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EL SABOR DE LA PALABRA La vocación intelectual de los Hermanos Menores hoy CARTA DEL MINISTRO GENERAL OFM SOBRE LOS ESTUDIOS Roma 2005

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EL SABORDE LA PALABRA

La vocación intelectualde los Hermanos Menores

hoy

CARTA DELMINISTRO GENERAL OFM

SOBRE LOS ESTUDIOS

Roma 2005

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INTRODUCCIÓNVivimos en un tiempo complejo, dramático y,

a la vez, magnífico, profundamente marcado porcambios del todo novedosos. Es un tiempo quenos desafía a una capacidad renovada de encuen-tro, de escucha y de diálogo. No, ciertamente,como fruto de un mero procedimiento funcional,sino simplemente por que amamos al hombre,creado a imagen y semejanza de Dios en Cristo,el Verbo Encarnado.

Esta Carta a toda la Orden, coincidiendo con lapromoción del Antonianum a UniversidadPontificia, nació en mí con la urgencia de recordar-nos la importancia de vivir en este tiempo llenos depasión por el hombre, al que queremos anunciarcon palabras «suculentas», la alegre noticia delamor de Dios sin límites. Buscamos palabras llenasde sabor, de espíritu y de vida, para cultivar estapasión por Cristo y por el hombre. La actividadintelectual nos puede ayudar en esta búsqueda.

Por ello considero urgente continuar la refle-xión acerca del valor y el lugar propio de los estu-dios y de la investigación científica en la Orden,en continuidad con los documentos de los últi-mos cuarenta años, tiempo imbuido hondamentepor la gracia del concilio Ecuménico Vaticano II1.

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1 Téngase presente: «La formación en la Orden de losHermanos Menores», Capítulo General ExtraordinarioOFM, Medellín, 1971, n.º 62-81; «Documento sobre laFormación», Consejo Plenario OFM, 1981, n.º 59-93;«Estudio y Misión de la Orden de Hermanos Menoreshoy», Carta del Ministro General, 13-06-1981; «LaFormación franciscana y científica de los hermanos»,Carta del Ministro General, 23-04-1987; Mensaje deJuan Pablo II al Capítulo General OFM 1991, «La Ordeny la Evangelización hoy» Capítulo General OFM, SanDiego 1991, n.º 10-11, 26-28; «La promoción de losestudios en nuestra Orden» Relación del MinistroGeneral, 4-07-1994; «Llenar la tierra del Evangelio deCristo», Carta del Ministro General, 1996, n.º 127-132;Ratio Studiorum OFM, Roma 2001; Ratio FormationisFranciscanae OFM 2003. A estos documentos se agreganotros varios textos, diversos por género y destino, queacompañan el camino de estos años.

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En esos textos destaca claramente el nexo entrelos estudios y la evangelización, la cual es una delas razones esenciales de ser de la Orden. Esterecorrido fue recogido y profundizado por elCapítulo General de 1991, por el ConsejoPlenario del 2002, y por el Capítulo General del2003. En efecto, como ya nos dijo con énfasisJuan Pablo II en 1991, «es necesario considerar laformación intelectual como una exigencia funda-mental de la evangelización»2.

Advierto con fuerza que este camino es cohe-rente con el de la Orden que se prepara a la cele-bración del VIII Centenario de su fundación.También hoy «el edificio de la Orden debe ser cons-truido sobre dos pilares, la santidad de vida y laciencia»3. Nos proponemos responder al don denuestra vocación cultivando una mejor calidadde vida –es el camino de la santidad– y perca-tándonos al mismo tiempo que «hoy más quenunca es necesario promover en nuestra Orden laformación intelectual»4.

En la «gracia de los orígenes», de hecho,encontramos, al interno de la vocación a vivir ydar testimonio del Evangelio como hermanos, lade anunciar la Palabra de Dios en la escucha y enel diálogo, en comunión con la Iglesia. El recorri-do de San Francisco sigue siendo ejemplo paranosotros (primera parte).

Este esfuerzo ha acompañado la historia denuestra Familia, expresándose sobre todo en laurgencia misionera, que a su vez se caracterizópor el encuentro con las culturas, la escucha y larigurosa preparación exigida a los que anuncian

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El Sabor de la Palabra

2 Mensaje de Juan Pablo II al Capítulo General OFM 1991,n.º 5-6; cf. RS 28-30.

3 «Dixit autem idem pater [scil. Frater Iohannes de Parma],quod cum ex duobus parietibus construatur aedificiumordinis, scilicet moribus bonis et scientiam»: A. G. LITTLE

wd., Tractatus fr. Thomae vulgo dicti de Eccleston de adventufratrum minorum in Angliam (Collection d’Études et deDocuments 7, Libraire Fischbacher, Paris 1909), 92.

4 Capítulo General 1991, n.º 10; cf. VC 98.

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la Palabra que salva, con una particular impor-tancia puesta en el diálogo (segunda parte).

Sobre estos temas estamos bien preparados.Pero me parece que nos queda todavía muchopor hacer en el encuentro de la Palabra con lasmúltiples palabras del hombre. Sucintamente setrata del diálogo con la cultura o más bien con lasculturas, transformándonos en artesanos humil-des y valientes de la escucha y del diálogo, discí-pulos antes que maestros. (tercera parte).

No se trata sólo de estudiar para enfrentar losdesafíos de la evangelización. Está en juego algomás y más exigente. Se trata de adquirir el habi-tus del cogitare, el arte del pensar como artesapiencial de vida, de fe y de caridad. ¿Será,pues, posible hablar de una vocación intelectualde los Hermanos Menores? Sí, siempre en la uni-dad de nuestra formae vitae, para la cual «el estu-dio, como todas las otras cosas de nuestra vida enfraternidad, debe ser injertada en el vigor espiri-tual de San Francisco»5, de manera tal que setransforme en una base necesaria para la forma-ción franciscana.

Queridos Hermanos, este es el camino que enlas páginas siguientes deseo recorrer con todosvosotros, dedicando una atención particular a loshermanos que consagran la vida a la investiga-ción, a la enseñanza y a la publicación. Apreciosu servicio que considero muy importante para laFraternidad, para el impulso y la comprensiónadecuada de nuestro carisma y para la actualiza-ción de la evangelización, munus específico denuestra vocación.

Con estos sentimientos inicio mi reflexión,confortado por la presencia y los rostros de tan-tos hermanos, buscadores constantes y apasiona-

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5 Fr. Hermann Schalück, «La promozione degli studi nelnostro Ordine» en Acta Congressus RepraesentantiumSedum Studiorum OFM, Roma 1994, 60.

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dos de la Vida, de la Verdad y del Bien, que res-plandecen en el rostro de Cristo y que no nos can-samos de escudriñar en los rostros de tantoshombres y mujeres de nuestra época, extraordi-naria y dramática, como también en los signos delos tiempos.

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1PALABRA,

VIDA FRATERNAY ANUNCIO EN

SAN FRANCISCO

1. LA GRACIA DE LOS ORÍGENES

En las fuentes escritas que ilustran los ele-mentos esenciales del carisma franciscano noexiste una síntesis comparable, por lo acabado ylúcido, a la que nos ofrece el Testamento. Enpocas líneas, San Francisco describe el nacimien-to de la primera Fraternidad: «Y después que elSeñor me dio hermanos, nadie me mostraba quédebía hacer, sino que el mismo Altísimo me reve-ló que debía vivir según la forma del santoEvangelio. Y yo la hice escribir en pocas palabrasy sencillamente y el señor papa me lo confirmó»6.

Por eso es justo hablar de la «gracia de los orí-genes». Gracia es la llegada de los hermanos, enla cual se renueva el don de los discípulos alSeñor Jesús: «Tuyos eran y tú me los has dado»7.Gracia es la revelación del Evangelio como«forma» de vida para la fraternidad-en-misión,que tuvo lugar mediante la triple apertura de losEvangelios. A los dos pasajes que hablan de la lla-mada de los primeros discípulos – «Aún te faltauna cosa: vende todo cuanto tienes y repárteloentre los pobres y tendrás un tesoro en los cielos;luego, ven y sígueme.»8; «si alguno quiere venir enpos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz ysígame»9– , Francisco agrega el envío misionerode los setenta y dos: «Cuando los hermanos vanpor el mundo, nada lleven para el camino: nialforja, ni pan [...]. Y en toda casa en que entren

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6 Test 14-15.7 Jn 17, 6.8 Lc 18, 22.9 Mt 16, 24.

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digan primero: Paz a esta casa»10_11. Gracia es laconfirmación por parte del «Señor Papa» de lanorma de vida evangélica escrita, en quienFrancisco y los primeros compañeros sienten per-durar el mandato conferido a Pedro de «confir-mar» a sus hermanos: «pero yo he rogado por ti,para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayasvuelto, confirma a tus hermanos»12.

Toda pregunta que se haga sobre el carismaprimitivo con el intento de responder a los pro-blemas y a las preguntas de nuestro tiempo, debe-rá moverse dentro de este triángulo de gracia:

• la llamada de Francisco y de los prime-ros compañeros a vivir el seguimiento yel anuncio en fraternidad;

• el Evangelio y la palabra de Dios que setraducen en normas de vida;

• la indefectible comunión de fe y deobras con la Iglesia.

2. FRANCISCO, ¿UN HOMBRE «SIN CULTURA»?

Esta indicación de método es especialmentenecesaria en los sectores más problemáticos,como por ejemplo el de los estudios, donde unalínea corriente de pensamiento que se remonta alas mismas fuentes biográficas insistió acerca dela autodefinición de Francisco como un hombre«sin cultura»13 y en ideas polémicas contra la«sabiduría de este mundo»14, para contraponer labúsqueda amorosa de Dios a la búsqueda pormedio de la «ciencia» y el conocimiento; la sim-plicidad de vida al compromiso con el estudio.

Una lectura atenta y serena de los Escritos deSan Francisco, con particular atención a los tex-tos normativos, ayuda a superar dichas contrapo-siciones. La predilección por el conocer y el amor

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10 Lc 10, 4-5.11 1R XIV, 1-2; cf. LP 11; TC 29.12 Lc 22, 32.13 cf. CtaO 39; Test 19.14 1R XVII, 10.

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a la Palabra de Dios se entretejen a lo largo detodo el arco de la experiencia evangélica deFrancisco; desde la invocación que abre el másantiguo de sus escritos, «¡Oh alto y gloriosoDios!, ilumina las tinieblas de mi corazón...», ins-pirada en las palabras del salmista «mi Dios quealumbra mis tinieblas»15, hasta la iluminante con-clusión de la Admonición VII: «Y son vivificadospor el espíritu de las divinas letras quienes noatribuyen al proprio yo (corpori) toda la letra quesaben y desean saber (omnem litteram quamsciunt et cupiunt scire), sino que con la palabra yel ejemplo la restituyen al altísimo Señor Dios, dequien es todo bien». Nótese la fuerza de las afir-maciones: también el conocimiento de la «cultu-ra escrita» (toda letra implica siempre esta acep-ción) y el «deseo de saber» están plenamente deacuerdo con la vida en el Espíritu, a condición deque tengan como finalidad la alabanza divina yque sean traducidas en una vida ejemplar.

La «ciencia», por lo tanto, es un lugar teológi-co de revelación donde el Espíritu, a través de laPalabra, desciende para encontrarse con el hom-bre. Si es vivido con este espíritu, el estudio nopuede suscitar más que acción de gracias expre-sada en la restitución a Dios (reddunt ea Deocuius est omne bonum) a través de palabras yobras (verba et exemplo).

Este es un pensamiento, que no sólo confirmael amor extraordinario de Francisco por las «divi-nas palabras escritas», amor que él insistente-mente aconseja, sino que explica también porqué la Escritura ocupa tanto espacio en susEscritos, literalmente entretejidos de citas, remi-niscencias y aplicaciones existenciales de laPalabra de Dios. Como consecuencia, no sorpren-de que para Francisco «la reina» de las virtudesno sea la pobreza, como largamente se afirmó,sino la sabiduría, reflejo de la luz perenne delVerbo encarnado: «¡Salve, reina sabiduría, elSeñor te salve con tu hermana la santa pura sim-

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15 Sal 17, 29.

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plicidad!»16. En la alabanza franciscana, las virtu-des están ubicadas en una sucesión que respondeal dinamismo de la vida cristiana según elEspíritu: la reina sabiduría debe ser traducida enpalabras y obras por la santa pura simplicidad yvivir la sabiduría significa seguir la humildad y lapobreza de nuestro Señor Jesucristo, el cual espara nosotros modelo de caridad y de obedienciaal Padre y a los hermanos.

3. LOS LIBROS Y LA PREDICACIÓN

Al interno de la Fraternidad de los orígenes, laprimera forma de vida escrita, y más tarde apro-bada por Inocencio III (1209), se desarrolla pro-gresivamente hasta constituir la Primera Regla(1221), un texto donde cada norma sobre la vidacomunitaria y la modalidad de la misión naceconstantemente de la mezcla entre la palabra delEvangelio, las expectativas del tiempo y las indi-caciones de la Iglesia. Las Constituciones delConcilio Lateranense IV (1215) habían dispuestoque los obispos admitieran «hombres idóneos,capaces en obras y en palabras, para ejercer salu-dablemente el oficio de la santa predicación» (art.10) y que cada iglesia metropolitana tuviera «unteólogo, que instruyese a los sacerdotes y a otros enla sagrada Escritura» (art. 11).

Tales disposiciones se reflejan sobre todo en eltexto de la Regla de 1221, la cual no solo piensa enestablecer normas respecto al «espíritu» de la pre-dicación (cap. XVII), sino que también dispone quelos clérigos puedan tener «los libros necesariospara cumplir con su oficio» (possint habere tantumlibros necessarios ad implendum eorum officium17).

Un estudio reciente, que va desde las fuentesfranciscanas hasta la literatura medieval18, mostró,

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16 SalVir 1.17 1R III, 7.18 cf. Carlo PAOLAZZI OFM, «I frati Minori e i libri: per l’ese-

gesi di “ad implendum eorum officium” (Rnb III, 7) y“nescientes litteras” (1R III, 9; 1R X, 7)», en ArchivumFranciscanum Historicum 1-2/2004, p. 3-59.

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con claridad, que la expresión ad implendumeorum officium se refiere no al oficio litúrgico, sinoal oficio de los clérigos, a quienes se les concede eluso de los libros indispensables para la Liturgia delas horas, la Eucaristía y la predicación.

La misma investigación demostró que la tandiscutida prohibición et non curent nescientes lit-teras litteras discere19 no significa: «y los que nosaben letras, no se preocupen de aprenderlas», sinocon más precisión: «y los que no saben leer, no sepreocupen de aprender», de acuerdo con la normapaulina de que «cada uno permanezca en la con-dición en que se encontraba cuando fue llama-do»20. Norma ésta que refleja la situación culturaldel tiempo, la cual difícilmente se puede aplicara una sociedad como la del tercer milenio, dondela alfabetización en muchísimos países alcanzó lacasi totalidad de los ciudadanos.

Las severas normas para los predicadores, queaparecen en la segunda Regla (1223), reflejan almismo tiempo la centralidad de la Palabra y lasdisposiciones de la Iglesia ordenando que «nin-guno de los hermanos se atreva en modo alguno apredicar al pueblo, si no ha sido examinado yaprobado por el ministro general de estaFraternidad y éste le ha concedido el oficio de lapredicación»21. Y como todo examen requiere unapreparación adecuada, ésta no podía ser alcanza-da si no era a través de la escucha orante, la lec-tura y, naturalmente, del estudio de la Palabra deDios, porque «a poquísimos es dado milagrosa-mente el espíritu de sabiduría, sin estudio de lasletras» (San Juan de Capistrano).

Haciendo alusión a un verso sálmico(«Eloquia Domini eloquia casta, argentum igneexaminatum»22), la sucesiva exhortación a lospredicadores para que «cuando predican, seanponderadas y limpias sus palabras»23, es una invi-

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19 2R X, 8.20 1 Co 7, 20, 1R VII 6.21 2R IX, 2.22 Sal 12, 7.23 2R IX, 3.

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tación apremiante a anunciar sólo la Palabra deDios, libre de escorias humanas y purificadas porel fuego del Espíritu. Según la intuición de mipredecesor Fr. John Vaughn, «la conciencia del“mandato” recibido de la Iglesia de predicar lapenitencia entre los fieles y entre los infieles y laobediencia a la misma Iglesia es lo que convence aSan Francisco, en cuanto a la necesidad de losestudios y lo impulsa a fundar una “EscuelaTeológica”»24.

Este conjunto de disposiciones, concesiones yexhortaciones constituye el antecedente legislati-vo de la importante Carta a San Antonio, en lacual el apelativo «obispo» alude probablementeal mandato episcopal de la predicación, al cual elfundador de la Orden agrega el de la enseñanza:«Al hermano Antonio, mi obispo, el hermanoFrancisco: salud. Me agrada que enseñes la sagra-da teología a los hermanos, a condición de que, ensu estudio, no apagues el espíritu de la oración ydevoción, como se afirma en la regla». En conso-nancia con las Constituciones lateranenses, laenseñanza del hermano Antonio era seguramen-te dirigida a los hermanos «que son y serán ydesean ser sacerdotes del Altísimo»25. Aquí elverbo desean no puede referirse más que a cléri-gos en espera de ser promovidos al sacerdocio y,por tanto, a la tarea de la predicación; mientras atoda la Fraternidad se le dirige una recomenda-ción paralela del Testamento, la cual parece seruna especie de sello de autenticidad de la mismacarta al hermano Antonio: «Debemos tambiénhonrar y venerar a todos los teólogos y a los quenos administran las santísimas palabras divinas,como a quienes nos administran espíritu y vida»26.

La «santa pura simplicidad», parece decirnosFrancisco entre líneas, no es la virtud de quienignora la Palabra de Dios, sino más bien la virtud

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24 «Studi e Missione dell’Ordine dei Frati Minori oggi»,Lettera del Ministro Generale 13-6-1981, en AO, 100(1981), 261-262.

25 CtaO 14.26 Test 13.

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de quien la escucha y la estudia con fe, la medi-ta asiduamente con ánimo orante y, con la fuerzadel Espíritu, la vive y la anuncia con el ejemplo ycon las palabras.

El Doctor Seráfico san Buenaventura, nosiempre juzgado con equidad por los estudiososde nuestro tiempo, estaba en sintonía con el pen-samiento del fundador y con la legislación primi-tiva cuando, en polémica con los maestros secu-lares, insistía enérgicamente sobre el deber de losHermanos Menores de dedicarse al estudio de laPalabra y su derecho de disponer de los librosindispensables: «La Regla alza la voz e imponeexpresamente a los frailes la autoridad y la tareade la predicación (cf. 2R IX), cosa que no creo seencuentre en otras Reglas. Y si no deben predicarfábulas, sino las palabras divinas y éstas no pue-den conocerse si no las leen, ni leerlas si no tienenlos textos escritos, es del todo obvio que pertenecea la perfección de la Regla tener los libros, comotambién predicar. Y como no es contrario a lapobreza de la Orden tener misales para celebrar laMisa y breviarios para rezar las Horas, tampoco escontrario tener libros y Biblias para predicar laspalabras divinas»27.

Si es verdad que a lo largo de los siglos losmovimientos de reforma de la Orden han surgidonormalmente con tendencias a la vida solitaria ycontemplativa, es también verdad que despuésde algún tiempo han redescubierto siempre ladimensión «pastoral» del carisma28, desde la fide-lidad a la palabra de Francisco: «Alabadlo, porquees buen y ensalzadlo con vuestras obras; pues poresto os envió al mundo entero, para que de pala-bra y con las obras deis testimonio de su voz»29.

Ya se habló acerca de la insistencia con la cualFrancisco exhorta a venerar las «palabras divinas

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27 «Epistola de tribus quaestionibus», en Opera omnia, ed.Quaracchi, vol. VIII, 332-333.

28 cf. P. MARANESI, Nescientes litteras. L’ammonizione dellaRegola francescana e la questione degli studi nell’Ordine (sec.XIII-XVI), Istituto Storico dei Cappuccini, Roma 2000.

29 CtaO 8-9.

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escritas [...], honrando al Señor en las palabrasque Él pronunció»30. Será importante añadir queel Santo de Asís, verdaderamente puro de cora-zón, capaz de ver en cada cosa al Dios SumaBelleza, Luz eterna, fuente de Bondad, tenía granrespeto por todo texto escrito, sagrado o profano,como se evidencia en un episodio emblemáticoque narra Tomás de Celano: «Como un religiosole preguntara en cierta ocasión para qué recogíacon tanta diligencia también los escritos de lospaganos y aquellos en los que no se contenía elnombre de Dios, respondió: “Hijo mío, porque enellos hay letras con las que se compone el glorio-sísimo nombre del Señor Dios. Lo bueno que hayen ellos, no pertenece a los paganos ni a otroshombres, sino a sólo Dios, de quien es todobien”»31.

El dicho de Francisco no se repite en los bió-grafos sucesivos, quizás inhibidos por su extraor-dinaria apertura religiosa y cultural, pero cierta-mente se aplica bien a la actividad de aquellosHermanos Menores que a lo largo de los sigloshan predicado, traducido y comentado los textossagrados en otras lenguas, convencidos que todalengua y toda cultura tiene en sí la posibilidad deacoger y proponer nuevamente el «bien» de lasEscrituras32.

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30 CtaO 35-36.31 1C 82; cf. 2C 165.32 cf. Fr. John VAUGHN, «La Formazione francescana e scien-

tifica dei frati», carta del 23.4.1987 en AO 106 (1987),53.

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LA PALABRA EN LAHISTORIA DEL CARISMA

1. EL ENCUENTRO CON LAS CULTURAS

Juan de Pian del Carpine, Juan deMontecorvino, Odorico de Pordenone y Juan deMarignolli, evangelizadores de la China, ibandescalzos y vestían el hábito de penitencia comolos más pobres espirituales, pero eran personascon una buena formación intelectual que, a tra-vés del estudio, supieron disponerse a la escuchade culturas diversas de la propia. De ellos sabe-mos que hablaban lenguas como el armenio o eltártaro; que Juan de Montecorvino (1247-1328)celebró la Misa según el rito romano, pero pro-nunciando en tártaro «tanto las palabras delcanon como el prefacio» (tam verba canonis tamprefationis); y que escribió, para el grupo mongó-lico de los Ongut, treinta y dos himnos y que tra-dujo en su lengua el Nuevo Testamento y elSalterio.

La gran confianza en la posibilidad de la pala-bra o del lenguaje, por parte de Raimundo Lullio(1235-1316), resultó determinante para la supe-ración de la idea de cruzada de carácter medie-val. La profecía de Lullio con relación a la educa-ción religiosa y a la preparación lingüística y cul-tural de los misioneros, parece encontrar res-puesta tres siglos más tardes en los consejosdados por el capuchino Jerónimo de Narni alPapa Gregorio XV, en vistas de la institución de laCongregación de Propaganda Fidei (1622).

Francisco Ximénez de Cisneros, humanista yreformador, mostró ser un cultor de las lenguasbíblicas con la fundación de la Universidad deAlcalá (1499), gracias a la cual se llevó a cabo laprestigiosa Biblia Políglota. De su reforma de los

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estudios, centrada en la vuelta a las fuentes y alas lenguas originales, supieron beber tambiénlos misioneros que dejaron la patria para evange-lizar América: Andrés de Olmos, ToribioMotolinía, Jerónimo Mendieta, Juan deTorquemada, Juan Bautista Viseo y otros. Uno deellos, Bernardino de Sahagún (1499-1590), fasci-nado por la lengua y la cultura local, dedicótreinta años de su vida a recopilar los datos de lasociedad precolombina (Codex Florentinus). Deeste modo llegó a componer himnos utilizando elidioma de los aborígenes y, recurriendo a la sabi-duría de sus proverbios, intentó traducir el cris-tianismo según los cánones de la cultura azteca.Él soñaba con una república indígena y españolacon el objetivo de superar, desde el principio dela unidad de la fe, las distancias culturales.

Luis de Bolaños fue otro de los defensores delestudio de la cultura local para la evangelización.Éste fue el redactor del primer catecismo en gua-raní, fundador de las primeras reducciones delParaguay y uno de los portagonistas del sínodode Asunción, convocado por su hermano de reli-gión, Fr. Martín Ignacio de Loyola, obispo del Ríode la Plata (1601). La fama de este último sedebe, en particular, a su Itinerario: un diario desu viaje a China que, gracias a extensa y rápidadifusión, contribuyó a encender el interés deOccidente por el Imperio Celeste. Martín Ignaciode Loyola, que por tres veces recorrió la circunfe-rencia de la tierra, redujo las distancias geográfi-cas y alargó los espacios de la comunicación.Como «continuador» de su concepción de cultu-ra globalizante puede ser considerado el conven-tual veneciano Vincenzo Coronelli (1650-1718),el primero en realizar globos terráqueos de gran-des dimensiones, por encargo del propio Rey LuisXIV para su palacio de Versalles.

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2. LA ESCUCHA SE HACE DIÁLOGO

El diverso mundo del otro, escuchado, amado,estudiado, comprendido en sus expresiones cul-turales y lingüísticas más variadas, se transformópara nuestros hermanos en el lugar propio deldiálogo y del anuncio: lugar donde se recibe laPalabra, se enriquece de resonancias típicas decada pueblo y de cada cultura y se hace accesiblea todos.

Así se entiende por qué el catecismo, enchino, de Pedro de la Piñuela, Ch’u hui wên-ta,publicado por primera vez en 1680, fue utilizadodurante más de dos siglos, contando, hasta el1929, con numerosas reediciones. Pedro es unmestizo, expresión corpórea de la interculturali-dad y producto cultural de México, país que setransformó en el puente entre Oriente yOccidente y en nuevo centro del mundo misione-ro franciscano. Pedro no es sólo un divulgador,sino también un lingüista. Lo prueba el hecho dehaber reelaborado, por necesidades de evangeli-zación, la gramática de su hermano de hábito Fr.Basilio Brollo, célebre por haber redactado el pri-mer diccionario completo chino-latín (1694).

Figuras excepcionales son también aquellosfranciscanos, como Juan Wild, que frente a losreformadores protestantes preferían dejar de ladoel método de la controversia, para insistir en la«parte vera, affirmativa, Catholica»33. Una formaparticular de predicación fue también la adopta-da por la diplomacia capuchina francesa, encar-nada de manera eminente por José Le Clerc deTremblay, conocido como «la petite éminencegrise» de Richelieu, o también, la llamada políti-ca española de la Inmaculada, a la que se ha deunir en un cierto modo el renacimiento escotistapromovido por Lucas Wadding y por otros frailesfranciscanos italianos de la familia conventual.

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33 Luca Baglioni, Arte del predicare, Venecia 1562, Cap. 6.

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También merece ser destacada la figura deLeonardo de Porto Mauricio (1676-1751), elegi-do por la Iglesia como patrono de las misionespopulares. Él, convencido escotista, defensor dela doctrina de la Inmaculada, al punto de sugeriral Papa un modo de proclamar el dogma sin con-vocar un Concilio, sutil diplomático en la media-ción entre sectores políticos refractarios, repre-sentó bien el espíritu franciscano en un siglo cul-turalmente contrario a la figura del Santo deAsís. Leonardo, hombre de confianza deBenedicto XIV, uno de los pocos sino el únicoPapa alabado por Voltaire, fue enviado a predicarel jubileo de 1750, durante el cual se inauguró lapráctica del Vía Crucis en el Coliseo. La originali-dad de su predicación consiste, como él mismo loexplica, en situarse a mitad de camino entre lateatralidad de los jesuitas y el intelectualismo delos hijos de San Vicente. La devoción, centradaen la representación del misterio de la Pasión,reproduce el apego y el afecto de los franciscanospor los lugares santos de Palestina, renovado a lolargo de los siglos a través de diversas formas,como por ejemplo la del Monte Sacro de Varallo.

En tiempos más cercanos a los nuestros, unauténtico traductor de la Palabra en el sentidoestricto del término, puede ser consideradoGabriel M. Allegra (1907-1976). Su traducciónde la Biblia, de los textos originales al chino,reproduce la visión franciscana de la misióncomo obra de propagación de la Palabra.Intérprete del pensamiento escotista, parecetransferir al campo bíblico la doctrina del prima-do de Cristo, sostenida por el Doctor Sutil,poniendo así de relieve el primado de la Palabra.

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3. UNA FRATERNIDAD QUE ANUNCIA

La importante obra de estos genios no habríapodido transformarse en patrimonio común, niasumir continuidad en el seno de una tradición,si no hubiese estado dotada de estructuras orga-nizativas.

Uno de los más eficaces organizadores del saberfranciscano es sin duda alguna Lucas Wadding(1588-1657). Él concibió la actividad cultural entérminos colegiales, hasta el punto de fundar enRoma un colegio de estudiosos para la publicaciónde los escritos de San Francisco. Favoreció el rena-cimiento del escotismo y de la historiografía reli-giosa y literaria de la Orden. En sus Annales(1625), inspirados en los de Baronio, intenta pro-poner el itinerario recorrido por la Orden en su his-toria, resultando ser una ardua operación de auto-conciencia religiosa y comunitaria.

Después de él, otro estudioso, Jerónimo DeGubernatis, habría intentado ofrecer una visiónde la Orden en su carácter universal. En elCapítulo general de 1688 propuso, mediante unopúsculo (Idea Orbis Seraphici), un proyecto dehistoria de la Orden dividida en cuatro períodosy que contaría con unos 35 volúmenes. Se tratóde una colosal empresa que vio la luz sólo enparte y, aunque no llegó a término, no deja de serpor ello menos admirable, teniendo en cuenta elesfuerzo ideológico/organizativo.

Para aprender las lenguas árabe y china ypara la preparación de los misioneros, destinadosal medio Oriente y a China, se fundaron en Romados colegios misioneros: San Bartolomé –en laIsla Tiberina– y San Pedro en Montorio. ParaAmérica Latina se pusieron en marcha los llama-dos Colegios de Propaganda Fide Querétaro,Guatemala, Zacatecas, Pachuca y otros. En esasestructuras se preparaban con el estudio y unaintensa vida espiritual los misioneros enviados aevangelizar aquellas poblaciones que todavía nohabían conocido todavía el anuncio cristiano.

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En la época contemporánea, con la finaliza-ción de los jurisdiccionalismos, la Orden, despuésde siglos de división, reencontró una cierta uni-dad, de la cual Roma aparece casi como el sím-bolo. El Ministro general, Bernardino dePortogruaro, que había invertido gran parte desus veinte años de servicio, visitando incansable-mente las Provincias de Europa, consideró opor-tuno iniciar un centro de estudios que pudieraservir como base cultural para toda la Orden.Surgirá así el Antonianum. Antes había fundadoActa Ordinis, órgano de unión entre las distintasentidades de la Orden de los Hermanos Menores,demostrando así su confianza en la fuerza de lacomunicación. Posteriormente quiso avalar supropósito con la institución de un Centro de estu-dios que consintiera el acercamiento en términosdidácticos a las fuentes ya investigadas por estu-diosos del colegio de Quaracchi, fundado por élmismo algunos años antes. Este Centro continúahoy en el Colegio S. Buenaventura de Grotta-ferrata (Roma).

La Orden en Europa, que con el propósito deatraer nuevas vocaciones había iniciado los lla-mados Colegios Seráficos, iba así asumiendo unperfil más didáctico, gracias también a la benéfi-ca influencia y colaboración por parte de congre-gaciones franciscanas femeninas modernas. Talorientación se hizo todavía más evidente en eltrabajo misionero en Norte América, donde esta-ba muy difundido el servicio pastoral desarrolla-do a través de escuelas. Panfilo de Magliano, fun-dador de las dos provincias del Este, instituyó uncentro de estudios superiores, que se transformódespués en la Universidad de San Buenaventura.

Durante el siglo XX en varias Provincias de laOrden encontramos presentes y activas variasUniversidades sostenidas por las mismas entida-des, además de los Colegios y Centros de Estudiode distinta naturaleza. Después de un período derelativa disminución, actualmente asistimos a un

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nuevo florecimiento de esta realidad, lo que nosobliga a reflexionar y a hacer opciones más cla-ras, con el fin de mejorar el nivel intelectual de laOrden, superando el decrecimiento cultural quese ha manifestado en los últimos decenios.

La historia brevemente resumida nos da untestimonio precioso y nos empuja a la búsquedade respuestas creativas para nuestro tiempo.

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LA PALABRAEN EL ENCUENTROCON LA CULTURA

1. EL ESTUDIO COMO BÚSQUEDADE LA VERDAD Y LA VIDA

Es incómodo pasar de la historia al momentopresente y sin embargo es algo necesario.Partiendo del recorrido hecho hasta ahora, me pre-gunto con vosotros si existe una vocación intelec-tual del Hermano Menor, como dimensión propiade nuestra forma de vida y, por lo tanto, válidapara todos los hermanos y de manera especialpara cuantos se dedican de manera prioritaria alestudio, a la investigación y a la enseñanza.

Debemos admitir que el trabajo intelectual noaparece bien integrado en nuestra vida francisca-na. A menudo es considerado en función de susresultados prácticos, sin ser pensado como unelemento necesario. Es más, a veces, el estudiopermanece al margen de nuestra vida deHermanos Menores. En estos momentos me pare-ce que podemos repensar un modelo franciscanode vida intelectual, de tal modo que por unaparte la vida franciscana se nutra del trabajo inte-lectual y por otra lo ilumine y sostenga.

¿Qué entendemos, pues, por «vocación inte-lectual»? Con esta expresión entiendo sobre todoel gusto por la investigación de la Vida, la Verdady el Bien34. Me atrevo a decir esta palabra y qui-siera pronunciarla no como afirmación de unaverdad que poseemos, para después entregarla alos demás, sino más bien como un camino nuncaterminado de búsqueda y de deseo35.

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34 cf. Fr. Hermann Schalück, «La promozione degli studi nelnostro Ordine», 75.

35 cf. RS, art. 9-13-15.

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a. Camino de desapropiación

La búsqueda de la Vida, la Verdad y el Bien,inmenso océano de luz, requiere una inteligenciaapasionada, atenta y respetuosa. Y puesto que elmanifestarse de la verdad no es nunca algo inme-diato, la búsqueda no puede ser sino una herme-néutica tenaz. Si no somos nosotros los que vamosa la verdad, sino la verdad la que viene a nosotrosen modos diversos, la actitud preliminar y preemi-nente para acogerla es la de la apertura y la escu-cha, a lo que seguirá el inquieto interrogarse.

Estoy convencido que tenemos urgente nece-sidad de este dinamismo para no detenernos enla repetición, estéril y sin sentido, de palabras yde fórmulas vacías36 y para escuchar y encontraral hombre de hoy a través de una actitud nutridade simpatía y de interés37. Creo que para noso-tros, franciscanos, el problema no debería sertanto el de estudiar para encontrar puntos decontacto entre la Palabra y la cultura, sino másbien el deseo de escuchar y conocer (estudio) elmundo y el hombre para «re-conocer» en ellos las«huellas de Cristo» –tanto en las formas de pre-sencia, como en el fenómeno, especialmenteimportante hoy, de la ausencia –, y poder así ala-bar a Dios38. El Cántico de las Criaturas ¿acaso nose podría leer como una forma de expresión de lasabiduría franciscana, de un movernos hacia elmundo y en el mundo?

En este sentido el mundo no es un desafío avencer, sino un momento oportuno, un kairos39.Ante la rapidez de los cambios históricos y la con-frontación, a menudo tensa y violenta, entre cul-turas y religiones, inquietos nos preguntamos porcuáles caminos será posible todavía hoy descu-brir las huellas de Cristo en el mundo. Nos con-frontamos con muchos «signos de los tiempos»,

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36 cf. FP 1, 3; Sdp 6.37 cf. CCGG 162.38 cf. RFF 32.90.39 cf. FP 2.

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no inmediatamente inteligibles e interpretables40.A menudo estamos obligados a detenernos en unsilencio que no se resigna, pero siempre respe-tuoso y denso de búsqueda. El estudio es enton-ces un itinerario atento a no apagar esta búsque-da. Es un ejercicio de humanidad y de fe, de diá-logo y de confrontación con quien es diverso denosotros, de inteligencia y de contemplación delmisterio más grande que habita el mundo y lapersona humana. El estudio es entonces sobretodo «don» y «búsqueda de Dios», «dar gracias»,un acto de «reconducir» todo a Él. En una pala-bra, el estudio es un camino de santidad. ConSan Buenaventura hablamos de compromiso«para llegar a ser buenos (ut boni fiamus)»41.

En este sentido advierto una profunda afini-dad entre la pobreza franciscana y la humildadde una búsqueda desinteresada de la verdad, encontinuidad con la determinación efectiva de noapropiarse nada y de permanecer humildes. Elestudio y la investigación son desapropiaciónpermanente del saber. Significa en cierto sentido,liberarse, purificarse de las propias precompren-siones, para acoger la realidad en su diversidad yleerla críticamente42. Es una versión de lo queFrancisco llama «permanecer sometidos a todacriatura»43. Es la necesaria conciencia de la propia«docta ignorancia»44, del socrático «no saber».Los límites del conocimiento se imponen a cual-quier pretensión prometeica de poseer lo real,también en las ciencias. Un verdadero camino deestudio y de investigación transforma esta pre-sunción en deseo y despojo, es una fuerte expe-riencia existencial de pobreza que nos hace men-dicantes.

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40 Sdp 7-9.41 cf. Sententiarum I, q. 3.42 cf. RS 26.43 cf. En camino hacia el Capítulo general extraordinario, «La

vocación de la Orden hoy», Roma 2005, 18-19.44 S. BONAVENTURA, Breviloquium, pars V, cap. 6 (Opera omnia,

ed. Quaracchi, vol. V, 260).

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b. Sin morada fija

Esta búsqueda de la Verdad, la Vida y el Bien,es un movimiento permanente que nos hace iti-nerantes y sin nada propio. La investigación cien-tífica busca establecer los resultados obtenidos,mientras pone en evidencia el carácter relativo eimpulsa a ir siempre más lejos. No nos podemosdetener en lo que ya conocemos. El que busca notiene donde reposar la cabeza. El que investiga estomado de la mano por el objeto que estudia yconducido hacia nuevos horizontes de la vida y laverdad. El Beato Juan Duns Escoto nos dice: «Enel camino del genero humano el conocimiento dela verdad está siempre en crecimiento»45.

A lo largo de este camino aprendemos quecosa sea la libertad. En medio de contrastes eco-nómicos, sociales, institucionales, de las distintasy a menudo contrapuestas visiones antropológi-cas, el que busca la verdad va más allá de susideas preconcebidas, de sus intereses personales,para someterse a lo que se impone como verda-dero a la inteligencia, comprometiéndose en labúsqueda y aceptando ser por ella transformado.Es un acto de libertad responsable. Una actitudtal es muy necesaria en este tiempo: entre noso-tros, en el diálogo con el hombre contemporáneoy en la confrontación eclesial.

c. La alegría de la verdad

Hay otro aspecto que quisiera destacar y queconsidero muy importante en nuestra tradición.El gusto y la gratuidad del camino hacia la ver-dad hacen que el que estudia se vaya transfor-mando, gradualmente, en más humilde, pacientey devoto servidor de la vida. Esto no le quita al

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45 «In processu generationis humanae semper crevit notitiaveritatis»: Ordinatio IV, d. 1, q. 3, n. 8 (ed. Parisien., vol.XVI, p. 136a). Escoto indirectamente señala aquí la afir-mación de san Gregorio Magno: «Per incrementa tempo-rum crevit scientia spiritualium patrum [TestamentiVeteris et Novi] »: In Ezechielem II, hom. 4, n. 12 (PL 76,980).

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estudio nada de la seriedad y del cansancio quele son propios, pero es capaz también de darlesatisfacción y alegría, pues por medio del estudiose encuentra la verdadera fuente de la vida.

Es el gaudium de veritate típico de la tradiciónagustiniana, de la cual somos deudores46. Es belloadentrarse en el estudio como un lugar en el cualexperimentamos un gozo particular, aquel queviene de la búsqueda y del descubrimiento de laVida, de la Verdad, y del Bien, capaz de conferirmayor unidad interior entre vida y pensamiento.

Este gozo es fruto también del deseo, tal ycomo escribe nuestra Ratio Studiorum en el artí-culo 3: «El estudio, “manifestación del incansabledeseo de conocer siempre más profundamente aDios, abismo de luz y fuente de toda verdad huma-na” (VC 98d), es fundamental en la vida y en laformación permanente e inicial de todo hermanomenor». En esta perspectiva buenaventuriana de«deseo», el estudio no puede entenderse comoposesión, riqueza, «status», como un desear «úni-camente saber las solas palabras, para ser tenidospor más sabios entre los otros...»47. Más que unaposesión, el estudio es un «dejarse poseer por laVerdad y por el Bien, para amar y alabar el Señor,a quien pertenece todo bien, y servir a los herma-nos en la caridad de Cristo»48. De tal modo, elestudio puede transformarse en ejercicio profun-do de investigación, en cuanto deseo y desapro-piación, que tiene como fruto la alegría.

d. Para anticipar el futuro

Creo que tenemos urgente necesidad de estabúsqueda inquieta, entendida como camino delibertad y de alegría, para no limitarnos a tornara la «gracia de los orígenes», casi apagados o nos-tálgicos de nuestro pasado. Queremos vivir lagracia de los orígenes, no sólo como memoria del

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46 cf. S. Agostino, Confessiones, 10, 23, 33, Nuova BibliotecaAgostiniana, Roma 1975.

47 Adm VII 2.48 RS 4.

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pasado, sino también como profecía del futuro49. Elpensamiento tiene necesidad de alimentarse dela fuente de la Verdad, de la Vida y del Bien ycontemporáneamente proyectarse en horizontesabiertos. Una filosofía y teología crítica impedi-rán que la mirada retrospectiva caiga en un purotradicionalismo o en una nostalgia sentimentalpor nuestros orígenes. Al mismo tiempo un pen-samiento más preciso ayudará a superar toda ide-ología futurista y utópica. El pensamiento fran-ciscano fue capaz de discernir los signos de lostiempos y de encontrar siempre de nuevo la fuer-za de una palabra profética para el mundo, lasociedad, y, cuando fue necesario, también alinterno de la misma Iglesia, para hacer recordaraquel ordo divino, el único que puede prometerla salvación y la felicidad del hombre.

El Espíritu nos proyecta hacia el futuro50. Porello la búsqueda no puede detenerse. Si eso suce-diera, querría decir que nuestra propuesta caris-mática ha cesado de ser vital. La investigación,de la cual el estudio es una dimensión, no puededetenerse si queremos «descubrir creativamentenuevos caminos para promover y difundir los valo-res evangélicos»51.

e. Como hermanos

El estudio no es sólo una ocupación individualy solitaria. La búsqueda de la verdad nos afectaen cuanto Fraternidad, a causa de nuestro mismocarisma. En el contexto de la vida fraterna pode-mos ser educados y educar progresivamente en elgusto por la investigación y el pensamiento, laconfrontación y el diálogo entre las distintas posi-ciones. «De ese modo, los estudios contribuyen a laconstrucción de la Fraternidad»52 y la abren a laFraternidad más amplia de la comunidad eclesialy de los hombres de buena voluntad. Esta actitudfraterna constituye también un válido antídoto

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49 cf. NMI 3; VC 110.50 cf. VC 110.51 cf. RFF 34.52 RS 24.

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contra tendencias a la competencia y a la autoa-firmación en los estudios y en la investigación eimpulsa a la colaboración y al trabajo interdisci-plinar.

Si la búsqueda de la Verdad, de la Vida y delBien es animada por los presupuestos que heintentado recordar en sintonía con nuestra tradi-ción, tendremos la base para un diálogo fecundoy abierto con la cultura, sin límites y ni exclusi-vismos53. La Iglesia tiene necesidad de esta profe-cía en un tiempo en el que el diálogo es cada díamás el nuevo nombre de la caridad, garantía depaz y de justicia54. Por esto es importante y urgen-te promover en la Orden el estudio de la filosofía,de las religiones y de las culturas, para poderabrirnos de manera cualificada al diálogo y a laconfrontación, en continuidad con el espíritu y lapráctica de fraternidad que nos es propia.

Descubriremos una estrecha relación entre loshermanos que han recibido una vocación parti-cular a la actividad intelectual y todos los demáshermanos. Es importante que todas las Entidadestengan algunos hermanos que se dediquen a losestudios de manera prioritaria y a veces exclusi-va. Su investigación debe estimular a todos losotros hermanos a la escucha y al diálogo; comotambién el trabajo y la evangelización de lamayoría debe abrir e iluminar a los que se dedi-can al estudio. ¿Existe en nuestra fraternidaduna tal reciprocidad?

Cuando Francisco quiere dirigirse a todos sushermanos en relación a sus actividades, utilizatres palabras: «ruego(...) a todos mis hermanos,predicadores, orantes, trabajadores...»55. El que seconsagra al trabajo intelectual «fiel y devotamen-te», sin apagar en sí «el Espíritu del Señor y susanta operación», en su trabajo y a través de sutrabajo, sin yuxtaposiciones artificiales, puedetransformarse en laborator, predicator et orator.

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53 cf. EN 20.54 cf. NMI 55-56.55 1R XVII 5.

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Esta unidad de la forma de vida que profesa-mos permanece como una llamada urgente paratodos nosotros. Evalúa el lugar que el trabajoocupa en nuestra vida. El trabajo es una necesi-dad vinculada a nuestra profesión de pobreza yde minoridad. Nos hace más solidarios con tantoshombres y mujeres para quienes el trabajo no esya fuente de dignidad. Finalmente, nos obliga aelegir la jerarquía de valores que nos sostiene56.

Todo esto me hace pensar también en los her-manos y en los candidatos menos dotados alestudio. También hoy debemos reconocer que lasdotes intelectuales no pueden ser discriminatoriapara la vocación franciscana. Y aún así, a todosnos compete el deber de garantizar a todos loshermanos, sin distinciones, un nivel de prepara-ción tal que permita a cada uno integrarse en lavida de la Fraternidad. Estemos atentos para que,por un concepto demasiado académico y por lotanto reducido de cultura, no suceda que exclu-yamos a algunos hermanos, hasta dañar la igual-dad entre nosotros. Preguntémonos sobre el nivelde accesibilidad a los estudios en los distintoscontextos en que vivimos y sobre las consecuen-cias para el discernimiento vocacional y de servi-cios en la Fraternidad.

2. EL ESTUDIO COMO ESCUCHA Y ACOGIDA DEL OTRO

a. Escuchar y ver

Vivimos en la civilización de la imagen.Quizás la realidad nos ha superado y por ello nonos sentimos cómodos en una situación tannueva, que transforma el modo mismo de perci-bir la realidad. La posibilidad de ver hombres,cosas y hechos en tiempo real nos está transfor-mando. A veces esta realidad genera en nosotrosmiedo y autodefensa. Tememos que esta civiliza-ción de la imagen produzca una enorme reduc-ción de la capacidad de escuchar. No nos expli-

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56 cf. En camino hacia el Capítulo general extraordinario, «Lavocación de la Orden hoy», Roma 2005, p. 26-30.

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camos la insensata necesidad humana de apare-cer. ¿Es totalmente negativa? ¿O podríamosentrar dentro de esta cultura para descubrir enella un valor? ¿Cómo unir escucha y cultura de laimagen?

Recuerdo aquí la dimensión bíblica de la escu-cha, teniendo presente que en la misma Escriturael «ver» tiene una gran importancia, especial-mente cuando indica el encuentro con el Diosviviente y con el hombre, creado a su imagen. Esverdad que según la fe bíblica a Dios se le puedeescuchar, pero no ver. La auténtica respuesta y laactitud fundamental es escuchar: «EscuchaIsrael», «escucha hoy la palabra del Señor», «feli-ces aquellos que escuchan la palabra de Dios y laponen en práctica». Por su parte la última biena-venturanza de Juan está reservada a aquellos quecreen sin ver57. Pero esta escucha llega a su puntomás elevado y se perfecciona en el encuentro conel Verbo hecho carne. A través de la humanidadde Jesucristo, y por lo tanto de cada hombre,podemos «escuchar y ver»: «Lo que existía desdeel principio, lo que hemos oído, lo que hemos vistocon nuestros ojos, lo que contemplamos y palparonnuestras manos acerca de la Palabra de vida...»58.

La experiencia integral de la fe nos salva deaquella escucha que se pierde en el «se dice» de lahabladuría cotidiana y de aquel «ver» que es con-sumo de informaciones y de imágenes. De estamanera se rompe la falsa autenticidad en la queestamos inmersos para despertarnos a la verdad.El escuchar y el ver son actos de verdadera y pro-pia interpretación de la realidad, que no hemosde agredir, poseer ni dominar, sino acoger, reco-nocer y promover.

Este recorrido implica dejarse expropiar, es unéxodo de sí mismo. Por eso es una verdaderaexperiencia en sentido etimológico de experior,un pasaje a través de un peligro mortal, donde se

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57 cf. Jn 20, 29.58 1 Jn 1, 1.

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produce un real cambio de sí. La escucha de unapalabra verdadera genera un nuevo modo de very realiza siempre una profunda transformación.San Agustín habla de «dar a la luz una nuevavida (parturitio novae vitae)»59, donde la escuchaes «memoria de sí, memoria de Dios (memoriamei, memoria Dei)». La admiración es el fruto deesta nueva capacidad de escucha.

El estudio es un camino hacia un nuevo modode escuchar al hombre y al mundo. Mientrasnosotros a menudo nos conformamos con repetirfórmulas e ideas de otros, el estudio nos liberadel miedo a la noble fatiga de pensar. El estudionos libera también del miedo al silencio, paratomar una cierta distancia de la realidad. De aquínacen palabras nuevas, para dar a luz una nuevavida, más allá de palabras gastadas del usocomún y obvio. Un camino análogo comporta elsufrimiento de todo nuevo nacimiento y la ale-gría del descubrimiento.

b. Escuchar y ver hoy

Vuelven los tiempos de Samuel, cuando sedecía que «era rara la palabra de Yahvé»60. Diosparece callar o haberse casi eclipsado de nuestrohorizonte. El sacerdote Elí -institución- no distin-gue inmediatamente la voz del Señor. Es un ejer-cicio que requiere una vigilancia continua, unainterpretación incansable. Dios llama al pequeñoSamuel en el silencio de la noche y de las pala-bras humanas. Lo llama por su propio nombre: esel despertar de la conciencia y la admisión delnuevo destino. De allí nace el profeta.

Este itinerario bíblico puede transformarse enejemplar para el que busca nuevos caminos para“habitar” este tiempo difícil. El estudio es uno deestos caminos, si se convierte en un ejercicio deescucha obediente, de hospitalidad del otro encuanto distinto de nosotros, en una nueva mira-da sobre él. Nos mueve a esto las culturas que

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59 S. Agustín, Confesiones, VIII, 6, 15.60 1 Sm 3, 1.

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hoy se asoman a la escena del mundo, lasmuchas creencias y religiones con las que esta-mos llamados a dialogar, los desafíos éticos y losdel mundo de las comunicaciones, la tecnología,la ingeniería genética y muchos otros foros deconfrontación. En los distintos continentes y paí-ses en los cuales estamos presentes este desafíonos llega de muchas maneras. Es difícil indicarun solo camino, o más bien imposible. Se trata dehacernos cada vez más conscientes de la necesi-dad de educarnos a la escucha y al diálogo paraaprender el arte del encuentro con las culturas.

Indudablemente es urgente encarnar nuestrocarisma en las diversas culturas en que estamospresentes, y descubrir en ellas los gérmenes de laintuición evangélica de San Francisco que escapaz de revelarnos una nueva profundidad61.«Pensar la fe» es entonces un ejercicio proféticode los creyentes, al servicio de la liberación delhombre y del discernimiento cultural en el quevivimos. Por esto, tenemos necesidad de consoli-dar tanto la opción vocacional, como nuestra pre-paración. En efecto, como dijo mi predecesor Fr.Hermann Schalück, «la presunción, la superficia-lidad, la indiferencia por las ciencias humanas ysagradas deben ser consideradas una ofensa al donde la vida, al hombre y a la Verdad [...] Consideroun abuso y una falta de respeto el presentarse paraservir una causa noble, como la del Evangelio y ladel hombre, sin la debida preparación o sin lacapacidad de diálogo y de lectura de los signos delos tiempos. Se debe estimar, por lo tanto, como undeber fundamental para cada hermano, cada unosegún sus dones, dedicarse al estudio. Por que elestudio, bien fundado en los valores franciscanos,puede verdaderamente ayudarnos en la madurezhumana, intelectual y espiritual, como también enhacernos capaces de leer, con inteligencia evangéli-ca, los valores cristianos y franciscanos de la cul-tura contemporánea»62.

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61 cf. RS 16; 26; 72; 74.62 «La promozione degli studi nel nostro Ordine» en Acta

Congressus Repraesentantium Sedum Studiorum OFM, Roma1994, 70.

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En este contexto miro con vosotros los distin-tos lugares y culturas en los que vivimos.

Pienso de manera particular en la exigenciade la escucha y el diálogo en Asia, continente enel cual el diálogo interreligioso asume un lugarespecial. Nuestra presencia en Asia es reducida, ysin embargo nos desafía a prepararnos adecuada-mente por ser sin duda el continente del futuro,gracias a la juventud de su población y a susenormes potencialidades en todos los niveles.

Pienso en Oceanía, donde la historia de laevangelización nos hace advertir como prioritariala urgencia de la inculturación de la fe cristiana,en vista de la cual es necesaria una sólida y ade-cuada preparación. A tal propósito, el Papa PabloVI, en su visita a Oceanía, insistió en el hecho deque el catolicismo, «no sólo no sofoca lo que hayde bueno y de original en cada forma de culturahumana, sino que acoge, respeta y valoriza elgenio de cada pueblo, y reviste de variedad y debelleza la única túnica indivisible de la Iglesia deCristo»63. En este continente somos fuertementeinvitados a actuar en armonía con los cristianosindígenas, para asegurar que la fe y la vida de laIglesia sean expresadas de manera apropiada acada una de las culturas64.

Pienso en África, inmenso continente quegrita pidiendo paz y justicia, olvidado, como enrealidad se encuentra, por la comunidad interna-cional. En esta situación es aún más actual la afir-mación de Pablo VI en la encíclica Populorumprogressio: «El desarrollo es el nuevo nombre de lapaz»65. Juan Pablo II, por su parte, en la exhorta-ción apostólica Novo Millennio Ineunte renovóaquel grito, recordando que apostar en favor dela caridad es cuestión de fidelidad al Evangelio66.

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63 «Discorso ai Vescovi dell’Oceania», (Sydney, 1 dicembre1970): AAS 63 (1971), 56.

64 cf. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Ecclesia inOceanía, 2001.

65 Pablo VI, Carta Encíclica, Populorum progressio, 76-80:AAS 59 (1967) 294-296.

66 cf. Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 49-50.

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África es rica de tradiciones y culturas en las cua-les el cristianismo y el franciscanismo deben sinduda volverse más africanos. Pero esto exige unacualificada inversión de reflexión y de estudio,para responder a nuestra vocación de «custodiosde la esperanza»67.

Pienso en África del Norte y en el MedioOriente, donde la esperanza franciscana en uncontexto musulmán continúa pidiéndonos elesfuerzo de conocer y encontrar ese mundo par-ticular, y hoy puesto frecuentemente en escena,en el espíritu del encuentro de Francisco con elSultán: esto no será posible sin el estudio riguro-so del mundo islámico y de la lengua árabe, y sincompartir, como menores, la vida de tanta gente,aceptando y aprendiendo a vivir en esos lugarescomo minoría.

Pienso en América central y del Sur, dondehay una importante mayoría cristiana, con supropia creatividad pastoral y teológica. En ellas,el crecimiento de la confrontación con otrascomunidades cristianas y con las sectas nos desa-fían a renovar nuestra presencia y nuestro anun-cio. Por otro lado, en esta parte de continenteAmericano la situación de injusticia y de pobrezaconstituye todavía hoy una enorme provocacióna pensar en los fundamentos de la paz, la justiciay la integridad de la creación, lo que nos empujaa conocer mejor los mecanismos que permitenhoy una miseria tan escandalosa y a pensar, en eltiempo de la globalización, desde la cátedra delos excluidos y de los más pobres68.

Pienso en el mundo occidental, desde la viejaEuropa hasta América del Norte, donde se nece-sita repensar la posibilidad misma de «decir Dios»

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67 cf. RS, 27; Juan Pablo II, Discorso al Pontificio AteneoAntonianum, 16 enero 1982, n.º 4a: «Como SanFrancisco, sed también vosotros, en el mundo de hoy, loscustodios de la esperanza».

68 cf. EN 31; RS 27.

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en un mundo secular; donde lo sagrado resurge,pero la fe parece eclipsarse. El destino de occi-dente después de la muerte de las grandes einsensatas ideologías del siglo XX aparece, cuan-do menos, incierto y necesitado de un suplemen-to de ánimo para mirar al futuro, sobre todo conuna radical reflexión ética sobre los límites de lavida y de la muerte y de una antropología respe-tuosa de la integridad de la persona humana,sujeto de derechos no alienables y nunca reduci-bles al dominio de la economía y de la esfera pri-vada del individuo.

c. Escuchar y ver para anunciar el Evangelio

La evangelización en contextos tan diferentesexige un riguroso trabajo de la inteligencia. LaPalabra de Dios debe ser anunciada en palabrascomprensibles para el hombre de cada época. Eneste sentido, la Escuela Franciscana es llamada adar hoy a la Iglesia su valiosa aportación, culti-vando un «pensar la fe» a la manera franciscana,capaz de ofrecer razones para creer, esperar yamar en el contexto actual.

Estamos llamados a no cerrarnos en nosotrosmismos, tal vez asustados por la complejidad,sino más bien a considerar el mundo como nues-tro lugar ordinario y bendito de vida y de pensa-miento. En él aprendemos a dialogar con todos yal mismo tiempo, sin pretender posiciones de pri-vilegio, a transformarnos en interlocutores creí-bles. Los grandes maestros de la EscuelaFranciscana ¿no amaron, acaso, la constante con-frontación con los distintos sistemas de pensa-miento, siempre ricos de las semillas de Aquelque es el Bien? ¿No están estas semillas esparci-das en todas partes?

En nuestra historia hemos permanecido siem-pre abiertos y sensibles a las situaciones concre-tas de la historia y de la cultura. El franciscanis-mo se encontró con las artes figurativas -la poe-sía, la literatura, la arquitectura y otras expresio-nes del espíritu humano-, en las que tuvo gran

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influencia. Fieles a la lógica de la encarnaciónestamos llamados a continuar en este camino.Hoy más que nunca, no queremos estudiar paraocupar posiciones influyentes y de poder en lasociedad o en la Iglesia. Nuestra vocación demenores nos indica el camino de la escucha obe-diente y de la hospitalidad del otro, como la acti-tud típica de los pobres. El itinerario que el estu-dio inaugura es propio de quien se descubrepobre, porque él mismo se reconoce mendicantede sentido, y apasionado investigador de la ver-dad en todas sus manifestaciones del hombre ydel mundo, junto a tantas personas de buenavoluntad.

San Francisco nos dice con pocas y simplespalabras de estar: «sometidos a toda humanacriatura por Dios»69. Se trata de la humilde sumi-sión a la realidad histórica y humana que se estu-dia, para amarla, acogerla con respeto y restituir-la como don de Dios (por amor de Dios). La mino-ridad no permite reivindicar derecho algunosobre los otros, a quienes somos llamados a ser-vir también con nuestra investigación intelectual.Lo que se ha aprendido se comparte como unariqueza común que viene del Altísimo. Caminoexigente, sobre todo en una sociedad y en unasinstituciones culturales que tienden a hacer delos especialistas, los depositarios privilegiados deun saber que los distingue de los otros.

Me parece que como Hermanos Menores, deacuerdo con este mismo nombre, estamos llama-dos a desarrollar una actitud de vida que restitu-ya al estudio su calidad de humilde servicio.Estamos delante de una verdadera y propia con-vergencia entre la espiritualidad franciscana y eltrabajo intelectual.

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69 1R XVI, 6.

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d. Escuchar el Espíritu del Señor

La escucha del hombre y de la realidad en laperspectiva franciscana se nutre de una escuchamás profunda. Recordemos la exhortación de SanFrancisco a propósito del trabajo en general: «deforma tal, que, ... no apaguen el espíritu de lasanta oración y devoción, a cuyo servicio debenestar las demás cosas temporales»70. Se trata delEspíritu del Señor y de su «santa operación». Laactividad del espíritu humano, si es profunda yverdadera, se encuentra con aquella del Espíritude Dios en el hombre, sin sustituirla. Quien res-pira en el soplo del Espíritu, permanece libre y nose vuelve rígido en ninguna actividad. San Pablolo expresa bien cuando dice: «Ahora vemos comoen un espejo, de manera confusa, pero entoncesveremos cara a cara. Ahora conozco de maneraimperfecta, pero entonces conoceré perfectamente,como también yo soy conocido. Estas son entonceslas tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza,y la caridad, pero de todas la más grande es lacaridad»71.

En la búsqueda humana del conocimiento yde la verdad hay una parábola y una realizaciónparcial de la búsqueda de Dios. Es el deseo que elEspíritu suscita y alimenta en nosotros el que noshace pobres y nos ayuda a mantener la justa con-sideración del trabajo autónomo del espírituhumano. En verdad, «pensar la fe» es un ejercicioaltamente espiritual y cristiano: unifica la perso-na y la ayuda a permanecer con el «corazón vuel-to al Señor», transformándose en caridad quepiensa amando y ama pensando; estimula unaprofundidad nueva de la vista, que le permitedescubrir el hilo conductor de los fenómenos y delos hechos fragmentarios y, a primera vista, sinninguna conexión entre ellos; permite al creyen-te reconocer el plan salvífico de Dios operante enla historia y adherirse a él con la propia vida.

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70 2R V, 2.71 1 Co 13, 12-13.

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Como bien decía nuestro hermano GiacomoBini «la larga historia de las distintas expresionesen que se encarnó el carisma franciscano muestracon evidencia la fecundidad de la relación entrecompromiso intelectual y la seriedad de la expe-riencia espiritual: a partir de la experiencia deDios, la inteligencia recibe una nueva fuerza parala investigación de la verdad y la verdad encontra-da exige ser compartida y anunciada. No existeauténtica experiencia de Dios que no se transformeen nueva luz para la inteligencia y en nuevoimpulso para el anuncio»72.

Estas amplias perspectivas nos abren denuevo a la llamada misionera que reconocemostodavía actual, después de 800 años. Mientrasnuevos campos se abren al anuncio de Jesucristo,único Salvador del mundo, y a la implantatioOrdinis, especialmente en Asia y en África, invitoa todos los hermanos a sentirse directamente res-ponsables, de tal modo que tengan la audacia devolver a empezar de nuevo y anuncien elEvangelio cuando y como agradará al Señor.73.

3. ESTRUCTURAS Y MEDIOS AL SERVICIO DE LOSESTUDIOS, DE LA INVESTIGACIÓN Y LA ENSEÑANZA

a. Las Universidades,los Centros de Estudios y de Investigación

En nuestra Orden contamos con 14Universidades, eclesiásticas y civiles, dos Centrosde investigación -la Comisión Escotista, elColegio de San Buenaventura en Grottaferrata-,la Pontificia Academia Mariana Internacional yotros 32 Centros de estudio. Por otra parte, elpasado 11 de enero, el llorado Papa Juan Pablo IIconcedió al Antonianum el título de UniversidadPontificia.

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72 «Saluto del Gran Cancelliere per l’inaugurazionedell’Anno Accademico 2000-2001» al Pontificio AteneoAntonianum, in Liber Triennalis 1999-2002, Roma 2003,47; cf. RS 15.

73 cf. 1R XVI, 7-8.

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El camino desde el lejano 1887, año de lainauguración, fue largo, a menudo difícil, perosiempre en crecimiento. La intuición del Ministrogeneral, Fr. Bernardino Dal Vago de Portogruaro,se ha revelado profética. La orden tiene necesi-dad hoy, como la tenía a finales del siglo XIX, deun «Estudio general» en Roma, ciertamente noexclusivo, sino puesto al servicio de todos, parapromover una visión franciscana, caracterizadapor un celo universal dirigido a todo el mundo ya todas las personas, de cualquier nación, lengua,color o sexo; abierto a la visión de una fraterni-dad universal de los hijos de Dios, reconociendola dignidad y el valor de cada uno. El respeto delindividuo y la integración en una grande familiahumana y cristiana son las características de esteuniversalismo franciscano. Un universalismo quese construye a través de la comunicación, el com-partir, el diálogo y la solidaridad. Si este univer-salismo debe caracterizar a todas nuestrasUniversidades y Centros de estudio, mucho másdebe caracterizar los Centros de investigación yla Universidad que están en Roma.

El puesto particular que la PontificiaUniversidad «Antonianum» ocupa en la Orden74 ymi convicción personal en cuanto a la importan-cia del estudio para garantizar a los hermanosuna calidad de vida y de testimonio, en vista auna profunda y auténtica «refundación» de nues-tra Orden, me han impulsado a escribir estacarta. Ahora me siento impulsado a reflexionarbrevemente acerca del valor y las tareas, no solodel Antonianum, sino también de todas las otrasUniversidades y Centros de Estudio y deInvestigación que tenemos. Como HermanosMenores queremos comprometernos no sólo amantenerlos, sino también a incrementarlos ennúmero y, sobre todo, en calidad75.

El estudio, la investigación y la enseñanza,entendidas como camino hacia la Vida, la Verdad

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74 EEGG 112-114.75 cf. RS 119.

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y el Bien, como escucha y diálogo con el otro,encuentran en las Universidades y en los Centrosde Estudios y de Investigación un lugar especialde elaboración y de promoción. Estos Centrosson animados esencialmente por el espíritu delestudio, de la investigación metódica de la Vida,de la Verdad y del Bien, presentes en todos ámbi-tos de la realidad, y de su transmisión, a través dela enseñanza. Por este motivo el Hermano Menorintenta encontrar a Dios en la complejidad de laexperiencia humana y descubre como sus aliadosen esta búsqueda todas las disciplinas que inten-tan dar un sentido a nuestra vida y misión.

Deseo animar en nuestras Universidades yCentros el estudio, la investigación y la enseñan-za de todas las disciplinas. Entre las disciplinassagradas recuerdo la importancia, para nosotrosHermanos Menores, de escuchar, conocer, amar yestudiar sobre todo la Palabra de Dios contenidaen las Sagradas Escrituras. No nos limitemos, sinembargo a las ciencias sagradas. Estamos llama-dos a abrirnos también a las disciplinas que serefieren al hombre: Psicología, Pedagogía,Economía, Ciencias políticas, Sociología,Antropología, Comunicaciones sociales, Litera-tura, Artes, Filosofía e Historia; y aquellas que serefieren a la creación: Ciencias exactas, naturalesy ambientales76, ya que «nada de lo que existe esextraño al interés y al amor del HermanoMenor»77. El estudio, la investigación y la ense-ñanza de todas estas disciplinas, consideradoscomo «itinerario y camino para ser iluminadospor Dios en la mente y en el corazón»78, nos con-ducirán a Él.

Por esta razón el estudio, la investigación y laenseñanza, finalidad de toda Universidad yCentro de estudio, son esencialmente experienciade vida. Ninguna de estas actividades es para unHermano Menor -estudiante, profesor o investi-gador-, un distintivo para embellecer el propio

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76 cf. RS 48-69.77 RS 48.78 RS 13.

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yo. Más bien, es fatiga y pasión por la verdad, lobueno y lo bello, que da forma a nuestra interio-ridad, sentido a la existencia humana y religiosa,razón a nuestras opciones vocacionales79. El obje-tivo último del estudio, de la investigación y de laenseñanza en nuestras Universidades y Centrosde estudio y para todo Hermano Menor que sededica a ello, no es entonces el de adquirir y ofre-cer información, tampoco es el de tener un títu-lo, sino más bien un estímulo a la búsqueda de laVida, la Verdad y el Bien en nosotros y en losotros. No es suficiente estar bien informados. Lafecundidad que nace de la transformación de lamente y del corazón es la verdadera prueba denuestro estudio, de nuestra investigación, denuestra enseñanza.

Nuestras Universidades y Centros de estudiosestán llamados a ofrecer la propia aportación a laelaboración de una cultura al servicio integral delhombre, capaz de ir más allá de los propios crite-rios, de la practicidad, de lo utilitario y la com-petencia, no extraños a las mismasUniversidades. Siguiendo la secular tradición delos grandes representantes de la EscuelaFranciscana, nuestras Universidades deben apos-tar por la «diaconía» del saber al servicio delhombre, superando así el poder de las cienciasque se aprovechan del hombre.

Por otra parte, todos los Centros de estudios yde investigación franciscanos están llamados atransmitir, de manera actualizada, el patrimoniocultural, filosófico y teológico de la «EscuelaFranciscana», convencidos que «del gran depósitode la teología y de la sabiduría franciscana se pue-den dar respuestas adecuadas incluso para losinterrogantes dramáticos de la humanidad»80.Esto exige, sin duda, un estudio crítico y profun-do de la tradición cultural franciscana. Estudiarla

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79 cf. RS 11.80 Juan Pablo II, «Messaggio ai partecipanti al Congresso

Internazionale delle Università, Centri di Studio e diRicerca OFM», 19 settembre 2001, en Atti del CongressoInternazionale delle Università, Roma 2002, 25.

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por curiosidad es estéril, estudiarla de maneraapologética es triunfalismo dañino. Es necesarioprofundizarla críticamente para iluminar con unverdadero y propio acto de esperanza las grandescuestiones que nuestro tiempo se plantea.

Abiertos al diálogo fecundo con las culturas,nuestras Universidades y Centros de estudio y deinvestigación tienen la importante tarea de crearun puente entre aquellas y el Evangelio. JuanPablo II nos dijo: «Es incumbencia de vuestrasUniversidades y Centros de investigación realizarun encuentro fecundo entre el Evangelio y lasdiversas expresiones culturales de nuestro tiempo,para caminar hacia el hombre de hoy [...].Siguiendo el ejemplo de San Francisco y la grantradición cultural de la Orden franciscana, seavuestro empeño poner el Evangelio en el corazónde la cultura y de la historia contemporánea»81.

La apertura a la complejidad del saber huma-no induce a la escucha y al diálogo, como inten-té recordarlo en la carta. El verdadero intelectuales siempre capaz de hacerse preguntas, de mane-ra humilde y valiente, y de prestar atención sin-cera a los argumentos del que tiene posicionesdiversas a las suyas. Esta actitud nos impide caeren varias formas de ideología, que pretendenhacer exclusiva una idea o una parte, y son fru-tos de la falsa seguridad de una fe que tienemiedo de pensar y cree poder evitar las pregun-tas y la ambigüedad presente en lo real. Esta esuna importante misión que permanece abierta anuestras Universidades y Centros de estudios yde investigación82.

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81 ídem, 25.82 En cuanto a las áreas del estudio puede verse Stefano

OPPES, OFM, «Formazione e studio nella nuova RatioStudiorum dell'Ordine dei Frati Minori», AntonianumLXXVII 1(2002), 13-23.

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b. Otros ámbitos de conservacióny de desarrollo cultural

Junto a las Universidades y Centros de estu-dio y de investigación la Orden tiene otras valio-sas instituciones culturales que deben ser custo-diadas y promovidas en las Provincias más anti-guas y desarrolladas en aquellas más recientes.Invito a leer esta parte con la atención dirigida alos artículos 118-141 de nuestra RatioStudiorum.

Las bibliotecas y los archivos están en el pri-mer lugar. No se trata de museos, sino de lugaresdonde el patrimonio de publicaciones y docu-mental debe ser custodiado, accesible a los inves-tigadores y usado como medio de investigación yde desarrollo intelectual, en estrecha relación conlas demandas de nuestro tiempo. En muchasProvincias el necesario redimensionamiento delas Casas nos ponen en el riesgo de perder o deno salvaguardar suficientemente un importantepatrimonio cultural. Recuerdo a los Ministros y alos Custodios que el cuidado por estas institucio-nes influye en el interés y el futuro de toda laOrden y no es solamente un asunto privado decada entidad. Es necesario proveer de lo necesa-rio, en colaboración con entidades civiles y socia-les, a las bibliotecas y a los archivos, evitando elabandono, el descuido, la dispersión y el olvidodel patrimonio que poseemos en libros, favore-ciendo la custodia o el traslado dentro de lascasas de la Orden, en particular a los Centros deestudios.

Lo dicho vale para el patrimonio culturalconstituido por tantas de nuestras Casas, Iglesiasy obras de arte allí presentes. Se necesita desa-rrollar más la fantasía y la atención para encon-trar los modos de conservación y de actualiza-ción de este patrimonio, sin transformarnos encustodios inertes de museos. Sin duda el arte esun lugar privilegiado de diálogo con la culturacontemporánea y, creando caminos nuevos, tam-bién de evangelización.

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Para promover este interés es necesario cui-dar los estudios literarios, artísticos y técnicos.Se trata de una real necesidad para que lainvestigación no se transforme en un instru-mento de posesión o de dominio sino de unhumilde acercamiento al gran misterio escondi-do en cada cosa. Esta experiencia franciscanadel estudio y de la actividad artística no nospresenta la figura del Hermano Menor como deuno que quiere conquistar para poder aumen-tar el provecho técnico o económico, sino comouna persona tocada, sacudida y fascinada, unapersona embelsada por la Verdad, el Bien y loBello, que es inherente a las cosas. A través dela via pulchritudinis podremos desarrollar ele-mentos esenciales de la visión franciscana delmundo, del hombre y del misterio de Dios y almismo tiempo encontrarnos con muchos hom-bres y mujeres de nuestro tiempo.

Otro campo que me urge mencionar es aquelde las comunicaciones sociales. Se trata actual-mente de un verdadero y propio «lugar», unágora única, en la cual los hombres de hoy seencuentran entre ellos de maneras nuevas y condesarrollos imprevisibles. Invito por lo tanto a losMinistros, a los Custodios y a todos losHermanos, sobre todo los más jóvenes, a conocer,estudiar y entrar en este mundo, no como intru-sos, sino como quien sabe que está en casa don-dequiera que se encuentre todo lo que es plena-mente humano.

No puedo eximirme de mencionar aquí laimportancia que tiene para nosotros garantizarla presencia y el trabajo de investigadores yestudiosos de la historia, la literatura, la filoso-fía, la teología y la tradición franciscana. Nosólo en lo que se refiere directamente a los orí-genes, sino también en el arco de los ochocien-tos años en los cuales nuestra tradición se man-tiene viva. En particular, instituciones como laComisión Escotista, el Colegio SanBuenaventura de los Frailes Editores deQuaracchi y la Pontificia Academia Mariana

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Internacional piden, para su continuidad, her-manos bien preparados y abiertos a la colabo-ración externa.

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CONCLUSIÓNAl final de esta Carta deseo comunicaros con

simplicidad que en este momento considero fun-damental un mayor acercamiento entre los her-manos que se dedican a la evangelización y aque-llos más comprometidos con el estudio, la inves-tigación y la enseñanza. Esa coexistencia a lolargo de la historia franciscana no puede ser con-siderada una desgracia, sino más bien una rique-za. Es por el contrario el divorcio y la oposiciónentre las dos lo que constituye una desgracia,como a menudo verificamos en nuestra historia.Por eso han venido a menos la investigación, lapredicación y el estudio.

Muchos hermanos ocupados en la evangeliza-ción se han considerado dispensados del estudioy muchos entre los estudiosos han creído estarliberados de la evangelización. Es la hora de lareconciliación. Si los hermanos parecen dejarseabsorber completamente por los ministerios yservicios, es necesario recordarles la necesidaddel estudio. Una adecuada preparación intelec-tual es fundamental para cualquier actividadapostólica. Al mismo tiempo a los que se dedicanal estudio, la investigación, y la enseñanza, conuna cierta prioridad, siento la necesidad de recor-darles que esta actividad no puede ser separadadel don y del compromiso de vivir con alegría lasexigencias de nuestra forma vitae.

Quisiera que con este texto iniciara una diálo-go sobre los temas que os he presentado. Tengoun especial y cordial interés en que este diálogocontinúe a varios niveles y en los diversos con-textos culturales: en las Entidades, en lasFraternidades locales, en las Casas de Formacióny en nuestras Universidades y Centros de estu-dios. Un diálogo que nos conduzca a crecer paraque podamos mirar con confianza y lucidez elfuturo que nos aguarda y que ya inicia entrenosotros. No tengo la pretensión de haber dichotodo. Espero que el diálogo entre nosotros vayacompletando este texto.

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A todos los que trabajan en la búsqueda de laVerdad, de la Vida y del Bien, y sobre todos aque-llos que viven en una actitud de encuentro, deescucha y de diálogo, invoco la bendición delSeñor y de nuestro Seráfico Padre.

Roma, Curia General de la Orden,13 de junio de 2005,

Fiesta de San Antonio de Padua, Doctor Evangélico.

Fr. José Rodríguez Carballo, OFMMinistro General

Fr. Massimo Fusarelli, OFMSecretario General para la Formación y los Estudios

Prot. 095700

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ABREVIATURAS

Sagrada EscrituraSal Salmos1Sm 1º SamuelMt MateoLc LucasJn Juan1Co 1ª Corintios1Jn 1ª Juan

Escritos de San Francisco de AsísAdm AdmoniciónesCtaO Carta a toda la Orden2R Segunda Regla1R Primera Regla SalVir Saludo a las virtudesTest Testamento

Otras abreviaturas1C Celano: Vida PrimeraAP Anónimo de PerusaTC Leyenda de los tres CompañerosAAS Acta Apostolicae SedisEN Paolo VI, Evangelii nuntiandi, Carta

apostólica, Roma 1975.VC Juan Pablo II, Vita consecrata,

Exhortación apostólica, 1996.NMI Juan Pablo II, Novo Millennio

Ineunte, Carta apostólica, 2001. CCGG Constituciones generales de la

Orden de Hermanos Menores,Roma 20042.

EEGG Estatutos generales de la Orden deHermanos Menores, Roma 20042.

AO Acta Ordinis Fratrum MinorumFP La formación permanente en la

Orden de Hermanos Menores,Roma 1995.

RS Ratio Studiorum, Roma 2001.

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RFF Ratio Formationis Franciscanae,Roma 20032.

Sdp El Señor os dé la paz, Documentodel Capítulo general 2003, Roma2003.

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ÍNDICEIntroducción...........................................................3

1 Palabra, vida fraterna y anuncio enSan Francisco ...................................................71. La gracia de los orígenes ............................72. Francisco, ¿un hombre «sin cultura»? .........83. Los libros y la predicación ........................10

2 La Palabra en la historia del carisma .............151. El encuentro con las culturas....................152. La escucha se hace diálogo ......................173. Una fraternidad que anuncia ....................19

3 La Palabra en el encuentro con la cultura......231. El estudio como búsqueda de la

Verdad y la Vida........................................23a. Camino de desapropiación ..................24b. Sin morada fija ....................................26c. La alegría de la verdad........................26d. Para anticipar el futuro .......................27e. Como hermanos ..................................28

2. El estudio como escucha y acogida del otro .....................................30a. Escuchar y ver .....................................30b. Escuchar y ver hoy ..............................32c. Escuchar y ver para

anunciar el Evangelio..........................36d. Escuchar el Espíritu del Señor.............38

3. Estructuras y medios al servicio de losestudios, de la investigación y la enseñanza ..........................................39a. Las Universidades, los Centros de

Estudios y de Investigación .................39b. Otros ámbitos de conservación

y de desarrollo cultural .......................44

Conclusión ...........................................................47

Abreviaturas ........................................................49

Índice ............................................................52