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  • EL PARASO ENCONTRADO. LA REPRESENTACIN RETRICO-RELIGIOSA DE LA NATURALEZA EN NUEVA ESPAA

    | 5Occidente concibi casi toda su retrica sobre el espacio perfecto a par-tir de la narracin bblica del libro del Gnesis que situaba en un jar-dn paradisiaco e incontaminado el primer tiempo de la vida huma-na en la tierra. Tal perfeccin se perdi con el pecado de Adn y Evapor lo que, al igual que todo el mbito cultural cristiano, la construc-cin retrica del espacio tena una fuerte carga moral. En el presente ensayo se abor-darn varios aspectos vinculados con esta concepcin en la literatura y en el artenovohispanos: el cielo como paraso, el huerto cerrado de los msticos, el desierto delos eremitas y todo el cmulo de metforas marianas asociadas con la naturaleza fr-til y sus connotaciones apocalpticas. Este rico campo simblico, lleno de referentes,sirvi de base a uno de los temas centrales de la conciencia de identidad colectivanovohispana.1

    El jardn del Edn en Amrica

    Por ventura inducidos en algn orculo, que alguno de los muy estimados entre ellos haba reci-bido y divulgado de que el paraso terrenal est hacia el Medioda, como es verdad, segn casitodos los que escriben, que est debajo de la lnea equinoccial, y poblaban cerca de los ms altosmontes que hallaban, por tener relacin que es un monte altsimo, y as es verdad.

    FRAY BERNARDINO DE SAHAGN, Historia, Mxico, 1989, p. 447.

    Desde que Cristbal Coln llev a cabo sus cuatro viajes a Amrica, la presencia delparaso terrenal, un viejo mito medieval profundamente arraigado en la conciencia

    El paraso encontrado. La representacin retrico-religiosa de la naturaleza en Nueva Espaa

    Plant luego Yav Dios un jardn en Edn, al oriente, y all puso al hombre a quienformara. Hizo Yav Dios brotar en l de la tierra toda clase de rboles hermosos ala vista y sabrosos al paladar y el rbol de la vida, y en el medio del jardn el rbolde la ciencia del bien y del mal. Sala del Edn un ro que regaba el jardn y de allse parta en cuatro brazos.

    GNESIS 2, 8-10.

    ANTONIO RUBIAL GARCA*

    * Facultad de Filosofa y Letras, UNAM.1 Quiero agradecer las valiosas aportaciones que hicieron para la elaboracin del presente artculo Doris

  • BOLETN DE MONUMENTOS HISTRICOS | TERCERA POCA, NM. 18, ENERO-ABRIL 2010

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    del antiguo continente, tuvo un renacer. Los via-jeros europeos que hasta entonces haban reco-rrido el Asia no haban encontrado el anheladoespacio, a pesar de que segua apareciendorepresentado en los mapas, por lo que al desem-barcar el marino genovs en lo que l crea eranlas Indias, y al ver ros tan caudalosos y unanaturaleza tan prdiga, el nico espacio simbli-co que le vino a la mente fue el Edn, ese espa-cio que san Isidoro de Sevilla en el libro XIV delas Etimologas haba llamado hortus deliciarum.

    La localizacin americana del paraso sufriun fuerte retroceso a partir de 1508, cuandoAmrico Vespuccio y un grupo de cosmgrafoshablaron de las tierras recin descubiertas comoun nuevo continente. Segn el testimonio bbli-co, Dios haba sembrado el paraso en el Orientey la hiptesis americana contradeca el textosagrado. Con todo, muchos autores siguieronmencionando la idea, o por lo menos aseguran-do, que el paraso se encontraba por debajo de lalnea equinoccial como se seala en el epgrafeescrito por Sahagn, lugar que no sufra de losrigores del invierno.

    De hecho, para el siglo XVII haba todavaletrados que seguan considerando que el para-so poda encontrarse en Amrica, como Antoniode Len Pinelo, quien escribi un libro (inditohasta el siglo XX) donde deca que los cuatro rosdel paraso eran el Amazonas, el ro de la Plata,el Orinoco y el Magdalena, por lo que el Edndeba encontrarse en el centro del Brasil.2

    El concepto cristiano de paraso proceda dedos tradiciones: la del mundo judo que tom lapalabra pardis del persa (jardn) para denomi-nar al espacio donde se ambient la cada deAdn y Eva y el rbol del bien y del mal; y la tra-dicin grecolatina, que crea en la existencia detres lugares con caractersticas similares al Ednjudo. Estos espacios eran: los Campos Elseos(lugar de reposo para los bienaventurados en elms all); la Edad Dorada (situada en un pasadoen el que los hombres vivan como dioses), y lasIslas Afortunadas (paraso existente en algnlugar del Atlntico).

    Aunque algunos filsofos de la antigedadcristiana interpretaron el paraso como una ale-gora, la mayor parte de los padres de la Iglesia loconsider un lugar real y la Edad Media creyque an exista en alguna zona del Oriente.Incluso para algunos telogos ese espacio servade antesala a las almas que an no podan entraren el cielo, donde slo se encontraban Mara ylos mrtires. En el siglo XIII, sin embargo, esa pra-dera verdeante alrededor de la Jerusaln celestefue sustituida poco a poco por el purgatorio. Dehecho, para principios del siglo XIV, Dante situa-ba el Edn en la cima de la montaa que alber-gaba este espacio de purgacin. No obstante, parael siglo XVII, los descubrimientos geogrficos y elavance del pensamiento cientfico haban provo-cado que la idea de un paraso existente an enalguna parte del Oriente se fuera desechando yse extendiera la hiptesis de que el Edn habasido destruido con el diluvio universal.3

    El paraso comenz entonces a convertirse enun espacio asociado con el cielo o en una metfo-ra para describir toda naturaleza prdiga, y de ahsu asociacin con Amrica y las innumerablesanalogas que los criollos encontraban entre sus

    Bieko de Peralta, Javier Otaola Montaigne, Jaime Cuadrielloy Gustavo Curiel. Tambin deseo expresar mi deuda con ladoctora Teresa Gisbert, cuyo libro El paraso de los pjaros par-lantes. La imagen del otro en la cultura andina, La Paz, Plural,2001, ha sido una fuente de inspiracin para este trabajo.2 Antonio de Len Pinelo, El paraso en el Nuevo Mundo. Co-mentario apologtico. Historia Natural y peregrina de las IndiasOccidentales, islas de Tierra Firme del Mar Ocano, prl. de RalPorras Barrenechea, Lima, Imprenta Torres Aguirre, 1943, vol.I, pp. 136 y ss.

    3 Jean Delumeau, Historia del paraso, Mxico, Taurus, 2003,vol. I, pp. 393 y ss.

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    espacios y el paraso, tema convertido en un troporetrico. El franciscano Alonso de la Rea, a prin-cipios del siglo XVII hablaba de Quertaro, supatria chica, como un paraso en el que Dios plan-t un nuevo rbol de la vida, una milagrosa cruzde piedra.4 Agustn de Vetancurt denomin a SanAgustn de las Cuevas en Tlalpan, paraso occi-dental baado por una rica fuente que manabade la Pea Pobre y que abasteca las frtiles huer-tas de sus alrededores. Este mismo autor mencio-naba que la ciudad de Mxico posea frutas todoel ao, pues un mismo rbol tena matas, capu-llos, flor, fruta verde y madura a un mismo tiem-po, tema que recuerda las visiones de Ezequiel.5

    Las descripciones de los frutos novohispanos sevolvieron un lugar comn en muchos autores delsiglo XVIII, como Juan de Viera, quien hace unaprolija enumeracin de ellas en su Breve compen-diosa narracin de la ciudad de Mxico.6 En esamisma centuria se multiplicaron tambin losbiombos que describan puestos con frutas o querepresentaban una plcida laguna con trajinerassobre la cual revoloteaban mariposas y aves dediferentes clases, tema, como hemos visto, queestaba asociado con la libertad paradisiaca.

    Junto con esta connotacin natural de fertili-dad, el paraso contena tambin la carga moraldel conjunto simblico Adn/Eva/Serpiente/r-bol, todo l asociado con el pecado original. An-tes de la cada, el ser humano viva en un mara-villoso estado de perfeccin. En el paraso

    reinaba el equilibrio, la armona, la paz; no exis-ta an la lucha de los contrarios, la tensinentre la vida y la muerte. Adn y Eva trabajaban,aunque no tenan necesidad, pero no eran afligi-dos por dolores o enfermedades, dominabansobre los animales pues ellos reconocan al hom-bre como su amo y seor. La violencia no existapues la naturaleza an no se vea perturbada porel pecado. En el paraso no haba sufrimiento nivejez, pero tampoco sexo, pues Adn y Eva for-maban un matrimonio casto. Sobre el conoci-miento, santo Toms pensaba que Adn posea laciencia infusa y el conocimiento perfecto de lanaturaleza, siendo su lengua el hebreo. Pero elhombre perdi todo esto, para s y para su des-cendencia, a causa del pecado. A pesar de que elparaso se fue volviendo cada vez ms profano,asociado al amor corts y despus a los jardinesde placer del Renacimiento y del Barroco, eltema del Edn sigui siendo uno de los predilec-tos de los intelectuales tanto catlicos como pro-testantes. Su asociacin con el pecado original ycon la libertad humana lo pona en el centro delas discusiones teolgicas.7

    La calidad ednica de Nueva Espaa se vioreforzada, adems, por la idea de una evangeli-zacin que haba resarcido a la cristiandad de laprdida sufrida por la reforma protestante. Eneste paraso, libre de la perfidia de la hereja, flo-recera una sociedad de concordia y pureza, cua-lidades que se haban perdido en la vieja Europa.Amrica se converta as en el lugar donde, unavez vencido el demonio de la idolatra, se ponanlas bases para crear el reino de Cristo antes delfinal de los tiempos.

    Con estas bases, el tema del paraso terrenal yla cada de Adn y Eva se convertira en uno delos ms representados en Nueva Espaa, siem-

    4 Alonso de la Rea, Crnica de la orden de Nuestro Serfico Pa-dre San Francisco; provincia de San Pedro y San Pablo de Mi-choacn en la Nueva Espaa, ed. de Patricia Escandn, Za-mora, El Colegio de Michoacn, Fideicomiso Teixidor, 1996,p. 191.5 Agustn de Vetancurt, Teatro mexicano. Tratado de la ciudadde Mxico, Mxico, Porra, 1982, fs. 2 y 3.6 Juan de Viera, Breve compendiosa narracin de la ciudad deMxico, corte y cabeza de toda la Amrica Septentrional, en Laciudad de Mxico en el siglo XVIII (1690-1780). Tres crnicas, ed.de Antonio Rubial, Mxico, Conaculta, 1990, 285 pp. 7 Je