El PADRE Que Ama a Sus Hijos

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La historia del amor de Dios por dos de sus hijos/as, uno de los cuales se encuentra en la Biblia, la hija es mi historia veridica.

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El PADRE que ama a sus hijos/as i

Por: Gracia Violeta Ross

Esta es la historia un hombre y una mujer que fueron transformados por un amor incondicional.

Habla el hijo: Cuando me fui a buscar la vida ii

Yo tenía todo lo que necesitaba en la casa de mi Padre, pero un día, aunque no sé muy bien cómo y por qué, tuve el sentimiento de conocer y explorar el mundo. En mi casa todo era perfecto, aunque no mantenía excelentes relaciones con mi hermano, él siempre buscaba como acusarme de algo frente a mi Padre.

Así que sin pensarlo mucho, un día salí a buscarme la vida. Pero antes pedí mi herencia a mi Padre. Te confieso, me dio un poco de temor lo que mi Padre pensaría de esto, Él no estaba ni siquiera enfermo y yo pedí la herencia, la verdad es que necesitaba el dinero, tenía que hacerlo. Mi Padre me dio el dinero.

Me fui lejos y no le dije a nadie donde estaba. Buscaba mi identidad, ya sabes, hacer las cosas por uno mismo, ser un hombre. O quizás me cansé de estar siempre en la casa, no sé qué fue lo que me motivó, a veces pienso que simplemente quería diferenciarme de mi hermano, él siempre hacia todo bien.

En mi nuevo departamento pensé mucho en mi casa pero tenía tantas visitas cada noche que con facilidad olvide mi casa, estaba solo pero siempre acompañado de mujeres y amigos, había alcohol y mujeres y todo lo que puedas imaginar, la pasamos divertido por un tiempo, claro era yo quien invitaba a todos. Tuvimos diversión sin límites pero poco a poco se fue acabando el dinero y así como llegaron se fueron todos los amigos.

Luego en esa ciudad donde me quedé se produjo una crisis, ellos vivían de la minería y el precio del mineral cayó en el mercado internacional y así, todos comenzaron a necesitar otras fuentes de ingreso, también yo. Pensé que ese tal vez era el momento de volver a casa, pero no podía hacerlo, ¿con qué cara podría ver a mi Padre, mi hermano y la gente que vio cuando me fui? Yo tenía que volver hecho un hombre. No podía volver derrotado.

Pero luego la crisis se agudizó y yo mismo tuve que vender algunas de mis prendas como relojes, ropas y algunas cadenas de oro. También tenía problemas con mi situación legal, estaba sin documentos, se perdieron en una noche de fiesta. Nunca le avisé a mi Padre, estoy seguro que si le hubiera pedido ayuda o dinero, me los hubiera dado. No quería pedirle nada.

Busqué trabajo por mucho tiempo y finalmente encontré uno, muy básico, cuidando los animales de un granjero, eran sus cerdos, ellos comían mejor que yo, estaban destinados a la venta. Sentía tanta rabia, ¿cómo era posible que esos chanchos tuvieran mejor comida que yo? Fui explotado por estar indocumentado y la verdad aguanté bastante por no regresar a mi casa con la cabeza baja.

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Un día tuve un sueño, veía la mesa de mi Padre, llena de comida, mi cama y los juegos en la casa cuando era niño. Al despertar estaba lagrimeando por el dolor de mi situación, sabiendo que en la casa de mi Padre, hasta los empleados tienen comida en abundancia, ropas limpias y camas calientes. Llegó el tiempo en que yo tuve que dormir en el suelo, esto fue cuando ya no pude pagar el alquiler de la habitación que tenia. Después de ese sueño pensé seriamente en volver a la casa de mi Padre. Al ver pasar a un hombre que de la mano llevaba a su hijo, ofreciendo todo cuidado, simplemente guardé mi ropa sucia y comencé el camino de regreso.

Volví, pero antes tuve que pensar mucho. Creo que me olvidé de escribir, pero mentalmente repasaba mis ideas, mientras volvía a casa. En las paradas de los buses que me llevaron al dedo, repetía mi discurso, lo que le diría a mi Padre, porque seguramente que me haría muchas preguntas: “Padre he pecado contra el cielo y contra ti, no soy digno de ser llamado tu hijo, hazme como uno de tus empleados, pero por favor acéptame”

Muchas noches pensé en mi Padre, pero también en las miradas de los vecinos y de mis hermanos. Tenía la convicción de que le pagaría a mi Padre todo, hasta el último centavo, aunque tuviese que trabajar meses enteros sin paga, sabía que podía saldar esa deuda. De esta forma volví a la casa.

Cuando aún estaba lejos, mi Padre estado mirando por la ventana. Yo me hice al que no le vi y seguí caminando con la cabeza agachada, la verdad quería llegar sin que nadie me vea y tal vez tener la oportunidad de bañarme antes. Pero mi Padre corrió, me abrazó y me lleno de besos, yo tenía tanta vergüenza, por estar con los cerdos olía mal y estaba sucio, nada que ver con la apariencia que tenía el día que me fui. Apenas pude mirarle de reojo, escondiendo mis lágrimas, comencé a decirle lo que había pensado: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo, por favor acéptame como uno de tus empleados”.

Si podría explicarte lo que sentí cuando mi Padre me tomó de los brazos y me dijo:

“Hijo, ¿estás bien? Mi hijo. Me alegro tanto de que estés vivo. Ven a la casa, vamos a comer. Te vi desde lejos y traje estas sandalias, por si las necesitabas y este anillo, te lo iba a dar antes de que te vayas, también es parte de tu herencia, tiene mi nombre, lo hemos pasado de generación en generación. ¿Comiste? ¿Quieres dormir? Déjame abrazarte. Sabes no me importa nada de lo que hayas hecho, solamente que estás vivo y en tu casa. Traigan comida, o mejor preparen una parrillada para que comamos. Hijo mío, no sabes lo feliz que estoy, tu llegada es un motivo de celebración. A veces pensaba que algo te había pasado, ahora que estas aquí, comamos y alegrémonos, luego duerme y descansa, tu cuarto sigue como antes y tu cama está limpia, algunas ropas que dejaste, las hemos lavado, por si alguna vez volvías y las necesitabas. Hijo, te amo mucho”.

Esa noche dormí tan tranquilo, me había olvidado lo que era estar en una cama y dormir con el estómago lleno. Dormí feliz, aunque en la garganta sentía un nudo. Fui un mal hijo y mi Padre me recibió con los brazos abiertos, yo no lo merecía. Ahora ya sé cuál es mi identidad; soy su hijo y

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cuál es mi lugar: en la casa de mi Padre. Así conocí el amor incondicional de mi Padre justo cuando espera los reproches.

Habla la hija: Cuando me fui en buscar el amor iii

Crecí en una familia llena de amor verdadero, desde pequeña aprendí de la Biblia y del amor de Dios por sus hijos. Tenía planes hermosos de casarme con alguien de la iglesia y ser una esposa como Dios quería.

Cuando tenía 12 años, miré a uno de los jóvenes de la iglesia, quien lamentablemente no se fijó en mí sino en una de nuestras hermanas. No solo anduvieron juntos sino que fueron novios por 3 años y casi se casan. Cuando esto pasó sentí que mi hermana y él me habían traicionado y almacené una amargura contra todo lo que venía de la iglesia. Ese fue el momento en que comencé a tener amigos que no eran cristianos.

Estos amigos me enseñaron cosas que yo sabía que estaban mal, pero no importaba eran mis amigos, ya no los amigos de mi hermana como había pasado siempre. Muchas veces me ofrecieron consumir alcohol y muchas veces dije no hasta que alguien me confrontó y me dijo que si no quería tomar era mejor que no les visitara en la plaza del barrio. Así comencé a tomar una copita, luego otra, luego más y más hasta ser la experta del grupo.

También tuve un enamorado entre esos amigos. Por supuesto, él me planteó tener relaciones sexuales y muchas veces dije no, hasta que luego de estar juntos 4 años dije sí. Siempre me preocupé por no quedar embarazada, ya sabes mi padre siempre era un líder de la iglesia y eso sería un escándalo. Así que fui a los centros juveniles y busqué información de cómo no quedar embarazada. Pero nadie me habló de otros riesgos de las relaciones sexuales.

El año 1998, quizás fue como una alarma, como en el caso de mi hermano que cuando se le acabó el dinero por un momento pensó en volver a la casa pero no lo hizo por su orgullo, creo que algo similar me pasó. Una noche volvía borracha y sin dinero a mi casa, como hice muchas veces. Aquella noche mi hermana no vino a la casa, tenía que abrirme la puerta pero no leyó mi nota, yo me salí de casa sin saberlo.

Cuando era la hora de regresar encargaron a uno del grupo que me acompañe, en el camino, viéndome borracha me pidió tener relaciones sexuales pero no acepté y por eso me dejó en la puerta de mi casa sin cerciorarse que había entrado. Traté de abrir las puertas pero fue imposible. Recordé que mi hermana sabía trepar el balcón y que seguramente estaba en un bar que frecuentaba, decidí ir a buscarle, no era lejos pero eran las 3 de la mañana. Pensaba que si caminaba rápido era mejor, no había nadie en las calles.

Al doblar un callejón para cortar camino, dos hombres me agarraron por la fuerza, me golpearon, me amenazaron con un cuchillo y me llevaron a otro callejón y allí, los dos me violaron. Cuando finalmente se fueron, sentí un dolor en el alma, tan intenso que no puedo explicarlo con palabras. Sobre todo estaba enojada con Dios, ¿acaso no conocía a mi padre? ¿Cómo había permitido que pase esto? Tal vez Dios me estaba castigando. Quise reconciliarme con Dios al día siguiente y

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quedarme en la casa de mi Padre, pero me llené de ira y rencor y decidí irme. Pensaba que allí nadie me podría amar, mis hermanas eran perfectas y yo era ahora una mujer violada, allí no habría amor para mi, tendría que bajar mis expectativas y buscar el amor en otros lados, con gente que no eran tan buena y perfecta como la gente de la iglesia. No le dije nada a mi Padre, solamente me fui de la casa, pensaba que existía mucha gente que había sufrido y seguramente con ellos encontraría el amor que Dios no me había dado.

Muchos hombres se me acercaron con halagos, algunos se arrodillaron para tener relaciones sexuales. Por ese entonces pensaba que ya me había enamorado de un joven de mi grupo, juntos íbamos a tomar, fumábamos marihuana, hacíamos todo, pero él me hizo sufrir, estaba casado y yo tenía que mendigar sus migajas de amor. Cuando me di cuenta de que nunca se iba a divorciar, era muy tarde para dejarle, estaba enamorada de él o eso pensaba y acepté todas sus condiciones, incluyendo la de ser “la otra”, en palabras reales, tan solo su amante.

El año 2000 terminé mis estudios de Antropología, me fui a una comunidad tropical a cosechar café con los colonos locales. Una hormiga me mordió en la mano y la herida se infectó más y más. Pensaba que tenía una enfermedad tropical. Fui a un instituto especializado donde me hice todos los exámenes. Mi hermana me acompañó y ella sugirió hacerme una prueba del VIH. Yo pensaba que estaba loca, yo no era promiscua, había estado los 9 años que me fui de la casa de mi Padre con un solo hombre. Pero ella convenció a los prestadores de salud y me hicieron la prueba del VIH y salió positiva.

No podía creerlo. Repetí la prueba en otro centro de salud con otro nombre y nuevamente fue positiva. Estuve tan triste por 3 meses, no le dije nada a nadie. Pero una día, me di cuenta que podía morir muy pronto y en ese caso, necesitaría apoyo y entonces decidí volver a la casa de mi Padre. No fue fácil, sentía mucha vergüenza. Volvía con experiencias de alcohol y drogas, habiendo sido la amante de un hombre casado y ahora además tenía SIDA. Sinceramente pensaba que en mi casa nadie me iba a recibir y que ellos me echarían, ¿cómo podrían aceptarme? Yo pensaba que siendo la hija del pastor, lo que había pasado no tenía perdón. Parecía una tragedia natural y una novela espantosamente dolorosa.

Cuando volví a la casa de mi Padre, Él estaba mirando de lejos, pienso que cada día me esperaba. Yo nunca les dije donde estaba. Salió corriendo, me abrazó y besó. Su cariño hizo que estalle en llanto, no tuve tiempo de esconder mis lágrimas. Las preguntas de mi Padre eran como flores cuando yo esperaba cuchillos, me dijo:

“Hija, hijita. ¿Estás bien? ¿Algo te pasó? Bienvenida a casa, entra por favor, te veo cansada, yo te cuidaré. Hagan una comida especial y traigan un vestido de colores, mi hija ha vuelto, pensábamos que había muerto pero está viva, hijita te buscamos en la morgue, en los bares, no sabíamos dónde estabas. Mira, aquí está tu cuarto y tu cama, por si acaso alguna vez regresabas, te estuvimos esperando, tienes ropa limpia y quería darte este anillo, tiene mi nombre, lo hemos pasado de generación en generación. No sabes cómo me alegra verte hija, estoy tan feliz de que estés en casa. ¿Sabes una cosa? Te amo mucho hijita”.

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Yo no podía creer las palabras que me decía, esperaba preguntas de “por qué te fuiste” o “te lo dije”, esperaba reproches pero Su amor me conquistó.

Tragando mis lágrimas de alegría y de dolor le dije la verdad, Él debía saber, quizás al conocer las noticias de que tenía el VIH cambiaria de opinión, entonces le dije: “Padre he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digna de ser llamada tu hija, hazme como una empleada. He perdido toda mi dignidad, soy una borracha, tengo relaciones sexuales, dos hombres me violaron y ahora tengo el VIH. Padre tengo SIDA. Si quieres puedes echarme de la casa, no quiero traer vergüenza a tu vida y liderazgo”.

“Mi Hija, ¿qué dices?, tu eres mi hija y te amo, no me importa lo que ha pasado, solo me importa que no has muerto. No te dejaré ni te abandonaré. Estaré contigo a través de todo lo que sea necesario. Y ahora ¿necesitas algo? ¿Sientes dolor? ¿Cómo puedo ayudarte? Quizás solo necesitas descansar. Mi hija, te amo mucho”

“Pero tengo sida, ¿entiendes? SIDA…”

“Hija estas viva y es lo que importa. Te amo y el SIDA o la muerte, nada te puede separar de mi amor”.

Cuando mi Padre me besó y abrazó, finalmente entendí el significado del nombre que me había puesto: GRACIA. GRACIA, el recibir lo que uno no merece y no recibir lo que sí merece y todo eso por amor, ese el verdadero amor, el amor incondicional. Es la esencia del carácter de mi Padre.

¿Puedes imaginar? Ese amor que tanto buscaba estaba allí mismo en la casa de mi Padre, no era necesario ir por el mundo mendigando amor. De todos los hombres que me prometieron el cielo y la tierra en aquellos tiempos, hoy en día, ninguno está conmigo para ayudarme a vivir con el VIH, tan sólo mi Padre. Esta es la historia del amor incondicional de mi Padre.

Habla un Padre Amoroso: iv Con amor eterno les he amado por eso prolongué mi misericordia

Mis hijos amados, mis hijas amadas y especiales.

Cuando ustedes deciden irse de la casa, me duele el corazón pero dejo que ustedes tomen sus decisiones. Me duele porque no ven que en la casa tenemos todo lo que necesitan. Ustedes aquí tienen una identidad, son mis hijos e hijas. Tienen ropa, camas calientes, anillos con mi nombre y tienen mi herencia y mi amor eterno.

Todo lo que tengo es de ustedes. Además estoy construyendo una casa para que vivamos con todos los hermanos juntos, también con su Hermano mayor.

Cuando se fueron, todos los días me sentaba en la ventana, preguntándome ¿será que hoy vuelven mis hijos? Quizás hoy vuelvan

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mis hijos. Nadie ocupó sus habitaciones y todas sus cosas permanecieron intactas por si algún día regresaban.

Ustedes piensan que si vuelven, estaré esperando con una lista de deudas por pagar, o con regaños del tipo “te lo dije”. Hijos e hijas amados, Yo no les acuso de nada, su Hermano Mayor ha pagado todas las culpas que puedan haber.

He preparado una comida para recibirles, y la ropa está limpia, pero sobre todo mi corazón nunca estuvo más lleno de amor y misericordia como cuando les vi venir por la entrada. Derramé lágrimas cuando ustedes llegaron, porque pensaba que estaban perdidos y les he encontrado, estaban como muertos pero ahora están vivos. ¿Cómo no podría alegrarme si mi familia se vuelve a juntar? ¿Por qué no regresaron antes? Siempre estuve esperándoles con los brazos abiertos. Mi corazón se desborda de amor por ustedes. Si tienen heridas, las voy a curar. Si tienen deudas que hicieron en sus viajes, ya dispuse cómo pagarlas. Si piensan que tengo reproches, ya les he perdonado. Si sienten vergüenza, he hecho un anuncio para darles dignidad. Yo asumo sus acciones personalmente. Sobre todo mis amados hijos e hijas, nada de lo que hayan hecho puede separarles de mi amor porque con amor eterno les he amado, desde antes de la fundación del mundo.

Preguntas para el lector/a

Has leído historias de la vida real. Una relata por Jesús y otra relata por mí misma, la autora de este ensayo y protagonista de la historia de la hija que se fue en búsqueda del amor.

Ahora es importante saber dónde estás tú.

¿Eres un hijo/a de esta familia? Nuestro Padre siempre tiene los brazos abiertos y su amor es inmenso. Si no has tenido un padre en la vida real, Dios mismo puede ser tu Padre. Si hay lágrimas en tus ojos, Dios ya las ha guardado en una cajita especial. Si hay dolor en tu corazón, Dios te consuela. Si nadie te hizo sentar en las faldas para contarte un cuento, consolarte y velar tu sueño, Dios dio su Hijo y su vida por ti y todas las noches cuida tus sueños, provee alimentos al día siguiente, te rodea de gente especial y te pone paisajes hermosos para mostrarte su amor, aunque no hayas sido un buen hijo o hija. Si todas las personas dijeron que no valías nada, recuerda Dios dio lo más preciado para encontrarte, a su Hijo Jesús.

Y si eres un hijo/a y tienes planes de irte de la casa del Padre, tal vez te parece que llevas una vida aburrida, hay poca diversión, quizás quieres explorar y conocer el mundo. Personalmente puedo decirte que no hay mejor lugar que la Casa del Padre. Afuera hay diversión pero con dolor,

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hay amigos mientras hay dinero y alcohol, hay amor a cambio de un interés. Afuera hay frio, hambre, soledad, sufrimiento, maltrato, angustia y culpa.

Si eres un hijo/a que ya se fue de la casa y aun te cuesta volver, porque el orgullo no te deja comenzar el camino de regreso a casa, te digo que no tienes por qué sufrir más tiempo. Cuando llegues a casa, no habrá dedos que te acusen, ni regaños, no habrá juicio ni preguntas indiscretas de parte del Padre, de parte de Dios. Deja a un lado el orgullo y vuelve a casa, si dudas, Dios no tiene dudas de que te ama y su amor no depende de tu buen comportamiento. Siempre está mirando por la ventana por si acaso regreses hoy. En cuanto vuelvas te cubrirá de amor, de misericordia, de cuidado y de consuelo. No perderás tu dignidad y nuevamente serás llamado hijo e hija. Desde que te vea de lejos, el Padre, correrá hacia ti para demostrarte su amor.

Si eres un hijo/a que ya comenzó el regreso a casa, bienvenido, aquí el Padre consolará tus lágrimas, el dolor que has vivido no es necesario, si te han herido en el mundo, Dios ya tiene la cura. Aquí está tu Padre, tu Creador, quien dio lo más valioso por ti, mucho antes de que tu embrión se formase en el vientre de tu madre. No pienses en la disculpa, solamente déjate abrazar por el Padre.

¡Mira allí viene corriendo a buscarte!

Mi Padre me ama tanto (Juan Luis Guerra)

Mi Padre me ama tanto que su Hijo dio por mí,

Por siempre las gracias le daré.

Me ha dado su Espíritu y verdad bendito mi Señor

A su lado nada temeré y cantare

Mi Padre me ama tanto

Su amor es eterno y santo

Tan grande que no puedo entender

Me viste de ropa fina

Me anhela y me da su vida

Gloria, aleluya Padre Fiel.

Mi Padre me ama tanto que soy su heredero

Me ha dado su nombre y su poder

Me viste de gloria y de bondad

Bendito mi Señor,

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A mi Dios por siempre exaltaré y cantaré

Mi Padre me ama tanto

Su amor es eterno y santo

Tan grande que no puedo entender

Me viste de ropa fina

Me anhela y me da su vida

Gloria, aleluya Padre Fiel.

Su amor nunca cambia

Nunca cambia

Su amor es benigno y tierno

Su amor todo puede

Y es eterno, gloria, amén.

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i “Padre” en este documento se refiere a Dios mismo, mientras que “padre” puede referirse a un padre consanguíneo.ii Basada en la parábola contada por Jesús en Lucas 15.iii Basada en la historia verídica y testimonio actual de Gracia Violeta Ross.iv Basado en el amor de Dios por la humanidad desde antes de la fundación del mundo.