El Rasgo Más Distintivo de Un Neurótico Es Su Irracional y Exagerada Manera de Reaccionar

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¿Qué es un neurótico? Una persona neurótica es, simplemente, una persona que sufre. El concepto “neurosis” es sinónimo de “dolor emocional excesivo”, con las secuelas conductuales correspondientes. Este dolor puede manifestarse de muchas maneras -ansiedad, depresión, fobias, agresividad, hiperactividad, celos, dependencias, obsesiones, miedos, etc.-, pero, en general, todas ellas pueden remitirse a un origen común. ¿Cuál es este origen? ¿Qué es la neurosis y cómo se cura? Desde un enfoque psicodinámico, el neurótico es casi siempre un niño. No solamente un niño, por supuesto, ya que también posee muchos aspectos adultos. Pero la intensidad de su neurosis tiende a ser proporcional a su grado, digamos, de “infantilismo”. Al neurótico se le paró el reloj, vive atrapado en el tiempo. Con independencia de cuál sea su edad cronológica, su edad emocional nunca pasa de 2, 3, 5 o, como mucho, 15 años. Este infantilismo es la causa de un choque brutal, de una gran inadaptación a la realidad, de lo que resultan su dolor y sus síntomas neuróticos. (No debemos confundir el infantilismo del neurótico con el “niño interior” que todos llevamos dentro. El niño interior es el fondo infantil que refresca y enriquece nuestra personalidad madura, mientras que el infantilismo neurótico bloquea e impide la maduración del sujeto. El neurótico es, de hecho, un niño que se niega a crecer). Cada síntoma neurótico, por raro que sea, es un escudo. Cada escudo se entreteje con otros hasta formar una sólida coraza mediante la que el neurótico se defiende no ya de las heridas recibidas en su infancia, sino -por extensión- de la vida entera. Y, así, desde ese búnquer el neurótico se resiste a afrontar la realidad adulta. Es verdad que una parte de él quiere indudablemente curarse, dejar de sufrir, crecer, ser feliz. Pero su lado infantil, más poderoso, se siente enormemente cómodo y seguro en su perezoso nido de hábitos y defensas de “toda la vida” y, como además sus sufrimientos lo han vuelto desconfiado, sus miedos refuerzan su parálisis. Y, para colmo, teme que si efectivamente llegara a cambiar y curarse dejaría quizá de reconocerse a sí mismo, de ser “él

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¿Qué es un neurótico?Una persona neurótica es, simplemente, una persona que sufre. El concepto “neurosis” es sinónimo de “dolor emocional excesivo”, con las secuelas conductuales correspondientes. Este dolor puede manifestarse de muchas maneras -ansiedad, depresión, fobias, agresividad, hiperactividad, celos, dependencias, obsesiones, miedos, etc.-, pero, en general, todas ellas pueden remitirse a un origen común. ¿Cuál es este origen? ¿Qué es la neurosis y cómo se cura?

Desde un enfoque psicodinámico, el neurótico es casi siempre un niño. No solamente un niño, por supuesto, ya que también posee muchos aspectos adultos. Pero la intensidad de su neurosis tiende a ser proporcional a su grado, digamos, de “infantilismo”. Al neurótico se le paró el reloj, vive atrapado en el tiempo. Con independencia de cuál sea su edad cronológica, su edad emocional nunca pasa de 2, 3, 5 o, como mucho, 15 años. Este infantilismo es la causa de un choque brutal, de una gran inadaptación a la realidad, de lo que resultan su dolor y sus síntomas neuróticos. (No debemos confundir el infantilismo del neurótico con el “niño interior” que todos llevamos dentro. El niño interior es el fondo infantil que refresca y enriquece nuestra personalidad madura, mientras que el infantilismo neurótico bloquea e impide la maduración del sujeto. El neurótico es, de hecho, un niño que se niega a crecer).

Cada síntoma neurótico, por raro que sea, es un escudo. Cada escudo se entreteje con otros hasta formar una sólida coraza mediante la que el neurótico se defiende no ya de las heridas recibidas en su infancia, sino -por extensión- de la vida entera. Y, así, desde ese búnquer el neurótico se resiste a afrontar la realidad adulta. Es verdad que una parte de él quiere indudablemente curarse, dejar de sufrir, crecer, ser feliz. Pero su lado infantil, más poderoso, se siente enormemente cómodo y seguro en su perezoso nido de hábitos y defensas de “toda la vida” y, como además sus sufrimientos lo han vuelto desconfiado, sus miedos refuerzan su parálisis. Y, para colmo, teme que si efectivamente llegara a cambiar y curarse dejaría quizá de reconocerse a sí mismo, de ser “él mismo”, ¡con lo mucho que le ha costado construirse su personalidad, aunque sea tan doliente! Algunos neuróticos llegan al extremo de idealizar su neurosis, de enorgullecerse de sus sufrimientos, para no tener que desprenderse de su inmadurez. Por todo ello, en fin, el neurótico se resiste a mejorar y sabotea inconscientemente sus terapias.

¿Cuál es el terror supremo del neurótico? ¿Qué miedo fundamental oculta en su caja de Pandora este niño asustado, refugiado bajo capas y más capas de síntomas (ansiedad, tristeza, adicciones, etc.)? Su horror básico es descubrir que realmente está solo en el mundo, que sus apegos familiares están envenenados, que en cierto modo fue siempre un huérfano, que su vida entera está llena de mentiras y en última instancia es un fracaso, que nadie podrá salvarlo jamás. Siente pánico a sufrir este terrible desengaño (que intuye oscuramente), a perder para siempre su última ilusión de ser amado incondicionalmente como un niño, a admitir que ya no lo es y que resulta inútil –y patético- seguir soñándolo. Pues la más terrible y abrasadora verdad es ésta: el tren de su infancia pasó para siempre.

La neurosis nace, en efecto, de la terrible nostalgia por una infancia fallida y, en

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consecuencia, la búsqueda continua, inconsciente e insaciable de una segunda oportunidad. ¡Vana fantasía! Para eludir este drama, el niño aterrado inventa en su refugio toda clase de estratagemas: olvida o se aferra al pasado, deforma su memoria, idealiza a la familia, se culpabiliza, finge perdonar, duda del psicoterapeuta, se enamora del psicoterapeuta, viaja compulsivamente, se refugia en la promiscuidad, trabaja hasta el agotamiento, etc. Pero el tiempo no perdona y la añorada felicidad no llega...

¿En qué consiste la curación de la neurosis? La respuesta se desprende de lo dicho más arriba: si la neurosis es el apego a una infancia ya perdida y el consiguiente -e imposible- anhelo de revivirla en el presente, entonces curarse es despertar a la cruda verdad, descubrir la locura de semejante intento, reconocer y aprender a convivir con la certeza de que nadie podrá ser jamás nuestro padre/madre perdidos y que, por tanto, sólo nosotros podemos –y debemos– asumir el peso de nuestra soledad, de nuestra existencia, de nuestro destino. Con la ayuda y compañía de muchas personas, desde luego, pero fundamentalmente solos y autónomos. Para conseguirlo, habrá que llorar hasta la última lágrima, gritar hasta la última rabia, liberarse de los principales apegos y resistencias infantiles. Se trata de algo muy parecido a una "deshabituación". El destete final de todas las nostalgias inútiles, el definitivo re-nacimiento a la vida presente, la inauguración de la etapa adulta.

Muchas personas logran recorrer este proceso -profundo y apasionante- por sí mismas. Otros necesitan la ayuda de psicoterapias especificas. Pero siempre vale la pena.El rasgo más distintivo de un neurótico es su irracional y exagerada manera de reaccionar. Estos individuos interpretan la vida como una sucesión de lamentaciones y sufrimientos, y se mantienen siempre bajo la sospecha de que todo el mundo quiere hacerles daño.

La personalidad neurótica, denominada hoy como 'Trastornos de Ansiedad', es el resultado de un psicotraumatismo en la infancia, que con el tiempo se transformó en un cuadro patológico caracterizado por una constante angustia, miedos inexistentes, obsesión maníaca, depresión, baja autoestima y agresividad.

Falta de afecto y la influencia del medioHay dos corrientes sobre la neurosis. El psicoanálisis freudiano dice que este trastorno de la personalidad es producto de un trauma infantil casi siempre de origen sexual, y por la falta de afecto de los padres. La otra vertiente intelectual concede, además, importancia a la influencia cultural sobre el individuo.

La psicoanalista Karen Horney advierte en La personalidad neurótica de nuestro tiempo, que en la neurosis hay que tener en cuenta el

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medio cultural donde se vive. Sin embargo, todos los neuróticos comparten conductas comunes de desviación de la normalidad, y la más importante es la ausencia de flexibilidad ante cualuier5 situación.

Según el psiquiatra Jeroni de Moragas, en su libro Los inadaptados, un neurótico es un individuo inadaptado social. ‘El adaptado -asegura Moragas-- es el que sabe acomodarse a unos deseos que le sean posibles en el mundo donde vive’. Horney, entre tanto, cree que el neurótico ha distorsionado su mundo y lo ve como una amenaza.

Insania del neuróticoLos neuróticos viven acosados por pensamientos obsesivos fatalistas y creen que no merecen ser felices, por eso torturan y hacen sufrir a los demás en su deseo por arrastrarlos hacia su propio infierno. Esto explica por qué algunas personas, a pesar de tener todos los medios materiales para ser 'felices', son incapaces de generar emociones positivas que conduzcan a sentimientos positivos.

El neurótico alimenta su insania con sentimientos destructivos y evitará todo lo que le provoque bienestar: el juego, la risa, la música, una sana conversación. Y debido a que solo maquinan ideas morbosas sobre los demás, desprecian a los que no son como ellos. Es decir, un neurótico se ensañara siempre con personas normales y sanas y, sobre todo, aquellas que expresen los sentimientos que ellos no pueden generar.

Es por esto un neurótico interpretará siempre un gesto bueno como algo perverso, porque así es como él ve el mundo. Su lema es: ‘"soy perverso, los demás también; si sufro, los demás deben sufrir".

Hambre de cariño del neuróticoOtro rasgo común en los neuróticos es su excesiva dependencia de que le quieran y le estimen a su alrededor. Este apetito irracional de cariño no es recíproco, ya que al neurótico le resulta imposible dar cariño genuino y sentir compasión, pues cree que nadie se lo merece. Además, el neurótico es a la vez sádico y masoquista.

Horney dice que este desmedido apetito de cariño se da por la ausencia de afecto de los padres durante la infancia. "Un niño puede

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soportar el destete repentino, algún castigo corporal, siempre que en su intimidad se sienta querido y amado", asegura. Estos padres que no les dan cariño a sus hijos se sienten a gusto viéndolos sufrir, tal como ellos sufrieron.

La búsqueda infructuosa de afecto en el neurótico se manifiesta de distintas maneras. Está el hipocondríaco, que desea enfermarse con tal de llamar la atención; está el que se lanza a las relaciones sexuales compulsivas sin que le generen placer, ya que sólo buscan una calma orgásmica transitoria; y está el que usa el poder económico para humillar y exigir adulación.

Vías de escape del neuróticoKaren Horney dice que hay cuatro vías para aplacar la neurosis: racionalizar la angustia, negarla, narcotizarla con drogas o anestesiarla con somníferos y antipsicóticos, y la más radical: evitar cualquier situación que genere la angustia y el conflicto.

Cuando el neurótico fracasa, "los temores, la pereza, los miedos y la ansiedad evitan enfrentarnos con la realidad, y así se agrava su problema" asegura un estudio del Centro de salud mental de Cataluña, España. El neurótico optará por aislarse o buscar una relación de pareja en la que pueda reprimir su hostilidad a través de un juego de amor y odio insano: parecerá cariñoso y hasta respetuoso con su ‘ser querido’, pero en realidad lo necesita para lastimarlo y luego consolarlo, en un círculo vicioso perverso.

Otro tipo de neurótico es el que muestra interés por la gente, aunque en el fondo desprecie a todo el mundo. También está el caso de los padres que no pueden querer a sus hijos, pero se preocupan por los ajenos; igual sucede con la mujer que no pudo tener hijos y esconde su frustración maternal bajo un supuesto cariño hacia los niños ajenos, cuando en realidad los aborrece.

Por último, el neurótico expresa una constante angustia por la muerte y ve peligros por todas partes o recurre al cuidado médico extremo. Sin embargo, esa misma angustia oculta un deseo secreto de morir. Tal como lo señala Karen Horney, estos individuos están atrapados entre el deseo de vivir y el de quitarse la vida. 

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Quién no tiene uno que otro síntoma neurótico?, ¿quién no ha sufrido de tanto en tanto un ataque de angustia

o de inseguridad? La respuesta es nadie.

Imaginemos lo duro que resulta vivir con un esposo o esposa que ante cada ataque de neurosis acude al

marido o a la esposa en busca de la solución de su problema, y al no encontrarlo en ella, como es lógico, los

síntomas se multiplican, y la rabia contra el cónyuge se desencadena.

La persona neurótica al poco tiempo de casados transfiere sus problemas al cónyuge haciéndolo sentir

culpable de sus sufrimientos, y exigiéndole una respuesta que jamás una persona le puede brindar. En el

consultorio encontramos, una serie de casos donde se relatan situaciones de esposas que chillan, se

desesperan, exigen permanentemente cosas al marido, y nunca están satisfechas, ante cualquier disgusto

lloran, se desmayan, inclusive, intentan suicidarse.

Los hombres igualmente, suelen tener una cantidad de síntomas que los ubican indudablemente también

dentro de esta categoría, algunos viven lavándose las manos, o cuentan cada auto que pasa delante de ellos

sin poder sustraerse a esa idea o no pueden ir por la calle sin tocar postes, o contar una y otra vez su dinero.

Pero también, es cierto que existe el síndrome de la neurosis del ama de casa, y que consiste en que ella

tiene la obsesión por la limpieza, y pulcritud por todo lo que existe en la casa, generando grescas

impresionantes que puede llevar a ambos a separaciones constantes.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que el neurótico, siempre sentirá abandonado por más bondades

que tenga su pareja con respecto a él, porque finalmente su conflicto no es con ella, su conflicto es infantil y

tiene su raíz en el interior de la mente. Aún en los casos que ambos ya no se soporten, y planteen la

separación, reaccionan como si estuvieran dejando a un bebé abandonado en el medio del parque, llorarán,

patalearán, intentarán suicidarse o amenazarán con vengarse con los hijos.

Se podría decir que el síntoma que define al neurótico y a su pareja es la culpa, la cual suele ser tan intensa

que prefieren seguir viviendo un infierno conyugal antes de enfrentarse al sentimiento de culpa y a su

consecuente necesidad de castigo que los atormenta.

Hay personas que quieren separarse porque realmente su vida se ha convertido en una tragedia, pero de solo

pensar en la reacción del cónyuge desisten del intento. Estas personas sueñan con la libertad y los obsesiona

la idea de que llegue el día de recuperar su libertad, pudiendo llegar a estados de verdadera angustia.

Cuando finalmente se produce la separación, el cónyuge más sano adopta una posición bastante extraña,

visita permanentemente a su ex pareja, la llama, le compra remedios, la lleva al médico, todo por una mezcla

de amor y culpa.