EL INCENDIO Y LA PERDIDA DEL NORMANNA

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E L documento gráfico que ilustra estas líneas recoge la estampa marinera del vapor noruego «Normanna» cuando —allá por febrero de 1925— varó en la playa de Ma- ría Jiménez tras sufrir un desvas- tador incendio. Luis Cola Bení- tez —buen tinerfeño y buen amigo— ha sabido conservar para la posterioridad esta imagen del vapor que, calcinado, de es- tas aguas zarpó para, con su pro- pia máquina, dirigirse al puerto inglés donde se le desguazó pos- teriormente. La historia marinera del «Nor- manna» comenzó cuando, en 1908, resbaló por una de las gra- das de la W. Doxford and Sons, en Sunderland. En amuras y es- pejo de popa lucía el nombre de «Walkure» y, cuando terminó las pruebas de mar, arboló bandera alemana y contraseña de la na- viera Rhederei Akt. Ges. Ocea- na, con sede en Hamburgo. Era el «Walkure» un clásico «turret-dock» —«tambucho» en el viejo puerto santacrucero del carbón— o sea, que pertenecía a aquel sistema de construcción que, abandonado hace muchos años, era modificación del «wha- le back». En dichos «tambu-, chos», la cubierta alta denominada «cubierta de puen- te»— a partir de la línea de má- xima carga se curvaba hasta un cuarto de la longitud de la man- ga, para subir luego verticalmen- te y dar lugar a una plataforma central, con un ancho igual a la longitud de media manga, don- de se encontraban los alojamien- tos, puente, etc. El entonces «Walkure» era de 3.983 toneladas brutas, 2.439 ne- tas y 6.700 de desplazamiento, Eran sus principales dimensio- nes 107 metros de eslora, 15,5 de manga y 6 de calado; con una máquina alternativa triple daba media de 9,5 nudos sólo con buen tiempo, pues con mar ar- bolada, como todos los de su tipo era como una boya y, proa al tiempo reinante, se aguantaba sobre la máquina y esperaba a que amainase. El «Walkure» tenía una proa horrorosa —característica que compartía con todos sus gemelos— y, con su enorme pan- za, cubierta de puerto y superes- tructuras largas, estrechas y ra- quíticas, era barco feo y macizo. Navegó al tramp, entonces ren- table, aquel tráfico que llevaba a los vapores por todos los puer- tos del mundo y siempre en bus- ca de flete. Repletos de carbón bajaban hasta Buenos Aires y, posteriormente, con trigo hasta las marcas retornaban a puertos de Europa. En los primeros días de la Gran Guerra, el «Walhalla» gemelo del «Walkure»— arribó a nuestro puerto para, tras sumi- nistrar combustible al «Kron- prínz Wilhelm», que armado en 111 El «Normanna» —un «tambucho» noruego que en 1914 había sido hundido en Papeetí— se incendió en aguas de Santa Cruz en febrero de 1925. Reflotado y declarado pérdida total, en julio zarpó rumbo al Támesis, donde se le desguazó El incendio y la pérdida del «Normanna» corso navegaba por el Atlántico, refugiándose en la paz española. Y, a la sombra de Anaga, la es- tampa del «tambucho» alemán lució en aguas de Santa Cruz de Tenerife. EL «Waíkure» se encontra- ba entonces navegando en aguas de Tahití y, apenas co- menzaba la lucha en Europa, fue apresado por el cañonero francés «Zalee» que, al mando del teniente de navio Destre- mau, se encontraba de estación en Papeetí. Marinado con una dotación de presa y escoltado por el «Zalee», el «Walkure» arrumbó al puerto citado, don- de quedó amarrado mientras su tripulación fue desembarcada e internada. Y allí quedó el «tam- bucho» germano —su gemelo estaba en Santa Cruz— con su estampa maciza mientras, al aire las palas de la hélice, es- peraba el momento de volver a la mar bajo la bandera de sus captores. Mientras el «Walkure» per- manecía a la espera de una de- cisión sobre su futuro, la fuer- za naval alemana al mando del almirante Von Spee navegaba en aquel crucero que la llevó desde Tsing Tao a la victoria en aguas de Coronel para, luego, desaparecer bajo el fuego pre- ciso de los cruceros de batalla que, al mando de Sturdee, la batieron en las Malvinas. En su viaje hacia las costas chilenas, los cruceros alemanes de Von Spee dieron fondo en los arrecifes coralinos de Bora Bora para hacer carbón, refrescar la aguada y embarcar víveres fres- cos de su tren de flota. En aquel alejado lugar se ignoraba que la guerra asolaba el mundo y, en- terado el mando alemán de la existencia de un depósito de car- bón en Papeeíí —allí se almace- naban unas 5.000 toneladas de dicho combustible— se decidió su bombardeo, ya que, además, la colonia carecía de cable y es- tación radiotelegráfica. El comandante del «Zelée» ha- bía tomado precauciones, pues- to que suponía la presencia de buques alemanes en aquella zona del Pacífico. Con la dotación de su cañonero y sesenta indígenas formó una tropa bien distribui- da para el caso de un desembar- co y, al propio tiempo, desmon- tó y desembarcó la artillería de su buque —dos piezas de 100 mi- límetros, cuatro de 65 y seis de 37— la cual fue luego montada en lugares estratégicos y perfec- tamente elegidos. Para obstruir el canal de acce- so al puerto, el teniente de navio Destremau fondeó en la entrada al «Walkure» y, abarloado, co- locó al «Zelée», ya desarmado y preparado para un rápido hundi- miento. Las previsiones del ma- rino francés fueron acertadas pues, apenas zarparon de la isla de Suvarov —donde no pudieron carbonear por la mar tendida los cruceros acorazados «Scharnhorts» y «Gneisenau» arrumbaron a Tahití mientras, cerca de la isla de Nukuhiwa, les esperaba el ligero «Nurnberg». Cuando los cruceros acoraza- dos alemanes llegaron ante Pa- peetí, ya los franceses les espe- raban y abrieron fuego con la ar- tillería de 65, reservándose la de 100 para no denunciar su empla- zamiento. Los buques de Von Spee siguieron a rumbo y, a tope, izaron las banderas como señal evidente de combate. Destremau hizo hundir su buque y el «Wal- kure», el cual quedó tocando fondo y bloqueando la entrada del puerto. Von Spee no se arriesgó a un desembarco y, con sus buques en línea de fila, abrió fuego sobre los depósitos de carbón y los edi- ficios oficiales y, con la artille- ría ligera, contra los semihundi- dos «Zelée» y «Walkure». Poco después, desde la costa el semá- foro señaló a los buques de Von Spee: «Tenemos veintiocho rehe- nes alemanes». Se trataba de la tripulación del «Walkure» y, ante ello, el almirante alemán ordenó cesar el fuego y, sin intentar apo- derarse del carbón ni rescatar a la tripulación del «Walkure», cayó a una banda y comenzó a alejarse de las costas de Tahití, Reflotado posteriormente, el «Walkure» fue abanderado en los Estados Unidos y rebautiza- do «Republic» por sus nuevos armadores, la naviera Chile S.S. Co. Ltd. Continuó en la mar en aquellos años de guerra y, cuan- do llegó la paz y bajaron los fle- tes, fue vendido a la firma Virik, de Arendal, que lo rebautizó «Normanna» y dedicó al tramp. El 20 de febrero de 1925, el «Normanna» —antiguo «Walku- re»— arribó a Santa Cruz de Te- nerife, puerto en el que, durante toda la Gran Guerra, había esta- do fondeado el «Walhalla», su gemelo y compañero de contra- seña. Venía al mando del capi- tán Virik, pariente de sus arma- dores y, consignado a Hamilton, en fondeo inició, a las 3.30 de la tarde, las faenas de carboneo y refresco de la aguada. A las once de la noche, cuan- do ya despachado arranchaba a son de mar y se preparaba para virar el ancla, un tripulante ob- servó que la cubierta estaba re- calentada y salía humo por uno de los ventiladores de la bodega número dos. Avisado el capitán Virik, el bramido de la sirena rompió el silencio de la noche. En una falúa llegó rápidamente el práctico Miguel de Juan que, de acuerdo con el comandante de marina y el capitán Virik, varó al «Normanna» en la playa de María Jiménez. Con los aljibes flotantes de la Eider Dempster se iniciaron de inmediato los trabajos de extin- ción al tiempo que desembarca- ban los seis pasajeros que viaja- ban en el carguero noruego. En las primeras horas de la maña- na, el comandante de Marina, señor Arriaga, se trasladó al «Normanna», donde se entrevis- tó con el capitán Virik, el cual le explicó el origen del fuego: roce de bobinas de papel y, lue- go, propagación a la carga de madera. El fuego tomó luego tal incre- mento que se hizo necesario re- tirar los aljibes; por la tarde, el casco estaba al rojo vivo en la zona de las salas de máquinas y calderas y, por la noche, las lla- mas llegaban casi a la parilla de los palos. El «Normanna» quedó «con la quilla en el marisco» —como di- ría un viejo costero— y, cuando ardió cuanto de combustible ha- bía en él, su estampa negra y re- torcida se ofreció a la vista de to- dos. El antiguo «tambucho» ha- bía muerto para la mar pues, ante la baja de fletes, resultaba antie- conómica su reparación y los ar- madores hicieron abandono a los aseguradores. Se desembarcó y vendió cuanto pudo salvarse de la carga y, mientras, el barco que había sido hundido en Pateetí continuaba a la espera -siempre a la espera— varado en la Playa de María Jiménez. Más tarde, los remolcadores del servicio portuario lo trajeron frente a Paso Alto donde, con el trinquete rendido y las superes tructuras retorcidas por el fuego, quedó cerca de tierra. El 9 de ju- nio arribó el remolcador norue- go «Jason» —capitán Engebieth- zer y 24 tripulantes— que se le arboló para, con su equipo de técnicos, cerrar rumbos y repa- rar mamparos, máquina y calde- ras, con vistas a realizar las últi- mas singladuras. El 17 de julio, el «Normanna» se hizo a la mar y, a lentas pala- das, la hélice —cansada de la mar— rompió el Atlántico isle- ño y lo llevó mar afuera con el «Jason» en su estela. El barco que casi había muerto en Papee- tí ya lo había hecho definitiva- mente a la sombra de Anaga y, con su propia máquina, se diri- gía al Támesis, donde se desco- serían sus viejas planeas y su nombre pasaría a la historia de Tahiíí y Tenerife. Juan A. Padrón Albornoz !F ^F9P^^ vC _jCSS&« YI»H<? Avda. PnnapesdeEsP^. U1

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1986/12/21

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E L documento gráfico queilustra estas líneas recogela estampa marinera del

vapor noruego «Normanna»cuando —allá por febrero de1925— varó en la playa de Ma-ría Jiménez tras sufrir un desvas-tador incendio. Luis Cola Bení-tez —buen tinerfeño y buenamigo— ha sabido conservarpara la posterioridad esta imagendel vapor que, calcinado, de es-tas aguas zarpó para, con su pro-pia máquina, dirigirse al puertoinglés donde se le desguazó pos-teriormente.

La historia marinera del «Nor-manna» comenzó cuando, en1908, resbaló por una de las gra-das de la W. Doxford and Sons,en Sunderland. En amuras y es-pejo de popa lucía el nombre de«Walkure» y, cuando terminó laspruebas de mar, arboló banderaalemana y contraseña de la na-viera Rhederei Akt. Ges. Ocea-na, con sede en Hamburgo.

Era el «Walkure» un clásico«turret-dock» —«tambucho» en elviejo puerto santacrucero delcarbón— o sea, que pertenecíaa aquel sistema de construcciónque, abandonado hace muchosaños, era modificación del «wha-le back». En dichos «tambu-,chos», la cubierta alta —denominada «cubierta de puen-te»— a partir de la línea de má-xima carga se curvaba hasta uncuarto de la longitud de la man-ga, para subir luego verticalmen-te y dar lugar a una plataformacentral, con un ancho igual a lalongitud de media manga, don-de se encontraban los alojamien-tos, puente, etc.

El entonces «Walkure» era de3.983 toneladas brutas, 2.439 ne-tas y 6.700 de desplazamiento,Eran sus principales dimensio-nes 107 metros de eslora, 15,5 demanga y 6 de calado; con unamáquina alternativa triple dabamedia de 9,5 nudos sólo conbuen tiempo, pues con mar ar-bolada, como todos los de sutipo era como una boya y, proaal tiempo reinante, se aguantabasobre la máquina y esperaba aque amainase.

El «Walkure» tenía una proahorrorosa —característica quecompartía con todos susgemelos— y, con su enorme pan-za, cubierta de puerto y superes-tructuras largas, estrechas y ra-quíticas, era barco feo y macizo.Navegó al tramp, entonces ren-table, aquel tráfico que llevaba alos vapores por todos los puer-tos del mundo y siempre en bus-ca de flete. Repletos de carbónbajaban hasta Buenos Aires y,posteriormente, con trigo hastalas marcas retornaban a puertosde Europa.

En los primeros días de laGran Guerra, el «Walhalla» —gemelo del «Walkure»— arribóa nuestro puerto para, tras sumi-nistrar combustible al «Kron-prínz Wilhelm», que armado en

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El «Normanna» —un «tambucho» noruego que en 1914 había sido hundido en Papeetí— se incendió en aguas de Santa Cruz enfebrero de 1925. Reflotado y declarado pérdida total, en julio zarpó rumbo al Támesis, donde se le desguazó

El incendio y la pérdida del «Normanna»corso navegaba por el Atlántico,refugiándose en la paz española.Y, a la sombra de Anaga, la es-tampa del «tambucho» alemánlució en aguas de Santa Cruz deTenerife.

EL «Waíkure» se encontra-ba entonces navegando enaguas de Tahití y, apenas co-menzaba la lucha en Europa,fue apresado por el cañonerofrancés «Zalee» que, al mandodel teniente de navio Destre-mau, se encontraba de estaciónen Papeetí. Marinado con unadotación de presa y escoltadopor el «Zalee», el «Walkure»arrumbó al puerto citado, don-de quedó amarrado mientras sutripulación fue desembarcada einternada. Y allí quedó el «tam-bucho» germano —su gemeloestaba en Santa Cruz— con suestampa maciza mientras, alaire las palas de la hélice, es-peraba el momento de volver ala mar bajo la bandera de suscaptores.

Mientras el «Walkure» per-manecía a la espera de una de-cisión sobre su futuro, la fuer-za naval alemana al mando delalmirante Von Spee navegabaen aquel crucero que la llevódesde Tsing Tao a la victoria enaguas de Coronel para, luego,desaparecer bajo el fuego pre-ciso de los cruceros de batalla

que, al mando de Sturdee, labatieron en las Malvinas.

En su viaje hacia las costaschilenas, los cruceros alemanesde Von Spee dieron fondo en losarrecifes coralinos de Bora Borapara hacer carbón, refrescar laaguada y embarcar víveres fres-cos de su tren de flota. En aquelalejado lugar se ignoraba que laguerra asolaba el mundo y, en-terado el mando alemán de laexistencia de un depósito de car-bón en Papeeíí —allí se almace-naban unas 5.000 toneladas dedicho combustible— se decidiósu bombardeo, ya que, además,la colonia carecía de cable y es-tación radiotelegráfica.

El comandante del «Zelée» ha-bía tomado precauciones, pues-to que suponía la presencia debuques alemanes en aquella zonadel Pacífico. Con la dotación desu cañonero y sesenta indígenasformó una tropa bien distribui-da para el caso de un desembar-co y, al propio tiempo, desmon-tó y desembarcó la artillería desu buque —dos piezas de 100 mi-límetros, cuatro de 65 y seis de37— la cual fue luego montadaen lugares estratégicos y perfec-tamente elegidos.

Para obstruir el canal de acce-so al puerto, el teniente de navioDestremau fondeó en la entrada

al «Walkure» y, abarloado, co-locó al «Zelée», ya desarmado ypreparado para un rápido hundi-miento. Las previsiones del ma-rino francés fueron acertadaspues, apenas zarparon de la islade Suvarov —donde no pudieroncarbonear por la mar tendida —los cruceros acorazados«Scharnhorts» y «Gneisenau»arrumbaron a Tahití mientras,cerca de la isla de Nukuhiwa, lesesperaba el ligero «Nurnberg».

Cuando los cruceros acoraza-dos alemanes llegaron ante Pa-peetí, ya los franceses les espe-raban y abrieron fuego con la ar-tillería de 65, reservándose la de100 para no denunciar su empla-zamiento. Los buques de VonSpee siguieron a rumbo y, a tope,izaron las banderas como señalevidente de combate. Destremauhizo hundir su buque y el «Wal-kure», el cual quedó tocandofondo y bloqueando la entradadel puerto.

Von Spee no se arriesgó a undesembarco y, con sus buques enlínea de fila, abrió fuego sobrelos depósitos de carbón y los edi-ficios oficiales y, con la artille-ría ligera, contra los semihundi-dos «Zelée» y «Walkure». Pocodespués, desde la costa el semá-foro señaló a los buques de VonSpee: «Tenemos veintiocho rehe-

nes alemanes». Se trataba de latripulación del «Walkure» y, anteello, el almirante alemán ordenócesar el fuego y, sin intentar apo-derarse del carbón ni rescatar ala tripulación del «Walkure»,cayó a una banda y comenzó aalejarse de las costas de Tahití,

Reflotado posteriormente, el«Walkure» fue abanderado enlos Estados Unidos y rebautiza-do «Republic» por sus nuevosarmadores, la naviera Chile S.S.Co. Ltd. Continuó en la mar enaquellos años de guerra y, cuan-do llegó la paz y bajaron los fle-tes, fue vendido a la firma Virik,de Arendal, que lo rebautizó«Normanna» y dedicó al tramp.

El 20 de febrero de 1925, el«Normanna» —antiguo «Walku-re»— arribó a Santa Cruz de Te-nerife, puerto en el que, durantetoda la Gran Guerra, había esta-do fondeado el «Walhalla», sugemelo y compañero de contra-seña. Venía al mando del capi-tán Virik, pariente de sus arma-dores y, consignado a Hamilton,en fondeo inició, a las 3.30 de latarde, las faenas de carboneo yrefresco de la aguada.

A las once de la noche, cuan-do ya despachado arranchaba ason de mar y se preparaba paravirar el ancla, un tripulante ob-servó que la cubierta estaba re-

calentada y salía humo por unode los ventiladores de la bodeganúmero dos. Avisado el capitánVirik, el bramido de la sirenarompió el silencio de la noche.En una falúa llegó rápidamenteel práctico Miguel de Juan que,de acuerdo con el comandante demarina y el capitán Virik, varóal «Normanna» en la playa deMaría Jiménez.

Con los aljibes flotantes de laEider Dempster se iniciaron deinmediato los trabajos de extin-ción al tiempo que desembarca-ban los seis pasajeros que viaja-ban en el carguero noruego. Enlas primeras horas de la maña-na, el comandante de Marina,señor Arriaga, se trasladó al«Normanna», donde se entrevis-tó con el capitán Virik, el cualle explicó el origen del fuego:roce de bobinas de papel y, lue-go, propagación a la carga demadera.

El fuego tomó luego tal incre-mento que se hizo necesario re-tirar los aljibes; por la tarde, elcasco estaba al rojo vivo en lazona de las salas de máquinas ycalderas y, por la noche, las lla-mas llegaban casi a la parilla delos palos.

El «Normanna» quedó «con laquilla en el marisco» —como di-ría un viejo costero— y, cuandoardió cuanto de combustible ha-bía en él, su estampa negra y re-torcida se ofreció a la vista de to-dos. El antiguo «tambucho» ha-bía muerto para la mar pues, antela baja de fletes, resultaba antie-conómica su reparación y los ar-madores hicieron abandono a losaseguradores. Se desembarcó yvendió cuanto pudo salvarse dela carga y, mientras, el barco quehabía sido hundido en Pateetícontinuaba a la espera -siemprea la espera— varado en la Playade María Jiménez.

Más tarde, los remolcadoresdel servicio portuario lo trajeronfrente a Paso Alto donde, con eltrinquete rendido y las superestructuras retorcidas por el fuego,quedó cerca de tierra. El 9 de ju-nio arribó el remolcador norue-go «Jason» —capitán Engebieth-zer y 24 tripulantes— que se learboló para, con su equipo detécnicos, cerrar rumbos y repa-rar mamparos, máquina y calde-ras, con vistas a realizar las últi-mas singladuras.

El 17 de julio, el «Normanna»se hizo a la mar y, a lentas pala-das, la hélice —cansada de lamar— rompió el Atlántico isle-ño y lo llevó mar afuera con el«Jason» en su estela. El barcoque casi había muerto en Papee-tí ya lo había hecho definitiva-mente a la sombra de Anaga y,con su propia máquina, se diri-gía al Támesis, donde se desco-serían sus viejas planeas y sunombre pasaría a la historia deTahiíí y Tenerife.

Juan A.Padrón Albornoz

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