la puerta y con el codo (o

lo que quiere creer que es un codo) enterrado en la espalda. “Pinches jodidos”

piensa, “mejor cómprense un carro, así ya no estamos tan apretados”… después

recuerda que a él no le alcanza la quincena como para comprar uno, y el

pensamiento desaparece de su mente, más que nada por salud mental. Y ese

pensamiento se ve desplazado por otro: “Cómo odio los lunes”.

Sale del metro y se dirige al edificio donde trabaja. Va a llegar 15 minutos antes de

los esperado... ahora sólo va a llegar hora y cuarto tarde a la junta. Pensó que

iban a ser 2 horas. Va corre y corre, sudando la gota gorda. Y entre paso y paso,

se le cae su celular Android al charco. “¡Me lleva! Tanto que me costó pagarlo en

el Elektra y ya valió”. En fin, recoge su celular mojado, y sigue caminando con la

misión de ir a conseguir arroz en el comedor de la oficina y ponerlo ahí.

Llega a la oficina, y su jefe le da la misma cantaleta de siempre. Ya se la aprendió

de memoria. Incluso, entre sus compañeros, lo imitan haciendo caras graciosas y

voces chillonas. Claro, eso cuando no está, porque necesitan de su dinero para

irse de “combebio” el Viernes con el bailecito de “Gracias a Dios que…”, y con la

firme esperanza que ese día caiga cerca del 15 o del 30.

Entre las 3 o las 4 de la tarde es su hora de escap… digo, hora de comida, que

literalmente sólo es una hora. Sus amigos/compañeros le dicen “Juan, vamos a ir

con Doña Queta, la de las garnachas de la esquina, ¿vienes?”. Y Juan sólo se ríe:

“No, gracias, Urquidi. Mi vieja me puso comida, aquí traigo el tóper”. “Chale,

pinche mandilón. Bueno, está bien, quédate con tu Tupergüare. Nomás no lo

vayas a perder, no te vayan a pegar”. Y lo que más le dolía es que era cierto.

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Como a las 5 empieza a pensar que es la cuenta regresiva para poder largarse a

su casa y quitarse hasta los calzones acostándote en su sillón. Lo malo, es que

tendrá que atravesar otra vez el metro, el pesero y todo lo demás.

Pero todo eso vale la pena cuando el gran héroe nacional, incluso hasta mundial,

recibe su recompensa. Una recompensa digna de su trabajo, honradez, valentía y

serenidad: un salario de 8,000, repartido entre la luz, el gas, el cable que no sabe

porque contrató si sabía que no le alcanzaba, la colegiatura de los niños, y, si le

queda algo, pues pa’ irse con sus amigos. A final de cuentas, sólo le dice a su

mujer: “Mira Bartola…”.

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Disculpa el dibujo… pero esa era la idea…