El Hispanismo Anglosajón Ante La Guerra Civil Española

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    El hispanismo anglosajn y la Guerra Civil Espaola

    Sebastiaan Faber (Oberlin College, EE.UU.)

    En junio de 1937, elHeraldo de Aragn public una carta abierta de Miguel Artigas

    dirigada a los hispanistas del mundo, en la que el antiguo director de la Biblioteca

    Nacional ahora adicto al bando rebelde denunciaba la destruccin del patrimonio

    cultural espaol por parte de los rojos:

    Qu impresin de espanto vais a sufrir si visitis esas ciudades que han sido o

    son rojas, vosotros, los que formis la familia de los hispanistas Huntington,

    Croce, Farinelli, Fitz-Gerald, Coster [sic], Espinosa, Schevill, Martinanche,

    Thomas, el de Londres y el de Bruselas; Vossler, Pfandl y tantos otros, cuando

    vengis a visitarnos, a continuar vuestros estudios en esta nuestra segunda patria!1

    Sin embargo les aseguraba Artigas a los profesores, no todo estaba perdido:

    La Espaa liberada, donde no pusieron los pies las hordas segua siendo la Espaa de

    siempre, vuestra Espaa. Pero, eso s, esa Espaa verdadera, la Espaa que vosotros

    conocis y amais necesitaba de la ayuda de sus buenos amigos eruditos. De ah que

    Artigas les instara a los hispanistas a expresar su apoyo a la causa nacional, si no con su

    presencia fsica en el territorio nacional, al menos por medio de una espiritual

    adhesin.

    1Artigas Ferrando, Miguel. Clamor de infortunio. A los hispanistas del mundo.Heraldo de Aragn (5

    June 1937).

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    Naturalmente, la respuesta republicana no se hizo esperar. La Junta de Tesoro

    Artstico se apresur a publicar un folleto que negaba, una por una, las acusaciones de

    Artigas. Toms Navarro Toms, sucesor de Artigas en la Nacional, redact, a su vez, una

    carta abierta al hispanismo internacional en la que aseguraba que la Repblica no slo

    estaba protegiendo el patrimonio cultural, sino que las colecciones estatales se haban

    enriquecido enormemente gracias a la incorporacin de los archivos y colecciones que

    estaban en manos de la aristocracia y de la Iglesia, antes dispersos e inaccesibles. No

    son cenizas ni escombros lo que los hispanistas necesitarn estudiar, escriba, sino

    abundantes materiales vrgenes que no han tenido nunca ante su vista

    2

    .

    No se sabe qu efecto tuvieron estas cartas, si es que tuvieron alguno; de todos

    modos, muy pocos hispanistas se atrevieron a viajar a Espaa entre 1936 y 1939. Retrica

    aparte, sin embargo, las cartas de Artigas y Navarro plantean un asunto que,

    curiosamente, apenas se ha estudiado: qu hacen los hispanistas extranjeros cuando

    estalla la Guerra Civil? Es bien conocido el enorme inters que suscita la guerra en los

    medios intelectuales de todo el mundo occidental; tambin es verdad que la mayora de

    los extranjeros que, a partir del verano de 1936, se expresaron en pblico sobre la guerra,

    saban bien poco de Espaa. Pero cmo reaccionaron los expertos hispanistas, la

    comunidad de estudiosos ingleses, norteamericanos, alemanes, franceses, belgas,

    2Proteccin del tesoro bibliogrfico nacional. Rplica a Miguel Artigas.Valencia: Junta Central del

    Tesoro Artstico, 1937. Navarro Toms, Toms.A los hispanistas del mundo. A Message to American

    Teachers of Spanish. New York: Spanish Information Bureau, 1937. Sobre el debate acerca de la

    destruccin del patrimonio artstico, que antecede el estallido de la guerra, vase el catlogo de una

    exposicin de 2003 en el Museo del Prado (Isabel Argerich y Judith Ara (eds.),Arte protegido: memoria de

    la Junta del Tesoro Artstico durante la Guerra Civil, Madrid: Instituto del Patrimonio Histrico Espaol:

    Museo Nacional del Prado, 2003; Jos Alvarez Lopera,La poltica de bienes culturales del Gobierno

    Republicano durante la Guerra Civil espaola, Madrid: Ministerio de Cultura, Centro Nacional de

    Informacin Artstica, Arqueolgica y Etnolgica,1982; y Alicia Alted Vigil, Poltica del nuevo estado

    sobre el patrimonio cultural y la educacin durante la guerra civil espaola, Madrid: Ministerio de

    Cultura, Centro Nacional de Informacin Artstica, Arqueolgica y Etnolgica, 1984.

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    holandeses e italianos que haban dedicado su vida a una lengua y a una cultura que no

    era la suya, y por las que que, en su mayora, sentan una gran afeccin?3Sin duda la

    guerra les caus gran ansiedad y confusin: debe de doler no poco el tener que presenciar

    la autodestruccin de un pas amado, sin contar con que los hispanistas tenan muchos y

    buenos amigos entre la intelectualidad espaola.

    Cabe suponer que el estallido de la guerra les coloc en una situacin difcil, y no

    slo por sus conexiones personales. En verdad, los acontecimientos violentos en la

    Pennsula apelaban, por lo menos, a tres facetas diferentes de su condicin de hispanista.

    Como eruditos objetivos, desinteresados y desapasionados tal vez les pareciera que

    no les convena participar en los debates apasionadamente polticos que suscitaba la

    guerra. Como hispanfilos, sin embargo, amigos y amantes de lo espaol no podan

    por menos que sentir temor, ira, dolor, y un deseo de salir en defensa de su pas querido.

    Finalmente, la guerra tambin debe de haber apelado a su condicin de ciudadanos,

    imponindose, como a muchos otros intelectuales, el imperativo moral de tomar posicin

    ante lo que estaba ocurriendo en la Pennsula. Qu hacer, pues?

    El tema es, desde luego, enorme; en esta breve nota me limitar a un breve

    panorama de la reaccin entre los hispanistas universitarios de Reino Unido y Estados

    Unidos. Mis investigaciones4indican que, en primera instancia, reinaba la confusin;

    3Desde luego, los trminos de hispanista e hispanismo son notoriamente vagos y pueden referirse tanto

    a aficionados de las cosas de Espaa como al cuerpo de eruditos universitarios que se dedican alestudio de la historia y cultura espaolas. Aqu me refiero como Artigas en su artculo a los ltimos.

    Sobre la evolucin del trmino de hispanismo, vase Richard L Kagan, Introduction, en Spain in

    America: The Origins of Hispanism in the United Status, Urbana and Chicago: U of Illinois P, 2002, pp. 1-

    20; Sebastiaan Faber, La hora ha llegado: Hispanism, Pan-Americanism, and the Hope of

    Spanish/American Glory (1938-1948), enIdeologies of Hispanism, ed. Mabel Moraa, Nashville:

    Vanderbilt, 2005, pp. 39-79.

    Faber, y elMapa del hispanismo editado por Aurora Egido (Madrid: Fundacin Garca Lorca, 2003).4Estoy preparando un libro sobre el tema, tituladoAnglo-American Hispanists and the Spanish Civil War:

    Hispanophilia, Commitment, Discipline.

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    pero tambin que la guerra sirvi para resaltar importantes tensiones inherentes al

    hispanismo como disciplina acadmica; y que, en la prctica, los hispanistas reaccionaron

    de formas muy diversas. En trminos generales, se nota una curiosa diferencia

    geogrfica: mientras que el hispanismo universitario norteamericano se muestra

    sumamente reacio a expresarse en pblico sobre la guerra, manteniendo un silencio que,

    en retrospectiva, resulta sorprendente y casi inmoral, en Gran Bretaa el conflicto espaol

    sirve para resaltar las divisiones polticas de la comunidad hispanista, y para que uno de

    los padres fundadores del campo, Edgar Allison Peers, se convierta por un tiempo en un

    intelectual pblico profranquista.

    Aunque tanto la Repblica como los Nacionales contaban con el apoyo de

    importantes representantes y organizaciones intelectuales y polticas norteamericanas,5

    llama la atencin la ausencia casi completa de referencias a la guerra en las revistas y

    reuniones de hispanistas universitarios. No es que los hispanistas se quedaran indiferentes

    ante los acontecimientos espaoles. En diciembre de 1936 el editor de la prestigiosa

    revistaHispania, el profesor Alfred Coester, publica una nota en la que declara haber

    recibido muchas cartas y artculos sobre la guerra, cuyos autores adoptan una posicin u

    otra frente al conflicto. A continuacin, sin embargo, declara Coester que, como editor de

    Hispania, se niega rotundamente a publicar ningn texto sobre la guerra que no sea

    absolutamente neutral, ya que el nico objetivo de la revista y de la asociacin que la

    publica es fomentar el estudio del espaol en los Estados Unidos6. Y, en efecto, apenas se

    menciona la guerra en los nmeros siguientes, como tampoco en otras revistas de la

    profesin.

    5Vase al respecto Marta Rey Garca, Stara for Spain. La Guerra Civil Espaola en los Estados Unidos, A

    Corua: Edicios do Castro, 1997.

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    Hay varios factores que explican esta postura estrictamente apoltica del

    hispanismo estadounidense: la tradicin acadmica norteamericana, poco dada a producir

    intelectuales pblicos; el temor de que la adopcin de posiciones polticas pudiera dividir

    a la comunidad erudita y, adems, daar el prestigio de la profesin (muchos tenan muy

    presente que la Primera Guerra Mundial dej sin trabajo a cientos de profesores de

    alemn); y el hecho de que la dcada de los treinta eran los aos panamericanistas de la

    Poltica del Buen Vecino: muchos hispanistas norteamericanos estaban ms interesados

    en Latinoamrica que en Espaa. Tambin es importante sealar cierta tendencia entre

    los hispanistas norteamericanos a trivializar la poltica contempornea espaola. Esta

    tendencia queda ejemplificada en un curioso artculo publicado en el mismo nmero de

    Hispaniaque contena la nota de Coester, de diciembre de 1936. All, el profesor Stuart

    Cuthbertson, de la Universidad de Colorado, narra cmo l y su esposa, sorprendidos por

    el estallido de la guerra durante una estancia en Espaa, logran escapar de la

    revolucin espaola. Para Cuthbertson, que no esconde su postura antirrepublicana, la

    guerra civil es una especie de circo absurdo; y se aprovecha de la ocasin para burlarse y

    quejarse de los comunistas espaoles que le han estropeado las vacaciones7.

    La actitud generalmente apoltica del hispanismo norteamericano tambin hizo

    que, una vez terminada la guerra,Hispania y la Asociacin de Profesores de Espaol en

    Estados Unidos (AATS) asumieran la legitimidad del estado franquista, includos sus

    aparatos educativos y de investigacin. As, por ejemplo, entre los invitados de honor al

    6Editorial.Hispania19 (1936), p. 467.

    7Stuart Cuthbertson, Escaping From the Spanish Revolution,Hispania, Vol. 19, No. 4. (1936), pp. 451-

    460.

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    congreso annual de la AATS celebrado en enero de 1940, se encuentra el cnsul

    franquista en San Francisco, que aprovecha la ocasin para alabar a Ramiro de Maeztu 8.

    Entre las pocas excepciones a este apoliticismo universitario cabe destacar dos:

    Aurelio Espinosa, Sr., profesor de la Universidad de Stanford, y Paul Patrick Rogers, que

    enseaba en Oberlin College, Ohio. Espinosa, catlico ferviente y partidario de los

    Nacionales, public un folleto en 1937 en el que defenda la contrarrevolucin de los

    militares como accin justificada, dados los inmensos errores de los lderes

    republicanos9. Paul Rogers, por otra parte, era un intelectual filocomunista que llevaba ya

    varios aos desarrollando una activa labor antifascista. En el verano de 1937 viaja a

    Espaa, donde pasa un mes en territorio republicano.

    Si el hispanismo norteamericano se caracteriz por su casi completo silencio

    respecto de la guerra, muy distinto fue el caso del hispanismo britnico, en donde Allison

    Peers, catedrtico de la Universidad de Liverpool, se convirti en una de las voces ms

    prominentes en los debates pblicos sobre la guerra. Entre comienzos de los aos treinta

    y de los cuarenta, publica siete libros y unos cuarenta artculos sobre la actualidad

    espaola. Tambin en el caso de Peers, sin embargo, se manifiesta una tensin entre la

    supuesta objetividad del erudito, la hispanofilia y su postura poltica como ciudadano.

    Aunque el propio Peers se vea como un obervador cercano e independiente, [] que

    trata de formarse una opinin equilibrada e imparcial [] [y que aspira], por encima de

    todo, a estudiar las cosas como son e ir en busca, honestamente, de la verdad 10, en la

    prctica era evidente que simpatizaba con el bando nacional. Su simpata hacia Franco,

    8Guy Blandin Colburn, The Twenty-Third Annual Meeting,Hispania, Vol. 23, No. 1 (1940), pp. 1-20.

    9Aurelio M. Espinosa, The Second Spanish Republic and the Causes of the Counter-Revolution, San

    Francisco: Spanish Relief Committee, 1937.

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    que no empez a disminuir hasta los aos cuarenta, no slo radicaba en el hecho de que

    Peers era anglicano y conservador, sino tambin en la naturaleza de su hispanofilia. La

    Espaa que amaba Peers era una Espaa catlica e imperial. Como escribi en 1938, en

    un libro titulado Our Debt to Spain (Nuestra deuda con Espaa), el pasado grande y

    esplndido del pas ha estado ntimamente ligado a su fe. Era ms grande cuando

    luchaba por un ideal sagrado []. No hay pueblo en Europa que sobrepase la devocin y

    la lealtad religiosa del pueblo espaol, criado durante muchas generaciones en la fe de

    sus padres []. [Los espaoles] no necesitan de una dictadura que les obligue a rendir

    culto. Se puede confiar en que, bajo las condiciones que sea, se mantengan fieles a su

    pasado11.

    Es evidente que los comentarios precedentes slo tocan la superficie del asunto.

    An as, cabe argir que un anlisis detallado de la reaccin de los hispanistas extranjeros

    ante la Guerra Civil Espaola constituye un elemento indispensable para llegar a una

    comprensin ms plena y sofisticada de las importantes tensiones inherentes al

    hispanismo como disciplina acadmica. Cuando se escriba la historica institucional del

    hispanismo practicado fuera de la Pennsula, los aos 1936-39 resultarn tan cruciales

    para esa historia como para la propia historia espaola.

    10E. Allison Peers, The Religious Situation in Spain, en Studiesvol. 22 (1933), pp. 361-72; cita en la p.

    361.11

    Our Debt to Spain. London, Burns, Oates & Washbourne, 1938, pp. xii-xiii.