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El rostro de la pobreza Infografía y Diseño gráfico Carlenys Zapata Este trabajo fue realizado por TalCual como parte de la Alianza Rebelde Investiga Caracas, 1 de octubre de 2020 https://alianza.shorthandstories.com/el-rosto-de-la-pobreza/index.html Los embates de la Emergencia Humanitaria Compleja que se acentuó en el país mientras las riendas del Estado están en manos de Nicolás Maduro, cada vez se perciben con más fuerza. La pobreza se instaló en hogares donde expulsarla luce como utopía. Lo refleja la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), desarrollada por la Universidad Católica Andrés Bello, convertida en faro estadístico de Venezuela ante la ausencia de cifras oficiales sobre la realidad socioeconómica de la nación. Los resultados de la edición 2019-2020 son dramáticos: 96,3% de los hogares viven en pobreza de ingresos y la tendencia de deterioro de la alimentación continúa, con solo 3% de ellos escapando de la inseguridad alimentaria. Una crisis que borra nociones de clases sociales y avanza aceleradamente, con pobreza multidimensional creciendo de 51% en 2018 a 64,8% en 2019. No son números fríos, sino la realidad recogida en las visitas a más 10.000 hogares venezolanos donde se tomaron más de 30.000 testimonios recopilados por centenares de encuestadores distribuidos a lo largo y ancho de la nación. Investigadores que observaron las postales de un país donde 79,3% de la gente no tiene cómo cubrir la canasta de alimentos, al menos uno de cada cuatro hogares presenta la Inseguridad Alimentaria severa y unos 639.000 niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica. Datos que generan alarma, pero que asumen otra dimensión cuando pasan a convertirse en un testimonio, como los que relatan quienes durante meses miraron de cerca el rostro de la pobreza, y escucharon a madres decirles, con voz quebrada o en llanto, que no tenían qué darle de comer a sus hijos. Voces como las contenidas también en este reportaje, las de involuntarios protagonistas del desastre nacional. Con cada puerta que se abrió en el trabajo de campo que devino en la Encovi 2019-2020, incluyendo en lugares recónditos y rurales, se obtenía una nueva historia. Con suerte, la siguiente entrevista sería menos triste que la anterior. En Carabobo abundan hogares abarrotados de niños que no van a la escuela (Cortesía Marian Serrano) Cara a cara

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El rostro de la pobreza

Infografía y Diseño gráficoCarlenys ZapataEste trabajo fue realizado por TalCualcomo parte de la Alianza Rebelde Investiga

Caracas, 1 de octubre de 2020

https://alianza.shorthandstories.com/el-rosto-de-la-pobreza/index.html

Los embates de la Emergencia Humanitaria Compleja que se acentuó en el país mientras lasriendas del Estado están en manos de Nicolás Maduro, cada vez se perciben con más fuerza.La pobreza se instaló en hogares donde expulsarla luce como utopía.

Lo refleja la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), desarrollada por laUniversidad Católica Andrés Bello, convertida en faro estadístico de Venezuela ante laausencia de cifras oficiales sobre la realidad socioeconómica de la nación.

Los resultados de la edición 2019-2020 son dramáticos: 96,3% de los hogares viven enpobreza de ingresos y la tendencia de deterioro de la alimentación continúa, con solo 3% deellos escapando de la inseguridad alimentaria. Una crisis que borra nociones de clasessociales y avanza aceleradamente, con pobreza multidimensional creciendo de 51% en 2018 a64,8% en 2019.

No son números fríos, sino la realidad recogida en las visitas a más 10.000 hogaresvenezolanos donde se tomaron más de 30.000 testimonios recopilados por centenares deencuestadores distribuidos a lo largo y ancho de la nación. Investigadores que observaron laspostales de un país donde 79,3% de la gente no tiene cómo cubrir la canasta de alimentos, almenos uno de cada cuatro hogares presenta la Inseguridad Alimentaria severa y unos 639.000niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica.

Datos que generan alarma, pero que asumen otra dimensión cuando pasan a convertirse en untestimonio, como los que relatan quienes durante meses miraron de cerca el rostro de lapobreza, y escucharon a madres decirles, con voz quebrada o en llanto, que no tenían quédarle de comer a sus hijos. Voces como las contenidas también en este reportaje, las deinvoluntarios protagonistas del desastre nacional.

Con cada puerta que se abrió en el trabajo de campo que devino en la Encovi 2019-2020,incluyendo en lugares recónditos y rurales, se obtenía una nueva historia. Con suerte, lasiguiente entrevista sería menos triste que la anterior.

En Carabobo abundan hogares abarrotados de niños que no van a la escuela (Cortesía MarianSerrano)

Cara a cara

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"La pobreza te mira a los ojos", dice Nelson Martínez, profesor de química de 45 años deedad, refiriéndose a su primer encuentro con la precariedad. Antes de ser encuestador para laEncovi 2019-2020 solo la había visto en fotografías de países declarados en crisishumanitaria. Ignoraba que la hallaría tantas veces repetida frente a sí mismo, y en la tierra quelo vio nacer, Yaracuy.

En muchas comunidades a las que llegó como encuestador vio elementos unificadores,transversales, comenzando por las decenas de niños que corrían sobre la tierra, pues no habíaasfalto, y en ropa interior. Allí solo bastaba que una persona adulta viera llegar a quienes seacercaban cargados de preguntas para que se regara la voz y fuesen invitados con insistencia aingresar a hogares: la gente pensaba que la visita les aseguraría una bolsa de comida o unbeneficio económico.

Así pasó en Los Cañizos, municipio Veroes del estado Yaracuy. "No parecía que ese lugarquedara en Venezuela. Allí vimos niños barrigones, cabezones, casas prácticamenteabandonadas o infraestructuras donde no cabía más gente", cuenta. Allí entrevistó a unamujer de 56 años de edad que vivía junto a tres hijos y 12 nietos en una antigua casa otorgadapor gobiernos de la llamada "IV República". Otros dos hijos emigraron y a duras penasenviaban dinero, según escuchó. La mujer le dijo que los menores de edad asisten a la escuelasolo cuando es seguro que les darán comida. De lo contrario, "no tiene sentido".

En los hogares que se visitaban se debía medir y pesar, con previa autorización de los padres,a los niños menores de cinco años. En los datos se reflejaba el impacto del hambre. "¿Cuántacarne compró?, ¿cada cuánto tiempo consume proteínas?, ¿qué tipo de comidas consume a lasemana?, ¿considera que come bien?", eran algunas de las interrogantes que hacía Martínezen el apartado de seguridad alimentaria de la entrevista. Hubo gente, a finales de 2019, que leadmitió haber estado por más de 90 días sin comer carne. En febrero otras dijeron que nohabían probado el primer pedazo de proteína en lo que iba de año 2020.

Encuestadores en Carabobo encontraron lugares que les recordaban a imágenes de África oHaití (Cortesía Marian Serrano)

Nelsón Martínez relata que el choque con la realidad fue progresivo. Mientras se encontrabancon historias cada vez más fuertes crecían las ganas de querer ayudar y, con ellas, laimpotencia por no poder hacer mucho. El profesor universitario agrega que hubo lugaresdonde parecía que la gente moría de mengua. Cuenta que visitó la casa de un hombre de unos70 años que padecía de un cáncer ya avanzado. Vivía solo. Lo primero que le preguntó fueque si tras su visita se podría hacer la quimioterapia. La interrogante lo dejó atónito.

También pudo ser testigo de las condiciones en que se vive en zonas de Yaracuy. Habíahogares donde se comía y dormía en el piso porque no había ni mesa ni cama. En otros, enlugar de baños había pozos sépticos, o alguna letrina. Más allá se mantienen los pisos detierra, las paredes de bahareque, la falta de gas, las cocinas a leña, la luz intermitente y el aguade servicio deficiente.

Eran esas las "catacumbas del pueblo", las que se plantearon visitar desde agosto de 2019cuando el equipo regional comenzó a recopilar los datos necesarios para determinar el rangode acción y levantar una suerte de censo en hogares que posteriormente visitarían para hacer

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las entrevistas completas. Una primera etapa que cumpliría el requisito de conocer la zona yubicar con nombre y apellido a los jefes de hogar, además de determinar la cantidad dehabitantes de cada uno.

Fue su primera vez como encuestador de la Encovi, y Nelson pagó la "novatada". Tuvo queaprender cómo manejarse con el poder que han adquirido los consejos comunales,convertidos también en censores y vigilantes de sus propios vecinos. En Chivacoa, porejemplo, los líderes comunitarios intentaron expulsar a los enviados de la UCAB, y cuandolos vecinos los protegieron desde el consejo comunal hubo amenazas de llamar a la policía oconvocar a la alcaldesa Carmen Suárez, del oficialista partido PSUV.

Casas prácticamente abandonadas o infraestructuras donde no cabía más gente eran parte delpanorama en Yaracuy (Cortesía Nelson Martínez)

A punta de pistolaEn el estado Sucre, los encuestadores de la Encovi no solo debían rendir cuentas a losintegrantes de consejos comunales. Grupos delictivos también pedían explicaciones. Exigíanque se les aclarara si trabajaban para las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) de la PolicíaNacional Bolivariana (PNB) y que les dijeran si eran afectos al régimen de Nicolás Maduro oa la oposición venezolana.

La inseguridad está desbordada en esa entidad, dice Carlos Urrieta, abogado de 38 años. Esteaño, trabajando para Encovi, atestiguó cómo la delincuencia volvió minúscula la figura de loscuerpos policiales, al menos en territorios al oriente de Venezuela. Se encontró con comandospoliciales desabastecidos en los que funcionarios les sugerían no ir a ciertas zonas porqueiban a estar desprotegidos, sitios donde la policía no entra y, de hecho, admite que bandasdelictivas tienen el control y mejores arsenales.

En Yaracuy hubo personas que admitían haber estado más de 90 días sin comer carne(Cortesía Nelson Martínez)

En Yaguaraparo, Güiria e Irapa el trabajo inicialmente planteado no pudo completarse debidoa la inseguridad. En San Juan de Unare, dos sujetos armados amenazaron a uno de losencuestadores apenas entró al hogar previsto para la entrevista y le ordenaron abandonar elpueblo. En Carúpano, al terminar una visita, un grupo de hombres amedrentó a Urrieta, entreellos el padre del niño de cinco años de edad al que habían pesado y tomado las medidas.

Pero ninguna imagen se tatúa tanto en la mirada como la de la pobreza. "Aunque no soyespecialista, puedo decir que nos encontramos con desnutrición, hubo niños con resequedaden la piel, labios agrietados y la piel pegada a los huesos", rememora Carlos Urrieta.

Mientras Carlos Urrieta y Nelsón Martínez tocaban puertas en Sucre y Yaracuy, Nejhellyt Gilse adentraba en los suburbios de Caracas, donde la noción de una capital, de una metrópolis,se desvanecía.

La mujer de 39 años, docente de educación inicial, tiene 11 años trabajando comoencuestadora. Esta vez visitó unos 300 hogares en zonas como 23 de Enero, La Vega, El

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Paraíso, Los Frailes de Catia, Los Flores de Catia, El Valle, San Martín y El Junquito. Allíconstató que los reclamos más comunes fueron por la ineficiencia de los servicios públicos,principalmente agua y gas, y donde las condiciones de vida parecían ajenas. Evidencióhogares donde se cocina con fogones a leña.

En Sucre los consejos comunales y hasta grupos delictivos pedían explicaciones sobre lasvisitas de encuestadores (Cortesía Carlos Urrieta)

La pobreza vive a sus anchas en Caracas. Gil lo ilustra de la siguiente manera: hay zonas queparecen ser rurales pero están dentro de una urbe.

"Fuimos a lugares donde a duras penas se podía llegar a pie, donde había casas con muroscaídos, hechas de zinc y tablas. Llegamos a comunidades de puro monte y estructuraslevantadas sobre la tierra sin acceso a agua porque en muchos casos las tuberías tenían añosdañadas", relata.

Entretanto, Marian Serrano recorría Puerto Cabello, Guacara, Valencia, Naguanagua,Libertad, Mariara y Morón, del estado Carabobo. Allí encontró lugares que le recordaban aimágenes de África o Haití. "Encontré a abuelitos con dos días sin comer, a niños queparecían estar en desnutrición aguda. ¿A qué padre no se le arruga el corazón cuando un niñode la calle le pide las sobras de lo que comía?".

También vio hogares de ocho personas que viven en espacios de entre ocho y diez metroscuadrados, sin colchones donde dormir ni dinero para costear una dieta decente, con servicioeléctrico deficiente, y meses sin gas ni agua corriente. Hogares abarrotados donde los niñosno asisten a la escuela y personas con enfermedades crónicas pasan ronchas para encontrarmedicinas que, quizá, no logren pagar.

"En urbanizaciones de clase media en las que años atrás se veían casas pintadas y carritos deaño estaban desmejoradas, también por la crisis. Los habitantes eran adultos y adultosmayores que en su momento la profesión que tenían les dio buena vida, que hoy quedó para elrecuerdo", agrega.

En Táchira muchos sitios eran invasiones o urbanismos no consolidados donde la gente seorganizaba para sobrevivir (Cortesía Ana Rondón)

"Vi la crisis empeorar"Onelsys Suarez, de 55 años de edad, es docente y trabaja en la Encovi desde su inauguraciónen 2014. Ha visto cómo la pobreza se multiplica y, peor, se profundiza. A partir de 2016 lonotó con más certeza, al volver a entrevistar a quien ya había contactado para edicionesanteriores. "Conocí gente que cada vez que la visité era más pobre. La gente se quedabaanclada o era que el país no les daba oportunidades", matiza.

Esta última vez, fue peor. Conoció familias que apenas podían comer cambur en su menúdiario, o alguna legumbre cosechada en conucos. De proteína, nada.

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Lo mismo veían sus colegas en otras partes del país. Escenas repetidas, como calcadas,aunque en aquel momento ellos no lo supieran.

Ana Rondón, criminólogo e investigadora del Observatorio Social del estado Táchira, registróun patrón que evidenciaba la pobreza: las zonas más vulnerables no cuentan con serviciosbásicos, abundan las casas improvisadas levantadas con madera, lata, plástico o zinc, y lascloacas no existen.

Su rango de acción fue Táchira, Apure y Barinas, donde 95% de las zonas a las que fue eranvulnerables. La mayoría eran invasiones o urbanismos no consolidados, donde los habitantesse organizan para cubrir sus necesidades principalmente por sus propios medios, aunquedependen de las cajas CLAP para comer; alimentos que cocinan a leña.

En Barinas los afectos ideológicos o políticos prevenían a algunas personas de contestar laspreguntas (Cortesía Ana Rondón)

"Ví personas que se adaptaron a estar desempleados y depender de la caja CLAP. A estarsucios y que los niños están desnutridos. Son personas que no las ves preocupadas, son comomuy conformes y siempre esperan que algo les llegue. Yo lo que pude ver es que ya es unestilo de vida. Básicamente son familias que vivían en las mismas condiciones antes", añade.También detectó ausencia de esperanzas de cambio.

La criminólogo resalta que recibieron mejor trato en las zonas más vulnerables. Quienesvivían en las invasiones se esforzaban por atender a los encuestadores, quizá sí esperandoalguna ayuda a cambio pero incluso luego de escuchar que ese no era el objetivo. En cambio,en urbanizaciones o segmentos de otros estratos sociales, las personas se negaban incluso adar los datos. Esto también fue reportado por los encuestadores de otros estados. Es unasociedad que sospecha, que desconfía.

Y si de política se trata, los contrastes saltaban. "En Barinas hubo situaciones particulares,porque en las comunidades de ese estado suelen ser afectas al gobierno de forma radical,intuyen que tienen precariedad y saben que los resultados de la encuesta no favorecen algobierno entonces no quieren participar. Los líderes comunales son reacios a que se otorguenestos datos". Pero hay realidades que son imposibles de ocultar.

La pobreza en Venezuela se ceba en las mujeres

Los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2019-2020 muestran que96% de la población venezolana es pobre, una realidad que afecta más a las mujeres. La clasemedia desapareció y 54% de los encuestados se ubica en pobreza reciente.

“Me fui para la calle con mis hermanitos cuando tenía 11 años, para pedir comida en las casasvecinas”, resume Yolimar López el momento en que tuvo que salir a las calles por primeravez. En 2012 ya las carencias de su hogar eran mayúsculas, y su madre y siete hermanosnecesitaban subsistir. Vivía en Cocorote, un sector rural del estado Miranda donde habitan, almenos, 200 familias. Allí las casas son de bloques, materiales de desechos, bahareque o todo

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eso combinado, y en ninguna hay servicios básicos confiables. En algunas no los hay deningún tipo.

“Vivíamos en un rancho hecho con latas de zinc y comíamos de lo que teníamos sembrado(maíz, caraota, ñame, ocumo, cambures). En el 2012 ya no se pudo seguir sembrando, porqueno teníamos plata. Mi mamá empezó a trabajar sembrando champiñones, pero el pago eramuy poco”. Había que pedir a otros. Y así ocurrió durante tres años.

En pleno siglo XXI y a pocos kilómetros de la capital, aún hay paredes de bahareque

Yolimar ahora tiene 20 años, un esposo y una bebé de 18 meses. No pudo terminar susestudios en un núcleo de la Misión Ribas. Sin profesores que la alentaran, porquesencillamente no los había, y un transporte deficiente que le hacía cuesta arriba llegar aclases, la joven abandonó. Tardaba entre dos y tres horas en cada recorrido. “Era demasiadodifícil”, lamenta.

Dos años más tarde, para 2014, Yolimar tuvo que abandonar también su casa debido alhambre. Al revisar la llamada “línea de la pobreza” del país, a partir de ese año se observauna curva que solo hace más que subir. De un 33,1% de pobreza total que se registraba en elpaís ese año, escaló hasta un 96,2% en 2019.

Estos números plasman una realidad demoledora: la clase media desapareció, hay un grupobien pequeño de personas ricas y el resto sobrevive al día, la semana o al mes, dependiendode los ingresos y las ayudas que perciba. En estos cinco años el Producto Interno Bruto delpaís cayó 70%, la inflación se acumuló en más de tres mil por cierto hasta marzo de 2020,mientras los venezolanos vieron pulverizados sus ingresos a menos de un dólar promedio eneste periodo. Ni hablar de los alimentos, solo 20,7% de los ciudadanos tiene cómo cubrir lacanasta básica, según datos de la Encuesta Nacional de Vida (Encovi).

“Mi abuela también era muy pobre y no podía mantenerme”, comenta Yolimar. Ese 2014,consiguió trabajo en una granja productora de huevos de gallina, en la que trabajó hasta 2017cuando se terminó de desplomar la economía del país con la hiperinflación. Entonces decidióirse de la casa materna, para “ser una carga menos”.

Ser pobre es...Para el periodo 2019 hasta marzo 2020, la Encovi detalló que una de las razones del aumentode la pobreza general es el deterioro progresivo de los ingresos, además del empeoramientodel empleo. Al mirar detalladamente estos datos, mujeres como Yolimar llevan la peor parte.Tanto en el quintil más pobre como en el más rico, los jefes de hogar son mayormentemujeres, con un nivel de escolaridad medio o superior bajo y una tasa de actividad que nosupera el 60% para el estrato más alto.

Mientras que 71% de los hombres participa en la actividad económica del país, tan solo 43%de mujeres lo hacen; es decir, cuatro de cada 10 tiene un tipo de participación en el desarrolloeconómico. La misma Encovi señala que en todos los rangos de edades “son amplias lasbrechas de género”.

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Al discriminar la tasa de ocupación femenina por quintiles, la Encovi reporta que las mujeresde estratos más bajos están prácticamente desempleadas en el país, pues solo el 29,1% puededecir que tiene trabajo u oficio estable y percibe un sueldo adecuado. En el quintil de estratosmás altos la situación es distinta, pues 58,2% de las encuestadas manifestó tener un empleo.

Yolimar López, durante dos días a la semana, ayuda a vender tequeños en un puesto decomida en el Mercado Principal de Coche, un trabajo que le deja unos ocho dólaressemanales para comprar “dos kilos de arroz, un pedacito de pollo y un pedacito de queso paramedio comer”. De resto, se bandea con lo poco que pueda sembrar en el terreno donde vive,en el sector La Cortada del Guayabo.

Su casa, de barro y bahareque, no tiene tuberías y el agua tiene que cargarla desde la nacientede un manantial cercano; cocina a leña en un fogón, mientras que la electricidad llega a travésde tomas improvisadas con cables de teléfono. Ni siquiera cuenta con un lavadero osanitarios. “Para mí, ser pobre es cocinar todos los días en fogón, no tener televisor, comerarroz puro todos los días, no poder darle ni un tetero a mi niña, que el agua no llegue a la casacomo debe ser”.

Una pareja joven en edad productiva, condenada a sobrevivir

Héctor Rojas, pareja de Yolimar, también se reconoce pobre. No lo maquilla ni esquiva.“Nosotros hemos pasado hambre. Ayer no tenía nada para darle a la niña y arranqué una matade yuca y la comimos sola. Muchos días no hemos tenido nada para comer”. Él estádesempleado, y con una herida en la pierna producida por un accidente y que de no seratendida pronto podría dejarlo discapacitado. Pero los jóvenes, que viven juntos desde hacetres años, no pueden costear el tratamiento o siquiera trasladarse a un hospital.

El sociólogo y profesor de la UCAB Francisco Coello pone la lupa justo en los datos de laEncovi que agrupan a Héctor, Yolimar, y gran parte de los venezolanos. “Más del 70% de ese96% de la población que está en pobreza, está en pobreza extrema, es decir, que no le da paracomer. Entonces estamos hablando de una gravedad enorme”.

Además, resalta que ese gran 96% se “reconfiguró” como sociedad “y pasó al plano máselemental de la existencia, que es sobrevivir. Es gente que piensa cómo va a hacer para llegaral día de mañana, hasta ahí les llegó el futuro. Estamos hablando de familias que no puedenpensar que sus hijos obtengan un buen trabajo, que sus hijos puedan estudiar, de mejorarsocioeconómicamente. Estamos hablando de gente que piensa ¿cómo mañana voy a comer?, yno mucho, sino como mañana voy a medio comer. Ese es el nuevo horizonte de vida paragran parte de la población”.

Una palabra, dos variantes

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El sociólogo y exdirector del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCABLuis Pedro España detalla que en Venezuela existen dos tipos de pobreza: la de ingreso y lacrónica. La primera ocurre ante la imposibilidad de cubrir la canasta básica normativa."Usualmente afecta a profesionales con cierto nivel de estudios, que viven en viviendasformales y tienen ciertos activos, pero su ingreso no cubre sus necesidades. Este grupo depersonas pertenece a una nueva pobreza, que data de hace seis años, aproximadamente",explica el experto.

Según los datos más recientes de la Encovi, 96% de los venezolanos tiene pobreza deingresos, una realidad que vive Evelyn Fernández, una enfermera de 46 años que vive en LaDolorita, uno de los barrios que forman la populosa parroquia Petare.

Con tres hijos, un marido que trabaja por contratos y un sueldo que apenas alcanza elequivalente a tres dólares cada quincena, Evelyn no tiene reparos en ubicarse a sí mismadentro de esa pobreza de ingresos, y además reciente. “Desde hace unos cuatro o cinco añosla situación se ha agudizado para mí, sobre todo con los gastos del hospital y las medicinas(su hija padece talasemia mayor), el transporte, la comida. Todo se va en comida, y cada vezes menos lo que se puede comprar”.

En La Cortada del Guayabo "resolver el día" es el modus vivendi

Conseguir bocado y poco más, inscribe a Evelyn en la pobreza de consumo, que afecta al68% de la población según Encovi. “Yo antes le podía poner carne en la mesa a mis hijos seisdías a la semana, un solo día les hacía granos. Ahora hago el esfuerzo para que seabalanceado, que ellos coman bien. Yo prefiero que ellos coman, y a veces me quedo yo sinpoder hacerlo”.

La gente está sobreviviendo, precariamente, afirma el sociólogo Coello, ante la degradación yprimitivización de la sociedad que refleja la destrucción del aparato económico. “Bajo esteescenario las personas han empezado a manifestar problemas de ansiedad, depresión,angustia, gente que no puede dormir. Evidentemente nadie en este momento puede decir enVenezuela que lleva una vida normal”.

Fernández lo siente. Para ella “es rudo”. La enfermera afirma sentirse “en un pozo y no le veosalida por ahora”.

Incluso en Caracas las condiciones de vida son cada vez más semejantes a las rurales por losprecarios servicios públicos

Sin techo dignoEn Venezuela la pobreza crónica “se da, principalmente, en personas que no tienen unavivienda digna, o que fueron construidas con materiales de desechos, tienen un nivel deeducación inferior a la media y su acceso a los servicios públicos es muy precario o casi nulo.La mayoría, normalmente se dedican al comercio informal muy menudo”, refiere España.

La Encovi ubica la pobreza crónica del país en 46%. Aunque Yakelin Márquez no lo sepa, eldato la retrata. En 2013 era gerente de una tienda ubicada en el Centro Comercial Ciudad

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Tamanaco. Fue el mismo año de la muerte de Hugo Chávez, de la llegada de Nicolás Maduroal poder por un margen mínimo de votos, del comienzo de la caída libre de todos losindicadores económicos.

Los estratos sociales se han ido borrando, con una sociedad que se iguala "hacia abajo"

El descalabro trajo cierre de locales comerciales y nuevos desempleados. Aunque Yakelinaún tenía su trabajo, la inflación que escaló de 20,1% en 2012 a 56,2% al cierre de 2013 hacíaque lo que llegaba al bolsillo se diluyera rápidamente. Ese mismo año abandonó su puesto degerente para trabajar en un colegio privado del este de Caracas.

“Estuve un año allí y renuncié para comenzar un negocio propio con mi esposo", relata lamujer, ahora de 47 años de edad. Se trataba de un kiosko que la pareja alquiló para venderdesayunos frente al Hospital Oncológico Luis Razetti, en Cotiza, pero quebró debido a lasmalas ventas. Decidieron rentar otro puesto en el barrio El Guarataro, donde servían comidarápida y cervezas, pero en ocho meses “los robos y hurtos nos llevaron a la quiebra”.

En 2015, Yakelin perdió más que su esposo. El hombre decidió abandonar el hogar, y no lohizo solo. Cargó con electrodomésticos y enseres comunes. Ella se quedó con dos hijos, sietemeses de un nuevo embarazo, un divorcio en puertas y cero ingresos. Imposibilitada de cubrirel alquiler, se fue a vivir a casa de su hermana.

Pero su hijo mayor, que aún era un niño, no pudo quedarse en la misma casa que su madre y“vivió cuatro meses debajo de un puente en Caño Amarillo, en una suerte de refugio a laintemperie, donde la mayoría de los que están ahí son indigentes y mala conducta”.

A diario, con o sin pandemia, muchos venezolanos toman las calles para abrirse camino antela precariedad

Luego del embarazo, Yakelin retomó la actividad laboral como cocinera, limpiadoradoméstica, cuidadora de niños. Desde 2017 es vendedora informal y puede mantener a todossus hijos bajo un mismo techo, ahora en el Kilómetro 4 de la carretera hacia El Junquito, enun anexo que consiguió “a cambio de la cocina, la nevera y la lavadora que se salvaron deldivorcio-saqueo”.

Sin agua corriente, electricidad, gas directo y otros servicios, su casa cumple con losparámetros que describe la Encovi para las viviendas en pobreza. Yakelin completa el retrato:“No tenía nada, ni con qué cocinar. Solo mi casa. Así que comencé por ahí, buscando lo quesea que pudiera vender. Ropa usada, zapatos, herramientas, remedios, libros o lo que nonecesitara le ponía precio y lo vendía y así llegué hasta aquí”.

Ese aquí es el Mercado de Quinta Crespo, donde Yakelin extiende una sábana o cartón, sesienta frente a algún negocio que permanece cerrado por la pandemia en 2020 y esperaconcretar alguna compra que le permita llevar un kilo de harina de maíz o de arroz a su casa.“A veces cuando no tengo nada mi vecina me da algo para que lo venda y ganamos las dos.Los días que no se vende ni se cambia nada, rescatamos las bolsas con desperdicios que sacandel mercado y allí siempre se consigue algo”.

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El hambre también se sienta a la mesa

Cada día desde que se despierta, Rodolfo Marchán, trabajador público de 34 años de edad,piensa en qué les dará en el desayuno, almuerzo y cena a su esposa y a sus dos hijos, unadolescente de 13 y una niña de ocho. Las tres comidas diarias dependen de si le va bien en elmercado municipal de San Félix, en Ciudad Guayana, al sureste de Venezuela, donde trabajaa veces como caletero y otras veces vendiendo mangos, que tumba de la mata de su casa, opan, que prepara con ingredientes que le regalan sus amistades.

"A veces no consigo dinero y tengo que darles a mis hijos dos comidas", dice. "Desde 2018,cuando me sacaron de la empresa, me limitaron mi sueldo y nos eliminaron de un plumazo elbeneficio del comisariato, me he visto limitado. No tengo los recursos para que mis hijospuedan comer tres veces al día".

Marchán trabajaba en el área de operaciones ferroviarias de Ferrominera Orinoco hasta que ladirectiva de la estatal le desactivó en 2018 a él y a otros trabajadores sus fichas para poderentrar a las instalaciones, debido a que la capacidad ociosa de la empresa supera el 80%. Ensu cuenta bancaria le sigue cayendo mensualmente un salario de 300.000 bolívares, menos deun dólar, con el que, hasta mediados de agosto, solo podía comprar un paquete de harina demaíz, que en mercados populares del estado Bolívar costaba 285.000 bolívares en eseentonces.

"Sobrevivo gracias a la misericordia de Dios", expresa varias veces Marchán, "por lo menossiempre hay una mano amiga, un familiar, un hermano, que de lo poquito que tiene noscolabora para que nosotros podamos comer. También sobrevivimos gracias a los trabajitosque hago por mi cuenta en mi localidad, en San Félix. Tengo que rebuscarme para poderllevar aunque sea un plato de comida a mi familia. Gracias a Dios no he llegado a pedir en lacalle".

La caja CLAP se ha convertido en salvavidas y a veces única fuente de bocado (AndrésRodríguez | Archivo El Pitazo)

De su cocina desapareció casi todo. El 22 de agosto de 2020 solo tenía dos sardinas, unplátano, dos kilos de yuca y un arroz. Si come carne y pollo una vez a la semana es mucho, ypara comprar un solo cartón de huevos tiene que trabajar 15 días.

Le cuesta decirlo, pero lo reconoce: "El chavismo me convirtió en un trabajadoreconómicamente pobre. Este gobierno acabó con todo, hizo a la clase trabajadora más pobre.Ni podemos tomarnos un plato de sopa. Todos, chavistas y no chavistas, pasamos las de Caínpor las políticas antiobreras que acabaron con nuestra calidad de vida. Nicolás Maduro es unapersona antiobrera, supuestamente él fue dirigente sindical pero yo no sé de dónde".

Marchán es uno de los millones de venezolanos que han visto al hambre instalarse en sushogares y sentarse a la mesa. El huésped no deseado. Esto como consecuencia de un modeloeconómico de controles y ataques a la propiedad privada llamado socialismo del siglo XXI,que provocó que la economía venezolana se haya desplomado 90% entre el segundo trimestre

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de 2013, cuando Nicolás Maduro recién llegaba al poder, y el mismo período de 2020, segúnla Asamblea Nacional (AN).

La dieta del venezolano se ha reducido hasta llenar estómagos pero no alimentar el cuerpo

Esta abrupta caída del PIB generó que 96% de los hogares estén en situación de pobreza y79% en pobreza extrema, tal como lo revelan los resultados de la Encuesta de Condiciones deVida (Encovi), números que retratan a un país que se ha alejado considerablemente de suspares suramericanos, acercándose a la situación de países de África. En Venezuela solo 3%de los hogares no tienen ningún tipo de inseguridad alimentaria.

Según el estudio, elaborado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) entrenoviembre de 2019 y marzo de 2020, 79,3% de los venezolanos no tienen cómo satisfacer susnecesidades mínimas de alimentación.

El salario mínimo de Venezuela, el más bajo del mundo, representó en julio de 2020 apenas0,54% de la canasta alimentaria familiar, que llegó a 73,97 millones de bolívares. Siete añosatrás, en mayo de 2013, alcanzaba para cubrir 41,2% de su costo, de acuerdo con el Centro deDocumentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).

Los 1,6 millones de bolívares que Pdvsa le pagó en la segunda quincena de agosto a LuisFuenmayor, trabajador con 54 años de edad y 35 de servicio, se le fueron en un kilo de pasta,una harina, medio kilo de queso, una teta de azúcar y otra de café, dos tomates y una cebolla.Nada de proteínas. "Hemos tenido que vender la licuadora, la tostadora, la freidora, unacocina eléctrica, un aire acondicionado y televisores para poder comer. Solo nos queda untelevisor pequeño. Hay días que no se desayuna, tiene que ser que se haya recopilado algo ovendido algo para que los adultos tengamos algo que desayunar. La prioridad son mis dosnietos".

En su casa, en el municipio San Francisco, estado Zulia, viven él, su esposa de 58 años, suhija mayor de 32 años, un hijo de 17 y sus dos nietos, uno de cinco y otro de nueve años."Antes éramos clase media alta, ahora clase muy baja, se puede decir pobre, cerca deldesasosiego, de la depresión, porque a veces mi esposa, que es hipertensa y operada de losriñones, y yo, que soy hipertenso, diabético y también sufro de los riñones, no tenemos paracomprar los medicamentos".

Encovi estima que 30% de los niños se encuentran en desnutrición crónica (AndrésRodríguez | Archivo El Pitazo)

Entre los años 1988 y 1998 ganaba, incluyendo el sobretiempo, 1.500 dólares mensuales.Tenía dos casas y dos vehículos. También había podido comprar una pequeña granja queluego fue tomada por militares durante el gobierno de Hugo Chávez en 2004. En 2020 y conmás de tres décadas de servicio en la industria petrolera, gana seis dólares mensuales, unsalario pobre de acuerdo con estándares internacionales.

"Mi esposa y yo comemos una vez al día, bien sea pasta con requesón y mantequilla, o losfrijoles que vienen del Mercal. Nos ha tocado almorzar arroz solo, y tiene que haber platica

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para comer un arrocito con huevo. En mi casa se come una vez al mes carne molida, una vezal mes un pollo, y una vez al mes dos o tres kilos de pescado, si es que conseguimos unpoquito de efectivo para comprarles a los pescadores en la orilla de la playa a las tres de lamañana".

Fuenmayor asegura que no es el único trabajador petrolero que vive una precaria situación."Pero hay otros que tienen la suerte de que tienen a los hijos afuera, que les envían que si 20 o50 dolaritos al mes. Yo corrí con suerte este mes porque un amigo que se fue para EstadosUnidos me vio en los videos de una protesta y me dio 50 dolaritos en bolívares. Gracias a esolos bebés desayunaron, almorzaron y cenaron bien una semana; mientras que nosotrosseguimos haciendo una sola comida al día para mantener la rutina y no engañarnos elestómago".

"Como lo más fácil de conseguir es pasta, o arroz, le hacemos a los bebés arroz dulce cuandono hay para comprar un poco de leche de vaca o de cabra, porque la leche en polvo esinalcanzable para prepararles un teterito", agrega Fuenmayor.

Los resultados de la Encovi 2019-2020 sobre la situación nutricional de los menores de cincoaños, de acuerdo con el indicador peso-edad, revela que alrededor de 21% se encuentra enriesgo de desnutrición y 8% está desnutrido, un nivel que se distancia considerablemente delregistro en Colombia (3,4%), Perú (3,2%) o Chile (0,5%). Igualmente, según el indicadortalla-edad se ha estimado en 30% quienes se encuentran en desnutrición crónica, que sonaproximadamente 639.000 niños.

Marianella Herrera Cuenca, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes) ydirectora de la Fundación Bengoa, señala que la Encovi muestra un país muy vulnerable, conunas brechas enormes que deben ser trabajadas con consciencia y visión, tanto de la urgenciacomo del largo plazo. "Lo que se haga por superar las brechas sin pensar en el futuro no serásostenible en el tiempo".

Cuando al plato le falta

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Uno de los pocos productos que Nora Parra, cocinera en el preescolar Simoncito de FuerteTiuna, aún puede comprar es medio kilo de queso duro para rellenar las arepas de ella, de suesposo y de sus dos hijos durante toda una semana. Ella se lleva al mercado cada dólar queahorra de lo que le pagan por remendar pantalones a vecinos en Los Jardines del Valle, enCaracas, y los 270.000 bolívares de quincena que le abonan en el preescolar.

"En Venezuela no se vive, se sobrevive", expresa Parra mientras veía los pocos cultivos delechuga, pepino, batata y cebollín que sembró con otras cocineras en los jardines delpreescolar, ubicado en la Misión Vivienda dentro del complejo militar Fuerte Tiuna. "Sigoviniendo para distraerme un poco, aunque esté cerrado. Si me quedo en casa me vuelvo loca.Nos la hemos visto rudo. Vivo con tres hombres y no puedo mandarlos a la calle a trabajarpor el coronavirus. Yo le digo a mi hijo que comeremos arepas mientras podamos, porquecuando no se pueda comprar harina no sé qué vamos a desayunar".

Parra ya ni recuerda cuándo fue la última vez que su familia comió carne y pollo, pero sí estásegura de que fue mucho antes de la pandemia. En el espacio del plato donde antes ponía laproteína animal, ahora Parra sirve frijoles chinos y lentejas. A ella le pagan en el Simoncitoun salario de 540.000 bolívares. En los mercados municipales de Caracas, la carne superaba,a mediados de agosto, el millón de bolívares y el kilo de pollo los 600.000 bolívares.

"Los precios en la calle son una locura. Nosotros prácticamente dependemos de lo que nosllega en la caja CLAP. El arroz nos lo comemos con unos granos, y a veces pongo a sofreírtomates y cebollas y pico un poquito de mortadela para hacer una salsa para el arroz".

En Venezuela, las familias de bajos recursos económicos tienen una alimentación basada encarbohidratos. Los bajos ingresos y los altos precios de la carne, el pollo y los huevos, quejuntos salían aproximadamente en 2,61 millones de bolívares a mediados de agosto, ha hechoque el consumo nacional promedio de proteínas sea solo 34,3% del requerido, de acuerdo conla Encovi.

"Al plato de mi casa le falta", asegura Franklin, de 33 años de edad, quien vive en Charallave,estado Miranda. "Dos o tres veces a la semana sí están completos, pero hay días en los que lefalta. Hay días que comemos solo granos para que rinda la carne. Tampoco podemos comerensalada siempre porque los vegetales también son costosos. Así que un día se hace carne, alsiguiente solo vegetales, al otro pollo, al próximo arroz con granos y una ensalada, variadopara que el mercado pueda rendir 15 días".

Una generación crece sin poder comer completo para garantizar su desarrollo (AndrésRodríguez | Archivo El Pitazo)

Según un estudio realizado por el Programa Mundial de Alimentos entre julio y septiembre de2019, que reveló que 9,3 millones de venezolanos sufren inseguridad alimentaria moderada ograve, 60% de la población ha tenido que recortar las porciones que comen. El consumo decarne, pescado, huevo, vegetales y frutas está por debajo de los tres días a la semana.

"Hemos estado bastante complicados. Me preocupo más que todo por el salado (proteínas),porque no tengo el ingreso que tenía antes de la pandemia y cada día aumenta más", diceFranklin. Albañil por cuenta propia, tiene otros dos trabajos: de lunes a viernes en la mañana

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hace mantenimiento general de un edificio de la Misión Vivienda en Fuerte Tiuna, y esmototaxista en la tarde y los fines de semana en una línea en Charallave, donde vive con suesposa, un hijo de cinco años y un bebé que nació en febrero de 2020.

"Hay trabajos que me pagan con comida", señala Franklin. El estudio realizado por elprograma de las Naciones Unidas indica que 33% de los venezolanos ha aceptado trabajar acambio de alimentos. "Y por ser trabajador del Fuerte Tiuna, cada vez que llega la caja CLAPme dan una. Pero en la comunidad donde vivo llega cada cierto tiempo. No una vez al mes, esuna vez cada dos meses. Eso allá es bastante difícil. Y llega cada vez con menos productos.Ya no trae leche, azúcar, salsas (mayonesa, tomate), atún ni lentejas. Tengo muchísimosvecinos que dependen del CLAP mucho más que yo y se han visto súper, súper, súper mal".

Según la Encovi, las cajas CLAP, que junto con los bonos son lo único que conforman el plande ayuda del gobierno para las familias, contienen básicamente arroz, granos y pasta.Aproximadamente 5% de los pobres extremos no reciben este subsidio de alimentos y 15% larecibe cada dos meses.

De acuerdo con la ONG Ciudadanía en Acción, en julio de 2020 la caja CLAP pesó 7,8 kilos,una reducción de 11,2 kilos en comparación con los 19 kilos de 2016 -cuando nació elprograma de subsidio de alimentos de Maduro-; y llegó a 41% de los 6,15 millones dehogares registrados en el sistema. En promedio, ha tardado un promedio de 41 días en llegar.

"Estamos ante la pésima noticia para las familias venezolanas de que el único suministro queestaba llegando en condiciones de emergencia para las poblaciones en vulnerabilidad estádesapareciendo, lo que conlleva a un incremento de la vulnerabilidad alimentaria, de ladesnutrición aguda y aumento o sostenimiento de la desnutrición crónica", dice el especialistaen desarrollo y seguridad alimentaria Edison Arciniega, director ejecutivo de Ciudadanía enAcción.

El consumo nacional promedio de proteínas es solo 34,3% del requerido, según Encovi(Andrés Rodríguez | Archivo El Pitazo)

Un Estado incapazPara el Estado venezolano es cada vez más difícil importar alimentos debido a la caída de susingresos por el desplome de la producción petrolera, que provee 86 de cada 100 dólares queingresan al país, además de la caída del precio del barril, los problemas para comercializarlopor las sanciones de Estados Unidos, los descuentos que ha ofrecido Pdvsa y ahora los efectosdel coronavirus.

El sector productivo nacional no tiene capacidad para responder ante una merma en laimportación de alimentos. La producción nacional de absolutamente todos los rubros vive elpeor momento en la historia de Venezuela.

Entre 2002 y 2019 la producción nacional de carne de res se desplomó de 565.000 a 169.000toneladas métricas, una caída de 70%, de acuerdo con Carlos Albornoz, presidente delInstituto Venezolano de la Leche y la Carne (Invelecar). "La Ley de tierras y la inseguridadpersonal, jurídica y económica causaron un gran estrago a la economía productiva rural. En

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2002 el consumo por habitante al año era muy cercano a los 20 kilos. Ya para el 2019 era decuatro kilos al año", señala Albornoz.

Por otro lado, en los últimos 12 años, desde 2008, la producción agrícola ha caído más de70% como consecuencia de la intervención de la propiedad agraria a través de confiscaciones,ocupaciones y expropiaciones, control de precios, el crecimiento de las importacionesagroalimentarias sin pago de aranceles y a un dólar preferencial que competían de maneradesleal con lo cultivado en Venezuela, los limitados recursos de la banca para otorgarcréditos, la inseguridad rural, el rezago tecnológico, la obsolescencia de máquinas y equipos yla severa escasez de semillas, fertilizantes, agroquímicos, repuestos, lubricantes, gasolina,cauchos y otros insumos.

La falta de gasolina, que pareciera no tener una solución a corto o mediano plazo, y lapandemia de coronavirus, se suman a los problemas que ya venía enfrentando los productoresagropecuarios desde que empezó la caída sostenida en 2008.

Se espera que la poca cosecha de 2020 sea inferior a la de las décadas de los 60 y 70, cuandola población no superaba los 15 millones de habitantes. Rubros extensivos como el maíz, elsorgo y el arroz están desapareciendo. Los productores proyectan que este año se produzca lamitad de lo que se cosechó en 2019, que apenas cubrió el consumo de 1 de cada 10venezolanos.

“Todo el mundo vende algo para subsistir”

“Esta situación nos ha tocado bien ruda. Yo tengo mi máquina para hacer jardinería, peroahora no me sale tanto trabajo. Le pido a Dios que me ayude para que me salga un trabajo depintura, de destapar cañerías, cualquier trabajito”, dice Ángel Bello, jardinero de 31 años deedad y quien vive en la parroquia Petare en Caracas, con tres niños de 10, 5 y 3 años, ademásde una niña en camino puesto que su pareja está embarazada de ocho meses.

Ángel no sabe leer ni escribir y por ello no ha podido encontrar su “quince y último”. Estejoven forma parte de esos venezolanos que integran el mercado laboral informal, y los cualesbuscan cualquier oficio por horas que le ayude a obtener ingresos.

“Nunca he trabajado en una empresa o tenido un trabajo formal, el trabajo que más hago pormi cuenta es la jardinería y podar árboles. Es difícil porque no sé leer ni escribir y siemprepara uno entrar a una compañía tiene que tener mínimo eso”, señala.

Desde hace décadas el trabajo informal ocupa una cuota significativa en el sector laboral enVenezuela. Las políticas económicas de los últimos 20 años han generado una crisis complejay han llevado a un empobrecimiento de la población que ve cómo se esfuman sus ingresos.Para sobrevivir y “para salir adelante” hay que matar tigres, como se suele decir en el país.

"Matar tigres" gana terreno como principal fuente de ingresos en el país

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“Ahorita estoy necesitado porque va a parir mi mujer”, acota Ángel con preocupación puestoque esos trabajos esporádicos, de tres o cuatro veces por semana, y disminuyendo. “Siempreme salía algún trabajito, como cortar un jardín, podar unas matas o un terreno, pero ahora esraro que me llamen para hacer algún arreglo. Empecé a cobrar en dólares y ahora es raro quesalga un trabajito, la situación ha pegado más ahorita que antes. Me pongo a caminar toda lazona donde siempre trabajo y paso días sin hacer nada”.

La tasa de desocupación en el país ha variado. La última encuesta Encovi 2019-2020 revelaque el nivel de participación económica de la población en Venezuela es de 56% en todas lasedades (15 a 60), el más bajo de América Latina. Y es precisamente en los sectores conmenos ingresos (los quintiles 1 y 2) donde hay mayor porcentaje de inactividad con 57% y52% del total, respectivamente.

“La evolución de la participación en la actividad económica en el último quinquenio muestraleves fluctuaciones a la baja, ubicándose en el mismo nivel alcanzado en el año 2015 (…)siendo Argentina (58%) el que se acerca más y Perú (72%) el más distante”, reporta elestudio.

Del 44% de la población inactiva, la mitad alega que atiende responsabilidades en el hogar.De hecho, 43% de la población económicamente activa son mujeres, mientras que 71% sonhombres, lo que muestra la baja participación de las venezolanas en el mercado laboral. Lamayor brecha entre el número de trabajadores masculinos y femeninos se observa en lasedades comprendidas entre 55 y 64 años.

“La contracción del mercado laboral, la emigración preferiblemente masculina y lastransferencias a los hogares pueden haber favorecido una menor participación femenina en lafuerza de trabajo y que se refugien en la inactividad (…) En todas las edades son amplias lasbrechas de género en las tasas de actividad”, indica el informe Encovi.

La mujer de Ángel no trabaja y con 23 años debe prepararse para atender a sus tres hijos y a lanueva integrante de la familia que viene en camino y a quien sus padres esperan pueda seratendida en el hospital El Llanito, ubicado en el municipio Sucre en Caracas.

“Tengo mis clientes que algunos son buenos de corazón y he hablado con ellos para ver si mepueden dar una ayuda ahora que mi mujer va a parir, y me han dicho que sí, que me puedencolaborar con los pañales, unas toallas, una batica para mi mujer, alguna otra cosa; pero condinero no, porque ahorita no hay efectivo. Agradecido con que me ayuden para que ella puedahacerse los exámenes, en estos días pregunté por un ecosonograma y costaba 11 dólares y elperfil 20 unos 6 dólares. Ese dinero no lo tengo”, afirma Ángel.

El dinero en efectivo se ha convertido en una excentricidad, por su poca capacidad de compra(Ronald Peña | Archivo El Pitazo)

El joven jardinero también ha visto con los años cómo se ha deteriorado la economía en elpaís, y cómo lo ha afectado de manera significativa. Asegura que antes con los ingresos queobtenía podía comprar alimentos, ropa, pagar exámenes y las vacunas de sus dos primeroshijos porque a la pequeña de tres años no ha podido ponérselas.

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La encuesta Encovi señala que 96% de los venezolanos son pobres por ingresos. Es decir, noganan lo suficiente para cubrir sus necesidades elementales de alimentacio´n, salud, serviciosy recreacio´n, entre otros.

Según el Banco Mundial, se considera que hay pobreza extrema cuando el sueldo es 1,9dólares diarios. En Venezuela el sueldo mínimo es de 1,38 dólares al mes, es decir, 0,045dólares por día, en septiembre 2020. Además, con 32 meses en hiperinflación, el país muestrauna inflación acumulada desde marzo de 2013 hasta mayo 2020 de 12.323.312.864%, unacifra difícil de pronunciar y de digerir.

“En aquellos tiempos con lo que ganaba podía comprar comida en Makro, compraba pañales,harina y arroz por bulto. Ahorita qué va. Hace unos días nos llegó la bolsa de CLAP y vinopor el suelo, le sacaron el aceite, el azúcar, trajo solo una sola harina, los espaguetis sebotaron todos en la bolsa, eso fue como si no nos la quisieran dar. La situación se complicódesde que se murió (Hugo) Chávez y se montó (Nicolás) Maduro, porque ellos no quierenayudar a los pobres, lo que quieren es matar a los pobres de hambre”, dice Ángel, quien nacióen Petare.

Ángel Bello es jardinero pero afronta cualquier oficio para llevar comida a su casa (AhianaFigueroa)

Para la mayoría de la población, “lo que ganen hoy deben gastarlo hoy”, especialmente si susingresos son en bolívares. Están conscientes de eso desde que al país lo invadió un históricoproceso hiperinflacionario que va por su tercer año consecutivo, y por una devaluación deltipo de cambio que no deja de parar.

“Quien recibe bolívares en Venezuela, sabe que está recibiendo despojos y los toma porquesabe que puede aún cargárselos a alguien. Esto lo saben muy bien quienes cada dos o tressemanas reciben transferencias o bonos que otorga el gobierno como parte de los programassociales para paliar la crisis”, dice el economista y profesor del Instituto de estudiosSuperiores de Administración (IESA), Leonardo Vera.

Y Ángel habla de cuánto vale nuestra moneda local. “Los bolívares no sirven para nada ydólares no hay, porque aquí no se hacen dólares. Entonces los que están ahorita en el gobiernosi se siguen llevando el poquito de dólares que hay aquí, nos vamos a morir de hambre. Enestos días Maduro dijo en una cadena que todos los venezolanos tenemos derecho a tener200.000 bolívares en el bolsillo (refiriéndose al pago de un bono), en qué alcanzan esos200.000, ni para un paquete de arroz ni de harina”.

Por lo pronto, Ángel siente que él y su familia “no han corrido con suerte”, pero se refugia enDios y mantiene la esperanza de que su situación mejore y pueda seguir haciendo lo que supadre le enseñó para vivir: la jardinería.

“Estamos yendo a una iglesia que se llama Las voces de Dios y nos ha ido mejor, es por eso,porque todas las noches oramos y le pedimos mucho que meta su mano. Hay mucha genteque ha perdido la esperanza pero yo les digo que no la pierdan”.

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Por cuenta propiaLos venezolanos han tenido que bregar por aumentar sus ingresos, por lo que se ha ampliadoel número de trabajadores por cuenta propia incluso de personas con profesión y postgrados.La encuesta Encovi señala que en el país existe una disminución de los trabajadoresasalariados, los cuales pasaron de 62% a 46% del total de ocupación en 2014 y 2019,respectivamente. A su vez, revela un crecimiento de los trabajadores por cuenta propia alpasar de 31% a 45% del total del mercado laboral.

“Soy docente con experiencia, pero desde 2018 me interesé en el área estética, por lo que hicecursos de manicure y pedicure, depilación, entre otros. Inmediatamente me puse a trabajar adomicilio, aunque sigo trabajando como docente”, cuenta Natacha Paredes, profesora deArtes Plásticas con 14 años de servicio en el Ministerio de Educación.

Con 36 años, casada también con un docente y graduada en el Pedagógico de Caracas, señalaque a partir del año 2017 vio cómo sus ingresos dejaron de cubrir sus gastos. Achaca a lainflación y a la paralización del contrato colectivo que su sueldo de su trabajo formal hoy sedesvanezca por completo y que solo cuente con sus ingresos extras. “En muchasoportunidades lo que cobro en un día por servicios de peluquería, equivale a lo que me pagael Ministerio en una quincena por mi trabajo en una escuela bolivariana”.

Irse a trabajar a una institución educativa privada no es garantía de un mejor salario, diceNatacha. “Tengo colegas que renunciaron a la escuela pública y se fueron a la privada, dondele ofrecieron una buena remuneración, incluso con bonos en dólares, pero para algunos estoúltimo resultó ser un engaño, y a otros luego el sueldo no se lo aumentaban mientras subía lainflación”.

Cuenta algo decepcionada que a pesar de haber cursado una maestría, esto no fue suficientepara lograr una remuneración acorde con sus estudios. De hecho, su esposo quien tambiéncursó estudios de postgrados decidió abandonar la docencia y dedicarse a otros oficios comoprogramador de sistemas y reparación de computadoras. “Uno hace un estudio superiorcreyendo que va a obtener un mejor salario y resulta que no es así”.

La docente Natacha Paredes vive de otra cosa, aunque sigue enseñando 'por amor al arte'

Los empleados de la administración pública son los que cuentan con salarios mucho másbajos que el resto de los trabajadores. Froilán Barrios, representante del MovimientoLaborista, señala que los obreros, empleados, profesionales y profesores universitarios,trabajadores de empresas básicas del sector público, “son los más depauperados”, ya que susremuneraciones oscilan entre 1,3 y 20 dólares mensuales.

“Si vamos al sector privado de la economía, que registra una cantidad aproximada de tresmillones de trabajadores, en este sector se ha mantenido la contratación colectiva, aun cuandoconocemos que la tasa de sindicalización es de un tercio de la del sector público”, señalaBarrios.

Indica que la remuneración ha sido más dinámica en el sector privado ya que el empleadorprivado supera el salario mínimo, y en donde también se ha comenzado a cancelar bonos en

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dólares. “Se podrá encontrar a un vigilante de un centro comercial devengando la mismacantidad que un profesor titular de una universidad pública”, destaca Barrios.

El deterioro del salario mínimo en Venezuela se observa una vez más cuando se compara conla cifra anterior, en mayo de 2019 –por ejemplo- era de 40.000 bolívares, lo que para esemomento representaba 7,70 dólares. Mientras que en septiembre de 2020 con un salariomínimo de 400.000 bolívares, representa menos de un dólar a la tasa oficial.

La encuesta Encovi resalta que entre los beneficios percibidos por los empleados u obreros,96% de los trabajadores del sector privado percibe un salario, 55% recibe bono dealimentación, 11% comisiones y propinas, 9% horas extras, 5% bono de transporte, otro 5%bono de rendimiento o productividad, 3% ingreso en petros, 2% bono de antigüedad y 1%prima por hijos.

Mientras que 97% de la nómina del sector público percibe salarios, 70% recibe bono dealimentación, 36% ingresos en petros, 7% bono por antigüedad, 5% prima por hijos, 4%horas extras, otro 4% bono de transporte, 2% comisiones y propinas y otro 2% bono derendimiento.

“Dos, tres o cuatro dólares no generan un ingreso de subsistencia, al final dos salariosmínimos no te permiten acceder a una canasta básica normativa de alimentos y medicinas. Serequieren 100 o 200 dólares al mes para que una familia pueda cubrir sus necesidades”,resalta José Manuel Puente, economista y profesor del IESA.

El sector manufacturero redujo a la mitad su capacidad de absorber a la fuerza de trabajosolamente en cinco años

“Uno de los dramas que vive Venezuela es que más del 50% de la población está en el sectorinformal o trabajadores por cuenta, y eso sumado a los trabajadores que ganan salariomínimo, te acerca a un porcentaje de la población tenga que salir a la calle a buscar mayoresingresos”, señala Puente.

Para Natacha tener ingresos extras a través de sus servicios de peluquería le ha permitidoarreglar su vivienda, pero también para ahorrar. Cuenta que hace poco tuvo que llevar a sumadre a una clínica para que le atendieran su enfermedad, y pudo cancelar los gastosmédicos, exámenes y medicinas. Pero también la joven docente tiene un objetivo bienimportante para hacer el esfuerzo de tener dos trabajos: dar vida y formar una familia.

“Mi esposo y yo estamos en un tratamiento de fertilidad, queremos tener hijos y no hemospodido. Nuestros ingresos extras nos han permitido poder hacer ese tratamiento y losexámenes, que como todos saben es costoso y no lo cubren los seguros. En eso nos haayudado nuestros ingresos extras”.

Decisión personalAnteriormente el desempleo en el sector formal era consecuencia de la imposibilidad de lasempresas de mantener un número determinado de personal, debido a menores ingresos y

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subidas en la carga tributaria. En los últimos años, la decisión de trabajar por cuenta propia oser un emprendedor, se ha hecho una decisión personal. “Está motivada por diferentesfactores como la necesidad y la oportunidad”, señala Asdrúbal Oliveros, economista ydirector de la consultora Ecoanalítica.

Esa es la historia de Jaime Rodríguez de 43 años, abogado graduado en 2003 de laUniversidad Central de Venezuela (UCV) en donde también hizo su postgrado. Luego devarios años trabajando en el sector público, comenzó a ejercer por su cuenta para finalmenteemprender con su propio negocio de venta de alimentos con servicio de delivery.

Jaime Rodríguez pasó del derecho al emprendimiento buscando ingresos decentes

“Cuando empecé con mi profesión los salarios me dieron para comprarme un carro, me mudé,me independicé, pero ya para 2010 la situación empieza a empeorar y en el año 2014 lossalarios no servían para nada. Además, el ejercicio como abogado particular comenzó adificultarse más por los costos asociados en los registros y notarías. Si no iba con un saco debilletes bajo el brazo no podía resolver. Ahí fue que decidí emprender”, cuenta.

Jaime comenzó a vender aves beneficiadas. “Yo empecé el negocio prácticamente solo.Limpiaba, empacaba, preparaba y repartía los pedidos, hacía todo. Luego la señora quelimpiaba en mi casa, dejó de hacerlo porque no tenía cómo pagarle, pero comenzó a trabajarconmigo en el negocio y después nos acompañó un señor que trabajaba como chofer de unafamilia que se fue del país y ahora me ayuda con el delivery. Así que lo que comenzó comouna ayuda o un complemento económico para hacerle frente a la adversidad, terminó siendomi modus vivendi”.

En los hallazgos de Encovi resalta que es en el sector de los servicios y del comercio donde lapoblación activa ha encontrado alguna forma de emplearse. Más del 80% trabaja en estaárea”, se indica en el estudio.

Jaime cuenta que de sus colegas y/o amigos abogados son pocos los que se dedican a suprofesión y que muchos optaron por un emprendimiento o trabajo por cuenta propia. “Elvenezolano en ese espíritu de seguir sobreviviendo ha buscado las mil y un formas de seguiradelante. Todo el mundo vende algo”.

Hoy, ese negocio de Jaime que inició con la venta de proteínas hace seis años, ofrece ademásotros víveres y productos de limpieza. “Hoy mi mercado cambió porque ahora me compranpersonas que viven fuera del país, que emigraron y necesitan ayudar a la familia que dejaronen Venezuela, sobre todo a los adultos mayores”.

El ascenso social pierde a la escuela como escalera

Cuando cumplió 16 años, Ángel Cabello pasaba por su segundo año de educación media ytambién por su segundo intento de terminarlo. Había abandonado el bachillerato un año antesporque la situación en su casa, en el sector El Plan de la Cota 905, cada vez apretaba más y sumamá estaba sola soportando los gastos de tres hijos. Ángel fue dejando de asistir a clase undía o dos seguidos, luego faltaba durante una semana y así casi sin darse cuenta dejó de ir por

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completo al liceo. Se acabaron sus días de básquet en la cancha con los amigos y su nombrese marcó en la casilla de perdido por inasistencia.

“Me toca trabajar”, se dijo.

Ya se había quitado la chemise azul para laborar como ayudante de un electricista y a lamamá no le gustó que su hijo menor dejara la escuela por lo que le insistió que retomara lasclases por parasistema para que se graduara de bachiller. Agarró un segundo impulso y sevolvió a inscribir. Corría el annus horribilis de 2017 para la economía venezolana en el cualla hiperinflación se convirtió en un fenómeno de números escandalosos, mientras en la mesade la casa de Ángel desaparecían los desayunos y quedaban a medias las comidas del día.

Las aulas se van quedando vacías (Andre´s Rodri´guez | Archivo El Pitazo)

“A veces no teníamos nada para desayunar y me iba directo a trabajar porque tenía clase en lanoche, pero me redoblaba para hacer más plata. Otra vez empecé a faltar y volví a dejar elliceo”. Esta vez, su mamá no lo contrarió. Ella, que sabe de luchas, renuncias e insistencias,lo había vivido personalmente cuando de joven tuvo que dejar los estudios para trabajar ycriar a sus hijos, y aun así nunca desistió hasta que se graduó de contadora a los 40 años.

Ángel lo cuenta con orgullo. Se le asoma una sonrisa tímida en los labios cuando piensa enque la historia de su madre también puede ser la propia porque los cálculos de su juventud loayudan: “Ahora tengo 19 años, si logro terminar bachillerato en dos o tres años, puedoestudiar en la universidad o hacer una carrera corta y graduarme como a los 25 años”.

Pero el obstáculo principal lo resume en un término que viene escuchando por todos ladosdesde hace años: “situación país”. No sabe explicar muy bien de qué va el concepto, peroentiende claramente que es la combinación de un todo que no lo ayuda.

Ángel Cabello abandonó los estudios pero volvió a inscribirse, esperando terminar

Esa “situación” no es más que una larga lista de indicadores que en los últimos cinco añosrevelan cómo la cobertura educativa del sistema escolar venezolano tocó techo y comenzó aretroceder especialmente en los sectores con menos ingresos entre los niños, niñas yadolescentes de 12 a 17 años, la edad bisagra del bachillerato, que se agrava al intentar pasara la educación superior donde desaparecen tres cuartas partes de la población entre los 18 y24 años, según revelan los datos de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi)correspondientes a 2019-2020.

Con 19 años las ocupaciones de Ángel giran en torno al dinero para comprar la comida yresolver qué van a almorzar en su casa donde vive con otros dos hermanos y dos sobrinos. Sinque nadie se lo diga, él queda a cargo porque su mamá sale desde temprano a trabajar como loha hecho cada día desde que tiene memoria.

La encuesta le pone números a un marcador que se llama exclusión social: mientras 44% delos y las jóvenes entre 18 y 24 años que se ubican en el estrato de mejores ingresos logran

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mantenerse dentro de la cobertura educativa en la edad adecuada, apenas 16% de aquellos queviven con menos ingresos pueden sostenerse en el sistema educativo.

Mientras ayuda a su cuñada atendiendo la bodega que ocupa la sala de la estrecha vivienda enla Cota 905, Nelsimar Prin habla de su pasión por la criminalística. Acaba de cumplir los 18años y el año pasado, cuando le entregaron el título de bachiller, ya tenía a su bebé reciénnacida en brazos. Ella y otra compañera del liceo pasaron los últimos días de claseembarazadas esperando para graduarse, un escalón que se le hizo difícil de subir pero quelogró con el impulso de su madre.

La joven estrenó su mayoría de edad con un bebé. Como mujer, su riesgo de abandonar laescuela al quedar embarazada es ocho veces más alto que el de su pareja. Es lo que se conocecomo brecha de género, y que se recoge claramente en los datos de Encovi con otras jóvenesde su misma edad: mientras que apenas 2% de los varones abandona la escuela cuando tienenhijos, cuando son las muchachas la cifra llega a 16%.

Durante los días de confinamiento debido a la cuarentena obligatoria por la pandemia delcovid-19, Nelsimar atiende a su bebé pero no deja de pensar que se le retrasaron los planesindefinidamente por otro motivo: no tiene posibilidad de dedicarse por completo a iniciar unsemestre en línea. “Apenas pueda voy a ser la primera de mi familia en ir a la universidad”.

La continuidad escolar de Nelsimar está amenazada por su situación familiar y económica

Nelsimar estudió en un liceo de modalidad subsidiada que le permitió culminar todo el ciclo.Además queda cerca de su casa por lo que no tenía problemas para ir a clase ya que seahorraba el dinero para el transporte. “Pero muchos de los que estudiaban conmigo pasabanmucha roncha y dejaban de ir”. Cuando no era el pasaje, era que no tenían agua o comida, lefaltaban los zapatos o los útiles. Así que se sabe afortunada pues “nunca tuve esos problemas,mi mamá hacía todo para que no me faltara nada”.

Pero la responsabilidad económica que aumenta al criar una hija también va posponiendo lameta. Desde que inició la cuarentena ni el papá de su niña ni ella tienen trabajo, por lo quejunto a su suegra y su cuñada -quien tiene dos niños más- se aferraron a los ingresos queentran a la casa por las ventas de la bodega como única manera de subsistir.

“Hay que buscar el dinero porque estudiar nada más tampoco sirve. Yo conozco gente que haestudiado y es profesional pero no genera ingresos. Lo que pasa es que el país tampoco ayudaporque todo se le va a uno en comida”, reflexiona.

Según la más reciente Encovi, en Venezuela hasta un tercio de la población en edad escolarha decidido abandonar las aulas. El segundo motivo para hacerlo es "no querer" continuar enlas aulas o "no considerarlo importante". Después de todo, entre el quintil más pobre y elquintil más rico del país la diferencia en niveles de escolaridad es de 1,8 años. La pobrezaactual en el país no responde a niveles de formación. Más tiempo en un pupitre nonecesariamente te aleja de la precariedad.

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Por minutos Nelsimar se queda mirando en silencio el piso de la casa por donde su hija gateay ensaya sus primeros pasos. Nelsimar la levanta del suelo, le arregla la colita que le recoge elcabello y dice en voz alta: “estudiar es como una cadena, mi mamá me ayudó a mí y comouno quiere ser mejor, tener sueños, quieres que tus hijos también los tengan”.

Las respuestas en monosílabos dominan la conversación de Anthony Chacón, quien acaba decumplir los 16 años. “Sí. No. No he pensado en eso”. De frases cortas y esquivas varesumiendo las razones por las cuales dejó la escuela hace dos años cuando iba a comenzar eltercer año de educación media. Presta atención a lo que le preguntan pero es evasivo y solodeja de ver la pieza de la moto que está reparando cuando se limpia las manos con un trapopara responder algún mensaje que le llega por el celular.

-Dejé de estudiar porque necesitaba plata

-¿Pero te gustaba ir al liceo?

-No mucho, era malo en las materias.

-¿Y tu mamá qué dijo cuando dejaste de ir?

-Nada. Ella está clara.

Anthony repara motos en un espacio cercano a su casa en El Valle, donde vive junto a sumadre, un hermano de 20 años con quien comparte el oficio de arreglar carros y motos, unahermana de 23 años, tres sobrinos y un hermano menor.

“La verdad es que estudiar no es lo mío”, sentencia tajante. Dice que no le ve muchadiferencia a estudiar o no cuando se trata de buscar dinero para mantener la casa. “No creoque sea mejor o peor que nadie”.

Lismary, la mamá, se asoma en la puerta mientras su hijo trabaja. También es parca con laspalabras pero interviene para explicar que ella quería que todos sus hijos estudiaran,principalmente porque es una meta que ella tampoco pudo completar. Fue madre adolescentey desde entonces hizo su vida aparte. “Siempre he sido yo para todo y uno antes se bandeabapero en los últimos años se puso peor y sola no puedo. Quizá no estudiaron pero ninguno demis hijos puede decir que se acostó sin comer”. Además está sosteniendo a su hija mayor quese separó de su pareja y se devolvió a la casa materna con tres niños de entre dos y cincoaños.

En la vivienda donde conviven cuatro adultos y cuatro niños, el único que permanece en elsistema escolar es el hermano menor de 12 años que acaba de culminar sexto grado deeducación primaria.

El rezago escolar es el paso que antecede a la deserción. El término se refiere a quienespermanecen dos años o más por detrás del nivel escolar correspondiente. Las cifras muestranque desde el año 2014 se ha agravado este indicador dentro del grupo de niños, niñas yadolescentes entre 12 y 17 años. Al comparar a quienes subsisten en el estrato más pobre con

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el estrato más rico, la encuesta revela una brecha que se profundiza: 27% de los que tienenmenos recursos presenta indicios de lo que se considera un severo rezago en la escuela.

Pero en ambos extremos las cifras no son muy alentadoras, en especial cuando se comparancon el cierre del año escolar precedente (2018-2019). Los docentes se encontraron en lasaulas con que dos de cada cinco niños y niñas presentaban algún nivel de rezago escolar, porlo menos de un año.

¿Dónde están los jóvenes?El descalabro que hizo caer casi a la mitad la cobertura educativa del país ocurrió en apenastres años. En 2016, los datos de Encovi reflejaban una cobertura que alcanzaba 48%. Alcerrar 2019 las cifras que recopilaron apenas llegaba a 25% de esa población.

Son los mismos tres años que tiene Ángel sin pisar un salón de clases. Desde la esquina de lacasa donde vive con su familia, en la Cota 905, la vista domina el panorama de casi todaCaracas. Pone un pie en el borde de la vereda que marca el límite hacia el barranco dedesechos por donde se arroja una cascada de basura que cae en la avenida principal.

Ángel está en el grupo estadístico de los que están en peores condiciones: los de 18 a 24 años.Encovi se basa en cálculos que refieren que de los 3,14 millones de jóvenes venezolanosdentro de esas edades, hay 2,82 millones que no asisten a la escuela.

Pero si no están en el liceo, en la universidad o en el mercado laboral ¿entonces dónde están?La política de opacidad de la información oficial no ayuda. El Ministerio de Educación (ME)no publica datos oficiales en la Memoria y Cuenta desde el año 2015 y desde hace 2017 nobrinda cifras desagregadas en cada inicio y cierre del período escolar como era habitual.

Un documento al que pudo tener acceso TalCual, proveniente de la Dirección general deregistro y control académico del ME y que muestra la carga de la matrícula para el períodoacadémico 2019-2020, revela una disminución general aunque no tan drástica: el registrodetalla que en educación media hay 1.575.201 estudiantes y en la educación media técnica sematricularon poco más de 55.000 estudiantes, que ubica a esta población de entre 12 y 18años dentro de la escolaridad.

Puertas abiertas para entrar, pero también para salir y nunca volver (Andrés Rodríguez |Archivo El Pitazo)

Tulio Ramírez, sociólogo e investigador en educación, precisa que si bien la diáspora devenezolanos ha incidido en la disminución de la matrícula, debido a que partieron familiasenteras con sus hijos en estas edades, también es notorio que la tradición y la cultura de laescuela en los estratos de menos recursos tiene un peso importante.

“Es cierto que tenemos en contra que este bachillerato en la educación pública esdesestimulante, pero todavía las familias siguen mandando a los muchachos a la escuelacomo una tradición, sobre todo los más pobres hacen el esfuerzo que tengan que hacer paraque sigan en la escolaridad. Los mandan, no tanto por el ascenso social, sino porque tienen

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que mantenerlos ocupados, para que no estén sin hacer nada en la casa o, peor aún, en lacalle”, explica Ramírez.

La seriedad de Ángel contrasta con el rostro de adolescente que mantiene a sus 19 años.Observa en silencio a todo el que pasa por la vereda y nunca da la espalda por completo. Perono deja de sostener la mirada hacia la ciudad enorme que se abre panorámica ante sus ojos.

Desde La Cota 905 el futuro luce cada vez menos atado al logro académico

“Siento que todavía lo puedo lograr”, responde sin que antes haya mediado una pregunta.

-¿Graduarte de bachiller, ir a la universidad?

-Sí. Creo que estudiar o no depende de uno mismo. En parte es la familia, si tienes apoyo o sitienes ganas. Claro que la situación del país lo pone bien cuesta arriba. Siento que me faltaronoportunidades porque no tuve el apoyo de mi papá, mi mamá es sola para todo y así me tocó.Pero también conozco mucha gente que no tiene excusas porque sus papás los puedenmantener para que nada más estudien y no les da la gana porque quieren todo fácil.

-¿Y dónde te ves en los próximos cinco años?

-Quiero estudiar Ingeniería eléctrica porque soy bueno trabajando en eso y he aprendidobastante. También pensé en estudiar Turismo para conocer lugares, y me encanta cocinar. Yome veo con mi propio local de comida rápida, inventando mi estilo, aprendiendoingredientes”.

Un largo y complicado camino por delante (Andrés Rodríguez | Archivo El Pitazo)

Por ahora los planes son “a futuro”, una palabra que aparece cada tanto en su conversación.El tiempo de inactividad impuesto por la cuarentena es un nuevo obstáculo a sortear porque eltrabajo se ha reducido al mínimo y apenas consigue algo que hacer. Lo que pasa es que lanecesidad no sabe de confinamiento y su mente está ocupada en rebuscar aquí y allá de dóndeva a sacar la plata para ayudar a su mamá, quien sale todos los días a trabajar y seguirllevando a flote la casa.

“¿De verdad sabes que es lo que más quiero? Tener otra vida y algún día poder regalarle sucasa a mi mamá”.

"Para mí, ser pobre es cocinar todos los días en fogón"Yolimar López"Yo antes le podía poner carne en la mesa a mis hijos seis días a la semana. Yo prefiero queellos coman, y a veces me quedo yo sin poder hacerlo"Evelyn Fernández"Yo conozco gente que ha estudiado y es profesional pero no genera ingresos"Nelsimar Prin"Ayer no tenía nada para darle a la niña y arranqué una mata de yuca y la comimos sola"Héctor Rojas

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Al futuro se llega emigrando

Hombre, joven, padre, hijo. Estas son las características que predominan en el emigrantevenezolano de los últimos cinco años cuando, según la Encuesta Nacional de Condiciones deVida (Encovi), se revirtió la feminización de la emigración con una oleada de hombres quepara el año 2019 representaron 54% del total de quienes salieron del país huyendo de lademacrada realidad nacional.

Wilmer Vallejo se fue en noviembre de 2018. El desespero por no tener cómo llevar el plato ala mesa de sus hijos -para entonces de uno y tres años de edad-, y el haber agotado todos losrecursos para conseguir un empleo digno que le permitiera satisfacer las más elementalesnecesidades de los suyos, obligaron al caraqueño a tomar esta decisión.

El empujón vino cuando la hermana mayor de Wilmer organizó un viaje a Ecuador. Dejandoa sus hijos y esposa en la casa de su suegra ubicada en Macarao, una gran barriada delsuroeste caraqueño, metió en un pequeño bolso “lo necesario” –realmente, lo que tenía– yemprendió aquel viaje. El 7 de noviembre de 2018 comenzó “mi nueva vida”.

Hasta la frontera, así sea en autobús (Ronald Peña | Archivo El Pitazo)

Aunque ahora hace vida en Perú, recuerda que fue duro abandonar su tierra a sabiendas deque no volvería. El trayecto a Ecuador por carretera duró entre cinco y siete días. “Hoy norecuerdo con exactitud cuánto fue, pero sé que no estaba acostumbrado, creo que nadie loestá, a pasar viajando tantos días en un autobús (...) estaba cansado, desesperado, era unamezcla de sentimientos inexplicables”.

En 2018 la Encovi registraba que 57% de los migrantes venezolanos eran jóvenes entre 15 y29 años. Entonces ya comenzaba a predominar la población masculina, mientras aumentabala cantidad de adultos jóvenes y de personas con menores niveles de escolaridad.

Claudia Vargas, investigadora del departamento de Ciencias Sociales de la UniversidadSimón Bolívar, ratifica que la migración venezolana actual, mayoritariamente compuesta porhombres, se relaciona con la visión culturalmente arraigada de la figura masculina comoproveedor. “Los hombres salen pensando ‘tengo que mandar algún tipo de ayuda a mi casa,mantener a mis hijos, tengo que mantener a mis padres’”.

Ese pensamiento fue el motor de Wilmer, quien recuerda sus días en Ecuador como “los másduros”. Tocó muchas puertas buscando empleo y ninguna se abrió, vivía en casa de suhermana en Quito y sobrevivía de “tigritos”, haciendo trabajos de carpintería, albañilería, yvendiendo dulces en la calle, pero esto no le permitía enviar dinero a su esposa e hijos enVenezuela.

Aunque nunca estuvo entre sus planes regresar al país, necesitaba generar ingresos que leconfirmaran que haber dejado a su familia atrás valía la pena. Entonces, con unos amigos,planificó un nuevo viaje. Pidiendo cola y caminando logró llegar a Lima.

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Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), 817.105 venezolanosaguardan respuesta a su solicitud para optar por la condición de refugiado, siendo Perú el paíscon el mayor número de solicitantes en espera, con un 60,8%. Entre ellos está Wilmer, quiencuenta en la actualidad con un carnet que lo identifica como solicitante y le otorga ciertalegalidad en su nueva nación de acogida, a donde llegó portando solo su cédula de identidadvenezolana. Tramitar un pasaporte venezolano era un lujo impagable que no se pudo permitir.Mejor ahorrar para lo que ahora es un objetivo cumplido: su esposa e hijos lo acompañan.

En el horizonte lo que se divisa es otra frontera donde sí poder crecer

Remesas como cordón umbilicalCatalina Chacón pensaba que la vejez sería para disfrutar sus ingresos por los años trabajadoscomo docente, compartir con sus hijos y ver crecer a sus nietos. Ideas que se fuerondesvaneciendo a golpe de realidades.

Sentada desde una banqueta de madera, se mece al ritmo de ser parte del 19% de hogaresvenezolanos que reportaron tener al menos a uno de sus integrantes fuera del país. Los doshijos mayores de Catalina ya no la acompañan. En los últimos tres años solo puede ver enpersona el rostro de la menor, Daniela, de 22 años.

La primera en partir fue María, su primogénita, en agosto de 2016 vía Colombia. Al añosiguiente le tocó el turno a Julio César, un ingeniero de sistemas de 31 años que dejó el Metrode Caracas para subir a un avión rumbo a Santiago en Chile. Desde allá le envía dinero a sumamá.

“Al principio lo hacía mensual, incluso cuando estuvo sin empleo me mandaba de susahorros. Era esencial, para la compra de las medicinas y de los alimentos”, cuenta su madre.Con el tiempo, el monto se hizo insuficiente, y las remesas tuvieron que pasar a serquincenales. Ahora los envíos son cada semana.

Pero no solo es dinero. Chacón también recibe cajas con jabón, champú, papel de baño,enlatados y variedad de productos que él considera de primera necesidad. “Ahora no salgo arecibir a mi hijo, sino una caja que me manda de otro país”, dice Catalina resistiendo lalágrima que se asoma.

La encuesta Encovi registra que 30% de los hogares con migrantes recibe remesas. Un 37%de receptores son personas entre los 40 y 59 años, el 66% son mujeres jefas de hogar, como seasume Catalina a pesar de que vive de esos envíos pues su jubilación como docente delPedagógico de Caracas ya no suma ni el equivalente en bolívares a un dólar mensual.

La terminal aérea de Maiquetía se ha convertido en puerto de despedidas (Ronald Peña |Archivo El Pitazo)

Pies en la tierra, título en el bolsilloDe acuerdo a los datos reflejados en la Encovi 2019-2020, uno de cada tres migrantesvenezolanos alcanza la enseñanza universitaria. En total, 29% de migrantes mujeres partieron

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con su título bajo el brazo, mientras que los hombres llegan a 19%. Sin embargo, dejar el paísincluye afrontar que la profesión pudiera no ser ejercida.

En mayo de 2015, Deilhy Alcalá y su esposo Johans Villasmil decidieron empezar de cero.“Yo soy publicista sin ejercer mi profesión, trabajé por seis años en Mercantil Seguros comoanalista de indemnizaciones en el área de automóvil y salud. Johans es administrador eigualmente trabajó allí en lo mismo”.

Vivían separados, en las casas de sus padres en diferentes zonas de Los Teques, estadoMiranda, pero sus empleos les permitían vivir “bien”, según afirma la mujer. “Podíamosdarnos el lujo de viajar fuera del país cada año y realmente nunca pasamos necesidad”, cuentaDeilhy. Pero pensar en un futuro común con Johans lucía poco alentador. “Ya para eseentonces la adquisición de un apartamento se hizo muy cuesta arriba para nosotros, cosa quenos llevó a tomar la decisión de marcharnos”.

Pusieron la meta en Estados Unidos. Pero ella no tenía visa para un sueño, ni de turista.“Nunca nos vimos en un escenario donde uno se fuera primero y el otro después. Eran los dosjuntos o nada”. La Encovi 2019-2020 señala que uno de cada tres venezolanos que emigranvan acompañados. De estos, 30% van junto a su pareja. “Decidimos ir a España, y mihermano nos abrió las puertas de su casa”.

Ahora ambos trabajan en oficios muy diferentes a lo aprendido en las universidadesvenezolanas. Deilhy labora en dos casas de familia, “en una cuido a tres pequeñitos, incluidaslas labores del hogar, y en la otra solo limpieza y lavandería. Johans trabaja en Ikea, unatienda de cosas para el hogar”.

Sus ingresos alcanzan. Lograron alquilar un apartamento para establecerse, se casaron yconfían en seguir creciendo en tierras españolas. A Venezuela no la ven sino como parte delpasado.

Según la Encovi 2019-2020, antes de la pandemia por covid-19, el retorno era una opciónconsiderada apenas por 4% de los emigrantes criollos.

Un paísenvejecido

Muchos jóvenes pierden la vida en Venezuela a causa de la violencia, que cada día enluta amás hogares. La mortalidad infantil también se eleva. Y las mujeres, al insertarse en mayorproporción al mercado de trabajo y hacerlo con mayores responsabilidades que los hombresen muchos casos, han disminuido el porcentaje de embarazos y nacimientos, como haocurrido en ortas sociedades.

Sin embargo, un factor clave y muy venezolano se ha sumado a los anteriores para generar uncambio abrupto en la conformación etaria de la población venezolana: la aceleradaemigración.

Los hogares venezolanos han sufrido una mutación. Fue un proceso inicialmente lento peroluego vertiginoso, con la partida de muchachos y adultos jóvenes en plenas capacidades

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productivas. Atrás quedaron angustiados padres, bebés que mantener y abuelos que crían asus nietos.

Las personas mayores de 50 años son las menos propensas a emigrar (Ronald Peña | ArchivoEl Pitazo)

Mirna Xiomara Becerra tiene 54 años, es residente en Barinas, y aún no tiene edad parajubilarse. Es madre de tres hijas, de las cuales dos, de 27 y 25 años respectivamente, se fuerondel país hace más de un año. "Para mí fue algo que me impactó demasiado. Yo prácticamentecrié a mis hijas aquí, ellas siempre han estado cerca".

Daibelys, la segunda hija pero la primera en emigrar, partió primero a Perú, aunque luegorecaló en Chile. Le siguió Darbelys, la más pequeña y quien cargó con su bebé, un morral yun boleto de autobús para emigrar a Colombia. Ambas tenían empleos formales -en unsupermercado y en un ministerio, respectivamente-, y a ambas se les hizo insuficiente elingreso tanto como insostenible las condiciones de vida.

Desde entonces, Xiomara se siente más sola, incluso desprotegida. “Ellas se preocupan, sabenque dejaron a su mamá por aquí y yo me preocupo porque ellas están por allá”.

Los más pequeños van quedando al cuidado de los más adultos (Cortesía Ana Rondón)

Su hija mayor, Dairelys, de 35 años, es docente y permanece en el país junto a su esposo y unhijo. “Ella vivía un poquito mejor, pero ahora les ha tocado fuerte. El sueldo no alcanza paranada”. De los temores de Xiomara no escapa la posibilidad, cada vez más cierta, de queDairelys decida cortar cabos.

Su caso replica el de muchos. En cada rincón de Venezuela se multiplican los hogares conmenos habitantes, familias con integrantes distanciados y, especialmente, de espacios quedejaron vacíos quienes están en edades productivas, amén de los lugares de trabajo queperdieron talentos.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) estima en cerca de cinco millones de personaslas que han abandonado el país. La edad de la mayoría está entre los 18 y los 39 años,precisamente las más activas. En suelo venezolano ha quedado buena parte de los mayores decuarenta, un alto porcentaje de mayores de 50 años y la casi totalidad de los mayores de 60años.

Un cambio de este tipo no pasa sin consecuencias. Cuando tenía una población mayormentejoven, Venezuela contaba con lo que se llama el “bono demográfico”, una característica quese presenta una vez en la historia de los países, que abre amplias perspectivas pues la mayorparte de la población está en edad productiva y los ciudadanos más dependientes ynecesitados (niños y adultos mayores) son minoría.

Más población adulta en edad de trabajar significa mayor producción interna, mayor impulsoa la economía, mayor cantidad de personas cotizando al seguro social que ampara a todos,

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mayor recaudación de impuestos y mayores índices de consumo e intercambio económico.Asimismo, una posibilidad más grande de generar los recursos necesarios para sostener aquienes no pueden valerse por sí mismos. Lo contrario es una nación debilitada, con unaeconomía que se queda sin músculo para moverse, con todas sus derivaciones en calidad devida.

Encuestadores comprobaron que la composición de los hogares venezolanos ha cambiado(Cortesía Carlos Urrieta)

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) realizada por la Universidad CatólicaAndrés Bello (Ucab) 2019-2020 recoge las consecuencias de este cambio demográfico, lapérdida de ese bono que se preveía duraría hasta mediados del presente siglo. Esa venta deoportunidades prácticamente se “evaporó” en los siete años en que Nicolás Maduro hagobernado.

Luis Pedro España, sociólogo y coordinador del estudio, detalla que el bono demográficoregistrado es regional, todo el continente lo vive actualmente en el marco de “transicióndemográfica”.

El académico relata cómo se da el proceso. “Cuando comienzan las primeras etapas dedesarrollo de los países, que pasan de economías rurales, de subsistencia, con una poblacióncon esperanza de vida muy corta, y llega el desarrollo urbano, llega la penicilina y todo eso,las personas viven más tiempo, la tasa de mortalidad infantil se reduce y la población empiezaa crecer. Eso hace que tengas una población con muchos niños, pocos adultos y casi nada deviejos".

Más adelante, "cuando comienza la primera fase de la transición demográfica, la fecundidadcomienza a reducirse, la mujer tiene mayor nivel de instrucción, comienza a participar en lavida pública y las proporciones de hijos por mujer va cayendo. Por lo tanto, comienzas a tenermás población en edad activa que la que tenías antes".

En América Latina el bono demográfico, entendido como la existencia de más adultos queniños en la población, comenzó en los años 80. "Hay unos países donde la transición la hacenprimero y otros que la tienen de manera más tardía, que son los centroamericanos. Con unavelocidad intermedia era el caso de Venezuela, Colombia, Perú”, sostiene España.

Pero ese ritmo se modificó. En Venezuela se esperaba que el fenómeno alcanzara hasta 2045,y llegó hasta 2020. “Perdimos el bono demográfico. Lo que iba a ocurrir en 2045 estáocurriendo ahora porque la mayor parte de las personas que se están quedando son mayoresde 65 años”. Y lo que se pierde, no retoña. “La única posibilidad de volver a tener ciertaparidad entre activos e inactivos es que tengas saldo migratorio favorable, lo que pudieraempezar a ocurrir si los que emigraron regresaran”.

Luis Hernán Salcedo quiso hacer carrera en Venezuela, hasta que el camino dejó de hacerse alandar. Locutor y productor de radio y espectáculo, conducía el programa La embajada delvallenato, por Radio Venezuela 790 AM en Caracas y con transmisión nacional. El“embajador”, como era conocido, se hizo un espacio como organizador de eventos. Esa

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carrera le dio la posibilidad de comprar apartamento y vehículo propio, amén de aumentar lacapacidad de generar shows cada vez más multitudinarios.

“La mía fue la primera productora que llevó a Venezuela una agrupación de Colombiallamado Los Diablitos, que tenían un tema que se titula ‘Los caminos de la vida’, a un eventoen el Parque Naciones Unidas que congregó a cuatro mil quinientas personas. Tenía elprograma más popular de vallenatos en Venezuela en ese momento”, cuenta Salcedorefiriéndose a 1993.

Dos décadas más tarde, la fama le pasó factura. A través de los micrófonos dejó colar críticasa la calidad de vida en Caracas, el desvencijar de las infraestructuras públicas y el detrimentode los servicios básicos. Entonces, afirma, recibió ataques. “Fui acosado por los llamadoscírculos bolivarianos, me amenazaron y me siguieron, intentando sabotear mis actividades”.

En 2015 cerró su última maleta y se largó a Estados Unidos. “En Miami me dedico a trabajarde security; soy lo que se conoce en Venezuela como guachimán”. Atrás quedó su programade radio pero también todas las actividades con las que generaba decenas de empleosindirectos.

Un país distintoLa demógrafa y docente de la UCAB María Gabriela Ponce explica que Venezuela venía conuna proyección demográfica según la cual para este año debía contar con cerca de 33 millonesde habitantes, pero según los datos de Naciones Unidas en 2019, ahora es de 28,4 millones.“Ya no es un país joven. No es el país que teníamos en el ideario. Nos estamos adentrando enun proceso de envejecimiento poblacional para el que no estábamos preparados”, sostiene lainvestigadora.

La demógrafa indica que, cuando se planifican políticas públicas, lo primero es ver la basepoblacional, “porque eso te marca la demanda de servicios; no es lo mismo hacer políticaspara niños, con salud preventiva y vacunación, que para jóvenes para los que hay queenfocarse en la prosecución educativa, la inserción laboral, etc; y que para adultos mayores”.

Añade que las tendencias demográficas son muy estables, pues no cambian rápidamente en elcorto plazo. Venezuela lo hizo producto de la crisis. “15% de la población salió del país, siatendemos a las cifras de la Organización Internacional de Emigraciones. Eso no es cualquiercosa, tiene unos impactos”.

Ponce precisa que la proyección de personas a partir de 59 y 60 años coincide con loesperado, pero las diferencias están entre aquellas entre 15 y 39 años. “Se suponía queestábamos en pleno bono demográfico. Si se aprovecha se supone que el país puede aumentarlas capacidades productivas, generar riqueza y prepararse para lo que viene después”,argumenta.

Pero ahora Venezuela se adentra a un proceso para el que sus habitantes no están preparados.“La receta que te da la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) es'aproveche el bono demográfico porque después usted se va a tener que enfrentar a un procesode envejecimiento'. Significa otro cuadro de demandas distintas. Hay más presión para temasde salud, de atención a enfermedades crónicas, etc”.

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Aspectos positivosLa visión del sociólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) TomásPáez contrasta con la de sus colegas de la UCAB. A su juicio, que gran parte de los jóvenesvenezolanos estén en el exterior de igual manera puede ser beneficioso para el país. Afirma,de hecho, que "el bono demográfico venezolano lo está aprovechando el mundo, pero porsupuesto lo está aprovechando también Venezuela".

Se refiere a la transferencia de recursos. "El segundo rubro de ingresos son las remesas, estánen este momento cayendo producto del coronavirus, pero el problema no es el cambio enedad. El cambio en la composición etaria de la población tiene que ver con una situación degravedad en el país", señala el sociólogo. “El problema no es el cambio en la estructura depoblación, sino el modelo que está empujando a una parte de esa población, la más joven yganada a construir su futuro, a irse del país, una migración forzada y forzosa", apunta.

Tomás Páez estima que Venezuela tiene en este momento 6,15 millones de sus ciudadanosfuera del país, lo que representaría el 20% de la población. Esas personas estarían en edadesde 18 a 45 años, distribuidas en 30 ciudades y 90 países. Sus hijos ahora nacen en otraslatitudes, lo que efectivamente ha hecho que la población en la nación envejezca.

Postales que una generación de venezolanos nacidos en el extranjero no ha visto

Sin embargo, observa que si esas personas se hubiesen quedado en el país “serían seismillones de venezolanos peleando por gasolina, harina y agua que no existe. Si se hubieranquedado estaríamos comiéndonos nosotros mismos. No hay servicios, transporte, medicinaspara los que se quedaron, imagínate si a eso le agregas seis millones más de personas”.

Desde su perspectiva, la diáspora no solamente ha sido un alivio porque esas personas que sefueron no generan presiones sobre los servicios, o en la distribución de gasolina, sino porqueenvían remesas. “Tenemos 10 mil organizaciones diaspóricas (sic) y una parte está dedicadaal envío de medicinas, o de toneladas de alimentos. El hecho que hayan salido seis millonesde venezolanos que están estudiando, trabajando, invirtiendo afuera y enviando parte de esosrecursos a los venezolanos, es lo que paga las reparaciones de bombas de agua en losedificios, la junta de condominio, los compresores de neveras y carros o la compra decauchos”.

A su juicio, que tanta gente se haya ido además significa una posibilidad enorme de colocarproductos en el exterior, haciendo estudios de mercado mucho más sencillos. “La diáspora noes el problema, sino parte de la solución. Tienes dos millones de venezolanos en Colombia,que consumen y aportan al PIB. Eso es beneficioso para la empresa venezolana, porque yason baquianos que conocen el mercado, la realidad cultural, tienen contactos, han creadoredes empresariales, personales e institucionales que ha permitido el desarrollo de programasconjuntos de emprendimiento en Bogotá, Cúcuta, Medellín”, enumera.

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La fuerza de trabajo que queda se va agotando (Ronald Peña | Archivo El Pitazo)

El investigador Tomás Páez, ahora ubicado en Ecuador y con varios años estudiando lamigración venezolana, considera que el asunto relevante no es si las personas están dentro ofuera de Venezuela, sino que esa fuerza de trabajo y todo ese talento y formación no se estéaprovechando, independientemente de donde estén.

“Puede ocurrir lo que pasó en países que se recomponen, como España luego de la guerracivil o Europa después de la Segunda Guerra Mundial. En España, el principal ingreso fue elque enviaba la diáspora".

El académico considera inútil la idea de la "fuga de cerebros" que tanto se ha dicho desdehace décadas. Refiere que "países de Europa, Estados Unidos y Argentina han crecido con susdiásporas. Las personas enviaban remesas, después construyeron empresitas, hoteles, teníanun pie aquí y otro allá, tenían familia, la visitaban. Si los países se recomponen y hay políticasserias, se recupera ese capital”.

Advierte que lo contrario ocurre en países como Cuba y otros con sistemas socialistas deinspiración marxista, pues pierden esa capacidad, aprovechan apenas las remesas, y susprocesos de reconstrucción tarda muchísimo más.

Candy Quintana vive en Barcelona, España. Es cocinera de alto nivel y ha trabajado enrestaurantes importantes de esa ciudad, dejando colar algo de sus orígenes. Nació en Petare ycreció abriéndose camino entre la inseguridad y la precariedad. “Soy de Mesuca, donde vivíhasta los 19 años. Decidí irme a vivir a (la isla de) Margarita, pues quería salir de esta zonadonde tenía que estar con miedo y peligrando, donde me intentaron robar muchas veces”.

Egresada de Turismo en el Colegio Universitario de Caracas, se formó como cocinera en elHigh Training Educational Institute en Bello Monte. En Nueva Esparta hizo carrera enrestaurantes y hoteles hasta que estar frente a la boca de un revólver la convenció de irse máslejos.

Luego de una estadía corta en Noruega recaló en Cataluña, donde ahora cursa una maestría enla Universidad de Barcelona en Conducción de empresas turísticas con mención enorganización de eventos. Su vida se ha ido reconstruyendo, lejos.

Uno de los retos es diseñar políticas que aprovechen la diáspora que ha dejado atrás a lasgeneraciones más gastadas (Andrés Rodríguez | Archivo El Pitazo)

Para María Gabriela Ponce hay muchas hipótesis para la recuperación de ese capital humanoque está fuera del país. “Tiene que haber algún cambio político, en la conducción. Yatenemos seis años que se insiste en lo mismo y vemos que cada año el deterioro es peor. Es loque muestra el registro de la Encovi cuando ves los niveles de pobreza, la inseguridadalimentaria”.

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Admite Ponce que la emigración trajo cosas positivas, especialmente la baja en la presiónsobre diferentes servicios, pero hace énfasis en que la contracara es la reconfiguración de lasdemandas sociales. “Tu base poblacional no son 32 millones, es de 26 y pico, ya hay unaporción más grande de adultos mayores, es un país distinto. No es un país rico, no es joven,tampoco un país petrolero”.

"El país se ha homogenizado en términos de pobreza"

Luis Pedro España es sociólogo y profesor universitario. Tiene una maestría en CienciasPolíticas y dirige Ratio UCAB, la encuestadora de la Universidad Católica Andrés Bello.Investigador constante, coordina la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi).

España es coordinador del Proyecto Estudio de la Pobreza en Venezuela de la UCAB desde1997 (Andrés Kerese | Archivo Prodavinci)

-¿La pobreza en Venezuela es distinta en 2019-2020 con respecto a años anteriores, más alláde las cantidades?

-Encovi es un estudio cuantitativo no cualitativo. Pero creo que lo que ha cambiado, sobre lahipótesis desde el punto de vista cuantitativo, son los mayores niveles de angustia, deincertidumbre, y sobretodo de saber que estás jodido, que no vas a salir de la pobreza. Desdeel punto de vista cuantitativo, se han profundizado algunas diferencias. Por ejemplo, lasdiferencias de género. La caída de las remuneraciones, su deterioro, ha hecho que las mujeresse retiren del mercado de trabajo. Solamente cuatro de cada diez mujeres en edad activatrabajan. No es que no quieran trabajar, sino que las actividades del hogar están distribuidasdesigualmente por género, y el costo de oportunidad de las mujeres es mayor. Entonces, paralo que van a ganar, que es muy poco, prefieren quedarse en la casa atendiendo las labores decuido, tanto de las personas de la tercera edad como de los niños.

-¿La remuneración de la mujer frente a un hombre por un trabajo similar es menor y por tantoimpulsa ese desgano?

-Sí, sin duda. Especialmente en los trabajos informales. En el sector informal las diferenciasson gigantescas y allí la constitución fisiológica en materia de fuerza y resistencia valemucho. Eso aleja mucho más a la mujer en el mercado laboral. La otra diferencia es que enlos hogares la jefatura de las mujeres ha aumentado mucho, incluso donde la pareja vive conella.

-¿Cómo es el retrato actual de los estratos sociales en Venezuela?

-Evidentemente el tema de la desigualdad en termino de ingresos, el distanciamiento entre lasbrechas sociales, es muy grande. Nosotros reconstruimos los estratos sociales. Nosotrosreconstruimos para esta Encovi los estratos sociales que utilizamos en el estudio de lapobreza. Tenemos 10 años de estratificación total y se ve cómo se han achicado los estratos,cómo el país se ha homogenizado en términos de pobreza, y cómo hay una pequeña parte delpaís que es la que se diferencia socialmente.

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-¿Cuál es el segmento que termina siendo dominante en esa torta?

-La mayoría está en el estrato D. Tenemos cinco estratos, del A al E. El estrato D sería unestrato que está en situación de pobreza urbana, personas que viven en zonas populares endonde las casas no están completamente consolidadas, el techo es de algún tipo de lámina y elpiso es de cemento. Eso es el 47,4% de la población. El estrato E, que sería como una pobrezaextrema, más rural que urbana o semiurbana, es 26,5%. El estrato C (22,1%) sería como unestrato no pobre popular, personas que son vecinas de estas zonas populares, pero son zonasmucho más consolidadas del barrio, más cerca de la principal vía que usan por ahí, porejemplo. El estrato B y el estrato A serían nada más 4% de la población, cuando en 2007 era16,4%. Entonces, lo que estamos viendo es que el país se está homogenizando en términos depobreza.

-¿Desapareció la clase media en Venezuela?

-Por supuesto se achicó. No fue que se murieron o se mudaron. No es que alguien vivía enLos Palos Grandes y ahora vive en José Félix Ribas. Zonas consolidadas, como San Martín,construidas por el sector formal con edificios construidos con todos los servicios, ahoratienen las mismas carencias que las zonas populares. El empobrecimiento masivo ha hechoque la clase media deje de tener el estilo de vida de clase media, a pesar de que un 40% de loshogares tiene esa infraestructura.

-¿Las ciudades se han reducido a vivir en una modernidad residual?

-A mí me recuerda a países que vivieron momentos de esplendor y después se empobrecierondurante varias décadas. Cuba es el ejemplo más cercano a nosotros. Pero hay otros países delnorte de África, como Marruecos, que eran unas sociedades de ingresos gigantes y después túvas y son unos cascarones vacíos. Nosotros nos estamos pareciendo mucho a eso.

-Viendo los gráficos de línea de pobreza se nota claramente cuándo comenzó la debacle, conla curva ascendente. Defensores de Hugo Chávez usan eso para separarlo de Nicolás Maduro.

-Los ingresos del país tuvieron una época muy diferente, no tanto de aumento de laproducción petrolera, sino del precio entre el año 2005 y 2009. Después, a punta deendeudamiento, Chávez mantuvo la cosa irresponsablemente hasta el 2012, su últimaelección. El ingreso petrolero fue lo que permitió que los niveles de consumo de la poblaciónmejoraran mucho, pero no su calidad de vida necesariamente. El venezolano compró másproductos, remodeló la casa, viajó, pero no tenía un mejor servicio de agua, no podía mejorarla seguridad. El gobierno fue muy irresponsable porque lanzó al consumo todo el ingresopetrolero, y cuando eso cayó vino la debacle del país y el empobrecimiento.

-¿La Encovi demuestra que esta realidad económica ha dejado vetustos conceptos como eluso del salario mínimo como indicador, por ejemplo?

-Cualquier regulación laboral en Venezuela no se cumple, porque no se puede cumplir. Nadiegana el salario mínimo en Venezuela. El promedio anda por los 60 o 65 dólares mensuales, enel mejor de los casos, lo cual es un salario de mierda y por eso es que todos somos pobres.Pero aquí todo lo que tiene que ver con la regulación de los contratos por parte del Estado seacabó. El Estado no tienen ninguna posibilidad de regular absolutamente nada porque la

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realidad se lo tragó. Todo lo que tiene que ver del dominio del Estado sobre la sociedad seacabó, a excepción de la represión que además es muy selectiva y muy variable.

-En la década pasada se asumía que trabajar para el Estado venezolano era más rentable. ¿Larealidad de hoy cuál es?

-El sector público remuneró mejor en una época, unos pocos años cuando se generó algo queno era lo normal. Normalmente la remuneración del sector público y del sector privado erasimilar. Ciertamente en la época del boom petrolero se despegó la remuneración pública. Eneste momento por supuesto no. Ahora la mejor remuneración es el sector privado formal. Y lasegunda es el sector público formal, y después todo el tema de la informalidad. Lo que sípreocupa mucho es que la educación ha perdido importancia desde el punto de vista deremuneración. Es decir, en promedio cada año de escolaridad igificaba 6% más deremuneración, en 2014. A finales de los años 90 era 14%. Para el año 2019 ese promedio bajóa 2%. Entonces no vale la pena estudiar. También eso habla de una escuela que no tienecalidad, especialmente en la educación superior.

El estudio Encovi 2019-2020 llegó a sitios recónditos (Cortesía Nelson Martínez)

-Aunque ha bajado la matrícula universitaria, la de educación básica no. ¿Por qué ocurreesto?

-¿Y qué vas a hacer con un niño sino mandarlo para la escuela?

-¿Las escuelas son como depósitos de niños?

-Por supuesto. Lo único que puedes hacer con un niño de entre siete y 12 años es mandarlopara la escuela. Después de los 12 años, los niños comienzan a tener unos destinos diferentesa la escuela porque empiezan a tener un valor dentro del mercado de trabajo, más los varonesque las hembras. Antes, lo único que puedes hacer es llevarlo a la escuela o dejarlo en sucasa. Por eso es que los niveles de matrícula de primaria son más universales. Ahora, unacosa es estar matriculado, otra es ir al salón y otra distinta es aprender algo.

-Hay quien se graduó hace dos o tres décadas y también tiene ingresos precarios. ¿Son pobresilustrados?

-Por supuesto. Ese 2% es un promedio que no solamente considera a los que se graduaron oterminaron un ciclo escolar ese año, sino todos los profesionales. Tienes entonces ilustradosempobrecidos, como se ha empobrecido la inmensa mayoría. Esa clase media empobrecidaque vive en cascarones vacíos son profesionales.

-Encovi muestra que no ha reducido la cantidad de alimentos que se consume, sino la calidadde la dieta. ¿Es el hallazgo más relevante en ese aspecto?

-Solamente 10% de la población no tiene ningún tipo de inseguridad alimentaria. Eso ya tehabla de un país que está comiendo y adquiriendo muchísimo menos alimentos que el queconsidera que necesita. Pero no solamente eso es lo más grave, sino las dietas. La dietaesencialmente se basa en carbohidratos. El consumo de proteínas está a un 50% de lo que

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debería ser el requerimiento. El país se está llenando el estómago para no sentir hambre, perosin valor nutricional.

España ha sido coordinador de varios libros sobre pobreza y políticas públicas en Venezuela(Maura Morandi | Archivo Prodavinci)

-¿Un país con estos resultados por dónde se comienza a arreglar?

-La respuesta siempre es la misma, pero es más difícil llegar a ella. Tú tienes que lograr doscosas: que el país pueda volver a producir, lo que sea, pero producir; y lograr tener ayudaexterna. Al país le fue destruido su aparato productivo, y no puede reconstruirse solo.Necesita créditos para el desarrollo, y créditos en largo plazo con mucha plata. Quienespuedan dar eso son los organismos multilaterales, y hasta que este país no se acomodepolíticamente no vamos a poder tener acceso a esos recursos. Desde el punto de vista social loque hay que hacer es recomponer la cotidianidad, que las personas vayan a trabajar y que losniños vayan a la escuela, con todo lo que eso implica.

-Una reconstrucción también pasa por tener tejido social. ¿Cómo hacer cuando el retratosocial es tan precario?

-Vas a tener ese cuello de botella pero en el mediano plazo. Tú con lo que tienes en el país derecurso humano, tienes posibilidades de volver a ser productivo. Tienes una fuerza de trabajoreducida pero muy subutilizada. Los cuellos de botella llegarán a los dos o tres años cuandose acaben los maestros, los médicos, y así. Por eso es que en una segunda oleada dereconstrucción del país hay que tener políticas de repatriación.

-¿Y si esa reconstrucción no comienza todavía, hacia dónde caminamos luego de ver que lapobreza de ingreso en hogares ya es de 96%?

-Algunos indicadores se van a mantener porque no pueden seguir aumentando. Pero todo sepuede seguir deteriorando en otros aspectos que no se hayan deteriorado, como el servicio deagua donde un 25% de la población dice que la recibe agua todos los días. Eso puede llegar a10% o bajar hasta 4%. Hay espacio para seguir deteriorándonos.

-¿Si la calidad de vida desmejora más sería un detonante para un cambio político?

-La conflictividad social es una condición necesaria para el cambio político, pero no essuficiente. Lo que pasa es que en Venezuela hay una suerte de fantasía construida con el 27de febrero (de 1989), de que hay algo así como un momento de saturación, y eso no esverdad. Necesitamos los otros ingredientes para el cambio político. Tú puedes tener paísespolítica e institucionalmente frágiles que son frágiles toda su vida. Y eso es lo que nos estáempezando a pasar a nosotros.

-¿Como investigadores, les duele trabajar con estos resultados?

-Uno tiene que actuar como un médico. No hay tiempo para llorar sino para resolver. Siemprehay una distancia con el dato. Ahora, lo que nos ha resultado cada vez más difícil esconseguir el dato. Que nos detengan encuestadores, que haya unos señores que se asumen

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dueños del barrio o de la urbanización, la desconfianza de las personas, que casi linchen a unaencuestadora porque una señora empezó a pegar gritos diciendo que le querían robar al niño...Las situaciones de peligro a las que sometemos al personal que está en campo es algo quecada vez nos cuesta más. Nos cuesta tener protocolos de seguridad, perder la capacidad desorpresa de lo que es capaz de hacer una sociedad cuando está en extremo estresada. Hay másmiedo de lo que va a pasar en campo.

-¿Pensaban que los resultados serían tan duros?

-Uno nunca se espera nada mejor porque está viendo el país todo el tiempo, pero sí tesorprenden algunas cosas. Por ejemplo, estas diferencias de género yo no me las esperaba.Tampoco la caída tan importante del consumo de alimentos, el empobrecimiento mayúsculode los sectores medios y los sectores profesionales. Allí comienzas a ver el retrato depersonas que tú conoces, que fueron colegas tuyos, que han perdido 30 kilos sin haberseenfermado. Eso es lo que no te esperas.

-Encovi se ha convertido casi en el indicador nacional de pobreza. ¿Alguien de la burocraciagobernante los ha contactado y/o mostrado preocupación o interés?

-Esta Encovi ha sido muy demandada pues la esterilidad de datos, la ausencia absoluta deinformación, tiene a todos los sectores muy desasistidos. Hay mucho interés y necesidad deinformación. Uno siente que cada año la demanda es mayor. Pero nadie del gobierno nos hacontactado. Antes decían que éramos unos mentirosos. Ahora ya ni eso, nos ignoran. Unoaspiraría a que al menos llamen, aunque sea pidiendo confidencialidad. En la universidadsiempre estaríamos dispuestos a ayudar.

"Lo que cobro en un día por servicios de peluquería, equivale a una quincena por mi trabajoen una escuela"Natacha Paredes"Los días que no se vende ni se cambia nada, rescatamos las bolsas con desperdicios quesacan del mercado y allí siempre se consigue algo"Yakelin Márquez"Lo que comenzó como un complemento económico terminó siendo mi modus vivendi"Jaime Rodríguez"¿Sabes qué es lo que más quiero? Tener otra vida y algún día poder regalarle su casa a mimamá"Ángel CabelloCoordinación y EdiciónVíctor AmayaPeriodistasRoison FigueraLuisa QuinteroZulvyn DíazCarlos Seijas MenesesAhiana FigueroaGabriela RojasOrianny GranadoJosé Luis CarrilloVíctor Amaya

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FotografíaLuna PerdomoInfografía y Diseño gráficoCarlenys ZapataEste trabajo fue realizado por TalCualcomo parte de la Alianza Rebelde Investiga

Caracas, 1 de octubre de 2020

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