El Mejor Quijote Jamás Publicado

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El mejor Quijote jamás publicado La Real Academia Española y el Instituto Cervantes rinden homenaje a los 400 años de la Segunda parte de Don Quijote de la Mancha con una edición crítica en dos tomos, preparada por un equipo de más de 50 especialistas, bajo la dirección de Francisco Rico. FOTO Vota por esta noticia: 1 votos Temas Don Quijote de la Mancha -

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El mejor Quijote jamás publicado

La Real Academia Española y el Instituto Cervantes rinden homenaje a los 400 años de la

Segunda parte de Don Quijote de la Mancha con una edición crítica en dos tomos,

preparada por un equipo de más de 50 especialistas, bajo la dirección de Francisco Rico.

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Don Quijote de la Mancha -

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Miguel de Cervantes Saavedra -

Francisco Rico

Pedro Pablo Guerrerovie oct 23 2015 04:02

"Nuestro destinatario ideal habla el español como lengua materna y no ha estudiado

filología ni historia en la universidad, aunque sí tiene la suficiente curiosidad y gusto por la

literatura para emprender y (no nos engañemos dándolo por supuesto) continuar hasta el

final una lectura atenta del Quijote ", escribe Francisco Rico al presentar la edición crítica

más completa publicada hasta la fecha de la obra cumbre de Miguel de Cervantes, y base de

la novela moderna tal como la conocemos hoy.

El filólogo y académico de la RAE no ha querido hacer una edición para eruditos, a pesar de

ser él mismo un reputado cervantista y encabezar un equipo con más de 50 expertos. Dividida

en dos tomos que superan las 1.600 páginas cada uno, la edición recién aparecida en España

rinde homenaje al cuarto centenario de la Segunda parte de Don Quijote de la Mancha

(1615). Publicada por la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, el Instituto

Cervantes y Espasa/Círculo de Lectores, tiene su origen en la edición crítica de 1998, también

dirigida por Francisco Rico, que alcanzó sucesivas reediciones corregidas y aumentadas,

sobre todo la de 2005, que se publicó con motivo de los 400 años de la primera edición de El

ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, impresa a fines de 1604, pero con fecha de

1605 en la portada.

La novísima edición aparecida en junio mantiene el criterio seguido en las anteriores de Rico:

además de diez estudios monográficos, el primer tomo contiene las dos partes del Quijote

con notas a pie de página, abundantes pero acotadas y sujetas al sentido literal del texto,

mientras que el segundo tomo, subtitulado Volumen complementario, las amplía y enriquece

considerablemente en varias secciones, particularmente en Notas complementarias y Aparato

crítico, pero sobre todo en Lecturas del "Quijote" , que se abre a interpretaciones literarias

encargadas a prestigiosos hispanistas de todo el mundo, así como a historiadores (Roger

Chartier), ensayistas (Alberto Manguel), y autores de ficción como Javier Marías y Javier

Cercas. Cada uno de ellos escribe un comentario crítico para el segmento que se le

encomienda: una sección (portada, prólogo, versos preliminares) o capítulo de la obra. Esto

implica nada menos que 57 Lecturas del Quijote para su primera parte y 77 para la segunda,

lo que da "una óptima idea de la inagotable riqueza del libro y de la multiplicidad de

enfoques a que se presta", en palabras de Francisco Rico.

En la nutrida sección de Apéndices hay estudios accesibles a cualquier lector, entre los que

figuran La lengua del "Quijote": rasgos generales (Juan Gutiérrez Cuadrado), Motivos y

tópicos caballerescos (Mari Carmen Marín Pina) y Monedas, pesos y medidas (Bernat

Hernández). En el anexo de ilustraciones destacan los mapas que reflejan la ruta del Quijote;

dibujos de ropa, armas, muebles, instrumentos musicales y objetos cotidianos de la época, y

los planos de la bien conservada casa en Esquivias de Alonso Quijada de Salazar (1560-

1604), hidalgo contemporáneo del personaje novelesco.

Particularmente atractivo es el apartado La biblioteca de Don Quijote, que reproduce páginas

interiores de los libros mencionados en el escrutinio realizado por el cura y el barbero. En

Imágenes del "Quijote", el lector puede apreciar las representaciones que han realizado de

Sancho y su señor desde un artista anónimo de 1618 -para una traducción francesa- hasta las

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contemporáneas versiones de Dalí (1946), José Segrelles (1966), Eberhard Schlotter (1979-

1982) y Antonio Saura (1987).

"Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el

Quijote. Cervantes cuando lo escribió aún no lo había leído", decía Miguel Delibes. Del

mismo modo podría afirmarse que para leer el Quijote no es imprescindible la edición de

Francisco Rico, pero leerlo en ella permitirá apreciar muchísimo mejor una novela que

requería, con urgencia, un aparato crítico y de notas que acercara su lengua y su contexto a

las nuevas generaciones.

LAS MÁSCARAS DE CERVANTES

"El Cervantes de carne y hueso, muerto hace casi cuatro siglos, nos es inasequible por

definición; es una sombra que no podemos alcanzar", comprueba Jean Canavaggio en su

estudio Vida y literatura: Cervantes en el "Quijote " . Luego de advertir la casi completa falta

de escritos íntimos del autor, el cervantista francés postula que en la novela es posible

descubrir "el doble de aquel sujeto desaparecido", que se deja entrever en las muestras

dispersas de un autobiografismo episódico. La primera de ellas está en el prólogo de la

primera parte, donde el escritor se representa "suspenso, con el papel delante, la pluma en la

oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría...".

Pero es Cide Hamete Benengeli, autor del manuscrito árabe hecho traducir por el segundo

narrador del Quijote, la que Canavaggio considera "la más fascinante de las máscaras

inventadas por Cervantes para disimularse y excitar así nuestra curiosidad". En una

etimología propuesta por Bencheneb y Marcilly, este nombre contiene una notable carga

autobiográfica: Cide: "señor"; Hamete: "que más alaba al Señor"; Ben-engeli: "hijo del

Evangelio", es decir, no del Corán, y, por lo tanto, cristiano. En la España del siglo XVI,

quizá un converso.

Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 1547 - Madrid, 1616) adoptó Saavedra como

segundo apellido hacia 1586. Su madre se llamaba Leonor de Cortinas. El apelativo Saavedra

no lo llevó ninguno de sus antepasados directos y lo tomó probablemente de un pariente

lejano. Se ha visto en la incorporación de este apellido una conducta compensatoria: a falta de

poder deshacerse, por razones desconocidas, del patronímico paterno, Miguel lo habría

doblado en el plano social y simbólico.

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Una nueva interpretación propone Luce López-Baralt, quien a partir de la voz árabe dialectal

Shaibedraa ("brazo defectuoso"), deduce que este habría sido un insulto burlón a su

manquedad, apodo que habría recibido durante su cautiverio en Argel. El cruce entre el

apellido gallego Saavedra y el Shaibedraa argelino sería, pues, la síntesis de un conflicto

emocional en la reivindicación de una identidad ambigua. "Sea lo que fuere, con el triunfo del

Quijote la posteridad ha consagrado, definitivamente, el doble apellido de Cervantes

Saavedra, en un desquite de todos los fracasos experimentados por el que lo forjó", concluye

Canavaggio.

LECTORES ILUSTRES

Sobre el Prólogo de 1605, Alberto Manguel demuestra que Cervantes subvierte las reglas de

esta clase de textos. En él se queja de incapacidad y falta de inspiración, incorpora a un

"anónimo amigo" que le ayuda a diseñar el texto y se presenta a sí mismo como "padrastro"

del libro (pues su verdadero padre es un árabe). El tradicional "lugar apacible" de

composición es sustituido por la confesión de que su obra se "engendró" en una cárcel,

posiblemente en 1597. Al final, Cervantes pone en ridículo los prólogos clásicos,

demostrando que, por su estilo pomposo, lleno de referencias trilladas y citas apócrifas, puede

componerlos cualquiera.

Roger Chartier, al analizar el capítulo VI de la Primera parte, ve en el "donoso y grande

escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo" un

procedimiento comparable con los actos públicos de la Inquisición, incluidos la censura y el

rito del auto de fe. Sin embargo, Chartier no se atreve a establecer si se trata de una burla

simplemente graciosa, una crítica indirecta al Tribunal del Santo Oficio o la manifestación de la ambivalencia de Cervantes ante la necesidad del control de los libros y el rechazo de su

exceso.

Llama la atención a Javier Marías en el capítulo XXXII ("Que trata de lo que sucedió en la

venta a toda la cuadrilla de Don Quijote") la discusión que entablan los personajes acerca de

la ficción y la realidad. El máximo defensor de la primera es el ventero, quien no cree que los

portentos que se cuentan en las novelas de caballerías sean disparates, estando el libro que los

contiene "impreso con licencia de los señores del Consejo Real, como si ellos fueran gente

que habían de imprimir tanta mentira junta". Marías especula que hay un elemento

sibilinamente uniformador en la narración: "una vez que algo es narrado, una vez que es

contado, resulta ya secundario que se trate de hechos reales o ficticios. La narración nivela

las cosas, y difumina toda frontera entre realidad y ficción".

Javier Cercas comenta el Prólogo y Dedicatoria de la Segunda parte del Quijote. El autor de

Soldados de Salamina -quien en esa novela recordaba cómo le había surgido la idea de

escribirla luego de una conversación con Roberto Bolaño- reafirma que la obra maestra de

Cervantes contiene en germen todas las posibilidades del género: la Primera parte se ocupa de

la realidad o de la relación entre Don Quijote y Sancho con la realidad, y en esa medida es

moderna, mientras que la Segunda parte es posmoderna porque se ocupa ante todo de la

representación de la realidad, es decir de los textos, y la relación de Don Quijote y Sancho

con aquellos que los representan: la Primera parte del Quijote y el Quijote falso de

Avellaneda. A Cercas le parece una gran paradoja de la literatura que la continuación del

libro haya sido propiciada por la publicación de un apócrifo, y que pueda leerse, de comienzo

a fin, como una elaborada respuesta contra Avellaneda, teñida de una ironía sin amargura

desde su prólogo.

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LA INDUMENTARIA

Es "impensable" que Cervantes imaginara a Don Quijote con una armadura gótica, dice la

estudiosa Carmen Bernis. Por más que el autor proporcionara a su héroe armas anacrónicas

que sorprendían a cuantos se tropezaban con él en su primera salida, no podía conocer en

detalle las que usaban los caballeros medievales. El arnés o conjunto de armas que el

caballero acomodaba a su cuerpo con correas y hebillas sería como los que se usaban en la

primera mitad del siglo XVI, que tenían aún falda de mallas. La lanza que guardaba en su

astillero (percha donde se ponen astas, picas o lanzas) no era tampoco una gruesa lanza de

guerra, sino una lanza vieja, rota fácilmente por un mozo de mulas. La adarga antigua era un

escudo de cuero que en la Edad Media habían usado principalmente los musulmanes. En

tiempos de Cervantes lo utilizaban los jinetes encargados de defender las costas de los

ataques de los corsarios, empleando tácticas parecidas a las que se habían seguido en la

Reconquista.

En la indumentaria de Sancho destaca el sayo, alguna vez usado por señores y plebeyos, pero

que ya en el siglo XVII era una prenda de los villanos. De forma sencilla, por lo general

corto, tenía mangas independientes, sujetas a los hombros con un cordón, para facilitar los

movimientos. Los calzones o greguescos del improvisado escudero no eran cerrados en las

rodillas, sino abiertos por abajo, y atados a la cintura por una lazada corrediza. "La caperuza

de los villanos era el tocado de confección más sencilla de cuantos existían: un simple

casquete, sin ala y sin vuelta, terminado en punta", escribe Carmen Bernis.(© El Mercurio

GDA)