EL JUEGO Y LA FANTASÍA

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71 EL JUEGO Y LA FANTASÍA José García Peñalver Psicólogo Clínico-Psicoanalista www.psicoanalisispalma.com Q ue “en cada hombre hay un poeta y que sólo con el último hombre mo- rirá el último poeta”, es algo que los mismos poetas gustan, generosamente, de atribuir a la esencia humana. Y si verdaderamente existe tal posibilidad, sería lícito buscar ya en el niño las primeras huellas de la actividad creadora del poeta. En este sentido: ¿cuál es la ocupación fa- vorita y más intensa correspondiente a la infancia? Respuesta: el juego. ¿Habrá, en- tonces, entre el jugar infantil y la creación artística alguna relación? Averiguaciones en torno a la función poéti- ca, a la creatividad en general, con las que el Dr. Sigmund Freud nos introduce en un texto escrito en 1908 y titulado El poeta y la fantasía. Un trabajo donde, siguiendo la línea de investigación expuesta anterior- mente, nos plantea la siguiente tesis: el poeta es poeta porque no abandona el jue- go. Por tanto, todo el mundo podría poe- tizar, puesto que poetizar no es más que jugar. Pero vayamos por partes, tratando de ela- borar y sacarle todo el jugo a dicha tesis; para lo cual, la primera distinción que ten- dremos que hacer es entre jugar y fanta- sear. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre el juego y la fantasía? Pues básica- mente que el que juega es alguien que se divierte, en cambio el que fantasea es un sujeto que sufre, un alma en pena, aun- que no necesariamente sea consciente de ello. “El poeta -nos dice Freud en este tex- Sobre la creación y la neurosis www.psicoanalisispalma.com José García Peñalver Psicólogo Clínico-Psicoanalista 871 948 901 EL PSICOANÁLISIS PUEDE AYUDARLE HAY OTRA MANERA DE VIVIR to- hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio; esto es, se siente ín- timamente ligado a él, aunque sin dejar de diferenciarlo resueltamente de la realidad. Pero de esta irrealidad del mundo poético nacen consecuencias muy importantes para la técnica artística, pues mucho de lo que, siendo real, no podría procurar placer ninguno puede procurarlo como juego de la fantasía, y muchas emociones penosas en sí mismas pueden convertirse en una fuente de placer para el auditorio del poeta”. El hombre feliz es aquel que no fantasea. Fantasear, sin más, es propio de las personas insatisfechas Es decir, para fantasear, a secas, no necesito de la reali- dad. Así, cada vez que fantaseo, soy un ser aislado que necesita inventarse la realidad; una “realidad” a su gusto que llega a creerla como verdadera ya que ésta le per- mite escapar del mundo real que en ocasiones tanto lo frustra. En cambio, el niño cuando juega e inventa siem- pre toma un elemento de la realidad para jugar y sabe distinguir ambas muy bien. El poeta también cuando juega, juega siempre con la realidad; o sea, que tanto el juego del niño como el juego del poeta es la transformación de una realidad conocida. Algo que no puede hacer el neurótico, el fan- taseador por excelencia. Éste, por hacerlo gráfico para ilustrar la teoría, es capaz de arrastrar con una cuerda un neumático de bicicleta, y si alguien, cachondeándose y dándole coba, le dijera: “¿por qué no le das de comer al animalito?”, podría llegar a hacer como que le echa unas migas de pan a la rueda. El niño puede pasear el mismo neumático creyendo que es su mascota pero cuando la madre, por ejemplo, le sorprende en su juego e interviene: “Luisito, dale esta galleta a Boby”, el chico probablemente le contestará: “¡mamá, es la rueda de la bici!”. Diferencias. Resumiendo: el niño y el poeta transforman la realidad, pero sin confundir la realidad con la fantasía, jamás con- funden la realidad con el juego. Algo precisamente con lo que no pueden las personas que padecen de trastornos neuróticos, que están permanentemente quitándole espa- cios a la realidad para poner en ellas sus fantasías. Puede afirmarse, desmenuzando un poco más este asunto, que el hombre feliz es aquel que no fantasea. Fantasear, sin más, es propio de las personas insatisfechas. Mucho habría que decir sobre las fantasías, por ejemplo, que vienen a ser como un guión imaginario donde el sujeto, que suele ser el protagonista del mismo, consigue realizar sus deseos: fundamentalmente tendencias ambiciosas o eró- ticas; pero como “en el fondo” se trata de deseos incons- cientes, es decir edípicos, y por tanto reprimidos e infantiles, éstos están más o menos deformados por los procesos de- fensivos, de manera parecida a como lo está el sueño por la censura onírica. Sin embargo, lo más importante es que la multiplicación y la exacerbación de las mismas crean las condiciones para la caída del sujeto en la neurosis o incluso en la psicosis. Las fantasías serían, en este sentido, estadios psíquicos preliminares de los síntomas patológicos de los que los enfermos se quejan. Freud dice que cuando alguien me cuenta sus fantasías me producen indiferencia o cierto rechazo, en cambio, cuando salen de los labios del poeta, lo que obtengo es placer. La poesía sería la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles, donde el adulto, conociendo la realidad y sin es- capar de ella -cómo hace la persona neurótica- puede trans- formarla. Entonces, si conozco la realidad y la transformo es porque me ha funcionado el mecanismo de sublimación; entendiendo por sublimación la derivación de las pulsiones (los “instintos” más básicos) hacia fines y objetos socialmen- te valorados como son la actividad artística y la investigación intelectual. Bueno, y el amor. También el amor. El amor como otra de las realizaciones más sublimes del ser humano. El amor, claro, cuando lo es, porque no es oro todo lo que relu- ce. Porque el enamoramiento, por ejemplo, según como sea de “ciego” en el enardecimiento de su pasión, poco tiene que ver con el concepto amor. Sigmund Freud. Ilustracción: Jacques Salomon. Un hombre sano es aquel que dándose cuenta que no le gusta la realidad, pero conociéndola, decide transformarla

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Que “en cada hombre hay un poeta y que sólo con el último hombre morirá el último poeta”, es algo que los mismos poetas gustan, generosamente, de atribuir a la esencia humana.

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EL JUEGO Y LA FANTASÍA

José García PeñalverPsicólogo Clínico-Psicoanalista

www.psicoanalisispalma.com

Que “en cada hombre hay un poeta y que sólo con el último hombre mo-rirá el último poeta”, es algo que los

mismos poetas gustan, generosamente, de atribuir a la esencia humana.

Y si verdaderamente existe tal posibilidad, sería lícito buscar ya en el niño las primeras huellas de la actividad creadora del poeta. En este sentido: ¿cuál es la ocupación fa-vorita y más intensa correspondiente a la infancia? Respuesta: el juego. ¿Habrá, en-tonces, entre el jugar infantil y la creación artística alguna relación?

Averiguaciones en torno a la función poéti-ca, a la creatividad en general, con las que el Dr. Sigmund Freud nos introduce en un texto escrito en 1908 y titulado El poeta y la fantasía. Un trabajo donde, siguiendo la línea de investigación expuesta anterior-mente, nos plantea la siguiente tesis: el poeta es poeta porque no abandona el jue-go. Por tanto, todo el mundo podría poe-tizar, puesto que poetizar no es más que jugar.

Pero vayamos por partes, tratando de ela-borar y sacarle todo el jugo a dicha tesis; para lo cual, la primera distinción que ten-dremos que hacer es entre jugar y fanta-sear. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre el juego y la fantasía? Pues básica-mente que el que juega es alguien que se divierte, en cambio el que fantasea es un sujeto que sufre, un alma en pena, aun-que no necesariamente sea consciente de ello. “El poeta -nos dice Freud en este tex-

Sobre la creación y la neurosis

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José García PeñalverPsicólogo Clínico-Psicoanalista

871 948 901

El PSiCoAnÁliSiS PUEDE AYUDARlE

HAY otRA mAnERA DE viviR

to- hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma muy en serio; esto es, se siente ín-timamente ligado a él, aunque sin dejar de diferenciarlo resueltamente de la realidad. Pero de esta irrealidad del mundo poético nacen consecuencias muy importantes para la técnica artística, pues mucho de lo que, siendo real, no podría procurar placer ninguno puede procurarlo como juego de la fantasía, y muchas emociones penosas en sí mismas pueden convertirse en una fuente de placer para el auditorio del poeta”.

El hombre feliz es aquel que no fantasea. Fantasear, sin más, es propio de las personas insatisfechas

Es decir, para fantasear, a secas, no necesito de la reali-dad. Así, cada vez que fantaseo, soy un ser aislado que necesita inventarse la realidad; una “realidad” a su gusto que llega a creerla como verdadera ya que ésta le per-mite escapar del mundo real que en ocasiones tanto lo frustra. En cambio, el niño cuando juega e inventa siem-pre toma un elemento de la realidad para jugar y sabe distinguir ambas muy bien.

El poeta también cuando juega, juega siempre con la realidad; o sea, que tanto el juego del niño como el juego del poeta es la transformación de una realidad conocida. Algo que no puede hacer el neurótico, el fan-taseador por excelencia. Éste, por hacerlo gráfico para ilustrar la teoría, es capaz de arrastrar con una cuerda un neumático de bicicleta, y si alguien, cachondeándose y dándole coba, le dijera: “¿por qué no le das de comer al animalito?”, podría llegar a hacer como que le echa unas migas de pan a la rueda.

El niño puede pasear el mismo neumático creyendo que es su mascota pero cuando la madre, por ejemplo, le sorprende en su juego e interviene: “luisito, dale esta galleta a Boby”, el chico probablemente le contestará: “¡mamá, es la rueda de la bici!”. Diferencias.

Resumiendo: el niño y el poeta transforman la realidad, pero sin confundir la realidad con la fantasía, jamás con-funden la realidad con el juego. Algo precisamente con lo que no pueden las personas que padecen de trastornos

neuróticos, que están permanentemente quitándole espa-cios a la realidad para poner en ellas sus fantasías.

Puede afirmarse, desmenuzando un poco más este asunto, que el hombre feliz es aquel que no fantasea. Fantasear, sin más, es propio de las personas insatisfechas.

mucho habría que decir sobre las fantasías, por ejemplo, que vienen a ser como un guión imaginario donde el sujeto, que suele ser el protagonista del mismo, consigue realizar sus

deseos: fundamentalmente tendencias ambiciosas o eró-ticas; pero como “en el fondo” se trata de deseos incons-cientes, es decir edípicos, y por tanto reprimidos e infantiles, éstos están más o menos deformados por los procesos de-fensivos, de manera parecida a como lo está el sueño por la censura onírica. Sin embargo, lo más importante es que la multiplicación y la exacerbación de las mismas crean las condiciones para la caída del sujeto en la neurosis o incluso en la psicosis. las fantasías serían, en este sentido, estadios psíquicos preliminares de los síntomas patológicos de los que los enfermos se quejan.

Freud dice que cuando alguien me cuenta sus fantasías me producen indiferencia o cierto rechazo, en cambio, cuando salen de los labios del poeta, lo que obtengo es placer.

la poesía sería la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles, donde el adulto, conociendo la realidad y sin es-capar de ella -cómo hace la persona neurótica- puede trans-formarla. Entonces, si conozco la realidad y la transformo es porque me ha funcionado el mecanismo de sublimación; entendiendo por sublimación la derivación de las pulsiones (los “instintos” más básicos) hacia fines y objetos socialmen-te valorados como son la actividad artística y la investigación intelectual. Bueno, y el amor. también el amor. El amor como otra de las realizaciones más sublimes del ser humano. El amor, claro, cuando lo es, porque no es oro todo lo que relu-ce. Porque el enamoramiento, por ejemplo, según como sea de “ciego” en el enardecimiento de su pasión, poco tiene que ver con el concepto amor.

Sigmund Freud. Ilustracción: Jacques Salomon.

Un hombre sano es aquel que dándose cuenta que no le gusta la realidad, pero conociéndola, decide transformarla

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los llamados sueños diurnos, el hacer castillos en el aire: que también es fantasear, resultaría ser un sucedáneo in-adecuado para canalizar, en la edad adulta, determinadas cuotas de ansiedad ante situaciones que nos desbordan. Sin embargo, a ese “producto elaborado” que nos ofrece el poeta “sobornándonos”, embargando y embriagando nuestra sensibilidad; a ese estatuto estético le damos el nombre de placer preliminar. Placer preliminar que facilita la génesis de un placer mayor. Placer mayor que, proce-dente de fuentes psíquicas más hondas, nos sirve para descargar las tensiones acumuladas en nuestra alma. Y en esto consiste básicamente le mecanismo de la función poética, la gracia de la creación.

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SEminARio DE FoRmACiÓn (SiGmUnD FREUD/intRoDUCCiÓn A lACAn)

3 años de duracióntemporada 2012-20131er Año: 3ª Convocatoria/ 2º Año: 2ª Convocatoria/ 3er Año: 1ª Convocatoria

Reconocimientos y Méritos:

-Reconocido con créditos de libre configuración por la UnivERSitAt DE lES illES BAlEARS (U.i.B.)(1er Año: 3´5 créditos / 2º Año: 4´5 créditos / 3er Año -curso 2012/13-, 4´5 créditos libre configuración)

-Apoyo y reconocimiento institucional del Col.lEGi oFiCiAl DE PSiCòlEGS DE lES illES BAlEARS (CoPiB)“Curs amb el reconeixement del CoPiB”.

-Programa de Cooperación Educativa (Practicum) con la UnivERSiDAD nACionAl DE EDUCACiÓn A DiStAnCiA (U.n.E.D.)

Dirige: José García Peñalver

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información:

[email protected] 871 948 901 www.psicoanalisispalma.com

La poesía sería la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles,donde el adulto, conociendo la realidad y sin escapar de ella, puede transformarla

importante tener en cuenta que con el concepto de subli-mación, es decir con la idea de trabajo-transmutación de lo pulsional en lo mejor del ser humano, se rompe con ese pensamiento ingenuo a cerca de la inspiración del artis-ta, donde el genio venía cuando las musas, o equivalente, hacían acto de presencia. Algo que se cargaba de un plu-mazo la importancia del trabajo como condición sine qua non para la producción literaria o la actividad artística en general.

volviendo a la poesía: como manifestaba Cesare Pavese, cuanto más se deje atravesar el poeta, cuanto más se sor-prenda a sí mismo, mejor poema será.

De otro texto Los dos principios del funcionamiento men-tal, escrito en 1911 por el psicoanalista vienés, podemos tomar la idea del arte expuesta a lo largo de toda su ex-tensa obra: “El artista es, originalmente, un hombre que se aparta de la realidad, porque no se resigna a aceptar la renuncia a la satisfacción de los instintos por ella exigida en primer término, y deja libre en sus fantasías sus deseos eróticos y ambiciosos. Pero encuentra el camino de retor-no desde ese mundo imaginario a la realidad, constituyen-do con sus fantasías, merced a dotes especiales, una nue-va especie de realidad. Llega a ser así realmente, en cierto modo, el héroe, el rey, el creador o el amante que deseaba ser, sin tener que dar el enorme rodeo que supondría la modificación real del mundo exterior a ello conducente. Pero si lo consigue es tan solo porque los demás hombres entrañan igual satisfacción ante la renuncia impuesta por la realidad y porque esta satisfacción resultante del prin-cipio del placer por el principio de la realidad es por sí misma una parte de la realidad”.

Sí, dejarse llevar; como esa frase tan de moda, pero tras haber hecho la tarea, es decir, una vez que se a adquiri-do una formación. Entonces, sí. Aunque, atención, en ese preciso instante, es otro el que escribe. Rimbaud, lo decía así: yo es Otro. Por tanto, una creación será más universal cuanto más sorprenda al creador.

Para terminar, teniendo en cuenta algunas de las con-sideraciones expuestas y animándonos a combinarlas, podríamos proponer una definición interesante de salud.

¿Qué sería un hombre sano? Pues alguien que hace un poco lo del neurótico y lo del psicótico, pero siendo nor-mal. me explico: al neurótico, por no gustarle la realidad, escapa de ella; el psicótico, sin conocer la realidad, la transforma. Entonces el hombre sano sería aquel que dán-dose cuenta que no le gusta la realidad, pero conociéndo-la, decide transformarla.

JACQUES SALOMONArtista-ilustrador

[email protected]

677 007 113la poesía. Ilustracción: Jacques Salomon.