El Horror Que Nos Acecha Robert Bloch

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EL HORROR QUE NOS ACECHA (Strange Eons, 1979) Robert BLOCH

Los hombres llaman Ciencia a lo que conocen y Magia a lo que todava no han aprend ido. Pero ambas son reales.

Este libro est dedicado a LOVECRAFT que se consagr a otros extraos y les dio una llave de plata.

I-AHORA

Albert Keith no crea en el amor a primera vista hasta que vio el retrato. No era precisamente una cara bonita. La verdad es que las facciones eran algo ca ninas; feroces ojos rojizos, un hocico aplastado como nariz, labios verrugosos y espumeantes, y orejas puntiagudas. El cuerpo, cubierto por una capa de polvo, s e inclinaba hacia delante, y era slo vagamente humanoide... Las extremidades supe riores terminaban en una garra huesuda cubierta de escamas y los pies formaban u na especie de pezua. La criatura del cuadro era gigantesca, y la figura del hombre que sostena entre s us garras, en comparacin, pareca pequea. A pesar del polvo, Keith advirti inmediatam ente que la cabeza del hombre haba sido mordida. All de pie, en la semioscuridad de aquel sucio cuarto trasero de la pequea tienda de la calle South Alvarado, Keith empez a temblar. Durante unos instantes trat de analizar la causa de su reaccin. No era miedo... Au nque aquel enorme cuadro, apoyado contra la pared, era realmente aterrador. Haba sucumbido al sndrome del coleccionista, temblando de ansiedad al comprender que d eba adquirir la pintura, a cualquier precio. El propietario de la tienda se encontraba tras l. Keith se volvi y lo mir. -Cunto? -murmur. El hombre, bajo y rechoncho, se encogi de hombros. -Se lo dejo por quinientos. -Quinientos dlares? El rostro del comerciante permaneca inalterable. -Mire el tamao que tiene. Si lo limpiara bien y le pusiera un marco lujoso, como mnimo sacara uno de los grandes. -Por esto? Keith se mostr en desacuerdo pero el comerciante no vacil; su cara era la de un pr ofesional del pquer, un hombre que durante aos haba practicado el mismo juego con l os clientes. -Seguramente el cuadro es bastante extrao, pero debera ver a algunos de los tipos que vienen por aqu. Todo lo que tengo que hacer es colocarlo en el escaparate y s e abalanzaran sobre l -zas!- tal como le digo. Esos homosexuales que vienen de las galeras de arte de La Cinaga estn siempre merodeando en busca de algn objeto extrava gante. Si lo vieran se volveran locos. Keith no quitaba la vista del cuadro. Realmente era enloquecedor. La obra tena fu erza. Era una obra maestra, superior a cualquiera de ese tema. -De quin es? -pregunt. El hombrecillo movi la cabeza. -No tengo la menor idea. No est firmado. Mir a Keith de soslayo. -Tengo el presentimiento de que podra ser la obra de un gran artista que no quiso firmar un trabajo tan inconformista como ste. A lo mejor vale una fortuna. -De dnde lo sac? -Formaba parte de un lote completo. Una subasta de un almacn del este. Vendieron el local y queran deshacerse de toda la mercanca. Algunas cosas deban llevar all cua renta o cincuenta aos. Compr cajas de libros y cartas que todava no he podido exami nar. -Alguna otra pintura? -No, sta era la nica. El comerciante dirigi la mirada hacia el cuadro y asinti con la cabeza. -Sabe? Pensndolo bien, quiz debera hacer lo que dije. Limpiarlo, ponerle un marco y colocarlo en el escaparate... Keith miraba el cuadro: la enorme figura perruna se inclinaba hacia l y, por un m omento, tuvo la absurda idea de que le estaba escuchando, esperando que le habla ra. Sus ojos preguntaban, despus ordenaban. -Le dar los quinientos -dijo Keith. El comerciante volvi la cabeza disimulando su satisfaccin, al ver a Keith con el t alonario y buscando torpemente un bolgrafo.

-A favor de quin lo extiendo? -Santiago. Felipe Santiago. Keith asinti, extendi el cheque y, arrancndolo del talonario, se lo entreg. -Aqu tiene. Necesita el Documento de Identidad? -No, est conforme. El hombrecillo levant el cuadro. -Dnde tiene el coche? -All enfrente. Fuera, sobre la acera, donde estaba aparcdo el viejo Volvo de Keith, hubieron pr oblemas de logstica. El cuadro era demasiado grande para entrar en el maletero. H icieron falta dos hombres para lograr introducirlo a travs de la puerta. Finalmen te, qued sobre el suelo, apoyado en el asiento trasero. All asomaba mirando de reo jo. De camino hacia casa, al atardecer, Keith vea aquellos ojos rojos mirndole ferozme nte a travs del espejo retrovisor. Esa noche, los ojos de la criatura perruna observaban a Keith reflejando el fueg o de la chimenea. Haba colocado el cuadro sobre una gran mesa en su habitacin de t rabajo y pareca adaptarse extraamente a aquel ambiente. La luz del fuego oscilaba sobre la gigantesca figura y las mscaras de la tribu Ibo colgadas en la pared. Ba ilaba sobre las figurillas de jade y marfil alineadas en la estantera de una vitr ina china. De la repisa de la chimenea colgaba una cabeza que, movida por la cor riente de aire que ascenda por el tiro, pareca inclinarse en una reverencia. Keith no estaba seguro de que aquella figura fuera autntica, pero aquel hombre del Ecu ador haba jurado que era una cabeza de Jbaro genuina y que haba pagado una pequea fo rtuna por ella. La pintura, sin embargo, s pareca autntica y el comerciante no haba mentido sobre su edad. La capa de mugre y suciedad que cubra toda la superficie, desde luego habra necesitado dcadas para acumularse. Y ahora, antes de pensar en enmarcarla y colg arla, deba dedicarse a la limpieza. Existan lquidos y productos para ese cometido, pero Keith haba aprendido por experi encia propia que el mejor mtodo era agua y un jabn corriente. Pacientemente empez a trabajar, usando un trapo de franela y frotando con cuidado . Poco a poco apareca una superficie nacarada y brillante, y la criatura inclinada emerga en un destacado relieve sobre un fondo de sombras. El color de la piel se converta en una mezcla de plidos ocres y verdes, y los ojos destelleaban con una i ntensidad nueva. Se descubran detalles hasta el momento ocultos; unos diminutos ca ros negros adheridos a los velludos antebrazos, fragmentos de husnea humana en l a superficie de la cabeza de la vctima y pequeos trozos de carne entre los devorad ores colmillos. -Dios mo! Keith se volvi sobresaltado por el sonido de una voz estridente. -Waverly -dijo-. Cmo has entrado aqu? Era un hombre alto, con barba. Se dirigi hacia l sonriendo. Al menos sonrea, pens Ke ith, aunque la barba y las gafas oscuras casi ocultaban su expresin. -Como se suele entrar -contest Simon Waverly moviendo la cabeza-. Deberas aprender a cerrar la puerta. Y arreglar ese timbre. He estado llamando durante ms de cinc o minutos. -Perdona. No te o. Keith le ense la palangana sobre la mesa llena de agua jabonosa. -Como te dije por telfono estoy limpiando un necrfago. Es un necrfago, verdad? Su amigo mir curiosamente el cuadro a travs de los oscuros cristales de las gafas, despus dej escapar un silbido de sorpresa. -No es un necrfago -dijm. Es el necrfago. Sabes qu has comprado? El modelo de Pickma n . -Qu? Simon Waverly asinti con la cabeza. -No te acuerdas?... Pickman, el artista excntrico que hizo todas esas pinturas ext raas de demonios desenterrando las tumbas de los cementerios de Boston y saliendo por agujeros para atacar a la gente en los tneles del metro. Finalmente desapare

ci y un amigo suyo encontr un cuadro en su stano, un gran retrato de una cosa como s ta. Junto con el cuadro haba otro que representaba la misma criatura. Pero no era un dibujo... Era un retrato del natural. -De dnde has sacado esa absurda idea? -Lovecraft. -Quin? Las gafas oscuras de Waverly ocultaron su sorpresa. -Quieres decir que no sabes quin es H. P. Lovecraft? -Nunca he odo hablar de l. -Caramba! Quin lo hubiera credo? -dijo Waverly suspirando-. Olvidaba que eres un lec tor poco aficionado a la fantasa. Me desconcierta, conociendo tu gusto por lo mor boso. -Soy un coleccionista, no un biblifilo -dijo Keith. -Es decir, que tienes el dinero suficiente para comprar las cosas que nosotros, pobres miserables, tenemos que contentarnos con leer. Waverly ri entre dientes. -Al menos, por tu aficin a lo misterioso y sobrenatural deberas estar al corriente de quin es Howard Phillips Lovecraft. Da la casualidad de que es uno de los ms gr andes escritores modernos de terror, y El Modelo de Pickman es uno de sus mejore s relatos. Por lo menos yo siempre pens que lo era -dijo Waverly con su suave voz -. Pero ahora no estoy tan seguro. -Seguro de qu? -De que aquella fuera una historia de ficcin. Waverly mir otra vez al cuadro. -Jurara que esta es la pintura tal como l la describi. Realmente alguien ha trabaja do para reproducir lo que Lovecraft haba narrado... Un verdadero trabajo de amor , aunque ese no sea el nombre apropiado, verdad? Waverly ri entre dientes. -Los artistas se inspiran en los sitios ms abominables, pero este supera cualquie r cosa que me haya podido topar. Quin lo hizo? -No s -dijo Keith-. No est firmado. -Es un trabajo magnfico -dijo Waverly sealando al cuadro-. La forma en que se mati zan los colores de la carne... Keith cogi el trapo y empez a limpiar la base del cuadro con movimientos circulare s. -Estar todava mejor cuando termine de quitarle la suciedad. Mira cmo brillan esas p ezuas. Antes no haba reparado en ellas. Y el primer plano tamhin destaca. Ya no est todo entre sombras, puedes ver la... -Ver qu? -Waverly, mira esto! Hay una firma, aqu en la esquina, a la izquierda. Waverly miraba, negando con la cabeza. -No lo veo. Malditas gafas... Desde la operacin de cataratas no puedo soportar la luz del da. Qu dice? -Upton. Y una inicial. Creo que es una R. Keith asinti. -S, eso es. R. Upton. Waverly silb de nuevo con sorpresa y Keith se volvi hacia l rpidamente. -Qu ocurre? -dijo. -El Modelo de Pickman -susurr Waverly-. En la historia el nombre completo del art ista era Richard Upton Pickman. Ms tarde, mucho ms tarde, los dos hombres tomaban caf sentados en la cocina de Keit h. Soplaba el viento de Santa Ana, el viento de las montaas, batiendo los postigo s de las ventanas. Pero ni Keith ni Waverly advertan el ruido. El silencio, cuand o se est pensando, puede ser ms molesto que cualquier ruido. -No saquemos una conclusin precipitada dijo Keith-. Consideremos las distintas pos ibilidades. -Qu posibilidades? -Coincidencia, por ejemplo. Upton es un nombre corriente. Y no sabemos si la ini

cial significa Richard... Podra ser Roy, Roger, Raymond, Robert, Ralph o cualquie r otro entre docenas de nombres. Todo lo que tenemos es R. Upton y eso slo no prueb a nada. -Ests olvidando una cosa -murmur Waverly-. El nombre solo puede que no sea una pru eba decisiva, pero ocurre que est escrito en una pintura, justamente la pintura q ue Lovecraft describi. Y esa coincidencia no puede ser casual. -Entonces es una broma. Algn artista ley la historia y quiso divertirse. Waverly movi la cabeza. -Entonces, por qu no se ajust al relato firmando Richard Upton Pickman? -Has dado en el clavo -dijo Keith con el ceo fruncido-. Y piensa en ello, la pint ura est hecha con demasiada destreza para haber sido realizada nicamente con la in tencin de bromear. Si no fuera por el tema que representa, se podra decir que est h echa con sumo cario y sensibilidad. -El tema que representa es extraordinario dijo Waverly-. Es una obra maestra. -Entonces slo hay una respuesta. Es el homenaje de un artista, un sincero tributo inspirado en la historia de Lovecraft. -Supn que fue al revs -observ Waverly hablando despacio y suavemente-. Supn que Love craft se inspir en la pintura para escribir su novela. Keith hizo una mueca. -Ests dejando correr demasiado la imaginacin. De todas formas no importa, porque n unca sabremos... -No ests tan seguro -dijo Waverly tirndose de la barba pensativamente-. No menciona ste algo de que el comerciante tena otras cosas de ese lote que compr? -S, pero no haba ms pinturas. Slo algunas cajas de libros y cartas que an no haba exam inado. -Bueno, entonces quisiera examinarlas yo mismo. Los ojos de Waverly destelleaban tras las gafas oscuras. -Supn que esas cosas fueran propiedad del artista. Quiz encontremos una pista, alg o que pueda darnos la respuesta. Por qu no llamas a ese tipo y le preguntas si pod emos revisar el material? -A esta hora? -dijo Keith poniendo la taza de caf sobre la mesa-. Es medianoche pa sada. -Maana, entonces -dijo Waverly levantndose-. Tengo que ir a Long Beach, pero estar de vuelta antes de que anochezca. Podemos encontrarnos para cenar e ir a verlo d espus. Arregla una cita para maana noche. -Lo intentar. Pero no creo que quiera tener abierto hasta tan tarde. -Le pagaste quinientos dlares por un cuadro, recuerdas? Waverly esboz una sonrisa bajo la barba. -Estar esperndonos con los brazos abiertos. Al da siguiexite, por la tarde, el viento de Santa Ana todava soplaba fuerte, golp eando el parabrisas del Volvo, mientras Keith conduca por la autopista en direccin a Alvarado. A su lado iba Waverly mirando por la ventana. Cuando el coche gir en direccin al s ur, advirti que el viento haba barrido de las calles a la gente que habitualmente paseaba por all. Haba pocas figuras en las aceras y, sorprendentemente, poco trfico para esa hora de la noche. Las tiendas estaban cerradas, quedando South Alvarad o oscuro y desierto. Cuando el coche de Keith se detuvo frente a la tienda de Santiago, el lugar tamb in se encontraba a oscuras. -No veo que est esperndonos con los brazos abiertos -murmur Keith. Waverly se encogi de hombros. -Cuando hablaste con l, te dijo que estara aqu a las nueve. Probablemente hay algun a avera elctrica. Los dos hombres bajaron del coche y fueron hasta la puerta, y la hallaron cerrad a. Dentro del escaparate descansaba un gran cartel sobre el vidrio. Su mensaje e ra claramente visible: CERRADO - VISITENOS EN OTRA OCASION. Keith frunci el ceo irritado. -Bueno, se ha retrasado un poco -dijo Waverly-. Esperemos unos minutos.

En la calle haba basura esparcida que se arremolinaba con el viento, bailando al ritmo de su gemido. -No me gusta esto -dijo Keith-. Ha estado soplando durante tres das. -Es normal en esta poca del ao. La suave voz de Keith era tan inexpresiva como su rostro. -Reljate. -Me destroza los nervios. Keith paseaba inquieto de arriba a abajo, ante la puerta de la tienda. -Apenas me ha dejado dormir en toda la noche. Vivir all arriba, en las montaas, es enervante. Cada vez que golpea el postigo de una ventana me da un sobresalto. Y no me puedo sacar de la cabeza esa pintura, esa forma en que mira la criatura y se inclina hacia delante, como si estuviera a punto de saltar del cuadro y agar rarme por la garganta. -No fue esa la razn por la que la compraste? Crea que te gustaban ese tipo de cosas . -Y me gustan. Pero esto es diferente. Hay algo que hace que parezca... real. -Por Dios, Eliot, era un retrato del natural. -Qu? Waverly ri entre dientes. -Solamente citaba la ltima lnea de El Modelo de Pickman. Deberas leer la historia. De hecho, deberas leer toda la obra de Lovecraft. Y leer sobre l tambin. Recurdame q ue te preste alguno de sus libros. -No estoy seguro de querer que lo hagas. -Vamos, hombre... Dnde est tu curiosidad intelectual? La has dejado en el callejn? -No me gustan los callejones. Y menos con el viento de Santa Ana soplando de est a forma y un monstruo esperndome al final -dijo Keith sonriendo tmidamente-. No me hagas caso, estoy nervioso. Se detuvo y mir su reloj. -Dnde demonios est Santiago? Son casi las nueve y media. Cuando Keith se volvi para examinar la desierta calle, Waverly fue de nuevo hasta la puerta de la tienda. -Espera un momento. Keith levant la mirada. -Quiz est dentro -dijo Waverly tratando de ver a travs de los cristales-. La puerta del fondo del pasillo... Debe conducir al cuarto trasero. Mira, se ve luz por d ebajo. -Claro, debe haber entrado por la puerta trasera. Waverly sacudi el tirador de la puerta, despus golpe el cristal, pero no hubo respu esta. -No nos oye -dijo-. Vayamos por detrs. Keith lo mir irnicamente. -Acabo de decirte que no me gustan los callejones. Waverly se ri de nuevo, ruidosamente. -Bueno, no habr ningn monstruo esperndote. Eso te lo garantizo. Vamos. Le indic el estrecho pasadizo junto a la pared del edificio y se adentr en l. Keith , en las sombras, caminaba torpemente detrs. En la intensa oscuridad sigui a Waver ly, de mala gana, hasta llegar al final del callejn. Efectivamente, all haba una puerta trasera y un haz de luz se filtraba por debajo. En el callejn haba aparcada una vieja camioneta, que alguna vez debi haber sido bl anca, con la inscripcin en la puerta: F. Santiago - Antigedades. -Qu te dije? -seal Waverly-. Aqu est su coche. Y no hay monstruos a la vista. Caminaron hasta la maciza puerta de madera y el eco de su llamada retumb en todo el callejn, apagndose despus con el gemido del viento. Levant de nuevo la mano para llamar y entonces se detuvo. -No est cerrada -dijo Waverly girando el picaporte. Y la puerta se abri, oscilante. Keith entr. -Seor Santiago? Al ver la luz se volvi hacia Waverly frunciendo el entrecejo. -Mira!

El cuarto trasero de la tienda estaba vaco. Sin embargo, la desnuda bombilla del techo estaba encendida, por lo que dedujeron que alguien haba estado all recientem ente. La silla volcada; los cajones del escritorio tirados en el suelo, su conte nido formando montaas de papel arrugado; el archivo apoyado contra la pared, saqu eado; en el rincn una confusin de cajas vacas... Todo estaba silencioso, pero con m uestras inequvocas de registro y robo. -Han entrado a robar -murmur Waverly. -Pero dnde est Santiago? Mientras Waverly hablaba, Keith empez a cruzar la habitacin, dirigindose a la puert a cerrada que comunicaba con la parte delantera de la tienda. Antes de llegar en contr otra pequea puerta a su derecha. Estaba ligeramente entornada, y Keith titub e al colocar la mano en el picaporte. -Espera. Waverly, a su lado, le hizo un gesto indicndole que tuviera cuidado. Keith advirt i que haba tomado un viejo abrecartas de metal de la basura esparcida por el suelo , y lo empuaba como si fuera un arma. -Djame ir delante -dijo Waverly. Empuj la puerta y sta se abri. Entonces se qued sin habla. Keith, desde atrs, intentaba ver en el interior del minsculo bao. No haba luz, pero la ventana del fondo estaba abierta. Y, cautelosamente, se inclin en el umbral de la puerta, reconociendo la silueta d e Santiago. Ignorando a Waverly, entr en la habitacin y toc el hombro de Santiago. El cuerpo ca y de costado sobre el suelo, a la vez que Keith lanzaba un grito. Porque Felipe Santiago estaba muerto. Su cabeza estaba destrozada, como si hubie ra sido arrancada a mordiscos, y en ella el rostro ya no exista. -El Peligro Oculto -murmur Waverly-. El Peligro Oculto. -De qu ests hablando? -dijo Keith entrando silenciosamente en el estudio de Waverly . -De un relato de Lovecraft. Un hombre y un reportero amigo suyo investigan un pu eblo abandonado, donde los habitantes han sido asesinados por alguna cosa, que p arece que se esconde en madrigueras, bajo las montaas. Se desencadena una torment a y se refugian en una cabaa. En la oscuridad, el reportero se asoma por la venta na para mirar la tempestad en la noche. Finalmente su compaero advierte que lleva un buen rato inmvil. Le toca el hombro y... Waverly se interrumpi encogindose de hombros. -Ya sabes el resto. -Yo no s nada -dijo Keith-. Sigo pensando que deberamos llamar a la polica, en vez de hablar tanto. -Otra vez con lo mismo -dijo Waverly suspirando-. Si lo hubiramos hecho, ni t ni y o podramos estar aqu ahora. Estaramos sentados en el banquillo, detenidos por sospe chosos, y esperando las preguntas del fiscal del distrito. Preguntas que ninguno de los dos podra contestar. -Pero seguramente la polica vera que no tenemos ninguna relacin con la muerte de Sa ntiago. -La polica suele ser bastante miope en estos asuntos. E incluso aunque la acusacin no cayera sobre nosotros, estaramos obligados a declarar como testigos. T dices q ue no te gustan los callejones, bueno pues yo soy alrgico a las celdas de la crcel . Waverly movi la cabeza. -Cuando encuentren el cuerpo de Santiago se va a formar un buen lo. Esas cosas ca usan gran sensacin y ninguno de los dos necesitamos ese tipo de publicidad. Es me jor que no nos compliquemos. Keith desvi la vista hacia las estanteras de libros alineadas en la pared del estu dio. -Pero ya lo estamos -dijo con un tono cansado-. La cuestin es que no entiendo cmo nos hemos metido en ello. Dices que ese hombre, Lovecraft, escribi una historia e

n la que alguien asomaba la cabeza por la ventana y se la destrozaban a mordisco s. Y ahora ocurre en la vida real... Waverly le interrumpi con un gesto de impaciencia. -No tenemos por qu asumir eso. Me imagino que el informe de la investigacin mostra r que Santiago fue golpeado repetidas veces en la cabeza con algn instrumento cort ante que desfigur sus facciones. -Pero por qu? Aparentemente el mvil fue el robo. Quien quiera que lo haya hecho no tena necesidad de asesinarlo. E incluso, si lo mat accidentalmente, no haba razn par a acuchillarle la cara de esa forma, ni para asomarlo por la ventana siguiendo l a pauta de la historia. Waverly se tir de la barba. -La naturaleza copia al arte -dijo-. O es el arte el que copia a la naturaleza? A hora tenemos dos ejemplos... La muerte de Santiago y tu cuadro. Ambas relacionad as directamente con H. P. Lovecraft. -Pero Lovecraft no est relacionado con Santiago. -Yo creo que s lo est. Waverly busc en el bolsillo de su chaqueta y sac un trozo de papel amarillento y a rrugado. Lo desdobl y lo puso sobre la mesa. -Qu es eso? -pregunt Keith. -Algo que encontr en el suelo del cuarto trasero cuando cog el abrecartas -le dijo Waverly-. No tuve oportunidad de mirarlo detenidamente hasta que venamos de cami no hacia aqu. Estabas demasiado concentrado conduciendo y demasiado afectado para que te lo mostrara... y cuando vi lo que era, pens que era mejor no decirte nada . Pero ahora creo que debes verlo. Le alarg el papel a Keith. Este mir el trozo de hoja arrugado y escrito con una le tra diminuta y peculiar. Era una intrincada escritura difcil de leer. Keith levan t el papel hacia la luz y descifr el mensaje lentamente. C/ Bernes, 10 Providence, R. I. 13 de Octubre de 1929 Querido Upton: Te escribo bastante perturbado. Considerando lo que me revelaste en Boston -verb almente, y sobre todo visualmente- me parece de vital importancia que nos veamos , tan pronto como sea posible. Realmente quisiera ver la otra obra a que te refe riste. Nunca hubiera podido soar, ni en las ms inslitas pesadillas, la existencia d e tal... La caligrafa terminaba abruptamente en el borde dentado del fragmento roto y Keit h levant la vista encontrndose con la impasible mirada de Waverly. -Querido Upton -dijo Waverly lentamente-. Te convences ahora? El artista existi y Lovecraft lo conoca. -Pero no hay firma. Cmo sabes que Lovecraft escribi la carta? -Est su direccin. Y quien haya visto su letra alguna vez, la reconocer en el acto. Levantndose, Waverly se dirigi a la estantera y tom un pequeo volumen de tapas amaril las, que estaba cubierto de polvo. Keith distingui el ttulo: Acotaciones . Y la il ustracin de la portada. Representaba una vieja casa rodeada por una cerca. Sobre un fondo de maleza, surga una criatura barbuda que se inclinaba hacia adelante, m irando recelosamente la casa. Waverly abri bruscamente el libro, mostrando una pgina en la que apareca la reprodu ccin de una hoja de papel con anotaciones hechas a mano. -Mira esto -dijo-. Un plano de la planta baja del estudio de Lovecraft. Con fech a del 2 de mayo de 1924, dibujado por l mismo. Waverly pas las pginas buscando otras fotografas-esquemas, hechos a tinta, de una c asa, con una anotacin debajo; una tarjeta postal; un mapa dibujado a mano; un eje mplar de la pgina de un relato corregido. Keith miraba escpticamente a su compaero. -Admito que la letra es parecida, pero no debes olvidar la posibilidad de falsif icacin. -Mira este papel.

Waverly sostena el papel arrugado bajo la luz. -Amarillento y roto. Ves como la tinta ha perdido el color? Esta carta fue escrit a hace ms de cincuenta aos, cuando Lovecraft todava no era importante ni conocido. P or qu alguien iba a querer falsificar su letra entonces? -Quiz lo han hecho recientemente -dijo Keith-. Alguien cogi un papel viejo... Algn bromista. -No se trata de ninguna broma. No hay nada gracioso en un asesinato salvaje y pe rvertido. Waverly, impresionado, parpadeando balo las gafas oscuras, se apart de la intensa luz de la lmpara. -El asesino, o asesinos, tenan el firme propsito de matar. -Para robar el almacn? -No estaban Interesados en las antigedades; queran esas cartas que Santiago trajo del viejo almacn de Boston. Y queran deshacerse de l antes que revelara lo que saba o de dnde provena aquello. Recuerdas que su fichero y su escritorio haban sido regis trados? Supongo que buscaban recibos, cheques, facturas de pedidos... Cualquier cosa que indicara el origen de aquella compra. Y esas cajas que vimos, deban cont ener el material que estaban buscando. -Qu clase de material? -Creo que buscaban los efectos personales de Upton, sus libros y una coleccin de cartas que haba recibido. Cartas como esta de H. P. Lovecraft. Waverly levant de nuevo el trozo de papel. -Debieron romper parte de la carta y, al caer entre las cosas tiradas por el sue lo, no pudieron verla. Keith arrug la frente. -No me lo puedo creer. Por qu iban a robar unos libros viejos y la correspondencia de un artista del que nunca nadie oy hablar? -Puede que para evitar que se hable de l-dijo Waverly-. Encontraremos la respuest a. Keith se levant bruscamente, pasando la mano por su rostro cansado. -Me voy a casa. -No prefieres quedarte aqu? Arriba tengo una habitacin disponible. -No, me ir. -Seguro que ests en condiciones de conducir? Keith ech una mirada a travs de la ventana. -Tan temprano no encontrar trfico. Ir perfectamente. Waverly le condujo por el recibidor hasta la puerta de la calle. -Llmame esta noche. Decidiremos cul ser nuestro prximo paso. Keith neg con la cabeza. -No quiero dar ningn paso ms. -Ahora no podemos dejarlo. -Claro que podemos -dijo Keith con voz firme-. Yo abandono aqu. No quiero or nada ms. No quiero saber nada ms. Abri la puerta y atraves el umbral. Fuera ya se haba hecho de da. -Todo lo que quiero es olvidar este absurdo asunto. Y eso es precisamente lo que voy a hacer. Keith camin hasta su coche dando grandes zancadas, mientras Waverly lo observaba alejarse. Ya en direccin a su casa, conduca con decisin, con la firme determinacin de superar el cansancio. Circulaba por las calles vacas a travs de la ciudad, por las intrinc adas callejas, hasta llegar a la cima de la colina, sobre el desfiladero. Slo despus que hubo aparcado el coche en el garaje y abierto la puerta principal, se permiti el placer de relajarse. Era agradable estar de nuevo en la tranquilidad del hogar, pens Keith mientras at ravesaba el pasillo hacia el dormitorio. Los acontecimientos de las ltimas doce h oras parecan un mal sueo, una pesadilla de la que al fin haba logrado despertar, sa no y salvo. Al pasar frente al cuarto de trabajo mir a travs de la puerta, y no le qued ni rast ro de la agradable sensacin. El estudio estaba oscuro. Nada haba sido alterado, todo permaneca en su sitio, per

o la mesa donde reposaba el cuadro estaba vaca. La pintura haba desaparecido. A lo lejos, el crepsculo cubra de sombras las montaas, mientras Keith sealaba la ven tana del estudio. -Debieron entrar por aqu -dijo- .Ves? Aqu en la cerradura hay muestras de que ha si do forzada. Waverly asinti. Sus ojos tenan una seria expresin detrs de las gafas. -Ests seguro de que no se han llevado nada ms? -Absolutamente. Keith seal las figuras de jade y marfil de la vitrina. -Esas cosas representan una pequea fortuna, pero no falta una sola pieza -dijo mo viendo la cabeza-. Quin habr sido y cmo supieron que la pintura estaba aqu? Waverly se apart de la ventana. -La respuesta es obvia. Son los mismos que fueron a la tienda de Santiago y cogi eron el archivador de facturas. Debieron ver que las compras del da incluan la pin tura. Encontraran tu cheque con la direccin. Keith frunci el ceo. -No perdieron el tiempo, eh? -Menos mal que cuando vinieron an estabas en mi casa -dijo Waverly-. Despus de lo que le sucedi a Santiago... De repente se call. -Has ledo los peridicos? -No, pero vi las noticias en la televisin. La polica encontr el cuerpo esta maana, d espus que un repartidor entr por la puerta trasera de la tienda. El informe no men ciona nada que no supiramos ya, slo que estn investigando. -No has tenido nunca problemas con el FBI, verdad? -pregunt Waverly. -Claro que no. -Yo tampoco. As que nuestras huellas no estn registradas. Estamos a salvo. -A salvo? Keith mir hacia la mesa donde haba estado el cuadro. -No creo que pueda volver a sentirme a salvo. -Lo estars cuando descubramos que hay detrs de todo esto. Keith neg con la cabeza. -Te dije que quera poner punto final. Dejemos que lo arregle la polica. Y an creo q ue deberamos decirles lo que sabemos. -Decirles qu? Que descubriste un asesinato la noche pasada y no lo denunciaste, per o que ahora alguien te ha robado un retrato de un necrfago y quieres recuperarlo? -Entonces pongamos fin al asunto. Tal como suger. -Ya es demasiado tarde para eso. El que lo hizo sabe quin eres. Waverly respir profundamente. -No quiero parecer un alarmista, pero si yo fuera t, me largara de aqu unos cuantos das. Toma una habitacin en un motel y mantente alejado un tiempo. No creo que vue lvan, ya que tienen la pintura, pero nunca se sabe. -Exactamente. No sabernos nada de esas personas, o persona si es que es una sola , y ni siquiera tenemos una pista. -Creo que podemos encontrarla. Waverly fue hasta una silla y levant un pequeo paquete que haba sobre el asiento. L o llev a la mesa y lo desenvolvi. Aparecieron media docena de libros. -Traje esto. Puedes leerlos en el motel. Pero por favor, ten cuidado. No se te o curra estropearlos. Algunos de estos ejemplares son muy valiosos. Keith fue hacia la mesa y examin los libros leyendo los ttulos. -El Extrao y los Otros, Ms All de la Pared del Sueo ... -La coleccin de relatos de Lovecraft -dijo Waverly-. Acotaciones es ese de las ta pas amarillas que viste anoche. El resto son memorias y biografas: la de Camp, Lo vecraft; la de Long, El Soador de la Noche; y la de Conover, Lovecraft al fin. Te aconsejo que primero leas la ficcin y despus las biografas. -Pero de qu me servir? -Los buscadores de horror frecuentan lugares muy extraos -dijo Waverly-. Eso es l o que Lovecraft escribi en uno de sus relatos, y creo que te convencers de que tie

ne razn. En alguna parte de su obra, o de su experiencia personal, puede estar la respuesta que estamos buscando. -Prefiero no encontrar la respuesta. -No es una cuestin de preferencias -dijo seriamente Waverly-. Nuestra supervivenc ia depende de que descubramos qu hay detrs de todo esto. Lee esos libros, amigo mo. Lee como si tu vida dependiera de ello. Porque depende. El motel tena todo lo que Keith despreciaba: un estilo sombro y funcional, simulan do una comodidad de plstico, y una modernidad impersonal. Pero durante los tres da s siguientes apenas se apercibi de ello. Con la ayuda de los libros que Waverly l e haba prestado, estaba explorando un nuevo mundo. En Nueva Inglaterra, hacia el ao 1890, haba nacido Howard Philips Lovecraft, hijo n ico de una familia adinerada, cuya fortuna iba disminuyendo. Su padre muri cuando l tena ocho aos. Creci al lado de su madre, cuyas excentricidades fueron transformn dose en una grave enfermedad mental. Su dbil salud le llev a refugiarse en la lect ura, convirtindose en un autodidacta. Durante su juventud se senta alejado de la s ociedad contempornea e identificado con el pasado, siendo muy influenciado por la forma de pensar y la esttica del siglo dieciocho. Tambin estaba profundamente int eresado en la ciencia moderna; cre una revista de astronoma y form parte de una aso ciacin de prensa amateur. Pronto empez a mantener correspondencia con otros escrit ores. Y cuando Lovecraft inici su carrera de escritor, eligi el campo de la fantasa. Su p rimera poesa estaba construida en un estilo clsico, su primera prosa tena elementos comparables a la obra de Dunsany. Pero hacia 1920, tras la muerte de su madre, se fue a vivir con dos ancianas tas. Debido a que la herencia se iba agotando, se vio obligado a entrar en un nuevo mundo. Se convirti en un escritor fantasma, corrigiendo los trabajos de otros, qu e entonces empezaban a publicar sus historias. Paulatinamente fue atrevindose a entrar en sociedad. El solitario noctmbulo de las calles de Providence, viaj entonces a la costa del Atlntico, en busca de antiguas leyendas, y estableci su residencia en Nueva York. Pero despus de pocos aos, en lo s que se cas y separ de una importante mujer de negocios, se retir nuevamente a Pro vidence. All continu corrigiendo trabajos, reanud la correspondencia y redact sus pr opios libros, hasta que el cncer interrumpi su carrera en 1937. En vida de Lovecraft, sus cuentos fueron poco conocidos, apareciendo slo en algun as revistas sensacionalistas. Ningn editor importante se aventur a publicar una no vela o una coleccin de sus cuentos, ni entonces ni pstumamente. Dos jvenes escritor es, August Derleth y Donaid Wandrei, finalmente fundaron una editorial para publ icar El Extrao y los Otros y Ms All de la Pared de los Sueos, que en ediciones reduc idas se vendieron por correo. La fama eludi a Lovecraft incluso despus de muerto; las escasas revistas se vendan lentamente. Pero, poco a poco, se fueron reimprimiendo los relatos en antologas. Derleth se h izo cargo del negocio y dio a conocer los libros de otros escritores que haban fo rmado parte del Crculo de Lovecraft, que mantenan correspondencia con l. De este modo , por fin, empez a conocerse. La obra de un hombre, a quien sus amigos llamaban H P L, se extendi, convirtindose en una especie de clsico del underground. Las viejas revistas y los primeros libros de sus historias alcanzaron precios fabulosos com o material de coleccionistas. Finalmente, en los aos 60, Lovecraft se convirti en un escritor consagrado, y en los 70 acapar la atencin de la crtica. Todo esto, lo aprenda Keith de las biografas, que a pesar del consejo de Waverly, ley antes de abordar los libros de ficcin. Y mientras se adentraba en el mundo pri vado de Lovecraft, iba encontrando elementos con los que se identificaba. Keith haba sido tambin hijo nico y apenas conoci a su padre; en su caso por divorcio . Tambin haba elegido una vida introvertida, pasando por un corto matrimonio y una amistosa separacin. Afortunadamente su salud era buena y su herencia le permita v ivir tal como deseaba, viajando mucho y permitindose coleccionar los objetos curi osos y grotescos de los que se encaprichaba. Bajo condiciones similares, quiz, la vida de Lovecraft presentaba un paralelismo con la suya. Leyendo, Keith empez a experimentar un sentimiento de empata con Lovecraft. Pero haba otros aspectos que no poda entender. Las tres biografas eran demasiado di stintas entre s. Willis Conover escribi las memorias de un hombre con el que mante

na correspondencia cuando era un admirador joven. Era la figura de un abuelo erud ito y amable. Lovecraft al fin, era el Lovecraft de los aos 30. La de Long, El Soador de la Noche, se concentraba en los aos 20 y en los aos de Nue va York, cuando los dos pasaban el tiempo juntos. Su H P L alto, delgado y enjut o, era la figura de un padre, pintado con los clidos colores de un afecto reminis cente. La amplia biografa de Camp presentaba an a otro H P L. Nunca se conocieron, pero L ovecraft: una Biografa era un estudio profundo de toda la trayectoria de su vida y su forma de vivir. Su descripcin de Lovecraft estaba hecha con todo detalle. Er a un anlisis de sus excentricidades y sus manas que consideraba el factor psicolgic o responsable de sus fantasas. Tomando los tres libros juntos eran pradjicos y contradictorios. Y los tres admir aban la brillante literatura negra de Lovecraft. Keith ley la produccion potica de sus principios, pero en seguida se sinti atrapado por los temas ms tenebrosos. Los horrores de la decadencia en las viejas ciudade s de Nueva Inglaterra. Y la decadencia an ms aterradora de sus habitantes. Lovecraft narraba ancdotas imaginarias en sus cuentos. La ms inquietante era la de la bruja que se apareca en la ciudad de Arkham, sede de la Universidad de Miskat onic. En su biblioteca se encontraba un raro ejemplar del Necronomicon, un libro de magia negra que contena revelaciones sobre los poderes del mal que se extenda controlando el universo. En las profundidades de los bosques. ms all de la ciudad, viva un extrao ermitao que haba nacido en el siglo dieciocho, consiguiendo prolongar su vida por medio del c anibalismo. En las solitarias montaas cercanas al pueblo de Dunwich, un excntrico campesino, que practicaba la brujera, entreg una joven retrasada a un extrao ser, p roducindose unos espantosos descendientes, mitad humanos y mitad monstruos. Otros extraos hbridos se escondan en el puerto abandonado de Innsmouth. Estos prove nan de las uniones entre los marineros de aquel lugar y unas criaturas que habita ban en las profundidades de los ocanos en Polinesia, las cuales eran adoradas por los nativos. Paulatinamente, los descendientes endogmicos de aquellas uniones an ormales iban perdiendo sus caractersticas humanas, convirtindose en ictioides y ba tracios. Al final desarrollaban las branquias y se adaptaban al mar. Pero mientr as tanto, se escondan entre los escombros de las casas de la ciudad olvidada, sir viendo a extrao dioses de los Mares del Sur y matando a los intrusos que accident almente descubran su existencia. En el reino de Lovecraft, visitantes alados provenientes de otros planetas frecu entaban las desrticas colinas de Vermont y las cimas de sus montaas. Ayudados por aliados humanos, conspiraban contra la humanidad. Otros hombres crearon una sect a, extendida por todo el mundo, para servir al Cthulhu, uno de los Grandes Diabl os que haba gobernado la tierra en la antigedad y ahora dorma bajo el mar, en la ci udad hundida de R'lyeh. Cuando la actividad volcnica sac a Cthulhu de las profundi dades, se desliz fuera de su tumba de piedra, dispuesto a reinar e imponer su fue rza. Entonces, casualmente, fue aparentemente destruido y qued sumergido bajo el mar, en la ciudad de piedra. Pero todava viva esperando el da en que sus seguidores encontraran el conjuro que haba de sacarlo de las profundidades. Toda la ltima parte de la obra de Lovecraft versaba sobre este tipo de leyendas s obre una raza de monstruos que una vez gobernaron la Tierra y fueron expulsados. Y en el ms all esperaban la ayuda de los aliados humanos que los adoraban con rit os de magia negra. Los mitos de Cthulhu se revelaban a un mundo cuya civilizacin era absurda y efmera. El hombre moderno, enfrascado en un progreso intil, no poda e scapar del poder de los Grandes Diablos que una vez gobernaron y pronto volveran a gobernar. Durante tres das Keith vivi en aquel mundo, en el tenebroso mundo de sueos de la vi da de Lovecraft y en el mundo de las pesadillas de sus historias. Entonces una llamada de Waverly le devolvi a su propio hogar y a la realidad. -Bueno qu piensas ahora de Lovecraft? Waverly se acomod en su silla, con una copa de coac en la mano, mientras contempla ba el atardecer a travs de la ventana del estudio de Keith.

-Tiene una terrible imaginacin -dijo Keith encogindose de hombros-. De eso no me c abe la menor duda. -Ninguna? -Qu quieres decir? -Suponte que no todo lo que escribi fuera invencin. Waverly se inclin hacia adelante. -Suponte que estaba tratando de prevenirnos. -Contra qu? No me digas que crees en necrfagos. -Hay alguien que s cree -dijo sealando a la mesa vaca-. Alguien rob tu cuadro. Algui en mat al comerciante que te lo vendi. -Es eso lo que dice la polica? -La polica no dice nada. Waverly se tir de la barba. -No se ha vuelto a comentar nada de la historia del asesinato, ni una lnea en tre s das, y no creo que se hable ms de ello. El asesino no dej huellas. Si no hubiramos encontrado ese trozo de papel... -Eso no prueba nada. Ni sobre el asesinato ni sobre el cuadro -Keith tom un trago de coac. -Muchos artistas pintan monstruos, pero eso no quiere decir que existan en la re alidad. Mucha gente se presta a extraas formas de adoracin; debe haber incluso alg unas misteriosas sectas clandestinas, como la de los relatos de Lovecraft. Pero lo que ellos adoran es una supersticin pura y simple. -No creo que sea pura ni que sea simple -dijo Waverly alcanzando la botella de c oac y rellenando su copa-. Ni que Lovecraft lo sea. Todos sus bigrafos estn de acue rdo en que era un materialista estricto. Estoy convencido de que escribi fantasas para encubrir los hechos. -Qu hechos? -El entrecruzamiento de razas. Waverly afirm con la cabeza. -Lovecraft tena una actitud puritana respecto al sexo, y eso se nota en sus histo rias. Incluso en los primeros cuentos, su morbosa aversin por lo extrao aparece como algo diablico en la mezcla de castas, algo que desvaloriza las actitudes civiliz adas y rebaja la humanidad al nivel infrahumano. -Recuerdas la raza degenerada que describe en El Peligro Oculto y en Las Ratas en sigui diciendo Waverly-. En Arthur Jermyn habla de la descendencia las Paredes? de un simio y un hombre, pero creo que en realidad se refiere a algo peor. Despus , en El Modelo de Pickman, habla abiertamente de los necrfagos, esas criaturas qu e se deleitan con la muerte y presumiblemente son nacidas de uniones necroflicas. Pero todo eso es solamente el preludio de un terror real, no la unin entre un ser superior y uno inferior, de un hombre con un animal, de un vivo y un muerto, sin o algo mucho ms espantoso, la unin entre un hombre y un monstruo. Piensa en Wilbur Watheley y su hermano gemelo, en El Horror de Dunwich , hijos de Yog-Sothoth y de una mujer. Piensa en los aldeanos de La Sombra sobre Innsmouth , adorando a los dioses Kanaka de Polinesia con ritos sexuales, sembrando una r aza de seres que habitaban sobre la Tierra hasta adquirir el rostro de Innsmouth, ojos de pez y cara de rana. Entonces podan llegar hasta el mar para encontrarse c on el Gran Cthulhu de las profundidades. -Waverly dio un trago de su copa-. Eso es lo que Lovecraft trataba de decirnos en sus historias, que existen monstruos entre nosotros. Keith deposit su coac en la mesa. -Si Lovecraft crea realmente esas supersticiones absurdas, por qu escribi novelas? Waverly apret los labios bajo la barba. -Por eso que dices. Desde el principio de los tiempos ha habido acontecimientos similares. La mitologa griega y la babilnica nos hablan de Hidra, Medusa, el Minot auro, hombres dragones con alas. En las leyendas africanas encontramos hombres-l eopardo y hombres-leones; los esquimales hablan de criaturas peludas; los japone ses tienen su mujer-zorra; los tibetanos hablan del Yeti, el llamado Abominable Hombre de las Nieves; en Europa se conoce el hombre-lobo, el licntropo; nuestros indios teman al Gran Pie y a la serpiente humana que susurraba en los bosques. Si empre algunos tenan miedo y otros se convertan en adoradores, pero la mayora contin

uaban hablando como t lo haces. La voz de la razon que califica todo esto de supe rsticin y a todos los que creen en ello, de ignorantes y dementes. Lovecraft saba lo que le esperaba y no tena ningn deseo de afrontarlo. Pero no pudo guardar silen cio del todo y eligio esconderse tras una mascara de fantasa. Keith pareca no creer lo que oa. -Acabas de decir que Lovecratt saba -murmur-. Eso implica que tena acceso a algn con ocimiento prohibido y que pas aos investigando el tema. -Exactamente -dijo Waverly. -Pero eso es absurdo. La vida de Lovecraft est perfectamente documentada. -No toda. -Qu dices de las biografas que le y de las memorias de Derleth y los dems? -De Camp no conoca a Lovecraft personalmente. Long estuvo con l en Nueva York y en otras ocasiones, pero slo percibi de Lovecraft lo que ste quiso revelarle de s mism o. Conover lo vio dos veces nicamente y Derleth no lo conoci nunca. Ni los que se escriban con l, ni sus discpulos, saban de l ms que lo que oan o lean en las cartas q escribi. Los testimonios son inexactos. Y la cartas, qu mejor forma para un hombre de esconder su verdadera personalidad, que a travs de un muro de palabras? -deca W averly hablando suavemente-. Te digo que andaba en algo y dentro de algo. Keith arrug la frente. -Pero cmo empez todo? -Sabemos que HPL estaba fascinado por Nueva York y por sus leyendas histricas. Pa saba el tiempo con los anticuarios y los cronistas locales de las ciudades. Quiz ellos le dieron la pista. Empez a visitar regiones remotas, pequeas aldeas casi ol vidadas, con sus casas de madera abandonadas, que con frecuencia describi en sus historias. Pero supongo que no tendra como nica intencion el hacer turismo. Quiz es taba buscando algo. Algo que encontr en un viejo desvn o en un stano derruido. Un v iejo diario, un manuscrito o incluso un libro. -Crees que el Necronomicon existi en realidad? -Yo no dira tanto -contest Waverly negando con la cabeza-. Pero en Nueva Inglaterr a existen autnticas sectas dedicadas a la brujera que usaban libros de magia negra . Si Lovecraft descubrio uno de esos, puede que empezase a pensar seriamente en las viejas leyendas y averiguara la verdad que haba tras ellas. Keith se sirvio otro coac. -Cuando crees que ocurri todo eso? -Debio empezar en 1926, despus que su matrimonio se deshiciera, cuando dej Nueva Y ork para vivir nuevamente en Providence con sus dos ancianas tas. Haba muchas cosa s que ellas no saban y que no podan ni imaginar. -Waverly aclar su garganta, su voz enronquecida-. Todo ese asunto sobre HPL, un noctmbulo que vagaba por las calles . Crees de verdad que deambulaba por ah sin un proposito definido, o que tena algn o bjetivo? Yo creo que s lo tena. Y fue entonces, por supuesto, cuando conoci a Upton , el Richard Upton Pickman de su historia. Keith hizo un gesto para interrumpirlo. -Todava no sabemos si existi tal persona. Slo porque encontraste un trozo de papel. .. Waverly ri entre dientes, pero sus facciones permanecan inmoviles. -Por culpa de ese papel he estado ocupadsimo durante tres das, llamando a gente de l este. Te voy a decir lo que he averiguado. Antes que nada, existi un artista ll amado Richard Upton. Naci en Boston en 1884. Muri en 1926. -Supongo que vas a decirme que desapareci, en plena noche, en el stano de una viej a mansin misteriosa. -Nada de eso. Segn las noticias de los peridicos del 20 de diciembre, volvi de un v iaje, a Providence, y al llegar descubri que su estudio haba sido allanado y su co leccin de pinturas robada. Esa noche, despus de denunciar el robo a la polica, se p eg un tiro. -Motivo? -No dej ninguna nota. Las pinturas nunca fueron recobradas, y si la polica alguna vez se enter de algo, nunca lo divulg. -Waverly se inclin hacia adelante-. Pero yo he descubierto algo que ellos no saban. Una semana antes de que viajara a Provide nce, pint un cuadro, empaquet sus libros y correspondencia, y los envi a la Compaa de Almacenamientos y Depsitos. El material permaneci all sin ser reclamado, probablem

ente olvidado, todos estos aos. Hasta que Santiago lo compr. -Cmo averiguaste todo eso? -Te dije que tengo contactos. Beckman me sugiri que buscase en la gua de telfonos d e Boston y llamase a las casas de almacenamiento para indagar sobre una venta re ciente a Santiago, y as es como obtuve la informacin. -Beckman? -Un librero que conozco en la ciudad. Especializado en ediciones originales y te mas extraos. Naturalmente estaba interesado en algo relacionado con HPL. l cree qu e es bastante posible que Santiago no hubiera comprado todo el material de Upton . Podra quedar algo en el almacn, incluyendo la correspondencia de Lovecraft. Actu almente esas cartas se venden a precios muy altos. De todas formas, estaba dispu esto a hacer un trato conmigo. -Qu tipo de trato? Waverly se levant. -Beckman me paga un viaje a Boston. Cualquier cosa que encuentre para comprar, B eckman la vender e iremos a medias en las ganancias. -Cundo te vas? -Hay un vuelo por la maana. Waverly fue hacia la puerta del estudio. -Si vas a estar en casa, te llamar maana por la noche, alrededor de las ocho, y te dir lo que he averiguado. -Estar esperando -dijo Keith. Salan de la oscuridad y las profundidades, brincando y arrastrndose, atrados por el dbil y misterioso pitido de una flauta invisible. Los que brincaban eran humanos o humanoides. Bailaban a la luz oscilante de las hogueras en la solitaria cima de la montaa. Keith oa su canto rtmico y penetrante. -Iaa! Shub! Niggurath! La Cabra Negra de los Bosques con un joven de Mil Aos! Y despus la respuesta, el zumbido que no era una voz humana o un sonido humano, n i siquiera la imitacin del habla humana. Pero reconoca algunas de las palabras, Yo g-Sothoth, Cthulhu, Azazoth, y su pronunciacin surga de unas figuras sombreadas qu e reptaban y se arrastraban en la solitaria noche, ms all del crculo de luz que pro duca el fuego. No se vea con claridad a nadie y Keith se senta agradecido por ello, pero las llam as destellearon por unos instantes, vislumbrndose las monstruosas montaas. Montaas que temblaban y se levantaban, tomando vida, con el movimiento de innumerables t entculos viscosos; montaas cubiertas de abultados ojos, abrindose y cerrndose espasmd icamente, y cientos de bocas abiertas de las que brotaban palabras terrorficas, c omo gruidos y siseos en abrumadoras lenguas. Keith senta como si todas las montaas temblaran ante el terrible eco de esa respue sta gutural, y entonces la escena se desvaneci y nuevamente se encontr en su habit acin. Se dio cuenta de que haba estado soando y que todava soaba que su cama se mova c omo si un terremoto la estuviera agitando. Entonces, mientras continuaba su sueo, el movimiento ces, pero el recuerdo de las criaturas persista y con ellos el recuerdo de lo que haba mencionado Waverly. Lleg el terror y la decisin. En su sueo, Keith imagin que tomaba la gua telefnica de la mesilla de noche y buscab a torpemente entre las pginas hasta dar con el nombre de Beckman, Frederick, T., libros raros. Imagin que marcaba el nmero, escuchando el sonido lejano del timbre del telfono, como levantaban el auricular en el otro lado y su propia voz murmura ndo. -Seor Beckman? Entonces oy la respuesta, procedente de una voz profunda, retumbante y aterradora , pero claramente inteligible. -Estpido, Beckman est muerto. Fue en ese momento cuando Keith abri los ojos y se encontr sentado al borde de la cama, con el telfono en la mano, escuchando el clic que indicaba que la conexin se haba cortado. El clic que le hizo comprender que no haba estado soando.

A las 7.30 de la maana Keith cogi el peridico en la puerta del jardn. Le llam la aten cin el titular de una noticia en la primera pgina: UN TERREMOTO DE INTENSIDAD 3,5 HA SACUDIDO LOS ANGELES POCOS DAOS REGISTRADOS Eso, al menos, haba sido real. Keith ley la noticia, una noticia familiar para los habitantes de Los Angeles, observando las usuales referencias a la falla de San Andrs y la situacin del epicentro en la zona de Lancaster. Los sismlogos repetan la advertencia de que el terremoto poda ser la seal anticipada de un cataclismo, per o que tambin era un elemento corriente en otra clase de acontecimientos. Keith ley la noticia casi con alivio; hasta que volvi la pgina y encontr algo que re almente le hizo temblar. Era un corto titular, que pareca haber sido insertado en ltimo momento: LIBRERO DE GLENDALE ASESINADO La Polica est investigando el asesinato de Frederick T. Beckman, de 59 aos de edad, que fue apualado la pasada noche en su casa de Glendale, calle Whitsun, 1482. Un vecino inform al comisario de la polica, Charles Mc Loy, de que salan extraos ruido sde la casa de al lado. Presumiblemente, el asesino de Beckman entr por una venta na abierta del dormitorio y le atac mientras dorma. Beckman, un vendedor de libros raros y manuscritos, guardaba su mercanca en una caja fuerte empotrada, que apar entemente est intacta. Keith dej caer el peridico con las manos temblorosas. Y continu temblando al marcar el nmero de Waverly y escuchar el eco de los rings repetidos. Obviamente Waverly ya haba salido para tomar su avin a Boston, pero tal vez haba ti empo de encontrarlo en el aeropuerto. Llam a vuelos internacionales de Los Angele s para que llamaran a Waverly por los altavoces. Una voz amable le inform que el avin a Boston haba salido, como estaba programado, haca media hora. As que no poda hacer otra cosa que esperar. No obstante, como primera medida, revis las ventanas y cerr las puertas. Se senta a vergonzado de hacer eso en una maana de sol radiante de un resplandeciente da de o too. El clic de los cerrojos y pestillos al correrse le resultaba tranquilizador. Tranquilizador, e inquietante. Porque el sonido le devolva el recuerdo de otros c lics. El clic del telfono en el sueo, que no era un sueo. O lo era? Pasaron muchas horas hasta que Keith tuvo el valor de coger uno de los libros qu e Waverly le haba prestado; una estropeada copia de El Extrao y los Otros. Pas las pginas hasta encontrar un cuento que no recordaba del todo bien: La Declar acin de Randolph Carter . Era un breve relato de la excursin del narrador y su ami go Harley Warren a un viejo cementerio, en plena noche. El propsito de Warren era abrir una antigua tumba, que crea contena extraos secratos, algo relacionado con c uerpos que nunca se deterioraban. Era uno de sus tpicos cuentos de los comienzos, escrito con el estilo florido que Lovecraft empleaba entonces y con ciertas crti cas reprobadoras que lo hacan muy ampuloso. Y sin embargo, los grandes excesos de imaginacin evocaban una atmsfera de pesadilla; la sensacin de estar ante la presen cia de cosas que estn por encima de la vida, o por encima de la muerte. Era un se ntimiento que Keith haba experimentado la noche anterior y ahora, recordndolo a la luz del da, senta miedo nuevamente. Se oblig a s mismo a seguir leyendo, hasta el punto en que la gran losa de un sepu lcro se mova, revelando una escalera de piedra, que conduca a un oscuro agujero. F ue entonces cuando el compaero del narrador, Warren, descendi solo llevando consig o un telfono porttil para comunicarse. Warren desapareci en la oscuridad, arrastran do el cable del transmisor. Arriba esperaba el narrador, hasta que el clic de la seal le avis que cogiera su receptor-transmisor y escuchase. Keith se senta casi incapaz de seguir leyendo. La voz de Warren conmocionada habl ando de los espantosos hallazgos en la fosa, su creciente alarma mientras segua y

despus la frentica advertencia pidiendo al narrador que cerrara de nuevo la tumba y huyera para salvar su vida. De repente, la voz de Warren se cort. Cuando el narrador lo llam, oy un clic en la lnea, y el sonido de otra voz profunda, retumbante y aterradora que deca: -Estpido, Warren est muerto. Beckman est muerto. Eso era lo que la voz haba dicho a Keith, y no haba sido una pesadilla. La pesadil la se produca ahora, al darse cuenta de que no haba sido un sueo. Keith, temblando, dej el libro sobre la mesa. Estpido... Quiz fuera estpido despus de todo. Esa voz exista y probablemente perteneca al asesin o de Beckman. Pero Beckman haba muerto, apualado en su propia cama, no en una fosa imaginaria, bajo una tumba imaginaria, vctima de un monstruo imaginario. Su asesino era humano y la eleccin de esas palabras no haba sido accidental. Obvia mente el asesino conoca la obra de Lovecraft. Pero qu clase de hombre poda matar a sangre fra a un viejo librero inofensivo, y des pus contestar tranquilamente al telfono, parafraseando burlonamente un cuento? Qu i mpulso demente le inspirara tan truculento humor? Truculento. El Modelo de Pickman. Una secta mundial, que guardaba los secretos d e los antiguos dioses-monstruos y estaba consagrada a su retorno. Waverly estaba convencido y no era ningn tonto. Sabra algo ms que an no le haba contad o? Tendra Beckman conocimiento de ello, conocimiento que slo poda borrarse con la mu erte? Si fue as, si alguien sospech que Beckman saba algo y lo elimin, quiz Waverly estara e n peligro tambin. Qu podra encontrar en Boston o qu lo encontrara a l? No haba respuestas para esas preguntas. Slo silencio. Silencio en una casa vaca, si lencio que Keith rompa, de vez en cuando, con la estpida charla de un melodrama de televisin o con el frenes artificial de los programas concurso. En las noticias d e la noche no ofrecieron ninguna informacin esclarecedora sobre el terremoto, ni mencionaron nada respecto a la muerte de Beckman. Keith se sinti por ello singularmente agradecido, as como se sinti agradecido por e l simple sonido de las voces de los locutores, informando sobre la situacin de lo s polticos y de las figuras deportivas. La trivialidad de las noticias era, en ci erto modo, tranquilizadora; una forma de recordar la vida, el mundo real que est aba siguiendo su curso acostumbrado... A tres minutos de noticias de actualidad seguan tres minutos de publicidad. El tiempo pasaba y la oscuridad se haca ms intensa. Keith apag el televisor y encen di las luces. De repente, se dio cuenta de que no haba comido nada en todo el da. E ntr en la cocina y se prepar un desayuno, a la hora de la cena. Estaba terminando cuando el telfono sono. -Keith, va todo bien? Se sinti aliviado al escuchar la voz de Simon Waverly. -Por supuesto, y t cmo ests? -Un poco cansado... He estado corriendo todo el da, pero ya he regresado al hotel . He llegado en un buen momento porque Oliphant me ha dicho que maana van a empez ar una verdadera demolicin. -Oliphant? -El propietario del almacn. El tipo lo hered de su to y no parece saber mucho del n egocio. Se mostraba desconfiado hasta que me identifiqu. Entonces cooper. Me pas to da la tarde all. -Encontraste algo? -Segn el inventario, Santiago compr el lote completo del material de Upton. Tuve u n presentimiento y le ped que me dejara ver el lugar donde haba estado almacenado. No te puedes imaginar qu porquera; el viejo to lo tuvo descuidado durante aos. Y po r supuesto, estaba lleno de ratas. Pareca como si hubieran estado acumulando pape les para usarlos como nidos. All es donde lo encontr, en un rincn, y si no hubiera estado cubierto por un plstico, probablemente habra sido destrozado. -De qu ests hablando? -Ya lo vers. Te lo he mandado por correo certificado urgente. Lo recibirs por la m aana. -No me vas a decir lo que es? Por qu todo ese misterio?

La suave voz de Waverly sonaba como un murmullo. -Tengo mis razones. Oliphant dijo que haba recibido llamadas de sujetos desconoci dos, preguntando por el material de Upton, queriendo saber quin lo haba comprado. Naturalmente no les dio la informacin, pero as como nosotros lo sabemos, alguien p uede tambin averiguarlo. -Le dijiste lo que sospechabas? -No del todo. Slo lo suficiente para que se convenciera de que mis razones eran vl idas. Dijo que crea que el que haba llamado, intentara entrar en el almacn, pero que llamara a una patrulla de la polica para asustarlos. Se ve que en varias ocasionc s advirti extraos andamios en el aparcamiento, como si estuvieran vigilando el lug ar. Por supuesto, todo eso podra haberlo imaginado, pero nunca se sabe. De modo q ue, por si alguien me est espiando, he pensado que sera mejor mandarte la cosa inm ediatamente, en vez de correr el riesgo de tenerla conmigo. Keith dud un momento, respirando despus profundamente. -Quiz es una buena idea, despus de lo que le sucedi a tu amigo Beckman. -Beckman? -Fue asesinado la noche pasada. Keith le cont el asesinato y su propia experiencia. Cuando termin, hubo un largo rato de silencio en el otro extremo de la lnea. Final mente habl Waverly. -No debemos seguir hablando de esto, al menos hasta que yo llegue. Reservar mi pa saje de vuelta para maana a medioda, de modo que estar all por la tarde. Te llamar en tonces. -Muy bien. -Mientras tanto, quiero que me prometas dos cosas. La primera que no te movers ha sta que yo te llame. -De acuerdo. Qu ms? -Respecto a mi envo. Firma el comprobante cuando llegue, pero no lo abras hasta q ue estemos juntos. -Alguna razn especial? -Te lo explicar cuando nos veamos. Entonces lo entenders. Y Keith... -S? -Ten cuidado. Keith tuvo mucho cuidado; cuidado de revisar bien las puertas y las ventanas; cu idado de escuchar cualquier ruido extrao por la noche. Pero todo pareca seguro y s ilencioso. Y cuando por fin, agotado, se retir a descansar, sorprendentemente log r dormir toda la noche sin ninguna pesadilla que lo perturbara. Por la maana, mantuvo la vigilancia, abriendo la puerta de la calle slo una vez a medioda, para atender la llamada del cartero. Se sinti aliviado al firmar el comprobante y recibir el sobre de manila que Waver ly le haba mandado desde Boston. Inmediatamente lo puso en el bolsillo de su chaq ueta, a pesar de las tentaciones de romper el cierre y examinar su contenido. Wa verly deba tener buenas razones para querer que esperase y dentro de pocas horas estaran juntos. Haba muchas preguntas que deseaba hacerle y las ideas que se le ocurran eran confu sas. Senta como si l mismo hubiera estado viviendo todos sus aos dentro de un sobre ; movindose por la vida con un estilo particular, tratndose nicamente con los pocos afortunados, cuyos recursos los separaban de relaciones y situaciones desagrada bles. Pero, desde haca una semana, aquello que le protega se haba agrietado de algu na forma y de repente se encontraba expuesto a... Qu? Ciertamente a la realidad no. Los ltimos acontecimientos no coincidan en ningn conc epto con a realidad, tal como l la interpretaba. Pero quiz, mucha gente, rica o po bre, se senta tambin encerrada en sobres, dentro de reducidos lmites bidimensionale s que estrechaban su visin, impidiendo cualquier atisbo del mundo exterior o de l o que realmente les estaba ocurriendo. Pasando apresuradamente por la vida, de u na forma mecnica que no podan imaginar ni comprender. Dirigidos y manejados por se res cuya existencia no era un sueo, que viajaban a travs del espacio y del tiempo a destinos inimaginables. Pero ahora, fuera de la proteccin del sobre, la vista reducida se ampliaba, revel ando perspectivas ilimitadas. Y aquel trozo de papel en el que estaba grabada la

sensatez se encontraba expuesto a fuertes vientos que soplaban desde los abismo s, ms all de las estrellas. Keith movi la cabeza. Esos pensamientos no conducan a nada; ya era hora de que se fiara de su sentido comn. Deba haber una explicacion lgica para lo que estaba ocurr iendo y esperaba que Waverly pudiera drsela. En caso contrario, ira a la polica. Una vez tom esa decisin se sinti aliviado. Pas la tarde dedicado a las tareas cotidi anas. Llam a su corredor, comprob el estado de su cuenta bancaria, hizo los arregl os necesarios para mandar el Volvo a revisar, telefone a una agencia de servicio domstico para que fueran a limpiar la casa el jueves... Despus hizo balance de lo que haba en el frigorfico y congelador y apunt lo que necesitaba comprar. La naturaleza prosaica de tales actividades tena una influencia apaciguante y, po r la noche, volvi a ser el mismo de siempre. Preparo y tom la cena, limpi la mesa, puso los platos y utensilios en el lavavajillas. Luego se invit a s mismo a una co pa y se sento en el estudio a esperar la llamada de Waverly. All, a la dbil luz de la lmpara, las figurillas de jade y marfil le miraban silenci osamente de soslayo. Las mscaras de la tribu le observaban ferozmente; sus labios parecan cosidos formando una mueca que se burlaba de su pretensin de tener gustos e intereses corrientes. Pero no era simple pretensin. A fin de cuentas no reaccionaba todo el mundo ante l os aspectos sobrenaturales y fantsticos de la existencia? Los artistas que ideaba n esas grotescas figuras, los primitivos artesanos que tallaron esas mscaras, inc luso los envilecidos salvajes que reducan cabezas humanas; todos ellos estaban mo tivados por impulsos de la imaginacin que buscaba una forma de expresarse. El col eccionaba objetos extraos que satisfacan su aficin por lo fantstico. Tales impulsos no estaban restringidos a los artistas, artesanos o coleccionista s. Toda la humanidad participaba de esa necesidad de dejar volar la imaginacin, a unque sus vas de escape fueran simplemente contemplar una pintura, la televisin o un libro de comics. Incluso los ignorantes sentan atraccin por lo desconocido. Nad ie que participara de la condicin humana, aunque fuera humildemente, era insensib le al eterno enigma de la vida y la muerte. Hay algo en todos nosotros que se si ente atrado por lo extrao, lo sobrenatural, lo inexplicable. Y eso propicia su pod er sobre nuestras mentes. Son los realistas obstinados, los escpticos que se burl an de lo misterioso, quienes son ms vulnerables a la locura. Keith observ su coleccin con una nueva consciencia. Aquellos objetos que haba ido a cumulando, no eran precisamente la expresin de una aficin excntrica; representaban la necesidad de rodearse de smbolos terrorficos hasta que el miedo se convirtiese en algo familiar. Una vez aceptaba que formaban parte de aquel lugar, dejaban de inquietarle. En cierto modo era algo mgico, un medio de superar temores internos . De la misma forma, Waverly exorcizaba sus demonios personales leyendo fantasa, y Lovecraft, ahora se daba cuenta claramente, lo haba hecho escribiendo. Keith estaba poniendo hielo a su copa, cuando el telfono son escandalosamente. Cog i el supletorio y sonri tranquilizado al or la voz de Waverly. -Buenas noches. Lleg el paquete? -El sobre? S, est aqu. -Estupendo. No lo habrs abierto? -No. -Buen chico. Perdona que me retrasara en llamar; he tenido problemas. -Se te oye como si estuvieras resfriado. -Estaba lloviendo en Boston y, estpido de m, no llev la gabardina. Pero eso no es i mportante. Lo malo es este maldito pie... -Qu ha ocurrido? -Tropec cuando bajaba la escalerilla del avin. Me he roto el dichoso tobillo. -Dios Santo! -Me lo merezco por ir tan de prisa. Las azafatas llamaron una ambulancia y me ll evaron a la consulta del doctor Holton. Me hizo una radiografa y lo enyes, trayndom e a casa l mismo. No me puedo mover sin muletas, pero Holton va a mandarme una en fermera que me cuidar durante unos das. -As que no podemos vernos esta noche. -No te preocupes. Estoy bien. Ven y trae el sobre. -Podemos vernos maana. Necesitars descanso.

-Mira, creo que he encontrado la respuesta a todo esto y quiero que la oigas ant es que me quede sin voz. Cunto tardars? -Dame una hora. -Te esperar. El aire caliente de la noche era agobiante y apenas corra viento. Keith se desabr och la chaqueta mientras conduca por Melrose. Gir hacia el sur por una calle transv ersal. Entre las sombras de la maleza surgan unos viejos bungalows de madera que parecan cajas. La casa de Waverly era ms grande y estaba mejor cuidada que las de sus vecinos, b ien situada tras el camino y rodeada por un seto. Pero en la oscura noche sin lu na, no pareca ms atractiva que las construcciones que la rodeaban. Keith aparc detrs de una furgoneta blanca, desconcertado por su presencia, hasta que record que Wa verly haba mencionado una enfermera. Por eso, estaba prevenido cuando, al llamar a la puerta, le contest una voz extraa pidindole que entrara. En el vestbulo se encontr con un joven negro, sonriente, vestido con una bata blan ca. -Seor Keith -dijo el enfermero-. Soy Frank Peters. -Encantado de conocerlo. Keith baj la voz. -Cmo est el paciente? -Un poco molesto. Ha estado tomando unas pastillas para el dolor que le dej el do ctor, pero est pasando un mal rato con la garganta. He telefoneado para que le tr ajeran un medicamento para la tos. Ahora que est usted aqu bajar a recogerlo a la f armacia. -Buena idea. -Le est esperando en el estudio. Trate de que no hable demasiado. Keith empez a atravesar el pasillo mientras el joven sala por la puerta. -Hasta luego -dijo. El estudio estaba bastante oscuro y Keith tard un poco en adaptar su vista; la lu z de la lmpara estaba baja y Waverly se encontraba en un gran silln colocado en un extremo. Su pie descansaba sobre un cojn y estaba encerrado en un yeso. A pesar del sofocante calor llevaba una bata de lana de manga larga y un pauelo en el cue llo, pero la parte de su plido rostro que no estaba cubierto por la barba, no pre sentaba ninguna muestra de transpiracin. Salud a Keith con la cabeza. -Gracias por venir -dijo-. Tienes muy buen aspecto. -Perdona pero no puedo devolverte el cumplido -dijo Keith examinando a su anfitr in-. Parece como si te hubieran maltratado. Ests en un estado horrible. -No importa, ahora que has venido me sentir bien. Srvete una copa si quieres. -No, gracias. Keith se sent en una silla junto al escritorio. -No estar mucho rato. Se supone que tienes que descansar. -Entonces ser breve. Waverly mir a su visitante tras las gafas oscuras. -Trajiste el paquete? Keith extrajo de su chaqueta el sobre marrn. -Bien -dijo Waverly mostrando su aprobacin-. Ahora puedes abrirlo. Aqu ests a salvo . Tomando un abrecartas de encima del escritorio, Keith cort el sobre y sac una amar illenta tela impermeable, cerrada por un extremo. Waverly miraba inalterable el abrecartas y el plstico, de donde sali un trozo de papel de cuaderno doblado. Colocando el trozo de papel sobre la mesa, Keith lo desdobl y examin. -Y bien? -pregunt Keith suavemente. -Es una especie de mapa. Keith frunci el ceo. -No puedo descifrar los detalles. La tinta est desteida. Te importa si subo la lmpar a?

-Los detalles no son importantes -dijo Waverly negando con la cabeza-. Lo que qu isiera saber es... Reconoces la letra? Keith ech una mirada. Despus levant la vista con sorpresa. -Es de Lovecraft! -Ests seguro? -Por supuesto. Nadie podra imitar su caligrafa. Vi algunas muestras en ese libro q ue me prestaste, Acotaciones. No haba tambin all un mapa? -S. Un plano de calles de Arkham. Waverly aclar su garganta y ri speramente. -Te imaginas dibujar una cosa as, inventar todos esos nombres de calles y rotularl os como si realmente existieran? El hombre tiene un extrao sentido del humor. -Crees que lo hizo solamente por gastar una broma a los lectores? -Claro -dijo Waverly mirando fijamente a Keith a travs de los oscuros lentes-. Rec uerdas la carta que escribi autorizando a otro autor para que lo usara como un pe rsonaje en una historia? Tambin inclua la firma de testigos imaginarios, en alemn, r abe y chino. Despus HPL complet la falsificacin escribiendo un corolario al autor d e la otra obra en el que lo asesinaba. Incluso us su casa de Providence como esce nario del relato, precisamente para que pareciese ms autntico. Lovecraft era un br omista empedernido y esmerado. Una vez te das cuenta de eso, puedes explicrtelo t odo. -No te sigo -dijo Kecith, cogiendo el trozo de papel para inspeccionarlo ms deten idamente. Las palabras de Waverly le confundan. -El cuadro que compraste... fue pintado por Upton, pero no inspir el relato de Lo vecraft. Creo que fue al contrario. Primero fue la historia, y despus HPL hizo qu e Upton ilustrara lo que haba escrito. Cmo debi rerse imaginando que nos iba a engaar! Por algn tiempo casi nos ha hecho creer en esos necrfagos y en los morbosos dispa rates que invent de la mitologa de Cthulhu. Waverly ri de nuevo. -No te das cuenta? Es una broma. Bajo el techo de madera, el aire estaba cargado. De algn lugar del pasillo llegab a el dbil sonido de unos pasos; probablemente Peters haba vuelto de la farmacia co n la medicina. Keith no hizo caso del ruido, mirando fijamente a la figura sentada entre las so mbras. -Ests olvidando una cosa -dijo-. Santiago y Beckman fueron asesinados. Eso no pue de ser una broma. -S, puede ser. La voz de Waverly se volvi de repente aguda y penetrante. -Peters... Trae el mapa! El hombre negro avanz hacia l desde la puerta. Ya no sonrea y sostena un revlver en l a mano. -Dmelo -dijo. Keith dio un paso hacia atrs, peco Peters cay sobre l, apuntando con el arma y list o para disparar. -Dmelo -murmur el negro. Entonces, la mano que sostena el revlver empez a temblar. Se produjo un estruendo y toda la habitacin tembl; las paredes, el techo, el suelo . Keith sinti que la casa se estremeca con un rugido que se confunda con el grito q ue sali de la garganta del negro, al empezar a caer las maderas del techo. Keith se volvi, agarr el mapa y cruz la puerta, corriendo. Entonces el ruido se intensific, el techo empez a derrumbarse y Keith perdi el cono cimiento. Cuando nuevamente abri los ojos, todo estaba silencioso. Silencioso y oscuro, y m uy tranquilo. Un terremoto. Predijeron que ocurrira y haba ocurrido. Keith se movi cautelosamente sintiendo un gran alivio al descubrir que poda mover las piernas sin dolor. Tena una sensacin entumecedora en el odo izquierdo, deba habe rse gulpeado con uno de los tablones del techo. Sobre su pecho, haban cado grandes pedazos de yeso; los apart y se sent. En la mano derecha todava estrechaba el arru gado mapa.

Pero el negro ya no sostena el revlver. Estaba tendido junto a Keith, atrapado por una gran viga, con la cabeza aplastada. Keith se levant, apartndose de aquella vista nauseabunda. Trat de abrirse paso entr e los escombros del suelo, buscando a Simon Waverly entre las sombras del rincn d e la habitacin. Milagrosamente, el silln no haba sido daado. Pero estaba vaco o casi vaco. A travs de las tinieblas, Keith consigui ver las cosas que descansaban sobre el as iento; tres objetos aprisionados por una chapa de metal. Tres objetos inconfundibles: la cara y las manos de Simon Waverly. La pesadilla no terminaba. Continuaba en la calle, donde las figuras aturdidas salan tambalendose de los bung alows parcialmente derruidos. O luchaban frenticamente por recobrar lo que acabab an de perder. Conmocionado por el golpe, Keith advirti que la camioneta blanca ya no estaba apa rcada frente a la casa de Waverly. Pero el Volvo estaba all, aparentemente ileso. Coloc la llave en el contacto y el coche inmediatamente se puso en marcha. Keith conduca en la noche que no era ni oscura ni tranquila. Las casas destrozada s, envueltas en llamas, iluminaban el camino en medio de la ciudad, que gritaba de dolor. No estaba solo. El trfico se incrementaba constantemente debido a que otros condu ctores escapaban de los incendios o de las explosiones producidas por los escape s de gas. Las tuberas de agua se haban reventado e inundado Melrose, y Keith rode l a zona hasta encontrar un paso seguro. En la Avenida Fontain gir hacia el oeste. Tuvo que desviarse varias veces para evitar golpear a los que corran, o caminaban fatigosamente, o simplemente estaban de pie en la calle aturdidos y sin saber q u hacer. La Avenida Highland estaba colapsada por los vehculos que se dirigan hacia el nort e para coger la autopista. En La Brea las sirenas zumbaban, provenientes de los coches de polica, ambulancias y bomberos, compitiendo en sus urgentes carreras. Pero mientras avanzaba hacia el oeste, iba encontrando menos evidencias de la vi olenta destruccin. Aparentemente el terremoto haba pegado ms fuerte en el centro de la ciudad y Keith, silenciosamente, rezaba para que su zona hubiera escapado de los temblores ms intensos. No supo cunto tiempo tard en atravesar el desfiladero. El Volvo empez a ascender po r las montaas, y l estaba empapado de sudor. Pero all, haban pocos signos visibles d e los efectos del terremoto. Las casas permanecan firmes en su sitio, en la falda de la montaa, y slo algunos rboles haban cado bloqueando parcialmente la carretera. Keith conduca evitndolos, sintindose agradecido de que no hubieran seales de incendi os, y de que los alaridos de las sirenas se hubieran reducido a un eco distante. Cuando por fin lleg, suspir aliviado. La casa pareca intacta. Aparc el Volvo y entr, olfateando posibles escapes de gas. Al no detectar ninguno encendi la luz del ves tbulo y descubri que funcionaba. La curiosa sensacin de aturdimiento persista, pero hizo el esfuerzo de dar una vuelta para inspeccionar los posibles daos. Algunos vasos de los armarios de la cocina se haban roto, pero el contenido del f rigorfico estaba como lo dej. La cocina elctrica no presentaba ningn problema y el g rifo del fregadero funcionaba normalmente. Slo unas grietas en la parte alta de l a pared evidenciaban el impacto del terremoto. En el estudio, las figurillas de la vitrina se haban volcado, pero Keith no se mo lest en revisarlas. Algunas de las mscaras colgaban torcidas de la pared y la cabe za reducida se hallaba en el suelo. Desde all sonrea con una mueca burlona en sus ojos vacos. Y de repente, se superpus o otra imagen a su visin: una horrible y plida mscara de carne y hueso, la cara de Simon Waverly. Despus el aturdimiento desemboc en pnico. Keith fue hasta el armario de los licores y hurg en l hasta que encontr la botella de coac. Se la llev al dormitorio, donde encendi la luz para asegurarse de que no se haba pr oducido ningn desperfecto. Dejando caer los zapatos, se sent en la cama, desenrosc el tapn de la botella y, por primera vez en su vida, bebi para olvidar.

Deba ser casi medianoche cuando se despert con la cabeza a punto de estallar y mue rto de sed. Una aspirina y un vaso de agua calmaron su malestar fsico, pero la se nsacin de pnico permaneca. Sali del bao, fue hasta la mesilla de noche y cogi el telfono. Haba empezado a marcar el nmero de la polica, cuando advirti que la lnea estaba cortada. Aparentemente el terremoto haba dejado fuera de servicio aquella zona. Se dirigi a la sala y encendi el televisor Comprob que funcionaba, y pronto la agra dable imagen de un locutor llen la pantalla. Se felicit a s mismo por encontrar tan rpidamente una emisin de noticias. Despus pens que todos los canales locales deban e star ofreciendo continuamente reportajes sobre los desastres ocurridos la noche pasada. Durante la hora siguiente averigu lo necesario para poder reconstruir con coheren cia los pormenores de la tragedia. Un terremoto, de 7,1 de la escala Richter, ha ba sacudido la ciudad. Los efectos ms graves se haban sentido en el centro comercial, donde los grandes f ragmentos de vidrios de las ventanas se haban desmoronado desde los altos edifici os, destrozando los escaparates de las tiendas. Afortunadamente, el ncleo de la c iudad estaba prcticamente desierto a esa hora, y pocos murieron o fueron heridos en las calles. Pero el pnico predomin en los teatros, cuando caan los accesorios y las lmparas de araa; la multitud qued aplastada en las salidas de emergencia. Algun os hospitales fueron escenarios de tragedias y la destruccin de casas particulare s fue bastante importante. El distrito de Los Angeles haba sido declarado oficial mente zona catastrfica y la Guardia Nacional estaba prestando ayuda, buscando las vctimas de los escapes de gas o de las cadas de tendidos elctricos. Keith baj el volumen y entr en la cocina para hacerse un caf. La cabeza le dola de n uevo, probablemente debido a los golpes de los escombros al caer. El pensar en ello, trajo consigo lo que hasta el momento haba conseguido rehuir: el recuerdo de todos los acontecimientos ocurridos en la casa de Waverly. Y con el recuerdo vino el entendimiento. Aquellos momentos finales en el estudio de Waverly eran paralelos al cuento de L ovecraft El Frecuentador de la Oscuridad . Incluso la situacin tena sus similitudes. El narrador del cuento de Lovecraft se v ea implicado en una situacin parecida con su amigo Henry Akeley. Este era un sabio que crea que unas criaturas procedentes de otros planetas se escondan en las mont aas de Vermont, cerca de su casa. Le contaba por carta sus temores al narrador y lo invitaba a que lo visitase, trayendo consigo una fotografa y una grabacin, que le haba mandado como prueba. Cuando el narrador llegaba, se encontraba con un ext rao que afirmaba ser amigo de Akeley. Al entrar en la casa, el supuesto sabio enf ermo le aguardaba en la oscuridad para susurrarle. Finalmente, se daba cuenta de que aquel no era su amigo, sino un aliado humano de las criaturas aladas, que l e haban llevado hasta all para apoderarse de las pruebas. El narrador consegua esca par, pero antes de salir, descubra con espanto un rostro humano y unas manos, rep osando sobre el asiento que haba ocupado el supuesto amigo. Desde luego, haban diferencias. En el cuento, eran las criaturas aladas las que s uplantaban al sabio muerto, con un terrible disfraz, hecho con manos y rostros h umanos. Keith movi la cabeza. Estaba seguro de no haber sido engaado por ningn monstruo del espacio, susurrndole con una voz que imitaba a la humana. Pero usando el relato de Lovecraft como modelo, parecia inquietamente simple pensar lo que realmente h aba ocurrido. Quien fuera el que vigilase el almacn de Boston, se haba enterado de la presencia de Waverly y del descubrimiento que haba hecho all. Su telfono del hotel debi ser in tervenido, y as pudieron saber del envo del hallazgo a Keith. Quiz haban seguido a Waverly en el avin a Los Angeles; ms probablemente, pasaron la informacin a alguien de all que auardara su llegada. Keith record al hombre negro y la camioneta. Qu fcil debi ser! Escondidos en la oscuridad del gran aparcamiento, sa car el arma junto a Waverly y, sin que ste se diera cuenta, derribarlo de un golp e. Despus meteran el cuerpo en la camioneta que haba visto esperando. Luego vino la llamada a Keith. La voz ronca imitando la de Waverly, inventando l a historia de un accidente y pidindole que fuera a la casa con el sobre.

El resto encajaba perfectamente: el negro hacindose pasar por enfermero, y su cmpl ice, fingiendo ser Waverly, para obtener el sobre. Pero por qu no lo haban matado inmediatamente? Por qu esa interpretacion elaborada y las falsas explicaciones dadas por el susurrador? Una posible razn le vino a la cabeza. Keith recordaba que la voz del telfono haba h ablado de un paquete en lugar de un sobre. De modo que no estaban seguros de lo qu e Waverly haba encontrado en el almacn; seguramente no conocan con exactitud qu saba Keith del descubrimiento. Por eso el negro se fue, o fingi que se iba, dando a Ke ith la oportunidad de abrir el sobre y as descubrir su reaccin. Antes de matarlo d eban asegurarse de que no haba dado la noticia del descubrimiento a alguien ms. Una vez seguros de eso, el negro estara preparado para actuar. Pero el terremoto, que le haba derribado dndole muerte, y el aturdimiento de Keith, ofrecieron la op ortunidad de escapar al impostor de Waverly. Probablemente pensara que Keith tamb in estaba muerto; en todo caso, haba huido en la camioneta. Naturalmente, el miedo que provoc su marcha repentina, hizo que olvidara el contenido del sobre. Peroqu p ersona poda concebir y llevar a cabo el mltiple asesinato de Santiago, Beckman y W averly? Se tratara realmente de algn tipo de secta como las descritas en los cuento s de Lovecraft, adoradores de seres malvados que secretamente sobrevivan en la Ti erra? Keith llev su taza de caf a la sala, mientras pensaba en una respuesta ms racional. Sera una broma, no perpetrada por Lovecraft, como torpemente haba sugerido el susur rador, sino por algn fantico y desequilibrado admirador de su obra? Keith record historias recientes de asesinatos rituales, llevados a cabo por sata nistas que, supuestamente enviados por el diablo, cometan la mayores atrocidades. Poda ser tpico de fanticos transtornados apropiarse de elementos novelescos y tram ar asesinatos para copiar los de los cuentos. No haba mencionado Waverly, alguna v ez, una sociedad llamada La Orden Esotrica de Dagon, nombre usado por unos ocultist as, de cara de pez, en La Sombra sobre Innsmouth?. Humanos que se unan con monstr uos submarinos y su descendencia adquira el rostro de Innsmouth. Los mitos de Cthul hu de Lovecraft atraan a un cierto sector de la juventud inquieta; habia un grupo de rock llamado H. P. Lovecraft. Las drogas alucingenas podan potenciar la intens idad de las fantasas imaginadas e inspirar a adictos desequilibrados a traducirla s en espantosas realidades. Ninguna respuesta, sin embargo, explicara la pintura de El Modelo de Pickman o la existencia del artista Upton, el prototipo autntico del personaje de la historia . El cuadro haba sido pintado en 1926. Antes que Lovecraft hubiera escrito sobre la secta de Cthulhu, y antes de que hubiera nacido ningn miembro de la actual con tra-cultura. Haba otra posibilidad. En las cartas y conversaciones, Lovecraft haca alusin frecue ntemente a la fuente de los argumentos de sus historias: sus propios sueos. Toda su vida haba estado sometido a intensas pesadillas, ms all de la pared del sueo. Qu yaca realmente detrs de la pared? Haba vagado por otras dimensiones, por un univers o paralelo? Poda haber viajado a travs del tiempo y del espacio en sus sueos, viajad o para ser testigo de un pasado cercano? Saba lo que ocurrira y lo haba trasladado a sus novelas, cambiando ambientes y personajes? Era una hipotesis fantstica y, aunque no poda aceptarla, se enfrent a una alternati va final y todava ms aterradora. Se compar a si mismo con l. Pero era posible tal comparacin? Se pareca Keith a los per sonajes tpicos de las historias de Lovecraft? Record a los narradores de tales historias: introvertidos, imaginativos, bastante neurticos. Frecueutemente dudaban de la validez de sus propias experiencias, adm itiendo que podan haber estado alucinados o locos. Era esa la verdadera respuesta? Era todo esto el producto de una interpretacin errne a y paranoica de los sucesos normales? Qu haba ocurrido realmente en todo lo que Ke ith recordaba? Se haba producido un terremoto, de eso no caba duda, y l haba recibido un golpe en l a cabeza, en casa de Waverly. Pero quiz, el golpe la haba daado, por lo cual estara an desorientado e imaginando los acontecimientos ocurridos. No era una teora agradable, pero al menos era posible bajo el punto de vista mdico y, si era verdad, habra algn remedio para su situacin. Mucho mejor que dirigirse a

dioses-monstruos o a oscuras hermandades dedicadas a devolverlos a la vida. De forma curiosa, esa solucin ofreca cierta comodidad, una sensacin de seguridad poten cial. Entonces, Keith meti la mano en el bolsillo de la chaqueta y cuando la sac y encon tr la respuesta, toda la comodidad y seguridad se desvanecieron. All estaba la prueba de que la noche anterior no haba sido una fantasa: era el mapa de Lovecraft de... -El sur del Pacfico... Apenas pudo percibir la frase que pronunciaba el comentarista de la televisin. Rpi damente subi el volumen y escuch. -...donde, segn las ltimas noticias recibidas, se produjo un terremoto de activida d igual o superior al que sufrimos aqu la noche anterior. Aunque la sacudida se s inti en Australia y Nueva Zelanda, se han registrado pocos daos. Los sismlogos indi can que las erupciones volcnicas submarinas estn centradas en una zona del ocano, a l sur de la isla de Pitcairn y al sudeste de Tahit, cerca de la conjuncin de 45 de latitud sur y l25 de longitud oeste. Keith mir otra vez el mapa, examinando los mrgenes, donde se indicaban los grados longitudinales y latitudinales. Entonces, sus ojos buscaron el punto donde las ln eas marcadas se intersectaban. Incluso antes de encontrarlo, saba lo que iba a ver. Bajo la gruesa cruz que marc aba la mancha, haba garabateada una palabra: R'lyeh. La salud ofrece ciertas ventajas, especialmente en las pocas de stress. A pesar de la interrupcin de la rutina de sus ocupaciones normales por las consecuencias des astrosas del terremoto, treinta y seis horas ms tarde, haba puesto sus asuntos en orden y tomado un jet de la Air France. Haba salido inmediatamente, llevando en la maleta lo que crey necesario y hospedndo se en el hotel Bel-Air. All se sinti a salvo de las instrusiones, mientras hizo lo s arreglos precisos con la agencia de viajes y vis el pasaporte. Su banco le haba enviado el saldo solicitado y, siguiendo sus recomendaciones, haba encargado a un a agencia inmobiliaria cerrar la casa y de los gastos de mantenimiento durante s u ausencia. Al marchar, se qued suficientemente satisfecho de su seguridad. Las ltimas catstrofes haban provocado la cancelacin de muchos planes de vacaciones y , una vez a bordo, se encontr ocupando la seccin de primera clase, con un solo com paero de vuelo. El otro viajero era un ingls de mediana edad, cuyo retraimiento era tan caracterst ico como su tez rojiza, la corbata rayada de colegial y el catlogo de la subasta de Sotheby, que miraba atentamente. Pero la amabilidad persistente de la azafata dio sus resultados. Cuando tomaban la tercera bebida, ya haban entrado en una animada conversacin e intercambiaban pr esentaciones. El hombre de Briton se llamaba Abbott -Mayor Ronald Abbott, del Quinto Regimient o Real de Fusileros de Northumberland, entonces retirado y residente en Tahit. -Pero slo durante seis meses al ao -dijo- No puedo estar ms tiempo sin sacar el cer tificado de ciudadana. Los franceses no permiten a nadie entrar en sus reservas p rivadas. -Ha odo hablar del terremoto? pregunt Keith-. Cree que han habido muchos daos all? Abbott neg con la cabeza. -Nada serio. Azot las aguas miles de millas hacia el sur y el este. Siempre cabe la posibilidad de una oleada, pero no han habido noticias al respecto. Estoy con vencido de que encontrar Pepeete completamente seguro para los turistas. Va de va caciones no es cierto? -No exactamente. Keith mir a la azafata que les ofreca una bebida, agradecindole la interrupcin. Pero eso, ms los efectos de la latitud y la fatiga, le incit a que soltara la lengua. Antes de que se diera cuenta, estaba debatiendo sobre su misin y, aunque trataba de no dar detalles sobre su naturaleza o sus motivos, hablaba abiertamente de su s apresurados preparativos para la marcha. -Suena como si estuviera a punto de desbordarse el vaso -coment Abbott-. Esa pris

a en salir. Mir a Keith con perspicacia. -No estara metido en algn lo co