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EL MUNDO ES UN PUADO DE POLVO

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863.5 M38 C.H.

Martnez Meja, Jorge El Mundo es un puado de polvo/Jorge Martnez Meja.--[Tegucigalpa]:/[Litografa Lpez], [2010] 240 Pginas. ISBN: 978-99926-47-05-9 NOVELA HONDUREA

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El mundo es un puado de polvo D.R. Jorge Martnez Meja Jorge Martnez Meja para la primera edicin Editorial Poetas del Grado Cero. 2009 San Pedro Sula, Honduras, C.A. Correo electrnico: [email protected] Diseo de portada: Jorge Martnez Meja Ilustracin de la portada: Foto Jorge Martnez Meja Fotografa de la solapa: Armando Garca

Diagramacin: Gustavo Simn Campos

No est permitida la reproduccin total o parcial de este libro, ni su tratamiento informtico, ni la transmisin de ninguna forma o por cualquier otro medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por registro u otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

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EL MUNDO ES UN PUADO DE POLVOJ. Martnez Meja

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NDICE A manera de prlogo PRIMERA PARTE: El Payaso I La Cada II Un reggaetn tumba III Los crneos fresco IV La hoja roja V El asalto VI Los Jomis VII El Lenquita VIII Silencio en la esquina IX Quin es el que sigue? X El Payaso XI El error del Payaso XII Mamombella, el origen del Payaso XIII La Laguna XIV Toito XV El golpe al BP XVI El Sapito XVII Los aleros de La 15 XVIII Las ltimas horas XIX Los Rudos 13 XX El retorno XXI El cuerpo SEGUNDA PARTE I La decisin de El Rana II La pared opuest a III Un regreso equivocado IV Anastasio Rodrguez V El ltimo disfraz de la lluvia TERCERA PARTE: Junior I Los aos de Junior II Eplogo Glosario

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A MANERA DE PRLOGOEl espacio finito que se llama novela en

El mundo es un puado de polvo

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Sonofelet Bergua de la Vega Escribir es darle vida en las letras a una experiencia vivida, es imponer un orden, crear un orden, construir un universo a partir de los materiales que el escritor encuentra en su camino. La literatura no es la vida, es lo vivido y lo no vivido. La materia con la que se construye la vida es la vida misma; la literatura se alimenta de esa materia, pero no llega a ser vida ms que como percepcin, lectura, composicin arbitraria, reflejo. Sin embargo, en la obra literaria opera, como una metfora, el mismo caos imperceptible de la vida. Todos los caminos inconclusos en la obra, la lectura imposible, son la obra inexistente. En la vida misma estos caminos han sido andados por los personajes y su paso final lo constituye una balada filosfica, existencial. Un devenir concretizado, material y tangible, historizable, percibido por la infinidad de personajes que circulan en derredor de s mismos. Los protagnicos, los seres que captan la atencin prioritaria en la obra son hijos de la eleccin8

arbitraria del autor. La obra no slo emula la vida, sino que es vida en tanto percepcin de la vida, discurso inmerso en otro discurso, devenir de la vida en tanto devenir perpetuo. Pero se detiene, cifra un momento abierto, produce un agujero en el lienzo del discurso. El hombre capta su esencia bsica de perceptor de s mismo en la lectura de la obra, es decir, en la escritura. La arbitrariedad de ser hombre, pavesa o ceniza, tomo ebrio en el espacio, toda posibilidad voltil termina al detener el devenir en el tiempo de la obra. Cada autor escribe desde una terraza, desde una enorme plataforma en la que comunica su espacio. Romper los lmites de las terrazas, abrazar ms lejos con las palabras, ir al destino en que todo se funde, a los canales, a los vasos comunicantes, a los intersticios imprevistos, a los recovecos de la imaginacin, a los personajes no existentes, a los sitios donde los personajes son arbitrariedad pura, lo mismo que animal, molcula o danza espacial; en fin, ir ms all de la percepcin de la vida, de la finalidad en la literatura es el reto de todo buen escritor (deconstruccin segn Deleuze). Por ello la literatura tambin es devenir, lo no vivido. Dar vida a lo vivido y a lo no vivido. En El mundo es un puado de polvo, el autor se ha sumergido en los personajes para entresacar de sus vivencias un orden aparente y catico que nicamente emula los fragmentos de sus vidas. Ha visitado y desmontado los cdigos de su comunicacin con su propia experiencia para volver a construir un universo similar, es decir,9

distinto e idntico al caos de la vida. El autor se esfuerza por mostrarnos a sus jvenes personajes circunscritos a un espacio y a un momento concreto en la historia contempornea de Honduras. Una coleccin de vivencias violentas de seres sumergidos, atrapados en su microhistoria, a la manera de un enjambre de molculas que se entrechocan y mueren en el afn de encontrar caminos que nicamente les lleva a un devenir mortal. No hay certeza en ninguna de las salidas, no hay manera de escapar al cruce de dos adjetivos simultneos, de un verbo violento atacando a un sustantivo. En el lenguaje est la vida, la vivencia, la experiencia catica de la vida. En cada ramalazo de imgenes se pone de manifiesto un fragmento de vida que fue real, histrica, sangre comn y corriente que brill y se apag en un abrir y cerrar de ojos. No es un exceso de realidad ni un afn desnaturalizado por revivir la historia ni la ancdota de los jvenes de finales del siglo XX en Honduras. Tampoco es una proyeccin interesada hacia lo social, es decir, inclinada hacia una visin sociolgica. Tampoco es el relato de un recuerdo, de una aventura en un safari por las franjas de la marginalidad juvenil hondurea. Esto es literatura, deconstruccin y construccin de un mundo sostenido en el lenguaje. El autor ha recuperado su experiencia con los personajes y la ha vertido en este frasco llamado El mundo es un puado de polvo, que fue escrito en la experiencia misma como un juego de registro vivencial. Posteriormente el autor10

qued solo y continu escribiendo, tratando de darle algn sentido a la trama, sin lograrlo ms que como el mismo juego de la vida, roto el sentido lineal de la historia, porque el devenir de la vida ni es histrico ni es lineal, sino catico, arbitrario, sin eje central y sin polos definitivos. Alguna vez se le escuch decir a Jorge Martnez Meja, el autor, en una de sus incursiones en esta novela, Todos moriremos, pero de nosotros quedar lo que rescatemos para la vida. Jorgito, nos estn matando papato. Estamos hablando de muerte, no de vida, respondi uno de los jvenes desde el fondo. Este intercambio verbal entre el autor y sus personajes tiene implicaciones verdaderamente extraordinarias. Primero porque lo que para el autor es vida, para el personaje es muerte. El autor escribe con la intencin de rescatar algo para la vida, pero los personajes estn hablando de muerte. Indudablemente, hay dos mundos muy claramente establecidos que se encuentran nicamente en esta novela. El espacio literario es un universo totalmente distinto al espacio real de los seres humanos que protagonizaron esta historia, por lo tanto, el autor ha tenido dos tipos de contacto con la materia prima de su trabajo literario. Con los seres humanos en la historia real y con los personajes en la ficcin. El autor conoce las calles y las esquinas en donde anduvieron los personajes, ha caminado por esas mismas calles sin llegar a ser personaje, o tal vez11

s. Tal vez el autor se ha aprovechado de los rasgos de uno de sus personajes para transmutarse y contarnos su experiencia, su propia vida. Tal vez ha usurpado escenas, captulos enteros y ha desatado una catarsis en la que podremos encontrar sus rasgos dispersos a lo largo de la trama. l no importa. Tampoco ha inventado un pueblo. El pueblo ya existe, la comunidad sobrevive en la ciudad de San Pedro Sula, en lo que se conoce como La Laguna. Lo valioso entonces, radica en la muestra de una pulsacin de la vida, un latido en la historia recogido por la literatura. No importa el pueblo, no importa la historia, de todo esto no se salvar ninguna intencin social, slo quedar lo que resista el ojo atento del artista, slo lo que de literatura valga. Por tanto, esta novela viene a ser un intento por rescatar literariamente un momento de crisis social en la que ms de siete mil jvenes hondureos murieron asesinados en batallas fratricidas. Pero slo es un pequeo cuadro narrado por un escritor que tuvo la oportunidad de sumergirse en el mundo de una desaparecida organizacin conocida como Generacin X de la que jams se habla en el libro. Quines son, entonces, los personajes? Hay que sumergirse en este lugar conocido como El mundo es un puado de polvo para observar cul es el rumbo que tomaron en ese espacio finito que se llama novela.

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Un da ms en la misma esquina, en la lengua de la gente, sin saber el futuro de la vida, sin saber si voy a comer; usando la droga como pretexto para sobrevivir. Un da ms bajo el mismo farol de la noche. Selvin Perdomo, S.P.S.

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PRIMERA PARTE: EL PAYASO ______________________________

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Vas de lado, nio mo, vas ligero y delgado hacia la tinta roja del polvo.

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I La cada______________________________

Siente, siente la muerte, siente la enorme arruga en la camera que te busca con sus alas negras, extendidas sobre el aire de la tarde. La muerte, la llaga rota, la verdad, la presencia oscura de ese misterio que te sigue y te atrapa ms temprano que tarde. Nadie te ha visto caer, nadie te lleva en hombros para celebrar una boda en medio de las mariposas, nadie canta a esa hora terrible en que callas con la voz ahogada en medio de los dedos. Yo siento el espritu de la muerte, perrito! Yo siento las balas! Quisiera estar preso mejor, con ustedes, aqu, aqu es ms seguro que en las calles! All nadie te ayuda, todos te miran con desprecio y con miedo! Mire, perrito, yo no voy a durar muchosiento la muerte, siento miedo de que en cualquier parte me agarren a tiros! Vas por la calle, alegre, como siempre. La luz del da sigue limpia. Arde el sol, nada se mueve, tus brazos tranquilos, como siempre, pero la muerte no te da ninguna seal. La muerte es la Biblia que traen esos muchachos bajo el brazo, el zapato roto del que vende naranjas, la mirada torva del taxista que mira de reojo. La muerte se respira porque es el aire, pero t no lo sabes porque el sol brilla como siempre, y el aire es suave, perfumado con hojas tropicales. Abres los brazos y sientes la brisa.16

Algo te cubre con ternura. Un nio juega con su pelota roja. Quizs el pjaro que canta est tranquilo en su rama. T no lo sabes. El mismo paso que llevas A dnde te lleva? A qu lugar vas cuando no sabs a dnde vas? El mismo lugar que has caminado miles de veces, los mismos pasos, los mismos agujeros. Si supiera donde el lunar es rojo o verde, ninguna huella me dice que las cosas estuvieron juntas como en este momento en que no s nada. Hoy habrn tres muertos, tres pjaros muertos dejarn de cantar como de costumbreun azul tierno con brillo en sus cenizas de nio, t lo hubieras soado una tarde llena de mosquitos bajo la rama verde de un guayabo o de un mango, no en una hamaca, sino en una piedra roma, castigada a sentirte tristeTres llamadas me han hecho, tres llamadas papato, estoy cagado. Yo me quiero ir de aqu, me quiero perder porque siento la muerte, siento los pijazos que caen en mi pechoUsted se re, pero es que no sabe lo que es vivir en esta calle. Ayer se apearon a tres policas. Y si se echan a tres policas, cmo no me van a clavar a m? Los ojos, los ojos tranquilos sobre la rama del pjaro. Pero vos vas por la calle y se te ocurren tantas tonteras porque la vida as eslos nios siguen jugando con la pelota roja y ni un paso has dado. La esquina, los muros manchados, la basura en el mismo sitio. Los taxis repletos de intiles borregos que viajan al matadero de las doce

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bolas...las doce bolas. Cunto cuesta conseguir doce bolas! Y vos detenido dando un pinche paso A dnde vas a esa hora cuando reflexions sobre la poca orilla que tiene tu lado, tu reloj de plstico, tu guiapo tirado bajo la cama, el pobre techo de una casita? Nadie te lo ha dicho, nadie te pidi que salieras del cantn a estas horas. A la una de la tarde en punto es raro que se oiga un pjaro de hilos o el hueso de un pendejo amarrado colgando de una rama del palo de mango donde se puede fumar un puro de marihuana despus de echarse una potra nadie te mira baado tranquilo fresco inclinado contra el palo de mango y el hueso colgando pelado, sin bulla. Este es el nido blanco donde el pjaro te hace sentir un rubor rojo en la mejilla. No tienes nada en el bolsillo, pero es blando el plstico del reloj. Oyes el canto suave, lejano, desde antes, como anuncindote algo importante que jams logrars entender. Hay una pared blanca de cal y sucia de polvo por donde baja tu mano rasgada y quejosa. Hay un ruido detrs del canto del pjaro, un ruido seco, una rama rota, un campanazo de catedral adornado con una cinta verde. Chas, le hace tu paso cuando cae. Vens cruzando la calle frente al portn negro de lata, vens corriendo. Pass tan rpido visto desde el otro lado de la calle desde donde te miran los payasos que se bajaron del bus. Van a la funcin, estn listos para rer, para frotarse las manos. Sus trajes salpicados de parchos vistosos son un lindazo contra el da blanco, pero nadie te ahuyenta, y sin embargo, corrs.18

Vos te levantabas enorme en un pas santo hecho de sbanas papales, venas de una peregrinacin con la llave del maestro malabarista, te acariciabas la carita de ojos de botones negros, gracioso bebedor de caf y escupidor acelerado, porque eras idiota, sin lectura, sonso salvaje, nico cemento de la abuela. El charco contra tu casa baja, un promontorio de basura antigua tirada en el patio, la pila de piedras azules contra el guamil y el cerco de pas. Que me entierren aqu cerca dijiste en son de broma aquel da -porque la muerte ronda. Nunca dura un minuto el canto desdichado de un pjaro, siempre termina antes de que pods escucharlo completo, entenderlo como un montculo perfecto de lluvia sobre tu cabeza. Sobre tu zapato la escupida fresca, congregada en el fango negro, rojizo, en idntica proporcin con la tarde. El asesino borracho y temeroso con su mscara, hecho de una rfaga de gloria, gratificado, vigilado en la ebriedad de su sombra. Nosotros andamos muertos, nosotros estamos enterrados, somos muertos cagados de la risa! Somos veneno puro del sbado y del domingo y el mundo es un puado de polvo! Ah, esto es! Ya lleg tu hora de descanso, pero no te has dado cuenta, y tu paso en el aire, sobre la terraza de un viejo templo podrido, en la calle sucia de un pas inaudito, de un pas maldito, de un pas tontito, engaadito, enfermito y mudito; metido en el bolsillito de un hijueputito. En la estrecha calle de los gritos de polvo te sigo viendo jugar con la19

sabidura turbia del caos. Aqu te veo con la mano oscilante, en tu escenario, mientras en otro sitio te tragan con cautela, te consumen en una fiesta de gala, te miran las manchas, hacen una ley para volverte al polvo. Vos te aparts del presupuesto nacional, te hacs a un lado, pero siempre te tragan, sos un delicado bocadillo rosa, una minscula campana avivando la fiesta, un polvillo suave y negro cayendo en la mesa blanca del canciller que navega en la nube de la fraternit. Vas de lado, nio mo, vas ligero y delgado hacia la tinta roja del polvo. La ciudad en su ruido no escucha que cas. Los caminos, con su oficio de llevarte al mismo lugar, te ven venir ms pulcro, ms limpio de sombras, menos desesperado, ms nio que antes. El verano se ha detenido en esta esquina con su horrible paciencia y te arrastra esquina abajo, muy lejos, slo para recordarte aquella vez despus cuando adormecido, ya acomodado para dormir, sentiste la boca fra, aplastada contra el piso indigente, humedecido y duro, triste y muerto. UUuummmm? DijisteEra caliente la sangre y el sueo. Fatalmente inhbil, en ese momento, no reparaste en poner las manos hurfanas, No, cabrn! Gritaste- Y otra vez la boca fra, aplastada contra el piso indigente, humedecido y duro, triste y muerto. El verano te arrastra esquina abajo. Ms arriba, la alegra espanta pjaros.

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El Payaso les dijo que no me mataran y hasta se les hinc, pero siempre nos llevaron al crique.

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II Un reggaetn tumbado ______________________________

No nos dijeron nada jomi, cuando nos vieron pasar, girros todava, los vatos nos miraron y no nos dijeron nada. Nos pusimos a pescar porque a pescar bamos y no nos dijeron nada los vatos. Llegamos y caminamos ro abajo, buscando una posa grande donde pescar. Los vatos volvieron a pasar y no nos dijeron nada, slo de lejos nos miraron. El Rata saltaba en el bejuco y se tiraba a la posa y el Payaso se hunda pegando patadas de lagarto en el agua. Yo miraba a los vatos esos que se iban y no dijimos nada, yo no dije nada, slo miraba a los vatos bien tumbados que se iban por la parte alta del bordo. Cuando venamos nos detuvieron sin decir nada, nos quitaron las baikas. Ah fue cuando me pegaron el primer vergazo de chimba y ca como pendejo escuchando una cancin, porque una cancin es la que te lleva cuando te vas, es un canto. El pijazo no se siente porque va con fuerza, slo el quemn, luego una cancin bonita, un reguetn tumbado y tranquilo te lleva y vos lo vas escuchando y sents el calorcito donde te dieron el vergazo. El Payaso les dijo que no me mataran y hasta se les hinc, pero siempre nos llevaron al crique. Ah me dieron el segundo pijazo, yo ya estaba desmayado, slo escuchando la cancin, el sonido tumbado que me llegaba como cuando te ests baando en la posa y

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cerrs los ojos y te hunds sin tirar patadas, slo hundindote tranquilo en la posa. Me miraba como el Rata saltando del bejuco y todos los jomis rindose y pataleando en el agua. Nos llevaron a patadas a la orilla del crique y el Payaso casi llorando, chinendome y los vatos sin decir nada, slo apuntando y empujando con las pijas de chimbas que traan escondidas. El Rana dijo si quieren matarnos aqu nos van a matar, entonces tiraron el otro vergazo que me dio en el pescuezo. Tena tres vergazos bien pegados. Los vatos se fueron y los jomis como pudieron me llevaron al hospital. Y el Payaso que me atendieran rpido que me estaba muriendo y los doctores les vala verga. En la segunda planta me tir dos semanas echado en una cama toda por la verga sin nada de nada y la comida era una mierda. Lo que te digo es que uno no siente nada, que slo es el quemn y luego una pije rola te lleva tranquilo quien sabe parnde putas, pero vos vas tranquilo escuchando un reguetn.

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III Los crneos frescos ______________________________

En la parte baja del ro, los crneos an frescos flotan como frutas de paja, sin jugo. Arriba, en la ribera, el llano hurfano, el bosque joven y desangrado, sin albergue para un poco de sombra. Alguien podra encontrar un da una flor nueva, sin ir muy lejos del ro, sin instalar una bandera negra, sin caminar muy separado del camino de la posa. Caminos demasiado estrechos, sin msica, sin fuerza para nada. Lejos del ro las voces te maldicen, puta rabiosa, puta asesina, amarga puta hecha de enjambres y prostbulos y borrachos hediondos a muerte sbita. Lejos del ro tu madre se corrompe abierta de par en par...

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La hoja roja ______________________________

Mi madre acostumbraba levantarse temprano, con la niebla. Ella gris y la niebla venida desde el sur, desde la anciana ermita rendida al pie de la montaa. La maana agitada por las cuentas de la tarde anterior. Mi madre contaba el dinero una vez por la tarde y una vez por la maana. Revisaba los objetos de oro empeados, volva a sumar y sumar y chequeaba qu objetos se haban ahogado. Si alguna pulsera de daimes de oro se haba ahogado, la apartaba colocndola en la caja que mantena con llave debajo del enorme ropero de cedro, frente a la cama. Adentro era suave la maana, el bollo de sbanas de lana tan cmodo, alfombrado el pie de la cama, pelusero rico y el gato ronronero, como la gran toalla que mi mam se pona al salir del bao. Retornaba con la cabeza envuelta en la toalla blanca y debajo un parque hecho de blandas venecias y bucles verdes o rosados. Sobre la frontera del cabello la enorme hendidura y el glacial que le daba a las cejas, a los ojos hechos de flores y aguas, a la fachada circular del rostro. Mi mam suspende con suavidad la toalla blanca y el bucle de Venecia cae con fortuna cerca del ojo, al valle que da a la boca maravillosamente coloreada de carne rosa. Un pequeo vaho de msica sube desde sus pasos apagados, tiembla recorriendo su cuerpo y choca con breves heridas; tmidas avenidas doradas

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descansan y bailan en el sabor de su boca, sentada en la cama, con su dinero fro, hecho de silbidos, de gritos, de angustiosos susurros. Madre de terciopelo rosa y toalla blanca, de crin con rostro de ceniza. Un golpe del cajn del oro, al cerrarse, iniciaba el ruido del da, luego su cancin modificndolo todo: la luz, el retroceso de la niebla, el ruido en las calles, los nuevos amores, los nios, la llegada del sol. Su mano limpindolo todo y los transentes hacia sus humildes plagas. T, llegada de siempre, te irs por doquier. Contar las hojas otra vez, mis pocas hojas del rbol de enfrente, las hojas. Haba una hoja roja entre las hojas. Yo quiero mi hoja, te deca, mi hoja roja. Por la tarde no me dejabas verla y tus brazos grandes me llevaban lejos de la ventana, hacia la cama, cerca de la cmoda y del cajn del oro. Buenas noches, me decas, y me besabas y me dejabas acurrucado con los bracitos cruzados y el besito en la frente, pero sin hoja roja. Esta maana me ibas a besar tambin, encima de la cama, de las arrugas deliciosas de la sbana blanca. Y la ventana lejos, y tu mano hurga que hurga en el cajn del oro a las siete de la maana. El silencio tambin viene de afuera, se asoma como tu mano dentro del cajn. La ventana es un tragaluz pequeo que apenas alumbra el rincn donde tus manos bajan. Todo baja, mam, pero no llores. Aqu me quedo quietecito para que me saques de la cama. Te hubiera dicho que no llegaras con tus ojos negros

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para no verlos, tan hondos en el agua. En la luz, a esa hora en que abras los ojos de la casa y cruzabas la sala hecha de sombra, todo estaba bien. Pjaros, cama caliente, hojas flotantes, tintineos, tus labios naranja; todo estaba bien. Yo soaba en tu boca con su hoja roja y t saltando encendida llevando tu llave del cajn del oro. El parque y la iglesia sin un alma y el polvo suave elevado en silencio. Alguien se haba llevado las llaves de la iglesia a su casa y urgan. T las buscabas en todas partes, me mirabas extrao, con sospecha. En la cima del rbol, la hoja roja era un seguro escondite para tu llave. Mi hoja roja! Te deca- Y era tan alta la valla que suba tu nio pequeito. Desde lo alto la iglesia solitaria y el parque deshabitado, sin gallos ni perros. Era tarde an. Un golpe pequeo, un sonido de yunque me hizo llegar a la cima. No haba nada que ver. Sola, la hoja se meca sin tu llave. Era bella y tus brazos enormes suban hasta alcanzarme con una eternidad de nubes blancas. Las hojas de abajo cantaban, tintineaban metlicas.

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V El Asalto ______________________________

El asalto lo hice en una joyera. Slo estaba una seora, ya vieja la ruca, y un nio como de cuatro aos. bamos tres brderes, todos tranquilos y tumbados los tres brderes. Acababan de abrir el negocio, una casa de empeos. Los brderes saban que la ruca tena plata, pues, ya la haban guachado a la ruca, aunque los brderes decan que la ruca casi no sala, pero que s tena plata. Slo dejamos pasar un poquito el tiempo y entramos con el pase de comprar un fresco, pero ya sabamos a qu bamos. La ruca no quiso soltar las cosas de entrada. Cuando sacamos los mazos slo era cagazn, pero juraba que no tena nada. El Payaso y los brderes se quedaron con ella y yo me met adentro del cuarto grande. Ah fue que vi al cholito envuelto en unas cobijas y lo agarr y se lo llev a la vieja para que soltara las prendas. Entonces le met la pistola en la boca al girro y la ruca cagada, llorando, Aqu no hay nada! Deca-, pero gevos, los brderes no se equivocaban. Entonces tiramos a la ruca al suelo y un broder le tuvo que poner el mazo en la cabeza para que se calmara. Hicimos el cateo: Diez libras de oro, seis mil bolas en billetes de quinientos, cuatro pistolas y otras pendejadas que nos metimos en las bolsas. Afuera nos esperaba un carro que los brderes haban dicho que llevramos, era un carro blanco,

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turismito el carrito, bien blico con una bazuca de ocho pulgadas, niquelada la bazuca y unos pijas de parlantes que le zumbaban. Nos fuimos con los brderes cuando se nos atraves un carro. El Payaso se baj del carro y les hizo varios pijazos, entonces yo me saqu el mazo que llevaba, me sal del carro y me fui directo para el carro que nos atravesaron y les descargu todo el cargador, los rusi a tiros, volaron los pedazos del vidrio. Yo no s si esos brderes que iban en el carro murieron, yo slo les descargu la pistola y nos fuimos. Antes, los otros dos vatos se haban ido y cuando escucharon los tiros creyeron que era a nosotros que nos haban tiroteado. bamos alegres porque bamos minados con las cuatro pistolas y las diez libras de oro. La onda fue en Ro Lindo. Los vatos de la pandilla tenan ese trance, pero ellos no lo podan hacer porque la gente los conoca, por eso nos llamaron para que nosotros les hiciramos el paro, por eso los brderes nos pidieron a nosotros que furamos. La mitad para la pandilla y la mitad para nosotros. A cada uno nos dieron diez mil bolas y un arma y anduvimos tirando barrio un buen rato en Cabaas porque con esos brderes ya sabamos que todo paro nos traa buena onda. El girrito que te digo ni se despert, dormido se qued, a saber con qu putas estaba soando, pero la ruca s estaba cagada.

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VI Los Jomis ______________________________

Yo sigo en esto, jomi, yo sigo porque los brderes son la neta. La familia, jomi, la familia. Este tat que mira es del mero Los ngeles. Aqu me lo hizo el Chaparro, y este tat es la vida y la muerte. Yo estoy con el barrio, jomi, porque el barrio es la neta. Cuando el Chaparro vino de LOSlo primero que me dijo es que el Barrio es la family, la neta, la vidaYo no saba lo que era un tat, pero el broder estaba forrado. Y el men s sabe qu onda. Dijo que andaba de paso en LOSy cuando lleg el broder no hubo falla, al broder le di la cama, el bajoncito, bueno, me port a la altura con el jomi. El broder me dio clecha y me alivian. El Chaparro era derecho, jomi. Cuando las cosas no eran claras, el jomi deca: hay que averiguar. Nada de darle luz verde a nadie as porque s. Otra cosa, el Barrio tiene negocios, y negocios son negocios. Si queremos que el barrio sea fuerte hay que respetar al que anda derecho. Negocios son negocios. Pero en el barrio el que anda derecho, es presa de los que andan izquierdo. De los que quieren el liderazgo a costa de todo. No les importa quebrarse a un buen guerrero, a un soldado firme del barrio. Cuando el Chaparro me llev a que me hicieran el tat LAS en el cuello, yo saba que estaba siendo brincado con los meros jomis de Los ngeles, y el respeto de los Soldados

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de Los ngeles es en vida y en muerte. El Chaparro tambin me brinc en los trece segundos de muerte, dolor y vida en el barrio. El Chaparro escribi estas letras para siempre, este placazo yo se lo dediqu al Chaparro, al Chaparrn Bonaparte. Me acuerdo cuando llegamos al penal de San Pedro para poner en orden al barrio. El Chaparro haba dicho en el midi de Los ngeles que el barrio andaba fuera de onda en Honduras y que haba que ordenar los asuntos. Llegamos bien formales con un buen cuento. Ni el Chaparro ni yo tenamos tats en el rostro. Me haba dicho que el rostro es sagrado, que el barrio se lleva en la sangre, que cuando un jomi es de cora piensa en el futuro del barrio, se cuida el rostro. El jomi era derecho en todo. Llegamos con buena maleta, en una buena ranfla, de lujo, con luzn. La idea era poner en orden al Veneno que andaba fuera de onda y leerle la gila para darle una leccin al barrio. Nos presentamos como brderes del Zorrito, del Bazuca y del Sicario. Fue un da domingo. Llegamos a las nueve de la maana. Los jomis estaban esperando el midi como agua de mayo. Chavalitos nuevos, tinteados con la placa del barrio, ansiosos de saber qu onda, todos atentos. Nos acompaaba esa vez el Sniper, un jomi salvatrucha guanaco de miedo, serio y callado. Slo haca lo que Chaparro le deca. Cuando llegamos, el Chaparro andaba con su gorra blanca, su pantaln azul nuevo, su camisa formal, su cincho corto, su reloj Rolex y sus zapatos de amarrar recin comprados. Antes de32

entrar nos haba dicho: -Que aprendan las reglas del barrio, desde el brinco, hasta el chequeo de los meros jomis. Sac su cigarro negro, como de ocho pulgadaslos chntaros y los jomitos estaban atentos a todo, sudando desde ms o menos una hora y el Chaparro slo se paseaba de un lado a otro en el recinto de los pandilleros. Antes de ponerse el cigarro en la boca llam al Veneno para que dijera qu pasaba con la feria del barrio. El Veneno saba que estaba en la ltima, pero por respeto al barrio y con orgullo se levant. Era un tipo ya entrado en aos, como unos treinta y cinco, bajito, delgado, con ojos como de gallo. El Chaparro le dijo al Sniper que leyera la gila. Una sola cosa deca: Honduras no sabe las reglas y tiene que aprenderlas, para eso van los jomis Chaparro, Sniper y Placa. MS L.A.S. Y esto es la mara! Que vengan unos perros que no conocs para que te manden al infierno! Un hombre que quiere vivir va a ser cortado en pedazos delante de sus hermanitos. Estoy en el infierno, siempre he vivido aqu. Quin es el Chaparro, el Sniper, el Placa? Yo soy el infierno. Esto es una misa. Me levanto como una mujer muerta estoy siendo enterrado. Un hombre muere con orgullo. Muere. Mi muerte se realiza hoy Pobre muerto soy ahora! El infierno es para los que mueren y la gloria es para los que matan. Yo caigo hoy porque he vivido en la onda de mi onda.

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Estoy muerto. Aqu voy Chaparro. Viniste de LOS para esto porque la mara te mand. Yo soy la mara. Yo soy quien te manda a que me mats. Pero la mara no mata a los muertos. Morir en la mara es vivir, la muerte no toca a los que mueren en manos de la mara. -Qu murmurs perro? Y el primer golpe del Sniper levant al Veneno como a metro y medio del suelo. El Chaparro encendi su cigarro. Yo saba que el Veneno no deba caer al suelo hasta que el Chaparro se fumara su cigarro negro de ocho pulgadas y me le fui con todo al Veneno antes de que cayera al suelo. Una patada en mitad del estmago lo levant. Los jomitos miraron una leccin de chequeo, ni el Sniper ni yo dejamos caer al Veneno por lo menos durante dos horas. Cuando el Chaparro meti el cabo del cigarro debajo de sus Florshein, el Veneno era una masa roja vestida con pantaln y camisa. Esto es la mara jomitos. Y esta es la ley, dijo el Chaparro. El Sniper y yo estbamos casi muertos como el Veneno. Ms tarde los pedazos del Veneno fueron metidos en una bolsa y enterrados en el patio del Penal. Como nadie sabe la placa original de ningn vato y a la jura le sopla lo que pasa con la mara

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Sin moverse, con los ojos entornados perciba el aire, escuchaba el fino silbido de los papeles merodeando en el monte

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VII El Lenquita ______________________________

El pequeo Mauricio Lpez, Lenquita, gritaba en la arena un sbado, bajo un enjambre de papeles baldos. Su joven hermana, flaca y avejentada, rodaba sobre los dos peldaos de madera an con las manos en el delantal. Las hojas de papel, hechas claveles, llegaron al taller del Busito, tomando por el cruce de las calles. Nadie saba an que al Lenquita le haban destrozado una mano, y que con su pierna rota trataba de salir del banco de arena amontonada. Sus gritos se perdieron en medio de un reguetn que sala por las persianas de la casa de al lado, y se elevaba alto, alto, muy alto, llevndose los gritos del Lenquita, que lloraba mirndose la herida del estmago y su mano destrozada. Mamata, perdn, mamata. Yo perd la llave, mamata, y ya me voy Aaaaayyy, mamata! Hijos de puta, animales, me hicieron mierda mamata! Vos vendas pan, clavos de olor, alucema, pimienta negra, algodn para las heridas. Vendas dulces pequeitos para alegrar a los nios con pequeas baikitas en la bolsitavos eras un pjaro aleteando por el camino rojo hacia una aldea pequea sin autos y con jardines silvestres. Nadie te haba dicho nada del Lenquita. Pedaleabas tu baika de regreso a la chola, pensabas en tu abuela,

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te imaginabas corriendo por las veredas de Talgua y te ahogabas de la risa, como un dundo pedaleabas ms rpido. Todo estaba tranquilo y viste claveles de papel en el are, alegre, como siempre. La tarde limpia. El sol rojo, el peso suave de la mochila en el hombro, tus brazos tranquilos, como siempre. Un clavel que viste de reojo te dio en el pecho. Las flores son mgicas hubieras pensado, los atades se pudren, se hacen polvo. Las flores son mgicas. En el aire de la tarde tu mirada estaba viva, hecha con una claridad de lgrimas. Las flores son mgicas. No joda jomi, se quebraron al Lenquita, dijo el Karateca, all est volteado en el solar de don Loncho, no joda. Fueron los mismos juras los que se lo quebraron al pase de los mareros. El jomito se haba ido temprano para conseguir unos puros de mota. Como a las nueve, ms o menos, se fue sin la baika porque los chepos se la quitaron ayer por la tarde. Cuando ya iba a llegar donde Luis, el power, para comprar los puros, le cayeron los tipos que se bajaron de un carro blanco, polarizado. Iban civiles y bien cholos con sendos mazos 9 milmetros en las manos. Lo agarraron cerquita al jomito, desprevenido. -Hey, jomi Qu pedo?- les dijo el Lenquita. -Cul qu pedo mierda? Le contest el tipo alto y peln que iba con gafas. Aqu te vamos a reventar!- le dijo. El Lenquita se les hinc y les dijo Por qu jomito si nuando nada? -Cul no ando nada? Le contest

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el peln y le mand el primer bombazo que le deshizo la mano. El Lenquita se le fue encima con la mano reventada, pero el otro vato que estaba cerca le mand el otro bombazo que le revent la pierna. Luego se le vinieron encima y le dejaron ir el tercer bombazo en el estmago. Le hicieron como siete bombazos. El Lenquita qued tirado, pero como pudo se levant y fue a caer al solar de don Loncho. Nadie se movi para ayudarlo. La gente se escondi al escuchar el cachimbazo que le deshizo la mano. El Lenquita se hubiera salvado si lo hubieran llevado al hospital, pero todava est tirado all. Vamos jomi, vamos a ver qu onda con el jomito! Sin moverse, con los ojos entornados perciba el aire, escuchaba el fino silbido de los papeles merodeando en el monte. Permaneca con el recuerdo de un sendero. Record que estaba viendo la pared de la casa, la pared parda y descascarada. Recorri con una mirada rpida las estrechas paredes y observ que su hermana estaba sentada peinando a la nia, hacindole una cola con una cinta color violeta. La lnea del sol se dibujaba ms adentro del quicio de la puerta, eran como las nueve y treinta de la maana. Pronto llegaran los jomis a decirle que haban matado al Lenquita y se vio saltando hacia la puerta impulsado por el miedo de que su hermana se asustara. Imagin que slo era un recuerdo como un sueo y sinti tristeza por su mam que lavaba los platos detrs de la casa. - Mamata!- dijo con un grito, y luego la msica, un reguetn, se llev38

su grito con el tintineo del plato rstico. Luego, un golpe seco. Su hermana rodando por los dos peldaos de la escalera de madera, pero eso ya no lo pudo escuchar ni ver.

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VIII Silencio en la esquina ______________________________

El farol amarillento de la esquina descansa. Una enfermiza atmsfera de viruela color naranja en el aire. Al pie del farol, el viento y el polvo retuercen un trozo del peridico. La nota extraamente corta: La impunidad en que actan las bandas de narcotraficantes y traficantes de armas que realizan sus acciones ante la vista y paciencia de la polica es el principal factor que propicia la reactivacin de la actual ola de violencia. Los vecinos han observado con preocupacin la deficiente actuacin de la Pol El farol recuerda en los olores nocturnos a las frutas secas y a las mugrientas flores de polvo confundidas entre retazos de plstico y arrastradas colillas de cigarros. A esta hora se extiende un cmplice rumor de silencio que sube. En la ms lejana sombra de la ciudad, bajo el puente y sobre el ro de agua podrida, la muerte se detiene a contemplar a su vctima con ojos demasiado impdicos. Alguien podra encontrar un da una flor nueva sin ir muy lejos, sin instalar una bandera negra. Qu tristes tienes tus ojosy qu dignos antes de morir! Despierta, te dira, despierta, y adorara que tu angustia flotara en el aire para limpiar la impureza del ro. Ests detenido con tus ojos fijos en la muerte y casi sonres. A lo lejos,40

ms all del agua sucia, la oscuridad te aguarda con hambre, te espera el arrullo de una madrugada sorda y borrosa, la oscura madrugada de un sueo del que no despertars ya ms. El chasquido en el crneo fresco, el llanto hurfano, la limpsima lgrima no flotarn en el agua podrida del ro, slo el crneo hecho de paja viajar corriente abajo, entre La Laguna y el bosque desangrado. Lejos del ro las voces te maldicen, puta rabiosa, puta asesina, amarga puta hecha de enjambres y prostbulos

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IX Quin es el que sigue? ______________________________

Quin es el que sigue? Quin caer maana? A quin se comer la noche? Esta madrugada es muerte. La gente dice: Estos brderes no valen nada, estn tatuados, estn manchados, estn marcados por la muerte. La gente dice: Este broder debe morir. Todos los que anden tatuados deben morir. Hay que meterlos en un barco, llevarlos hasta el centro del mar y dejarlos botados sin comida y que se los coman los tiburones. La otra vez pas por la chola del Payaso porque el vato se quera retirar de la mara y andaba en la onda de Dios, en buena onda el vato, viva con su viejita, los sicarios lo haban reventado slo porque andaba un tatuaje que no se poda borrar y se le sala por el cuello. El broder vena de estar con su abuela a la que le haba llevado una bolsa de pan, ya era como la una de la tarde y andaba a pie. Como la casa de su abuela queda largo, el broder iba caminando ligero, ya cuando vena por la escuela se le aparecieron tres brderes armados con pistolas nueve milmetros y ah mismito se lo mandaron con nueve bombazos que le pusieron. Cuando yo estaba en la chola del broder, que lo estaban velando, me daba pesar porque el broder no andaba en mala onda. Estaba vindolo en el atad cuando se me acerc la ancianita, la abuela del broder y me dijo: -Mire a mi payito muerto!

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Yo pens que la viejita iba a quedar solita y puta, cuando me dijo eso se me afloj el alma, me acord de mi abuelita que es lo nico que tengo pues. Y vos sabs que uno ha estado metido en rollos serios, pero siente un rollo bien serio cuando ya se ve el cuadro. Por eso yo digo que si vas a estar con el barrio, si vas a andar tatuado en las calles, cuidate, porque la gente est metida en el pedo de que hay que matarte. Bueno, si te matan y te encuentran tirado en una calle con la cabeza partida, nadie te va a llorar, slo tus hijos, si es que tens, si es que te hallan entero, porque aqu la onda es que te pegan tres bombazos en la nuca, te llevan a una caera, buscan el zanjn ms grande y ah te tiran, o te llevan al ro, te ponen un par de borazos en la cara y te dejan caer desde el puente.

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Esa era la hazaa que le quera contar el Payaso al Chaparro, pero el Chaparro estaba pensando en el Profe que no llegaba.

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X El Payaso ______________________________

-Jomi, yo mato y no me da miedo matar, tengo tanta muerte a la espalda y gevos de matar que si muero ha de ser por la mara! El Payaso le hablaba al Chaparro como esperando que le dijera: S jomi, yo s que sos de cora con la mara! Andaba un tatuaje pequeito en la quijada. Pero el Chaparro estaba preocupado por otras cosas. El Payaso haba cado en el tabo haca slo unos meses atrs. El Chaparro andaba de paso, pensando en el Profe, otro jomi que estaba a punto de llegar, se haban quedado en ver ese mismo da al salir de la visita por el tabo. El Payaso quera contarle sus hazaas al Chaparro para ganar algunos puntos. En realidad, sus mritos en la mara consistan en haber organizado una clika en la colonia 15 de septiembre y otra en Cabaas, dos aos atrs, cuando an era un chavalito de 16 aos. l mismo se haba puesto Payaso porque mantena animado al grupo de chavitos y haca cualquier tontera para llamar la atencin. Despus, cuando la abuela se lo llev para la colonia Cabaas, conoci a otro grupito de aleros que alucinaban a la MS. Entonces l aprovech y arm la clika de la MS en Cabaas. Eran brutales los girritos. Tiraban punto en todas las esquinas y colocaron sus placazos en las paredes del barrio. Ah conoci al Veneno que era

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bueno para el graffiti y para los tats. Le tir una garra enorme en el pecho que le sala por el cuello y un payaso llorando; pero la cara no se la haba manchado. Los chavitos de la 15 de septiembre no saban qu se haba hecho y cuando lo vieron llegar una tarde, bien tumbado, con su pantaln cholo, una enorme camisa polo con franjas negras y rojas, con el cincho largo y la visera ladeada, se alegraron y lo saludaron. -Hey, jomi, qu pedo! Le dijeron. Y el Payaso un poco turbado porque uno de ellos, su mejor alerito de la 15, llevaba un 18 en la cara. Hey, jomi! Qu ondas? Le dijo. Y se abrazaron, cruzaron saludos tirando barrio 18. El Payaso les hizo el pase que era del Barrio 18. Se echaron unos puros de mota en la mera esquina de la colonia. Haba como unos treinta y cinco chavitos, todos tumbados tirando barrio y dicindole cosas a las cipotas. Luego fueron al billar y se tomaron unas cervezas, jugaron unas mesas. Ya tarde se fue el Payaso. Se despidi y les dijo que iba a volver el sbado y que les iba a traer cuestin blanca, que si queran iba a verlos en el cerrito donde se miraban antes. No hay falla, jomi le dijo el Girro, all nos vemos. Los de la 15 de septiembre nunca supieron que al Payaso lo haban brincado los de la MS. Cuando lleg el sbado al cerrito, iba con otros ocho vatos de Cabaas. El Payaso llevaba un cuerno en una bolsa, un cuerno corto, una pedorra de guerra. Al ver al Girro se le acerc. El Girro estaba acostado en la grama fumndose un puro de marihuana. El Payaso se le acerc y se le sent al47

par. Estos son los cigarros que andaba buscandodijo, mirando a los dems de Cabaas. Los otros vatos que estaban fumando en vivo se levantaron y comenzaron a saludarse. Los vatos de Cabaas estaban tranquilos y los empezaron a rodear. El Payaso se levant y dirigindose a Carlos le dijo Hey Carlos, te traje aquella onda- Carlos se le qued mirando. El Payaso abri la bolsa que traa y sac la AK 47. No te vays a mover le dijo, apuntndole a la cara. Luego apret el cuerno y los barri a todos. Ah quedaron como catorce chavitos reventados. Los vatos les quitaron dos pistolas que andaban y se fueron tranquilos, como si nada, para Cabaas. Esa era la hazaa que le quera contar el Payaso al Chaparro, pero el Chaparro estaba pensando en el Profe que no llegaba.

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XI El error del Payaso ______________________________

Pensemos en m, jomi. Yo quiero seguir en este mundo. No quiero que me despachen. Yo ya no quiero seguir en la mara porque mi vieja est siendo amenazada y no quiero verla sufrir ms. Mi viejita se est volviendo loca. Anteayer me dijo que haba hecho tres vigilias pidindole al seor que no me maten. Mi situacin es lamentable perrito, es lamentable. Yo siento los vergazos perrito, siento que ya me matan. Mejor estara con ustedes aqu. En la calle no estoy seguro. Nadie me ayuda. La otra vez fui donde el Comisionado de los Derechos Humanos, le dije que me haban ido a ser verga la casa, que le pusieron el mazo a mi viejita en la boca que hasta se desmay y me dijo que la aguante, que para qu me andaba metiendo en pendejadas. -Que te salve la mara me dijo. Yo siento la muerte, perrito. Viera. En el cuartito estaba escamoteado, cuando escucho que la ranfla negra que nos haba seguido con el Snary se para enfrente y nos reventaron a tiros No joda! Si mi viejita no hubiera estado lavando en la pila se la comen esos pendejos. Ya las balas me andan cerca. Por eso mejor quisiera estar preso, pero en el tabo tampoco nadie est seguro. Ya siento que en cualquier momento me parten a tiros. Estoy muerto, estoy fuera y estoy muerto.

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Bahno siento nada! Desapareci la cabeza, los ojos, la casa gris, el montoncito de basura en el patio de mi ta. Fuera. Estoy fuera. Nada se oye a este lado. Estoy cansado. Debera tener un reloj de plstico en esta mano, pero no tengo mano, no siento que tengo nada, ni clera, ni tarde esta tarde. Voy donde mi viejita pero no voy a llegar, estar cansado cuando llegue. Maana en la tarde tambin estar cansado, tal vez no llegue. Esta es mi casita hecha de cansancio. Esto es mi tumba, voy hacia mi viejita, pero cansado. Yo ya no soy nada perrito. Yo le dije que no iba a durar nada. Hoy le dije eso perrito, pero usted cagado de la risa, usted no cree en nada de lo que le dije. Y se lo dije de cora, perrito. Yo estaba cagado, pero ms por mi viejita. Estoy mal perrito. Algo me tron aqu en el pecho. Dios mo, si es que me dieron un bombazo y yo soando! Dios mo! Y yo escondido como pendejo en el cantn del barrio como gran mierda. Estoy muy mal, perrito, no siento nada, a penas pienso que estoy hecho mierda. Pero vos vas por la calle. La pelota roja que viste no la aplast el bus. No escuchaste nada. Nada. Eran tonteras. Otra vez el farol y el muro manchado, la esquina, el polvo de los zapatos, las doce bolas del taxi el placazo en el pecho intil el bombazo de los hijos de puta cristianos con su Biblia bajo el brazo manchados viajo al matadero detenido antes de caer deb estar chiva y vos

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detenido dando un pinche paso sobre la poca orilla que tiene tu lado tu reloj de plstico tu guiapo en la cama el pobre techo de una casita que ni siquiera y la viejita jomito la viejita sola hecho mierda para qu recordar estoy fuera con estos pantalones de cholo Jess los hubiera revisado agarrado la Biblia donde traan escondidas las pistolas a todos los hubiera matado rusiado a tiros pero pensando con la jeta abierta mientras se bajaban del bus de los payasos yo era el payaso yo vena en el polvo mi sangre revuelta y mis zapatos heridos debajo de mi sombra el hule manchado mi corazn y mis dedos como tiras los hules de los zapatos donde me dio un disparo cerca del corazn los hules heridos de mi pie y la viejita jomita solita mi jomita sola mi jomita.

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Un pjaro, una chorcha, vol rasando el pozo y se elev, trep por el hoyo claro que dejaban los rboles y pas hasta el otro lado.

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XII

Mamombella, el origen del Payaso______________________________

Nac en un pueblo remoto, en un lugar abandonado cerca de Talgua, el sitio de donde dicen que vinieron los primeros hombres de Honduras, en el departamento de Olancho. Nac hace veintitrs aos en una casa abandonada, colocada en un pequeo barranco. La casita en la que apenas caban dos camastros, una mesa y la hornilla sentada en el piso de madera, se miraba como una nia hurfana desde el sendero por el que yo llegaba con mi tercio de lea, todas las maanas, pequeas charamuscas y ramas secas recogidas de los cerros de los alrededores. Delante de la casa, un pequeo racimo de flores violetas que mi abuela haba sembrado desde antes que yo naciera. Cerca de la puerta de enfrente, tres escalones de tierra amarilla y, hacia el lado derecho, el espacio reservado para tirar la lea. Mi abuela sala a mi encuentro desde que me miraba acercarme a la casa por los estertores de mi respiracin, asustada siempre, dicindome pobrecito mi muchachito que apenas puede con esa carga que trae. En ese tiempo me llam Mona. Me gust el nombre cuando vi a una mona tirarse de una rama altsima a otra. Fue increble su vuelo. Qu mona!, me dije. De ahora en adelante me llamar Mona. Cuando tir el tercio de lea, esa maana, se lo dije a la abuela. Me llamo Mona, le

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dije. Ests loco, me respondi. Cmo te vas a llamar Mona? Me llamo Mona!, insist. Y si no me dice Mona no voy a traer la lea, y le voy a arrancar esas flores viejas de enfrente. Est bueno, MONA, dijo al fin mi abuela convencida. Yo tambin era obediente. Si la abuela me deca Mona and tra el agua, all iba yo, corriendo; Mona, and treme un poco de achiote, Mona, entr las gallinas, Mona treme un poco de malva para una escoba. Me llam Mona como un mes, ms o menos. En la escuela nadie se atreva a llamarme de otro modo. Decid cambiarme nombre una vez que estaba recogiendo agua en el pozo. Un pjaro, una chorcha, vol rasando el pozo y se elev, trep por el hoyo claro que dejaban los rboles y pas hasta el otro lado. Fue hermoso. Me llamar Chorcha, me dije, ya no me llamo Mona. En la escuela se lo advert a todos. De ahora en adelante me llamo Chorcha, y no respondo si le quiebro la cabeza a alguien que no me diga mi nuevo nombre. Est bueno, Chorcha, dijeron. Mi abuela estaba un poco sorprendida y preocupada porque pensaba que estaba loco. Me di cuenta porque cuando haca la oracin, antes de acostarse, le peda a Dios que me ayudara, que anantes haba sobrevivido al nacer, enfermo, con agua en los pulmones. Que me miraba extrao ponindome nombres de animales, que era muy encachimbado, bravo, que me cuidara porque cualquiera se poda pelear conmigo y golpearme. Ya no me quiero llamar Chorcha, me dije, antes de dormirme. A partir de maana me55

voy a llamar Mamombella. Pens en mi abuela cuando me dije eso. Me iba a llamar Mamombella porque la quera ms cuando estaba triste. En la maanita se lo dije. Ya no me llamo Chorcha, le dije, me llamo Mamombella. Mamombella? inquiri sorprendida. S, le dije, ya no quiero que me llamen Chorcha, slo Mamombella. -Y eso?, Por qu te quers cambiar el nombre? Es ms bonito Mamombella, le dije, y me fui a traer la lea, con el pedazo de machete y la cabuya. Todo eso est vivo en mi memoria que lo recuerdo sin ningn esfuerzo. Caminaba rumbo a los cerros totalmente despreocupado, silbando y saltando. Para m no era raro cambiarme nombres, me pareca totalmente vlido que me pusiera el nombre que me gustaba cuando quera. Y nadie poda decirme nada si, al fin y al cabo, es mi nombre, no el de otro, y yo me poda llamar como me diera la gana. Mamombella me gustaba, sonaba bonito. Mamombella era el sentimiento por mi abuela, mi cario triste por la abuela, por mi viejita. Y no era broma que me enojaba cuando me decan otro nombre. En la pequea casa slo tres personas nos mirbamos a diario a la hora de levantarnos o acostarnos, mi mam, enferma de una terrible afeccin pulmonar, mi abuela, la ms enrgica y saludable, o quizs la que con mayor vigor defenda su vida, y yo. Yo, amigos no tena, ni saludaba a nadie como me aconsejaba mi abuela.

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No exteriorizaba nada a menos que se tratara de una especie de orden para los otros de la escuela. La escuela era un pequeo edificio de tres aulas, montadas en la entrada del pueblo. Eran casi cinco horas las que permaneca en la escuela sumido en mi defensa, sin ninguna familiaridad para nadie. Pensando en mi mam enferma y las necesidades de mi abuela. Los otros nios eran dunditos, a cualquiera se le poda quitar lo que andaban comiendo y ni chistaban. A m no me importaba salir a recreo a buscar algo dulce, si miraba una nia con un confite se lo quitaba, todos carecan del orgullo y las agallas para reclamarme a pesar de que yo tambin era pequeo, ms bien pareca que necesitaban a alguien que les quitara lo que coman porque a veces sin pedirles nada me regalaban dulces, alborotos encaramelados o tabletas de coco. Haba dos cipotas bonitas que los dunditos de Talgua queran para novia, las hermanas Plata, a m tambin me gustaban las hermanas Plata, pero slo para mostrarles que yo no le andaba pidiendo nada a nadie. Si una cipota me gustaba la tena comprndome naranjas o trayndome los caramelos, en una palabra, lo que me gustaba es que me tuvieran envidia, que se me quedaran viendo con enojo sin poder decirme nada. Claudia Plata, la menor, tena una boquita pequea y rosadita, como una ciruela roja. Me gustaba verle la boca, pero no tena ganas de decirle que me gustaba. Una vez que me trajo naranjas le dije que me iba a cambiar el nombre, que ya no me gustaba que me dijeran57

Mamombella. -Y cmo te vas a llamar?, me dijo. Bemba, le respond. Me quiero llamar Bemba. Me gusta Bemba, repet. Nadie tiene que llamarme de otro modo y el que me diga Mamombella se va a arrepentir. Claudia le dijo a su hermana y esta a su amiga; en fin, cuando iba saliendo de la escuela ya no me llamaban Mamombella, sino Bemba. Era el mismo con otro nombre. La abuela se tir la carcajada cuando le cont que ya no me llamaba Mamombella. Vos ests loco, me dijo. Y por qu te pusiste Bemba? Inquiri. Me gusta, le dije. Eso fue todo. Tres das despus iba en una hamaca improvisada rumbo al hospital de Catacamas, medio muerto, resollando en vez de respirar. Dos amigos de mi abuela me llevaban camino abajo. El cielo estaba limpio, sin nubes. Mi abuela iba atrs, como una peregrina ensimismada, preocupada por haber dejado a mi mam en la casa, al cuidado de otra seora que viva alejada de nosotros. En el pequeo hospital de Catacamas slo haba cuatro mdicos y cinco enfermeras, apenas podan con la enorme cantidad de nios tosigosos, mujeres a punto del parto, ancianos quejumbrosos, macheteados y epilpticos. El enorme trajn ni se inmut con mi llegada. Me pusieron en una camilla y mi abuela anduvo dando vueltas como una bicicleta, se detena en una ventanilla, miraba con los ojos perdidos y se iba para otro lugar a

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perder el tiempo. Hasta que una enfermera le pregunt qu quera. El lugar estaba a punto de reventar de gente miserable. Un aire cido lo inundaba todo, un aire denso y lechoso, con pequeas virutas de alpaca o motas de plumas blancas. No haba ningn tipo de ventilacin. Las pequeas rfagas de aire que entraban por la puerta principal, cuando la abran, empujaba la neblina hacia lo alto de las luces parcas; entonces el olor cido o agrio del sudor bajaba lentamente apretando mis dbiles pulmones, producindome una tos repulsiva, como de perro. Tosa sin cesar quedndome sin nada de aire para vivir. Sin aire cruc el corredor de los enfermos. Mi abuela y una enfermera empujaban la pequea camilla abrindose paso hasta colocarme en una cama de la sala de un destartalado quirfano. Esa noche estuve muerto tres horas. Estar muerto es casi lo mismo que dormir, excepto porque uno no suea. Supongo que no me gust morir porque no me cambi nombre. Cuando despert en la casa, mi abuela me llam Gichito y me pareci muy familiar. Me dijo que tena que cuidarme porque un pulmn se me llenaba de agua y el otro se me paralizaba. Que no deba andar corriendo ni agitndome. Desde esa maana no volv a traer lea y a la pobre doita se le haca cargar con las charamuscas, asear la casa, hacer la comida, ir a vender los huevos. Era una viejita tan hacendosa y mi madre y yo dos intiles

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enfermos agonizantes. Mi madre lloraba siempre. Crec rpido, me deca, para que le ayuds a mi mam. Con mi aire de muerto le deca que ya estaba ms grande, que ya estaba curado y que maana le voy a ayudar a mi abuela. Aterrado y triste quera levantarme, salir corriendo a ayudarle a la abuela, pero cuando intentaba incorporarme me dola el pecho. Entonces me miraba la enorme cicatriz de la operacin. Anantes no me terminaron de matar, le deca a mi mam. Ya te vas a curar, me deca. Todas las noches le pido a Dios que te cure, que te d fuerzas porque vos sos nuestra esperanza, sin vos estamos condenadas, me repeta en sollozos. Yo respiraba a sorbos. Senta el aire entrando en mi pecho como un torrente de agua, como si me tragara un chorro de agua de lluvia, de agua fra, de vidrios frescos, lquidos. Sin embargo, en mi interior yo saba que estara bien, que me pondra saludable y bello. Con energa para salir a correr y joder a cualquier dundo que anduviera jodiendo. No se preocupe, le deca entonces. Ya siento que voy a estar bien y voy a crecer rpido. Ya va a ver, le deca. Y tosa poquitos de agua. Pasaba largas horas contemplando mi cicatriz, tocndola con curiosidad, pensando miles de tonteras. Mi abuela me haba salvado con su oracin, haba dicho sus palabras exactas y Dios, indudablemente, la haba escuchado, le haba concedido su deseo de salvarme. Cada vez que despertaba por la madrugada, la encontraba arrodillada, con las manos cubriendo su cara, al60

pie de su cama. Mi seor, deca, aydame Padre Santo, aydame a llevar esta carga, esta pesada carga, Seor. Lloraba. Envuelta en su camisn de tela floreada se miraba ms triste. Pero l la escuchaba. Quizs ella saba perfectamente hasta qu punto la escuchaba. Esperaba las horas en que todo el mundo duerme, las horas en que slo el sonido de los perros de agua se escucha. Hay momentos en que las cosas son distintas, hay horas del da y de la noche que fueron hechos para los que saben. l me escucha, me deca despus. Nunca me ha fallado. Yo, definitivamente, le crea tanto, que slo sus palabras eran ciertasella me haba hecho, me haba rescatado de morir. Ella me acostumbr a su enagua, a su faldn floreado. Era ms grande y ms fuerte que mi madre, que mi pobre madre enferma. Una vez que me perd porque quise perderme, sin que yo mismo supiera donde andaba, ella me encontr. Recuerdo que fue por la curiosidad de irme lejos, de ir ms all de lo acostumbrado. Una familia que viva en la parte baja del casero, donde un amigo al que le deca Bodeguita, por su barriga hinchada, se disponan a hacer un viaje hacia el otro lado de Talgua. Yo quera ir. Mientras ellos hacan los preparativos, yo le preguntaba a Bodeguita si poda ir con ellos. Si vos quers venir, venite, me dijo. Entonces quise. Sin preguntar nada me un al grupo familiar que empez la caminata como a las 9 de la maana. Entre plticas y bromas con Bodeguita fuimos avanzando por un camino ancho hecho de tierra rojiza. Me detuve a orinar a61

la orilla de un barranco. Empinaba el chorro para lanzarlo ms lejos y miraba como las hojas anchas sufran la descarga. Jugu en solitario sin darme cuenta que los dems se iban. Cuando sal al camino, ya se haban ido. Corr en la direccin que llevaban y no escuch ni voces. Me regres al barranco donde haba orinado y regres por el lugar que habamos llegado. Nada. Empec a caminar de regreso, convencido de que me haban dejado. Me entretuve viendo un paisaje en la hondonada y, al fondo, como una hormiguita, en el camino zigzagueante, una seora se acercaba caminando ligero. Es mi abuela, dije. Y era mi abuela que vena, con gran determinacin, en direccin a m y quizs sin haberme visto. Poda reconocer su forma de caminar desde lejos, con una leve cojera del pie derecho, colocando su mano izquierda en la cintura y avanzando sin detenerse. La vi acercarse durante unos quince minutos, cruzar una enorme curva, subir el camino de tierra rojiza, girar hacia donde me encontraba yo, en un bordo del camino. Cuando estuvo a un paso de m, tir de mi oreja con fuerza y escuch el chasquido. No dijo nada. Ms abajo, cuando venamos de regreso, vena llorando, sollozando, agradecindole al Seor, por no haberme perdido. Tanto que lucho yo, deca, tanto que hago y para nada. Todo lo hago con humildad y nada me sale bien. Era yo el que sufra al ver llorar a mi abuela. Entonces me le pegaba a la enagua como una garrapata y ah iba el bojotito pegado a la abuela, como una bolita tonta.62

Esa maana regresamos ya tarde y atravesamos Talgua al medioda. Yo tena ocho aos, mi madre haba cumplido treinta y seis y mi abuela sesenta y ocho. Mi madre se haba casado cuando tena diez siete, siendo todava una nia. Cuando mi padre nos abandon por andar en la borrachera, yo tena tres aos y le recordaba perfectamente con un rencor endiablado. Se haba ido del pueblo y ya no volvi, pero yo pensaba que cuando lo viera me las iba a desquitar todas. Construa pequeas armas de tiro, practicaba con hondas de hule, tiraba piedras redondas practicando el tiro al blanco, buscaba tallos duros, huesos de semillas; en fin, mi padre era un blanco en la memoria, listo para recibir mis disparos. Mi madre era una mujer muy bonita, bajita, con enormes arcos de cejas pobladas encima de los ojos. Su pelo castao oscuro se le ondulaba en espesos bucles que le caan sobre la frente. Su rostro redondo, tmido, siempre viendo hacia abajo, encantador, apenas sonrea. Mi madre era ms poderosa cuando lloraba, todo lo absorba con sus sollozos. Yo caa debajo de su llanto para averiguar su dolor. Mi abuela me deca que mi madre era una de las mujeres ms bellas de Talgua. Pero tuvo mala suerte, me dijo. Casarse con ese maldito fue su mala suerte. Era muy triste y amable. Sus manos pequeas terminaban en unos dedos cortos bien torneados, sus uas eran puntas finas y delgadas. Sus ojos no saban sonrer; si sonrean, lloraban. Mi madre me dola siempre, desde antes de63

averiguar que era el dolor que senta. Yo adoraba a mi madre enferma, aunque su pelo ya no era el mismo ni sus dedos tenan la elegancia de antes. Para m, mi madre era un amor doloroso que no cesaba de aguijonearme, cada da, reclamndome. Sus ojos se volvieron ms tristes y cada vez se fue marchitando. Los dos nos fuimos quedando solos esos ltimos das y yo guard con primor cada detalle suyo. Sus manos suaves, ya sin elegancia, cada vez ms lentas. Su cabello untado de ceniza. Ese tiempo, en el pequeo cuartito, la vida transcurri sin alegra. Todo se apag. En medio del fro del invierno nos envolvimos, nos ocultamos bajo las sbanas y ya no volvimos a ver el dolor. Lo que quedaba era la tristeza de alejarnos de esa manera. Pero todo era claro. La tristeza inmerecida de mi madre apenas se dejaba ver en sus ltimas lgrimas, pero la consuma despacio sin que yo mismo, a su lado, lo notara. Una maana encontr a mi abuela llorando mientras la vesta. Ese da fue confuso y torpe. Yo casi no entend nada de lo que pas, apenas me fij en sus apacibles manos definitivamente quietas, cruzadas sobre el pecho en el que mi abuela derramaba sus lgrimas. Todo estuvo quieto esa maana, hasta la tristeza de mi abuela dibujada en sus labios plidos, fros, insoportablemente tristes. Ya dije que mi padre era un blanco en mi memoria, pues creo que empec a sentir que mi padre se la haba llevado.

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Experiment entonces una espantosa repulsin hacia mi padre y se lo cobr todo golpeando la almohada con la cabeza. l era el culpable de todo por haberla maltratado. Yo cargaba con el dolor de haberla perdido, pero l era el culpable de toda la desgracia... Esta sensacin hostil hacia mi padre tuvo que haber desembocado necesariamente en mi intencin maligna de recriminarle con intencin criminal. Quera verlo. Quera matarlo. Quera cobrarle la tristeza de ver a mi madre tan definitivamente muerta y lejana, an cuando en ese tiempo no lo comprendiera. Mi madre muri con el vestido claro de florcitas amarillas que mi abuela le haba hecho con sus propias manos. Era mi abuela la que deca que yo haba salido a mi madre, con la carita redonda, menos blanca y las cejas ms pequeas; en fin, ramos muy parecidos hasta en lo enfermo. Antes de su enfermedad, de caer grave, mi madre le ayudaba a mi abuela en todo. Era ella la que se levantaba tempranito, de madrugada, preparaba el caf y cuando mi abuela se despertaba, ya tena puesto el caf en la mesa y la bandejita de pan servida. Mi madre era muy obediente de mi abuela, como yo de ella. Yo senta cuando se levantaba por la madrugada porque dormamos juntos. Se lavaba las manos y la cara. Encenda la hornilla y se regresaba despacito donde m, me tocaba con cuidado el hombro y me deca en un susurro al odo: Payito, levntese. Yo la escuchaba como si fuera una voz que exista dentro de m, como si estuviramos fundidos y slo una parte de los dos65

se hubiera ido primero. Entonces, como si tuviera un resorte, para demostrarle que yo era muy obediente y que no necesitaba llamarme dos veces, me levantaba con el cuidado de no despertar a mi abuela. Yo estaba muy fundido a mi madre y mi madre muy fundida a mi abuela. ramos los nicos tres que nos mirbamos al levantarnos y al acostarnos en la casa. Ella era hija nica de mi abuela, y yo hijo nico de ella.

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La colonia donde vivamos mi abuela y yo era una planicie sucia, habitada por miles de personas venidas de distintos puntos del pas, seres que se establecan en cualquier sitio para sobrevivir de milagro.

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XIII La Laguna ______________________________

Meses despus, un conocido de mi abuela lleg con la noticia de que haban matado a mi pap, en San Pedro, que lo haban tiroteado y que estaba en la morgue. Mi abuela me llev a la ciudad porque no hall con quien dejarme en Talgua. Anduve con ella dando vueltas para el reconocimiento del cadver. Mi pap haba dejado una propiedad en La Laguna y mi abuela tuvo que resolver ese asunto. Esa casa es lo nico que te dej tu pap, me dijo. As fue que nos fuimos a vivir a San Pedro. Yo estaba contento porque en la ciudad todo pareca divertido. La escuela era ms grande y los girros eran ms chispa, no haba quien se dejara joder al molote. Ah el que era ms vivo era el jefe, si no, lo ponan a uno a hacer los mandados. Al principio yo slo miraba cmo era la onda y me quedaba tranquilo. Todos tenan apodo. El Mula, Karateca, Charra, Samuri, Gato, Loco, Indio, Lenca, Chino, Cerebro, Oso, Machete, Rata, Rana, La Zorra. A m me decan olanchano porque yo deca que era de Olancho. Esos das, al principio, fueron confusos. Era distinto a Talgua. All dorma y me despertaba tranquilo, con ganas de ayudarle a mi abuela a traer la lea. Aqu se haca de maana ms rpido y quedaba con sueo. Mi abuela me despertaba, me llamaba y no me daban ganas de levantarme,

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quera seguir durmiendo. Dorma mucho y me levantaba malhumorado. Tambin mis sueos eran distintos. Casi siempre soaba y, aunque no recordaba con facilidad lo que soaba, algunos sueos eran bastante fuertes, como las pelculas de guerra que me haban impresionado por la televisin. En general, yo dorma mucho y soaba casi todas las noches. Algunos sueos volvan, un poco diferentes, pero volvan como si insistieran en que mirara algo. Haba un sueo en que miraba a mi pap sentado en una silla de madera, tomndose una tasa de caf, mientras mi mam le pona los zapatos, acuclillada en el suelo. El caf no le gustaba a mi pap y sin decir nada se enfureca golpeando a mi mam en la cara. Mi mam caa al suelo y luego sala corriendo por la calle. Luego yo iba caminando por una calle de piedras y edificios altos. La calle era estrecha y yo buscaba a mi padre con una pequea honda de hule y un pequeo baln, listo para disparar. Mi padre no haba muerto y se esconda entre las paredes viejas de los edificios. El Rata y el Karateca me acompaaban, tambin armados de piedras y pedazos de madera. Nos adentrbamos cuidadosamente en un casern vaco, entre restos de construccin, barriles y latas viejas hasta llegar a una especie de saln. Yo entraba por la parte de atrs del casern abandonado y el Rata y el Karateca entraban por las puertas de los lados. La casona tena enormes ventanales abiertos, de modo que la luz entraba con fuerza por uno de los costados. Yo cruzaba el saln y, al fondo, en69

medio de una puerta que daba a una estancia ms pequea, se hallaba mi pap de pie, tomndose una taza de caf que pona con cuidado en el suelo. Realmente no s si era mi padre o si se pareca o no a l. Era un hombre alto y seco, con un pequeo gancho en la nariz, los ojos agudos y un par de arrugas en los cachetes, de unos cuarenta y tres aos. Despus de poner la taza en el suelo, sacaba su cigarrillo, lo encenda y me miraba de reojo calculando mi odio. Le disgustaba que hubiera llevado a otros amigos. El Rata y el Karateca se quedaban retirados, armados, uno a cada lado del saln. Yo saba por qu estaba ah, tena una honda y un baln y la estiraba amenazante, parado frente a mi padre. l murmuraba algo con los dientes envueltos en humo, emprenda la retirada despacio, mirando de reojo, sobre el hombro, sin dejar de murmurar. Antes de que desapareciera entre la sombra de la salida, estiraba con furia la honda y disparaba con fuerza, el balinazo rozaba el marco de cemento de la puerta y despus se escuchaba el grito de mi padre. Siempre despertaba molesto, angustiado por no tener buena puntera... La colonia donde vivamos mi abuela y yo era una planicie sucia, habitada por miles de personas venidas de distintos puntos del pas, seres que se establecan en cualquier sitio para sobrevivir de milagro. Todos huamos del hambre para encontrarla de lleno en cada charco, en cada

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pasaje atestado de basura y desastre. Al principio no me atreva a salir muy lejos y casi me haba hecho a la idea de que la colonia era la escuela y el pasaje de la pequea casa de madera que me haba heredado mi padre. Hasta que una vez el Karateca y el Charra me invitaron para que conociera el otro lado de La Laguna. No caminamos mucho para encontrar una calle muy animada, cientos de personas ambulaban haciendo sus mandados, vendiendo o comprando, construyendo algo o simplemente emborrachndose en pequeos lupanares donde las mujeres, vestidas de manera estrafalaria y pintarrajeadas como para un circo, coqueteaban en las puertas, semiborrachas, mascando cardamomo y fumando con desenfadada grandilocuencia. Miles de rostros nuevos para mis ojos corran como en un incesante ro en cuyos reflejos, de vez en cuando, el rostro de una jovencita llamaba mi atencin al chocar con su mirada, azorada, igual que la ma. Entonces me gust ambular entre la multitud, frente a las cantinas de mala muerte y los hoteluchos de fachada polvorienta, inhalando enormes tragos de aire atestado de cerveza y tabaco. Una vez, al pasar por una esquina, vi a unos hombres departiendo con licor barato, mientras escuchaban msica con una grabadora, fumando marihuana y chanceando alegremente. El que llam mi atencin fue uno vestido con enormes

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pantalones de dril, anchsimo, camisa de basquetbolista, gorra ensortijada hasta los ojos, con un inmenso tatuaje que le sala del pecho y le devoraba hombros y cuello, hasta carcomerle los dedos y la boca. Me pareci espantoso, llevaba la gorra ladeada y permaneca apenas inmvil, sonriendo con desdn, con los brazos cruzados, sostenidos hasta los antebrazos. Unos enormes mechones de pelo negro se le salan y le caan como pequeos chorros de agua negra sobre parte del rostro y los hombros. Cuando fumaba el porro, apretaba los labios y luego lo distanciaba cerrando los ojos como si se hubiera quemado. No era nada conocido para m, pero era nuevo, desafiante, por eso me detuve. -Quiondas raza? Me dijo -quiere ponerle el jomito? Levant los ojos que apenas se le miraban por la visera y extendi hacia m el porro mientras los otros se rean. El jomito es Vato Loco, Pollo, dijo otro que permaneca agachado. Sorprendido de que se refirieran a m me hice a un lado y fui a buscar al Rata y al Karateca. Son los Vatos Locos, me dijo el Karateca cuando le cont lo que haba visto. En este lado de la colonia todos somos Vatos Locos, dijo. All por el campo de La Laguna estn los Barrio Pobre, y de ac de la calle, los Salvatrucha y Los Vatos Locos que son la misma cosa. Los Vatos Locos eran menos que los de la MS, empezaban a levantarse, pero en el barrio, en la colonia, eran muy mencionados. Salan a caminar en grupos, fumaban sus cigarrillos abiertamente

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desafiando a quienes los miraban, con sus pantalones anchsimos y sus camisas coloridas. -Hey, jomi, Qu pedo? decan, y empezaban a saludarse con sus seas y movimientos corporales. Los Vatos Locos se saludaban estirando los ndices y los pulgares, haciendo una V y una L con las manos. Las pandillas se levantaron, se hicieron fuertes. Al principio era un juego. Decenas de jvenes se agrupaban en las esquinas en las que pintaban sus nombres con letras alucinantes de todos colores. Hablaban una jerga muy musical, piropeaban a las chavas, jugaban billar, cantaban, escuchaban msica cmputo, fumaban tabaco y marihuana, vivan con licencia para divertirse. Yo siempre los miraba y alucinaba andar con ellos, miraba como los dems chavos los respetaban. Ellos cuidaban la esquina, cuidaban el barrio, tenan varios equipos de ftbol y armaban sus partidos en el campo de la colonia. A veces venan los Barrio Pobre a jugar un partido, todos ellos tatuados de los brazos, el pecho y la espalda. Los Vatos Locos y Los Barrio Pobre siempre se retaban, pero nunca se haba odo decir de algn enfrentamiento. Cuando mis aleros fueron brincados por los Vatos Locos, ya se haba dado un primer enfrentamiento. Yo tena once aos y fueron brincados cuatro de los que andaban conmigo: Karateca, Rana, Rata y Charra. No haba odio, slo el inters de formar parte del grupo ms respetado de la colonia.

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Una vez, los Barrio Pobre pasaron en un grupo como de treinta por la calle principal, tirando barrio, haciendo sus seas distintivas, fumando y piropeando muchachas. Yo estaba en la esquina con Karateca, eran como las seis de la tarde. Uno de los Barrio Pobre al que le decan Pelaca, se nos acerc y nos dijo: Hganse pedo si no quieren que los partamos, mierdas secas, maricones! No haba terminado la frase cuando bamos como a tres cuadras hacia adentro de nuestro territorio, asustados y furiosos por la ofensanos haban confundido con los de la MS 13. El Pollo era el que llevaba la palabra de la MS 13 en la colonia, y los Vatos Locos lo apreciaban tambin porque era el nico que haba llegado de Los ngeles deportado, el que saba como era la onda. Los Vatos locos se haban levantado al lado de los de la MS 13, como si fueran una misma clika. Cuidaban toda la zona norte de la colonia. Los Barrio Pobre estaban ubicados en la zona sur. Cuando hablamos con el Pollo, le contamos que los Barrio Pobre andaban por la frontera, por la calle principal, tirando barrio. El Karateca me cont que los de la MS 13 y los Vatos Locos estaban preparndose para un enfrentamiento en la calle principal contra los Barrio Pobre, que estaban listos por si alguno de ellos se atreva a cruzar la calle. Haban dado la orden que al primer barrio pobre que cruzara lo levantaran.

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Un girrito, al que le decan Tuquito, lleg corriendo delante del Pollo y el Guaco, los dos lderes de la MS 13 y los Vatos Locos. Tuquito despus se hizo famoso porque lleg a ser el ms peligroso de los Barrio Pobre, slo que despus le decan El Sapito. Cuando lleg el Tuquito, el Pollo y el Guaco platicaban sobre la venta de la marihuana, negocio que queran empezar a controlar en el sector. El Pollo deca que necesitaban por lo menos dos buenos boros para empezar. El Tuquito les dijo que los BP venan en camino, que ya estn en el campo, frente a la escuela, andan con bates, velocmetros, hondas, piedras y ladrillos. Guaco, traete a los jomis, hoy les lleg la hora a los Barrio Pepa...! Se produjo un silencio. Los dos lderes se haban aliado desde haca tiempo y slo se dedicaban al vive, al rebane. De vez en cuando hacan un pegue, un trabajito, pero lo que ganaban lo gastaban en marihuana. Eran buena onda. -Pngale jomi!, grit el Pollo, Pngale! El Guaco sali corriendo. Detrs del matorral de la casa del Cerebro, la abuela del Pollo los miraba. El hermano pequeo de Cerebro se fue con el Tuquito gritando: Se metieron las Pepas! Se metieron las Pepas! Karateca, ests ah? Pregunt el Tuquito. Al rato salimos los ocho, El Mula, Karateca, Samuri, Gato, Lenca, Rata, Rana, La Zorra y yo. Al llegar delante de la escuela, antes

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de que cayera la tarde, todos estbamos armados de piedras y palos. Los Barrio Pobre haban llegado en un grupo como de cuarenta, todos con bates, tubos y velocmetros. Por el camino de atrs de la escuela aparecieron los aleros del Pollo, los MS, muchos de ellos tatuados, andaban con la camisa amarrada a la cintura. Empezaron a tirar barrio hacindose seales y aproximndose a los Barrio Pobre que esperaban en una enorme fila, blandiendo sus palos y tubos. Los Vatos Locos entraron por la parte de atrs del campo. El Guaco y Zeta iban al frente con enormes tubos. Tambin tiraban barrio, amenazantes, brincando, gritaban De aqu no sale nadie, Pepas! En una de las casas viejas de persianas arrancadas, asomaban unos girros curiosos. Los Barrio Pobre se fueron haciendo a un lado mientras cruzaban los brazos y mostraban las enormes letras que los identificaba. Hacan una b y una p con los dedos y gritaban: Mueran mierdas secas! Hoy es el da! Cuando estuvieron a unos tres metros, el Pollo se les fue encima con un palo rollizo y lo estrell delante del crepsculo en el rostro plido de un muchacho flaco, le parti la cabeza. Los otros Barrio Pobre se abalanzaron contra el Pollo que segua repartiendo leazos. Un cipote de pantaln flojsimo con enormes claveles en las mangas le dio en pleno pecho con un tubo y lo tir al suelo. Se arm una enorme trifulca en la que slo se escuchaban los golpes huecos en la cabeza. Dos disparos de treinta y ocho le pusieron fin a la pelea. Un viejo gordo, negro y alto apareci en el76

campo levantando la pistola. El enjambre se dispers con manchas de sangre. De la casa de las persianas arrancadas se escuch un grito Mntenle verga a los pepas! El viejo negro termin de ahuyentar a los ltimos rencos que quedaban en el campo. Por la noche, alrededor del parque, los policas montaron guardia porque los Barrio Pobre haban jurado que por lo menos un mierda seca se tena que morir. Detrs del saln comunal, por el arriate que haban convertido en meadero los borrachos, Jos Luis Lpez, a quien le decamos Payula, platicaba tranquilamente con una cipota, embelesado, confiado en una enorme navaja que guardaba debajo del pantaln. La cipota tendra unos trece aos, chinita, de piel oscura y brillante, muy bonita y coqueta. Payula se levant, con estilo sac un cigarrillo roto que guardaba en la cartera, lo enderez y lo cur pasndole la lengua hmeda por la herida, luego lo encendi con la cabeza de lado. La luz del cerillo le quem todo el rostro y en el momento de la ceguera, escuch un susurro que le deca As muere la mierda seca. Que te vaya bien, puto. La estocada le pareci como una broma, pero luego sinti una gran debilidad y tristeza. En una cspide, en la cima de una colina amorosa, una nia triguea vestida de polica lo llamaba sonriente y le lanzaba un beso con los dedos Ay, dijo PayulaYa, ya-ya- ya me jodieron estos hijos de puta! Casi llorando le grit a la nia polica de la colina que le ayudara No ses mierda, jomita, decile a mi hermana que por lo77

menos me lleve al hospital. Otra vez las flores frescas y el zumbido de las abejas rondando como el motor de un pequeo carrito de juguete. Oh, qu pendejo, dej abierta la llave de la pilaquizs por eso me mataron o porque me cagu en la mesa de la escuela, en la mera mesa de la directora me vale verga calvario me hubiera gustado que me pusieron Payula por pendejo y arrojar despus de ponerme a verga si supieran los hijos de puta yo voy a que no me digan que no van a venir los jomis nada hay que ver la girra y los molinos desiertos sin gallos ni flores aqu no hay nada, no hay nada, nada, jomi. La Polica lleg momentos despus. Payula estaba desangrndose y hablando sin sentido. Mi abuela se levant de un salto, con los ojos bien abiertos. La vi asustada, vestida con su bata blanca de manta y su rosario en la mano. No rezaba. Estaba asustada quizs por alguna pesadilla. Se puso en pie y se dirigi a mi cama. Nos vamos de aqu, me dijo. Slo tenamos que vender la casa y buscar otro sitio para vivir. Adnde vamos a ir? Le dije, con ganas de disuadirla. -A cualquier parte, me dijo. Aqu se est poniendo muy feo. Y lo que me preocupa sos vos, que ands con esos vagos y yo s que te vas a meter en problemas. Yo ya no quiero enterrar a nadie. Slo somos los dos. No me importaba si nos bamos o no. Lo que no me pareca era tener que irnos slo porque andaba con mis aleros. Aunque yo ya

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estaba a punto de que me brincaran los Vatos Locos, no estaba tan metido en la onda de la mara todava. Lo que me gustaba era alucinar en la escuela, con el Karateca, el Rana, el Rata, el Cerebro y el Pollo. Nos llevbamos bien y en la escuela nos respetaban. Tampoco me agradaba la idea de dejar a las girras que ya se fijaban en m. La emocin que me daba cada vez que llegbamos a la escuela, en grupo, a veces cinco, a veces ocho, me haba acostumbrado a la sensacin de proteccin y admiracin que despertbamos en los otros, algo similar al miedo o al respeto se clavaba en nosotros cuando los dems vatitos nos miraban. Eran los ojos que mirbamos cada da, los rostros de sonrisas temerosas y los pasos huidizos que se alejaban de nosotros en el recreo, cuando nos acercbamos a la glorieta para comprar frescos y churros, tortillas con quesillo o baleadas. Dejar todo eso me pona un poco terco. Algunas veces pens que quizs si nos bamos con mi abuela para otro lado, yo siempre tendra que venir a ver a los vatos del barrio.

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Los otros tres policas agarraron a puetazo limpio a Toito, le rompieron la cara y luego lo llevaron al palo de paraso que estaba cerca del puente.

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XIV Toito ______________________________

Esa maana me levant con un fuerte dolor de cabeza y anduve caminando sin rumbo por las calles de La Laguna. Llegu al parque, lo cruc en diagonal como para salir por el lado de la colonia Planeta, segu caminando por las calles atestadas de basura y entre el bullicio de las cantinas. Dobl antes de llegar a la calle pavimentada y me dirig al fondo, por el crique, por el apestoso crique conocido como el tufoso. Antes de llegar al ltimo puentecito, un automvil de la polica se detuvo cerca de m, como a unos cinco metros, pero quizs no me miraron porque yo vena por el camino y ellos iban por la calle bordeada de zacate. Tres policas se bajaron de la paila del pick up y luego tiraron a un hombre joven, como de unos veintids aos, peludo y atolondrado. Era Toito Gallina. Yo lo haba conocido en el campo de ftbol de la colonia, era tambin de los Vatos Locos. Haba estado en la prisin por el asunto de un robo y all le haban tatuado dos manos en actitud de oracin en el pecho, con un letrero que deca Perdname madre por mi vida loca. Los policas lo empujaban de un lado a otro, hacindolo girar como un bobo, pero Toito no estaba jugando, casi estaba llorando porque les deca: Si me van a joder, hganlo, pero dejen de estar jugando como si yo fuera un pendejo.

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-Dnde estn los papeles de esa bicicleta?- le preguntaban. -Verd que te la robaste? -Esa bicicleta es ma, compa, yo la compr en seiscientos pesos-Quin es tu compa aqu, marero de mierda, ladrn? Mire compa, yo no lo estoy ofendiendo a usted porque usted es la autoridad y merece su respeto, pero no es para que usted tampoco me ofenda. Melgar, pguele un par de vergazos a este hijueputa y me lo amarra en ese palo que est por el puente. Ya lo voy a venadear a este mierda. -Puta mi Sargento, me va a joder por nada usted, mire veSi yo no le he hecho nada! Cul es eso, ustedes los delincuentes se humillan cuando ven la cosa seria, pero cuando andan en la mara jodiendo a la gente se la tiran de grandes vergas. Aqu es que me gusta verlos a m. Los otros tres policas agarraron a puetazo limpio a Toito, le rompieron la cara y luego lo llevaron al palo de paraso que estaba cerca del puente. El oficial le pidi a los otros policas que sacaran sus revlveres, lo cual hicieron en el acto. Luego le apuntaron a Toito que usaba las manos para taparse la cara y limpiarse la sangre que le brotaba de la frente y la boca. El primer disparo dio en una rama, el segundo arriba de la cabeza. Luego el oficial grit: Te hacs pedo de aqu cuando cuente tres y no vays a ver para atrs porque de todos modos te vamos a partir pandillero de mierda, culero!

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Despus de andar atolondrado como Toito, por un par de horas, por los guamiles de los alrededores y de volverme un verdadero vago saltando charcos y pateando bolsas de plstico, confundido e indignado, volv a casa con mi abuela. En cuanto llegu, mi abuela corri a estremecerme alarmada, haban matado, casi enfrente de la casa, al Karateca, mi alero. Aunque en la esquina del otro lado de la cuadra haba visto el molote de gente, no me lo pude imaginar, mucho menos que hubieran matado al Karateca. As era, en la esquina de la casa de La Zorra, detrs del alambrado de pas, como si hubiera querido saltar y se hubiera enredado, estaba tirado. Andaba con un pantaln azul de enormes bolsas a los lados, una camiseta blanca de tirantes rojos y el enorme tenis que recin haba comprado. Tres balazos y varios perdigones de chimba se le miraban por encima de la camisa. El Rana y el Rata estaban sentados en el bordo de la acera, apesarados. Venga jomi, me dijeron, Los Pepas se quebraron al jomito. Lo guindearon desde el parque, pero no haba nadie cuidando la esquina. El Pollo anda por el centro con otros vatos. Y unos girritos mierdas se lo quebraron, jomi, unas mierditas que si ust los mira no lo cree. El jomito los vio cuando venan y les cheque las chimbas, porque el jomito era pilas. El Rata no hablaba nada, no deca ni una palabra, estaba con la mirada perdida

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en el tumulto de gente y de vez en cuando volva a ver al Rana, como escuchndose a s mismo. Das despus me dijo que l haba visto cuando el Karateca pas corriendo por el frente de la casa. Lo iban siguiendo cuatro vatos de los Barrio Pobre, no eran girritos, eran chaparros que parecan girritos. Tres llevaban chimbas y uno le iba tirando piedras. La idea que tenan era que el vato se detuviera para tronarlo de frente, pero el Karateca se dio a la guinda y cuando ya lo iban a alcanzar, en vez de meterse en la casa de La Zorra, se tir por el cerco. Ah se le enred un cordn del tenis en el alambre y se golpe la cabeza contra una piedra. Los Pepas slo llegaron a reventarlo de cerquita. Yo escuch los tres vergazos, jomi me dijo- pero no andaba nada y slo los chequi bien. Esos vatos ya estn muertos, jomi. Bueno, tienen las horas contadas.

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XV El golpe al BP ______________________________

La vez que planearon reventarse a los Barrio Pobre, yo ya no viva en La Laguna. Nos habamos ido a vivir con la abuela a la 15 de septiembre, pero de vez en cuando pasaba para saludar a los aleros. Entonces el asunto de las maras s estaba serio. Todos los aleros mos haban sido brincados y eran miembros activos, llenos de tats y ya no se peleaba con piedras ni palos, hasta las chimbas haban dejado de ser la novedad. Los Vatos Locos tenan por lo menos ocho boros treinta y ocho, los guardaba el Pollo que era quien llevaba la palabra, pero tambin guardaban otros cinco mazos, escuadras automticas, en la casa de la Zorra. El Pollo tena su propia mquina para hacer tatuajes y era el artista. Los Vatos Locos y los MS 13 lucan sus tats con orgullo y se consideraban los ms poderosos. Despus de la vapuleada del campo, los Barrio Pobre haban matado al Karateca y a Payula y el Pollo haba jurado delante de toda la mara que pagaran la muerte de los jomis. El Pollo afirmaba que los BP eran dundos, que se la pasaban fumando marihuana hasta las tres de la madrugada y luego, ya bien a verga, se iban a echar al cantn que tenan cerca de la escuela. El cantn donde se quedaban los BP era la casa de la mam de Chalo Calavera, que se haba ido mojada para

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la USA y se la haba dejado a l a cargo. Eran dos piezas grandes separadas por un patio en el que slo haba un rbol de mangos y una pila vieja llena de latas y basura. Deca que l mismo haba pasado por ah como a las tres de la madrugada y slo estaba un flaquito con un gorro ensartado hasta las orejas y enormes pantalones, que lo que tenan eran dos chimbas porque otra la haban perdido y que realmente estaban cagados porque no tenan cmo conseguir pistolas. Adems, haba una chavala, una telea que le paraba bola y que le tiraba el calzn y que esta chavala les iba a dar la pasada para reventrselos cuando estuvieran dormidos. As fue como decidieron hacerles el pique de ir a quebrrselos. Fue un viernes. El Pollo les dijo: Hoy hagan el pase de que se fueron a pijinear al centro, pero los jomitos tienen que montar guardia en todas las esquinas para chequear a Los Pepas. A las tres de la madrugada yo voy a ir adelante con la chavala telea, al pase del bolo. Cuando doble la esquina que da al cantn de los BP, vamos a hacer un solo pique y les caemos encima. Estn dormidos o estn despiertos, siempre se van a ir. Pero las cosas les salieron mejor de lo que esperaban. El Pollo hizo el pase del bolo con la telea, en el cantn de los BP, el chavalo encargado de la guardia estaba bien pedo, dormido sobre la pila de latas y basura, con la chimba terciada al pecho. El Pollo les hizo la sea de seguirlo y cinco vatos entraron al cantn de los BP, cada uno con un boro cargado y montado. Adentro del cantn, los BP estaban87

dormidos, unos encima de otros, era un amasijo de piernas y brazos entre los que no se poda identificar a nadie. Haba mujeres gordas y flacas semidesnudas, regadas por todas partes. Al chavalito de la chimba lo amarraron en el palo de mango y ah lo tuvieron hasta despus del tiroteo. El Pollo les dio la seal y comenz la tirazn, mataron a todo el que pudieron. Algunos que se levantaban locos queriendo escapar se encontraban de frente con la muerte. Les dieron una paliza de orden. Era una gritazn horrible. El Pollo y sus aleros salieron del cantn como si nada, con dos chimbas requisadas, orgullosos de haber vengado a sus jom