EL LÍDER PEDAGÓGICO Y SU IMPLICANCIA EN LA AFECTIVIDAD
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EL LÍDER PEDAGÓGICO Y SU IMPLICANCIA EN LA AFECTIVIDAD
AUTORA: Mg. Miriam del Rocío García Álvarez.
El líder pedagógico debe buscar resaltar las sorprendentes capacidades humanas,
las nuevas fuentes de conocimiento y aprendizaje, proporcionar una orientación
hacia la creatividad y la trascendencia. Es alguien que intenta siempre despertar el
aprendiz que lleva adentro y que está aguardando a ser liberado. Destaca cómo
la educación institucionalizada vino a encarcelar ese aprendiz. Esta ineptitud para
enseñar, con su sistema educativo en el que repetir “verdades inamovibles” es
más importante que mantenerse abierto a los nuevos descubrimientos, es algo
que debe detectar el líder educativo. El reconocimiento de este malestar
pedagógico es el producto de un sistema que enseña a los estudiantes a “estar
quietos”, a repetir el pasado, a atenderse a lo mandado y a apoyarse en
certidumbres petrificadas. Tanto la educación intelectual, emocional y moral hacen
indispensables la participación activa del educando, para que sea capaz de
analizar e inventar, o de expresar abiertamente sus afectos, y no de repetir unas
verdades ya acabadas. Ello exige que el estudiante aprenda a reconstruir las
verdades y no simplemente a recibirlas por transmisión unidireccional del maestro.
A todo ello también se suma, el ambiente familiar que con sus conductas,
experiencias y modelos desfavorables impiden el buen desarrollo del niño y por
ende la de la autoestima. Frente a tales hechos, debemos cuestionarnos como
educadores sobre que estamos haciendo para propiciar que los niños de hoy se
desarrollen y se desenvuelvan como personas positivas para sí mismo y para la
sociedad; así mismo debemos preguntarnos qué estamos haciendo para sentar
las bases de niños con alta autoestima, seguros de sí mismo, exitosos y con la
capacidad de dar lo mejor al mundo que los rodea.
Chase (1993, P.19) La Educación Afectiva permite que los niños tengan
experiencias que ayudan a “sentirse bien consigo mismo, a tomar conciencia de sí
mismo y de los demás y a desarrollar habilidades de comunicación y de resolución
de problemas que les ayudarán a afrontar la vida en general”.
La educación es siempre un ejercicio de libertad. Sin ella estaríamos ante
situaciones de amaestramiento, manipulación o adoctrinamiento, que podrían
resultar eficaces en procesos de socialización, pero, individualmente, no ante
actuaciones realmente formativas.
El autentico líder pedagógico es el primero en destacar el medio existente a
aprender, y la consecuente transformación que lleva consigo. Es quien pone el
dedo en llaga ante la dolorosa paradoja humana: un cerebro dotado de infinita
plasticidad y capacidad de auto-trascendencia. Esto hace evidente con los niños,
quienes reconocen con claridad sorprendente los cambios emotivos del rostro y la
voz humana, cuando son capaces de aprender perfectamente idiomas en poco
tiempo, o cuando en los primeros años tocan con sumo virtuosismo instrumentos
musicales. Por consiguiente el niño es un ser intelectual y social por excelencia;
sus aspectos motor, intelectual y afectivo están en estrecha interdependencia
entre sí, y con el medio que lo rodea. Es así que la Escuela, como segunda
institución socializadora y formadora a la cual el niño se incorpora; tiene un rol
fundamental que desempeñar en esta tarea de integración y desarrollo.
El líder pedagógico se implica en las emociones, sentimientos y afectos del niño.
Sin embargo; muchas veces nosotros los educadores le restamos la importancia a
este aspecto del desarrollo del niño; damos más peso y énfasis a sus logros o
dificultades intelectuales; olvidando que los sentimientos y afectos que se formen y
funden en estos años de vida son vitales para su desarrollo posterior como adulto.
Por ello, se plantea la utilización en la labor educativa de un Programa de
Educación Primaria que posee el componente AFECTIVO, imprescindible para el
adecuado desarrollo psicológico de todas las personas; y por constituir según
Piaget citada en WOOLFOLK (1990, pág. 121) en “el componente energético a los
procesos cognoscitivos” que mayor carga afectiva, mayor potencia de la
autoestima”, pues ninguna persona puede autoestimarse y tener confianza en sí
mismo, si no se ha sentido amada.
Concluyendo al respecto dicen los teóricos humanistas que las personas pueden
volverse consientes y controlar las fuerzas que les afectan, pueden responder de
manera libre e inteligente, resolver sus problemas y crecer hasta llegar a ser
personas plenamente funcionales, autorrealizadoras e integradas.
Por su parte los teóricos cognitivos sostienen que la afectividad es el componente
motivacional energético del comportamiento y que dando mayor afecto a una
persona ésta incrementará su autoestima.