El show del cambio climatico

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mercados & tendencias Febrero - Marzo 2011 106 El show del cambio climático Todos están convencidos del problema, pero cada quien lo maneja a su ritmo y con su lista de culpables. Mientras tanto, el planeta se sigue calentando.

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Mi experiencia cubriendo la conferencia de la ONU sobre cambio climático fue que todos están convencidos del problema, pero cada quien lo maneja a su ritmo y con su lista de culpables. Mientras tanto, el mundo se sigue calentando.

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El show del cambio

climáticoTodos están convencidos del problema,

pero cada quien lo maneja a su ritmo y con su lista de culpables. Mientras tanto, el

planeta se sigue calentando.

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ESPECIAL La cop16Informe especial de Mercados & Tendencias desde Cancún, con la cobertura de la

Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP16).

Juan Manuel Fernández

Enviado especial a Cancún

El Parlamento de Sudáfrica está convencido de que, para poner de acuerdo a Gobierno, empresarios y

consumidores en el tema ambien-tal, un sistema de incentivos y cas-tigos “verdes” es la mejor solución. Por eso se discute en este momento un proyecto para crear un impues-to al carbono y un nuevo régimen de comercio de las emisiones. Las empresas que adapten sus sistemas para bajar sus emisiones tienen un incentivo. Las que contaminen más el ambiente en su proceso produc-tivo serán castigadas. El paquete de impuestos verdes provocará, según dice el proyecto mismo, un cambio de comportamiento en el consumi-dor y bajará las emisiones del país.Pero a nivel planetario, el mun-do aún no ha encontrado la senda de cómo vender correctamente la

problemática del cambio climático para encontrar a todos los sectores económicos. Tampoco ha logrado en el único foro mundial que existe para resolver esta crisis humanitaria, poner de acuerdo a 192 países para llegar a un acuerdo obligatorio, que traiga con él, un cambio profundo en la manera de producir, de consu-mir y de vivir, ante un planeta ago-tado y en constante calentamiento. En lugar de esto, nos hemos enfrasca-do en un show, en el que todos suben al escenario con argumentos, críticas y sentimentalismos encontrados.

El showBienvenidos al show del cambio climático. Un espectáculo que se desató cuando se confirmaron las ahora infinitas evidencias científi-cas del gran daño ambiental. Los polos ya llegaron a los 3° C de temperatura. Los glaciares desapa-recen y los esquemas climáticos en los océanos siguen variando dramáticamente. La intensidad y frecuencia de las tormentas y hu-racanes sigue su curva en alza. El nivel del mar aumenta con el calor, robando espacio al área terrestre. El mundo camina en subida hacia los 2° C, lo que significará el blanquea-miento de más arrecifes de coral y la destrucción de bosques tropicales por las sequías; bosques que hoy son sumideros de carbono y parte impor-tante para solucionar el problema del calentamiento global. ¿A dónde será

esto? ¿En las islas del Pacífico o en las islas asiáticas recónditas, al sur de la India? No. Esto será en Centroaméri-ca. Un miembro más del show. Vea-mos los escenarios:En el seno de la asamblea plena-ria, los países en desarrollo siguen reclamando a los países industriali-zados su responsabilidad de los úl-timos 150 años por haber escogido un modelo de desarrollo que nunca consideró al clima como un bien público. En el siguiente número del escenario, salen los países industria-lizados, esta vez recriminando ellos a los países pobres, que no es justo que solo ellos hagan compromisos en temas de emisiones; el primer mundo exige además transparen-cia ante los millones de dólares que podrían salir del Fondo Verde, para que su manejo sea medible, contro-lable y verificable y no se pierda en el limbo, como es el estereotipo en los países en desarrollo con los fon-dos de cooperación. Y dentro de estos dos grupos de paí-ses, surgen mini-shows alrededor del calentamiento global. Eso sí, todos condenan el cambio climático. Nadie o muy pocos, dudan de la evidencia científica. Ese es quizás el punto que tiene en común el planeta. Pero cada quien tiene su versión de quién es el culpable y de cómo resolverlo. Uno de los papeles protagónicos de este espectáculo es de los Go-biernos, que no han propiciado una transformación institucional

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en pro del ambiente. “Desafortu-nadamente, la noción de desarro-llo sostenible, se ha quedado res-tringida al plano teórico (informes de Naciones Unidas, documentos académicos y los planes de gobier-no de algunos países), pero no la hemos logra-do desarrollar en el plano prácti-co: regulaciones m u n i c i p a l e s ; normativa indus-trial; desarrollo empresarial, tu-rístico; regulacio-nes comerciales, etc. Tenemos un régimen jurídico y de política pú-blica que única-mente ve el cor-to plazo, el rédito inmediato. Pero estamos matando la gallina de los huevos de oro. El entorno ecológi-co y natural (esencial para el agua, la producción agrícola, la biósfera, etc.) no nos durará más de 15 ó 20 años, de acuerdo con la propia ONU”, reclama Jaime Ordóñez, sociólogo, politólogo y director del Instituto Centroamericano de Gobernabilidad.Luego vienen las empresas, sector disperso, conformado por aquellas que están totalmente convencidas del daño ambiental y han adaptado su filosofía de negocio a la sustenta-bilidad; están además aquellas que saben la problemática pero comba-tir el cambio climático no es aún su prioridad; y desde luego, están las que no tienen tiempo de pensar en el ambiente, pues están dedicadas a velar por su propia supervivencia. Entonces, muchas de las que po-seen buenas prácticas ambientales están conformes con su cuota de aporte y lo estampan como marca,

algo que ha resultado muy “fancy” a nivel de marketing.“Ocupamos otra métrica y ser realis-tas, que los políticos sean realistas. Es un tema de justicia. Se mide el de-sarrollo en función de temas econó-

micos sin tomar en cuenta la felicidad, la sostenibilidad y el desarrollo hu-mano. Estamos en-casillados en una métrica de que si solo consumimos y crecemos vamos a ser mejores, y no es así”, reclama el empresario Jorge Vieto, gerente de Sostenibilidad y Energía de Grupo Holcim. Y en el otro extre-

mo del escenario finalmente apare-cen los ambientalistas, siempre con-testatarios del sistema. Muchos de ellos, no todos y no pocos, se movi-lizan en alas de ideologías extremas. Ejemplo de ellos son algunos que en Cancún colocaron osos polares, acos-tados afuera del recinto donde se dan las negociaciones por el clima, segu-ros de que los Gobiernos serán inca-paces de conducirles a una solución y procurando que el cambio surja des-de abajo, como bandera. Sí. Es el show del cambio climático. Cada quien en su mundo (¿acaso no hay uno solo?), mientras las eviden-cias científicas siguen comprobando que el tiempo se agota. ¿Cómo llega-mos aquí? Y la pregunta más difícil aún… ¿cómo saldremos de aquí?

¿Qué hicimos mal? El primer laberintoEl cambio climático (y su discusión) está enfrascado en tres laberintos. La generación de la humanidad que descifre la ecuación para salir

Los 3 laberintos del cambio

climático: un modelo económico

agotado, un monstruo político de 100 cabezas y un conflicto ético

planetario.

Las dos caras de cancún

Un Cancún de dos caras me sor-prendió. El primero, un Cancún lim-pio, con autobuses que funcionan con biodiesel y un recinto oficial para la COP16 que funcionaba con energía eólica. Pero ese no es el Cancún real. Hay otro Cancún. El Cancún de las playas privatizadas. El Cancún en el que rara vez se ve un mexicano bañándose en las playas. El Cancún de la explosión inmobiliaria intensiva. “Los hoteles se pusieron pegados a la línea de costa y se le tiene que inyectar are-na para que pueda sobrevivir, esto perturba otras zonas y el problema de erosión es por la posición de los hoteles”, me comentaba el investi-gador de ciudades sostenibles de la UNAM, Luis Zambrano. Añadió que existen hoteles en Cancún que no tienen plantas de tratamiento; y a ello se une la destrucción posible-mente de un 30% del manglar, “por la voracidad de los desarrolladores para ganar dinero lo más rápido posible. Muchos se venden como verdes y la verdad es que no lo son; están perturbando el manglar, ya sea por basura o porque lo están destru-yendo”. Quintana Roo (estado que alberga a Cancún) es, además, uno de los estados mexicanos con más suicidios. Por lo menos dos centena-res de ciudadanos intentaron quitarse la vida durante el 2010. Dicen que la esposa de César no solo debe serlo, también debe pa-recerlo. Quizás Cancún se ha cen-trado más en mercadear bien esa imagen de Ciudad Verde, porque su modelo de crecimiento, plan-tea un profundo cuestionamiento sobre sostenibilidad ambiental y humana.

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de ellos logrará reconciliar, final-mente, la relación hombre-planeta. Esos laberintos son: un modelo de desarrollo económico agotado; un enjambre de ideologías que gene-ran un complejísimo y multicolor desencuentro político entre esta-dos; y un disímil y desvirtuado có-digo de valores de naturaleza ética.Empecemos por el laberinto econó-mico. Al no estar el clima incluido como bien público, tampoco lo está en el modelo de desarrollo que escogimos, como humanidad, des-de la revolución industrial para ba-sar nuestro sistema de producción. El famoso documento británico titulado “Informe Stern sobre la economía del cambio climático”,

en el 2006, describió esto mismo como una falla de mercado. Dicho informe comienza diciendo que el cambio climático es el mejor ejem-plo de la falla del sistema econó-mico actual, porque se basó en un modelo de crecimiento extractivo, abusivo y sin tomar en cuenta a la naturaleza.Carlos Mansilla, director del Pro-grama Nacional de Cambio Climá-tico del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de Guatemala, comenta esta reflexión: “Es un mo-delo depredador, miren, el planeta Tierra, como tal, no puede soportar un crecimiento como el que se tie-ne ahorita, porque si no, se nece-sitarían siete planetas. Entonces, la

responsabilidad está en el modelo de desarrollo de los países industria-lizados, ¿y qué nos pasa a nosotros? Pues construimos edificios de vidrio, en los cuales calientan los rayos del sol, lo cual nos obliga a instalar sis-temas de aire acondicionado para lograr una temperatura agradable, y ese aire acondicionado se activa por medio de electricidad, que a su vez se produce principalmente con combustibles fósiles, cuya quema es una de las principales causas del ca-lentamiento global. Entonces, todo está ligado. Es una cadena. No po-demos seguir creciendo a expensas del ambiente”.Para Bernardo Aguilar, director eje-cutivo de Fundación Neotrópica, el fin de la economía es alcanzar el bienestar de nuestra especie, es de-cir, el crecimiento económico por sí no puede ser un fin, es un medio para alcanzar el bienestar de todos. “Cuando el crecimiento produce efectos socio-ambientales que van en detrimento de la calidad de vida del ser humano es antieconómico, y con un modelo económico depen-diente de la extracción de recursos no renovables es imposible crear un modelo sustentable”, explica Aguilar.Pero para muchos es posible llegar a un crecimiento en armonía con la naturaleza. Uno de los ejem-plos que pueden generar un efec-to dominó es el caso sudafricano

Un show con blancos y negros

2002: El repudio de BushEl entonces presidente de EEUU, George W. Bush, rechazó el Proto-colo de Kioto por declararlo “fuerte-mente contrario” a la economía de su país.

2007: Bali y la hoja de rutaBali marcó el camino a seguir ante el fracaso de Kioto, incluyendo países ricos y pobres como parte de la urgencia e incorporando las emisiones producidas por deforestación.

2009: El desastre de copenhagueTras una cumbre de altísimo perfil por la presencia de jefes de Estado de los ma-yores emisores, la COP15 fracasó por no trazar compromisos claros y lesionar la confianza del sistema de la ONU.

Ambientalistas de Greenpeace en un número debajo del agua en la Villa del cambio climático en Cacnún. EFE/Jaison Taylor.

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mencionado al principio. Pero antes de esto, “tenemos que localizar los incentivos perversos que tiene la eco-nomía y generar, en lugar de ellos, incentivos positivos para cuidar el ambiente. Quienes contribuyan a esa economía baja en carbono deben ser premiados por eso y los que no lo hacen deben ser castigados financie-ramente. Pero tenemos grandes fallas en el mercado y fallas en el sistema de planificación pública, y hasta que no las entendamos a fondo, no cam-biaremos”, añade Carlos Manuel Ro-dríguez, vicepresidente de políticas de conservación de la ONG Conser-vación Internacional. Esta afirmación nos lleva al segundo laberinto, pues es en el sistema político donde surgen las directrices para dar el viraje que se requiere en el plano económico.

El enjambre de la política y la ideologíaEl mecanismo de Naciones Unidas no ha encontrado la salida del la-berinto político para convencer al mundo de un acuerdo vinculan-te y obligatorio que acelere ese cambio de patrón de desarrollo. Y no ha sido solo la culpa de ese foro multilateral. El mapa ideoló-gico del mundo ya no es como lo fue durante la Guerra Fría, con dos frentes opuestos. Aguilar lo descri-be así: “El mundo se mueve por en-jambres, ya no hay dos ideologías.

Hoy esa complejidad es tal que hay una infinidad de pequeñas líneas… y entonces queremos que todos los procesos sean de la duración de una búsqueda en Google y este tipo de procesos lleva su tiempo. Esta-mos en un mundo que se mueve más por enjambres que por un líder inspirador. Cualquier ícono que se levante como ejemplar es despeda-zado en segundos”.Rodríguez opina que lo hicimos mal desde el principio. Sí, desde que empezaron estos foros en 1992, en aquella Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, porque cuando empeza-mos la convención dividimos el mun-do en países ‘ma-los’ y ‘buenos’. Los ‘malos’, los países del Anexo 1 del Protocolo de Kio-to, los industriali-zados. Y los ‘bue-nos’, los países en desarrollo. Lo que descubrimos después fue que al incluir la defo-restación entre las emisiones que dañan la atmósfera, países como Indonesia, India, China y Brasil entraron a la esfera de culpa-bles, y en un par de décadas pueden ser tan emisores como los países ricos,

sentados en el banquillo de los acusa-dos desde que inició este proceso. Y ese malentendido inicial es el origen de las discusiones entre grandes y pe-queños en Naciones Unidas. Mansilla opina que “gastamos mucho tiempo” creyendo que los cambios en el clima se daban por un fenómeno menor de variabilidad cli-mática, hasta que la evidencia cientí-fica demostró lo contrario y se empe-zó a buscar culpables. Y la otra piedra en el zapato del la-berinto político ha sido el mecanismo de la ONU. Su diseño puramente de-

mocrático ha pro-vocado que en este tema, países como Estados Unidos o como Tuvalu, ten-gan el mismo peso en la asamblea: un voto. Así que los expertos coinciden en que es en la ONU donde debe darse un cam-bio. Bolivia estuvo a punto de propiciar un “Cancunazo”, y de traerse abajo la negociación con su

propuesta de bloqueo, pero al final se quedó solo. Y es por ejemplos como este que se mantiene el debate de que las reglas deben cambiar.

“Un día la temperatura va ser 4° C; cada década va a ser 1° C más y esto no pone a los políticos ni a los

planificadores en pánico”.

Lawrence Pratt, Incae

2010: Transparencia o nadaLa Unión Europea no girará dinero hasta comprobar que los países en desarrollo beneficiarios cuentan con un sistema de Medición, Reporte y Verificación (MRV) de sus emisiones.

2010: Kioto, ¿sentencia final?Japón anuncia que no continuará con un segundo periodo del Pro-tocolo de Kioto, por reunir a países que representan apenas un 27% de las emisiones globales.

2010: Bolivia se quedó soloAunque el Gobierno de Evo Morales trató de reunir un bloqueo contra las negociaciones de Cancún, se que-dó solo como el único país que re-chazó los acuerdos.

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“En cualquier país del mundo las decisiones no se toman por con-senso, se toman por mayoría califi-cada, y si ese es el esquema políti-co, por qué Naciones Unidas sigue insistiendo en este mecanismo. No hay la voluntad de todos los paí-ses de hacer una reforma profunda para que esto sea más eficiente” reclama Rodrí-guez. Su tesis es que el 80% de las emisiones del mundo las pro-ducen unos 25 países de los 192 que conforman la ONU. “Los llamados de la ONU no ten-drán efecto algu-no sino se crea un régimen coer-citivo. Instituciones como el Banco Mundial no han logrado crear una cláusula de protección ambiental efectiva que sea una condición o prerrequisito para la cooperación y los préstamos. Hay que ser rea-listas: el sistema de Bretton Wo-ods mueve muchísimo más dinero y condicionalidad que la ONU, la cual es un pariente pobre del siste-ma global de instituciones”, aduce Ordóñez. “En la ONU debe darse el cambio. Decía un gran pensador: ‘La demo-cracia es el sistema más complicado que hay, pero me quedo con él’. El primer paso es imaginárselo, qui-tarse los bloqueos mentales y que los líderes del mundo asuman una actitud que les permita con raciona-lidad, plantearlo a la economía del mundo”, sentencia Aguilar. Y a ello se une el complejo tema de políticas domésticas en los Estados. Los políticos, a lo interno, deben comprar la urgencia del cambio

climático e incorporarla como po-lítica estructural de desarrollo. Tan solo el año pasado, los congre-sos de Estados Unidos, Canadá, y Japón rechazaron leyes climáticas presentadas por sus Gobiernos, y en un país como Estados Unidos, don-de el movimiento ultraconservador

está ganando fuer-za en el Senado y en la Cámara de Representantes, el camino se podría empinar aún más por los próximos 3 a 5 años para un acuerdo mundial vinculante sobre clima, si se toma como referencia lo ocurrido con el Protocolo de Kioto durante la Admi-nistración Bush.

Eso que llaman “ética”El último laberinto es todavía más disímil, porque responde a un asunto que varía con cada percep-ción de ver el mundo: hablamos de los principios, los valores, la ética que mueve al ser humano a hacer o no las cosas. Sylvia Marín, directora de Cambio Climático para América Latina de WWF, lo describe así: “A nivel internacional, las negociacio-nes políticas se dan a nombre de territorios en lugar de principios y valores globales. Hay enormes inte-reses económicos vinculados con el statu quo, que no quieren impulsar los cambios políticos e instituciona-les necesarios para movernos hacia economías bajas en carbono”. Leonardo Boff, teólogo, filósofo y profesor de la Universidad de Río de Janeiro, considera que el rumbo para una democracia sin fin, una éti-ca planetaria que salve la relación del hombre con la naturaleza, co-

mienza superando los fundamenta-lismos de toda índole, que son valo-res rectores del sistema económico occidental, principalmente. “Recordemos que el sistema mundo se rige bajo una razón fundamentalis-ta, básicamente protestante, de princi-pios religiosos aplicados a la ética de trabajo. Pero la sociedad cambia, lo que fue una realidad ayer, hoy puede transformarse, porque la ética debe adaptarse, los valores no son infini-tos, deben ser acordes a los cambios”, complementa el sociólogo y psicólo-go de la Universidad de Costa Rica, Randall Rodríguez. Boff lo termina de resolver así: “Tenemos que vivir dife-rente, producir diferente y consumir diferente… porque la situación de la Tierra es diferente”. Pero el mismo Boff, parafraseando a Albert Einstein, recuerda que “el pensamiento que originó la crisis no puede ser el mis-mo que nos sacará de ella”. La ética del mundo debe virar. Gerardo Honty, sociólogo uruguayo y analista de cambio climático, ilus-tra: “’¿Alguien ganaría una elección proponiendo explotar a los niños?’ No la ganaría, porque la sociedad lo condena, cree que no debería existir la explotación infantil, porque esto se ha convertido en un valor social, al que hay que proteger. No ha su-cedido lo mismo con el cambio cli-mático. No hay un valor en la pro-tección de la naturaleza. Si alguien se hace rico explotando niños, todos nos indignaríamos e impediríamos que continúe. Pero no sucede lo mismo con la naturaleza y las nego-ciaciones lo reflejan. El movimiento ambientalista ha fracasado con eso, no ha logrado que haga carne en la ciudadanía”, indica el experto a la Plataforma Climática Latinoamerica-na, en comunicado difundido por el periodista Alain Muñoz. Así que, si la presión viene de la so-ciedad civil hacia los Gobiernos, el

“Las preocupaciones de los ambientalistas son inconducentes,

si no se logra un pacto entre

sectores políticos y productivos”.

Jaime Ordóñez, politólogo y sociólogo

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principio del cambio ético, político y económico se traduciría en un círculo virtuoso. “Los políticos hacen lo que los votantes quieren, si el votante es consciente de que requiere un cam-bio, este obligará a sus gobernantes a hacerlo”, reclama Vieto. Pero el canal de la comunicación está roto. La presión no ha sido efectiva. “Las preocupaciones de los ambien-talistas son inconducentes, si no se lo-gra un pacto entre sectores políticos y productivos”, sugiere Ordóñez.

El punto neurálgico: ¿a quién le tocará liderar?Los Gobiernos tienen el poder de legislar y ejecutar un nuevo régi-men de normas, que transforme paulatinamente el sistema eco-nómico. Las empresas y el sector privado en general tienen los recur-sos y el músculo para convocar el cambio. Y la sociedad civil puede ejercer la presión para generar un nuevo contrato colectivo: el clima puede ser parte de una escala de valores global. ¿Pero quién debe dar el paso para que los otros dos sectores se integren? “Le corresponderá a los Gobiernos. El sector privado debe influir en los procesos y en las nuevas reglas del juego. La sociedad civil es el garante de los procesos; esto no es más un tema ambiental, sino un tema de de-sarrollo humano”, opina Rodríguez. “No es el sector privado, es un tema político, el político necesita influen-ciar a las empresas. Necesitamos comprometer a la gente a que escoja políticos con visión sostenible y a que escoja productos que dejen una me-nor huella de carbono”, insiste Vieto. Mansilla habla honestamente y opina: “Yo no veo aquí a Gobiernos yendo a hacer alianzas al campo, con las municipalidades, las orga-nizaciones, los empresarios, para resolver problemas”.

“Le toca a los Gobiernos, pero no lo van a hacer. Como sociedad civil tenemos que presionar a nuestros Gobiernos para que tomen posturas acordes a las necesidades y realida-des del planeta; estas transformacio-nes no van a surgir de los Gobiernos; la naturaleza tiene límites, es finita, dependemos de ella, hay que prote-gerla y no lo podemos hacer sin la participación comunitaria”, consi-dera Carolina Amaya, ecologista de la Unidad Ecológica Salvadoreña. Thomas Nordi, consultor senior de la empresa danesa Rockwool Inter-national, involucrada en la construc-ción sostenible, comenta desde Can-cún que “los políticos deben ser más visionarios; los líderes de negocios deben anticiparse a las ventajas que trae el mercado verde; los ciudada-nos deben contribuir a hacer que las cosas sucedan y los medios de co-municación deben crear conciencia e infundir entusiasmo”. Mathias Kremer, presidente de Ba-yer para Centroamérica y el Caribe,

considera que es responsabilidad de cada uno de los habitantes eje-cutar el cambio, pero que las em-presas deben buscar cómo reducir sus emisiones y los Gobiernos son los llamados a crear metas, porque “sin su liderazgo, va a ser mucho más difícil”. El show se ha mantenido latente durante 16 años. Sin embargo, el académico de la UNAM, Luis Zam-brano, mencionaba, pocos días an-tes de que concluyera la cumbre: “Hace 16 COP ni siquiera se ha-blaba de estos temas, hoy estamos procurando un avance”. Ramiro Fernández, encargado de cambio climático de Fundación Avina para Cono Sur y Patagonia en Argenti-na, culmina con un tono aún más reflexivo: “Este es el espacio (la ONU) de conversación global me-nos peor que tenemos. Nunca olvi-demos que antes de estar sentados en esa misma mesa, tuvimos dos guerras mundiales. Mientras tanto, sigamos conversando”.

En las afueras del Moon Palace, recinto oficial de la Cumbre de la ONU, en Cancún, ambientalistas protestaron con disfraces de osos polares para exponer su causa. EFE/Alejandro Bolívar.

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El fantasma de la inestabilidad políti-ca, la ruptura institucional y las gue-rras civiles que sufrió Centroamérica durante los años 70-80, a finales del siglo pasado, absorbieron tiempo va-lioso que ahora la región resiente para atender las urgencias de hoy. Esa es la introducción parafraseada del capítulo II del último estudio “La economía del cambio climático en Centroamérica”, publicado por la Cepal. Los problemas que deberían quitar-le el sueño en estos momentos a los gobernantes de la región tienen nom-bre y apellidos: reducción de la po-breza, desigualdad y vulnerabilidad socioeconómica y ambiental. Ahora, por recomendación de Cepal, los países de la región deben apurarse a impulsar estrategias de adaptación sostenibles que aminoren, aunque sea un poco, esa vulnerabilidad climática capitalizada por décadas. Gestionar con recelo el recurso hídrico, blindar la seguridad alimentaria, proteger los ecosistemas naturales y a la población más pobre, y desechar el esquema de importación de combustibles fósiles, son la hoja de ruta a seguir para una región que no dispondrá de muchos recursos económicos para adaptarse al cambio climático. Los expertos coinciden en que depen-der de la cooperación internacional

en un 100% y esperar a que las Na-ciones Unidas terminen de ponerse de acuerdo en las cumbres del clima es un error. “La urgencia para Centroamérica en mitigación de CO2 es por energía fó-sil, no por las emisiones. Si mañana Centroamérica deja de existir en tér-minos climatológicos y de emisiones, nadie lo va notar. Juntos, en Naciones Unidas, los países suman siete votos, y con el Fondo Verde, yo no veo cómo países con pocas emisiones van a ser beneficiarios importantes. Así que el margen de acción en las negociacio-nes internacionales es pequeño. Pero el margen de acción a nivel local es completo; a cada país en la región le conviene tener menos dependen-cia de la energía fósil, no caer en la trampa de que si no tenemos negocia-ciones internacionales no podemos hacer nada”, alerta Lawrence Pratt, director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo sostenible (CLACD) de Incae.Sylvia Marín, directora de Cambio Climático para América Latina de WWF, sugiere que “a nivel macro, los países deben comprometerse con adoptar sendas de desarrollo bajas en carbono e impulsar políticas cohe-rentes con esta meta. Hay que dismi-nuir la dependencia de los combus-

tibles importados, bajar el consumo de hidrocarburos para generación de electricidad, conservar nuestros bos-ques y promover las buenas prácti-cas agrícolas sustentables”. En síntesis, la región requiere institu-cionalizar el cambio climático con seriedad, como lo percibe Caroli-na Amaya, de la Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES): “Cualquier decisión, proyecto, programa, de-bería de tener la visión climática de sustentabilidad. De forma que los proyectos ambientales, de salud, de infraestructura, de educación finan-ciada con fondos del Estado tengan como base esta visión”.Ya no hay tiempo para seguir insistien-do en la ruta de la inestabilidad. Los números adversos se acentúan por cada día que pasa. Se requieren Esta-dos con vocación climática.

LA REGIÓN Y EL CLIMA:

Perdimos mucho tiempo en guerrasLa región no puede darse el lujo de derrochar más tiempo. La vulnerabilidad climática es una bola de nieve que crece al lado de la pobreza y la desigualdad.

La ruta climática de la región:

•Disminuirdependenciadeenergíafósil•Conservarsusbosquesybiodiversidad•Desarrollaragriculturasustentable•Fomentarahorrodeenergíaenlos

consumidores•Medirycontrolaremisionesportransporte

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Lo que dejó CancúnNo se puede decir que hubo éxito o fracaso, pues es un proceso que inició en 1992. Pero Cancún logró más que Copenhague hace 1 año.

Se recuperó la confianza. El sistema multilateral de Nacio-nes Unidas dejó atrás el acuerdo privado de Copenhague y recu-peró la credibilidad de los Es-tados miembros para continuar discutiendo un acuerdo global.

El famoso Fondo Verde. Lo bueno es que ya se habla de compromisos para fondos cli-máticos. Lo malo es que aún no se han materializado y cuando eso pase, se hará con los países de mayor vulnerabilidad, donde se incluyen estados africanos e insulares. América Latina toda-vía no está en una situación crí-tica como para percibir fondos voluptuosos. El financiamiento incluye un arranque rápido de US$30 000 millones para el 2012, y la intención de recau-dar US$100 000 millones por año a partir del 2020. Los pro-cedimientos para distribuir y medir los fondos todavía son tema de discusión.

Mitigación. Los dó-lares que surjan del Fondo Verde deben someterse a medi-ción, reporte y verifi-cación (MRV) domésti-ca e internacionalmente.

adaptación. Los países acuer-dan que la adaptación “debe ser atendida con la misma prioridad que la mitigación” y que necesi-ta “requerimientos instituciona-les apropiados para mejorar las acciones y apoyos en adapta-ción”. Se decidió crear un marco de adaptación que pretende po-tenciar el modo en que se hace frente a los desastres naturales desde la convención marco.

Deforestación. En cuanto al mecanismo de reducción de emisiones por deforestación y degradación de los bosques (REDD, por sus siglas en inglés), el acuerdo establece que habrá actividades en ambas áreas para conservar los bosques y que se desarrollarán en diferentes fases. El texto señala que habría que “explorar opciones de financia-ción” para posibilitar el desarro-llo de REDD. Este es uno de los temas que más divide a Gobier-nos, empresas y sociedad civil, sobre las regulaciones y princi-pios de un mercado de carbono que premie a quienes conservan los bosques.

Tecnología. La cumbre de las partes en Cancún estableció un mecanismo de tecnología, una Red y un Centro de Tecnolo-gía Climática encargados de identificar la tecnología más adecuada que podría ser pro-porcionada a los países que la requieran.

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Sin Kioto. Muy temprano e iniciando la conferencia de di-ciembre, Japón sorprendió a to-dos con su anuncio de que no firmaría un segundo periodo de compromisos del protocolo de Kioto (vigentes desde el 2005 y suscritos en 1997). Su argumen-to fue que no tenía sentido que ese documento incluyera a paí-ses que representaban el 27% de las emisiones totales de dióxido de carbono en el mundo. Las partes reunidas en el Protocolo de Kioto aceptan continuar con las negociaciones para un se-gundo periodo en Durban, Su-dáfrica, a finales del 2011.

Mejor en 1,5° c. A la luz de la evidencia científica, se acor-dó no sobrepasar a nivel global los 1,5 grados con respecto a ni-veles preindustriales.

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