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JESÚS BLANCO BLANCO, 2012 EL MADRID DE UNAMUNO 75 aniversario

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JESÚS BLANCO BLANCO, 2012

EL MADRID DE UNAMUNO 75 aniversario

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PLANO DEL RECORRIDO.

Itinerario del paseo: calle de San Bernardo, calle Mesonero Romanos, calle Gran Vía, calle de la Montera, Puerta del Sol, calle de Alcalá, calle Jovellanos, calle Carrera de San Jerónimo, calle del Prado. (www.maps.google.es)

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TRES CIUDADES EN MIGUEL DE UNAMUNO.

Bilbao, Madrid y Salamanca son las ciudades más importantes en la vida de Miguel de Unamuno, forman una trilogía a la que estará unido en mayor o menor grado el escritor vasco. Bilbao, la ciudad natal de Unamuno, es la segunda metrópoli que más influye en el autor de la Generación del 98. La villa es conocida afectuosamente por sus habitantes como «el bocho», ya que está rodeada por montañas. En su artículo Mi bochito Unamuno la recuerda con nostalgia:”mi mundo, mi verdadero mundo, la placenta de mi espíritu embrionario, el que fraguó la roca sobre que mi visión del universo posa”; en su novela Paz en la guerra la describe con maestría y retrata el cerco de la capital bilbaína durante las guerras carlistas. Madrid es la segunda urbe que deja la impronta en el joven estudiante de Filosofía y Letras. Su primera impresión fue negativa porque como hombre de ciudad provinciana no consigue adaptarse al ambiente de la capital de España, además se vio obligado a dejar su hogar y sus amigos para trasladarse a estudiar en la antigua Universidad Central. Madrid es “un lugar de la Mancha”, donde viven los que dicen trivialidades y murmuran los demás: “En este lugar no alienta no sólo ningún Quijote, mas ni siquiera ningún Sancho. Sólo persisten en él Sansón Carrasco y el cura y el barbero y otros de la misma calaña”. La época universitaria de Unamuno será la más larga de permanencia en la urbe madrileña, regresará a ella en varias ocasiones; pero nunca conseguirá asentarse en la ciudad. La opinión sobre Madrid cambiará cuando regresa a la Villa y Corte en 1931 como diputado, ahora la ve con otros ojos: ha desaparecido la imagen de ciudad sucia, repelente, melancólica, solitaria, insociable. Unamuno ha escrito algunas páginas sobre Madrid en las que refleja sus sentimientos y describe con su pluma diferentes lugares de la metrópoli. Varios son los libros en los que el escritor vasco evoca algunos sitios de Madrid capital y sus alrededores: Andanzas y visiones españolas (1922), De mi país (1933), Madrid (1931-1935). Ciertos artículos describen diversos sitios de la Villa y Corte: Ciudad y campo, Mis impresiones sobre Madrid, Los delfines de Santa Brígida, Callejeo por la del Sacramento, En la fiesta de San Isidro Labrador, Orillas del Manzanares, Dos mercados, Junto al arroyo, Salve en Atocha, La Cibeles en carnaval, Primavera en la calle; otros textos aluden a la sierra madrileña: Castillos y palacios (Torrelodones), En El Escorial, Meditación escurialense (El Escorial), Manzanares arriba, o las dos barajas de Dios (La Pedriza) o reseñan la patria de Miguel de Cervantes: En Alcalá de Henares. Salamanca es la ciudad a la que siempre estará unido el nombre de Unamuno: “este rincón de Castilla a que en feliz día vine a aislarme desde mis montañas vascas”. Para González Egido, “el descubrimiento de Salamanca y simultánea- mente de Castilla fue uno de los acontecimientos capitales de su biografía”. Aunque nació en Bilbao, Salamanca será su patria espiritual; en la ciudad del Tormes residió y murió el último día del año 1936. Empieza a vivir en ella en 1891 cuando obtiene la plaza de Cátedra de Lengua Griega con veintisiete

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años. En 1900 es elegido Rector de la Universidad de Salamanca, desde este momento hasta que es cesado en su cargo en 1914 vive en la Casa Rectoral a espaldas de la sombra gigantesca de las dos catedrales. Unamuno será eternamente el Rector de la Universidad de Salamanca, unas de las primeras universidades de Europa. En los años 50 la Casa Rectoral se convertirá en Casa- Museo, a partir de entonces su destino será perpetuar la memoria y la obra de este ilustre hijo adoptivo.

Unamuno está unido a la historia de Salamanca, El Lazarillo de Tormes y él harán más universal a la metrópoli castellana. Dámaso Alonso habla de su “celestial Salamanca”, Gregorio Marañón considera que la ciudad es partícipe en su conformación espiritual, su biógrafo Emilio Salcedo manifiesta que “Salamanca pesaba mucho en su vida, y aunque a veces llegó a pagar un duro precio por ello, también la ciudad le dio pretexto para una gran parte de su obra y cuesta trabajo concebirlos separados”. Salamanca es el escenario de su aventura humana, pero también materia literaria de su obra en prosa y verso. Como muestra señalamos dos evocaciones literarias que rezuman historia, geografía, arte y literatura por los cuatro costados: “Salamanca” de Andanzas y visiones españolas y el soneto dedicado al río Tormes de Rosario de sonetos líricos:

De la vieja leyenda nigromántica y alquímica de esta ciudad, de lo que ha hecho que el nombre de Salamanca signifique lo que significa en los apartados rincones de esa tierra americana – ¡la Salamanca!-, de esa ¿qué he deciros? Aún discuten aquí dónde se encontraban las famosas cuevas en que el marqués de Villena se dedicaba a sus brujerías y encantamientos.

¿Y qué de la Salamanca de La Celestina y de la del estudiante de Salamanca de Espronceda, con su calle del Ataúd, que hoy lleva otro nombre? Estudiantes aunque no como aquél, aún quedan, y Celestinas me parece que también.

Desde Gredos, espalda de Castilla, rodando, Tormes, sobre tu dehesa, pasas brezando el sueño de Teresa junto á Alba la ducal dormida villa. De la Flecha gozándote en la orilla un punto te detienes en la presa que el soto de Fray Luis cantando besa y con tu canto animas al que trilla. De Salamanca, cristalino espejo, retratas luego sus doradas torres, pasas solemne bajo el puente viejo de los romanos y el hortal recorres que Meléndez cantara. Tu consejo no de mi pecho, Tormes mío, borres.

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CRONOLOGÍA DE UNAMUNO EN MADRID.

«En un lugar de la Mancha, cuyo nombre es Madrid…»

El ensayista y filósofo Pedro Laín Entralgo en su artículo Vidas sucesivas y vidas complementarias considera que en la biografía de Unamuno pueden ser discernidas hasta cinco vidas sucesivas: primera, desde el despertar de su conciencia personal hasta la primera crisis religiosa (1881); la segunda, desde esta primera crisis religiosa hasta los tormentosos días de la segunda (1897); tercera, desde entonces hasta su regreso del exilio en 1930; cuarta, desde su renovada instalación en Salamanca hasta los días que preceden al 12 de octubre de 1936; quinta, desde esa fecha hasta su muerte, el 31 de diciembre del mismo año. Desde que Unamuno cobró clara conciencia de su vocación y su misión, hasta cinco vidas complementarias se constituyeron en la concreta realidad de su persona: el hombre agónico, el pensador-poeta, el reformador de España, el universitario y el hombre familiar. En la cronología de Unamuno en Madrid vamos a tener presente algunos de los datos que se pueden incluir en las Vidas sucesivas dejando para otra ocasión el estudio de las Vidas complementarias. 1880-1884 Miguel de Unamuno empieza sus estudios de Filosofía y Letras en Madrid en el curso 1880-81. Se aloja en la casa de Astrarena (actual calle Gran Vía), era un edificio que hacía frente a la calle de La Montera, que la cortaba en el centro para dar origen a dos calles: la de Fuencarral y la de Hortaleza.

Llegó por primera vez el comendador a Madrid en 1880, al abrirse el próximo curso académico. (...) Fué a dar en una bohardilla de la casa de Astrarena, toda fachada, se decía, en la Red de San Luis, entre las entradas de las calles de Fuencarral y Hortaleza, casi donde hoy se alza el babélico edificio de la

Telefónica. (“Los delfines de Santa Brígida”, de Paisajes del alma)

Unamuno llega a Madrid en septiembre unos días antes de comenzar sus clases en la antigua Universidad Central. La impresión que le produce la nueva ciudad contrasta con su querida Bilbao; el impacto de Madrid fue muy penoso y formara parte de las futuras sensaciones que irá recibiendo de la Villa y Corte.

Cada una de mis estancias –nunca largas- en Madrid, restaura y como que alimenta mis reservas de tristeza y melancolía. Me evoca la impresión que me causó mi primera entrada en la corte, el año 80, teniendo yo dieciséis, una impresión deprimente y tristísima, bien lo recuerdo. Al subir, en las primeras horas de la mañana, por la Cuesta de San Vicente, parecíame trascender todo a despojos y barreduras; fué la impresión penosa que produce un salón en que

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ha habido baile público, cuando por la mañana siguiente se abren las ventana para que se oree y empieza a barrerlo. A primeras horas de la mañana apenas se topa en Madrid más que con rostros macilentos, espejos de miseria, ojos de cansancio y esclavos de espórtula. Parece aquellos un enorme buho que se prepara a dormir; aquellas auroras parecen crepúsculos vespertinos… Estas emociones reviven en mí cada vez que entro en Madrid. (“Ciudad y campo” De mis impresiones de Madrid)

Unamuno inicia sus estudios universitarios en la Universidad Central donde se respira un aire conservador, pero en la que van apareciendo, poco a poco, las nuevas ideas del Krausismo, Positivismo y Darwinismo. En la Universidad tendrá eminentes maestros que influirán en su futuro: Marcelino Menéndez Pelayo, Miguel Morayta, Antonio Sánchez Mogel… Aunque el Krausismo se va desvaneciendo lentamente, continúan soplando los vientos del Racionalismo, como nos recuerda su personaje Pachico Zabalbide.

Concurría con esta tarea que en la fe se desnudaba a sí misma en su mente, la brusca invasión en ésta de mil ideas vagas y resonantes, de retazos de Hegel y del positivismo, recién llegado a Madrid, y que era lo que más le penetraba. (Paz en la guerra)

Unamuno, alumno aplicado, cree necesario ampliar sus conocimientos de idiomas fuera de la Universidad, inicia su asistencia a clases de alemán en el antiguo edificio del Ateneo en la calle de La Montera: “Recibí mis primeras lecciones de alemán de un sajón que declamaba aparatosamente”. Unamuno comienza a frecuentar el Ateneo entre 1880 y 1882, aunque su nombre no figura aún como miembro de esta institución cultural.

Se puso a aprender alemán, traduciendo, entre otras cosas, la Lógica, de

Hegel. (“Los delfines de Santa Brígida”, de Paisajes del alma) 1881 Un domingo de febrero Unamuno empieza a luchar contra una de sus contradicciones más polémicas: la fe frente a la razón. Todos los domingos el joven universitario asistía a misas regulares a la iglesia de los jesuitas de San Luis en la calle de La Montera, pero su fe se quebró un domingo cuando decidió no asistir más a misa.

El primer curso iba a misa y comulgaba mensualmente. (...) La labor de racionalizar la fe íbala carcomiendo, despojándola de sus formas y reduciéndola a sustancia y jugo informe. Así es que al salir de misa en la mañana de un domingo -hacía tiempo que no iba a ella sino en los días festivos-, se preguntó qué significase ya en él tal acto y lo abandonó desde entonces, sin desgarramiento alguno sensible por el pronto, como la cosa más natural del mundo. Concurría con esta tarea que en la fe se desnudaba a sí misma en su mente, la brusca invasión en ésta de mil ideas vagas y resonantes, de retazos de Hegel y del positivismo, recién llegado a Madrid, y

que era lo que más le penetraba. (Paz en la Guerra)

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1883 El 21 de junio, a sus diecinueve años, Unamuno termina sus estudios universitarios y logra la calificación de sobresaliente en el Examen de Grado de Licenciatura, según confiesa el propio autor en una carta a Santiago Valentí Puig. El 22 de septiembre se inscribió en el programa de Doctorado en Filosofía y Letras. Para Rafael Chabran “este año fue uno de los más importantes y productivos en la formación intelectual de Unamuno”. 1884 El 24 de junio Unamuno obtiene el grado de doctor con la tesis “Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca”, leída en la Universidad Central. Su profesor de Literatura, Sánchez Mogel, le dirigió la tesis, bajó su dirección conoce la escuela Lingüística Histórica Comparativa y consiguió los fundamentos teóricos para su tesis doctoral. 1888 Unamuno oposita en Madrid a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética vacante en el Instituto de Bilbao, el novelista y folclorista Resurrección María de Azkue, se adjudica la plaza. 1890 Unamuno empieza a trabajar sobre su primera novela, Paz en la guerra que publicará años más tarde. Se trata de una historia novelada de un episodio de las guerras carlistas vivida por el propio autor (Pachico Zabalbide en la ficción), en ella hace referencia a algunos datos autobiográficos en la capital de España.

Hace años, estando en Madrid, se me ocurrió la idea de hacer un cuento con el suceso de la muerte en el campo carlista de un sujeto de quien me dieron noticia. Lo apunté en una cuartilla de papel y allí anoté, en estilo telegráfico, unos cuantos rasgos del carácter del sujeto en cuestión. De cuando en cuando añadía detalles, peculiaridades y observaciones que se me iban ocurriendo. Sobre esta base compuse un cuento (…). Una vez escrito el cuento, se me ocurrió hacer una novela corta, aumentar los personajes, ampliar su acción y desarrollar el ambiente histórico en que el argumento narrado se desenvolvía.

(“Escritor ovíparo”, Las Noticias, Barcelona, 1902).

1891 Unos meses después de casarse en Guernica con Concepción Lizárraga, Unamuno se traslada a Madrid para opositar. Conoce al escritor Ángel Ganivet, que también oposita; gana las oposiciones a la cátedra de Lengua Griega de la Universidad de Salamanca, mientras Ganivet pierde las de Granada. Marcelino Menéndez Pelayo y Juan Valera formaba parte del tribunal que los examinó.

Conocí a Ganivet en mayo de 1891, en Madrid, cuando fui a hacer las oposiciones de la cátedra que hoy desempeño y él a hacer oposiciones a una cátedra de igual asignatura. El tribunal era el mismo y los ejercicios habían de hacerse unos tras de otros. Yo había firmado la solicitud para las dos cátedras, la de aquí y la de Granada. Ganivet sólo para la de Granada.

(De mi vida)

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1897 Unamuno oposita a la cátedra de Lengua Griega de la Universidad de Madrid. Al año siguiente solicita opositar a la cátedra de Filología Comparada de Latín y Castellano de la Universidad de Madrid, pero se retirará. 1899 Unamuno conoce en Madrid al poeta nicaragüense Rubén Darío, entonces corresponsal en España que viene a informar de la situación de nuestra patria tras el Desastre del 98. En el Ateneo lee, como una conferencia, su ensayo Nicodemo el fariseo, obra en la que hace una reflexión sobre la virtud teologal de la fe. Este ensayo es un buen ejemplo del cambio que experimentó Unamuno en su religiosidad a partir de la crisis de 1897. 1901 Unamuno durante sus estancias y visitas a Madrid, se aloja en casa de su amigo el capitán de artillería Juan Arzadun, que vive en la calle del Desengaño, 27, cerca de la futura Gran Vía, según manifiesta el propio autor en una carta a su amigo Bernardo G. de Candamo.

1906 El 5 de febrero Unamuno da una conferencia en el Teatro de la Zarzuela de Madrid con el título La crisis del patriotismo. Su amigo Azorín será el encargado de organizar el acto al que asisten decenas de escritores y artistas, vigilados por varios miembros del Ministerio de Gobernación bajo la sospecha de ocasionar algunos disturbios. 1910 Unamuno estrena el 26 de febrero en el teatro de la Comedia de Madrid la obra La difunta, sainete en un acto. Su protagonista, hombre maduro y catedrático, se enamora de la asistenta al morir su mujer, que se parece físicamente a la difunta.

1914 Este año es importante en la vida de Unamuno porque publica la novela Niebla, una de sus nivolas más célebres. El 30 de agosto el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Francisco Bergamín, le destituye como rector de la Universidad de Salamanca. En el Ateneo de Madrid hace una lectura pública de El Cristo de Velázquez, que publicará en 1920. Es una obra de carácter religiosa escrita en verso en la que analiza la figura de Cristo desde diversas perspectivas tomando como modelos la obra De los nombres de Cristo de fray Luis de León y el cuadro pintado por Velázquez que se encuentra en el Museo del Prado. En esta misma institución el 25 de noviembre pronunció la conferencia Lo que ha de ser un rector en España en desagravio a su

destitución como rector de la Universidad de Salamanca. En ella expuso la defensa liberal de la intervención del Estado en la educación, concebida ésta como lucha por la cultura. Estreno de La difunta en el Teatro Español de Madrid.

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1916 La Residencia de Estudiantes, creada por la Institución Libre de Enseñanza, le publica sus Ensayos en varios volúmenes, desde este año hasta el 1918. Unamuno residió en la primera sede de La Residencia de Estudiantes en la calle Fortuny en 1914, después visitará en varias ocasiones la Residencia en los Altos del Hipódromo, actual calle Pinar.

1917 El 3 de enero Unamuno diserta en una conferencia sobre Autonomía docente en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid, que tiene su sede en un palacio construido por el arquitecto Manuel Martín Rodríguez, sobrino y discípulo de Ventura Rodríguez en la calle Marqués de Cubas. Más tarde Unamuno dará un mitin con políticos de izquierdas a favor de los aliados en la Primera Guerra Mundial en la plaza de toros de Madrid, cuando ésta se hallaba en Goya, actual Palacio de los Deportes.

Nunca he sido tan solicitado para escribir y para hablar. (…) En los ocho primeros días de el año nuevo [daré una conferencia] en la Real Academia de Jurisprudencia, que preside Maura, sobre la autonomía universitaria y otra en el Ateneo de Madrid. (Carta de Unamuno a Ewerett Ward Olmsted, 1916)

1918 Unamuno recibe un homenaje junto al periodista Mariano de Cavia y al novelista Pérez Galdós en el hotel Palace de Madrid, construido en 1912. En el Ateneo de Madrid se estrena Fedra montada por Cipriano Rivas Cherif. 1922 Unamuno visita al rey Alfonso XIII en Madrid y describe el encuentro en un artículo publicado en La Nación de Buenos Aires, el 12 de mayo; este encuentro es muy criticada por la prensa y los intelectuales.

1925 En Madrid se publica la adaptación al teatro de su novela Nada menos que todo un hombre, bajo el título de Todo un hombre. Se estrena en la capital de España como Todo un hombre. 1927 Unamuno participa como orador en el gran mitin de la izquierda en la Plaza de Toros de Madrid.

1928 En Madrid, con el apoyo de la Universidad de Salamanca, proponen a Unamuno para el Premio Nobel, pero el Gobierno español se opone acusándole ante Suecia de ser “un promotor de desorden.”

1930 El 1 de mayo llega Unamuno a Madrid, al día siguiente pronunció una conferencia en el Ateneo ante unos tres mil socios. Una parte de los asistentes se sintieron decepcionados por sus palabras, según señala Javier Tusell: “más que un programa político lo que ofreció fue un conjunto de anécdotas

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personales y de invectivas al monarca. Además si existían posibilidades de que Unamuno capitanease el mundo intelectual a la caída de la Dictadura se debieron disipar a las pocas horas con ocasión de un banquete que le ofreció un grupo selecto de intelectuales”. El día 3 la CIAP -editora de sus obras completas- le obsequió con un banquete en el restaurante madrileño Lhardy. El 4 de mayo hubo disturbios en la capital de España por la presencia de Unamuno, que dictó una conferencia en el cine Europa.

1931 Unamuno empieza a colaborar en el diario El Sol, es nombrado Presidente del Consejo de Instrucción Pública. El 1 de mayo Unamuno participa en un acto republicano ante el monumento a Castelar, inaugurado en 1908 en el Paseo de La Castellana, junto a los socialistas Largo Caballero y Luis Araquistáin. Se presenta a las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la asociación republicano-socialista por Salamanca en junio. Sin embargo, el escritor, que había proclamado que había contribuido más que ningún otro español —con su pluma, con su oposición al Rey y al Dictador, con su exilio— al advenimiento de la República, comienza a desilusionarse. El 18 de septiembre pronuncia un discurso en el Congreso de los Diputados sobre las lenguas hispánicas y la oficialidad del castellano. Una parte de este discurso se recogerá al hablar de Unamuno como diputado en las Cortes de España. 1932 Se estrena en el Teatro Español de Madrid “El otro” por la Compañía Xirgu-Borrás. Da una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre Joaquín Costa. Interviene en las Cortes Españolas en el debate sobre el catalán. Unamuno es propuesto para la Academia de Lengua Española, ingresa en esta institución el 15 de diciembre a propuesta de Gutiérrez Gamero. 1933-1934 Durante este período Unamuno ocupa la presidencia del Ateneo sustituyendo a su amigo Valle Inclán y a Augusto Barcía Trelles. 1935 Varias Academias de Hispanoamérica (Argentina, Cuba, Ecuador, El Salvador, Honduras, México, Nicaragua, Santo Domingo, Venezuela) piden a la Academia Sueca el Premio Nobel de Literatura, pero la prensa de Madrid se opone a esta propuesta.

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RECORRIDO POR MADRID. ANTIGUA UNIVERSIDAD CENTRAL.

«El que intenta conquistar a Madrid es por Madrid conquistado.»

La antigua Universidad Central de Madrid se encontraba en la calle de San Bernardo, que tiene este apelativo por el hospital de Convalecientes de San Bernardo. Universidad Central es el nombre que tomó la Universidad de Alcalá de Henares cuando fue trasladada a la ciudad de Madrid a mediados del siglo XIX, tras la Ley Moyano de 1857. En un primer momento se ubicó en el edificio del Seminario de Nobles de la calle Princesa, pasando posteriormente al Convento de las Salesas Nuevas en la calle de San Bernardo, más tarde se trasladó al antiguo Noviciado de Jesuitas A partir de 1983 hasta finales de la década de los 90 se instaló la sede de la Comunidad de Madrid; en la actualidad, este edificio alberga al Instituto de España, el organismo que reúne y coordina las ocho Reales Academias. El proyecto de adaptación del Noviciado a su nuevo uso como Universidad Central es de Francisco Javier de Mariátegui, tras su muerte será sustituido por Narciso Pascual y Colomer, que realizó el Paraninfo, construido en 1852 sobre la antigua iglesia de los jesuitas. A comienzos del siglo XX el edificio resultaba demasiado pequeño para albergar las diferentes facultades, por lo que a partir de 1927 se pensó en trasladar la institución al nuevo complejo de la Ciudad Universitaria en la Moncloa.

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Edificios actuales de la antigua Universidad Central de Madrid. (www.foroxerbar.com)

Cuando Unamuno llega a Madrid en el año 1880, Madrid era un hervidero de ideas nuevas que conviven con las conservadoras en el edificio de la antigua Universidad Central de la calle de San Bernardo. Según Rafael Chabran “el clima intelectual de Madrid estaba aún revuelto debido a los alborotos originados por la ebullición del krausismo, el positivismo y el darwinismo”. Cinco años antes varios profesores krausistas fueron destituidos por Manuel Orovio, Ministro de Fomento y Director de Instrucción Pública; seis años más tarde serán admitidos y podrán volver a sus cátedras con la llegada al ministerio de José Luis Alvareda. El krausismo es un movimiento filosófico que aún sopla cuando Unamuno comienza a estudiar en la Universidad Central, pero sus ecos van a ser sustituidos por la filosofía de Hegel y el positivismo. Chabran argumenta que la filosofía de Karl Christian Friedrich Krause tienen tres oponentes en España: los tradicionalistas, los neo-kantianos y los positivistas; sin embargo, el krausismo fue popular en nuestra patria e influyó en distintas disciplinas: la educación, la pedagogía, el derecho, la sociología, la política… Muchos de los profesores de la antigua Universidad Central fueron krausistas; algunos ideólogos de la época difundieron las teorías de Krause en España como Sanz del Río y Giner de los Ríos, el primero desencadenó el llamado Krausismo español; el segundo lleva las ideas del filósofo alemán a la Institución Libre de Enseñanza. Unamuno reconoce más influencia del pensamiento de Hegel y Kant que de Krause: “No estoy formado en el krausismo ni he leído nada de Krause excepto a través de algunos resúmenes traducidos. A los que sí he leído son a Hegel y a Kant.”

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El positivismo fue una de las corrientes filosóficas más relevantes de la época e influyó en la juventud intelectual del momento. Se introduce en España en la década de 1870, unos años antes de que Unamuno pisase por primera vez las aulas de la universidad. No obstante, este movimiento filosófico fue atacado por la sociedad conservadora de la época al tildarlo de ateo y materialista. Chabran considera que con la llegada del positivismo, también llegó el pensamiento evolucionista y el materialismo-monista alemán. Los pensadores que atacaron la teoría evolucionista de Darwin lo hicieron también desde una mentalidad católica. El joven alumno de la Universidad Central se encontró con otra polémica: la oposición entre religión y ciencia defendida por el científico e ideólogo norteamericano Juan Guillermo Draper que en su libro más famoso Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, presenta al catolicismo como el freno eterno del progreso. Unamuno en una carta a Federico Urales, fundador de La Revista Blanca, se hace su propio autorretrato en el que manifiesta, entre otras cosas, las influencias extranjeras que ha recibido a lo largo de su vida, algunas de ellas proceden de la época universitaria. El considerado como el “Prometeo español” es un hombre que roba el fuego a distintos autores. Me creo un espíritu bastante complejo; pero podría señalar a Hegel, Spencer, Schopenhauer, Carlyle, Leopardi, Tolstói como mis mejores maestros (…) De españoles desde luego ninguno (…) Mi alma es poco española.

Postal antigua de la Universidad Central. (todocoleccion.net)

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Unamuno, después de estudiar el bachillerato en el Instituto Vizcaíno de Bilbao, viene a Madrid para comenzar los estudios de Filosofía y Letras en la antigua Universidad Central de Madrid en el curso 1980-81.

Fuí a Madrid a estudiar Filosofía y Letras henchido de ilusiones, que en parte se ajaron para engendrarme otras, y éstas otras a su vez. (Recuerdos de niñez y mocedad)

Unamuno se matriculó el 28 de septiembre, un día antes de cumplir 16 años; tenía que estudiar cuatro asignaturas por curso. El primer año estudió Griego I, Historia Universal, Metafísica y Principios de Literatura Universal; el segundo, es una continuación, en él cursará las mismas asignaturas y una clase de Literatura Griega y Latina. Unamuno, magnífico estudiante, sobresalió en varias asignaturas gracias a su esfuerzo personal y a los excelentes profesores que tuvo. El profesor de Metafísica, materia en la que brilló, Juan Manuel Ortí y Lara era uno de los filósofos escolásticos más destacados del momento; en sus clases conoció los ataques al krausismo, positivismo y darwinismo. El joven Unamuno no guarda buen recuerdo de este catedrático, por eso lo evoca como “mi profesor, no mi maestro de Metafísica”. Otros profesores influyeron de forma positiva en la evolución académica de Unamuno: los profesores de Historia Universal Manuel del Valle y Miguel Morayta, éste último será el encargado de dirigir su tesis. Durante el tercer curso Unamuno tuvo que estudiar nuevas materias y cambio de profesores. Se matriculó en Literatura Española, Historia de España, Hebreo y Árabe; sus calificaciones fueron extraordinarias. El profesor de Literatura Española Sánchez Mogel inculcó a Unamuno el gusto por el estudio de La Filología Moderna, él fue el que introduce esta asignatura en el plan de estudios de la universidad. En el mes de junio de 1883, Unamuno realizó los exámenes para obtener la Licenciatura en Filosofía y Letras. El tema que tuvo que desarrollar en el examen oral fue “El bien. Concepto del bien mostrado en la conciencia: orden”. Se le concedió a la calificación de sobresaliente, ya era licenciado. Un año más tarde se inscribió en el Doctorado, pero esto lo comentaremos más adelante. Durante estos años de estudiante Unamuno se aplica en el estudio, pero también tiene momentos de ocio: visita un café cercano a su pensión, asiste al Círculo Vasco-Navarro o pasea por la ciudad. Entre el estudio y la diversión saca horas para ampliar sus conocimientos en la Biblioteca Nacional y el Ateneo, que tanta influencia va a tener en la vida y la obra del futuro escritor.

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Unamuno, joven estudiante. Unamuno, finalizada su carrera.

(www.bilbaoromania.blogspot.com) (www.sildeshare.net/martadejavier/)

Unamuno comienza sus estudios en la Universidad Central, 1880.

(www.hemeroteca.abc.es)

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CALLE MESONERO ROMANOS.

El origen del primitivo nombre de la calle del Olivo se atribuye a algún árbol que quedó como recuerdo de los que había en los terrenos del convento de San Martín; más tarde llevará el nombre actual en honor al escritor madrileño que nació en esta calle. Mesonero Romanos fue “el monarca de los madrileñistas”, el gran cronista de la Villa y Corte. No es Mesonero Romanos el único literato que frecuentó esta calle literaria. En el número 10 estuvo la librería del editor y librero Gregorio Pueyo muy visitada por los escritores de la bohemia. Aquí tuvo una tertulia en la que compartía mesa con Emilio Carrere, Felipe Trigo, Juan Gris, Valle-Inclán y otros escritores de la golfemia nocturna. Pueyo fue caricaturizado en la literatura por Valle–Inclán en Luces de Bohemia como el librero Zaratustra. El propio librero nos dejará unas palabras reveladoras sobre el mundo de los libros y la literatura: “estas cosas de la literatura tienen su pro y su contra. Hay autor que nunca se vende. Otros se venden cuando menos se espera, y los hay, que una vez muertos los reputan genios y entonces se venden de un modo prodigioso. Es el eterno calvario y no hay modo de sustraerse a él”. También estuvo en la calle la redacción de El Imparcial, fundado por Eduardo Gasset y Artime, abuelo de José Ortega Spottorno fundador del diario El País. Esta vía tiene ecos de alguna novela de Pérez Galdós, que vivió en ella durante un tiempo, de Pío Baroja que sitúa la pensión de doña Casiana de su trilogía La lucha por la vida y de Blasco Ibáñez que fundó la Editorial Hispano-americana. En otoño de 1883 Unamuno se va a hospedar en una pensión de la calle Mesonero Romanos, 36. En el mes anterior se inscribió en el programa de Doctorado de Filosofía y Letras durante un curso en el que presentó su tesis Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. Su profesor de Literatura Sánchez Mogel se la dirigió, además el contacto con él le permitió conocer la escuela de la Lingüística Histórica Comparativa, que comenzaba a

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desarrollarse en la universidad española. En junio Unamuno defendió su tesis, que permaneció inédita hasta 1958; en ella analizaba el origen del pueblo vasco con profundidad antropológica, cultural y lingüística. Un posterior artículo publicado en 1904 en Alma española es una síntesis de algunos de los aspectos de su tesis doctoral: No se conoce a uno sino por lo que se dice y hace, y el alma de un pueblo sólo en su literatura y su historia cabe conocerla... Es hacedero, sin embargo, conocer a un pueblo por debajo de la historia, en su oscura vida diaria y por las gentes y por sus conversaciones... Si los pueblos sin historia son felices, felicísimos han sido los vascos durante siglos y siglos. Durante siglos y siglos vivió mi raza en silencio histórico, en las profundidades de la vida hablando su lengua milenaria: el eusquera.

CALLE GRAN VÍA.

En la página de madridhistorico.com se nos da una sucinta información de la Gran Vía, una de las calles más importantes de la ciudad. Hemingway decía que la Gran Vía era una mezcla entre Broadway y la Quinta Avenida.

Su apertura fue una de las operaciones urbanísticas más relevantes de las realizadas en España hasta la época. El proyecto fue una imitación del realizado en París por Haussmann a mediados del siglo XIX: se pretendía unir la Puerta del Sol con la estación del Norte a través de una gran avenida interior. Este ambicioso proyecto no se pudo realizar por los costosos trámites y los amplios procesos de expropiaciones de terrenos; sin embargo, sirvió para construir una gran vía interior que comunicase varias calles de la ciudad. Con la aprobación de la Ley para la Construcción de Grandes Vías de 1904, el ayuntamiento apoyó la apertura de la Gran Vía. El proyecto aprobado fue realizado por los arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco

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Andrés Octavio. Se trataba de abrir un nuevo eje urbano para unir la calle de Alcalá y la antigua plaza de San Marcial. Este nuevo eje se dividió en tres tramos; el primero desde la calle Alcalá hasta la Red de San Luis; el segundo seguía aproximadamente la calle de Jacometrezo hasta la plaza del Callao; y el tercero, venía a prolongar la calle de Preciados hasta la plaza de San Marcial –hoy plaza de España-. Las obras comenzaron en 1910 con los primeros derribos de edificios que había junto a la calle Alcalá. El primer tramo, entonces llamado avenida del Conde de Peñalver (en honor del alcalde que había emprendido su apertura) se concluyó en 1918. El segundo tramo, que originariamente tenía el nombre de avenida de Pi y Margall, fue construido entre 1922 y 1924, y el tercero, llamado Eduardo Dato, fue construido entre 1926 y 1931. Pi y Margall fue un político republicano, filósofo –como Unamuno-, jurista y escritor; Eduardo Dato, político conservador y abogado. Cuando Unamuno llega a Madrid la Gran Vía no existía aún, se aloja en una pensión de la casa Astrarena que daba origen a las calles de Fuencarral y Hortaleza. Desde su habitación podía observar la vivienda que más tarde sería “el babélico edificio de la Telefónica”, diseñado y construido por el arquitecto Ignacio de Cárdenas Pastor entre los años 1926 y 1929; fue uno de los primeros rascacielos erigido en Europa, el primero construido en España y el más alto de Madrid hasta 1953, fecha en la que el Edificio España de los hermanos Otamendi, ubicado en la cercana Plaza España, ocupa su puesto. Unamuno en su artículo “Ciudad y campo. De mis impresiones de Madrid” recuerda la casa Astrarena: Fuí a aparar a la casa de Astrarena, donde viví el primer curso, allá, en sus alturas, y recuerdo el desánimo que me invadió al asomarme a uno de los menguados balconcillos, contiguos al tejado, que dan a la calle de Hortaleza y contemplar desde allí arriba el hormigueo de los transeúntes por la Red de San Luis, calle de la Montera y Hortaleza. Estas emociones reviven en mí cada vez que entro en Madrid.

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CALLE DE LA MONTERA

La calle de la Montera va desde la Puerta del Sol hasta la Gran Vía en la confluencia de las calles Hortaleza y Fuencarral, conocida de forma popular como Red de San Luis. A lo largo del tiempo ha ido cambiado de nombre: la Inclusa, San Roque, San Luis Obispo, calle de la Montera. Hay varias versiones sobre el origen toponímico de la vía, una de las más razonables hace referencia a la esposa de un montero mayor de Felipe III o a la mujer de Montero Espinosa que llamaba la atención por su gran hermosura. Se cuenta que cuando esta dama “montera” salía a pasear había estocadas en la calle; los corchetes y alguaciles tenían que intervenir para evitar las continuas pendencias. Por otro lado, el rótulo de la calle alude a la gorra de terciopelo negro y pasamanería de seda que lleva el torero. En la calle de la Montera nº 25 estuvo la iglesia de San Luis, esquina a San Alberto, incendiada y destruida en 1935. Este templo se levantó a finales del siglo XVII sobre una ermita dedicada a San Roque bajo la advocación de San Luis, obispo de Tolosa. Desde el punto de vista arquitectónico, la iglesia tenía cruz latina, destacaba su portada con una estatua de San Luis en piedra caliza. En su interior había varias capillas y el sepulcro del fundador de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores don Diego Ignacio de Córdoba y el de su esposa. En el incendio sólo se salvo la portada que fue trasladada a la iglesia del Carmen en la fachada a la calle de la Salud. En la actualidad su lugar lo ocupa un centro comercial.

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C

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En el nº 34 a la izquierda de la iglesia de San Luis se encontraba el Ateneo, en la actualidad está el moderno hotel Ateneo. El primitivo edificio fue diseñado en el siglo XVIII por el arquitecto Ventura Rodríguez, discípulo de los italianos Filippo Juvarra y Giovanni Battista Sacchetti. Al Ateneo de la calle Montera

acudía Pérez Galdós a leer la prensa y a los grandes narradores europeos en francés e inglés. Allí, durante una conferencia de Leopoldo Alas "Clarín", hizo amistad con el famoso crítico y novelista asturiano. El Ateneo Español fue una institución creada en 1820 durante el trienio liberal y será disuelta con el absolutismo de Fernando VII en 1823. Doce años más tarde, el 31 de octubre de 1835 se constituyó de nuevo como Ateneo Científico, Literario y Artístico convirtiéndose en una de las instituciones más relevantes de Madrid. Esta institución liberal ha tenido varias sedes a lo largo de su historia. Su primer emplazamiento fue el palacio del Duque de Rivas en la calle Concepción Jerónima en el Madrid de los Austrias. El 6 de diciembre de 1835 Ángel María de Saavedra y Ramírez de Baquedano, el III duque de Rivas –escritor, pintor y político- leyó en los salones de este palacio el discurso

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inaugural. En 1839, se instaló en una casa situada en la plaza del Ángel en el Madrid de las Letras, esquina calle Carretas, en donde se ubicó hasta 1848, cuando se trasladó a la calle Montera, donde estuvo varias décadas hasta que se instaló definitivamente en la calle del Prado durante la Restauración, con inauguración solemne el 31 de enero de 1884. Al final del recorrido volveremos a esta emblemática institución cultural. Unamuno frecuentó tanto la iglesia de San Luis como el Ateneo, más el segundo que la primera. A su llegada a Madrid el escritor vasco iba todos los domingos a misa a la iglesia jesuítica de San Luis, pero muy pronto rompió con esta costumbre porque en ella se interrumpieron sus misas regulares al enfrentarse la fe con la razón y al confluir en su mente las ideas de Hegel y el positivismo, así nos lo confiesa en una carta a Federico Urales y en las obras Paz en la guerra y Paisajes del alma. Cuando llegué a Madrid a estudiar proseguí en mi empeño de racionalizar mi fe. El dogma se deshizo en mi conciencia (…) Habiendo sido un católico practicante y fervoroso, dejé de serlo poco a poco, en fuerza de intimar y racionalizar mi fe. (Carta a Federico Urales)

El primer curso iba a misa y comulgaba mensualmente (…) Así es que al salir de misa en la mañana de un domingo se preguntó que significase ya en él tal acto y lo abandonó desde entonces, sin desgarramiento alguno sensible por el pronto, como la cosa más natural del mundo. Concurría con esta tarea que en la fe se desnudaba a sí misma en su mente, la brusca invasión en ésta de mil ideas vagas y resonantes, de retazos de Hegel y del positivismo, recién llegado a Madrid, y que era lo que más le penetra. (Paz en la guerra)

Unamuno comienza a frecuentar el Ateneo en el primer año de su estancia en Madrid, se irán intensificando estas visitas durante sus años de carrera y en fechas posteriores. La institución del Ateneo era considerada como uno de los centros culturales más importantes de Madrid y de nuestro país, aunque no todos los intelectuales opinaban lo mismo, así, por ejemplo, Ortí y Lara, profesor de la Universidad Central, lo tenía como “el blasfemadero de la calle Montera”. Cuando en 1915 Unamuno escribió el artículo La evolución del Ateneo juzgaba a este organismo “la institución de cultura más famosa de España; más que cualquiera de sus Universidades”. Para otros eruditos el Ateneo fue “un café cultural y urbano con sus ventanas abiertas a Europa”. En 1882 la Sección de Literatura del Ateneo analizaba el papel del naturalismo en el arte, en la Sección Científica se impartieron varias conferencias y en los periódicos que llegaban al Ateneo se informaba de la muerte de Charles Darwin el 19 de abril de 1882 que fue enterrado en la Abadía de Westminster, junto a John Herschel e Isaac Newton. La biblioteca del Ateneo era y es una de sus salas más relevantes, Rafael Gil en 1884 la consideraba como “una de las mejores bibliotecas privadas de España”`. Unamuno acudía a ella para estudiar, leer la prensa y para tomar contacto con algunos de los pensadores y escritores más destacados de la época. En sus años universitarios el joven estudiante vasco aprendió alemán

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leyendo a Hegel y a Goethe en la biblioteca del Ateneo; en ella empezó también “a reflexionar sobre los fundamentos filosóficos de su fe”, en palabras de Rafael Chabran. En algunos artículos como “Madrid y Bilbao. Reflexiones de un bilbaíno en la corte” Unamuno trae a la memoria dos de las bibliotecas más queridas por él: “Frecuento aquí la biblioteca del Ateneo, como ahí frecuentaba la de la Bilbaína… y si en Bilbao somos pocos, y los mismos de siempre, los asiduos a la lectura de “libros”, aquí, dado el número de socios, son tan pocos o menos y también siempre los mismos; y téngase en cuenta que en Madrid son más los desocupados y la gente de carrera literaria.” Un fragmento breve del artículo unamuniano “Los delfines de Santa Brígida” nos sirve de colofón para conocer algunos de los lugares que visitó Unamuno en su primera estancia en Madrid.

Llegó por primera vez el comendador a Madrid en 1880, al abrirse el próximo curso académico, hará cincuenta y dos años (...) Fué a dar en una bohardilla de la casa de Astrarena, toda fachada, se decía, en la Red de San Luis, entre las entradas de las calles de Fuencarral y Hortaleza, casi donde hoy se alza el babélico edificio de la Telefónica; ese rascacielos contra el cielo que menos rasquera tiene, que es el de Madrid. Delante de la casa, la calle de la Montera, llevando a la ya legendaria Puerta del Sol, la de la bola simbólica de Gobernación. En esa calle, la iglesia, de estilo jesuítico, de San Luis, donde quebró la seguida de sus misas regulares, y enfrente de la iglesia, el que su profesor –que no maestro- de Metafísica, Orti y Lara, llamó el blasfemadero de la calle Montera, el antiguo Ateneo, el de Moreno Nieto, del que hizo Cánovas del Castillo un asilo para todas las rebeldías verbales. Y vivió aquel Madrid lugareño, manchego, a las veces quijotesco –“en un lugar de la Mancha…”-, de las sórdidas calles de Jacometrezo, Tudescos, Abada, y lo vivió enfrascándose en libros de caballerías filosóficas, de los caballeros andantes del krausismo y de sus escuderos. Se puso a aprender alemán, traduciendo entre otras cosas, la Lógica de Hegel. ¡Qué años aquéllos! ¿Pasaron por él? No; no pasan los años por uno, sino que es uno quien pasa por los años. Los años le quedan. (“Los delfines de Santa Brígida”, de Paisajes del alma)

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La Puerta del Sol a partir del plan de reforma de 1862 se redefine formalmente convirtiéndose “en un ámbito urbano de monumental centralidad, con un marcado carácter representativo y en polo de atracción para importantes actividades comerciales, administrativas y financieras.” La Puerta del Sol nos sirve de paso para unir la primera parte del recorrido con la segunda del paseo. Pío Baroja, escritor vasco como Unamuno, la recuerda en sus Memorias como un “foro popular ciudadano, lleno de políticos callejeros, de vagos y cesantes”. La vida cotidiana como la cultural de la época en que vivió Unamuno en Madrid tenía como principal escenario el espacio comprendido entre la Plaza Mayor y la Cibeles, con sus calles aledañas: Carrera de San Jerónimo, Sevilla, Alcalá. Unamuno hacia 1930 recuerda con nostalgia algunos lugares de Madrid, que pasaron casi desapercibidos en su primera visita a la ciudad castellana, pero ahora comienza a descubrirlos, a remozar su corazón: “¡Ay, aquellos años de las melancolías estudiantiles de uno, hace medio siglo –en la llamada Restauración-, en este Madrid que ya uno, en la puerta de su vida, empieza a descubrir!”, aunque en algún artículo o entrevista todavía manifiesta cierta repulsa a la capital de España como confiesa en una entrevista de 1930 a González Ruano: “Madrid me fue hostil desde el primer día, como me lo ha sido París. Tengo de aquellos años un recuerdo confuso, triste… No quiero recordar aquel primer destierro de Madrid.” La Puerta del Sol es un lugar que permanece en la retina del joven estudiante a su llegada a la estación del Norte, sube por la Cuesta de San Vicente y se dirige hacia el centro neurálgico de la Villa y Corte. Unamuno atraviesa la Puerta del Sol cuando se encamina hacia la Cibeles, al visitar al poeta Núñez de Arce en la vivienda de la calle Sacramento, cuando recorre el entorno de la

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Plaza Mayor, va hacia el Ateneo o a los cafés de Sol, cuando marcha en la manifestación del 1 de mayo de 1931 con los republicanos Largo Caballero e Indalecio Prieto hacia el ágora de la ciudad.

Enrique Martínez Cubells, La Puerta del Sol, h. 1900. Museo de Historia de Madrid

(www.entredosamores.es)

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Unamuno en una manifestación del 1 de mayo de 1931. (www.elpais.com)

A don Miguel no le importaría que por unos breves momentos paseemos por la Puerta del Sol, como él hizo en otros tiempos, y observemos algunos de sus elementos antiguos y modernos que se mezclan sin romper la armonía de la plaza: la estatua ecuestre de Carlos III (1994), “el mejor alcalde de Madrid”, reproducción en bronce de un original conservado en la cercana Escuela de Bellas Artes de San Fernando en la calle Alcalá, la escultura de Mariblanca (1986) con aires de diosa italiana que desde su pedestal ha contemplado todos los sucesos de la Villa y Corte, es copia de una antigua y popular talla que adornaba una fuente del lugar, la placa del Km. cero de las carreteras radiales españolas (1950), la Casa de Correos del siglo XVIII, actual sede de la Comunidad de Madrid con el reloj de torre construido en el siglo XIX, que da las famosas campanadas de final de año, las dos placas de la fachada de la Casa de Correos dedicadas a los héroes del levantamiento popular del 2 de mayo de 1808, a las víctimas del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004 y a la personas que colaboraron el día de esta inmensa catástrofe, el moderno intercambiador de transporte con forma de iglú, inaugurado recientemente, y la escultura del Oso y el Madroño (1967), símbolo de la ciudad.

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«En Madrid se divierte uno sin más que bajar de paseo por la calle de Alcalá y El Prado.»

La calle de Alcalá es una de las principales vías de la ciudad tanto en tráfico como en actividad comercial. El eje Puerta del Sol-Plaza de la Independencia se convertirá a finales del siglo XIX y comienzos de XX en el núcleo financiero de Madrid con sus abundantes sedes de bancos. Esta calle acogerá también en los últimos años de siglo XIX los más destacados cafés de tertulia. Madrid es la primera ciudad de España que cuenta con los cafés que sustituirán a las antiguas botillerías, “lugares de paso, mal alumbradas en las que se servían bebidas alcohólicas y licores”. Los cafés tertulias van a alternar con los cafés-teatros que permitían a la clientela ver pequeñas representaciones teatrales. Los cafés tuvieron un papel primordial en la sociedad madrileña en el último tercio del XIX.

En la calle Alcalá había varios cafés, pero destacaban el de Fornos y el Suizo, ambos situados uno en frente del otro. En esta vía se encontraban otros cafés de renombre: el Colonial, el Madrid o la Horchatería Candela, atendida por camareras. Si el de Fornos tenía la tertulia del escritor, comediógrafo y periodista Vital Aza, el Suizo contaba con la tertulia de los hermanos Bécquer con su halo romántico y las veladas médicas del Premio Nobel Ramón y Cajal mientras que el Colonial reunía el círculo del escritor y animador del ultraísmo Cansinos Asséns. Una de sus tertulias más afamadas fue «La Farmacia», fundada en los Jardines del Retiro en 1875; tras pasar por varios cafés llega al Fornos. Era una sociedad de gente muy variopinta de carácter liberal en la que destacaba el buen humor y la amistad.

El café de Fornos fue uno de los locales más afamados de la vida del Madrid alfonsino, un símbolo del Madrid de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Era un café con vida nocturna en el que convivían aristócratas, artistas, escritores,

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(Pérez Galdós, Manuel Machado, Azorín, Baroja, Unamuno) financieros, personajes extranjeros (la bailarina Mata Hari, el periodista Ernest Hemingway, que lo menciona en Death in the afternoon), políticos, reyes (Amadeo I de Saboya, Alfonso XII), toreros. El café se encontraba en la calle Alcalá, esquina con la de la Virgen de los Peligros, en el actual Edificio Vitalicio. Su inauguración el 21 de julio de 1870 fue documentada por Gustavo Adolfo Bécquer en la revista La Ilustración de Madrid. Su propietario el empresario José Manuel Fornos, ayudante de cámara del Marqués de Salamanca, creó uno de los cafés más lujosos de la ciudad decorado con tapices y pinturas alegóricas al café, chocolate, helados, licores y al té, alfombras, cómodos divanes y vajilla de plata. El escritor Eduardo Zamacois nos describe el ambiente que se respiraba en el café: El viejo Fornos, con sus bronces artísticos, sus zócalos de caoba y sus techos pintados por Emilio Sala Francés y por Enrique Mélida, ofrecía no sabemos qué de suntuario y de frívolo, de distinguido y de escandaloso, de aristocrático y de bohemio, que, según el momento del día, invitaba a sus clientes a la contemplación silenciosa o acicateaba su regocijo. Cual si hubiese heredado partículas del espíritu de los dos últimos edificios que le precedieron en aquel sitio, el Fornos inolvidable de nuestra juventud tenía conjuntamente mucho de teatro y algo de iglesia.

El café de Fornos cambia de clientela a lo largo del día: por la mañana y por la tarde funcionaba como café y restaurante de lujo; por la noche, era un lugar de reunión y de juerga. Como el café de Madrid utilizaba el reclamo de las mujeres para atraer a su clientela; a él acudía también la gente que salía del cercano Teatro Apolo ofertando cenas a partir de la doce que se alargaban hasta altas horas de la madrugada con actuaciones de flamenco. El café empieza a perder su esplendor al suicidarse uno de los hijos del propietario en uno de los reservados, a no permitir la entrada a cierto tipo de mujeres y al cierre a las doce de la noche por ordenanza gubernativa. El café continuará unos años más, pero echa el cierre definitivo en 1923, año en el que el Banco Vitalicio reconstruye la esquina de la calle Peligros. Hoy una placa del Ayuntamiento recuerda a este café tertulia: “En este lugar estuvo en la época de la Restauración el café de Fornos. Lugar de tertulia de políticos, intelectuales y toreros. Ayuntamiento de Madrid, 1991.”

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(www.entredosamores.es)

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«La verdadera universidad popular española han sido los cafés y la plaza pública.»

Unamuno visitó el café de Fornos –donde conoce a Baroja- y otros cafés, aunque no era muy partidario de estos establecimientos como podemos comprobar en algunos de sus escritos. En el relato Nuevo mundo Eugenio Rodero, trasunto literario del propio Unamuno, quiere huir de su aislamiento refugiándose en los cafés. En ellos el joven estudiante experimenta una honda decepción porque estos lugares públicos no desempeñan un papel de sociabilidad en palabras de Jean-Claude Rabaté. Unamuno busca en los cafés esta sociabilidad, pero no la encuentra porque las conversaciones de los clientes de los cafés giran en torno a conversaciones vacías: Buscaba sociedad y trato en que entrara sin esfuerzo y como llamando, almas en que verter su alma y a todos hallaba distraídos, encastillados a todos en sí mismos. Los diálogos resultábanle monólogos entreverados en que cada cual seguía su rumbo y línea, quedando impenetrables las almas. La mesa del café a donde acudía por las noches atraíale siempre; muchas veces se propuso romper su frecuencia a ella y otras tantas acababa por dar allí. Se hablaba de toros, de mujeres, de política, de toda clase de vaciedades.

Aunque a Unamuno le atraía la mesa del café, en escritos posteriores continúa con sus críticas a los cafés madrileños. En los cafés se respiraba una vida cultural superficial y anodina: “El principal productor de ramplonerías en España son los cafés de Madrid”. En su artículo “Ciudad y campo. De mis impresiones de Madrid” y en otro escrito de 1916 el autor vasco vuelve a desaprobar el ambiente de los cafés y tertulias madrileños: Madrid era una gran aldea que se divertía con la comidilla de sus chismes y murmuraciones interiores. Casi toda su vida espiritual era la vida de cafés y de tertulias (…) ¡política, teatro y toreo!

Sin embargo, Unamuno tiene esperanza de que el ambiente de los cafés y tertulias cambie algún día, de que se conviertan en la “verdadera universidad popular española” con la plaza pública.

Después de observar el rótulo dedicado por el Ayuntamiento al café de Fornos dirigimos por unos momentos nuestra mirada hacia la Fuente de Cibeles, diseñada por el arquitecto Ventura Rodríguez a instancias del rey Carlos III. Unamuno describe la fuente más famosa de la ciudad en el artículo “La Cibeles en carnaval”, que en su época ya no miraba como antaño hacia el Paseo del Prado sino a la Puerta del Sol, este cambio se llevó a cabo en el año 1895. La figura de la diosa Cibeles, símbolo de la tierra, la agricultura y la fecundidad, es obra del escultor Francisco Gutiérrez; los dos leones, que representan a los personajes mitológicos Hipómenes y Atalanta, fueron esculpidos por el francés Roberto Michel. En México hay una réplica exacta de la fuente de Madrid en bronce en la colonia Roma, fue donada por la comunidad española a la ciudad hispanoamericana como símbolo de hermanamiento de las dos metrópolis; se inauguró en 1980.

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Después de celebrarse los carnavales en Madrid, Unamuno pasea un día de marzo por el Paseo de la Castellana y Recoletos y observa a la diosa Cibeles, madre de los dioses mayores, que “se alza, sentada en un carro, sobre un pequeño estanque en que se refleja”. Recuerda unos versos del poeta romántico Eulogio Florentino Sanz, exiliado en Berlín, en los que manifiesta su deseo de ver a la diosa que dirige sus ojos hacia el Paseo del Prado:

Ver quisiera un momento, y a tu lado

cual por ese aire azul nuestra Cibeles en carroza triunfal rompe hacia el Prado.

La Fuente de Cibeles, hacia 1930. (www.pasionpormadrid.com)

A continuación, el escritor vasco va describiendo a “la serenísima matrona arrebozada en el aire azul y soleado” de Madrid. “De su carroza, con dos ruedas solares, hacen que tiran dos leones antropomórficos distraídos, como si se rieran desdeñosamente y con una mueca carnavalesca”. Finaliza, con una referencia a la sangre jacobina del pueblo madrileño que no “se enmascara ni carnavalea” mientras fija sus ojos en “su Serenidad Cibeles” y en azul del cielo madrileño con tintes velazqueños: Su Serenidad Cibeles, madre de los dioses, sabe que no hay que temer a las tempestades del estanque que se tiende a sus pies, bajo su carroza; sabe que sobre el alma del hombre de la calle resbala retórica jacobina como sobre ella el agua de la lluvia cuando el cielo se niebla y el aire se pone pardo. Y sabe que este maravilloso aire azul de Madrid le llena a su pueblo el ánimo de airosidad y de azulez. Pueblo airoso y azul, color de cielo, no negro, ni rojo, ni blanco, ni gualdo, ni menos morado; pueblo que ni se enmascara ni carnavalea. Y que se conserva sereno, airoso y azul, mientras pasa la comparsa.

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En la página web madrid.historico.com podemos leer una sucinta, pero interesante información sobre la historia del Teatro de la Zarzuela, situado en la calle Jovellanos, 4. El teatro surge en 1856 por iniciativa de la Sociedad Lírico Española, formada por el banquero Francisco de las Rivas y los músicos Barbieri, Salas, Gaztambide, Olona, Oudrid e Inzenga, quienes deseaban contar con un local propio para explotar el género de la zarzuela. El edificio del teatro fue encargado al arquitecto Jerónimo de la Gándara en 1856, imitaría las soluciones técnicas y la escenografía de los teatros europeos, y, sobre todo, a la Scala de Milán. Finalmente, las obras fueron realizadas por José María Guallart que terminó el teatro en tan sólo siete meses. Su apertura, el 10 de octubre de 1856, se hizo coincidir con el cumpleaños de la reina Isabel II, quien acudió en compañía del resto de la familia real a la sesión inaugural, en donde se interpretó una sinfonía para orquesta y banda militar expresamente compuesta por Barbieri, así como la representación de El sonámbulo, con letra de Antonio Hurtado y música de Barbieri y Arrieta, y La zarzuela, compuesta por Olona y Gaztambide. Desde su inauguración, el Teatro de la Zarzuela monopolizó los estrenos líricos durante la segunda mitad del siglo XIX. Del edificio original, poco o nada queda. El 8 de noviembre de 1909, el teatro sufrió un incendio que lo destruyó casi por completo, por lo que tuvo que ser reconstruido por el arquitecto Cesáreo Iradier al año siguiente. En 1956, en una reforma realizada por Antonio Vallejo y Fernando Ramírez, se suprimió la riqueza ornamental del interior y los arcos de la fachada. Tras una reciente remodelación, todavía funciona en la actualidad como teatro lírico.

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Teatro de la Zarzuela, 1856 (www.zarzuela.net)

Teatro de la Zarzuela, 1998. (www.wikimedia.org)

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El 25 de febrero de 1906 Unamuno, llamado por un grupo de intelectuales, pronunció una conferencia en el Teatro de la Zarzuela con un mismo título que el de artículo de 1896 La crisis del patriotismo, aunque con contenido y opinión diferentes. En este artículo reivindicaba el derecho de cada pueblo de España a «desarrollarse como es él». Azorín amigo de Unamuno, que vivió en la calle Zorrilla cercana al Teatro de la Zarzuela, consiguió reunir en él a varias decenas de los escritores y artistas más afamados de la época, según escribió Pedro Laín Entralgo: “Galdós, doña Emilia Pardo Bazán, Azcárate, Melquíades Álvarez, Julio Camba, Manuel y Antonio Machado, Rusiñol, Ricardo y Pío Baroja, Eduardo Marquina, Ciges Aparicio, Amadeo Vives, Pijean, Ors, Zulueta e tutti quanti”. La conferencia de Unamuno fue un acto de protesta contra la Ley de Jurisdicciones que pretendía aprobar el gobierno de Segismundo Moret. El año 1906 continuaba con los ecos de la agitación de 1905 donde se habían sucedido varios gobiernos. Ante la tensa situación, el Ministerio de la Gobernación tomó las medidas pertinentes para que la conferencia de Unamuno no fuese un motín, aunque el escritor vasco manifestó la crisis de patriotismo que se extendía por Cataluña, Galicia y el País Vasco: «en el fondo del catalanismo, de lo que en mi País Vasco se llama bizcaitarismo, y del regionalismo gallego, no hay sino anti-castellanismo, una profunda aversión al espíritu castellano y a sus manifestaciones».

Unamuno con Azorín en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. (UAM)

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Mitin en el Teatro de la Zarzuela sobre la Ley de Jurisdicciones, 1906. Unamuno en el Ateneo,1906. (www.hemeroteca.abc.es)

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« ¿Yo diputado? No voy ni para ministro ni a hacer bufete. Quiero hacer espíritu y no política.»

La institución política más importante de la Carrera de San Jerónimo es el Congreso de los Diputados que está ubicada en la Plaza de las Cortes. El Congreso de los Diputados es la Cámara Baja de las Cortes Generales, el órgano constitucional que representa al pueblo español. El Palacio del Congreso de los Diputados es un edificio de estilo neoclásico construido entre 1843 y 1850 por el arquitecto Narciso Pascual y Colomer, que intervino también en la Universidad Central de Madrid, como hemos visto. El edificio es una síntesis del templo griego y el palacio renacentista italiano. La fachada principal está formada por un magnífico pórtico de seis columnas corintias, símbolo del nuevo orden constitucional. El frontispicio del escultor Ponciano Ponzano representa a España abrazando la Constitución, rodeada de la Fortaleza, la Justicia, las Ciencias, la Armonía, las Bellas Artes, el Comercio,

la Agricultura, los Ríos y Canales de navegación, la Abundancia y la Paz. Al final de la escalinata se encuentra una puerta de bronce, obra de José María Sánchez Pescador; a ambos lados de la misma se sitúan los leones, obra también de Ponzano, fundidos en bronce con metal de los cañones tomados en África en la Maestranza de Sevilla en 1866. Unamuno fue elegido diputado en 1931 presentándose como independiente por la candidatura de la asociación republicano-socialista por Salamanca. El 18 de septiembre pronuncia un discurso en el Congreso de los Diputados sobre las lenguas hispánicas y la oficialidad del castellano. En julio de 1932 interviene en las Cortes para hablar de la nacionalidad de Cataluña: “Hablar de nacionalidades oprimidas perdonadme la fuerza, la dureza de la expresión es

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sencillamente una mentecatada, no ha habido nunca semejante opresión, y lo demás es envenenar la Historia y falsearla.”

Congreso de los Diputados. Narciso Pascual y Colomer. (Foto Pablo Salgado)

Documentos personales de Unamuno como diputado a Cortes, 1931. Casa Museo de Salamanca (Foto: Ical)

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Una de las constantes de la vida de Unamuno fue su interés por la política. Las cuestiones políticas que preocuparon al escritor vasco aparecen reflejadas en diferentes artículos, escritos en prensa, conferencias, discursos, mítines… Sus manifestaciones políticas más destacadas fueron las que protagonizó en las conferencias y discursos en el Ateneo de Madrid y las intervenciones en el Congreso de los Diputados. En una explicación íntima que dio a su amigo Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza y el principal promotor de la creación de la Residencia de Estudiantes, donde se alojó el propio Unamuno, manifiesta que no fue un político al uso. Estas palabras pronunciadas en 1906 son reveladoras de la actitud de Unamuno ante la política: Ni entiendo ni siento la acción social como la entienden y la sienten por lo común nuestros hombres públicos, nuestros políticos [...] No soy un político; la vida civil no me es más que un pretexto para obrar sobre otra vida [...] No soy un político y no creo, como nuestro ilustre amigo Costa, en la Gaceta.

Uno de los discursos más conocidos de Unamuno en el ámbito político fue el pronunciado en las Cortes el 18 de septiembre de 1931 sobre el uso de las lenguas hispánicas y la oficialidad del castellano. En él Unamuno hace referencia a las dos enmiendas que presentó al proyecto de la Comisión del Congreso: en la primera, defiende que el castellano es el idioma oficial de la República, no se puede imponer ni prohibir otra lengua; en la segunda, apoya la cooficialidad de las lenguas en las distintas nacionalidades de España. Al final de su discurso, llega a la conclusión de que el castellano es «una obra de integración» y no de desintegración dentro del nacionalismo lingüístico de España. Debido a la importancia que tuvo desde el punto de vista lingüístico y político, incluimos aquí el comienzo y el final del discurso: Señores diputados, el texto del proyecto de Constitución hecho por la Comisión dice: «El castellano es el idioma oficial de la República, sin perjuicio de los derechos que las leyes del Estado reconocen a las diferentes provincias. Yo debo confesar que no me di cuenta de qué perjuicio podía haber en que fuera el castellano el idioma oficial de la República (acaso esto es traducción del alemán), e hice una primitiva enmienda, que no era exactamente la que después, al acomodarme al juicio de otros, he firmado. En mi primitiva enmienda decía: «El castellano es el idioma oficial de la República. Todo ciudadano español tendrá el derecho y el deber de conocerlo, sin que se le pueda imponer ni prohibir el uso de ningún otro.» Pero por una porción de razones vinimos a convenir en la redacción que últimamente se dió a la enmienda, y que es ésta: «El español es el idioma oficial de la República. Todo ciudadano español tiene el deber de saberlo y el derecho de hablarlo. En cada región se podrá declarar cooficial la Lengua de la mayoría de sus habitantes. A nadie se podrá imponer, sin embargo, el uso de ninguna Lengua regional.» […]

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El castellano es una obra de integración: han venido elementos leoneses y han venido elementos aragoneses, y estamos haciendo el español, lo estamos haciendo todos los que hacemos Lengua o los que hacemos poesía, lo está haciendo el señor Alomar, y el señor Alomar, que vive de la palabra, por la palabra y para la palabra, como yo, se preocupaba de esto, como se preocupaba de la palabra nación. Yo también, amigo Alomar, yo también en estos días de renacimiento he estado pensando en eso, y me ha venido la palabra precisa: España no es nación, es renación; renación de renacimiento y renación de renacer, allí donde se funden todas las diferencias, donde desaparece esa triste y pobre personalidad diferencial. Nadie con más tesón ha defendido la salvaje autonomía -toda autonomía, y no es reproche, es salvaje- de su propia personalidad diferencial que lo he hecho yo; yo, que he estado señero defendiendo, no queriendo rendirme, actuando tantas veces de jabalí, y cuántos de vosotros acaso habréis recibido alguna vez alguna colmillada mía. Pero así, no. Ni individuo, ni pueblo, ni Lengua renacen sino muriendo; es la única manera de renacer: fundiéndose en otro. Y esto lo sé yo muy bien ahora que me viene este renacimiento, ahora que, traspuesto el puerto serrano que separa la solana de la umbría, me siento bajar poco a poco, al peso, no de años, de siglos de recuerdos de Historia, al final y merecido descanso al regazo de la tierra maternal de nuestra común España, de la renación española, a esperar, a esperar allí que en la hierba crezca sobre mi tañan ecos de una sola Lengua española que haya recogido, integrado, federado si queréis, todas las esencias íntimas, todos los jugos, todas las virtudes de esas Lenguas que hoy tan tristemente, tan pobremente nos diferencian. Y aquello sí que será gloria.

Unamuno en más de una ocasión defendió el papel relevante de la lengua castellana en la integración lingüística de la Península, por ejemplo, en el homenaje que se le rindió a Valle-Inclán en el colindante hotel Palace como desagravio a habérsele negado el premio Fastenrath de la Real Academia Española. Unamuno terminó el banquete con las siguientes palabras: “Para don Ramón, como para mí, la lengua castellana no es madre: ¡es hija!”

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«Fue la institución de cultura más famosa de España; más que cualquiera de sus universidades.»

El Ateneo Artístico, Científico y Literario es una de las instituciones culturales más importantes de Madrid. Este organismo tuvo una gran relevancia en el siglo XIX, los primeros años del XX y el período de la democracia de finales del XX; en la actualidad está entre las asociaciones de cultura más destacadas de nuestra ciudad compartiendo espacio cultural con el Círculo de Bellas Artes, la Fundación Juan March y la Residencia de Estudiantes. El edificio del Ateneo fue declarado Bien de Interés Cultural el 6 de febrero de 1992.

El Ateneo en su nueva sede fue inaugurado el 31 de enero de 1884 por el presidente del Consejo de Ministros Antonio Cánovas del Castillo, quien pronunció un discurso sobre Los Maestros y enseñanzas de la Cátedra del Ateneo. A lo largo de la historia esta institución ha contado con insignes ateneístas: el Duque de Rivas, Mesonero Romanos, Alcalá Galiano, José Echegaray, Emilio Castelar, Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Unamuno, Valle-Inclán, Gregorio Marañón, Manuel Azaña, Fernando de los Ríos…

El Ateneo se encuentra en la calle del Prado, 21; es un edificio de arquitectura eclética construido entre 1882 y 1884 por los arquitectos Enrique Fort y Guyenet y Luis de Landecho; este último fue comisionado en 1908 por el rey Alfonso XIII para la construcción del cercano Hotel Ritz junto al arquitecto francés Charles Frédéric Mewès. En el exterior del edificio destaca la fachada en piedra de sillería con los relieves de Alfonso X el Sabio, Cervantes y Velázquez, en el interior despuntan los Salones de Lectura, la Biblioteca con más de 200.000 volúmenes, las Salas de Tertulia la “Cacharrería”, el Salón de Conferencias o el magnífico Salón de Actos de estilo neogriego con pinturas modernistas y decoración con formas vegetales y grecas de Arturo Mélida, que también hizo el monumento a Colón en la Plaza Colón y la biblioteca del Palacio de las Cortes, la colección de retratos de algunos ilustres ateneístas pintados por Federico y Ricardo de Madrazo y Eduardo Rosales.

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Una amplia escalera con dos esculturas nos permite el acceso a las instalaciones interiores del Ateneo. Pronto desembocamos en la Galería de Retratos donde podemos ver las figuras de algunos de los más afamados ateneístas, una de las últimas en incorporarse es la de Miguel Hernández, su modernidad contrasta con la vetustez de los otros retratos. Una detenida ojeada nos permite familiarizarnos con insignes personalidades ateneístas. En esta galería también podemos observar algunos bustos de renombrados hombres de la cultura de Hispanoamérica: Eugenio María de Hostos y Bonilla, educador, sociólogo y escritor puertorriqueño que estudió en la antigua Universidad Central de Madrid como Unamuno; su busto es una donación de la Casa de Puerto Rico al Ateneo (1983), también se recuerda al Ciudadano de América en el Parque del Oeste de Madrid, Alfonso Reyes Ochoa, escritor, poeta y diplomático mejicano exiliado en España y Pedro Enríquez Ureña, intelectual, filólogo y escritor dominicano; estos dos últimos fundaron el Ateneo de Juventud en 1909.

Al lado de la Galería de Retratos se encuentra el Salón de Actos, donde observamos el conjunto decorativo de Arturo Mélida que sigue los postulados estilísticos del movimiento Arts and Crafts con uso de elementos que recuerdan al mundo decorativo egipcio, del que Mélida era un gran seguidor. Además de la decoración modernista, nos llama la atención la referencia a distintas civilizaciones: árabe, cristiana y romana. El muro se reviste con una colección de retratos de políticos, artistas, literatos y científicos que enriquecieron y regeneraron la vida cultural y artística de nuestra patria. En las dos salas de la Cacharrería, llamada así por la colección de vasos griegos que albergó hacia mediados del siglo XIX, contemplamos los retratos de otros eminentes ateneístas: Valle Inclán y Unamuno, ambos comparten en armonía una misma sala, el retrato de este último aparece en la portada del recorrido. En el fondo del muro oeste de la Cacharrería nos encontramos con el cuadro Palas Atenea imponiendo la Paz entre los Oficios y la Industria. Atenea la diosa de la guerra, la justicia, la sabiduría, las artes es la deidad protectora de Atenas; su nombre se relaciona con el término ateneo que viene de la palabra athenaeum (templo de Minerva en Atenas). Atenea es el símbolo de la institución, aparece también en el Salón de Actos como en el escudo de la casa. En la Cacharrería pontificaba José de Echegaray, nuestro primer Premio Nobel de Literatura, junto a otros destacados ateneístas. Por los pasillos de la Docta Casa podemos ver libros por doquier que dan a la misma un carácter intelectual, algunos están escritos en otros idiomas o hacen referencia a Unamuno.

En el Ateneo hay más salas que llaman la atención del visitante: Sala Nueva Estafeta, Salón Romántico, Salón Ciudad de Úbeda, Despacho de Azaña. Otras de las joyas de esta institución cultural es la Biblioteca con una amplia colección de libros y publicaciones periódicas, “especialmente rica en obras del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, abarcando todas las materias y varios idiomas” y la reciente construcción de la Biblioteca Digital del Ateneo. La Biblioteca ha sido la principal gala de la institución, en ella trabajaba Clarín, leían entre otros, Joaquín Costa, Valle-Inclán o Unamuno. A lo largo de más de 175 años, las Secciones y Tertulias del Ateneo han sido famosas por su amplitud y riqueza cultural; podemos consultar algunas de estas secciones o asistir a las múltiples tertulias que tienen lugar cada mes.

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Postal antigua del Ateneo de Madrid.

Relieves de la fachada del Ateneo.

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Emblema del Ateneo Científico. Literario y Artístico de Madrid.

Escalinata.

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Sala de prensa del Ateneo de Madrid, 1928.

Interior del Ateneo de Madrid a principios del siglo XX.

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Galería de retratos del Vestíbulo en blanco y negro.

Galería de retratos del Vestíbulo en color.

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Bustos de Eugenio Mª de Hostos, Alfonso Reyes y otros en el Salón de la Cacharrería.

Azaña y Valle-Inclán en la Cacharrería, años 30.

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Biblioteca antigua del Ateneo de Madrid.

Biblioteca moderna de Ateneo sin lectores.

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Salón de Actos.

Las nueve musas griegas. Salón de Actos.

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Las fotografías del Ateneo pertenecen al Archivo del Ateneo, Archivo General de la Administración, Biblioteca Digital Hispana y a varias páginas web: ateneodemadrid.com, nosolometro.com, urbanity.es y otras páginas.

Los años que pasa Unamuno en Madrid son años de fecunda formación cultural e intelectual debido, sobre todo, al papel que tiene el Ateneo en el pensador de la Generación del 98. Para el ensayista José Luis Abellán el Ateneo es “el centro neurálgico de la cultura española decimonónica. “ En la época que vive Unamuno en la Villa y Corte, el Ateneo era una de las instituciones culturales más importante de la capital de España. No todos compartían esta opinión favorable, así para Ortí y Lara, profesor de Metafísica del joven estudiante vasco, era “la sede de la blasfemia en la calle de la Montera”, por el contrario, para otros intelectuales era como un ”café cultural y urbano con sus ventanas abiertas a Europa”; el político y cuatro veces diputado Conrado Solsona lo describe con estas palabras: ”Este es el lugar sagrado donde Donoso Cortes nació, donde Cánovas perdió la vista, donde Castelar perdió su pelo y donde Moreno Nieto murió”. En la biblioteca de la Casa Docta “una de las mejores bibliotecas privadas de España”, el joven Unamuno comienza a reflexionar sobre los fundamentos filosóficos de su fe. El “Prometeo español” empieza a debatirse entre el binomio fe/razón.

El catedrático de la Universidad de Salamanca considera también al Ateneo un lugar idóneo para el desarrollo de la cultura y para la exposición de las “guerras de ideas”. Así nos lo recuerda en 1915 en uno de sus artículos más famosos sobre esta institución “La evolución del Ateneo”:

Ayer, 23 de este mes de noviembre, se inauguró el curso de conferencias y lecciones de 1915 a 1916 en el Ateneo científico, literario y artístico de esta villa y corte de España. No creo tener que decir a mis lectores lo que es el Ateneo de Madrid. La institución de cultura más famosa de España; más que cualquiera de sus Universidades. Hubo también un tiempo en que se llamó a ese Ateneo la Holanda de España, el refugio de la libertad de pensamiento, y cuéntase que en la época de la llamada Restauración, a raíz del restablecimiento de la dinastía borbónica de España, después de 1876, Cánovas del Castillo, árbitro de las libertades civiles en España y fervoroso ateneísta, sostenía que en el Ateneo se podía decir todo lo que fuera de él no era permitido se dijera. No hay seguramente, en España, institución que haya influido más en la marcha de la cultura.

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Unamuno empieza a frecuentar el Ateneo entre 1880 y 1882, pero su nombre no figura todavía como miembro de la Docta Casa. En 1899 lee como conferencia el ensayo Nicodemo el fariseo, del que se reproduce un fragmento más abajo; en 1906 da varias conferencias sobre la juventud; en 1914, después de hacer una lectura pública de El Cristo de Velázquez, disertó sobre Lo que ha de ser un rector en España en reparación a su destitución como rector de la Universidad de Salamanca y arremete contra el caciquismo en la universidad española. En 1918 da una conferencia (política) sobre el alma, ante la cual Joseph Pla pronunciará una frase sentenciosa: “¡Qué delirante galimatías es este hombre y este país”; en mayo de 1930 pronunció un discurso bajo el título Como venía diciéndoos que levantó en un principio muchas expectativas porque se esperaba que Unamuno se convirtiera en el líder del mundo intelectual de España tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, pero el numeroso auditorio quedó algo decepcionado al escuchar al maestro; sin embargo, Unamuno dictó uno de sus mejores alegatos contra la Dictadura, además en él ataca al rey Alfonso XIII y defiende la neutralidad del Ateneo: “Se ha dicho que esta Casa, que es una casa de cultura y además subvencionada, debería ser neutral”; en 1932 habló sobre el jurisconsulto, político e historiador Joaquín Costa. En el período de 1933-34 fue elegido presidente del Ateneo sustituyendo a Valle-Inclán y Augusto Barcía Trelles. Bajo la presidencia de Unamuno, el abogado y político José Prat García desempeñó el puesto de secretario primero del Ateneo, más tarde se exiliará a América donde fundó la Casa de España en Colombia; a su regreso ocupará la presidencia entre 1987-1994 y escribió el libro El Ateneo y las Américas donde vincula a América con la institución científica, literaria y artística española.

¡Fe! ¡Qué poco se medita con el corazón y no con la cabeza tan sólo, en lo que la fe sea e importe! No una mera adhesión del intelecto a un principio abstracto, a una fórmula sin contenido ya acaso; no la afirmación de principios metafísicos o teológicos; no, sino un acto de abandono y de entrega cordial de la voluntad, una serena confianza en que concurren a un fin mismo la naturaleza y el espíritu, en que naturalizando al espíritu lo sobreespiritualizamos y espiritualizando a la naturaleza la sobrenaturalizamos, una confianza firme en que habita la verdad dentro de nosotros, en que somos vaso de verdad y en la verdad es consuelo; una confianza firme en que al obrar con pureza y sencillez de intención servimos a un designio supremo, sea el que fuere.

(Nicodemo el fariseo)

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Llegada de Unamuno a Madrid, 1 de mayo de 1930. Foto Alfonso

Unamuno y Azaña en el Ateneo de Madrid. (www.ateneodemadrid.es)

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(Nuevo mundo, 3 de abril de 1931)

« ¡Qué grande es Unamuno! ¡Cuánto sabe y cuánto crea! El primer español.» (García Lorca)

«Primer escritor del idioma.» (Jorge Luis Borges)

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BIBLIOGRAFIA

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teosofía. Madrid, La Librería, 2006. BALSEIRO, José A.: Unamuno y América. Revista La Torre, Universi-

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Unamuno. Madrid, Escelicer, 1966-1971. GONZÁLEZ EGIDO, L.: Miguel de Unamuno. Junta de Castilla y León.

Consejería de Educación y Cultura, 1997 LABRA, Rafael Mª de.: El Ateneo de Madrid: sus orígenes, desenvolvi-

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UNAMUNO, Miguel de: Epistolario inédito I y II, al cuidado de Laureano Robles, Espasa Calpe, 1991. Mi confesión. Escritos inéditos descubiertos por

la profesora Alicia Villar, 2012. VVAA.: Miguel de Unamuno (1864-1936). Cuadernos

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Contenidos online Biografía de Miguel de Unamuno. Izaskun Martínez. Las nuevas ideas en el Madrid de Unamuno (1800-1884). R. Chabran. Madrid 1880: un nuevo mundo para el joven Unamuno. J. C. Rabaté. www.madridhistorico.com www.maps.google.es www.pajarita.biz/aep/otros/unamuno/biografia.pdf

(amplia biografía de Unamuno) www.repamadrid.com/todomadrid

(guía de Madrid) www.swarthmore.edu/Humanities/mguardi1/espanol_11/unamuno.htm

(portal dedicado a Unamuno)

Audio www.epdlp (voz de Miguel de Unamuno)

Multimedia es.wikisource.org (obras literarias, biografía, citas de Unamuno)

Vídeos (youtube.com) “El último testimonio de Unamuno”, de Julio González Gil, 2:04

(palabras pronunciadas en la universidad de Salamanca 12-10-1936) “Miguel de Unamuno” del hispanista Robert Lemm, 3:40

(galerías de imágenes y voz de Unamuno)

“Miguel de Unamuno por Fernando Savater. La aventura del pensamiento”, 21 min. (biografía y análisis de su obra filosófica)